La figura de la Virgen María en la cristología de san Gregorio

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LA FIGURA DE LA VIRGEN MARÍA
EN LA CRISTOLOGÍA
DE SAN GREGORIO NACIANCENO
MIGUEL BRUGAROLAS
Palabras clave: San Gregorio Nacianceno - Mariología - Cristología.
Resumen: la mariología de san Gregorio de Nacianzo está directamente
relacionada con la verdad de la maternidad divina y con la verdad y perfección
de la Humanidad del Señor. Por este motivo, la doctrina mariológica de
Gregorio está estrechamente entrelazada con su cristología. Este artículo
presenta la figura de santa María en el contexto de la cristología de Gregorio.
En sus textos aparecen tres grandes temas: la Virginidad de María, como signo
de la divinidad de Cristo; su Maternidad divina, como confesión de la verdad
de la Encarnación del Verbo, y la “prepurificación” de santa María en su cuerpo
y en su alma, como preparativo para su misión tan particular de ser la Madre
del Salvador. De las enseñanzas de Gregorio se desprende una gran profundidad
teológica y una viva devoción mariana.
THE FIGURE OF SANCTA MARIA
IN THE CONTEXT OF THE CHRISTOLOGY
OF GREGORY OF NAZIANZUS
KEY WORDS: St. Gregory of Nazianzus - Mariology - Christology.
SUMMARY: the Mariology of st. Gregory of Nazianzus is directly related to the truth
of the divine motherhood and the reality and perfection of the Lord’s humanity. For this
reason, the Marian doctrine of Gregory is closely intertwined with his Christology. This
paper presents the figure of sancta Maria in the context of the Christology of Gregory.
In his texts, there are three major subjects: the Virginity of Mary, as a sign of the
divinity of Christ; his divine Motherhood, as a confession of the truth of the Incarnation
of the Word; and the “pre-purification” of sancta Maria in her body and in her soul,
in preparation for the particular mission of being the Mother of the Saviour. From the
teachings of Gregory emerges a theologically depth Marian devotion.
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El objetivo de este trabajo consiste en presentar y leer los pasajes
mariológicos de san Gregorio de Nacianzo en el contexto cristológico en que
surgieron y al que sirven. Ésta es, sin duda, la perspectiva más adecuada, dada
la estrecha unidad que se da en su pensamiento entre cristología, soteriología y
mariología. Ésta es, además, la perspectiva más natural. Los textos de Gregorio
son bien conocidos, pero su gran belleza y su riqueza teológica –inagotable–
hacen que siempre se descubran en ellos destellos y matices nuevos.
Como es bien sabido, el contexto histórico de la producción literaria de
Gregorio Nacianceno –el siglo IV– sitúa su doctrina acerca del Misterio de
Dios y de Cristo en uno de los períodos más ricos y más vitales de la historia
de la teología griega; el siglo IV es el gran siglo de la teología trinitaria y es
ya el comienzo de los grandes desarrollos cristológicos y, en consecuencia,
de la mariología. En esta época se recoge como principio estructurante de
la mariología la verdad central de la Maternidad divina de María; el título
Theotokos, en efecto, ya formaba parte importante de la piedad popular
mariana en Oriente, como se muestra en la oración Sub tuum praesidium1.
La doctrina mariológica del Nacianceno está directamente relacionada con
esta verdad de la maternidad divina y, en consecuencia, está entrelazada
estrechamente con su cristología, muy especialmente con la verdad y
perfección de la Humanidad del Señor. Quizás por esto mismo la doctrina
de Gregorio posee un especial interés2.
En el conjunto de los tres Grandes Capadocios, los textos mariológicos
contenidos en el corpus de Gregorio de Nacianzo –en sus sermones, poemas y
cartas– son más breves y más escasos que los que se hallan en los escritos de
Basilio y, especialmente, de Gregorio de Nisa3. Por lo general son fragmentos
1. Cfr. L. F. Mateo-Seco, “La devoción mariana en la tradición primitiva de la Iglesia”, Anales
Valentinos 27 (2001), pp. 213-232; M. Starowieyski, “Le titre theotókos avant le concile
d’Ephèse”, Studia Patristica 19 (1989), pp. 236-342; H. Graef, María. La mariología y el
culto mariano a través de la historia, Barcelona 1967, 55s.
2. La bibliografía sobre la mariología de Gregorio Nacianceno es reducida pero valiosa.
Cfr. G. Söll, “Die Mariologie der Kappadozier in Lichte der Dogmengeschichte”,
Teologische Quartalschrift 131 (Tubinga 1951), 288-391; F. Trisoglio, “La Madre di Dio
in Gregorio Nazianzeno”, Theotokos 11 (2003), 91-124; M. Candal, “La Virgen Santísima
‘prepurificada’ en su Anunciación”, Orientalia christiana periodica 31 (1965), 241-276.
3. Una traducción castellana de los textos mariológicos más relevantes de los Capadocios
pueden leerse en el elenco recogido por C. I. González, María en los Padres griegos. Estudio
introductorio y textos, México: Cem, 1993, 390-425.
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breves o sucintas menciones de la Virgen María traídas al hilo de desarrollos
en torno a Jesucristo y el plan divino de salvación4. Todo cuanto dice el
Nacianceno acerca de santa María está al servicio del misterio de Cristo,
pero pone de relieve la convicción de Gregorio de que Ella ocupa un lugar
muy singular en el plan salvífico del Padre5: su maternidad no sólo tiene que
ver con la existencia verdaderamente humana del Hijo de Dios, sino que, al
mismo tiempo, es una maternidad que abarca toda la persona de la Virgen,
también su alma, como se puede ver por la exigencia de “prepurificación” de
la que trataremos. Todo este pensamiento se encuentra sembrado a lo largo
de la obra de Gregorio, muchas veces en sencilla asociación de ideas. Como
afirma F. Trisoglio, el Nacianceno no es el orador que ha confeccionado un
panegírico acerca de la Virgen, sino el teólogo estrictamente concentrado
que examina una realidad y se limita a recordar y anunciar la persona y el
papel de la Virgen en el plan salvífico de Dios6.
