La moda recoge el guante Un sofisticado accesorio que vuelve con fuerza en los noventa. Como a lo largo de la historia, su finalidad no se agota en cubrir los brazos ni proteger del frío: los guantes prometen convertirse una vez más en potentes armas para la seducción. Largos, negros y ajustados. Tal como los que Gilda (una inolvidable Rita Hayworth en el filme homónimo) se quitaba lentamente, con una sensualidad que causaba escalofríos. ¡Retornan los guantes! A pesar de los altibajos de la moda, el guante siempre gozó de ese halo misterioso hecho de códigos secretos plenos de significados, que se pierden en la noche de los tiempos. Formas, colores y gestos han indicado, según el momento histórico, confianza, lealtad, reconocimiento, sumisión, amor. En un tiempo, llevar guantes para montar a caballo o estrechar una mano forrada con cuero delgado significaba establecer prioridades políticas, sociales y religiosas, mientras que el que ofrecía guantes como regalo brindaba un gesto de sumisión, o bien declaraba el amor o fidelidad. Y también el guante era considerado una recompensa al valor para los mensajeros de buenas noticias, mientras en las relaciones internacionales era el obsequio diplomático por excelencia. Con la Revolución Francesa, los guantes desaparecieron porque eran considerados una señal del privilegio nobiliario. Retornaron con el imperio. Eran tan importantes que, para muchos, hasta se convirtieron en una obsesión. La emperatriz Josefina, por ejemplo, jamás usaba dos veces los mismos guantes y consumía mil pares por año. Una verdadera locura. Pero fue el conde de Orsay –auténtico nov- quien impuso en 1840 las reglas en el arte de lucir los guantes. Cada momento, cada actividad, requería una calidad de cuero diverso: gamuza para la caza de zorro, cabrillita para pasear por Hyde Park, castor para los viajes a Londres. Cuero blanco para bailar. Existen además un par de reglas básicas sobre el tema, que sería preciso recordar, aun en los años 90. Es de buena educación no lucir guantes al entrar a la iglesia o en presencia de las autoridades, No se saluda ni se baila con manos enguantadas. La maison francesa Hermés, con una gran tradición en la materia a sus espaldas, suele organizar curiosas muestras. Por ejemplo, la reciente Le Gant Elegant: una reseña de 600 guantes creados por Hermés desde 1927 al día de hoy. Pueden admirarse modelos de noche, de tarde, de caza, para conducir motocicletas y hasta para pasear, con la inclusión de pequeños bolsillos donde guardar los fósforos. Sin contar los creados para las princesas de Inglaterra. Los primeros guantes, realizados por Hermés, de piel de perro, estaban destinados a los oficiales de caballería. Pocos años después, en 1925, llegaron los ilustres, desde Colotto a Mariene Dietrich, desde el general De Gaulle a Lauren Bacall y Catherine Deneuve. Solo para citar los más recientes enguantados. Annie Ruppert, revista Clarín.