MAQUETA RET Nº10 21/12/1999 16:03 Página 3 ¿Solo para divertirse?: Claire Sterk-Elifson *1 Claire Sterk-Elifson es un profesor asociado de la universidad de Emory, Rollins School of Public Health, Women’s and Children Center. Sus intereses en investigación incluyen las mujeres y el uso de drogas, la toma de decisión de reproducción, la utilización de los servicios de salud, HIV/SIDA, y la movilización de comunidades. Sus publicaciones recientes han aparecido en revistas como Urban Antropology, Human Organization y Journal of Drug Issues. Este artículo se centra en las mujeres de clase media que consumen cocaína. Trata de explorar la perspectiva de las mujeres y poner en duda la idea de que el uso de cocaína es un problema de poblaciones minoritarias y pobres. Las mujeres entraron en contacto con la cocaína a través de un amigo o amiga y generalmente bajo el pretexto “solo para divertirme”. Aunque todas las mujeres continuaron usando cocaína , cada una tuvo que buscar sus propios contactos de provisión de droga y su uso llegó a estar cada vez menos vinculado a relaciones interpersonales. La mayoría de las mujeres enfatizaba que tenían un hábito “controlado”, aunque la naturaleza de su uso indicó que eran adictas. Las mujeres vincularon su control a los recursos disponibles para esconder y mantener su uso de cocaína. Dedicaron mucho tiempo y energía a intentar mantener sus recursos, sin embargo, no siempre tuvieron éxito. Los resultados revelan que son necesarios más estudios que exploren el uso de drogas entre las mujeres de clase media y la relación entre el uso de drogas y la capacidad de control. “ Es una lástima. Es una huida. No puedo decir que uso drogas porque soy pobre. Yo uso drogas porque me gusta la sensación. Nunca dejaré que las drogas se apoderen de mi vida. Básicamente, disfruto de lo que tengo. Si eres de la clase media te escapas con mucho. ..No creo que las drogas sean malas. La cuestión es que deberías usar drogas para disfrutar de la vida. Para nosotros no es lo mismo que para la gente pobre. Ellos necesitan drogas para olvidar su miseria.” [“Della” - abogada de 34 años]. Introducción La imagen popular de los que usan drogas se identifica con las minorías urbanas e individuos pobres cuyas vidas se caracterizan por múltiples problemas sociales que además de la adicción a las drogas incluyen crimen, violencia, embarazo de adolescentes, y desempleo (Anderson 1990; Musto 1973; Reinarman 1983). Se tiende a asumir una relación entre uso de drogas, estatus de minoría y pobreza. Los indicadores epidemiológicos de estudios a gran escala como el Estudio Nacional Household (National Household Survey, RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 10 – 1997 National Institute on Drug Abuse 1994) y la Monitorización del Proyecto de Futuro entre estudiantes de instituto (Monitoring the Future project among high school students, National Institute of Justice 1994) apoyan la idea de que el ambiente racial/étnico y el nivel socioeconómico son predictores del uso de drogas (Johnson et al. 1991). Mientras estudios anteriores se centraron principalmente en los *1Este artículo ha sido publicado en la revista Journal of Drug Issues 26(1),063-076,1996; con el título Just for fun?: Cocaine use among middleclass women. 5 MAQUETA RET Nº10 21/12/1999 16:03 Página 4 consumidores caucásicos y afro-americanos, los estudios recientes también abordan el uso de drogas entre otros grupos étnicos, específicamente hispanos (De La Rosa et al. 1990; Trimble et al. 1987). La relación entre el ambiente racial/étnico y el uso de drogas es mucho más compleja de lo que se refleja en los resultados epidemiológicos. Para entender su impacto, debemos partir de una perspectiva más amplia y tener en cuenta temas como el racismo, la discriminación y las oportunidades en la vida. Del mismo modo, no podemos ignorar la clase ni el sexo. Además deberemos ser cautelosos a la hora de explorar la relación potencial entre la clase socioeconómica y el uso de drogas. Mientras la raza y etnia han sido incluidas en muchos estudios entre consumidores de drogas, con pocas excepciones, el impacto de la clase socioeconómica ha sido largamente ignorado como un factor relevante para explicar las tendencias y los patrones de utilización de drogas (Morgan 1983; Reinarman 1983; Waldorf et al. 1991). Las diferencias raciales y étnicas referentes al uso de drogas son a veces “variables de confusión “ de las diferencias entre clases. Sin embargo, los temas que rodean al uso de drogas y los consumidores están íntimamente relacionados con la raza/etnia así como con los conflictos de clase (Waterson 1993). La ausencia de interés en las diferencias entre clases se justifica por la opinión de que las drogas principalmente usadas por la clase media son vistas como “drogas buenas que son usadas de manera correcta”, p.e., fumar mariguana y esnifar cocaína. Las drogas y vías de administración más prevalentes entre los consumidores de clase baja se asocian frecuentemente a la idea de destrucción de familias y comunidades; en consecuencia, estos hábitos de droga se etiquetan de “malos”, p.e., inyectarse y fumar cocaína y heroína (Musto 1973; Reinarman 1983). Además, el uso de drogas se califica de bueno porque juega un papel menos central en las vidas de los consumidores de clase media que el que juega en las vidas de los consumidores pobres. Mientras los buenos consumidores son miembros que contribuyen a la sociedad, los consumidores malos son principalmente alienados de la sociedad (Wilson 1987; Williams 1989; Anderson 1990). 