Privatización en Hungría, Polonia y la República Checa

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TRANSFORMACIONES ECONOMICAS Y PRIVATIZACIÓN EN HUNGRÍA, POLONIA Y LA
REPÚBLICA CHECA.
II.− DE LA ECONOMÍA DE TIPO SOVIÉTICO A LAS
NUEVAS ECONOMÍAS DE MERCADO.−
La estructura de las Economías de Tipo Soviético (ETS) partía de la existencia de dos tipos de organización:
el aparato del Estado y los agentes de la burocracia estatal encargados de todos los niveles de gestión y cuyo
origen se justificó en la disminución de los costes de transacción en una economía industrial entendida como
una única unidad administrativa (Eggertsson, 1990; Winiecki, 1986). Sin embargo, y a pesar del rápido
crecimiento industrial de los primeros años, todo el sistema de planificación estatal acabó sucumbiendo, tanto
por el efecto acumulativo de los problemas de agencia propios de la concreta estructura organizativa que
adoptó, como por los crecientes costes de transacción, sobre todo desde los años sesenta derivados de los
cambios acaecidos en el entorno tecnológico (Eggertsson, 1995: 324).
El colapso de los regímenes comunistas en 1989 y 1990 abrió la puerta a una nueva era caracterizada por un
doble proceso de transformación, político y económico, cada cual más complicado, y que pretendía alcanzar
en poco tiempo un sistema político democrático y un sistema económico basado en el libre mercado,
acercándose de ese modo a las condiciones existentes en todos los países desarrollados. Por lo que aquí
interesa, la rápida transición de un sistema económico centralizado y dominado por el Estado a otro
descentralizado y regido por el mercado es un proceso complicado, de incierto final y que entraña una serie de
costes de todo tipo que dificultan sobremanera la consecución de los objetivos finales de crecimiento,
estabilidad y desarrollo.
Ya desde los primeros meses y como condición para el acceso a los préstamos del FMI se aplicaron
programas de estabilización macroeconómica en Europa Central y del Este, cuyo efecto desigual sí alcanzó
resultados relativamente satisfactorios en Hungría, Polonia y la República Checa. Estos programas, radicales o
gradualistas, pretendían la liberalización de precios y del comercio interno y externo, así como reducir los
déficits presupuestarios. Pero además estos programas de ajuste trajeron consigo también austeridad salarial,
un descenso de la demanda y, por tanto, una reducción importante de la tasa de crecimiento de la producción.
De esta manera quedó claro que el principal objetivo a conseguir era la reducción de la inflación aun a costa
de descuidar el desempleo o la tasa de crecimiento, lo que se dejó para un momento posterior cuando el
mercado y los nuevos agentes privados pudieran actuar sin sufrir las intromisiones del Estado (Andreff, 1997;
Flores, 1997; Van Brabant, 1992).
Una vez puestos en marcha los procesos de liberalización y ajuste, el paso siguiente para avanzar en el
proceso de transición era establecer las instituciones propias de una economía de mercado, así como llevar a
cabo una regulación efectiva de los derechos de propiedad que otorgaran incentivos a los agentes económicos
para, entre otras cosas, favorecer la creación de empresas privadas. De esta manera se tienen ya los tres
elementos clave del proceso de transición económica (estabilidad macroeconómica, nueva estructura de
derechos de propiedad, en sentido estricto, y reformas institucionales) que desarrollados de manera adecuada,
al reducir los costes de transacción, llevarán al crecimiento económico y a insertar a las economías de estos
países junto a las de los más avanzados (Offe et al, 1998: 156). Pero el proceso es sumamente complicado y
las dificultades aparecieron desde el principio.
Aunque el objeto del presente comentario es el análisis de los distintos procesos de privatización que se han
llevado a cabo en cada uno de los tres países considerados, a continuación se expondrán otros rasgos de la
nueva estructura de derechos de propiedad. En primer lugar, hay que significar que la estabilidad
macroeconómica reduce los costes de transacción en los intercambios entre los agentes económicos al crear
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las condiciones ambientales propicias para la asignación eficiente de recursos y alcanzar altas tasas de
inversión productiva, al margen de comportamientos estratégicos donde el cálculo racional distorsiona las
elecciones eficientes de los agentes. En este sentido los primeros planes de estabilización monetaria
pretendían sobre todo, y como ya se dijo, controlar la inflación en unos mercados recién liberalizados, por lo
que un buen (y sencillo) indicador de esa estabilidad macroeconómica lo da el índice de precios al consumo.
