JURGEN MOLTMANN LA ESPERANZA CRISTIANA: ¿MESIÁNICA O TRASCENDENTE? El articulo quiere reconsiderar las respectivas posturas de Joaquín de Fiore y de Sto. Tomás de Aquino. Frente al primero, Sto. Tomás (Suma Teológica I-II, 6, 4) pareció rechazar definitivamente una concepción histórica mesiánica de la acción salvífica de Dios, favoreciendo en cambio una visión más trascendente de la salvación. Pero la concepción profético-mesiánica del Abad Joaquín nunca dejó de influir en la historia espiritual de Europa, y en nuestro tiempo se manifiesta de particular actualidad como correctivo y complemento a un trascendentalismo extremo. Cristliche Hoffnung: Messianisch oder Transzendent?, Münchener Theologische Zeitschrift 33 (1982) 241-260 I. ESPERANZA MESIÁNICA Y ESPERANZA TRASCENDENTE Puede decirse que hay dos maneras de concebir la esperanza cristiana: una podría llamarse mesiánica, y está a la espera de un cumplimiento dentro del futuro histórico; la otra puede llamarse trascendente, y es concebida como virtud teologal -junto con la fe y la caridad- con un cumplimiento propiamente "sobrenatural". En otras palabras: la esperanza cristiana ¿ha de concebirse como una fuerza que hace progresar la historia presente, que crea novedad superadora de lo ya dado, o más bien es algo que nos lleva a mirar "hacia arriba", hacia el Dios trascendente, en el que el hombre ha de encontrar su felicidad, de suerte que la esperanza sea así manifestación de la abertura del hombre ante Dios y del carácter agraciado de su existencia? Esta es la cuestión que quiero examinar desde un punto de vista teológico, confrontando el pensamiento de Joaquín de Fiore y el de Sto. Tomás, y teniendo en cuenta los resultados de las mejores investigaciones históricas recientes sobre el joaquinismo. Entre ellas sobresale la de H. de Lubac, La posterité spirituelle de Joaquim de Fiore, París 1979-1980. En esta obra recoge de Lubac una observación que yo hiciera a Karl Barth en 1965, en el sentido de que "hoy Joaquín de Fiore es más actual que S. Agustín", porque en él pueden recuperarse la muerte y resurrección de Jesucristo como realidad de la historia en cuyo eschaton Dios ha de ser todo en todos. El interés por el tema se agudizó con ocasión de una afirmación de H. Urs von Balthasar, quien decía que toda interpretación mesiánica de la esperanza era algo "judaico", "veterotestamentario" y "precristiano", mientras que la esperanza cristiana sería sólo la "vertical", la que tiende al presente de Dios en su cielo y su más allá. Así llega él a meter en un mismo puchero judaico a Moltmann y a Bloch, a Metz y Marx, a la Escuela de Frankfurt y a Freud: el espíritu judío estaría presente en todos los movimientos modernos ateos y revolucionarios: y el padre de todos sería aquel Joaquín de Fiore, según él "judío de nacimiento", aunque no haya dato biográfico alguno en el que sustentar efectivamente tal afirmación (cf.H.U. von Balthasar, en Münchener Theologische Zeitschrift, 32 (1981) 81-102). En realidad von Balthasar no hace sino renovar el ataque de Tomás contra Joaquín: por eso puede decirse que mi réplica a uno es también una réplica al otro. La situación es la JURGEN MOLTMANN siguiente: Joaquín es un exegeta y un teólogo bíblico, que hace un gran descubrimiento estudiando la "concordia del Antiguo y del Nuevo Testamento. En cambio Tomás es un teólogo especulativo, que desarrolla una teología científica sobre las premisas de la metafísica y de la ética de Aristóteles. Vamos a intentar examinar el valor de la construcción tomista frente a la doctrina de Joaquín, a la luz del Evangelio del Antiguo y del Nuevo Testamento, más que a la de las doctrinas eclesiásticas o la de la experiencia histórica. II. LAS TESIS EN DISCUSIÓN Tomás presenta la cuestión preguntando "si la Ley Nueva ha de durar hasta el fin del mundo". Por Ley Nueva entiende él el Evange lio, que ha dado fin a la Ley de Moisés, y que es anunciado mediante la Palabra y los Sacramentos en la Iglesia, por la fuerza del Espíritu. Esta Nueva Ley determina las relaciones de los hombres con Dios hasta el fin del mundo, y es el fundamento de la Iglesia. La cuestión acerca del tiempo y duración de la Nueva Ley implica la cuestión acerca del tiempo y la duración de la Iglesia: ¿es la Iglesia una institución transitoria, o está llamada a durar hasta el fin y conectar con la eternidad? a) La tesis de Joaquín de Fiore "Parece que la Nueva Ley no ha de durar hasta el fin del mundo, puesto que el Apóstol dice (1 Co 13, 6): Cuando venga lo que es perfecto, lo parcial será desechado. La Nueva Ley es parcial: lo dice el Apóstol: parcial es nuestro conocer, y parcial nuestro profetizar. Así pues, la Nueva Ley ha de ser superada por otra más perfecta ordenación que seguirá". Así es como resume Sto. Tomás las opiniones de su adversario. ahora bien: a partir de la obra de Joaquín podemos aportar lo siguiente: Joaquín, como exegeta, saba que el Evangelio había superado (evacuare) y abrogado la