6 Además, el uso de drogas de la clase media tiende a ser más privado o escondido. En comparación con los individuos de nivel socioeconómico bajo, los consumidores de clase media tienen los recursos para separar su vida pública y privada y tienen mas posibilidades de proteger esos recursos para mantener el control sobre su uso de drogas y su nivel socioeconómico. Los consumidores de clase media tienen menos probabilidad de perder el control sobre su consumo ; tienen demasiado “a arriesgar” en sus vidas de clase media y han accedido a recursos que les permiten esconder su consumo (Waldorf et al. 1991). Dado que la mayoría del consumo de drogas en la clase media es escondido, los datos de la prevalencia real de consumo son engañosos. Por ejemplo, es menos probable que los consumidores de clase media acudan a urgencías cuando tienen complicaciones médicas por consumo, también que sean arrestados por uso público de drogas o por crímenes cometidos para mantener su consumo, y es más probable que entren en programas privados de desintoxicación. Las admisiones de los departamentos de urgencias, los datos de tratamiento de desintoxicación, y los datos de arrestos son todos ellos usados como indicadores del uso de drogas; sin embargo,en estas fuentes es improbable que incluyan a la clase media. Mientras los consumidores de clase media pueden considerarse a si mismos adictos a la cocaína, también dicen que las tienen controladas. Contradicciones similares en términos de uso de drogas se han identificado entre los que usan metanfetamina (Morgan y Joe, en el mismo número de la revista). Además, el concepto de control parece estar relacionado con el sexo. Entre los consumidores de metamfetamina estudiados por Morgan y Joe (en el mismo número de la revista), dicen que las mujeres tenían mayor probabilidad que los hombres de estar preocupadas por el control del consumo, por hablar del mantenimiento del control, y por “racionalizar” el hecho como controlado. La “feminización del uso de drogas” es un fenómeno relativamente actual porque el uso de drogas se ha visto como un tema de hombres (Rosenbaum 1981; Inciardi et al. 1993; Taylor 1993). Este articulo trata de llenar el vacío con respecto al uso de cocaína en mujeres de clase media. Su uso de cocaína está mal entendido debido al deseo de RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 10 – 1997 MAQUETA RET Nº10 21/12/1999 16:03 Página 5 la sociedad de ignorar este tipo de conducta inapropiada en mujeres “bien”. El artículo va dirigido al impacto del uso de drogas en sus vidas, el vínculo entre el uso y los “contactos” con el mundo de drogas, y el vínculo entre el estatus de clase media y el uso controlado. Está fuera del alcance de este artículo mantener una discusión sobre el desarrollo del proceso de uso de drogas en mujeres. Los resultados presentes están basados en la tradición fenomenológica en la que la perspectiva del sujeto es clave en el desarrollo de la comprensión del uso de cocaína en mujeres de clase media. METODOS Procedimiento Se entrevistaron treinta mujeres de clase media que usaban drogas entre enero de 1993 y febrero de 1994. El diseño global del estudio era exploratorio debido a nuestro conocimiento limitado del uso de drogas en mujeres de la clase media. Los datos se recogieron usando entrevistas semiestructuradas en profundidad . Este tipo de estrategia para recoger datos permite perspectivas confidenciales (Becker 1963; Douglas 1970; Spradly 1979). Las entrevistadas guiaron la mayor parte del contenido de estas entrevistas. En otras palabras, las entrevistas parecian, en su mayoría, un dialogo entre el entrevistador y la entrevistada. Los contactos iniciales se hicieron con mujeres de la clase media que usaban drogas, las identificamos a partir de estudios previos o por referencias de otras consumidoras. Se utilizó un muestreo de cascada (“Snowball”) para aumentar la muestra. Se realizaron varias cadenas para asegurar la inclusión de varias redes de mujeres. El muestreo teórico (Glaser y Strauss 1967; Strauss y Corbin 1990) también aseguró la inclusión de una amplia variedad de mujeres de la clase media que usan drogas. El proceso de muestreo es parte de la aproximación teórica fundamental (Glaser y Strauss 1967) y asume la constante comparación y contraste de los resultados; de este modo, la recogida de datos y el análisis de los datos ocurren casi simultáneamente. Por ejemplo, los resultados de las primeras entrevistas revelaron la importancia de diferenciar entre las mujeres que fueron introducidas a la cocaína por un amigo de aquellas o las que lo fueron por una amiga. RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 10 – 1997 Para ser incluida en el estudio, una mujer tenía que ser consumidora activa de cocaína; definiéndose activa como el consumo de un mínimo de tres veces por semana o el consumo de un mínimo de un gramo por semana. Además, las mujeres tenían que tener 18 años o más, no estar recibiendo tratamiento de desintoxicación y debían pertenecer a la clase media. La pertenencia a la clase media se definió como se indica a continuación: un ingreso bruto de al menos 35.000 dólares y vivir en una área de código postal para la que la mediana per capita de ingreso anual superara los treinta mil dólares. Además, se pidió a las mujeres que dieran una lista de por lo menos cinco amigas y que pertenecieran a la clase media. La educación y ocupación de las mujeres fueron excluidas como determinantes de nivel de clase ya que el estatus socioeconómico de mas de la mitad de las mujeres venía determinado mayoritariamente por su pareja. Una vez seleccionadas, se les informó