28 Domingo 09.06.13 EL DIARIO VASCO OPINIÓN IÑAKI ADÚRIZ CARTAS AL DIRECTOR CATEDRÁTICO DE FILOSOFÍA Y LETRAS Excesos verbales A menudo la lengua, comentarios en voz alta y transcritos casi siempre en papel o en soporte digital, tiene ciclos tormentosos de los que apenas sale nada bueno. ¿Un claxon intempestivo en medio del silencio del caminante? Pues algo parecido. Tras escucharlo uno va perturbado y cuesta recobrar la tranquilidad inicial. Con esas salidas de tono de las palabras, lo mismo. Cuando uno las escucha o las lee termina un tanto revuelto por dentro, sin la paz que antes le acompañaba. Pues bien, estos días acabamos de observar el paso de ese período huracanado, aunque a uno le da la impresión de que hemos entrado en uno largo, dada la incesante retroalimentación del mismo. Ahora puedo señalar algunos ejemplos, pero seguro que mañana ya habrá otros nuevos esperando su turno. ¿Una sociedad crispada?. Seguramente. Ahí van, pues, unos cuantos del lenguaje convertido en una madeja hiriente e incomprensible. Los recordarán. Un líder latinoamericano, recién elegido ‘in extremis’ en las urnas, con una permanente prédica insolente en público hacia el líder de la oposición. Un ministro español que por un instante relaciona el tema del aborto con el de la banda ETA. Una víctima del terrorismo etarra que, tras conocer el permiso concedido a uno de los participantes en el asesinato de su padre, exclama que le gustaría que, justo al salir ese individuo de la cárcel, le atropellara un camión. Y, para finalizar, una exconcursante vasca de un conocido programa televisivo –GH14- que, al hablar de recortes y manifestaciones con sus compañeros, suelta eso de que «yo sólo he ido a una, a la de que vuelva ETA», exconcursante, claro está, por haber sido expulsada a causa de decir eso. Al mismo tiempo, la pulsión colectiva en las redes sociales afloró otro caso de otro día del programa, a cargo esta vez de otro de los participantes: «estás más perdido que Marta del Castillo», dijo. De esto último, no se han tomado me- T odavía no la han enterrado, pero no da señales de vida y se teme eso que llaman un fatal desenlace. Estados Unidos acaba de reconocer que lleva casi seis años recolectando información, no porque la información sea poder, sino por lo que le pueda pasar si no lo tiene. Ahora se dispone a vigilar correos, llamadas de grandes empresas y chats en todo el ancho mundo. No quiere que le sea ajeno. Si no le ponen un micrófono en el bidé a cada ciuda- :: FOTOLIA didas, a pesar de la petición del padre de la aludida. No comment. Es cierto, como digo, que estas rachas en las que las palabras se retuercen hasta lo inimaginable, suelen desaparecer y dan pie al uso de unas voces más amables, pero la verdad es que, por mucho que algunas reflejen una ira comprensible por ver a un significativo reo en la calle, resulta difícil digerirlas y, sin más, seguir adelante como si nada: «ya se olvidarán» o «ya nadie se acuerda». Pero –qué quieren que les diga– a uno le da la impresión de que tales usos de la palabra dejan mucho que desear y que, aun no volviéndolos a escuchar, el rastro de inhumanidad que queda atrás perdura como una llaga incurable, sobre todo, si lo vemos desde el punto de vista del entramado social, desde el punto de vista de que, en mayor o menor medida, el discurso diario a todos nos atañe. Y es que es eso: no es meramente el discurso o la lengua –en cualquier idioma– de unos días, no es su tinta deteriorada y ya está, o su navegar electrónico perdido en el universo digital y ahí se queda, sino que va más allá, es que la lengua daña a quien se dirige el mensaje y a quien lo invoca, en especial, por su enorme VUELTA DE HOJA MANUEL ALCÁNTARA Muerte de la intimidad desprecio al otro y, de rebote, porque la cosa se nos vuelve como un boomerang. Estas mismas líneas se habrían de interpretar en esta dirección de saber que la lengua es algo más que un conjunto de rótulos fluorescentes de corta y pega, para lo que sería casi obligado subrayar un aspecto de la misma que suele pasar inadvertido, y es su poder de connotar otras realidades que las que a simple vista se enuncian. Determinadas siglas, nombres de pila y apellidos, determinados gentilicios y un largo etcétera de vocablos de distinta índole, sugieren a una mínima o a una gran parte de los que los leen o escuchan, vivencias, recuerdos y sensaciones diferentes, según las experiencias habidas con dichas voces. Eso de que hay que tener cuidado con lo que se dice o que «las palabras hieren» lo refrenda. Puede que alguien piense que todo esto es exagerado. No, desde luego, el que suele leer y escribir, ni tampoco el que vive de la lengua -¿no lo hacemos todos?