369 REFLEXIONES CREO EN LA IGLESIA A n í b a l Edwards E . , s.j. Aún perdura lu impresión que me produjo Gustavo Le Paige, cuando hace más de veinte años, me describió uno de sus cuadros. Acababa de llegar a Chile y aprendía castellano, conversando con los novicios jesuítas. Entre ellos, conmigo. Aún no había llegado su equipaje, su maravillosa colección de libros de arte Skira, las obras de Teilhard, los cuadros que él mismo pintara en el Congo y en Europa. Mientras paseábamos por la ¡"luerta, Gustavo me relató los conflictos con su obispo, que Jausuraron su labor misionera en el entonces Congo belga. Aunque Roma le dio la razón, al Padre General de la Compañfa de lesús no le pareció procedente que permaneciese en el lugar donde había trabajado tantos Liños, y se había hecho querer. La controversia —ahora de dominio público— aunque zanjada a favor de Gustavo Le Paige, rcquerla ¿I sacrificio de todos esos años de trabajo, en aras del principio di; autoridad. Debía abandonar África, para evitar cualquier identificación ligera de su persona, con un símbolo contra la autoridad del obispo del lugar. Kl Padre Janssens —belga también y amigo suyo— hizo rotar el mapamundi y le ofreció enviarle al lugar que eligiese. Una larga formación y una labor dura, locubuii súbitamente su fin, cuando Gustavo se aproximaba a los cincuenta años, vividos con doble inlensidad. Una vez más lo dejaría todo. para comenzar en un lugar donde hasta la lengua era incógnita. Porque Gustavo eligió Chile, el país de un estudiante que conoció en Bélgica durante su época de estudios: el Padre Alberto Hurtado. Fue en esos momentos dolorosos en Europa, antes de llegar a su nuevo destino, con el sabor amargo de la despedida y de un futuro que se mostraba vacío al tienta de ÜUS manos y sus ojos. Entonces comenzó a pintarlo. Cristo parece que fuera a descolgarse de la cruz. Gustavo, de espaldas, lo sujeta. Al pie del cuadro pueden leerse las palabras que dice en ese instante. Le pide se quede en la cruz. ¡Sería lan insoportable cargar el madero vacío de Cristo! I,a descripción de Gustavo es vivida. Años más tarde pude comprobar su exactitud, cuando vi el cuadro en la sata de estar que oficiaba de oficina, y snla de juegos para los niños de San Pedro. Ya entonces, por la descripción oral del contexto y del cuadro mismo, advertí que expresaba un momento decisivo de opción, poniendo al descubierto al Gustavo más auténtico: el estudiante en Bélgica, el misionero en el Congo, el amigo de los novicios con quienes practicaba el castellano, a quienes hacía reír con sus interjecciones y plástica expresiva, a quienes impresionaba por la fuerza sincera y radiante de su presencia. El momento decisivo de su opción —puesta a prueba i-n el instante doloroso de renuncia, simultáneamente más en claro a la intensidad de esa luz— puso al descubierta el hilo conductor de toda su existencia: el instante fecundo continuado de su fe inquebrantable en Cristo crucificado, y no en un madero vacío del Crucificado. De Ins conversaciones con Gustavo —por esos años— aprendí plásticamente, que toda la fuerza de resurrección de nuestra fe, no surge del madero, sino del Crucificado, de su Persona divina inseparablemente ligada a la vida humana. Aprendí que la vida humana es —tarde o temprano— crucifixión. Can distintas maderas y distintos clavos, distintas asperezas, agudezas, tamaños, formas. Pero al fin y al cabo, crucifixión. Aprendí que amamos la vida, y llegamos a amar !a crucifixión, porque Cristo vive enclavado en ella. No por lus maderos cruzados y los clavos, separados y sin relación a El, Al fin y al cabo, las leyes y las ideas humanas, no son más que madera y clavos. Las obras y opciones humanas, no son sino madera y clavos. Los sentimientos y lus éxtasis que espigan nuestras manos y todo el ser en una danza fantástica, no son sino madera y clavos. Valen porque Cristo está clavado en su centro. Vacía es la ortodoxia del madero y de los clavos vacíos de Cristo, Falsa es la ortodoxia de quienes erigen un templo de maderos y clavos, sin Crucificado. Idólatra es el culto del madero (pasa a la pág. 373) 373 Reflexiones .. .{de la pág. 369) Plena es la doctrina de quien sabe —en Cristo, con Cristo, por Cristo— el sabor del leño y de los clavos. Aunque desconozca los complicados acordes del esgrima ideal. Y los ocultos caminos del éxito a corlo o largo plazo. Y el néctar de los sentimientos. .. Verdadera es la ortodoxia de quienes, por seguirlo sumisos, dejan atrás el hogar familiar de sus ideas, de la obra de sus manos, donde sintieron la calidez de la complacencia. Y no porque sea un hogar malo, sino por- que sin Cristo se hace inhabitable. Con Cristo, hasta la nada de un nuevo comienzo en tierra extraña, con sólo el sabor punzante de los clavos y la aspereza de un madero desconocido, es amable y habitable. Qué fácil hubiera sido para Gustavo decir: "—Esta es la cruz que me dieron. Para llevar esta cruz fui preparado. ¿Con qué derecho me sacan? ¡Aquí me quedo!" No lo hizo. ¿Por qué? Porque no iba en pos de la cruv.. sino del Crucificado. Lo siguió a El. No importaba que sufriera, que gesticulara, líorara. .. Importaba eslar con El, en cualquier cruz —pero no vacía —. donde El está. En la niebla densa del dolor, de la angustia, del conflicto, la voz de los sabios, las manos de los eficaces, la mirada de los poetas, sabe del leño y de los clavos. Pero la voz de la Iglesia sabe en qué madero está clavado Cristo.