TABLA I
INDICE DE PRECIOS AL CONSUMO
Checoslovaquia
Rep. Checa
Polonia
Hungría
Europa Centro−Este (*)
1981−1990 1991
2,3
59,0
71,8
10,7
70,3
34,8
94,9
1992
11,0
43,0
22,8
277,2
1993
1994
1995
1996
1997
1998
20,8
35,3
22,4
356,5
10,0
32,2
18,8
152,6
9,1
27,9
28,3
74,6
8,8
19,9
23,5
32,0
8,5
15,1
18,3
36,7
10,6
12,0
14,3
17,8
FUENTE: Adaptada de FMI (1999). (*) Sin Rusia ni Repúblicas ex soviéticas de Asia.
De la anterior tabla se desprende que ninguno de los tres países ha alcanzado una elevada estabilidad
inflacionaria, si por ello se entiende un índice de precios de un solo dígito, pese a lo cual parecen progresar en
la senda adecuada y, en todo caso, presentan los valores más reducidos de toda la región junto a las repúblicas
bálticas, Eslovenia y Eslovaquia.
Por lo que se refiere a otros aspectos de la nueva estructura de derechos de propiedad, desde los primeros años
noventa se han venido aprobando toda una serie de leyes y de normas jurídicas de desarrollo en los tres países
que han favorecido de manera importante la regulación efectiva de dichos derechos. Entre los hitos más
importantes destaca la temprana aprobación de leyes sobre sociedades, por las que éstas pueden adoptar
diferentes formas jurídicas, la aprobación de un nuevo sistema impositivo y el desarrollo de la normativa
referida a servicios mercantiles (Andreff, 1993; 1997). Son tareas aún por hacer la elaboración de una
exhaustiva legislación sobre quiebras (ya existe plenamente en Hungría desde 1992) plenamente aplicabble,
cuya carencia provocó serios problemas en los primeros periodos de ajuste y de crisis de liquidez, la reforma
más profunda del sistema bancario y la perfección de los aún incipientes mercados de capitales, cuya
importancia en el proceso privatizador está fuera de toda duda. De otro lado, al margen de la actuación directa
de los poderes públicos, debe completarse la adopción de los sistemas contables occidentales por parte de las
empresas nacionales y acelerarse el cambio en los comportamientos y la mentalidad de los agentes
económicos para reducir la aversión al riesgo y evitar actitudes tendentes a la búsqueda del beneficio
especulativo (Andreff, 1997: 12)). Finalmente, debe redefinirse el papel del Estado, tanto como proveedor de
servicios públicos como gestor de un patrimonio estatal aún importante, bien porque aún no se ha privatizado,
bien porque al aparecer monopolios naturales necesariamente habrá de quedar en manos públicas.
III.− EL PROCESO PRIVATIZADOR: MÉTODOS, OBJETIVOS,
CONDICIONANTES Y RESULTADOS
El proceso de desmantelamiento del anterior sistema de planificación estatal por un sistema de mercado
planteó desde el principio la necesidad de transformar en propiedad privada las empresas que hasta entonces
había controlado el poder público. Así, junto a las primeras medidas de liberalización de mercados y de
estabilización monetaria se empezaron a plantear las líneas maestras que habrían de guiar esta privatización, si
bien la indefinición de planteamientos concretos, la incertidumbre y el comportamiento estratégico de quienes
aprovecharon la coyuntura para adquirir parcelas de poder económico fueron los denominadores en los
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primeros meses. Para un acercamiento al tema, se dividirá el proceso en dos partes: la privatización de las
pequeñas empresas estatales como establecimientos de hostelería y de servicios en general, y la privatización
de las grandes empresas.
