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Discurso de apertura - Dr. Alberto Agrest
Meditar sobre lo idéntico, lo contrario y lo contradictorio puede ser tarea de la razón
pura en el campo de la lógica pero la percepción dolorosa de la contradicción en la
conducta humana obliga a la reflexión sobre la ética que regula convivencia.
Los márgenes éticos de la convivencia son, en cierto modo, estrechos entre el respeto y
una cierta irreverencia. El respeto no debe llevar a la reverencia, o devoción por los
riesgos de caer en fanatismos e intolerancia, y la irreverencia no debe caer en burla,
escarnio o desprecio que llevan a la intimidación y a la agresión. Permitir apartarse de los
límites "fisiológicos" de la ética generará indefectiblemente reacciones excesivas en
sentido contrario, una alteración patológica de la homeostasis social.
Cuando se perciben contradicciones entre medios y fines, entre declaración y acción,
entre promesas y cumplimiento, cuando el respeto se sustituye por la burla, la verdad por
la mentira, la solidaridad por el egoísmo, la justicia por la impunidad y la lealtad a los
principios por la complicidad, la necesidad de retornar a principios éticos se hace
impostergable.
Hace unos 10 años publiqué un libro cuyo primer capítulo se titulaba "a la espera del
eticazo"; como artículo no había sido aceptado por un matutino de la Capital. El tema
no parecía interesar aunque era evidente que desde los ámbitos responsables se daban
muestras de una creciente falta de respeto por los intereses de la ciudadanía. Eran
evidentes la mentira, el engaño y las contradicciones sin siquie- ra sentir la necesidad de
dar una explicación.
Respetar los derechos del otro, esto es el respeto del principio de autonomía, estén o
no legislados, regirse por principios de beneficencia y maleficencia son las bases de la
ética. Un derecho fundamental es el derecho a la verdad; en medicina forma parte del
principio de autonomía de los pacientes ya que sólo sabiendo la verdad el paciente puede
ejercer plenamente ese derecho; es cierto que el respeto a la autonomía puede entrar en
colisión con el deber médico de confortar y eventualmente ser causa de maleficencia. Para
la medicina tradicional, paternalista, lamentablemente, la mentira piadosa se convierte
en un recurso cuestionable. Nos queda a los médicos el recurso de no decir toda la
verdad sin mentir...
La mentira piadosa no es deber de políticos y funcionarios; en ellos la mentira es
engaño, fraude y delito y no decir la verdad una falta de respeto a la ciudadanía...
Bajo un paraguas de libertad informativa se burla el sentido común y una mediana
inteligencia de las gentes con el simple recurso de la novedad que desplaza de la atención
un hecho para ser substituido por otro más reciente provocando una fuga de ideas como
ocurre en una condición hipomaníaca que no deja lugar a la reflexión.
Menospreciar el sentido común y la inteligencia del otro es una afrenta. La
impunidad en la justicia resguarda contra la rebelión a esa afrenta.
En los dos últimos años el tema de la ética se ha hecho candente aunque, como
siempre, podemos sepultar 1el tema bajo multitud de declaraciones, comisiones u oficinas
y aun cursos que han visto en este altisonante nombre de ética, un ropaje adecuado
para la figuración. La ética como la libertad, la democracia pueden usarse como
palabras distantes del ejercicio de su significado. Habituados a esa distancia
insondable entre prédica y conducta, olvidamos que la me- jor enseñanza se vehiculiza
en el ejemplo. Pareciera que vivimos inmersos en el dilema entre una ética impracticable
y una práctica que conduce irremediablemente a la inmoralidad. Conciliar principios
éticos con una conducta realizable que no sacrifique la posibilidad de supervivencia es
el gran desafío para la sociedad argentina. No debiera dejar de advertirse que la
corrupción consiste fundamentalmente en hacer creer que no existe posibilidad de
supervivencia si uno vive atento a principios éticos. Esperar el eticazo es esperar que
fracase el ejercicio del poder basado en la corrupción.
No sin sorpresa se puede observar que las faltas de ética, no respetar, mentir, faltar a la
palabra empeñada, la maleficencia y la no beneficencia no constituyen la lista de los
pecados capitales. Es cierto que la soberbia, la ira, la codicia, la lujuria, la pereza, la
envidia y la gula pueden inducir a faltas de ética pero quizás sean el ansia de prestigio, de
poder y de dinero las causas más comunes de estas faltas de ética.
