LA REPRESENTACIÓN DE LAS RELACIONES HISPANO-MUSULMANAS: RETRATO DEL MORO EN EL SIGLO XVI EN EL ABENCERRAJE Y A LA SOMBRA DEL GRANADO by PATRICIA MOMPÓ SEPÚLVEDA (Under the direction of Dana Bultman) ABSTRACT This study examines the figure of the Moor in the sixteenth century Spain in two works: El Abencerraje, an anonymously written Spanish novel published between 1550 and 1560, and Shadows of the Pomegranate Tree (1992) (translated into Spanish as A la sombra del granado) by Tariq Alí. As the first example of Morisco Literature, El Abencerraje represents the relationship between Muslims and Christians in the Iberian Peninsula. This study focuses on the superiority of the Christian Rodrigo de Narváez and the inferiority of the Moor Abindarráez. In A la sombra del granado, however, the Christian character is portrayed negatively, although in both works the Moor is represented stereotypically as an exotic figure. In addition, this study underlines the connections of both texts with Spanish history at the turn of the sixteenth century, a period full of riots and persecutions that the Muslim society suffered after the fall of Granada (1492). INDEX WORDS: El Abencerraje, A la sombra del granado, Tariq Alí, relaciones hispanomusulmanas, morisco LA REPRESENTACIÓN DE LAS RELACIONES HISPANO-MUSULMANAS: RETRATO DEL MORO EN EL SIGLO XVI EN EL ABENCERRAJE Y A LA SOMBRA DEL GRANADO by PATRICIA MOMPÓ SEPÚLVEDA B.A., The University of Valencia, Spain, 2002 A Thesis Submitted to the Graduate Faculty of The University of Georgia in Partial Fulfillment of the Requirements for the Degree MASTER OF ARTS ATHENS, GEORGIA 2004 © 2004 Patricia Mompó Sepúlveda All Rights Reserved LA REPRESENTACIÓN DE LAS RELACIONES HISPANO-MUSULMANAS: RETRATO DEL MORO EN EL SIGLO XVI EN EL ABENCERRAJE Y A LA SOMBRA DEL GRANADO by Patricia Mompó Sepúlveda Major Professor: Dr. Dana Bultman Committee: Electronic Version Approved: Maureen Grasso Dean of the Graduate School The University of Georgia May 2004 Dr. Stacey Casado Dr. Luis Correa-Díaz iv A mis padres y a mi hermano v AGRADECIMIENTOS Me gustaría agradecer a toda la gente que me ha ayudado y me ha apoyado a lo largo de toda mi vida y, muy especialmente, a las personas que han estado a mi lado en estos dos años que he vivido en los Estados Unidos. Quiero dar las gracias a la Dra. Dana Bultman por ser mi ‘major professor’, por toda su ayuda, todo su tiempo y todo lo que me ha enseñado. Gracias por acercarme a El Abencerraje y a Tariq Alí con su novela A la sombra del granado. A la Dra. Stacey Casado y al Dr. Luis CorreaDíaz por formar parte de mi comité. A mis padres por veinticinco años de apoyo, comprensión y mucha paciencia. Gracias por todos los esfuerzos y sacrificios que habéis tenido que realizar para verme feliz. Por todo vuestro apoyo en cada una de las decisiones que he tomado aunque ello supusiera en más de una ocasión la separación, un alejamiento físico porque vuestro cariño siempre lo he sentido cerca y lo he llevado conmigo. Gracias por vuestra confianza, vuestros consejos y por enseñarme tanto. Jamás podré devolveros todo vuestro amor y todo lo que habéis hecho y estáis haciendo por mí. A mi hermano por todos tus ánimos y por entender lo importante que era para mí “cruzar el charco”. Gracias por siempre estar ahí cuando te he necesitado y por enseñarme que cuando uno se lo propone es capaz de todo y puede conseguir lo que quiera. A mis abuelos por todo vuestro cariño, por regalarme tantos buenos momentos y por compartir conmigo todos estos años. Gracias por una infancia inolvidable. ¡Os quiero mucho! vi A mis tíos Isabel y Pedro por toda vuestra ayuda y apoyo en todo momento. A mis primos Zara y Pedro por todas vuestras cartas y dibujos, y por toda la alegría que transmitís y contagiáis porque sois muy especiales para mí. A Celia por todos estos años que hemos compartido y todo lo que he aprendido de ti. Gracias por todos los grandes e inolvidables momentos y por todo tu apoyo desde el primer día. Gracias por tu amistad, una amistad que nació en la clase de alemán y que ha ido creciendo con el tiempo. Gracias por estar a mi lado y saber que puedo que confiar en ti. Gracias a tu familia por portarse tan bien conmigo. A Ana Prats por compartir estos dos años de compañera de piso y por todos tus ánimos. A Puig por toda tu ayuda antes y durante mi estancia en Athens. Gracias por tu tiempo porque sé que éste es muy valioso en la vida del “T.A.”. A Amy Harold y Rebecca Palmer por toda vuestra ayuda en estos dos años. A Ana Checa por todo tu apoyo y todos los grandes momentos que hemos vivido juntas. Gracias por siempre estar ahí pese a la distancia y por todos los ánimos que desde Valencia me has enviado en cada uno de mis viajes. A Adela por todo tu cariño y tu amistad. Gracias a todos porque sin todos vosotros y toda vuestra ayuda estas páginas jamás se hubieran escrito. ¡Gracias por confiar en mí! vii ÍNDICE página AGRADECIMIENTOS ...................................................................................................................v CAPÍTULOS 1. INTRODUCCIÓN ...............................................................................................................1 2. EL ABENCERRAJE COMO EJEMPLO DE LA HISTORIA ESPAÑOLA DE LOS SIGLOS XVI Y XVI .........................................................................................................10 3. LA FUNCIÓN BINARIA DE DON RODRIGO DE NARVÁEZ Y ABINDARRÁEZ...34 4. (RE)LECTURA DE EL ABENCERRAJE A TRAVÉS DE A LA SOMBRA DEL GRANADO.......................................................................................60 5. CONCLUSIÓN..................................................................................................................79 BIBLIOGRAFÍA ...........................................................................................................................83 1 CAPÍTULO 1 INTRODUCCIÓN El tema de la inmigración es un tema presente no sólo en las páginas de los periódicos y en los informativos sino en las conversaciones diarias. En España, por ejemplo, cada vez es mayor el número de inmigrantes que llegan con la intención de conseguir un mejor nivel de vida en suelo español. Muchos de ellos son musulmanes y proceden del norte de África. Las relaciones hispano-musulmanas se remontan a siglos atrás donde tanto musulmanes como cristianos, además de judíos, vivían en la Península Ibérica. Fruto de esta convivencia, o si se quiere coexistencia, se produjeron intercambios entre estos distintos grupos. Como nos señala Vicente Cantarino, “ya desde la Edad Media y a medida que la Reconquista extendía sus fronteras hacia el sur musulmán, los reinos cristianos habían ido aumentando el número de sus habitantes con la incorporación de la población musulmana de los territorios conquistados” (119). Así, una parte de esta población, fue asimilada en religión, lengua y costumbres. Sin embargo, otro grupo, “aunque habían aceptado el gobierno cristiano, habían recibido en las condiciones de capitulación el derecho a mantener su religión, lengua y costumbres” (119). Estos últimos recibieron el nombre de mudéjares, mientras que aquellos que aceptaron la religión cristiana, aunque secretamente siguieran fieles a su religión, se conocen con el nombre de moriscos. A medida que se fue formando “el concepto de una unidad religiosa nacional” (120), fue necesario convertir a mudéjares y judíos a la fe cristiana. 2 Los moros estuvieron en la Península Ibérica ocho siglos y, hoy en día, su huella está presente no sólo en la arquitectura y en la agricultura sino en fiestas populares y en la literatura. Así, en la actualidad, encontramos en pueblos de España y en algunos de la América Hispana, como nos apunta Carrasco-Urgoiti, la fiesta de moros y cristianos que consiste en “una representación conmemorativa de la Reconquista, adscrita al ciclo de la historia local del lugar donde se celebra […] y guarda una cierta relación con el culto al Santo Patrón” (476) de cada pueblo. Actualmente, podemos señalar tres áreas geográficas de difusión de esta fiesta: la región levantina, la andaluza y la aragonesa (477). La celebración de estas fiestas en la zona levantina, por ejemplo, se caracteriza por el desfile de comparsas del grupo de los cristianos y el de los moros. Destaca la indumentaria, por su colorido y lujo, y la representación, por ir “siempre encaminada a glorificar el bando cristiano” (476). Por otra parte, en lo que se refiere a la literatura también podemos encontrar ejemplos que nos retratan y presentan la relación entre musulmanes y cristianos en los siglos XV y XVI. Así, no podemos dejar de señalar cómo: la larga permanencia […] de árabes, sirios y bereberes; las sucesivas invasiones mauritanas; el continuo convivir; el significado de las culturas mozárabe y mudéjar, así como el repetido cambio de ideas […] creó una atmósfera sumamente propicia para la elaboración de una novelística y, en general, de una literatura encuadrada en las costumbres, muchas veces caballerescas, de cristianos y moros. (Morales Oliver 17-8) En primer lugar, en este estudio examinaremos la representación en la literatura de la figura del moro en el siglo XVI, un siglo marcado por la promulgación de edictos en contra de los moriscos y la obsesión por la limpieza de sangre. George A. Shipley, apunta cómo esta fórmula “servía metafóricamente para describir el ser social del individuo: el ser o no ser uno limpio determinaba la casta de la persona y definía ciertos límites de sus posibilidades sociales” (113). Ya desde el reinado de los Reyes Católicos (1479-1517) se había iniciado una política de 3 unificación religiosa donde tanto judíos como musulmanes “habían sido obligados, bajo pena de expulsión, a recibir el bautismo y hacer profesión de la fe cristiana” (Cantarino 177). Unificación que seguirían Carlos V (1516-1556) y Felipe II (1556-1598), para producirse en 1609 la expulsión definitiva de los moriscos. En este contexto del siglo XVI tenemos una obra ejemplo de la novela morisca: El Abencerraje. En ella se nos relata la historia de don Rodrigo de Narváez y Abindarráez. Una noche, el primero, un capitán cristiano famoso y alcaide de Antequera y Álora, decide nombrar a nueve de sus caballeros para salir a controlar que ningún moro pueda escapar de allí. Se dividen en dos grupos: don Rodrigo y cuatro de sus hombres van por un camino y los otros cinco lo hacen por otro diferente. Este último grupo oye a una persona cantar una canción de amor. Esta canción proviene de un joven moro que va montado en su caballo. El grupo de escuderos se enfrenta a éste sin poder ganarle. Con ello, uno del grupo llama a su señor don Rodrigo y éste se enfrenta solo al joven que, fruto de su cansancio, cae preso a manos del caballero cristiano. El prisionero da a conocer su nombre: Abindarráez. Éste muestra su pesar por su captura y don Rodrigo no tarda en preguntarle el motivo de su tristeza. En ese momento, el joven moro relata su historia: es el último descendiente de la noble familia de los Abencerrajes cuyos miembros se vieron envueltos en acusaciones, presuntamente falsas, de traición al Rey con lo que muchos de este linaje fueron ejecutados. Su tío y su padre se salvaron y Abindarráez se crió fuera del reino de Granada siguiendo una de las condiciones del Rey. Fue enviado a casa del alcaide de Cártama quien tenía una hija, Jarifa. Ambos niños se criaron y crecieron juntos creyendo que eran hermanos. Tras descubrir que no les unía la misma sangre, se demostraron su amor y el deseo de estar juntos. Sin embargo, este amor encontró una primera dificultad: el padre de Jarifa fue enviado por orden del Rey a Coín llevándose consigo a 4 su hija. Antes de la separación, ambos enamorados acordaron casarse secretamente en cuanto tuvieran la primera oportunidad. Un día el padre de Jarifa salió de viaje y Abindarráez recibió la noticia para así poder reunirse con su amada. En este viaje fue hecho prisionero por parte de don Rodrigo. El alcaide cristiano conmovido por esta historia le dio permiso al moro para marchar a condición de que volviera a los tres días para ser su prisionero. El joven moro aceptó y siguió su camino para encontrarse con su amada. Consiguieron casarse y Abindarráez le confesó a Jarifa lo ocurrido en su viaje. Ésta intentó convencerlo para no volver pero el joven se mantuvo firme en su promesa y decidió volver según lo acordado. Con ello la joven decidió acompañar a su esposo. En el viaje de vuelta al castillo de don Rodrigo, se encontraron a un anciano que les cuenta un episodio de Narváez con una dama de Antequera de la que el cristiano estaba enamorado. Después de que su marido le habló bien de don Rodrigo, ésta empezó a interesarse por él. El caballero cristiano se enteró de la gran alabanza por parte del marido de la dama con lo que decidió dejarla y no acabar con el honor del hombre que tan bien había hablado de él. Una vez en el castillo, don Rodrigo concede la libertad total al moro e incluso escribe al Rey de Granada para que intervenga y el padre de Jarifa pueda perdonarles. El padre les perdona y al final nos encontramos con un intercambio de cartas y regalos entre cristianos y moros. Esta obra “se desarrolla, desde un punto de vista argumental, tras la toma de la ciudad de Antequera por los cristianos en 1410” (De Lama y Peral Vega 11). Sin embargo, no se puede establecer una fecha exacta de publicación pero se apunta entre los años 1550 y 1560. Esto nos remite a la España del siglo XVI, periodo de tensiones entre dos “leyes” mayoritarias que viven la Península: musulmanes y cristianos. “Leyes” es la terminología utilizada por López Estrada 5 para referirse a estos dos grupos presentes en la Península Ibérica y será la que utilizaremos a lo largo de este estudio para hacer referencia a las dos culturas diferentes. A principios de siglo, en 1502, se decreta “la conversión obligatoria no sólo para los habitantes de Granada sino también para los antiguos mudéjares castellanos, que pasaron a ser moriscos” (De Lama y Peral Vega 12). Se pasa de la evangelización a la represión y uno de los factores que influyeron en este cambio fue el problema turco. Así, “el avance de los otomanos por el Mediterráneo resultaba una amenaza real para los intereses de Felipe II, máxime cuando los turcos recibían la ayuda continua de los musulmanes” (12). Además en 1568 se produce un levantamiento de los moriscos en las Alpujarras. Éstos recibieron ayuda de África y el Imperio español temeroso de la intervención turca acabó promulgando la definitiva expulsión de los moriscos en 1609 (12). Dada la imposibilidad de establecer una fecha exacta de la obra de El Abencerraje, nos encontramos con un contexto literario amplio. Por una parte, dentro de la prosa de ficción del siglo XVI se han de considerar dos grandes grupos: la prosa narrativa idealista y la de corte realista (De Lama y Peral Vega 14). En el primer grupo tendríamos que señalar la novela de caballería, sentimental, pastoril, morisca, bizantina y novela corta y, en el segundo, destacaría la novela picaresca y su representación de las capas más bajas de la sociedad y la novela dialógica (14). En este estudio, analizaremos la figura del joven moro Abindarráez dentro de la novela morisca como retrato de “el otro”, figura sentimental y personaje representativo de la ley musulmana. Aspectos que lo han llevado a ocupar un lugar inferior en la literatura con respecto al personaje cristiano. Revisaremos los estudios realizados por la crítica y estableceremos sus puntos débiles. Así, en este trabajo nos centraremos en las relaciones hispano-musulmanas y su 6 representación en la literatura tomando como punto principal la idea de territorio y combate propia de la época. Para finalizar, revisaremos el Siglo de Oro español, así como la figura del personaje moro, a través de una obra del siglo XX: A la sombra del granado: una novela de la España musulmana (1992), escrita por el pakistaní Tariq Alí. Aquí la representación de la sociedad musulmana sufre un cambio y un giro con respecto al punto de vista al que estamos acostumbrados, esa caracterización dentro de los esquemas occidentales. Con ello los cristianos son representantes de la destrucción. Así, éstos “lo habían destruido todo: sus hogares, su pasado, sus amigos, su futuro” (276). Sin embargo, esa idea del moro como figura exótica y sensual aparecerá en ambas obras. A la hora de examinar la figura del moro como la de “el otro” tenemos que señalar a Edward W. Said, teórico reconocido, quien examina cómo “Orientalism is seen as a set of academic disciplines concerned with studying the Orient, but also as a style of thought based on an existential difference between the Orient and the Occident” (2). Además, Said establece una definición tripartita de Orientalismo: First, it is an academic tradition of study, teaching and writing about Orient. Second, it is a style of thought based upon an ontological and epistemological distinction made between “the Orient” and (most of the time) “the Occident”. Third, it is ‘the corporate institution for dealing with the Orient’, or ‘a western style for dominating, restructuring and having authority over the Orient’. (21) Tomando como referencia esta última definición, analizaremos el lugar que ocupa el joven moro Abindarráez dentro de la obra anónima así como la función de éste en relación a la época. Por otra parte, estableceremos los lazos de unión existentes entre la obra anónima El Abencerraje y la situación de la sociedad de finales del siglo XVI. Para ello nos centraremos en el Nuevo Historicismo que defiende que el mejor marco para interpretar la literatura es colocarla 7 en su contexto histórico explicando qué asuntos del periodo, ansiedades y luchas refleja. De esta manera, el Nuevo Historicismo trata de unir los problemas interpretativos a los problemas histórico-culturales. Una vez establecido el contexto histórico caracterizado por las persecuciones, la limpieza de sangre, las conversiones forzadas y los exilios entre otros aspectos, intentaremos responder la pregunta de si podemos ver el texto de El Abencerraje como un ejemplo histórico de su época. En una segunda parte, estudiaremos los dos protagonistas masculinos: el cristiano don Rodrigo de Narváez y el moro Abindarráez. Estableceremos las semejanzas y diferencias en la caracterización y presentación que realiza el autor anónimo sobre ellos así como el hecho de poder verlos como personajes binarios o como personajes que se complementan siguiendo la idea planteada por Francisco López Estrada: si los dos se encuentran es porque se necesitan para llegar a una plenitud humana: Narváez puede mostrar su serena madurez porque Abindarráez necesita su ayuda; el moro resuelve su caso de amor porque confía en el conocimiento que el cristiano tiene de los hombres […] Ambos personajes se complementan. (28) Tras la presentación de los personajes, veremos si hay un equilibrio entre ambos personajes o si, por el contrario, es el cristiano el que ocupa un lugar superior, lo cual nos llevaría a plantearnos si el texto con ello es conservador. Como respuesta a los comentarios de López Estrada, nos centraremos en el estudio de la función binaria de los personajes. Por una parte, Narváez será el personaje creado por la historia encargado de abrir y cerrar la novela mientras que el moro pasará a ser la encarnación de la voz poética y la literatura. Siguiendo el estudio realizado por Northrop Frye en el cual señala tres etapas a la hora de atribuir el papel de un héroe ( “the stage of the perilous journey and the preliminary minor adventures; the crucial struggle […]; and the exaltation of the hero” (187)) ejemplificaremos cómo Narváez es presentado como un héroe mientras que Abindarráez se queda en un “medio” 8 héroe ya que éste no vuelve a Granada, su lugar de origen y del que fueron expulsados e incluso asesinados miembros de su linaje, con lo que no obtiene el reconocimiento público. Ni la ciudad ni sus habitantes serán testigos de su liberación. Finalmente compararemos la obra anónima de El Abencerraje con otra obra escrita en el siglo XX cuya acción tiene lugar en los siglos XV y XVI. Así, la obra de Tariq Alí, A la sombra del granado: una novela de la España musulmana nos ofrecerá claramente el dilema al que la sociedad musulmana tiene que hacer frente: convertirse o exiliarse. Como señala López-Baralt, “estos antiguos musulmanes tienen que optar por integrarse (a la fuerza en la mayoría de los casos) a una “españolidad” oficial, monolítica y católica y por someter al olvido o a la clandestinidad los aspectos islámicos de su identidad cultural” (44). Otros, por otra parte, como nos señala Umar, uno de los personajes musulmanes de la novela de Tariq Alí, no quieren convertirse: “mi familia no está dispuesta a jurar lealtad a la Iglesia romana ni a ninguna otra” (88). Esta obra de Tariq Alí nos retrata a una familia musulmana que vive en la Península Ibérica durante la Recoquista. Además de esta novela, Tariq Alí escribe otras dos presentando también episodios familiares: The Book of Saladin (1998) centrado en las Cruzadas y The Stone Woman (1999), en el Imperio otomano. Lo interesante de estas obras es el hecho de mostrar el punto de vista del musulmán en el género de la novela, eligiendo momentos históricos de suma importancia para la cultura musulmana. En A la sombra del granado: una novela de la España musulmana, se nos presenta la historia de una familia aristocrática musulmana, Banu Hudayl. Empieza la obra con la quema de libros de la población musulmana por orden del cardenal Cisneros, confesor de la Reina Isabel. Cada vez serán mayores las restricciones a las que el pueblo musulmán se ve sometido y en este 9 periodo habrá personajes que se conviertan y otros que, por el contrario, prefieran luchar y morir si es necesario por defender su ley En esta obra no se exalta a un cristiano que “peleando contra moros, hizo cosas de mucho esfuerzo” (131), como ocurría en El Abencerraje, sino que personajes cristianos, como es el caso de Cisneros, serán representados negativamente. Así, éste se caracteriza como el que declaró la guerra a la cultura musulmana y a su estilo de vida (33) y con ello contribuyó al fin de ochos siglos de historia. Esta acción no es caracterizada como un logro positivo sino todo lo contrario, una acción brutal por parte de torturadores que representan a la Iglesia y Corona cristiana. Con ello estableceremos los puntos en común así como las diferencias entre ambas obras. Así, volveremos a apoyarnos en los estudios de Said y el tema de la España contemporánea. Es interesante señalar cómo hay gente de fuera de España para la cual el Siglo de Oro necesita una revisión y quizás ese repaso nos ayude a releer las obras castellanas de esta época de manera diferente. 