La privatización de este primer grupo de pequeñas empresas (y también algunas fábricas) fue relativamente
sencillo en los tres países y hoy se puede decir que prácticamente no queda casi ninguna empresa de
propiedad estatal en el sector de los servicios privados. Esta pequeña privatización se llevó a cabo
fundamentalmente por ventas de común acuerdo o por subastas públicas (Flores, 1997: 34; Andreff, 1997:
17). Además, el control de estas empresas por nuevos propietarios privados ha generado mecanismos de
iniciativa y disciplinarios favorables para el aumento de la productividad y para la obtención de rápidos
beneficios, al que tampoco son ajenas las nuevas empresas privadas surgidas en los primeros tiempos, cuando
aún el contexto socioeconómico era incierto, lo que aprovecharon algunas para eludir la aplicación de unas
normas fiscales que recién acababan de promulgarse (Flores, 1997: 34; VVAA, 1997).
Sin embargo el proceso más importante y problemático que se llevó a cabo fue el de las grandes
privatizaciones. En los tres países esta gran privatización comenzó con rapidez mediante la conversión en
sociedades por acciones de las grandes empresas estatales, la desestatalización (concesión de autonomía en la
toma de decisiones) y el establecimiento de un marco legal que regulaba sus formas jurídicas, su
funcionamiento, su gestión y su control (Flores, 1997: 35). Al mismo tiempo, se tomaron medidas destinadas
a disminuir la concentración y la monopolización de la oferta productiva. Mientras estas primeras medidas de
cambio estaban siendo adoptadas se materializó el primer gran bloque de privatizaciones, las espontáneas, es
decir, la toma de posesión de algunos activos estatales por parte de aquéllos a quienes se les había confiado su
gestión (Van Brabant, 1991: 15; Hyclak y King, 1994: 531; Lieberman, 1994: 564) en lo que se denominó
privatización salvaje o fraudulenta pues ninguna de estas operaciones tuvo los controles adecuados, siempre
se realizaron por un precio inferior al real, acabaron favoreciendo a anteriores miembros de la nomenklatura y
a antiguos directivos y reforzó la poderosa red de intereses que ya venía funcionando desde el régimen
anterior. La magnitud exacta de estos verdaderos expolios en cada país se desconoce, pero basta indicar que
éstos serían más intensos y duraderos allí donde más tiempo se tardó en definir una mínima estructura de
derechos de propiedad dotados de amplia seguridad legal y donde la aprobación de los planes de privatización
se vio más retrasada. En Hungría, Polonia y la República Checa la rápida aprobación de algunas de las leyes
económicas más importantes y de los primeros planes de privatización redujeron la magnitud de éstas
privatizaciones espontáneas que, no obstante, también presentaron formas no fraudulentas cuando, por
ejemplo, la propiedad de los activos pasó directamente a los trabajadores de la empresa.
Una vez aprobados los planes de privatización, cada uno de los países optó por alguno en concreto para
realizar la mayoría de sus grandes privatizaciones. Los diferentes métodos de privatización que se plantearon
fueron: Libre distribución de activos mediante: a) Compensaciones y restituciones a los anteriores
propietarios; b) Reconocimiento de los derechos de los trabajadores y/o gerentes sobre los activos −ahora ya
reconocidos por el Plan; c) dotación de activos a los organismos de gobierno de menor rango; Venta de
activos: d) Oferta Pública acudiendo al mercado de valores; e) Oferta pública acudiendo a subastas; f) Ventas
negociadas de acciones o activos, muchas de ellas en condiciones ventajosas para los compradores, g) Venta a
inversores extranjeros; h) Otros tipos de venta, como la compra por trabajadores o directivos o canjes de
deudas por acciones; i) Privatización en masa, mediante la distribución gratuita o casi gratuita a la población
de cupones de privatización; y h) Liquidación de la empresa y posterior venta de sus activos. (Van Brabant,
1991; Hyclak y King, 1994; Lieberman, 1994; Andreff, 1997; Flores, 1997; Schmidt, 1999).