Ley Antigua. El trasladó, entonces, esta relación entre Ley y Evangelio a la relación entre el Evangelio de Cristo y el futuro que El mismo había prometido. Cuando aparezca el futuro de Cristo, la Nueva Ley, el Evangelio, quedará superado. Con esto se presupone que el Evangelio no es todavía el cumplimiento de las promesas de la Ley Antigua, sino sólo su confirmación: el Evangelio es todavía promesa. La "concordia" del Antiguo y del Nuevo Testamento aparece al considerar esas dos formas de promesa que miran al futuro de Dios. Este futuro que ha de superar todo lo transitorio en la historia de la salvación, es para Joaquín algo histórico, experimentable y temporal. El "Reino del Espíritu" y el "Reino de Cristo" son realidades que vienen como cumplimiento de las promesas de la Antigua y de la Nueva Ley. Ahora bien: estos nuevos estados de cumplimiento no son en manera alguna meramente temporales - y por ende transitorios- sino que son escatológicos y permanentes. Con el cumplimiento, de las promesas en el tiempo comienza el "tiempo mesiánico" el "tiempo quiliástico" del nuevo milenio. La Iglesia ha de tomar así conciencia de su propia transitoriedad de cara a esa expectación mesiánica; de su función mediadora y de tránsito hacia algo mayor y mejor. b) La tesis de Tomás de Aquino JURGEN MOLTMANN "La condición del mundo puede cambiarse de dos maneras. Una, por una nueva Ley distinta. En este caso, ninguna nueva condición seguirá a la condición de la Ley nueva, porque ésta siguió a una condición imperfecta, pero ahora ninguna condición de la vida presente puede ser más perfecta que la condición de la Nueva Ley. En efecto nadie puede ser más cercano al último fin que aquello que inmediatamente conduce al último fin. Por esto dice el Apóstol (Hb 10, 19): Nosotros tenemos confianza de entrar en el Santo por la sangre de Cristo, pues él nos ha abierto un nuevo camino para tener acceso. Por esto no puede haber condición alguna de la vida presente más perfecta que la de la Nueva Ley: ya que ésta es tanto más perfecta cuanto más cercana al último fin". Nos hallamos ante dos distintas maneras de pensar: Joaquín, en el marco de la interpretación tipológica de la Escritura, piensa históricamente: las promesas suscitan esperanzas que reclaman su cumplimiento. Tomás, en cambio, en el marco de su metafísica, piensa finalísticamente: lo imperfecto apunta a lo perfecto: lo que está más próximo al fin es lo más perfecto. El fin de toda perfección es la bienaventuranza eterna, la visión beatífica que es trascendente. No hay cumplimiento en el tiempo y en la historia: la Iglesia, la Nueva Ley, es la mediación única y perfecta hacia la bienaventuranza trascendente. "No hay algo intermedio entre lo que inmediatamente lleva al último fin y el mismo último fin". Para Tomás, en la historia de Dios con los hombres no hay más que un único paso: el que va de Israel a la Iglesia. El paso que va de la Iglesia al Reino de Dios es ya el paso de la historia a la eternidad, que ya no queda dentro de la historia. La Iglesia alcanza hasta la eternidad, y por esto ha de permanecer, como magnitud absoluta e insuperable, hasta el fin del mundo. c) Mi propia tesis Joaquín reconoció correctamente que las promesas bíblicas exigen un cumplimiento histórico y escatológico. La promesa divina abre una brecha en la experiencia de la historia en la medida en que da lugar a una esperanza de cumplimiento en la realidad creatural e histórica. La historia es "el elemento del futuro". Pero Joaquín convirtió la escatología bíblica en cronología, intentando calcular los tiempos de la historia de la salvación según una secuencia de generaciones, y convirtiendo así la escatología bíblica en una escatología de la historia del mundo. Sto. Tomás, en cambio, introdujo, en lugar de la historia de las promesas de la biblia, una metafísica finalista. En lugar de la esperanza que las promesas suscitan, habla él del deseo natural de bienaventuranza que, según Agustín, sólo Dios mismo puede colmar. En lugar del "Dios que viene", entra en consideración el "Motor inmóvil", que todo lo atrae hacia sí. En lugar de la promesa escatológica del "nuevo cielo y de la nueva tierra", nos encontramos con la visión beatífica en el cielo, la bienaventuranza de puros espíritus en un más allá. El pensamiento finalístico trascendental viene a amortiguar la tensión escatológica de la Biblia: no es que Sto. Tomás haya traducido la escatología bíblica a otro lenguaje: es que en lo sustancial la ha liquidado. Su teología de la esperanza en realidad no es más que una antropología del "apetito natural" del hombre y de su autotrascendencia interior, que encuentra su respuesta en la teología metafísica del Sumo Bien. Es una esperanza fundada, no en la promesa de Dios, sino en el mismo ser del hombre. JURGEN MOLTMANN Para hacer justicia al carácter escatológico de las promesas bíblicas, hay que evitar todo intento de traducirlas a una cronología de la historia del mundo. El