2º ESO UNIDAD 2: ROMA. Anexo LA HISPANIA ROMANA Antes de

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IES SIERRA DE GUADARRAMA DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES 2º ESO UNIDAD 2: ROMA. Anexo LA HISPANIA ROMANA Antes de la llegada de los romanos, la Península Ibérica estaba ocupada por una gran variedad de pueblos independientes, pero con rasgos comunes que nos permiten agruparlos en dos grandes culturas: la celta y la ibera. A lo largo del primer milenio a. C, penetraron en la Península pueblos indoeuropeos de cultura céltica que se asentaron en el noroeste y la Meseta. Fueron ellos los que introdujeron la metalurgia del hierro. Estos pueblos se organizaban en tribus formadas por diferentes clanes que vivían en castros, poblados amurallados, situados en zonas elevadas, con casas de planta circular construidas en piedra y adobe. Por lo general eran autosuficientes, conocían la agricultura aunque su actividad principal era el pastoreo. Aunque no conocían la escritura y apenas han dejado manifestaciones artísticas, si se sabe que adoraban a los astros y a algunos elementos de la naturaleza y, que sus sacerdotes, los druidas, gozaban de gran prestigio social. El primer pueblo mediterráneo en llegar a la Península fueron los fenicios, entre el s X–VIII a. C. Lo único que interesaba a este pueblo era el comercio, por ello, aunque estableció colonias, nunca ocupó el territorio. Los fenicios se limitaban a intercambiar con los pueblos peninsulares las manufacturas, cerámicas y joyas que sobraban en su país por los minerales que abundaban en la Península. La llegada de este pueblo motivó un gran avance en los pueblos del sur peninsular dando lugar al conocimiento de la moneda, el alfabeto, la metalurgia del hierro, el torno de alfarero y la salazón del pescado. Gracias a la influencia de estos colonizadores del Mediterráneo entre los s VIII y VI a. C. se desarrollo en el valle del Guadalquivir el primer Estado de la Península, organizado por los Tartesos,. Este pueblo estaba gobernado por un caudillo o rey que se apoyaba en una aristocracia militar con la que dominaba al resto de la población. Su economía era muy prospera, conocían la agricultura y la ganadería, pero su actividad principal fue el comercio. Extraían cobre y plata de Sierra Morena y se lo vendían a los fenicios y griegos que se habían establecido en la costa. Este contacto con los fenicios y los griegos también se manifiesta en su cultura, muy desarrollada gracias a la escritura. A partir del s VIII un nuevo pueblo llegó a las costas del Mediterráneo peninsular, los griegos. Igual que ellos crearon colonias permanentes y establecieron relaciones comerciales y culturales con los pueblos indígenas. Gracias a esta influencia se desarrolló en la Península una gran civilización, la Ibera. Estos pueblos vivían en zonas altas, con poblados amurallados y casas de planta rectangular que se alineaban formando calles. Se organizaban como ciudades estado independientes, gobernadas por un rey o régulo, que formaba parte del grupo social de los nobles o propietarios de tierra. Por debajo están los guerreros, que gozaban de gran prestigio y en un nivel inferior los campesinos, artesanos, comerciantes y esclavos. Su economía se basaba en una agricultura de trilogía mediterránea, ganadería, sobre todo de caballos y una artesanía dedicada a la elaboración de tejidos, cerámica y útiles de hierro. También el comercio tuvo un gran desarrollo permitiéndoles acuñar moneda propia. Su cultura fue la más avanzada de la Península, conocen la escritura y sus manifestaciones escultóricas tienen un gran valor estético. Adoran a divinidades femeninas, a las que rinden culto en templos alejados de los poblados. Además incineraban a sus muertos y depositaban sus cenizas en urnas. En el s VI los fenicios tienen problemas en su metrópoli y abandonan la Península. Su lugar será ocupado por un nuevo pueblo, los cartagineses. A diferencia de los otros pueblos mediterráneos, centrados en el comercio y las relaciones pacificas, los cartagineses aspiraban a convertirse en una gran potencia en el Mediterráneo, por ello no sólo crearon colonias (Cartago nova) sino que dominaron el territorio. Esta expansión territorial choco en el s III a. C. con los intereses de Roma, que también aspiraba a controlar el Mediterráneo. Su rivalidad motivo que se enfrentaran en tres ocasiones, conocidas como Guerras Púnicas. En la primera Roma se aseguró el control de Sicilia, Córcega y Cerdeña, por ello los cartagineses se asentaron en el sureste peninsular, para obtener recursos que les compensaran de las perdidas. En la segunda los romanos entraron en la Península, en apoyo de la ciudad de Sagunto, su aliada, que fue atacada por Aníbal y, aunque este llegó a las puertas de la ciudad de Roma finalmente fue vencido. En la tercera Roma aniquila a los cartagineses y conquista todo el Mediterráneo occidental. Vencidos los cartagineses, Roma se centro en el control de las riquezas de la península Ibérica, pero no fue tarea fácil ya que los habitantes del centro y noroeste peninsular se resistieron. Su conquista se prolongó más de doscientos años y se desarrolló en tres fases. La primera fue fácil ya que los romanos ocuparon los territorios del sur y este mediterráneo, ocupado por pueblos que ofrecieron poca resistencia acostumbrados, como estaban, a la presencia extranjera. En la segunda Roma penetró en el interior donde encontró una gran resistencia de algunos pueblos celtiberos, como los lusitanos, dirigidos por Viriato, o los numantinos, asentados en la ciudad de Numancia. En la tercera etapa, ya bajo el mandato de Octavio Augusto, se dominó, no sin grandes dificultades, a los pueblos del norte. Tras estas conquistas se inició la Pax romana, que permitió la organización administrativa del territorio en provincias, al frene de las cuales había un gobernador. Su número y extensión fue variando con el tiempo, de dos en los primeros momentos de ocupación a cinco en la época de Diocleciano. Pero lo realmente importante fue la romanización, es decir, el proceso por el cual los pueblos conquistados por Roma asimilan su cultura y sus formas de vida. Esto fue posible no solo a la convivencia entre el ejercito romano y los indígenas, sino también a la fundación de ciudades, que extendieron la forma de vida urbana y, sobre todo, a la difusión del latín como lengua común a todo el imperio. Bajo el poder de Roma la península Ibérica floreció económica y culturalmente. En la agricultura los romanos introdujeron importantes innovaciones como el arado de hierro tirado por bueyes y el regadío; la artesanía se orientó hacia la fabricación de tejidos, cerámica, elaboración de aceite y, la salazón de pescado; y la minería se especializó en la obtención de plata, mercurio y oro. En el ámbito cultural Hispania se benefició de la cultura romana, pero también colaboro en su desarrollo aportando personajes como el filosofo Seneca, el literato Quintiliano, o tres de los grandes emperadores: Trajano, Adriano y Teodosio. También el arte floreció con los romanos, que desarrollaron brillantes creaciones artísticas, 
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