j u l i o - s e p t . 2 01 3 75 ENFOQUE Economía social y solidaria Tres corrientes en la ESS / 4 José Luis Coraggio La economía solidaria en Brasil / 12 Paul Singer Economía social en Quebec. Entrevista al ministro Sylvain Gaudreault / 18 Nancy Neamtan Otra economía para otra civilización / 21 Alberto Acosta Cooperativas en el capitalismo: desarrollo y contradicciones / 28 Jesús Cruz Reyes ¿Convertir empresas privadas en cooperativas? Una experiencia / 36 Martin Van Den Borre Legislaciones sobre ESS en América Latina y el Caribe / 45 Pablo Guerra Leyes marcos en ESS. Poderes públicos y desarrollo humano/ 53 Maude Brossard-Sabourin Para un crecimiento inclusivo: empresas no estatales responsables en Cuba / 58 Rafael Betancourt y Julia Sagebien CONTROVERSIA 67 / ¿Valores en crisis? Carlos Manuel de Céspedes, Laura Domínguez, Wilfredo Mederos, Israel Rojas, Raúl Garcés ENTRETEMAS 82 / ¿Una revolución dentro de la Revolución? Nuevo modelo de empresa estatal socialista Adolfo Castillo Vitllotch 90 / Dressing Black: la cultura metalera en Cuba Anay Remón García 97 / Medioambiente y geopolítica José M. Mateo Rodríguez 104 / Transición socialista / planificación comunitaria. Dialéctica (y utopía) Oscar L. Bellido Aguilera LECTURA SUCESIVA 113 / Felisberto Hernández: el nacimiento de una estética Gustavo Lespada 121 / El rol del director Rubén Sicilia Cruz 128 / Back to Antilles: algunas reflexiones desde la historia Leida Fernández Prieto 132 / Izquierda, gobierno y hegemonía: los desafíos de siempre Juan Valdés Paz 136 / De exposiciones internacionales e imaginarios: la historia cultural al ruedo Yoel Cordoví Núñez CORRESPONDIENDO 139 / Cor. Luis Ángel Macareño Véliz, Claudio Tomassi CONSEJO EDITORIAL Director Rafael Hernández Subdirector Raúl Garcés Asesor artístico Frémez () Temas es una publicación trimestral, dedicada a la teoría y el análisis de los problemas de la cultura, la ideología y la sociedad contemporáneas. Está abierta a la colaboración de autores cubanos, caribeños, latinoamericanos y de otros países. Los artículos expresan la opinión de sus autores. No se devuelven originales no solicitados. Prohibida la reproducción sin autorización de los artículos publicados en Temas por primera vez. Este número de Temas fue posible gracias a la contribución del Fondo para el Desarrollo de la Cultura y la Educación (FONCE). Natalia Bolívar Ana Cairo Mario Coyula Mayra Espina François Houtart Jorge Ibarra Pedro Martínez Pírez Margarita Mateo Ernesto Rodríguez Chávez Joaquín Santana Castillo Nelson P. Valdés Oscar Zanetti Coordinadora de redacción, emplane y web Vani Pedraza García Diseño Irelio Alonso Edición Laura Marrero Juana Mª Martínez Tania Chappi Docurro Reseñas Carlos Alzugaray Promoción Gladys García Durán Administración Aníbal Cersa Secretaria Claudia Díaz Jorge Luis Acanda, UH Antonio Aja Díaz, CEDEM, UH Félix Julio Alfonso Aurelio Alonso Casa de las Américas María del Carmen Barcia, Casa de Altos Estudios F. Ortiz Julio Díaz Vázquez, CIEI, UH Alain Basail, CESMECA Mayerín Bello, UH Gabriel Caparó, www.temas.cult.cu Universidad de Harvard. Marlen Domínguez, UH. Armando Fernández, Fundación de la Naturaleza y el Hombre. Raúl Fernández, Universidad de California, Irvine. Tania García Lorenzo, Instituto Juan Marinello. Humberto García Muñiz, Universidad de Puerto Rico. Carlos García Pleyán, COSUDE. Denia García Ronda. Jesús Guanche, Fundación Fernando Ortiz. Julio César Guanche, Casa del Festival. Antoni Kapcia, Universidad de Nottingham. Hal Klepak, Royal Military College, Canadá. María Teresa Linares. Sheryl Lutjens, Consuelo Martín, UH Luz Merino, Museo Nacional de Bellas Artes. Alberto Montero, Universidad de Málaga. Armando Nova, CEEC, UH. Marta Núñez, UH. Esther Pérez, Centro Memorial Martin L. King, Jr. Lisandro Pérez, City University of New York. Manuel Pérez, ICAIC. Marta Pérez-Rolo, GESTA. José Luis Rodríguez, CIEM. Thomas Reese, Universidad de Tulane. Colegio de San Gerónimo Revista Temas Calle 23 #1155, 5o piso e/ 10 y 12, El Vedado, Ciudad de La Habana, Cuba. CP 10400. Tel/Fax: (53-7) 838 3010 Email: [email protected] Sociedad Cubana de Ciencias Penales. Carlos Delgado, UH. María del Pilar Díaz-Castañón, UH. Jorge I. Domínguez, Pedro Pablo Rodríguez, CONSEJO ASESOR Los manuscritos y la correspondencia deben enviarse a: Universidad de Puerto Rico. Ramón de la Cruz, Universidad de California. Fotomecánica e impresión: Imprimerié L’Artographe, Mont-Laurier (Quebec), Canadá. ISSN 0864-134X. Precio por ejemplar en Cuba: $10.00 (MN). Javier Colón, Casa de las Américas. Zaida Capote, ILL. Julio Carranza, UNESCO. Oficina regional, Montevideo. Nils Castro. Centro de Estudios Martianos. Rogelio Rodríguez Coronel, UH. Francisco Rojas Aravena, FLACSO, Secretaría General. Cira Romero, ILL. Helen Safa, Universidad de la Florida. Joel Suárez, Centro Memorial Martin L. King, Jr. Miguel Tinker Salas, Pomona College. Gilberto Valdés, Instituto de Filosofía. Juan Valdés Paz. Omar Valiño, UNEAC. John Womack, Universidad de Harvard. Yolanda Wood, Casa de las Américas. Mirta Yáñez. Economía social y solidaria En contraste con los modelos de desarrollo que, con variado signo ideológico, y un peso determinante del aparato estatal y el capital, se cifran en elevadas tasas de acumulación y crecimiento macro, la Economía Social y Solidaria (ESS) ha abierto una nueva franja de alternativas de articulación económica, ancladas en el nivel local, con resultados medibles y controles efectivos desde abajo. Examinando experiencias y contextos disímiles, desde las fábricas del Río de la Plata hasta las cooperativas de Quebec, pasando por los proyectos de economía popular y mixta en Los Andes o Brasil, el campo de ideas y prácticas de la ESS muestra cómo las estrategias de desarrollo pueden pensarse con otra cabeza, que rebase la lógica lineal del mercado y el orden estadocentrista, y fomente políticas e instrumentos jurídicos eficaces, bien plantados en la tierra. Temas agradece la colaboración de diversos estudiosos y protagonistas de la ESS, y en especial el aporte de Eric Leeson y Rafael Betancourt, en la construcción de este número, dirigido a incentivar el debate sobre un desarrollo socialmente deseable. Tres corrientes en la ESS José Luis Coraggio Investigador y docente. Instituto del Conurbano, Universidad Nacional de General Sarmiento. J unto con los procesos masivos de empobrecimiento y exclusión de las masas, en las dos últimas décadas emergieron prácticas y formas económicas, en buena medida ya institucionalizadas, que se ubican bajo el paraguas de la Economía social y solidaria (ESS) o de la Economía solidaria (ES): microemprendimientos asociativos, trabajadores o usuarios autogestionados, empresas recuperadas, comercio justo, microcrédito, redes de abastecimiento o comercialización, etcétera. Todas se dirigen al segmento de los pobres o excluidos, e intentan diferenciarse de las prácticas asistencialistas (que no es equivalente a asistenciales, pues siempre es necesaria una dosis de asistencia), afrontando la cuestión social desde la (re)inserción en la misma economía que operó los efectos excluyentes. Otras prácticas tradicionales y de larga data reclaman para sí el adjetivo de «economía social», «solidaria» o de «ESS». Por ejemplo: las cooperativas tradicionales, las asociaciones (con o sin objetivos pecuniarios) y las mutuales de diverso tipo, todas ellas formalizadas, incluso siguiendo estatutos legales que han sido uniformados a través de los continentes. También existen modalidades de agregación económica que no suelen ser consideradas parte de la ESS, como las organizaciones sindicales o las comunidades indígenas, o las asambleas del presupuesto participativo. De igual modo, esgrimen esa denominación —sobre todo en Europa— entidades organizadas como empresas de capital, pero con objetivos sociales. Asimismo, podemos preguntarnos si la llamada «responsabilidad social de las empresas» tiene algo que ver con la ESS. En todo caso, se hace evidente que el recurso usual de 4 n. 75: 4-11, julio-septiembre de 2013 Jose Luis Coraggio definir una categoría por enumeración de casos no es fácil de aplicar. Por ejemplo, el Centro Canadiense de la Economía Social (CCES) la define así: La Economía social se distingue del sector privado y del sector público e incluye las cooperativas, las fundaciones, las cooperativas de ahorro y crédito, mutualidades, organizaciones no gubernamentales, el sector voluntario, las organizaciones benéficas y las empresas sociales.1 Tal concepción incurre en contradicciones. Se incluyen las ONG y las fundaciones, que pueden estar financiadas por emporios privados, y a la vez se excluye al «sector privado», entendido como las empresas con fines de lucro. Se deja fuera el sector público y, por tanto, sus empresas y sus programas de asistencia social —algo en que casi todas las definiciones van a coincidir—, pero incorporan las empresas con fines «sociales» y las organizaciones benéficas. Cabe formular la pregunta: ¿qué tienen en común las formas que entran en esta enumeración y qué las diferencia de las no incluidas? Si se adopta esta clasificación, habrá un debate sobre qué relación (externa) hay que tener con el Estado dejado fuera de la ESS. Llama la atención que el concepto esgrimido por el Centro Canadiense incluya a ONG y fundaciones, en gran parte financiadas por fundaciones empresariales privadas, pero desechan al Estado cuyo fin no es lucrar; y a las cooperativas, que hasta por estatutos, tienen que cumplir funciones sociales. Por otro lado, tenemos la propuesta «del Tercer sector», definido por la negativa: está integrado por «organizaciones sin fines de lucro». Respecto a esta corriente, predominante en el mundo anglófono, Jean-Louis Laville, un exponente de la ESS en Europa, pugna por diferenciarlas de la ESS.2 El espacio de acción de las prácticas que ejemplificarían la ESS es, entonces, muy heterogéneo y de entornos poco claros o, al menos, no consensuados. Las propuestas más complejas (y políticas), como es usual, dan lugar a diferencias ideológicas a veces muy marcadas. A mi juicio y el de Laville, la ESS es un subcampo dentro de las prácticas económicas que se cruza con el campo de la política. Mientras para autores como Alain Caillé la política es una esfera independiente, para nosotros está ya en el interior mismo de la definición sustantiva de economía.3 Si los sistemas económicos son construcciones sociopolíticas y no resultado de evoluciones naturales, como propugnaría la visión de una secuencia de modos de producción del marxismo vulgar, o la de la evolución necesaria hacia una sociedad de mercado (el «fin de la historia» de Francis Fukuyama), es preciso pensar en la posibilidad de otra economía desde la lucha política contrahegemónica, y tratar de desestructurar la cultura económica capitalista, mediante lo que consideramos ineludible: criticar su modo de definir y ejercer la autoridad social. Dicho modo no es democrático (donde el pueblo es el soberano) ni cuando apela a la dominación vertical, ni, en el mejor de los casos, si el poder se implementa como hegemonía, la cual se basa en convencer a los subordinados, quienes incluso pueden aportar voluntariamente para hacer más férrea la asimetría entre el arriba y el abajo. Superando entonces la pugna por imponer una u otra definición, nos interesa plantear, desde una perspectiva más política, y a partir del alcance de las prácticas que se autodefinen como de ESS, que es posible discernir entre tres corrientes de pensamiento y acción. Tales corrientes son encarnadas en los promotores políticos o sociales, pero pueden ser asumidas por los mismos actores de base de la ESS. Primera corriente Procura la (re) inserción por el trabajo y actúa a nivel microeconómico. Se caracteriza por un conjunto de prácticas focalizadas en lograr la integración social y en aliviar la pobreza por la vía de la inserción (o la reinserción) de grupos de personas excluidas del mercado laboral. Así, el hecho de promover y apoyar el surgimiento de emprendimientos asociativos locales, gestionados por sus trabajadores-propietarios se dirige al autoempleo. En las estadísticas dejarán de aparecer como desocupados, aunque puedan ser subocupados o «improductivos», según las categorías neoclásicas del análisis de este cuasi-mercado. Esa práctica va acompañada de otras más específicas, en buena medida ya institucionalizadas, que intentan crear las condiciones que esos emprendimientos requieren para prosperar: a) Formación: inyección de espíritu de empresa, contabilidad, conocimientos sobre los trámites, las relaciones con el Estado, identificación de mercados potenciales, métodos de propaganda y comercialización, selección de técnicas de producción, gestión elemental del negocio y, notable para muchos promotores, una nueva cultura de separación del emprendimiento y la familia. b) Donación (del Estado, una fundación u organización, etc.) de medios de producción iniciales o de crédito para adquirirlos («igualdad de oportunidades»). c) Acceso recurrente a crédito para acompañar el proceso de consolidación o para atender necesidades de consumo de los emprendedores. Esta corriente, preocupada por lograr la sustentabilidad de los emprendimientos mercantiles, tiene como Tres corrientes en la ESS 5 paradigma (explícita o implícitamente) la empresa de capital: su modo de calcular los costos y resultados, la noción de «ganancia» y de «capital»; pero, sobre todo, su concepto de eficiencia y por tanto de racionalidad.4 Ello da lugar a prácticas que ya están institucionalizadas: el microcrédito, las incubadoras de emprendimientos mercantiles, las cartillas de formación que enseñan cómo promover u organizar microemprendimientos, entre otras; y a la búsqueda de regulaciones que reconozcan a estas formas en su especificidad y faciliten su funcionamiento, de modo que puedan facturar sus compras y ventas, pagar o ser exentas de impuestos, recibir apoyo del Estado, tener acceso a crédito, etcétera. También se caracteriza por propugnar la separación entre el microemprendimiento (visto como semilla de una microempresa) y la economía doméstica/ familiar o comunitaria (que no pertenece al ámbito del mercado). Asimismo, pretende evitar la proliferación de emprendimientos unipersonales, y afirmar la necesidad de lograr escalas mínimas requeridas para alcanzar la eficiencia, es decir, la competitividad. Esto último, para formas de producción intensivas en fuerza de trabajo, implica que dichos emprendimientos deben estar formados por un grupo de trabajadores asociados que cooperan entre sí, y crean una capacidad mayor que la sumatoria de las individuales, que procuran asumir el productivismo por trabajador como criterio interno de organización. Es inherente a esta corriente el asociacionismo «utilitario» y la absolutización del interés material de los trabajadores. Tales prácticas de promoción son de nivel microeconómico en el sentido crematístico, y no dejan de serlo porque quienes las defienden piensen en cadenas de valor, mecanismos de abastecimiento o comercialización conjunta, etc.; pues las relaciones consideradas de esa manera son exclusivamente de intercambio sobre la base de contratos según las leyes del mercado o sus variaciones (acuerdos de conveniencia que se rompen cuando el cálculo indica que hay opciones mejores). Los promotores pueden ser ONG, pero también programas de gobierno financiados e impulsados desde organismos internacionales. 5 Aunque no sean empresas se adscriben a la racionalidad instrumental, no plantean una crítica al mercado como institución, se concentran en lograr una producción y circulación de mercancías competitiva y procuran el mayor valor neto posible para los trabajadores/ propietarios. Cuando es reduccionista, esta opción podría igualmente denominarse «integracionista», pues afirma que el papel de las nuevas (y de las reactivadas o renovadas) formas económicas es llenar el vacío que deja el mercado capitalista global, que estas deberían integrar a los trabajadores excedentes, sostenerse 6 Jose Luis Coraggio sobre la base de sus propios resultados y producir con eficiencia, así como competir entre sí y con las empresas capitalistas en los mismos mercados. Además, estas prácticas suelen estar dirigidas a los sectores más pobres, lo que establece un punto de partida que marca todo el proceso de promoción. Segunda corriente Promueve la creación de un sector orgánico (subsistema) de ESS. Estaría conformada por las prácticas que, iniciadas como las anteriores o saltando «etapas», van más allá, al advertir que la sostenibilidad de las formas económicas promovidas no se logra solo con una mayor eficiencia definida como la de las empresas (rentabilidad monetaria) ni con la eventual articulación de los microemprendimientos asociativos a través de relaciones oportunistas de mercado. Alerta que hacen falta redes no meramente económicas, sino de reciprocidades, de solidaridades sociales y políticas, de las cuales se espera que se concreten en la formación de sujetos colectivos, como asociaciones prodesarrollo local, o diversas organizaciones sectoriales y transversales de trabajadores autogestionados. Pretende evitar la f ragmentación de los emprendimientos y promover la conformación de un sector articulado orgánico, entendido como algo más que una sumatoria mecánica, por ejemplo, cuando se asocian productores para reclamar mejores precios. El término apela a la idea de un subsistema de partes que cumplen funciones en un todo interdependiente y que, cuando se trata de un organismo social, conlleva la emergencia de un sujeto colectivo con capacidad de responder a las problemáticas del contexto. Esta corriente procura incluir en la ESS el proceso económico en su conjunto: producción, distribución, circulación y consumo; y generar asociaciones de productores, de comerciantes, de financiadores, de consumidores; además, articulaciones conscientes entre todos ellos como actores o sujetos. Asimismo, propugna acciones para lograr mejores relaciones de reciprocidad y redistribución a través del Estado: asignaciones monetarias, ingreso ciudadano, tasas e impuestos, acceso a bienes públicos (salud, educación, servicios subsidiados: transporte, energía, agua). Sin ellas faltaría un piso básico que protege a los productores contra la alta vulnerabilidad de sus emprendimientos. Implica partir de la economía popular y su cultura colonizada, subordinada e individualista, e incorporar componentes solidarios sin los cuales no se lograría la sobrevivencia, incluidos los programas destinados a emprendimientos familiares y a trabajadores Para que el Estado aporte a la expansión y profundización del subsistema de economía solidaria se requiere que las fuerzas políticas en el gobierno tengan un proyecto en tal sentido, y superar las tendencias cortoplacistas y clientelistas. individuales para facilitar su asociación en algún nivel (por ejemplo, artesanos que comercializan juntos, o campesinos que no quieren compartir la tierra, pero sí un tractor o un crédito). Se asume y promueve, como actividad económica del subsistema, la producción comunitaria o para el autoconsumo familiar (huertos, infraestructuras, entre otros componentes). La escuela pública y los centros de salud no son vistos como elementos externos a la ESS, sino que todas sus partes se integran dentro del sector. Resulta evidente la diferencia en los enfoques conceptuales de las dos corrientes explicadas, pero lo principal es que existen claras consecuencias sobre las prácticas. Para la segunda, no se trata solamente de: a)partir de un grupo de individuos, ver qué pueden producir, cuáles son las condiciones necesarias para ello, y cómo se sostienen en el mercado, b)dados los problemas que se van dando de comercialización, abastecimiento, o pérdida del valor agregado a manos de los intermediarios, armar «cadenas de valor» articulando emprendedores en distintos eslabones. Lo anterior son relaciones de mercado que ocurren en el primer nivel, el microeconómico. Tales relaciones pueden estar centralizadas por empresas de capital, entre ellas los supermercados como subcontratantes que dominan las cadenas de abastecimiento e imponen productos, tecnologías, costos. La segunda corriente no excluye construir lo microeconómico, pero propone comenzar por una anticipación de las cadenas posibles y desde allí lograr que actores o sujetos vayan generando, más o menos paralelamente, los emprendimientos que van a articularse. Por ejemplo, no empezar con productores textiles que hayan adquirido materias primas por las vías usuales, sino incluir de entrada los participantes potenciales para cubrir cada eslabón de la cadena: productores de lana, de hilo, de tejidos, transportistas, confeccionadores, comercializadores, entidades o mecanismos de financiamiento, agencias de asesoría tecnológica, etc. Ese procedimiento sería el horizonte ideal; mientras tanto se va avanzando con algunos grupos de productores que comparten esa visión. Lo obtenido de esta manera no es resultado del mecanismo de mercado, sino una construcción consciente que puede, además, tener otros objetivos (como la seguridad alimentaria, aunque no sea «eficiente»). En esta perspectiva no alcanza con el crédito personal y pequeño, sino que se requiere un sistema de ahorro y crédito de otra escala, con fondos públicos de garantía que permitan préstamos para actividades productivas de mayor envergadura o con un período más largo de recuperación (como las inversiones en infraestructura), y con modalidades que admiten tomar créditos colectivos. Todavía está por construir y formar parte de la ESS ese sistema de finanzas «solidarias», autogestionado democráticamente. Su sostenibilidad no será solo financiera, sino social, por la existencia de relaciones solidarias con la comunidad, entre los participantes. El concepto de economía mixta Toda economía está compuesta por tres sectores o formas de organizar sus procesos: el empresarial privado, el del Estado o público, el de la economía popular. El primero se organiza como un subsistema más o menos articulado de empresas de capital. Su sentido, trasmitido a la subjetividad de los empresarios, consiste en acumular capital, competir y ganar sin límite; para lograrlo, se aplica la racionalidad instrumental. Según la ideología hegemónica, para sobrevivir en el sistema de mercado toda forma económica tiene que asumir esos criterios, sea el Estado, una ONG, o un emprendimiento familiar (esto no garantiza que sobrevivan, como ocurre con las decenas de miles de empresas de capital, que quiebran cada año). En la sociedad capitalista, el tipo ideal de empresa de capital —el que Max Weber planteó como la forma superior de la organización económica— se ha convertido en el paradigma de la organización racional (teoría de la acción racional). Las categorías fundamentales de este sector son: capital invertido, costos, ingresos, ganancia media, crédito, riesgo. Su articulación está dada por el mercado, donde se forman y actúan grupos económicos concentrados, sistemas de clusters y subcontratación, empresas formadoras de precios, etc., que operan lejos de la utopía del mercado competitivo de libre concurrencia. El sector de la economía estatal o pública abarca las unidades administrativas de organización de los Estados: instancias del gobierno central, presidencia, ministerios, provincias, municipios, empresas públicas, organizaciones que proveen servicios públicos (como Tres corrientes en la ESS 7 las escuelas y los hospitales), y para funcionar requieren recursos económicos que provienen del sistema fiscal de redistribución, de lo que producen sus empresas o del crédito. Su sentido no siempre es el mismo para cada partido en el gobierno o para cada segmento del subsistema. No obstante, en general sus objetivos pueden ser: incentivar y orientar la inversión y el proceso de crecimiento nacional, asegurar la gobernabilidad del sistema, acumular poder y, finalmente: lograr el bien común. Uno de ellos puede subordinar a los demás, o darse una combinación más pareja de todos. Sus categorías centrales son: presupuesto, gasto, ingresos fiscales, deuda pública, déficit o superávit, tasas de interés («riesgo país»). Su articulación está dada por la rígida estructura burocrática y verticalista que une sus elementos. El sector de la economía popular tiene como base las unidades domésticas: los hogares, sus extensiones (organizaciones económicas de diverso tipo) y las comunidades. Lejos de estar articulado, es magmático, fluye, cambia de formas. Puede pasar de un peso importante de la inserción en el mercado de trabajo en relación de dependencia a la multiplicación de emprendimientos, cooperativas, asociaciones, mutuales; de comunidades bien consolidadas a comunidades en proceso de desintegración debido a la migración, la dependencia del mercado, etc. Si acumula ganancias lo hace a niveles elementales, como inversión inmediata para los emprendimientos, o en la vivienda y sus instalaciones (esa acumulación no es de capital). Su sentido es la reproducción biológica y social de la vida de sus miembros en las mejores condiciones posibles. Sus categorías principales son: ingresos, consumo, hibridación de recursos, oportunidades de trabajo, emprendimientos, programas asistenciales, ayuda mutua, condiciones y calidad de vida. Su articulación está dada por relaciones de mercado (por lo general altamente competitivas), así como por relaciones de redistribución y reciprocidad vinculadas con diversos tipos de afinidades. En las intersecciones entre la economía pública, la empresarial privada y la popular surgen formas mixtas como las empresas cogestionadas, o las de propiedad privada-estatal, o las de servicios públicos con participación de los usuarios. El movimiento de conjunto de una economía mixta puede apreciarse por la dinámica cuantitativa y cualitativa que resulta de la aplicación de los recursos organizados o utilizados por la combinación de los diversos tipos de organización, de acuerdo con el sentido que tiene cada sector. Ello puede ponderarse cuantitativamente, por ejemplo, sobre la base de los pesos relativos de los sectores en distintas variables (población ocupada, valor de la producción, demanda efectiva, contribuciones a los balances exteriores, etc.); 8 Jose Luis Coraggio o cualitativamente según las negociaciones y conflictos en proceso entre agentes-sujetos de los distintos sectores, sobre todo a partir de las relaciones entre la base material (la economía) y la hegemonía o dominios políticos vigentes en la sociedad. Entre los tres sectores hay intercambios mercantiles; y también transferencias unilaterales, monetarias o no (subsidios, impuestos, donaciones, bienes públicos, remesas, etc.), cuya evolución, estructura y tendencias es necesario estudiar en cada caso concreto. La ubicación de la economía solidaria en la economía mixta Los países latinoamericanos dependen de una economía mixta periférica con dominación capitalista. Es decir que, si bien existen contradicciones, la lógica del capital subordina los otros sentidos presentes en el sistema económico. Para establecer el lugar que ocupa la economía solidaria en la mixta es preciso señalar que hay componentes solidarios en la economía popular, pero esta no es siempre ni predominantemente solidaria. Los hay, muy importantes, en la economía pública (sobre todo las relaciones de redistribución progresiva). Y también, en el sector empresarial privado (aunque sea una solidaridad filantrópica y unilateral). Entre los tres sectores se produce una tensión debido a la lucha contra la dominación hegemónica de la lógica capitalista. Se avanza ampliando la economía solidaria al articularla como un subsistema orgánico, construido desde el piso fértil en recursos y relaciones de reciprocidad y redistribución de la economía pública y la popular, y extendiendo el sentido de esta última (la reproducción de la vida de los miembros de cada unidad doméstica) al de la reproducción ampliada de la vida de todos (solidaridad). Como resultado, la economía mixta seguiría teniendo los tres sectores, en particular el capitalista privado, pero con otro peso, formas de organización y papel; asimismo, institucionalizaría otros límites morales a las acciones de los agentes del capital (pasos en este sentido se emprenden en Bolivia, Ecuador y Venezuela). Los trabajadores necesitan no solo sindicalizarse para defender el salario nominal y las condiciones laborales, o asociarse como productores autónomos para lograr mejores términos de intercambio en el mercado; además deben ejercer fuerza sobre el conjunto de relaciones de la economía mixta (por ejemplo: las movilizaciones de protesta o los movimientos organizados de usuarios que pugnan por el acceso a bienes y servicios públicos esenciales para la subsistencia o por evitar aumentos en sus precios). Para que el Estado aporte a la expansión y profundización del subsistema de economía solidaria se requiere que las fuerzas políticas en el gobierno tengan un proyecto en tal sentido, y superar las tendencias cortoplacistas y clientelistas. La economía popular no es un mundo cerrado, tampoco una sumatoria de unidades o emprendimientos «microsocioeconómicos»; en ella hay redes que operan a nivel «mesosocioeconómico», como las de ayuda: las asociaciones de productores que compran insumos, comercializan, o generan ahorros y se otorgan créditos unos a otros. Esos intercambios pueden ser regulados mediante relaciones mercantiles, pero también de colaboración mutua. Avanzar en esa dirección implica ampliar el alcance de los vínculos de solidaridad. El mercado no es exclusivo de la economía empresarial privada, asimismo atraviesa la economía popular y puede generar compor tamientos extremadamente competitivos, como los que rigen en el «sector informal urbano». En la situación de exclusión masiva y de dificultad para la reproducción de la riqueza que se ha agravado durante estos años, han resurgido formas organizativas de mercado; por ejemplo, las