Como decimos, las referencias a la Virgen María se encuentran
diseminadas por todos los escritos de Gregorio. En las obras teológicas, que
se caracterizan en primer lugar por la defensa de la fe nicena en las últimas
décadas de fuerza del arrianismo7, y después, por sus argumentaciones
cristológicas frente a las doctrinas de Apolinar de Laodicea (ca. † 390)8,
Gregorio habla del nacimiento de Cristo, del parto virginal y de la Theotokos
con el doble objetivo de defender la perfecta divinidad del Hijo y de afirmar
la humanidad completa –cuerpo y alma– del Verbo encarnado.
En los poemas, la doctrina cristológica del Nacianceno es también muy
rica. Muestra de ello es el segundo poema dogmático dedicado al Verbo
Eterno y a su misión salvadora, que contiene una cristología en versos de
4. Como dice F. Trisoglio: “gli spunti mariani erano supporti integrativi all’argomento centrale”.
F. Trisoglio, “La Madre di Dio in Gregorio Nazianzeno”, Theotokos 11 (2003), 104.
5. Cfr. C. I. González, María en los Padres griegos. Estudio introductorio y textos, México: Cem,
1993, 90.
6. Cfr. F. Trisoglio, “La Madre di Dio in Gregorio Nazianzeno”, Theotokos 11 (2003), 106.
7. La mejor exposición de la defensa del Nacianceno de la fe nicena son sus discursos teológicos:
Orationes 27-31. Cfr. P. Gallay - M. Jourjon, Grégoire de Nazianze. Discours 27-31 (Discours
Théologiques), SC 250, 29-65.
8. Los dos escritos de Gregorio más relevantes frente a Apolinar son la Oratio 22 y la
Epistula 101. Cfr. J. Barbel, Gregor von Nazianz. Die Fünf Theologischen Reden,
Düsseldorf 1963, 288s.
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gran fuerza, en los que aparece con todo su relieve la paradoja que posee
ante los ojos de los hombres el misterio del Verbo Eterno hecho carne9. En
los poemas biográficos y morales, también aparece con frecuencia la figura
de santa María; de modo particular, Gregorio, que es un gran defensor de
la virginidad, ensalza a santa María por la corona de su virginidad y por su
especial pureza y santidad, estrechamente vinculadas a su vocación de ser
Madre de Dios. En sus versos, aparecen finalmente algunos títulos marianos
que muestran la devoción y el amor por la Madre de Dios de Gregorio, que
se convierte así en testimonio de la piedad popular de su época.
El “doble” origen de Cristo
Los cinco Discursos teológicos con los que el Nacianceno defiende la
profesión de fe nicena frente a Eunomio y el arrianismo tienen como núcleo
fundamental la afirmación de la perfecta divinidad del Hijo y del Espíritu
Santo10. Los Discursos tercero y el cuarto (Or. 29 y 30) están dedicados a la
defensa de la unidad del Hijo con el Padre y tratan profusamente del modo
de la generación divina. En este marco, Gregorio afirma la doble generación
del Hijo, en la eternidad y en el tiempo, y la generación virginal en cuanto
que es signo de la generación eterna del Verbo por el Padre.
En este contexto, Gregorio al hablar del misterio de la Virgen Madre
dirige su mirada ante todo hacia el misterio de Dios, e insiste en que el
parto virginal revela el carácter inefable de la generación en Dios; es signo
y símbolo de lo que acontece en la generación eterna. Ante la problemática
arriana que se caracteriza por comprender la generación en Dios al modo
humano, Gregorio interpreta el parto virginal como un signo de que la
generación en Dios no puede comprenderse del mismo modo que la
generación humana, sino de un modo más elevado. Éstas son sus palabras:
9. Cfr. Ph. Molac, “‘A-t-il commis une faute en étant pour toi miséricordieux? Pour moi,
c’est très admirable!’ La christologie dans le deuxième poème dogmatique de Grégoire de
Nazianze”, Bulletin de Litterature Ecclesiastique CIX (2008), 307-338.
10. Tal es el contenido teológico de estos discursos que C. Moreschini los ha calificado como
un auténtico tratado De Trinitate en forma de discursos. Cfr. C. Moreschini, “Gregorio
Nazianzeno. I cinque discorsi teologici”, Testi Patristici 58, Roma 1986, 25.
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“Y no eres capaz de ver siquiera que Aquel cuya generación según
la carne (katá sárka génnesis) es diferente –pues ¿dónde has conocido
entre los tuyos una Virgen Madre de Dios (theotókon parthénon)?–, tiene
también una generación espiritual (pneumatiké génnesis) incomparable”11.
He aquí lo nuclear del signo: la “espiritualidad” que comporta una
virginidad maternal hace elevar los ojos hacia la “espiritualidad” de la
generación en Dios. El hecho inaudito e inefable de la Virgen Madre que
dio a luz al Hijo de Dios virginalmente manifiesta que, aquello que en
lo humano fue único y admirable, es también en lo divino excepcional y
sólo propio de Dios. Sólo Dios puede engendrar así. Dicho de otro modo:
Aquél que en su generación humana presentó un signo de lo divino, en
su generación divina no puede comprenderse humanamente. Su generación
transciende todo pensamiento humano. Domingo García ha formulado este
razonamiento de Gregorio con las siguientes palabras: “La doble generación
es una generación doblemente virginal. De este modo, es posible afirmar
que la generación virginal del Verbo encarnado en el seno de María es
el paradigma adecuado para pensar la generación eterna del Hijo: una
generación no carnal, exclusiva [...] y que no supone “pasión” ni cambio en
el que genera; una generación, en ambos casos, inefable”12.
Así expresa Gregorio su pensamiento un poco más adelante en el mismo
discurso De Filio:
“Él, ciertamente, fue engendrado, pero ya había sido engendrado;
nació de una mujer, pero de una mujer virgen: lo primero es humano;
lo segundo, divino. Aquí no tuvo padre; allí no tuvo madre: todo esto
corresponde a la divinidad”13.