–, cualquiera que ésta sea, ni el que la traduce a otro idioma, ni el que por medio de ella escucha y oye, habla, desea comunicar, acordar, compartir, provocar interés o quiere ir en busca de ideas nuevas, anhela mejorar, crear, reflexionar, razonar, interpretar y hacer crítica más o menos sosegada. Nunca habrá de resultar exagerado para éste o, si se quiere, para todos los que practican esas facetas de manera habitual. Al contrario. Dirán que algo se está quebrando cuando se ensalza con palabras la intransigencia y la violencia, cuando la discriminación y la rebaja del otro es el santo y seña, en fin, dirán que pasa algo cuando ya no nos inmutamos, tras la ráfaga verbal sin medida y, en definitiva, de actitudes lingüísticas, la verdad, no muy halagüeñas. Como casi siempre, al final, habrá que echar mano de la educación, de la familia y sus allegados, de la sociedad adulta, a la hora de gestionar como se merece el tema de dichas actitudes, que, como se ve, no es otro que el de las actitudes morales. dano no será por falta de fontaneros en la Casa Blanca. El presidente Obama lo ha dejado bastante claro: «No puede haber cien por cien de privacidad y de seguridad». En una forma de justificar el espionaje. Las paredes oyen y a veces para que confiesen hay que derribar los más altos muros. El Estado tiene razones que la razón no quiere conocer. A nuestra modesta escala de provincia del Imperio, también el Gobierno ha puesto sus grandes orejas asnales para escuchar lo Las cartas dirigidas a esta sección no deberán exceder de 15 líneas mecanografiadas y han de llegar a la Redacción debidamente identificadas con firma, nombre y apellidos, y número de DNI. Es imprescindible adjuntar dirección y un teléfono de contacto. La Dirección de El Diario Vasco se reserva el derecho a resumirlas y no se mantendrá correspondencia escrita, personal o telefónica sobre las mismas. Los envíos se harán bajo el encabezamiento «Cartas al Director» por cualquiera de estas vías: Por fax: 943 410 814 Por correo postal: Camino de Portuetxe, 2. 20018 San Sebastián Por correo electrónico: [email protected] Ikerbasque y el profesor Tello Me ha decepcionado mucho el bajísimo nivel del artículo del profesor Manuel Tello del 2 de junio sobre Ikerbasque, sus investigadores y su repercusión en la sociedad vasca, comparando con la UPV/EHU. En vez de un hacer un análisis crítico serio, que sería bienvenido, el profesor Tello se basa en generalizaciones zafias y medias verdades (por llamarlas algo) ofensivas y denigrantes para mí y muchos otros. Yo no he venido de una cátedra de la Universidad de Cambridge a subordinarme en mi labor a ningún profesor local ni a inflarle el currículum a nadie, como dice el autor que hacemos los investigadores de Ikerbasque. Sí que me dedico a hacer la mejor ciencia que puedo, a transmitirla, a intentar transferir oportunidades a empresas y a formar jóvenes al más alto nivel que puedo darles. Las comparaciones UPV/EHU-Ikerbasque en el artículo son burdamente sesgadas y rezuman resentimiento, estimulando confrontación y recelo mutuo perjudicial para todos. Llega a conclusiones falsas y dañinas, tocando temas muy sensibles hoy en día. El profesor Tello tiene derecho a expresar su opinión, por supuesto, pero es gravemente irresponsable por parte de alguien con acceso a tan alta tribuna publicar algo tan sesgado, burdo y pernicioso en un periódico serio como el suyo. Normalmente yo refutaría o discutiría puntos concretos, pero para eso hace falta un mínimo de seriedad en el análisis, que no hay. Sería una pena que este artículo y actitud deterioraran la relación entre la UPV/EHU e Ikerbasque, que deben aspirar no a la excelencia del uno o del otro, sino a la de la educación, investigación y desarrollo vascos, para beneficio de la sociedad que nos apoya. :: EMILIO ARTACHO INVESTIGADOR DE IKERBASQUE EN NANOGUNE El ‘antifranquismo’ Tiene mucha razón Manuel Montero en su artículo ‘Vuelve el antifranquismo’, cuando este ya hace tiempo que desapareció. Opino que es una coartada que justifica el no hacer nada para corregir o mejorar ‘esto’ (¿se llama democracia?) que tenemos. Ya puede haber paro, corrupción, inseguridad, un futuro desesperante, o avecinarse el caos más espantoso que, los ‘antifranquistas’ seguirán con su discurso contra algo que ya no existe. Hay hay otra motivación de índole religioso-moral. El franquismo promovía un ‘nacionalcatolicismo’ que interesaba al régimen, pero que, atención, ya estaba enraizado en la ge- que dicen en todas partes, sobre todo en la parte que le toca. El Supremo inicia el sendero para juzgar al exministro Pepiño Blanco, menos conocido como don José Blanco, por tráfico de influencias. No se le imputan ni el delito de cohecho, ni el de prevaricación, que pedía el fiscal. Es el segundo exministro de la historia de la democracia que va a sentarse en el banquillo. Su antecesor fue José Barrionuevo, que fue condenado hace dieciocho años. No la hagas y no la temas. Esa neralidad de la población española y vasca desde siempre o desde hace siglos. Los ‘progres’ que, en general, no son ni católicos ni nacionalistas, jamás perdonan una doctrina o un modo de vida que les recuerde, aunque sea caprichosamente o a medias, las tradicionales virtudes cristianas. Su ‘antifranquismo’ mata dos pájaros de un tiro: rechaza la religiosidad y la moralidad de antes y, también, les es una excusa para permanecer pasivos ante la descomposición de la sociedad. Han expulsado a Dios pero no para asumir la responsabilidad de mejorar el mundo sino, precisamentem, para no tener que asumirla. :: JUAN CIPRESA SAN SEBASTIÁN norma sería la más segura, pero la desmienten quienes la han hecho muchas veces y no sienten el menor miedo. A lo hecho pecho, que tendrán que apartar porque lo tapan las condecoraciones. Si se desvían hacia el bolsillo interior de la chaqueta, los inspectores encontrarán el cuerpo del delito, que es el de siempre: el dinero. En sus múltiples formas y en sus variados seudónimos. El único prefijo que no admiten es el de exricos. Por mucho que vigilen su intimidad.