con mayor detalle sobre la naturaleza del estudio y se les pidió que firmaran el consentimiento. Todas las entrevistas eran anónimas y las mujeres recibieron un incentivo económico por su participación. Las entrevistas se llevaron a cabo en varios lugares, una oficina céntrica, la residencia de las mujeres, un restaurante o el vestíbulo de un hotel. La duración media de las entrevistas era de dos horas. Todas las entrevista se grabaron en audio y se transcribieron. Análisis de datos El análisis de los datos igual que su recogida fue una parte integral del proceso de investigación (Miles y Huberman 1984; Strauss y Corbin 1990). Las entrevistas se codificaron en áreas de contenido relevante y se desarrolló una lista de categorías importantes. A lo largo de todo el proceso de análisis de datos, el personal del proyecto revisó las transcripciones de las entrevistas y los documentos relacionados con el proyecto buscando relaciones conceptuales. Una aproximación que implique múltiple personal de investigación en el análisis de datos mejora la validez de los resultados (Kearny et al. 1994). Como es típico en las entrevistas cualitativas, los temas discutidos son mayoritariamente dirigidos por el entrevistado. En base al análisis de los datos, el entrevistador indagó temas específicos para asegurar una comprensión del tema lo más completa posible. De este 7 MAQUETA RET Nº10 21/12/1999 16:03 Página 6 modo, las entrevistas realizadas a las mujeres en la primera parte del estudio pueden diferir largamente de las últimas entrevistas conducidas. Este tipo de aproximación permite la teoría de validez de constructo (truly builing theory). Muestra La edad de las mujeres oscilaba entre los 18 y los 57 años, la mayoría de ellas contaba entre 18 y 26 años. Poco más de la mitad de las mujeres eran blancas. Casi dos tercios de las mujeres trabajaban en el momento de la entrevista. La Tabla 1 ofrece una visión general de las características demográficas de las entrevistadas. Más de la mitad de las mujeres estaban casadas o vivían en pareja en el momento de la entrevista y un poco menos de la mitad no tenían hijos. De acuerdo con los criterios de selección, todas las mujeres pertenecían a la clase media y eran consumidoras de cocaína. Tabla 1. Características Demográficas (N=30) Edad 18-26 27-35 35+ Raza Blanca Afro-Americana Hispana Estado marital en el momento de la entrevista Casada/vive en pareja Soltera Empleada Si No Maternidad Si No Número Porcentaje 12 10 8 40.0 33.4 26.6 16 9 5 53.3 30.0 16.7 16 14 53.3 46.7 19 11 63.3 36.7 16 14 53.3 46.7 Resultados Primeros encuentros y “Buenos Tiempos”. Casi todas las mujeres recordaban vívidamente la primera vez que consumieron cocaína. Para la mitad de ellas era la primera droga ilegal que habían probado, mientras la otra mitad habían consumido drogas como la marihuana o LSD. Las mujeres que habían tenido experiencias anteriores con las drogas describieron su uso como experimental y 8 no problemático y ninguna de las mujeres se autoidentificó como consumidora de drogas en aquel momento. Típicamente las mujeres fueron introducidas a la cocaína por un amigo que les ofreció una pequeña cantidad y todas ellas dijeron que inicialmente la esnifaban en lugar de inyectársela o fumarla. El primer contacto para la mitad de las mujeres ocurrió en un ambiente social como una fiesta o una cena, mientras el resto habían salido con un amigo. Los primeros encuentros en ambientes sociales simbolizaban el “pasarlo bien” y el uso de la cocaína como una dimensión añadida a la diversión. Nueve mujeres se introdujeron en un ambiente privado por un hombre que a menudo era también su compañero sexual o un compañero potencial. El primer consumo en compañía de una amiga mujer tendía a estar relacionada con circunstancias específicas como problemas en casa o en el trabajo, en estas situaciones, la amiga le proporcionaba la cocaína para “ayudarla” en los acontecimientos estresantes, físicos o emocionales. Este patrón de introducción era común entre las ocho mujeres que estaban casadas, eran madres y trabajadores a jornada completa. Para ellas, este primer encuentro iba asociado a un problema para el cual la cocaína podía ser la solución. Su uso de cocaína les permitía olvidar temporalmente sus problemas y pasar un buen rato. La evaluación de las mujeres sobre el primer encuentro, a menudo fue menos excitante de lo que habían esperado; esos poderosos efectos de la cocaína que se presentaban en los medios de comunicación o les habían comentado los amigos no se dieron. Como dijo una mujer: “estaba esperando que bombardeara mi celebro pero no sentí nada”. El primer uso de cocaína desafió la creencia que las mujeres tenían de la cocaína como una droga mágica que hacia que sus consumidores se sintieran seguros, poderosos, y enérgicos. Una mujer de unos treinta años que había esnifado cocaína cinco años antes explicaba: “dejame decirte que yo soy una de esas personas que siempre habla sobre drogas pero que no necesariamente las usa… drogas como la cocaína. A la amiga que me ofreció mi primera raya, le di la impresión de que ya sabía de lo que estaba hablando. Se sorprendió cuando descubrió que era mi primera vez… ella estaba dando una fiesta en su casa y en una habitación preparó algunas rayas. Mi priRET, Revista de Toxicomanías. Nº. 10 – 1997 MAQUETA RET Nº10 21/12/1999 16:03 Página 7 mera raya en el armario, lo pillas… no hay mucho que contarte aparte de que me pregunté porqué la gente le daba tanta importancia. Noté cosquillas en mi nariz y un sabor raro en la boca y garganta. Esto fue todo. Me quedé allí sentada