tiempo cronológico no se corresponde con el tiempo bíblico, determinado por la escatología. Pero de la misma manera hay que evitar reducir la escatología bíblica a una metafísica finalista. Mi propuesta es la de no hablar del futuro ni como dimensión cronológica, ni como realidad finalística, sino como advenimiento. Adventus, parousia significa lo que le adviene al presente, no lo que se desarrolla a partir del presente. En la promesa, el futuro prometido arroja su pre-figuración en el presente, y así comienza a determinarlo en virtud de la esperanza que despierta. La esperanza es la toma de concienc ia de la presencia del futuro prometido. El que vive de esperanza, vive del futuro anunciado, determinando por él su propio espíritu y su forma de vida. Cristología y escatología La discusión entre Tomás y Joaquín de Fiore nos lleva a considerar mejor la escatología cristiana, que significa reconocer en la historia de Jesús, el Mesías, la presencia del reino de Dios que viene (2 Co 4, 6). No hay cristología sin escatología, como tampoco hay escatología sin cristología. La predicación y milagros del Jesús histórico son promesa y comienzo del tiempo mesiánico. Su entrega a la muerte en la cruz es el anticipo del juicio de Dios contra toda impiedad. Su resurrección es el comienzo de la universal resurrección de los muertos, y el triunfo de Cristo resucitado es el comienzo histórico de aquel Reino en el que Dios será todo en todos. Si pensamos el futuro como adviento, descubriremos el presente como presencia y anuncio de ese futuro. En el señorío de Cristo está ya presente, de manera oculta, la fuerza del Espíritu Santo: su resurrección es la "presencia del Espíritu". La fuerza del Espíritu es presencia espiritual de la Persona de Cristo. Y el reino mesiánico de Cristo hace presente el reino de Dios. El futuro de la historia viene en una serie de presencias distintas: en el tiempo histórico, determinado por las promesas; en el tiempo mesiánico, determinado por el mesías; en el tiempo del Espíritu, determinado por el Espíritu de la nueva creación; en el tiempo quiliástico, determinado por el reino de Cristo; en el tiempo escatológico, determinado por el juicio y por el reino de Dios; y, finalmente, por el tiempo eterno de la nueva creación, en el banquete de la eternidad. Estos distintos tiempos se superponen. Son como etapas en el movimiento unitario de la historia hacia la escatología. Para la teología podemos sacar las siguientes consecuencias: no hay historia de las promesas sin esperanza mesiánica. No hay mesianismo sin escatología. No hay escatología sin un quiliasmo que mire hacia un tiempo mesiánico, y sin una apocalíptica que mire hacia la eternidad. La manera como modernamente se ha procurado sustraer la escatología a este contexto ha dañado a la misma escatología, convirtiéndola en una expresión de una metafísica de la trascendencia. ¿Y la Iglesia? ¿Permanecerá hasta el fin del mundo? Recojamos, ante todo, la respuesta del Vaticano II: "El fin de los tiempos ya ha llegado a nosotros (1 Co 10, 11), y la renovación del mundo ya ha quedado constituida de manera irrevocable, estando en cierta manera anticipada realmente ya en este mundo. Porque la Iglesia se manifiesta ya en la tierra con las señales de una santidad verdadera, aunque imperfecta. Sin embargo, JURGEN MOLTMANN hasta que vengan los nuevos cielos y la nueva tierra en los que habita la justicia, (2 P 3, 13), la Iglesia peregrina comporta la figura de este mundo que pasa, en sus sacramentos e instituciones pertenecientes a este mundo, y ella misma habita entre las criaturas que gimen con dolores de parto por ahora, y esperan la manifestación de los hijos de Dios" (L.G. 48). En la Iglesia la "nueva creación" tiene lugar, pero de una manera eclesiástica, es decir condicionada por las condiciones de este mundo. Por el Espíritu, y mediante la Palabra, los Sacramentos y la comunidad eclesial, esta nueva creación se hace presente de manera espiritual. En el reino mesiánico de Cristo se hará de tal manera presente que se constituirá una nueva comunidad de judíos y cristianos como no puede constituirse en el tiempo del endurecimiento de Israel. Finalmente, se realizará en la presencia escatológica de Dios. Es decir, la Iglesia permanecerá hasta el final de los tiempos, pero no en su actual forma eclesiástica, sino como presencia de la nueva creación del mundo. Han de ser superados los condicionamientos de la presencia de Dios en el mundo: pero ha de permanecer esta presencia misma. III. AHORA VEMOS COMO EN UN ESPEJO Examinemos ahora los principales argumentos aducidos en favor de una y otra tesis. En primer lugar se discute si 1 Co 13, 10 se refiere a un tiempo del cumplimiento que ha de llegar, o más bien al cumplimiento del tiempo que sería la eternidad. 