Mensaje Pascual del Año 2008 de los Obispos de la Región Patagonia -Comahue “Una nueva creación ha empezado” (Gál. 6,15) Queridos hermanos y hermanas: 1. ¡Felices Pascuas! Cristo ha resucitado, “Una nueva creación ha empezado”, esta es la Buena Noticia que queremos compartir con todos ustedes en esta Pascua 2008. Celebrar la Pascua es abrirse plenamente a Cristo que ha vencido a todo lo que es muerte, y por eso, con Él, pasar de la muerte a la vida, de la tristeza a la alegría, del absurdo al hondo sentido de la existencia, del desaliento a la esperanza. Hagamos nuestra entonces la invitación que nos hizo el Papa Benedicto XVI cuando inició su servicio como Pastor universal: “¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puerta a Cristo! (...) quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada -absolutamente nada- de lo que hace la vida libre, bella y grande. Sólo con esa amistad se abren las puertas de la vida. (...) ¡No tengan miedo a Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a El recibe el ciento por uno. Si abran, abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida” 2. La Palabra de Dios nos trae esta gran noticia. Desde ella y con ella renovamos nuestra Fe en la Resurrección de Cristo. Deteniéndonos en el relato de Lucas 24,13-35, el encuentro de Cristo con los discípulos de Emaús, descubrimos que creer en Cristo Resucitado es reafirmar que Él está entre nosotros, que Él se hace compañero de camino y que con su oído atento y su palabra llena de verdad hace “arder nuestro corazón” (Lc.24, 32), quita la oscuridad y los miedos que la vida va cargando en nuestra historia. Y al mismo tiempo que va despertando nuestro entender nos hace solidarios: “quédate con nosotros, ya es tarde” (Lc.24, 29). Presencia desapercibida al principio, como si fuera uno más; pero para quienes la saben aceptar, luego se manifiesta como “el crucificado que ha Resucitado”, “y lo reconocimos al partir el pan” (Lc.24, 31). Celebrar la Pascua es hacer esta experiencia, y es posible porque Él toma la iniciativa de salir a nuestro encuentro para “calentar nuestro corazón”, “abrir nuestros oídos”, “despertar nuestra solidaridad” y así poder “reconocerlo”. ¿Estamos convencidos que sólo podremos hacer esta experiencia si nos decidimos a caminar?, ¿si en el camino nos abrimos a los demás?, ¿si dejamos que algo distinto entre en nuestra vida? Quien se queda quieto, cerrado en su individualismo, aferrado a sus ideas y su mundo no podrá descubrir a Cristo Resucitado, no podrá abrirse al Resucitado que hace nuevas todas las cosas. 3. En el documento de Aparecida, fruto de todo un caminar de la Iglesia Latinoamericana y del Caribe, se insiste en que seremos auténticos discípulos y misioneros de Cristo, verdaderos cristianos, si nos encontramos con Él, con Cristo Resucitado. Del encuentro con Él nace una vida nueva. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva...” (Nº 243). Cada año al celebrar la Pascua estamos invitados por el mismo Cristo Resucitado a renovar ese encuentro con Él, y luego cuidarlo y prolongarlo durante todo el año. M e n s a j e P a sc u a l d e l A ñ o 2 0 0 8 d e l o s O b i s p o s d e l a R e g i ó n P a tag o n i a - C o m ah u e ¿Son así nuestras comunidades cristianas? ¿en ellas nos ayudamos mutuamente a crecer en el encuentro con el Resucitado? ¿o vivimos como desconocidos, no compartiendo nuestra fe? Prolongarlo con un estilo de vida comunitario, vida eclesial, construida con nuestra familia, y con tantos otros bautizados. Teniendo la Palabra de Dios como centro. Palabra de Dios que guía nuestros pasos: “Tu palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino” (Sal. 119,105). Comunidades que descubren la Misa de cada domingo como el don del cual no se pueden privar. Comunidades que no se cierran sobre sí mismas, sino al contrario, que viven siempre “próximas” al que sufre, al pobre. Comunidades eclesiales que son levadura de vida nueva en la sociedad. Quienes andamos por estos camino renovaremos día a día este encuentro con el Resucitado. 4. En esta Pascua Cristo quiere como despertarnos a la novedad de vida que nos trae su resurrección. Nos invita a abrirnos plenamente a Él que hace nuevas todas las cosas. Pero corremos a veces el peligro de diluir nuestra fe, no vivir toda la novedad que implica ser cristianos. En el documento de Aparecida se nos invita a pensar si nuestra vida cristiana no queda en ocasiones reducida a un “elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismo blandos o crispado que no convierten la vida” (Nº 12). Aparecida también nos recuerda: “La vida en el Espíritu no nos cierra en una intimidad cómoda, sino que nos convierte en personas generosas y creativas, felices en el anuncio y el servicio misionero. Nos vuelve comprometidos con los reclamos de la realidad y capaces de encontrarle un profundo significado a todo lo que nos toca hacer por la Iglesia y por el mundo” (Nº 285) Abrirnos a Cristo Resucitado debe llevarnos a actitudes de atención, de servicio, de entrega, de gratuidad. Ser constructores de comunión, con un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida del otro, especialmente si es pobre, enfermo o está afligido y solo. Deberíamos preguntarnos: ¿en nuestra región patagónica somos portadores de esta vida nueva?, ¿qué novedad de vida debería despertar entre nosotros esta Pascua?; muchos habitantes de nuestra región que no comparten este don de creer en Jesús Resucitado, ¿descubren en nosotros esta novedad de vida?; nuestra vida creyente ¿ayuda a que “todos los pueblos en Él -en Jesús- tengan vida”? 