Los sistemas de producción actuales y futuros en la región

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Los sistemas de producción actuales y futuros en la región
pampeana: Una visión empresaria.*
Ing. Agr. M.Sc. Santiago Lorenzatti.
Gerente General en Grupo Romagnoli – Director de AC (Aapresid)
* Trabajo publicado en las Actas del Simposio de Fertilidad 2011, organizado por IPNI y Fertilizar.
- Introducción
La descripción y posterior proyección futura de la evolución de los sistemas de producción
agrícola en la región pampeana no es una tarea simple. Por lo tanto, el presente trabajo no
pretende ser un minucioso desmenuzamiento de los diferentes esquemas y modelos productivos,
sino por el contrario, mostrar los principales direccionadores (drivers) que rigen actualmente la
actividad. Del mismo modo, se intentará realizar una proyección futura focalizándose más en las
oportunidades que se pueden potenciar, que en la mera descripción de escenarios factibles.
- Marco teórico
El análisis de la dinámica real de los negocios desde una perspectiva teórica encuentra en la
economía neoclásica ortodoxa una serie de dificultades. Los supuestos de competencia perfecta,
elevado número de compradores y vendedores, productos homogéneos, información completa,
movilidad de factores y libertad de entrada no se presentan fácilmente en el mundo real de la
economía y los negocios. En contraposición a la visión neoclásica, el mundo de la economía real
o de los negocios es un mundo de competencia imperfecta, reducido numero de agentes
económicos, productos diferenciados, información incompleta, restricciones a la movilidad de los
factores y barreras al ingreso.
Coase (1988) propone, entonces, un abordaje al problema económico desde una serie de
disciplinas: la economía, el derecho, las ciencias políticas, la psicología social, y la antropología,
entre otras ciencias sociales. La nueva economía institucional es un marco teórico que contempla
esta diversidad. Es un vasto campo multidisciplinario y relativamente nuevo que incluye aspectos
de economía, historia, sociología, ciencias políticas, organización empresarial y derecho. En este
sentido, resulta práctico para describir y comprender el contexto en el cual se desarrollan los
agronegocios separarlos en tres ambientes: tecnológico, organizacional e institucional.
El ambiente institucional se define como un conjunto de reglas de conducta formales (leyes,
contratos, sistemas políticos, organizaciones, mercados, etc.) e informales (normas, tradiciones,
costumbres, sistema de valores, religiones, tendencias sociológicas, etc.) que facilitan la
coordinación o rigen las relaciones entre individuos o grupos (Kherallah y Kirsten, 2001);
brindando mayor certidumbre a la interacción humana (North, 1990). Es el conjunto de reglas,
escritas (formales) y no escritas (informales) que dan el marco dentro del cual el hombre actúa.
Las instituciones fueron creadas por el hombre para imponer un orden y reducir la incertidumbre
en las transacciones.
En consecuencia, y dado que existen oportunidades de diseño, cobra sentido el concepto de
“economía de primer orden”. El objeto de estas economías es la transparencia y vigencia de las
reglas de juego. A pesar de su importancia para la productividad de una economía el rediseño del
ambiente institucional es lento, del orden de décadas o siglos; aunque pueden ocurrir ventanas
temporales - como guerras, crisis financieras, o golpes de Estado - que permitan grandes cambios
drásticos.
Otro de los abordajes de análisis es el ambiente organizacional, donde el foco de estudio pasa a
la gobernancia de las relaciones contractuales. El fundamento de este abordaje radica en que si
bien la propiedad es importante, no se contempla un sistema jurídico de funcionamiento perfecto
para definir las leyes contractuales y asegurar el cumplimiento de los contratos.
En tal sentido, la unidad básica en una relación contractual es la transacción. La economía de
costos de transacción no solo suscribe a la idea de que la transacción es la unidad básica de
análisis, sino que la gobernancia es un esfuerzo por crear orden y así mitigar el conflicto y lograr
mutuos beneficios. Los costos de transacción son los costos ex ante de la negociación y las
distintas salvaguardas, y en mayor medida los costos ex post de mala adaptación y ajuste que
surgen en los desvíos de la ejecución de un contrato como resultado de las omisiones, errores y
perturbaciones no anticipadas. En términos globales, son los costos de funcionamiento del sistema
económico. Lo interesante es que las estructuras de gobernancia son susceptibles de diseño;
definiendo como “economía de segundo orden” al logro de estructuras de gobernancia correctas.