1. Argumento de Joaquín "Parece que la Nueva Ley no ha de durar hasta el fin del mundo, porque dice el Apóstol: cuando venga lo que es perfecto, lo que es parcial... La Ley Nueva es parcial ya que el Apóstol dice en el versículo 9: Parcial es nuestro conocer y parcial nuestro profetizar. Así pues la Nueva Ley ha de ser superada por una nueva condición más perfecta que le ha de seguir". Así escribe Joaquín. Por su parte, E. Benz, en su estudio de los escritos de Joaquín añade que, según éste, hay que afrontar todavía las siguientes razones: 1. Los judíos no han reconocido todavía el poder salvífico del Evangelio, por lo que la proclamación de la fe es todavía imperfecta. 2. Si la verdad hubiera sido ya manifestada de una manera perfecta, no habría todavía tantas herejías. Cuando se manifieste plenamente el Espíritu con todo su poder, desaparecerá el poder de la carne, y los que estén llenos del Espíritu no comprenderán ya el Evangelio en parábola y enigma, sino directamente. Conocerán no ya por los medios institucionales de la Iglesia presente, sino por su propia inteligencia directa. 2. El argumento de Sto. Tomás "Ningún estado de la vida presente puede ser más perfecto que el de la Nueva Ley. Nada puede estar más cerca del último fin que aquello que lleva inmediatamente a él... y una realidad es tanto más perfecta cuanto es más próxima al último fin". JURGEN MOLTMANN Según Tomás no hay mediación ni tiempo intermedio alguno entre la Iglesia actual y la perfección celestial. La Iglesia está en posesión del Espíritu desde los tiempos de los Apóstoles: ella es la "edad del Espíritu", la mediación perfecta y última. Después de ella ya sólo viene el fin mismo. 3. Discusión Si comparamos ambas concepciones con 1 Co 13, observamos que ninguna de ellas toma realmente en serio el "advenimiento" de lo perfecto. Lo perfecto no sigue a lo imperfecto, como parece pensar Joaquín. Todavía menos es lo perfecto el fin de lo imperfecto, es decir algo a lo que lo imperfecto conduce. "Cuando venga lo que es perfecto, lo que es parcial desaparecerá". El presente histórico es captado como parte dentro de un movimiento escatológico. Pero ¿qué quiere decir "lo perfecto"? Para Joaquín es el conocimiento de la verdad en el Espíritu. Para Tomás es la consumación, la visión beatífica de Dios cara a cara. En cambio, no puede dudarse de que Pablo habla de la parousía o última venida de Cristo, su manifestación gloriosa. Entonces Cristo ya no tendrá que ser mediado por el anuncio humano del Evangelio, sino que se manifestará inmediatamente por sí mismo. Entonces los suyos le conocerán como son conocidos de El, y le cogerán como ahora son cogidos por El (Flp 3, 13). Entonces serán "con Cristo" lo que ahora es Cristo "para ellos": la fe se convertirá en visión, la esperanza en liberación del cuerpo y del dolor de toda la creación, por la manifestación de la libertad de los hijos de Dios (Rm 8, 19). La parousía de Cristo "está viniendo", y como a tal se la aguarda: esta expectación es la que hace que la presencia de Cristo en la Palabra, el Sacramento y la Comunidad de la Iglesia sea algo parcial, anticipación y representación del futuro. Aún la experiencia del Espíritu es, en esta perspectiva de futuro, sólo un "anticipo", "primicia", de lo que ha de venir. Pero hay continuidad: Pablo en 1 Co 13, 12, no habla sólo de una fe de acá y una visión de allá, sino de un conocimiento "ahora" y "después". Este conocimiento presupone la fe y constituye un avanzar de la esperanza hacia la visión. Es el intellectus fidei, como algo intermedio entre la fe y la visión, para hablar como Anselmo. Es el conocimiento teológico que es posible ya desde acá, fundado en la fe y gracias al poder del Espíritu. Por él podemos anticipar "como en un espejo y en enigma", de manera fragmentaria, lo que será objeto de visión en la parousía. "Permanecen la fe, la esperanza y el amor, pero el amor es el mayor" 1 Co 13,13). Cuando se dice, pues, que la esperanza permanece, ¿no hay que entender acaso que permanece como virtud permanente y como respuesta histórica del hombre a las promesas divinas que se transforma en gozo cuando estas promesas quedan cumplidas? Aquí se pasa por alto que Pablo dice: "ahora, con todo, permanecen..." Esto hay que entenderlo ciertamente de manera temporal, como lo muestra la contraposición del versículo 12: "ahora... pero después". Por otra parte el permanecer es siempre una categoría escatológica. ¿Cómo hay que concebir, pues, una fe y esperanza que permanecen pero que, con todo, todavía ha n de llegar a su cumplimiento? Podemos decir: con respecto a los otros dones transitorios del Espíritu, la fe y la esperanza y ti amor permanecen "válidos" hasta la parousía. Ciertamente la fe desaparecerá en la visión, y la esperanza es transitoria hasta su cumplimiento: pero en la misma fe se da ya JURGEN MOLTMANN de manera oculta la realidad de la visión, y en la esperanza se da la anticipación del cumplimiento. La fe y la esperanza contienen ya momentos del conocimiento de Dios y del gozo anticipado de su posesión que "permanecen" en el mismo reino de Dios. Por la visión la fe, más que desaparecer, queda sublimada; y la esperanza no cesa simplemente sino que se cumple. No hay contradicción entre la transitoriedad histórica y la permanencia escatológica de la fe y la esperanza. IV. LA PROMESA DEL ESPÍRITU La promesa de Cristo sobre el Espíritu de Verdad (Jn 16, 12) ¿se refiere a un futuro tiempo del Espíritu, o al tiempo de la Iglesia instituida por Cristo por medio de los apóstoles? 