esperando a que llegara el efecto. Inicialmente, las mujeres estaban decepcionadas por no haber experimentado un colocón o los efectos sutiles de la cocaína. Esto es en parte debido a las elevadas expectativas de las mujeres y a su falta de experiencia en reconocer los efectos de la cocaína. Para disfrutar los efectos, uno debe saber cómo usar una droga y cómo reconocer sus efectos (Becker 1953). La experimentación de la euforia asociada con la cocaína al igual que con otras drogas, raramente ocurre en el primer encuentro. Los primeros encuentros con la cocaína hizo que las mujeres se dieran cuenta de que la droga no es inmediatamente adictiva, tal y como se presentan a menudo en los medios de comunicación. Por lo tanto, empezaron definiendo el uso intranasal de cocaína como “seguro”, reduciendo consecuentemente cualquier barrera que pudieran tener de su uso. La creencia de que esnifar cocaína permitía un hábito controlado a menudo les llevó a consumir en el futuro. Repetidos encuentros con la cocaína A pasar de que el primer consumo no fue tan “divertido” como las mujeres esperaban, alguien les dijo que existía realmente un colocón de cocaína. Muchas mujeres repitieron cuando un amigo les ofreció otra “raya gratis”.La mayoría de las veces las siguientes ocasiones de consumo dependían del momento en que un amigo les ofrecía algo de cocaína ya que no era habitual que la mujer la pidiera directamente a alguien. Estas ofertas ocurrían espontáneamente y rara vez las planeaba la novata o la persona que tenía la cocaína. Sin embargo algunas mujeres fueron más activas e intentaron manipular la situación con la intención de probar otra vez la cocaína. Las estrategias usadas para decir que querían probarla otra vez raramente implicaron una demanda directa de la droga. Más bien, las mujeres daban pistas sutiles a sus amigos. Normalmente decían frases como: “la primera vez estaba demasiado nerviosa para sentir algo” o “estoy totalmente estresada y un poco de cocaína me podría ayudar”. RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 10 – 1997 Las mujeres introducidas por amigas tendían a ser más asertivas que aquellas introducidas por un hombre. Considérese el dilema y abordaje de la siguiente mujer: “Me sentí rara pidiéndole más a Mary. Quiero decir que ella solo quería que yo lo probara… no pude resistirme y fui y le pedí si podía probar un poco más. Somos viejas amigas, y siempre hacemos cosas una por la otra. Por ejemplo, yo la encubrí cuando engañaba a su marido… me sentí rara porque se trataba de drogas… no creo que le importara darme más porque así no tenía que mantener su uso en secreto”. La diferencia de abordajes puede reflejar la relación entre la introductora y la novata. La amistad femenina a menudo tiene un historia más larga, remontándose a veces a la escuela. Las relaciones con los amigos masculinos tendían a ser más recientes y a menudo implicaban una relación sexual o un compañero sexual potencial. Las mujeres se sentían menos cómodas y darles pistas claras a los hombres por miedo a ser etiquetadas como mujeres malas o aprensivas al tener que implicarse en sexo a cambio de cocaína. Varias mujeres indicaron que no querían dar a su compañero masculino la impresión de que el podía usar la cocaína para controlarlas. El tiempo entre el primer y el segundo encuentro osciló entre dos semanas y nueve meses. El uso repetido tendía a ser intermitente y el contacto de las mujeres con la cocaína era casi casual pues su acceso a la cocaína dependía de un amigo. Las mujeres de clase media tienen más dificultad para adquirir cocaína que las de clase baja, que a menudo viven en comunidades donde las drogas se obtienen más fácilmente. El control sobre su consumo inicial está mayoritariamente determinada por la disponibilidad y el acceso a la cocaína. Las mujeres indicaron que los primeros encuentros no proporcionaron tanta diversión como esperaban, a pesar de que les habían prometido diversión en forma de colocón de cocaína. Las ocasiones subsiguientes sirvieron para obtener un mayor esfuerzo en la búsqueda de la diversión de la cocaína. Sin embargo, era menos probable que las mujeres revelaran la búsqueda de este placer a los proveedores masculinos, que a las proveedoras femeninas. Decir a un amigo de cocaína que querían intentar colocarse podía ser interpretado como un signo de concederle 9 MAQUETA RET Nº10 21/12/1999 16:03 Página 8 importancia. Las mujeres tenían miedo de que la demanda de cocaína se tradujera en poder no solo considerando la provisión de droga sino también poder sexual. A pesar de su estatus de clase media, las mujeres experimentaban el potencial de explotación sexual, similar a las mujeres procedentes de estratos socioeconómico más bajos. Uso continuado y contactos de provisión de drogas Los criterios de selección requerían que todas las mujeres fuesen consumidoras activas. Típicamente, el proceso de uso continuado tiende a ser gradual e implica el uso más frecuente i/o el uso de mayores cantidades. A medida que el consumo continuaba, sus contactos cambiaron de las relaciones basadas en la amistad hasta las relaciones “de negocios”. La siguiente sección describe la evolución del uso de drogas en la vida de las mujeres y cómo la definición de “solo para divertirse” se iba modificando a lo largo del tiempo. Los principales contactos de provisión de drogas incluyen un compañero masculino, una amiga y el propio vínculo de la mujer con el traficante. El amigo: cita y proveedor de droga. Inicialmente, nueve mujeres tuvieron acceso a la cocaína a través de un amigo con quien también tenían o acabaron