En el ambiente tecnológico el objetivo es mejorar la productividad y la calidad; dando lugar a las
“economías de tercer orden”. Estas economías son de tipo marginalistas, surgen de reducir los
costos de transformación, incrementar la productividad, y también la mejora continua que incluye
los aumentos de calidad y diferenciación. Se refiere a la reducción de los costos fijos y variables.
Es decir, que recién en este nivel de análisis – y una vez considerado los niveles anteriores - se
toma a la economía neoclásica como la principal herramienta para analizar la realidad.
La Nueva Economía Institucional deja abierta la posibilidad del diseño tecnológico,
organizacional o institucional. Es decir, que el hombre con su racionalidad limitada y su
oportunismo, como rasgos característicos, es capaz de analizar al menos parte de la información
de su entorno para diseñar y gobernar los ambientes tecnológicos, organización e institucional. Y
ese precisamente es el orden creciente de complejidad que tendrán los distintos ambientes o
entornos para ser modificados e intervenidos por el hombre para la gestión del negocio.
Como conclusión y adaptando estos conceptos al mundo real de los negocios se puede afirmar que
el principal problema de la economía es la adaptación (Hayek, 1945). En economías turbulentas y
en escenario de negocios inciertos la adaptación resulta un tema clave. En definitiva, la
adaptación a los cambios se resuelve a partir de diseños institucionales, organizacionales y
tecnológicos, alineados con la estructura de gobernancia y la estrategia de negocios, con el foco
en el acceso al mercado y a las preferencias de los clientes (Ordoñez, 2003).
- Los sistemas de producción agrícolas y las instituciones (tendencias globales)
Hay dos características de la sociedad actual que definen y enmarcan el contexto actual, con gran
impacto en los agronegocios: la globalización y el hecho transitar por la sociedad de la
información. En la práctica, se entiende por globalización al proceso y momento en los cuales
todas las economías del mundo y las culturas de todos los países han entrado en un estado de
interacción y de interdependencia, de permeabilidad e influencia recíproca, de apertura y no de
aislamiento, autarquía o autosuficiencia (di Castri, 2002). El fenómeno de la globalización actual
con su enfoque multilocal (Ordoñez, 2002) ha producido importantes cambios de paradigma en el
ámbito institucional, organizacional, tecnológico y comercial, impactando fuertemente en negocio
los alimentos en general. El impacto es muy notorio en el consumo; pero también lo es en la
restauración, distribución, en la industria de alimentos y en el campo (Ordoñez, 2002).
La realidad de los negocios agroalimentarios globalizados hace que lo único permanente sea la
situación de fuerte cambio en el entorno. Al respecto varios autores señalan la presencia de
grandes perturbaciones al sistema agroalimentario mundial en los últimos 20 años.
- La volatilidad del ingreso de la agricultura, que afronta tanto riesgos climáticos como de
mercado.
- La existencia de grandes bloques económicos que influyen sobre los sistemas alimentarios
que atraviesan distintos y cambiantes ambientes institucionales.
- La innovación tecnológica, principalmente la biotecnología.
- La concentración económica y el consecuente desarrollo de fuertes polos de poder de
mercado a lo largo del sistema.
- Los cambios en la vida cotidiana, en los hábitos de los consumidores y las crecientes
exigencias en seguridad y salubridad alimentaria.
- La intervención del Estado con medidas proteccionistas, ya sea de acceso a mercado, de
distintos subsidios a la producción y a la exportación, que perturban el libre comercio global.
- Las crecientes regulaciones para proteger el medio ambiente y el derecho de los
consumidores.
- La creciente tendencia a la individualización del consumo masivo, el nuevo rol del
consumidor, la reversión de la cadena; y finalmente el impacto del super-mercadismo, con su
doble rol de transmisor de las exigencias del consumidor; y a la vez, orientador de la cadena de
valor. A tal punto, que la presión ejercida por el consumidor muchas veces se transforma en un
causal de manejo sustentable o no de un recurso natural; seguramente sin que él lo perciba.
