superyo Terapia de pareja Salvar el amor De la mano de un especialista y en un ambiente neutral, es posible revisar los cambios en la relación, recuperar la lealtad, jerarquizar la intimidad y reubicar la autonomía sin perder de vista la pasión, el respeto y la humildad / Matilde Moreno Una relación de pareja satisfactoria, igualitaria y fun- foto ideasstock.com damentada en el mutuo dar y recibir es una aspiración genuina, pero que requiere algo más que ganas de vivir juntos.Después del noviazgo y del inicio de la convivencia comienza el verdadero trabajo de cultivarse como individuos y como pareja, tratando de mantener vivo y saludable el proyecto común emprendido. Sensaciones de ausencia de amor y lealtad, falta de diálogo, heridas que no sanan después de los conflictos, intimidad muy espaciada, culpa, resentimiento y carencia de planes a futuro son las señales que disparan la alarma sobre la necesidad de buscar ayuda terapéutica para intentar salvar lo que con tanta ilusión se ha construido. La terapia de pareja se define como la asistencia que un especialista presta, de manera conjunta e individual, a dos personas que hacen vida en común, poniendo énfasis, fundamentalmente, en la interacción entre uno y otro. Durante el tratamiento se analiza la etapa previa al matrimonio o convivencia, cómo fue la separación del hogar, qué lealtades se mantienen con la familia original, cómo han enfrentado las crisis y si ambos han logrado poner en primer lugar su relación. 56+SALUD superyo pareja En tres dimensiones La asistencia psicológica a la pareja incluye tres áreas fundamentales, en las que se profundiza dependiendo de las razones de la consulta y de la evaluación que haga el especialista. • Psicológica. Se analiza lo que cada miembro aporta a la relación desde el punto de vista psicológico e individual: el grado de madurez afectiva, la autonomía de la personalidad y si alguno de los dos está deprimido, ansioso o padece algún tipo de trastorno o enfermedad. Se evalúan los recursos intelectuales y la forma como cada quien enfrenta los problemas de ambos. • Sistémica. Se estudia la capacidad que tiene la pareja para relacionarse –lo que realmente pasa entre los dos– en un intento de mejorar la forma en que se vinculan. La experiencia de la terapia tiene que ser capaz de promover el crecimiento individual, sobre todo por los cambios que se suelen hacer para mejorar la relación. El especialista se concentra en promover el diálogo y la comunicación, y en fomentar la intimidad y la unión. Y es allí, precisamente, cuando la pareja se ve obligada a hacer variaciones en su nivel de madurez y autonomía, si quiere mantener la unión. Durante la terapia, también es posible que uno se vaya diferenciando del otro y sienta que no son compatibles o no tienen el mismo grado de madurez. Más que respuestas causa/efecto, el terapeuta trata de encontrar el patrón circular que refuerza el síntoma o los esquemas de interacción en los que la pareja está enganchada. Por ejemplo, cuando uno asume una conducta determinada y el otro lleva la contraria en una lucha de poder. • Ética. Además de considerar el ciclo evolutivo, psicológico y psicosocial de la pareja, el enfoque estudia también el tema del compromiso, la lealtad, reciprocidad y justicia en la relación. El análisis parte de una premisa: al decidir tener una relación, las personas se conectan desde el punto de vista ético y están obligadas a trabajar por el vínculo de una manera intencional, si quieren que funcione. Así, si bien el individuo tiene que cuidar su autonomía, también tiene que evaluar las consecuencias –en el compañero– de sus acciones y de esa independencia. Señales de alarma • Hay una crisis o aumenta el número de conflictos. • Se deterioran los elementos fundamentales que sostienen la relación: confianza, lealtad, comunicación y sexualidad. • La pareja no tiene un proyecto de vida conjunto a futuro, ni los mismos sueños o ilusiones. • Se siente que el proyecto de pareja ya no es intencional, sino que están juntos porque uno de los dos se esmera más. • La pareja detecta que no tiene buenas herramientas comunicacionales o de resolución de problemas. • Se percibe que la reciprocidad no existe. • Se cae en un patrón que se repite cíclicamente. • Uno pierde la capacidad de reconocer que ha dañado al otro. • La pareja siente que no puede reparar la relación ni tomar la iniciativa en la sexualidad o la interacción positiva. Alerta máxima • Cuando hay una adicción en alguno de los miembros de la pareja