teniendo una relación sexual. La relación se basaba principalmente en la amistad, mientras el uso la droga era de importancia secundaria. A medida que el consumo continuaba, la droga acabó siendo más importante en la relación y las mujeres se volvieron cada vez más dependientes de los hombres. Una de las mujeres que finalmente rompió su relación con su proveedor masculino, describió este cambio de la siguiente manera: “Todo empezó maravillosamente; Pasamos el mejor tiempo juntos. Las noches especiales consistían en preparar unas cuantas rayas y las esnifábamos con un tubo de plata… teníamos el mejor sexo… empecé a querer más y me irritaba que me hiciera esperar. Como si esto fuera algo que dependiera de él. Podía usarla en cualquier momento, pero yo tenía que ser una buena chica… después el siempre quería sexo. Realmente me fastidiaba. Antes le quería a él, entonces quería cocaína”. 10 Las mujeres en situaciones similares también describieron la transformación de la relación de amistad en una relación en que ellas se convirtieron en el miembro dependiente. Si las mujeres permitían a los hombres marcar las normas de frecuencia y cantidad de uso, ellos seguían dispuestos a ”compartir”. Sin embargo, si las mujeres no las seguían, probablemente la relación terminaba por iniciativa del hombre. El control de las mujeres sobre su hábito dependía en gran medida de la cantidad de control que su compañero masculino tenían sobre ellas. Cuatro mujeres continuaban la relación con el hombre que las introdujo en la cocaína, mientras el resto de mujeres ya no tenía relación con aquel compañero en el momento de la entrevista. La ruptura de la relación era a menudo doblemente traumático: perdían a su amor y perdían su contacto de provisión de drogas. Para varias mujeres, también significaba perder el contacto con la única persona que conocía su uso de drogas. Junto a su compañero, ellas justificaban su uso de drogas como un medio de intensificar sus buenos momentos juntos. Una mujer explicaba la interrelación entre su consumo y su relación de pareja de la siguiente manera: “Era adicta a él, pero esto también me daba control sobre mi hábito. Cuando me dejó cambié mi adicción a él por la adicción al polvo. Cuando la relación acabó, las mujeres se vieron obligadas a revelar al menos a otra persona, normalmente un proveedor de drogas, que ellas consumían. Las mujeres se sentían sin poder porque habían perdido un amor y un proveedor de drogas al mismo tiempo. Varias mujeres hubieran preferido continuar en una relación infeliz dado el rol de su compañero como proveedor de droga. Por lo tanto, no era infrecuente que el hombre fuera el que rompía la relación, dejando a las mujeres de clase media sintiéndose “inútiles”. Poco después de que la relación terminara, muchas mujeres buscaron otro compañero masculino que les pudiera proveer cocaína. Uno puede preguntarse en qué se diferencia la búsqueda de una relación “apropiada” de la búsqueda de la mujer que mantiene su hábito mediante actividades de prostitución,tal y como hicieron algunas mujeres. Una mujer explicaba: “Cuando Bob me introdujo a la cocaína se suponía que era para divertirnos. Fue duro cuando rompimos. No RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 10 – 1997 MAQUETA RET Nº10 21/12/1999 16:03 Página 9 era una adicta pero me gustaba la cocaína. Alguna vez el ansia llego a ser muy fuerte. Solo pensaba en colocarme, la cocaína ocupaba mi mente… Empecé a salir con otros chicos pensando que me ofrecerían cocaína. No me preguntes que estaba buscando… Acabé con un montón de chicos que no me valoraban como persona”. En la búsqueda de un compañero, o mejor dicho de cocaína, las mujeres se volvieron menos selectivas. Era probable que se involucraban en relaciones centradas más en la cocaína que en el amor. Mientras el contacto de la mayoría de las mujeres con la droga continuaba basado en una relación de amistad, el consumo de la droga se convirtió en el componente central de la relación con su compañero quien tenía acceso a la droga. En aquel momento, la interrelación de diversión dependiente de la cocaína y las relaciones intimas dejaron de existir y las condujo a involucrarse en relaciones que era difícil que pudieran acabar en un compromiso a largo plazo. La mayoría de estas mujeres finalmente encontraron contactos de provisión de droga que no estaban basados en relaciones personales íntimas y su patrón de adquisición empezó a parecerse al de las mujeres que las introdujeron inicialmente a la cocaína por una amiga. ésta asumía que podía fiarse de la compradora para obtener cocaína de calidad a un precio justo. Una de las mujeres que usaba cocaína y dependía de su compañera para encontrarla explicó: “Al principio no me importaba y le daba el dinero a Carol y ella compraba la cocaína. Siempre la usamos juntas pero luego le pedí mi propio paquete. Esto le molestó, pero yo solo quería la mía… no se, ella me da mi propio paquete y así no se mete conmigo… de vez en cuando me encuentro sin y le tengo que pedir que nos consiga más. Es un poco raro…una vez me dijo que tenía que esperar hasta que ella estuviera preparada para buscar más”. Mientras el contacto de droga se mantenía de forma indirecta, la novata asumía su gasto de cocaína. En este punto, la novata se mantenía dependiente con respeto a la verdadera compra de la droga. Aún cuando las dinámicas de sexo diferían de aquellas que usaban drogas con un compañero masculino, ambos grupos de mujeres carecían de su propio contacto de provisión de drogas; sin acceso a un contacto, el control de un hábito es más fácil que