En consecuencia, la interdependencia entre países y economías hace que un efecto en cualquiera
de ellos tendrá un impacto en el resto, efecto al que no es ajena la producción de alimentos.
A pesar de lo expuesto, la globalización es un fenómeno coyuntural, aunque sea muy prolongado.
Lo que es, por otra parte, esencialmente estructural es el advenimiento de la sociedad de la
información, aquella de los servicios y de los conocimientos, y de la organización por redes
(Castells, 1996).
La sociedad de la información – también llamada del conocimiento - es aquella en la que los
factores de producción tradicionales: capital, tierra, maquinaria y trabajo quedan minimizados en
su importancia económica, por la rápida irrupción en la sociedad de un conocimiento dinámico y
progresivo, que procede del desarrollo de las ciencias y las nuevas tecnologías y que se propaga
con rapidez gracias a la explosión de las comunicaciones (Palom Izquierdo, 2004).
Para tener éxito, una sociedad o país deberá estimular a la creación de empresas profesionales que
presten servicios altamente calificados, con visión de poder introducirlos en otros países, ya sea
por vecindad, pertenencia a la misma comunidad, idioma, o mercado global (Palom Izquierdo,
2004). Esta descentralización de los procesos de desarrollo está conducida cada vez más por
pequeñas y medianas empresas (di Castri, 2002), las generan nuevos puestos de trabajos. A este
fenómeno que también sucede en el agro argentino, se lo suele denominar el “Toyotismo en la
agricultura”, en referencia al proceso de achicamiento y tercerización de tareas no estratégicas que
realizan las empresas agropecuarias con sus empresas proveedoras; muchas de las cuales son
pymes propiedad de sus propios empleados (Grobocopatel, comunicación personal). Queda en
claro que el campo no es ajeno a este fenómeno, ya que “se está despoblando de jornaleros, para
dar paso a empleos muy selectos y de alta especialización” (Palom Izquierdo, 2004). Es lo que se
define como el “outsourcing de la agricultura”, proceso que se evidencia en la demanda creciente
de servicios profesionales y capacidad experto en las distintas actividades agronómicas y de
gestión empresarial; todo lo cual habilita a la profesionalización de la empresa, al permitir la
especialización de las actividades (Lorenzatti, 2004).
En la sociedad de la información el medio ambiente cobra vital importancia en los procesos de
desarrollo y – recíprocamente – la necesidad absoluta de un nivel de desarrollo satisfactorio para
poder alcanzar una conservación dinámica del medio ambiente, de los recursos naturales y de la
biodiversidad (di Castri, 2002). En este contexto, los procesos de producción –así como el
suministro de servicios o el manejo de recurso naturales y de la biodiversidad – son cada vez más
intensivos en ciencia, y por lo tanto en conocimiento (Chaparro, 2001).
A la tradicional visión del agro como productor casi excluyente de alimentos y fibras, y como
fuente de ingresos y empleo para el habitante del campo, se ha incorporado recientemente una
novedosa visión agro-eco-sistémica del sector rural; dentro de la cual se identifica al agroecosistema como proveedor de un conjunto ampliado de servicios que son esenciales para la
calidad de vida de una sociedad (Viglizzo, 2004 a). En este sentido, si la segunda mitad del siglo
XX ha sido señalada como la era de la biología, no debería sorprendernos que la primera mitad
del siglo XXI sea reconocida la era de la ecología, sin duda una de las ramas más robustas de la
biología moderna.
Este fenómeno se da en un contexto de demanda creciente de alimentos y energía en cantidad y
calidad. Al respecto, se prevé que en los próximos cincuenta años la población que hoy supera los
6.000 millones de personas aumente en un 50 por ciento; es decir, que hacia 2060 habría –para las
estimaciones más conservadoras – 9.000 millones de personas (Solbrig, 2001); en tanto que otras
estimaciones prevén una cifra de 11.000 mil millones (Izquierdo, 1998). El 90 por ciento de esta
explosión demográfica ocurrirá en los llamados países en vías de desarrollo de Asia, África y
América Latina y el Caribe, donde hoy habitan mas de 4.200 millones de personas (Izquierdo,
1998).