1. Argumento de Joaquín "El Señor promete a sus discípulos, para cuando venga el Espíritu Santo, el Paráclito, el conocimiento de toda verdad. Pero la Iglesia todavía no conoce toda la verdad en la condición del Nuevo Testamento. Luego hay que aguardar todavía otra condición, en la cual se revelará toda la verdad por medio del Espíritu". Así resume Sto. Tomás el pensamiento de Joaquín. Completamos el tema, siguiendo los estudios de E. Benz. Para Joaquín el conocimiento de "toda la verdad" es una contemplación espiritual e inmediata de la Verdad misma. Aquí y ahora la Verdad se nos revela y se nos vela a la vez a través de las figuras sensibles del Antiguo y del Nuevo Testamento: pero en el Espíritu se ofrecerá sin velo y sin metáfora. Aquí Joaquín se refiere a la promesa apocalíptica del "eva ngelio eterno" (Ap 14, 6). El evangelio eterno es el conocimiento del evangelio de Cristo sin libros, sin imágenes ni parábolas. (La concepción posterior, propagada por Petrus Olivi, por la cual el evangelio eterno sería la interpretación tipológica de la Biblia ofrecida por Joaquín, es una concepción que no puede atribuirse al mismo Joaquín). 2. El argumento de Sto. Tomás De acuerdo con lo que dice S. Agustín contra Fausto, Montano y Priscila, éstos defendían la doctrina de que la promesa del Señor acerca de la efusión del Espíritu Santo no se había cumplido en los Apóstoles sino en ellos. Lo mismo enseñaban los maniqueos... Por esto, unos y otros no admiten los Hechos de los Apóstoles... Sus insensatas doctrinas contradicen las palabras que se hallan en Jn 7, 39: "Todavía no había sido dado el Espíritu porque Jesús no había sido glorificado". Esto nos da a entender que inmediatamente después de la glorificación de Cristo en su resurrección y ascensión, fue dado el Espíritu Santo. Con esto queda totalmente fuera de consideración la locura de todos aquellos que afirman que hay que aguardar otra época del Espíritu Santo. El Espíritu Santo enseñó a los apóstoles toda la verdad de aquello que es necesario para la salvación, a saber, aquello que el hombre tiene que creer y tiene que hacer. Pero no les enseñó acerca de los acontecimientos futuros, porque esto no era de su incumbencia, como dice en Hch 1, 7: "No es cosa vuestra saber los tiempos y los momentos que el Padre ha reservado a su poder". JURGEN MOLTMANN 3. Discusión Sto. Tomás identifica la doctrina de Joaquín con la herejía montanista. Aparentemente esto sería correcto, ya que también Montano atribuía importancia central a la promesa del Paráclito en Jn 1, 6. Pero no es admisible por cuanto Montano se consideraba a sí mismo como encarnación del Paráclito prometido. Esto es ajeno a Joaquín, que nunca habla de una encarnación del Espíritu, sino de un conocimiento de la Verdad en el Espíritu, que alcanzaría más allá del velo de la letra y de las figuras, las realidades divinas como son en sí mismas. Esta concepción de Joaquín tenía antecedentes judíos: el mundo mesiánico tenía que ser un mundo sin figuras, en el que la figura y lo figurado ya no estaban separados. Esto es importante para la interpretación de las parábolas de Jesús: Jesús trajo el Reino en figuras y parábolas: por eso su evangelio se ha de referir a una presencia del Reino mismo que ya no tendrá que ser mediado por parábolas y figuras, como lo dice Me 4, 11: "A vosotros os es dado conocer el misterio del reino de Dios, mientras que a los de fuera todo les acontece en parábolas". Joaquín no niega que el Espíritu fuera dado a los apóstoles y a la Iglesia apostólica: pero aguarda a que el Espíritu conduzca a los creyentes hasta "la verdad completa", de suerte que pasen del conocimiento mediado por mediaciones sensibles al conocimiento espiritual e inmediato de la Verdad. Así el pensamiento de Joaquín es más diferenciado de lo que da a entender la interpretación de Sto. Tomás. Se da como una doble perspectiva acerca de la efusión y experiencia del Espíritu Santo: la cristológica y la escatológica. Desde un punto de vista cristológico, el Espíritu Santo fue derramado sobre los Apóstoles en Pentecostés y con ello se constituyó lo que Joaquín llama la "segunda edad del mundo". Mientras la Iglesia permanezca en la tradición apostólica, permanece en ella el Espíritu Santo. El Espíritu Santo enseñó a los Apóstoles lo que los hombres debían creer y hacer, y así glorificó a Cristo y enseñó su Nueva Ley. Pero esta perspectiva cristológica ha de ser completada por una perspectiva escatológica. El Espíritu no sólo enseña la Nueva Ley, sino que capacita a los hombres para que la comprendan y vivan según