resolución interactiva de conflictos políticos

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E. LIRA, RESOLUCIÓN INTERACTIVA DE CONFLICTOS POLÍTICOS
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RESOLUCIÓN INTERACTIVA DE CONFLICTOS POLÍTICOS: MESA DE
DIÁLOGO SOBRE DERECHOS HUMANOS
Elizabeth Lira*
RESUMEN
En este artículo se analiza el caso de la Mesa de Diálogo de Derechos Humanos en
Chile, describiendo algunos aspectos metodológicos implementados para posibilitar
su desarrollo. La metodología fue propia de esa instancia y de sus condiciones y contextos específicos y fue diseñada por sus coordinadores inspirándose en una metodología desarrollada por psicólogos sociales, en procesos de resolución de conflictos políticos1 . Los creadores del modelo que sirvió de inspiración a la modalidad de trabajo
implementada han participado en procesos de paz a nivel internacional, en su calidad
de científicos sociales, funcionando como un factor clave para facilitar el proceso de
trabajo entre las partes y contribuyendo al logro de acuerdos, funcionando como
“tercera parte”.
INTRODUCCIÓN
«Esa cuestión tal vez no va a estar todos los días presente, tal vez no forma parte de las
preocupaciones de la gente de la calle, pero reaparecerá cada cierto tiempo, mientras sobrevivan sus familiares, mientras estén vivos los autores, mientras esté el peso de la noche encima, y
no es tan inexplicable que sea así, porque después de todo aun en las guerras, los parientes
tienen derecho a recuperar los cuerpos. Los muertos son una especie de derecho sagrado, reconocido oficialmente... ...Los militares parecen creer que esto fue una necesidad. Nunca han
tenido una explicación para esa necesidad. Su argumento siempre ha sido circular: aquí nos
iban a matar ellos. Pero eso tampoco explica por qué había que desaparecerlos y tantos años
después... ”.2
A mediados de 1999, distintos problemas habían catalizado una conflictividad laten-
*
1
2
Centro de Ética, Universidad Alberto Hurtado.
Jorge Manzi, psicólogo social, y Gonzalo Sánchez, abogado.
Ver : www.fasic.org/doc/com/980410.htm FASIC, 10.04. 1998.12
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te en la sociedad chilena, vinculados a las violaciones de derechos humanos ocurridas
durante el régimen militar. Durante una década las Fuerzas Armadas habían insistido
argumentar que el golpe militar había permitido la salvación de la patria y las violaciones
de derechos humanos habían sido negadas y en algunos casos indesmentibles habían sido
explicadas como “excesos individuales”. Desde el rechazo al informe Rettig en 1991 hasta
acusaciones al poder judicial considerando las investigaciones judiciales y la detención de
oficiales en retiro como agraviantes, las Fuerzas Armadas resistían el escrutinio judicial de
los crímenes cometidos contra opositores al régimen militar. El Cuerpo de Generales y
Almirantes en retiro hicieron una declaración pública en la que señalaron: “Los magistrados en general y la justicia en particular deben actuar con máxima prudencia y tino en la
consecución del fin perseguido, de modo de obtener el esclarecimiento de los hechos investigados, pero sin alterar jamás la paz del entorno social, supremo y primigenio objetivo del derecho”3 . El Cuerpo de Generales denunciaba que las investigaciones judiciales constituían
una campaña de desprestigio “de las Fuerzas Armadas y del exitoso Gobierno que ellas
lideraron conjuntamente con Carabineros de Chile, con consecuencias imprevisibles para la
paz social y la convivencia nacional”4 . A ello se agregaba que en los juicios sobre casos de
detenidos desaparecidos el delito era tipificado como “secuestro calificado”, suspendiendo la aplicación del Decreto-Ley de Amnistía mientras no se encontraran los cuerpos que
permitieran acreditar el homicidio. La investigación judicial desplegada había ido arrojando luz sobre crímenes que efectivamente “desprestigiaban” a las Fuerzas Armadas. Por
otra parte, tanto las investigaciones judiciales realizadas en ese período, como la detención del general Pinochet en Londres en 1998, habían desmoronado las estrategias diseñadas para impedir que el general Pinochet y los responsables de esos crímenes se enfrentaran a la justicia. El general arriesgaba ser juzgado en España por crímenes de lesa humanidad. Se multiplicaban las querellas en su contra por casos de muertos, desaparecidos y
torturados. Aunque en esos juicios aparecían involucrados altos oficiales de las Fuerzas
Armadas, los jueces se inclinaban por investigar los casos denunciados, postergando la
aplicación del decreto ley de amnistía mientras no se conociera el destino final de los
desaparecidos.