En consecuencia, se abre un nuevo interrogante: ¿cómo hará la especie humana para alimentar a
ese número de individuos sin seguir la tendencia de degradación de recursos experimentada hasta
el momento y que afecta negativamente al medio ambiente?
La importancia de la protección del medio ambiente es incuestionable, debido a que el futuro de
humanidad es incompatible con el modo actual de extracción de recursos y patrones de consumo
(sobre todo en los países más ricos); con lo que la problemática ambiental se torna
inevitablemente compleja, ya que además de estar compuesta por los medios físicos, biológicos,
sociales, culturales, existen fuertes componentes de intereses. Ha surgido un gerenciamiento
ecológico que entraña en sí mismo una contradicción insoluble al querer conciliar el consumo
actual, con la preservación de los recursos naturales (Viglizzo, 2004).
El ambiente cobra una importancia mayúscula en los procesos de desarrollo y de comercio
internacional, más allá de los mitos, dogmas y eslóganes que circulan entre ciertos ambientalistas
(di Castri, 2001). El consumidor pone énfasis en los aspectos de calidad, seguridad, transparencia
y certificación; expresando que dicho fenómeno es denominado por algunos autores como la
democracia de los consumidores, y por otros como la dictadura de los consumidores. Lo cierto es
que, a pesar de los inevitables aspectos irracionales, de las distintas percepciones y de las grandes
diferencias y preferencias culturales entre consumidores de los distintos continentes, son ellos que
están destinados a controlar el mercado más que los gobiernos y que los productores, son ellos el
blanco directo de un marketing que no puede sino ser diferenciado. La certificación de la calidad
ambiental de producción, se vuelve un requisito indispensable para el marketing de ciertos
productos industriales.
Resulta evidente que la demanda debe ser satisfecha a partir de una expansión de la oferta. Y al
realizarlo está el desafío de hacerlo sustentablemente desde el punto de vista ambiental. Este
desafío es el que tiene la Humanidad en su conjunto y la agricultura en particular. Producir más
alimentos es una necesidad ineludible, como así también lo es preservar la productividad de los
recursos naturales involucrados en el proceso, suelo, aire y agua.
- Los sistemas de producción agrícolas y las instituciones (tendencias locales)
Lo que sucede en el mundo tiene su correlato local. Sin embargo, es interesante destacar algunas
cuestiones particulares del ambiente institucional de nuestra sociedad. Una de las principales
características de nuestra economía es su carácter pendular. Sin entrar en tecnicismos, resulta
evidente que analizando los últimos 20 años de la historia argentina la economía tocó extremos.
De la desregulación y la apertura extrema, al intervencionismo, proteccionismo, las retenciones y
las tensiones campo/gobierno. Esta dualidad pendular en cortos tiempo no facilita la estabilidad
de las reglas de juego, para ninguna actividad económica incluidos los agronegocios.
Otro de los aspectos que hacen a la competitividad es el tener un marco legal acorde a la
tecnología reinante y vigente. En el caso del mejoramiento vegetal hay un atraso en el abordaje
del tema con un marco legal que sirvió en tiempos en que la biotecnología no había calado de
lleno en el mejoramiento vegetal. Sin embargo, actualmente el marco legal no está acorde a esta
nueva tecnología. Al respecto, según Teece (1986), los innovadores no siempre pueden captar el
rédito que deriva de la innovación. Los competidores o agentes que se encuentran en etapas
anteriores o posteriores en la cadena de abastecimiento pueden beneficiarse con la innovación
cuando los sistemas de asignación de propiedad son débiles o cuando poseen activos
complementarios. La asignación de propiedad es débil cuando la tecnología puede imitarse con
facilidad o bien cuando los sistemas de patentamiento no se ejecutan con suficiente vigor. En el
negocio de la biotecnología y las semillas existe una materia pendiente; que ya está poniendo al
agro argentino en una posición desventajosa en términos de competitividad.
Finalmente, hay un factor cultural en la sociedad argentina, que también se refleja en los
agronegocios y que atenta a la competitividad sistémica. Tiene que ver con una débil cultura del
cumplimiento tributario. Si bien es cierto que la presión tributaria es muy alta y hasta excesiva,
también lo es que existe una ingeniería de la evasión en muchas empresas. Esta tensión lleva a un
resultado de suma cero o suma negativa, dónde se perjudica principalmente aquel actor que
cumple o intenta cumplir con la legalidad impositiva. Ya que por un lado se siente atado a la alta
presión impositiva, y por otro, está en desventaja respecto a sus competidores evasores. Revertir
esta tendencia también es parte de los desafíos institucionales que la sociedad debe asumir.
