Caperucita la astronauta Por Taylor Smith Caperucita era la piloto más nueva de La Academia Intergalactica. Ella solamente tenía 18 años pero ya tenía su primera misión para la Fuerza Intergalactica. Ella iba a volar en una nave espacial, sola, para llevar ayuda y enseres a una colonia de ancianos. Esta misión era muy especial para Caperucita porque la líder de la colonia era su abuela, y su abuela estaba enferma. La nave tendría la medicina que ella necesitaba tanto. Era una gran misión para una joven como Caperucita y ella estaba determinada a llevarla a cabo sin problemas ni errores. La nave espacial se llamaba “La cesta” y era de un tipo nuevo de naves espaciales. Estas naves habían sido creadas para viajar rápidamente a colonias más lejos de la Tierra. Caperucita y 'La cesta' harían su primer viaje juntas; la mejor piloto de La Academia y la nave más nueva y avanzada de la flota. Antes del viaje, el general tuvo una conversación con Caperucita. Le mandó que fuera cautelosa y para evitar a los piratas que no fuera a otros lugares. Caperucita lo escuchó pero no le prestó mucha atención. Caperucita se sentó en la silla de su cabina. Se puso su casco rojo, y empezó a volar. Muy pronto la Tierra estaba detrás de la nave, y la soledad del espacio estaba enfrente. Las estrellas brillaban en la oscuridad. “¿Donde está el peligro?”, Caperucita se preguntó en voz alta. De repente, los sensores detectaron algo extraño. Una nave negra y plateada apareció al lado de 'La cesta' y envió una llamada por el videófono. Un hombre velludo apareció en la pantalla. ‐Hola a ti y a tu linda nave. Me llamo Lobo. ‐Buenos dios, Señor Lobo. Soy piloto Caperucita de la Fuerza Intergálactica. ‐Dígame, piloto Caperucita, ¿por qué está usted tan lejos de la flota? ‐Tengo la misión de llevar enseres a la colonia de los ancianos. Mi abuela vive allí en una casita azul. ‐¡Pero qué valiente es usted que viaja sola! ¿Tiene usted miedo? ‐¡Cómo no! Perdóneme, es muy tarde, tengo que irme. ‐Nos vemos muy pronto, piloto. Con esto, la pantalla se apagó, la nave del Lobo dobló a la izquierda, y Caperucita quedó sola otra vez. Durante una noche oscura como carbón, Lobo llegó a la colonia en silencio. Cuando encontró la casita azul, se oyó un golpe en la puerta. ‐Soy un soldado, tengo los paquetes de su nieta. Abra la puerta, por favor. ‐¿De Caperucita? ¡Qué maravilla! La abuela abrió la puerta, y rápidamente Lobo la atacó. Le pegó en la cabeza, y ella cayo por el suelo, inmóvil. Lobo la arrastró hasta la cocina. Más tarde, Caperucita hizo aterrizar su nave en la pista. Los soldados de la colonia le ayudaron a descargar los bienes. Todos los habitantes estaban felices y agradecidos. El comisario les dio muchas gracias a Caperucita y a la Fuerza Intergalactica por sus esfuerzos. Con la medicina en mano, Caperucita fue a la casa de su abuela. Cuando llegó, la puerta ya estaba abierta. La abuela, más grande que la que Caperucita recordaba, estaba relajada en la cama y llevaba una capa y una máscara quirúrgica. ‐Ay, mi nieta, la flor de mi vida. Ven aquí, dame un abrazo. La abuela ahora tenía una voz muy baja. ‐¿Abuela, que pasó con tu voz? “Estoy enferma, mija. Tengo la gripe.” La abuela se señaló la garganta...con una mano enorme y velluda. ‐Abuela, ¿qué pasó con tu mano? De pronto, La abuela agarró a Caperucita por la garganta con su garra. “La mano es para matarte, si no me das la contraseña de tu nave. Nuestros piratas la necesitan.” Caperucita le pegó en la nariz y salió corriendo de la casa, gritando. Lobo, el pirata, aún con la capa y mascara quirúrgica, intentó huir de la casa. De repente, se oyo un sonido muy fuerte, y Lobo cayó por tierra, muerto. Caperucita se dio media vuelta para observar lo que pasaba. La abuela estaba en la puerta con una pistola de láser en su mano. Ella miraba el cuerpo de Lobo. ‐¡No vas a tocar a mi nieta otra vez! Caperucita y su abuela se abrazaron fuertemente. ‐¿Qué pasó, abuela mía? ¿Estás bien? ‐No soy tu abuela. Soy un holograma, una copia. Cuando tu abuela se despertó después del ataque, me activó. Ahora tu abuela está escondida debajo de la cama. Ella es muy inteligente, pero no tan fuerte. ¡No me digas! Vámos a saludarla. Caperucita y el holograma empezaron a caminar hacia la casita azul.