Las alternativas del juicio de extradición en Londres habían repercutido fuertemente
entre partidarios y opositores a Pinochet, haciendo emerger profundas diferencias y rencores en la sociedad chilena. Y la búsqueda de los desaparecidos no había dado mayores
resultados. Por otra parte, los deseos de muchos políticos de todos los sectores de dejar
estos temas en el pasado no tuvieron éxito, el pasado era un agobiante presente para los
familiares de detenidos desaparecidos. Todos estos elementos crearon una situación de
gran inquietud en diversos sectores y obligó a todas las fuerzas políticas a tomar en cuenta
el problema de las consecuencias de las violaciones de derechos humanos y en particular,
la existencia de más de 1200 detenidos desaparecidos como el punto más crítico del
conflicto que cruzaba la transición política.
3
4
Ver: [email protected] A: 17. 09. 1999. \d 12
Ibid.
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La conflictividad en torno a estos temas expresaba las convicciones y las lealtades
contradictorias que cruzaban la percepción y la interpretación del pasado de unos y otros.
Quienes habían sostenido que la represión política había sido una acción necesaria e
inevitable, que había permitido la «salvación de la patria» se enfrentaban a un
cuestionamiento ineludible. Los alegatos efectuados ante la Corte en Londres habían
opacado la visión épica del gobierno militar, publicitándose el costo político, moral y
psicológico de las violaciones de derechos humanos. Dada la conflictividad de esta situación el Gobierno convocó a una Mesa de Diálogo de Derechos Humanos en agosto de
1999.
LA MESA DE DIÁLOGO SOBRE DERECHOS HUMANOS 1999-2000
El Ministro de Defensa, Edmundo Pérez Yoma fue el convocante de una “Mesa de
Diálogo sobre Derechos Humanos” en agosto de 1999 con la intención que participaran
en ella los principales actores del conflicto: La Agrupación de Familiares de Detenidos
Desaparecidos y representantes de las Fuerzas Armadas y de Orden.
La convocatoria despertó grandes expectativas en amplios sectores del país por motivos distintos e incluso contradictorios y generó el drástico rechazo de la Agrupación de
Familiares de Detenidos Desaparecidos. Algunos abogados de derechos humanos también
rechazaron la iniciativa. A pesar de toda la controversia suscitada la Mesa se inició el 20
de agosto de 1999, con la participación de tres abogados que fueron miembros de la
Comisión de Verdad y Reconciliación en 1990-91 y tres abogados de derechos humanos de
larga trayectoria, entre ellos la abogada Pamela Pereira, quien tenía a su padre desaparecido desde 1973.
Los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y de Orden designaron a oficiales del
Alto Mando como sus representantes, en cada una de las instituciones armadas.
La convocatoria despertó grandes expectativas en amplios sectores del país por motivos distintos e incluso contradictorios y generó el drástico rechazo de la Agrupación de
Familiares de Detenidos Desaparecidos. Tanto la Agrupación como sectores políticos
cercanos al Partido Comunista y algunos abogados de derechos humanos fueron los principales detractores de la Mesa, aun antes de que dicha iniciativa se instalara y definiera
sus propósitos. La desconfianza y el rechazo se fundaban en la historia de negaciones,
encubrimientos y mentiras de las autoridades de la época respecto a la detención y muerte de los detenidos, y en el posterior ocultamiento del crimen al hacer desaparecer los
cuerpos. Se argumentaba además, que la existencia de la Mesa implicaba una señal potente hacia el poder judicial, identificando el diálogo como una alternativa política que
inhibiría la acción de la justicia. Otros familiares de detenidos desaparecidos, aunque
tenían desconfianza, experimentaban al mismo tiempo el deseo y la esperanza de obtener
resultados y respuestas inmediatas, después de décadas de búsqueda infructuosa.
Para muchos, el diálogo cara a cara entre abogados de derechos humanos y representantes de las instituciones armadas era un signo de esperanza, que abría posibilidades
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para superar las desconfianzas, las odiosidades y la confrontación reactivada recientemente, cuyas raíces provenían de un pasado sobre el cual no solamente subsistían visiones inevitablemente antagónicas, sino víctimas de crímenes de lesa humanidad que habían sido negados contra toda evidencia.
