Aquellas Misas me hicieron amar la Liturgia

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Aquellas Misas me hicieron amar la
Liturgia
Jose María Casciaro
Jose María Casciaro conoció a san Josemaría en 1939. Al año siguiente se
trasladó a Madrid para proseguir sus estudios y vivió en la residencia
universitaria Jenner donde coincidió con san Josemaría. Durante un lustro
largo tuvo ocasión de vivir cerca del Fundador del Opus Dei y de ver cómo
celebraba el Santo Sacrificio del Altar.
Al llegar a Jenner me impresionó como san Josemaría celebraba la Santa Misa.
Me conmovía a mí y a todos, a juzgar por los comentarios que oía. Me refiero, de
un lado, al modo de celebrarla. Se ajustaba cuidadosamente a las normas
litúrgicas de la Iglesia. Dentro de éstas, procuraba que los asistentes participaran
lo más atentamente posible en el Santo Sacrificio. Diariamente se celebraba
“dialogada”, es decir, no respondía sólo el ayudante, como era usual entonces en
las iglesias, sino que todos contestábamos de modo pausado y al unísono. Este
modo de celebrar contribuía a compenetrarse muy bien con el misterio
eucarístico.
Por otro lado, los ornamentos eran a la vez sencillos y elegantes. Por ejemplo, yo
no había visto antes que el celebrante usara casullas góticas, sino las corrientes
en aquellos tiempos, las llamadas “de guitarra”, por la forma de la parte delantera.
En Jenner, con permiso del obispo de Madrid se empleaban casullas de ese otro
estilo, amplias que daban especial dignidad al acto sagrado.
Cuando celebraba san Josemaría, con voz clara y las entonaciones y pausas bien
marcadas, con un recogimiento y unción indisimulables, la asistencia a la Misa de
Jenner incitaba a la piedad sincera y honda. Yo no puedo por menos de
testimoniar, a la vuelta de los años, que aquellas Misas del padre me llevaron al
amor a la Liturgia de la Iglesia y a participar en el Santo Sacrificio con actitudes
nuevas. Entraba por los sentidos la trascendencia de la acción que se celebraba.
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Jose María Casciaro, Vale la pena, Ed. Rialp. Madrid 1998.
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