- Los sistemas de producción agrícolas y sus relaciones
En el mundo real de los negocios, y específicamente en el de los agronegocios - una de las formas
frecuentes de organización es la organización en red. Al respecto, Alvarado Ledesma (2004)
citando a Robert Reich afirma que “la estructura de una empresa de alto valor se asemeja a una
telaraña”. Y agrega, “en torno a la red, se encuentran los proveedores de elementos estándar
contratados para prestar un servicio específico durante un cierto tiempo y por un precio
determinado”. En el caso de los agronegocios, y específicamente, haciendo alusión al sector
agropecuario argentino, Víctor Trucco (comunicación personal) sostiene que las redes
empresariales, que se constituyen entre tenedores de la tierra, prestadores de servicios
profesionales, arrendatarios y una serie de PyMES1 de servicios de siembra pulverización y
cosecha, coordinados horizontal y verticalmente, se constituyen en parte de la clave de la
competitividad actual del campo argentino. Resulta evidente que los agronegocios en Argentina
han evolucionado hacia formas cada vez más reticulares; dónde la figura tradicional del productor
– aquel con su tierra y maquinaria en propiedad, y que se autogestionaba desde los aspectos
técnicos a los comerciales – fue cediendo espacio a diferentes actores que comenzaron a
1
PyMES: Pequeñas y medianas empresas
desarrollar cada una de esas actividades con la más variada gama de contratos, siendo una nueva
forma de coordinación vertical.
La empresa agropecuaria ya no es, necesariamente, una actividad individual o familiar, sino que
se ha transformado en una actividad segmentada y especializada de acuerdo a la diversidad de
necesidades y funciones que la producción requiere. La utilización de conocimientos por unidad
de superficie productiva ha crecido marcadamente en los últimos años; generándose una demanda
creciente de servicios profesionales y capacidad experto en las distintas actividades de gestión e
implementación agronómica y empresarial (Lorenzatti, 2004). Tercerización de servicios, redes de
contratos, equipos interdisciplinarios, gestión de calidad, management, outsourcing, son palabras
cada vez más frecuentes en la nueva sociedad rural del conocimiento (Lorenzatti, 2004).
La propiedad de la tierra ya no constituye un requisito ineludible para producir. La actividad
agropecuaria actual está caracterizada por la presencia de redes de miles de empresas productoras
y de servicios; pequeñas y medianas, distribuidas por el interior del país (Trucco, comunicación
personal). El 75% de la agricultura argentina es realizada por productores cuyo eje competitivo no
es la propiedad de la tierra, sino la coordinación de una red de contratos; lo que incluye también
otros servicios conexos de distinto grado de "centralidad" (Ordoñez, 2002).
Este arreglo reticular de la producción agrícola explica en parte la competividad del sector. Sin
embargo, hay un costo muchas veces no considerado, y que tiene que ver con aquellas personas o
empresas que no logran adaptarse, ya sea por no ser consientes del cambio o por tener algún tipo
de restricción. Este costo, debe ser abordado y solucionado, y una vez más el rol del Estado
resulta clave y necesario en este sentido.
- Los sistemas de producción agrícolas y la tecnología
Si hay un entorno en el cual el agro argentino es competitivo es el tecnológico. Existe evidencia
real, concreta y tangible que el productor argentino es un rápido adoptante de tecnologías que
potencien su negocio, ya sea por disminución de costos, aumento de la renta a pesar de tener que
asumir una mayor inversión, o por disminución del riesgo. La adopción de variedades
transgénicas, la difusión de la siembra directa, el uso de fertilizantes y fitosanitarios, y la inclusión
de la tecnología digital en maquinarias, son algunos ejemplos que ratifican esta tendencia (gráfico
1).
Introducción y adopción de tecnologías en la agricultura
pampeana durante el período 1980-2000.