y el adicto no se quiere tratar. • Cuando hay violencia. • Cuando hay un trastorno de personalidad severo o una enfermedad mental que no está recibiendo atención psicológica o psiquiátrica. ¿Ir juntos o separados? Es, quizá, la duda más frecuente. Lo ideal es que el terapeuta tenga una perspectiva global, con un enfoque integral y multidimensional, pero las sesiones pueden ser conjuntas o separadas. Cuando una pareja acude junta es más fácil para el psicólogo entender los diversos puntos de vista, porque los conoce a ambos. Generalmente, una terapia de tres a seis meses es suficiente para “sacar” de la pareja recursos y fortalezas que le permita seguir adelante. ¿Qué papel juega el amor? Definitivamente, no es suficiente para que funcione una relación de pareja. Hace falta compromiso, lealtad, intencionalidad, diálogo, comunicación, humildad y capacidad de perdonar y reparar. Pero, sin el amor, la pareja tampoco tiene probabilidades de evolucionar satisfactoriamente. superyo pareja foto ideasstock.com Mejor prevenir Una pareja puede buscar ayuda anticipando las llamadas crisis evolutivas, previstas en el transcurso de la relación: el embarazo, el nacimiento de los hijos, la adolescencia y el momento en que los jóvenes se van. Aunque son circunstancias esperadas, desorganizan, rompen el equilibrio de pareja y de familia, y vuelven a sus miembros más vulnerables. Aun así, son situaciones que pueden transformarse en oportunidades de fortalecimiento, siempre y cuando el estrés no sea demasiado y se cuente con apoyo externo. De lo contrario, habrá un incremento en los patrones de conflicto y alejamiento. La pareja por dentro Son varios los patrones de disfunción que se manifiestan puertas adentro, cuando las partes están a solas con el psicólogo. He aquí los más comunes. Conflicto marital Es una de las modalidades más frecuentes, en las que ninguno de los dos quiere ceder para dar más, reparar o profundizar en la relación. Cada uno está midiendo el dar o el recibir y trata de mantener su punto de vista, una posición que genera una escalada de conflictos. Distanciamiento emocional Cuando la pareja no llega a formar un vínculo fuerte para mantener la intimidad, surgen sentimientos de culpa que tienen que ver con otras relaciones –bien sea con la familia de origen o con los hijos– y comienza a distanciarse. Siempre que el lazo de pareja no sea prioritario, se experimenta cierto grado de distanciamiento emocional. Por ejemplo, si una de las partes sigue apegada a sus padres, puede tener muchos años de vida en común, pero sentir que en esa relación no pasa nada en términos de pareja. También sucede que un matrimonio evoluciona a la etapa de tener hijos y no logra balancear la paternidad con la intimidad. Un patrón de distanciamiento emocional puede derivar incluso en un distanciamiento sexual y, generalmente, la pareja llega a la terapia porque sospecha que hay un tercero en la relación. También hay casos en los que la pareja funciona sin conflictos, pero no tiene comunicación ni conexión, y las necesidades emocionales siguen insatisfechas. Disfunción individual Se da cuando uno de los miembros presenta ansiedad, depresión o un trastorno funcional: empieza a sentir que ya no es tan eficiente, que no está satisfecho con la vida y que no está bien ajustado a su trabajo. La pareja, entonces, se caracteriza por un patrón en el que uno asume el rol dominante y el otro el rol de adaptación (cede para que la relación se mantenga en equilibrio, deja de reclamar sus derechos, eventualmente va perdiendo parte de su yo y comienza a hacerse vulnerable a desarrollar disfunciones). Triangulación con los hijos Se manifiesta cuando hay mucha tensión marital y surge la proyección o la desviación de la atención hacia los descendientes de la pareja. La unión parece que está funcionando y que no tiene problemas, pero todo lo negativo lo está colocando en el niño (“si no se portara tan mal en el colegio, tendríamos más tiempo para nosotros”). El pequeño es criticado en exceso y resulta una fuente de tensión. Cuando van a buscar ayuda, es para el niño y no para ellos. La labor del terapeuta es ahondar en el motivo de la consulta para saber cómo es el funcionamiento de la pareja (en ella se mueven todos los procesos sistémicos de la dinámica familiar). • ( E specialis t a c o n sul t ada Emma Mejía de Láncara, psicólogo. Máster en Terapia Familiar y de Pareja. Profesora de la Universidad Católica Andrés Bello y terapeuta en Humana y Centro Médico Docente La Trinidad. )