Gregorio con este paralelismo antitético pone de relieve la paradoja
que el misterio de Cristo entraña en sí mismo y presenta a los ojos de
los hombres. Sin reducir en nada la fe en el Verbo y en su Encarnación,
Gregorio afirma frente a los arrianos la identidad entre el Verbo y Jesús,
11. Gregorio de Nacianzo, Oratio 29,4: SC 250, 184.
12. D. García-Guillén, “‘Padre es nombre de relación’. Dios Padre en la teología de
Gregorio Nacianceno”, Analecta Gregoriana 308, Roma 2010, 266.
13. Gregorio de Nacianzo, Oratio 29,19: SC 250, 218 (tr.: J. R. Díaz Sánchez-Cid,
Los cinco discursos teológicos, Madrid 1995, 177).
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su pertenencia al ámbito de lo divino y su perfecta pertenencia al reino de
los hombres. En efecto, el fundamento sobre el que se afirma la generación
virginal de Jesús en la carne como signo de la generación eterna del Padre
es la verdad cristológica esencial de la unicidad e identidad entre el Verbo y
Cristo, entre el Hijo eterno del Padre y el Hijo de santa María Virgen, entre
lo humano y lo divino en Cristo.
A este respecto, hay unas palabras del Nacianceno, pronunciadas en
Constantinopla en el año 379, en plena crisis doctrinal, en las que aparecen
mencionadas las herejías cristológicas precisamente como una negación de la
unicidad de Cristo. El Nacianceno acusa a quienes introducen la pluralidad
en Cristo y hablan de:
“el que es engendrado, el que es creado, el que comenzó a partir de
María, el que vuelve de donde ha salido para existir, el que es un hombre
privado de espíritu, el que es real, el que no es más que apariencia”14.
Con esta “pluralidad” de modos de hablar de Cristo, introducida en el
misterio de Cristo por los adversarios de la Iglesia, Gregorio hace alusión a
las grandes herejías trinitarias y cristológicas de la época: a los arrianos, que
hacían de Cristo una criatura; a Fotino y los ebionitas antiguos, para quienes
Cristo era un hombre nacido de María y adoptado por Dios; a Marcelo de
Ancira y a los modalistas, que sostenían que el Verbo encarnado no era más
que una forma, un modo de existir del Padre15; a Apolinar, que afirmaba que
en Cristo la divinidad hacía las veces de alma; y, finalmente, a los docetas, que
negaban la verdadera encarnación afirmando de Cristo un cuerpo aparente.
La teología de Gregorio ante esta maraña de doctrinas es diáfana, en
sintonía con la gran tradición que le precede, especialmente con Ireneo,
Orígenes y Atanasio. Así se ve en su segunda carta a Cledonio, escrita poco
más tarde, entre los años 381 y 382:
14. Gregorio de Nacianzo, Oratio 32,5: SC 318, 92s.
15. En la Oratio 33,16 con palabras semejantes Gregorio vuelve a criticar a Fotino, por decir
que Cristo no comienza a existir más que a partir de María; y a los arrianos y modalistas,
frente a los que confiesa su fe trinitaria con una fórmula de gran precisión: “Adoramos al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, una sola divinidad, Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el
Espíritu Santo, una sola naturaleza y tres propiedades, inteligentes, perfectas, subsistentes
por ellas mismas, distintas por el número, pero no distintas por la divinidad” (Gregorio
de Nacianzo, Oratio 33,16: SC 192-194).
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“Nosotros unimos en uno el Hijo de Dios que ha nacido del
Padre y después de la santa Virgen María. No nombramos dos
Hijos, sino uno solo y el mismo que adoramos en una divinidad
y un honor inseparable. Si alguno no está de acuerdo con estas
palabras, ya sea ahora o más tarde, dará cuenta a Dios en el día
del juicio” 16.
La afirmación de la doble generación del Verbo aparece en diversos lugares
de los escritos de Gregorio. La generación eterna, que es una generación ab
initio y sólo del Padre, y la generación en la carne, que acontece en los
últimos tiempos y es una generación sólo de la Virgen. Tal es la convicción
del Nacianceno que llega a referirse a Cristo como “célibe de célibes”17. En
varias ocasiones, con el mismo objetivo de mostrar la doble procedencia del
Hijo, se aduce a Melquisedec como figura de Cristo. Así, por ejemplo, se lee
en la Oratio 38:
“La letra cede, el espíritu se aventaja; las sombras pasan, viene después
la verdad. Se aduce Melquisedec: Aquel que no tiene madre (amétor),
nace sin padre (apátor). Primero sin madre, luego sin padre. Las leyes
de la naturaleza son abolidas”18.
Resulta verdaderamente interesante la teología que encuentra
Gregorio en la figura de Melquisedec; siguiendo Heb 7,3 ve en Cristo el
auténtico cumplimiento y realización de Melquisedec19, concretamente
en el misterio de su genealogía. Igualmente, en el segundo discurso De
Filio, en un párrafo precioso y de gran riqueza teológica el Nacianceno
va comentando los títulos del Hijo e incluye en su lista el nombre de
Melquisedec precisamente teniendo presente el misterio de la generación
del Verbo.
16. Gregorio de Nacianzo, Epistula 102,4: SC 208, 72.
17. Gregorio de Nacianzo, Carm I,2,34 189-194: “La encarnación de Cristo es otra
modelación (plásis) del hombre, en cuanto que Dios ha sufrido la pasión en la carne a causa
de mi pasión, Dios, lo dio todo a cambió de todo lo mío. Él viene de una mujer, en favor de
Eva, pero de una Virgen (ek parthénou): y, de hecho, tiene su origen ab initio solo del Padre
(ek Patrós mónou tó próton); Él es célibe de célibes (ázux azúgon)”.
18. Gregorio de Nacianzo, Oratio 38,2: SC 358, 104-106.
19. Sobre la figura de Melquisedec en la tradición patrística puede verse: G. Bardy,
“Melchisedech dans la tradition patristique”, Revué Biblique 35 (1926), 496-509, 36
(1927), 25-45.
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En primer lugar aduce los nombres que le corresponden al Verbo por
su naturaleza divina y después pasa a considerar aquellos títulos que “son
propiamente nuestros, pues convienen a aquello que Él ha asumido”20.