La Mesa de Diálogo definió que la situación de los detenidos desaparecidos era un
tema político crucial para la unidad nacional y la paz social y no únicamente un asunto
privado de las víctimas y sus familiares. Esta mirada implicaba, por otra parte, redefinir
en términos ético-políticos las responsabilidades recíprocas de todos los sectores respecto
a la paz social del futuro.
El trabajo de la Mesa de Diálogo terminó en junio de 2000. Entretanto fue elegido un
nuevo Presidente de la República y un nuevo ministro de Defensa presidió las sesiones
posteriores al 11 de marzo de 2000.
Entretanto, el general Pinochet regresó al país por “razones humanitarias” a inicios de
marzo. Este resultado interrumpió el proceso de extradición a España. Por otra parte,
Pinochet tenía numerosas querellas en su contra por casos de violaciones de derechos
humanos, era senador vitalicio y requería ser privado de su fuero parlamentario para ser
procesado. La petición de desafuero fue aprobada, en relación al caso Caravana de la
Muerte, en la Corte de Apelaciones correspondiente mientras se trabajaba en un acuerdo
en la Mesa. Estos acontecimientos afectaron el proceso de diálogo. Las diferentes visiones
y lealtades se cruzaron una y otra vez entre los «dialogantes» y se expresaron en diversos
momentos incidiendo directamente en la dinámica interna de las sesiones y en los posibles acuerdos que se estaban estudiando.
Finalmente, se formuló una declaración conjunta, que expresaba el acuerdo alcanzado. Después de casi 10 meses de trabajo conjunto, y habiendo discutido un gran número
de temas relacionados con los problemas que los habían convocado, los participantes
concordaron, entre otras cosas, en la necesidad de asumir «... la tragedia, aun no resuelta,
de los detenidos desaparecidos (...) Con el fin de superar los problemas del pasado y avanzar
hacia el reencuentro de todos los chilenos, llamamos a realizar un gran esfuerzo nacional que
comprometa muy activamente a las más altas autoridades del país, a las instituciones civiles,
militares, religiosas y éticas, así como a la comunidad nacional en su conjunto, en la tarea de
encontrar los restos de los detenidos desaparecidos o, cuando ello no sea posible, obtener al
menos la información que permita clarificar su destino».
Para lograr ese fin, «las instituciones de las Fuerzas Armadas y Carabineros se comprometen solemnemente a desarrollar, en un plazo de seis meses, desde que entre en vigencia la
legislación que proponemos, los máximos esfuerzos posibles para obtener información útil para
encontrar los restos de los detenidos desaparecidos o establecer su destino». Esta declaración
expresaba un compromiso por parte de todos los sectores involucrados y, por lo mismo,
fue recibido con fuertes reacciones encontradas. El «diálogo» posibilitó que las Fuerzas
Armadas reconocieran que las violaciones de derechos humanos ocurrieron efectivamente durante el régimen militar, siendo éste un punto sustantivo del acuerdo final. El trabajo de la Mesa de Diálogo terminó en junio de 2000.
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A pocas horas de haberse firmado el acuerdo, el presidente Ricardo Lagos lo dio a
conocer al país subrayando que este acuerdo implicaba intentar resolver el factor de división y antagonismo más importante existente en el país. Por su parte, los sectores que se
opusieron a la Mesa buscaron desacreditar el acuerdo atribuyendo a sus participantes la
intención de establecer una Ley de Punto Final y garantizar la impunidad por la vía
política.
El resultado más importante de esa iniciativa fue el reconocimiento que hicieron las
Fuerzas Armadas de su responsabilidad en las violaciones de derechos humanos ocurridas
en el país y su compromiso para “buscar” información sobre el paradero de los detenidodesaparecidos en un plazo de 6 meses. A pocas horas de haberse firmado el acuerdo, el
presidente Ricardo Lagos lo dio a conocer al país subrayando, entre otras cosas, que este
acuerdo implicaba intentar resolver el factor de división y antagonismo más importante
existente en el país. Por su parte, los sectores que se opusieron a la Mesa intentaron
desacreditar el acuerdo atribuyendo a sus participantes la intención de establecer una ley
de punto final y garantizar la impunidad por la vía política
Al cabo de seis meses, las Fuerzas Armadas entregaron un Informe sobre 200 casos de
detenidos desaparecidos, reconociendo que cerca de 180 de ellos habían sido lanzados al
mar y otros 20 cuerpos podrían encontrarse en lugares que se indicaban. El Informe
contenía errores en más de 50 casos, pero su credibilidad se vio más afectada aún, cuando
en algunos de los lugares mencionados no se encontraron los cuerpos y se pudo constatar
que habían sido removidos. Con todo, a partir del Acuerdo de junio de 2000 y el Informe de enero de 2001, se inició un cambio en la actitud de las Fuerzas Armadas y en el
Poder Judicial. Por primera vez las autoridades castrenses no solamente reconocieron
responsabilidad en las violaciones de derechos humanos que calificaron como “hechos
repudiables”, sino que permitieron se investigara al interior de recintos militares y en
varios casos ofrecieron una cooperación efectiva. Por su parte, la Corte Suprema designó
jueces de dedicación exclusiva para estos casos y el proceso continúa todavía en 2003 en
relación a la búsqueda de restos de detenidos desaparecidos, a la identificación de los
responsables y a su procesamiento en los tribunales de justicia.
