Carta a un joven que se plantea ser sacerdote

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Carta a un joven que se plantea ser sacerdote.
Escribo estas líneas urgido por tu caso, ya que, de acuerdo a lo que conversamos, en
breve tomarás una decisión vocacional. Por supuesto, contás con mi oración redoblada
en este tiempo, y de paso te dejo unos pensamientos, unos criterios, que pueden
ayudarte.
Me imagino te estarás preguntando durante el día cosas como ‘¿me está llamando Jesús
a seguirlo como uno de sus apóstoles?’ y más importante aún ¿’quiero yo seguir esa
llamada? ¿tengo fuerzas? ¿seré feliz en ese camino?’. O a lo mejor: ‘¿cómo saber si
realmente hay una llamada, o es sólo una idea mía, una obsesión; o sólo la fuerza del
ejemplo?’ En fin, como éstas, mil preguntas más.
Vayamos por orden
¿Pero cómo se despierta la vocación sacerdotal en primer lugar?
Escribió el P. Lucas hace un tiempo: “El llamado a consagrarse a Dios y a desempeñar
una misión se percibe en el contexto de una comunidad cristiana específica, en la cual
se ha profundizado la fe, se ha experimentado la fuerza transformadora de la gracia y
se ha adoptado un nuevo estilo de vida. La vocación no es una aspiración indefinida y
a priori, radicada ya en la persona; es más bien una gracia que se despierta y madura
gracias al encuentro con personas concretas, a la interacción con otros que tienen
aspiraciones similares, a la motivación que proporcionan ejemplos vivientes, a la
oración y el apostolado compartidos. La vocación es fruto del encuentro de una
aspiración interior que viene de lo alto con los signos providenciales que se dan en la
Iglesia y en la historia. Éstos actúan como eventos que interpelan a la libertad de la
persona, la cuestionan y la motivan a una entrega radical por el Reino de los Cielos.
En estos signos el candidato reconoce la posibilidad de realizar sus aspiraciones más
profundas, como si hubiera nacido para ello. El hecho de ser interpelado desde fuera,
sin embargo, se muestra más acorde con la naturaleza de la vocación cristiana, en la
que siempre Dios tiene la iniciativa. Ésta no es tanto fruto de deseos subjetivos, cuanto
respuesta a una necesidad objetiva, percibida en la fe: la necesidad de que otros se
encuentren con Jesús y así descubran la plenitud de vida que Él vino a traer.” Este
párrafo resume casi todos los elementos de una vocación: viene de Cristo (es Él el que
llama), pero se despierta en el trato con un grupo concreto de personas; tiene una
‘historia’ que es manifestación de la Providencia del Padre. Responde a una necesidad
real de trabajadores para la cosecha (y sólo el que tiene vocación logra ser interpelado
por ella!); se percibe que en esta tarea puedo entregar lo mejor de mí. Hay miedo, pero
hay confianza, es Jesús el que llama.
Si están los elementos, la pregunta surge espontáneamente, o a veces llega como
propuesta de parte de un misionero, o de un sacerdote, o de otro que está en la misma,
pero un paso mas adelante.1 Ojo con la mentalidad de que la vocación debería llegar
directamente del cielo, y sólo podría expresarse a través de tu conciencia propia, como
excluyendo la posibilidad de que otra persona intervenga en esto. Al respecto te copio
algunas frases de Juan Pablo II:
1
“Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: ‘Hemos encontrado al Mesías’, que
traducido significa Cristo. Entonces lo llevó donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: ‘Tu eres Simón,
el hijo de Juan: tú te llamará Cefas” Jn 1,41
“Dios llama a quien quiere por libre iniciativa de su amor. Pero quiere llamar
mediante nuestra personas...No debe existir ningún temor en proponer directamente a
una persona joven, o menos joven, la llamada del Señor”2 Y otra: “El Señor es siempre
el que llama, pero es preciso favorecer la escucha de su llamada y alentar la
generosidad de la respuesta”3 (Espero con esta carta alentar la generosidad de tu
respuesta!). Va la última: “Cristo habitualmente llama a través de nosotros y de nuestra
palabra. Por consiguiente, no tengáis miedo en llamar. Introducíos en medio de los
jóvenes. Id personalmente al encuentro con ellos y llamad”4.
Desde que surge la pregunta vocacional hasta que se toma una decisión, suele pasar un
tiempo, lo que comúnmente se llama el ‘discernimiento’, un tiempo para ver lo mejor
posible la autenticidad de la llamada. ¡¡Pero no se pueden pedir certezas absolutas!!,
porque el seguimiento de Cristo es un seguimiento por el camino, es decir, se hace el
camino al andar...Antes de empezar se ven señales, carteles indicadores, pero sólo al
empezar el camino, al ver el paisaje que se abre, los pueblos que van pasando, uno sabe
que está en el camino correcto (¡te habrás perdido en la ruta alguna vez!). Es, aunque
suene un poco cursi, como un noviazgo. Se empieza una aventura, con cierta seguridad
de querer empezar, pero no con certeza de casarse.
Vos estás ahora terminando tu ‘discernimiento’, y experimentas que este ‘tiempo
previo’ tiene un limite, que no se puede estirar tanto, porque se pierde el entusiasmo, la
alegría de la llamada, y que das vueltas buscando certezas que no llegan, y no se crece
en ninguna dirección. Así que te pusiste una fecha, un día señalado para tomar una
decisión...¿qué importante no?. Aprovechando la ocasión, te dejo algunos criterios que
te van a ayudar; son algunos carteles indicadores de una vocación auténtica. Pueden
estar, y no necesariamente signifique vocación; pero si están todos, hay presunción seria
de la llamada. Los voy a enumerar así: un joven que tiene vocación debe tener:
1) Amor a Cristo, y deseo de amarlo más.