Comienza con el título de “hombre”, que le pertenece porque para nuestra
salvación se ha hecho hombre “igual en todo a nosotros excepto en el pecado:
cuerpo, alma y espíritu, por los cuales le vino la muerte”21. Luego continúa con
los demás títulos: “Hijo del hombre”, “Cristo”, “Camino”, “Puerta”, “Pastor”,
etc., y termina con “Melquisedec”. Se trata de un nombre que le corresponde:
“Porque carece de madre, en lo que es superior a nosotros, de padre, en lo
que es igual a nosotros, y porque en el Cielo es sin genealogía. En efecto,
así lo dice la Escritura: ¿Su genealogía, quién la podrá narrar? (Is 53,8).
Es también Melquisedec porque es Rey de Salem, que significa paz,
porque es rey de justicia y porque recoge el diezmo de los patriarcas que
triunfaron sobre los poderes malvados (cfr. Heb 7,2.4; Gen 14,17-20)”22.
La defensa del doble origen del Hijo, de su doble generación, que hemos
visto en estos pasajes tiene como correlato la afirmación de las dos naturalezas
de Cristo. Como veremos más adelante, al tratar de la maternidad divina
de santa María, en el Nacianceno encontramos textos cristológicos que
manifiestan una madurez extraordinaria en cuanto a la comprensión de la
unión de las dos naturalezas, humana y divina, en Cristo. Algunos de estos
textos aparecen también hilvanados junto con hermosas afirmaciones sobre
la virginidad de María.
La virginidad de María como signo de la divinidad de Cristo
Como es natural, la teología de Gregorio de Nacianzo en torno a la
virginidad es homogénea con la gran tradición de los Padres griegos. Las
palabras de Gregorio, en sus poemas sobre la virginidad y en sus discursos,
20. Gregorio de Nacianzo, Oratio 30,21: SC 250, 270.
21. Gregorio de Nacianzo, Oratio 30,21: SC 250, 272. Esta antropología puede considerarse
como correspondiente al esquema Logos-anthropos. Gregorio, atento al tricotomismo en la
naturaleza humana que propone Apolinar en el segundo momento de su polémica, cita
explícitamente “alma” y “espíritu”.
22. Gregorio de Nacianzo, Oratio 30,21: SC 250, 272-274.
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especialmente en su oración fúnebre a san Basilio forman parte de la herencia
que la Iglesia ha recibido de los santos en torno a la grandeza de la virginidad23.
El honor que recibe la virginidad es esencialmente cristológico. Para el
Nacianceno, “el nacimiento de Cristo de una Virgen hace brillar la virginidad”24;
pues Cristo nació de una Virgen para revestir de honor su nacimiento y poner en
el primer lugar de honor la virginidad25. De aquí que podamos leer también en
sus escritos exhortaciones a la virginidad en estos términos: “Cristo ha nacido de
la Virgen: mujeres, sed vírgenes para que lleguéis a ser madres de Cristo”26. La
virginidad, en cierto sentido, engendra a Cristo.
La razón de fondo por la que la virginidad es considerada de modo tan
excelso, radica en el hecho de ser signo e imitación de la naturaleza divina.
Como ya hemos visto, el nacimiento virginal de Cristo manifiesta su origen
divino, pues para Gregorio, “la primera virgen la Santísima Trinidad”27.
Se trata de un argumento que los Capadocios utilizan con convicción y
frecuencia. M. Aubineau y M. Gordillo han dedicado numerosas páginas a este
asunto en sus estudios sobre Gregorio de Nisa28. En la mariología de los Capadocios
este argumento, que puede parecer demasiado original tiene un gran peso. El
argumento es utilizado contra los arrianos, para desenmascarar una de las causas de
fondo de la negación de la eternidad de la generación del Verbo: esta generación,
argumentan los Capadocios, ha tenido lugar sin que haya habido cambio en el
Padre y, por eso, sin antes ni después. De ahí que le llamen generación virginal.
Se manifiesta aquí la firmeza de las convicciones de los Capadocios en torno
a los atributos divinos: la generación en Dios –que existe puesto que hay en
Él Padre e Hijo– ha de ser coherente con su perfección y, en consecuencia, con
23. He aquí unas palabras de la Oratio in laudem Basilii: “Gran cosa es la virginidad y el celibato; los veo
colocados al mismo nivel de los ángeles y de la naturaleza simple, y me atrevo a decir que también
de Cristo; pues, aunque quiso nacer por nosotros que hemos nacido, al nacer de una Virgen decretó
la ley de la virginidad, para sacarnos de aquí y suprimir el poder de este mundo, o, mejor aún, para
traspasar un mundo al otro, el presente al futuro” (Oratio 43, 62: SC 384, 258).
24. Gregorio de Nacianzo, Carm 1,2,3,30: PG 37 635.
25. Cfr. Gregorio de Nacianzo, Or. 14,13: PG 35 861.
26. Gregorio de Nacianzo, Oratio 38,1: SC 358, 104.
27. Gregorio de Nacianzo, Carm I,2,1 v.20: “próte parthénos estín hagné Triás”.
28. Cfr. M. Aubineau, “Introduction”, en Grégoire de Nysse. Traité de la virginité, SC 119, 143-213;
M. Gordillo, “La virginidad trascendente de María Madre de Dios en S.G. de N. y en la
antigua tradición de la Iglesia”, Estudios marianos 21 (1960), 117-156.
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su inmutabilidad. Tomar el nacimiento virginal como signo de la inmutable
generación en Dios venía pedido, entre otras cosas, por la necesidad de explicar
con grafismo la perfección de la generación en Dios frente a los arrianos.
La maternidad virginal de María, además de ser un signo de la generación
eterna del Hijo, es afirmada como una manifestación concreta de las dos
naturalezas de Cristo. Los títulos de Madre y de Virgen dados a santa
María expresan la doble naturaleza de Cristo que se unen en Él de modo
tan admirable como la maternidad y la virginidad se unen en santa María.