DIÁLOGOS POLÍTICOS EN LA BÚSQUEDA DE LA PAZ: RESOLUCIÓN INTERACTIVA DE CONFLICTO
Los diálogos políticos para construir acuerdos de paz y poner fin a conflictos han
tenido distintos resultados y logros en el siglo XX. Así ocurrió con los diálogos para
poner fin a la guerra civil de 12 años en El Salvador, que culminaron con los acuerdos de
Chapultepec (México, 1992), y en los Acuerdos de Oslo (Noruega, 1996) respecto al
conflicto de 36 años en Guatemala. Esos acuerdos pusieron término efectivo a las guerras
civiles. No obstante, es discutible si “el conflicto” fue efectivamente resuelto y por tanto,
no se puede garantizar que en otro momento no pudiera recrudecer un enfrentamiento
interno en esos países.
Los esfuerzos políticos y diplomáticos para negociar la paz en distintos conflictos
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internacionales también han tenido resultados variados y algunos de ellos han sido documentados. Sin embargo, hay pocos análisis respecto al proceso de paz y reconciliación
política después de guerras civiles y dictaduras. Hasta fines del siglo XX, en casi todos los
países la paz social ha sido sinónimo de clausurar el pasado, otorgando amnistías y garantizando impunidades y buscando de alguna manera también, clausurar la memoria del
conflicto.
En el caso de Chile, la Mesa de Diálogo no era una negociación entre “fuerzas en
pugna” ni se trataba de alcanzar la paz, en un marco bélico. Como instancia de diálogo
tenía el propósito, en primer lugar, de establecer los temas pendientes de derechos humanos, los que mantenían una gran conflictividad en el país, entre los cuales, la existencia de detenidos desaparecidos era el más grave. Dichos desaparecidos estaban identificados, ignorándose su paradero. Esta manera de asumir la tarea estaba inspirada en la modalidad interactiva de resolución de conflictos internacionales- propuesta por Herbert
Kelman en la Universidad de Harvard, en la década de los 70.
Herbert Kelman había observado que la conflictividad se sustentaba en las actitudes,
ideas, percepciones y sentimientos mutuos entre las personas de ambos lados del conflicto. Por tanto, una manera de buscar cómo resolver el conflicto implicaba incidir en el
cambio de las relaciones entre ambos grupos. Con este fin propuso la realización de
talleres de trabajo orientados a generar un ambiente analítico en el que los participantes
-que eran escogidos para ello por ser miembros influyentes en sus respectivos grupos
sociales- pudieran establecer un tipo de comunicación que facilitara la comprensión de la
posición del adversario y el surgimiento de nuevas ideas sobre como resolver el conflicto.
El logro de este objetivo, en dicho modelo, dependía del papel desempeñado por quienes
constituían “la tercera parte” en estas sesiones.
En los Talleres de Trabajo organizados desde la Universidad de Harvard, esa tercera
parte estaba formada por científicos sociales, especialmente psicólogos sociales, que
actuaban en el grupo, intentado garantizar la posibilidad de una comunicación productiva entre las partes en conflicto.
En el diseño metodológico de la Mesa de Diálogo sobre Derechos Humanos se entendía que el conflicto pertenecía a toda la sociedad y que el hecho de que más de mil cien
personas permanecieran en la condición de desaparecidos, era un obstáculo grave para la
unidad nacional.
Durante la transición política, iniciada en 1990 con el Presidente Patricio Aylwin
(1990-1994), se había mantenido la negativa de las Fuerzas Armadas a reconocer alguna
responsabilidad en las violaciones de derechos humanos. Es más, se habían ejercido presiones sobre el gobierno y los jueces para que se aplicara el Decreto-Ley de Amnistía N.
