Trivialización de la muerte y mecanismo

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Universidad de Buenos Aires
Facultad de Ciencias Sociales
Carrera de Sociología
Análisis de las Prácticas Sociales Genocidas
Trivialización de la muerte y mecanismo deshumanizador de los Jemeres
Rojos: una periodización sociológica del proceso genocida en Camboya
Cátedra: Feierstein
Alumno
Diego Bonavida
D.N.I.
28.384.682
Fecha de examen
22/07/2008
Curso: Primer Cuatrimestre 2007
Introducción
La Asamblea General de las Naciones Unidas, luego de las atrocidades llevadas
a cabo durante la Segunda Guerra Mundial, proclamó en 1948 la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, con el fin de construir las bases de un nuevo modelo de paz
mundial. Con la creación de la Convención sobre Prevención y Castigo del Delito de
Genocidio, se concibe a nivel jurídico al Genocidio1, como el aniquilamiento
sistemático de un grupo de población como tal, que refiere a los actos cometidos “con la
intención de destruir total o parcialmente un grupo étnico, nacional o religioso”.
Establece también que el genocidio, ya sea cometido en tiempos de paz o de guerra, es
un delito de Derecho Internacional, el cual los Estados miembros están comprometidos
a prevenir y sancionar. No obstante, en el transcurso de la segunda mitad del siglo XX
se siguieron desarrollando decenas de prácticas genocidas alrededor del mundo, donde
el compromiso de prevención de tales actos no estuvo presente.
Durante el período comprendido entre 1975 y 1979, la población de Camboya
fue víctima de uno de los genocidios más atroces de la historia, puesto que en solo tres
años, casi 2 millones de su población (de un total de 7,5 millones hasta entonces) fue
aniquilada debido a las matanzas, la hambruna, el exceso de trabajo y las enfermedades,
como consecuencia de las drásticas políticas de los Jemeres Rojos. Bajo el autoritario
régimen de Pol Pot, se asesinó al llamado "enemigo oculto", es decir, aquéllos a quienes
se los veía opuestos a la idea la construcción de un régimen comunista en Camboya.
Quienes obstaculizaban esta construcción de un “socialismo real”, según esta visión, era
una determinada clase social, por lo cual debía eliminarse a todo individuo que encarne
dichas relaciones sociales.
La construcción de un “otro” negativo, en este caso, todo aquel que forme parte
de tal clase social o que se opusiera al régimen, es una fase necesaria en un proceso
genocida, que da cuenta de la secuencia de prácticas implementadas con posterioridad.
De este modo, tal conformación negativa del “otro”, prepara el terreno para la
introducción de prácticas de hostigamiento, aislamiento y debilitamiento sistemático de
la población que se ven reflejadas en el consecuente exterminio de personas, tanto en el
1
Este término fue desarrollado en 1944 por el profesor estadounidense de origen polaco Raphael Lemkin,
combinando el término griego genos (nacimiento, raza) con el sufijo latino cidio (derivado de matar).
Considerado como el más grave de los crímenes de lesa humanidad, fue definido jurídicamente por la
Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, adoptada unánimemente por la
Asamblea General de las Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948, que entró en vigor en 1951 y han
ratificado hasta la fecha 130 Estados. Cfr. www.unesco.org
1
plano material como su realización en el plano simbólico. Estas cuestiones, a la luz de la
noción, a nivel sociológico, de pensar las “prácticas sociales genocidas como
modalidades específicas de destrucción y reorganización de las relaciones sociales”, a
partir del tipo de genocidio reorganizador, y de la periodización de las prácticas
genocidas propuesta por Daniel Feierstein2, son las que se desarrollarán a lo largo del
presente trabajo en el marco del genocidio desarrollado en Camboya, con los diferentes
matices que lo conforman como un proceso único en la historia de la humanidad, donde
se ha cometido una práctica genocida en nombre de la construcción de un régimen
comunista de tendencia maoísta. Para esta tarea, debido a que no existe gran cantidad de
literatura editada en español sobre el genocidio camboyano, las fuentes utilizadas fueron
escogidas, mayoritariamente de Internet, como así también, de diferentes documentos
de diversas organizaciones internacionales y de artículos periodísticos de diarios y
revistas.
La noción de Genocidio en la modernidad
“La muerte de una persona es un hecho trágico, pero la
muerte de un millón es simple estadística”. José Stalin
El presente trabajo no piensa al genocidio como un paréntesis irracional en la
historia, sino como parte de una práctica social de la modernidad y de un proceso
provisto de racionalidad3. Desde el siglo XIX, el desarrollo tecnológico, los avances
científicos y los progresos de la civilización, funcionan como el marco en el cual se han
desarrollado grandes genocidios. Desde esta perspectiva, en la modernidad, después de
la formación de los Estados Nación, el genocidio ha adquirido rasgos específicos, donde
el Estado elimina a grupos constituidos por sus propios ciudadanos. El genocidio en la
2
El presente trabajo está basado en el desarrollo teórico-metodológico formulado por Daniel Feiersten
para el análisis de una práctica social genocida. Cfr. Feierstein, Daniel, “Genocidio como práctica social
(entre el nazismo y el genocidio argentino). Título provisorio, FCE, Bs. As., en prensa
3
En este sentido, desde la teoría de Zygmunt Bauman, al hablar de genocidio se debe romper con ciertos
cientificismos de la sociología y entender el funcionamiento de la sociedad actual, de la modernidad y la
burocracia. Siguiendo con su planteo, provistos de conceptos weberianos en cuanto a su elaboración
teórica sobre la burocracia y la acción racional, se piensa a la modernidad como el marco donde existe
una condición de posibilidad para que se genere un genocidio. Es decir, no hay una relación de causa y
efecto entre burocracia y modernidad con genocidio, pero si es una condición de posibilidad para su
realización. Es una consecuencia lógica (aunque no inevitable) de la civilización y de la modernidad. Es
decir, un genocidio (por ejemplo, el Holocausto) solo puede pensarse en el marco de la modernidad, que
conlleva no solo un avance tecnológico, sino también un desarrollo en su organización burocrática,
basada en la racionalidad instrumental. Cfr. Bauman, Zygmunt. “Modernidad y Holocausto”, Sequitur,
Toledo, 1997
2
modernidad es el medio extremo que utiliza el Estado para imponer su ideología y su
modelo de sociedad. En el marco de la modernidad, no hay que ver al genocidio como
algo irracional y por fuera del proceso histórico, sino desde un análisis crítico, como
una práctica social funcional a la modernidad cuyo fin es el de destrucción y
reorganización de relaciones sociales4.
Al genocidio se lo define por el nivel de sistematicidad y planificación con que
una fuerza social, con el control del aparato estatal, resuelve eliminar a una determinada
fracción de la población. No entendemos solamente el proceso genocida a partir de la
restricción de las características étnicas, nacionales o religiosas de las víctimas, como se
estipula en la Declaración de las Naciones Unidas en la Convención sobre Prevención y
Castigo del Delito de Genocidio, sino también que lo entendemos a partir de las
prácticas sociales de aniquilamiento, con fines políticos, desarrolladas por una fuerza
social. Más adelante analizaremos el alcance del concepto de genocidio según fue
concebido en tal Convención, para el caso histórico que aborda el presente trabajo.
Siguiendo el análisis de Feierstein, un genocidio debe definirse a partir de un
tipo de práctica social “con sus características, con sus instrumentos teóricos y
prácticos, con sus formas de adiestramiento, con su tecnología particular y sus técnicas
específicas. Es por ello que resulta de vital importancia descubrir cómo se construye un
genocidio y cómo se construye a sus protagonistas (tanto víctimas como
perpetradores)”.
Para comprender la complejidad que reviste cualquier hecho genocida, debe
estudiárselo como un proceso social que se va gestando de forma paulatina y no de la
noche a la mañana. Siguiendo la periodización de las prácticas sociales genocidas
propuesta por Feierstein, analizaremos sus distintas fases para el genocidio ocurrido en
Camboya entre 1975 y 1979. Para tal tarea, es pertinente realizar previamente un breve
recorrido histórico del país, para comprender las causas políticas y sociales que llevaron
a que los Jemeres Rojos instauren un régimen genocida.
Historia previa de Camboya
Desde el año 1863, Camboya fue convirtiéndose gradualmente en una colonia
francesa a partir de los acuerdos firmados por el rey Norodom con Francia para
4
Cfr. Feierstein, Daniel, Op. Cit.
3
establecer un protectorado sobre su reino. Con el correr de los años, y en mayor medida
a partir de la Segunda Guerra Mundial, se fue incrementando el nacionalismo jemer,
más allá de la administración francesa sobre Camboya y otros territorios indochinos. En
1945, se vivió un breve período de independencia, hasta que los aliados restablecieron
dominio de Francia. El rey Norodom Sihanouk, quien había sido elegido por Francia
para suceder en el trono al rey Monivong en 1941, buscó neutralizar a sus oponentes
republicanos y negoció la independencia de Camboya con el gobierno francés. Las
"cruzadas reales por la independencia" de Sihanouk llegaron a buen puerto en octubre
de 1953, cuando Sihanouk declaró la independencia de Francia y regresó triunfante a
Phnom Penh luego de su exilio.