10 CAPÍTULO 2 EL ABENCERRAJE COMO EJEMPLO DE LA HISTORIA ESPAÑOLA DE LOS SIGLOS XVI Y XVI El Abencerraje es visto como un “sueño de tolerancia” entre moros y cristianos así como un ejemplo de virtud. Esta obra ha sido estudiada por muchos críticos y cada uno se ha acercado a ella de diversas maneras. Carrasco-Urgoiti, quien ha publicado un gran número de trabajos, enfatiza el estudio llevado a cabo por Claudio Guillén, catedrático de literatura comparada, que “al tiempo que interpreta en relación con el contexto histórico la singularidad de la obra, encuentra en el dualismo que equilibra las imágenes de ruptura y los símbolos de unión el sello unificador de sus diversos componentes” (Novela morisca 55). Por otra parte, Joaquín Gimeno Casalduero se centra en el esquema compositivo y en él “resalta la virtud como materia de la obra y también como punto de convergencia y como determinante del desarrollo de los dos temas esenciales, el heroísmo y el amor, que se articula en torno a cinco núcleos” (Carrasco-Urgoiti, Novela morisca 55). Junto con Casalduero, Richard F. Glenn, Carrasco-Urgoiti y Pedro R. León leen El Abencerraje como un ejemplo de virtud. Por su parte, Carrasco-Urgoiti, quien se ha centrado en el estudio tanto de la figura del moro sentimental en Granada como en el mismo género morisco, género al que pertenece esta novela y del que hablaremos más adelante enfatiza que “Abindarráez y Rodrigo de Narváez, aun cuando conserven su individualidad, configuran, juntos, el ideal de comportamiento caballeresco” (De Lama y Peral Vega 97). 11 Siguiendo esta línea Francisco López Estrada junto con otros críticos como Richard F. Glenn, Casalduero, Guillén y G. Shipley, entre otros, leen El Abencerraje como un ejemplo de “armonía que implica ambas leyes, cristiana y mora, sin supeditar la una a la otra” (51). Tenemos que señalar cómo López Estrada sigue un estudio basado en la visión psicológica de los personajes y, con ello, estudia la complementación entre ambos protagonistas. Este trabajo ofrece algunas debilidades al centrarse por completo en las generalizaciones humanas de los personajes olvidándose de la confrontación entre batalla y territorio. Es Israel Burshatin el primero en plantearse “the tale’s message of ‘tolerance’” (Bass 454) y es que desde el primer momento, “Rodrigo emerges as the story’s central figure of authority” (Bass 454). Burshatin, señalando la superioridad del personaje cristiano, rompe la manera tradicional de acercarse a El Abencerraje y ver en él una representación de igualdad entre ambas “leyes”. Burshatin y, hasta cierto punto, Gaylord, como nos apunta Luis F. Avilés, ven en El Abencerraje “una representación de la domesticación del Otro dentro de un discurso orientalista” (453). Así, nos encontramos con la superioridad de unos y la inferioridad de otros. Otra línea de estudio es la seguida por la crítica norteamericana y como representante tenemos a Barbara Fuchs. Ésta se ha centrado en la relación de homosocialidad entre Narváez y Abindarráez, “close male-male relations” (118) como la denomina ella misma. También Laura R. Bass afirma que pese a que “la crítica sobre El Abencerraje se ha centrado en la “amistad” entre los dos protagonistas como eje de la historia” (454), el papel de Jarifa es fundamental de manera que “el personaje de Jarifa sirve para cimentar el tipo de tratamiento” (454) que se da entre Rodrigo y Abindarráez así ve como “the homosocial bond between the Moor and the Christian has clearly been secured through the latter’s enabling of Abindarráez’s marriage to Jarifa” (454). Según Bass, Jarifa tiene un papel activo y como ejemplo tenemos como en el 12 intercambio final de cartas, Rodrigo escribe a Jarifa y no a Abindarráez, participando ella, en ese momento, “in the system of social exchange” (465). Por otra parte, “identifying its Christian protagonist as the leader of fifty men […] the Abencerraje opens in a homosocial world, the chivalric space which Rodrigo and his squires inhabit apparently stable and secure” (456). Tenemos así un grupo de hombres que están unidos y todos ellos admiran a un líder. Con estas dos escritoras y críticas tenemos el ejemplo del estudio homosocial de El Abencerraje, de esa relación triangular que forman los dos hombres y la mujer. Por otra parte, Luis F. Avilés también lleva a cabo un repaso sobre los diferentes aspectos que la crítica ha estudiado con respecto a esta novela anónima y señala los más relevantes. Así, El Abencerraje “se ha interpretado como un relato centrado en la virtud (Casalduero, Glenn, López Estrada) y la cortesía (León)” (453). Otros estudios se han centrado en ver la obra como “una exposición de ideas erasmistas (Holzinger) o como un ataque velado a las injusticias que sufría la población morisca de una España imperialista y expansionista (Shipley)” (Avilés 453). El ver “un texto puramente literario” (Avilés 453) ha sido seguido por Darst y Guillén también verá “una obra llena de contradicciones históricas si se compara con su contexto de producción” (Avilés 453). En un primer momento, nos centraremos en El Abencerraje y su relación con la teoría postcolonial y el orientalismo, idea presentada por Edward Said y compartida, aunque con algunas diferencias, por otros críticos como Spivak o Bhabha. Con ello examinaremos como el personaje moro puede ser interpretado desde esta otra perspectiva cumpliendo la función de “el otro”. En la segunda parte, después de haber estudiado la figura de “el otro”, apuntaremos el contexto histórico de la época y la relación existente de éste con la obra. Estableceremos la 13 respuesta de si esta novela puede ser estudiada como reflejo del momento histórico y para ello seguiremos la teoría del Nuevo Historicismo. En primer lugar, es Edward Said a través del poscolonialismo quien nos habla de la figura de “el otro” como elemento aparte que se estudia y se representa por medio de la visión del que está en el poder en el momento, es decir, del que decide lo que es y lo que no es con respecto al propio centro que él mismo ha creado. Así, se puede encontrar una definición de Oriente como lo que no es Occidente y viceversa. Se han asignado, pues, aspectos y características opuestas entre uno y otro. Said establece una definición tripartita de orientalismo, ese “style of thought based on an existential difference between the Orient and the Occident” (Kennedy 2). Tomando como referencia una de las definiciones en la que apunta cómo el orientalismo es “a western style for dominating, restructuring and having authority over the Orient” (Kennedy 21) tenemos también como la institución eclesiástica es un claro ejemplo de poder dentro de la sociedad cristiana, pasando este grupo a estar por encima de los restantes grupos de la Península como es el caso de la población musulmana que se representa aquí como “el otro”. Abindarráez vendría a ser la figura representante de este grupo. Por su parte, Burshatin verá en Rodrigo una figura de autoridad y éste representa a la sociedad cristiana. Se ve “Orientalismo”, término establecido por Said, como “the ongoing search for “positional superiority” of West over East, western self over eastern other, an enterprise that continues to assign “lesser” human qualities and functions to an other whose inferiority will provide proof negative of the self’s superiority” (Gaylord 128). En El Abencerraje tenemos que señalar como “the mastery model could well generate a ‘still-life’ image of the superiority of the one over the other, but not the ‘vivo retrato’ promised by the narrator” (129). Así, a través de 14 toda la obra, vemos cómo el personaje moro tiene problemas ya que “su condición de desterrado, su dislocación, se refleja en su incapacidad para resolver él solo sus problemas” (Avilés 464). No vemos en él una persona que pueda solucionar él mismo las dificultades con las que se va encontrando sino que, por el contrario, en palabras de Luis F. Avilés, “siempre depende de otros, de las estrategias de Jarifa para verla y casarse con ella luego de la separación, del padre de Jarifa para sobrevivir su destierro, y de Narváez para volver a ver a su amada y reconciliarse con el padre y con el rey de Granada” (464). Laura R. Bass ve en este personaje moro “both self and other to Rodrigo: ‘self’ in so far as he shares the latter’s strength and bravery; ‘other’ in so far as he embodies the instability- both political and personal- which the Christian has learned to keep in check within himself” (459). Abindarráez aparece aquí como “the stereotypical exotic Moor who functioned in the Castilian imaginary as a repository onto whom the cristianos viejos could project a sensuality which they admired and yet from which they sought to distance themselves” (459). De hecho el narrador nos presenta a Abindarráez describiéndonos su exotismo, rasgos que están más relacionados con “the ‘Orientalist’ tendencies of so much of late medieval and Renaissance Castilian literature about Moors and Moriscos” (459) Sin embargo, con Rodrigo de Nárvaez tenemos la figura del ganador que define a “el otro” en oposición a él mismo. Mientras que éste es caracterizado como virtuoso, Abindarráez lo es como gentil, no compartiendo así el mismo adjetivo a pesar de que en la novela se nos quiera mostrar a primera vista las buenas cualidades de ambos caballeros. El cristiano se presenta como “el bueno” y realiza nobles acciones como dejar libre al moro. De hecho, es Rodrigo el que restaure “both political and familial order in the Moorish world” (Bass 464). Se aplican, pues, estereotipos contra los que Said luchaba. 15 De esta manera, “ser ‘capitán español’, al comienzo de esta ficción como al fin de la Reconquista de la Península Ibérica en el siglo XV, significaba ante todo ser guardián de la frontera, azote del infiel, valedor de ‘nuestra’ ley y campeón de los demás creyentes en ‘nuestra’ teocracia uniforme” (Shipley 104-5). Por tanto, ese punto central viene a ser la “ley” cristiana y su población con el alcaide Rodrigo como representante mientras que lo que sea externo a “nuestra” ley pasará a ocupar un lugar inferior. Mientras que Narváez es presentado como el gran caballero español, la presencia de Abindarráez es justificada con un propósito pasional y sentimental así el joven se dirige a encontrarse con su amada Jarifa cuando el alcaide cristiano le hace prisionero tras vencerle en la escaramuza. Con la descripción de sus atuendos se nos dibuja la imagen del moro cautivo de amor. En El Abencerraje vemos cómo Rodrigo está acompañado por sus hombres mientras que el joven moro está solo sin ningún tipo de ayuda. Es cierto que el combate es sólo entre ambos caballeros pero el alcaide tiene a sus hombres con él en caso de que se le presentara algún problema. El hecho de que sea él sólo el que pueda ganar al joven moro enfatiza su gran labor como guerrero. Desde el principio de la novela tenemos a “un alcaide sumamente preocupado por su función fronteriza, y es por ello que ve la necesidad de salir por la noche en busca de posibles cautivos” (Avilés 456). Hay que señalar cómo, de acuerdo con Luis F. Avilés, “esa salida está determinada por tres requerimientos […] la necesidad individual de acrecentar la honra […] la necesidad de responder a una ley asociada a España como territorio que hay que defender, y cuyo foco de responsabilidad recae en Narváez […] El tercer punto de origen se localiza en el otro lado, en él” (456). 16 El primer “requerimiento” vendría a ejemplificarse con las palabras de Rodrigo: “no hemos hecho cosa que nuestros nombres acreciente” (133) mostrando ese deseo de conseguir la fama. El segundo, sería muestra del poder que tiene el alcaide cristiano: “y sería dar yo mala cuenta de mí y de mi oficio, teniendo a cargo a tan virtuosa gente y valiente compañía, dejase pasar el tiempo en balde” (133). Así, “esa ley que debe cumplir el alcaide como parte de su oficio presenta su propia temporalidad impuesta, aquella que va en contra del ocio en el que no se acrecienta la fama ni las funciones asignadas al frontero (su oficio y cargo) para la protección del territorio, y por las que hay que dar cuenta en el futuro” (Avilés 456). Cuando Rodrigo diga que “será bien dar a entender a nuestros enemigos que los valederos de Álora no duermen” (133) enfatizará su labor de hombre de frontera. Hay que señalar el hecho de que “el encuentro con Abindarráez es el primer momento en que el espacio fronterizo comienza a trasformarse” (457) ya que “Abindarráez entra en el espacio fronterizo de manera contradictoria y equívoca, uniendo aspectos estéticos y amorosos con los instrumentos bélicos” (458). El joven moro cautivo de amor pasa a ser también prisionero del cristiano. Abindarráez se dirige al cristiano con palabras firmes: “Matarme bien podrás […] que en tu poder me tienes, mas no podrá vencerme sino quien una vez me venció” (137). Avilés señala cómo esta frase “se desplaza hacia una zona irreconocible en la frontera, la del amor” (460). Estas dos zonas “guerra y amor” (460) ejemplifican el centro del momento y lo que se sale de éste. Con ello el primero vendría a ser la guerra con todas sus luchas fronterizas y, el segundo, el amor. En lo que representa la frontera granadina tenemos “un espacio donde el enemigo está frontero, al otro lado (de frente), y donde las relaciones de contacto son primordialmente 17 conflictivas, aunque existe amplia documentación de casos de relaciones alternas que podían incluir la amistad y el diálogo” (454). En un principio “se concibe la frontera como un espacio que reproduce sus normas de uso correspondientes, asociadas a un poder y a una ley cuyos representantes son soldados encargados de vigilar y salvaguardar las tierras colindantes al reino frontero” (455). Así, “esta noción restringida y cercana a una ley es indispensable para la representación inicial de la novela” (455). Vemos cómo el cristianismo es la “ley” con más fuerza en ese momento histórico. Si nos centramos en la figura del moro, tenemos que señalar sus tres representaciones siguiendo la división que propone Harry Austin Deferrari. Así, tenemos “(1) the Moor as he appeared to his own historians; (2) as he appeared to Spanish historians; and (3) as he appeared in Spanish literature” (12). Con ello, mientras que podemos considerar al moro “as he is most accurately portrayed by Arabic historians” (15), nos encontramos con que “historians of Spanish literature, in general, have denied that the figure of the sentimental moor as he as he appears in Spanish literature has an historical basis” (15). Es después de 1492 cuando la figura del moro sentimental empieza a aparecer y desarrollarse como una figura literaria (Deferrari 84). Así, mientras que con “the fall of Granada he maintained the habits and the external appearances of olden days” (54), después del principio de la segunda mitad del siglo XVI “the Moors were forced to adopt themselves to Spanish civilization and gradually began to lose their individuality” (54). Con la promulgación de diversos edictos la población musulmana va teniendo cada vez más problemas para seguir practicando su “ley”. Van a ir viendo reducidas sus prácticas hasta el punto de verse obligados a la conversión a otra “ley”, hecho que para muchos fue fruto de una imposición y no una elección propia, y finalmente, acabarán siendo expulsados. En este camino hacia la conversión y la 18 expulsión, la población musulmana va perdiendo la libertad para practicar su “ley” sin restricciones. De esta manera, lo que comenzó como una evangelización acabaría imponiéndose, llegando a la represión. Si pasamos a examinar la relación entre este periodo histórico y la obra veremos cómo existen lazos de conexión. Por su parte, el Nuevo Historicismo defiende que el mejor marco para interpretar la literatura es colocarla en su contexto histórico y, así, con ello, se puede explicar qué asuntos del periodo, ansiedades y luchas podemos ver reflejadas. En primer lugar, tenemos que señalar las características de este periodo. Si nos remontamos al siglo XV vemos cómo el año 1492 pasó a ser una fecha clave y significativa ya que fue en este año en el que los Reyes Católicos pasaron a ocupar Granada y con ello la situación de la población musulmana sufrió un cambio radical (De Lama y Peral Vega 12). De hecho, como nos señalan Víctor de Lama y Emilio Peral Vega, es interesante observar cómo el término “vencido” pasa a ser “el calificativo generalizador” (12) para referirse a esta población. La situación que se vivió fue tensa y “el acoso y persecución a esta minoría étnica y religiosa se fueron incrementando hasta la extinción de los últimos focos rebeldes” (137). Pese a todo, De Lama y Peral Vega nos señalan cómo “la actitud ante los moriscos no fue unánime: frente a los partidarios de la limpieza de sangre y de la erradicación de cualquier vestigio de la fe musulmana, había una corriente partidaria de que los moriscos permanecieran unidos a los señoríos cultivando la tierra” (137). El cardenal Cisneros pasó a convertirse en una figura destacada por su gran deseo de acabar con la cultura musulmana. Así, en 1502 se decreta “la conversión obligatoria no sólo para los habitantes de Granada sino también para los antiguos mudéjares castellanos, que pasaron a ser “moriscos”, es decir, musulmanes convertidos a la religión católica y, en definitiva, cristianos nuevos” (12). 