ella. Nadie puede decir "Señor" si no es en el Espíritu Santo. En este sentido el Espíritu Santo es el fin de la venida de Cristo y el cumplimiento de la enseñanza de la Iglesia. Por el Espíritu el evangelio viene a su término en el corazón del justificado: por él la Iglesia alcanza su término en el reino de Dios. Dondequiera que Cristo es acogido en el Espíritu, allí se hace presente la fuerza de la nueva creación. Cuando la palabra exterior se hace fuerza interior en la conciencia por medio del Espíritu, entonces comienza espiritualmente el conocimiento escatológico de Dios. Esto no significa que ha de dar un "futuro del Espíritu sin Cristo", como afirmaba el P. de Lubac. Lo que significa es que no hay futuro de Cristo sin el Espíritu. Por el Espíritu Santo se cumple históricamente el tránsito que va del Evangelio de Cristo a la Parousía de Cristo. Por la fuerza del Espíritu se cumple en cada persona el tránsito de una fe en el Evangelio en virtud de la autoridad de la Iglesia a una fe hecha cosa propia en virtud de una percepción personal, es decir, en el lenguaje de los JURGEN MOLTMANN reformadores, el tránsito de una "fe histórica" a una "fe justificante". Esta es la obra del Spiritus Sancti testimonium internum. Joaquín mantiene la necesidad del tránsito histórico motivado por la escatología, cosa que Tomás ignoró, porque eclesializó al Espíritu y convirtió a la Iglesia en término y estado del mismo Espíritu Santo. V. LA TRINIDAD Y LA HISTORIA 1. Argumento de Joaquín "Así como el Padre es distinto del Hijo, y el Hijo del Padre, así también el Espíritu Santo es distinto del Padre y del Hijo. Pero hay una condición que corresponde a la persona del Padre, y es la condición de la Ley Antigua, en la cual los hombres eran mejorados a través de un proceso educativo. Semejantemente hay una condición que corresponde a la persona del Hijo y es la condición de la Nueva Ley, en la cual los clérigos tenían el predominio y procuraban la Verdad que es lo que corresponde al Hijo. Así también habrá una condición del Espíritu Santo, en la cual tendrán el predominio los hombres espirituales. Esta doctrina de los tres estadios la desarrolló Joaquín en muchos de sus estudios exegéticos, de suerte que se convirtió en la más influyente de sus doctrinas. Pero puede cuestionarse si esta doctrina se entiende correctamente cuando se la considera sólo según los sumarios que aparecen en las obras de Joaquín y sin tener en cuenta todo su contexto. 2. Argumento de Sto. Tomás "La Antigua Ley no sólo pertenece al Padre, sino también al Hijo, porque Cristo estaba presente figuradamente en la Antigua Ley. Por esto habla el Señor en Jn 5, 46 "Si hubieseis creído a Moisés, tal vez me hubieseis creído a mí, porque aquél escribió de mí". Semejantemente, la Nueva Ley no pertenece a Cristo solamente, sino también al Espíritu Santo según Rm 8, 2 "La Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús..." Por lo cual no hay que aguardar ninguna otra Ley que pertenezca al Espíritu Santo". Tomás representa aquí la doctrina tradicional agustiniana según la cual todas las obras ad extra pertenecen indistintamente a la Trinidad entera, y no a cada una de las personas. Frente a la teología de las tres edades del mundo propia de Joaquín, Tomás defiende una teología de dos edades: en la historia no hay más que un tránsito significativo: el que va de Israel a la Iglesia. El tránsito de la Iglesia al Reino de Dios está ya más allá de la historia. 3. Discusión La versión tomista de la doctrina de Joaquín sobre las tres edades ha de ser corregida a partir de los esquemas del Liber Figurarum del mismo Joaquín. Allí puede observarse que Joaquín veía no sólo al Hijo, sino también al Espíritu Santo actuando ya en el primer círculo del Padre, así como también hace que el Padre y el Hijo actúen en el JURGEN MOLTMANN tercer circulo del Espíritu. Los círculos se sobreponen, de suerte que no puedan separarse ni considerarse independientemente. Es injusto el reproche secular que se le ha hecho a Joaquín de disolver la Trinidad en la historia, o de sustituir la doctrina de la Trinidad eterna por una doctrina de los tres reinos históricos; él se limita a una aplicación histórica de la doctrina de las apropiaciones. La tradición siempre había atribuido al Padre la obra de la creación, sin que ello implicara excluir de ella al Hijo o al Espíritu. Semejantemente se atribuía la obra de la reconciliación al Hijo y la de la santificación al Espíritu, sin implicar con ello que el Padre no tuviera parte en ellas. Lo único que hizo Joaquín fue trasladar esas tres grandes apropiaciones a tres épocas o condiciones de la historia de la salvación. Lo que se expresa diacrónicamente como secuencia de tres edades, puede expresarse sincrónicamente como acción única del Dios uno y trino. Tomás no se atiene a esa manera de entender las apropiaciones: la historia se resuelve para él en la oposición entre la antigua y la nueva Ley. Lo que Joaquín designa como