LA FORMACIÓN PERMANENTE: UN CAMINO PARA LLEGAR A SER YO MISMO Fr. José Rodríguez Carballo, ofm Ministro general Al final de este II Congreso Internacional para Moderadores de Formación Permanente, que por la metodología elegida bien se puede llamar “taller”, me alegra poder compartir con vosotros algunas reflexiones sobre el tema que nos ocupa: La Formación Permanente = FP En esta comunicación no pretendo ofrecer nuevas pistas, a las que seguramente ya habéis pensado en estos días. Tampoco pretendo hacer una síntesis de lo que habéis tratado durante el Congreso que mañana concluiremos. Sólo deseo reafirmar algunos aspectos que podrían ayudarnos a asumir con mayor fuerza y entusiasmo el desafío que nos lanza hoy la FP y de los que ciertamente yo estoy profundamente convencido. Hacia una definición de FP Se han dado muchas definiciones de FP. También en este Congreso. Todas ellas me parecen acertadas y todas, unas más que otras, señalan aspectos que hay que tener presente a la hora de programar y de asumir un camino de FP. Pero antes de definir la FP quiero acercarme, desde distintas perspectivas, a la realidad de FP. FP: Un tema de gran actualidad. De ella, en efecto, depende no sólo nuestro futuro, lo cual ya justificaría que le dedicásemos gran atención, sino también nuestro presente como consagrados y Hermanos Menores. Y no sólo está en juego nuestro presente y nuestro futuro sino que también está en juego el presente y el futuro de nuestros candidatos y de los hermanos en formación inicial, pues, como hemos dicho muchas veces, la formación permanente es el “humus” de la formación inicial, y sin aquella no se pueda dar ésta. No podemos formar sin formarnos. Sin formación permanente, la formación inicial se reduce a poner un remiendo nuevo en un vestido viejo, con todo lo que ello lleva consigo. FP: Un camino de toda la vida. La formación es siempre permanente. La formación ha de acompañar al religioso y al franciscano durante toda la existencia si de verdad quiere consagrarse totalmente a Dios. La formación es camino de toda la vida por la sencilla razón que en el orden de la fe y del amor –y la vida consagrada y franciscana es constitutivamente cuestión de fe y de amor-, nada se adquiere de una vez para siempre. Todo depende de la opción que se atribuye al cotidiano de la vida y de la orientación profunda que se determina más allá de cualquier preocupación formalista. La vida consagrada y franciscana conoce también la insidia de la mediocridad espiritual, del aburguesamiento y de la mentalidad consumística. Es urgente repensar la formación permanente como respuesta a los retos y desafíos que la misma vida nos pone hoy. FP: una tarea difícil. La FP es una tarea difícil porque la tiene muchísimo que ver con la vida, es más, la FP es la vida misma, y la vida es muy compleja. La FP, como bien sabemos, no puede reducirse a cursos, por el simple hecho de que no es un simple aggiornamento, y, menos todavía, un adoctrinamiento. Tampoco es una simple capacitación profesional, aunque ésta haga parte de la FP. La FP tiene como objetivo último la conversión –la FP es un camino de conversión-, transformación de toda la persona, y sabemos, por experiencia propia, lo difícil que todo ello resulta. FP: una tarea siempre pendiente. Casi nadie niega la necesidad de la FP, pero son muchos lo que se resisten a asumirla como elemento dinamizador de la propia vida. No desconozco los esfuerzos que se han hecho en este campo, pero tampoco hemos de desconocer las grandes resistencias que todavía hoy se dan. Unos porque no han entendido lo que realmente es FP, y la reducen a una dimensión de la persona. Muchos porque tienen miedo a lo que la FP comporta: situarse en actitud constante de cambia, y por ello prefieren quedarse en la tierra de la esclavitud a asumir el riesgo de la libertad; prefieren las cebollas de la esclavitud, al maná de la libertad. FP: una tarea urgente. Si el discerniendo es necesario en estos momentos más que en otros, para no dejarnos llevar