Comentario de texto A su juicio personal, don Ricardo, ¿quién o quiénes estuvieron en el complot? Muñiz no respondió enseguida. Reflexionó otra vez, con el puro entre los dedos. Luego, midiendo sus palabras, dijo: -Quizás no lo sepamos nunca. Mi opinión personal es que hubo una confabulación de varios intereses. Prim tenía muchos enemigos. Estoy convencido de la implicación de Montpensier, eso sí. Era su obsesión ser rey de España, llevaba años conspirando, sobornando a la gente y haciéndose con el control de periódicos. lncluso me parece posible que estuviera detrás de El Combate, por raro que pudiera parecer a primera vista, para provocar a los militares, para contribuir al malestar general. Tenía agentes en todas partes. No le perdonaba a Prim el no haberle nombrado rey, a dedo, una vez derrocada Isabel. Aquello le creó seguramente un rencor que no haría sino ir creciendo con los meses. Quizás calculaba que, si desaparecía don Juan antes de la llegada Amadeo, todavía le quedaba la posibilidad de salirse con la suya. Lo unido que le interesaba, repito, era ser Antonio María I de España. Creo que era capaz de casi todo para conseguirlo. -¿Y el general Serrano?- preguntó Boyd, recordando lo que le habían dicho los Machado acerca de los montpensieristas sevillanos, que le culpaban unánimemente del asesinato-. ¿Pudo tener algo que ver? -Es posible, se ha hablado mucho de su complicidad. La llegada de Anadeo suponía para él no solo perder enseguida el puesto privilegiado que ocupaba como regente (es decir, prácticamente, como jefe de Estado), sino ver a Prim más encumbrado que nunca. Porque, qué duda cabe, Prim iba a ser el hombre fuerte de la nueva monarquía, que era su creación. Iba a ser, con toda seguridad, presidente del gobierno y consejero áulico, digamos, del rey, lo cual habría sido intolerable para Serrano, que es un hombre tan ambicioso como Montpensier. No olvidemos que como triunfador Alcolea, se consideraba preeminente. No, no se puede descartar su complicidad, y yo no lo hago. Además no sé si le han dicho lo de la viuda... -¿De la viuda de Prim? -Sí. Lo primero que hizo Amadeo al llegar a Madrid fue ir a la basílica Atocha, como me imagino sabe, y rezar delante del cadáver del general. Luego visitó a la viuda en el ministerio y le prometió que encontrarían a los culpables. Y ella le respondió: “Pues no tendrá vuestra merced más que buscar a su alrededor”. ¡Y Serrano estaba allí! Es tremendo, ¿no? Además, según me han dicho, Prim le había asegurado a su mujer, así como a otros, que los culpables no eran los republicanos. Gibson, Ian. La berlina de Prim. Editorial Planeta 2012 Madrid. La Flaca junio de 1870