Quizás el texto más expresivo de Gregorio sean estas palabras sacadas de su
segundo poema dogmático dedicado al Hijo:
“Él [Cristo] era hombre mortal (brotós), pero Dios; de la estirpe de
David, pero modelador de Adán (Adámoio plástes); portador de carne
(sarkophóros) y, sin embargo, sin cuerpo; de una Madre, pero Virgen;
circunscrito, pero inconmensurable”29.
La brevedad de esta “letanía de títulos antinómicos”otorgan al texto una
gran fuerza y, como apunta Ph. Molac, nos parece encontrar en ellos una
formulación en germen de los elementos cristológicos que estructurarán
tiempo después la teología de Calcedonia30. Del lado de su humanidad están
las afirmaciones: hijo de David, sarkophoro –portador de carne–, proveniente
de la Madre y circunscrito; del lado de su divinidad, el ser “modelador” de
Adán, el no tener cuerpo, el proceder de Virgen y el ser inconmensurable.
La maternidad de santa María se afirma, pues, por la naturaleza humana
de Cristo; la virginidad por su naturaleza divina. Ambas, maternidad y
virginidad son en santa María tan indisociables como las naturalezas humana
y divina son en Cristo31.
29. Gregorio de Nacianzo, Carm I,1,2,62-64.
30. Cfr. Ph. Molac, “‘A-t-il commis une faute en étant pour toi miséricordieux? Pour moi,
c’est très admirable!’ La christologie dans le deuxième poème dogmatique de Grégoire de
Nazianze”, Bulletin de Litterature Ecclesiastique CIX (2008), 333.
31. La dualidad de naturalezas en Cristo aparece bien expresada en estas palabras de Gregorio de la Oratio
39: “Se nos unió mediante la carne, que actuaba de velo. Pues no es propio de la naturaleza creada
corruptible llevar la pureza de la naturaleza divina. Por tanto, se mezcló lo que no podía mezclarse.
No sólo Dios con lo que tiene origen, la mente con la carne, lo que está por encima del tiempo con el
tiempo, lo que no admite límite con lo mensurable, sino también el nacimiento con la virginidad, la
deshonra con lo que merece todo honor, lo impasible con lo sometido a toda suerte de sentimientos,
lo inmortal con lo corruptible” (Gregorio de Nacianzo, Oratio 39,13: SC 358, 178).
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En el segundo discurso De Filio, afirma Gregorio que Cristo estuvo sujeto
a la ley de tener una madre, pero no a la ley de la generación corruptible:
“Él es “Hijo de hombre” a la vez a causa de Adán y a causa de la
Virgen: viene de Adán en cuanto primer padre, y de la Virgen en
cuanto se sometió a la ley de tener madre, pero no por la ley de la
generación”32.
El lenguaje es todavía imperfecto, pero es suficientemente claro. Como
comenta J. Barbel, el Nacianceno afirma que Cristo estaba sometido a la ley
de la descendencia natural de Adán y a la ley de nacer de una Madre, pero no
a la ley de la generación natural33. Lógicamente, no es que Gregorio niegue
aquí la auténtica maternidad de santa María: Ella es verdadera Madre de Dios,
y Cristo es verdadero hijo suyo. Jesucristo, dice Gregorio con toda intención,
es descendiente de Adán a través de la Virgen, pero esta maternidad ha tenido
lugar con un modo de generación –el virginal– que trasciende la maternidad
conocida hasta ahora, pues el que nace es verdadero Dios.
Baste, finalmente, citar el artículo dedicado al Hijo de la profesión de fe
que expone el Nacianceno en la Oratio in sanctum baptisma. En él se recalca el
carácter misterioso –inefable– de la generación virginal:
“Cree que el Hijo de Dios, el Verbo anterior a los siglos, engendrado
del Padre de modo intemporal e incorpóreo, en los últimos días se
ha hecho hijo del hombre por tu causa; proviniendo de la Virgen
María de modo inefable y sin mancha (arypáros) (pues no hay mancha
alguna ni allí donde está Dios, ni en el medio de salvación), él es
hombre enteramente y al mismo tiempo Dios, por el bien del que
enteramente está herido, con el fin de darte la salvación a ti entero y
destruir toda entera la condena del pecado34. Él es impasible por su
divinidad, pasible por lo que ha asumido; Él es hombre por tu causa
tanto como tú por su causa devienes Dios”35.
32. Gregorio de Nacianzo, Oratio 30,21: SC 250, 272; cfr. Oratio 43,62: SC 384, 258.
33. Cfr. J. Barbel, Gregor von Nazianz. Die Fünf Theologischen Reden, Düsseldorf 1963, 214, nt. 54.
34. La misma idea se encuentra expresada en el Carm I,1,9,43: Cristo “totalmente Dios y totalmente
hombre, me ha salvado por entero” (Cfr. D. García-Guillén, “Padre es nombre de relación”. Dios
Padre en la teología de Gregorio Nacianceno, Analecta Gregoriana 308, Roma 2010, 88, nt. 360).
35. Gregorio de Nacianzo, Oratio 40,45: SC 358, 304-306.
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La maternidad divina de María y la verdad de la Encarnación
En los escritos auténticos de Gregorio es utilizado en dos ocasiones
el término theotokos: en la Oratio 29 y en la Epistula 101. Si bien es cierto
que el uso del término theotokos a partir del segundo cuarto del siglo IV se
multiplicó entre los autores griegos, especialmente los alejandrinos36, el uso
que hace de él Gregorio Nacianceno en la Epistula 101 dirigida a Cledonio
es particularmente notable por el contexto cristológico en el que se inserta.
En el Nacianceno no encontramos un uso de este título tan marcado como en
Atanasio o Gregorio de Nisa, pero el dinamismo teológico es el mismo.
“Si alguno no cree que santa María es la Madre de Dios (theotókon)37,
está fuera de la Divinidad. Si alguno afirmare que [Cristo] pasó a través
de la Virgen como a través de un canal y que no se formó en ella divina
y humanamente a la vez (divinamente, porque sin intervención de
hombre; humanamente, porque conforme a las leyes de la gestación), es
asimismo ateo. Si alguno afirma que se formó primero el hombre y que
después se revistió de Dios, también es digno de condenación. Porque
eso no sería una generación de Dios, sino una evasión de la generación.
