Democracia para Catalunya

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31 CAMPUZANO_29 CARRILLO.qxd 11/05/16 12:55 Página 31
TRIBUNA
Por Carles Campuzano*
Democracia para Catalunya
de la causa democrática catalana.
Se equivocan quienes aspiran, como solución, a volver a la situación
previa al año 2010, cuando el Tribunal Constitucional había sentenciado
la muerte del nuevo Estatuto de Autonomía de Catalunya y la sociedad
catalana empezaba a despertar, pasando de la frustración y la irritación
a la propuesta y el proyecto. Los
cambios del último quinquenio son
de fondo, y han trasformado profundamente el mapa político catalán en
la medida en que es la sociedad catalana y sus sectores más activos y
politizados los que han cambiado
también sus expectativas y miradas
en relación al conjunto español. No
hay un proyecto de España atractivo
y seductor para Catalunya para quienes han desconectado.
Desde esta perspectiva, la cuestión
política central durante los próximos
meses va a ser cómo las instituciones
del Estado van a afrontar el tema catalán. Ciertamente, la recuperación
económica y la fractura social, con
un desempleo sangrante y un empobrecimiento de amplios sectores de
las clases medias, son fundamentales
en la agenda española; pero a nadie
se le escapa que Catalunya es el principal reto político que tiene enfrente
el próximo Gobierno de España. Nadie puede pretender gobernar España
seriamente sin una propuesta para
Catalunya. Y se requiere una propuesta que no puede diluirse en una
discusión sobre la reforma de la
Constitución, en la que las cuestiones a abordar son múltiples. Seguro
que España necesita actualizar su
marco constitucional, pero la cuestión catalana exige un tiempo político diferente.
Desde este punto de vista, habrá
que insistir en la propuesta de un re-
ALEX PUYOL
A
pesar de que el sistema mediático y partidista de España intente
huir de la cuestión catalana, lo cierto es que sin abordar
el pleito catalán el problema político
español no tiene solución. De hecho,
en esta XI Legislatura fracasada, la
cuestión de Catalunya, o mejor dicho, el pánico del sistema de partidos españoles a abordar la agenda
de fondo que plantea Catalunya explica en buena parte la incapacidad
de alcanzar un acuerdo para elegir
un nuevo presidente del Gobierno.
A pesar de que en público los líderes
políticos del PP, del PSOE y de C’s
se mostraban indignados y comprometidos a no pactar con los “secesionistas” y un coro mediático transversal les acompañaba en su gesticulación, lo cierto es que los votos
de CDC y ERC eran decisivos para
formar Gobierno. Con el concurso
activo de convergentes y republicanos algunas mayorías eran posibles,
ciertamente. Especialmente, las mayorías que hacían posible el cambio
que habían votado la mayoría de los
ciudadanos españoles.
Pero incluso más allá de la aritmética parlamentaria, lo que todo el
mundo sabe es que la demanda catalana de decidir el futuro político
de Catalunya y la aspiración a un
nuevo estatus político han llegado
para quedarse. Y el peso político,
económico, social y cultural de un
país como Catalunya no puede ser
ignorado permanentemente ni por
parte de las instituciones del Estado,
ni por la propia sociedad civil española. Durante el tiempo de gobierno
de Rajoy, el inmovilismo, la recentralización y la represión judicial no
sólo han fracasado, sino que han sido grandes agentes propagandistas
Durante el
tiempo de
gobierno de
Rajoy, el
inmovilismo, la
recentralización y la
represión
judicial no sólo
han fracasado,
sino que han
sido grandes
agentes
propagandistas de la causa
democrática
catalana
feréndum para Catalunya, que goza
de toda la legitimidad para convirtiese
en la mejor solución a la demanda
catalana. Lo es por razones democráticas de fondo y lo es por la legitimidad política que tiene en Catalunya,
más allá de los independentistas, la
idea de que seamos los catalanes los
que podamos decidir nuestro futuro
colectivo. Buena parte de quienes defienden un vínculo federal de Catalunya con el conjunto español han
hecho suyo el derecho a decidir. Y
claro, habría que desarrollar en el
marco constitucional la fórmula que
permitiese hacer posible esa consulta.
Con voluntad política eso es perfectamente posible. Una ley de las Cortes
Generales que permitiese a las nacionalidades históricas que tienen reconocido su derecho al autogobierno,
porque es previo a la aprobación de
la Constitución, a poder ser consultadas sobre su estatus político si una
mayoría cualificada de su parlamento
así lo plantease, con una pregunta o
preguntas acordadas, con la correspondiente exigencia de participación
y resultados que obligasen a negociar
de buena fe a las instituciones del Estado y, en nuestro caso, a la Generalitat, es una ley posible.
En 1977, y todavía sin la Constitución aprobada, Adolfo Suárez tuvo
la audacia y el coraje de reconocer
a la Generalitat y facilitar el retorno
del president Tarradellas. Entonces
se entendió que consolidar el proceso democrático exigía encauzar
la demanda catalana reconociendo
su derecho al autogobierno. Hoy, resolver el problema español, de nuevo, exige canalizar democráticamente la demanda catalana de poder decidir nuestro futuro. ●
* Portavoz adjunto de Democràcia i Llibertat en el
Congreso de los Diputados
nº 1155. 16–22 de mayo de 2016
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