Durante la Guerra de Vietnam, el gobierno del príncipe Norodom Sihanouk, se
declaró neutral, a la vez que condenó la intervención de EEUU. Ante un gran clima de
desconfianza por parte de las fuerzas norteamericanas, en 1970, el general Lon Nol
derroca en un golpe de estado a Norodom Sihanouk, abriendo una década en la cual el
país afrontó una feroz guerra civil. El nuevo régimen se alinea con la política
norteamericana, lo cual conduce al país a una guerra civil conectada con la Guerra de
Vietnam.
Durante la Guerra de Vietnam, en la búsqueda de guerrilleros vietnamitas,
Camboya soportó grandes bombardeos por parte de EEUU., y comenzaron una serie de
conflictos internos y externos para el país. Lon Nol, mediante acuerdos secretos,
accedió a que los Estados Unidos adelantaran libremente el más terrible bombardeo
sobre el noreste de su propio país con la intención de detener cualquier avanzada del
Vietcong y de los Jemeres rojos. La popularidad de esta guerrilla de tendencia
comunista, fue incrementándose entre los campesinos camboyanos a medida que los
bombardeos se extendían en el norte del país a lo largo de la escalada bélica.
Sin declaración de guerra oficial por parte de EEUU, los bombardeos continúan
hasta 1973, produciendo según estimaciones oficiales, 600.000 víctimas fatales. Es en
este año cuando se producen los primeros éxitos de los Jemeres Rojos contra el ejército
republicano de Lon Nol, logrando el control de gran parte del territorio camboyano.
Por lo tanto, los bombardeos de Estados Unidos, no solo dejaba cientos de
campesinos muertos, sino que, como afirma Ben Kiernan, también aumentaba la fuerza
de los Jemeres rojos, mientras que la figura de Lon Nol era totalmente impopular entre
el campesinado. De este modo, muchos campesinos se unían a la insurgencia, lo que
determinaría el fin de su gobierno, a pesar de la estrecha relación con EEUU. La capital
4
es tomada por los Jemeres Rojos, quienes emprenderían un camino de eliminación de
todo resabio de la República Jemer de Lon Nol, lo cual desató un exterminio sin
precedente en la historia del país.
1975-1979: Los Jemeres Rojos y el genocidio camboyano
“El que protesta, es un enemigo; el que se
opone, un cadáver” Pol Pot
Con el retiro de las tropas estadounidenses, los Jemeres Rojos (Khmer Rouge, en
francés) liderados por Saloth Sar (Pol Pot), toman la capital, Pnom Penh, el 17 de abril
de 1975. Esta guerrilla opuesta a la República Jemer de Lon Nol, cambió el nombre del
país por “Kampuchea Democrática”, aplicando un sistema de gobierno comunista, pero
con una metodología tan radical que se generó un gran derramamiento de sangre en el
país entre 1975 y 1979.
Durante este período, a partir de la declaración de una nueva Era llamada
“Camboya Año Cero”5, tuvo lugar el experimento de ingeniería social más atrevido y
radical de todos los tiempos, donde las cifras estimadas hablan de cerca de dos
millones6 de camboyanos que murieron a causa de las políticas de exterminio, la que
también generó atroces consecuencias como hambrunas y epidemias que nunca fueron
subsanadas. Desde el 17 de abril de 1975, el régimen de Pol Pot instauró una serie de
políticas que consoliden la creación de un Estado socialista. Como parte de esta “nueva
era”, todo aquello que significaba parte de las viejas estructuras, debía borrarse: esto
incluía la desaparición de las ciudades, por ser espacios de la burguesía, la moneda, el
mercado, las religiones, las formas tradicionales de gobierno, la familia y una
ruralización absoluta de la sociedad.
La ferocidad del genocidio lo ubica dentro de los acontecimientos más
horrorosos de la segunda mitad del Siglo XX. El experimento político, económico,
5
Esta expresión fue acuñada por François Ponchaud en su libro “Cambodia year zero” con el que pone en
conocimiento al ámbito internacional acerca de los asesinatos en masa que ocurrían en tal país, desde su
experiencia personal, catalogándolo como un “genocidio”. Si bien su obra fue vista con cierto
escepticismo por parte de diversas agrupaciones de izquierda o grupos antinorteamericanos, fue valorada
después de la caída del régimen, por diferentes estudiosos del tema, como Ben Kiernan, quienes
certificaron lo testimoniado en libro de Ponchaud.
6
En 1975, la población de Camboya se estima en 7,3 millones de habitantes, mientras que hacia el año
1979, la población desciende a menos de 6 millones de personas. Se calcula que aproximadamente
700.000 personas murieron de hambre y enfermedades, entre 400.000 y 600.000 fueron ejecutadas,
400.000 fallecieron en la Regularización Obligatoria y otras 300.000 por otras causas diversas.
5
social y cultural implementado por el régimen de Pol Pot partía de una utopía, inspirada
en el “Gran Salto Adelante” con que Mao Tse-Tung trató de movilizar a la sociedad
china, con el fin de crear un nuevo Estado de campesinos revolucionarios. Pero esta
ilusión resultó siendo sanguinaria. Se llevó el comunismo maoísta a su máximo extremo
aplicándolo de forma dogmática con el fin de borrar todas las estructuras anteriores. El
régimen abolió el dinero y la colectivización integral de la economía se realizó en dos
meses. La primera medida del gobierno de Pol Pot, fue el desalojo inmediato de las
ciudades. Más de dos millones de habitantes de las ciudades fueron hacia zonas rurales
a realizar trabajos agrarios. Esto ocasionó la división entre los “viejos” campesinos y los
“nuevos”, es decir, los expulsados de las ciudades, quienes recibirían, más tarde, la peor
parte de la represión. En apartados siguientes, analizaremos más profundamente esta
cuestión.
Resulta interesante analizar las tendencias ideológicas que formaban parte de los
miembros de los Jemeres Rojos, donde predominaba una interpretación subjetiva y
extrema del maoísmo, exaltando la figura del campesino, sumado a una retórica
anticolonialista y de liberación, pero un nacionalismo extremo en la práctica. Por otra
parte, había un odio latente a la subordinación histórica del Partido Comunista
Camboyano a los vietnamitas. Tomando como base ideológica el pensamiento de Mao
Tse-Tung, de modo alternativo al marxismo-leninismo, donde se exalta la figura del
proletariado urbano, como sujeto portador de la fuerza revolucionaria, en esta vertiente
del marxismo, se instala la idea de que el campesino es el sujeto revolucionario. En
China, Mao sostenía que era un país donde aun había relaciones semifeudales, con una
inmensa masa campesina oprimida por el latifundio, y que ese sería el motor de la
revolución. Pol Pot, del mismo modo que Mao priorizó el desarrollo del campo. No
obstante, el desarrollo del pensamiento del líder chino, se daba en un marco donde la las
ciudades no estaban con el mismo grado de desarrollo como lo estaban en ese entonces
en Camboya.
Los prisioneros del ejército republicano del general Lon Nol fueron
sistemáticamente ejecutados. Se cometieron innumerables matanzas contra grupos
sociales enteros que fueron liquidados. La mínima divergencia política, ya sea real o
supuesta, se sancionaba con la muerte.
No sólo los prisioneros fueron ejecutados, sino que también fueron encarcelados
sus familias, monjes budistas, y cualquier persona “sospechosa” en general. En las
6
cárceles, las continuas torturas, el hambre y las epidemias terminaron con la vida de la
mayoría de ellos, incluso de los niños, quienes también eran detenidos.
En sus discursos, Pol Pot avisaba un horizonte prometedor, pues prometía
aumentar la producción de arroz, con lo que llevó a convertir a Camboya en el máximo
productor de arroz mundial. Para esto, la dirigencia obligaba a trabajar sin descanso,
extendiéndose la jornada a 18 horas en casos extremos.
Sin embargo, la planificación central y el desprecio por la técnica (sustituida por
la educación política) destruyeron la hasta entonces siempre próspera cosecha arrocera
camboyana, que disminuía con el correr de los meses. En este escenario, el hambre era
inevitable, del mismo modo que el sometimiento al Angkar7. El periodista francés Jean
Lacouture, columnista de Le Nouvel Observateur, afirma:
"Inmediatamente después de la toma de Pnom Penh bajo la conducción
de ex guerrilleros, muchos de ellos niños y adolescentes, ávidos de
venganza y preocupados por eliminar todos los obstáculos que les
impidieran gobernar totalitariamente, millones de personas fueron
lanzadas a los campos, atravesando rutas sembradas de explosivos. En
los arrozales y demás sembríos, la forma de imponer la disciplina fue
draconiana: 10 horas de faena; arroz y caldo como alimento; y muerte a
los detractores del partido o del nuevo sistema".8
La estrategia de los Jemeres Rojos se concentró en eliminar todo rastro de
civilización burguesa. Se evacuaron las ciudades y todos los provenientes de zonas
urbanas fueron poblando las zonas rurales, que se convirtieron en centros de trabajos
forzados, donde no pudieron sobrevivir, por las condiciones infrahumanas, los niños,
ancianos, enfermos y mujeres.
Se abogó por un completo aislamiento del país, con una economía autosuficiente
y un Estado agrario. Todos los extranjeros, que se refugiaron en la embajada francesa,
fueron expulsados9; las demás embajadas cerradas, al igual que las fronteras, con el
objeto de poner fin a cualquier tipo de contacto con el mundo exterior, mediante
políticas de xenofobia. Como centro de su política de agresión, estaba Vietnam, quien a
los ojos de Pol Pot, era el enemigo principal de la Kampuchea Democrática.
