OCÚPATE DE ESTAR DESOCUPADO Si no son como los niños no entrarán en el reino de los cielos (Mc 10, 15) El pequeño está jugando. Tiene la mirada absorta donde se mueven sus manos. Todo quiere llevárselo a la boca para saborearlo, para sentirlo. Se está encontrando con el mundo y no se defiende de él. Tendrá que comer, tendrá que vestirse, tendrá que crecer pero por ahora no parece haber preocupación posible que lo saque de su juego; él tiene una seguridad que no es él mismo. Nadie se lo explicó aun pero él lo sabe, lo intuye, lo cree, lo reclama cuando es necesario y confía. Su rostro está distendido, los tiernos músculos no conocen aun la rigidez. Está gozando del precioso regalo que es el derecho a vivir y quizás por eso sonríe. El grande está preocupado. Pasa vertiginosamente entre las cosas y las cosas pasan por él. Al final de cada jornada está extenuado y siempre con un margen de insatisfacción, porque van quedando cuentas pendientes que no se saldan y van sumando. No llega a hacer todas las cosas que quisiera hacer. No alcanza a responder a todos los que le reclaman su tiempo y esfuerzo. Siente que no siempre vive, defiende y propone con valentía lo que cree y lo que quiere, y un resabio de cobardía se esconde en algunos rincones de su memoria. Quisiera disfrutar más de la familia, no puede. Quisiera disfrutar más de los amigos, no puede. Quisiera pensar algunas cosas de sí mismo, no puede. Quisiera, de vez en cuando, disfrutar serena y libremente de la vida, no puede. Con todo, el mundo sigue más o menos igual (No hay nada nuevo bajo el sol, Qo 1, 9) que cuando él no estaba y tal vez siga más o menos igual cuando él ya no esté. No obstante sigue corriendo, es que no hay tiempo que perder ¡no tiene tiempo...! Y es verdad, porque el tiempo no es suyo. Él pertenece al tiempo. Al tiempo que pertenece a la vida. La vida que tampoco le pertenece sino que la recibió de regalo, un regalo para disfrutar, de lo contrario se incurre en desprecio contra aquel que le ofreció tal regalo. El que regala por amor no exige cuentas de su regalo, es cierto, pero uno puede lamentarse de no haber sabido descubrir y disfrutar de las riquezas de un tesoro enterrado en el patio de su casa. El tiempo no se pierde, él transcurre inexorablemente, lo que se pierde es la vida. El tiempo es simplemente una forma de medirla, como una balanza mide el peso de un producto. Al tiempo se lo llena de vida o nada más se lo deja vacío. No se mata el tiempo, se lo deja pasar sin vivir la vida en él. Y el tiempo sigue andando y la vida se sigue ofreciendo. El uno, sin alterar su ritmo, ni por las malas ni por las buenas. La otra, disponible a ser saboreada, por quien logre percibirla como un tesoro único, pero acabable. No es imposible dejar pasar algunas cosas urgentes en pro de otras pocas importantes. Después de todo ¡todo depende de los latidos del corazón! Si él se detiene todo el resto sigue pero es uno el que ya no sigue. Los ojos pueden ver muchas cosas y lo más extraordinario no es que vean muchas cosas sino simplemente que vean. Las manos tienen su misterio propio, de lenguaje y de acción. Y qué decir de la respiración, ese anónimo invisible, que aun sigue rescatando pureza en pleno mundo contaminado. Son cosas importantes, vale la pena dedicarles un rato de atención. Dedícate un rato de atención. ¡Honra el regalo de la vida que se te ha dado! Permítete dejar algunas deudas pendientes con tus ideales, que al fin y al cabo, pese a todas las conquistas que logres, siempre estarán un poco más allá de ti, con un buen porcentaje de “todavía no”. Introdúcete en el continuo vaivén de tu respiración y posibilítale a tu alma danzar con el rítmico tamborileo de tu corazón. ¡Ten compasión de ti mismo y humildemente acepta disfrutar del don de la gratuidad! Desde el mundo del quehacer vendrán las urgencias golpeando a la puerta de tus apuros, y tú, tú tienes autoridad para decirles que estás muy ocupado “en no hacer nada”, en nada más que vivir. Acepta modestamente que no puedes todo, llegará el momento en que te sentirás libre y alegre de que así sea. Es un gran peso el de cargar con la omnipotencia cotidiana. ¡Esfuérzate por llegar lejos! pero no sientas humillación de tu pobre alcance. Inténtalo, ahora es el momento, no esperes más, puede que haya mañana, pero en el crepúsculo de la vida, la fatiga y los dolores pueden impedirte percibir la belleza, si no lo has hecho antes. Bs. As. 1997