5. Lejos de pretender describir totalmente la realidad de nuestra región patagónica podemos señalar: que estamos lejos de tener un modelo social que garantice un crecimiento sustentable; que la defensa y el cuidado de la vida de todos no está garantizado; que el cuidado de la familia no es una prioridad; que la cultura del trabajo no es buscada con proyectos concretos; que la educación de los jóvenes está lejos de lo que les pertenece por derecho; que la preocupación por los pobres es una deuda aún pendiente; que la equitativa distribución de las riquezas todavía no es una realidad, y más aún, la brecha entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen poco crece día a día; que los que son víctimas de la violencia se sienten muchas veces abandonados a su suerte; que todavía hay mucha impunidad; que los centros de reclusión y las cárceles están muy lejos de ser ambientes humanizantes; que los valores que conforman nuestra riqueza cultural no son respetados, al contrario constantemente son agredidos; que la integración plena de los inmigrantes muchas veces queda en buenos deseos; que la igualdad de oportunidades se ve lastimada por favores e intereses mezquinos; que el respeto al medio ambiente se ve subordinado a los intereses económicos de algunos. - 2 - M e n s a j e P a sc u a l d e l A ñ o 2 0 0 8 d e l o s O b i s p o s d e l a R e g i ó n P a tag o n i a - C o m ah u e Frente a todos estos desafíos: ¿Creemos que Cristo Resucitado trae algo nuevo?, ¿nos sentimos interpelados como creyentes a aportar “lo nuevo”? o ¿cedemos dejándonos llevar por lo que “todos hacen y siempre se hizo”, o por un sentido de fracaso donde nada se puede hacer? ¿Cuál es la novedad que debemos traer? 6. Creemos en Cristo Resucitado, creemos en la vida nueva que “con Él, por Él y en Él” se va gestando en la historia. Descubrimos que quienes creemos en El nos vemos implicados en este construir algo nuevo. Renovemos entonces nuestro “Sí” al proyecto de vida nueva de Dios en Cristo Jesús por medio de su Espíritu. Podríamos enumerar muchas actitudes y compromisos que nos involucran a todos como cristianos en la construcción de ese proyecto de vida de Dios Padre. Pero para evitar quedarnos en metas muy parciales, los invitamos y nos invitamos a volver a la Palabra de Dios, al texto de Lucas 24, 13-35, y desde allí iluminar nuestro caminar. Este pasaje evangélico nos enseña a descubrir que estamos llamados a vivir “abriéndonos al otro”, a aquel que camina junto a nosotros, escuchando su voz -a veces su profundo silencio- y callando un poco nuestra voz, nuestros problemas, nuestras quejas. No solo escuchar su voz, sino también abrirnos a sus necesidades, dejar que “sus heridas” despierten nuestro compromiso no sólo de modo paliativo, sino yendo a las causas que provocaron esas heridas. El Señor nos ha dado mucho, mucho podemos dar. Dejar entonces que el Señor Resucitado hable en ese prójimo del camino, dejar que el Señor mueva nuestra vida. Solo así será Pascua plena porque habrá vida en abundancia para todos. Camino Pascual que no podemos recorrer solos, sino en comunidad. Como los discípulos de Emaús que regresaron adonde estaban los “once y los que estaban con ellos” (Lc.24, 33), también nosotros vivamos en comunidad y permanezcamos en esa comunión. Por eso, Pascua es también renovar nuestra pertenencia a la comunidad eclesial; permanecer en nuestro individualismo, es no celebrar la Pascua. Vivir en comunidad, construir en unidad, es la respuesta de fe y de caridad que nos reclama la resurrección de Jesús. Es una mirada de esperanza que nos impulsa a buscar siempre más allá, cada vez en círculos más anchos, tejiendo redes, abriendo horizontes, derribando muros, cruzando fronteras, fortaleciendo hermandad. Que María que vivió en la luz de la Resurrección nos bendiga a todos y nos regale vivir como Resucitados, buscando, participando, luchando, pero sobre todo, soñando con ojos abiertos “la nueva creación que ha comenzado”. Que Ella nos guíe para lograr un protagonismo comprometido y responsable en el construir el Reino de Dios en esta nuestra querida Patagonia. Con afecto fraterno, les deseamos unas felices Pascuas de Resurrección. Mons. Virginio D. Bressanelli, obispo de Comodoro Rivadavia Mons. Esteban M. Laxague, obispo de Viedma Mons. Fernando C. Maletti, obispo de San Carlos de Bariloche Mons. Marcelo A. Melani, obispo de Neuquén Mons. Néstor H. Navarro, obispo del Alto Valle del Río Negro Mons. Juan C. Romanín, obispo de Río Gallegos - 3 -