de la mediocridad y de la rutina, la FP es una mediación insustituible en todo proceso de discernimiento, para captar las nuevas realidades en un mundo en constante mutación, y proponer, con unos métodos y lenguaje renovados, el Evangelio a los hombres y mujeres de hoy. Sin FP no puede darse la fidelidad creativa. La FP es el reto entre los que más cualificarán nuestro futuro. Es un frente siempre abierto que solicita caminos nuevos de búsqueda y de realización para favorecer la cualidad de vida. La FP no es un optional: es una exigencia y una urgencia a la vez. Hechas estos subrayados, pienso que la FP bien se puede definir como: la disponibilidad activa e inteligente de quien se deja formar por la vida y para toda la vida, y de este modo puede llegar a ser él mismo y seguir a Cristo más de cerca, según la forma de vida franciscana, anunciado el Evangelio en el mundo de hoy. Su condición es pues la docilidad, es decir: la actitud interior de quien, libre en el corazón y la mente, aprende a aprender de la vida, y, sin renunciar a lo que él quiere ser y a la propia realización, se abre al proyecto que el Señor tiene sobre él. La docilidad es la libertad del sujeto de dejarse tocar/educar por la vida, por los otros, por cada situación existencial y por la experiencia. Pero además esta docilidad no puede ser pasiva, sino activa, que lleve a asumir la responsabilidad que lleva consigo el que cada uno es el primer responsable de la propia formación, la mirada positiva del otro y del mundo que lo rodea, la libertad interior para asumir los fragmentos de verdad y de belleza en torno a uno, y la capacidad de relacionarse con la alteridad, en actitud de interacción fecunda. Es lo que alguno llama docibilitas. La FP supone asumir muchos de los lugares propios de la FP. Quien se siente en FP sabe aprender de Dios, el verdadero autor de la formación, de su Palabra y de su misterio, de la liturgia que celebra y de la riqueza del carisma que abrazó por la profesión. Pero quien se siente en FP sabe aprender, también, de los otros, de cada hermano, santo o menos santo, de la gente, de los pobres, en cada momento de la vida y en cada servicio que presta, en el éxito y en el fracaso, de joven, adulto o anciano, cuando está sano y cuando está enfermo. Se hace necesario, por tanto, superar la concepción demasiado intelectualista de FP, casi como se tratase de refrescar constantemente ideas, prospectivas teológicas, aggioramentos culturales. Cierto que la FP es también eso, pero no es sólo, ni fundamentalmente, eso. En la FP es necesario dar peso formativo al Esfahrung, a lo cotidiano, a la experiencia de cada día, rica de historia y de relaciones, en el ámbito de la trasfiguración. Siento que el valor de la experiencia es fundamental en todo el proceso de FP, siempre que esté animada por un inteligente proyecto de experiencia de valores. De hecho la experiencia acrítica podría ser fragmentada y despistar en la construcción lineal de la persona. Otro elemento esencial en la FP es asumir un itinerario de identificación que lleve a la persona, en palabras de Heidegger, de la condición de un ser anónimo, disperso, e impersonal, a la condición de ser él mismo abierto a la relación, responsable y proyectual, del paso del se hace, se piensa, se dice, se cree…, al hago, pienso, digo, creo.. La FP se convierte, de este modo, en un proceso de autenticación del sujeto que pasa de ser ninguno, a ser él mismo. La FP es un proceso a través del cual se va construyendo la propia identidad, lo que significa distanciarse progresivamente del “he sentido decir”, de la teoría…, para proyectarme hacia adelante, consciente de la propia vocación a la vida y de una respuesta personal, única e irrepetible. Se trata de asumir la responsabilidad de ser yo mismo, de decir “fiat mihi”, un fiat itinerante, histórico y nunca acabado. Sólo entonces aprender de los otros no se torna despersonalizante o alienante. Motivaciones para la FP A este punto hemos de preguntarnos, ¿cuáles son las