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BREVE ANTOLOGÍA DE PRECEPTIVA DRAMÁTICA
DEL SIGLO DE ORO
Advierto que estas breves notas de preceptiva, sin
pretensiones de exposición sistemática ni preocupaciones
especiales de edición crítica, solo tienen como objeto
facilitar la lectura directa y la consulta de algunos
fragmentos que me parecen significativos: ni están todos
los importantes (faltan aquí textos cruciales de la disputa
estética), ni puedo hacer ahora un examen más minucioso
del contexto de cada uno y del conjunto, probablemente
necesario para valorar con justicia el material que
presento.
En los libros de Sánchez Escribano y Porqueras Mayo,
que incluyen otros muchos textos esenciales, y en las
observaciones de Vitse, Éléments, (ver su apéndice III, que
comenta precisamente la colección de Preceptiva dramática
española, de Sánchez Escribano y Porqueras) se podrá
ampliar este material y su interpretación.
JUAN DE LA CUEVA, El viaje de Sannio, 1585
— ¿Qué es —dice Apolo— cómica poesía?
Sannio responde: — De la vida humana
es la comedia espejo, luz y guía,
de la verdad pintura soberana;
en ella se describe la osadía
del mozo, la cautela de la anciana
alcagüeta, las burlas de juglares
y sucesos de hombres populares. [...]
Apolo torna a preguntar, diciendo:
— De la poesía trágica, ¿qué sientes?
Sannio responde: — Lo que della entiendo
es lo que escriben della varias gentes.
Es un retrato que nos va poniendo
delante de los ojos los presentes
males de los mortales miserables,
en héroes, reyes, príncipes notables.
— La tragedia y comedia, ¿en qué difieren?
— pregunta Apolo —. Y Sannio ha respondido:
— ¿En qué? En que siempre en la tragedia
[mueren,
un fin della esperando dolorido;
en la comedia muerte no hay que esperen,
aunque empieza contino con ruido;
en la tragedia vive la discordia,
y en la comedia enojos y concordia.
ALONSO LÓPEZ PINCIANO, Filosofía antigua poética,
Valladolid, 15961
Esta, pues, era la forma de la tragedia antigua; ansí
comenzó y ansí llegó hasta el tiempo de Aristóteles, que la
difinió perfecta y consumada desta manera: «Tragedia es
imitación de acción grave y perfecta y de grandeza
conveniente en oración suave, la cual contiene en sí las tres
formas de imitación, cada una de por sí, hecha para la
limpiar las pasiones del alma, no por enarración, sino por
medio de misericordia y miedo». [...]
El Filósofo hace cuatro especies de trágicas: compuesta,
patética, morata y la que él dice de los infernales, y otros,
simple; y yo no lo entiendo, porque en otra parte dice que
la Ilíada es patética y simple, y la Ulísea, compuesta y
morata, y según esto, confunde las especies unas con otras.
Y ansí me ha parecido se dividan las fábulas,
generalmente, en simples y compuestas, de las cuales
1Vitse
apunta, Éléments, p. 232, que 1596 es la fecha de
publicación, pero el privilegio es del año anterior (septiembre 1595)
y según M. Newels (Los géneros dramáticos, p. 24) «la fecha más
probable de su composición efectiva se sitúa entre 1588 y 1593».
como entonces se dijo, la compuesta tiene agniciones y
peripecias, y la simple, no; y que cada una déstas, siendo
trágica, puede ser patética o morata. [...]
Morata se dice la que contiene y enseña costumbres,
como aquella que de Peleo fue dicha, éste fue un varón de
mucha virtud, o cual la de Séneca, llamada Hipólito, el cual
fue insigne en la castidad. Será mejor la tragedia que,
siendo compuesta de agniciones y peripecias, fuere
patética, porque el deleite viene a la tragedia de la
compasión del oyente, y no le podrá tener si el agente no
parece estar muy apasionado; por la cual causa deben las
tragedias mudarse de felicidad en infelicidad, que el fin
de la soltura de la fábula es el que más mueve. La segunda
especie, dicha morata o bien acostumbrada, aunque es de
más utilidad, no de tanto deleite trágico, porque la
persona que tiene la acción en las partes principales, o es
buena, o mala; si es buena la persona, para ser morata la
acción y que enseñe buenas costumbres, ha de pasar de
infelicidad a felicidad, y, pasando así, carece la acción del
fin espantoso y misericordioso; carece, al fin, de la
compasión, la cual es tan importante a la tragedia como
vemos en su definición; y, si es la persona mala, para ser
morata y bien acostumbrada la fábula, al contrario, pasará
de felicidad en infelicidad, la cual acción traerá deleite con
la venganza y con la justicia, mas no con la miseración tan
necesaria a la patética. [...]
