19 Roberto Devereux. Ossia il conte di essex Gaetano Donizetti (1797 – 1848) TRAGEDIA LÍRICA EN TRES ACTOS. LIBRETO DE SALVATORE CAMMARANO, BASADO EN LA TRAGEDIA ELISABETH D’ANGLETERRE (1829) DE JACQUES-FRANÇOIS ANCELOT. ESTRENADA EN EL TEATRO SAN CARLO DE NÁPOLES, EL 28 DE OCTUBRE DE 1837 ESTRENADA EN EL TEATRO REAL DE MADRID EL 5 DE MARZO DE 1860 PRODUCCIÓN DE LA WELCH NATIONAL OPERA DE CARDIFF. Director musical: Bruno Campanella (22, 25 ,28 de septiembre, 1, 4, 8 de octubre) Andriy Yurkevych (24, 27, 30 de septiembre, 3, 7 de octubre) Director de escena: Alesandro Talevi Escenógrafo y figurinista: Madeleine Boyd Figurinista: Bruno Poet Iluminador: Matthew Haskins Director del coro: Andrés Máspero Elisabetta: Mariella Devia (22, 25, 28 de septiembre, 1, 4, 8 de octubre) Maria Pia Piscitelli ( 24, 27, 30 de septiembre, 3, 7 de octubre) El duque de Nottingham: Mariusz Kwiecien (22, 25, 28 de septiembre, 1, 4, 8 de octubre) Simone Piazzola (24, 27, 30 de septiembre, 3, 7 de octubre) Sara, duquesa de Nottingham: Silvia Tro Santafé (22, 25, 28 de septiembre, 1, 4, 8 de octubre) Veronica Simeoni (24, 27, 30 de septiembre, 3, 7 de octubre) Roberto Devereux, Conde de Essex: Gregory Kunde (22, 25, 28 de septiembre, 1, 4, 8 de octubre) Ismael Jordi (24, 27, 30 de septiembre, 3, 7 de octubre) Lord Guglielmo Cecil: Juan Antonio Sanabria Sir Gualterio Raleigh: Andrea Mastroni Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real 22, 24, 25, 27, 28, 30 de septiembre, 1, 3, 4. 7, 8 de octubre de 2015 20:00 horas; domingos, 18:00 horas. Salida a la venta al público 2 de junio de 2015 20 Argumento Roberto Devereux Fernando Fraga Roberto recién llegado de Irlanda. Roberto acoge las muestras sinceras de simpatía con bastante reticencia pues es Sara la mujer de la que está enamorado. Nottingham le confiesa su preocupación por la conducta de su esposa que cada día parece perder más la salud, agobiada por una profunda melancolía. La acción ocurre en Londres, a finales del siglo XVI. Acto I. En el palacio de Westminster las damas de honor de la soberana inglesa observan que Sara, duquesa de Nottingham y favorita de la reina Elisabetta, está bañada en lágrimas. Ella les asegura que no es una cuestión personal; el llanto se lo ha producido la lectura de la historia de la bella Rosamunda. Pero para sí misma se dice que hay algo más que esa emoción producida por el libro. Llamado por el Parlamento, Nottingham se compromete a defender la inocencia de Roberto ante los cargos de traición. En secreto Roberto visita a Sara. Le reprocha haberse casado con Nottingham sabiendo que él la amaba. Sara se defiende. En su ausencia, muerto su padre, la reina la presionó para que se casara a pesar de no estar enamorada de Nottingham. Luego le recuerda el amor que la reina siente por él, pero Roberto, para demostrarle la indiferencia que hacia la soberana siente, le entrega a Sara el anillo real que podría salvaguardarle de cualquier peligro futuro. Sara, por el bien de Llega la reina y accede a recibir a Roberto el conde de Essex pese a la acusación de traición que sobre él pesa. De hecho, lo que más inquieta a la reina es la situación sentimental del noble más que sus posibles opiniones políticas. Roberto se defiende de las acusaciones y Elisabetta le asegura que su vida no corre peligro. Le recuerda que está en posesión de un anillo que ella le ha regalado antaño y que es el seguro infalible que le libraría de cualquier peligro en que pudiera encontrarse. En cuanto a las preguntas de la reina sobre su vida amorosa, Roberto responde con evasivas, algo que despierta la inquietud de la soberana que está de él enamorada. Elisabetta se jura a sí misma que si descubre la existencia de una rival se vengará. El duque de Nottingham, el marido de Sara, estrecha entre sus brazos a su querido amigo 21 los dos, le aconseja que abandone