2.191 de 1978 en relación con los homicidios cometidos entre el 11 de septiembre de
1973 y el 11 de marzo de 1978, que favorecía mayoritariamente a los agentes del Estado
y había rechazado rotundamente las conclusiones de la Comisión de Verdad y Reconciliación en 1991 con los mismos argumentos.
La composición de la Mesa de Diálogo definía como dialogantes a los representantes
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de las Fuerzas Armadas y a los abogados de Derechos Humanos. También a los miembros
de las fuerzas morales y a los académicos. Algunos de estos funcionaron en distintos
momentos como “tercera parte”, en el diálogo. La propuesta de Kelman reconoce que
para este tipo de conflictos las estrategias basadas en incentivos negativos llevan a que las
partes no se sientan comprometidas en las soluciones logradas. Por ello, más que el logro
de un acuerdo político para la resolución del conflicto se requiere generar un proceso que
conduzca al cambio estructural y actitudinal transformando la relación entre las partes.
Se trata de poner en marcha una dinámica inversa a la polarización de posiciones y al
escalamiento, complejizando los niveles de la interacción, distinguiendo los acuerdos y
los desacuerdos en la percepción del problema e identificando los elementos presentes
que han contribuido a perpetuarlo. De este modo, las partes pueden escucharse e influirse, conociendo y explorando las bases de los planteamientos de los otros. La percepción y
explicitación de los acuerdos existentes así como de las discrepancias, permite afinar el
diálogo sobre los temas de mayor dificultad e intransigencia, en los que se atrincheran las
lealtades grupales y personales y lleva necesariamente a una “negociación” sobre la reciprocidad necesaria para llegar a acuerdos. Por este motivo, todos los participantes fueron
invitados a definir el problema y proponer una manera de enfrentarlo. La definición
implícita era que éste no era un problema de los familiares y abogados de las víctimas, ni
tampoco solamente de las Fuerzas Armadas. Era un problema de toda la sociedad chilena.
La propuesta metodológica de Kelman no pretendía favorecer el conocimiento personal entre los participantes sino establecer un tipo de interacción caracterizada por un
análisis del conflicto y de las distintas visiones que existían, y por la generación de nuevas
ideas y proposiciones de algún tipo de solución viable que pueda llegar a ser compartida
por las partes.
En el caso de la experiencia que comentamos, las distintas visiones existentes sobre el
problema se expresaron en las presentaciones de los participantes y en las versiones de la
prensa de la época. Ellas pueden ser analizadas desde distintos puntos de vista y desde
distintas disciplinas, pero no es posible, dada la limitada extensión de este artículo, ejemplificar el proceso del diálogo desarrollado siguiendo dichas presentaciones. Tampoco es
posible reproducir el proceso de interacción y la conducción de los coordinadores –un
psicólogo social y un abogado- sino únicamente los resultados, es decir el proceso desencadenado a partir del Acuerdo. Existe un registro de todas las sesiones (las grabaciones
fueron transcritas) pero es un documento reservado, entregado al Presidente de la República. Es importante señalar que la interacción que transcurría fuera de las sesiones, en el
café o en momentos de conversaciones no oficiales, de las que no existió registro alguno,
complementaban sustancialmente las interacciones formales registradas textualmente. A
ello se agregaba la información de prensa, que privilegiaba la difusión de los obstáculos y
dificultades en la interacción o, por el contrario amplificaba determinadas acciones que
podían facilitarla, sin mayor elaboración, pero que daba cuenta de una forma de encuentro político sin precedentes.
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La Mesa de Diálogo de Derechos Humanos en Chile no tenía las características
políticas ni tampoco la composición del grupo era semejante a las experiencias de los
diálogos realizados en conflictos internacionales o al término de guerras civiles, en los
que Kelman y su equipo habían participado desde los años 70, hasta la actualidad. Por
tanto, la metodología empleada, aunque inspirada en la propuesta de Kelman, experimentó modificaciones y adaptaciones en el curso de su desarrollo. El análisis del proceso
interactivo que permitió conducir a un acuerdo y que forma parte de los resultados
obtenidos, es un aspecto esencial del proceso, que no ha sido estudiado. La información
es parcial y se requiere disponer de mayores datos para un análisis completo.