Debe amar a Jesús, amar su Persona, desear el encuentro con El, amar la oración como
encuentro con El (aunque a veces le cueste). Amar su mensaje de salvación, amar su
Palabra. Y desear amarlo más. La perspectiva de vivir su vida, de tener sus mismos
amores, de compartir con El sus preocupaciones e intereses, de llegar al final de la vida
como compañeros de caminos debe ser una perspectiva atrayente. Decía un Papa Santo:
“Debemos representar la persona de Cristo...y como querer y no querer la misma cosa
es lo que constituye una sólida amistad, nos sentimos empujados, como amigos, a tener
los mismo sentimientos de Cristo Jesús...”5.
2) Percibir la necesidad de trabajadores para la cosecha, sentirse convocado.
Es decir, al ver la multitud, sentir el deseo de anunciar a Cristo, y su mensaje de
salvación. Y experimentar el ruego de Jesús en carne propia: “La cosecha es abundante,
pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados, que envíe
trabajadores para la cosecha” Mt 9, 37. Muchos jóvenes no ‘ven’ la necesidad, y no se
sienten convocados, pero otros sí; se preguntan...¿porqué yo no?.
2
JPII, Mensaje en la XX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.
JPII Homilía en una parroquia de Roma.
4
JPII Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.
5
San Pío X, “Haerent Animo”, sobre la santidad sacerdotal.
3
3) Deseo de hacer apostolado
Con todos: con pobres y con estudiantes, con jóvenes y niños, con varones y mujeres, y
¡hasta los confines del mundo! Tener corazón misionero. Ver la fuerza transformadora
de la gracia en la vida de las personas, y desear consagrar todas las energías a esta tarea
fundamental.
4) Entrega, amor a Cristo en la cruz:
Es decir, nadie que tenga vocación la abraza para empezar una vida más cómoda, más
holgada, con más mundo, o más posibilidades humanas...o para viajar, conocer, o para
tener un título, o para ser alguien. Ni para tener plata, dormir bien, o ir de vacaciones a
la playa (¡¡aunque le puedan gustar todas estas cosas!!); si alguien le va a decir que sí a
Cristo es para seguirlo, y para entregarse.
Y hablando de vos: la perspectiva de una vida entregada, crucificada con Cristo, libre de
vos mismo y la servicio de la evangelización, es lo que te puedo ofrecer en esta
Sociedad; y es lo que ofreció Cristo a sus discípulos: “El que quiera venir detrás de mí,
que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar
su vida la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí la encontrará” Mt 16,24ss. Y
San Pablo decía: “Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive
en mí: la vida que sigo viviendo en la carne la vivo en la fe en el Hijo de Dios que me
amó y se entrego por mí.” Ga 2,19. Un sacerdote ofrece cada día a Cristo en la misa,
por la salvación de una multitud, pero no sólo ofrece, sino que también se ofrece: tomad
y comed...tomad y bebed...también la propia vida, que se confunde con la de Cristo.
¿Y la contrapartida de la entrega? la alegría. Te prometo cruz, pero también profunda
alegría, como constante en el alma. “Les he dicho esto para que mi gozo sea el de
ustedes y ese gozo sea perfecto.” Jn 15, 11. Es la alegría de la cruz, que es “escándalo
para los judíos, y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los
que han sido llamados” 1 Cor 1,23.
Atento: Si la perspectiva de la entrega asusta a un joven, en lugar de enardecerlo,
probablemente no tenga vocación.
5) Capacidad de vivir la castidad:
Esta capacidad es un don de Dios. Conozco algunos que reúnen los restantes requisitos,
pero no pueden vivir la castidad sacerdotal, a ejemplo de Cristo. No pueden, por mil
razones. Poder en cambio, es signo de la gracia, es un don, un carisma. Significa que
una persona puede entregar su ser varón en el seguimiento de Cristo como el vivió, y así
puede ensanchar su corazón hasta los límites de Cristo. No se trata de que seas un
solterón, sino padre, hermano, amigo, pastor, guía, consejero, puente, intercesor. Al
decir de Jesús, el que ‘pueda entender, que entienda’...Mt 19,12.
Por último:
Reconocer estos criterios en tu vida no significará que la perspectiva de una vida como
laico te resulte poco atractiva, ¡al contrario!. San Ignacio decía, y nosotros adherimos,
que el que ‘no sirve para el mundo no sirve para la compañía’, porque hay un requisito
que no puse, por obvio: ser normal. Varón normal, que tiene los mismos deseos de
cualquier varón normal: amigos, amigas, novia, carrera, dinero, éxito, viajes. Y hablo de
cosas sanas. Las vocaciones buenas son peleadas, combatidas...porque el joven percibe
que tiene mucho que entregar, y que la vivencia de la entrega le puede costar (¡a veces
un Perú!); pero si tiene vocación y si hay un corazón generoso; la llamada será mas
fuerte.
¡Y una cosa más!
Somos muchos, en esta Sociedad, los amigos en Jesús. Los que hemos percibido una
Palabra que nos ha convocado. ¡No estas sólo!, sino que te unís a un cuerpo, a un grupo
de amigos que hemos decidido un día entregarlo todo, y seguirlo.
“Ya nos los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los
llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes
lo que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan
y den fruto, y ese fruto sea duradero” Jn 15,15ss.
Un fuerte abrazo,
Padre Iván
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