Inglaterra. En prueba de su amor le regala una banda que ella misma había bordado. portamiento, impide que la mujer salga y salve a Roberto. Desde las ventanas ve como Roberto es conducido a la prisión en la Torre de Londres. En la celda Roberto espera la ejecución. Está esperanzado, sin embargo, de que Sara llegue a tiempo ante la reina con el anillo que le concederá el perdón. Pero la aparición de Sir Gualtiero con la guardia que le llevarán escoltado hacia el cadalso, le hace comprender que todo está ya perdido. Acto II. En palacio los cortesanos esperan la sentencia del Parlamento. Pese a la ardiente defensa de Nottingham, Roberto ha sido declarado culpable y condenado a muerte. Sir Gualtiero Raleigh, encargado de la detención, informa a la reina que Roberto ha pasado la noche fuera de su casa y al detenerle se le ha encontrado en sus manos una banda azul bordada. La reina se sume en un estado alarmante de sospechas y celos. Terriblemente alterada, Elisabetta ya calmada su cólera, vencida la ira por el amor, se pregunta el porqué Roberto no le ha presentado el anillo que le salvará del patíbulo. Tampoco se explica el porqué su amiga Sara no está con ella confortándola en esos instantes de dolor. Esta acaba al fin por aparecer. Le confiesa que es ella su rival en el amor por Roberto. Y le entrega el anillo. La reina ordena de inmediato que se detenga la sentencia de muerte. Pero es ya tarde: el estallido del cañón anuncia que Roberto ha sido ejecutado. Nottingham aparece vanagloriándose de haber sido él el que impidió llegar a Sara a tiempo con el anillo. Elisabetta hace que los detengan y, loca de dolor, se arranca la corona diciendo que dejará el trono a favor de Jacobo de Escocia. La condena de Roberto ha de ser refrendada por la firma de la reina. Con el documento en la mano, Nottingham acude a la reina pidiendo clemencia para el amigo. Convocado Roberto, Elisabetta le muestra airada la banda. En ella Nottingham descubre que era el trabajo que su mujer la víspera estaba bordando. Comprende rápidamente el significado y su amistad por el amigo se convierte de pronto en un odio feroz y vengativo al sentirse doblemente traicionado. Elisabetta también se siente traicionada por Roberto y en un arranque firma la sentencia de muerte. Acto III. En sus apartamentos, Sara recibe una carta de Roberto donde le suplica que entregue el anillo a la reina para así poder salvar su vida. Antes de que pueda llevar a cabo este ruego, aparece Nottingham. Después de echarle en cara su com22 23 De Grisi a Gruberova (1860-2012): Roberto Devereux, “l’opera delle emozioni”, en el Real Santiago Salaverri de su existencia en los que la tragedia coexiste con el triunfo, convirtiéndolo en falaz e irrisorio es, precisamente, el de la creación de Roberto Devereux. Cuando Donizetti inicia su composición, en la primavera de 1837, es considerado el primer operista italiano del momento, reconocido así por todos desde la prematura y trágica desaparición de Bellini y el simultáneo triunfo de Lucia di Lammermoor en el San Carlo de Nápoles. Ya Parafraseando el título de una antigua biografía cinematográfica verdiana, podemos decir que si hay un creador lírico del Ottocento italiano en cuya vida el triunfo y la tragedia se encuentran más íntimamente entrelazados, ése es Gaetano Donizetti, hasta la enfermedad que, en plena madurez y gloria, le arranca del mundo para condenarle a pasar sus últimos años convertido en un ser vegetativo. Y uno de esos momentos 24 se había abatido anteriormente la tragedia sobre él cuando tras el estreno de Lucia murieron en el espacio de dos meses sus padres y su segundo hijo malogrado, una niña nacida prematuramente; pero, pese a todo, la muerte de sus progenitores podía considerarse ley de vida, y aún esperaba tener hijos de su joven esposa, la romana Virginia Vaselli. El 4 de mayo, fecha