motivaciones que empujan a los distintos Institutos para dar prioridad a la FP? Enumeremos algunas. Motivaciones psicoanalíticas. El hombre “es una posibilidad, su ser es un poder ser” decía Victor Emil Frankl. El hombre no se resuelve jamás en su actualidad. Podríamos decir que ser hombre no quiere decir “seractualmente”, sino “ser-facultativamente” (facultas = posibilidad). El futuro tira del presente y del pasado. La Formación Permanente es un llegar a ser. Actividad permanente de la vida es encontrar una tarea, sentir la concreta responsabilidad de frente a una posibilidad que nos desafía; cuanto más sintamos fuerte el sentido de realizarnos, más significado adquirirá la vida y más necesidad sentiremos de la FP. Motivaciones socio-culturales. A veces tenemos una imagen de la vida demasiado lineal (nacimiento, juventud, madurez – tiempo del trabajo y misión, tiempo de la jubilación, senectud); pero algunas tendencias de nuestra sociedad nos invitan a repensar este esquema rígido. La nuestra, es una sociedad que nos impone la imagen de hombres no acabados, que no han llegado a su meta; una imagen en la que la vida no se ve ya como un apagarse gradual, sino como un recurso a valorizar continuamente. Otro desafío es la post-modernidad como tempestad cultural que alcanza nuestras certezas y las desbarata, obligándonos a volver a encontrar sentido a nuestra concepción del mundo y a nuestras opciones (“mendicantes de sentido”). La postmodernidad nos ha traído una cultura débil (pensamiento, ética, relativismo, individualismo), una “revolución silenciosa”, como la llama Ronald Inglehart, que en gran parte sólo se preocupa de “estar bien con uno mismo”, según la lógica del individualismo Existe un individualismo utilitario fundado sobre el trabajo, atento a evaluar riesgos y posibilidades de éxito, que subordina sentimientos y exigencias a otros intereses prácticos. Por otra parte existe un individualismo expresivo, que no niega la búsqueda de éxito pero que concede mayor espacio a las varias experiencias que la vida permite y a los gozos y placeres. Ambas tipologías subrayan el absoluto del individualismo. La vida es como un adaptarse a las situaciones, con independencia de absoluto (sistemas de sentido fijos, valores,...). También en la vida religiosa se observa esta tendencia a plantearse individualísticamente la vida, concentrándola en el “estar bien”, o sea sobre la satisfacción personal, o a la libertad absoluta de elección y el rechazo de todo tipo de responsabilidad o compromiso que no coincida con la realización personal. Si queremos responder adecuadamente a estos desafíos no podemos prescindir de la FP. Sin ella o nos descolgaremos del tren de la vida o apuntaremos a cualquier “moda”, aunque no tenga nada que ver con nuestras opciones más esenciales. Motivaciones de antropología cristiana. La obediencia vocacional que nos empuja a volver a partir desde Cristo es el “más allá”, respecto a la autorrealización individualística. La creación de nuestra identidad es un itinerario hasta tener la estatura de Cristo. Nosotros estamos siempre en estado de gestación y sufrimos los dolores del parto, gemimos interiormente hasta la adopción de hijos. La categoría teológica de la esperanza es aquella que nos legitima el pensar nuestra vida como un eskaton que tiene que realizarse. Nosotros somos un ya y un no todavía, una hermosa definición de FP. Fidelidad creativa al carisma. El carisma es una realidad viva que aún cuando surge en un tiempo y en unas condiciones determinadas, está llamado a perdurar a lo largo del tiempo y a concretarse en la vida de cada Hermano Menor. Para ello necesita una constante actualización en el ámbito de principios y una constante actualización en el ámbito existencial en la vida de cuantos profesan este carisma. Todo ello exige FP. Hacia un proyecto de FP La FP no puede improvisarse ni dejarse a la iniciativa de cada uno, aunque la responsabilidad principal sea de cada uno. Creo necesario articular bien los proyectos