Una dimensión relevante de esta metodología para el diálogo fue el aporte de los
coordinadores al informar, una vez terminada la ronda exposiciones, acerca de las coincidencias entre los participantes respecto a los conceptos de reconciliación política y unidad nacional, así como la insistencia en un planteamiento ético para que nunca más se
resolvieran en el país los conflictos por la vía de las violaciones de derechos humanos y
por el exterminio de los opositores. En términos generales, las diferencias eran pocas,
aunque sustantivas y en algunas no hubo acuerdo, pero el punto crucial era el reconocimiento de las responsabilidades. Los otros puntos no tenían el carácter decisivo que tenía
ese reconocimiento.
Kelman ha sostenido en su larga trayectoria profesional que las estrategias de paz se
construyen a partir de los conflictos y diferencias definidos, identificados y reconocidos.
Pero no basta con identificarlos. Es preciso aceptar que forman parte de los problemas
que “tenemos” entre “nosotros”, aunque las justificaciones de unos y otros para esos conflictos se mantengan recíprocamente inaceptables. Este “nosotros” se construye sobre la
base de los principios y elementos comunes que son compartidos y que los miembros del
grupo de trabajo reconocen a priori y que, al mismo tiempo, se construyen y explicitan
de alguna forma durante el proceso de diálogo en el que se constituyen como “grupo
dialogante”. El acuerdo resultante casi siempre expresa el mínimo ético y político que
resulta aceptable para los participantes en función de los objetivos trazados para el diálogo y en el contexto de los grupos de pertenencia de cada cual dentro de la sociedad en la
que ha ocurrido el conflicto. Por tanto, no se impone la visión de unos sobre los otros. Se
jerarquiza lo verdaderamente importante que permanece como conflictivo y lo que ha
podido ser aceptado, destrabando de este modo los obstáculos que mantenían el conflicto, entendiendo que la paz es un proceso abierto, fundado en valores y principios, en
responsabilidades asumidas y en procedimientos transparentes.
Finalmente, cabe concluir que reconocer esas responsabilidades en las violaciones de
derechos humanos en el pasado, implicaba modificar el discurso oficial de las Fuerzas
Armadas hasta entonces, reconociendo la veracidad del Informe de Verdad y Reconciliación rechazado en 1991, y aceptando la comisión de delitos de tortura, ejecuciones y
secuestro calificado contra los opositores y al margen de la ley. Implicaba distanciarse
también de las justificaciones políticas del general Pinochet en relación con las violaciones de derechos humanos, declarando como injustificables los delitos cometidos y espePERSONA Y SOCIEDAD, VOL XVIII No1 / 2004 · UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO
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cialmente la desaparición de opositores.
Este reconocimiento expresado de manera explícita y la información entregada al
Presidente de la República tuvo un gran impacto en la sociedad, al asumir la responsabilidad por el destino final de cerca de 200 personas que habían sido asesinadas y sus
cuerpos –en más de 150 casos– habían sido arrojados al mar.
La Corte Suprema nombró jueces especiales para investigar los casos. En 2002 se dio
publicidad al intento deliberado ocurrido en la Fuerza Aérea de ocultar información para
proteger a miembros del Alto Mando de esa institución Los procesos avanzan en los
tribunales y no hay consenso en el país para la impunidad de estos crímenes. El gobierno
apoyó este trabajo a través del Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior y se ha hizo parte en los procesos.
El Acuerdo de la Mesa, criticado por distintos sectores, fue la expresión formal del
reconocimiento de que las violaciones de derechos humanos no tenían justificación política alguna y que asumir sus consecuencias era responsabilidad de todos los chilenos,
incluyendo a las Fuerzas Armadas. Ese Acuerdo no modificaba la acción de los tribunales
ni tampoco era moneda de cambio para propósitos no explicitados. Pinochet está fuera
de la política contingente. Los procesos judiciales siguen su curso y se aproxima en muchos de ellos el tiempo de las sentencias. La mayoría de los detenidos desaparecidos no
han sido encontrados, pero la sociedad chilena no ha dado vuelta la página sin leerla,
como era la receta para alcanzar la paz de principios de la década de los 90.
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BIBLIOGRAFÍA
KELMAN, HERBERT. “La solución interactiva de problemas: un enfoque psicosocial a la resolución de
conflictos”. Harvard University.
Revista de Psicología de El Salvador, 1989, Vol. VIII Nº 32, 115-133.UCA San Salvador, El
Salvador. Conferencia presentada el 28 de marzo de 1985 en el Instituto ecuménico de Tantur,
Jerusalén. La versión inglesa fue publicada en W. Klassen Ed. “Dialogue toward inter-faith
understanding” (pág. 293-314) Tantur, Jerusalem: Ecumenical Institute for Theological
Research, 1986. Traducción al castellano de Ignacio Martin Baró.
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