en la que según las costumbres de Nápoles tenían lugar todos los cambios de domicilio en la ciudad, se trasladan a una nueva y espaciosa residencia, la primera de su propiedad, y se ha comprado un carruaje y caballos; es feliz en su matrimonio y está esperando por tercera vez un hijo, que esta vez confía en que sobreviva. La muerte el 5 de mayo del anciano Nicola Zingarelli, director del Conservatorio, en el que Donizetti es profesor de composición desde tres años atrás, le convierte en director pro tempore del mismo y le permite confiar en su nombramiento definitivo en el cargo, que es el puesto académico más prestigioso de la Italia musical; y además debe estrenar en septiembre la nueva ópera en el San Carlo. Todo le sonríe. juventud, que había impedido a su esposa, contagiada, dar a luz hijos sanos, y que a la postre acabará con él mismo en penosas circunstancias. En esas dolorosas condiciones, avanza en la composición de su ópera, pero el 30 de julio se produce el fallecimiento de Virginia. Su dolor es inmenso Una cierta exégesis, excesivamente lineal y simple, tiende a derivar el carácter –sombrío o luminoso, trágico o esperanzadorde muchas creaciones musicales de las circunstancias vitales que han rodeado a sus autores en el momento de su composición. Pero, en el caso que nos ocupa, lo que concurre a hacer de Y, de pronto, todo se hunde: en Nápoles se desencadena una epidemia de cólera que, con sus millares de muertos (entre ellos el poeta Giacomo Leopardi, que encuentra aquí una absurda cita con la muerte), pone en crisis todas las actividades públicas, y también la teatral; el 13 de junio Virginia da a luz un hijo muerto y, lo que es peor, ella misma enferma gravemente; aunque Donizetti habla en sus cartas de sarampión, muchos autores aducen como probable que se tratara de las complicaciones de la enfermedad de origen sifilítico que el compositor arrastraba desde su 25 la nueva creación donizettiana esa “ópera de las emociones” anticipada en sus cartas no serán unas trágicas circunstancias personales, sino la profesionalidad de su autor, capaz de componer rápidamente en las más diversas situaciones de ánimo; la progresiva maestría por él alcanzada en el uso de las convenciones líricas, sobre las que experimenta sin cesar, poniendo la expresividad de la música al servicio de la idea dramática (“Yo busco servir a la palabra”) y tratando de escenificar pasiones devastadoras (“Quiero amor, que sin él los argumentos son fríos, y amor violento”) pese a la omnipresente y obtusa censura; y el propio tema de la ópera, recurrente en la literatura europea de los dos siglos anteriores y teñido del prestigio de la Historia,. La historia de las relaciones de Isabel I y Roberto Devereux, conde de Essex, el favorito real treinta y cuatro años más joven que aquélla y lejano sobrino suyo (como biznieto de una hermana de Ana Bolena), adalid de la vieja nobleza normanda emparentada con los Plantagenet y enfrentada a la nueva nobleza funcionarial de los Tudor, contra la que mantuvo una oposición política que acabó costándole la vida; esa historia, repetimos, de la pasión –¿amor, capricho, infatuación?– de una reina anciana por un joven pariente en la flor de la edad, que se ve obligada a ajusticiarle cuando su orgullo y su ambición le convierten en una amenaza al poder constituido, excitó pronto la imaginación de los escritores. y sus deberes públicos como cabeza del Estado, hemos de venir a época bien reciente, es decir, a la espectacular y a la vez íntima ópera que Benjamin Britten compusiera para la coronación de Isabel II (1953): Gloriana, inspirada a su vez en Elizabeth and Essex, el perspicaz y documentado estudio que Lytton Strachey dedicó al tema en 1928, cuyo uso de las teorías freudianas de la inevitabilidad inconsciente y de las relaciones padre-hija para explorar los sentimientos de Isabel