reino del Espíritu, Tomás lo hace coincidir con el reino de Cristo. Esto tiene consecuencias importantes: La Nueva Ley sustituye a la Antigua; la Iglesia sustituye a Israel. Por tanto, no hay otro futuro de salvación para Israel más que la Iglesia. Por otra parte el reino de Dios está en el más allá de la historia. No influye en la historia más que por la Iglesia y la Nueva Ley. Se sigue una contraposición dual en la historia: naturaleza y gracia, Ley y evangelio, necesidad y libertad. Estas contraposiciones no quedan resueltas dentro de la historia, sino en un más allá. Joaquín de ninguna manera puede decirse que diluyera el más allá, el reino de la gloria, en una historia de la Trinidad en el más acá, sino que hace que las tres épocas históricas, del Padre, del Hijo y del Espíritu, se recapitulen y culminen en el reino de la gloria de Dios trinitario. Esquemáticamente: Joaquín: Tiempo del Padre Tiempo del Hijo Tiempo del Espíritu: cumplimiento eterno. Tomás: Tiempo de la Antigua Ley Tiempo de la Nueva Ley: cumplimiento eterno o bien: Regnum naturae Regnum gratiae: regnum gloriae Si no hay nada que objetar a la distinción entre Ley Antigua y Ley Nueva, y a la apropiación de ellas al Padre y al Hijo respectivamente, tampoco debiera objetarse nada a la distinción entre la Ley de Cristo y la Ley del Espíritu, y a la apropiación del intellectus spiritualis a esto último. Y así como no es indiferente hablar del Padre o del Hijo, así tampoco es lícito confundir a Cristo con el Espíritu. Si no se puede seguir cronológicamente el esquema de Joaquín, tampoco se puede reducir el tiempo del Espíritu al fin de la historia y al reino de Dios. El tiempo del Espíritu ni es la Iglesia, ni es tampoco el reino de Dios, sino nada más ni nada menos que el tiempo de tránsito del reino de Dios a la Iglesia, y de la Iglesia al reino de Dios. JURGEN MOLTMANN En teología sistemática la relación entre Trinidad y reino de Dios, o entre Trinidad y escatología, siempre ha sido un problema. La escatología implica un dinamismo de ruptura y transformación en la historia: es la emergencia de "lo nuevo". Pero la Trinidad parece referirse a la autoperfección y autosuficiencia divina, la permanencia "por los siglos de los siglos". En la doctrina trinitaria de Sto. Tomás, la dinámica de las promesas bíblicas ha quedado como detenida y neutralizada. El que piensa según el esquema tiempo - eternidad apenas puede llegar a interesarse realmente en el progreso del tiempo. En cambio Joaquín ha intentado ver a la vez Trinidad e historia dentro de un dinamismo escatológico: la historia del reino de Dios viene determinada entonces trinitariamente, y la Trinidad es concebida como alcanzando su propia historia trinitaria. VI. EL EVANGELIO Y LA PAROUSIA Consideramos, finalmente la distinción de Joaquín entre el Evangelio de Cristo, Evangelio del Reino y Evangelio eterno. 1. El argumento de Joaquín "Dice el Señor (Mt 24, 14) que este Evangelio del Reino ha de ser predicado en todo el mundo y que luego vendrá la consumación. Pero el Evangelio de Cristo ya ha sido anunciado en todo el mundo, y con todo la consumación no ha llegado. Por tanto, el Evangelio de Cristo no es el Evangelio del Reino, sino que ha de venir otro Evangelio del Espíritu Santo, como una nueva Ley". Joaquín, pues, entiende por reino de Dios el cumplimiento de todas las promesas del Antiguo y del Nuevo Testamento: es el tiempo del Espíritu, el tiempo final, la última mediación para el reino eterno en la historia. 2. Argumento de Sto. Tomás "Si Cristo dijo... "el Reino de los cielos está cerca" (Mt 3, 2), es necio decir que el Evangelio de Cristo no es el Evangelio del Reino. El anuncio de Cristo puede entenderse de dos maneras: en primer lugar en lo que se refiere a la extensión del conocimiento de Cristo, y en este sentido el Evangelio ya se anunció en todo el mundo en tiempo de los Apóstoles... y en este sentido, cuando habla de que viene la consumación, se ha de entender de la destrucción de Jerusalén, de la que allí se habla en sentido literal. Pero de una segunda manera se puede hablar de la predicación del Evangelio en todo el mundo, a saber, de la predicación con éxito, por la que la Iglesia queda firmemente establecida en todos los pueblos. Y en este sentido dice Agustín... El Evangelio no ha sido todavía anunciado en todo el mundo, pero cuando esto acontezca, entonces vendrá el fin del mundo". 