7
Se hablaba del Angkar como responsable último del bienestar y el progreso del país. El concepto de
Angkar era completamente abstracto. El Angkar era el partido, el sistema, era todo. El partido velaba por
ellos, y los oponentes o los traidores al Angkar eran merecedores de los peores castigos.
8
Cfr. http://tempsreel.nouvelobs.com
9
La película The Killing Fields (1984) describe en detalle esta situación de los extranjeros durante los
albores del régimen de los Jemeres Rojos.
7
Las hostilidades entre Camboya y Vietnam se incrementaron con el régimen de
los Jemeres Rojos, lo que precipitó la caída en 1979 de un régimen que ya era
insostenible, mediante la masiva invasión por parte de Vietnam del Sur sobre tierras
camboyanas.
Alcance del concepto de “Genocidio” para el caso camboyano
A la hora de analizar el genocidio camboyano se plantean ciertas restricciones
que presenta la Convención sobre Genocidio de las Naciones Unidas, lo que devela que
por lo general, la cuestión del genocidio se lo suele vincular a cuestiones meramente
nacionales, raciales, religiosas o étnicas, pero esto carece de explicación a la hora de ver
la destrucción y asesinato de un pueblo, como acción política, con el fin de reformular y
reorganizar las relaciones sociales existentes. En la modernidad, como vimos
anteriormente, el genocidio es vinculado al Estado, con lo cual, no puede pensarse
ninguna acciones genocida por fuera de una lógica estatal, pues está asociado a su
práctica y lo que subyace a cualquier genocidio, es siempre, una causa política.
A pesar de las discusiones de orden jurídico y político, el concepto de genocidio
quedó limitado por la Convención sobre Genocidio a un acto perpetrado “con la
intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso como tal”10. Varios son los planteos que esbozan la posibilidad de repensar la
Convención, por la inclusión de los “genocidios políticos”. Si tomamos en cuenta la
definición de genocidio, que solo se aplica a estos determinados grupos, genera cierta
dificultad poner en discusión la idea de que si existió o no un genocidio como tal en
Camboya, pues los “grupos políticos” no figuran en tal disposición jurídica, cuya
definición restrictiva volvió a imponerse en el Tratado de Roma de 1998.
El juez español Baltasar Garzón, comprende el genocidio camboyano a razones
de origen políticas e ideológicas: “la eliminación física de dos millones de personas,
por razones estrictamente ideológicas del grupo que vence y echa fuera al gobierno
anterior. Todos los que opinan de forma diferente son eliminados comenzando por los
responsables políticos, continuando con las escalas medias y acabando con cualquier
10
Los actos mencionados como constitutivos del delito de genocidio por la Convención de 1948 son: la
matanza de miembros del grupo, lesión grave a la integridad física o mental de los miembros de un
grupo, el sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su
destrucción física, total o parcial, medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo y el
traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.
8
persona que por pensamiento, opinión o tendencia, fuera de una opción o se creyera
que era de una opción diferente a la ideología oficial. Este genocidio, conocido como
autogenocidio por ser sobre el propio grupo nacional”11. Según vemos en sus propias
palabras, el juez español, propone utilizar el término de autogenocidio para el caso
camoboyano (como así también para otros procesos genocidas en la historia, como el
caso argentino). Basándose en el Informe Whitaker12, plantea la posibilidad de
reinterpretar la Convención sobre Genocidio, ya que la definición de “grupo nacional”
no excluye los casos en los que las víctimas son parte del propio grupo trasgresor, es
decir, los supuestos de “autogenocidio”, expresión que implica una destrucción masiva
en el interior del propio grupo de un número importante de ese grupo nacional.
La Carta del Tribunal Internacional Militar de Núremberg13 incluye entre los
crímenes de lesa humanidad (figura diferente a la de genocidio) la persecución por
causas políticas, raciales o religiosas en ejecución o conexión con cualquier crimen bajo
jurisdicción del Tribunal. Sin embargo, aunque está reconocido en la literatura
internacional que históricamente la destrucción de grupos nacionales, étnicos, raciales o
religiosos ha tenido una clara motivación política, y pese al antecedente de la Carta de
Núremberg, del análisis de las actas y diversos trabajos sobre la Convención de 1948, se
excluyó conscientemente, y después de un amplio debate, a los grupos políticos como
objeto del delito de genocidio debido, fundamentalmente, a la oposición de la Unión
Soviética. Según Baltasar Garzón, esto no significa que quedara al margen del
genocidio la destrucción de grupos por motivos políticos, sino que esto significa que
esos motivos políticos tienen que concretarse en un grupo nacional, étnico, racial o
religioso para que la conducta de su destrucción total o parcial pueda ser constitutiva de
11
Fragmento extraído de una conferencia del Juez Baltasar Garzón, “Crímenes contra la humanidad.
Corte penal internacional”, www.cajacampo.org, 2002
12
El Informe realizado por Benjamín Whitaker, bajo el título “Upding of the Study on the Question of the
Prevention and Punishmente of the Crimen of Genocide” aborda el estudio de esta cuestión con la
intención de denunciar las atrocidades cometidas en Camboya por el régimen de los Jemeres Rojos. En
este informe se sostiene que "el genocidio no implica necesariamente la destrucción de un grupo entero
(...) La expresión parcial del artículo 2 de la Convención parece indicar un número bastante elevado, en
relación a los efectivos totales del grupo, o también una fracción importante de ese grupo, como la de sus
dirigentes (...) El grupo de las víctimas puede, de hecho, ser tanto minoritario como mayoritario en un
país; (...) la definición no excluye el caso en que las víctimas pertenecen al mismo grupo al que pertenece
el propio autor de la violación. El Ponente de las Naciones Unidas sobre los asesinatos en masa por los
Khmers Rouge en Kampuchea califica esa matanza como "autogenocidio", expresión que implica una
destrucción masiva en el interior del propio grupo de un número importante de ese grupo". Cita de
Baltasar Garzón en el sumario 19/97 –J, Juzgado Central de Instrucción Nº Cinco, Audiencia Nacional,
Madrid, en www.derecho.net
13
Cfr. www.yale.edu
9
genocidio. Sin estas identidades añadidas, la destrucción de grupos ideológicos o
políticos fue considerada ajena al delito de genocidio en la Convención de 1948.
Esta exclusión ha sido reiteradamente contestada por la doctrina científica más
autorizada, sobre todo porque “...la realidad, sobre todo, ha ido imponiendo una forma
distinta de interpretar la convención. Los exterminios de grupos de personas por
razones políticas han sido tan evidentes y atroces que cada vez ha sido más
injustificable mantener que no caben en la definición jurídica del genocidio porque no
coinciden con ninguno de los grupos aludidos en el texto de la Convención (…) Se
podría añadir que el concepto de genocidio es un concepto vivo y que necesariamente
debe de incluir aquellos supuestos que realmente le dan sentido a la luz de los
acontecimientos que se han ido produciendo desde la entrada en vigor de la
Convención. Uno de los supuestos que más claramente apoya esta interpretación, que
no debe entenderse como extensiva, sino comprensiva del verdadero alcance que debe
darse al término grupo nacional, es el ya citado de Autogenocidio de Kampuchea,
respecto del cual, internacionalmente y muy especialmente EE.UU., en 1994, se
reconoce que entre el 17 de abril de 1975 y el 7 de marzo de 1979, lo ocurrido en la
Kampuchea Democrática (Camboya) fue un verdadero genocidio de grupos nacionales
por motivos políticos, aunque llegó a afectar no solo al mismo grupo Khmer de los
aniquiladores, sino también a los propios Khmer Rouge ideológicamente discrepantes
del grupo dirigente. Está ampliamente reconocido, que los primeros grupos ejecutados
fueron los cuerpos de policía, militares del ejército derrotado y altos funcionarios de
los regímenes anteriores, en ocasiones junto a sus familias. Después siguieron las
minorías étnicas, y, acto seguido, en el contexto de la pretensión ideológica de
desaparición de las clases capitalistas, todos aquellos camboyanos que fueron
considerados por los dirigentes de los Khmer Rouge bajo el mando de Pol Pot, como
sospechosos de actividades individualistas o favorables a la propiedad privada, las
masacres afectaron entonces a los propios cuadros de los Khmer Rouge y campesinos
Khmer. Todo ello, sin contar miles de ejecuciones individuales, torturas y
deportaciones”14.
Por otra parte, en el proceso genocida camboyano, según Ben Kiernan: "toda la
atención se concentra en las minorías étnicas, y eventualmente en el clero budista.
Ahora bien, incluso reuniéndolas a todas en un solo conjunto, forman una parte
14
Gómez Benítez, José Manuel: “Genocidio e Inmunidad de los Jefes de Estado”, citado por Baltasar
Garzón. Op. Cit.
10
relativamente reducida de las víctimas. Además, es aventurado afirmar que los jemeres
rojos hayan reprimido específicamente a las minorías, salvo a los vietnamitas a partir
de 1977 (...) y los mismos Cham se convirtieron en un grupo exterminable, sobre todo
por su fe islámica"15.
Recordemos que durante las discusiones previas a la adopción del término
"genocidio" como un crimen contra la humanidad, existen países, como la URSS, que se
oponen a la inclusión del “grupo político" entre los calificativos del genocidio. Algunos
autores intentan resolver el problema jurídico al hablar de "politicidio", es decir: un
genocidio político, o un "sociocidio".
