GENUFLEXIÓN «Genua flectere» significa en latín «doblar las rodillas». Se llama genuflexión a la flexión de la rodilla derecha hasta el suelo. Era un gesto ya usado por los romanos, como signo de respeto a las personas constituidas en autoridad. También d elante de Cristo se postraban los que le reconocían como Dios o le venían a suplicar un favor. La genuflexión y el arrodillarse, que se puede considerar como una genuflexión prolongada, es señal de reverencia y adoración, mostrando la propia pequeñez ante la presencia divina. Por eso desde los siglos XII-XIII se ha convertido en el gesto más generalizado para mostrar nuestra adoración del Señor en la Eucaristía, tanto si está expuesto como si se encuentra reservado en el sagrario. También hacemos genuflexi ón a la cruz en la solemne adoración del Viernes (antes se hacía triple, ahora sencilla) y a lo largo de ese día y del siguiente, ante la cruz expuesta en sitio de honor. El día de la Anunciación y el de Navidad, al recitar el Credo, subrayamos con una genuflexión las palabras «y se encarnó por obra del Espíritu Santo». En la misa se han simplificado las genuflexiones que antes t enía que hacer el sacerdote. Las que han quedado son: a. b. c. d. Al principio y al final de la celebración, si en el espacio del presbiteri o está el sagrario. Después de elevar el Pan consagrado y asimismo después con el Vino. Antes de comulgar (cosa que también hacen los concelebrantes). Si tuviera que reservar después de la comunión, al cerrar el sagrario. Antes existía la genuflexión doble al pasar ante el Santísimo expuesto: ahora sólo existe la sencilla (RCCE 84). Aunque haya disminuido el número de las genuflexiones, ciertamente no tiene que disminuir su sentido: subrayar con nuestro gesto los momentos más trascendentes en que reconoc emos la presencia de Cristo y su Espíritu. Rodillos (de).