Look Me in the Eye: My Life with Asperger’s COMENTARIO DE LIBROS Look Me in the Eye: My Life with Asperger’s Autor: John Elder Robison. Crown Publishers, New York, USA, 2007, 288 páginas. (Rev GPU 2009; 5; 3: 298-300) Claudia Almonte E ste tercer comentario que realizo en torno al Síndrome de Asperger (S.A.), es, sin duda, el que más llega a las emociones, los sentimientos y, al salir de la teoría, permite empatizar con el paciente real, con sus vivencias y su visión de mundo. Es un libro autobiográfico, escrito por un paciente con este síndrome, que relata su infancia y juventud desconociendo su diagnóstico. De su lectura se pueden ver beneficiados tanto los padres y familiares que los rodean, como los terapeutas que ahorran horas de psicoeducación, y, por supuesto, los mismos pacientes, al verse reflejados en una historia real. Previamente a la lectura de este texto recomendé, en algunas ocasiones, a los padres de niños con este espectro diagnóstico, leer el libro “El curioso incidente del perro a media noche”, del autor inglés Mark Haddon, quien siendo un artista y literato trabajó por largo tiempo con niños y adolescentes con trastornos del desarrollo, logrando coger su esencia, y volcándola en una forma genial en esta novela que describe el mirar la vida y sus complejidades desde el candor de un niño aspergeriano. No olvidaré cuando una de estas madres, en la que las sesiones eran sólo quejas del hijo, sin lograr ni siquiera vislumbrar en penumbras la realidad de él, me dijo, emocionada, que por fin lograba ver y entender. Desde ese momento, su colaboración con el tratamiento cambió en forma radical para bien, y, por ende, el bienestar del paciente. Y de esto, ya han transcurrido varios años. 298 | Psiquiatría universitaria El único “pero” que puede tener es que, al no ser un libro técnico, es paradojalmente de mucho mayor dificultad su traducción, pues utiliza muchos modismos y estilos verbales coloquiales que me ocasionaron más de algún obstáculo. John, el autor del libro, en relación a la muerte de su padre, se mostró muy decaído, y fue entonces cuando su hermano diez años menor le sugirió que escribiera sus sentimientos, los que resultaron ser tremendamente honestos y de gran belleza. Al publicarlos en un sitio web recibió gran apoyo y visitas, que le solicitaban más escritos. Así fue como, en marzo del año 2006, se decidió a escribir sus memorias relatando el cómo es crecer sin saber su diagnóstico. Así encontraba una forma de canalizar su energía y talentos. Ésta es una historia dulce, entretenida, pero a la vez triste y conmovedora. Genera en el lector por momentos desconcierto, en otros capítulos risas y, también, nudos en la garganta. El título “mírame a los ojos” viene de las múltiples veces que al autor le dijeron dicho mandato. Por no dirigir la mirada al interlocutor lo catalogaban de “personalidad antisocial”. Su forma de comprender la vida era investigando en enciclopedias; de hecho, la enciclopedia británica era su libro compañero de velador. Así, concluyó que tal vez sería un delincuente, por ende iría a la cárcel; incluso había averiguado que las mejores eran las federales. Sin duda que estas suposiciones amenazantes generaron un vivenciar el mundo en forma angustiosa. Claudia Almonte Explica que para él lo visual es un distractor, ya que su tendencia es a la hiperfocalización, por eso prefiere en sus conversaciones mirar a algo neutral. De ese modo logra concentrarse en el mensaje. Su historia es relatada desde su primera infancia, en la que deseaba intensamente tener amigos no siendo comprendido por sus pares. Para él un niño y un perro del mismo tamaño podían ser tratados de igual forma, y, de hecho, al ejecutarlo, podemos imaginar la mala acogida que recibía. De este modo fue relacionándose más con adultos que lo acogían mejor, y con niños menores, para los cuales constituía un “profesor”. Refiere que sus juguetes favoritos nunca lo hirieron en sus sentimientos, por lo que con ellos podía sentirse seguro. Su fracaso en el tema social lo hacía sentirse defectuoso y solo. Al tomar conciencia de que gran parte de sus dificultades tenían que ver con que sus respuestas eran en base a lo que él pensaba y no a lo que le preguntaban, cambió su modo, y sus relaciones mejoraron algo. A sus 10 años nació su hermano; su primera reacción al verlo fue el de preguntarse si crecería o sería un enano. Fue un muy buen cuidador y “entrenador”; ejemplo gracioso en esta línea es el que cuando quería gatear le decía “a 2 ruedas, no a 4”, pensando que entendería perfectamente lo que él había leído en una revista de automovilismo. Veía a su hermano defectuoso, pues tenía un año y no hablaba. Por supuesto que para el hermano John era un ídolo, lo que le permitió sentirse más valorado y limitó su profundo sentimiento de soledad. Es interesante su relato en torno a las dificultades en expresar sus sentimientos y su razonamiento peculiar, que lo llevaba a ser rechazado. Para graficar esto, relata su análisis frente