Si alguien introduce dos Hijos, uno de Dios Padre y otro de la madre,
y no uno solo, pierda también la filiación prometida a los que creen
ortodoxamente [...] Si alguno dice que su carne bajó del cielo, que
no es de aquí ni de nosotros, aunque esté por encima de nosotros, sea
anatema [...] Si alguien ha puesto su confianza en Él como en hombre
sin inteligencia humana, está loco ciertamente y no merece en absoluto
salvarse. Lo que no ha sido asumido no ha sido curado; pero lo que está
unido a su Divinidad ha sido salvado”38.
36. Cfr. R. Laurentin, Court traité sur la Vierge Marie, Paris 2009, 170s.
37. Parece que es la única vez que utiliza el término theotokos explícitamente. Es muy importante
el modo como lo presenta, como un testimonio de la ortodoxia de la fe. Cfr. C.I. González,
María en los Padres griegos. Estudio introductorio y textos, México: Cem, 1993, 91.
38. Gregorio de Nacianzo, Epistula 101,16-32: SC 208, 42-50. Sobre este texto comenta
H. Alfeyev: “Ce texte énumère toutes les opinions christologiques que l’Église condamnera
par la suite. La perspicacité théologique de Grégoire est tout à fait étonnante: il a démasqué les
dangereux écarts à la foi orthodoxe bien avant qu’ils n’aient fait l’objet de débats théologiques
ouverts. Ayant délimité de façon précise les limites de l’orthodoxie au-delà desquelles le théologien
risque de s’égarer, Grégoire a développé une doctrine christologique harmonieuse et équilibrée”
(H. Alfeyev, L’Orthodoxie. Vol. II: La doctrine de l’Église orthodoxe, Paris: Cerf, 2012, 218).
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ScrdeM
LA FIGURA DE LA VIRGEN MARÍA EN LA CRISTOLOGÍA DE SAN GREGORIO NACIANCENO
El texto revela la perspectiva teológica en que se sitúa la teología mariana
de Gregorio: el horizonte es toda la problemática trinitaria y cristológica de su
época. Frente a los arrianos que, no lo olvidemos, hablan también de un cuerpo
celeste de Cristo, Gregorio reafirma claramente lo esencial de la doctrina
mariana: María es verdadera Madre de Dios y por esta razón la generación de
Cristo ha de entenderse como verdadera generación, cumpliendo en sí misma
todas las leyes de la generación humana, aunque a un nivel superior marcado
por la virginidad. Un nivel tan superior que puede decir en otros lugares que
“no cumple las leyes de la generación”39. Es la paradoja.
La siguiente cuestión que se aborda en el párrafo que estamos comentando
es ya un rechazo anticipado de la posición nestoriana: la maternidad divina de
santa María tiene lugar en el primer instante de la concepción de Jesús. No puede
ser más clara la posición antinestoriana avant la lettre de Gregorio. La Virgen
no concibe a un simple hombre que después es divinizado, sino que concibe la
humanidad de quien es el Hijo de Dios. Desde este punto de vista, se comprende
el rechazo de Nestorio por parte de los monjes alejandrinos, como testimonia la
carta a Cirilo de Alejandría40: los Capadocios –y de forma especialmente explícita
el de Nacianzo– habían orientado la mariología hacia terrenos incompatibles con
la más mínima limitación de la maternidad, en este caso como si se considerase
que santa María engendra a un hombre al que después se une el Verbo.
Lo mismo sucede si se atribuye a Cristo una doble filiación a Dios Padre:
una como Verbo y otra como hombre, bien sea con la herejía nestoriana,
bien sea con la herejía de Elipando de Toledo. Para Gregorio de Nacianzo,
la maternidad de santa María ha de tomarse en toda su radicalidad y en
todo su carácter de misterio: Ella es verdaderamente y en el sentido fuerte
de la expresión Theotokos, Madre de Dios. Ella engendra verdaderamente al
Hijo de Dios; pues de una Madre mortal vino al mundo el Dios inmortal41.
En otro lugar, sin utilizar el término theotokos, pero con toda la fuerza de la
expresión, Gregorio llama a santa María, Madre del Señor del Universo:
“En el pesebre la Madre Virgen dio a luz al Señor de todo el universo”42.
39. Cfr. Gregorio de Nacianzo, Oratio 38,2: SC 358, 104-106; Carm I,1,9 40-50: PG 37, 459-460.
40. Cfr. A. J. Festugière, Ephèse et Chalcédoine. Actes des Conciles, Paris 1982, 27-44.
41. Cfr. Gregorio de Nacianzo, Carm I,1,18 36-49: PG 37 485.
42. Gregorio de Nacianzo, Carm I,1,18 57-58: PG 37 485.
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MIGUEL BRUGAROLAS
La siguiente afirmación de Gregorio se opone a toda concepción doceta
del cuerpo de Cristo, tanto del docetismo de los primeros siglos como de
la concepción de Arrio o Apolinar. Precisamente porque la generación de
Cristo en el seno materno es verdadera, su carne no puede ser una carne
celeste, sino salida de la Madre. He aquí el gran misterio: ¡Dios engendrado
verdaderamente por una mujer, surgido de sus entrañas y moldeado en ellas.
Esto es lo que verdaderamente escandalizaba a Nestorio, y lo que afirma
Gregorio, consolidando una tradición de siglos. La fe de Gregorio en la verdadera
encarnación del Verbo en las entrañas de santa María se manifiesta también la
terminología que utiliza en uno de sus poemas, en el que afirma que el Verbo
asumió la naturaleza humana en el “seno” de santa María. El Nacianceno utiliza
el término gastrós con toda la connotación física que posee:
“El Hijo del Padre inmortal, nacido de un Padre célibe, incorrupto del
incorruptible [...] se mezcló con la humanidad por un seno virginal
(parthenikés apó gastrós)”43.