Dicho está ya que fábula es aquella acción brevísima que
es contenida en el argumento, que, por otro nombre, en
este lugar, Aristóteles dice lo universal del cuerpo de la
fábula; y episodio, aquellas acciones que la van
aumentando y ensanchando, como antes se dijo, cuando se
trató de las partes de la fábula. [...]
Es de saber que, como la tragedia fue un retrato de
Heráclito, la comedia lo es de Demócrito. Y ansí como la
tragedia con lástimas ajenas sacaba lágrimas a los oyentes,
las comedias con cosas de pasatiempo sacaba
entretenimiento y risa; y ansí ésta como aquella, llorando
y riendo, enseña a los hombres prudencia y valor, porque
la tragedia con sus compasiones enseña valor para sufrir,
y la comedia con sus risas, prudencia para se gobernar el
hombre en su familia. Por esto algunos difinen a la
comedia deste modo: «Comedia es fábula que, enseñando
afectos particulares, manifiesta lo útil y dañoso a la vida
humana». Hay quien la difine a mi parecer mejor, y dice
que «la comedia es poema activo negocioso, cuyo estilo es
popular y fin alegre».
Fadrique dijo: Buena me parece por cierto la difinición,
pero mirad, por vuestra vida, si es mala ésta: «comedia es
imitación activa hecha para limpiar el ánimo de las
pasiones por medio del deleite y risa». La cual tiene todo
lo que las demás difiniciones, y enseña la repugnancia y
contrariedad que con la tragedia tiene más
manifiestamente. [...]
Es la primera de las diferencias que entre la tragedia y
comedia se ponen que la tragedia ha de tener personas
graves, y la comedia, comunes; y es la segunda que la
tragedia tiene grandes temores llenos de peligro, y la
comedia, no; la tercera, la tragedia tiene tristes y
lamentables fines; la comedia no; la cuarta, en la tragedia,
quietos principios y turbados fines; la comedia, al
contrario; la quinta, que en la tragedia se enseña la vida
que se debe huir, y en la comedia, la que se debe seguir; la
sexta, que la tragedia se funda en historia, y la comedia es
toda fábula, de manera que ni aun el nombre es lícito
poner de persona alguna, como ya se dijo antes; la
séptima, que la tragedia quiere y demanda estilo alto, y la
comedia, bajo; y aun otras muchas más que no me acuerdo
ponen los escritores, y ansí me admiro que vos, con sola
esta palabra «por medio de pasatiempo y risa», queráis
diferenciar a la comedia de la tragedia. [...]
Y la diferencia que hay de los temores trágicos a los
cómicos es que aquéstos se quedan en los mismos actores
solos, y aquéllos pasan de los representantes en los
oyentes; y ansí las muertes trágicas son lastimosas, mas las
de la comedia, si alguna hay, son de gusto y pasatiempo,
porque en ellas mueren personas que sobran en el mundo,
como es una vieja cizañadora, un viejo avaro, un rufián o
una alcahueta.