ferias, una manera de institucionalizar el intercambio y como centro de encuentro directo y solidario entre productores y consumidores. En general la economía popular no vende bienes y servicios a la pública, porque esta última recibe créditos del Banco Mundial que establecen que las compras del Estado tienen que ser licitaciones internacionales para que haya «competitividad». Por eso una reivindicación de los propulsores de la economía popular mercantil es la modificación de las reglas de compra del Estado, de manera que se facilite la inclusión de pequeñas y medianas organizaciones, en especial cooperativas. Al mismo tiempo, la sociedad y el Estado deben reconocer el papel de esta economía y contribuir a desarrollar otras capacidades y calidades. Hay transferencias de valor o monetarias entre la economía pública y la popular. Los subsidios a los servicios o el otorgamiento de ingresos mínimos a desocupados o pobres, que han estado difundiéndose como nueva política social, van en esa dirección; sin embargo, existe una transferencia en sentido inverso: el pago de impuestos, muchas veces con gran inequidad fiscal. Debería hacerse un análisis más abarcador de los términos de intercambio que se dan en cada país entre los tres sectores mencionados, y, además, con la economía internacional, pero la falta de reconocimiento de la economía popular hace difícil rastrear sus resultados y movimientos económicos agregados. Un ejemplo claro es el trabajo doméstico de reproducción (cocina, lavado, limpieza, cuidado de las personas, confección y arreglo de la vestimenta, autoconstrucción de la vivienda, etc.), usualmente realizado por la mujer, que no es reconocido como actividad económica ni se contabiliza en el PIB porque no se intercambia por dinero ni está mercantilizado (no obstante, el sistema de registro contable nacional de Francia ha estimado que puede alcanzar ¡40% del PIB!). En Ecuador se está avanzando en este reconocimiento, tanto por el registro en el Banco Central que mide el producto nacional, como por las políticas de asignación de ingresos y pensiones a las mujeres que se dedican a la economía doméstica. En suma, el enfoque mesosocioeconómico permite superar la práctica de reducir la ESS al microemprendimiento, al asumir lo micro desde una articulación económica posible sobre la base de relaciones de solidaridad. Asimismo, conlleva una visión del sistema económico (economía mixta) que posibilita conceptualizar la ubicación de la economía popular y su potencial como parte de un sector/ subsistema de economía solidaria. Además, advierte la necesidad de la lucha contrahegemónica dentro del sistema con predominio capitalista, para modificar las estructuras, ampliar la economía solidaria y poner límites a los otros dos sectores/subsistemas. Tercera corriente Piensa y actúa también a nivel sistémico, pero va más allá de la propuesta de construir un subsistema de ESS dentro de una economía mixta. Procura erigir Otra Economía (otro sistema económico).6 Aquí se buscan formas de «superación» del sistema cultural capitalista, se impulsa no solo la crítica teórica y práctica de las relaciones de explotación capitalista del trabajo, sino también las propias del patriarcado, entre otras; y se pretende establecer una relación de contradicción y conflicto continuo con la economía del capital y la estatal. Esto implica diferenciarse, separarse y proponerse disputar el sentido de criterios, prácticas, propuestas a nivel micro y mesosocioeconómico, en una lucha donde economía, política y cultura se ven fuertemente imbricadas. Para edificar el nuevo sistema económico es necesario sobreconformar las relaciones de competencia entre intereses particulares con relaciones de redistribución, solidaridad y reciprocidad, así como el predominio de un bien común legítimamente establecido. En la transición, se puede hablar de una «economía plural». La definición de esa economía tendría que saldar debates importantes respecto al papel del Estado, el grado admitido de automatismo del mercado, las formas de propiedad y apropiación, la función y el control del dinero, el grado de mercantilización del trabajo y la naturaleza, y los valores morales Tres corrientes en la ESS 9 propugnados como constitutivos de la nueva economía. No está claro ni es fácil decidir si esta propuesta se presenta como un principio de utopía o como una economía realizable. Sus instituciones no están predeterminadas ni han sido deducidas de la crítica al capital ni se saldan con la discusión sobre el socialismo como transición ya conocida. En todo caso, resulta imprescindible un largo proceso de acción experimental, recuperación histórica, producción teórica y aprendizaje, donde las ideologías cristalizadas y autorreproductivas no ayudarían mucho. Un ejemplo «duro» de esta postura sería el de la economía socialista centralmente planificada que se instauró en la URSS y luego se modeló e implantó (con algunas diferencias) en Cuba. Una variante menos «dura» es la del estado de bienestar desarrollado en la posguerra en los Estados Unidos y Europa, luego importado en versión lavada en América Latina como Estado desarrollista. Otra, menos explícita como sistema complejo, fue la propuesta de Marcel Mauss —y ahora la de Paul Singer— de construir un «mundo de cooperativas», que algunos vinculan con la experiencia del socialismo yugoslavo.7 Posteriormente, Mauss revisó su posición, e indicó que no es posible imponer a la realidad un paradigma de cambio, sino que a lo sumo la ley (digamos el Estado) solo puede sancionar a partir de realidades, de prácticas existentes, y que la sociedad real tiene una diversidad que es imposible reducir al imponer un modelo uniforme. Esto cualifica el postulado de que es factible construir otra economía, pero no será diseñando prototipos y sobreimponiéndolos a la realidad, en una suerte de ingeniería social. Y eso también tiene que ver con la política. Ya no se pretende «solo» proponer la construcción y desarrollo de un subsistema, restructurar una economía mixta teniendo en cuenta los vínculos de la economía solidaria con el sector empresarial, con el Estado, con la economía popular —como propugna la segunda corriente—, sino la relación de conjunto entre los campos de la sociedad, la economía, la cultura y la política, y de su posicionamiento en el sistema interestatal global. La tercera corriente pugna por revertir la autonomización del mercado, profundizada por el neoliberalismo, y avanzar en la regulación de este desde la sociedad y la política, sin caer en la absolutización del principio de planificación; es decir, ir hacia una sociedad con mercado, no de mercado. Supone redefinir los mecanismos y alcances del principio de redistribución de dinero y bienes públicos —la tierra, el agua, el conocimiento—, de manera que ya no sean vistos como mercancía. No se trataría solo de distribuir de otra manera lo existente (algo que 10 Jose Luis Coraggio hoy caracteriza a los gobiernos de sentido popular, no necesariamente autodenominados revolucionarios, en América Latina), sino de revisar las reglas de apropiación y disposición de los medios productivos. Conlleva transformar la estructura productiva interna (qué y cómo se produce), los modos de legitimación de las necesidades y los de consumo, y las relaciones externas (grado de soberanía alimentaria, energética, financiera, etc.).8 Como es evidente, incluye redefinir las relaciones entre sociedad y naturaleza. Restructurar el sistema de generación de conocimiento científico y tecnológico, hoy orientado a obtener resultados patentables a título privado para hacer negocios, y el sistema educativo en su conjunto. Una última característica de esta corriente virtual es que alerta acerca de que mientras exista creciente concentración de la riqueza, distibuir el excedente generado por el crecimiento económico acelerado solo aliviaría la pobreza. No se limita a lograr un gobierno que negocie mejores condiciones en los intercambios con el sector empresarial, sino que ataca las consecuencias de la primacía de las corporaciones por encima de la política democrática. Articulación y mutuo reconocimiento de las tres corrientes de la ESS A manera de ejemplo: ubicado en la primera corriente esperaría que la universidad desarrolle incubadoras o asesorías puntuales gratuitas para los emprendimientos que van surgiendo; en la segunda corriente pugnaría para que el subsistema local de ESS sostenga otra relación con la universidad regional (pueden establecer algunos convenios más abarcadores, procesos de formación específicos para los actores de la ESS). En la tercera corriente plantearía revolucionar la universidad como institución y sus relaciones con la sociedad como un todo; por tanto, su relación con el conocimiento (a su vez sometido a cuestionamiento en tanto absolutización de la ciencia), la formación y los servicios. Esto conlleva recuperar su papel de institución del intelecto, es decir, que sea no solo instrumental, útil, sino lugar de reflexión crítica de la realidad. Cada una de estas tres corrientes tiene un alcance distinto y proyecta de manera diferente su actuar. Sin embargo, las tres son significativas, en cierto sentido se necesitan mutuamente. Sobre la base del aprendizaje, al enfrentar los desafíos del primer nivel es que surgen los problemas conceptuales y prácticos, los cuales llevan al segundo y así sucesivamente. Como hoy los tres niveles coexisten, parte de la tarea política es dialogar y lograr alianzas, vincular la atención de la urgencia inmediata con la mirada estratégica, analizar en cada situación concreta el papel que cada tipo de intervención o proyecto puede tener en el movimiento de conjunto. El nivel de prácticas integradoras al mercado laboral, si no tiene intereses espurios, conduce necesariamente a advertir la necesidad del segundo nivel, y este, al avanzar, encuentra límites que solo pueden franquearse si se pasa al tercero. De igual modo vale la lectura inversa: no es posible transformar toda la economía mediante la ley, aunque sea una Constitución, si no hay actores microsociales dispuestos a resignificar sus acciones, o subsistemas que, además de movilizar recursos, personas y comunidades, den una base firme a la formación de sujetos colectivos que sustenten el proyecto de construcción de otra economía. (De nuevo menciono los ejemplos de Bolivia, Ecuador, Venezuela.) Por otro lado, la falta de diálogo y la competencia pueden dar lugar a antagonismos cuando los actores de una u otra corriente se posicionan ideológicamente, defienden su práctica a rajatabla y ven las otras como «poca cosa», o no «funcionales al sistema»; o, a la inversa, como utópicas o «políticas». En resumen, se les llama «corrientes» en tanto entre los actores de la ESS predomina una u otra práctica y visión del alcance de dicha economía. Sin embargo, visto desde la tercera de ellas, se trata de tres niveles de intervención que se necesitan mutuamente para poder concretarse. Se puede querer actuar según el tercer nivel, pero sin la base de las prácticas del dos y del uno el proyecto no podría pasar de ser estatizante. Es posible aplicar los preceptos del primer nivel, pero sin el siguiente se pierde eficacia y sostenibilidad. Si no se llega al nivel superior, las realizaciones del uno y hasta del dos pueden quedar aisladas o subordinadas dentro de una economía donde predomina el principio de mercado. 5. Organismos como el Banco Mundial han mostrado una gran capacidad para tomar y resignificar los términos que va proponiendo la ESS: microcrédito, participación, etcétera. 6. Véase David Cattani, José Luis Coraggio, Jean-Louis Laville, orgs., Diccionario de la otra economía, UNGS/ALTAMIRA/CLACSO, Buenos Aires, 2009. 7. Véase Paul Singer, «Economía solidaria. Un modo de producción y distribución», en José Luis Coraggio, org., La economía social desde la periferia. Contribuciones latinoamericanas, UNGS/ALTAMIRA, Buenos Aires, 2007. 8. Véase Franz Hinkelammert y Henry Mora, Economía, sociedad y vida humana. Preludio a una segunda crítica de la economía política, UNGS/ALTAMIRA, Buenos Aires, 2009. , 2013 Notas 1. Véase «Llamada a presentación de ponencias e información para presentadores», Primer Congreso Mundial de Investigación en Economía social, CIRIEC, Columbia Británica, 22-24 de octubre de 2007, p. 3, disponible en www.ciriec.ula.ve/ callforpapersSEspanishformat.pdf. 2. Véase Jean-Louis Laville, comp., Economía social y solidaria. Una visión europea, UNGS/ALTAMIRA, Buenos Aires, 2004. 3. Véase Alain Caillé et al., orgs., ¿Qué es lo económico? Materiales para un debate necesario contra el fatalismo, CICCUS, Buenos Aires, 2009. 4. Véase José Luis Coraggio, «Economía y política. Sobre la sostenibilidad de los emprendimientos mercantiles de la economía social», Economía social, acción pública y política, CICCUS, Buenos Aires, 2007. Tres corrientes en la ESS 11 La economía solidaria en Brasil Paul Singer Economista y sociólogo. Secretaría Nacional de Economía Solidaria del Ministerio del Trabajo y Empleo, Brasil. E n 1981 Brasil fue afectado por la grave crisis financiera que se irradió desde los Estados Unidos al Tercer mundo y con mayor intensidad a América Latina, cuyos países estaban fuertemente endeudados. Con el desplome del comercio internacional, esas naciones quedaron imposibilitadas de atender las exigencias del servicio de sus deudas públicas externas, lo cual las convirtió en potenciales incumplidores. Los acreedores condicionaron el perdón de las deudas a vigorosas medidas de «austeridad» con radicales cortes de los gastos públicos, lo que sumergió la economía brasileña (así como otras de Latinoamérica) en una profunda recesión que se prolongó, en el caso brasileño, durante las dos décadas finales del siglo xx. Por primera vez desde los años 30 de la pasada centuria, Brasil enfrentó una situación de desempleo masivo y el empobrecimiento de millones de familias, muchas de las cuales perdieron sus viviendas y se vieron obligadas a cobijarse en favelas o se resignaron a vivir en las calles, pues en aquella época el país estaba sometido a una dictadura militar que no auxilió a las personas privadas de cualquier medio de subsistencia. Fueron las iglesias las primeras en movilizarse para socorrer a las víctimas de la crisis, en particular Caritas, el brazo de asistencia social de la Iglesia católica. Contó con la ayuda internacional de sus homólogos en países menos afectados. Con ese dinero, la Caritas brasileña financió millares de pequeños Proyectos Alternativos Comunitarios (PAC). Estos ofrecieron a los beneficiarios oportunidades para organizarse en grupos de producción colectiva, que se convirtieron en la simiente de lo que después sería la economía solidaria. 12 n. 75: 12-17, julio-septiembre de 2013 Paul Singer El ejemplo de la católica inspiró a otras Iglesias y a sectores sociales: los sindicatos comenzaron a organizar a los asociados que estaban en peligro de perder sus empleos. A inicios de los años 90 las cooperativas de empleados que pudieron arrendar los bienes declarados en quiebra de sus antiguos patrones y así recuperar las empresas en forma de cooperativas de trabajo comenzaron a multiplicarse, dando inicio a la formación de lo que en pocos años sería la economía solidaria brasileña. El Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), que agrupó a millares de familias desposeídas para la ocupación de tierras no cultivadas, ya había surgido en 1983. De acuerdo con la Ley de Tierras en vigor, los terrenos baldíos podían ser expropiados para entregárselos a los labriegos sin propiedades, lo que —luego del fin de la dictadura militar en 1985— abrió la oportunidad para el inicio de la reforma agraria. En pocos años sumaron decenas de millares de familias organizadas de ese modo y que dieron origen a un notable movimiento de cooperativas de agricultura familiar que sigue desarrollándose en distintas regiones del país. La movilización en favor de las víctimas de la crisis llegó hasta las universidades, en las cuales los profesores y los alumnos se unieron en las Incubadoras de Cooperativas Populares, que pasaron a organizar y asesorar a cientos y luego a millares de grupos que se unieron en cooperativas de trabajo para enfrentar la indigencia. Muchas de estas cooperativas, formadas por mujeres, producen ropas, adornos, alimentos, plantas medicinales y otros artículos. Las integradas en su mayoría por hombres se dedican a la producción agrícola en los asentamientos resultantes de la reforma agraria y a la industrial, sobre todo en las ciudades en las que se localizan las empresas recuperadas. Otro grupo social que se organizó en cooperativas fue el de los rebuscadores de basura, personas por lo general muy pobres, que viven en las calles o en los basureros. Los residuos sólidos que encuentran sirven de materia prima para que un gran número de artesanos produzcan una prodigiosa cantidad de objetos, en general bonitos y atractivos. El Movimiento Nacional de Rebuscadores de Material Reciclable calcula que actualmente viven de esa labor entre ochocientos mil y un millón de personas, 10% de las cuales pertenece a cooperativas, varias de ellas contratadas por las prefecturas para que separen los residuos sólidos aprovechables, los limpien y los vendan a las industrias de reciclaje. Los ingresos obtenidos por ese concepto constituyen el pago que reciben por los servicios prestados a la higiene ambiental de la ciudad. Durante los años 80 e inicios de los 90, la opinión pública brasileña solía ignorar la naciente economía solidaria. La movilización creciente de iglesias, sindicatos y universidades quedaba restringida a sus respectivos radios de acción. La crisis económica hacía estragos, a partir de 1981, en forma de una enorme inflación cuya contención concentraba todos los esfuerzos gubernamentales, y frustraba cualquier perspectiva de impulsar el desarrollo. La estabilidad de los precios se recuperó con la apertura del mercado interno a la importación de productos industriales baratos provenientes de Asia, lo cual debilitó todavía más la industria nacional, con la pérdida adicional de millones de puestos de trabajo. El colapso del socialismo existente en la URSS y otros países de Europa oriental indujo al Partido de los Trabajadores a repensar los caminos del sistema, como hicieron también otras organizaciones de izquierda en América Latina. Los debates condujeron a considerar los avances del movimiento obrero y de la sociedad civil en la lucha contra los efectos de la tragedia social que había detonado la crisis mundial en Brasil. Se empezó a reconocer el potencial socialista de la economía solidaria, hasta el punto de incluirla en el programa de gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva como candidato a la presidencia de la República en las elecciones de 2002, en las cuales salió vencedor. La reanudación de pasos hacia el desarrollo se produjo a partir de 2004. La economía solidaria y sus principios Este tipo de economía es la herencia actualizada del cooperativismo obrero que surgió como la reacción del proletariado a las inhumanas condiciones de trabajo y de vida instauradas por la Revolución industrial en Gran Bretaña a partir del siglo xviii, después en otros países de Europa y América del Norte, y más recientemente en los demás continentes. Los principios de la economía solidaria se inspiran en los de la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale, fundada en 1844, que se adoptaron en 1895, con pocas alteraciones, por la conferencia fundacional de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), entidad que hasta el día de hoy representa al cooperativismo mundial. Desde entonces, la Alianza perfeccionó estos principios en diversas reuniones internacionales sin alterar su esencia. El más importante de ellos estipula que el capital de la cooperativa de trabajo tiene que ser propiedad exclusiva de los trabajadores asociados a esta. Así se elimina la posibilidad de que pueda haber «socios capitalistas», es decir, que aporten capital a la cooperativa pero que no trabajen en ella porque tienen otras fuentes de renta. El principio de que los medios de producción sean propiedad absoluta de los trabajadores garantiza la autonomía de la asociación. De él se desprende que la administración debe ser ejercida democráticamente por los afiliados; cada uno de ellos dispone de un voto en la asamblea de socios La economía solidaria en Brasil 13 que constituye el órgano supremo de decisión sobre los asuntos de los cuales dependen los rumbos de la cooperativa. Es la autogestión obrera la que preserva la autenticidad de esta comunidad de trabajo y, por extensión, de la economía solidaria. Otro fundamento importante es el de la puerta abierta. Este afirma que nadie debe ser coaccionado para formar parte de la cooperativa. Puesto que allí el ambiente de trabajo es completamente distinto al de las empresas capitalistas, los que en ella ingresan pasan por un estadio de prueba de algunos años para verificar si se amoldan a dicho ambiente y si sus colegas están seguros de que se integrarán al colectivo. En períodos de crisis es posible que una parte de los socios quede sin trabajo, pero esto nunca será motivo para cesantearlos. Es normal que los trabajadores sean solidarios unos con otros, de modo que nadie resultará individualmente perjudicado por una evolución adversa del mercado. Las cooperativas imposibilitadas de manera transitoria de vender toda su producción resisten bien las crisis porque los que tienen posibilidades de ganar dinero fuera de ellas aceptan separarse hasta que se normalicen las condiciones del mercado. Cada vez se reconoce más la capacidad de resistencia de la economía solidaria. Como no contempla lucros, sino algo denominado buen vivir, dicha economía es merecedora de su nombre en la medida en que permanece fiel a sus principios. Un precepto indispensable a la autogestión es el de la transparencia. Al contrario de la empresa capitalista, que cultiva el secreto de negocios, la cooperativa debe practicarla con respecto a todo lo importante que ocurre en su seno. Si cada trabajador forma parte de un colectivo responsable por las decisiones que definen rumbos, es imprescindible que esté informado de cuanto afecta a esa colectividad; de ese modo entiende el por qué de las decisiones adoptadas. Esto queda claro si imaginamos cómo sería una cooperativa en la que los miembros del Consejo de administración se reservasen las informaciones que los llevan a adoptar determinadas decisiones. Esa actitud obligaría a los demás trabajadores a aceptarlas, incluso si su conciencia les hiciera desear lo contrario. La autogestión se convertiría en una farsa. La economía solidaria también posibilita a cada asociado el acceso al conocimiento científico necesario para que las iniciativas generen un pago digno y justo por los esfuerzos desplegados en el trabajo. Los Pioneros de Rochdale ya habían adoptado la norma de que una parte de las ganancias de la cooperativa debería usarse para pulir la educación de los afiliados. En la actualidad, los conocimientos proporcionados por la ciencia avanzan cada vez con mayor rapidez, y este principio adquiere creciente importancia. 14 Paul Singer Otro precepto es el de la rotación de los cargos de dirección. Los trabajadores que los ejercen tienen la posibilidad de aprender en función de los problemas que afrontan, situaciones que no experimentan los demás asociados. Al mantener contacto con clientes, abastecedores, gerentes de bancos, representantes de otras cooperativas —incluidas las de segundo grado y las redes de cooperativas—, etc., gozan de oportunidades exclusivas de aprendizaje. Esta diferencia de acceso al conocimiento termina por destruir la igualdad de derechos que resulta esencial para la práctica de la democracia. Por eso la rotación en los cargos es tan importante. En muchas cooperativas, tal principio está explicitado en los estatutos, y se limita el número de veces que alguien puede ser relecto para el mismo puesto. Resulta paradójico comprobar que no pocas veces el principio de rotación no se tome en cuenta. En cargos de mucha responsabilidad o autoridad a menudo la misma persona es relecta una y otra vez, en muchas ocasiones contra su voluntad. Como desempeñó bien su labor, la mayoría no quiere que otra de menos experiencia la sustituya. Además, los trabajadores que jamás han participado en el Consejo de administración tienden a no aceptar sustituir a los que llevan años en él, pues no se creen capacitados para desempeñarse en esos cargos. Esta práctica lastima gravemente el principio de igualdad de derechos y deberes de todos los asociados. Las políticas públicas de economía solidaria en el Brasil Luiz Inácio Lula da Silva asumió la presidencia de la República el 1 de enero de 2003 y poco tiempo después envió al Congreso un Proyecto de Ley para la reorganización del gobierno federal, como acostumbran hacer los mandatarios cuando son juramentados. Uno de los dispositivos de ese proyecto determinaba la creación, en el Ministerio de Trabajo y Empleo (MTE), de la Secretaría Nacional de Economía Solidaria. La propuesta, tramitada por la Cámara de Diputados y el Senado, fue aprobada. La nueva secretaría, conocida hoy como SENAES, fue oficialmente inaugurada el 26 de junio del mencionado año. El MTE existía desde 1932 y tenía por misión defender los derechos de los empleados y, por tanto, cuidar que se observara la consolidación de las leyes de trabajo. En 2003, cerca de la mitad de los trabajadores brasileños eran asalariados formales, o sea, tenían un cuaderno de trabajo firmado por el empleador y en el cual constaban fechas y cantidades que resumían derechos y deberes que constituían su contrato laboral. La otra parte de la población económicamente activa Puesto que uno de los desafíos fundamentales que se le presentan a la economía solidaria es la falta de acceso a capital, una de las políticas públicas que ha logrado mejores resultados hasta el momento ha sido la de promoción de las finanzas solidarias, las cuales están constituidas por tres tipos de entidades: bancos comunitarios de desarrollo, fondos rotativos solidarios y cooperativas de crédito. estaba integrada por trabajadores por cuenta propia, empresarios, desempleados y un alto número de trabajadores informales, o sea, que producían para alguien que les pagaba un salario, pero sin estar registrados en el cuaderno de trabajo y a menudo tampoco en la documentación de la firma del empleador. Puesto que en aquel momento el desempleo era muy grande, muchas personas se sometían a la informalidad. Esta facilitaba a los dueños incumplir con sus deberes, ya que el empleado informal tendría gran dificultad para demostrar sus derechos en caso que recurriera al Tribunal del Trabajo. El MTE cuenta, entre otras secretarías, con la de Inspección del Trabajo (SIT), cuya misión es fiscalizar las empresas para hacerlas cumplir sus obligaciones. Una de sus tareas consiste en multar a las que contratan trabajadores no registrados. Para evitar las multas, las empresas obligaban a los trabajadores contratados a declararse como miembros de falsas cooperativas, creadas por los empleadores para dejar de cumplir la legislación. En aquella época la ley consideraba socios de cooperativas de trabajo a quienes laboraban por cuenta propia. Ellos tenían derecho a un cobro mensual, que les entregaban mediante la falsa cooperativa, y nada más. El pago de vacaciones, horas extras, salario mínimo, el Fondo de garantía de tiempo de servicio (equivalente a 8% del salario) y demás beneficios jamás se concretaban. Esto significaba que el trabajador era expoliado por valor de 50% del salario que se le debía legalmente. SENAES fue recibida con total desconfianza por los colegas del Ministerio y sobre todo por los auditores fiscales del trabajo: ¿qué venían a hacer en el MTE esos sujetos encargados de fomentar, proteger y apoyar las cooperativas cuando se sabía que todas eran falsas y solo servían para expoliar a los pobres? Solo nosotros sabíamos que gran número de ellas eran auténticas, incluso muchas que prestaban servicios a empresas capitalistas se hacían pagar, siempre que fuese posible, montos que correspondían a todos sus derechos legales. La total ignorancia sobre la economía solidaria nos dejaba espantados, hasta que nuestra colega, la secretaria de Inspección del Trabajo, nos alertó de que la única posibilidad que ella y sus fiscales tenían para lidiar con las cooperativas era que estas fuesen objeto de denuncias. En esas condiciones, no era para asombrarse el hecho de que ellos creyesen que cualquier asociación de ese tipo solo podía ser falsa. Felizmente, existía un nutrido movimiento de economía solidaria que se movilizó para festejar la creación de SENAES. Con motivo de su instalación se realizó, en junio de 2003, en Brasilia, la III Plenaria de Economía Solidaria, 1 con la participación de ochocientos delegados de todo el país. Nos propusimos apoyar todos los esfuerzos para erradicar las falsas cooperativas, y para que las verdaderas fuesen dejadas en paz. Organizamos cursos especiales para funcionarios de los demás ministerios del gobierno federal acerca de esta vertiente económica, sus principios y realidades. La curiosidad de los convocados era muy grande, y de modo gradual conquistamos el apoyo de la gran mayoría de los colegas de todos los ministerios. Una de nuestras primeras políticas fue brindar pleno apoyo al Foro Brasileño de Economía Solidaria —fundado en la III Plenaria— que reúne la totalidad de las cooperativas y entidades que fomentan esa economía en Brasil. Después de esto, ya no tuvimos descanso, debido a la avalancha de solicitudes de ayuda por parte de las cooperativas y de las numerosas entidades no gubernamentales que prestaban y todavía prestan asistencia a los emprendimientos de ese tipo que se han estado llevando a efecto por todo Brasil. Desde su inicio, SENAES priorizó el combate contra la pobreza. Este era también el