19 Una vez ya entrado el siglo XVI, la situación de la población musulmana no mejora ya que nos encontramos con un periodo marcado por la inestabilidad interna no sólo a nivel económico sino también político e incluso social. Así, la primera parte del siglo XVI estuvo marcada por el intento de unificar Europa en un gran imperio cristiano con Carlos I (1516-1556) en el poder. En su defensa de la fe católica, prohibió, entre otras medidas, el uso por parte de los moriscos de la lengua y hábitos árabes y además se les obligó a tener abiertas las puertas de sus casas tanto viernes, sábados como días de fiesta. Felipe II (1556-1598) tomó el relevo y siguió esta línea de defensa del catolicismo, lo que le llevó a enfrentarse a los turcos hasta vencerlos en Lepanto (1571). Además, Felipe II promulgó un edicto (1566) en el que se encontraban, entre otras prohibiciones, el hecho de que los moriscos tenían tres años para hablar la lengua castellana no pudiendo escribir ni leer en secreto en árabe de manera que las escrituras y contratos redactados en lengua árabe serían nulos y sin ningún valor (Velez). Con este ambiente, “las relaciones sociales y políticas entre árabes y cristianos cambió radicalmente en los ciento cincuenta años que median entre el marco histórico de la novela (la conquista de Antequera) y la época en que los lectores pudieron disfrutar de ella” (De Lama y Peral Vega 137). Así, “de unas relaciones fronterizas entre dos reinos independientes, más o menos pacíficas, saltamos a los primeros años del reinado de Felipe II, en el que la convivencia con los moriscos, dentro de los reinos de Castilla y Aragón, resulta conflictiva” (137). Después de establecer el contexto histórico, tenemos que señalar la diferencia entre el momento de publicación de la obra y la época en la que se sitúa la novela, ya que la acción tiene lugar en el siglo XV. En primer lugar, de acuerdo con los estudios realizados por críticos como 20 Carrasco-Urgoiti, la obra debió ser compuesta entre 1550 y 1560 y la acción se centra en el siglo XV. Hay que señalar cómo El Abencerraje “no solamente representa un caso de transmisión y contaminación de hechos históricos […] sino que el relato novelesco surge hacia la misma fecha con ligeras variantes en diversos textos de atribución desconocida o insegura” (Carrasco-Urgoiti, Moro Granada 55). Se habla de tres versiones: Corónica, la Diana e Inventario. Podemos apuntar que la estima por la versión de La Diana y “la sospecha de que se debe a la pluma del propio autor [Montemayor] ha ido en aumento entre los críticos como Guillén o Navarro” (Carrasco-Urgoiti, Novela morisca 60). Esta versión pone “menos énfasis en el contenido ético que el texto del Inventario, y se observa mayor sobriedad en el intercambio de regalos” (60). El exotismo “es digno de notarse ya que la difusión de El Abencerraje, sobre todo fuera de España, ha dependido en gran parte del éxito de la Diana” (61). Sin embargo, también es cierto que otra parte de la crítica y, más específicamente, López Estrada “se ha encargado de otorgar preferencia a la versión intercalada en el Inventario de Antonio de Villegas. La elección se justifica por ser la más pulida, desde el punto de vista estilístico, y la más acabada, desde el punto de vista estructural” (De Lama y Peral Vega 8). Inventario, impreso en Medina del Campo “includes several poems and the pastoral novelette “Ausencia y soledad de amor” […] Villegas was first authorized to publish the miscellany in 1551, but it is not known whether his draft included at that date the Moorish novel” (Carrasco-Urgoiti, Moorish Novel 54). Además, no se sabe si Villegas fue el escritor o simplemente “the compiler of the text of El Abencerraje that he published” (54). Los textos en que aparece la novela son: El Abencerraje incluido en el Inventario de Antonio Villegas, colección de prosa y verso impresa en 1565 […]; un relato titulado Parte de la 21 Corónica del ínclito Infante Don Fernando que ganó Antequera…, publicado en un pliego suelto que Mérimee fecha entre 1550 y 1560, y la “Historia de Abindarráez y la hermosa Xarifa”, que aparece inserta en La Diana de Jorge de Montemayor, a partir de la edición póstuma en 1561” (Carrasco-Urgoiti, Moro Granada 55-6). Víctor de Lama y Emilio Peral Vega apuntan que “a estas tres versiones habría que añadir el manuscrito Historia del moro, del que no sabemos la fecha de composición y que representa una reelaboración muy reducida de la materia legendaria” (8). La versión elegida por López Estrada es la del Inventario (1565) de Villegas y será con ésta con la que trabajaremos. La elección de López Estrada por esta versión se debe al hecho de que “la existencia de una situación textual […] testimonia que un contenido como el de este libro puede ser elaborado por el mismo autor (y luego por otros que modifican a su vez la obra)” (14). Además, “la difusión por medio de la imprenta puede, a su vez, reelaborar un texto en diferentes grados” (14) y esto le lleva a López Estrada a elegir esta versión. A esto hay que sumar el hecho de que “desde el punto de vista bibliográfico, se nos ofrece como una obra más cuidada que las precedentes” (16). Este crítico ve esta versión como la más lograda “desde el punto de vista de la creación literaria” (18) y para ello se apoya en factores como “el desarrollo ordenado de los elementos que se junta en la narración”(18) o “su combinación en una estructura unitaria” (18) así es esta versión la que contenga el cuento de la honra del marido y el intercambio epistolar entre los personajes (De Lama y Peral Vega 10), episodios que no aparecen en las otras versiones. El cuento de la honra, por su parte, contribuye a la caracterización de Narváez y con ello enfatiza ese honor que se ha ido presentando desde el primer momento como rasgo de éste. 22 Otro factor destacado en el que se apoya este crítico tiene que ver con “la reunión de tres especies de exposición de orden literario, como son la narración impersonal del autor, el uso extenso del relato en primera persona y la intercalación de epístolas (o cartas mensajeras en este caso) que corroboran desde otra perspectiva literaria el relato” (18). Además, López Estrada apunta cómo “El Abencerraje se relaciona con la novella italiana y conecta con la invención de los libros de caballerías de apariencias cronísticas” (18). La palabra “novela” en el siglo de oro mantuvo su significado original de relato breve y, más tarde, pasa a denominar la novela extensa siendo “novela corta” la denominación para el relato breve. Es interesante señalar cómo este crítico ve esta obra como “experiencia inicial de la moderna novela histórica (del grupo morisco, sobre todo), y aún, dejándola con menos adjetivación, de la novela moderna” (18). Esto podría ejemplificarse con la elección de “su situación en un tiempo que los lectores podían considerar como el de su propia historia” (18) así como “la conversión de posibles personas de la realidad en personajes” (18) ya que la obra no tiene un gran número de personajes, pero los dos protagonistas, Narváez y Abindarráez, pueden relacionarse con personajes históricos. Por ejemplo, tenemos la identificación del caballero cristiano con el “primer alcaide castellano de Antequera, Rodrigo de Narváez, que fue una figura relevante en la lucha fronteriza durante las primeras décadas del siglo XV” (Carrasco-Urgoiti, Novela española 53). De modo que esta “alusión a la toma de Antequera, ocurrida en 1410” (Carrasco-Urgoiti, Relato 247) nos da muestra del anacronismo existente puesto que se identifica a Rodrigo con el primer alcaide hecho que tendría lugar en 1484. La diferencia entre el lector de hoy y el del siglo XVI es significativa. Así, el primero “might describe as historical fiction, a novel” (Carrasco-Urgoiti, Moorish Novel 57) mientras que “in the sixteenth century it was read in all probability as a true story. Rodrigo de Narváez one of 23 the protagonists, was a well-known figure, whose participation in the conquest of Antequera and subsequent appointment as the town’s first Christian alcaide were established facts” (CarrascoUrgoiti, Moorish Novel 57). De acuerdo con Shipley “no hacer caso de contenidos de la obra literaria del pasado porque carecen de vigencia expresiva para las necesidades de hoy equivale a una confesión de indiferencia a la historia” (107). El hecho de que la obra fuera escrita, así como su acción centrada, hace siglos no significa que la situación de poder y superioridad por parte de un grupo sobre otro no siga existiendo. En aquel momento la Iglesia ejercía una fuerte supremacía. Pese a esta diferencia entre el momento que vive el autor anónimo de El Abencerraje y el periodo en el que se centra la acción es interesante señalar cómo el autor, testigo de la situación musulmana en el siglo XVI, puede “predecir” en la obra lo que iba a ocurrir después. De manera que para ejemplificar esto es importante recordar las palabras con las que Abindarráez, una vez vencido en la escaramuza contra Narváez, le hace saber al cristiano, y con ello a nosotros los lectores, que “aguardad más y veréis cómo desde allí todos los Abencerrajes deprendimos a ser desdichados” (142). A través de este mensaje tenemos, por una parte, una referencia al futuro de Rodrigo y Abindarráez pero, por otra, se apunta a la vez al presente del escritor anónimo ya que esa “desdicha” y “mala fortuna” que empezó con la presunta falsa acusación de traición al Rey acaba con la muerte y el exilio de los Abencerrajes que aquí aparecen como representantes de la población musulmana. Tenemos que señalar, al igual que Shipley, el siguiente pasaje: Vees aquí en lo que acabó tan esclarecido linaje, y tan grandes caballeros como en él había; considera cuánto tarde la fortuna en subir un hombre, y cuán presto le derriba; cuánto tarda en crecer un árbol y cuán presto va al fuego; con cuánta dificultad se edifica una casa y con cuánta brevedad se quema. ¡Cuántos podrían escarmentar en las cabezas de estos desdichados, pues tan sin culpa padecieron con público pregón! Siendo tantos y tales y estando en el favor del mismo Rey, 24 sus casas fueron derribadas, sus heredades enajenadas y su nombre dado en el Reino por traidor. (118-9) Son estos términos en cursiva, señalados por Shipley, los que nos muestran ese gran sufrimiento vivido por esta población musulmana. Dolor que no sólo forma parte de esta novela como algo ficticio sino que fue sufrido por esta población y con ello encontramos un lazo de unión entre lo que se nos narra y lo que formaba parte de la realidad de la época. De nuevo en palabras del joven moro tenemos esa prohibición con la cual “ningún Abencerraje pudiese vivir en Granada, salvo mi padre y un tío mío […] a condición que los hijos que les naciese[n], enviasen a criar fuera de la ciudad para que no volviesen a ella, y las hijas casasen fuera del Reino” (142) coincidiendo con una de las decisiones del rey Felipe II en el siglo XVI ya que en su edicto de 1566 promulgaba que los hijos de los notables moriscos fueran educados fuera del reino de Granada. Esto nos lleva a establecer de nuevo una conexión entre la obra y lo que estaba ocurriendo en la época de composición en la que se estaba escribiendo esta novela. Por su parte, también el moro escribe a Rodrigo que “por parecer a aquéllos donde vengo y no degenerar de la alta sangre de los Abencerrajes, antes coger y meter en mis venas toda la que de ellos se vertió, estoy obligado a agradecerlo y servirlo” (163) donde “en el uso del verbo degenerar se advierte la preocupación por mantener la pureza de sangre de sus antepasados, inquietud similar a la de los cristianos que a mediados del siglo XVI leyeron la obra” (Víctor de Lama y Emilio Peral Vega 87). A través de estos ejemplos que conectan y se entrelazan con el momento histórico podemos apreciar un cierto tono de crítica frente a toda la injusticia que se estaba llevando a cabo. Así, “cabe cuestionarse si el relato pudo ser algo más que una evocación novelada de la vida en la frontera de Granada” (De Lama y Peral Vega 138). 25 A pesar de que Shipley apunte, al igual que otros críticos, que: El Abencerraje trata de un incidente ficticio situado en el siglo XV, pero trata de y desde unas circunstancias posteriores que resultaron de las tensiones que resuelve esta obra de ficción con mucho más éxito del que habían gozado los españoles históricos. El cuento presenta el modo en que un autor […] mira un desenlace hipotético […] entre los cristianos castellanos y los moros de AlAndalus. (109) No es menos cierto cómo a través de la novela podemos ver reflejados ciertos aspectos históricos de la época. De esta manera: las obras de literatura son, entre otras muchas cosas, monumentos históricos en que los de más talento y visión entre cada “nosotros” labran “para nuestra posteridad y descendencia” (164) modelos de lo que éramos, queríamos y esperábamos, de lo que tolerábamos y de lo que despreciábamos y rechazábamos. (Shipley 120) Sin embargo, tenemos que apuntar cómo este “desenlace hipotético” que nombra este crítico no es tan hipotético puesto que la época de la novela es testigo directo de un final que no es tan feliz. Shipley señala cómo “el anónimo autor sitúa su utopía en el pasado de tal modo que interviene entre la fase final de las guerras fronterizas y su “ahora”, el momento de composición y lectura” (109). Se ha señalado que el anónimo autor de la obra podría tener un origen judío converso. Tenemos que apuntar la diferencia entre judío y converso, ya que el segundo hace referencia a una persona que se ha convertido, en este caso, al cristianismo. Estos judíos convertidos sinceramente, se asimilaron rápidamente al resto de la población (Cantarino 122). Estos posibles datos sobre el autor nos llevan a preguntarnos si su conversión se produjo por obligación o realmente por fe ya que en la obra vemos una exaltación al cristianismo. Podemos establecer un punto de contacto entre los judíos y los moriscos, ambos grupos cada vez más minoritarios a causa de las fuertes medidas que se llevaron a cabo en contra de ellos y ambos grupos que acaban siendo expulsados. Así, los judíos españoles vivieron una situación de opresión similar a 26 la que casi un siglo después estaban viviendo los moriscos (De Lama y Peral Vega 13). Tras la promulgación por parte de los Reyes Católicos del Edicto General de expulsión en 1492, los judíos se vieron obligados a dejar la Península. Sería en 1609, cuando se repita un nuevo decreto de expulsión. Esta vez en contra de los moriscos y es Felipe III el que lo firma. El joven Abindarráez señala y enfatiza el “injusto agravio” por el cual su estirpe de los Abencerrajes prácticamente ha desparecido y “vees aquí en lo que acabó tan esclarecido linaje […] y las hijas casasen fuera del Reino” (141-2). Una injusticia que en la obra aparece ejemplificada con la supuesta traición al Rey y de ahí su castigo, pero sabemos cómo fue un época de promulgación de edictos llenos de prohibiciones y restricciones para la sociedad musulmana que en este caso pasa a ser la perjudicada. Shipley nos señala cómo no podemos olvidarnos que “en la España de la segunda mitad del siglo XVI el tono dominante de la cultura, la literatura y lo demás, es cristiano reaccionario” (110). Por su parte, Carrasco–Urgoiti hace referencia a este periodo como: historically that was a period of transition between the era of expansion and grand illusions coinciding with the reign of Charles V and a different age, presided over by Phillip, which brought consolidation of political and religious unity, at the same time that the country experienced serious economic problems and eventually a decline in international power. (Moorish Novel 53) Si nos centramos en el principio de la novela podemos observar ese ambiente de frontera así de acuerdo con Morales Oliver, “el carácter fronterizo de esta elegante novela se desprende de su mismo hecho histórico” (37). El principio es buena muestra de ello ya que “dice el cuento que en tiempo del infante don Fernando, que ganó a Antequera” (131) fijándose así la época de manera que: de un lado, la conquista de Antequera nos transporta al mes de septiembre de 1410. De otro, la alusión a D. Fernando, luego rey de Aragón, no permite posponer los acontecimientos más acá de su muerte en 1416 […] En 27 consecuencia de estas conclusiones, es lógico enmarcar la historia de Abindarráez a lo largo del reinado de Juan II de Castilla. (Morales Oliver 37) Por su parte, Víctor de Lama y Emilio Peral Vega comparten esta contextualización del texto en el reinado de Juan II de Castilla señalando también que el protagonista Rodrigo de Narváez “muere en el año 1424” (11). A la hora de establecer esa conexión entre el momento histórico y la novela nos encontramos con que “en El Abencerraje confluyen las dos grandes corrientes del arte de ficción: la fabulación idealizadora y la representación de la realidad” (Carrasco-Urgoiti, Novela morisca 58). Así, podemos decir que a la primera categoría corresponderían “el planteamiento del caso y la actuación de los principales personajes” (58). A la segunda, pertenecerían esas “acciones ejemplares [que] ocurren en su entorno físico y humano comparable al que la vida ofrece” (58). Carrasco-Urgoiti nos señala cómo “esta convergencia, que no choca al lector actual, era poco común en la creación literaria del siglo XVI y es uno de los valores de la novela morisca, que nace con la obra que comentamos” (58). Sin embargo, como hemos comentado anteriormente, “el elemento histórico […] adquiere mayor importancia y dignidad en la novela, al identificarse el personaje cristiano con un castellano ilustre y abrirse amplias vistas sobre la Granada mora, histórica y legendaria” (Carrasco-Urgoiti, Moorish Novel 57). Si bien “entre 1411 y 1428 se ha atestiguado la existencia de un periodo de relativa paz y tranquilidad en las relaciones musulmana-cristianas” (De Lama y Peral Vega 11) lo cual podría verse conectado con el texto no es menos cierto que en la frontera granadina se llevaban a cabo escaramuzas y de nuevo este tipo de combate aparece ejemplificado en la novela, ya que Narváez y Abindarráez traban “brava escaramuza” (137). De hecho esa aparente tranquilidad no impide que se esté viviendo un momento de tensión en el cual se enfrentan y luchan los dos enemigos. En boca de Rodrigo tendremos muestras de ello así como de la tensión que le rodea: “Moro, 28 vente a mí, y si tú me vences, ya te aseguro de los demás” (137). Con ello primero nos establece la diferencia de “ley” que existe entre ambos: uno pertenece a la ley cristiana y, el otro, a la musulmana, y, por otro, este lenguaje con tono bélico nos pone en pleno momento histórico lleno de enfrentamientos y luchas entre los diferentes grupos que habitaban la Península. Si nos centramos en los personajes vemos cómo sus nombres son importantes dentro del momento histórico así “hacia finales del siglo XV el linaje de los Narváez se había extendido mucho por Andalucía. Entre los caballeros de este apellido que pudieran tomar parte en la guerra de Granada hubo seis hermanos, de la misma familia que el citado personaje histórico, uno de los cuales se llamaba Rodrigo” (Carrasco-Urgoiti, Relato 248). Por otra parte, los Abencerrajes fueron una de las familias más destacadas de la política granadina jugando un importante papel a lo largo del siglo XV. Esta familia procedía del norte de África y muchos de sus miembros participaron en las diversas revueltas socio-políticas que tuvieron lugar en la España nazarí. La historia familiar de Abindarráez “refleja la leyenda de calumnias y exterminio que surge en torno a los Abencerrajes, poderosa familia granadina que chocó con más de un monarca nazarí” (Carrasco-Urgoiti, Novela morisca 53). Además, como hemos dicho, nos encontramos con “precisiones de lugar y momento histórico” (Carrasco-Urgoiti, Relato 247) así como la localización de la obra nombrando las fortalezas moras de Cártama y Coín. De ahí la importancia del “cantarcillo topográfico que canta Abindarráez en el que se mencionan Cártama, Coín y Álora” (247). Carrasco-Urgoiti, por su parte, piensa en una posible “existencia independiente y previa a su inclusión en la novela” (247). Podemos decir cómo estas “precisiones topográficas sitúan la frontera del reino de Castilla con el de Granada entre la villa de Álora […] y las de Cártama y Coín, enclavadas en territorio 29 musulmán” (Carrasco-Urgoiti, Novela española 53) contribuyen a crear esa ilusión de verosimilitud pese a que: tales límites corresponden al estado en que se halló la frontera durante un período de varios meses, pero esta situación no se dio en tiempos del Infante don Fernando y del primer alcaide de Antequera, sino setenta años más tarde, cuando iniciada ya la guerra de conquista que culminaría con la rendición de Granada, el Marqués de Cádiz toma Álora en 1484. (Carrasco-Urgoiti, Novela española 53) Es interesante el hecho de poder establecer una conexión entre los personajes del texto y los personajes históricos así como los lugares reales ya que es importante a la hora de entender lo que estaba ocurriendo en la época del texto. Sin duda, no debemos centrarnos únicamente en las fechas, ya que existen anacronismos, porque lo significativo es ver la situación de la población musulmana y cristiana y su relación no en un año específico. Así, mientras la población musulmana va encontrando cada vez más problemas en territorio español, la población cristiana va ganando más poder y este proceso no consiste en un año específico sino que supone un proceso y un período de tiempo correspondiente a los años de composición y divulgación del texto. Cierto es que resulta imposible la identificación de Narváez con el primer alcaide de Antequera, pero vemos cómo ésta “está plenamente justificada en su contexto literario ya que la clara fama de aquel fronterizo ilustre viene a dar mayor realce a la orientación ejemplar tan manifestada en la obra” (Carrasco-Urgoiti, Relato 248). Gonzalo Pontón en su artículo “Las sendas de un Nuevo Historicismo” señala cómo para Jean E. Howard, profesora del departamento de inglés y de literatura comparada: la literatura es uno de los muchos elementos que intervienen en la representación de la realidad que una cultura se construye, colaborando con la formación de su discurso sobre la familia, el estado y el individuo, colaborando a hacer el mundo inteligible, aunque no necesariamente colaborando a representarlo con exactitud. (9-10) 30 Apoyándonos en esta idea, vemos cómo El Abencerraje sirve de ejemplo para retratar la sociedad del momento. Así, los críticos que comparten las ideas del Nuevo Historicismo “view the relationship between history and literature, between historical context and literary text, as mutually fashioning and as a dynamic interchange. As history constitutes what we mean by a literary work, so too literary text help to constitute what we mean by history” (Hens-Piazza 35). Pese a que esta teoría presenta limitaciones y Gonzalo Pontón concluye su artículo con la idea de que “los neohistoricistas no parecen haber recurrido a las fuentes de la historia para convertirla en el objeto de su estudio, sino