100
Adopción de
variedades
transgénicas
Área sembrada (%)
80
Uso de
agroquímicos
60
Siembra
directa
40
20
Agricultura
de precisión
0
1980
1985
1990
1995
2000
Fuente: Viglizzo (2006); adaptado de Satorre (2005)
Ello se apoya en un sólido esquema tecnológico de generación y difusión de conocimientos y
tecnologías aplicadas en el sector agrícola, de la mano de organismos públicos (con INTA y
Universidades como principales exponentes), junto organismos privados (Aapresid, Aacrea, IPNI,
asociaciones de cadena y empresas proveedoras de insumos y servicios, entre otros).
Si bien se podría profundizar en la caracterización del ambiente tecnológico, no es el objetivo de
este trabajo. Simplemente afirmar, que si bien existen los conocimientos y las tecnologías muchas
veces los entornos organizacional y principalmente institucional imponen restricciones a la
incorporación de toda la tecnología y conocimiento disponible. En consecuencia, muchos de los
planteos agrícolas actuales no son sustentables ambientalmente (a nivel predial); no por falta de
conocimiento y herramientas sino por restricciones impuestas por elementos de los otros
ambientes (organizacional e institucional). Este aspecto toma mayor trascendencia e impacto
cuando el análisis es a nivel ecorregión. Si bien hay algunos ejemplos de ordenamientos
territoriales a nivel provincial, no termina de definirse un ordenamiento territorial de basamento
científico nacional que ponga cierto grado de racionalidad científica a la asignación de ambientes
a diferentes usos. Acá es crucial la intervención racional del Estado, posibilitando un proceso de
ordenamiento profesional con fuerte apoyo en el ciencia, y no en conjeturas o pareceres sin
verdadero sustento ecológico.
Otro de los ejes del ambiente tecnológico es la gestión de calidad; aspecto relativamente nuevo
en agro argentino. La calidad no es más que conocimiento aplicado a productos, procesos y/o
servicios focalizado en las preferencias de los clientes. La calidad vista como la acción de entes
aislados sólo logra resolver o disminuir las des-economías de tercer orden. Es decir, mejorar la
productividad de la empresa por mejora en la eficiencia, aumento de la productividad y el entrar
en un ciclo de mejora continua. Esta sola arista es motivo suficiente para que una empresa
individual adopte sistemas de gestión de calidad.
Sin embargo, existe un concepto más amplio de calidad y que “es el deseo del cliente hecho
realidad en los procesos, los productos y los servicios” (Ordoñez, 2002). Vista en esta perspectiva
más amplia la mejora en calidad apunta al aumento de la productividad sistémica de primer orden,
atravesando los entornos no sólo tecnológico, sino también el organizacional y el institucional.
Los sistemas de aseguramiento de origen, identidad preservada, inocuidad, salubridad y calidad
comercial en sentido amplio se constituyen, cuando son eficaces y eficientes, en la clave de la
reducción de los costos de transacción y de los aumentos de productividad sistémica.
La producción industrial y de servicios pueden considerarse como los sectores económico
pioneros en la aplicación de normas y protocolos, debido fundamentalmente a las exigencias de
un mercado internacional que primero, trató de unificar criterios de calidad y luego lo relacionó
con el desarrollo sustentable (Viglizzo, 2004). Así surgieron cuerpos de estándares, normas y
protocolos de gestión cuyo enfoque se centró en aspectos de seguridad y salud laboral, y a la
gestión ética de negocios como parte de la responsabilidad social que tiene cada empresa. El
sector primario agropecuario, sin embargo, parecía ajeno a todo este tipo de exigencias, pero la
tendencia se revirtió. Viglizzo (2004) cita entre otras causas de este fenómeno: la globalización de
los mercados internacionales, los problemas de inocuidad en los alimentos, las altas cargas en el
uso de agroquímicos y fertilizantes (sobre todo en los países europeos), la deforestación, los
graves problemas de erosión y las demandas de los consumidores para que los alimentos cumplan
con normas de calidad y seguridad. En los últimos años han surgido esquemas de certificación de
productos y procesos relacionados a los agronegocios alimentarios.