principal compromiso del gobierno de Lula, que comenzó instaurando el Programa Hambre Cero. Su realización estaba a cargo de un ministerio especialmente creado con ese fin. El MTE se comprometió en esa lucha junto a otros ministerios con responsabilidades en la esfera social. El objetivo era reducir el desempleo. En esa dirección se involucraron dos secretarías: la de Políticas Públicas de Empleo fomentó la creación de más plazas formales por parte de las empresas capitalistas y públicas, mientras que SENAES trató de incentivar el autoempleo colectivo mediante la asociación a cooperativas. A partir de 2004, SENAES dispuso de recursos presupuestarios del gobierno federal, y con ellos apoyó a cooperativas y agrupaciones, constituidas por gente muy pobre, desprovista de acceso a las fuentes convencionales de créditos. También a entidades de la sociedad civil, sin fines de lucro, dedicadas al fomento y soporte de iniciativas de economía solidaria. La economía solidaria en Brasil 15 Para hacer más efectiva su política, era necesario que el equipo de SENAES conociese mejor las condiciones y posibilidades reales de esas iniciativas. Con tal motivo, convocó en 2004 al I Encuentro Nacional de Emprendimientos de Economía Solidaria, que tuvo lugar entre el 13 y el 15 de agosto. La respuesta superó con creces lo esperado: no menos de 1 400 emprendedores, provenientes de todos los rincones del país, acudieron a Brasilia. Por primera vez vimos reunidos en la misma sala a campesinos, obreros, artesanos, pescadores, indígenas, quilombolas, costureras, representantes de grupos incubados por universitarios, criadores de abejas y una gran variedad de personas pertenecientes a movimientos sociales en lucha contra la opresión.2 Ese encuentro resultó fundamental para impulsar la creciente inserción de SENAES en la realidad económica, social, cultural y política de la nación. Poco después, esta Secretaría decidió que la economía solidaria podría convertirse en un instrumento válido para promover el desarrollo local de comunidades pobres. En consecuencia, se inició un primer experimento con quilombos, asentamientos rurales de descendientes de esclavos que permanecieron aislados durante generaciones, pero fueron reconocidos a partir de la Constitución de 1988, como titulares del derecho a la posesión colectiva del suelo, igual al que se les reconoce a las comunidades indígenas. SENAES optó por la estrategia de desarrollo local del endodesarrollo, o sea, el obtenido mediante el esfuerzo coordinado de los miembros de la propia comunidad, sin depender de inversiones externas procedentes de fuentes públicas o privadas. Agentes locales, escogidos por sus vecinos e instruidos por SENAES al respecto, eran los encargados de movilizar la comunidad y de organizar con ella planes de progreso económico sobre la base de la formación de cooperativas. Los agentes estaban en contacto permanente con coordinadores del estado respectivo y podían contar con el apoyo de las agencias del gobierno federal, además de SENAES. Con posterioridad, el programa se desdobló en diferentes sectores: etnodesarrollo, cuyo punto de mira eran las comunidades tradicionales indígenas y de los quilombos; feminista, con el objetivo de fomentar cooperativas formadas por mujeres; y el desarrollo de comunidades integradas por jóvenes. Puesto que uno de los desafíos fundamentales que se le presentan a la economía solidaria es la falta de acceso a capital, una de las políticas públicas que ha logrado mejores resultados hasta el momento ha sido la de promoción de las finanzas solidarias, constituidas por tres tipos de entidades: bancos comunitarios de desarrollo, fondos rotativos solidarios y cooperativas de crédito. Cada una de estas modalidades es autogestionaria. El banco comunitario responde a la 16 Paul Singer población de un barrio o de una vecindad, formada por centenares o millares de familias, pobres por lo general. El banco financia iniciativas de economía solidaria cuyos autores son miembros de la comunidad a la que él pertenece. Para disponer de medios con los que realizar los financiamientos, emite una moneda social. Esta se emplea en el comercio de la barriada; su circulación resulta estimulada por la concesión de descuentos en los precios que pagarán los clientes cuando la utilicen. Este procedimiento conlleva que los moradores del sitio y también los de los alrededores prefieran hacer sus compras en el lugar. Esta preferencia incentiva el desarrollo de cooperativas de producción y de servicios en el radio de acción del banco. Los fondos rotativos solidarios son creados por familias unidas por vínculos de amistad y/o parentesco. Cada una deposita mensualmente cierto monto. Cuando el Fondo alcanza determinada cifra de valor, definido por los asociados, el dinero acumulado se sortea entre las familias; la beneficiada pasa a tener cierto capital con el cual puede construir una cisterna si viviese en una región semiárida de Brasil, o comprar semillas para sembrar o animales para comenzar una cría. En los siguientes períodos de acumulación de ahorros, los ya favorecidos siguen contribuyendo al fondo solidario, pero no participan en los sorteos hasta que todas las familias hayan sido contempladas. Esta es una modalidad de financiamiento comunitario tradicional que los pobres practican en todos los continentes y que resulta muy efectiva. Al colectivizar pequeños ahorros y distribuirlos al azar a una familia tras otra, cada una tiene su oportunidad de dejar de ser pobre, lo que constituye un proceso de desarrollo solidario que preserva los lazos entre los participantes. Entre todos los beneficios adquiridos, este es quizás el más importante. Las cooperativas de crédito son intermediarios financieros legalmente formalizados y supervisados por el Banco Central. Muchas veces abarcan un área mayor y sus socios son por lo general familias en mejores condiciones económicas que las mencionadas con anterioridad. En Brasil, una gran parte de las cooperativas de crédito solidario están formadas por familias agricultoras, casi siempre propietarias de las tierras donde producen. Forman redes en las que ofrecen a los clientes asociados los mismos servicios financieros que brindan los bancos comerciales privados. Su importancia para los agricultores más pobres es vital porque les suministran créditos públicos subsidiados por el Programa Nacional de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar (PRONAF). La descripción de las políticas públicas de economía solidaria presentada aquí se limita a las desarrolladas por SENAES. Políticas de similar corte son desarrolladas por otros veintidós ministerios con los cuales esta Secretaría mantiene acuerdos de cooperación. De igual modo, en Brasil, centenares de gobiernos municipales y más de la mitad de los estaduales están desarrollando políticas públicas de economía solidaria. Traducción: David González Notas 1. Al respecto, véase Marcos Arruda, «Plenarias Estaduales de Economía Solidaria en Brasil», ALOE Alianza por una economía responsable, plural y solidaria, 5 de junio de 2003, disponible en http://aloe.socioeco.org/article157_es.html. 2. Para obtener más información véanse Paul Singer, «Relaciones entre sociedad y Estado en la economía solidaria», Íconos, n. 33, Flacso-Ecuador, enero de 2009, pp. 51-65, disponible en www.flacso. org.ec/docs/i33singer.pdf; y ANSA, «Reunión sobre economía solidaria», La Prensa, Panamá, 16 de agosto de 2004, disponible en http://mensual.prensa.com/mensual/contenido/2004/08/16/ hoy/negocios/9935.html. , 2013 Temas está presente en las redes sociales. Invitamos a nuestros lectores a seguirnos también por estos caminos virtuales. Temas: www.facebook.com/revistatemascuba Temas: www.twitter.com/temascuba Último Jueves: www.facebook.com/ultimojuevesdetemas Temas: www.youtube.com/temascubatv La economía solidaria en Brasil 17 Economía social en Quebec. Entrevista al ministro Sylvain Gaudreault Nancy Neamtan Presidenta ejecutiva. Chantier de l’economie sociale, Quebec, Canadá. Q uebec es reconocido internacionalmente por el importante papel que desempeñan las empresas colectivas en el desarrollo económico y social tanto en las zonas urbanas como rurales. Su desarrollo es el resultado de la movilización ciudadana al corazón de la economía y un movimiento social que pretende imponer otra lógica económica a la del neoliberalismo. En respuesta a la voluntad popular, el gobierno quebequense ha adoptado una serie de políticas públicas para apoyar el desarrollo de nuevas cooperativas y otras formas de empresas colectivas, en especial, en forma de asociaciones u organizaciones sin fines de lucro. En junio de 2013, Sylvain Gaudreault, titular del Ministerio de Asuntos Municipales, de las Regiones y de la Ocupación del Territorio (MAMROT) del gobierno de Quebec, accedió a responder para Temas este cuestionario elaborado por cortesía del Taller de la Economía Social, organización representativa de la economía social y solidaria en esa provincia. Nancy Neamtan (N. N.): ¿Cómo se define la economía social y solidaria desde el punto de vista de los intereses canadienses? Sylvain Gaudreault (S. G.): En Quebec, la economía social y solidaria (ESS) es el conjunto de las actividades económicas realizadas con fines sociales por parte de las empresas colectivas que, para llevar a cabo su misión, venden o intercambian bienes y servicios en un mercado. En este sentido, utilizan medios económicos concretos a fin de responder a las necesidades de las comunidades, la inserción social y profesional, el bienestar común, la creación de empleos, etcétera. 18 n. 75: 18-20, julio-septiembre de 2013 Nancy Neamtan A diferencia de las otras, las empresas colectivas ante todo tienen como objetivo dar respuesta a las necesidades de sus miembros. Reinvierten la mayor parte de sus ganancias en beneficio de su misión y prevén una gestión transparente y un proceso de toma de decisión democrática. Están fuertemente ancladas en su medio, local y regional, y son importantes herramientas de desarrollo económico y social. En Quebec hallamos una gran diversidad de empresas de economía social, que responden a necesidades o a situaciones económicas muy disímiles. Ya se trate de una cooperativa de doscientos o trescientos trabajadores en el sector forestal o la pequeña cooperativa de solidaridad que asume el único comercio de suministro de la localidad, las dos contribuyen, a su manera, a la vitalidad del territorio. veintidós medidas presentadas por los ministerios y organismos públicos en una infinidad de esferas para sostener a los actores de ese tipo de economía. Por ejemplo, el Programa de infraestructuras para el empresariado colectivo, que depende del MAMROT, reserva una suma ascendente a diez millones de dólares en tres años, para apoyar las empresas de economía social en sus proyectos de renovación o de construcción inmobiliaria. Asimismo, las iniciativas para beneficiar la compra pública a las empresas colectivas tienden a instaurar un movimiento en pro del aprovisionamiento público y municipal ante las empresas de economía social. Por ende se realizan acciones de promoción y de capacitación para facilitar la firma de contratos entre las instituciones públicas y las empresas de este sector de la economía. N. N.: En relación con otros países ¿qué distingue la economía social en Quebec? N. N.: ¿Cómo se financia la economía social a partir de los fondos privados y públicos? S. G.: La definición quebequense de economía social es similar en varios aspectos a la de los países europeos —por ejemplo, España y Portugal— que han legislado en esta esfera. Las principales diferencias conciernen a los estatutos jurídicos de las empresas reconocidas, los principios que las guían, e incluso, ciertas disposiciones, como la creación de un registro o un organismo público dedicado exclusivamente a la ESS. Una vez más, en la gran diversidad de las empresas de economía social es donde reside la fuerza de este sector en la provincia. Están presentes en numerosos sectores económicos de importancia. Casi todos sus ciudadanos hacen negocios con una cooperativa, una mutual o una organización sin ánimo de lucro (OBNL); por ejemplo, al efectuar transacciones financieras, al comprar leche o al estar protegidos mediante un contrato de seguros. S. G.: En Quebec existe una importante red de la «finanza solidaria». Las instituciones privadas (cajas populares, fondos fiduciarios, OBNL que administran fondos de reserva, fondos de trabajadores) apoyan la capitalización de las empresas de ESS según las condiciones adaptadas que mejor convengan a este sector, por ejemplo, préstamo —con o sin garantía— y capital paciente. A escala gubernamental, el financiamiento pasa por programas y medidas más específicas. Primero, las OBNL, cooperativas y mutuales, son admisibles en los programas de puesta en marcha y consolidación de las empresas en equidad con las tradicionales. El financiamiento público de la economía social pasa también indirectamente a través de programas y medidas sectoriales, en particular: para alentar la investigación y la innovación en el sector, favorecer su desarrollo ante ciertas clientelas (nativos, jóvenes, etc.), apoyar el establecimiento de redes regionales de las empresas de economía social. N. N.: ¿Cuáles son las principales políticas públicas para estimular y desarrollar la economía social? ¿Existe una que favorezca esta economía? S. G.: En Quebec, el MAMROT es el encargado de coordinar la intervención gubernamental en la economía social. Además, fue quien propuso el proyecto de ley marco, un paso importante para el desarrollo del sector. Tal proyecto establece la obligación para todos los ministerios y los organismos públicos de reconocer la economía social como parte integrante de la estructura socioeconómica quebequense, de tomar dicho sector en consideración en sus programas y medidas y de realzar las iniciativas emprendidas. El plan de acción gubernamental para el empresariado colectivo, desplegado entre 2008 y 2013, es igualmente una palanca importante para el desarrollo de la economía social. Representando inversiones públicas de casi diecisiete millones de dólares, el plan agrupa N. N.: ¿En qué medida el sector público puede fortalecer su papel? S. G.: El gobierno trata de fortalecer su papel en el desarrollo de la economía social ante todo al establecer una coherencia a nivel gubernamental, es decir, garantizando que las acciones de los ministerios y los organismos, cualquiera sea el sector de actividad, sean pertinentes y complementarias y respondan a las necesidades del medio. Es relevante para el gobierno de Quebec que las empresas accedan, en la medida de lo posible, a iguales recursos que las privadas cuando llegue el momento de recibir ayuda por parte del Estado. Esas empresas contribuyen de la misma manera al desarrollo económico de la región. Economía social en Quebec. Entrevista al ministro Sylvain Gaudreault 19 N. N.: ¿Cuáles son los centros locales de desarrollo y qué resultados han alcanzado? S. G.: Los ciento veinte centros locales de desarrollo (CLD) constituyen la puerta de acceso local de los empresarios. Situados en las municipalidades regionales de condado de todas las regiones de Quebec, tienen por mandato afianzar el desarrollo local, económico y social de su territorio, lo que pasa, en especial, por el apoyo al empresariado. Por ello, ofrecen la totalidad de los servicios de primera línea que un empresario pueda necesitar para echar a andar una empresa, un proyecto, para emprender una fase de crecimiento o para garantizar su relevo. Los CLD atienden cada año, como promedio, más de treinta mil solicitudes de los empresarios. Entre sus servicios, poseen fondos destinados al desarrollo de la economía social, en particular el Fondo de Desarrollo de las Empresas de Economía Social (FDESS). Desde 1998 a 2010, los CLD han creado y sostenido más de cincuenta y seis mil empleos y han creado y consolidado más de seis mil quinientas empresas de ESS por medio de ese único fondo. N. N.: ¿Qué lecciones podrían sacar Cuba y otros países de las prácticas canadienses en materia de economía social y solidaria en lo que se refiere a factores como la relación costo-beneficio, el potencial, los riesgos. ¿Qué debemos evitar y priorizar? S. G.: Son numerosos los factores que pueden sostener el desarrollo de la economía social a escala nacional para que ocupe su justo lugar. El modelo quebequense se distingue por la importancia que ha dispensado a la innovación dentro de la esfera del financiamiento, por su enfoque territorial y su apoyo a las redes de desarrollo local y regional. El reconocimiento y la promoción de este sector a nivel nacional parecen igualmente ineludibles, no solo al establecer un marco jurídico apropiado, sino al valorar las buenas ideas, los éxitos de las empresas de ESS en sectores claves. El Estado y sus socios deben apoyar las capacidades de los actores de esa economía de manera estructural y además simultánea a diferentes niveles: la puesta en marcha y la consolidación de las empresas, la capitalización, la formación de la mano de obra, la investigación, la innovación, etc. Por último, estas acciones en favor del desarrollo se deben reflexionar con los actores del medio, quienes conocen mejor que nadie las realidades de esas empresas en el terreno. N. N.: ¿El gobierno de Quebec estaría en disposición de apoyar el nuevo cooperativismo no agrícola y la emergencia de la economía social en Cuba? S. G.: El Ministerio prevé de manera favorable la colaboración internacional en cuestión de desarrollo 20 Nancy Neamtan de la economía social, en coherencia con los valores de solidaridad que la sostienen. Se trata de un sector económico distinto que necesita de un reconocimiento y un apoyo por parte del Estado para poder alcanzar su pleno desarrollo. En este sentido, creemos que compartir la experiencia, la información útil y las herramientas es una clave para el éxito. Traducción: Silvia Santa María. , 2013 Otra economía para otra civilización Alberto Acosta Economista. Profesor e investigador. FLACSO-Ecuador. Cualquier cosa que sea contraria a la Naturaleza lo es también a la razón, y cualquier cosa que sea contraria a la razón es absurda. Baruch de Spinoza (1632-1677) D ejemos sentado desde el inicio que no hay alternativa alguna dentro del capitalismo. Son inviables opciones dignas en una civilización en esencia depredadora y explotadora que «vive de sofocar a la vida y al mundo de la vida».1 La Humanidad, entonces, tiene que superar tal civilización, que además está en crisis. Y no se puede esperar que esta abra la puerta a los cambios; ellos deben ser construidos e impulsados como parte de una acción política preconcebida que se aproveche de la crisis del capitalismo. En ese sentido, es muy importante estar atentos a aquellos elementos que configuran la esencia civilizatoria de ese sistema, para no insistir en ellos y dar paso, dentro de él, a la construcción de una alternativa. La salida del capitalismo se cristalizará incluso arrastrando, inicialmente, algunas de sus taras propias. Pero eso no es suficiente. Hay que transitar del actual antropocentrismo al sociobiocentrismo. Lo anterior exige un proceso de mutación sostenido y plural, como requisito fundamental para llevar a cabo una gran transformación civilizatoria. La tarea es organizar la sociedad y la economía asegurando la integridad de los procesos de la naturaleza, garantizando los diversos flujos de energía y de otros materiales en la biosfera, sin dejar de preservar la biodiversidad del planeta. economía para otra civilización n. Otra 75: 21-27, julio-septiembre de 2013 21 Por lo tanto, no se trata de continuar por la senda del tradicional progreso en su deriva productivista y del desarrollo como dirección única, sobre todo en su visión mecanicista de crecimiento económico, en sus múltiples sinónimos.2 Es necesario plantear caminos diferentes, mucho más ricos en contenidos y, por cierto, más complejos y concretos. En la actualidad existen muchos proyectos que se sustentan en principios distintos a los que norman el capitalismo. Hay prácticas, vivencias, experiencias reales sobre las que se puede edificar otra economía. Es indispensable, desde esta perspectiva, buscar y diseñar salidas específicas que se multipliquen hasta tener la fuerza y el contenido de un torrente de cambios civilizatorios. Y allí surgirán gran parte de los sujetos políticos colectivos que impulsarán esas transformaciones.3 Pero, para ello hay que tener claro qué se quiere construir. En el mundo andinoamazónico se sintetiza la visión utópica del futuro al hablar del Buen Vivir o sumak kawsay, como alternativa al desarrollo (no alternativa de desarrollo).4 Elementos de una economía solidaria y sustentable Cuando se acepta que una economía debe sustentarse en la solidaridad y en la sustentabilidad, se busca la construcción de otro tipo de relaciones de producción, intercambio, cooperación y también de acumulación del capital y de distribución del ingreso y la riqueza. En el ámbito económico se requiere incorporar criterios de suficiencia antes que sostener la lógica de la eficiencia entendida como la acumulación material cada vez más acelerada. De ello se desprende una indispensable crítica al fetiche del crecimiento económico, que es apenas un medio, no un fin. Esto plantea también, como meta utópica, la construcción de relaciones armoniosas de la colectividad, y del individuo con la naturaleza. El objetivo final es establecer un sistema económico sobre bases comunitarias y orientadas hacia la reciprocidad, que debe ser sustentable; es decir, debe asegurar procesos que respeten los ciclos ecológicos y que puedan mantenerse en el tiempo, sin ayuda externa y sin que se produzca una escasez crítica de los recursos. Para lograr este objetivo múltiple será preciso dejar atrás paulatinamente las lógicas de devastación social y ambiental dominantes. El mayor desafío de las transiciones5 se encuentra en superar aquellos patrones culturales asumidos por la mayoría de la población que apuntan hacia una permanente y mayor acumulación de bienes materiales; una situación que no asegura 22 Alberto Acosta necesariamente un creciente bienestar de todos los individuos y las colectividades. No solo hay que consumir mejor y en algunos casos menos, sino que se debe obtener mejores resultados con menos, en términos de mejorar la calidad de vida. Es imprescindible construir otra lógica económica, que no radique en la ampliación constante del consumo en función de la acumulación de capital. En consecuencia, esta nueva propuesta tiene que consolidarse superando el consumismo, e inclusive el productivismo, sobre bases de creciente autodependencia comunitaria en todos los ámbitos. No se trata de minimizar la importancia que tiene el Estado, pero sí de ubicarlo en su verdadera dimensión, es decir, asumir sus limitaciones y repensarlo desde lo comunitario.6 Subordinar el Estado al mercado implica supeditar la sociedad a las relaciones mercantiles y al individualismo ególatra. Si bien el mercado total no es la solución, tampoco lo es el Estado por sí solo. Debe tenerse presente, como un aspecto medular, que no todos los actores de la economía actúan movidos por el lucro. Y que tampoco la burocracia estatal puede suplantar las expresiones de las comunidades, en la medida en que ella no garantiza la participación popular en la toma de decisiones, ni el control democrático. Eso lleva a comprender que en una economía solidaria, como parte de una sociedad plenamente democrática, no puede haber formas de propiedad capitalista monopólica u oligopólica, y tampoco puede la empresa pública o estatal totalizar la economía, al ser considerada la forma de propiedad principal y dominante. Existen modos distintos de propiedad y organización: cooperativas de ahorro y crédito, de producción, de consumo, de vivienda y de servicios, así como mutuales de diverso tipo, asociaciones de productores y comercializadores, organizaciones comunitarias, unidades económicas populares y empresas autogestionarias. En este universo habrá que incorporar una gran multiplicidad de organizaciones de la sociedad civil, que pueden acompañar una transformación que no se improvisa, e incluso ser su base. Tal economía parte de una marcada heterogeneidad de formas de propiedad y de producción. Desde donde se deberán ir construyendo otras relaciones de producción y de control de la economía. El Estado y el mercado tendrán un importante papel; este último podría ser repensado desde la visión de una economía socialista de mercado. El objetivo, ya desde la fase de transición, será impulsar la satisfacción de las necesidades actuales sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras. No se trata solamente de defender la fuerza de trabajo y de oponerse a su explotación. Está en juego la defensa de la vida misma. Así, los objetivos económicos, subordinados a las leyes de funcionamiento de los sistemas naturales, deben conciliarse con el respeto a la dignidad humana y la mejoría de la calidad de vida de las personas, las familias y las comunidades. No puede sacrificarse la naturaleza y su diversidad; el ser humano forma parte de ella y no tiene derecho a dominarla, mercantilizarla, privatizarla, destruirla.7 El autocentramiento en la base de las transiciones Las transiciones, entendidas como rutas hacia una nueva civilización, deben ser pensadas sobre todo desde las nociones de autocentramiento. En esta aproximación las dimensiones locales quedan muy bien situadas, lo que supone una estrategia de organización de la política y de la economía construida desde abajo y desde dentro, desde lo comunitario y solidario; donde, por ejemplo, cobran fuerza las propuestas productivas resultantes de los barrios y las comunidades. Adoptar esas nociones implica tomar decisiones políticas colectivas, para lo cual debe seguirse un camino gradual que vaya desde lo regional a lo nacional, y luego al mercado mundial. Este empeño será mucho más fácil si se cuenta con el respaldo del gobierno central y si hay una estrategia de integración regional autónoma, es decir, que no esté normada por las demandas del capital transnacional.8 El fundamento básico de la vía autocentrada es el desarrollo de las fuerzas productivas endógenas, que incluye capacidades humanas y recursos productivos locales y el correspondiente control de la acumulación y centramiento de los patrones de consumo. Todo esto debe venir acompañado por un proceso político de participación plena, de manera tal que (sobre todo en los países donde el gobierno no está sintonizado con esta visión) se construyan «contrapoderes» (económico y político) que puedan impulsar paulatinamente las transformaciones a nivel nacional. Esto implica ir gestando, desde las localidades, espacios de poder real en lo político, lo económico y lo cultural. A partir de ellos se podrán forjar los embriones de una nueva institucionalidad estatal, así como diseñar y construir una renovada lógica de mercado, en el marco de una nueva convivencia social. Estos núcleos de acción servirán de base para la estrategia colectiva que dé lugar a un proyecto de vida en común, el cual no podrá ser una visión abstracta que descuide los sujetos y las relaciones presentes al reconocerlos tal como son y no como se quiere que sean. Una propuesta de transición desde el autocentramiento —en lo económico— prioriza el mercado interno. Esto no significa volver al modelo de «sustitución de importaciones» que procuró beneficiar, y de hecho favoreció, a los capitalistas locales, con la expectativa de fomentar o fortalecer una inexistente «burguesía nacional». En este nuevo contexto, mercado interno quiere decir mercados heterogéneos y diversos, así como de masas. En el último predominará el «vivir con lo nuestro y para los nuestros», al vincular el campo con la ciudad, lo rural y lo urbano, para desde allí evaluar las posibilidades de reinsertarse en la economía mundial. No es posible desarrollar proyectos económicos sin involucrar activamente a la población en su diseño y gestión. Es necesario fomentar a la vez la creación y el fortalecimiento de unidades de producción autogestionarias, asociativas, cooperativas o comunitarias (desde las familias, pasando por las «microempresas» a nivel local, hasta llegar a los proyectos regionales). Tal propuesta exige de modo imperioso el fortalecimiento de dichos espacios comunitarios. Así, por ejemplo, los productores agrícolas deberían formar asociaciones que les permitan manejar temas claves de manera conjunta, como el acceso a mercados, créditos, tecnologías, capacitación, etcétera. Hay que crear, por igual, las condiciones para propiciar la producción de (nuevos) bienes y servicios, sobre la base de tecnologías adaptadas y autóctonas. Esta política debe favorecer a empresas colectivas, familiares o incluso individuales, pero sin dar paso al surgimiento y consolidación de estructuras oligopólicas y menos aún monopólicas. Tales bienes y servicios deben estar acordes con las necesidades axiológicas y existenciales9 de los propios actores del cambio, a fin de estimular el aprendizaje directo, la difusión y el uso pleno de las habilidades, la motivación para la comprensión de los fenómenos y para la creación autónoma. En lo social la transición propone la revalorización de las identidades culturales y el criterio autónomo de las poblaciones locales, la interacción e integración entre movimientos populares y la incorporación económica y social de los ciudadanos en general. Estos deben dejar su papel pasivo en el uso de bienes y servicios colectivos y convertirse en propulsores autónomos de los servicios de salud, educación, transporte, entre otros, impulsados coordinada y consensuadamente desde la escala local-regional. Por último, en lo político, tales procesos contribuirían a la conformación y fortalecimiento de instituciones representativas y al desarrollo de una cultura democrática y de participación, para