para acceder al tipo de conocimientos que sólo una visión histórica puede garantizar” (24), sí podemos establecer un intercambio entre la literatura y la historia siempre y cuando al analizar una obra literaria desde el punto de vista histórico no nos olvidemos que tenemos delante de nosotros además una pieza literaria. En este contexto, hacia 1550, surgen varios géneros literarios hasta entonces desconocidos. Entre ellos se encuentran la novela pastoril, la novela picaresca y la novela morisca. Este último género literario presenta relatos caballerescos de la guerra contra la población musulmana y se caracteriza por presentarnos a los moros y ofrecernos lecciones de generosidad y convivencia entre cristianos y musulmanes. Su primer ejemplo es el relato anónimo El Abencerraje. En efecto, este género morisco requiere que “la acción de la novela o el poema se desenvuelva en un espacio bisagra donde se enfrentan, y también conviven, la España musulmana y la bajo-medieval cristiana” (CarrascoUrgoiti, Novela española 62). De manera que “en ese ámbito histórico, la situación de cautividad se presentaba como experiencia relativamente común” (62) y vemos cómo el moro es cautivo tanto del cristiano Narváez, la captura y prisión de éste se produce “como incidente normal de la vida fronteriza” (62) como del amor que tiene hacia su amada Jarifa. Con respecto a la 31 separación y obstáculos entre ambos, “el factor que perturbaba la dicha de los enamorados es frecuentemente la captura de uno de ellos” (62). Como aspecto excepcional, Carrasco-Urgoiti señala “la salida, de la desventura, hecha posible gracias a la mutua confianza y lealtad de dos adversarios” (62) ya que el joven moro queda libre y consigue reunirse con su amada. Dentro de la novela morisca del Siglo de Oro, hay que apuntar la de tema granadino y es en este grupo donde encontramos a El Abencerraje. En este tipo de novela nos encontramos un canto a la generosidad y a la humanidad y “sus protagonistas actúan guiados por dos máximas: un comportamiento virtuoso, de acuerdo con las premisas caballerescas, y una exaltación del amor como verdadero norte de la esencia humana” (De Lama y Peral Vega 26). Luis Morales Oliver señala siete características recurrentes en la novela morisca: el optimismo idealista, la condensación argumental, la estilización clasicista, la ambientación lingüística, la belleza decorativa, la amplitud del alma y la singularidad peninsular (24-6). El optimismo idealista vendría a ejemplificarse con la propia convivencia y tolerancia entre las distintas “leyes” y la ayuda “desinteresada” del cristiano. En esta obra de corta extensión, “el estilo ocupa un lugar de privilegio” (De Lama y Peral Vega 28) así “las palabras son elegidas […] en virtud no sólo de su significado sino también de su sonoridad y de su capacidad evocadora” (28). En cuanto a los términos utilizados encontramos palabras como “marlota”, “carmesí”, “albornoz” que hacen referencia inmediatamente a la cultura musulmana (29). En El Abencerraje, ejemplo de obra morisca, aparecen descripciones cuidadas que nos ambientan la acción. Como ejemplo tenemos la huerta de los jazmines donde Abindarráez se reúne con su amada Jarifa: volviendo las manos a unos jazmines de que la fuente estaba rodeada, mezclándolos con arrayán hice una hermosa guirnalda y poniéndola sobre mi cabeza, me volví a ella, coronado y vencido. Ella puso los ojos en mí, a mi parecer más dulcemente que solía, y quitándomela la puso sobre su cabeza. (145) 32 El Abencerraje es modelo de convivencia entre distintas culturas y con ello tendríamos ejemplificada la característica de amplitud del alma que propone Morales Oliver, ese “triunfo de la generosidad, del corazón abierto, virtud muy cristiana, muy frontera y, por ello, muy arraigada en el alma española” (26). Además, este crítico apunta que “el reconocimiento de las virtudes del vencido así como la ayuda prestada a éste deben ser considerados como un modo peculiar de nuestra literatura apuntando con ello a la “singularidad peninsular”. Para él, en la caracterización “debe ponerse de relieve su peculiaridad española” (26), en ese “doble plano hispano-moro, el brote de virtudes y de conductas netamente peninsulares, el intercambio de gestos de caballerosidad no escasa entre los dos pueblos, el perdón del vencido y el fondo regional o, a veces, norteafricano” (26). El moro pasa a ser idealizado ahora que ya no supone un peligro ya que tras la caída de Granada éste asume el “status de ‘vencido’” (De Lama y Peral Vega 32). Para concluir, podemos recordar cómo la crítica parece coincidir en una interpretación de El Abencerraje centrada en una amistad e igualdad entre ambos personajes así como una muestra de un canto a la tolerancia y a la convivencia. Al margen de los estudios centrados en una línea tradicional, como son los trabajos realizados por Casalduero, Glenn o León que enfatizan la exaltación de la virtud dentro de la obra, encontramos la crítica norteamericana centrada en los rasgos homosociales entre ambos protagonistas. Por otra parte, tenemos los trabajos de Burshatin y su cambio en el enfoque ya que resalta la superioridad del cristiano. De hecho enfatiza que Narváez “is first and foremost a conqueror whose successful defeat and subsequent capture of the Moor give him the option of behaving with cruelty or magnanimity” (Bass 454) e interpreta la puesta en libertad del moro como “an exercise of hegemony” (454), a “metaphor of the Christian’s own power” (205). Con todo ello, podemos concluir compartiendo esta lectura de El Abencerraje en la que Rodrigo de Narváez, 33 personaje cristiano, y su “ley” son presentados como superiores en relación a “el otro” que en esta obra equivaldría al moro Abindarráez. En el segundo capítulo ejemplificaremos y explicaremos cuáles son las razones utilizadas para seguir esta interpretación. Por otra parte, podemos concluir cómo El Abencerraje sí que se puede ver como una contribución a nuestras ideas sobre la historia ya que tras esa muestra de aparente convivencia y tolerancia se esconde la imposición de la “ley” cristiana. Consecuentemente, las otras “leyes” de la Península irán teniendo cada vez más restricciones a la hora de poder practicar su religión y costumbres. Muchas fueron las duras medidas de represión que se llevaron a cabo en defensa del cristianismo y Abindarráez al relatarnos su historia nos da ejemplos de ellas. Desde el momento en que podemos identificar a este personaje moro como “el otro”, vemos cómo éste pasa a ocupar un puesto inferior, lugar al que se vería su “ley” obligada a permanecer. El hecho de que coexistiera una población musulmana con una cristiana y, hasta cierto punto, pudiera haber un grado de tolerancia, no significa que existiera una igualdad entre ellas. Abindarráez y Narváez conviven en la Península pero mientras que el primero tiene una serie de restricciones, fruto de su origen musulmán, el segundo, “peleando contra moros, hizo cosas de mucho esfuerzo” (131). Ambos pueden verse como características de la realidad histórica del siglo XVI español. En el contexto contemporáneo, un lector español puede leer esta novela como una ficción ya que las primeras palabras de la obra (“dice el cuento” (131)) nos llevan a pensar eso. Sin embargo, el hecho de relatarnos acontecimientos de la España de los siglos XV, época en que se centra la acción, y XVI, momento del autor, nos representa aspectos de la realidad del momento. El lector español de hoy en día puede reconocer ese entorno físico. Así, ambos aspectos, la parte idealizadora y la real se pueden juntar en la mente del lector actual sin que le choque. 34 CAPÍTULO 3 LA FUNCIÓN BINARIA DE DON RODRIGO DE NARVÁEZ Y ABINDARRÁEZ A lo largo de El Abencerraje, observamos una estructura binaria presente tanto en los protagonistas (Rodrigo y Abindarráez) como en las historias contadas (la del cristiano y la del moro), los temas (heroico y amoroso) e incluso en la propia composición y estructuración de la obra de acuerdo con el detallado estudio realizado por Gimeno Casalduero donde divide la acción en cinco núcleos que, a excepción del tercero, se dividen todos ellos en dos momentos cada uno (3). A la hora de examinar la posible igualdad entre ambos personajes protagonistas que presenta la obra encontramos distintas opiniones. Para Ricardo Krauel, “Rodrigo de Narváez […] se presenta como la figura cimera en la jerarquía estimatoria que de los personajes hace la obra” (39) otorgándole desde el primer momento “una altura heroica y legendaria” (40). De esta manera, “Narváez se trocará de oponente en ayudante del abencerraje, al asumir esa función de protector del joven musulmán” (Krauel 40). Es interesante señalar, como Ronald Schleifer nos recuerda, que Greimas “describes the ‘principle semiotic actants of discourse in two distinct categories which are ‘the extrapolation of the syntactic structure’: sender vs. receiver, subject vs. object” (95). Además se añade una tercera categoría que llama ‘circumstants’ que son “helper vs. opponent” (95). Si tomamos como referencia la división que realiza Greimas sobre las funciones de los diferentes personajes, llama la atención el hecho de que el alcaide pase de oponente a ayudante en un cambio radical de rol. 35 Sabemos que este cambio le va a dar fama y un mayor reconocimiento. Ya hemos comentado cómo Narváez busca esa fama y que mejor ejemplo que ayudar al moro para conseguir más reconocimiento. La culminación de la grandeza y virtud de Rodrigo llega con la puesta en libertad del más débil, del que está prisionero. No olvidemos que el alcaide no sólo interviene poniendo fin al cautiverio del moro a nivel físico sino también a nivel sentimental ya que éste es quién colabora al feliz final entre la joven pareja mora que acaba casándose y obteniendo el perdón del padre de ella gracias al alcaide. De hecho, la carta que escribe Abindarráez al alcaide muestra una actitud de estar en deuda con éste: si piensas, Rodrigo de Narváez, que con darme libertad en tu castillo para venirme al mío, me dejaste libre, engáñaste… Y si tú por alcanzar honra y fama, acostumbras hacer bien a los que podrías destruir, yo, por parecer a aquéllos donde vengo y no degenerar de la alta sangre de los Abencerrajes, antes coger y meter en mis venas toda la que ellos se vertió, estoy obligado a agradecerlo y servirlo. (163) Resalta el hecho de que Rodrigo haga el bien al “enemigo” con tal de “alcanzar honra y fama” (163) y no porque sea un hecho que haga sin ningún deseo de reconocimiento. Por otra parte, Pedro R. León divide la obra en once episodios de manera que ambos personajes ocupan el mismo espacio narrativo (258). Este crítico defiende la idea de que “no se puede hablar realmente de la “victoria” de los ideales caballerescos cristianos sobre la gentileza y caballería moriscas” (258). Sin embargo, en esta división seis episodios tendrían como protagonista al cristiano y cinco, al moro. Siguiendo esta estructura analizada por Pedro R. León, los episodios que corresponden al cristiano son los siguientes: “introducción de Rodrigo ‘claro varón’ y de sus escuderos, victoria y magnamidad de Rodrigo, generosidad de Rodrigo al permitir a Abindarráez libertad condicional, la anécdota sobre Rodrigo, la carta de Rodrigo al rey de Granada y la carta de Rodrigo a Jarifa” (258) mientras que los cinco que corresponden al 36 moro son: “la llegada de Abindarráez y su lucha con los cinco escuderos, historia de los Abencerrajes y de Abindarráez y Jarifa, la unión de Abindarráez y Jarifa, el doble rescate de Abindarráez y Jarifa y la respuesta-recompensa de Abindarráez y Jarifa a Rodrigo” (258). En primer lugar, estudiaremos si la función de los personajes es complementaria, donde ambos personajes intercambian características, las que no posee uno son propias del otro y viceversa, o binaria, donde un personaje aparece presentado y caracterizado como superior relegando a un segundo lugar al otro. Para ello nos centraremos en el estudio realizado por López Estrada que apoya la idea de la complementación de Rodrigo de Narváez y Abindarráez. Después presentaremos a los personajes individualmente ejemplificando sus características ya que podemos ver cómo ambos tienen una función binaria y no complementaria como apunta López Estrada. De hecho, Narváez, el personaje cristiano, ocupa un lugar superior (aunque la superioridad no es extrema) y destacable con respecto al moro Abindarráez y podemos ejemplificar esto examinando si podemos verlos como héroes. Además, el primero vendría a ser ejemplo del personaje creado por la historia y el segundo, ejemplo de la voz poética, de la literatura. En la jerarquía de la época podemos ver cómo la historia tenía más peso que la poesía amorosa. Para acabar comentaremos los dos temas que comparten protagonismo dando muestras de que la estructura binaria seguida por el autor anónimo no sólo se cumple en los personajes. Partiendo de la idea presentada por López Estrada en la que los dos protagonistas masculinos de El Abencerraje se complementan, examinaremos esa complementación y sus debilidades. En primer lugar, López Estrada nos recuerda como “el autor se ha cuidado de oponerlos en cuanto a la edad que les atribuye” (27). Rodrigo “por su edad y condición posee la experiencia, y el joven audaz y, en cierto modo, irreflexivo, necesitado de consejo” (27). 37 El autor en su “distribución de papeles” (27) ha presentado al cristiano como “el hombre maduro que posee la ciencia humana necesaria para dominar los sucesos de la fortuna” (27-8) mientras el moro es el joven mozo “que se deja arrastrar por la pasión y que obra por impulsos sin pensar cuál pueda ser el desenlace” (28). Tenemos que resaltar esta “distribución” ya que con ella lo que nos encontramos son oposiciones entre los dos personajes masculinos. Así, tenemos la figura de un hombre maduro y un joven inexperto, un capitán español y un cautivo moro, dos “leyes”: una cristiana y una musulmana y, con ello, un castellano y un moro, y, finalmente, la gran virtud de uno opuesta a la mala fortuna del otro. Tenemos que apuntar como esta oposición está presente desde el primer momento y queda enfatizada así la diferencia entre ambos personajes. Por su parte, Shipley apoya el paso de la oposición a “una integridad complementaria que nos recuerda el generoso amor de padre e hijo” (104). Shipley señala cómo los dos nombres se hacen eco aliterativamente (Narváez/Abindarráez) y centrándose en la etimología del nombre árabe (Abin-, “hijo de”, arraiç, “gobernador militar”) apunta ese “parentesco espiritual” entre ambos personajes” (104). Pero no podemos olvidar que el ser “capitán español” en esta época suponía estar en una “categoría superior” (104) y si nos centramos en la posible distribución espiritual de padre e hijo que señala Shipley tenemos que una de las funciones del padre consiste en enseñar y educar a su hijo y de esta manera la figura del padre pasa a convertirse en modelo y ejemplo a seguir por el hijo y con ello podemos decir que este papel de “guía” adopta una posición superior al de “aprendiz”. No se nos puede pasar por alto el papel del moro ya que especialmente en el terreno amoroso da muestras de ser un gran compañero de su amada Jarifa. Sin embargo, compartimos con Gimeno Casalduero la opinión de que “no se presenta a Abindarráez como figura terminada 38 sino que (a diferencia de lo que se hace con Rodrigo) se apoya la narración en pormenores y se le va completando lentamente” (9). Otro aspecto importante consiste en la “distinta actitud de los caballeros y las distintas circunstancias que se les atribuyen: invencible, don Rodrigo domina los sucesos y está más allá de las calamidades; Abindarráez, por el contrario, vencido y a la merced de los sucesos, monopoliza las desgracias” (Gimeno Casalduero 15). Tenemos que resaltar el combate puesto que supone el punto de unión entre ambos. Como nos señala López Estrada: Uno y otro están reunidos por causa de la guerra, y ambos cumplen como buenos en ella. Es la guerra propia de la frontera, con enfrentamientos de grupos en los combates y con las escaramuzas de las treguas, como es el caso contado. La escaramuza enfrenta a hombres de uno y otro bando de una manera personal, a manera de torneo sangriento, y esta guerra es el punto de partida de la novela. (28) Como consecuencia de este enfrentamiento y comprobar que “ambos cumplen como buenos en ella” (López Estrada 28) tendremos el “cautiverio” de Abindarráez y “este suceso, cotidiano en la guerra de fronteras, es ocasión de que el segundo (Rodrigo) ponga de manifiesto su virtud por la vía de la generosidad” (28). En este combate no tenemos sólo el enfrentamiento entre dos personas sino la lucha entre dos culturas presentes en el mismo territorio en el mismo momento. De toda escaramuza sale un vencedor y un vencido siendo, en esta ocasión, el moro el vencido. Como acabamos de ver, en El Abencerraje se menciona una clase determinada y específica de combate: la escaramuza. López Estrada nos recuerda cómo ésta “fue el estilo de encuentro más común entre las gentes de armas de la frontera y el que usan los caballeros como medio de buscar nombradía” (200). El cristiano acaba concediéndole la libertad. Este crítico apoya que cada uno ejerce: la virtud que les corresponde; si los dos se encuentran es porque se necesitan para llegar a la plenitud humana: Narváez puede mostrar su serena madurez porque Abindarráez necesita su ayuda; el moro resuelve su caso de amor porque confía en el conocimiento que el cristiano tiene de los hombres. (28) 39 Ambos personajes se complementan por sus acciones diversas: de amor, en el moro; y de generosidad, en el cristiano” (López Estrada 28). Como respuesta al estudio de López Estrada, no debemos centrarnos sólo en el aspecto humano que estos personajes representan sino que tenemos que señalar su función como representantes de dos “leyes” diferentes a las que hacen referencia. Este crítico se queda en generalizaciones humanas y las debilidades de su estudio se centran en su deseo de evitar la confrontación entre ambos personajes en un periodo de lucha entre las dos “leyes”. Destaca la ausencia de todo sentido religioso en el texto, pero no por ello tenemos que pasar por alto la obsesión por la limpieza de sangre así como la marginación y persecución que sufrieron los moriscos en la Península durante esta época. En la presentación de Rodrigo tenemos una “alabanza directa del heroísmo español” (Morales Oliver 38) que queda enfatizada desde el primer momento. Junto con la representación de dos leyes nos encontramos otras dos manifestaciones: la historia y la literatura, siendo Narváez figura representativa de la primera y Abindarraéz, de la segunda. Por su parte, Pedro R. León apoya la idea de que en El Abencerraje el enfoque se reparte entre Rodrigo y Abindarráez siendo ambos el centro de la obra, pero hay que enfatizar de nuevo cómo la primera referencia es al cristiano y sus virtudes y cómo se cierra la obra con “la carta del alcaide de Álora a la hermosa Jarifa” (163) de nuevo mostrándonos su caballerosidad: “yo no acostumbro a robar damas, sino servirlas y honrarlas” (164) siendo ésta su última intervención y con ello tenemos la culminación de su virtud. Para examinar la función binaria que opinamos ejercen los dos protagonistas y la superioridad del alcaide cristiano, analizaremos las características heroicas que poseen ya que Abindarráez es presentado como un medio héroe, enfatizando con ello la superioridad del héroe completo que representa el personaje de Narváez. 