2008- “Es imposible no comunicar, lo posible es no comprender

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Es imposible no comunicar,
Lo posible es no comprender:
una nota para la comunicología general
Carmen Castillo Rocha
La comunicación modifica al tiempo social,
es una figura metabólica del movimiento,
del cambio,
de la mutación,
es una forma del tiempo.
Jesús Galindo
Resumen
El siguiente texto es un ensayo posmoderno que pretende provocar
alguna reflexión en torno al papel que juega la comprensión en la
comunicación humana. La primera parte ejemplifica la necesidad
humana de dar significado a lo que quizá no tendría por qué tenerlo. La
segunda parte comenta la propuesta del Grupo hacia una
Comunicología Posible (Gucom) para dar estructura a la naciente
comunicología a partir de un constructo que integra cuatro categorías de
primer orden: expresión, difusión, interacción y estructuración. En la
tercera parte, con apoyo en las reflexiones de Dilthey, se describe
someramente el papel y el proceso de la comprensión en las relaciones
humanas. El trabajo concluye sugiriendo que la “comprensión” debe
incorporarse como categoría de análisis en el constructo teórico
propuesto por Gucom para la comunicología general.
Primera escena:
El antropólogo en busca de sentido
En el prólogo a la segunda edición del libro Verdad y Método I Gadamer hace
explícita su crítica a la teoría histórica de Droysen, Dilthey, y a la suya propia
cuando manifiesta su intención de mostrar que la hermenéutica ha inducido a
leer la historia como un libro, es decir, a creerla llena de sentido hasta sus
últimas letras, pero ¿por qué habría de tener sentido la historia o cualquier otra
cosa? De manera análoga, la gran oleada de investigaciones cualitativas
contemporáneas están dedicadas a otorgar sentido a los fenómenos sociales
que quizá no tendrían por qué tenerlos, que quizá han sido y son tan solo
ejercicios de memética, de replicación automática, de repetir porque “así es la
tradición”, ejercicios cuyo significado muchas veces ha sido otorgado
solamente a posteriori en un ejercicio de segundo orden, y que quizá quien
otorgó tal sentido ni siquiera fue el mismo replicador. Un ejemplo:
Había una vez un poblado que en el centro de su plaza tenía un gran
edificio del siglo XVII dedicado a “San Bernardino de Siena”. Año con año,
durante dos semanas, el pueblo celebraba –y celebra- suntuosamente la fiesta
de su santo patrono, pero la gente que lo celebra, la que asiste a las corridas
de toros en honor a Bernardino, la que asiste a la iglesia durante esas dos
semanas, la que desfila con los estandartes que rezan “fe”, “esperanza” y
“caridad” no sabe quién fue San Bernardino, ni por qué es ese y no otro, su
santo patrono, ni porque lo celebra en esas semanas y no en otras. A aquel
lugar llegó un día un peregrino, dígase un antropólogo1 quien pretendió
infiltrarse entre los habitantes del lugar para estudiar aquello que le resultaba
extraño. Así, observó la costumbre del lugar, la investigó, interpretó el
fenómeno, lo comprendió, lo reportó, y luego –siguiendo la enseñanza de sus
maestros- se le ocurrió que debía devolver el resultado de su trabajo a la
comunidad. Entonces la comunidad, representada por algunos de sus
miembros, perdió su ingenuidad relativa, y ahora “comprende” aquello que
hasta entonces había estado reproduciendo “sin sentido”. Con sus
herramientas de investigación cualitativa, el investigador encontró el significado
de la fiesta de San Bernardino de Siena, y todos felices.
Pareciera ser que este otorgar significado, sentido y a continuación
comprender, es una necesidad inherente a la intelectualidad humana. Esta
necesidad está relacionada con un ejercicio cognitivo y afectivo, dirán los
filósofos de la Hermenéutica (v. gr. Heidegger, Dilthey, Gadamer). La parte
cognitiva está relacionada con acomodar la información de una manera
coherente y comunicable, la parte afectiva con una actitud a favor del objeto.
Entre el antropólogo y la comunidad, se observa a fin de cuentas un flujo
comunicativo: una circunstancia –la fiesta- que genera información, un
observador –el antropólogo- que la recibe, la comprende, la transforma en un
texto, y la devuelve, probablemente cristalizada en documentos que son a su
vez información con algún destinatario. Hay entonces un ejercicio de
comunicación, materia prima de la comunicología, así que dejemos la primera
escena para virar a la comunicología mexicana.
