LÁZARO MIRANDA (LAZ) TOMY GORKALIMOTXO LATUFF DAVID Por Miguel Brieva Alfredo Aparicio: un poeta para el olvido ¿Gran poeta o imbécil? ¿Figura clave de su generación o simple adorno? Todavía hoy, la figura de Alfredo Aparicio, el ‘poeta de un solo poema’, sigue generando polémica. ALFREDO APARICIO, AL FONDO. ¿ Quién fue verdaderamente Alfredo Aparicio, también conocido en los círculos literarios como el ‘poeta de un solo poema’? Poco sabemos de él; su discreto tránsito por la vida apenas deja más que un débil trazo de documentos oficiales que, si bien dan constancia de su fecha de nacimiento, ocupación, lugar de residencia, etc., no desvelan ni una sola partícula de su impenetrable mundo interior. Sabemos que nace en Don Benito, un pueblo de la provincia de Badajoz, en el año 1929; que su corta edad le exime de participar activamente en la Guerra Civil; que a los 17 años de edad marcha para la capital, Madrid, en donde entra a trabajar en un almacén de material electrónico por recomendación de un tío suyo; que de ahí en adelante habitará en el número 17 de la céntrica calle Cabeza, en un minúsculo cuartito arrendado; que de alguna manera formó parte del mundo artístico madrileño de la época, de la bohemia y las tertulias de café, y que finalmente muere en 1979, a la edad de 50 años, sin haber publicado ni una sola línea, ni un solo verso. Hasta ahí llega la crónica oficial, pero, ¿qué hay de ese hombre del que el mismísimo Hemingway dijese: “... o es un genio o es el mayor imbécil de esta segunda mitad de siglo...”? ¿Qué excelencia lírica parece asomar tras esa trama de persistente mediocridad vital? Alfredo Aparicio jamás fue en vida ni tan siquiera reconocido como poeta por sus correligionarios de la pluma. Tampoco lo es ahora, más de 20 años después de su muerte y, sin embargo, ¿qué secretas artes EL MANUSCRITO. A pesar de todo lo que se ha escrito sobre Aparicio, él apenas escribió ocho líneas. hicieron que muchos otros, tiempo después, rememorasen su persona y su obra con inusitada insistencia? Camilo José Cela, frecuentador de cafés, cuenta: “una vez le pedí un café... ¡y me lo trajo! Menudo tipejo... a menudo le confundía con el camarero...”. El dramaturgo Antonio Buero Vallejo lo recuerda así en sus memorias: “Y después estaba ese hombre, Alfredo Aparicio era su nombre, que deambulaba entre mesa y mesa, sin sentarse; apenas hablaba. En ocasio- nes, cuando se sentía en cierta intimidad con alguien, sacaba del bolsillo un papel arrugado y le mostraba un poemilla que siempre andaba escribiendo y rescribiendo, unos versitos humorísticos, creo recordar, pero que él se tomaba muy en serio. Por esto mismo, allí se le llamaba el ‘mono-poeta’ o ‘el poeta de un solo poema’. Jamás se le oyó recitar cosa alguna, más que aquello. ¡Qué extraño personaje! En el fondo le teníamos aprecio, como a una pieza más del mobiliario...”. He aquí el enigma de la creación poética de Alfredo Aparicio: ¿por qué escribió solamente un poema?, ¿por qué consagró todos sus esfuerzos a la confección de esos ochos versos que hizo y rehizo millones de veces?, ¿podemos considerar siquiera acabado el poema?, ¿qué secreto encierran esas 28 palabras? ¿es en verdad lícito considerarle como un poeta cuando tan sólo escribió ocho líneas? En todo caso, frente a aquellos que únicamente supieron ver un infantil y simplón chascarrillo en sus poemas, otros apreciaron, sin sufrir las distorsiones prejuiciosas de haber conocido personalmente al autor, cualidades poéticas de muy distinto signo. Así, durante el exilio, al serle recitado de memoria el poema de Alfredo Aparicio con afán de mofa, Ramón Gómez de la Serna exclamó solemnemente: “¡He aquí el espíritu de la vanguardia! ¡En estos modestos versos se encierra el espíritu del hombre moderno! ¡Y éstos son ya dos espíritus!”. De modo parecido reaccionó Borges cuando, durante una estancia en Madrid, le fue narrada en clave anecdótica la historia de ‘el poeta de un solo poema’. Como reputado coleccionista de vidas extravagantes, el escritor argentino se mostró visiblemente conmovido por el relato y apuntó acerca del poema: “tal vez aún no estemos preparados para valorar la magnitud poética de estos versos, que sin duda es extraordinaria...”. ¿Quién fue realmente Alfredo Aparicio?, ¿un poeta estéril, un iluminado, un creador entregado hasta el fin, un místico, o tan sólo un pobre y triste loco? Sea cual sea la respuesta, es un secreto que se llevó a la tumba. MUTIS OBRAS COMPLETAS DE A. APARICIO En Don Benito hay dos rotondas, una circular y otra redonda. * * * En Don Benito hay un bar de carretera; allí bebe una mujer que a la muerte espera.