40 El término héroe se puede definir siguiendo los estudios de Northrop Frye que señala tres etapas a la hora de atribuir el papel de héroe: “the stage of the perilous journey and the preliminary minor adventures; the crucial struggle […]; and the exaltation of the hero” (187). Estos estadios se corresponden, como nos apunta Ricardo Krauel, con “los elementos que Campbell enumera como integrantes del núcleo básico del modelo de la aventura del héroe: “a separation from the world, a penetration to some source of power, and a life-enhancing return” (41). A primera vista, podemos ver cómo en Abindarráez se dan estos tres elementos. Si analizamos la novela vemos cómo la separación del mundo está ejemplificada por la mala fortuna de la casta de los abencerrajes a través de la cual son acusados de traición hasta el punto de que el Rey ordena que “ningún Abencerraje pudiese vivir en Granada, salvo mi padre y un tío mío, que hallaron inocentes de este delicto” (142). Si nos centramos en el plano sentimental y amoroso tenemos cómo también aquí Abindarráez sufre la “separación” de su amada. Primero porque el padre de ésta se trasladó y ella tuvo que acompañarlo existiendo con ello una separación física y topográfica y, segundo, en el momento en el que es hecho prisionero por el alcaide cristiano. El resultado de este acontecimiento es de nuevo una separación física entre ellos. Esto último tiene lugar justo cuando el joven viaja teniendo como objetivo el deseado encuentro con su amada Jarifa. El alcaide de Álora y Antequera se interpone, sabemos que sólo en un primer momento, a ese feliz reencuentro con lo que el viaje no se desarrolla con tranquilidad. “The penetration to some source of power” por parte del joven moro viene a estar ejemplificada por el momento en que Abindarráez lucha de manera que “contra el moro eran tres cristianos […] y todos juntos no podían con este solo” (136). Aquí vemos al moro haciendo 41 alarde de las características de su linaje ya que “dícese que nunca hubo Abencerraje escaso ni cobarde ni de mala disposición” (141). La última etapa viene a ser la del retorno y Ricardo Krauel nos señala la denominación de Frye como “la exaltación o reconocimiento del héroe” (44). En el plano sentimental y amoroso, la historia del Abencerraje tiene un final feliz ya que culmina con el matrimonio del joven y el perdón del padre de su amada. A esto hay que sumarle la libertad que le concede el alcaide cristiano. Sin embargo, a nivel público, es decir, en el nivel político-social (siguiendo la terminología utilizada por Ricardo Krauel), Abindarráez no obtiene el reconocimiento de la sociedad. Así, el joven no vuelve a Granada, su lugar de origen y del que fueron expulsados miembros de su familia siendo gran parte de ellos degollados por supuesta traición al Rey. La ciudad y sus habitantes, por tanto, no son testigos del reconocimiento del Abindarráez. Si seguimos el aspecto señalado por Campbell en el que “el retorno y la reintegración a la sociedad es “indispensable” (44) vemos cómo sin el reconocimiento público, el Abencerraje se “aproxima” a la categoría de héroe pero sin ese “retorno vivificador” del héroe, la aventura heroica queda desequilibrada (Krauel 46). Con ello, Abindarraéz es ejemplo de un medio héroe o héroe incompleto. Por el contrario, la figura del cristiano muestra todas las características del héroe. Desde el primer momento se alaba su gran labor como guerrero y éste sale en busca de aventuras. Se enfrenta cara a cara con otro buen guerrero, Abindarráez, y de ese combate sale vencedor con lo que su fama va aumentando. Sabemos cómo tiene el reconocimiento de su “ley” y su rey hasta el punto de ser nombrado alcaide de Antequera y Álora. Por otra parte, si tomamos como referencia la siguiente definición podemos ver cómo Rodrigo sigue siendo un claro ejemplo de héroe, así, “el héroe se puede definir como un arquetipo de excelencia, el cual se converge en un modelo de 42 la colectividad que lo honra con su culto; ya que el personaje muestra sus esfuerzos y sufrimientos para superarse durante sus hazañas” (monografías). Son personajes ajenos a él (el anciano, el rey de Granada) los que alaban sus hazañas así como su lado humano y sentimental. El código de valores conocido como “todas aquellas virtudes que el héroe debe manejar para llegar a ser un modelo de conducta para el pueblo que lo rodea” (monografías) está formado tanto por los aspectos “competitivos” como por los “cooperativos”. De este modo, los primeros hacen referencia al lado guerrero, Rodrigo combate contra sus enemigos, y, los segundos, a los aspectos en los que el héroe da muestras de su generosidad y bondad. Rodrigo comparte ambas virtudes, por una parte, “peleando contra moros” (131) a los que se les considera enemigos en ese momento, se resalta su lado de luchador y, por otra, dejando ir a Abindarráez para reunirse con su amada y más tarde, otorgándole la libertad total vemos ejemplificado su lado más humano, generoso y solidario. Siguiendo estas características podemos concluir que este alcaide de Antequera y Álora es un ejemplo de héroe de su momento. De hecho, los héroes presentan un “móvil ético” que “se mantiene firme” y éste consiste en buscar “la justicia social y el ser solidarios con la gente” (monografías). Por su parte, Joaquín Ma. Aguirre señala que “el término héroe tiene una serie de implicaciones que transcienden el papel de “protagonista” de la novela” así como que “en el héroe se encarnan las virtudes a las que los hombres aspiramos en cada momento de la historia”. Cabe señalar que los aspectos que debe poseer el héroe varían dependiendo “de la adhesión social a los valores, esto es, del grado de acuerdo que exista en torno a la virtud” (Aguirre). De este modo, en la época en la que tiene lugar esta obra, ser español implicaba ser cristiano y ejemplo de ello lo encontramos en el siguiente pasaje: 43 Rodrigo de Narváez, notable en virtud y hecho de armas. Este, peleando contra moros, hizo cosas de mucho esfuerzo, y particularmente en aquella empresa y guerra de Antequera hizo hechos dignos de perpetua memoria: sino que esta nuestra España, tiene en tan poco el esfuerzo por serle tan natural y ordinario que le parece que cuanto se puede hacer es poco. (131) De esta manera el reconocimiento de la virtud de Rodrigo por diversas personas nos muestra cómo esa sociedad en la que vive lo ve como un héroe. Así, Joaquín Ma. Aguirre señala que: para que aparezca el héroe en la sociedad ha de tener un grado de cohesión suficiente como para que existan unos valores reconocidos y comunes. Sin valores no hay héroe; sin valores compartidos, precisando más, no puede existir un personaje que permita la ejemplificación heroica […] La condición del héroe, por tanto proviene tanto de sus acciones como del valor que los demás le otorgan. Abindarráez, por su parte, viene de una familia conocida que tuvo la desgracia de ser condenada injustamente pero el joven no es un ser reconocido y prueba de ello es que no basta sólo con decir su nombre a la hora de presentarlo sino que necesitamos información sobre su vida y persona. Ricardo Krauel apunta que “la figura de Abindarráez recibe un tratamiento que lo aproxima a una dimensión heroica” (141). Tenemos que resaltar la palabra “aproxima” porque eso significa que su figura no acaba de ser un héroe. Si nos centramos en las caracterizaciones individuales de ambos protagonistas observaremos también diferencias entre ellas así Don Rodrigo se nos presenta, desde el primer momento, como una figura modelo y ejemplar enfatizando características que destacan en este caballero: “notable en virtud y hechos de armas” (131). En este primer contacto con el caballero castellano se nos presentan sus virtudes seguidas de su relación con sus “cincuenta escuderos hijosdalgo” (132). Más tarde, lo vemos en acción: lucha y se enfrenta al joven moro. Desde el principio hay muestras de querer presentar a Rodrigo como modelo de virtud y esfuerzo por parte del autor, autor que es anónimo y críticos como Guillén apuntan a un posible origen judío de éste. Se habla de un autor judío converso con lo que si aceptamos que su conversión al cristianismo fue real, podemos entender la superioridad de la que el personaje 44 disfruta en la obra. Así, la presentación de este personaje contribuye a reflejarnos los aspectos típicos del caballero cristiano y con ello queda exaltada la virtud de éste. Su nombre nos recuerda a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid (“por todas partes va sonando la fama del Cid” (209)), con el que comparte no sólo el nombre sino la fama y el reconocimiento. De hecho, el nombre de Rodrigo ya implica fama, heroísmo y virtud por ser conocido y admirado por todos. Ambos luchan contra moros y sus combates en el área fronteriza les aportan éxito. Compartimos con María Soledad Carrasco-Urgoiti la idea de que “the character of Narváez, man of honor and seeker of fame, is sufficiently established by his name alone; that of Abindarráez can only be defined in an outpouring of memories and sentiments” (Moorish Novel 69). De hecho, don Rodrigo, como figura histórica, ocupaba un puesto importante dentro de la sociedad de la época lo que nos refleja una sociedad dividida en clases donde la nobleza tenía el poder. Entre las diversas características de Narváez podemos señalar las de ser militar de frontera, guerrero, tener fama, ser virtuoso honrado y generoso. Este personaje es un militar de frontera, con méritos conocidos y reconocidos por todos, méritos que estaban en la memoria de todos dado a su gran nivel como guerrero: “peleando contra moros, hizo cosas de mucho esfuerzo, y particularmente en aquella empresa y guerra de Antequera hizo hechos dignos de perpetua memoria” (131). Fruto del servicio a su rey y de su activa participación en la batalla, es nombrado, como hemos apuntado anteriormente, alcaide de Antequera y Álora. Estos hechos contribuyen aún más a formarnos una idea del prestigio alcanzado por este protagonista. En su caracterización encontramos referencias a su gran labor como guerrero y cómo sus acciones son recordadas: “Hizo hechos dignos de perpetua memoria” (131) a la vez que se equiparará con los héroes griegos y romanos. Gimeno Casalduero señala cómo esta “comparación grecolatina ennoblece por su parte al caballero” (5). Después se compara con 45 Darío, héroe persa y se nos recuerda en la novela cómo cuando algún hombre moría, “ponían otro en su lugar” (132). De esta manera, todos los escuderos de Narváez “tenían todos ellos tanta fee y fuerza en la virtud de su capitán […] y en todas las escaramuzas que entraban salían vencedores, en lo cual ganaban honra y provecho” (132-3). Rodrigo da muestras de su gran fama militar en el combate contra Abindarráez y en boca de este último sumaremos un ejemplo más de la fama alcanzada por Rodrigo: “Por cierto, ahora pierdo parte de mi queja pues ya que mi fortuna me fue adversa, me puse en vuestras manos, que, aunque nunca os vi sino ahora, gran noticia tengo de vuestra virtud y experiencia de vuestro esfuerzo” (139). De esta manera, el moro tras saber quién era el caballero que le ha vencido se llega a sentir hasta honrado y confia en él hasta el punto de confesarle su historia de amor y con ello revelarle sus más íntimos sentimientos. La fama de Rodrigo llega a ser reconocida hasta por el mismo rey de Granada pese a no compartir la misma ley: “Bien sé que por tu virtud te ama el Rey, aunque eres cristiano” (159). Como nos señala López Estrada, “Narváez obraba con plena conciencia de que sus hechos habían de servir como ejemplo de sus descendientes y que la fama no sólo había de perpetuarle en los libros, sino incluso en estatuas” (181) así Rodrigo, al final de la novela, en su carta a Jarifa dice: “en esta tierra nunca se me ofreció empresa tan generosa ni tan digna de capitán español” (163-4). Palabras que no son más que muestras de ese deseo constante de reconocimiento que presenta el personaje de don Rodrigo. Esta caracterización del alcaide de Antequera y Álora es completada de manera indirecta a través del cuento narrado por el hombre viejo que se encuentra el ya matrimonio moro de camino al castillo de Narváez según lo acordado. Así, refiriéndose al alcaide dice de él que es “el más honrado y virtuoso caballero que yo jamás vi” (156). A través de esta historia de amor de 46 Narváez con una dama casada tenemos más aspectos que nos describen a Rodrigo dejándonos ver su lado más sentimental. Sabemos que ella está casada y, en un primer momento, se resiste al cortejo del alcaide. Sin embargo, la mujer cambia de actitud tras oír las buenas palabras con las que su marido habla sobre Rodrigo (“es el más valiente y virtuoso caballero que yo hasta hoy vi” (156)) y llega a sentir deseos de estar con él: “yo soy vuestra de aquí en adelante […] esto no lo agradezcáis a mí […] más agradesceldo a mi marido, que tales cosas me dijo de vos, que me han puesto en el estado en que ahora estoy” (157) haciéndole saber que “vos debéis a mi marido más que él a vos” (157) confesándole con ello la admiración de su esposo así como los buenos comentarios que de él había realizado. La respuesta de Rodrigo ante las palabras de la dama es firme: Yo os quiero mucho y os querré de aquí adelante mas nunca Dios quiera que a hombre que tan aficionadamente ha hablado de mí, haga yo tan cruel daño. Antes de hoy más, he de procurar la honra de vuestro marido como la mía propria, pues en ninguna cosa le puedo pagar mejor el bien que de mí dijo. (157) Con ello desaparece cualquier relación posible entre ambos y entra así el código del honor mientras la virtud del alcaide, tan exaltada en toda la obra, sigue triunfando. Fruto de esta respuesta, el anciano que cuenta la historia, por su parte, vuelve a insistir en la virtud de Narváez: “el caballero a mi parecer usó de gran virtud y valentía, pues venció su misma voluntad” (158). Así, se ejemplifica la honra de este caballero cristiano al anteponerla ante el amor. No se deja llevar por sus sentimientos sino que tenemos aquí al caballero “perfecto” que no se interpone entre la pareja y actúa movido por la honra: “pudo más con él la honra del marido que la hermosura de la mujer” (158). Como nos señala Gimeno Casalduero, tenemos “el triunfo de Rodrigo sobre sus pasiones y sobre sus deseos” (16-7). Las actuaciones del alcaide, su generosidad y amistad, completan las virtudes de éste. Así, el hecho de mostrarse generoso con su cautivo; de preocuparse por él preguntándole porqué 47 llora; de escucharle; de ligarle las heridas; de liberarle en un principio temporalmente y, más tarde, definitivamente; y el hecho de intervenir para conseguir que el padre de Jarifa los perdone pidiendo ayuda al rey de Granada contribuyen a la imagen del buen caballero cristiano. Gimeno Casalduero nos apunta cómo el alcaide aparece “como famoso caballero, como militar valiente y esforzado, resumen de las características del héroe, arquetipo y compendio de virtudes” (5). Esta imagen de Rodrigo es tal que Jarifa, en una de sus pocas intervenciones, dice al final de la obra: “Quien pensara vencer a Rodrigo de Narváez de armas y cortesía, pensara mal” (164). Cerrando la obra con la alabanza del alcaide que no sólo ha estado presente al inicio sino que se ha mantenido a lo largo de toda la novela. Por otra parte, si nos centramos en la caracterización del moro vemos como sigue el proceso opuesto utilizado para describir y presentar a don Rodrigo del que primero conocemos sus virtudes y luego le vemos poner en práctica su lado guerrero. En el caso de Abindarráez, en un primer momento le “oímos” cantar, después le vemos luchar contra el grupo de cristianos acabando el combate cara a cara con don Rodrigo y, finalmente, es después de la lucha cuando nos narra su propia historia junto con los motivos de su pesar tras hacerle prisionero. En lo que se refiere a la historia de este protagonista, observamos cómo es el propio joven moro el que nos relata lo ocurrido al linaje de los Abencerrajes, su familia, y de esta manera nos da muestra de su virtud. Llama la atención el hecho de que lo conozcamos a través de lo que él mismo nos cuenta sin que otros nos describan aspectos del joven. Esto nos lleva a pensar la fuerte unión existente entre su linaje y él y al hecho de relatar él su historia le da un toque muy personal contándola en primera persona. A través de su historia amorosa con la joven Jarifa, se acaba de completar la presentación de éste conociendo de esta manera su lado más sentimental. De nuevo vemos cómo no es una tercera persona la que nos desvela el lado amoroso, como ocurría con Rodrigo, sino 48 que es el mismo joven el que nos expresa sus propios sentimientos representando con ello la voz poética, y en definitiva, la literatura. De esta manera, a diferencia de la presentación del alcaide, lo primero que conocemos de Abindarráez no es su nombre sino que es moro y su aspecto físico: “un gentil moro en un caballo ruano; él era grande de cuerpo y hermoso de rostro y parescía muy bien a caballo” (134). María Soledad Carrasco-Urgoiti en el capítulo 4 de The Moorish Novel señala que “the description of the Moorish horseman’s colorful garb and arms reflects a practice of frontier ballads, as well as of the relaciones describing the pageantry of sixteenth-century festivals and tournaments” (69). La descripción del joven se completa con la ropa que llevaba: “traía vestida una marlota de carmesí y un albornoz de damasco del mismo color, todo bordado de oro y plata” (134). De acuerdo con Laura R. Bass, “the narrator introduces Abindarráez by drawing attention to his exotic allure” (459). El vestido de carmesí, de acuerdo con López Estrada, es el “símbolo de la osada pasión que arrastraba al moro hacia su amada” (163). Podemos ver en esta primera presentación del Abencerraje un intento por señalarnos a los lectores que el personaje que está siendo caracterizado es moro y posee un cierto nivel económico ya que llevaba bordados de “oro y plata” (134). Ambos aspectos quedan desde el primer momento enfatizados. Según Laura R. Bass, “Abindarráez is the stereotypical exotic Moor who functioned in the Castilian imaginary as repository onto whom the cristianos viejos could project a sensuality which they admired and yet from which they sought to distance themselves” (459). Siguiendo la presentación del Abencerraje, vemos cómo tras saber que “traía el brazo derecho regazado y labrada en él una hermosa dama” (134), el joven canta: “Nascido en Granada,/ criado en Cártama,/ enamorado en Coín,/ frontero de Álora” (135) y con ello 49 podremos establecer el espacio geográfico donde tiene lugar la acción de la obra. Si nos centramos en esta canción nos encontramos con “the portrayal of frontier life, with its concrete references to time, place, and renowed figures or facts [which] provides a seemingly accurate setting that enhances verisimilitude” (Carrasco-Urgoiti, Moorish Novel 67). A través de estas referencias tenemos muestras de la organización y distribución de moros y cristianos. En palabras de Carrasco-Urgoiti: “the action involves Castilians stationed in Álora and Moors living in Cártama and Coín” (57). Esta canción tiene importancia no sólo porque nos sitúa topográficamente la acción de la novela, como hemos señalado, sino porque se nos resume la vida de Abindarráez centrada en cuatro momentos, en palabras de Gimeno Casalduero, tenemos en esta canción la historia del Abencerraje: “el nacimiento en Granada, su niñez y juventud en Cártama, su matrimonio en Coín y la solución de sus problemas en Álora” (7). De acuerdo con Víctor de Lama y Emilio Peral Vega, “la novela morisca perpetúa los valores propiamente caballerescos” (116) de manera que “la belleza física, la rica indumentaria, su amor abnegado y su valor y maestría en el uso de las armas” (116) nos muestran un Abindarráez como caballero que sabe luchar y defenderse aunque es el alcaide cristiano el que gane la batalla y el que disponga del joven moro como prisionero. En el texto se nos da muestra del moro guerrero y de su arte en el combate: “contra el moro eran tres cristianos, que cada uno bastaba para diez moros, y todos juntos no podían con este solo” (136) e incluso “a poco rato tenía de los tres los dos en el suelo” (136-7) en un intento de mostrar la valentía del moro. Víctor de Lama y Emilio Peral Vega señalarán que “el Abencerraje se iguala con el héroe cristiano en el ejercicio de su voluntad y en la práctica de su virtud; pero no sólo actuará movido por el ejemplo de Narváez, sino especialmente por honrar a su estirpe” (117). De hecho, el Abencerraje lucha porque se enfrentan a él y como dice Carrasco- 50 Urgoiti: “ The Abencerraje is not a knight in search of adventures” (Moorish Novel 69). Abindarráez es el encargado de recuperar el honor de su familia y sólo le vemos pelear y combatir cuando está en juego su vida. Quizás podamos ver un intento de querer incorporar al moro dentro de la sociedad castellana y, más específicamente, de la antequerana. De hecho, podemos decir que el moro representa la parte pasional y sentimental, aspecto que no tiene que entenderse como algo negativo. Es este personaje el que ejemplifique esta característica de la sociedad. Después de ambos “trabar brava escaramuza” (137) y salir vencedor el cristiano. El joven moro se presenta como “Abindarráez el mozo” (139) y nos señala la desgracia de su familia, “los Abencerrajes de Granada” (139). Tras unas acusaciones (presuntamente falsas) de traición al rey, éste decide el exterminio de todos los caballeros del linaje de los abencerrajes, a excepción de dos: el padre y el tío de Abindarráez. Con el fin de este linaje, son los cristianos los que tienen el poder. Consecuentemente, Abindarráez ahora no representa una amenaza. En palabras del moro: Resultó de este infelice caso que ningún Abencerraje pudiese vivir en Granada salvo mi padre y un tío mío, que hallaron inocentes de este delicto, a condición que los hijos que les naciese[n], enviasen a criar fuera de la ciudad para que no volviesen a ella, y los hijos casasen fuera del Reino. (142) En los abencerrajes confluían una serie de características y rasgos que los convertía colectivamente en arquetipo social: “eran la flor de todo aquel reino, porque en gentileza de sus personas, buena gracia, disposición y gran esfuerzo hacían ventaja a todos los demás” (140). Abindarráez, valiente como miembro de la casta a la que pertenece con “buena disposición y valentía” (138), se presenta como el heredero de este linaje y su función tiene que ser la de restaurar el prestigio perdido. Más tarde el moro en su discurso le confiesa al cristiano su amor por la joven Jarifa. 