lo cual habrá que fortalecer los de tipo asambleario, propios de los espacios comunitarios. Estos procesos demandan el cambio de los patrones tecnológicos para recuperar e incentivar alternativas locales, sin negar los valiosos aportes que pueden provenir del exterior, sobre todo de las llamadas Otra economía para otra civilización 23 tecnologías intermedias y «limpias». Hay que entender que gran parte de las capacidades y conocimientos locales están en manos de comunidades y pueblos que por decisión, tradición o marginación, se han mantenido fuera del patrón occidental. En dichos segmentos del aparato productivo se utilizan e inventan opciones para facilitar el trabajo y el consumo de productos locales, artesanales y orgánicos. Numerosas prácticas tradicionales tienen tal grado de solidez que el paso del tiempo parecería solo afectarlas en lo accesorio y no en lo profundo. Además, si se observa con detenimiento hay respuestas productivas, como las de la agricultura orgánica, con mejores rendimientos económicos en términos amplios que las promocionadas actividades convencionales. La construcción de un nuevo patrón tecnológico implica rescatar, desarrollar, o adaptar viejas y novedosas tecnologías, que, para ser liberadoras, no deberán generar nuevos modelos de dependencia (a través de los transgénicos, por ejemplo), tendrían que ser de libre circulación y de bajo consumo energético, así como emitir CO2 en reducidas cantidades, muy poco contaminantes, al tiempo que aseguran la creación de abundantes puestos de trabajo de calidad. Ahora bien, hay que tener presente que un proyecto de organización social y productiva, sustentado en la dignidad y la armonía, como propuesta emancipadora, requiere una revisión del estilo de vida vigente, sobre todo a nivel de las élites, que sirve de marco orientador (inalcanzable) para la mayoría de la población en el planeta. Igualmente habrá que procesar, sobre cimientos de equidades reales, la reducción del tiempo de trabajo y su redistribución, así como la redefinición colectiva de las necesidades axiológicas y existenciales del ser humano en función de satisfactores singulares y sinérgicos, ajustados a las disponibilidades de la economía y la naturaleza.10 L as limitaci ones d el extr ac tiv ismo desbocado Esta transición económica debería hacerse extensiva a aquellas formas de producción, como la extractivista, que sostienen las bases materiales del capitalismo y que ponen en riesgo la vida misma. Los países productores y exportadores de materias primas, es decir, de naturaleza, son funcionales al sistema de acumulación capitalista global y son también, indirecta o directamente, causantes de los problemas ambientales mundiales. Aunque pueda resultar contradictorio, la actual crisis múltiple y mutante del capitalismo y el manejo que se le ha dado, fundamentado en multimillonarias inyecciones de recursos financieros para salvar la 24 Alberto Acosta banca, mantienen elevados —vía especulación— los precios de muchas materias primas, como el petróleo y los minerales, e incluso de muchos alimentos; situación que ya estuvo presente en los años anteriores a la crisis como parte de la lógica especulativa del capital ficticio.11 Así estos recursos ya no solo están destinados a atender la demanda energética o productiva o alimenticia, sino que se han transformado en activos financieros en medio de una economía mundial dominada por fuerzas y tendencias especulativas. Por lo tanto, caminar hacia el socialismo, como reza el discurso oficial de algunos gobiernos «progresistas», alimentando las necesidades —incluyendo las demandas especulativas— del capitalismo global, a través de la expansión del extractivismo,12 es una incoherencia. El extractivismo no es compatible con una economía solidaria y sustentable porque depreda la naturaleza y devasta comunidades, al mantener estructuras laborales explotadoras de la mano de obra, que no aseguran un empleo adecuado. En países en los que aquel prima, la dinámica económica se caracteriza por prácticas «rentistas». Su estructura y vivencia social está dominada por las lógicas clientelares. Mientras que la voracidad y el autoritarismo caracterizan la vida política. Esto explica la contradicción de países ricos en materias primas donde, en la práctica, la masa de la población está empobrecida. Parece que somos pobres porque somos ricos en recursos naturales.13 El ser humano en el centro de la otra economía Aquí él debe ser el centro de la atención y su factor fundamental, siempre como parte de la naturaleza. Si este es el eje de dicha economía, el trabajo es su sostén. Lo anterior plantea el reconocimiento en igualdad de condiciones de todas las formas de trabajo, productivo y reproductivo. La economía solidaria es entendida también como «la economía del trabajo».14 Así este es un derecho y un deber social. Por lo tanto, ninguna forma de desempleo o subempleo puede ser tolerada. No solo se trata de producir más, sino de hacerlo para vivir bien, que el trabajo contribuya a la dignificación de la persona. Habrá que asumirlo como espacio de libertad y de goce. Y en este contexto habrá incluso que pensar en distribuirlo de otra manera, pues cada vez es más escaso, proceso que vendrá atado con una nueva forma de organizar la economía y la sociedad. A su vez, tendrían que fortalecerse los esquemas de auto y cogestión en todo tipo de empresas, para que los trabajadores y las trabajadoras decidan en la conducción de sus unidades productivas. El objetivo final es establecer un sistema económico sobre bases comunitarias y orientadas hacia la reciprocidad, que debe ser sustentable; es decir, debe asegurar procesos que respeten los ciclos ecológicos y que puedan mantenerse en el tiempo, sin ayuda externa y sin que se produzca una escasez crítica de los recursos. Al rescate de algunas lógicas económicas Para empezar una acción transformadora hay que reconocer que en el capitalismo lo popular y solidario convive y compite con la economía capitalista y con la pública. El sector de la economía social y solidaria está compuesto por el conjunto de formas de organización económica-social en las que sus integrantes, colectiva o individualmente, desarrollan procesos de producción, intercambio, comercialización, financiamiento y consumo de bienes y servicios. Tales formas de organización solidaria incluyen en el sector productivo y comercial cooperativas, asociaciones y organizaciones comunitarias, así como diversos tipos de unidades económicas populares. A estas se suman las organizaciones del sector financiero popular y solidario, que tienen en las cooperativas de ahorro y crédito, en las cajas solidarias y de ahorro y en los bancos comunales sus pilares. Inclusive habría que rescatar valiosas experiencias con dinero alternativo, controlado por las comunidades, que han servido no solo para resolver problemas en épocas de crisis agudas, sino que han sido de enorme utilidad para descubrir y potenciar las capacidades locales existentes. Organizaciones como estas casi siempre sustentan sus actividades en relaciones de solidaridad, cooperación y reciprocidad y ubican al ser humano como sujeto y fin de toda actividad económica, por encima del lucro, la competencia y la acumulación de capital. Desde esa lógica es necesario romper con las expresiones de paternalismo, asistencialismo o clientelismo, por un lado; y por otro, con toda forma de concentración y acaparamiento; prácticas que han dominado la historia de la región. El Estado tiene mucho que hacer en este campo. Por ejemplo, invertir en infraestructura y generar las condiciones que dinamicen a los pequeños y medianos productores, los cuales, con una pequeña inversión, sacan mucho más rédito a la unidad monetaria invertida que a la que invierten los grandes grupos de capital. Su problema es que no poseen capacidad de acumular. Ganan muy poco y viven en condiciones de inmediatez económica, subordinados muchas veces al gran capital. Tampoco tienen, mayoritariamente, una adecuada preparación profesional y técnica, dado que el Estado no se ha preocupado en ofrecer capacitación para la apropiada gestión de este sector productivo. Igualmente, hay que favorecer la cooperación entre estas empresas de propiedad social, en lo que se denominan «distritos industriales populares». Al respecto, existen numerosas experiencias. Lo que toca es profundizar y ampliar este tipo de prácticas, para que sean más las empresas que compartan costos fijos (maquinaria, edificios, tecnologías, entre otros) y aprovechen así economías de escala, lo que les aseguraría una mayor productividad. Por ello se vuelve impostergable una reconversión de la matriz productiva. Esta decisión exige el ejercicio soberano sobre la economía, la desprimarización de su estructura, fomentar —e invertir en ella— la innovación científico-tecnológica estrechamente vinculada con el nuevo aparato productivo (y no en guetos de sabios); también demanda la inclusión social, la capacitación laboral y la generación de empleo abundante y bien remunerado. Este último punto es crucial para evitar el subempleo, la desigual distribución del ingreso, el desangre demográfico que representa la migración, entre otras patologías inherentes al actual modelo primario-exportador de acumulación. Las estrategias de transición tendrán que ser necesariamente plurales. Teniendo como horizonte la vocación utópica de futuro hay que desplegar acciones concretas para resolver problemas concretos. Y en ese empeño, rescatar y potenciar las prácticas y los saberes ancestrales, así como todas aquellas visiones y vivencias sintonizadas con la praxis de la vida armónica y en plenitud, que apunten en dicha dirección. Otro aspecto fundamental es reconocer que esta nueva economía no puede circunscribirse al mundo rural o a los sectores populares urbanos marginados. Uno de los mayores desafíos radica en repensar las ciudades, rediseñarlas y reorganizarlas, al tiempo que se construyen otras relaciones con el mundo rural, pensar formas diferentes de organizar la vida para y desde las ciudades. Construcción paciente vs. improvisación irresponsable La civilización capitalista ha favorecido el individualismo, el consumismo y la acumulación Otra economía para otra civilización 25 agresiva de bienes materiales, lo que ha exacerbado la competitividad entre iguales. Científicamente se ha demostrado la tendencia natural dominante de los humanos a la cooperación y la asistencia mutua. Es necesario recuperar y fortalecer esos valores y aquellas instituciones sustentadas en la reciprocidad y la solidaridad. Hay que valorizar los postulados feministas de una economía orientada al cuidado de la vida, basada en las virtudes antes mencionadas. La soberanía debe aflorar con fuerza en varios ámbitos, como el monetario, el financiero, el energético o el alimentario. Por ejemplo, en este último, será un pilar fundamental de otra economía, que se sustentará en el derecho que tienen los agricultores a controlar la tierra y los consumidores su alimentación. Esta debe entenderse como un derecho humano. Y ello empieza por erradicar el hambre a través de una verdadera revolución agraria. Es imprescindible el acceso democrático a la tierra, que constituye un bien público. Dicha estrategia demanda respuestas participativas, descentralización efectiva, reconocimiento de tecnologías propias y ancestrales. Los campesinos y sus familias serán los protagonistas de este proceso, sobre todo a través de asociaciones de productores, comercializadores y procesadores de alimentos. El Estado —tanto el gobierno central como los descentralizados— debe establecer las políticas adecuadas para fomentar el cultivo ético de la tierra, desprivatizar el agua y asegurar la gestión social del riego, implementar adecuados mecanismos de crédito, impulsar tecnologías apropiadas para el entorno, fomentar los sistemas de transporte y los mercados justos, promover la refores­tación y cuidar las cuencas hidrográficas, apoyar los procesos de capacitación de los campesinos, alentar el establecimiento de indus­trias locales para procesar los productos agrícolas. Lo anterior requiere una política de aprovechamiento de los recursos naturales orientada a «transformar antes que transportar», tanto para artículos tradicionales de exporta­ción como para la producción de consumo interno. Es fundamental proteger el patrimonio genético e impedir el ingreso de semillas y cultivos transgénicos. Ello evitará la pérdida de diversidad genética en la agricultura, la contaminación de variedades tradicionales y la aparición de superplagas y malezas. Y por supuesto resulta intolerable la producción de bio o agrocombustibles. Las finanzas deben apoyar el aparato productivo y dejar de ser simples instrumentos de acumulación y concentración de la riqueza, realidad que alienta la especulación financiera. De ahí que sea preciso construir una nueva arquitectura en este campo, en la que los servicios financieros sean de orden público. En 26 Alberto Acosta ella, las finanzas populares, por ejemplo las cooperativas de ahorro y crédito, deberán asumir un papel cada vez más preponderante como promotoras del desarrollo, en paralelo con una banca pública de fomento, que aglutine el ahorro interno e impulse las economías productivas de características más solidarias. Las instituciones financieras privadas deberán dejar su espacio de predominio a favor de ese otro tipo de estructura. Esta nueva economía consolida el principio del monopolio público sobre los recursos estratégicos, pero, a la vez, establece una dinámica de uso y aprovechamiento de ellos desde una óptica sustentable. Asimismo, son necesarios mecanismos de regulación y control en la prestación de los servicios públicos. La propiedad privada, comunitaria, pública o estatal deberá cumplir su función social y ambiental. Los planteamientos expuestos marcan un derrotero para una nueva forma de organización y de economía. Quizás convenga rescatar el postulado de Carlos Marx en su Crítica al Programa de Gotha, en 1875: «de cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades». Y todo esto aceptando que los seres humanos formamos parte de la naturaleza. Estas palabras pueden parecer una utopía. De eso se trata; hay que escribir todos los borradores posibles de una utopía por construir, una que implique la crítica de la realidad desde los principios plasmados en la filosofía de la vida plena. Una utopía que, al ser un proyecto de vida solidario y sustentable, constituya una opción alternativa colectivamente imaginada, políticamente conquistada y construida, para ser ejecutada por acciones democráticas. Notas 1. Bolívar Echeverría, Modernidad y blanquitud, Editorial ERA, México, DF, 2010. 2. Debemos aceptar que ningún proceso económico puede ser sustentable al margen de los límites que tienen los ecosistemas y que la economía es parte de un sistema mayor y finito que es la biosfera. De ahí que el crecimiento económico permanente sea imposible. Véase, al respecto, Enrique Leff, «Decrecimiento o deconstrucción de la economía», Peripecias, n. 117, 8 de octubre de 2008; Imaginarios sociales y sustentabilidad, (mimeo), 2010. 3. Véase José Luis Coraggio, «Economía social y solidaria. El trabajo antes que el capital», en Alberto Acosta y Esperanza Martínez, eds., La Naturaleza con derechos. De la filosofía a la política, Serie Debate Constituyente, Abya-Yala, Quito, 2011. 4. Véanse Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), Propuesta de la CONAIE frente a la Asamblea Constituyente. Principios y lineamientos para la nueva Constitución del Ecuador, por un Estado Plurinacional, Unitario, Soberano, Incluyente, Equitativo y Laico, Quito, 2007; Fernando Huanacuni Mamani, Vivir Bien / Buen Vivir, Convenio A. Bello, Instituto Internacional de Investigación y CAOI, La Paz, 2010; Eduardo Gudynas, «El mandato ecológico. Derechos de la naturaleza y políticas ambientales en la nueva Constitución», en Alberto Acosta y Esperanza Martínez, Derechos de la Naturaleza. El futuro es ahora, Serie Debate Constituyente, Abya Yala, Quito, 2009; Boaventura de Souza Santos, «Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del Sur», en Alberto Acosta y Esperanza Martínez, eds., Soberanías, Abya Yala, Quito, 2010; David Cortez, «Genealogía del “buen vivir” en la nueva constitución ecuatoriana», en Raúl Fornet-Betancourt, ed., Gutes Leben als humanisiertes Leben. Vorstellungen vom guten Leben in den Kulturen und ihre Bedeutung für Politik und Gesellschaft heute. Dokumentation des VIII. Internationalen Kongresses für Interkulturelle Philosophie, Wissenschaftsverlag Main, Aachen, 2010; Arturo Escobar, Una minga para el postdesarrollo. Lugar, medio ambiente y movimientos sociales en las transformaciones globales, Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 2010; René Ramírez, «Socialismo del sumak kawsay o bio-socialismo republicano», en Los nuevos retos de América Latina. Socialismo y sumak kawsay, SENPLADES, Quito, 2010; Aníbal Quijano, «¿Bien vivir?: entre el “desarrollo” y la descolonialidad del poder», Ecuador Debate, n. 84, Quito, 2011; Atawallpa Oviedo Freire, Qué es el suma kawsay. Más allá del socialismo y capitalismo, s/e, Quito, 2011; CODENPE, Sumak Kawsay - Buen Vivir, Serie Diálogo de Saberes, Quito, 2011; José María Tortosa, «Mal desarrollo y mal vivir. Pobreza y violencia a escala mundial», en Alberto Acosta y Esperanza Martínez, La Naturaleza con derechos. De la filosofía a la política, Serie Debate Constituyente, Abya Yala, Quito, 2011; François Houtart y Birgit Daiber, comps., Un paradigma postcapitalista: El bien común de la Humanidad, Ruth Casa Editorial, Panamá, 2012; Koldo Unceta, «Crecimiento, decrecimiento y Buen Vivir», en Construyendo el Buen Vivir, PYDLOS, Cuenca, 2012; Raúl Prada Alcoreza, «Horizontes del vivir bien», ponencia presentada en Congreso de LASA 2012 (mimeo), 2012; Alberto Acosta, Buen Vivir-Sumak Kawsay. Una oportunidad para imaginar otro mundo, Icaria, Barcelona, 2012. creación, recreo, identidad y libertad; y, cuatro columnas con las necesidades existenciales: ser, tener, hacer y estar. 10. Véase Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martin Hopenhayn, ob. cit. 11. «Todo lo que facilita el negocio, facilita la especulación, los dos en muchos casos están tan interrelacionados, que es difícil decir, dónde termina el negocio y empieza la especulación». James W. Gilbart (The History and Principles of Banking, 1834), en Carlos Marx, El Capital, cap. 25, t. III, Editorial Cartago, Buenos Aires. 12. «Se utiliza el rótulo de extractivismo en sentido amplio para las actividades que remueven grandes volúmenes de recursos naturales, que no son procesados (o que lo son limitadamente), y pasan a ser exportados». Eduardo Gudynas, ob. cit. 13. Jürgen Schuldt, ¿Somos pobres porque somos ricos? Recursos naturales, tecnología y globalización, Fondo Editorial del Congreso del Perú, Lima, 2005. 14. José Luis Coraggio, ob. cit. , 2013 5. En la actualidad hay muchos proyectos empeñados en impulsar estas transiciones. Destaco la tarea emprendida por el Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo de la Fundación Rosa Luxemburgo, que ya ha publicado dos libros: Más allá del desarrollo (2011) y Alternativas al capitalismo y colonialismo del siglo xxi (2013). Véase también Alejandra Alayza y Eduardo Gudynas, eds., Transiciones, postextractivismo y alternativas al extractivismo en el Perú, Fundación Rosa Luxemburgo, Quito, 2011. 6. En el mundo andino-amazónico se plantea la construcción de un Estado plurinacional e intercultural, que tendrá que ser, ante todo, comunitario. 7. En la Constitución ecuatoriana de 2008 se concedió, por primera vez en la historia de la humanidad, derechos a la naturaleza, paso de gran transcendencia para la transformación civilizatoria. Disponible en www.asambleanacional.gov.ec/documentos/ constitucion_de_bolsillo.pdf. 8. Como sucede con los ejes multimodales previstos por la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), que constituye un proyecto para vincular aún más la región a las demandas de acumulación del capitalismo global. 9. Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn («Desarrollo a escala humana. Una opción para el futuro», Development Dialogue, número especial, CEPAUR y Fundación Dag Hammarskjold, 1986) nos recuerdan que las necesidades no son infinitas y relativas, sino finitas y universales. Proponen una matriz que abarca nueve necesidades humanas básicas axiológicas: subsistencia, protección, afecto, comprensión, participación, Otra economía para otra civilización 27 Cooperativas en el capitalismo: desarrollo y contradicciones Jesús Cruz Reyes Profesor. Universidad de La Habana. U na cooperativa es una asociación de personas copropietarias de una organización económica creada con la unión de recursos de sus miembros, conducida conjuntamente por estos, y basada en la cooperación consciente y voluntaria. Puede ser resultado de la unión de diferentes recursos monetarios, materiales, equipos, materias primas, mano de obra. La cooperación El término cooperación tiene una triple connotación de relaciones económicas. Por una parte están las relaciones de cooperación establecidas en la producción a escala nacional que abarcan, en cualquier nivel, los vínculos mutuos y dependencias ramales, intrarramales, de las regiones, así como los tipos socioeconómicos de productores. Estos vínculos se desarrollan en un espacio sociogeográfico concreto, por lo cual la cooperación puede ser un elemento importante del desarrollo local. La fijación y el perfeccionamiento conscientes de esos lazos pueden contribuir a su consolidación y armonía y a la estabilidad de toda la actividad económica a nivel nacional. Por otra, dichas relaciones de cooperación se refieren, además, a los vínculos inmediatos entre los participantes en el proceso de trabajo y de producción de los bienes materiales. Este tipo de cooperación es cambiante, circunstancial y se corresponde con las particularidades y nivel de desarrollo tecnológico de cada rama productiva; es, a la vez, una forma de organización del trabajo. 28 75: 28-35, julio-septiembre de 2013 Jesús Cruzn.Reyes Por último, las relaciones de cooperación comprenden también la coordinación voluntaria y consciente de acciones de quienes, con el aporte de sus recursos propios, forman una organización de propiedad colectiva, cooperativa; tales individuos se agrupan con un interés común para alcanzar ciertos objetivos mediante el progreso económico. Aquí la cooperación es un tipo de organización autónoma, independiente, en cuyo seno caben distintas formas organizativas del proceso de trabajo. A estos dos últimos tipos de relaciones de cooperación dedicaré algunos comentarios con el objetivo de conceptualizarlos, establecer los vínculos entre ambos y las condiciones histórico-concretas que dieron lugar al nacimiento de la propiedad cooperativa de obreros y de otras clases sociales. Una definición de cooperación, en el trabajo, en su forma más simple, fue formulada por Carlos Marx en El Capital: La forma del trabajo de muchos obreros coordinados y reunidos con arreglo a un plan en el mismo proceso de producción o en procesos de producción distintos, pero enlazados se llama cooperación.1 En comparación con la pequeña industria artesanal o pequeña finca, privada e individual, la cooperación supone concentrar una gran masa de medios de producción y de fuerza de trabajo en un mismo sitio y, consecuentemente, la oferta de un volumen mayor de productos de calidad homogénea, con más productividad en el trabajo del hombre y con evidente economía de recursos. Esta masa de trabajadores se transforma en una fuerza colectiva superior, con un nivel más alto en la productividad. La labor en conjunto permite extender el radio de acción del trabajo, acortar el tiempo de ejecución de algunas actividades, genera economía en el empleo de los medios de producción y, por tanto, costos más bajos por mercancía elaborada, o sea, permite realizar obras gigantescas que un hombre solo no podría crear jamás. Por ejemplo, la construcción de un edificio de 60 m2 requiere menos gastos materiales, laborales y monetarios que quince de 4 m2 cada uno. La capacidad productiva de aquellos que laboran juntos se potencia, se convierte en una nueva fuerza social productiva, más eficiente que la suma de los trabajos individuales de cada uno. Las organizaciones económicas basadas en la cooperación y concentración de la producción, hasta cierta escala, tienen ventajas económicas colaterales en la competencia con las de menor tamaño. Al propio tiempo, la cooperación es una imprescindible relación social —aunque no es dominante—, un tipo de vínculo entre personas, inherente a diferentes modos de producción. Adquiere su naturaleza socioeconómica de las relaciones de producción que prevalecen en la sociedad en un momento dado, a las cuales sirve y se subordina. Su empleo ha sido una condición económica y social básica para el desarrollo del capitalismo desde sus fases más tempranas. Factores socioeconómicos de la aparición de las cooperativas El régimen capitalista bajo la revolución industrial de 1750 a 1850 tendría varias repercusiones inmediatas para el obrero en cuanto a: la duración del día de trabajo, condiciones de seguridad e higiene, régimen y disciplina laborales, explotación al obrero como consumidor en los comercios, hacinamiento, insalubridad, estrechez y pésimo entorno higiénico de sus viviendas. Las jornadas de trabajo en la primera mitad del siglo xix eran tan largas y extenuantes que Federico Engels relata el inusual hecho de que una asamblea pública en la localidad de Nottingham, reclamaba en 1850 una jornada laboral de dieciocho horas para los hombres.2 La explotación del trabajo infantil, por su parte, era tan desmedida que el Parlamento inglés aprobó en 1833 que el día de labor para niños de 13 y 14 años fuese de doce horas. El ilegal e infame sistema de pago en especie que aplicaban los patronos constituía un medio de expoliar a los obreros, contra el cual estos se rebelaban continuamente. Además, la carencia de ropa de trabajo adecuada, la inseguridad laboral y la falta de higiene, ventilación e iluminación en las fábricas generaban numerosas enfermedades y un elevado índice de accidentes, pues no existían medios de protección para utilizar los equipos y maquinarias de alta peligrosidad. Las primeras respuestas aisladas e instintivas de los obreros estuvieron encaminadas, al menos en Inglaterra, a destruir las máquinas o al asesinato de los inventores de tales aparatos y de los empresarios que les imponían duras condiciones de trabajo. El boicot a las fábricas y las huelgas empezaron a convertirse en herramientas de lucha. Las protestas tenían que sacudir fuertemente a varios países europeos. Entre sus demandas estaban la reducción de la jornada laboral, la supresión del pago en especie y el derecho a crear sus propias organizaciones. En este escenario convergieron el movimiento sindical y el socialista. Dentro de este último se distinguieron hombres de diversos estratos sociales que criticaban severamente la degradación en que se encontraban las masas trabajadoras y buscaban medios para transformar la sociedad. Los socialistas utópicos compartían la crítica contra la explotación y opresión de los trabajadores, Cooperativas en el capitalismo: desarrollo y contradicciones 29 la degradación y miseria de las masas populares y los antagonismos de clases y veían en la cooperativa un medio de transformación social y de mejoramiento humano. Bajo la inspiración y recursos de Robert Owen y Charles Fourier, dos de sus exponentes más representativos, funcionaban centenares de organizaciones cooperativas en Europa y América del Norte en la década de 1840-1949. La expoliación a que estaban sometidos los trabajadores en el comercio impulsó a veintiocho tejedores de una hilandería de algodón en la zona de Rochdale, cerca de Manchester, a abrir, en 1844, con el dinero que tenían ahorrado, un almacén, una cooperativa de consumo donde ellos y sus familias pudieran adquirir bienes de primera necesidad con buena calidad y a precios accesibles. Esta cooperativa sentó las bases de un modelo organizacional para los cientos de cooperativas obreras que ya funcionaban en la industria y en los servicios en las principales naciones capitalistas de aquella época y para la ulterior constitución de cualquier otro tipo —anteriormente, muchas de estas asociaciones fracasaron porque predominó en ellas un espíritu de beneficencia y/o porque carecían de una adecuada conducción económica. Se trataba de un modelo de asociación comprensible, admisible y conciliador de los intereses personales con los colectivos para disímiles grupos de personas. Los fundadores establecieron principios de funcionamiento, relaborados más adelante por el cooperativismo internacional, que serían de aceptación universal: libre ingreso y libre retiro; control democrático; neutralidad política, racial y religiosa; ventas al contado; devolución de excedentes; interés limitado sobre el capital y educación continua.3 La cooperativa satisfizo plenamente en su funcionamiento los objetivos y necesidades de sus creadores. Rochdale marcó el inicio del cooperativismo moderno, porque sentó valores, estableció normas y estímulos (estos serían tomados por muchas tiendas de todo tipo en el mundo en años posteriores) para el socio que más comprara con el propósito de contrarrestar el hecho de que en otras cooperativas sus asociados preferían las tiendas de los comerciantes. Además, desplegó una intensa labor social: edificó viviendas y escuelas para sus socios. Expansión de las cooperativas En 1863, las cooperativas de consumo existentes en Inglaterra, decidieron agruparse —conservando su autonomía y personalidad jurídica propia— en una Unión, para comprar al por mayor y más barato las mercancías que vendían en sus establecimientos 30 Jesús Cruz Reyes asociados, recibir asesorías e intercambiar experiencias