en el momento en que envía al cadalso a quien tanto había querido –como Enrique VIII había hecho con su madre– mereció la aprobación expresa del propio Freud. Pero el melodrama romántico prefiere el ben trovato al vero. La estrecha interrelación entre los cuatro protagonistas –una mujer amada por dos hombres que son íntimos amigos; y un hombre amado por dos mujeres, una de las cuales es la mejor amiga y confidente de la otra, su soberana-; la fulminante sucesión de golpes de escena en una acción sin tregua ni respiro, y el suspense del desenlace, ofrecen un plan teatral perfecto al estro de Donizetti. De la caracterización de los protagonistas, de esta trama de sentimientos ocultados, se desprende una nota particular del Roberto Devereux: su afán de subrayar la psicología íntima de los personajes más que de enfatizar una acción exterior. La reina debe privilegiar su papel público –y la dignidad exterior que conlleva- sobre su condición de mujer enamorada; por eso sus arias son también –salvo las imprecaciones conclusivas– ejemplos de coloquio íntimo, de salvaguardia de sus verdaderos sentimientos, mientras se exterio- Si queremos hallar una ópera que respete escrupulosamente los hechos históricos sin merma del elemento dramático, centrado éste en el dilema de conciencia de Isabel por el enfrentamiento entre sus sentimientos privados 26 27 dentro. riza con vehemencia en sus reproches a Roberto o al ejercer su regia autoridad. Sara sólo se manifestará ante Roberto; incluso Nottingham, personaje más “exterior”, tendrá también su momento de monólogo interior en el segundo acto. Así, el recitativo; nunca hasta entonces Donizetti lo ha empleado con tal variedad de inflexiones: la clásica recitación a cappella punteada por acordes orquestales se alterna continuamente con una declamación concitata, nerviosa –en la que, en apoyo de una línea vocal de extremo virtuosismo y dificultad, con grandes saltos interválicos, se incorporan variadas figuras orquestales que traducen la agitación interior del personajey, sobre todo, con pasajes en arioso de una riqueza melódica y una pertinencia expresiva sin igual. De este modo, unas estructuras convencionales La música compuesta por Donizetti nos sorprende por una aparente paradoja: el contraste entre una estructura tradicional –el esquema recitativo-aria-cabaletta de prácticamente todos sus números- y la gran riqueza y novedad de los medios expresivos utilizados al servicio del drama, que “revientan” (¿o más adecuado sería decir “reinventan”?) las formas tradicionales desde 28 Queen (un anacronismo, pues dicho himno no fue compuesto hasta mediados del siglo XVIII); el tema es repetido por las cuerdas en una atractiva armonización, a cuyo término se reescucha el eco del timbal. Un contrapunto de flauta y clarinete desgrana los cuatro versos siguientes del himno, seguido de un acorde en forte que abre una serie de frases ascendentes de los violines, con acompañamiento sutil del triángulo, punteadas por acordes y con intervención de la trompa a la tercera ocasión; el dúo de clarinete y trompa reexpone la primera parte del himno sobre un sugestivo pizzicato de las cuerdas. Un episodio de transición lleva al vivace, abierto con un estudiado contrapunto de las cuerdas y seguido por un vibrante pasaje de la orquesta entera con conti- soportan la continuidad del desarrollo dramático, de la que el breve segundo acto, como veremos, resulta muestra acabada. En su versión original napolitana, la ópera se abría con un breve preludio de una docena de compases, pero para su estreno en el Teatro Italiano de París Donizetti lo sustituyó por una extensa obertura, que es la que hoy se interpreta habitualmente, abierta con tres acordes en fortissimo, seguidos cada vez por frases de tres notas de cuerdas y trompa en piano, cerrándose el pasaje con un lejano retumbar del timbal; todo