51 En esta novela con el Abencerraje tenemos la figura del moro sentimental. Por una parte, una de las características de Abindarráez son sus suspiros. Así, “dio un grande y profundo sospiro” (138) razón por la cual Rodrigo le preguntará el motivo de su tristeza. En el plano sentimental, el abencerraje sufre dos separaciones, la primera tiene lugar cuando la familia de su amada Jarifa se traslada de Cártama a Coín ya que “El Rey de Granada, por mejorar en cargo al alcaide de Cártama, envióle a mandar que luego dejase aquella fuerza y se fuese a Coín […] y que me dejase a mí en Cártama en poder del alcaide que a ella viniese” (146). La segunda separación viene de la mano del caballero cristiano ya que éste le hace prisionero. Abindarráez es, por tanto, un doble cautivo, tanto del amor que siente por Jarifa como de Narváez. Esto nos muestra como es un personaje que no tiene el control sobre los acontecimientos y las situaciones en las que se ve envuelto. El joven moro vuelve a suspirar una vez casado ya con Jarifa, razón por la cual ella duda de que él sienta la misma alegría que ella después de haber conseguido su unión y acaba preguntándole: “¿por quién suspiras?” (153). El moro le contesta “con un apasionado sospiro” (154), la razón por la cual él se siente así: señora mía, si yo no os quisiera más que a mí, no hubiera hecho este sentimiento, porque el pesar que conmigo traía, sufríale con buen ánimo cuando iba por mí solo; mas ahora que me obliga a apartarme de vos, no tengo fuerzas para sufrirle, y así entenderéis que mis suspiros se causan más de sobra de lealtad que de falta de ella. (154) Abindarráez reconoce su doble cautiverio fruto del amor, por una parte, y de ser prisionero de Narváez, por otra: “vuestro captivo lo es también del alcaide de Álora” (154) Rodrigo le concede a Abindarráez la libertad provisional a cambio de que éste cumpla con su palabra: “si tú me prometes como caballero de volver a mi prisión dentro de tercero día, yo te daré libertad para que sigas tu camino” (149). El moro da muestras de ser un hombre de palabra al cumplir lo prometido aunque ello suponga separarse de su amada y pese a que ella 52 intenta convencerle de que no vuelva. Con Jarifa tenemos la figura de la mujer como “tentadora” del mal y del pecado pero Abindarráez no se deja llevar por la pasión que siente por ella y todo se resuelve gracias a su lealtad y firme palabra. En los romances fronterizos, como nos señala López Estrada, “el cautiverio es una dura prueba para el prisionero” (112), prueba que supera gracias a la ayuda de Narváez no sin antes demostrar el joven moro que es un hombre de palabra, cumple lo pactado. En su vuelta, el joven moro no está solo sino que su ya mujer, Jarifa, decide acompañarlo. Carrasco-Urgoiti apunta como “with this gesture, the Moorish protagonist is now placed on the same moral level as the Christian” (Moorish Novel 71) pero no podemos olvidarnos de que vuelve para ser prisionero del alcaide porque éste le ha permitido marcharse con una condición. También Carrasco-Urgoiti destaca el hecho de que “aunque Narváez encarne el prototipo del caballero virtuoso, también Abindarráez discierne matices de conducta, y en su momento pondrá la nota más alta en la escala de acciones honrosas al regresar al cautiverio sin que le fuerce a ello más coacción que la de haber empeñado su palabra” (56). Sin embargo, si el moro es personaje literario y una figura algo domada tenemos con esto una fantasía del moro que se rinde por su propia voluntad. No hay que olvidar que mientras Abindarráez vuelve al castillo, cumpliendo con ello su promesa, tenemos una historia, la de la dama de Antequera, que vuelve a poner en un alto peldaño a Narváez, dejándonos ver con ello su gran virtud y honra. Tenemos que enfatizar la diferencia entre el alcaide, del cual podemos llegar a aceptar su virtud, y el Abencerraje ya que éste tiene que demostrárnosla. De esta manera tiene que realizar este gran hecho para que podamos equipararlo al caballero cristiano. De nuevo podemos decir que aquí es Narváez el que establece el punto de virtud. En palabras de Israel Burshatin: “Abindarráez’s caso triste finds its 53 happy resolution in a world where Rodrigo pulls the strings” (206). Narváez le ayuda colaborando con ello a cambiar la mala fortuna del joven. También podemos interpretar la historia amorosa de Narváez como un deseo del autor de verle fallar pero este actúa de manera que le honra aún más en su caracterización. La fortuna, presente en las desgracias del moro (la mala suerte de su familia, la derrota frente a Narváez, etc.) es sustituida por la virtud del moro: cumple su promesa (pese a que Jarifa intenta convencerlo) y pide al caballero cristiano que interceda para conseguir el perdón del padre de Jarifa ya que se han casado sin su aprobación y consentimiento. Importancia aquí de la virtud del moro ya que ésta colabora a resolver ciertos problemas existentes en la obra: vuelve a ser prisionero de don Rodrigo y éste decide dejarlo libre. La fortuna, pues, aparece asociada al moro y, de acuerdo con López Estrada, ello concede al moro “un cierto carácter gentil (al menos, no-cristiano) en un punto en que se podía dar a esta intervocación un doble sentido. Los moros no hablan de “Alá”, sino de la corta suerte o determinación del cielo” (190-1). Al personaje moro se le atribuye todo lo vulnerable, lo cambiante y lo inestable. Encontramos en El Abencerraje una abundancia de citas que hacen referencia a la fortuna. Éstas fueron usadas por los escritores del siglo de oro, quizás como a modo de tópico, y en esta obra vemos cómo el escritor anónimo también hace uso de ella: “mirad que en la guerra los caballeros han de ganar y perder, porque los más de sus trances están subjectos a la fortuna” (138); “verás si bastan los casos de mi fortuna a derribar un corazón de un hombre captivo” (139); “quiso la fortuna, enemiga de su bien” (141); “considera cuánto tarda la fortuna en subir un hombre, y cuán presto le derriba” (142); “si la fortuna nos permitiese vivir siempre juntos” (145); “quiso la fortuna, envidiosa de nuestra dulce vida, quitarnos este contentamiento” (146); “suplícote alcances de él que nos perdone su padre por haber hecho esto sin que él lo supiese, 54 pues la fortuna lo trajo por este camino” (159-60), etc. La fortuna aparece prácticamente siempre en boca del moro y cuando éste habla con su esposa (Rodrigo utiliza este término una vez pero es para hacer referencia al moro). Muchas son, pues, las referencias a la ventura de los hechos que tienen que ver con el moro y de ahí el gran papel que toma Narváez al cumplir lo que dijo, que su virtud podía más. El autor anónimo aquí une la visión pagana del moro junto con el mundo cristiano al que representa Narváez. Narváez le comunica que puede su virtud sobre su mala fortuna: “Abindarráez quiero que veas que puede más mi virtud que tu ruin fortuna” (149). Rodrigo deja claro su poder que él nombra como “virtud”. Esto podría interpretarse como el deseo, por parte del alcaide cristiano, de creer en el poder de la virtud, poder que intenta transmitir a su oyente y a nosotros como lectores. Israel Burshatin dirá: “the analogy between él and fortuna remind us that Abindarráez and his world exist by the grace of a protean conqueror who can turn from foe to friend, elicit the story and inscribe himself in it as a deus ex machina” (207). Siguiendo esta idea, podemos ver de nuevo una superioridad del caballero cristiano frente al joven moro. A primera vista, en El Abencerraje nos encontramos con un ejemplo de lección de generosidad entre personajes de distintas creencias y observamos cómo hay una omisión de las cuestiones que hacen referencia a las diferentes religiones o “leyes”. La sociedad española de la época no compartía las prácticas religiosas de los musulmanes así que llama la atención que en esta novela haya en cierta manera una alabanza al moro Abindarráez. Sin embargo, ésta queda cubierta al alabarse el comportamiento honorable de los antepasados del moro hasta el punto de ser “muy estimados del rey y de todos los caballeros, y muy amados y quistos de la gente común” (140) oponiéndose ello a la condición actual de Abindarráez: prisionero de Narváez. Esta situación le permite al cristiano dar muestras de su gran generosidad con lo que éste 55 consigue mayor fama, aspecto que le interesa. López Estrada señala cómo “la clemencia con el vencido y la templanza en la victoria fueron consideradas entre los antiguos señales de virtud que honraban a los grandes capitanes” (203) y aquí Rodrigo lo ejemplifica. De nuevo la lectura de López Estrada se centra en la virtud y en las generalizaciones humanas olvidándose y dejando de lado los aspectos relacionados con la confrontación existente entre ambos personajes. Es cierto que no hay un intento de conversión del moro pero tampoco podemos pasar por alto el hecho de que resaltando la virtud del alcaide cristiano al caracterizarse como “salvador” del joven moro se le está dando una superioridad al caballero Narváez con lo que en El Abencerraje, tras esa apariencia pacífica de convivencia, existe una ley cristiana que sobresale y se ha intentado enfatizar desde el primer momento, contrariamente a la lectura realizada por López Estrada o Casalduero, entre otros. En cierta manera, podemos decir que Narváez es una persona con poder dentro de la sociedad del momento así por su conocida fama de virtuoso es el encargado de mediar entre Jarifa y su padre tras ésta haber contraído matrimonio con Abindarráez en secreto. Es el mismo moro el que le pide a Rodrigo que interceda hablando con el rey de Granada: “suplícote alcances el él que nos perdone su padre por haber hecho esto sin que él lo supiese” (159-60). La respuesta del alcaide es breve pero tranquilizadora y con ello esperanzadora: “Consolaos, que yo os prometo de hacer en ello cuanto pudiere” (160). Acto seguido escribe al rey de Granada. Por otra parte, dos son los temas que comparten protagonismo en El Abencerraje: el heroico y el amoroso, siguiendo la estructura binaria presente en toda la obra. Como nos señalan De Lama y Peral Vega, “el tema heroico debe entenderse en un sentido amplio, incluyendo lo militar y lo moral” (129). Los dos personajes lo comparten así, mientras Narváez se nos presenta como un “héroe en el manejo de las armas” (129), Abindarráez “da claras muestras de heroísmo 56 en el combate desigual que libra en la escaramuza” (129). Una vez se ha puesto fin al combate entre ambos personajes, nos encontramos la muestra de sus cualidades morales. Así, Narváez escucha al moro relatar su triste historia, le liga las heridas y le concede la libertad temporalmente. A medida que avanza la acción vemos cómo sigue la muestra de características morales por parte del alcaide cristiano así intercede ante el rey de Granada y finalmente otorga la libertad a su prisionero. Llama la atención el hecho de que el rey de Granada inmediatamente haga lo que Narváez le pide y hable con el alcaide de Coín: No te congojes, aunque tengas pro qué; sábete que ninguna cosa me pedirá el alcaide de Álora, que yo no la haga. Y así te mando que vayas luego a Álora y te veas con él y perdones tus hijos y los lleves a tu casa, que, en pago de este servicio, a ellos y a ti haré siempre merced. (161) El padre de Jarifa obedece a su Rey mostrándonos con ellos la imagen del súbdito que no se rebela y cumple lo que le mandan, no se opone a pesar de que lo “sintió en el alma, mas viendo que no podía pasar del mandamiento del Rey, volvió de buen continente y dijo que así lo haría, como su alteza lo mandaba” (161). Esta reacción inmediata del rey de Granada frente a la petición de Rodrigo es una muestra más de la fama y el poder del personaje cristiano por una parte, dentro de la obra y, por otra, dentro de la sociedad del momento. Por parte de Abindarráez también encontramos ejemplos de cualidades morales, así éste vuelve según lo prometido al castillo del cristiano como su prisionero, y no se deja influir por las palabras de su amada y acabará enviando un presente a Narváez fruto de su agradecimiento al conseguir la libertad. El amor, otro tema presente en la obra, es presentado por Abindarráez quien nos va relatando “la progresión de su amor en una serie de cuadros consecutivos: en la niñez, en la adolescencia, en la juventud y en la separación” (De Lama y Peral Vega 124) es un sentimiento que surge entre él y la hija del alcaide de Cártama. Ambos se crían juntos, hecho que les hace pensar que son hermanos y así “nasciónos de esta conformidad un natural amor que fue 57 creciendo con nuestras edades” (143). Para describir esta primera etapa, Abindarráez apunta al mundo mitológico grecolatino empezando con la alusión a la fábula de Píramo y Tisbe fruto de la contemplación de la hermosura de Jarifa. De Lama y Peral de Vega nos recuerdan el pasaje de la Metamorfosis de Ovidio donde se resalta la hermosura tanto de Píramo como de Tisbe: “él el más bello de los jóvenes, ella la más excelsa de las muchachas que en Oriente había […] La vecindad hizo que se conocieran y que su amistad diera los primeros pasos, el tiempo hizo que creciera su amor” (125). Una vez el amor se manifiesta de manera más explícita, el joven moro se apoya en la fábula de Sálmacis y Troco, otro nombre utilizado para Hermafrodito, y cómo quiere Abindarráez ser éste para despertar ese sentimiento del amor en su amada: “¡Oh, quién fuera Troco para parecer ante esta hermosa diosa!” (143). Tras el paso de la guirnalda de uno al otro, llega el momento donde son conscientes que no son hermanos pasando a ser el amor algo doloroso, “una rabiosa enfermedad que nos durará hasta la muerte” (146). Después del reconocimiento viene la separación que culmina con el matrimonio y la unión de ambos. Como nos señala Víctor de Lama y Emilio Peral Vega, en lo que se refiere al matrimonio de los jóvenes moros enamorados, observamos elementos propios de los libros de caballerías: “el recurso de la dueña, las señales, los lugares secretos hasta llegar a la cámara iluminada de Jarifa” (109). Ésta no es la única historia de amor ya que también Narváez se enamora. Sin embargo, el final no es el mismo ya que en esta relación el amor no llega a culminar. Esta historia tiene lugar en un episodio contado retrospectivamente por un anciano. Este amor y heroísmo que comparten temática en esta obra nos muestran características de ambos aspectos en los dos protagonistas. Mientras que Abindarráez destaca por lo primero y Narváez, lo hace en lo segundo. Desde el primer momento, Abindarráez se presenta como moro sentimental pero no ocurre lo mismo con la figura de Narváez. De esta manera, el toque íntimo 58 del alcaide tiene lugar en la historia que el anciano cuenta. Historia que, como ya hemos comentado, contribuye a que el moro confíe aún más en el caballero cristiano y ensalza la honra del alcaide. Por su parte, Abindarráez vuelve con su mujer a ser prisionero y Narváez no acepta a la dama de Antequera por honrar al marido de ésta que tan bien ha hablado de él. Para concluir, tenemos que señalar cómo el crítico Pedro R. León ve “el vocablo de ‘cortesía’ como clave temática y estructural de la novela” (256). Así, este sustantivo asociado a la “gentileza” y “gracia”, “se aplica a las acciones de moros y cristianos en un sistema de intercambio de ‘servicios’ y ‘mercedes’ ” (León 256). Hay muestras de dar y recibir pero, como nos recuerda este crítico, ‘cortesía’ “aparece en la novela usado exclusivamente con relación a Rodrigo de Narváez” (257). Es el término “gentil” el elegido para caracterizar a Abindarráez. Nos encontramos, pues, con diferencias a la hora de utilizar los sustantivos y adjetivos con respecto a los dos caballeros. Éstos se seleccionan dependiendo de lo que más se quiera resaltar. Así, la cortesía y la virtud están relacionadas con Narváez y la gentileza y valentía con Abindarráez. López Estrada nos señala que en El Abencerraje, el término ‘cortesía’ “recoge la conducta de Narváez más allá del simple hecho de la guerra, y, en este caso, los efectos de la virtud” (188). Este término “equivale aquí a virtud civil y coincide con el uso contemporáneo” (León 257). Dos son los temas principales y tanto la cortesía como la virtud son dos constantes a lo largo de esta novela. También son dos los protagonistas y cada uno de ellos representa una ley (cristiana y musulmana) y una faceta (historia y literatura). Hemos intentado examinar la superioridad del cristiano y con ello de la historia en una jerarquía donde la “ley” musulmana y la voz íntima y poética ocupaban un lugar secundario. Podemos concluir cómo esta obra muestra los distintos niveles así como la superioridad de unos sobre otros. 59 De acuerdo con De Lama y Peral Vega, “la crítica ha descubierto abundantes huellas de la filosofía de Séneca en El Abencerraje” (130). El punto central de esta filosofía es “el concepto de virtud” (131), aspecto constante en toda la obra. Ambos críticos nos recuerdan cómo Casalduero señala que Séneca “identifica la virtud con el bien supremo, en tanto que atribuye los bienes inferiores a la fortuna. Por eso divide a los hombres en dos grupos: los que buscan la virtud y por eso logran la felicidad; y los que se encaminan a otros bienes y están sometidos a la fortuna” (131). En esta obra queda ejemplificado cómo cada uno de los protagonistas forma parte de un grupo distinto y cómo el personaje moro, representante de lo cambiante y vulnerable, no logra la felicidad completa al no poder volver y ser reconocido por todo su pueblo granadino. Como hemos comentado, a diferencia del héroe Rodrigo de Narváez, Abindarráez será muestra de un medio héroe. 60 CAPÍTULO 4 (RE)LECTURA DE EL ABENCERRAJE A TRAVÉS DE A LA SOMBRA DEL GRANADO A la hora de examinar El Abencerraje nos encontramos con una obra escrita por un autor anónimo en el siglo XVI (impresa hacia 1560) cuya acción tiene lugar un siglo antes (1484). Centrada en el sur de la Península Ibérica nos muestra, de manera un tanto idealizada en algunos aspectos, la convivencia o, mejor dicho, la coexistencia tensa entre dos “leyes”: la cristiana y la mora. El Abencerraje presenta aspectos tanto de ficción como de novela histórica. Así, por una parte, nos encontramos con un reflejo de las relaciones hispano-musulmanas de la época un tanto idealizadas ya que no sólo cada personaje mantiene su “ley” sino que el personaje cristiano, Rodrigo de Narváez, se muestra generoso con el personaje moro, Abindarráez. Acto que se aleja de la realidad ya que “la fechas de composición de este relato coincide exactamente con la generación del mayor descontento morisco y de su catástrofe” (Shipley 116). Pese a que la acción tiene lugar un siglo anterior, las tensiones entre ambas “leyes” ya se habían hecho notar desde el siglo XV con las primeras restricciones impuestas a la población musulmana. Así, tenemos precisiones de lugar y del momento histórico junto con la evocación de la vida de frontera. Cártama y Coín son presentadas como fortalezas moras y los protagonistas tienen relación con otros personajes y linajes que forman parte de la historia: Rodrigo de Narváez y los Abencerrajes. Como nos apunta Carrasco-Urgoiti, “el elemento histórico […] 61 adquiere mayor importancia y dignidad en la novela, al identificarse el personaje cristiano con un caballero ilustre y abrirse amplias vistas sobre la Granada mora, histórica y legendaria” (252). Hemos comentando en el capítulo anterior la función binaria que presentan los dos protagonistas, uno cristiano y el otro moro, así como la superioridad de la ley cristiana representada por Narváez tanto en el siglo XV como en el posterior. Compararemos El Abencerraje con otra novela cuyo punto de vista es el musulmán para establecer las semejanzas y diferencias entre ambas y así analizar la presentación de cada obra sobre las relaciones hispano-musulmanas en un texto literario. Con ello podríamos examinar la figura del moro y la del cristiano presentada desde una perspectiva musulmana y así, contrastarla con la presentada en la obra anónima. Para ello tomaremos como referencia las ideas propuestas por el teórico Edward W. Said. Éste en su obra Orientalism “examines the development of Western conceptions and representations of the Orient from the middle of the eighteenth century to the present” (Kennedy 2). Con ello tenemos el análisis de las diferentes relaciones de poder. Valerie Kennedy, por su parte, nos recuerda las palabras de Said: “ ‘the Orient is not an inert fact of nature’, but that it is, like the Occident, ‘man-made’” (16). Fruto de la concepción del mundo occidental, éste es visto como “rational, peaceful, liberal, logical, capable of holding real values, [and] without natural suspicion” (16). Rasgos que enfatizan las diferencias que existen entre la parte este y la parte oeste. Said matiza el punto de vista occidental donde “the opposition between ‘our’ world and ‘theirs’ always implies that ‘our’ world is superior to ‘theirs’ and that ‘their’ world depends on ‘ours’” (23). Con ello, la historia de Rodrigo de Narváez y Abindarráez narrada desde otro punto