Los médicos estamos acostumbrados a enfrentar ese dilema y es probable que en la
sociedad seamos los mejor preparados para conciliar ética y práctica. Primero que la
elección de la carrera entraña una raíz solidaria de beneficencia y no maleficencia;
segundo porque el médico todavía es capaz de vivir con culpa sus transgresiones éticas,
esto es, no padece el daltonismo moral tan habitual en otras corporaiones y desde el inicio
de su juramento hipocrático lo obliga al respeto de sus semejantes.
Por otra parte el médico forma parte de una corporación profesional y debe recordarse
que las corporaciones se organizan como refugio donde puede perderse la conciencia
individual. En las corporaciones las transgresiones éticas se convierten en humoradas y no
es que esto no ocurra en la corporación médica pero en ella cada individuo sabe que el
humor sólo cumple la necesidad de aliviar la incertidumbre de su tarea, no la de burlarse de
quienes esperan comportamientos responsables.
Recuérdese que una ley de obediencia debida significó aceptar que la conciencia
individual podía perderse cuando se actuaba en forma corporativa. Les contaré que para
esa misma época en un trabajo sobre "Cualidades Deseables en los Médicos" incorporé
una encuesta entre médicos de reciente graduación aspirantes a una residencia de
clínica médica. En esta encuesta debían establecer cuáles debería ser las leyes que
gobernaran la incorporación de un robot en la sociedad.
Sorprendentemente la primera prioridad no fue hacer daño al hombre por acción u
omisión sino obedecer las órdenes del hombre.
Se funda aquí un Consejo con "s", no un Concejo con "c" que sería un Concejo
administrativo. Un Consejo con "s" es una corporación consultiva dispuesta a ayudar a
quienes enfrentan conflictos éticos con mesura y despojada de intereses personales,
políticos y sectoriales. La idea es construir un foro de defensa de los intereses y derechos
de los pacientes en su carácter de enfermos o de sujetos de experimentación sometidos
a arbitrios de empresarios y funcionarios. Sin intereses personales, ya inmunes a
presiones que amenacen la supervivencia, los académicos ofrecemos en este acto
fundacional nuestros servicios a la comunidad toda, en salvaguarda de sus intereses de
preservar su salud y tratar su enfermedad dignamente y a los médicos un foro para
expresar sus inquietudes éticas.
La medicina puede ser la expresión del máximo esfuerzo solidario y de la búsqueda de
la verdad o el caballo de Troya que esconda en sus entrañas simplemente a buscadores de
riqueza.
Tanto en asistencia como en la investigación los procedimientos pueden ser útiles o
inútiles para tomar decisiones; pueden ser o no agresivos y pueden ser caros o baratos.
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Si los procedimientos son decisorios o tienen validez deben resolverse en comités
científicos. Si no tienen validez o no son decisorios no se justifica su realización; si son
agresivos pueden ser considerados como de terrorismo y si son caros pueden ser
tildados de subversión económica.
Si el procedimiento es válido y decisorio el comité de ética deberá resolver el grado de
agresividad y de costo que la relevancia del procedimiento justifica. Me parece claro que la
agresividad amenaza la autonomía y por otra parte, que el costo amenaza principios de
equidad ya que los recursos no son infinitos y lo que se invierta en un área se está
substrayendo de otra.
La preocupación por la formación de los médicos por su calidad técnica y su
comportamiento ético no pueden ser ajenos al espíritu de la Academia Nacional de
Medicina.
Es preocupación de la Academia el poner límites al hacer sin saber, al saber sin crear,
al crear sin aplicar y al aplicar sin respetar.
Quizás en el genoma humano dos genes luchan por ser dominantes, el gen de la
cooperación solidaria y el gen de la competencia hostil encargados de regular la conducta
humana. El gen de la cooperación solidaria reconoce en el otro a un amigo leal o un
adversario que nos perfecciona; el gen de la competencia hostil ve en el adversario un
enemigo y en el amigo un incondicional.
Habrá dudas sobre el grado de enseñabilidad de los comportamientos éticos pero me
parece que sólo se aprende por ejemplo de modelos capaces de una conducta que minimice
las contradicciones.
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