3. Discusión El problema que propiamente preocupaba a Joaquín, a saber el de la salvación de Israel, no es ni siquiera mencionado por Sto. Tomás. Para Joaquín la Iglesia y el Evangelio de Cristo son algo transitorio porque ahora Israel está todavía obstinado. Joaquín aguarda un futuro tiempo del Espíritu y un Evangelio eterno porque él cree en la futura salvación de Israel. El Evangelio será predicado a todos los pueblos cuando lo haya sido JURGEN MOLTMANN efectivamente también a Israel. Entonces vendrá el fin. Una Iglesia sin Israel es incompleta. "Ahora glorifican a Jesús solamente los no-judíos. Pero aquel día ha de traer por igual el cumplimiento a judíos y no-judíos". Este cumplimiento implica la total conversión de los judíos, que tendrá lugar en el tiempo del Espíritu. Por nuestra parte hemos de añadir a las sugerencias de Joaquín lo siguiente, basado en San Pablo: a) La Iglesia de los gentiles se da como consecuencia de que Israel no reconoció a Jesús como a Mesías. El tiempo de la obstinación de Israel es el tiempo de la misión a los gentiles por el Evangelio de Cristo. La existencia de la Iglesia de los gentiles y el rechazo del Evangelio por parte de Israel son realidades interdependientes entre sí. b) Pablo espera que, con la predicación del Evangelio a todos los pueblos, llegará la salvación de Israel mediante la parousía de Cristo (Rm 11, 15). Así, los judíos son por voluntad propia enemigos según el Evangelio, pero por voluntad del Padre son amados según la elección (Rm 11, 28). c) ¿Cómo será la salvación de Israel? Israel no se salvará por la predicación eclesiástica del Evangelio, ya que la Iglesia surgió del rechazo de Israel y tiene su propia misión para con los gentiles y su propio tiempo en la historia de la salvación. Israel se salvará por la aparición del Mesías en su gloria. Así como Pablo fue convertido de perseguidor de Cristo en Apóstol por una especial aparición de Cristo, así también Israel será salvado por una universal aparición de Cristo. d) Esto implica que la salvación de Israel no se dará dentro de la Iglesia de los gentiles, sino en la parousía y en el reino de Jesús. e) El reconocimiento de que la elección de Israel sigue siendo válida y el dolor por el hecho de que los judíos hayan rechazado el Evangelio son las razones más profundas por las que los cristianos no pueden contentarse con la Iglesia y han de abrirse a la esperanza escatológica del futuro reino de Cristo. Sin Israel, la Iglesia permanece incompleta: juntamente con Israel, la Iglesia agua rda el reino Mesiánico que ha de unirlos a uno y otra: el final no será ni la "Iglesia triunfante" ni el "Israel triunfante", sino Cristo triunfante, que es la esperanza de ambos. VII. CONCLUSIÓN La cuestión que simbólicamente se debatía en la tradición del "quiliasmo" o del "milenio" es la de si el reino de Cristo y su parousía han de entenderse como algo histórico y terreno, o sólo como algo celeste y trascendente. En el Nuevo Testamento hay elementos ciertamente quiliásticos. "Verdaderamente os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta el día en que vuelva a beberlo en el reino de Dios" (Mc 14, 25). El pan y el vino de la cena cristiana anticipan el reino de Dios: sin una esperanza realista en el futuro terreno del Reino, no es posible entender la Eucaristía como la entendió Jesús. Asimismo Pablo habla así de la salvación de Israel mirando a Jerusalén: "Vendrá de Sión el libertador para alejar de Jacob las impiedades" (Rm 11, 26). JURGEN MOLTMANN Cuando la Iglesia se estableció en el Imperio romano, el quiliasmo desapareció del horizonte escatológico, no porque hubiera habido una decepción ante las expectativas no cumplidas, como habitualmente se dice, sino porque se introdujeron nuevos sueños de cumplimiento. Los teólogos imperiales querían que el Reino de mil años prometido por Dios fuera el Imperium Christianorum. Los teólogos eclesiásticos (Tyconio, Agustín) pretendían que la Iglesia era este Reino. Tomás de Aquino puede llamarse, en este sentido, un quiliasta del estado actual de la Iglesia; y por eso, para él, a la Iglesia sólo podía seguir, inmediatamente, el fin del mundo y la bienaventuranza celeste. Ahora bien, cuando se interpreta quiliásticamente el propio presente -el estado cristiano o la Iglesia- como fin absoluto, entonces no que más que la esperanza escatológica del fin del mundo, el juicio de Dios y su Reino trascendente. Al contrario, cuando se espera para el futuro el milenio mesiánico del Reino, entonces el presente de la Iglesia y de la sociedad queda determinado y afectado por esta esperanza. El quiliasmo es la cara inmanente de la escatología. La escatología es la cara trascendente del quiliasmo. Por eso no puede darse quialismo sin escatología. Así se llega al quiliasmo político, de tanta trascendencia en la historia de Europa. Pero tampoco debe darse escatología sin quiliasmo, porque esto lleva a reducir la esperanza cristiana a un mero anhelo de trascendencia; y esto no ha dejado de tener también consecuencias fatales en la historia eclesiástica de Europa. Joaquín y Tomás representan las dos caras de la esperanza cristiana. Hemos dialogado con ellos para ver de evitar que la esperanza cristiana se tradujera especulativamente en una cronología de las edades del mundo, o se quedara en virtud sobrenatural puramente trascendente. Ambos debieran ayud arnos a comprender que la esperanza cristiana es una esperanza mesiánica e histórica dentro del horizonte de la expectación escatológica. Tradujo y condensó: JOSEP VIVES