Los tres países aplicaron casi todos estos métodos pero privilegiaron la adopción de uno en particular para la
mayoría de sus operaciones, con lo que respondieron a diferentes condicionantes, preferencias y objetivos que
se les plantearon a la hora de elaborar los planes. En concreto, los condicionantes o restricciones existentes en
los tres países aunque con algunas diferencias entre ellos fueron básicamente: 1) El reducido volumen de
ahorro interno, inferior al valor de los patrimonios que se ponían en venta; 2) la imposibilidad de valorar
adecuadamente las empresas pues no se contaba con mercados capaces de establecer su viabilidad y
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rentabilidad, ni existían aún técnicas contables que permitieran evaluar el patrimonio o su situación financiera;
3) magnitud de las restricciones económicas procedentes de la situación de los grandes agregados: déficit
público, deuda externa, competitividad de los productos nacionales en los mercados internacionales,...; Y 4)
restricciones sociopolíticas: oposición a la entrada de inversores extranjeros, poder sindical, alianza entre
trabajadores y directivos, apoyo social a las reformas .... Junto a estas restricciones, aparecen los objetivos,
entre los que estarían la obtención de ingresos, la compra de eficiencia mediante la venta a inversores
estratégicos que aporten tecnología, capital o mercados, debilitar el poder de los directivos y reducir los costes
de agencia, conseguir apoyos políticos de sectores sociales y económicos favorecidos por los planes, lograr
transparencia en el proceso y evitar la corrupción, sentar las bases para que no haya marcha atrás en el proceso
de privatización ante eventuales cambios de gobierno,...
Todas estas restricciones y objetivos marcan, a grandes rasgos, las limitaciones formales, y también
informales, que afectaron de un modo u otro la elección realizada por los gestores públicos. En concreto, cada
opción partía de unas restricciones y pretendía unos objetivos. Sin embargo, de los resultados obtenidos se
aprecia que unas veces no se emplearon los medios adecuados para la plena consecución de los objetivos
previstos y otras que, dadas las restricciones de partida no se eligieron los objetivos que llevaban a una mejor
situación.
TABLA II
LAS GRANDES PRIVATIZACIONES (HASTA 1995)
País
Rep. Checa
Hungría
Polonia
Venta
Empres
de
Estatales
Activos
4319
3898
1848
866
8200
142
Privatiz.
en masa
1622
2
Compra Of.. Pub
Emplead Venta
n. d.
n.d.
2787
806
22
Total
%
Otras
Liquidac.
privatiz. Estimad
modalid.
5310
662
165
260
536
1400
3505
1400
2535
81
76
31
(*): Sólo se tienen en cuenta las medianas y grandes empresas de las que más del 50% del capital ya no es
propiedad del Estado;
(**) Las cifras del total de privatizaciones (y también porcentajes) no se corresponden con la suma de las
empresas, incluso puede ser un número mayor, porque se contabilizan desmantelaciones, liquidaciones con
ventas por partes y las consolidaciones de empresas a raíz de las privatizaciones. Por ello, el total y los
porcentajes son meramente indicativos.
(***) Los datos de otras modalidades para la Rep. Checa son: 930 restituciones y 4380 son transferencia
gratuita a los municipios.
