El pasado contra Garzón - Jueces para la Democracia

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El pasado contra Garzón…
XIMO BOSCH 05/08/2009
El País.com (Comunidad Valenciana)
En este país no resulta sencillo remover la tierra ni tampoco la memoria. Se ha
afirmado que el régimen franquista ya ha sido juzgado por la Historia. Sin
embargo, las gravísimas violaciones de derechos humanos que en dicha etapa
se cometieron debieran haber sido juzgadas por seres humanos de carne y
hueso, a través de los tribunales propios de una sociedad civilizada. La
transición pactó el olvido a cambio de una apuesta por la convivencia. Pero
ahora ya no debieran existir los citados riesgos, por lo que habría de primar la
búsqueda de la verdad y la reparación histórica de los vencidos en la
contienda, con la finalidad última de profundizar en una pedagogía
democrática, en la línea de lo que han practicado otros países europeos. En
palabras de Habermas, la única salvación de las víctimas sería el recuerdo de
lo que ocurrió.
Sin embargo, las desproporcionadas resistencias de determinados sectores
sociales, políticos y religiosos han impedido a las instituciones la recuperación
de esta memoria democrática. Y estas voces reiteran de manera muy virulenta
su pretensión de pasar página sin permitir que antes pueda ser leída, así como
su exigencia de que olvidemos lo que aún no hemos podido conocer. Como
sabía Orwell, quien controla el presente también controla el pasado. No puede
sorprender que en este contexto se produzca un enérgico acoso contra el único
juez que ha llevado adelante una investigación sobre los crímenes perpetrados
durante nuestra guerra civil.
En el ámbito judicial existe pleno respeto por la decisión de admitir a trámite la
querella contra Garzón. Y también absoluta confianza en que los órganos
competentes del Tribunal Supremo resolverán el asunto desde los principios de
independencia e imparcialidad y con aplicación de las normas adecuadas al
caso concreto. Pero no podemos ignorar que se han pronunciado opiniones
muy sólidas en el ámbito jurídico que consideran inviable que pueda prosperar
una condena por prevaricación, al encontrarnos ante decisiones legítimas de
un magistrado instructor que ha actuado en la esfera de su independencia
protegida constitucionalmente. En este sentido, la posibilidad de investigar esta
materia se encuentra amparada por la jurisprudencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, que considera imprescriptibles los crímenes contra la
humanidad. Y la naturaleza de esta instrucción parecía justificar que el órgano
competente fuese la Audiencia Nacional. Resulta un contrasentido que
nuestros tribunales hayan juzgado hechos similares ocurridos en otras partes
del mundo y que ahora no puedan analizar lo sucedido en nuestro propio país.
Dicha perspectiva doctrinal cuenta con visiones contrarias, algunas de la cuales
han quedado expresadas en distintas resoluciones. No obstante, las propias
discrepancias judiciales, así como la ponderación de las normas internas y las
de derecho internacional, nos demuestran la complejidad de la materia y la
enorme dificultad de encajar lo que representa una temática opinable en una
conducta delictiva consistente en adoptar decisiones injustas a sabiendas.
Resulta notorio que determinadas actuaciones jurisdiccionales de Garzón le
han generado un rastro plagado de detractores, adversarios y enemigos. No
obstante, sería injusto desdeñar sus evidentes aportaciones a la causa de los
derechos humanos o desconocer sus importantes esfuerzos en la persecución
de delitos que han provocado gran alarma social en nuestro país. Todavía
parece más lamentable que bastantes de los que antes le jaleaban ahora estén
reclamando su defenestración. Se ha asegurado que Garzón intentó enjuiciar el
pasado. Y ahora parece que estos ecos de nuestro pasado se revuelven contra
él para intentar juzgarlo y condenarlo. Resulta sintomático que sea
precisamente su investigación sobre la Guerra Civil la que ha desencadenado
el ataque más intenso contra su integridad profesional.
Mientras tanto, en algunos ámbitos parece aceptarse con cierta naturalidad la
permanencia de vestigios del régimen anterior. El Ayuntamiento de Valencia
opta por mantener para Franco el título de alcalde honorario. Al mismo tiempo,
no facilita a los parientes de represaliados el acceso a las fosas comunes del
cementerio municipal. Y nuestro arzobispado prefiere no retirar de las fachadas
de los templos los símbolos preconstitucionales de exaltación de la dictadura. A
pesar del transcurso del tiempo y de los indudables cambios sociales, resulta
inevitable no detectar secuelas presentes de aquella guerra y de la larga
dictadura que le siguió. Entre ellas se mantiene la tremenda miseria moral que
supone para nuestra sociedad que sigan enterrados miles de demócratas junto
a las cunetas como si fueran animales. Se trata de ese pasado que no hemos
conseguido cerrar con dignidad, de ese pasado que ahora parece querer
perseguir a Garzón.
Ximo Bosch es portavoz de Jueces para la Democracia (JpD) en la Comunidad
Valenciana.
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