Segunda escena:
En busca de la comunicología
La historia de la comunicología tiene menos de dos décadas, pero el fenómeno
de la comunicación trasciende a la temporalidad de las reflexiones al respecto,
y de manera contemporánea, el Grupo hacia una Comunicología Posible
(Gucom) se ha dado a la tarea trabajar en la construcción de la fundamentación
conceptual para la comunicología como un proyecto. Con base en una revisión
histórica de las aportaciones al campo y aquellos elementos de sentido común
basados en el concepto de comunicación, el grupo propone como una opción
para el desarrollo de esta nueva disciplina, una estructura basada en
dimensiones de primer y de segundo orden (Galindo, 2005, 2006).
Las cuatro dimensiones de primer orden citadas son: expresión,
difusión, interacción y estructuración. La de segundo orden es la observación.
Esta última percibe la estabilidad en las cuatro las dimensiones básicas, así
como su movimiento, su ruptura y transformación. Esta es inherente a todo
ejercicio científico, así que la dejaremos al margen para centrarnos en aquellas
que serían propias de la ciencia de la comunicación.
La dimensión de expresión alude a la percepción de las formas
expresadas en los sistemas de información y comunicación. Refiere a los
aspectos fijos, estables, y su análisis. El nivel de conocimiento para trabajar
esta dimensión refiere a un código de formas por ser descifrado. La dimensión
se asocia con la configuración de la información en sí misma.
La metáfora2 que personalmente me evoca esta dimensión es la de un
performace posmoderno… Imagina que entras al patio central de un antiguo
convento; las luces indican el camino de tu mirada, no hay sillas, te paras en
donde te sientes más cómodo, y luego, los actores comienzan a caminar
alrededor de ti… Observas una serie de cuadros estéticos que tienen que ver
con el teatro, la danza y otras cosas. Los artistas turnan su escenificación con
un video extraño, y se acompañan igual de música que de poesía. Todo ello
igual en armonía que en contradicción o en caos. Termina el performance y
sales del viejo convento con una sensación de confusión: ¿de qué se trató el
evento? ¿qué quisieron decir? ¿qué pasó ahí?.. ¡quien sabe! Todo aquello no
alcanzó a generar unicidad de significado en quienes lo observaron, no
obstante, puede ser descrito. Aquello pudo haber dejando una expresión de
confusión en el rostro de los asistentes y una sensación de in-comunicación
entre quienes son ajenos al mundo del arte. ¿Entendió el público el
performance? ¡no importa!, porque lo relevante para el artista fue el acto
creativo, y lo que el público haga con ello, ya no es su problema. El problema
de la dimensión expresiva de la comunicología a esto se parece, estriba en
descifrar los códigos que expone una creación por sí misma. La semiología –
dice Galindo- puede ser útil a esta tarea3.
La segunda dimensión a considerar es la difusión, que remite al ejercicio
de los medios de comunicación masiva y a la manera en que éstos han sido
estudiados. Es la dimensión de la información. Describe movimiento en un
solo sentido: el traslado de información de una entidad a otra “de una
configuración sistémica a otra configuración sistémica” (Galindo, 2006) y el
efecto de tal acción implica que un sistema de información incluya en su
organización a otro sistema de información. Las investigaciones en el campo
de la mediología han aportado valiosa información en la construcción de esta
dimensión y la memética –comenta Galindo- tiene también mucho que aportar
(también han servido a la construcción del conocimiento en este campo otras
tantas disciplinas sociales).
Pero lo que es verdaderamente comunicológico, dice Gucom implica no
sólo difusión sino interacción, así, la dimensión favorita del grupo parece ser
esta tercera. Rizo (s.f.) menciona que considerando como su centro a la
dimensión de interacción, la comunicación puede pensarse como el proceso
básico para la construcción de la vida en sociedad, el mecanismo activador del
diálogo y la convivencia entre sujetos sociales. La interacción comunicativa
sería entonces “la trama discursiva que permite la socialización del sujeto por
medio de sus actos dinámicos, su adaptación al entorno…” (Rizo, s.f.: ¶ 12).
Los trabajos en comunicación interpersonal son materia base para esta
dimensión, y el análisis se continúa a la mutua afectación de sistemas de
mayores dimensiones: familias, grupos, civilizaciones. La sociología
fenomenológica y la psicología social han brindado aportes valiosos a esta
dimensión. La cibernética y la sistémica se ofrecen como importantes
herramientas para analizar e intervenir en este tipo de relaciones.
Hasta aquí, estas tres dimensiones parecen contar una historia que se
despliega en el tiempo: la construcción de un objeto-mensaje (expresión), la
transmisión de aquello construido desde un sistema hacia otro (difusión), y la
reacción de este otro sistema a la información recibida (interacción). Hasta
aquí vemos movimiento, mutación, una forma de tiempo –diría Galindo-. En
cambio, la última dimensión considerada por Gucom pareciera querer fijar el
proceso para observarlo en su conjunto. Esta dimensión es la estructuración.