ello lo oiremos de nuevo en la primera escena del tercer acto. Abriendo el larghetto sucesivo, las flautas entonan la desnuda melodía correspondiente a los tres primeros versos del himno God save the 29 nuos cambios de tonalidad. Pero lejos de continuar por este camino savant, inesperadamente, sobre un nuevo pizzicato, el clarinete expone el tema de la cabaletta que Roberto cantará en la escena de la prisión del tercer acto; la obertura adopta así un carácter más próximo a lo popular, y los contrapuntos de las cuerdas devienen en formularias frases rossinianas, sin que falte una inesperada recurrencia, a mayor velocidad, del tema de la cabaletta sobre ruidosos golpes de timbal, adquiriendo la obertura en su cierre un carácter festivo y exultante poco acorde con el drama que seguidamente va a desarrollarse en escena. Robert Cecil, exigen el juicio y condena de Essex, y un paje anuncia que éste implora presentarse “al regio piede”, Elisabetta se lanza a la cabaletta “Ah! ritorna qual ti spero”, en la que expresa que, si es el amor lo que guía a Roberto a su presencia, para ella resultará inocente y sus enemigos caerán en el polvo. Un momento especialmente destacado de este acto es el dúo Elisabetta-Roberto, en cuyo recitativo introductorio figuran tres efectivos pasajes en arioso, heroico el primero cuando Essex cuenta su acción heroica en la toma de Cádiz, vibrante en su reexposición por la reina cuando narra la entrega de anillo, y un tercero, exquisito, en el que recuerda los días felices y esperanzados de su amor. En el andante en compás 3/8 “Un tenero core” uno y otro cantan –pero nunca a dúo- la misma sugestiva melodía, que si para la reina representa la felicidad pasada, en Roberto es una íntima confesión de desesperanza. La reina recupera sinuosamente la misma melodía para sonsacar una confesión; la presión se hace cada vez mayor, y Elisabetta exige conocer el nombre de su rival. La negativa de Roberto a reconocer la existencia de otro amor lleva a la cabaletta “Un lampo, un lampo orribile”, en la que la reina, en un aparte, augura la muerte al infiel amante. La respuesta de Roberto, inicialmente escrita sobre la misma música, como lo acredita el manuscrito, fue sustituida en París por una expansiva melodía que contrasta con la stretta de marcado carácter rítmico enunciada por Elisabetta, con neta ganancia para la efectividad dramática del conjunto. La introduzione consta de un coro en el que las damas de la corte dialogan con Sara, y de su romanza o cantabile “All’afflitto è dolce il pianto”, en un solo movimiento, sin cabaletta, con la doble finalidad de no resultar muy gravosa para la joven debutante Almerinda Granchi y para dar mayor relieve a la entrada de Elisabetta. Se trata de una melodía de no particular relieve comparada con las bellezas que seguirán, pero en todo caso digna y expresiva del abatimiento del personaje; en París Donizetti la modificó para la contralto Emma Albertazzi, bajándola de tono y extendiendo su duración a una segunda estrofa, modificación no incorporada a la partitura impresa. La cavatina “L’amor suo mi fe’ beata” expresa, mediante una distinguida y evocadora línea melódica con profusión de adornos y ascensos hasta el re 5, su nostalgia de un tiempo más feliz; el amor de Roberto, medita, “era un bien mayor que el trono”, pero si se viera traicionada las delicias de la vida serían para ella “luto y llanto”. Tras el tempo di mezzo en que los lores, por boca de El primer cuadro se cierra con la doble aria (cavatina-larghetto y cabaletta-moderato assai) 30 31 cabaletta “Quest’ addio, fatale, estremo”, indicada como molto agitato y precedida por un vivo diálogo en cuyo transcurso Sara entrega el echarpe a Roberto, posee una determinación y una sensación de urgencia que anticipa el “Addio, addio, speranza ed anima” del Duque y Gilda en Rigoletto. del