FUENTE: Andreff (1997); OCDE (1995)
La República Checa optó por privilegiar la privatización masiva con el objetivo fundamental de lanzar una
nueva dinámica económica basada en la propiedad privada que creara las instituciones de mercado y
propiciara cambios en los comportamientos de los agentes económicos que contribuyera a la creación de una
nueva estructura productiva e hiciera crecer a la economía sobre bases nuevas (Flores, 1997: 36). No obstante
este objetivo, parece claro que la opción por el reparto gratuito de cupones canjeables por acciones de las
empresas privatizadas entre la población también respondió a la inexistencia siquiera de un incipiente
mercado que emitiera señales más o menos claras sobre el valor de algunas de las empresas privatizadas,
como sí pudo haber tenido lugar en Hungría. Asimismo, el volumen de ahorro era tan escaso o más que en los
otros dos países y el mercado de capitales aún no funcionaba correctamente, a lo que hay que añadir la
especial sensibilidad checa con respecto al pasado comunista, que se canalizó tanto por medio de restituciones
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de bienes expropiados después de 1948 (la mayoría se habían producido antes de ese año), como por esta
opción por la privatización en masa, en principio la más transparente e igualitaria de todas. Sin embargo, los
inconvenientes de esta adopción se reflejaron tanto en la segura desigualdad futura entre beneficiarios de
industrias con importantes diferencias de eficiencia, la ausencia de ingresos por parte del sector público y,
sobre todo, por los problemas de agencia que supone la radical separación entre la gestión y la propiedad de
las empresas, la cual además se halla altamente repartida, con los que los costes son mayores. En este caso, y
siguiendo el modelo que propone Eggertsson (1995: 51 y 130−137), el coste de agencia total sería igual a la
suma de todas las inversiones realizadas para reducir el incumplimiento laboral más los costes relativos al
incumplimiento laboral restante o residual. Como en este caso no existen incentivos para invertir en la
reducción de los incumplimientos de los agentes al estar sumamente dividida la propiedad y aparecer los
típicos problemas de acción colectiva, aquí los costes de agencia son mucho mayores que en otros esquemas
de privatización, alcanzando los mínimos costes aquel esquema en el que los gerentes y trabajadores acceden
a la propiedad de la empresa.
Pero lo que al final ocurrió en la República Checa fue la aparición de numerosos Fondos de Inversión que
agrupaban los valores de todos los pequeños accionistas y de esa manera en cierta medida reducir los costes
de agencia al concentrar la propiedad y servir de intermediarios entre la población y las empresas. Pero esos
costes no se redujeron, al menos en los primeros años, puesto que la mayoría de estos Fondos de Inversión
estaban controlados por los grandes bancos y compañías de seguros, aún de propiedad estatal en su mayoría,
con lo que el control de muchas de esas empresas todavía quedaba a merced en bastantes casos de las
estrategias defensivas de supervivencia promovidas por el personal de las mismas. Así, los estudios de caso
realizados demuestran cómo de las 860 empresas checas que en 1994 eran controladas por los fondos de
inversión, en la mayoría de ellas no se realizaron las reestructuraciones necesarias ni se cumplieron muchas de
las promesas financieras que los responsables de los fondos realizaron a los accionistas, retrasándose en
muchas ocasiones el pago de dividendos. (Andreff, 1997: 18).
Por otro lado, es posible reducir los costes de agencia aumentando la competencia, por ejemplo, en el mercado
de gerentes (Eggertsson, 1995: 52) o en el de fondos de inversión, lo que daría mayor información a los
propietarios para controlar la gestión y a los gerentes, incentivos para un mejor cumplimiento de sus
obligaciones contractuales. Un reciente estudio (Claessens y Djankov, 1999) ha puesto de manifiesto la
importancia del papel de los gerentes (y del capital humano en general) en el incremento de los márgenes de
beneficios y de la rentabilidad empresarial en la República Checa, donde se aprecia cómo dentro de las nuevas
empresas privatizadas por medio del reparto de cupones (analizan 706 firmas), alcanzan mayor productividad
los nuevos gerentes contratados tras la privatización que aquellos otros que permanecen en sus puestos desde
antes de 1990 o que tras haber ocupado puestos directivos anteriores a esa fecha, cambiaron de puesto en los
primeros años del nuevo sistema.
Por su parte, Hungría, rechazó desde el principio cualquier (Plan de 1990) cualquier método de privatización
masiva, sobre todo por los costes de la dispersión de la propiedad en el control y la reestructuración de
empresas, como ocurrió al principio en la República Checa, y dio prioridad a la venta de empresas caso por
caso, a inversores estratégicos que pudiesen aportar capitales y capacidades técnicas (Flores, 1997: 36;
Matolcsy, 1997: 167), lo que en gran medida sólo podía proporcionar la inversión extranjera. Además, y
debido a la crítica situación de la deuda externa y del déficit público, Hungría primó la obtención de ingresos
por las privatizaciones, que igualmente le garantizaba la entrada de capitales extranjeros, lo cual pudo realizar
en un marco en el que no se contaba con fuerte oposición popular al expolio − tan frecuente en otros países−,
entre otras cosas por la situación de partida de la economía húngara, la más abierta a occidente de todas las
ETS. Asimismo, se primó la necesidad de acceso de nuevas tecnologías y de capitales externos a las empresas
privatizadas, sobre todo industriales, pues la pérdida del tradicional mercado del Este perjudicó especialmente
a Hungría, cuyos productos además dejaban de ser competitivos en los mercados internacionales.