cuando las mujeres tienen su propio fuente de droga. Contacto propio y uso continuado La conexión femenina: compra y uso a la vez La novata que se introdujo en la cocaína por un amiga solía exhibir un patrón distinto de uso de drogas, principalmente porque no estaba vinculado a una relación sexual y no se basaba en el contexto de equilibrio de poder entre mujeres y hombres. Como hemos descrito anteriormente, la novata frecuentemente pedía a su compañera que compartiera las drogas. No obstante, con el uso continuado de la droga, las mujeres compraban juntas la cocaína . Las mujeres afirmaban que usaban las drogas en compañía de una amiga como un medio de protesta contra la mentalidad conformista de la clase media. Una de las mujeres lo explicó de esta manera: “Piensan que somos unas mujeres maravillosas, como las del sur de los Estados Unidos, pero también somos amigas adictas… en cierta manera, como amigas adictas… hacemos cosas que no deberemos hacer”. Inicialmente, la compra de cocaína se compartía, ello implicaba que la mujer con el contacto compraba la cocaína y la compartia con su compañera, así como los gastos, RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 10 – 1997 A medida que su uso continuaba, y a menudo aumentaba, era más probable que las mujeres desarrollaran sus propio contactos de provisión de droga. En este momento, el consumo de droga de las mujeres ya no dependía de los contactos de otros y su uso estaba limitado únicamente por sus medios financieros. Al mismo tiempo, la adquisición de drogas alcanzó rasgos de negocio. Las mujeres trabajadoras, solteras y sin hijos desarrollaron sus propios contactos en el mundo de las drogas antes que sus compañeras con hijos siendo la mayoría casadas. Las mujeres con hijos y sin trabajo era menos probable que llegaran a realizar sus propios contactos, en gran parte debido al hecho de que tenían menos recursos disponibles para mantener su hábito de cocaína y para separar su vida pública de la privada. Aunque las mujeres tenían sus propios contactos y empezaban a involucrarse en el mundo de las drogas, necesitaban esconder su uso de cocaína para mantener su estatus de clase media, como “buenas ciudadanas”. Únicamente podían compartir su condición de consumidora con 11 MAQUETA RET Nº10 21/12/1999 16:03 Página 10 otras personas que también usaran drogas; para algunas mujeres, estas otras personas solo incluían un amigo. Lentamente, las mujeres se fueron alienando de la sociedad media, sin embargo, su alienación fue oculta pues disponían de suficientes recursos para pretender que eran ciudadanas de clase media. Diez de las 16 mujeres ocultaban su consumo de cocaína a sus maridos. Las mujeres describieron varias maneras que utilizaban para encubrir sus gastos, como comprar ropas más baratas, gastar menos dinero en comida, pedir a los amigos que les pagaran la cuenta en los restaurantes y declarar que habían donado dinero a una institución benéfica. Estas mujeres veían su consumo de cocaína como un secreto bien guardado que les proporcionaba un sentido de poder y de control; no se identificaban como consumidoras de droga. Las mujeres que ocultaban el consumo a su compañero sentimental y/o hijos temían ser descubiertas. Una madre de dos adolescentes empezó a mantener su hábito de cocaína con las joyas de la familia: “Mi familia siempre ha tenido dinero. No éramos millonarios pero nunca tuvimos problemas financieros. Mi madre provenía de un ambiente en el que tenían que luchar mucho más y ella siempre intentó alejarse de esto…Yo tenía quince años y tenía todos los artículos de plata, sábanas, toallas y objetos de cocina que una buena ama de casa necesita. Ella siempre me daba joyas porque pensaba que era unan buena inversión…Desde que nacieron mis hijos no tenía mucha oportunidad de llevarlas y estaban todas en una caja fuerte de seguridad… Yo necesitaba dinero para cocaína y sabía que no podía sacar más de la cuenta bancaria…Encontré esa tienda de empeños, una buena, no como esas del tipo del mercado de la pulga, y empeñé alguna de mis joyas. Quiero recuperarlas…He estado teniendo pesadillas en las que mi marido lo descubría. Incluso he pensado en llevar algunas en unas vacaciones y no devolverlas haciendo ver que alguien nos había robado”. Además, las mujeres trabajadoras tenían miedo de ser descubiertas por sus colegas. Los contactos de provisión de droga de las mujeres de clase media difieren de los de las mujeres de clase inferior. Las transacciones con los traficantes que venden a clientes de clase media tienden a ser más 12 discretas que las transacciones públicas comunes en barrios plagados de droga. Aunque el traficante y el consumidor tienen una relación de negocios, ésta tiende a ser más personal: se conocen mutuamente por su nombre propio, el traficante puede ser contactado por teléfono o por un “busca” y estará dispuesto a ir al encuentro del cliente, en lugar de esperar que el cliente acuda al vendedor. La naturaleza personal de las conexiones de las mujeres de clase media también se refleja en el hecho de que varias mujeres compraron cocaína a un traficante que controlaba su uso y lo restringía si incrementaba drásticamente. Mientras los traficantes callejeros se muestran principalmente interesados en conseguir beneficios financieros, los vendedores que servían a las mujeres de clase media de este estudio parecían estar preocupados por proteger a las clientes, por varios motivos pero especialmente para mantener clientes con dinero. Factores que previenen el uso incontrolado, fuerte. El consumo de drogas en la clase media implica un patrón de uso