de vista, el del otro, el de Oriente, tendría un final muy distinto a ese final feliz del que acaban 62 disfrutando los protagonistas y los que les rodean en El Abencerraje. Así, al final de esta obra “quedaron los unos de los otros muy satisfechos y contentos y trabados con tan estrecha amistad, que les duró toda la vida” (164). Sin embargo, este tipo de amistad ideal y final feliz no se ve en obras como A la sombra del granado: Una novela de la España musulmana (1992) de Tariq Alí donde, lejos de toda armonía e igualdad, se acaba con la muerte de los personajes. Nos encontramos con otro capitán literario, Hernán Cortés. A diferencia de Narváez, caracterizado como virtuoso, éste es presentado con características negativas y sus acciones nos lo muestran como un personaje “malo”, capaz de matar hasta un niño por el hecho de ser musulmán. Así, éste “enfurecido, desenvainó su espada y la hundió en el corazón del niño […] murió en el acto” (281). De este capitán y su identidad hablaremos más adelante. En esta obra se nos describen y se nos muestran las distintas relaciones hispano-musulmanas en la Península Ibérica en los siglos XV y XVI. Sin embargo, en esta ocasión se ve a los seguidores de la “ley” cristiana como una amenaza total para la población musulmana. A través de los dos textos veremos las diferencias y semejanzas a la hora de mostrarnos este contacto entre ambas culturas. Con la obra de Tariq Alí nos encontramos con una fecha de publicación cercana a nuestros días, 1992, pero su acción se sitúa siglos atrás, en los siglos XV y XVI. Estos siglos coinciden con el momento en que la historia de Abindarráez y Narváez tiene lugar. Ambas obras comparten ciertos aspectos a los que se acercan de manera muy diferente. En primer lugar, A la sombra del granado: Una novela de la España musulmana fue escrita por un historiador y novelista nacido en Pakistán que estudió en la Universidad de Oxford. Con ello tenemos una persona bicultural que escribe en inglés. Esto nos lleva a pensar en una posible intención de que sus obras lleguen a un gran número de gente. No se limita a escribir para un público meramente musulmán sino que, por el contrario, quiere llegar también a un 63 público occidental. Esta novela fue escrita en inglés y, más tarde, se tradujo al español y ganó el premio Arzobispo San Clemente del Instituto Rosalía de Castro compostelano al ser considerada como la mejor novela publicada en lengua extranjera en 1994. Tariq Alí no es un escritor tradicional sino que nos encontramos con un autor que intenta trasmitirnos su visión política a través de la literatura y con ello presentarnos su visión. Así, además de la obra que vamos a comentar, tiene otras publicadas entre las que destacan Bush in Babylon: The Recolonization of Iraq y The Clash of Fundamentalism: Crusades, Jihads and Modernity. En ellas podemos observar cómo “noveliza” su actitud y visión política. Tariq Alí, influenciado por Said, nos refleja en su obra A la sombra del granado, otra visión distinta de las relaciones hispanomusulmanas que tenemos en El Abencerraje. Todos estos datos nos alejan de una posible presentación positiva de la sociedad occidental y, más específicamente de la sociedad española y cristiana del siglo XVI y desde las primeras líneas de la obra podemos apreciar cómo se nos anuncia una tragedia que, como más tarde sabremos, marcaría y acabaría con toda una población de la Península Ibérica: “-Si las cosas continúan así- dijo Ama con la voz distorsionada por una boca semidesdentada-, sólo quedará un recuerdo fragante de nosotros” (15). Ama, miembro de la población musulmana que vive en suelo peninsular, nos anuncia con sus palabras cómo se avecina el fin de sus costumbres y tradiciones. De acuerdo con Deborah Root: while Muslims had always been “different” from Christians in Spain, this difference had not been an issue to be systematically adjudicated by law (except in occasional statues) until the end of the fifteenth century, when the last independent Muslim territories in Spain were conquered and the country began unification under Christian and royal authority. (119) Así, la situación de la población musulmana es diferente después de la caída de Granada (1492). A raíz de eso, se promulgan edictos en contra de su ley, enfrentándose así al terrible dilema de perder su identidad o, por el contrario, emprender el camino del exilio. Muchas son las 64 referencias a ambas direcciones y dentro del grupo de personajes tenemos la representación de los que siguen la primera y de los que, por otra parte, se resisten a abandonar sus creencias y mucho menos cambiarlas. Dentro del primer grupo podemos resaltar el personaje de Miguel, convertido al catolicismo. Éste es visto por su familia musulmana como el que ha vendido su alma y el que venera “imágenes de hombres sangrantes clavados a cruces de madera” (20). Sin embargo, antes de convertirse al cristianismo, “era el hombre más limpio del mundo” (20). Pero a medida que avanza la novela, nos sorprende con sus palabras: ¿Creéis que me ha gustado cambiar de religión? […] He llegado a un punto en que ya no puedo seguir ocultando la verdad. Amo esta casa y esta aldea y justamente porque deseo que ambas subsistan y que vosotros prosperéis os pido, una vez más, que penséis con seriedad. Ya es tarde, pero si hacéis lo que os digo, todavía podréis salvaros. (153) Así, no vemos una conversión a la otra ley con convicción sino que más bien parece un intento de salvar su vida. Sabemos que este obispo de Qurtuba (la actual Córdoba) decide cambiar de religión tras la muerte por envenenamiento de su madre la cual se había quedado embarazada supuestamente del mismo Miguel. Tras este suceso, éste decide huir y encuentra en la conversión una salida y una manera de escapar de todo lo sucedido. Hemos visto cómo él mismo reconoce que no le ha gustado ese cambio de religión y sus acciones son ejemplo también de que su corazón sigue siendo musulmán. Así, tras la muerte de su hermana, “pensando que aún era Meekal, cogió un puñado de tierra, lo arrojó sobre el cuerpo de su hermana y unió sus manos para rezar a Alá” (176). Tras ver a Juan, cristiano, persignarse, “recordó su identidad eclesiástica y se arrodilló a rezar” (177). Éste intenta convencer a su familia a convertirse pero, pese a sus consejos, personajes como Umar bin Abdallah se niegan a ello. Umar ya se lo había comentado anteriormente al cristiano don Iñigo: “mi familia no está dispuesta a jurar lealtad a la Iglesia romana ni a ninguna 65 otra” (88). Sin embargo, a medida que pasa el tiempo y las restricciones son mayores va reconociendo cómo no tienen muchas opciones. Así, Umar, “miembro principal e insigne de la comunidad” (134), acaba exponiendo las soluciones y vías que ve ante la situación cada vez mayor de opresión que les rodea. Así, dice que: hay tres formas de salir de este laberinto. La primera es hacer lo que muchos de nuestros fieles hicieron en otros sitios: convencernos de que un enemigo razonable es mejor que un amigo ignorante y convertirnos a su religión, mientras que en nuestros corazones creemos en lo que queremos […] La segunda posibilidad es resistir cualquier incursión en nuestras tierras luchando hasta la muerte […] La última opción es abandonar las tierras y las casas que edificaron nuestros antepasados cuando el suelo estaba cubierto de grandes rocas. (134-5) Son conscientes de una realidad: “creer en lo que creemos nos costará sacrificios” (135) y es que, sea cual sea el camino que cada persona elija, va a suponer un cambio en sus vidas. No es extraño entender la posición de muchos de ellos que se resisten a desligarse de sus costumbres pero también podemos encontrar personajes que apuntan que “la única forma en que vosotros, vuestros hijos y sus hijos sobrevivan en estas tierras es aceptar que la religión de vuestros padres y de sus padres está a punto de desaparecer” (137) haciendo referencia a las fuertes medidas y prohibiciones que se llevaron a cabo en contra de esta población musulmana. Con ello hubo gente que decidió convertirse: “No había nada que los aldeanos temieran tanto en el mundo como la posibilidad de que los separaran de las tierras que ellos y sus antecesores habían cultivado durante siglos” (61). Así, “si la única forma de conservar sus hogares era convertirse al catolicismo, muchos estaban dispuestos a pasar por esa ordalía para sobrevivir. El primero de ellos sería el senescal de la familia, Ubaydallah, cuyos únicos dioses eran la seguridad y la riqueza” (61). Una diferencia entre ambas obras es el hecho de que mientras en El Abencerraje no hay ningún intento de conversión y la religión no se trata de manera explícita, en la novela de Tariq 66 Alí, la religión es punto importante. Nos encontramos no sólo con la conversión de personajes al catolicismo sino también la conversión de personajes al Islam. Éste es el caso de una joven a la que “le ofrecieron una serie de nombres musulmanes entre los cuales elegir, pero como parecía perpleja, fue su futuro esposo quien lo escogió por ella” (52) pasándose a llamar Asma. Se trata de Beatriz, hija de Dorotea, la cocinera de la familia, y tras la conversión, se casa con Ibn Farid. La conversión no es una acción voluntaria por parte de la joven y ella es considerada como “una esclava cristiana” (53). De hecho “la pobre criatura estaba llorando, pues le habían comunicado la noticia de su inminente boda aquella misma mañana cuando se disponía a limpiar la cocina y encender el fuego” (52). Con ello la conversión al Islam no aparece exaltada. Además tenemos el personaje de Zahra, quien tras tener problemas con su padre, fruto de que éste se casara con Asma, fue enviada por expreso deseo de éste al maristan de Granada. Todas estas conversiones nos muestran las relaciones de intercambio presentes durante los ocho siglos que los musulmanes estuvieron en suelo peninsular. Sin embargo, mientras en la novela de Tariq Alí este cambio entre ambas “leyes” se muestra explícitamente y encontramos conversiones tanto al cristianismo como al Islam, en El Abencerraje no encontramos ninguna conversión, ni ningún intento de ello con lo que parece que se nieguen en este texto los cambios entre los dos lados de la frontera para así conseguir dar la sensación de límite claro. González Palencia nos recuerda cómo “los moros españoles, en su totalidad, no eran árabes ni berberiscos de raza […] vinieron sin familias […] se casaron aquí con las españolas, y por tanto, el elemento árabe, al cabo de unas generaciones, sería bien poco marcado” (190). Además, “los españoles, por razones económicas y políticas, se convirtieron fácilmente al islam” (González Palencia 190). Con lo que hubo intercambios en la Península hasta el punto de una vez promulgados los 67 edictos en contra de la población musulmana se presentaron problemas de identidad. Así, LópezBaralt nos recuerda que los moriscos, que eran, por supuesto, tan legítimamente españoles como sus compatriotas los cristianos viejos, ven severamente aproblemada su identidad nacional cuando los matices semíticos de sus españolidad (lengua árabe, vestidos típicos, prácticas religiosas musulmanas) quedan prohibidos por edictos sucesivos. (43) Por otra parte, al contrario que ocurre en El Abencerraje donde sólo se nos representa un determinado grupo de la capa social: los hidalgos; en esta novela tenemos una representación más amplia de la sociedad musulmana ya que podemos encontrar diferentes estratos sociales. Así, el maestro Ibn Kahaldun lo denomina “el dilema de los cambios de posición social” (76) donde “cuando uno ha ascendido desde el último peldaño de la escalera, no puede evitar mirar con desprecio a aquellos más desafortunados que se han quedado abajo” (76). Tenemos criados y gente de la nobleza. Con ello la visión histórica que se nos presenta en esta novela podemos decir que es más amplia que la de El Abencerraje y, a consecuencia de esto, contamos con más datos de las diferentes clases sociales que privilegian en cierta medida a esta novela. Así, el autor, fruto de su conocimiento de la teoría postcolonial y del hecho de poder mirar atrás y reflexionar sobre los acontecimientos de una época pasada, nos ofrece una visión más amplia de los siglos XV y XVI en la Península. Otra marcada diferencia con en El Abencerraje, es la presentación de los cristianos. Mientras que en la novela anónima el cristiano es presentado como héroe y modelo que quiere ser imitado por todos, en esta novela tenemos una caracterización crítica de la población cristiana. Dentro de este grupo sobresale la figura del Cardenal Cisneros. Aquí este cristiano aparece como “orgulloso de la pureza de su raza” (13) puesto que “era evidente que no tenía antecesores judíos” (13) de lo cual se siente profundamente contento ya que con ello pertenecía al grupo de cristianos viejos. Con posesión de la diócesis granadina e intención de cristianizar a 68 todos los musulmanes, suplica el permiso de los Reyes Católicos para proclamar edictos de su fe. Entre ellos en la novela se nos enfatizan las siguientes prohibiciones que corresponden, a su vez, con la realidad del momento: Debemos ordenar a los moros que dejen de hablar árabe entre ellos, ya sea en privado o cuando compran o venden mercancías en el mercado […] Se les prohibirá tener esclavos en cautiverio […] No deberán usar sus túnicas moriscas […] Sus mujeres no se cubrirán la cara […] Se les prohibirá cerrar las puertas de sus hogares. Sus baños serán destruidos. Se prohibirán sus bodas, festividades públicas y canciones licenciosas […] después del tercer hijo, todos sus descendientes serán puestos al cuidado de la Iglesia de Castilla y Aragón, para ser educados como buenos cristianos. La sodomía […] será castigada con la muerte. (144-5) Vemos con ello cómo ambas obras presentan lazos de unión con la realidad del momento en que la acción tiene lugar, pero cada una lo muestra de una manera. Mientras en El Abencerraje se caracteriza la superioridad del grupo cristiano, en la obra de Tariq Alí se enfatiza a la población musulmana y vemos su representación de manera más completa. Además, ambas obras comparten el hecho de que los personajes presentan un punto de unión con las figuras históricas y con ello un aspecto que destaca en este personaje cristiano de ficción es el hecho de poder relacionarse con la figura histórica a la que hace referencia. En este caso el Cisneros de A la sombra del granado nos remite a Don Gonzalo Jiménez de Cisneros, fundador de la Universidad Complutense de Alcalá de Henares. Éste realizó una carrera eclesiástica que le llevaría a situarse como principal consejero de la reina Isabel y a contar con el apoyo total de los reyes. Fruto de ello, se le encargó una importante misión: evangelizar a los musulmanes de la recién conquistada provincia de Granada. Los métodos seguidos por éste son conocidos por el gran grado de represión que existía en ellos. Su papel en la política castellana se afianzó al obtener un cargo de Inquisidor General y entre sus deseos se encontraban el querer mantener su política centralista y el fortalecimiento del poder real. Es consciente del gran poder que posee y el Cisneros de la novela nos lo enfatiza: “poder que me 69 confieren la Iglesia y la Corona” (10). Ambos fuertes estados dentro de la jerarquía de la época, así, Cisneros, “había querido dejar claro que la capucha monacal estaba por encima de la espada” (10). En el prólogo se nos da información de una “gran” acción llevada a cabo por este cardenal. Se nos da una fecha exacta y con ello nos remite al reinado de los Reyes Católicos unos años después de la conquista de Granada (1492) donde las medidas en contra de la ley musulmana fueron aumentando y con ello su situación fue empeorando. Así, “el primer día de diciembre de 1499, los soldados cristianos […] penetraron en las ciento noventa y cinco bibliotecas de la ciudad y en la docena de mansiones donde se albergaban las colecciones privadas más famosas y confiscaron todas las obras escritas en árabe” (10) acabando todas ellas en el fuego, un fuego que “se elevaba cada vez más alto” (13) y que iba acompañado por “un lamento descomunal” (13), seguido de gritos de “No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta” (13). Deborah Root nos recuerda cómo: although Muslims were not legally subject to the Inquisition until forced baptism made them “Christian”, the tribunal viewed this religious minority as a potentially dangerous element in society. This antagonism culminated in the expulsion of the Moriscos in 1609-14 after more than a century of inquisitorial repression. (119) Como nos apunta Vicente Cantarino, “fueron los ideales políticos y religiosos castellanos los que más influyeron en la formación de la España moderna” (110), hecho que explica que “la unidad territorial que se consigue en este período responda a las aspiraciones castellanas a reconquistar el reino moro de Granada” (110). El proceso de unificación llevado a cabo en la Península consistió en “una progresiva absorción por Castilla” (110) con lo que “la España moderna nace así como una castellanización de la Península” (110). 70 Podemos encontrar a lo largo de A la sombra del granado un gran número de referencias a la historia de la época que nos ejemplifican la situación que estaba viviendo la población musulmana. Así: la caída de Gharnata, ocho años antes, había completado la Reconquista. Todo se veía venir y ni Umar ni sus amigos se habían sorprendido, pero los acuerdos de la rendición habían prometido los fieles, que formaban la mayor parte de la población, libertad cultural y religiosa, una vez reconocido el protectorado de los soberanos castellanos. Se había acordado por escrito y en presencia de testigos que los musulmanes de Gharnata no serían perseguidos y que no se les prohibiría practicar su religión, hablar y enseñar árabe ni celebrar sus fiestas. (30-1) Todas falsas promesas ya que se les dejó creer que las nuevas medidas tomadas les dejarían seguir llevando a cabo sus costumbres y tradiciones. Así, los cristianos, llamados por los musulmanes “adoradores de iconos”, “no se contentaban con su presencia militar en Gharnata (Granada) […] también querían ocupar sus mentes, penetrar en sus corazones, remodelar sus almas” (89). Con ello “no descansarían hasta que lo consiguieran” (89). Las críticas más fuertes dentro del cristianismo van dirigidas, en gran medida, en una dirección y apuntan todas ellas a Jiménez de Cisneros quien “declaró la guerra a nuestra cultura y a nuestro estilo de vida” (33). Tal es el odio que la población musulmana está sintiendo, fruto a las fuertes medidas de represión, que “la gente estaba dispuesta a tomar medidas drásticas, como precipitarse en el interior de la al-Hamra para descuartizar a Cisneros, quemar iglesias o castrar a cualquier fraile que se cruzara por su camino” (231). Si de algo son testigos es del hecho de cómo “la Iglesia y la corte han decidido que su religión debe ser expulsada para siempre de estas tierras, y tienen los soldados y las armas necesarios para asegurarse de que así sea” (87). La Inquisición también aparece nombrada ya que “Umar, el padre de Yazid, estaba preocupado. Sabía que si algún espía de la Inquisición descubría el juego de ajedrez, el carpintero sería torturado hasta la muerte” (17). La Inquisición no sólo está asociada a la historia 71 de España sino “al fanatismo religioso de los españoles, del que se dice ser a la vez causa y efecto” (Cantarino 120). Existieron otros tribunales de Inquisición en otros países, como Alemania, Francia e Italia, pero en España tuvo un carácter general y con autoridad sobre todos los territorios del reino. Los Reyes Católicos en su deseo de conseguir la unidad religiosa solicitaron al Papa la autorización y en 1480 se estableció en Sevilla el primer tribunal (120). Vicente Cantarino nos señala las características de la Inquisición española: su dependencia de los reyes españoles, cuando otros tribunales habían dependido directamente de la autoridad eclesiástica, del obispo o del Papa, y, su jurisdicción sobre todos los territorios de la nación española, cuando en otros casos la jurisdicción estaba generalmente restringida a un error o herejía. (121) Hay que enfatizar cómo se hizo inevitable “la asociación de ideales religiosos y políticos: España al servicio de la religión católica y ésta al servicio de España” (121). La Inquisición, según se nos cuenta, “está amasando una fortuna para la Iglesia” (82). Una vez completada la Reconquista, los pueblos moros “were absorbed into Christian territory, the extension of Christian political sovereignty made it possible for the definition of infidelity to be elaborated by institutions such as the Inquisition” (Root 121). Además, destaca en este periodo una obsesión por la limpieza de sangre, hecho que aparece en otras obras y que reflejan las consecuencias de ello. Así, en el capítulo “La España del Quinientos” de Manuel Fernández Álvarez, nos explica en que consistía esta práctica: se consideraban limpios de sangre los cristianos viejos, esto es, los que no tenían ascendencia alguna de judíos o de moriscos. Y verdaderamente constituyó una obsesión, porque los llamados cristianos nuevos (conversos de origen judío o moriscos) eran mirados con recelo, como peligrosos de atentar contra aquella sociedad y aquel Estado confesional. En definitiva, a partir de fines del siglo XV se fueron dictando prohibiciones contra aquellos, negándoles el acceso a los principales cargos de la Administración y de la Iglesia. Se fueron imponiendo los denominados estatutos de limpieza de sangre, por los que se impedía la entrada en los Colegios Mayores o en los cabildos catedralicios, por ejemplo, pero también en las Órdenes militares, en los grandes Consejos y en otra serie de instituciones. En suma, se trataba de que los cristianos viejos ocupasen los puestos clave de aquella sociedad. (75) 72 Con ello tenemos esa imposición de la “ley” cristiana y cómo en las relaciones hispanomusulmanas el primer grupo es el que se va imponiendo. Al principio de ambas novelas podemos observar otra de las diferencias existentes entre ellas. En El Abencerraje se nos centra la acción a la vez que se nos presenta al gran personaje cristiano, Rodrigo de Narváez, “the soul of honor” (165) como lo denomina W. Crawford, no sin antes el autor anónimo dejarnos ver, y hacernos creer, que lo que nos va a presentar es “un vivo retrato de virtud, liberalidad, esfuerzo, gentileza y lealtad” (129). Por el contrario, en el primer capítulo de la novela de Tariq Alí, la primera voz que se escucha es la musulmana, la de Ama. La obra empieza con la quema de libros, hecho que será recordado por los propios personajes: “Cisneros, que Alá castigue, declaró la guerra a nuestra cultura y a nuestro estilo de vida. Ese mismo día vaciaron nuestras bibliotecas y construyeron una enorme muralla […] Prendieron fuego a nuestra cultura […] la historia de ocho siglos se destruyó en un solo día” (33) y acaba con la quema de sus hogares e incluso de vidas humanas: “las casas habían sido incendiadas y los cuerpos yacían, desperdigados, en los alrededores de lo que poco antes era la mezquita” (275). Así, se pone fin a la cultura y la vida de la población musulmana. En la quema de libros encontramos de nuevo otra crítica a la ley cristiana, más específicamente a la labor llevada a cabo por Cisneros, y una exaltación al conocimiento musulmán. Así, no todos los libros se quemaron sino que se salvaron aquellos manuscritos científicos y médicos por su reconocida superioridad. Sin embargo, a la hora de seleccionar cuáles debían salvarse de las llamas, “suponían que los volúmenes más pesados serían también los más importantes” (12) dejando ejemplificada así la ignorancia de estos caballeros que cumplían órdenes de Cisneros. Además de encontrar en esta novela referencias a la desaparición de los musulmanes en la Península Ibérica, tenemos, por otra parte, referencias al espíritu colonizador de los españoles. 