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FUENTE: Matolcsy (1997)
Así, se aprobó en 1990 un plan de privatizaciones que establecía también la promoción de inversión extranjera
en los nuevos sectores industriales (telecomunicaciones, electrónica, industria automovilística ) y la
transferencia de paquetes de acciones de las grandes corporaciones en sectores estratégicos hacia un nuevo
Fondo de Pensiones. Pero el plan inicial sólo fue cumplido en parte: El Fondo de Pensiones no recibió esos
paquetes de acciones; se redujo el valor de mercado de las empresas estatales objeto de venta a inversores
extranjeros, sobre todo por un deficiente sistema de tasación, algunas de las cuales encontraron serios
problemas para ser vendidas y otras de hecho se quedaron sin comprador; los inversores extranjeros
adquirieron un rol en la economía húngara superior al previsto; Y eso sí, al calor de las privatizaciones y de la
entrada de capital extranjero surgieron numerosas pequeñas y medianas empresas de capital nacional que
habían optado por no concurrir con sus escasos recursos al proceso privatizador pero que sin embargo sí
consiguieron beneficiarse de él (Matolscy, 1997).
En Polonia, el plan de privatización diseñó una estrategia que permitía a cada empresa elegir entre la venta
directa de las acciones a potenciales inversores o la liquidación de la misma y posterior venta (o alquiler) de
sus activos a los empleados, a inversores nacionales o a inversores extranjeros, siendo la opción más
extendida la liquidación y posterior venta de activos a los empleados (Flores, 1997; Gómez et al, 1997). Sin
embargo, tan sólo una cuarta parte de las empresas objeto de privatización se acogió al plan, lo que hizo
replantear todo el proceso y que se aprobara, no sin grandes problemas, sobre todo de carácter político, un
nuevo programa de privatizaciones masivas, al estilo checo, en 1995 (!), que pretendía también el reparto
semigratuito de cupones entre la población. La adopción del nuevo programa respondió a las dificultad de las
privatizaciones por venta directa, bien porque no se encontraban compradores (el ahorro nacional era escaso y
no se quiso enfrentar el coste político de apertura a los inversores extranjeros), bien por la mala situación de
muchas empresas, los problemas de valoración de activos o la proliferación de deudas encadenadas por la
crisis de liquidez derivada de los programas de ajuste y restricción monetaria, problemas que, junto a la buena
marcha del programa checo, llevó a minimizar la importancia de los costes de agencia, que por otro lado eran
los menos importantes si se atiende a las dificultades para lograr modernizar y hacer más competitivas y
eficientes las empresas aún no privatizadas y aquéllas que pasaron a manos de los empleados, pues las
resistencias a cambios que impliquen reducciones −eficientes− de plantilla o reestructuraciones de otro tipo
son en ambos casos muy grandes.
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El nuevo programa establecía la distribución semigratuita de cupones y la creación paralela de 15 fondos de
inversión que superara en parte la excesiva dispersión de los accionistas/propietarios, aún propiedad del
Estado y gestionados por consorcios especializados integrados por socios nacionales y extranjeros (Flores,
1997). De ese modo, e igual que sucedió en la República Checa, los fondos de inversión pasaron a ocupar una
posición mediadora entre la población y las empresas a privatizar.
IV .− CONCLUSIONES
A la vista del breve análisis realizado sobre los procesos de privatización en Hungría, Polonia y la República
Checa, es posible distinguir tres procesos fundamentales, cada uno de ellos adoptado preferentemente por
alguno de los países: Privatización masiva mediante cupones (República Checa), venta de empresas al capital
extranjero (Hungría), y venta o distribución gratuita de las empresas o sus activos a los empleados/gerentes
(Polonia), si bien en una segunda fase Polonia optó por avanzar en la privatización masiva. Debe señalarse
que aunque estas fueron las privatizaciones más extendidas, también hubo venta de empresas públicas a
inversores nacionales y extranjeros en la República Checa y Polonia y reparto de algunas de ellas a los
trabajadores húngaros.