Finalmente, volviendo a la Epistula 101, Gregorio subraya la perfección
de la naturaleza humana de Cristo, y contra Apolinar de Laodicea, insiste
así en la perfección de la maternidad de santa María: Ella engendró a un
hombre completo y perfecto, no sólo el cuerpo de un hombre sin alma.
El final del párrafo que estamos comentando es el célebre axioma
soteriológico: “lo que no ha sido asumido no ha sido curado”, que se convierte
también en un adagio mariológico: la maternidad divina de santa María ha
tenido que ser plena y verdadera para que el Señor asumiera verdadera y
plenamente todo lo humano, también la filiación a una mujer y, a través de
ella, recibió su pertenencia al género humano. Los mariólogos suelen insistir
en que la mariología asegura la proclamación de las verdades cristológicas.
Esto es exacto, pero en el caso del de Nacianzo también puede decirse al
revés: es la cristología la que reafirma las verdades mariológicas y les da su
auténtica profundidad. Mariología y cristología resultan así inseparables, y
mutuamente se enriquecen. Esta puede ser una de las principales lecciones
del texto de la Carta a Cledonio que hemos citado.
43. Cfr. Gregorio de Nacianzo, Carm I,2,1 412-413, 422-423: PG 37 554.
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LA FIGURA DE LA VIRGEN MARÍA EN LA CRISTOLOGÍA DE SAN GREGORIO NACIANCENO
La “prepurificación” de santa María
El nacimiento de Cristo en la carne, por ser verdadero Hijo de Dios y por
ser el Salvador, debía ser puro, sin mancha y merecedor de todo el honor. Así
lo expresa el Nacianceno en distintos lugares. He aquí un ejemplo tomado
de los poemas dogmáticos:
“Ésta es mi doctrina acerca del nuevo nacimiento de Cristo. No hay
sobre él impureza (aíschos) alguna, pues solo el pecado es impuro
(aíschos). Nada sobre Él es impuro, pues el Verbo mismo lo formó.
Pero no vino a ser un hombre de naturaleza mortal; en efecto, de la
carne de una noble Madre Virgen que el Espíritu había previamente
purificado (hégnise prósthen). Vino hecho a sí mismo hombre mortal
(autopagés brotós) y fue purificado por mi causa”44.
De aquí también que santa María por su especial vocación de ser Madre
de Dios mereciera recibir una pureza singular a fin de concebir en sus
venerables entrañas al Salvador. El Verbo encarnado nació de una Madre
Virgen y “pura” por una generación incontaminada45, pues su generación
fue virginal. En esta gracia de la generación virginal se fundamentan las
virtudes que Gregorio, manifestando su amor y veneración a santa María,
afirma de la Virgen Madre:
“Cristo viniendo a través de una Madre pura (hagnés), virgen
(parthenikés), libre de vínculo esponsal (adétoio), temerosa de Dios
(theoudéos), incontaminada (achrántoio) (pues era necesario que naciera
sin matrimonio y sin padre), purificó a la mujer, liberó la amargura
de Eva y repudió la ley de la carne”46.
44. Gregorio de Nacianzo, Carm I,1,9 69-72: PG 37 462. En este mismo poema un poco
antes el Nacianceno confiesa la dos naturalezas de Cristo con unos términos enormemente
precisos para el momento en el que están escritos: “Así, de acuerdo con las leyes de los
hombres y contra las leyes de los hombres mortales, se encarnó en las venerables entrañas
de una mujer virgen (¡Oh milagro increíble para los débiles!) y vino Dios y mortal, dos
naturalezas reunidas en uno, una escondida, otra manifiesta a los hombres. Aquella que Dios
era y la que finalmente se formó por nosotros” (Gregorio de Nacianzo, Carm I,1,9 40-50:
PG 37 459-460; el mismo pasaje se encuentra en: Carm I,2,1,145-148: PG 37 533-534).
45. Cfr. Gregorio de Nacianzo, Carm II,2,1,247-251: PG 37 1469; cfr. Carm I,1,10 21-23:
PG 37 467.
46. Gregorio de Nacianzo, Carm I,2,1 197-202: PG 37 537.
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La Madre de Dios, Virgen y no desposada, fue temerosa de Dios y sin
tacha y es presentada por Gregorio como modelo y garante del orden nuevo
de la virginidad. Se establece así la nueva ley que deroga la ley de la carne, la
ley del pecado, pues Dios “viene a nosotros a través (diá) de una madre pura,
virgen, libre de los vínculos matrimoniales, de acuerdo con las nuevas leyes
de la generación”47. Estas palabras recuerdan a san Ireneo y el misterio de la
femineidad: María es la nueva Eva que purifica y libera a la mujer. Junto al
nuevo Adán está la nueva Eva48.
La santidad y la pureza de santa María expresada con los términos hagnés,
theoudéos, achrántoio es correlativa –y anterior– a la santidad de la generación
que acontece en sus entrañas, que, como hemos visto anteriormente en la
Oratio 40, se realiza “de modo inefable y sin mancha (pues no hay mancha
alguna ni allí donde está Dios, ni en el medio de salvación)”49. De algún
modo parece que Gregorio intuye que la especial vocación de María de ser la
madre de Dios exige para ella una santidad particular. Esto queda expresado
en un texto ya célebre para los estudiosos de Gregorio en el que afirma que
la Virgen Madre fue purificada previamente a la concepción del Verbo por el
Espíritu Santo. He aquí el texto:
“Al fin fue necesaria una medicina más fuerte para las graves
enfermedades [...]. Puesto que estas cosas necesitaban un mayor auxilio,
también lo recibieron. Este remedio es el mismo Verbo de Dios, que
existe antes de los siglos (...) asume la carne por medio de la carne,
y se une a un alma racional por razón de mi alma, para purificar lo
semejante por lo semejante. Y se hace todo lo que es el hombre, menos
el pecado; concebido de una Virgen purificada primero en el cuerpo
y en el alma por el Espíritu (kaí psichén kaí sárka prokathartheíses tó(i)
Pneúmati) (pues convenía que su concepción fuese digna de honor, y
honrar la virginidad) nació Dios con lo que había asumido, uno solo de
dos contrarios, la carne y el espíritu, de los cuales uno deificó, el otro
fue deificado”50.