LUIS ALFONSO DE CARVALLO, Cisne de Apolo, Medina
del Campo, 16022
Y porque de esta materia será mejor no decir nada que
decir poco, sólo diré lo que común y generalmente debe
tener la comedia, que son tres partes principales en que se
divide, las cuales llaman en griego prótasis, epítasis y
catástrofe, que son como en todas las cosas humanas la
ascendencia, existencia y decidencia, porque la prótasis es
el principio y crecimiento de la comedia, en la cual se
comienza a ir representando la historia o ficción, de modo
que vaya comenzando cosas y no acabando ningún suceso,
más antes ir entablándolos de tal modo que no se puedan
fácilmente coligir los no pensados fines dellos. En la
epítasis, que es la segunda parte, como existencia de la
comedia, hase de proseguir la materia con diferentes
sucesos de los que se pudieran pensar, y otros varios y
revueltos casos, como haciendo ñudos, procurando tener
siempre el ánimo de los oyentes suspenso, ya alegres, ya
tristes, ya admirados, y con deseo de saber el fin de los
sucesos, porque cuanto esta suspensión y deseo fuere
mayor, le será más agradable después el fin, por serlo
siempre lo que es más deseado. Es la tercera parte
catástrofe, cuando la comedia va declinando para
acabarse, y en ella todos estos enredos se van
descubriendo y conociendo por modos muy diferentes y
extraordinarios de lo que imaginarse pudiera, y no
milagrosos, que llaman máquinas, que serán contra
doctrina de Aristóteles.
2
La fecha de publicación es de 1602; la aprobación es de 17 de
diciembre de 1600.
JUAN MARTÍ, Segunda parte de la vida del pícaro Guzmán de
Alfarache,1604
Por lo cual algunos definen a la comedia fábula que
enseñando afectos particulares, manifiesta lo útil y dañoso
a la vida humana; pero otros dicen mejor, que es poema
activo negocioso, cuyo estilo es popular y fin alegre; y a
nuestro propósito es mucho mejor la definición de otros
que dicen, que la comedia es imitación activa hecha para
limpiar el ánimo de las pasiones por medio del deleite de
la risa; [...]
De muchas maneras se procura la risa en las
comedias. En cuanto a las obras y en cuanto a las palabras
es de advertir que más son urbanas y discretas, que sin
perjuicio notable de nadie dan materia de risa, y esta
especie es tal, que puede parecer delante de reyes y
príncipes; las demás que nacen de la dicacidad,
murmuración, fealdad y torpeza de palabras son malas, y
así se ha de guardar el cómico dellas, porque los reyes,
príncipes y grandes aborrecen naturalmente toda fealdad.
Lo del simple, que usan en España, es bueno sin perjuicio,
porque causa risa, empezando muchas sentencias y
acabando ninguna, haciendo mil precisiones muy
graciosas, y es un personaje que suele deleitar más al
vulgo que cuantos salen a las comedias, en razón de que
en él cabe ignorancia y malicia, y lascivia rústica y grosera,
que son tres especies ridículas, y por le estar bien toda la
fealdad (digo en cuanto es provocativa de risa), es la
persona más apta para la comedia,
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, Don Quijote de la
Mancha, 1605
Pero lo que más me le quitó de las manos, y aun del
pensamiento, de acabarle, fue un argumento que hice
conmigo mesmo, sacado de las comedias que ahora se
representan, diciendo: «Si éstas que ahora se usan, así las
imaginadas como las de historia, todas o las más son
conocidos disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza,
y, con todo eso, el vulgo las oye con gusto, y las tiene y las
aprueba por buenas, estando tan lejos de serlo, y los
autores que las componen y los actores que las
representan dicen que así han de ser, porque así las quiere
el vulgo, y no de otra manera, y las que llevan traza y
siguen la fábula como el arte pide, no sirven sino para
cuatro discretos que las entienden, y todos los demás se
quedan ayunos de entender su artificio, y que a ellos les
está mejor ganar de comer con los muchos, que no opinión
con los pocos, deste modo vendrá a ser un libro, al cabo de
haberme quemado las cejas por guardar los preceptos
referidos, y vendré a ser el sastre del cantillo». [...]
— En materia ha tocado vuestra merced, señor canónigo
—dijo a esta sazón el cura—, que ha despertado en mí un
antiguo rancor que tengo con las comedias que agora se
usan, tal, que iguala al que tengo con los libros de
caballerías; porque habiendo de ser la comedia, según le
parece a Tulio, espejo de la vida humana, ejemplo de las
costumbres y imagen de la verdad, las que ahora se
representan son espejos de disparates, ejemplos de
necedades e imágenes de lascivia. Porque, ¿qué mayor
disparate puede ser en el sujeto que tratamos que salir un
niño en mantillas en la primera cena del primer acto, y en
la segunda salir ya hecho hombre barbado? Y ¿qué mayor
que pintarnos un viejo valiente y un mozo cobarde, un
lacayo retórico, un paje consejero, un rey ganapán y una
princesa fregona? ¿Qué diré, pues, de la observancia que
guardan en los tiempos en que pueden o podían suceder
las acciones que representan, sino que he visto comedia
que la primera jornada comenzó en Europa, la segunda en
Asia, la tercera se acabó en África, y aun si fuera de cuatro
jornadas, la cuarta acababa en América, y así se hubiera
hecho en todas las cuatro partes del mundo?