Sin embargo, como veremos a lo largo de este trabajo, la discusión carece de
sentido para el caso que aquí se estudia, pues en virtud de lo expuesto, el genocidio
camboyano es un hecho: cerca de dos millones de personas asesinadas por medio las
severas políticas del régimen.
Conformación de una “otredad negativa”
“Mientras, dentro de sus fronteras, el Estado-Nación y las estructuras
ideológicas a su servicio trabajan incansablemente para crear y
reproducir la pureza del pueblo, en el exterior, el Estado-Nación es una
máquina que produce Otros, que crea diferencia racial y establece
fronteras que delimitan y mantienen al moderno súbdito de la soberanía
(…) El oriental, el africano y el amerindio son todos componentes
necesarios de la fundación negativa de la identidad europea y la soberanía
moderna como tal”. Antonio Negri-Michel Hardt
La construcción de un “otro negativo” es la fase inaugural en el proceso de
articulación y ejecución de un genocidio. Se busca marcar y diferenciar a aquellos que
“ponen en peligro” al conjunto de la sociedad. Es un proceso que habilita la experiencia
genocida, ya que prepara el terreno necesario para la adopción de medidas materiales de
hostigamiento, aislamiento, debilitamiento sistemático y exterminio. Con el hecho de
adjudicar cierta negatividad a una determinada porción de la población, se busca crear
cierto consenso social con el fin de construir las bases de las prácticas sociales
genocidas que se instalarán con posterioridad. Esta “otredad negativa” es construida en
la esfera de las representaciones sociales, utilizando las concepciones y los prejuicios
que forman parte de la subjetividad de los individuos. No apela a la razón, sino a lo
15
El artículo completo se encuentra en www.jornada.unam.mx
11
pasional. En este sentido, el genocidio rearticula y reorienta las potencias elementales de
la sociedad, va a recoger elementos latentes que viven en el imaginario social, los
refuerza y los dirige hacia los objetivos que se propone: el exterminio.
Michel Foucault analiza la existencia de dos poderes estatales distintos a lo
largo de la historia: el poder soberano, propio del feudalismo, que tiene la capacidad de
“hacer morir o dejar vivir”, y el poder del Estado moderno que gobierna desde el siglo
XIX, el cual ejerce el poder de “hacer vivir o dejar morir”. Con respecto al primero, el
derecho de la vida o la muerte se ejerce de manera desequilibrada, siempre del lado de
la muerte, es un poder asimétrico. En cambio, en el segundo, el biopoder, se trata de un
poder continuo de hacer vivir, el Estado se hace cargo de la vida de los ciudadanos,
interviene para mejorarla, para controlar los accidentes, los riesgos, las deficiencias,
para dominar todo acontecimiento aleatorio. Se trata de optimizar la vida. En este
escenario, ¿cómo se legitiman las prácticas discriminatorias y de exclusión en un Estado
que tiene por función optimizar la vida?, ¿cómo se ejerce el derecho de matar al interior
de un Estado cuyo fin es garantizar la vida?. La respuesta, en términos de Foucault, es a
través del racismo. El racismo funciona como una herramienta que construye una
“otredad negativa” y le otorga al Estado un mecanismo que legitima el ejercicio de
matar a estos “otros”. Es la forma a través de la cual se produce un desequilibrio entre
grupos de una misma población, ya que introduce quiebres al interior de la sociedad.
Además, el racismo es una herramienta que permite establecer una relación directa entre
la vida particular de un sujeto y la muerte de un “otro” fundada en lo biológico. Es
decir, a través de un discurso biológico se construye a ese otro como perjudicial para el
resto de la población, como una amenaza para la totalidad, como un agente infeccioso.
Como de lo que trata el Estado moderno es garantizar la vida del grupo, el exterminio
de este otro estaría justificado a partir de esta idea de preservación del resto de la
población. “La muerte de la mala raza es lo que hará la vida más pura”16. Este
fundamento le sirve al Estado, el cual se adjudica el poder de hacer vivir o dejar morir,
para ejercer su poder soberano. El racismo no sólo legitima la existencia de otro
biológicamente distinto, sino que mediante este discurso el asesinato de determinados
individuos, al ser concebido desde la lógica de que la muerte del otro equivale a la
preservación del grupo, sigue ubicándose bajo el paradigma de “hacer vivir y dejar
morir”.
16
Cfr. Foucault, Michel: “Genealogía del racismo”, Buenos Aires- Montevideo, Altamira, 1993.
12
Según Feierstein, la cuestión “es delimitar el uso de los cuerpos, construir y
resaltar la negatividad de aquellos que intentan hacer un uso propio de su estructura
corporal, cultural o de su razón”17.
Si bien la Constitución de Kampuchea Democrática de 1976, afirma la libertad
de culto por parte de los camboyanos, la realidad fue muy distinta, pues la política de
exterminio por parte del régimen de Pol Pot, estuvo centrada en distintas minorías
étnicas y grupos religiosos que ocupaban tierra camboyano. Tanto el budismo, el
islamismo como el cristianismo, fueron perseguidos durante el régimen y denominados
como “religiones reaccionarias”, del mismo modo que minorías vietnamitas y chinas, y
demás grupos minoritarios, como por ejemplo, la etnia Cham, una de las más
importantes del país, que fue sistemáticamente perseguida, del mismo modo que
cualquier otra etnia no perteneciente a la población “jemer”. Muchas de las órdenes del
programa de gobierno de Pol Pot se conservan aun en el Centro de Documentación de
Camboya, donde por ejemplo, una de ellas afirma que:
“La nación Cham no debe existir más en suelo de Kampuchea, que
pertenece a los jemer. Por lo tanto, la nacionalidad Cham, el idioma, las
costumbres y creencias religiosas deben ser inmediatamente abolidos.
Aquellos que fallen en obedecer esta orden sufrirán las consecuencias de
sus actos de oposición a Angkar”18
En este sentido, como afirma Gregory Stanton19, además de la “clase enemiga”
perteneciente a las ciudades, el objetivo de Pol Pot también estaba centrado en estas
etnias, religiones y grupos nacionales que estaban marcadas para su eliminación. Tal
autor señala que más de la mitad de la etnia Cham fue eliminada. No obstante, la
mayoría de los muertos en el genocidio camboyano forman parte del mismo grupo
étnico y nacional, con lo que cobra sentido la definición de autogenocidio de Baltasar
Garzón, antes analizada.
Mientras que en ciertos genocidios que ocurrieron en la historia, el operador es
el racismo, en el genocidio camboyano, no hay solo una argumentación racista por parte
de los Jemeres Rojos para llevar a cabo su política sistemática de exterminio, sino que
también se utilizan discursos políticos e ideológicos para tal fin. En este sentido, el
17
Feierstein, Daniel. “Genocidio y reformulación de las relaciones sociales” en “Genocidio como
práctica social (entre el nazismo y el genocidio argentino). Título provisorio, FCE, Bs. As., en prensa,
pág. 89
18
Cfr. www.dccam.org y www.genocidewatch.org
19
Gregory Stanton, presidente del Genocide Watch, campaña para poner fin al genocidio, ha publicado
una serie de artículos sobre esta temática, alguno de los cuales hacen referencia al caso en estudio. Cfr
www.genocidewatch.org
13
papel de estos dos elementos, funciona como un dispositivo causal y de comprensión de
esta práctica genocida y de legitimación de la misma, con el objeto de reorganizar las
relaciones sociales existentes.
La utilización del discurso ideológico y político, funciona como elemento
constitutivo de la configuración de una “otredad negativa” reforzando los prejuicios
latentes en el imaginario social. A través de los discursos su fue construyendo un “otro”
como “enemigo oculto”, que era un “otro” amenazante al Estado, al que se debía odiar y
exterminar.
Siguiendo uno de los tipos de genocidio, según Feierstein, a partir de la tipología
que plantea Leo Kuper, los intentos de destrucción de una determinada clase económica,
puede pensarse como práctica social genocida lo ocurrido en Camboya, con la
eliminación de las personas que encarnan dichas relaciones sociales de producción. Para
Pol Pot, afirma Feierstein, “la eliminación de la población urbana (aburguesada,
individualista y pro-capitalista) constituía un modo de acceso al socialismo. La
relación social capitalista podía negarse (y de hecho, debía negarse) a través del
aniquilamiento de las personas que encarnaban en sus cuerpos dichas relaciones. Es
por ello que la experiencia de Camboya constituye, desde esta perspectiva, un alerta
ético fundamental para el pensamiento socialista, la posibilidad de que las prácticas
sociales genocidas se realizaran bajo el auspicio de una ideología socialista, de la
expectativa de la transformación social y la lucha por la justicia”20. En otras palabras,
el genocidio camboyano es el único que se ha cometido en nombre del comunismo.
Siguiendo a Feierstein, los acontecimientos en Camboya se caracterizan por ser
un aniquilamiento en masa con carácter político. Los que fueron denominados como “la
gente del 17 de abril”, quienes fueron desalojados de sus casas ubicadas en la ciudades,
y no formaban parte de las filas de los Jemeres Rojos ni habían dado apoyo a su política
durante el derrocamiento de Lon Nol, fueron vistos como “enemigos del nuevo Estado”,
y como traidores a los valores de la patria, y por ende, opuestos al Angkar. Eran
representantes de las relaciones sociales de un sistema que debía eliminarse. Para el
régimen de Pol Pot, los habitantes de la ciudad representaban la clase opresora, mientras
que el pueblo legítimo era sólo el campesinado. La “gente del 17 de abril” fue la
portadora de una alteridad negativa, construida desde el plano discursivo como
“enemiga del pueblo” y “enemiga del Angkar”.