47. Cfr. Gregorio de Nacianzo, Carm II,2,7 172-173: PG 37 1564.
48. Cfr. I. de Lyon, Adversus Haereses III 22,3-4: SC 211, 438-444.
49. Gregorio de Nacianzo, Oratio 40,45: SC 358, 304-306.
50. Gregorio de Nacianzo, Oratio 38,13: SC 358, 132. El mismo texto está reproducido de
modo idéntico en la Oratio 45,9: PG 36 633-636.
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LA FIGURA DE LA VIRGEN MARÍA EN LA CRISTOLOGÍA DE SAN GREGORIO NACIANCENO
La expresión “preliminarmente purificada” (prokathartheíses) en el
alma y en el cuerpo por el Espíritu que utiliza Gregorio ha sido comentada
por muchos autores51. F. Trisoglio, en su estudio de la mariología del
Nacianceno, analiza el término kathaíro en los discursos de Gregorio
y concluye que la “purificación” hace referencia a una característica
esencial de la vida espiritual que protege el alma de cualquier disipación
y esterilidad, en una limpieza de toda infección que la desvirtúa y ciega
frente a las altas visiones, y por lo tanto en una recuperación de la
autenticidad original caracterizada por el soplo creador inicial: así se abre
la vía a Dios, a su conocimiento, a su intimidad52. En definitiva, según
esto, parece que se estaría hablando del don de la santidad que el Espíritu
Santo concedió a María antes de concebir en su Seno al Hijo de Dios.
Por su parte, para J. Barbel, la purificación en este texto parece hacer
referencia a la virginidad como don de Dios53, pues la purificación de
alma y cuerpo de la Virgen se orienta a su maternidad virginal. Se trata,
no obstante, de un don de la virginidad que es comprendido tanto física
como espiritualmente.
Probablemente sea difícil precisar con seguridad el alcance de esta
“pre-purificación” de la que habla Gregorio. Lo que sí parece cierto es la
intuición de Gregorio de que la especial vocación de María exigía, por la
santidad absoluta del Dios concebido en su vientre, una especial pureza. Y
que esta pureza, esta carencia de mancha (áchrantos) estaba ya presente en la
Virgen en el momento de la Anunciación. Además, el hecho de encontrar la
fórmula “previamente” nos permite situar al Nacianceno en la gran tradición
cristiana que desembocará siglos más tarde en la teología de la redención
preventiva de santa María.
51. Cfr. G. Söll, “Die Mariologie der Kappadozier im Licht der Dogmengeschichte”,
Theologische Quartalschrift 131 (1951) 442-443; M. Candal, “La Virgen Santísima
‘prepurificada’ en su Anunciación”, Orientalia Christiana Periodica 31 (1965), 241-276;
F. Spedalieri, Maria nella Scrittura e nella tradizione della Chiesa primitiva, Messina 1961,
269ss.
52. Cfr. F. Trisoglio, “La Madre di Dio in Gregorio Nazianzeno”, Theotokos 11 (2003), 113,
nt. 122.
53. Cfr. J. Barbel, Gregor von Nazianz. Die Fünf Theologischen Reden, Düsseldorf 1963, 134,
nt. 16.
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MIGUEL BRUGAROLAS
Conclusión
Podemos concluir, después de leer los textos de Gregorio de Nacianzo,
que su atención a santa María está en función de su misión de ser Madre
de Dios. De este modo, la mariología de Gregorio ha de tomarse como
un buen ejemplo de cómo las verdades en torno al misterio de la Virgen
Madre apoyan las argumentaciones cristológicas. Así lo hemos visto,
por ejemplo, en los Discursos De Filio, en los Poemas dogmáticos y morales,
y especialmente, en la Carta a Cledonio (Ep. 101). En estos textos la
clara afirmación de Gregorio, décadas antes de la crisis nestoriana, de la
unidad en Cristo de lo humano y lo divino se encuentra reforzada por la
defensa de la virginidad y la maternidad en santa María; dos afirmaciones
marianas tan indisociables como las dos naturalezas, humana y divina,
unidas en Cristo.
Sin embargo, quizá lo que hace más atractiva y particular la teología
de Gregorio en estas cuestiones es comprobar cómo también puede
decirse a la inversa: No sólo la mariología ayuda a la cristología, sino
que también la cristología es la base sólida sobre la que se sustenta la
doctrina mariológica. La fe de Gregorio en la verdad de la encarnación
del Verbo y en su misión salvadora le exige prestar una delicada atención
a santa María, por su especialísima cercanía con el Hijo de Dios. El enorme
respeto y admiración que siente Gregorio por el misterio del Hijo de
Dios hecho hombre le impulsa a hablar de santa María, de “la Virgen
Madre de Dios”54 con una audacia que revela su profundidad teológica
y su viva piedad.
Finalmente, en san Gregorio de Nacianzo devoción a la Virgen y
teología están estrechamente vinculadas55. En este sentido, puede ser una
hermosa síntesis de la mariología de san Gregorio de Nacianzo la expresión
que aparece en uno de sus poemas, en el que otorga a la Virgen María el
título “Templo del Templo”, pues, en efecto, santa María fue el templo
54. Gregorio de Nacianzo, Carm I,2,8: PG 37 651.
55. Como afirma F. Trisoglio: Gregorio presenta una devoción mariana convencida que nace de
su pensamiento teológico. Cfr. F. Trisoglio, “La Madre di Dio in Gregorio Nazianzeno”,
Theotokos 11 (2003), 123.
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LA FIGURA DE LA VIRGEN MARÍA EN LA CRISTOLOGÍA DE SAN GREGORIO NACIANCENO
de Cristo y Cristo el templo del Verbo56. Se conjugan en este nombre
de María devoción y teología, con una fórmula que expresa, además, la
circularidad entre mariología y cristología que caracteriza el pensamiento
de Gregorio.
Miguel Brugarolas
Facultad de Teología
Universidad de Navarra
56. Gregorio de Nacianzo, Carm II,2,7 180ss.: PG 37 1565.
ScrdeM
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