entre ellas. A principios del siglo xx, se habían diseminado por diversos lugares del mundo. En 1900, un total de 1 700 000 ingleses eran miembros de esas organizaciones,4 mientras en Rusia la cifra ascendía a seis millones de personas en 1910.5 En Alemania, en contraposición a las cooperativas de consumo, se alzaban los grandes comerciantes, quienes reclamaban que los funcionarios estatales no participaran en este tipo de asociaciones de trabajadores y se levantaban contra los partners de aquellas, con el pretexto de que eran impulsadas por hombres de izquierda. Sin embargo, se expandieron allí las cooperativas de ahorro y crédito, que favorecieron a los pequeños agricultores individuales entre 1850 y 1900. Una paciente y prolongada labor persuasiva desarrollada entre la población rural por Friedrich Wilhelm Raifeissen (1818-1888), alcalde de una ciudad germana, propició la fundación, en 1864, de la Asociación de Cajas de Préstamos de Heddesdorf, sobre la base de los recursos propios. Ya en 1890 existían 3 467 cajas de ahorro, cifra que aumentaría a 11 477 en 1900.6 El hecho de que Raifeissen, hombre cristiano, se apoyase en personas de fe religiosa pesó, probablemente, para que esas cooperativas no enfrentaran la hostilidad de las clases acomodadas y los mismos obstáculos políticos que las de consumo. Al movilizar pequeños depósitos de los campesinos, la cooperativa de ahorro y crédito creó las bases para conceder apoyo crediticio a estos a fin de desarrollar la producción agrícola. En la concesión de un préstamo se satisface inmediatamente a un individuo, que recibe cierta magnitud del ahorro de otros, es decir, ingresos monetarios no consumidos, para ser invertido en la producción. Así, la organización se somete a un riesgo en cuya reducción y disipación va la existencia de la cooperativa. Esta tiene que influir en la elección del destinatario y en el uso del financiamiento en mutuo acuerdo con el campesino, asesorarlo y ayudarlo en la adquisición de simientes, aperos de labranza y otros útiles. En sus fases iniciales las cooperativas de ahorro y crédito intermediaron en el abastecimiento de insumos a los campesinos. Sin precedentes resulta el ejemplo de las de Dinamarca dedicadas a la venta y procesamiento de leche. Su éxito consistió en enseñar a los productores a manejar y alimentar el ganado y dotarlos de nuevos procedimientos para conservar la calidad de la leche procesada en un centro perteneciente a la cooperativa. Los ingresos netos se distribuían entre los ganaderos en función de la leche aportada, de lo que se descontaba un porcentaje para el desarrollo de la organización colectiva. En apenas un cuarto de siglo estas cooperativas lácteas eran 1 100 con unos ciento sesenta mil miembros y aportaban al mercado 80% de la mantequilla. Casi dos siglos de práctica cooperativa corroboran que estas asociaciones alcanzan sus objetivos institucionales si la transparencia, coherencia y concordancia entre sus tradiciones más democráticas, sus objetivos sociales y su sistema de valores y principios y su conducción administrativo-económica tienen sólidos nudos orgánicos. Otro tipo de cooperativa son las campesinas de comercialización que se desarrollaron con éxito en los sectores cárnicos, lácteos y hortifrutícolas en países como Holanda, Francia y Alemania y en la actualidad ocupan posiciones dominantes en el mercado en Europa occidental. El hecho de que un pequeño productor individual pudiese pertenecer simultáneamente a cooperativas de actividades diferentes (por ejemplo, a la de comercialización de productos agropecuarios y a la de ahorro y crédito) le otorgaba ciertas ventajas de la gran producción y la posibilidad de competir, no sin éxito, en el mercado capitalista. Las primeras cooperativas productivas surgen en Europa con menor rapidez y profusión que las de consumo y de ahorro y crédito en la esfera de la circulación. En 1831 ya había en París una Asociación de Tipógrafos y una de carpinteros, y, según diversas estimaciones, varios cientos de cooperativas productivas operaban en el país galo hacia 1860. Algunas lograron mostrar temporalmente resultados productivos apreciables para la época, sobre todo cuando dependían de la pericia y de la labor manual de los obreros y producían bienes de alta demanda. En ellas cada trabajador era, a la vez, patrón de sí mismo y obrero, y se prescindía del trabajo asalariado y de los capitalistas. Los ingresos netos se destinaban a: formar un fondo de capital indivisible de la organización, otro de ayuda mutua, y la cantidad restante se distribuía a cada obrero conforme al trabajo aportado. Marx las llamó una «brecha en la sociedad capitalista»: una organización sin explotadores ni explotados. Tales cooperativas eran pequeñas empresas. Los obstáculos en su desarrollo estaban asociados, en aquel entonces, a la capacidad de los obreros para conducirlas, y al insuficiente financiamiento para adquirir equipos. En ellas no podía cumplirse el principio de la libre admisión: el número de miembros tenía que corresponder con el equipamiento técnico de la fábrica. En Inglaterra la cifra de cooperativas productivas industriales creció de 13 a 105 en el período 1881-1905, mientras en Francia se crearon 2 250 entre 1884 y 1960, pero apenas la cuarta parte de estas sobrevivió en la segunda mitad del siglo pasado.7 En el último tercio del siglo xix surgieron nuevas cooperativas obreras como las de vivienda, sobre todo entre los sectores proletarios mejor pagados. En las de trabajo se asociaban obreros con un conocimiento u oficio concreto, capaces de emprender, mediante un contrato o encargo, por una suma de dinero, la ejecución de una obra: construcción de un edificio o ciertas labores en una fábrica. En este caso, la cooperativa laboral por lo general no es propietaria del equipamiento que emplea ni del producto creado por ella. Los sindicatos italianos desempeñaron relevante papel en la formación de cooperativas productivas agrícolas como medio para asegurar trabajo a una gran masa de obreros desempleados en las zonas rurales de Regia-Emilia, durante el último tercio del siglo xix y principios del xx. Aquí el largo proceso de discusión y persuasión entre los trabajadores en torno a las ventajas de la asociación colectiva fue un importante factor subjetivo. En estas cooperativas italianas se produce la dualidad de membresía —en la organización sindical y en la cooperativa. Luego de aportar una cuota monetaria que daba derecho a cierta cantidad de acciones, condición para adherirse a la cooperativa, esos obreros agrícolas laboraban en conjunto, con insumos aportados por la dirección de ella, en tierras tomadas en arriendo por la organización colectiva y recibían un ingreso por la faena realizada. Una parte de las utilidades netas se utilizaba para la creación de un fondo de desarrollo del capital y la otra se distribuía a cada socio en relación con las acciones que poseyera, lo que evidenciaba dos criterios diferentes de distribución: teniendo en cuenta el trabajo y el fondo monetario aportado por cada cual. Las cooperativas (de gran inspiración proletaria desde sus inicios) y los sindicatos surgieron como organizaciones de los obreros a lo largo del siglo xix, aunque con funciones diferentes. Los sindicatos obreros y los socialistas figuraron entonces entre los principales promotores del cooperativismo. En el sur de Francia las cooperativas se han desarrollado bajo la influencia directa de las organizaciones sindicales obreras. En Bélgica los sindicatos y el partido socialista han influido de manera considerable en el fomento de las cooperativas de consumo. Constituye un hecho interesante que la primera ley cooperativa de Canadá se denominó Ley de Sindicatos Cooperativos. Un ejemplo de la solidaridad entre los trabajadores es el préstamo de mil cuatrocientos millones de pesos otorgado en 1985 por el sindicato de maestros de la Universidad Nacional Autónoma de México a la cooperativa de refrescos y jugos Pascual, de ese país, sin el cual esta no habría sobrevivido. Cooperativas en el capitalismo: desarrollo y contradicciones 31 La expansión del cooperativismo por Europa, América del Sur y del Norte, desde finales del siglo xix, posibilitó que diversas federaciones nacionales de cooperativas, procedentes de Alemania, Argentina, Australia, Bélgica, Dinamarca, Francia, Hungría, India, Inglaterra, Italia, los Estados Unidos, Países Bajos y Serbia realizaran, en 1895, un congreso para fundar la Alianza Cooperativa Internacional. Tendría que bregar muy duro el movimiento cooperativo para que los parlamentos de distintos países reconocieran sus asociaciones como de fines sociales, las legalizaran y les ofrecieran facilidades fiscales. El prejuicio político y hostilidad económica contra las cooperativas rebasó el siglo xix y se acentuó con posterioridad en Europa y en otras regiones del mundo con el surgimiento de dictaduras militares y gobiernos de corte fascista. Actuales éxitos y contradicciones de las cooperativas Un nuevo despliegue del cooperativismo en el siglo xx requería esperar cinco décadas para contar con un ambiente político más favorable nacional e internacionalmente como el que se produjo en el mundo tras la derrota del fascismo. Fuentes de la Alianza Cooperativa Internacional, ACI, destacan que en la actualidad, más de ochocientos millones de personas en el mundo, de altos y bajos ingresos monetarios, están organizadas bajo la figura cooperativa —casi dos tercios de ellos son asalariados— en actividades como agricultura, construcción de viviendas, servicios públicos, consumo, crédito, etc. De estas actividades, según estimaciones, se benefician directa o indirectamente unos tres mil millones de personas en el mundo, considerando que cada cooperativista representa a una familia de cuatro miembros. La importancia y el papel de las cooperativas en una nación puede medirse teniendo en cuenta varios criterios: el número de su membresía en relación con el total de la población, su parte en el empleo para un sector dado, o vinculado con la población económicamente activa total, con respecto a la cuota de mercado que corresponda a cada tipo de cooperativa. A un mayor desarrollo económico y social más extendido está el cooperativismo; esto es aplicable, en primer lugar, a Europa. Según datos del sitio web ACI Américas, una de cada tres personas en Canadá es miembro de una cooperativa; en Argentina, más de nueve millones de habitantes, lo que representa una cifra superior a un cuarto de la población total, forman parte de dieciocho mil cooperativas de todo tipo; en Colombia y Costa Rica, uno de cada diez ciudadanos es cooperativista. 32 Jesús Cruz Reyes Más elocuentes son los datos referidos a que en Japón una de cada tres familias es cooperativista y en la India más de doscientos cuarenta millones de individuos están vinculados a estas organizaciones. Si tal cantidad de personas constituyese un movimiento articulado con un proyecto de sociedad, no hay dudas de que su influencia política en el país correspondiente sería notoria.8 Conforme a la fuente anterior, en términos económicos, las cooperativas en Brasil venden 72% del trigo, 43% de la soya, 39% de la leche; en Finlandia esa participación es de 96% en los lácteos y 50% en los huevos. Más de 70% de la comercialización pesquera en Japón está en manos de cooperativas; en Dinamarca, estas organizaciones conservan en la actualidad el liderazgo que ganaron a finales del siglo xix: son responsables de más de 90% de la producción de leche, de carne porcina y de más de 45% de la bovina. Del mismo modo, es significativo que la marca COOP de productos alimentarios en Italia disponga de 18% de todas las ventas nacionales. Las cooperativas de consumo y las de ahorro y crédito figuran entre las más extendidas en el mundo. A las primeras corresponde 25% del mercado en Noruega, 17% en Suecia, 80% del comercio minorista en Kuwait. En Europa occidental la inmensa mayoría de los campesinos está organizada en cooperativas —con una notable presencia en la comercialización de productos agrícolas, más de 60% de la cuota de mercado en el conjunto de la Unión Europea.9 Las cooperativas son un símbolo de nacionalidad en Puerto Rico —pertenecen a los boricuas— y de identidad regional en Quebec. Una cifra elevada de la población de la región canadiense es miembro de alguna cooperativa. Dos de las más grandes organizaciones de este tipo en el mundo son quebequenses: Agropur (lácteos) y Cajas Populares Desjardins (ahorro y crédito). Allí las cooperativas más extendidas son las dedicadas al ahorro y crédito, asentadas en lo fundamental en los medios urbanos, y las dedicadas a unir campesinos.10 En cambio, en América Latina, apenas 10% de la población económicamente activa en el sector agropecuario es miembro de cooperativas. Sin la cooperativa los pequeños productores rurales no podrían sobrevivir.11 No obstante, la región latinoamericana tiene en las cooperativas lecheras SANCOR, de Argentina —unión de productores de las provincias Santa Fe y Corrientes— y Dos Pinos, de Costa Rica, ejemplos de desarrollo de fuertes cadenas productivas. La segunda, fundada en 1947, comenzó siendo una sencilla organización que ofrecía algunos insumos a sus asociados y apenas procesaba y vendía cuatrocientas botellas de leche al día. En la actualidad es una sólida cadena productiva con modernas plantas de alta tecnología; procesa un millón de litros de leche por día y su volumen de ventas anuales supera los trescientos millones de dólares. 61% de sus mil trescientos afiliados son pequeños productores lecheros, y su aporte es de hasta quinientos litros diarios; mientras los grandes productores representan 5%, y su aporte per cápita asciende a dos mil litros de leche. Vende en el mercado nacional e internacional y suministra a todos sus productores alimentos, equipamiento, productos financieros, asistencia técnica, capacitación, servicios financieros y de información, a través de una red propia de establecimientos.13 Por lo general, las organizaciones cooperativas son más diversas y prolíferas en los medios urbanos. Su composición social es heterogénea; a ellas se afilian obreros, diversos propietarios (pequeños, medianos, grandes), funcionarios públicos, maestros, policías, campesinos, amas de casa, etc. Tal diversidad social se expresa en las disímiles posiciones políticoideológicas existentes, tácitas u omitidas, en el seno de la organización colectiva y ante la sociedad. En su conjunto, el cooperativismo ha ejercido positiva influencia sobre sus asociados: millones de personas tienen acceso, en condiciones sumamente ventajosas, a los servicios de ahorro y crédito —dicho acceso no habría sido posible con los bancos privados por sus altas tasas de interés y los rígidos requisitos establecidos— para las diversas necesidades personales o familiares y el fomento de microempresas. Estos servicios financieros, ciertamente, no se destinan al gran negocio y sus magnitudes están asociadas al monto de los ahorros colocados por cada individuo en la cooperativa. No menos importante es el intenso trabajo social que esas asociaciones realizan entre sus miembros y en la población mediante la implementación de programas de salud relacionados con la prevención de enfermedades trasmisibles, apoyo a mujeres embarazadas, a ancianos desvalidos, a escuelas, etc. Como institución económica, las cooperativas se han enfrentado a rivales financieramente muy respaldados, al ofrecer productos y servicios de calidad con precios competitivos, sobre la base de una gerencia de primer nivel apoyada en innovaciones organizacionales y tecnológicas. Esa capacidad, resultante de la propiedad colectiva, de promover la participación y organizar con eficiencia diversas actividades económicas, asimilar el progreso técnico y movilizar bajo principios democráticos de funcionamiento a millones de personas en el mundo crea las premisas para elevar su papel en la sociedad. En virtud de lo anterior, con el advenimiento de gobiernos populares y progresistas en Latinoamérica, las organizaciones de tipo asociativo reciben estímulos para su constitución y despliegue y son reconocidas como factor de progreso social. El ejemplo de la recuperación por trabajadores argentinos de empresas quebradas, el reducido número de cooperativas industriales de obreros en Francia e Inglaterra y algunos otros casos en otros países, nos permiten concluir que el cooperativismo está casi ausente en un sector tan importante como el productivo. La insuficiencia de capital de los trabajadores es una de sus limitaciones para la constitución de poderosas cooperativas industriales con gran concentración de capital; por ello, todas estas organizaciones no logran conformar un sector cooperativo articulador de la producción y la circulación y mucho menos de las finanzas. El principio de membresía abierta no opera igual en los diferentes tipos de cooperativas. En las de consumo y las de ahorro y crédito cada nuevo miembro hace posible ampliar el mercado de operaciones. En cambio, en la cooperativa industrial la relación equipamiento/ hombres no permite incorporar cualquier cantidad de asociados sin dañar la productividad del trabajo y los costos de producción. En otros términos, la libertad de adhesión sienta las bases para que a la organización ingresen personas de todas las clases sociales, obreros, campesinos, empleados, patronos, grupos étnicos o para que la abandonen si cada adherente lo considera oportuno. Pero este principio no equivale a admisión indiscriminada. Suele ocurrir en la actualidad que cierto tipo de cooperativa acepte solo a quienes ejercen determinada profesión u oficio, o trabajen en una institución gubernamental o empresarial específica. Ello pudiera estar justificado por la búsqueda de la afinidad laboral y las relaciones de confianza que deben distinguir a los integrantes de la organización cooperativa. Los diferentes estratos sociales que pueden converger en este tipo de asociaciones no se igualan en ella. Ser cooperativista es una condición transitoria, que no está por encima de la clase social de la cual proviene el individuo. El crecimiento económico de las cooperativas ha determinado que a ellas se incorporen personas con desigual posición dentro de la organización. En sus inicios los trabajadores asociados elegidos para cargos directivos ejercían esas labores administrativas de modo gratuito y voluntario, pero eso se volvió insostenible en las etapas posteriores debido al aumento del volumen de operaciones de la organización colectiva. Ello dio lugar a la entrada de ingenieros, contadores, economistas, técnicos, entre otros, en calidad de trabajadores asalariados, para ocuparse de la gestión económico-administrativa de la asociación en nombre de sus miembros. Lo anterior refleja la dualidad socioeconómica de las cooperativas: son esto último para sus asociados y actúan como patrón con respecto a los trabajadores asalariados que contratan, quienes crean sus propios sindicatos y en muchas ocasiones han apelado a la huelga para hacer valer sus derechos laborales. Cooperativas en el capitalismo: desarrollo y contradicciones 33 Distorsiones en el uso de las cooperativas Las cooperativas han sido jurídicamente reconocidas en la mayoría de las naciones como organizaciones de fines sociales. Gracias a esto tienen menores exigencias en materia de contribuciones fiscales en comparación con sociedades expresamente mercantiles. La ley sienta la posibilidad de que cualquier grupo de personas se una para aprovechar las ventajas que ofrece la cooperación. En cada país dichas organizaciones suelen agruparse de modo sectorial, por el tipo de producto o servicio que brindan, en uniones o federaciones a través de las cuales promueven el intercambio de experiencias, la coordinación de acciones, programas de capacitación y diversos proyectos de su interés. Por lo general, cada cooperativa actúa de modo aislado; algunas se relacionan entre sí como si fueran puras organizaciones mercantiles. Ellas controlan su mundo interior, pero en su enfrentamiento con el exterior la institucionalidad social puede trastrocarse y ser vulnerados sus principios. Bajo las presiones del mercado, no pocas cooperativas ventajosas, optan por la vorágine de las relaciones capitalistas en la búsqueda de mayor rentabilidad y capacidad de solvencia financiera: en lugar de integrarse y fortalecer el intercambio entre ellas, se alían a empresas transnacionales de las cuales supuestamente debían distanciarse, crean joint ventures o participan en el mercado internacional, al absorber a organizaciones cooperativas en otros países.13 La cooperativa de procesamiento y comercialización de productos lácteos Milkaut, argentina, que durante muchos años tuvo un exitoso desempeño, se transformó en una sociedad por acciones con socios fuera del mundo cooperativo para enfrentar mejor el competitivo mercado nacional e internacional, pero terminó siendo absorbida por el gran capital. En la praxis la figura cooperativa ha sido empleada no solo con arreglo a los fines, principios y tradiciones históricas que le dieron origen, sino también para encubrir cualquier otro tipo de relaciones sociales y políticas. Aquí vale aclarar que en su funcionamiento técnico-organizativo una cooperativa no se distingue de una empresa capitalista sea en la esfera del ahorro y crédito sea en la comercialización. Diversos ejemplos ilustran la utilización perversa de las cooperativas de trabajo para favorecer a empresarios bajo una nueva perspectiva neoliberal de la política laboral. Por ejemplo, en Colombia las Cooperativas de Trabajo Asociado (CTA) han crecido de manera considerable en los últimos años, fuera de toda reglamentación. En ese país dichas asociaciones no están obligadas a entregar contribuciones al fisco por 34 Jesús Cruz Reyes concepto de seguridad social y prestaciones por salud, u otro tipo, para sus asociados. En la ponencia «Las cooperativas de trabajo asociado en Colombia», presentada al evento Globalizacion y Problemas del Desarrollo en 2009, Eduardo Benavides Legarda expone: Fue entre el año 2002 y 2004 cuando se registró un crecimiento desbordado de las CTA: de 2000 a 2005 las CTA pasaron de ser 21% del total de cooperativas nacionales, a 46,1%. De 732 que existían en 2000 pasaron a 2 980 en 2005, un crecimiento inusitado de 407%. Durante estos años el promedio de afiliación pasó de 75 a 160 socios promedio. De 55 496 socios registrados por las CTA en 2000 se pasó a 378 933 en 2005. Un incremento de 682,8%.14 Benavides destaca que este crecimiento de las cooperativas de trabajo se aprecia en aquellos departamentos colombianos que más empleo industrial generan; apunta, además, que en ellas «el aporte del afiliado a la cooperativa es su trabajo y no rige la legislación laboral sino un acuerdo cooperativo».15 El autor del trabajo subraya que menos de 30% de todos los miembros de las cooperativas de trabajo tiene un ingreso monetario entre uno y dos salarios mínimos, mientras en otros sectores 41% de los remunerados alcanza ese ingreso o más. En el ambiente de política laboral neoliberal de los últimos veinticinco años, el uso perverso de las cooperativas de trabajo consiste en que los empresarios, con la amenaza de paralizar sus fábricas o reducir empleos, han compulsado a los obreros a unirse en Cooperativas de Trabajo —la mayoría ilegales— como única manera de asegurarles un puesto laboral. Así, los empleadores elevan sus ganancias al reducir los costos, pues no tienen erogaciones por concepto de vacaciones, seguridad social ni por la salud de sus asalariados. En la CTA se paga al cooperativista por la calidad y cantidad de su trabajo, pero no existe la figura salario, porque al ser miembro de la asociación, no es obligatorio que reciba el salario mínimo como pago por su labor. Otro ejemplo del uso politizado de las cooperativas tuvo lugar en los años 60 del pasado siglo. Esto se constata en América Latina donde incluso el programa reformista y contrainsurgente llamado Alianza para el Progreso, impulsado por los Estados Unidos, fomentó las cooperativas para combatir las revoluciones. Conclusiones La cooperación es un eficaz método de organización del trabajo y la producción. El sistema capitalista no habría podido desarrollarse, si en su punto de partida no hubiera apelado a este método. A la lucha de los obreros, y sus sindicatos, contra las precarias condiciones laborales en que les sumía el capital en la primera mitad del siglo xix se sumaba la fuerza crítica del movimiento socialista contra el capitalismo al que pretendía transformar mediante la constitución de cooperativas. Centenares de estas asociaciones fueron constituidas en Inglaterra y el resto de Europa entre 1800 y 1840; sin embargo, muchas tenían vida efímera porque prevalecía en ellas el espíritu caritativo, o porque fueron creadas sin movilizar el interés y el esfuerzo de los trabajadores, o por falta de organización y gestión económica adecuadas. El mérito de la cooperativa fundada en Rochdale en 1844 está en haber establecido las bases organizativas, gerenciales, económicas y democráticas sobre las que debían funcionar esas organizaciones y en convertirse en paradigma para todas las existentes en ese momento y para las creadas con posterioridad. Actualmente, el cooperativismo se encuentra implementado de modo desigual y asimétrico en el mundo. Su presencia es mayor en la esfera del comercio y los servicios que en la productiva. Estas organizaciones están más extendidas y ramificadas en las naciones desarrolladas: en general, en Europa, América del Norte y Japón. Por su parte, en América Latina hay más presencia de cooperativas en los medios urbanos que en los rurales. Algunas de estas asociaciones han logrado sostenerse en el mercado con productos y servicios de elevada calidad y sobre la base de una gestión empresarial eficiente. En gran parte de Europa, a las de comercialización de productos agropecuarios les corresponde 60% de la cuota de mercado. Sin embargo, este ejemplo no es frecuente en todas las esferas de actividad que cubren las cooperativas. Dichas asociaciones han logrado integrar una cantidad de miembros en el mundo por sus principios de funcionamiento, que las han distinguido de otro tipo de organizaciones o empresas. Además, han probado ser un medio para la organización eficiente de la producción y los servicios en beneficio de las personas. En sus límites internos forjan relaciones de igualdad, ayuda mutua, democracia y funcionamiento bajo principios de solidaridad. No obstante, las que incluyen trabajadores asalariados tienen una cierta dualidad: son cooperativas para sus copropietarios y organización patronal para los otros empleados. Lo anterior determina la existencia en ellas de dos grupos sociales diferentes con desiguales intereses económicos y no pocas veces en conflicto. Las relaciones de mercado pueden ejercer poderosa influencia sobre las cooperativas, deformarlas, absorberlas. Los límites entre una cooperativa y una empresa puramente mercantil pueden romperse, dadas las dualidades y contradicciones propias de la primera. Al intentar prosperar según las reglas del mercado algunas sucumben, hacen cesación de sus principios. La forma cooperativa también suele ser utilizada como pantalla, se constituye solo por alguna ventaja impositiva o para evadir obligaciones de la previsión social. Esta forma contribuye a redoblar la explotación sobre los obreros por parte de la patronal. Dos siglos de práctica cooperativa corroboran que estas asociaciones alcanzan sus objetivos institucionales si la transparencia, coherencia y concordancia entre sus tradiciones más democráticas, sus objetivos sociales y su sistema de valores y principios, así como su conducción administrativo-económica tienen sólidos nudos orgánicos. Notas 1. Carlos Marx, El Capital, t. 1, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973, p. 281. 2. Federico Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, pp. 109-10. 3. En la actualidad, los principios cooperativos, adoptados por la ACI en su congreso de Manchester en 1995 son los siguientes: membresía abierta y voluntaria; control democrático de los miembros; participación económica de los socios; autonomía e independencia; educación, entrenamiento e información; cooperación entre cooperativas; compromiso con la comunidad. 4. Federico Engels, ob. cit. 5. Mijaíl Tugan Varanovski, La cooperación, Editorial Pensamiento, Minsk, 1988, p. 87. 6. Serguei Seraev, El socialismo y las cooperativas, Editorial Progreso, Moscú, 1976. 7. Mijaíl Tugan Varanovski, ob. cit. 8. «El cooperativismo en el mundo», ACI Américas, disponible en: www.aciamericas.coop. 9. Ibídem. 10. Asociación Canadiense de Cooperativas, «El poder de la cooperación», Asociación Canadiense de Cooperativas, Ottawa, 2012. 11. FAO, Anuario de producción, FAO, 2008. 12. Seminario Financiamiento de las Cadenas Agrícolas de Valor, San José, 16-18 de mayo de 2006 (CD-ROM). 13. Agropur, la gran cooperativa láctea de Canadá, compró en 2011 una del mismo sector en Argentina. 14. Eduardo Benavides Legarda, «Las cooperativas de trabajo asociado en Colombia», ponencia presentada al evento Globalización y Problemas del Desarrollo, La Habana, 2009. 