El payaso que perdió la sonrisa

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El payaso que perdió la sonrisa
Érase una vez un payaso llamado Popof que
vivía en su roulotte con su amigo el ratoncillo
Clip.
El payaso Popof era la mayor atracción de su
circo. En todas las ciudades a las que llegaba,
colocaban
los
cartelones
anunciadores
diciendo: "El gran circo mundial con el payaso
Popof.
Todas las personas que iban al circo reían a
carcajadas nada más verlo aparecer en la
pista. Tenía unos enormes ojos, alegres y saltones, y una amplia y
contagiosa sonrisa.
Sus ropas eran siempre las mismas: zapatos grandes, pantalones
anchos de muchos colores, chaqueta larguísima con enormes bolsillos,
lazo negro en el cuello con lunares amarillos y en la cabeza un pequeño
gorro que siempre se le caía y del que salía corriendo Clip, su amigo el
ratoncito diminuto.
Clip era un ratón muy especial. Vivía con él desde que era pequeñito y
le acompañaba todos los días a la escuela escondido en su bolsillo.
Cuando Popof estaba triste porque no sabía hacer el número ocho o
había recortado mal su trabajo, Clip saltaba del bolsillo y corría por la
clase. Los niños y las niñas chillaban y corrían detrás de Clip y el
profesor se enfadaba. Entonces Popof le llamaba y Clip, muy
obediente, salía de clase y le esperaba a la puerta de la escuela.
Los niños decían que Popof era mago y el profesor alababa su
habilidad y le decía: "Popof, eres muy importante”. Entonces Popof se
sentía feliz.
Lo de sentirse feliz era lo más bonito del mundo para Popof, y por eso
un buen día decidió que él sería payaso.
"Si" pensó, "porque los payasos hacen reír y cuando la gente se ríe es
feliz."
Aquella decisión le había llenado de felicidad, pero también de
preocupación. Popof pensaba que el trabajo de payaso tenía que ser
un poco difícil porque los payasos son personas y las personas a veces
están tristes, y un payaso triste no hace reír.
"No importa", pensó otra vez, "seré payaso y estaré siempre alegre.
Merece la pena hacer un esfuerzo para hacer sonreír a la gente."
Mientras tanto, Clip observaba y esperaba. Para él la decisión de
Popof era vital. Al fin y al cabo sus vidas eran como una sola, Popof no
podía vivir sin Clip y Clip no podía vivir sin Popof.
Cuando Popof estaba triste, Clip hacía tres piruetas y en seguida
aparecía la sonrisa en el rostro de Popof y él se sentía inmensamente
feliz al verle sonreír.
En cada sesión de circo siempre aparecían dos veces.
La primera, cuando los niños y las niñas después de sentarse en sus
sillas, aplaudían y gritaban "¡Po-pof!, ¡Po-pof!...". Entonces salía, les
saludaba con su amplia sonrisa, les tiraba caramelos y se retiraba
hasta que la bailarina y el elefante terminaban su actuación en la
pista. Entonces Clip se subía a la trompa del elefante y desde allí
saltaba hasta el gorro de Popof para comenzar el número más
divertido del circo y que más aplausos provocaba.
Un buen día, en el que los niños y las niñas que llenaban el circo,
aplaudían con fuerza y gritaban llamando a Popof, desde lo alto de la
carpa del circo había un enorme letrero en el que se podía leer:
«POPOF HA PERDIDO LA SONRISA».
Una gran tristeza invadió a todos los espectadores, al tiempo que
hacían intención de levantarse de sus asientos para salir del circo.
De pronto alguien gritó: "Popof, buscaremos tu sonrisa y te la
traeremos".
Todos aplaudieron la idea con intención de colaborar. Pero de entre
todos los espectadores una niña alta y delgada con dos coletas muy
largas y la cara llena de pecas, saltó a la pista llamando la atención de
todos.
- ¡Escuchadme, amigos! Yo creo que no es tan fácil buscar una sonrisa.
Se puede buscar una pelota, una muñeca, una moneda que nos dio
mamá y muchas otras cosas más, pero una sonrisa... ¿Cómo la vamos a
buscar? Podíamos pensar entre todos qué significa eso de que Popof
ha perdido su sonrisa.
- Sí, sí, pensemos -dijo una voz ronca y fuerte que procedía de un niño
regordete y bajo que estaba en la primera fila.
Por fin, después de mucho pensar, decidieron que lo mejor sería ir a
hablar con Popof para que les diera alguna pista.
Un pequeño grupo de admiradores de Popof fueron a visitarle a su
roulotte. Su cara estaba tan triste y larga que le llegaba hasta los
pies... Ya tenía sus maletas hechas y estaba a punto de marcharse.
- ¿Por qué te vas, Popof? -preguntó la niña de las pecas en la cara y
las coletas largas.
- El director del circo no me deja estar aquí. Dice que los payasos que
están tristes no pueden estar en el circo.
Las caras de los componentes del grupo de admiradores y amigos
también se pusieron tristes. Ellos pensaban que la situación no se
podía quedar así. A Popof no le podían echar.
De pronto, al niño bajo y gordito que se sentaba en la primera fila, se
le ocurrió pensar en alguien muy querido para Popof y al que no veía
por allí: Clip.
Sí, Clip era muy importante para Popof; quizá él podía ayudarles a
encontrar la sonrisa. ¿Dónde está Clip? -preguntó.
Aquello fue como tocar el resorte del llanto. Nada más que Popof oyó
el nombre de Clip, se puso a llorar con tanta fuerza que todos
entendieron claramente quién podía devolverle la sonrisa.
Cada amigo de Popof decidió que había que buscar a Clip por cada
rincón del circo.
A la niña de las coletas largas y la cara llena de pecas le tocó
preguntar a la bailarina que trabajaba con el elefante. Después de
mucho rato logró entender lo que entre sollozos decía la bailarina
mientras acariciaba al elefante que, tumbado en el suelo, apenas podía
respirar.
Clip habla saltado a la trompa del elefante y ya no le había vuelto a
ver. Desde entonces el elefante tenía problemas en su trompa y
respiraba mal.
La niña alta y delgada con la cara llena de pecas, pensó que Clip podía
haberse equivocado al saltar y meterse dentro de la trompa del
elefante.
"Unas cosquillas en su larga nariz podían ayudarnos a solucionar el
problema", -pensó.
Fue buena idea. Las cosquillas que le hicieron en la trompa hicieron
estornudar al elefante y Clip salió corriendo con el rabo mojado y los
bigotes tiesos.
Popof fue el primero en enterarse de la aparición de Clip, pues éste
fue corriendo a buscarle. Tanto rato metido en la trompa del elefante
le había agobiado demasiado y necesitaba estar con Popof.
Aquello sí que fue una fiesta. Acababan de encontrar la sonrisa de
Popof.
Desde entonces, la niña alta y delgada con la cara llena de pecas, y el
niño gordito de la voz ronca que siempre se ponía en la primera fila, y
todos los niños y niñas que tanto les gustaba el circo, quisieron aún
más a Popof, y siempre que veían actuar a un payaso pensaban que los
payasos también son personas que a veces están tristes y necesitan a
sus amigos.
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