LOPE DE VEGA, Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo,
1609
Si pedís parecer de las que agora
están en posesión y que es forzoso
que el vulgo con sus leyes establezca
la vil quimera de este monstruo cómico, 150
diré el que tengo, y perdonad, pues debo
obedecer a quien mandarme puede,
que, dorando el error del vulgo, quiero
deciros de qué modo las querría,
ya que seguir el arte no hay remedio, 155
en estos dos extremos dando un medio.
Elíjase el sujeto y no se mire
(perdonen los preceptos) si es de reyes,
aunque por esto entiendo que el prudente
Filipo, rey de España y señor nuestro, 160
en viendo un rey en ellas se enfadaba,
o fuese el ver que al arte contradice
o que la autoridad real no debe
andar fingida entre la humilde plebe. [...]
Lo trágico y lo cómico mezclado,
y Terencio con Séneca, aunque sea
175
como otro Minotauro de Pasife,
harán grave una parte, otra ridícula,
que aquesta variedad deleita mucho;
buen ejemplo nos da naturaleza,
que por tal variedad tiene belleza.
180
Adviértase que sólo este sujeto
tenga una acción, mirando que la fábula
de ninguna manera sea episódica,
quiero decir inserta de otras cosas
que del primero intento se desvíen,
185
ni que de ella se pueda quitar miembro
que del contexto no derribe el todo;
no hay que advertir que pase en el período
de un sol, aunque es consejo de Aristóteles,
porque ya le perdimos el respeto
190
cuando mezclamos la sentencia trágica
a la humildad de la bajeza cómica.
Pase en el menos tiempo que ser pueda,
si no es cuando el poeta escriba historia
en que hayan de pasar algunos años,
195
que éstos podrá poner en las distancias
de los dos actos, o, si fuere fuerza,
hacer algún camino una figura,
cosa que tanto ofende a quien lo entiende,
pero no vaya a verlas quien se ofende. [...]200
Dividido en dos partes el asunto,
ponga la conexión desde el principio
hasta que vaya declinando el paso,
pero la solución no la permita
hasta que llegue a la postrera escena,
235
porque, en sabiendo el vulgo el fin que tiene,
vuelve el rostro a la puerta y las espaldas
al que esperó tres horas cara a cara,
que no hay más que saber que en lo que para.
Quede muy pocas veces el teatro
240
sin persona que hable, porque el vulgo
en aquellas distancias se inquïeta
y gran rato la fábula se alarga,
que, fuera de ser esto un grande vicio,
aumenta mayor gracia y artificio.
245
Comience, pues, y con lenguaje casto
no gaste pensamientos ni conceptos
en las cosas domésticas, que sólo
ha de imitar de dos o tres la plática;
mas cuando la persona que introduce 250
persüade, aconseja o disüade,
allí ha de haber sentencias y conceptos,
porque se imita la verdad sin duda,
pues habla un hombre en diferente estilo
del que tiene vulgar cuando aconseja, 255
persüade o aparta alguna cosa. [...]
Si hablare el rey, imite cuanto pueda
la gravedad real; si el viejo hablare,
270
procure una modestia sentenciosa;
describa los amantes con afectos
que muevan con extremo a quien escucha;
los soliloquios pinte de manera
que se transforme todo el recitante
275
y, con mudarse a sí, mude al oyente; [...]
Las damas no desdigan de su nombre, 280
y, si mudaren traje, sea de modo
que pueda perdonarse, porque suele
el disfraz varonil agradar mucho.
Guárdese de imposibles, porque es máxima
que sólo ha de imitar lo verisímil; [...]
285
Remátense las scenas con sentencia,
con donaire, con versos elegantes,
295
de suerte que, al entrarse el que recita,
no deje con disgusto el auditorio. [...]