20
Feierstein, Daniel. “Hacia una tipología de las prácticas sociales genocidas” en Genocidio como
práctica social (entre el nazismo y el genocidio argentino). FCE, Bs. As., en prensa, pág. 57
14
Con la declaración del “Año Cero”, como vimos anteriormente, se dio comienzo
a un proceso de "purificación" de la sociedad camboyana del capitalismo, la cultura
occidental, la religión y cualquier influencia extranjera, en cuya mira estaban
principalmente los vietnamitas. Durante el período 1975-1979, toda persona que
encarne una relación social influida por tales cuestiones, era considerada como una
alteridad negativa que debía exterminarse. Todas las relaciones sociales e instituciones
propias del capitalismo, debían ser abolidas: dinero, mercado, familia, arte, etc. En este
sentido, “sólo los campesinos permanecían a salvo de la peste capitalista y burguesa
que contaminaba el país. Esos eran los ciudadanos ejemplares. El resto, un peligroso
despojo de tiempos pasados que había que reeducar o eliminar. Y eso fue lo primero
que Pol Pot ordenó: que se acabara con todos los elementos subversivos que podían
considerarse un lastre para el país”21. Se marcó claramente dos sectores de la sociedad
que debían estar confrontados entre sí, promoviéndose la eliminación de uno de ellos.
Los sentimientos humanos eran despreciados debido a que eran considerados un
pecado de individualismo burgués que debía ser extinguido.
Siguiendo el tipo de “genocidio reorganizador” formulado por Feierstein, “logra
actuar específicamente sobre las relaciones sociales en el contexto de una sociedad
existente, con el objetivo de clausurar aquellas relaciones que generan fricción o
mediaciones al ejercicio del poder y reemplazarlas por una relación unidireccional con
el poder, a través del procedimiento de la delación y la desconfianza. La ruptura de las
‘relaciones de reciprocidad’ entre los seres humanos constituyen el objetivo central de
esta modalidad genocida que, de este modo, opera ‘reorganizando’ la sociedad,
estructurando otro tipo de vínculos hegemónicos”22
De este modo, el genocidio puede ser pensado como un intento por romper las
relaciones de reciprocidad, los lazos sociales que presentan un carácter autónomo, por
eliminar a aquellos que ejercen autonomía con respecto a la norma en alguna esfera de
la vida. Esta forma de caracterizar a este otro, un otro que no se puede “normalizar”,
forma parte de esta construcción de negatividad en el “otro”, quien no responde a las
normas establecidas, un otro extraño, que no actúa, ni piensa como “nosotros”, una
alteridad que pretende no ser como todos y por eso debe ser eliminada.
“Uno de los verdugos del campo S-21 de Tuol Sleng, el principal centro
de tortura de Pol Pot, afirma hoy que ‘lo lamenta’, pero no se siente
21
22
Rivera de la Cruz, Marta. “El genocidio de Camboya” en www.elpais.com, 2005
Feierstein, Daniel. Op. Cit, pág. 62
15
culpable: destruyó a ‘no seres’, a los que los jemeres rojos habían
privado de toda humanidad”23.
Mediante una campaña discursiva que fomentaba el odio a lo extranjero, a lo
occidental y todo lo previamente citado, el régimen de los Jemeres Rojos, emprende un
programa que busque descubrir al “enemigo oculto”, que sostenía que estaba infiltrado
en el propio Partido y en el Ejército por vietnamitas y por agentes de la CIA. Con esta
política, logró que muchos fueran detenidos, torturados y ejecutados. Construyeron una
visión que veía a estos "enemigos" como un “otro” que debía desaparecer, en un
proceso que, como afirma Chandler, Pol Pot llamó de "barrida y limpieza".
Más allá de la existencia real o no de este “enemigo oculto”, se debía crearlo con
el fin de delinear un escenario conformado por un “nosotros” y un “otro” portador de
todos los males y visto como una fracción que obstaculiza el desarrollo de la nación y
del Angkar. Se sostenía que los enemigos no podían ser tratados de la misma manera:
unos debían ser "reeducados" y otros debían ser "neutralizados".
Fases materiales del genocidio: del hostigamiento al exterminio
“Nos dicen que dios esta muerto y que el Angkar proveerá todo para nosotros.
Dicen que el Angkar ha identificado y programado la existencia de una nueva
enfermedad: el mal de la memoria, cuyos síntomas son pensar en cómo era la vida
en la Camboya pre-revolucionaria. Él dice que estamos rodeados por enemigos, el
enemigo lo tenemos dentro de nosotros. No se puede confiar en nadie. Debemos
ser como el buey y no tener pensamientos, excepto para el partido. Amor
solamente para el Angkar. La gente tiene hambre pero no debemos cultivar
alimentos. Debemos honrar a los camaradas niños cuyas mentes no están
corrompidas por el pasado. Angkar dice que aquellos culpables de vivir bien
durante la gran lucha y que no cuidaron de los sufrimientos de los campesinos,
deben confesar, porque este es el Año Cero y todo debe comenzar de nuevo. Debo
aparentar no saber ni ingles ni francés. No debo tener pasado. Este es el Año Cero
y nada ha existido antes. El viento susurra miedo y odio. La guerra ha matado el
amor, y todos los que confiesan ante el Angkar, desaparecen. Y nadie se atreve a
preguntar donde fueron. Aquí solo el silencio sobrevive”. Haing S. Ngor,
interpretando a Dith Pran en la película The Killing Fields, 1984
La primera fase de una práctica social genocida, la construcción de una
“otredad” negativa, se da en un plano simbólico donde es necesario construir nuevas
interpretaciones de la realidad que permitan construir un marco de legitimidad para las
prácticas genocidas que requerían esa nueva realidad. Una vez construida esta
“alteridad”, siguiendo con la periodización propuesta por Feierstein para analizar una
23
Panh, Rithy: “Camboya: purgar los errores del pasado” en www.unesco.org, 1999
16
práctica genocida, se desenvuelven los momentos donde el genocidio se realiza en el
plano material. Si bien se distinguen distintos momentos de una práctica social
genocida, estos son para abordar en términos analíticos un hecho en particular, en el
marco de un proceso global. En este sentido, las distintas fases que comprenden esta
periodización no están ordenadas con una lógica sucesiva, sino que se yuxtaponen
según las distintas acciones que la componen.
Luego de construir desde el plano simbólico la fracción social que debe ser
“reconfigurada”, hay un salto cualitativo de consideración, ya que se pasa,
concretamente, al plano de los hechos. Se comienzan a implementar acciones de
hostigamiento para llevar al plano material lo que se gestó simbólicamente. Como parte
de una política de hostigamiento y posterior aislamiento espacial, la primera medida de
gobierno por parte de los Jemeres Rojos, como hemos mencionado, fue la de desalojar
todas las zonas urbanas hacia el campo a la “gente del 17 de abril”. Con el discurso
oficial por el cual se produjo el desalojo masivo y abrupto de las ciudades, se enmascaró
la ortodoxa política de exacerbación del campo, y fingiendo un potencial ataque aéreo
norteamericano, mas de dos millones de personas fueron exigidas a abandonar las
ciudades el 17 de abril de 1975, lo que Chanda afirma, como el “primer escalón hacia el
comunismo”. Crónicas de los sobrevivientes del genocidio afirman:
“pacientes de hospital fueron obligados a caminar fuera de la ciudad,
ancianos y niños abandonados o muertos en las carreteras, fusilamientos
sumarios, multitud de personas obligadas a caminar centenares de
kilómetros bajo el clima inclemente del trópico bajo la amenaza de los
soldados Jemeres, hasta llegar a sitios lejanísimos de sus lugares natales
en donde fueron obligados a trabajos forzados”.
En estas primeras fases, se trata, afirma Feierstein, de profundizar el proceso de
“marcaje” del otro. Además, como parte de un determinado programa de sanciones de
diversos cuerpos jurídicos, se suprimió drásticamente la propiedad privada, excluyendo
de todo tipo de posesión a todos los individuos. Por otra parte, bajo el régimen de Pol
Pot, la familia era considerada una forma de resistencia natural al poder absoluto del
Partido, que debía llevar al individuo a una dependencia total del Angkar. Por tanto, las
familias eran separadas y la autoridad paterna castigada: la educación era
responsabilidad exclusiva del Estado. De este modo, se propulsó la supresión de todo
tipo de relaciones familiares. De tal manera, estos vínculos familiares fueron eliminados
al punto que los matrimonios fueron disueltos, lo que implicaba que los conyugues y los
17
hijos fueran abruptamente apartados unos de otros, con lo cual, se envió a cada uno de
ellos a provincias lejanas entre sí.
Este genocidio, pensado como “reorganizador”, se basa en el terror no solo para
las víctimas, sino también, según Feierstein, “sobre el conjunto social, buscando
desterrar y clausurar determinadas relaciones sociales, a la vez que fundar otras”24. En
este marco, mediante estas fases de hostigamiento y aislamiento, se imposibilita la
cotidianeidad de las víctimas, “se delimita el espacio (social, geográfico y político) por
el que puede transitar esta fracción ‘diferente’ y, al mismo tiempo, quebrar los lazos
sociales entre la fracción negativizada y el conjunto social”25, llegando a un punto casi
sin retorno.
