ROMANCE DE LA VÍA APIA En llegando al instituto una abrileña mañana, entreme, cual profesor, do tenemos nuestra sala, la sala de profesores, que es cutre, incómoda y áspera, pero que en los centros públicos es hoy lo que se despacha. Vide que en el casillero do pone el bedel las cartas (cuando puede o le apetece o le da el punto o le cuadra) había un sobre metido de una tonalidad blanca. Aunque tenía los ojos abrumados de legañas, pude entrever el remite que en el sobre figuraba. Venía, por lo que vide, esta epístola de marras de la torre más famosa de todas las sevillanas, que no es la Torre del Oro, ni tampoco la Giralda, sino que es un edificio llamado Torretriana, que es donde en Andalucía se gobierna la enseñanza. Rasgando el sobre, saqué, con mucho mimo, las páginas, que eran dos exactamente, que no son muy demasiadas. ¿Por qué no leerlas, pues? Y las leí, qué caramba. Estaba dicha misiva de tal modo encabezada: “Estimada profesora” (por si es el receptor dama) y “estimado profesor” seguidamente rezaba. Al menos en este caso se nos hacía la gracia de no poner esa arroba que algunas veces encaja en los papeles impresos la turba de la prograncia. Pero, antes de proseguir, con la cartita citada, miré a ver quién dichos folios con su nombre rubricaba. Y observé con horror sumo –casi me caigo de espaldas– que era firmante de aquello –ya la voz se me desmaya– una consejera de esas de estirpe cuotichaviana, de las de que por los ovarios solamente son nombradas. Era –¡sí, claro, en efecto!– la inefable doña Cándida, la cual, si me lo permiten, y dicho así de pasada, de cándida no posee ni una mísera migaja. Una vez visto el remite, leerlo es cosa excusada, porque sin pasarle el ojo, la idea estaba bien clara, viniendo de quien venía: una consejera áulica de don Manolo Primero, el disléxico monarca de esto, que de ser región, ha devenido ya en Taifa o en realidad nacional, que es lo que ahora se gasta. Pero a pesar del prejuicio, leí, estoico, la carta; tal vez porque para el timbre unos minutos faltaban. Escribe la consejera (o el negro que le redacta) con estilo pegajoso, con sintaxis atorada, con léxico pedantesco, con prolijidad pelmaza, y con prosa cacofónica, cursi, roma y desmañada. Un martirio a mis meninges, a esa hora de la mañana, meterme tal documento entre el pecho y las espaldas. Pero si uno es profesor tiene tragaderas amplias y ha de estar acostumbrado a ingerir bazofias varias sin que se le desarreglen las tripas ni las entrañas. Así que resumiré las cosas que saqué claras e intentaré transmitirlas a caballeros y damas que hoy han querido venir a esta acogedora sala. Y la ínclita consejera una novedad proclama: anuncia que, tras la LOE, que es –seré fino– una caca, la Junta de Andalucía una nueva ley prepara del proceso educativo (antes llamado “enseñanza”). Pero una ley andaluza, peculiar, distinta y varia, no como la que hay vigente actualmente en toda España. Una cosa más genuina, con toda la idiosincrasia y el arte de nuestra tierra que aquí a raudales se halla. Porque si los catalanes tienen su orgía endogámica, y los vascos se manejan con su RH y su raza, nosotros los andaluces no andaremos a la zaga. La LOE, que es una eme –o, por ser fino, una caca– para las gentes del Sur parece ser que no basta. Una nueva ley autóctona está haciendo mucha falta. Y así los orientadores harán sus gilipolladas no del modo centralista que se estilaba en España, sino a la forma andaluza, más folclórica y vernácula. Mientras está como está nuestra infeliz enseñanza, el partido que gobierna anda con estas chorradas. Llevan ya… ni sé los años gobernando los sociatas, en estas ocho provincias que hay aquí abajo del mapa, presumiendo de que ellos tratan bien a la enseñanza, y esto, amigos, a ojos vistas, se envilece y se degrada. Enseñar, se enseña menos; se enflaquecen los programas (que ahora se llaman “diseños curriculares de etapa”); la disciplina, no existe porque es una cosa facha; la seriedad académica no hay manera de lograrla: es el reino de lo lúdico, de la fiesta y la vagancia, del jolgorio jaranero y la infancia prolongada. Adolescentes peludos y adolescentas livianas (tal vez oliendo a chotuno en la temporada cálida) nos miran desafiantes, nos retan, se nos engallan, y si por mala cabeza intentas plantarles cara y les pones un suspenso o de la clase los largas, puede que venga su padre –“progenitor A” se llama– y te dé, si te descuidas, un par de leches bien dadas. Una enseñanza vacía, una cultureta escasa, una instrucción cicatera y una formación precaria fomenta la Consejera, en la línea Rubalcábica de la escuela de Marchesi y la pedagogicancia. La LOGSE sigue vigente, la LOCE está derogada (que aunque era una cosa tímida no parecía muy mala) y la LOE que ha aprobado esa ministra cesada vuelve a ser más de lo mismo, y otra vez a las andadas. Yo, queridos compañeros, no tengo mucha esperanza –para qué voy a engañaros– en esta Junta chaviana, y en Rodríguez Zapatero… pues, en fin, no digo nada… Mi opinión en este asunto es la que dejó bien clara un insigne intelectual precisamente de Málaga, al que tanto le debemos los que amamos la enseñanza: el nunca bien ponderado Chiquito de la Calzada: “¡Está la cosa mu mar! ¿Te da cuén, fistro de Cándida?” Está la cosa muy mal, eso no se nos escapa, pero aquí no hay que rendirse, no hay que abatirse, qué cáscaras: tenemos que ser valientes y plantarles siempre cara a los múltiples retoños de la estupidez logsaica: a directores sumisos, a asesores de chorradas, a sindicalistas momios, a orientadores de ganga, a trepas multicolores y jetas de la mangancia. Ante todo, no callarnos, que la razón es sobrada, que la verdad nos asiste y ya está bien de guardárnosla. Poseemos, todavía, la fuerza de la palabra. Y de palabras cabales, lúcidas, justas y sabias esta hecha esta revista que hoy a todos nos reclama. Ya no digo más: leedla. ¡Larga vida a “La Vía Apia”! Fray Josepho