de droga en el que los consumidores controlan la cantidad y la frecuencia del uso. La cocaína es una droga que facilita este uso controlado porque no va asociada a ningún síntoma físico de abstinencia y porque sus efectos son juzgados como positivos. Se supone que los consumidores de cocaína de clase media no son adictos, por tanto, desafían la hipótesis determinista fármaco-económica que declara que los consumidores harán cualquier cosa para mantener su hábito (Murphy et al. 1989; Waldorf et al. 1991). Las mujeres de este estudio describieron un número de factores que les sirvieron para prevenir el convertirse en consumidores incontroladas o, si aumentaba su uso, les facilitaba disminuirlo. Varios de estos factores son inherentes a sus contactos de provisión de drogas; por ejemplo, la dependencia de las mujeres de otra persona para acceder a la droga y la naturaleza de la relación entre un consumidor de clase media y su vendedor de droga. Además, el uso de cocaína de las mujeres está limitado porque ellas principalmente se autodefinen como compañeras, madres y/o colegas que no consumen drogas. El principal rol social de las mujeres es el de no consumidoras. La ausencia de compromiso influye en el patrón de uso de las mujeres. RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 10 – 1997 MAQUETA RET Nº10 21/12/1999 16:03 Página 11 Otra factor clave que limita a las mujeres es su miedo a que se descubra su consumo de cocaína. Si su consumo se descubre, las mujeres pueden perder su trabajo, sus relaciones de pareja y, si son madres, la custodia de los hijos. Las mujeres no quieren perder lo que tienen; quieren añadir cocaína a su vida, no permitir que la droga destruya su vida. Algunas mujeres empezaron a convertirse en el contacto de provisión de drogas de la nueva generación de mujeres de clase media. Esto les llevó a convertirse en semi-traficantes que tenían una pequeña cantidad de provisión de cocaína en su residencia u oficina. A cambio de ser proveedoras, las mujeres empezaron a coger más cocaína que la cantidad por la que habían pagado o empezaron a cobrar la droga a un precio superior del que habían pagado. Mientras ser proveedora tenía ventajas como tener acceso a la cocaína y ganar beneficios, la principal desventaja era el riesgo aumentado de ser descubierta por otras personas, incluyendo la policía. El estatus de clase media proporciona a las mujeres unos medios financieros para mantener su hábito superiores a los medios disponibles para las mujeres de estratos socioeconómicos inferiores. Por ejemplo, una mujer abogada cuyos ingresos alcanzan los 90.000 dólares anuales, recientemente puso a la venta objetos incluyendo algunos de sus muebles de anticuario. Alguno de los patrones de consumo de las mujeres habían evolucionado de manera que podían amenazar su estatus de clase media. Una dermatóloga explicó su espiral destructiva: “La cocaína me ayudó a acabar mi carrera de medicina; era mi mejor amiga cada vez que tenía un examen importante…ahora, está destruyendo mi vida. La consumo solo por consumirla. No me coloco, no me hace más efectiva, y gasto tiempo y dinero… He pensado en buscar tratamiento, pero no consigo convencerme. He usado todos mis ahorros, he vendido mi casa para pagar el alquiler de un piso, he cambiado mi coche por uno más pequeño, y quien sabe que más he hecho… No puedo aceptar ayuda y mis amigos han empezado a notar que estoy cambiando”. Durante los tres meses anteriores a la entrevista, diez mujeres empezaron a fumar cocaína o crack además de usar cocaína intranasal. Una mujer fue vista gastando RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 10 – 1997 como mínimo 300 dólares en una noche, a pesar de que ella afirmó en la entrevista que sentía que controlaba su hábito de cocaína. Estas mujeres se iban dirigiendo al uso incontrolado porque perdían el contacto con amigos no consumidores. El uso de cocaína de estas mujeres indica que pueden existir limites en la protección provista por su estatus de clase media. Sin embargo, este estatus puede también motivarles para volver a controlar su uso de cocaína. Tres mujeres describieron como su uso se convirtió en excesivo y casi destruyó sus vidas. Dos mujeres fueron capaces de ganar control sobre el consumo con la ayuda de una amiga; una mujer perdió todas su propiedades y estuvo cuatro meses en un tratamiento de desintoxicación. Patrones similares fueron explicados en otros estudios con mujeres consumidoras de clase media (Murphy et al. 1989). CONCLUSIONES FINALES Las mujeres consumidoras de cocaína de clase media no deben ser contempladas como un grupo homogéneo. Mientras algunas mujeres respondían a un patrón de uso de drogas que reafirmaba el uso controlado de la cocaína, otras mostraron que los patrones de uso pueden cambiar con el tiempo y pueden fluctuar entres picos de uso incontrolado, abstinencia, y uso controlado. El primer encuentro de las mujeres con la cocaína implicaba a un amigo masculino o femenino y a menudo tenía lugar dentro del contexto de “diversión”. El uso continuado de cocaína varía según el genio del introductor. Las mujeres que fueron introducidas por otra mujer la presionaron más para que les proporcionaban cocaína; Ellas se sentían más incómodas presionando a un introductor masculino porque éste podía esperar favores sexuales a cambio. Sin embargo, tarde o temprano, las mujeres llegaban a un punto en que ya no querían que otros controlaran sus momentos de diversión, y empezaron a desarrollar sus propios contactos de provisión de drogas. Una vez conectaban con un traficante, el uso controlado se