15. Ídem. , 2013 Cooperativas en el capitalismo: desarrollo y contradicciones 35 ¿Convertir empresas privadas en cooperativas? Una experiencia Martin Van Den Borre Asesor de desarrollo cooperativo, Quebec, Canadá. L a cooperación, implantada en Quebec desde hace más de ciento setenta años, forma parte de la cultura y la historia del país. Diversificado y dinámico, el movimiento cooperativo quebequense cuenta con más de tres mil trescientas cooperativas en más de cincuenta sectores de actividad económica. Está estructurado en trece federaciones y confederaciones sectoriales que forman —conjuntamente con los grandes grupos cooperativos y mutualistas, así como con ciertas cooperativas no federadas— el Consejo Quebequense de Cooperación y Mutualidad (CQCM). Los montos de negocios y de activos consolidados de esas asociaciones ascienden a más de veinticinco mil millones y ciento setenta y tres mil millones de dólares respectivamente.1 La red de Cooperativas de Desarrollo Regional Desde hace más de veinte años, una red de once cooperativas de desarrollo regional (CDR) constituye el recurso principal de desarrollo cooperativo en Quebec. Dicha red acompaña más de 80% de las nuevas cooperativas en la provincia, y las federaciones sectoriales, por su parte, garantizan el desenvolvimiento del 20% restante.2 Desde que el gobierno les extendiera su reconocimiento formal, la red de las CDR ha permitido lanzar más de mil * El autor agradece la colaboración especial de Patrick Duguay, Director General, CDR de Outaouais-Laurentides, en la confección de este texto. 36 Martin Vann.Den 75: Borre 36-44, julio-septiembre de 2013 doscientas y crear o conservar una cifra superior a dieciséis mil empleos.3 La aparición de las primeras CDR coincide con el surgimiento y la formalización de nuevas formas de estructuras cooperativas, sobre todo las de trabajo, y con la necesidad de brindarles un seguimiento profesional especializado. Pero tal red, cuyo criterio de agrupación es regional, tiene como primera misión favorecer las operaciones recíprocas entre las diferentes formas de cooperativas de su territorio y promover la educación en este sector. Con más de cien empleados y mil cien asociaciones miembros, las CDR supervisan anualmente la creación y el desarrollo de más de un centenar de cooperativas sobre el conjunto del territorio quebequense. Una parte importante de esos proyectos se realiza a través de la transformación o la recuperación de empresas privadas. La primera CDR de la región, la de OutaouaisLaurentides, fue fundada en 1974 como cooperativa de segundo nivel con el cometido de favorecer las operaciones recíprocas en su territorio. Cada año se encarga de entre diez y veinte nuevos proyectos de cooperativas en diversos sectores. Brinda servicios a más de ciento cuarenta cooperativas circunscritas en una extensión territorial de 50 000 km2, y cuya población supera los novecientos mil habitantes. En el transcurso de estos cuarenta años de labor, ha supervisado a más de cincuenta cooperativas en proyectos de compra y transformación de empresas de capital privado. Las adquisiciones de empresas en el desarrollo cooperativo Aun cuando la mayoría de las nuevas empresas cooperativas nacen con la puesta en marcha de nuevas empresas, una parte importante de ese desarrollo se realiza mediante la transformación o la compra (total o parcial) de empresas de capital privado. La compra de empresas privadas por parte de las cooperativas desempeña diversos papeles en el desarrollo cooperativo quebequense pues permite: acelerar el proceso de creación de nuevas cooperativas, que las cooperativas existentes adquieran parte del mercado, la creación de modelos híbridos que faciliten la recaudación de nuevos capitales, manejar los riesgos asociados a la diversificación, bajar la barrera a la entrada en nuevos sectores de actividad, y constituir una forma de reanimación parcial o gradual de las empresas privadas por parte de los trabajadores, los consumidores o de ambos. Son varias las motivaciones para proceder mediante adquisiciones. Pueden ser de índole puramente económica, social, o incluso política (como la democratización del trabajo o la resistencia al acaparamiento de ciertos sectores económicos por parte de las multinacionales). Pero en todos los casos, esas transformaciones comparten una democratización de la economía en el plano de la propiedad, de la toma de decisiones y del reparto de la riqueza. Las CDR de Quebec están muy familiarizadas con esa realidad, elemento fundamental de su trabajo de acompañamiento. Sin embargo, aunque la adquisición de empresas de capital privado se ha utilizado como modo de desarrollo desde hace más de setenta años, no existen estudios que hayan analizado en profundidad los impactos cualitativos o cuantitativos de esas prácticas sobre el desarrollo de la cooperación o, más importante aun, su repercusión en la cultura del movimiento cooperativo en Quebec. Del mismo modo, las herramientas disponibles para la conversión de empresas privadas en cooperativas no son abundantes. Las que existen se concentran a menudo en los aspectos técnico-legales o de financiamiento. No obstante, los verdaderos desafíos asociados a estas transformaciones a menudo resultan evidentes después de que ha terminado la toma de posesión. Están relacionados con los retos de la gobernanza, la gestión y la vida asociativa, así como el de la modificación de la cultura capitalista en dirección a los valores de la cooperación. Con frecuencia, las expectativas de los cooperativistas crecen (y con razón) en lo que respecta a la oportunidad de poder influir en la vida democrática de su empresa. Pero ese cambio de cultura requiere —también él mismo— un asesoramiento sostenido de la educación y de la formación. Es un proceso intensivo, al que hay que dedicar tiempo y recursos y que hay que comprender y contextualizar bien. La experiencia demuestra que, si fracasa, puede poner en peligro el éxito de estos proyectos. La reanimación de empresas: un desafío de envergadura En la actualidad, la situación en materia de reanimación de empresas resulta crítica en Quebec: en los próximos diez años, más de veinticinco mil empresarios privados pasarán a la jubilación.4 Por consiguiente, otras tantas pequeñas y medianas empresas estarán buscando reanimación. Varios actores políticos, económicos y sociales de la provincia se preparan con vistas a afrontar el problema. El desafío es grande, pero representa una oportunidad de crecimiento y de desarrollo importante para el movimiento. Asimismo, volver a echar a andar las empresas privadas en forma de cooperativas puede presentar innegables ventajas para la región de Quebec: las cooperativas están enraizadas en su medio, sus ¿Convertir empresas privadas en cooperativas? Una experiencia 37 excedentes se distribuyen localmente, son menos vulnerables a las adquisiciones extranjeras y tienen una tasa de supervivencia dos veces mayor que la de las empresas privadas.5 En este contexto, varias iniciativas han sido sugeridas o puestas en práctica para ayudar al movimiento cooperativo a enfrentar este reto, sobre todo la muy reciente creación, por parte del CQCM, del Grupo Reanimación Cooperativa, cuyo objetivo es apoyar los procesos de reanimación de empresas privadas en cooperativas en el territorio. ¿Frente a esos desafíos y oportunidades cuál es la experiencia de las CDR y de las federaciones sectoriales en materia de reanimación y de adquisición de empresas privadas por cooperastivas? En cuarenta años de historia las cooperativas miembros de la CDR Outoauais-Laurentides han acumulado una amplia experiencia en relación con estas transformaciones, que evidencian las particularidades, así como las contradicciones que estas formas de desarrollo conllevan. La industria funeraria: un modelo de resistencia a las multinacionales Si existe un sector de actividad económica que pone de relieve lo absurdo de la economía mercantil capitalista, es sin duda el de los servicios funerarios. Las cooperativas de consumidores están presentes en el mercado funerario quebequense desde 1942 y su misión es ofrecer a sus miembros servicios funerarios de calidad al menor costo posible. La provincia cuenta actualmente con más de veintitrés cooperativas funerarias, que agrupan a más de doscientos setenta mil miembros. Ese movimiento fue y sigue siendo un formidable instrumento de resistencia frente a la mercantilización abusiva del sistema funerario por parte de las multinacionales. En el decenio de los 90, varias multinacionales norteamericanas emprendieron una ofensiva para adquirir empresas funerarias quebequenses, un mercado hasta entonces ocupado principalmente por una multitud de pequeñas y medianas empresas familiares. Para ellas, representaba un mercado significativo pues Quebec enfrenta un fenómeno de marcado envejecimiento poblacional (el más alto del mundo después de Japón). En busca de crecimiento y de abarcar nuevas porciones del mercado, multinacionales como Service Corporation International (SCI) y Société Stewart compraban al año hasta quince de estas empresas. En menos de quince años acapararon cerca de 40% del mercado de la provincia y en ciertas regiones constituían casi monopolios e imponían precios injustos para los consumidores. 38 Martin Van Den Borre Frente a esa situación, la Federación de Cooperativas Funerarias de Quebec lanzó en 1997 su propia ofensiva. La estrategia consistía en bajar los precios; ello provocó una caída del costo de los funerales equivalente a entre 20% y 40% según los mercados. Las multinacionales, que, al cotizarse en la bolsa, tienen que generar altos rendimientos financieros para satisfacer a sus inversionistas, se vieron debilitadas por el repentino descenso de los márgenes de beneficios y comenzaron poco a poco a vender sus instalaciones. Entonces el sector cooperativo, apoyado por la Federación, estaba listo para comprar, y, en poco tiempo empezó a adquirir más de cinco empresas por año. Lo anterior le permitió a la Cooperativa Funeraria de Outaouais, una de las que más activamente ha participado de tal estrategia, asumir el control de 75% del mercado regional y convertirse en la primera cooperativa en poseer su propio cementerio. Esto posibilitó que las cooperativas funerarias actúen como reguladoras del mercado, pues crean valor no solamente para sus miembros sino también para los consumidores. Su desarrollo persiste hasta ahora y su éxito es uno de los más emblemáticos del modelo cooperativo quebequense. No obstante, la experiencia de las funerarias —al igual que otras cooperativas organizadas en torno al consumo— plantea la cuestión del reparto equitativo de la riqueza entre los consumidores y los trabajadores, asunto que, en un modelo centrado exclusivamente en el consumo y cuya principal preocupación es garantizar bajos precios, solo puede resolverse mediante una lógica sindical. Aunque la fórmula de la cooperativa de solidaridad 6 pudiera permitir un arreglo de copropiedad y de cogestión entre los trabajadores y los consumidores, las del sector funerario han evitado hasta el momento esa vía. El desarrollo de estas, al igual que lo logrado en los sectores federados, tiende a hacerse por «clonación», es decir, mediante la reproducción exacta del mismo modelo de organización, funcionamiento y estrategia comercial. Aunque hoy en día las cooperativas de solidaridad constituyen más de 60% de las nuevas que se crean, el renglón del consumo vacila en lo que respecta a integrar a los trabajadores en la propiedad y en el gobierno de sus cooperativas. El sector alimentario y los servicios de proximidades Las primeras cooperativas de alimentación quebequenses nacieron hace más de ciento veinticinco años y tuvieron grados variables de éxito. Pero en el último decenio se sentaron las bases para una nueva oleada de compra y transformación de pequeños comercios de alimentos y estaciones de gasolina en Las experiencias de «colectivización» de empresas privadas demuestran la pericia existente en materia de reanimación de empresas en la red cooperativa del territorio, así como el papel primordial que en ello desempeñan las federaciones sectoriales, el movimiento sindical y las Cooperativas de Desarrollo Regional. cooperativas, sobre todo en pequeñas comunidades rurales de quinientos a dos mil habitantes. El sector agroalimentario, cada vez más copado por las multinacionales y las grandes cadenas nacionales, ha sido siempre uno de los más sensibles al proceso de creación/destrucción propio del capitalismo. Su acrecentada financiarización en el transcurso de las últimas décadas aceleró más ese fenómeno. En los países desarrollados, la historia de la distribución alimentaria se resume en la fusión, compra y consolidación de grandes empresas cada vez más integradas y que se hacen la guerra sin misericordia. Algunos economistas ven en ello una «oportunidad» para los consumidores. La competencia alrededor de los precios a veces les resulta ventajosa a estos últimos, pero crea condiciones desastrosas para los productores agrícolas y para los pequeños comercios de pueblo, y alienta la deslocalización de las industrias hacia países de bajos salarios. Durante las últimas décadas, el arribo de gigantes como Walmart y Target provocó el cierre no solo de varias tiendas de áreas pequeña y mediana, sino también el de importantes cadenas nacionales. Estas multinacionales, al dar prioridad a modelos de negocios basados en bajos precios y grandes volúmenes, favorecen la deslocalización de la producción, a la vez que dificultan la rentabilidad de los pequeños comercios. Los perdedores en esta nueva realidad de la industria han sido las pequeñas comunidades y los barrios urbanos más desfavorecidos, cuyos residentes, al ver cerrar sus tiendas, caen en la condición de rehenes obligados a recorrer decenas de kilómetros para procurarse mercancías básicas. Lo anterior da lugar a la pérdida de empleos locales y al éxodo poblacional, en particular el de los jóvenes. Por ejemplo, las comunidades rurales Boileau y Laurel-Station, pertenecientes a Outaouais-Laurentides, sufrieron el cierre de sus bodegas, sus restaurantes y, en uno de los casos, de la estación de gasolina. Allí los comercios resultaban rentables, pero no lo suficiente para remunerar de manera adecuada el capital de los propietarios. Dicha pérdida tuvo un efecto desastroso sobre la calidad de vida de los habitantes, pero también sobre la industria del turismo y de las residencias campestres de ambas comunidades. Ante la falta de inversionistas para reabrir los comercios, los alcaldes de estos poblados contactaron a la CDR y a su centro local de desarrollo para valorar las opciones. Así, se crearon comités provisionales de cooperativas con el fin de guiar los análisis de factibilidad y de sentar las bases de un retorno a la actividad en forma de asociación, lo que tuvo lugar en ambos poblados con un año de diferencia. Los mercados en los que evolucionan esas cooperativas siguen siendo igualmente competitivos, pero los comercios —al estar apoyados por el capital social y la creatividad de la comunidad— son administrados ahora con una lógica de servicio y no de lucro. En ellos resulta esencial la rentabilidad para garantizar la perdurabilidad de los proyectos, pero pueden funcionar con un margen mínimo pues no hay que remunerar al capital social. Allí los miembros sacan su beneficio en una lógica de aprovechamiento. Los dos proyectos están organizados en cooperativas de solidaridad en las que los consumidores y los trabajadores son socios, y juntos garantizan la cogestión de los comercios. Ahora bien, dichas experiencias, en el plano humano, crean un espacio de socialización que es importante para la comunidad y sirven de base para dar respuesta a sus necesidades. En el caso de Laurel Station, la cooperativa trabaja en la actualidad en un proyecto de expendio de gasolina, mientras que la de Boileau reflexiona sobre el papel que puede desempeñar en la organización de eventos culturales y sociales en el poblado. Estas iniciativas tienen también un impacto en la soberanía alimentaria de las regiones, pues ofrece a los agricultores de las cercanías la posibilidad de hallar salidas para sus productos, lo cual resulta a menudo imposible en las grandes cadenas. Ese tipo de proyecto cooperativo se realiza por decenas en todo Quebec y está en vías de convertirse en el nuevo modelo para garantizar la supervivencia de los servicios de las cercanías en los medios rural y semirural y en los barrios urbanos desfavorecidos y que han perdido su vitalidad. El sector paramédico Hacia fines de los 80 la industria quebequense de servicios de ambulancias atravesó un período de profunda incertidumbre. Aunque ese servicio esencial está en gran medida pagado por el Estado, se contrata a empresas privadas que ocupan las tres cuartas partes del mercado. Debido a la desigualdad ¿Convertir empresas privadas en cooperativas? Una experiencia 39 de las condiciones de trabajo entre una empresa y otra, la sindicalización de los trabajadores se organizó un poco por todas partes. Algunos, apoyados por sus sindicatos, emprendieron un movimiento para adquirir sus empresas. Como resultado nació una red de ocho cooperativas de ambulancias que hoy cuenta con más de mil doscientos trabajadores, y que fueron creadas mediante la transformación de las empresas privadas en este tipo de asociación. Hasta la fecha, este es el único sector cooperativo que ha surgido enteramente de semejante proceso de recuperación de empresas privadas. Fue en el seno de ese movimiento que, en 1989, 45 trabajadores de ambulancias de la ciudad de Hull, auxiliados por la CDR Outaouais-Laurentides, 7 adquirieron colectivamente la empresa que los empleaba, Les Ambulances du Québec. Aparte de la perspectiva de convertirse en propietarios de sus medios de producción, sus motivaciones eran variadas: los más viejos veían la posibilidad de asegurarse una mejor jubilación a través del capital social, mientras que los más jóvenes deseaban comprar mejores equipos e invertir en la formación profesional de los miembros. Se logró un financiamiento de un millón quinientos mil dólares gracias a la contribución de un fondo inicial de cinco mil dólares por cada miembro. Pero uno de los prestamistas puso como condición la contratación del antiguo propietario en la función de director general. Inmediatamente después de la compra comenzaron las tensiones en el seno del grupo. Varios trabajadores que veían en la cooperación la oportunidad de dotarse de un modelo de gestión no jerárquico y de autogestión se sintieron defraudados por volver a encontrarse en una estructura de empresa clásica y jerarquizada. El cambio de cultura demoraría cinco años en materializarse. Entre 1995 y 2005 la cooperativa prosiguió su crecimiento al efectuar tres compras más. El desarrollo de estas no estaría exento de dificultades de integración. La asociación estaba bien organizada, pero los procesos eran más uniformizados allí que en una pequeña empresa y no había cabida para el favoritismo, por lo que ciertos trabajadores rehusaron convertirse en miembros de la cooperativa. Sin embargo, con el paso del tiempo la situación se solucionó y actualmente todos los trabajadores son parte de su membresía. Tras veinticuatro años de existencia, la Cooperativa de paramédicos de Outaouais agrupa cerca de doscientos treinta miembros, produce un monto de negocios por valor de veintitrés millones de dólares, y cubre la totalidad del mercado regional de servicios de ambulancias en la región. Tales asociaciones demostraron que las empresas en manos de sus trabajadores y administradas por ellos podían ser responsables socialmente y estar preocupadas por el bien común. Mejoraron la calidad 40 Martin Van Den Borre de los servicios y fueron las primeras empresas en Quebec que equiparon sus vehículos con material médico de punta, con lo que sobrepasaron de manera voluntaria los estándares y las normas impuestas por el gobierno de la provincia. Aunque la Coopérative des Paramédics de l’Outaouais es un modelo de integración de los trabajadores, otras han adoptado prácticas menos conformes a los valores y a los principios cooperativos. En efecto, algunas de las adquisiciones de empresas por parte de cooperativas de trabajo (en el sector prehospitalario, forestal y otros) se realizaron sin que sus trabajadores se integraran en el seno de la cooperativa ni tuvieran el derecho a hacerse miembros de su sociedad. Por ende, los nuevos bienes son administrados como filiales de la cooperativa madre. Aunque la ley de Quebec sobre cooperativas pone ciertos límites a ese tipo de práctica, es una desviación importante de los principios cooperativos, es decir, una forma de explotación del trabajador por el trabajador. Las cooperativas de la salud En menos de quince años, se desarrollaron en Quebec más de cincuenta clínicas cooperativas (cooperativas de salud). Esta práctica, en el contexto de un régimen de salud pública, puede parecer extraña o hasta contradictoria. Pero para comprender bien esta nueva dependencia en la red sociosanitaria local, primero hay que explicar el sitio que ocupan los gabinetes médicos privados en los servicios de atención primaria. En el momento en que se nacionalizó el sistema de salud quebequense y se implantó un régimen público del seguro de salud, el grupo de presión de los médicos se organizó para proteger su derecho a continuar la práctica privada. Su resultado fue un sistema mixto donde los servicios ofrecidos en los llamados gabinetes privados son pagados por el Estado. Además del pago de la factura por dichos servicios, los médicos reciben un monto suplementario para sufragar gastos vinculados a sus clínicas. Ese modelo funcionó relativamente bien durante unas tres décadas. Pero en el transcurso de los años 90 ocurrieron cambios en el perfil de práctica de los médicos jóvenes que, unidos a un aumento acelerado de los gastos de gestión de las clínicas con respecto a la remuneración de sus galenos, dieron como resultado que el relevo de los gabinetes privados ya no estuviese en el orden del día. Paralelamente, el Estado intentaba atraer más médicos a los hospitales y a los establecimientos públicos, y para lograrlo, implantó una serie de medidas obligatorias y primas salariales que volvieron las clínicas conveniadas aún menos atractivas para los médicos recién graduados. Centenares de ellas, que por ese entonces garantizaban más de 80% de los servicios de salud de atención primaria, cerraron, y dejaron a comunidades y barrios enteros sin servicios médicos cercanos. Fue en ese contexto que se desarrollaron las cooperativas de la salud, cuyas primeras experiencias nacieron en medios rurales y periurbanos, y se organizaron como cooperativas de consumidores. Adoptaron la forma de los modelos inmobiliarios, con los que se trataba de atraer a los médicos ofreciéndoles instalaciones modernas y bien equipadas y servicios administrativos. En 2001, en la antigua ciudad de Aylmer, una clínica con más de cuarenta años de existencia, que agrupaba a más de una docena de médicos y brindaba servicios a más de veinte mil pacientes, se halló sin perspectiva de relanzamiento médico empresarial. Uno de sus fundadores, el Dr. Bernard Gélinas, apeló a la CDR con el fin de estudiar la posibilidad de formar una cooperativa que garantizara la supervivencia de la institución. Como no hubo ningún médico interesado en comprarla, se lanzó la idea de desarrollar un modelo cooperativo que permitiese a los facultativos compartir la propiedad con los pacientes y los trabajadores. El proyecto movilizó a más de un centenar de ciudadanos durante más de cinco años. Tras numerosos estudios y un acucioso proceso de verificación, la cooperativa adquirió la clínica. Un hecho interesante fue que 80% de la compra fue financiado por los médicos en forma de hipoteca. La cooperativa de la salud Aylmer, que en menos de dos años reclutaría a más de nueve mil miembros, sería la primera del sector en un medio urbano y en constituirse como cooperativa de solidaridad. Pero sus asociados quisieron llevar la aventura más allá e implementaron, en conjunto con los médicos y el personal de la clínica, programas de prevención y promoción de salud. Además, establecieron un modelo de cogestión que integraba a los pacientes, a los médicos y al personal en la gobernanza de la clínica. En la actualidad, la cooperativa se dispone a construir nuevos locales y emprende, con ayuda de la CDR, del movimiento Desjardins y de Inversiones Quebec, un proyecto de acuerdo estratégico-social con otras tres cooperativas de la salud en su territorio. Esta experiencia cooperativa, en menos de diez años, ha inspirado otros quince proyectos similares en el territorio de Outaouais-Laurentides. El sector agrícola: de Deux-Montagnes El sector cooperativo agrícola ha sido, desde los años 30, uno de los que con mayor grado de facilidad y naturalidad se ha servido de la compra y la fusión. Las motivaciones han sido varias: acelerar su desarrollo, reducir las barreras al ingreso en nuevos sectores, penetrar nuevos mercados o crear muros rompefuegos con el fin de manejar los riesgos asociados a la retirada de productos o a las contaminaciones. La Coop Fédérée (Cooperativa Federada), por ejemplo, la mayor del sector agrícola del país, asumió participaciones totales, mayoritarias y minoritarias en numerosas empresas agrícolas, pero también en el sector de los abonos, del petróleo y del propano. Emplea a más de diez mil trabajadores y obtiene rendimientos de más de cinco mil millones de dólares. A pesar de su tamaño, su cifra de negocios sigue siendo modesta en contraste con los grandes grupos privados de Norteamérica. Un estudio realizado por Picew­aterhouse Coopers reveló que el número consolidado de negocios de las empresas agrícolas privadas (650 000 millones de dólares) era diez veces superior al de las veinticuatro mayores cooperativas norteamericanas (65 000 millones de dólares). En ese contexto de financiarización de la agricultura, el crecimiento a través de adquisiciones es un arma absolutamente necesaria para asegurar la competitividad de las cooperativas agrícolas.8 Así, un grupo de veintidós productores de manzanas en el sur de Laurentides emprendió en 2009 un proyecto para comprar y modernizar una fábrica de embalaje y almacenaje de la fruta cuyo capital ascendía a cinco millones de dólares. Estuvo inspirado por otras cooperativas semejantes en Canadá, Italia y los Países Bajos. En ese caso preciso eran múltiples las ventajas de proceder mediante la compra: acceso a infraestructuras locales existentes, presencia de mano de obra calificada y un más corto registro de efectos que cobrar por orden de fechas de vencimiento en la realización del proyecto. La cooperativa efectuó por tanto la compra de una empresa privada (Naturpac), pero la modernizó para mejorar la preclasificación y el almacenaje de las manzanas. Cuando abrió sus puertas en 2012, esta nueva fábrica cooperativa era la más moderna de América del Norte y preveía, desde su primer año de operaciones, una cifra de negocios de seis millones de dólares. A su vez, adquirió un vergel colectivo que le permite asegurar opciones y diversificar su abastecimiento. Al aumentar la calidad del proceso de preclasificación de las manzanas, los productores pudieron incrementar significativamente la cantidad destinada a los mercados más lucrativos. De ahí que tuviera un impacto inmediato en los cultivadores de frutales, lo que les posibilitó competir con los mayores productores del país. En la actualidad, la cooperativa toma posiciones en nuevos mercados y contempla otras adquisiciones que le permitirán diversificarse en el plano geográfico (sobre todo con el propósito de reducir los riesgos vinculados a los eventos climáticos). Este ejemplo representa un avance de envergadura para esos pequeños y medianos productores. Las ganancias en ¿Convertir empresas privadas en cooperativas? Una experiencia 41 cuanto a productividad y calidad logradas a través de estos proyectos no solo serían imposibles a escala de un solo productor, sino que brindan a este grupo de cooperantes una poderosa palanca de desarrollo para el futuro. Las cooperativas de trabajadores accionistas: L’Artographe Desde 1986, la ley sobre cooperativas de Quebec admite la creación de un tipo de cooperativas que permite a los trabajadores de una sociedad privada formar parte de su accionariado a través de una cooperativa de trabajadores accionistas (CTA). La ley prevé, entre otras obligaciones, que la cooperativa detente al menos un puesto en el Consejo de administración de la empresa. El modelo se ha desarrollado poco desde entonces. En la actualidad solo existen 56 de estas asociaciones, es decir, menos de 2% del total. Las CTA —que en 2009 agrupaban a más de tres mil trabajadores9— son utilizadas a menudo como instrumento de reanimación para empresas de tipo familiar o como uno de los medios para recuperar empresas en dificultades o amenazadas por la deslocalización. En cierta medida, ese modelo constituye una forma de democratización del trabajo y una apertura de la gestión participativa, pero en la práctica se le presenta más bien como medio para que los empresarios mejoren la retención de la mano de obra y recauden capitales para el desarrollo de su negocio. En 2004, L’Artographe, una imprenta de MontLaurier, en funcionamiento desde 1976, fue objeto de un intento de toma de control por parte de un gran grupo de impresión, cuyo propósito era repatriar las operaciones a otra ciudad y transformarla en una sucursal de servicios. Se perderían más de diez empleos. Fue entonces que una organización política, la Sociedad Nacional de los Quebequenses, propuso comprar la empresa en asociación con los trabajadores. Se constituyó así una CTA que adquirió casi 15% de las acciones. En pocos años este número ascendería a 49%, se crearían doce nuevos puestos de trabajo y se duplicaría la cifra de negocios de la empresa. Con el paso del tiempo, mediante la retención de una porción de sus salarios, los trabajadores invirtieron más de cuatrocientos mil dólares y a través de los dividendos pagados a la cooperativa, y, además, crearon un fondo de ahorro considerable en el seno de la asociación. No obstante, una participación minoritaria conlleva limitaciones en términos de democratización del trabajo. En caso de ofrecimiento de compra por parte de un tercero, la cooperativa está protegida por un derecho de primer rechazo, pero a menudo 42 Martin Van Den Borre posee poca influencia sobre ciertas decisiones que tendrían un impacto considerable sobre sus miembros o sobre el futuro de su compañía. En este ejemplo, como en el de varias CTA, no siempre los valores cooperativos llegan a echar raíces, ni siquiera a influir de manera significativa sobre la cultura de gestión de las empresas. El reparto del poder depende más que de la buena voluntad de los demás accionistas, de la capacidad de crear una cultura de participación en el seno de la empresa. Este modelo está todavía en pañales. La mayoría de las guías y de las herramientas desarrolladas sobre las CTA tienen que ver más bien con los aspectos financieros y técnico-legales, y muy poco con las cuestiones de cogestión o de gestión participativa, que son, sin embargo, cruciales para los trabajadores. Además, en los procesos de reanimación se dedican a menudo más esfuerzos a convertir a estos en «buenos empresarios», y se invierte menos en recursos educativos que se propongan iniciar a los demás accionistas y a los dirigentes en la cultura y en los valores de la cooperación. De ello resulta, en mi opinión, una subutilización de este modelo y de su potencial para crear una cultura de gobernanza que saque realmente provecho de la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas. Las cooperativas de trabajo: Jabo En 2010, la multinacional francesa Alstom anunció el cierre de su fábrica de maquinaria y equipos para centrales eléctricas (principalmente escalfadores), en Gatineau, que daba empleo a cincuenta trabajadores, argumentando la caída de la demanda de ese tipo de equipos en Norteamérica. Bajo la dirección del presidente del sindicato, un grupo de quince trabajadores despedidos decidieron entonces crear la cooperativa de trabajo Jabo para comprar una parte de los equipos. Pero la compañía se negó a vendérselos. Optó, en lugar de ello, por desmantelar la fábrica en el marco de una consolidación de sus operaciones. Enfrentados a ese rechazo, el grupo continuó buscando otras empresas que pudieran comprar con el fin de brindarles trabajo a sus miembros. Tras dos tentativas infructuosas, encontraron una empresa de venta y reparación de alternadores y aparatos de arranque que, luego de un acucioso proceso de evaluación y verificación, fue adquirida por la cooperativa, la cual consiguió crear tres empleos. Aunque durante ese tiempo varios trabajadores habían podido reubicarse en otras empresas, todos son aún miembros de la cooperativa y continúan apoyando el proyecto. Esta, en menos de un año de operaciones, procedió a una diversificación de sus actividades a través de la compra de un puesto de soldadura móvil que permitió la creación de un nuevo empleo y la perspectiva de varios más a largo plazo. Al igual que en otras regiones del mundo, en Quebec el peso del sector manufacturero en el PIB de la zona baja constantemente. Allí, entre 2001 y 2011, este indicador pasó de 23,6% a 16,3%. 