Estos procesos de desalojo de las ciudades, las extensas jornadas de trabajo y la
supresión de esa cotidianeidad, como dijimos, constituyen un intento por parte del
régimen por resquebrajar a la población no solo de forma física sino también moral,
pues las condiciones infrahumanas en las que se realizaban tales tareas, sumadas a otras
políticas autoritarias, forjan un debilitamiento sistemático de determinados sectores
sociales. Estos campos de trabajo, funcionaron, en tal sentido, como verdaderos campos
de concentración. Gregory Stanton26, señala que Camboya se convertía en un inmenso
campo de concentración. Un sobreviviente del régimen, Pin Yatay, afirma:
“…no había cárceles, ni tribunales, ni universidades, ni institutos, ni moneda,
ni deporte, ni distracciones… En una jornada de veinticuatro horas no se
toleraba ningún tiempo muerto. La vida cotidiana se dividía del modo
siguiente: doce horas de trabajo físico, dos horas para comer, tres para el
descanso y la educación, siete horas de sueño. Estábamos en un inmenso
campo de concentración. Ya no había justicia, era el Angkar el que decidía
todos los actos de nuestra vida”27.
En cuanto a este resquebrajamiento tanto físico como moral, el cineasta
camboyano, Rithy Panh, explica:
“Había sido testigo del dolor de los míos: de la deportación de nuestra familia
de Phnom Penh a Chrey, una aldea remota; de la postración física y
psicológica de una de mis hermanas después de trabajar en la construcción de
diques y canales; de la muerte de mi padre poco después. Ese hijo de
campesinos, que había llegado a ser maestro y luego inspector de enseñanza
primaria, decidió dejar de alimentarse, optó por la muerte como una rebelión,
un último acto de libertad. Luego, sucesivamente, mi madre, mis hermanas y
28
mis sobrinos murieron de hambre o de agotamiento” .
24
Feierstein, Daniel. Op. Cit, pág. 63
Ibídem, pág. 98
26
Cfr. Stanton, Gregory. “Kampuchean Genocide and the World Court” en www.genocidewatch.org
27
Rodriguez Herrera, Daniel: “Los Campos de Exterminio” en www.liberalismo.org
28
Panh, Rithy. Op. Cit
25
18
Además, se crearon centros de prisión con el fin de buscar al “enemigo oculto”
dentro del Partido y continuar su política de exterminio de todo aquello que consideraba
que atentaba contra el Estado, en consonancia con la construcción de una “otredad
negativa”. Con este objeto de producir un resquebrajamiento tanto físico como psíquico
o moral, como parte de un debilitamiento sistemático por parte de los perpetradores
hacia la fuerza social a eliminar, nadie sabía que sucedía en el interior de los centros de
prisión. Las condiciones de hacinamiento y pérdida de la subjetividad hacen de ese
grupo humano, una masa uniforme de vaciamiento de sentidos e identidad.
Luego de ser asignados ciertos atributos contrarios al Estado que lo conforman
como un “otro negativo”, los “sospechosos” y perseguidos lo eran por diversas razones,
en principio eran los miembros de la República Jemer de Lon Nol, o personas
relacionadas con el Partido de tal gobierno derrocado, después fueron vietnamitas,
chinos y personas consideradas como "enemigos de estado" y por último los mismos
camaradas acusados de "atentar contra el partido". La mayoría de las víctimas fueron
camboyanos, pero también tailandeses, vietnamitas, pakistaníes, indios, americanos,
británicos, australianos y canadienses, entre otros, resultaron afectados por régimen.
Alguno de los perseguidos por el régimen, lo eran por razones más sutiles como
usar gafas, hablar un idioma extranjero, ser graduado universitario , etc. Después de que
el sospechoso era declarado culpable, se lo condenaba a la muerte de él y su familia e
incluso amigos, y se conducía a uno de los llamados “campos de exterminio”.
Con la cuestión del “exterminio” propiamente dicha, como quinto momento de
la periodización, ya no se trata de un tema de tecnología política sino que se pone en
juego la implementación técnica y material del aniquilamiento. Según Feierstein “es el
punto de llegada de la construcción montada previamente: la desaparición material de
los cuerpos que encarnan determinadas relaciones sociales”29. Ahora bien, ¿cómo
eliminar física, psíquica e históricamente los cuerpos? Asociado a la idea de fábrica de
exterminio, los “campos de trabajo” y los campos de concentración fueron una de las
formas de eliminación de una fracción social en este proceso genocida.
El S-21 o Tuol Sleng30, es como fue conocido el campo de concentración más
significativo de Phnom Penh, utilizado por el régimen de los Jemeres Rojos. Uno de los
29
Feierstein, Daniel. Op. Cit, pág. 105
Hoy conocido como el “Museo de los crímenes genocidas”, fue fundado en 1980 por parte de los
vietnamitas, luego de su invasión en el país en 1979
30
19
colegios más prestigiosos de la capital camboyana, fue convertido en una prisión,
adaptándola para contener cautivos por largo tiempo a los prisioneros, ya que sus aulas
de clase fueron transformadas en celdas y salas de interrogatorio y tortura, aseguradas
con hierros y vigas. Durante el régimen, se estima que 16 mil personas de diversos
orígenes, pasaron por este campo de concentración.
En esta etapa se busca la desaparición física e histórica de los cuerpos,
construidos como una alteridad negativa, que encarnen las relaciones sociales
negativizadas por el régimen. Varias son las razones por las cuales la cifra de muertos
asciende a números alarmantes. Además las hambrunas, los trabajos forzados y las
enfermedades, muchos fueron ejecutados sin juicio, clasificados como "enemigos",
entre los que se contaban niños, ancianos, e incluso miembros del propio Partido de los
Jemeres Rojos. Por lo tanto, la política de exterminio se basó en torturas sistemáticas,
ejecuciones extrajudiciales y programas de genocidio contra grupos religiosos y
minorías étnicas, como los Cham o camboyanos de origen vietnamita y chino.
La destrucción de todo tipo de producto relacionado a “occidente”, como la
quema masiva de libros, la eliminación de la elite, el aislamiento del país, la abolición
de la moneda, el mercado y del comercio y el control total del estado, fue un intento de
constituir un control absoluto sobre la cultura, economía y política sin mediaciones
extranjeras.
Como afirma Stanton, todo el país se convirtió en un gran campo de
concentración31, ya que “campos de exterminio se establecieron en todo el país, en la
que los dirigentes de los Jemeres Rojos, ordenaron el asesinato de todos los
intelectuales, todos los funcionarios de gobiernos anteriores, cualquier persona que se
quejó de la mano de obra o la falta de alimentos, todos los ‘enemigos de clase’ y todos
los cónyuges, los niños y las familias”32. Todas las personas que encarnen actividades
pro-capitalistas, fueron perseguidas y ejecutadas. “Durante días se ejecutó a altos
funcionarios y a militares. Luego, a profesores, a abogados, a médicos. Después, a
aquellos que sabían un segundo idioma. Finalmente, se asesinó a todos los que
llevaban gafas, pues los lentes eran síntoma de veleidad intelectual”33.
31
En los campos, lo que atemorizaba era la imprevisibilidad y el misterio que rodeaban las innumerables
desapariciones. Los asesinatos se llevaban a cabo con discreción. No obstante, la brutalidad reaparecía en
el momento de la ejecución: la mayoría moría con el cráneo aplastado, mientras que el resto era asesinado
mediante disparos, ahorcados o apaleados.
32
Stanton, Gregory. Op. Cit. (traducido del Inglés)
33
Rivera de la Cruz, Marta. Op. Cit.
20
A nuestro entender, durante este régimen, todo acto de gobierno puede verse
como parte de esta política de exterminio: La brusca colectivización de la producción y
la colectivización de la vida cotidiana; la abolición de la moneda; los ataques cotidianos
a las religiones y a las tradiciones culturales; el hambre y las epidemias; los centros de
interrogación y tortura (descubiertos en 1979 luego de la caída del régimen); las fosas
comunes con esqueletos humanos de todas las edades, son algunos ejemplos de estas
políticas que apuntaban a la eliminación de una determinada fracción de la población.
La realización simbólica del exterminio en el genocidio camboyano
“Los jemeres rojos no sólo mataron. Transformaron a varias
generaciones en una manada de ignorantes y de idiotas que no
saben adónde van”. Torng, campesino camboyano.
Las prácticas sociales, en general, no tienen solo un ámbito de producción, sino
que para lograr sus objetivos tienen momentos de realización que es posterior al
momento de su realización material. Si el objetivo es una destrucción y reorganización
de las relaciones sociales mediante el terror, se necesita instalar esa visión del terror.
Este aniquilamiento debe ser representado de cierta forma. Si bien el exterminio se
produce materialmente sobre los cuerpos del grupo social “negativizado”, necesita
volver al plano simbólico para completar su realización, mediante los modos de
representar y narrar los acontecimientos. En palabras de Feierstein: “si pensamos las
prácticas genocidas como destrucción de relaciones sociales, éstas no culminan con el
exterminio material de la fuerza social. Necesitan una nueva etapa, que es lo que llamo
realización simbólica de las prácticas genocidas. Necesitan que ese genocidio sea
pensado de una determinada manera y no de otra. Si el genocidio culmina con el
exterminio material de quienes ejecutaban, por ejemplo, una relación social de
solidaridad, esa relación puede ser retomada por otras personas que vean en esa
práctica una relación social interesante para repetir. La realización simbólica del
genocidio construye un modelo de explicación del genocidio que ejerce una doble
negación de esa relación de solidaridad. No se recuerda esa relación social y el hecho
genocida queda remitido a una práctica irracional (…) La identidad de aquellos sujetos
aniquilados, el tipo de relación social que encarnaban, que es lo que intentaba destruir
21
el genocidio, ni siquiera puede ser recuperada porque queda hasta negada en la
posibilidad de recordarse”34.