Sin embargo, resulta útil separar el análisis en los dos grandes grupos estratégicos: los
commodities y las especialidades. En la agricultura pampeana los commodities son el pilar
fundamental de la economía. Son productos de un alto nivel de indiferenciación, ya que se trata de
bienes estándar, donde el comprador busca básicamente el mejor precio – bajo el supuesto de una
continua disponibilidad de productos y servicios de calidad y características homogéneas. Los
mecanismos de gobernancia están principalmente ligados al mercado, si bien en muchos casos se
observan mecanismos de gobernancia relacionados con la integración vertical plena (Ordoñez,
2002). El objeto de los agronegocios de commodities es la seguridad alimentaria y la estrategia de
negocios es de "bajo costo". Las claves para competir son la creciente economía de escala y el
aumento de la productividad para lo cual, el énfasis debe estar puesto en él "cómo hacer" (knowhow) y en las tecnologías de proceso.
A pesar de ello, la tendencia creciente que define la reingeniería de los agronegocios de
commodities es la des-comoditización, es decir, o se transforman en especialidades, o se
redefinen como "commodities a medida" (Ordoñez, 2002). Dicho en otros términos, los
agronegocios de commodities procuran diferenciarse y acercarse a una especialidad. La
reingeniería de los agronegocios utilizará dos herramientas para comunicar la diferenciación en un
commodity: la propiedad intelectual y los sistemas de aseguramiento y certificación de la calidad.
Si bien ambas herramientas valorizan al proceso de agronegocios, solo la propiedad intelectual lo
protege.
Si se considera el caso de la producción agrícola de commodities en Argentina se encuentran
diferencias favorables respecto a países del hemisferio norte - principalmente Estado Unidos y los
países de Europa- debido al menor uso de de agroquímicos y fertilizantes por unidad de
superficie; y la implementación de siembra directa, lo cual puede tomarse como un punto de
partida para posicionar a la agricultura argentina como de menor impacto ambiental. Estas
diferencias, sumadas a una estrategia comercial que puede mejorar la competitividad en los
mercados externos y que permita diferenciar productores que hacen una buena o mala gestión del
ambiente, colocan a la certificación de establecimientos agropecuarios como clave de un
incipiente pero creciente mercado ambiental (Viglizzo, 2004). En esta línea, desde 2008 existe en
Argentina, Agricultura Certificada.
Agricultura Certificada (AC) es la denominación que Aapresid eligió para su nuevo desafío: el
de difundir y propiciar la utilización de un sistema de gestión de calidad específico para esquemas
de producción en siembra directa. La implementación de un sistema de gestión de calidad
ambiental y productivo implica no sólo realizar una agricultura precisa, rentable y sustentable –
como muchos productores ya vienen realizando- sino también describir y monitorear las acciones
y conductas productivas de manera de poder demostrar que se va por el buen camino. La meta
final es alinear los objetivos, muchas veces contrapuestos, de producir más y simultáneamente
conservar - o incluso mejorar- el ambiente.
La AC consta de dos elementos constitutivos básicos: un manual de Buenas Prácticas Agrícolas
(BPAs); y el uso, medición y registro de indicadores de gestión ambiental, con foco en el recurso
suelo. Aapresid es el actor que mantenga vigente y actualizado el protocolo de BPAs y la
medición de indicadores, tomando de la ciencia los avances que ocurran en este sentido y que
sean aplicables a campo. Sin embargo, Aapresid no certifica que tal o cual productor cumplan con
los requisitos de AC; sino que esa tarea es desarrollada por una tercera parte (entidad
certificadora), lo cual le da credibilidad y transparencia al sistema.
La implementación de AC por parte del productor agropecuario, le permite acceder a mejores
herramientas para una gestión agronómica profesional; a través del registro ordenado de
información y el análisis de indicadores de calidad edáfica y de eficiencia. Este es el verdadero y
genuino aporte para la empresa que lo adopte. El de tener una herramienta que permita aumentar
la eficiencia de los sistemas productivos; habilitando a un camino de mejora continua, con
reducción de costos y mejora de la rentabilidad.
Eso no quita que en simultáneo, al tener un proceso descripto, monitoreado y certificado el
productor pueda mostrar al resto de la sociedad como son los procesos de producción de
alimentos y su impacto sobre el ambiente. Se crea así la oportunidad de capturar el valor de la
externalidad positiva que la AC ejerce sobre el mismo. Este segundo escalón de agregado de valor
sólo será viable en la medida que se cuente con una masa crítica de productores y hectáreas bajo
AC.