a la noticia: ”murió una persona en la línea del tren”; él se ríe, ya que no murió ni él ni nadie de sus conocidos. No comprende que la gente se conmueva frente a una situación de este tipo, ya que de ser así nuestro corazón explotaría, pues en cada segundo muere alguien. Puede comprender intelectualmente la pena, pero no sentirla. Refiere tener real empatía con sus seres queridos, y si a éstos algo les ocurre, siente miedo, tensión, náuseas. Veíamos, en el comentario que realicé anteriormente, que estas manifestaciones pueden responder más bien a comorbilidad ansiosa, que a real empatía. Para él las manifestaciones de pesar frente al dolor de los desconocidos es hipocresía. A partir de los 12 años comenzó a capitalizar sus diferencias respecto a los demás; se transformó en el payaso y bromista del colegio; ”así se reían conmigo, y no de mí.” Relata los brutales malos tratos físicos recibidos por parte del padre alcohólico, sin un correlato emoti- vo. También cuenta cómo aliviaba su ira destruyendo juguetes. Su madre presentaba severa psicopatología, probablemente una estructura limítrofe de la personalidad. De modo que su cuadro clínico lo protegió al aislarlo de lo peor de sus padres. En su pubertad las áreas de intereses estaban centradas en los minerales, las piedras, los dinosaurios, los planetas, los aeroplanos y la electrónica. No entendía los problemas matemáticos, pero tenía la capacidad de “visualizar” las operaciones en su mente, las que asociaba a sonidos. Con esto, podía “ver” y “oír” los sonidos, y fue creando circuitos electroacústicos muy originales. Así comenzó a ser valorado por los músicos, confirmando su autoestima vulnerable. A los 15 años su sensación de inadaptado iba en aumento; veía las inconsistencias de los adultos, que junto con sonreírle, lo discriminaban. Relata en forma robótica las vicisitudes en “navegar” dentro de las interacciones sociales, decodificando y elaborando los elementos objetivos y subjetivos de la interacción en forma idiosincrática, y respondiendo, por ende, inadecuadamente. Por ese entonces, abandona el colegio. Su experticia en circuitos electrónicos se hace famosa, y es contratado para trabajar con el grupo musical KISS, realizando todos los caprichos del guitarrista, en el sentido de efectos especiales, en forma exitosa. De este modo logró ganar suficiente dinero como para comprarse ropas de marca con “lagartos y caballos”. Nunca logró comprender el estilo de vida de su círculo, en que el uso del alcohol, las drogas y, según sus términos, el “enamorarse por un fin de semana”, eran el pan de cada día. Nuevamente volvía a pensar que el relacionarse con las máquinas era mucho más sencillo, ya que éstas eran controladas por él, no le hablaban ni le hacían bromas; por el contrario, no lograba “leer” a las personas. El tiempo transcurría, y no lograba la deseada estabilidad. Más adelante trabajó en otras compañías, siendo siempre la principal piedra de tope las relaciones interpersonales. En su afán por mejorar este aspecto, estudió programas computacionales que enseñaban estrategias para poder conversar utilizando la lógica. Así descubrió que lamentablemente la gran mayoría de los diálogos interpersonales no se rige por ésta. Al no lograr comunicarse, su sentimiento de discapacitado era intenso. Critica a nuestra sociedad que se ocupa de los discapacitados físicos, pero en aquellos cuyo “defecto” no es visible la comprensión y el trato dejan mucho que desear. Llama la atención para que en el futuro esta situación cambie, y que, “incluso”, existan estacionamientos exclusivos para ellos. La tensión crónica vivida en el día a día lo fue enfermando literalmente (sufría ataques de asma continuos). Finalmente Psiquiatría universitaria | 299 Look Me in the Eye: My Life with Asperger’s decidió independizarse y trabajar solo. El tema de los autos siempre le había sido muy atractivo. Su especialidad eran los Porsche, de los que conocía en detalle todos los modelos, piezas e incluso ¡los olores! Así instaló un taller para reparar autos de lujo, confeccionando las piezas que faltaran, etc. Su éxito fue rotundo, y actualmente es su fuente laboral, siendo sus clientes de todas partes del mundo. Uno de ellos fue el psiquiatra, quien a los 40 años le habló del síndrome de Asperger, y le facilitó el texto de Attwood (comentado previamente). El saber que lo que él sentía y le pasaba tenía un nombre, 300 | Psiquiatría universitaria que había otras personas con iguales características, lo alivió tremendamente. Al ir finalizando este comentario me doy cuenta de lo difícil que es seleccionar qué incluir y qué no, ya que todo el relato es muy ilustrativo. Les invito, por tanto, a leer el libro (con un buen diccionario al alcance). Me gustó terminar con éste la serie de comentarios que realicé en torno al tema, pues es un buen contrapunto desde el enfoque del consultado a la vivencia real, personal, íntima del consultante. Podríamos decir que es el postre preciso después de una buena cena.