Luego de las atrocidades contra la población camboyana, los resabios que aun
quedaban del régimen derrocado de Pol Pot, se las ingenió para adormecer a la
comunidad internacional, quien se mantuvo en silencio alrededor de esta situación,
además de que el régimen aisló completamente el país no permitiendo el ingreso de
ningún organismo extranjero.
Como elemento central de la realización simbólica de un genocidio, se
constituyen determinados modos de narrar y por lo tanto de representarse la experiencia
de aniquilamiento con el fin de que el genocidio pueda ser pensado, recordado o
reapropiado. Es una construcción discursiva de la memoria de perpetradores,
observadores y sobrevivientes que entran en juego a la hora de analizar la etapa final del
genocidio. Es el modo en que se relatan los hechos, la construcción discursiva de la
memoria. No sólo desde los posibles sobrevivientes, sino también desde los familiares
de las víctimas y los perpetradores. Desde estos últimos podrían caber tres
posibilidades: En primer lugar, negar de forma absoluta los hechos; en segundo lugar,
relativizar o minimizar las dimensiones del aniquilamiento; o en tercer lugar, reivindicar
lo ocurrido.
Desde el discurso de los perpetradores, se construyó una negación de los hechos
sucedidos. Sobre las víctimas, Nuon Chea, número dos del régimen, sostiene:
“No sé quiénes son ellos porque la situación fue bastante caótica. Durante la
guerra no sabíamos quiénes eran los que morían. Durante nuestro régimen,
mientras reconstruíamos el país por tres años, no supimos nada de eso.
Pudieron ser personas que murieron por hambre como muchos, quién sabe”
Ante esta situación, el “camarada número dos”, reiterando su inocencia de los
cargos que es culpado, agrega:
"Pero yo no ordené matar, aunque tenga una responsabilidad moral porque no vigilé
bien lo que se hacía (…) No soy tan cruel como para matar a mi propia gente, porque los
soldados son hijos de los campesinos, pobres campesinos. No soy cruel. No quiero matar gente
en mi ejército (…) tengo el corazón de un creador no de un destructor" 35
Pol Pot, “camarada número uno”, nunca se arrepintió de sus crímenes, mientras
que su esposa sostenía que había muerto “feliz y satisfecho con su vida”, y en una
34
Feierstein, Daniel, publicado el 03/08/2003 en Pagina 12. www.pagina12web.com.ar
Testimonio traducido del inglés del articulo “Brother Number Two enjoys retirement” en
http://news.bbc.co.uk
35
22
entrevista con la revista Far East Economic Review (la única que concedió en 19 años)
relativizaba la cantidad de muertos que ocasionó el régimen, y sostuvo:
“hablar de millones de muertos es una exageración. (…) vine a dirigir la
lucha, no a matar a gente.... incluso ahora, y usted me puede mirar: ¿Acaso soy
una persona salvaje? Mi conciencia está limpia”36.
En esta entrevista concedida en 1997, Pol Pot explica el declive de su régimen:
“…mi experiencia fue la misma de mi movimiento. Éramos nuevos e inexpertos
y los eventos sucedieron uno detrás de otro, con lo que teníamos que ver. Al
hacerlo, cometimos errores, por lo tanto, como le digo, admito esto ahora y
admito esto en las notas que he escrito. Quien quiera acusarme o atacarme,
puede hacerlo. Me lamento de no haber tenido suficiente experiencia para
controlar totalmente el movimiento. Por otra parte, con las constantes luchas,
esto tenía que hacerse junto con los otros, en el mundo comunista, para
prevenir que Kampuchea se volviera vietnamita. Por amor a la nación y al
pueblo, era la cosa correcta a hacer, pero en el curso de nuestras acciones
hicimos errores”37.
En estas líneas, en cierta forma Pol Pot relativiza la masacre ocurrida hablando
de simples “errores” que se cometieron bajo su régimen por parte del movimiento que el
lideraba, con la intención de socavar ciertas visiones que hablaran de genocidio y
promover una nueva forma de analizar el período de los Jemeres Rojos en el poder.
Además, para soslayar las abruptas medidas de evacuación de los
conglomerados urbanos, se sostuvo que estas medidas fueron por temor a ciertos
ataques aéreos norteamericanos. “Nos gritaban que saliéramos porque los
norteamericanos iban a bombardear", recuerda una mujer rememorando el régimen38.
La visión construida de que fueron políticas destinadas a “proteger” la integridad de los
ciudadanos camboyanos, aun hoy está en vigencia como defensa de los Jemeres Rojos.
El Jefe de Estado durante el régimen de los Jemeres Rojos, Khieu Samphan,
cargo otorgado por su lealtad a Pol Pot, desligándose de los acontecimientos ocurridos,
asegura:
“… no tenía ningún poder. Mi posición fue sólo ceremonial, sólo un símbolo o
una representación de nuestra nación, incluido el régimen de los Jemeres
Rojos, representando nuestra nación que quería ser independiente y soberana
(…) No hice nada errado hacia mi nación y mi gente. No vendí mi nación (…)
sólo estuve en un lugar y nunca viajé a ninguna parte por lo que no sabía qué
pasaba.”39
36
Sahagun, Felipe. “Un monstruo con cara de luna”, en www.elmundo.es, 1998
Entrevista a Pol Pot por Nate Thayer en http://camboya.wordpress.com, 1997
38
Testimonio de una sobreviviente en Azñares, Juan Jesús “La confesión del carcelero Hin Huy”, en
www.elpais.com, 2007
39
Traducida al inglés del idioma jemer y publicada en Cambodia Information Center, y traducida al
español, publicado en http://camboya.wordpress.com
37
23
Por otra parte, hay intelectuales que con su afán revisionista intentan objetar la
visión de genocidio en Camboya, argumentando que lo ocurrido no es más que una serie
de “horrorosos” crímenes originados por la propia cultura camboyana, que al no estar
contemplados por la Convención sobre Genocidio de las Naciones Unidas, no forman
parte de una práctica genocida. En este sentido, Phillip Short, historiador británico,
argumenta sugestivamente que no hubo genocidio en Camboya, pues sus crímenes
contra la humanidad fueron realizados con el propósito de esclavizar, no de exterminar.
Exceptuando los crímenes de matriz política, a los que niega, desestima la persecución a
las diferentes etnias (como los musulmanes o los Cham) por motivos raciales.
“Los campos de la muerte no constituye un genocidio, debido a que el Khmer
Rouge no se propuso exterminar a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso”40.
Asimismo, afirma que "los tribunales internacionales deberían limitarse a
crímenes excepcionales, tales como el genocidio, y no se debería permitir que abarcaran
otras áreas donde la acción de gobiernos 'normales' pudiera ser objeto de escrutinio". Si
bien Short no es un propagandista de los Jemeres Rojos, esta visión obstaculiza la
comprensión de la realidad. De este modo, sostiene que hoy en día es probable percibir
cierta parte de la población pobre en Camboya que, sin importarles que perdieran a
familiares durante la era de Pol Pot, desea el retorno del régimen de los Jemeres
Rojos41.
Por otra parte, treinta años después, el genocidio no figura en los libros
escolares. Todo la información que circula proviene del boca a boca: "Lo que saben los
niños lo escucharon de sus padres y de sus maestros", señala un profesor camboyano42.
De esta forma, puede verse que en diversos procesos históricos puede
constatarse que las voces de los sobrevivientes de los procesos genocidas son
silenciadas por la sociedad, en función de la incomodidad que producen a la hora de la
construcción de imágenes colectivas (memorias) de dicha historia social.
De este modo, el escenario montado después del régimen genocida, está
articulado sobre un fondo del terror y muerte. Pero fundamentalmente, sobre la clausura
del tipo de relaciones sociales que encarnaban los cuerpos exterminados, ya que en
40
Cita a Phillip Short por Nayan Chanda, “The Man Who Made Cambodia Hell”, en
www.washingtonpost.com, 2005 (traducido del Inglés)
41
Cfr. Vollmann, William: “Pol Pot, asesino con sonrisa” en http://mqh.blogia.com, 2005
42
Cfr. Azñares, Juan Jesús. Op. Cit.
24
cierta forma, siempre está presente en el imaginario social, como amenaza, la
posibilidad de que se pueda regresar al terror, si nuevamente se abre la posibilidad de
reconstruir ese otro tipo de lazos o vínculos sociales.
De esta forma, muchos optan por guardarse en un profundo silencio y no
recordar (o tratar de no hacerlo) a causa del miedo suscitado durante los días de
cautiverio. Tuvieron que pasar varios años para que se vaya develando lo que había
ocurrido. Recién en 2006, a raíz de los millones de muerto que dejó el régimen de Pol
Pot, se constituyó un Tribunal Internacional para llevar a cabo el Juicio a los Jemeres
Rojos en 2007.