generoso Nottingham, decidido a defender a Roberto. También el recitativo inicial mano a mano con Roberto abunda en muy emotivos ariosos, confiados a ambos personajes, mientras su cavatina “Forse in quel cor sensibile”, que inicialmente puede ponerse como un ejemplo de la elegante declamación donizettiana, está dotada de un segundo periodo en el que la agitación expresada por las cuerdas del acompañamiento traduce la inquietud y la sospecha que comienzan a embargar al personaje. Su cabaletta, por el contrario, mecánica y reiterativa, es uno de los puntos débiles de la partitura. En el breve pero formidable segundo acto, y tras el coro introductorio “L’ore trascorrono” a tres voces –de original construcción y el único confiado exclusivamente al coro en la entera partitura-, seguido de la comunicación por Cecil a la reina de la sentencia de muerte y la narración de Gualtiero Raleigh de la detención de Essex, a quien le ha sido confiscado el echarpe (prueba inequívoca de su traición para la reina), comparece Nottingham, portador de la sentencia para su firma, en solicitud de perdón; su duettino con Elisabetta –que comienza con el larghetto “Non venni mai si mesto” para terminar en una vibrante cabaletta- da paso a un terzetto con la incorporación de Roberto; en el transcurso de la escena se hace difícil distinguir la línea divisoria entre las partes tradicionales de una pieza musical cerrada, pues las secuencias de diferentes tempi se ciñen a los momentos de la acción dramática: maestoso en el momento de la entrada de Roberto y las admoniciones de la reina, que seguidamente prorrumpe en un imprecatorio allegro moderato (“Un perfido, un vile, un mentitore...“) para, tras el più mosso conclusivo de esta primera sección, iniciar un amenazador largo (“Alma infida”) que contiene la referencia al “tremendo ottavo Enrico” en un espectacular arpegio descendente de dos octavas (de Si 4 a Si 2), seguido de una cantable intervención de los dos protagonistas masculinos. Sobre un allegro vivace, luego El segundo cuadro del primer acto, de duración breve, presenta el único encuentro de los dos enamorados. Un delicado allegro orquestal a cargo de las maderas da paso a la escena en que la angustiada Sara aguarda la llegada de Roberto, que se presenta reprochándole su supuesta traición. El recitativo se abre con un extenso arioso de Sara y se cierra con otro en allegro-meno allegro que parece indicar el arranque del dúo propiamente dicho, pero éste no se inicia hasta que Sara confiesa que su amor por él aún permanece vivo y ardiente. El melancólico larghetto en compás ternario de 6/8 “Dacchè tornasti, ahi misera!”, de subyugante belleza, señala uno de los puntos más altos de inspiración de la obra. Enunciado primero por Sara, a su término Roberto tiene una frase en recitativo –una nueva muestra de la originalidad de los conceptos expresivos del bergamasco- antes de lanzarse a la repetición del tema punteada por frases de ella, para terminar, ahora sí –obsérvese la diferencia con el dúo Elisabetta-Roberto-, juntando sus voces a distancia de terceras y sextas. La 32 33 a mayor en la repetición, y una stretta que precipita el final en apenas unos segundos. Ashbrook ha dicho de este acto que en él “Donizetti realiza, a su propio e italianísimo modo, el ideal wagneriano de drama musical”. devenido più allegro, Nottingham –que acaba de descubrir, al ver el echarpe, la supuesta traición de esposa y amigo- desafía a su rival, seguido de Elisabetta que, en un nuevo maestoso (“Io favello: m’ascolta!”), exige a Roberto el nombre de su secreta amante; la negativa de éste, en un vivo y fugaz allegro, da paso a un crescendo que describe la entrada en escena de toda la corte; en un último e impresionante maestoso (“Tutti udite”), la reina firma la sentencia de muerte y anuncia la forma en que tendrá lugar la ejecución, tras