Para comprender la estructura que subyace a la comunicación no hay que fluir,
sino detenerse, y mirar desde arriba aquello que genera la permanencia,
continuidad. Las primeras tres categorías propuestas por el grupo, y la última,
parecen ser formas diferentes de mirar el fenómeno. Hasta aquí la segunda
escena.
Tercera escena.
Los niños en el zoológico
Dos padres con sus hijos pasean en el zoológico de Memphis, Tennessee. Se
acercan simultáneamente al corral de los ponis. Un güerito de dos años se
prende de la barandilla del corral, comienza a brincar, señala a los animales y
grita “¡ca-allo! ¡ca-allo!”. El niño al lado de aquel, un poco mayor, le responde
con determinación al otro niño “no! It’s a horse! El más pequeño voltea, lo
mira, pero regresa la vista a los ponis, los señala y con gran emoción grita aún
más fuerte “¡¡¡ca-allo!!! ¡¡¡ca-allo!!!” El niño mayor voltea a mirar a su padre, y
con gestos de gran enfado también levanta la voz: “Dady, it’s a horse!!! It’s a
horse!!!” Éste niño lo sabía muy bien: “It’s a horse!!!” y no otra cosa. Uno de
los padres percibe el conato de pleito y retira a su hijo del corral de los ponis.
Una cita:
La verdadera realidad de la comunicación humana consiste en que el
diálogo no impone opinión de uno contra otro ni agrega la opinión de uno
a la de otro a modo de suma. El diálogo transforma una y otra (…) La
coincidencia no es ya mi opinión ni la tuya, sino una interpretación
común del mundo, posibilita la solidaridad moral y social. Lo que es
justo y se considera tal reclama la coincidencia que se alcanza en la
comprensión recíproca de las personas. La opinión común se va
formando constantemente cuando hablan unos con otros y desemboca
en el silencio del consenso y de lo evidente. (Gadamer, 1970: 184185)4.
Comprender puede entenderse como un ejercicio cognitivo: entender,
alcanzar, penetrar. Implica también el encontrar justificados o naturales los
actos o sentimientos de otra persona (como no sucedió entre los pequeños en
el zoológico), pero en un nivel más filosófico, los estudiosos de la hermenéutica
han definido la comprensión como un requisito para la interpretación, en un
principio de textos, por extrapolación, de seres y grupos humanos.
La comprensión hermenéutica (verstehen) tiene cualidades añadidas al
ejercicio cognitivo, quizá la más relevante sea la actitud afectiva que acompaña
al ejercicio de conocimiento. Teniendo como objeto de conocimiento a las
producciones históricas, los filósofos de la hermenéutica –alemanes- explicaron
que para la interpretación de los textos antiguos, a más de considerar por si
mismo al objeto a comprender –el texto-, precisaba de un ejercicio subjetivo de
empatía, de un deseo de hacer propio aquello externo, extraño y lejano. La
comprensión, así entendida, sería una forma de conocer que a más de usar el
intelecto, precisa que se despliegue el afecto con relación al objeto a conocer.
Decíamos que el método hermenéutico paso de servir a la interpretación
de textos, a ser útil a otros objetos de conocimiento (a los que a veces se les
mira como textos), especialmente aquellos que tocan a lo que en América
llamamos “ciencias sociales”. Los alemanes, entre ellos quienes produjeron el
modelo hermenéutico, etiquetan de una manera diferente a este tipo de
ejercicios científicos. Ellos no hablan de “ciencias sociales”, usan una etiqueta
que traducida diría “ciencias del espíritu” (geisteswissenschaften). Más que
una diferencia de etiquetas podríamos pensar que a ello subyace una
diferencia de enfoques. No es lo mismo pretender conocer “lo social” (así de
neutro) que “el espíritu” (así de… ¿así de qué?). Dilthey, por ejemplo, escribía
que con relación a cualquier objeto, el interés es explicarlo, pero cuando se
trata seres humanos, el interés es –ó debía ser- comprenderlos.
