EL CENTRO DEL ALTAR, LUGAR EXCLUSIVO DE LOS RITOS

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EL CENTRO DEL ALTAR, LUGAR EXCLUSIVO DE LOS RITOS
EUCARÍSTICOS
Un defecto frecuente en la celebración de la Misa es que el celebrante se sitúe desde el inicio de
la Misa en medio de la mesa a la manera como hace el conferenciante ante su mesa al pronunciar
un discurso. Esta es una práctica prohibida por la normativa vigente y que además obscurece el
sentido de las diversas partes de la celebración y resulta más deficiente aún que lo que eran los
ritos preconciliares que, aunque establecían que toda la Misa se celebra en el altar, no obstante
reservaban aún su centro para la acción eucarística (las oraciones y lecturas se leían a los lados
del altar).
El celebrante nunca debe situarse en el centro del altar ni durante la Liturgia de la Palabra ni para
ningún otro rito litúrgico (v. gr. Bautismo, el Matrimonio o las exequias).
El centro del altar nunca debe reservarse exclusivamente para los gestos propiamente
eucarísticos, sobre todo para la Plegaria eucarística y los ritos de la comunión. «El altar es el
centro de la acción de gracias que se realiza en la Eucarística» (OGMR 296).
La preparación del vino y del agua, por ejemplo, no debe hacerla ni el celebrante ni ninguno de los
ministros en el centro del altar sino a un lado del mismo (OGMR 142). El celebrante, después de
haber incensado el altar, tampoco recibe la incensación en medio del altar sino que se retira a un
lado del mismo para recibir la incensación y lavarse allí las manos (CE 150). Las abluciones
deben hacerse también a un lado del altar ( a no ser que se hagan, como es recomendable, en la
credencia).
La oración después de la comunión, en cambio, puede recitarse en medio del altar, aunque está
permitido también rezarla desde la sede, práctica menos expresiva, porque esta oración forma
parte de la Liturgia eucarística y no de la Liturgia de la Palabra (OGMR 165).
Usar el altar como mesa desde donde se habla al pueblo a la manera que lo hace un
conferenciante o realizar desde la mesa del Señor toda clase de ritos ajenos al banquete
eucarístico, es degradar su simbolismo y convertir lo que por su naturaleza es un «sacramento»
del convite, en un mero instrumento utilitario.
Incluso en la Misa sin pueblo (o con unos pocos fieles) cuando no resulta significativo usar la sede
(porque no hay asamblea a presidir) ni el ambón (porque el lugar de la Palabra está orientado
hacia un espacio vacío) y toda la liturgia se realiza junto a la mesa, la Liturgia de la Palabra se
hace no en el centro sino en el lado izquierdo de la mesa (OGMR 257); es una manera de
conservar (por lo menos de esta forma) el simbolismo del altar como mesa del Señor. (Enero de
1999).
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