de FP a distintos niveles: de la Orden, de cada Provincia o Custodia, de cada Casa y cada Hermano. En el nivel de Fraternidad universal, lo principal es que los hermanos se den cuenta que la Orden intenta, a través de sus órganos institucionales, colocarse en una lógica de FP, en cuanto a los valores o a los objetivos de fondo, y en cuanto a la praxis o los objetivos específicos. La misión de la Orden en este sentido es ardua, pues no puede ahorrar energía alguna a fin de que todos se sientan vinculados a dichos objetivos y no los asuman como un optional, dejado a la iniciativa de cada uno. Se trata, por tanto, de promover una mentalidad y pedir una praxis de formación permanente a través de los instrumentos de animación que posee: visitas, cartas, comisiones, propuesta de un proyecto concreto para toda la Orden para un determinado momento, visitas fraternas o canónicas, pedir evaluaciones… En el nivel provincial o regional es donde se deben concretizar y adaptar a las situaciones concretas las indicaciones de la Orden, necesariamente generales. Es en la Provincia o región donde se debe elaborar, propiamente hablando, un Proyecto de FP, así como la organización de actividades extraordinarias, las propuestas de iniciativas periódicas, que estén en línea con el Proyecto general de la Orden, interpretado según las exigencias y posibilidades locales. Aquí deben involucrarse todos los hermanos de la Provincia o de la región. El nivel local o fraterno es fundamental, pues, como ya quedó dicho, es la fraternidad el “locus” originario de la FP y es la vida ordinaria el “modus” principal de la FP. La FP ha de restituir a la fraternidad su papel natural educativo/formativo, y pide al primer responsable, el guardián, de poner toda atención para que la fraternidad interprete este papel, involucrando plenamente a todos sus miembros. Hay que contar con todos y todos han de sentirse implicados en el proyecto de FP. Es responsabilidad principal del guardián promover y activar todos los instrumentos y momentos comunitarios a través de los cuales una fraternidad vive de hecho y pone en práctica su ministerialidad formativa. El compartir profundo, tal como lo indicó el Capítulo general extraordinario con la “Metodología de Emaús”, es elemento esencial en todo este camino. Si la formación permanente es derecho y deber de cada uno, nada ni nadie puede sustituir el compromiso responsable de cada persona en su propio crecimiento. Ninguno puede hacer por el otro el camino que supone la FP; camino que parte de una convicción profunda a nivel personal: sentirse siempre novicio, por toda la vida, y que supone, también, ir madurando la actitud de discípulo, siempre en escucha atenta del Maestro, en libertad interior (docibilitas). En definitiva: toca a cada uno buscar los instrumentos que más le ayuden a crecer como persona, sirviéndose, por supuesto, de aquellos que la Orden, la Provincia y la fraternidad local ponen a su disposición. Además de articular bien todas estas mediaciones, un proyecto de FP ha de tener en cuenta el ritmo del tiempo y de las distintas estaciones de la vida. El ritmo del tiempo: ritmo cotidiano, ritmo mensual y ritmo anual. El ritmo de las distintas estaciones de la vida: primeros años de plena inserción en la actividad apostólica, la estación en que se suele presentar el riesgo de la rutina y de la desilusión, la estación de la edad madura, y la estación de la edad avanzada. Conclusión Creo que no es erróneo pensar que la FP es la gran oportunidad que el Señor pone a nuestra disposición para crecer y transformarnos. Creo que no es erróneo pensar que Dios ha puesto en nosotros un incipit para caminar hacia el perficere. La FP es un camino para llegar a ser hombres auténticos, siguiendo a Jesús, y dejándonos plasmar por los acontecimientos de la vida y de los hermanos que caminan con nosotros. Pongamos manos a la obra. Es maravilloso sentirse copartícipes en la obra de la creación de nosotros mismos y en la obra de la creación de los demás.