Acomode los versos con prudencia
305
a los sujetos de que va tratando;
las décimas son buenas para quejas,
el soneto está bien en los que aguardan,
las relaciones piden los romances
aunque en otavas lucen por extremo,
310
son los tercetos para cosas graves,
y para las de amor las redondillas; [...]
Los casos de la honra son mejores,
porque mueven con fuerza a toda gente;
con ellos las acciones virtüosas,
que la virtud es dondequiera amada,
330
pues vemos que si acaso un recitante
hace un traidor, es tan odioso a todos
que lo que va a comprar no se lo venden,
y huye el vulgo de él cuando le encuentra;
y si es leal, le prestan y convidan,
335
y hasta los principales le honran y aman,
le buscan, le regalan y le aclaman.
CRISTÓBAL SUÁREZ DE FIGUEROA, El pasajero, 1617
Dos caminos tendréis por donde enderezar los pasos
cómicos en materia de trazas. Al uno llaman «comedia de
cuerpo»; al otro «de ingenio», o sea «de capa y espada». En
las de cuerpo, que, sin las de reyes de Hungría o príncipes
de Transilvania, suelen ser de vidas de santos, intervienen
varias tramoyas o apariencias, singulares añagazas para
que reincida el poblacho tres y cuatro veces con crecido
provecho del autor. El que publica con acierto ésta que con
propiedad se puede llamar «espantavillanos», consigue
entero crédito de buen convocador, yéndose poco a poco
estimando y premiando sus papeles. Pónense las niñeces
del santo en primer lugar; luego sus virtuosas acciones, y
en la última jornada sus milagros y muerte, con que la
comedia viene a cobrar la perfección que entre ellos se
requiere. [...]
Dios os libre de la furia mosqueteril, entre quien, si no
agrada lo que se representa, no hay cosa segura, sea
divina o profana. Pues la plebe de negro no es menos
peligrosa desde sus bancos o gradas, ni menos bastecida
de instrumentos para el estorbo de la comedia y su
regodeo. ¡Ay de aquella cuyo aplauso nace de carracas,
cencerros, ginebras, silbatos, campanillas, capadores,
tablillas de San Lázaro, y sobre todo de voces y silbos
incesables! [...]
sabréis ser la comedia imitación dramática de una
entera y justa acción, humilde y suave, que por medio de
pasatiempo y risa limpia el alma de vicios. [...]
En razón de costumbres, se deben considerar las
condiciones y propiedades de personas y naciones, dando
a cada uno el lenguaje y afecto conforme a la edad y
ministerio, sin guiaros por las que se representan en esos
teatros, de quien casi todas son hechas contra razón,
contra naturaleza y arte.
FRANCISCO CASCALES, Tablas poéticas, Murcia, 16173
PIERIO.— ¡Válame Dios! Luego, según eso, no son
comedias las que cada día nos representan Cisneros,
Velázquez, Alcaraz, Ríos, Santander, Pinedo y otros
famosos en el arte histriónica, porque todas o las más
llevan pesadumbres, revoluciones, agravios, desagravios,
bofetadas, desmentimientos, desafíos, cuchilladas y
muertes, que aunque las haya en el contexto de la fábula,
como no concluyan con ellas, no son tenidas por comedias.
CASTALIO.— Ni son comedias ni sombra dellas. Son
unos hermafroditos, unos monstruos de la poesía.
Ninguna de esas fábulas tiene materia cómica, aunque más
acabe en alegría. [...]
PIERIO.— ... mas pregunto: ¿no será doble también, si la
acción en parte fuere trágica y en parte cómica, como si en
ella hubiese desgracias y acabase en felicidad, y a esta tal
la llamaríamos tragicomedia?
CASTALIO.— Si otra vez tomáis en la boca este
nombre, me enojaré mucho. Digo que no hay en el mundo
tragicomedia, y si el Anfitrión de Plauto se ha intitulado
así, creed que es título impuesto inconsideradamente.
¿Vos no sabéis que son contrarios los fines de la tragedia y
de la comedia? El trágico mueve a terror y misericordia; el
cómico mueve a risa. El trágico busca casos terríficos para
conseguir su fin; el cómico trata acontecimientos ridículos;
¿cómo queréis concertar estos Heráclitos y Demócritos?