Este autor identifica una diferencia importante entre el ejercicio científico
en la ciencias de la naturaleza cuyo proceso de conocimiento implica abstraer
de los fenómenos las leyes que los regulan y que les son comunes a todos los
eventos -digamos que la clave está en la acumulación de casos semejantes
para descubrir lo universal-, y el diferente quehacer de una disciplina como la
historia que se basa en el análisis de singularidades. Esto, en su perspectiva,
señala un ejercicio conceptual de naturaleza diferente, así, cuando se trata de
construir una serie de inferencias que van de lo particular a lo particular es
necesario hacer uso de la intuición, supliendo de este modo, la carencia de
información externa. Tenemos luego un proceso interno de pensamiento que
ha de apoyarse no en generalizaciones, no en un proceso de inducción, no en
un método hipotético-deducción, sino en analogías: relación de atributos
semejantes entre seres o cosas distintas. Luego, si lo que buscamos es
comprender al ser humano, y la comprensión ha de construirse a partir de
analogías, es útil el haber experimentado alguna situación similar a la que la
otra persona refiere, y dada esta analogía inicial, es necesario aplicar una
inferencia relacionada con tal analogía. Tengo entonces una reconstrucción,
sin haber hecho uso de constructor teóricos abstractos. Este proceso, comenta
Dilthey es tanto científico como artístico e implica un abordaje completo: la
tarea es comprender al otro en su totalidad. Entonces, la hermenéutica
entendida como método para la generación de conocimientos, apunta a la
comprensión (verstehen) que resulta de un abordaje científico-artístico.
Requisito de la comprensión, continúa Dilthey, es la re-creación del otro
en mi psique, lo cual depende de un proceso imaginativo, y la imaginación –
agrega- es un proceso intuitivo. Entonces, no estamos hablando ni de
análisis-síntesis, ni de deconstrucciones, ni de razonamiento abstracto, ni de
juicios, sino de imaginación y de intuición (pensemos en los niños en el
zoológico y en el posible ejercicio que hubiera conducido a la comprensión). La
imaginación es un proceso creativo, luego, entonces comprender implica no
una abstracción y una réplica, sino una creación interna acorde al modelo. Por
ello, señala el autor, los poetas y los actores pueden generar un mayor nivel de
comprensión respecto de otros seres humanos, pues tienen la habilidad para
ponerse en el lugar de las otras personas de manera imparcial, sin analizar ni
juzgar moralmente su proceder. Pueden recrear al otro en sí mismos. Esto
implica cierto grado de simpatía, luego -dice Dilthey citando a Schleiermacherel nivel más alto de comprensión requiere amor.
Un epílogo
Comunicación, del latín communicare, intercambiar, compartir, poner en
común. Entre otras muchas cosas, efecto de comunión. Acción a partir de lo
común, de lo compartido. En este entendido, parece ser algo más que una
interacción, que una modificación mutua por efecto mutuo. Este poner en
común, efecto de comunión es el blanco de la comunicación que se dice tal
cosa. La comunicación precisa, si, de la expresión de un mensaje, que se
mueva de un sistema hacia otro, e involucra una reacción o respuesta del
sistema-diana. Esto vale perfectamente cuando la comunicación es entendida
como una respuesta neuroquímica al miedo, como la danza de las abejas,
como las señales satelitales, pero cuando hablamos de comunicación humana
el juego se torna más complicado y el fin de la comunicación más ambicioso:
efecto de comunión ¿hasta dónde podemos hablar de “compartir” o de un
“efecto de comunión” entre la hipófisis y las gónadas ó entre un satélite y un
teléfono celular? En la escena humana, quien pretende comunicarse aspira,
por efecto de lo mismo, a ser comprendido, a generar ese “efecto de comunión”
de significado compartido. El antropólogo de nuestra primera escena, eso
busca, el novio que declara su amor, eso pretende.
Falta entonces en el tetraedro de Gucom que incorpora expresión,
difusión, interacción y estructuración, el elemento propio del género que lo
produjo, y que, si lo produjo, es porque aspira, así mismo, a encontrar un
significado compartido para su propio objeto, a comprender lo que la
comunicología ha de comunicarle y, así mismo, a que su trabajo sea
comprendido.
Referencias bibliográficas
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Trayectoria, diagnóstico y configuración de opciones, libros y autores en
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Reflexión teórica, balance y prospectiva. Recuperado en febrero de 2008
de la página http://www.geocities.com/comunicologiaposible2
1
Lo que aquí se presenta no es sino una caricatura provocadora que no hace justicia al trabajo serio de
quienes admiro.
2
Vale recordar, siguiendo a Goffman (1997[1959], que las metáforas son útiles para acercarse al objeto,
pero tienen pronto que ser desechadas porque no alcanzan a describirlo.
3
Sin embargo, personalmente tengo conflicto con relación a que los análisis semiológicos establecen un
acuerdo de significados entre quien descifra y el texto mismo, luego no es el texto por sí mismo, o la
expresión por si misma, sino que inevitablemente se da un proceso relacional, una interacción entre el
texto y quien lo descifra. Luego, no puede ser una categoría pura.
4
Las cursivas y negritas las he puesto yo.
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