Conclusiones
La humanidad enfrenta actualmente un dilema entre producción y sustentabilidad de difícil
resolución. Por un lado, la demanda de alimentos continuará creciendo, ya que se prevé que en los
próximos cincuenta años la población que hoy supera los 6.000 millones de personas llegue a
valores entre 9.000 millones y 11.000 millones de habitantes. Por otro lado, la importancia de
preservar el medioambiente es prioritaria; es más, actualmente se exige que las actividades
humanas cumplan con el paradigma de las “4E” - “Economy, Ethics, Environment, and Energy”
(economía, ética, ambiente y energía). En consecuencia, la agricultura tiene el crucial desafío de
producir alimentos de manera creciente y el hacerlo minimizando su impacto ambiental.
Frente al conjunto de perturbaciones, la clave esta en la adaptación activa. La adaptación activa no
es otra cosa que la innovación o mejor aun la construcción de ventajas competitivas en sentido
amplio. En este contexto, la innovación debe ser entendida en sentido amplío, atravesando los
entornos institucional, organizacional y tecnológico (Ordoñez, 2002).
El cambio institucional - que incluye el cambio de leyes, normas y cultura – habilita a que el
resto del proceso innovativo ocurra; debiendo el ambiente institucional adaptarse para dar el
marco a la nueva realidad de negocios. La innovación organizacional es la gestión y coordinación
de los procesos dentro de las organizaciones (públicas y privadas) y entre las mismas que
habilitan la incorporación de las innovaciones tecnológicas (Ordoñez, 2002). La innovación
organizacional va más allá de cada organización y apunta a rediseñar y optimizar las relaciones y
las transacciones en la red de los jugadores de los agronegocios. La innovación tecnológica
implica aplicar los resultados del sistema científico tecnológico para innovar en procesos y
productos, poniéndo el foco en la reducción de costos de procesos para aumentar la productividad
y en la mejora continua para aumentar la calidad del producto o proceso.
En este sentido, algunos puntos para el rediseño en el agro argentino que apunten a generar
competitividad pueden ser:
-
-
-
-
-
-
Mantener un liderazgo tecnológico, apuntando no solo a la optimización de la
productividad y la renta; sino también a la sustentabilidad ambiental, que en definitiva es
la llave para la rentabilidad económica futura. Ello puede lograrse incorporando el
concepto de Buenas Prácticas Agrícolas; o mejor dicho como muchos ya las llaman
Mejores Prácticas Agrícolas.
Estimular a la realización de un proceso de ordenamiento territorial con fuerte apoyo y
respaldo científico en lo que a ecología respecta, liderado por un Estado con alto grado de
profesionalismo en la materia.
Gerenciar a las empresas agrícolas bajo sistemas de gestión de calidad que apunten a
mejorar la eficiencia y la efectividad de los procesos en un marco de mejorar continua.
Agricultura Certificada se vislumbra como una oportunidad en este sentido.
Optimizar la organización en red en las relaciones entre los actores, diseñando estrategias
para dar oportunidad de reinserción a aquellos actores que no se adapten, tarea ineludible
del Estado.
Generar un marco de reglas de juego claras y con cierta previsibilidad para que los actores
económicos puedan diseñar sus estrategias competitivas. En este sentido, es crucial
generar un marco legal en materia de mejoramiento vegetal y comercialización de semillas
que estimule a seguir investigando e innovando.
Buscar alternativas para diseñar e implementar un esquema tributario acorde a una
estrategia de desarrollo de país, a la vez que la sociedad debe comprender la necesidad de
cumplir con sus obligaciones fiscales.
Todo ello enmarcado en una estrategia común de desarrollo integral de la Nación, aprovechando
la oportunidad que el mundo brinda, a través de una demanda sostenida de muchos de los bienes y
servicios en los cuales Argentina cuenta con ventajas comparativas y algunas competitivas
construidas. El desafío es seguir por el camino de construcción de ventajas competitivas a partir
una innovación sistémica que atraviese los entornos tecnológico, organizacional e institucional.
Bibliografía
Alvarado Ledesma, M. Agronegocios: empresa y emprendimientos. 1° ed. El Ateneo. Buenos
Aires. 2004.
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