Desterrad, desterrad de vuestro pensamiento la
monstruosa tragicomedia, que es imposible en la ley del
arte haberla. Bien os concederé yo que casi cuantas se
3
Ver Vitse, p. 229, para importantes precisiones sobre las
circunstancias y fechas de redacción y publicación (el texto fue
aprobado por la Universidad de Salamanca en 1605).
representan en estos teatros son desa manera, mas no me
negaréis vos que son hechas contra razón, contra
naturaleza y contra el arte.
TIRSO DE MOLINA, Cigarrales de Toledo, 1621
Y a mi parecer, conformándome con el de los que sin
pasión sienten, el lugar que merecen las que ahora se
representan en nuestra España, comparadas con las
antiguas, les hace conocidas ventajas aunque vayan contra
el instituto primero de sus inventores. Porque si aquellos
establecieron que una comedia no representase sino la
acción que moralmente puede suceder en veinte y cuatro
horas, ¿cuánto mayor inconveniente será que en tan breve
tiempo un galán discreto se enamore de una dama cuerda,
la solicite, regale y festeje, y que sin pasar siquiera un día
la obligue y disponga de suerte sus amores que,
comenzando a pretenderla por la mañana, se case con ella
a la noche? [...]
Y si me argüís que a los primeros inventores debemos,
los que profesamos sus facultades, guardar sus preceptos
— pena de ser tenidos por ambiciosos y poco agradecidos
a la luz que nos dieron para proseguir sus habilidades —,
os respondo: que aunque a los tales se les debe la
veneración de haber salido con la dificultad que tienen
todas las cosas en sus principios, con todo eso, es cierto
que, añadiendo perfecciones a su invención — cosa,
puesto que fácil, necesaria —, es fuerza que quedándose la
sustancia en pie, se muden los accidentes, mejorándolos
con la experiencia. [...]
— La segunda causa, prosiguió don Melchor, de
perderse una comedia, es por lo mal que le entalla el papel
al representante. ¿Quién ha de sufrir, por estrenada que
sea, ver que habiéndose su dueño desvelado en pintar una
dama, hermosa, muchacha, y con tan gallardo talle que
vestida de hombre persuada y enamore la más
melindrosa dama de la corte, salga a hacer esta figura una
del infierno, con más carnes que un antruejo, más años que
un solar de la montaña y más arrugas que una carga de
repollos, y que se enamore la otra y le diga: «¡ay, que don
Gilito de perlas!, ¡es un brinco, un dix, un juguete del
amor!?»
(De El vergonzoso en palacio, 1621)
DOÑA SERAFINA
¿Qué fiesta o juego se halla
que no le ofrezcan los versos?
En la comedia los ojos
¿no se deleitan y ven
mil cosas que hacen que estén
olvidados sus enojos?
La música ¿no recrea
el oído, y el discreto
no gusta allí del conceto
y la traza que desea?
Para el alegre, ¿no hay risa?
Para el triste, ¿no hay tristeza?
¿Para el agudo agudeza?
Allí el necio, ¿no se avisa?
El ignorante, ¿no sabe?
¿No hay guerra para el valiente,
consejos para el prudente,
y autoridad para el grave?
Moros hay si quieres moros;
si apetecen tus deseos
torneos, te hacen torneos;
si toros, correrán toros.
¿Quieres ver los epitetos
que de la comedia he hallado?
De la vida es un traslado,
sustento de los discretos,
dama del entendimiento,
de los sentidos banquete,
de los gustos ramillete,
esfera del pensamiento,
olvido de los agravios,
manjar de diversos precios,
que mata de hambre a los necios
y satisface a los sabios.
Mira lo que quieres ser
de aquestos dos bandos.
JUAN PABLO MÁRTIR RIZO, Poética de Aristóteles
traducida de latín, 1623
Las partes de la cualidad de la comedia son las que
descubren la condición y manera de la acción principal
que lleva desde el trabajo a la felicidad, a risa y alegría. De
éstas unas miran al poeta, como es la fábula, la costumbre,
la sentencia y la dicción, y las otras pertenecen a los
histriones o representantes, a los músicos y arquitectos
que son la pronunciación, el concepto, la música y el
aparato, de las cuales no es lícito que tratemos por no
pertenecer al artificio de quien escribe. [...]