volvía más difícil. Los resultados de este estudio indican que la mayoría de las mujeres de clase media fueron capaces de mantener o recuperar el control de su uso de cocaína, aunque 13 MAQUETA RET Nº10 21/12/1999 16:03 Página 12 otras traspasaron el límite y perdieron el control y los recursos para mantener un hábito controlado. El uso de cocaína de las mujeres no tendía a llevarlas a la incapacidad, aunque algunas de ellas estén o estaban en el límite de perder el control. Las opciones de futuro previnieron que la cocaína dominara la vida de las mujeres; ellas usaban la cocaína para ampliar el abanico de oportunidades de sus vidas. A través de razonamientos como éste las mujeres desarrollaron imágenes contradictorias sobre sí mismas como adictas, aunque también como consumidoras controladas de cocaína. Si se definían a sí mismas como consumidoras incontroladas, tenían que abandonar el mito del consumo para divertirse. Para sobrevivir, necesitaban seguir etiquetándose como consumidoras controladas. Esto puede explicar porqué muchas de las mujeres frecuentemente enfatizaban su control sobre el hábito más que permitirse identificar las varias maneras en las que su consumo impactaba en sus vidas. Debido a su condición de clase media, y debido a los recursos asociados a esa condición, tuvieron éxito. La mayoría de la literatura ignora el uso de substancias ilícitas como la cocaína entre los miembros de la clase media. Sin embargo, el uso de cocaína entre la clase media, particularmente entre las mujeres, puede ser más prevalente de lo que a menudo es asumido o conocido. Aunque la muestra de este estudio es limitada, los resultados proveen datos basales para estudios posteriores a gran escala. Las mujeres de este estudio ofrecen una perspectiva desde la experiencia, de algunas de las maneras en que el uso de cocaína impacta sus vidas. Aunque su estatus de clase media les ofrece oportunidades financieras más amplias para mantener el hábito de cocaína, este mismo estatus contiene su consumo. Una comprensión clara de los temas relevantes en la vida de las mujeres ayudará en el desarrollo de esfuerzos de prevención e intervención dirigidos a estas mujeres. Conocer el uso de drogas de la clase media también reducirá el estigma del uso de drogas como un problema social de los pobres. Actualmente, la sociedad mediana a menudo propone estrategias de control de la droga que invaden la privacidad de aquellos que se ajustan a un perfil de droga predeterminado, permitiendo que agentes de la ley 14 detengan y busquen individuos, entren en sus casas, o analicen muestras de orina en busca de consumo de droga. Uno puede volverse más consciente de las consecuencias de estas políticas invasivas si éstas son aplicables a todos los ciudadanos de la sociedad y no únicamente a ciertas clases. Agradecimientos Esta investigación fue financiada por una beca del National Institute on Drug Abuse (R29 DAO 7406). Agradecemos la colaboración de Tanya Frazier y Yvonne Medina en la recogida de datos. BIBILOGRAFIA: Anderson, E. 1990 Streetwise: Race, class, and change in an urban community. Chicago: University of Chicago Press. Becker, H. 1953 Becoming a marijuana user. American Joural of Sociology 59:235-242. Becker, H. 1963 Outsiders: Studies in the sociology of deviance. Glencoe, III.: Free Press. De la Rosa, M., J. Khalsa, and B. Rouse. 1990 Hispanics and illicit drug use: A review of recent findings. International Journal of the Addictions 25:665-691. Douglas, J. 1970 Investigative social research. Beberly Hills, Calif.: Sage. Glaser, B., and A. Strauss 1967 The discovery of grounded theory: Strategies for qualitive research. New York: Aldine de Gruyter. Inciardi, J.A., D. Lockwood, and A. Pottieger 1993 Women and crack cocaine, New York: Mcmillan Publishing Company. Johnson, L., P. O’Malley, and J. Bachman 1991 Drug use among American high school seniors, college students, and young adults 1975-1990. Vol 1, High school seniors. Rockville, Md.: National Institute on Drug Abuse. Kearny, M., S. Murphy, and M. Rosenbaum 1994 Mothering on crack cocaine: A grounded theory analysis. Social Science and Medicine 38:351-361. Miles, M., and A. Huberman 1984 Qualitative data analysis: An expanded sourcebook. Newbury Park: Sage. Morgan, P. 1983 The political economy of drugs and alcohol: An introduction. Journal of Drug Issues 13:1-7. Morgan, P., and K. Joe 1996 Citizens and outlaws: The private lives and public lifestyles of women in the illicit drug economy. Journal of Drug Issues 26(1) 125-142. Murphy, S., D. Waldorf, and C. Reinarman 1989 An 11-year follow-up of a network of cocaine users. British Journal of Addictions 84:427-436. Musto,D. 1973 The Amercan disease: Origins of narcotic control. New York: Oxford University Press. National Institute of Justice 1994 Drug use forecasting. Washington, D.C.: National Institute of Justice. National Institute on Drug Abuse 1994 Household survey on drug abuse: Preliminary findings 1993. Rockville, Md. Reinarman, C. 1983 Constraint, autonomy, and state policy: Notes toward a theory of controls of consciousness alteration. Journal of Drug Issues 13:9-30. Rosenbaum, M. 1981 Women on heroin. New Brunswick, N.J: Rutgers University Press. Spradley, J. 1979 Participant observation. New York: Holt, Rinehart, and Winston. Strauss, A., and J. Corbin 1990 Basics of qualitative research: Procedures and techniques for grounded theory. Newbury Park:Stage. Taylor, A. 1993 Women drug users: An ethnography of a female injecting community. Oxford: Clarendon Press. RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 10 – 1997