73 Es en el siglo XV cuando “el número y los resultados de los viajes llegaron a ser tan importantes que por ellos recibe ésta el nombre de época de las grandes exploraciones” (Cantarino 115). Encontramos referencias a Hernán Cortés, figura histórica y al igual que en su personaje “considerado como unos de los más experimentados jefes militares del reino católico de España” (288). Con este personaje, el autor, Alí, cruza el Atlántico y conecta en el género de la novela, la Reconquista y la colonización. El Cortés histórico estuvo al mando de una expedición en Tenochtitlán (México) y a éste se le encomendó la conquista de esa ciudad. A pesar de que éste entró México “bien recibido por Moctezuma” (Cantarino 156), el rey en ese momento de Tenochtitlán, hubo sublevaciones con lo que tuvo que abandonar la ciudad y consiguió vencer a los aztecas entrando de nuevo en México. En su regreso a España recibió el título de marqués del Valle de Oaxaca de manos de Carlos V pero pese a eso no encontró el reconocimiento que esperaba (Cantarino 156). En la novela se nos describe el recibimiento vivido por Cortés a su llegada a Tenochtitlán, “recibido por embajadores del soberano local […] Tras intercambiar obsequios, el capitán fue conducido al palacio del rey” (288). Con este personaje se hace referencia al espíritu colonizador de los españoles y con ello al imperialismo, a esa idea de, en palabras de Said, “dominating, restructuring, and having authority over Orient” (Kennedy 21). Así, la población indígena presente en México vendría a representar, el otro, al cual se le impone las reglas del mundo de Occidente para así éste mostrar de nuevo su superioridad. Hemos comentado anteriormente cómo en esta obra podemos ver cómo se presenta el punto de vista de “el otro”, haciendo referencia a las piezas del juego de ajedrez del pequeño Yazid: “no sólo eran negros; también tenían aspecto de monstruos” (17). Lejos queda, pues, ese 74 retrato del cristiano Rodrigo de Narváez “notable en virtud y hechos de armas” (131) que tenemos en El Abencerraje. Por otra parte, “los peones representaban a frailes, provistos de sus indefectibles capuchas, miradas voraces y vientres abultados; criaturas de la Inquisición en busca de presas inocentes” (17). Esa concepción e imagen que se tiene del grupo cristiano queda ejemplificada en las piezas del juego de ajedrez del niño Yazid. Curiosamente hay un cambio en la asignación de colores así el color blanco pasa a ser el de los moriscos y el negro, como hemos señalado antes, el de los cristianos. Entre estas piezas se encontraban los caballeros que “mostraban unas manos manchadas de sangre y los dos alfiles habían sido esculpidos a imagen de Satanás. Todos portaban dagas y lucían rabos como látigos” (17). Es representativo este cambio de blancos y negros puesto que ello significa un cambio a la hora de presentar los acontecimientos, una manera distinta a la que estamos acostumbrados. Aquí desaparece el punto de vista cristiano sobre lo que sucedió en la Península Ibérica y se llega a apuntar al cristianismo como “la peste” (23), sustantivo que queda lejos de una mirada cristiana. En comparación, en El Abencerraje se nos recuerda el linaje de los Abencerrajes, “flor de todo aquel reino” (140) de Granada, con “buena gracia, disposición y gran esfuerzo” (140). López Estrada nos apunta la gran importancia que se concedía a las cuestiones de linaje, propia de los árabes de Granada (140) y, como hemos comentado, será el mismo Abindarráez el que subraye la fama de su familia, “tan ligada a los sucesos interiores de la vida de Granada durante el siglo XV” (López Estrada 140). Sin embargo, en la novela de Tariq Alí no tenemos una gran evocación a ese gran pasado musulmán sino que se subraya la situación actual que está viviendo el pueblo musulmán en ese momento. En vez de centrarnos en una sola figura mora que nos relate la gran fama del pasado de su linaje, nos encontramos con la historia de la población 75 musulmana ejemplificada por una familia, la familia de Umar que está viendo como se está llegando al final de su historia y cultura. Con ello, esta obra nos ofrece un retrato más cercano a la población musulmana y al proceso de conversión y, más tarde expulsión, al que se vieron sometidos y, así, Alí no sigue una estructura narrativa establecida, sino que es más como un documental trágico. Mientras que en El Abencerraje la fecha en que tiene lugar la historia y la fecha de composición se separa en un siglo, la diferencia en A la sombra del granado es muchísimo mayor y ya en el subtítulo se nos anuncia que es “una novela de la España musulmana”. Con estos datos, a la hora de leer la novela, esperamos encontrar una representación de este gran grupo en la Península Ibérica y ésta junto con su situación viene a ser ejemplo de esta novela. Sin embargo, El Abencerraje da título al personaje moro, joven que pese a compartir protagonismo con el cristiano no llega a igualarse a éste como hemos analizado en el capítulo dos. En el título de la novela de Alí aparece el granado, “árbol donde madura un fruto muy particular: la granada llamada así por la cantidad de granos que la integran” (Herrero Uceda). En el Islam “está considerado como fruto medicinal” y además en “la literatura árabe es rica en imágenes en torno a la granada, a la que se le asocia cierto simbolismo femenino” (Herrero Uceda). Podemos relacionar el granado con la sensualidad y el exotismo, así Ibn Daud, el joven estudiante, coge la mano de su enamorada Hind y “la llenó de besos” (198), todo ello tiene lugar “en el claro rodeado de granados” (198). Tenemos con ello el retrato de una sociedad musulmana caracterizada por esta sensualidad, colores y olores, aspectos asociados a esta población: “sus manos encontraron un camino desde la cintura hasta los inesperados territorios de abajo, cubiertos por unos amplios pantalones de seda. Palpó por debajo de la seda y luego comenzó a acariciar sus muslos” (200). Esta asociación también aparece en El Abencerraje así el moro 76 Abindarráez se nos describe vestido con “una marlota de carmesí y un albornoz de damasco del mismo color, todo bordado de oro y plata” (134). Con ello nos encontramos que esta caracterización de la figura del moro sentimental y exótico coincide tanto en el punto de vista occidental como en el “oriental” de Alí. Otro punto de conexión entre ambas obras es la relación de amistad entre dos personajes que pertenecen a distintas “leyes”. En El Abencerraje los dos personajes se conocen tras el cristiano Narváez hacer prisionero a Abindarráez y, más tarde, otorgarle la libertad total. En la novela de Tariq Alí, la amistad entre los personajes que no comparten la misma religión y creencia es representada de manera diferente. Así, éstos, “Umar y don Iñigo se conocían desde la infancia” (85). Sin embargo, mientras en la primera novela se pasa de la enemistad a la amistad, en la segunda se refleja el proceso contrario. Así, esa amistad de la infancia se ve en problemas con los cambios que se están llevando a cabo en la Península y con las restricciones que la sociedad musulmana cada vez más va a ir encontrando para acabar desapareciendo. Tras la Reconquista no se vive como anteriormente. Don Iñigo Mendoza, capitán general de Granada y personaje que hace referencia a su personaje histórico, reconoce que su “séquito está formado por judíos y moros” (87) y que “Granada sin ellos es como un desierto sin oasis; pero estoy solo” (87). Este personaje no comparte la opinión de Cisneros y sus soldados pero se ve sin apoyo y sin nada que hacer frente a ellos así le comunica a su amigo, al menos hasta ese momento, que “la Iglesia y la corte han decidido que su religión debe ser expulsada para siempre de estas tierras, y tienen los soldados y las armas necesarios para asegurarse de que así sea” (87). Umar se aferra a su “ley” y nadie ni nada le convence para abandonar sus creencias. Así, acaba asesinado y decapitado. Esta relación de amistad parece estar más conectada y unida a las verdaderas relaciones entre cristianos y moros. 77 En conclusión, ambas obras nos muestran las diferentes relaciones hispano-musulmanas durante los siglos XV y XVI pero cada una representa éstas con distintos matices desde siglos diferentes. Así, mientras en El Abencerraje se exalta la figura del personaje cristiano, Rodrigo de Narváez, y la relación con el personaje moro, Abindarráez, acaba en amistad, en la novela de Tariq Alí aparece una crítica fuerte a la sociedad cristiana y a la hora de representar las relaciones entre los personajes de distinta religión se hace desde un punto de vista musulmán. En A la sombra del granado el escritor tiene nombre y apellido y el momento en el que escribe su texto es el siglo XX con lo que atrás queda el miedo a la persecución o a la censura. Declara abiertamente sus ideas y critica lo que vivió la sociedad musulmana bajo el control cristiano en la Península Ibérica. Ambas poblaciones estuvieron en contacto durante muchos siglos y fruto de este intercambio se llevaron a cabo tanto conversiones al Islam como al cristianismo. Hemos visto ejemplos de ello en A la sombra del granado. Además, esta obra parece ofrecernos de manera más realista la auténtica situación de la población musulmana a través del sufrimiento, fruto de las fuertes medidas de represión que llevó a cabo la Iglesia y la Corona española. Podemos concluir que mientras la caracterización de los personajes cristianos varia dependiendo de la obra, la figura del personaje moro es más similar. Por una parte, hemos visto como el cristiano que más destaca en A la sombra del granado, el cardenal Cisneros, no es caracterizado como virtuoso, a diferencia de Rodrigo en El Abencerraje, sino que se presenta como un personaje negativo que lucha por la desaparición de la población musulmana con grandes medidas represivas. Por el contrario, la figura mora es representada como exótica, sensual y sentimental en ambas obras. Llama la atención esa coincidencia ya que nos encontramos con obras escritas en distintas épocas y por escritores de siglos muy alejados y diferentes. Ello sugiere que la 78 concepción del moro desde el punto de vista de Occidente no está tan alejada del punto oriental. Ahora bien no podemos dejar de enfatizar que en la novela de Tariq Alí el personaje moro no se representa como figura inferior sino que es la población cristiana, y más específicamente, la Iglesia y la corona, las que reciben una gran crítica. 79 CAPÍTULO 5 CONCLUSIÓN Los siglos XV y XVI en la Península Ibérica están marcados por una coexistencia de diferentes grupos culturales con “leyes” propias. Durante largos siglos, España, como nos apuntan Piñero Ramírez y Reyes Cano, había sido “una tierra donde convivieron tres religiones y esta convivencia había sido muchas veces pacífica” (99). Judíos, musulmanes y cristianos viven en suelo peninsular hasta que en 1492, los Reyes Católicos conquistan Granada y ese mismo año se decreta la expulsión de los judíos. Con ello, se empieza a manifestar en España “la idea de la unidad religiosa como base necesaria para la nación” (Cantarino 118). A raíz de esta concepción de unificación religiosa, nos encontramos con la promulgación de edictos en contra de la población musulmana, así, como nos señala López-Morillas: Throughout the sixteenth century the Crown issued a stream of edicts designed to assimilate the Moriscos into the mainstream of Spanish society. All their children, of course, had to be baptized and instructed in the rudiments of the Christian faith. They were forbidden their traditional dress (including veils for women), festivals, music, and dances; their butchers could not turn an animal’s head eastward, toward Mecca, before slaughtering it; the doors of their houses has to be left open on Fridays to ensure that no clandestine prayers were being conducted within. (196) En este contexto nos encontramos con la publicación de la obra anónima de El Abencerraje. López-Baralt señala cómo “la literatura no se queda atrás en la reflexión acerca del magno suceso” (41), refiriéndose a la orden de expulsión de los moriscos españoles “con los que España intenta asfixiar los últimos vestigios de una orientalidad todavía viva en pleno siglo XVII” (41). 80 En este estudio hemos visto cómo esta obra, tras esa primera apariencia de igualdad y tolerancia, esconde la lucha entre dos “leyes”. Es la ley cristiana, representada por Narváez, la que se acaba imponiendo. Con ello podemos concluir que esta obra sí tiene lazos de unión con la realidad del momento que representa. Si nos centramos en el personaje moro, Abindarráez, observamos cómo una parte de la crítica (Richard F. Glenn, Joaquín Casalduero, Claudio Guillén, López Estrada, G. Shipley y Carrasco-Urgoiti) ve en él “an elevating treatment of the Moor; his bravery and virtue both as a warrior and as a lover make him a figure comparable to Rodrigo de Narváez, the Christian knight” (Hernández-Pecorado 429). Sin embargo, críticos como Israel Burshatin o Ricardo Krauel señalan “the superiority and control of the Christian subject over the Moorish other” (Hernández-Pecorado 430). A través de nuestro estudio, hemos ejemplificado cómo esta representación del moro es la que destaca y cómo éste está caracterizado y retratado de manera inferior. Así, Abindarráez es “a figure of political, religious, and personal submission, a convenient other to the superior Christian self promoted in this text” (430). Siguiendo la estructuración de la obra, hemos visto cómo es el personaje cristiano, presentado desde el primer momento como figura heroica y virtuosa, el que abra y cierre la obra así como el que tiene en sus manos el futuro del joven moro. Todos ellos aspectos que demuestran la superioridad de éste opuesta a la vulnerabilidad que caracteriza a Abindarráez. Éste, representante del aspecto sentimental, es cautivo por parte doble: Narváez tiene en sus manos la libertad y vida de éste y Jarifa, su amada, controla su lado personal y amoroso. Ésta no sólo desobedece a su padre sino que planea a sus espaldas su matrimonio con el joven. Aprovechando que su padre se encuentra fuera, manda a llamar a Abindarráez con la finalidad de casarse con él y así sucede. 81 Es cierto que no hay un intento de conversión del moro pero no podemos pasar por alto que la virtud del alcaide cristiano queda enfatizada desde el primer momento y cómo éste acaba siendo el “salvador” de Abindarráez otorgándole así superioridad con lo que en esas relaciones hispano-musulmanas de convivencia, supuestamente pacíficas, encontramos una “ley” cristiana que sobresale y destaca por encima de la musulmana. Podemos concluir cómo esta novela anónima es un documento histórico del reflejo de la conflictiva España del siglo XVI. A través de El Abencerraje, que supone el primer ejemplo de novela morisca, hemos analizado y presentado las relaciones hispano-musulmanas en la Península en un texto literario. Así, de acuerdo con George A. Shipley: las obras de literatura son, entre otras muchas cosas, monumentos históricos en los que los de más talento y visión entre cada “nosotros” labran para nuestra “posteridad y descendencia” (164) modelos de lo que éramos, queríamos y esperábamos, de lo que tolerábamos y de los que despreciábamos y rechazábamos. (120) Por otra parte, en A la sombra del granado: una novela de la España musulmana (1992), obra de Tariq Alí, también podemos ver estas relaciones enfatizadas por un intercambio entre ambas culturas lo cual nos muestra el contacto entre ellas y cómo con las conversiones de los personajes, tanto a una “ley” como a la otra, podemos ejemplificar esas relaciones existentes tanto en la obra como en el momento histórico en que el tiene lugar la acción argumental, es decir, en el siglo XVI. Ésta es obra de un escritor pakistaní que reescribe la historia peninsular desde el punto de vista de una cultura borrada de su geografía. Escrita a finales del siglo XX nos ofrece un retrato positivo de la sociedad musulmana de los siglos XV y XVI. Así, es a través de los ojos de los miembros de una familia musulmana cómo veremos el proceso seguido por los cristianos para poner fin a su cultura y a la práctica de sus tradiciones y costumbres con un gran número de 82 restricciones y prohibiciones. Hay una crítica a la sociedad cristiana, especialmente a la Iglesia y a la corona. Podemos ver cómo Tariq Alí ha puesto el Islam en una novela y a través de ella nos muestra su visión, la visión de unos acontecimientos que la literatura española ha reflejado de manera distinta a la que tenemos en A la sombra del granado, donde queda representado el sufrimiento y el dilema al que la sociedad musulmana de la Península se tuvo que enfrentar. Hay que señalar cómo junto con la tristeza y las dificultades de este grupo vemos reflejado también el exotismo y la sensualidad de la figura del moro presentes en los textos literarios. Así, hemos visto cómo en El Abencerraje esta caracterización también se deja notar. Barbara Matulka nos recuerda cómo “the knightly and sentimental Moor became a fixed type of the Spanish fiction” (369) y con la obra de Tariq Alí tenemos de nuevo esa representación en una obra escrita en el siglo XX. Podemos concluir cómo el personaje moro Abindarráez es representado como figura sentimental y personaje inferior con respecto al cristiano. La obra anónima de El Abencerraje, tras esa primera imagen en la que destaca la amistad entre personajes de distinta religión y “ley”, nos muestra cómo la estructura de poder de la época es la que se imponía y la que se refleja en la obra. Así, mientras el cristianismo se iba extendiendo y dejando su huella, la población musulmana cada vez encontraba más dificultades a la hora de practicar sus costumbres, llegando a ser éstas totalmente prohibidas. La sociedad musulmana ocupaba un lugar inferior en la época, lugar que comparte el personaje de Abindarráez. Tenemos, así, un ejemplo más del reflejo de la historia en la literatura y la aparición en la literatura de un representante de una cultura en desaparición. 83 BIBLIOGRAFÍA OBRAS PRIMARIAS Alí, Tariq. A la sombra del granado: una novela de la España musulmana. Trad. María Eugenia Ciocchini. 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