Es la fábula cómica imitación de toda una acción de
personas particulares, que tengan el medio entre buenas y
malas por defectos y yerros que cometen los hombres,
maravillosa, cumplida y de suficiente grandeza. Debe ser
también posible, ridiculosa y amorosa y que tenga su
transmutación de la mala en la buena fortuna, ordenada y
entretejida con peripecia y agnición, en el espacio de un
día natural, y que no sea llena de episodios y
interposiciones no necesarios ni verisímiles de modo que
debe ser la fábula cómica toda, cumplida, y que tenga
principio, medio y fin. [...]
Peripecia es mutación contraria a lo que se va haciendo,
así como uno que va a desesperarse por perder la
hacienda y allí, rompiéndose la parte donde lo había de
hacer halló un tesoro, de donde alegre gozó de aquella
felicidad. [...]
La agnición es transmutación de inteligencia de no
saber alguna cosa a venir en conocimiento de la misma,
como es también la de Sóstrata la cual reconoce por su hija
a la doncella que estaba con Baquides. [...]
La conveniencia de costumbres de las personas cómicas
consiste en el decoro, según la edad, según los hábitos, etc.
Y así una manera de hablar atribuye Terencio a Simón
viejo, otra a Pánfilo mancebo en la misma comedia, otra a
Davo como criado, otra a Simón como a señor, otra a un
amante, otra a un soldado y otra a un mercader. [...]
Por esto la locución de la comedia representando ella
acción de personas particulares, debe ser tenue y humilde
no buscando aquella forma de hablar con mezcla de otras
lenguas que hace la oración magnífica y peregrina, propia
de la tragedia y poema heroico, mas débese aplicalle
solamente las palabras propias y trasladadas que se
suelen usar en las conversaciones y pláticas comunes.
JOSÉ PELLICER DE TOVAR, Idea de la comedia de Castilla,
1635
Precepto 1º. Porque comenzando en su primer precepto,
que es el fin que debe tener la comedia, se constituye
voluntariamente el que la hace por maestro público del
pueblo que le está oyendo, de cuyos avisos depende la
enseñanza de todo aquel concurso. [...]
Precepto 3º. El tercer precepto es la dulzura del estilo.
Saber acomodarse el poeta a la materia que trata,
cogiendo el aire a los pasos que escribe. Porque si en
medio de la ternura introduce voces hinchadas y
soberbias, y en mitad del rigor escoge locuciones blandas
y tiernas, claro está que irá sin proporción el discurso. Así
debe el poeta alternar cuerdo el modo, ya tierno, ya
hinchado, ya humilde, ya soberbio, ya con mesura, ya con
despejo, ya severo, ya apacible, siendo camaleón de
afectos contrarios, [...]
Precepto 4º. El cuarto precepto es cuidar mucho de
revestirse el poeta de aquellos mismos afectos que escribe,
de modo que no sólo parezcan verisímiles sino
verdaderos y que realmente están sucediendo en el caso y
no en la apariencia. [...]
Precepto 5º. El precepto quinto es que, supuesto que es
preciso que en todas las comedias ha de haber amores,
procure el poeta introducirlos entre personas libres y no
atadas al yugo santo del matrimonio, y éstos, tratados con
tanta pureza y tanto decoro que ni el galán dé indicios de
grosero ni la dama de fácil, [...]
Precepto 6º. El precepto sexto toca a los celos, pues no hay
comedia donde para la trama no sea forzoso tratar de
entremeterlos. [...]
Precepto 7º. El séptimo precepto es de la maraña o
contexto de la comedia. La primer jornada sirve de
entablar todo el intento del poeta. En la segunda ha de ir
apretando el poeta con artificio la invención y
empeñándola siempre más, de modo que parezca
imposible el desatalla. En la tercera dé mayores vueltas a
la traza y tenga al pueblo indeciso, neutral o indiferente y
dudoso en la salida que ha de dar hasta la segunda escena,
que es donde ha de comenzar a destejer el laberinto y
concluille a satisfación de los circunstantes. [...]
Precepto 9º. El precepto nono es considerar que las
comedias donde introducen apariencias o tramoyas son
fábulas y no comedias, porque naturalmente no pueden
volar cuerpos humanos, ni montes, ni peñas, que es sacar
de su centro los compuestos y están violentos en otro
elemento.