Se ha visto cómo la elección por uno u otro programa respondió a una serie de condicionantes y estrategias
concretas en cada uno de los países, por lo que realizar una rápida evaluación crítica de los distintos casos no
pretende establecer las equivocaciones del pasado −que sin duda las hubo−, conscientes de las constricciones
que los distintos gobernantes enfrentaron, sino señalar las posibilidades del futuro y algunos de los principales
problemas a los que se enfrentan estos tres países de vanguardia de las antiguas ETS.
Dentro del ámbito del gobierno de las empresas (corporate governance), punto fundamental para el logro de
los objetivos señalados, existen dos tipos de coaliciones: las internas y las externas. Si en un ambiente de
crisis económica y financiera el control de las empresas privadas y privatizadas es ejercido por los miembros
de la coalición interna (directivos, gerentes, personal), ésta tratará de orientar el objetivo de la empresa hacia
la supervivencia y no hacia la estrategia de crecimiento de las firmas privatizadas, pues en éstos países aún
perduran muchos de los cuadros gerenciales que ya detentaban cargos similares en el anterior régimen (
Machonin y Tucek, 1996; Claessens y Djankov, 1999), acostumbrados a las redes informales de relaciones,
con lo que se retrasará la inserción de la empresa en las estrategias capitalistas del mercado y el beneficio.
Además, si los empleados son los encargados de tomar las decisiones, en el mismo contexto de inestabilidad
económica (inflación, deudas encadenadas entre empresas y bancos,altas tasas de desempleo,...) también
orientarán sus decisiones a la conservación de los empleos y no a la reducción de gastos, la inversión
tecnológica o de capital,...Cuando la propiedad de las empresas privatizadas estuvo en manos de numerosos y
pequeños accionistas la dirección de la empresa recaía casi siempre en los cuadros directivos que reproducían
comportamientos de la anterior economía de escasez, mientras que tras la concentración de las acciones en
fondos de inversión, por cuanto éstos aún están controlados por el Estado, se produce una situación similar a
la de las empresas que están aún en manos estatales, cuando las autoridades deciden no llevar a cabo
actuaciones que siendo eficientes económicamente no son rentables políticamente (liquidación,
reestructuraciones de personal,...), a no ser que se halla reformado su estatuto jurídico y hayan adoptado un
esquema de gestión privado.
Por su parte, las coaliciones externas (al margen de la empresa, como puede ser el capital extranjero) en
empresas que se vendieron a inversores privados a menudo solieron adoptar desde el principio una estrategia
capitalista ofensiva, basada en la modernización de los activos físicos obsoletos, la reducción del exceso de
personal, la reorganización de la empresa y la búsqueda de la eficacia y la competitividad (Andreff, 1997: 19).
La otra cara de la moneda sería la existencia de unos costes de agencia en este esquema de gobierno de
empresas mayores que en el caso de las coaliciones internas, donde los intereses como empleados/directivos
se superponen a los que tienen como propietarios y se reducen las posibilidades de incumplimientos laborales.
Sin embargo, estos costes pueden ser fácilmente reducidos en las empresas donde predominan las coaliciones
externas mediante la concesión de incentivos a los gerentes y al personal y el desarrollo de mercados
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financieros, económicos y de directivos más competitivos
Así, puede concluirse que la estrategia de privatización más adecuada para la renovación del tejido
empresarial y productivo y para la mejora de la productividad mediante el uso intensivo de recursos, es la que
abrió las privatizaciones al capital extranjero, mientras que las privatizaciones masivas y aquéllas que
otorgaron la propiedad a los empleados presentan un número de problemas mayor. Sin embargo, el desarrollo
de los distintos mercados, la superación de la crisis macroeconómica, la existencia de marcos legales más o
menos definidos y la conclusión de los procesos de privatización aún pendientes, puede hacer que las
empresas controladas por los empleados pasen a estar participadas por nuevos inversores privados, nacionales
o extranjeros, que inserten a las empresas en la senda de la eficiencia, que se desarrolle un mercado
competitivo para los fondos de inversión y que, mediante la privatización definitiva de los bancos estatales y
de entidades financieras, el control último de estos fondos pase a manos privadas.