Muchas de las voces autosilenciadas durante los años post-terror, por
consecuencia de los operativos discursivos de la realización simbólica que provocaron
“horror y paralización”, de a poco fueron quebrantando los límites que les imponía el
temor de aquellos años. Como explica Amnistía Internacional sobre una sobreviviente
del Toul Sleng:
“Fueron sólo dos semanas. Tiempo suficiente para identificar a sus captores y
testificar en contra. Las torturas agudizan el recuerdo. Sobre todo cuando eres
uno de los tres únicos supervivientes de una matanza. La mayor de la historia
de Camboya. Toul Sleng ha esperado casi 30 años para relatar la suya. Costó
decidirse. Había visto escenas demasiado desgarradoras para describirlas. Su
acento provinciano la mantuvo con vida y ahora le permitirá acusar a quien le
conmocionó compartir su origen. (…) La única superviviente femenina de Toul
Sleng, el mayor centro de detención y torturas del régimen del Jemer Rojo en
Camboya, rompió hoy su silencio y ofreció un dramático testimonio que será
vital en el juicio contra sus ex líderes”43.
Luego de tres décadas de haber vivido el terror, esta sobreviviente, Chim Math,
sospechada de pertenecer a una red de espionaje extranjera, añade:
"Antes tenía miedo, pero mi familia me pidió que saliera para testificar en el
juicio contra los ex líderes del Jemer Rojo"44.
El Centro de Documentación de Camboya45 confirmó que los documentos
recuperados de Toul Sleng muestran que esta sobreviviente estuvo allí unas dos
semanas, pese a que lo negó la primera vez que los investigadores se pusieron en
contacto con ella, por miedo a represalias. En este sentido, se ve cómo opera la
realización simbólica del genocidio en los años posteriores al horror, donde esta persona
43
“30 años después de los Jemeres Rojos” en www.amnistiacatalunya.org, 1997
Ibídem.
45
Cfr. www.dccam.org
44
25
mantuvo en secreto su historia porque consideró que había visto escenas tan horrorosas
que no podían ser descritas46.
"No se lo conté a nadie después de tantos años. Ni siquiera a mi marido, era
demasiado doloroso (…) a través de agujeros en la pared de mi celda veía las
torturas y cómo se deshacían de los cuerpos como si fueran basura. Jamás
olvidaré el olor de los excrementos de los cerdos mezclado con la sangre
humana"47.
Otro de los pocos sobrevivientes del Toul Sleng, afirma que “Nunca miré a mis
torturadores al rostro por miedo, pero ya no tengo miedo”48.
El cineasta camboyano Rithy Panh explica el largo camino que ha recorrido para
superar el horror vivido durante el régimen.
“Me daba la impresión de que toda mi vida había quedado atrás, que se
limitaba a esos años de lucha por sobrevivir. Quería olvidar. Partir lejos,
donde no hubiese ni memoria, ni recuerdo, donde nadie estuviera al corriente
de mi destino (…) No quería hablar de nada de eso. Era algo que había pasado
a formar parte de mí, a ser casi la esencia misma de mi supervivencia. En el
exilio en Francia, me negué durante mucho tiempo a hablar mi lengua materna
y renegué de todo vínculo con Camboya.” 49
Y afirma que para recobrar su identidad, su país debe afrontar el pasado.
“Algunos estiman que hay que olvidar y pensar en el futuro, que de nada sirve
infligirse una prueba más y exacerbar los traumatismos al tratar de revivir el
pasado. Temen posibles procesos que reabran graves controversias políticas,
con el riesgo de una nueva guerra civil. (…) Pero debemos afrontar nuestra
historia para superar esos mismos traumatismos y pensar en un nuevo
porvenir. Para que nuestros parientes y amigos no hayan muerto en vano. El
duelo sólo será posible si se reconoce la responsabilidad moral y política del
genocidio camboyano”. 50
Si bien existieron intentos por parte de la ONU desde principios de la década del
90’ para realizar juicio por crímenes de guerra a los altos cabecillas de los Jemeres
Rojos, no tuvieron éxito debido a la sistemática negación de la realidad del genocidio
por parte de algunos grupos de la sociedad, como también de algunos intelectuales. Se
habían resquebrajado de tal manera las relaciones sociales anteriores, que generó, por un
46
En cuanto al horror y la paralización que se genera, Feierstein señala que “el detalle exhaustivo del
sufrimiento, la profusión de fotografías escalofriantes que no aportan demasiado a la reconstrucción o
comprensión de los hechos, la exagerada minucia del testimonio horroroso, que instalan en la sociedad,
mucho más que una condena moral difusa, una sensación de terror que conduce a la parálisis. En eso se
convierte la memoria, a ello se la relega, a la morbosa reiteración y manipulación del espanto”. Feierstein,
Daniel. Op. Cit, pág. 112
47
Ibídem.
48
Testimonio extraído de http://camboya.wordpress.com
49
Panh, Rithy. Op. Cit.
50
Ibídem.
26
lado cierta negación de lo acontecido a una parte de la sociedad, y un terror a muchos
ciudadanos para poder denunciar las atrocidades del régimen, ya que en cierta forma,
siempre está presente en el imaginario social, la amenaza y/o la posibilidad de volver al
terror. Con tal amenaza, se clausuran las posibilidades de reconstruir los antiguos
vínculos sociales, haciéndose efectiva la realización simbólica del genocidio.
En este escenario, se puede pensar esta realización simbólica del genocidio, ya
que se destruyeron determinadas prácticas sociales, articulando nuevas relaciones
sociales basadas en el terror, a causa del modo de narrar y de la representación
simbólica con el que es visto y reconceptualizado. La “Kampuchea Democrática” dejó
en sus sobrevivientes, una pérdida total de valores, ya que el hecho de sobrevivir en tal
régimen, requería la adaptación a las nuevas reglas del juego, de las cuales la primera
era el desprecio a la vida humana bajo el siguiente lema: “Perderte no es una pérdida.
Conservarte no es de ninguna utilidad”.
A modo de conclusión
“Vivimos en un mundo en el que un hombre tiene más posibilidades
de ser juzgado si mata a una sola persona que si mata a cien mil.”
Kofi Annan
La configuración de un “otro” negativo permitió quebrar todo tipo de resistencia
moral por parte de la población, al ver a un igual ser asesinado sistemáticamente. En
función del proceso de deshumanización y descalificación llevado a cabo en Camboya,
los miembros de los Jemeres Rojos no consideraban como pares a sus oponentes
políticos ni a las minorías extranjeras, religiosas y/o étnicas, lo cual se los despojaba de
cualquier atributo humano. Así, sin inhibiciones morales y enfrentados a un otro
extraño, temido, odiado y amenazante, los Jemeres Rojos desplegaron uno de los
genocidios más atroces de los últimos tiempos en favor de la construcción de un
régimen comunista en Camboya. Los alcances que este genocidio tuvo, se vieron
reflejados en el terror cotidiano y en la posterior consternación a contar lo sucedido o
hasta recordarlo, pues el miedo vivido en carne propia durante esos años, fue reafirmado
y reinventado en los años posteriores, mediante las imágenes y discursos construidos y,
en palabras de Feierstein, en los modos de representar y narrar dicha experiencia
traumática.
27
Como objetivo reorganizador de las relaciones sociales existentes, la gravedad
del traumatismo colectivo que ha quedado en Camboya es inmensa. Todos los sectores
de la sociedad se vieron afectados, de diverso modo, por las consecuencias de las
deportaciones masivas hacia el campo, los trabajos forzados, las ejecuciones sumarias,
el hambre, etc.
“Lo peor de las guerras pasadas y de este genocidio no son sólo los millones de
muertos, de viudas, de huérfanos, de mutilados, sino también nuestra identidad
destruida, nuestra cohesión social en ruinas (…) Todo lo que constituía las
raíces de nuestra cultura y de nuestra identidad, las relaciones sociales
fundamentales y los lazos simbólicos que integraban al camboyano en su
universo fueron metódica y deliberadamente atacados y destruidos (…) Lo que
también está en juego en ese proceso, e igualmente importante, es la
restauración de nuestra identidad. Los Jemeres Rojos sumieron a generaciones
de camboyanos en el círculo infernal de la pérdida de su cultura.”51.
Por otra parte, desde nuestra perspectiva, por mas intentos de muchos
intelectuales y dirigentes políticos por querer despojar a los grupos políticos de la
categoría de genocidio, y de tal forma negar la existencia de un régimen de tales
características en Camboya, no puede dejar de verse que toda práctica social genocida,
tiene como base una causa política, y los hechos ocurridos en Camboya nos muestran
como se llevó a cabo el intento de desaparición de una determinada clase
socioeconómica llevado a su extrema expresión que fue el aniquilamiento de las
personas que conforman tal clase. La desaparición de un sector social, no fue puesta en
práctica mediante políticas que tiendan expropiar sus medios de producción (siguiendo
el programa marxista) con el fin de disminuir su poderío político y económico, sino que
fue un programa sistemático de aniquilamiento de los mismos individuos que encarnan
tales relaciones sociales y económicas.
La construcción de un discurso que niegue la existencia de un genocidio en
Camboya, es un intento de despojar la cuestión social y política del concepto de
genocidio. En este sentido, desde nuestra perspectiva, no cabe discusión alguna sobre la
aplicación de este concepto para el caso camboyano, pues la eliminación de todo grupo
social y político también es parte de “una negación del derecho de existencia a grupos
humanos enteros", de acuerdo con lo establecido por la Asamblea General de las
Naciones Unidas.
51
Ibídem.
28
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30
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