ÁLVARO CUBILLO DE ARAGÓN, El enano de las musas...,
Madrid, 1654
Si a la comedia fueres inclinado,
y dejares tu casa, estimulado
de tus propios dolores,
nunca vayas a ver en ella horrores, [...]
Tengo por muy poco hombre, y por
[menguado
al que va a la comedia, muy preciado
de oír cosas de seso,
que el tablado no se hizo para eso.
Si gustas de las veras, aquel rato
vete a oír un sermón, que es más barato.
Si gustas de lo grave, y por ventura
has estudiado, lee la Escritura:
y si a los argumentos te dispones,
oye unas conclusiones,
que allí te explicarán con excelencia,
tal vez del alma, y tal de Dios la esencia:
mas la comedia búscala graciosa,
entretenida, alegre, caprichosa,
y breve, que no es bien faltando el tiempo,
que gaste mucho tiempo el pasatiempo.
FRAY MANUEL GUERRA Y RIBERA, Aprobación del
reverendo padre Fray Manuel Guerra y Ribera a la verdadera
quinta parte de Calderón, Madrid, 1682
Las comedias que ahora se escriben se reducen a tres
clases: de santos, de historia y de amor, que llama el vulgo
de capa y espada. Todas son tan ceñidas a las leyes de la
modestia, que no son peligro, sino doctrinas. [...]
Entro en la segunda conclusión de que la comedia es
conveniente en lo político, convencido de sentencia
expresa de mi ángel santo Tomás: Ludus est necesarius ad
conservationem vita humana: que es necesario algún juego
para la conversación y conservación de la vida humana.
Juzgo (con la reverencia que debo a los magistrados) que
ningún juego puede ser más conveniente que el de la
comedia, en la forma que hoy la tiene ceñida la vigilancia
del Consejo Supremo Real, con su conservador censor y
fiscal.
FRANCISCO ANTONIO DE BANCES CANDAMO,
Teatro de los teatros, Madrid, ca. 1690
Es hoy la comedia española en línea de poema, uno de
los más elevados que en algún siglo se han conocido, lleno
del más decoroso y remontado estilo del idioma
castellano, de las más altas sentencias de la filosofía,
moral, ética y política, exornado de los extraños sucesos
que ha representado la fortuna al gran teatro del mundo
en sus varias scenas. Abundante de todos los ejemplares
de la vida como la historia, y aun mejor que ella. [...]
Dividirémoslas sólo en dos clases: amatorias, o
historiales, porque las de santos son historiales también, y
no otra especie. Las amatorias, que son pura invención o
idea sin fundamento en la verdad, se dividen en las que
llaman de capa y espada y en las que llaman de fábrica.
Las de capa y espada son aquéllas cuyos personajes son
sólo caballeros particulares, como Don Juan, y Don Diego,
etcétera, y los lances se reducen a duelos, a celos, a
esconderse el galán, a taparse la dama, y en fin a aquellos
sucesos más caseros de un galanteo. Las de fábrica son
aquellas que llevan algún particular intento que probar
con el suceso, y sus personajes son reyes, príncipes,
generales, duques, etcétera, y personas preeminentes sin
nombre determinado y conocido en las historias, cuyo
artificio consiste en varios acasos de la fortuna, largas
peregrinaciones, duelos de gran fama, altas conquistas,
elevados amores y, en fin, sucesos extraños, y más altos y
peregrinos que aquellos que suceden en los lances que
poco ha llamé caseros. Estas de capa y espada han caído ya
de estimación, porque pocos lances puede ofrecer la
limitada materia de un galanteo particular que no se
parezcan unos a otros, y sólo Don Pedro Calderón los
supo estrechar de modo que tuviesen viveza y gracia,
suspensión en enlazarlos, y travesura gustosa en
deshacerlos. El argumento de éstas, por la mayor parte, se
reduce al galanteo de una mujer noble, con una cortesana
competencia de otro amante, con varios duelos entre los
dos, o más, por los términos decentes de la cortesanía, que
para en casarse con ella el uno, después de muy satisfecho
de su honor y de que no favoreció a los otros, y en
desengañarse los demás.
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