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En principo el impacto del cambio tecnológico sobre los costes de transacción es ambíguo. Sin embargo el
efecto neto parece ser el aumento de dichos costes sobre todo por la aparición de nuevos y más sofisticados
productos que el avance tecnológico contribuye a producir (Eggertsson, 1995: 27). En el caso de las ETS ese
impacto parece mayor porque la posibilidad de transformación de las organizaciones económicas para reducir
esos nuevos costes de transacción es prácticamente nula.
En el sentido de la ENI las tres variables consideradas forman parte de una amplia estructura de derechos de
propiedad que reducen los costes de transacción en la actividad económica y que sobre todo tiene que ser
provista y defendida por los poderes públicos. La distinción en esos tres grupos es tan sólo instrumental a la
claridad expositiva que se pretende. A partir de aquí se empleará la terminología de la NEI.
Un índice más completo para determinar esa estabilidad podría ser el formado, junto a la inflación, por el
saldo de la balanza comercial, el déficit presupuestario, la tasa de crecimiento, la tasa de desempleo y la
estabilidad del tipo de cambio (Andreff, 1997: 12). Sin embargo, las conclusiones a que se llega a partir del
indicador inflacionario son semejantes a las que consideran al resto de indicadores
Existen muchas explicaciones de la persistencia de altas tasas de inflación. Una de ellas apunta a la existencia
de inflación inercial asociada al choque inicial del cambio económico, a la existencia de posiciones
monopolistas de empresas públicas y privatizadas y la vuelta a un sistema de indexación de salarios como
consecuencia del problema de repartición que las reformas estructurales agravaron.
La reforma de la empresa pública en el Este de Europa debe incluir el saneamiento de las empresas, el cambio
de estatuto jurídico, la modernización del aparato de producción y la reorganización de la gestión
(privatización de la gestión). (Andreff, 1997)
Quizás la excepción esté en la privatización de medianas empresas en Hungría, donde los inversores
nacionales no fueron capaces de adquirir todas aquéllas corporaciones que el plan establecía (Matolcsy, 1997:
167). No obstante, el capital extranjero adquirió muchas de ellas.
En este caso los costes de agencia entre accionistas/propietarios y gerentes es nulo, siempre y cuando exista
un reparto equitativo entre todos los gerentes que, además tienen que tener una posición similar en el cuadro
de dirección y en la posesión de derechos sobre la empresa. Aun en esta hipótesis irreal persistirían los costes
de agencia entre gerentes y trabajadores si estos no poseen los incentivos adecuados para reducir sus
incumplimientos laborales. Por otro lado, un esquema de este tipo hace aumentar las
restricciones y los obstáculos para modernizar y reestructurar las empresas, pues los propios propietarios son
los más interesados en mantener el status quo dentro de las mismas aun cuando ello sea manifiestamente
ineficientes.
Las primeras privatizaciones bancarias en la República Checa comenzaron en la segunda mitad de los 90. De
hecho en 1999 los dos principales bancos checos seguían en manos estatales, si bien se están programando
planes para su privatización en un plazo de tres o cuatro años. (EBRD, 1999)
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A pesar de estar bajo el control último del Estado los fondos de inversión sí han impulsado al mercado
financiero, creando sólidas pautas de competencia, si bien no han estado exentos de problemas. Además, se
aprecia un incipiente mercado de gerentes bien preparados cuyo acceso a la educación en centros occidentales
tras el exilio de muchos checos después de 1968, constituye una ventaja comparativa del caso checo respecto
de otros países ex comunistas. (Claessens y Djankov, 1999)
De hecho, debido a la especialización productiva en las economías de tipo soviético, no existía ninguna planta
de fabricación automovilística en toda Hungría.
Algo que afectó también a Hungría y a la República Checa.
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