lo cual, y dirigiéndose a Roberto, arranca el brevísimo concertante “Va, la morte sul capo ti pende”, allegro giusto en un original 9/8, de belleza no inferior al sexteto de Lucia, con una efectista modulación de menor El tercer acto está dividido en tres cortas escenas, cada una dotada de un solo número. En la primera se produce la confrontación de los esposos; tras una scena en la que sucesivamente comparecen tres temas ya oídos –las cabalettas de Nottingham y del dúo Sara-Roberto del primer acto y los ominosos acordes iniciales de la obertura- tiene lugar el dúo, con un meno allegro inicial, un tempo di mezzo en el que oímos el cortejo que 34 espontaneidad del aria. La cabaletta “Bagnato il sen di lagrime”, de aroma popular y con intervención del coro, fue, como dijimos, reutilizada en la obertura compuesta para el estreno parisino. conduce a Essex a la Torre de Londres y Sara es confinada e impedida así de llevar el anillo a la reina, y una potente cabaletta de ímpetu verdiano donde cada consorte canta una diferente melodía, dramática en ella, feroz en él. Y el tercer cuadro (scena ed aria finale) nos devuelve a Elisabetta no como la orgullosa y vindicativa soberana, sino como la mujer enamorada (“io sono donna alfine!”, dirá) en angustiosa espera del anillo que salvará a Essex. En el recitativo de apertura, frases en arioso y grandes saltos interválicos traducen su creciente angustia, que el coro de damas comenta en breves líneas. En el larghetto “Vivi ingrato”, de gran libertad melódica y refinada sensibilidad a las menores inflexiones del texto y a su sentido dramático, declara en íntimo soliloquio su deseo de que Roberto viva aun al precio de re- La segunda escena, que nos muestra a Roberto preso en la Torre en espera de su liberación gracias al anillo, se abre con una espléndida introducción orquestal con ecos de la escena de la prisión de Fidelio en la que las cuerdas desgranan una elegíaca melodía. El aria bipartita se compone del lírico cantabile “Come un spirto angelico”, de nuevo en un compás ternario de 9/8, cuyo enunciado inicial por la orquesta se interrumpe para permitir a Roberto dos últimas frases de recitado –una sencilla modificación que intensifica la 35 nunciar a su amor; pero su orgullo de reina no debe resentirse, y nadie debe verla llorar. En el tempo di mezzo hacen su ingreso sucesivamente Cecil y Sara, portadora finalmente del anillo, pero cuando un golpe de cañón anuncia la muerte de Roberto y Elisabetta increpa a Sara, entra Nottingham autoinculpándose. En pleno desvarío, Elisabetta prorrumpe en la cabaletta “Quel sangue versato”, indicado en la partitura como maestoso larghetto, de portentosa intensidad, en el que amenaza a ambos cónyuges con un “suplicio inaudito”. En su repetición hace uso –un recurso infrecuente- de un texto distinto, un delirio en el que imagina al fantasma de Roberto recorriendo el palacio y llevando en la mano su cabeza cortada, y a ella misma descendiendo a la tumba. Roberto Devereux –obra que culmina la carrera napolitana y, podríamos decir, la gran etapa italiana de un Donizetti en el umbral de sus 40 años- se estrena con gran éxito el 29 de octubre de 1837 en el San Carlo por Giuseppina Ronzi de Begnis junto al tenor Giovanni Basadonna, el barítono Paolo (Paul) Barroilhet y la debutante Almerinda Granchi. En París se presentará en 1838 con un reparto deslumbrante (Grisi, Albertazzi, Rubini y Tamburini) y las modificaciones ya comentadas. Mantenida en el repertorio hasta los primeros 1880, sufre un eclipse de ochenta años hasta que entre 1964 y 1970 la recuperarán, por este orden, Leyla Gencer, Montserrat Caballé (que la cantó en La Zarzuela en 1970) y Beverly Sills. “Pregate sempre che io faccia tanti Roberti”, escribía, orgulloso, Donizetti: y sigamos nosotros disfrutando de ella, ahora que la hemos recuperado para siempre. 36