10 Dicho sector, a menudo dominado por grandes empresas multinacionales, resulta vulnerable a las consolidaciones y deslocalizaciones. Además, la pérdida de puestos laborales afecta con frecuencia a trabajadores muy especializados y a los de mayor edad, que experimentan dificultades para reclasificarse. Enfrentado a esa tendencia, el movimiento cooperativo quebequense fue muy pocas veces capaz de realizar recuperaciones de empresas de gran envergadura, contrariamente a lo que ocurre en ciertos países europeos o sudamericanos. La experiencia de la cooperativa Jabo, al igual que las de los paramédicos, demuestra que el relanzamiento de empresas, incluso las de envergadura, por parte de los trabajadores puede contribuir de manera eficaz a una reanimación empresarial en la región. Pero en ausencia de políticas públicas o de leyes que obliguen a las empresas a vender a sus trabajadores o a inversionistas del medio, existen pocas oportunidades para que en suelo quebequense se puedan recuperar grandes fábricas. En junio pasado, cuando la comisión parlamentaria discutía la ley marco sobre economía social, el Taller de Economía Social de Quebec propuso oportunamente que ese proyecto de ley fuese mejorado de modo que brindase a los trabajadores y al medio un derecho de primer rechazo en caso de venta, deslocalización o cierre de empresas privadas establecidas en ese territorio. Conclusión Las experiencias de « colectivización » de empresas privadas presentadas en este artículo son diferentes y variadas, tanto en el modo en que se realizan las reanudaciones como en los objetivos contemplados. Que estas ocurran mediante compra de las empresas o de los activos, la continuación o la absorción; que las empresas sean recuperadas antes o después de su cierre, son meramente cuestiones técnicas. Lo importante de este conjunto de movimientos es que cuestionan la cultura organizativa que se construye en el seno de esas empresas, así como la manera en que se reflejan allí los valores cooperativos y las apuestas de gestión y de gobernanza, puestos de relieve por las aspiraciones sociales y políticas de los factores implicados. Estas experiencias demuestran claramente que la transformación de empresas privadas es parte del ADN cooperativo quebequense. En ellas descubrimos también la pericia existente en materia de reanimación de empresas en la red cooperativa del territorio, así como el papel primordial que en ello desempeñan las federaciones sectoriales, el movimiento sindical y las Cooperativas de Desarrollo Regional. Ante este desafío, las CDR ofrecen, con sus socios en desarrollo local, que son los Centros Locales de Desarrollo, las Sociedades de Ayuda a los Desarrollos de las Colectividades y los gobiernos locales, un posicionamiento privilegiado para agrupar y sacar provecho de esta práctica para el conjunto del movimiento. Su puesta en marcha en el plano regional, nacional e incluso internacional constituye una de las grandes apuestas de la cooperación quebequense para los próximos años. Ese esfuerzo, aunque está articulado en una lógica de intercooperación, con vistas a contribuir con los actores del movimiento, incluidos los de las finanzas solidarias, del movimiento sindical y las organizaciones dedicadas al desarrollo local, podría imprimir a la cooperación un segundo aire en las décadas futuras. El sindicalista y cooperante quebequense Michel Chartrand apuntaba que «la cooperativa es la forma normal de transigir entre personas que no quieren explotarse». Esta afirmación sustenta varios de los ejemplos citados. Pero para que ello ocurra se requieren grupos de hombres y mujeres capaces de poner en práctica, colectiva y rigurosamente, los valores y los principios cooperativos en un contexto empresarial. Es justamente a esa dimensión asociativa y de la gobernanza colectiva (es decir, en ciertos casos, la gestión participativa) a la que con demasiada frecuencia no le dedicamos suficientes empeños y medios, pues nos contentamos con reproducir en las cooperativas los modos de gestión clásicos del sector privado o incluso del capitalismo financiero. El desafío no es solo el de la reanimación empresarial; es sobre todo construir una alternativa fuerte y creíble a esa explotación mediante la creación de espacios económicos democráticos, solidarios y resistentes, que sea portadora de futuro para nuestras comunidades. Traducción : David González. Notas 1. Consejo Quebequense de Cooperación y Mutualidad, «Statistiques 2012», disponible en www.coopquebeq.coop. 2. Statistiques globales 1995-2009, Dirección de Cooperativas, Ministerio de Finanzas y Economía de Quebec, Quebec, 2012. ¿Convertir empresas privadas en cooperativas? Una experiencia 43 3. «Estadísticas internas», Federación de Cooperativas y Desarrollo Regional de Quebec, www.fcdrq.coop. 4. Francis Nadeau, «Ces immigrants dont on ne peut plus se passer», Centro de Transferencia de Empresas de la Capital Nacional, Quebec, 20 de mayo de 2013, disponible en http://ctecn.qc.ca. 5. Michel Clément et al., Taux de survie des coopératives au Québec, Ministerio del Desarrollo económico, de la Innovación y de la Exportación, Quebec, 2008, disponible en www.economie.gouv.qc.ca. 6. Una cooperativa de solidaridad es una cooperativa de múltiples socios, que puede agrupar a miembros utilizadores (consumidores o productores), miembros trabajadores y personas físicas o morales que tienen un interés en que la cooperativa alcance sus objetivos. 7. Una de las pocas que no despegó impulsada por un sindicato. 8. Véase Eric Desrosiers, «Entrevista a Claude Lafleur, jefe de la Dirección de Coop Fédérée», Forces, Montreal, primavera de 2013. 9. Statistiques globales 1995-2009, ob. cit. 10. Louis. J. Duhamel y Charles-Étienne Daoust, Le point sur le Québec manufacturier, Samson Bélair / Deloitte & Touche, 2012, p. 51, disponible en www.deloitte.com 11. Frances Denis, «Michel Chartrand, syndicaliste, humaniste et coopérateur», Rencontres, Fédération des coopératives funéraires du Québec, Lévis, 2005. , 2013 44 Martin Van Den Borre Legislaciones sobre ESS en América Latina y el Caribe Pablo Guerra Profesor e investigador. Universidad de la República, Montevideo, Uruguay. H asta comienzos del siglo xxi, la situación legal respecto a la economía social y solidaria en el continente era prácticamente desconocida por parte de los Estados. Entonces, las legislaciones nacionales daban cuenta de modo parcial de las cooperativas y, en menor medida, de las mutuales, mientras las otras organizaciones del sector se regían por el derecho cooperativo o el mercantil. La única excepción fue Honduras, que contó con una pionera Ley de Economía Social, promulgada en 1985. La oleada de legislaciones específicas para el sector comienza en Colombia con la Ley 454 de 1998 y continúa en otros países latinoamericanos y europeos. Economía solidaria en América Latina En la región, los conceptos de economía social y economía solidaria por lo general han sido utilizados con propósitos diferentes. Algunos autores han preferido emplear el término «social», a la usanza europea, en tanto otros optan por la denominación «economía solidaria», de cuño más latinoamericano, para hacer referencia a una diversidad de prácticas que van desde las organizaciones económicas populares hasta los emprendimientos autogestionarios.1 Entre los principales usos de ambos conceptos es posible distinguir los siguientes: • Economía social en su orientación clásica: Académicos y actores sociales influidos por la literatura francófona, adoptan esta vertiente tal como fue concebida por los europeos a partir de los 70. Toma fuerza en los años 90; hasta entonces, las mutuales y asociaciones Legislaciones sobre en América Latina y elde Caribe n. 75:ESS 45-52, julio-septiembre 2013 45 rara vez fueron integradas conceptualmente a un mismo sector junto a las cooperativas, estas sí reconocidas de manera legal desde temprano por parte de todos los países latinoamericanos. Tal tendencia se expresa, por ejemplo, en la Constitución Bolivariana de Venezuela; su Artículo 184 se refiere a la promoción de la economía social y menciona las «cooperativas, cajas de ahorro, mutuales y otras formas asociativas».2 • Economía social paternalista: Hacia finales de los 90 aflora, fundamentalmente en el campo de las políticas públicas, una visión minimalista y paternalista de dicha economía, entendida como un conjunto de políticas dirigidas a los sectores más vulnerables de la población. Se crean subsidios para los pobres y transferencias monetarias condicionadas a cierto emprendurismo individual o colectivo atado con gran fuerza a las iniciativas del Estado benefactor. El surgimiento de la Dirección de Economía Social en los ministerios de Desarrollo Social de Argentina y Uruguay es un ejemplo de esta orientación. Según José Coraggio, en la primera de esas naciones, de emprendimientos económicos asociativos en los que el trabajo, los resultados económicos, la propiedad de los medios, el poder de decisión y los conocimientos acerca de su funcionamiento son compartidos solidariamente por todos los que de ellos participan.5 En Brasil, por ejemplo, dentro de la economía solidaria no son incluidas las cooperativas o emprendimientos asociativos que contratan mano de obra para cumplir con sus propósitos (cooperativas de usuarios). • Economía solidaria orientada a nuevos dinamismos populares: Constituye expresión popular de actores (nuevos y ancestrales) que recurren a los lazos de solidaridad económica como estrategia comunitaria de sobrevivencia o desarrollo. La referencia a los «nuevos actores de la economía solidaria» pretende distinguirlos de los fundacionales de la economía social. En muchos países latinoamericanos también se incluye el conjunto de prácticas solidarias de las culturas autóctonas todavía presentes en algunas regiones. La recurrencia a los actores ancestrales es común en los países andinos: se va institucionalizando la «política social de economía social» focalizada en los sectores pobres y/o con problemas de empleo y dirigida a su inclusión en el mercado […] En todo caso, se evidencia que estos programas ven la Economía Social no como una alternativa a las empresas de capital o públicas, sino como una opción para suplir, al menos parcialmente, la insuficiencia de las políticas de inversión y generación de empleos por esos actores.3 Para el Movimiento de Economía Solidaria del Ecuador, la economía social y solidaria es una forma de convivencia entre las personas y la naturaleza que satisface las necesidades humanas y garantiza el sostenimiento de la vida, con una mirada integral, mediante la fuerza de la organización, aplicando los saberes y las prácticas ancestrales para transformar la sociedad y construir una cultura de paz.6 • Economía solidaria de orientación sectorial: Es asumida como el tercer sector de la economía, diferente al capitalista y al estatal, de carácter asociacionista y regido por valores como la cooperación y la ayuda mutua. Se trata de un equivalente a la economía social en su primera orientación, aunque con mayor precisión conceptual, en tanto el comportamiento solidario es más distintivo que la mera recurrencia a lo «social». Las medidas adoptadas en Colombia a comienzos de los años 90 son representativas de esta línea. Según el Departamento Administrativo Nacional en Economía Solidaria (Dansocial), el sector solidario está integrado por cooperativas y mutuales, otras organizaciones comunitarias y organizaciones sociales que realizan actividades solidarias de desarrollo: Si bien la economía solidaria es una construcción normativa colombiana, mantiene referentes organizacionales de origen cooperativo y, en su extensión, abre espacios para prácticas solidarias afines, en alguna medida, a las desarrolladas en el ámbito europeo con la economía social».4 • Economía solidaria autogestionaria: Se limita a experiencias colectivas donde no se reproduce la división entre empleado y empleador, o a conjuntos 46 Pablo Guerra • Economía solidaria alternativa: Reúne prácticas alternativas a las hegemónicas, donde lo que más se destaca no es la forma jurídica o el modelo de gestión, sino la finalidad sustantiva del emprendimiento económico. En esta vertiente se integran a la economía solidaria el software libre, la producción orgánica, empresas de tecnologías alternativas, etc. El texto A outra economía, organizado por Antonio Cattani incorpora cerca de cuarenta conceptos y prácticas. Denominadas economía solidaria, socioeconomía, nuevo cooperativismo, empresas autogestionarias, entre otros términos, estas formas representan logros innovadores asociados a los nuevos valores y los principios que se oponen a las prácticas de exclusión social y depredadoras del medioambiente.7 Esta orientación no cuenta aún con legislaciones o políticas públicas en el continente. • Economía solidaria como sistema económico: Incluye diferentes prácticas y sectores. En ese sentido la presenta la Reforma Constitucional de Ecuador, cuando en el Artículo 283 define su sistema como «social y solidario».8 • Economía social y Economía solidaria de orientación híbrida: La ESS es aquí entendida como las prácticas de carácter solidario realizadas por organizaciones y actores de distinta naturaleza. Desde esta óptica el Estado (por ejemplo, mediante impuestos) y las empresas capitalistas (mediante la responsabilidad social empresarial) pueden hacer economía solidaria.9 Tal visión difiere de la que propugna la necesidad de distinguir entre las prácticas del sector solidario de la economía y las solidarias de los otros sectores; o, lo que es lo mismo, la diferencia entre la «economía de la solidaridad» y la «solidaridad en la economía».10 En los últimos años se observa la confluencia —con una perspectiva integradora— de las dos miradas iniciales, lo cual ha dado lugar a la expresión «economía social y solidaria», como recoge la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social Solidaria (RIPESS), creada en 2004. Legislaciones latinoamericanas sobre economía social y solidaria A los efectos de la presente investigación, se considera como legislación sobre economía social y solidaria toda normativa legal que cumpla con las siguientes condiciones: origen parlamentario, alcance nacional, que trate de manera central sobre los asuntos referidos; y que recurra explícitamente a los términos economía social y/o solidaria. El análisis se enfocó en cuatro casos: Honduras, Colombia, Ecuador y México. Honduras La Ley del Sector Social de la Economía está contenida en el Decreto 193-85, del Congreso Nacional de Honduras, con fecha 30 de octubre de 1985 y publicado en La Gaceta, n. 24.820, del 11 de enero de 1986. Fue luego desarrollada por un Reglamento comprendido en el Acuerdo Ejecutivo n. 254-97, del 12 de diciembre de 1997 y publicado en La Gaceta, n. 28, 514 del 14 de marzo de 1998. Esta Ley obedece al mandato constitucional (Artículo 330 de la Constitución de la República) que restituye la coexistencia de distintas formas de propiedad y empresa. Su Artículo 2 define el sector social de la economía como el conjunto de empresas y organizaciones formadas por trabajadores que sostienen la primacía del trabajo, optan por la propiedad social de los medios de producción y establecen que el excedente generado es un medio para elevar el nivel de vida de sus miembros. El sector social de la economía se fundamenta en los principios de libertad, democracia económica, justicia, solidaridad, autogestión, participación y pluralismo.11 El Artículo 3 determina que ese sector estará integrado por las asociaciones cooperativas, empresas asociativas de campesinos, empresas cooperativas agroindustriales y en general, por todas aquellas empresas constituidas exclusivamente por trabajadores que, de acuerdo con las leyes se dediquen a la producción, industrialización, comercialización, prestación de servicios y otras actividades económicas, que sean de beneficio común de sus asociados y contribuyan al desarrollo económico y social del país.12 Como se puede observar, es una ley orientada en lo fundamental por el concepto de la autogestión, en la medida que los socios deben ser trabajadores que reúnan a la vez la condición de empresarios (Artículo 7). Se evita la figura de asalariados, aunque se prevé su contratación de manera excepcional (Artículo 8). Colombia El 4 de agosto de 1998 se aprueba una de las leyes más modernas del sector solidario en el continente: la Ley 454 de Colombia. El Artículo 2 define la economía solidaria como un sistema socioeconómico, cultural y ambiental conformado por el conjunto de fuerzas sociales organizadas en formas asociativas identificadas por prácticas autogestionarias solidarias, democráticas y humanistas, sin ánimo de lucro para el desarrollo integral del ser humano como sujeto, actor y fin de la economía.13 Incorpora, además, elementos que superan la clásica definición de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI). Según el Artículo 4 de la mencionada legislación, son principios de la economía solidaria: • El hecho de ser bueno, el trabajo y los mecanismos de cooperación tienen primacía sobre los medios de producción. • Espíritu de solidaridad, cooperación, participación y ayuda mutua. • Administración democrática, participativa, autogestionaria y emprendedora. • Adhesión voluntaria, responsable y abierta. • Propiedad asociativa y solidaria sobre los medios de producción. • Participación económica de los asociados, en justicia y equidad. • Formación e información para sus miembros, de manera permanente, oportuna y progresiva. • Autonomía, autodeterminación y autogobierno. • Servicio a la comunidad. • Integración con otras organizaciones del mismo sector. • Promoción de la cultura ecológica.14 El Artículo 6 del citado texto expresa: Son sujetos de la presente ley las personas jurídicas organizadas para realizar actividades sin ánimo de lucro, Legislaciones sobre ESS en América Latina y el Caribe 47 en las cuales los trabajadores o los usuarios según el caso, son simultáneamente sus aportantes y gestores, creadas con el objeto de producir, distribuir y consumir conjunta y eficientemente, bienes y servicios para satisfacer las necesidades de sus miembros y el desarrollo de obras de servicio a la comunidad en general.15 En ese sentido, el Artículo incluye las siguientes organizaciones: cooperativas, los organismos de segundo y tercer grado que agrupen cooperativas u otras formas asociativas y solidarias de propiedad, las instituciones auxiliares de la Economía solidaria, las empresas comunitarias, las empresas solidarias de salud, las precooperativas, los fondos de empleados, las asociaciones mutualistas, las empresas de servicios en las formas de administraciones públicas cooperativas, las empresas asociativas de trabajo y todas aquellas formas asociativas solidarias que cumplan con las características mencionadas en el presente capítulo.16 Se trata de un modelo de orientación sectorial. Quizá sea la primera legislación nacional, en el mundo, que adopta el término «economía solidaria» y que incluye la Ley sobre la cooperativa bajo ese paraguas conceptual. Entre sus logros menciono como relevante el Artículo 2 y su referencia a un «sistema socioeconómico, cultural y ambiental», definición que supera aquellas ancladas en términos meramente económicos y empresariales. Ecuador La citada Constitución de Ecuador de 2008 señala en su Artículo 283 que El sistema económico se integrará por las formas de organización económica pública, privada, mixta, popular y solidaria, y las demás que la Constitución determine. La economía popular y solidaria se regulará de acuerdo con la ley e incluirá a los sectores cooperativistas, asociativos y comunitarios.17 Con esa base, el Ministerio de la Inclusión Económica y Social (MIES) inició un proceso de discusión con los actores sociales a los efectos de generar criterios para un proyecto de ley que finalmente fue aprobado por la Asamblea Nacional. Se publicó en el Registro Oficial, n. 444, el 10 de mayo de 2011, como Ley Orgánica de la Economía Popular y Solidaria y del Sector Financiero Popular y Solidario. Su Artículo 1 declara: Para efectos de la presente Ley, se entiende por economía popular y solidaria la forma de organización económica, donde sus integrantes, individual o colectivamente, organizan y desarrollan procesos de producción, intercambio, comercialización, financiamiento y consumo de bienes y servicios, para satisfacer necesidades y generar ingresos, basadas en relaciones de solidaridad, cooperación y reciprocidad, privilegiando el trabajo y el ser humano como sujeto y fin de su actividad, orientada al buen vivir, 48 Pablo Guerra en armonía con la naturaleza, por sobre la apropiación, el lucro y la acumulación de capital.18 Me detengo en este artículo pues presenta ciertas debilidades teóricas. Quizás influido por la orientación híbrida, escoge el concepto «popular y solidario», lo que podría interpretarse como la suma de ambos sectores de la economía. Nótese que la Ley podría haber hecho referencia a la «economía popular solidaria», en el sentido de entrecruzamiento, pero prefirió incluir el nexo «y» con lo cual genera algunas aparentes contradicciones. Esta legislación reconoce la forma económica individual («trabajador por cuenta propia» o «trabajador autónomo» como suele denominarse en la literatura especializada) como parte de su objeto de tratamiento, con lo que se aleja del espíritu más colectivo con el que fueron elaboradas otras normas de la economía social y solidaria. Sin embargo, la redacción parece luego querer adoptar una lógica más asociativa al poner como condición las «relaciones de solidaridad, cooperación y reciprocidad». No obstante, desde el punto de vista teórico conceptual es imposible que un emprendimiento individual se base en relaciones de solidaridad (para que eso ocurra se necesitan al menos dos agentes). Tal vez el legislador haya pensado en unidades económicas individuales actuando en red. De hecho, en el Artículo 73 se establece que tales unidades serán promovidas «fomentando la asociación y solidaridad». Probablemente la intención, al incluir al trabajador por cuenta propia, haya sido visibilizar una conducta económica de enorme importancia en los países de la región y favorecer su desarrollo hacia una economía solidaria, por la vía de la asociatividad. La Ley dictamina cuatro formas de organización: sector comunitario, asociativo, cooperativista y unidades económicas populares. Las tres primeras son colectivas y la última puede dar lugar a soluciones familiares o individuales. Más allá de las debilidades teóricas, esta normativa tiene algunos puntos relevantes: incluir al sector de las finanzas solidarias, promover la asociatividad del trabajador autónomo, introducir referencias ancestrales como el Sumak Kawsay, y establecer una serie de principios con referencias a movimientos alternativos, entre ellos el comercio justo y el consumo responsable. México El Artículo 25 de la Constitución de México establece que Al desarrollo económico nacional concurrirán, con responsabilidad social, el sector público, el sector social y el sector privado, sin menoscabo de otras formas de actividad económica que contribuyan al desarrollo de la Nación […] Bajo criterios de equidad social y productividad se apoyará e impulsará a las empresas en los sectores social y privado de la economía, sujetándolos a las modalidades Es de destacar el relevante papel de las leyes sobre economía social y solidaria. Sobre todo porque al gestarse instrumentos específicos de promoción y apoyo, generan reconocimiento por parte de las políticas públicas, visibilidad a nivel social y mayores posibilidades de desarrollo. que dicte el interés público y al uso, en beneficio general, de los recursos productivos, cuidando su conservación y el medio ambiente.19 Bajo ese marco constitucional, el 23 de noviembre de 2011 se aprobó la legislación más novel de este tipo de la región: la Ley General sobre Economía Social y Solidaria.20 Se refiere al «sector social de la economía» y no al «de la economía social». La diferencia con respecto al orden de los términos podría tener algunos ribetes teóricos, aunque la norma no da pistas al respecto. De hecho, no ofrece una definición precisa del sector,21 y el Artículo 4 solo enumera las diferentes organizaciones que lo integran: I. Ejidos; II. Comunidades; III. Organizaciones de trabajadores; IV. Sociedades Cooperativas; V. Empresas que pertenezcan mayoritaria o exclusivamente a los trabajadores; y VI. En general, de todas las formas de organización social para la producción, distribución y consumo de bienes y servicios socialmente necesarios.22 Nótese cómo se evita utilizar el concepto de «economía» en el último acápite, aunque en ese caso las «formas de organización social» también lo son de organización económica. A diferencia de las legislaciones mencionadas con anterioridad, el marco de valores (Artículo 10) y principios (Artículo 9) no muestra riqueza doctrinal. Los puntos más positivos de la norma son la integración de las diversas organizaciones que conforman el sector en un mismo marco legal (hasta entonces cada una de ellas tenía su propio espacio jurídico); la creación de un Instituto Nacional de Economía Social, dependiente de la Secretaría de Economía, lo que asegura políticas públicas dirigidas al sector; de un Fondo de Fomento a la Economía Social, que garantiza un sistema propio de financiamiento; y la de un ámbito particular de las organizaciones (Congreso Nacional), lo que permitirá avanzar en la identidad del sector. Otras experiencias latinoamericanas Argentina La nación cuenta con numerosas políticas impulsadas desde el Instituto Nacional de Economía Social (INAES), bajo un enfoque que oscila entre el clásico y el paternalista. Algunas organizaciones sociales nucleadas en la Asamblea Abierta por la Construcción de una Ley Nacional de Economía Social y Solidaria, están impulsando un debate acerca de cómo legislar en estos asuntos y privilegiar la vertiente autogestionaria. El INAES impulsó en 2011 la discusión sobre un proyecto de Ley General Básica de Economía Solidaria, perfilado por la orientación sectorial.23 Existen antecedentes de legislaciones de alcance provincial, es el caso de la Ley sobre Mercados Productivos Asociativos (Río Negro) o la que versa sobre Ferias Francas (Misiones), e incluso de una Ley de Promoción de la Economía Social en Entre Ríos y otra de Economía Social y Solidaria en Mendoza. Recientemente, y como muestra del creciente interés generado por estas temáticas en la agenda pública, el Senado de la República aprobó un proyecto de resolución que incorpora la «economía social» entre las atribuciones de la Comisión de Economías Regionales, Economía Social, Micro, Pequeña y Mediana Empresa.24 Bolivia Los cambios políticos operados desde la asunción de Evo Morales como presidente han llevado a la búsqueda de nuevos paradigmas de desarrollo económico. La Constitución de la República de 2007 establece algunos códigos de ética económica muy novedosos. Su Artículo 8 expresa: El Estado asume y promueve como principios ético morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble).25 Por su parte, el Artículo 311 introduce la idea de una «economía plural» en la que se destaca el papel de las cooperativas, de la propiedad comunitaria y de las formas comunitarias de producción. A pesar de ciertos esfuerzos para posicionar la temática en las políticas públicas, este país aún no cuenta con una ley de economía social y/o solidaria. No obstante, en octubre de 2012 se aprobó la Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Bien Vivir, que incluyó aspectos de corte socioeconómico y se refiere a la «economía social comunitaria». El Artículo 15 puntualiza: El Estado Plurinacional de Bolivia reconoce la economía plural como el modelo económico boliviano, considerando las diferentes formas de organización económica, sobre los principios de la complementariedad, reciprocidad, solidaridad, redistribución, igualdad, sustentabilidad, Legislaciones sobre ESS en América Latina y el Caribe 49 equilibrio y armonía, donde la economía social comunitaria complementará el interés individual con el Vivir Bien colectivo.26 Brasil Desde la Secretaría Nacional de Economía Solidaria, con apoyo del Foro Brasilero de Economía Solidaria (FBES), se ha desarrollado una de las experiencias de mayor impacto en políticas públicas de promoción a esta modalidad económica. Sin embargo, aunque la Conferencia Nacional de 2006 y la de 2010 reclamaron un avance en términos legislativos, no existe aún una ley de alcance federal. En 2011, el FBES lanzó una campaña de recolección de firmas en apoyo a un proyecto de ley elaborado por el Consejo Nacional de Economía Solidaria (CNES) y elevado a la Cámara de Diputados en mayo de 2010. Este proyecto propone la creación de un Sistema Nacional y un Fondo Nacional de Economía Solidaria, la cual es definida en el Artículo 2 como cualquier forma de producción, distribución, consumo o crédito que tenga como base los principios de la autogestión, la cooperación y la solidaridad, destinadas a la gestión democrática, la distribución equitativa de la riqueza producida en conjunto, el desarrollo local integrado y sustentable, el respeto por el equilibrio de los ecosistemas, la valorización del ser humano y del trabajo, y el establecimiento de relaciones igualitarias entre hombres y mujeres.27 El Artículo 3 limita la expresión a la tendencia autogestionaria, ya que entiende los «emprendimientos de economía solidaria» como organizaciones colectivas «cuyos participantes o socios/as son trabajadores/as…». El texto, además de permitir que estos emprendimientos asuman cualquier forma societaria prevista en la legislación brasileña, acepta también aquellos de carácter informal que cumplan con las características antes señaladas. A la par, sobre todo después de 2004, se han elaborado numerosas leyes de alcance municipal y estadual sobre economía solidaria, todas bajo la mencionada autogestionaria. República Dominicana En 2010 un grupo de organizaciones sociales y cooperativas elaboraron un «proyecto de ley del sector de la economía solidaria» que fue elevado a la Cámara de Diputados el año siguiente y presenta una orientación hacia la autogestión. En él se propugna un sistema socioeconómico, cultural y ambiental, desarrollado de forma asociativa por trabajadores, a través de prácticas solidarias y participativas, para el bienvivir, el desarrollo integral del ser humano 50 Pablo Guerra como fin de la economía, por lo tanto, no tiene fines lucrativos. La economía solidaria está integrada por prácticas de la autogestión de los trabajadores como forma de dirección democrática colectiva, el asociativismo como forma de propiedad común, la cooperación entre las entidades y personas participantes, la equidad social y de género, el comercio justo, la economía ecológica, la soberanía económica y la ética económica que se fundamenta en la no explotación del trabajo ajeno y el medio ambiente. Por otra parte, el Artículo 222 de la Constitución del país «reconoce el aporte de las iniciativas económicas populares», entre ellas «las cooperativas […] y otras formas de asociación comunitaria para el trabajo, la producción, el ahorro y el consumo».28 Uruguay Incorpora por primera vez el término economía solidaria a nivel legislativo de forma marginal, en la Ley General de Cooperativas (Ley 18407), que creó el Instituto Nacional de Cooperativas (INACOOP). Entre los cometidos de este se halla impulsar el estudio y la investigación de otras formas de la economía social y solidaria y realizar propuestas sobre su alcance y regulación, de modo de favorecer la formación de un marco jurídico que facilite su desarrollo y promoción.29 En 2011 comenzaron algunas actividades en tal sentido, promovidas sobre todo por la Coordinadora Nacional de Economía Solidaria, aunque se está aún lejos de un proyecto. En septiembre de ese año se creó el Fondo para el Desarrollo, un instrumento de apoyo financiero dirigido a «emprendimientos económicos con participación de sus trabajadores en la dirección y en el capital de las empresas, en particular en los casos de autogestión».30 Venezuela En este país no existe una ley de economía social y/o solidaria. Sin embargo, la Constitución de 1999 indica que el Estado debe promover la economía social. En 2001 se aprobó la Ley Especial de Asociaciones Cooperativas que, según su Artículo 1, tiene como finalidad disponer los mecanismos de relación, participación e integración de dichos entes en los procesos comunitarios, con los Sectores Públicos, Privado y con la Economía Social y Participativa, constituida por las empresas de carácter asociativo que se gestionan en forma democrática.31 Cuando define las cooperativas, alude de nuevo a la economía social: «Las cooperativas son asociaciones abiertas y flexibles, de hecho y derecho cooperativo, de la Economía Social y Participativa».32 De forma complementaria, en 2008 se promulgó la Ley de Fomento y Desarrollo de la Economía Popular, con el propósito de regular el sistema socioproductivo comunitario. Su Artículo 8 califica las organizaciones socioproductivas comunitarias como unidades comunitarias con autonomía e independencia en su gestión, orientadas a la satisfacción de necesidades de sus miembros y de la comunidad en general, mediante una economía basada en la producción, transformación, distribución e intercambio de saberes, bienes y servicios, en las cuales el trabajo tiene significado propio y auténtico; y en las que no existe discriminación social ni de ningún tipo de labor, ni tampoco privilegios asociados a la posición jerárquica.33 Según el Artículo 9, entre esas unidades se destacan las empresas autogestionarias, las de propiedad social, las productivas de carácter familiar, e incluso grupos de trueque e intercambio solidario. Se trata de la iniciativa legal en la región que más desarrolla las diferentes expresiones de economía popular y solidaria, aunque no emplee esos términos. Conclusiones La primera ley sobre economía social y/o solidaria que, de acuerdo con el presente estudio, se aplicó en América Latina —la de Honduras—, muestra una orientación autogestionaria en la medida que su definición implica la presencia de trabajadores como propietarios de los medios de producción. La segunda —Colombia— incluye de manera explícita las prácticas autogestionarias, aunque se orienta en términos sectoriales e incorpora una amplia variedad de formatos asociativos. Esta norma colombiana instala, además, un sistema de políticas públicas dirigido al sector. El modelo ecuatoriano se caracteriza por contener la economía popular y el trabajo autónomo, y se enfoca hacia nuevos actores. La ley mexicana no define la economía social y solidaria; al enumerar las organizaciones que participan del «sector social de la economía» parece escoger la variante sectorial, aunque con especificidades propias. El proyecto de ley en Brasil incorpora una definición de orientación autogestionaria, resultado de varias leyes previas, municipales y estaduales. El de República Dominicana, aunque comienza su enunciado al estilo de la Ley 454 colombiana, también se orienta hacia la autogestión. Si bien no forman parte de la presente investigación, resulta útil mencionar otros textos legales, elaborados fuera de Latinoamérica. La legislación española (cuya exposición de motivos revela una orientación clásica) define de manera algo desafortunada la economía social, ya que se centra en la naturaleza de su actividad antes que en sus fines, 34 lo cual no ocurre en la formulada por la región de Valonia (Suiza), también de orientación clásica. La definición otorgada por la Ley de la Otra Economía (Lazio, Italia) es representativa de la vertiente alternativa, pues incluye un fuerte componente ecológico y de transparencia económica; sin embargo, al concentrarse en perseguir objetivos colectivos elevados parece no contemplar todos los formatos de la economía social. Conceptualizaciones sobre economía social y solidaria en leyes europeas: • Ley 5, 2011 (España): Conjunto de las actividades económicas y empresariales, que en el ámbito privado llevan a cabo aquellas entidades que, de conformidad con los principios recogidos en el artículo 4, persiguen bien el interés colectivo de sus integrantes, bien el interés general económico o social, o ambos. • Decreto sobre Economía Social, 2008 (Región de Valonia, Suiza): Por economía social, en el sentido del presente decreto, se entiende las actividades económicas productoras de bienes o de servicios, ejercidas por sociedades, principalmente cooperativas y/o con fines sociales, asociaciones, asociaciones mutuales o fundaciones, cuya ética se traduce en el conjunto de principios siguientes: finalidad de servicio a la colectividad o a los miembros más que lucro; autonomía de gestión; proceso de decisión democrática; primacía de las personas y del trabajo sobre el capital en la repartición de las ganancias.35 • Ley de la Otra Economía, 2009, (Lazio, Italia): Modo de llevar a cabo la actividad económica de manera que permita el logro de objetivos de interés colectivo superiores, en relación con los límites fijados por la ley y, en particular, más transparentes, participativos y solidarios. Este método es aplicable tanto a la oferta como a la demanda; más que en el capital, se basa en mejorar las relaciones entre las partes, en la distribución equitativa de los recursos, en el respeto y la protección del medioambiente, así como en la búsqueda de objetivos sociales, y se lleva a cabo de conformidad con los principios establecidos en el artículo 3.36 Las legislaciones sobre la economía social y la solidaria aún no han generado consensos en cuanto a la delimitación y caracterización de ambas. No obstante, es de destacar el relevante papel de estas leyes. Sobre todo porque —más allá de distinguir entre los componentes empresariales del sector y las formas jurídicas mercantiles (empresas capitalistas), o de cumplir una función regulatoria—, al gestarse instrumentos específicos de promoción y apoyo, generan reconocimiento por parte de las Legislaciones sobre ESS en América Latina y el Caribe 51 políticas públicas, visibilidad a nivel social y mayores posibilidades de desarrollo. Notas 1. Sobre el debate conceptual en América Latina, véase Pablo Guerra, «¿Cómo denominar a las experiencias económicas solidarias basadas en el trabajo? Diálogo entre académicos latinoamericanos acerca de la polémica conceptual», Otra Economía. Revista Latinoamericana de Economía Social y Solidaria, v. 1, n. 1, Buenos Aires, 2007, pp. 21-7. 2. Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, Gaceta Oficial Extraordinaria, n. 5.453, Caracas, 24 de marzo de 2000. 3. José Coraggio, «La presencia de la economía social y solidaria (ESS) y su institucionalización en América Latina», disponible en www. coraggioeconomia.org/jlc/archivos%2520para%2520descargar/ Ponencia_ES_estados_generales_junio_2011.doc (consultado el 13/12/2011), pp. 3-6. 4. Juan F. Álvarez Rodríguez, «El tercer sector y la economía solidaria», Cooperativismo y Desarrollo, n. 90, Bogotá, enero-mayo de 2007, p. 104. 5. Antonio Cruz, «La acumulación solidaria», Revista de Estudios Cooperativos, v. 16, n. 1, Montevideo, 2011, p. 14. 6. Movimiento Ecuatoriano de Economía Social y Solidaria (MESSE), «La economía social y solidaria en Ecuador», disponible en www.messe.ec/ecosol/7-la-economia-social-y-solidaria-en-elecuador (consultado el 16/12/2011). 7. Antonio Cattani, A outra economía, Veraz, Porto Alegre, 2003, p. 9. [Trad. del Ed.] 8. Constitución de la República del Ecuador, Quito, 2008, disponible en www.asambleanacional.gov.ec/documentos/ constitucion_de_bolsillo.pdf (consultado el 3/10/2012). 9. José Coraggio, M. Arancibia y M. Deux, Guía para el mapeo y relevamiento de la economía popular y solidaria en América Latina y el Caribe, Gresp-Rippes, Lima, 2010, p. 88. 10. Pablo Guerra, Economía de la solidaridad y solidaridad en la economía. Contextos conceptuales y antecedentes históricos, Colección Cátedras y Curso, U-virtual.net, Santiago de Chile, 2009, p. 145. 11. Decreto Número 193-85, Art. 2, La Gaceta, Tegucigalpa, 30 de octubre de 1985, p. 1. 21. En las consideraciones de la norma se señala que este sector «responde a las necesidades de los grupos sociales de organizarse para satisfacer sus necesidades materiales comunes». Véase Ley General sobre Economía Social y Solidaria, Gaceta Parlamentaria, a. XIV, n. 3371-II, México, DF, 2011, p. 2. 22. Ibídem, p. 14. 23. Al momento de redactar este texto, sin embargo, algunos informantes calificados de Argentina, entrevistados para esta investigación, desconocían el contenido del proyecto que está elaborando el INAES. 24. Véase «Dictamen en el proyecto de resolución de la señora senadora Fellner y otros, modificando el Reglamento del Honorable Senado, incluyendo la Economía Social en la competencia de la Comisión de Economías Regionales, Micro, Pequeña y Mediana Empresa y cambiando su denominación», S-1971/12, Buenos Aires, Cámara de Senadores, 2012, p. 2. 25. Constitución Política del Estado, Art. 8, 2007, p. 8, disponible en http://bolivia.infoleyes.com/shownorm.php?id=469 (consultado el 19/08/2013). 26. Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para el Bien Vivir, 2012, Art. 15, disponible en www.la-razon.com/ sociedad/MARCO-TIERRA-DESARROLLO-INTEGRALVIVIR_0_1706229409.html#bd (consultado el 18/10/2012). 27. Emanuelle Maffioletti, «Comentarios ao Projeto Lei Sobre a Política Nacional de Economía Solidaria no Brasil», en Fundación Divina Pastora, Reformas Legislativas en el Derecho Social y Solidario, Divina Pastora, Valencia, 2011, p. 94. [Trad. del Ed.] 28. Constitución de la República Dominicana, Art. 222, 2010, p. 64, disponible en www.suprema.gov.do/PDF_2/constitucion/ Constitucion.pdf (consultado el 3/10/2012). 29. Ley 18407, Diario Oficial, n. 27612, Montevideo, 14 de noviembre de 2008, disponible en www.parlamento.gub.uy/leyes/ accesotextoley.asp?ley=18407&anchor. 30. Decreto 341/011 Reglamentario del FONDES, Ministerio de Economía y Finanzas, Montevideo, 2011, p. 2, disponible en http:// archivo.presidencia.gub.uy/sci/decretos/2011/09/mef_555.pdf. 31. Ley Especial de Asociaciones Cooperativas, Art. 1, Gaceta Oficial, n. 37285, Caracas, 18 de septiembre de 2001, p. 1. 32. Ibídem, Art. 2. 12. Ibídem, Art. 3. 33. Decreto 6130 «Con rango, valor y fuerza de ley para el fomento y desarrollo de la economía popular», Art. 8, Caracas, junio de 2008, p. 4, disponible en www.pgr.gob.ve/dmdocuments/2008/5890.pdf. 13. Ley 454, Art. 2, Diario Oficial, n. 43.357, Bogotá, 6 de agosto de 1998, p. 1. 34. Gemma Fajardo, «La Ley española de economía social», en Fundación Divina Pastora, ob. cit., p. 45. 14. Ibídem, Art. 4, p. 1. 35. Parlamento Valón, Décret relatif á l’ economie sociale, 2008, disponible en www.concertes.be/joomla/images/documents/ decretes_20081120_moniteur20081231.pdf (consultado el 12/12/2011) [Trad. del Ed.] 15. Ibídem, Art. 6. 16. Ídem. 17. Constitución de la República del Ecuador, ob. cit., p. 134. 18. Ley Orgánica de la Economía Popular y Solidaria y del Sector Financiero Popular y Solidario, Registro Oficial, n. 444, Quito, 10 de mayo de 2011, p. 2. 19. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Art. 25, disponible en www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1.pdf, 2011 (consultado el 20/12/2011). 52 20. Cuando se culminó este artículo la Ley carecía aún de reglamentación. Pablo Guerra 36. Consejo de la región del Lazio, Ley de la Otra Economía, n. 20, 4 de agosto de 2009, disponible en www.consiglio. r e g i o n e . l a z i o. i t / c o n s i g l i o w e b / d e t t a g l i o _ w o r d p r e s s . php?id=focuson_3&vmf=&vms= (consultado el 1/3/2012) [Trad. del Ed.] , 2013 Leyes marcos en ESS. Poderes públicos y desarrollo humano Maude Brossard-Sabourin Coordinadora. Chantier de l’economie sociale, Quebec, Canadá. D esde hace más de una década, la economía social y solidaria (ESS) está emergiendo, y constituye una tendencia cada vez más valorada en todos los continentes. Debido a su finalidad tanto social como económica y los principios con los que opera, se destaca por su contribución a las políticas de desarrollo. El objetivo de este artículo es, por una parte, poner de relieve las características que distinguen la ESS de la economía tradicional; y por otra, analizar las posibilidades de colaboración entre la sociedad civil y el poder público para favorecer el desarrollo de esa economía. Además, se analiza específicamente las leyes marcos que ciertas naciones han implementado para reconocerla y desarrollarla. Reconocimiento internacional de la ESS Con el término Economía social y solidaria se designa la categoría general de entidades como cooperativas, sociedades mutuales, asociaciones, fundaciones, empresas sociales u organizaciones basadas en la comunidad, que se construyen en torno al principio de priorizar las necesidades humanas, el hábitat o el medioambiente a los dividendos obtenidos. Se caracterizan por ser autónomas, tener una participación voluntaria y abierta, aplicar la toma de decisiones de manera democrática y regular la distribución de los excedentes y su reinversión en las actividades de la ESS. Se podrían añadir otras Leyes marcos en ESS. n. Poderes públicos y desarrollo de humano 75: 53-57, julio-septiembre 2013 53 características en dependencia de las particularidades socioeconómicas locales. En la actualidad, una visión como la anterior ha sido impulsada por un número creciente de organizaciones internacionales que han incluido la ESS en la agenda de conferencias internacionales e iniciativas de desarrollo. Desde 2009, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) puso en marcha su Plan de acción para la promoción de empresas y organizaciones de la economía social 1 y realiza una reunión anual de la Academia de la ESS.2 El Año Internacional de las Cooperativas, declarado por Naciones Unidas en 2012, tenía la intención de «poner de relieve la contribución de las cooperativas al desarrollo económico y su impacto en la lucha contra la pobreza, la creación de empleo y la inclusión social».3 El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha incorporado la economía social en su programa de formación. En mayo de 2013, el Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD) celebró una importante reunión en Ginebra, sobre el potencial y los límites de la ESS.4 Por su parte, la Unión Europea (UE) desde hace muchos años realiza acciones a favor de dicha economía. Tal resurgimiento de ese modelo económico en el ámbito internacional es resultado de la convergencia de varios fenómenos. Por un lado, las diferentes crisis que han sacudido el mundo —económica, financiera, alimentaria, medioambiental— han impuesto a las empresas la necesidad de revisar su hacer tradicional. Por otro, frente a los enormes desafíos que constituyen la falta de puestos de trabajo, los altos precios de los alimentos, la incapacidad de los estados nacionales para atender las necesidades básicas de su población, la creciente brecha entre ricos y pobres y los impactos —a menudo devastadores— de los modos de producción y consumo sobre el medioambiente, varios movimientos ciudadanos han promovido la creación de enfoques de desarrollo alternativo. Bajo diversas designaciones ha crecido esa economía al servicio de las comunidades, y se formó en las redes locales, nacionales, continentales e internacionales. La ESS brinda a los jóvenes la oportunidad para crear sus propias empresas y generar autoempleo, lo que es una vía hacia un trabajo decoroso. También ha demostrado ser eficaz en la organización de los trabajadores informales en su transición a la economía formal, pues sus empresas potencian el empoderamiento, la protección tanto de los obreros de la economía informal, como de las empresas.5 Aporta experiencias para trabajar con personas vulnerables, genera economías de escala y mejora la productividad y la rentabilidad. Además, fomenta el espíritu de empresa, la movilización de capital y aumenta la representación y poder de negociación de la sociedad civil. Basta pensar 54 Maude Brossard-Sabourin en las asociaciones mutuales de seguro de salud, grupos de microfinanzas o empresas sociales formadas para rehabilitar a las poblaciones desfavorecidas. En tiempos de crisis, la ESS se revela como una economía que resiste más que otras a los fracasos del mercado. Por ejemplo, en España, donde la tasa de desempleo llegó al nivel récord de 21% en 2011, el Ministerio de Trabajo confirma que las cooperativas de ese país han creado ocho mil nuevos puestos de trabajo en el primer semestre de 2012.6 El sector ha mostrado una fuerte resistencia sobre todo porque esas organizaciones, incrustadas en la economía local y la comunidad, se caracterizan por la participación de actores y ofrecen soluciones innovadoras a necesidades sociales urgentes no cubiertas. La co-construcción de políticas públicas Para permitir el pleno desarrollo de la economía social y solidaria, se necesita políticas públicas adecuadas e innovadoras en todos los niveles del gobierno (local, regional, nacional), en distintos sectores económicos y en grupos específicos (mujeres, juventud, comunidades culturales, etcétera). Un proceso de colaboración entre la sociedad civil y el gobierno para diseñar, desarrollar, implementar, evaluar y ajustar las políticas públicas permite a la ESS constatar su potencial, asegurar una mejor eficacia de las políticas; reducir la desalineación política, la incoherencia, los inflexibles enfoques programáticos «arriba-abajo» y los costos intermediarios. La insuficiente colaboración entre el gobierno y la sociedad civil se convierte en una barrera para el desarrollo de dicha economía. Ello aflora cada vez más en los debates entre profesionales, investigadores y encargados de formular políticas en numerosos países del Norte y del Sur. Desde hace varios años, en Quebec, nos hemos referido a la co-construcción de políticas públicas para describir un proceso de múltiples actores involucrados en la formulación de políticas que permitan el desarrollo de la ESS. En ese sentido, el diálogo y la negociación han sido esenciales para su crecimiento. Una experiencia bien conocida en la región es muestra del notable impacto de exitosas innovaciones colaborativas. La propuesta de una red de guarderías controladas por los padres, hace casi quince años, para lograr un mayor acceso al cuidado infantil, se tradujo en la creación de una red de empresas de economía social, hoy responsable de la mayoría de los servicios de guarderías educativas en la provincia (doscientos mil niños en mil centros sin fines de lucro). Con cuarenta mil trabajadores, esta red es el tercer empleador no público en la provincia. Aunque su gobierno invierte El plan de acción que sigue a la adopción de una ley marco es, de hecho, un elemento clave para la repercusión de las políticas públicas. Permite establecer mecanismos de rendición de cuentas a fin de que la ley pueda evolucionar con el tiempo y hacer evaluaciones del progreso. en estos centros para la primera infancia más de mil setecientos millones de dólares canadienses (CAD) al año (aproximadamente 85% de los gastos), varios estudios han demostrado que ello representa una medida de ahorro a mediano y largo plazos, debido a los beneficios económicos y sociales de estas instituciones para las familias.7 Leyes marcos Teniendo en cuenta su contribución al desarrollo social y económico sostenible, la ESS impone una amplia reflexión sobre las políticas públicas. Algunos países han adoptado serias transformaciones en la legislación de dicha economía a través de leyes marcos, para favorecer la co-construcción de políticas públicas. La ley marco define los principios generales de una materia, cuya aplicación le corresponde al sector ejecutivo mediante la utilización de su poder reglamentario. En economía social, una ley marco puede permitir el reconocimiento de la contribución de las empresas colectivas, asegurar su admisión en todas las instituciones y políticas gubernamentales y establecer un espacio permanente de diálogo con los gobiernos para lograr el desarrollo de nuevas políticas públicas. Entre 2011 y 2013, España, Grecia, Portugal, Ecuador y México han aprobado una ley marco en economía social y solidaria, mientras otros países, como Francia, Luxemburgo, Brasil, Argentina y la provincia de Quebec en Canadá, están preparando la suya.8 Reconocimiento legal e institucional Un gran desafío para las autoridades ha sido la necesidad de alcanzar un consenso sobre el concepto de economía social y solidaria. Debido a las diversas formas jurídicas de sus empresas (cooperativas, sociedades mutuales, asociaciones, fundaciones, empresas sociales u organizaciones basadas en la comunidad), las leyes marcos tienen la intención de establecer una legislación general. En esta perspectiva, pretenden mejorar el reconocimiento institucional y legal del sector siendo inclusivas; presentan la ESS como un conjunto, pero reconocen la diversidad de las organizaciones y formas legales que la conforman. Algunas también incluyen la obligación de mantener un registro nacional de empresas de ESS para evaluar su evolución. Tales leyes establecen, además, los principios que deben guiar las organizaciones de ESS: poner de relieve su carácter distintivo dentro del amplio panorama económico; anteponer las necesidades humanas, de la comunidad o del medioambiente a fines lucrativos; ser autónomas de los gobiernos u otras organizaciones; tener una participación voluntaria y abierta; aplicar procesos democráticos de toma de decisiones y de propiedad; y regular la distribución de los excedentes y su reinversión en actividades de ESS. En el caso ecuatoriano, el Artículo 4, que resume los principios rectores de las organizaciones que están bajo la ley ES, se establece como primer elemento el objetivo de contribuir al Sumak Kawsay (o «buen vivir») y al bien común. En segundo lugar, se afirma que el trabajo debe tener prioridad sobre el capital, y lo colectivo sobre lo individual. Además, las actividades deben ser guiadas por un comercio justo y un consumo ético y responsable, así como por la equidad de género, respeto a la identidad cultural, responsabilidad social y ambiental, y solidaridad.9 En la ley marco mexicana se especifica que las empresas de ESS deben trabajar para el beneficio mutuo y para la comunidad, incluida aquella en la que operan.10 En cuanto a la distribución de los excedentes, la ley portuguesa menciona que estos deben ser utilizados para alcanzar los objetivos de la organización de la ESS, de acuerdo con el interés general, y respetando la particularidad de cada una de las organizaciones.11 En el caso griego, esta se restringe: solo una parte de los excedentes puede repartirse entre sus miembros o empleados y el resto tiene que ser reinvertido en la organización.12 La adaptación de leyes marcos subraya también la contribución de la ESS para la sociedad. La ley portuguesa, por ejemplo, destaca su diversidad y constituye un potencial de respuestas innovadoras a los desafíos en los distintos niveles políticos. Diálogo permanente con los gobiernos Las diversas leyes marcos formalizan las bases para un permanente diálogo entre los gobiernos y los actores Leyes marcos en ESS. Poderes públicos y desarrollo humano 55 de la economía social y solidaria. Primero aclaran la relación entre ellos, y a menudo la función del gobierno es de liderazgo. Por ejemplo, la ley portuguesa pone de relieve el papel del Estado para facilitar el diálogo entre los organismos públicos y los representantes de la ESS a nivel nacional y europeo, al promover el entendimiento mutuo y la difusión de buenas prácticas. Así, las leyes marcos permiten un reconocimiento de los actores de la ESS. La portuguesa y la española establecen que sus entidades pueden organizarse libremente en asociaciones, sindicatos, federaciones o confederaciones, que representen y defiendan sus intereses. A su vez, también mediante estas leyes cada gobierno puede establecer comités consultativos. Por ejemplo, el ecuatoriano está compuesto por representantes de municipios, provincias, parroquias y organizaciones de ESS —federaciones de las unidades económicas populares y comunitarias, el sector asociativo y cooperativo, y el financiero popular y solidario. El Artículo 142 especifica el papel del Comité Interinstitucional: Será responsable de dictar y coordinar las políticas de fomento, promoción e incentivos, funcionamiento y control de las actividades económicas de las personas y organizaciones regidas por la presente Ley, con el propósito de mejorarlas y fortalecerlas. Asimismo, el Comité Interinstitucional evaluará los resultados de la aplicación de las políticas de fomento, promoción e incentivo.13 Estas formalidades aseguran a los actores ser reconocidos por el gobierno y les da la posibilidad de reivindicar políticas públicas adecuadas. Mecanismos de aseguramiento Algunos mecanismos pueden ser establecidos en las leyes marcos para garantizar que la ESS tenga el apoyo de políticas públicas para desarrollarse. La ley portuguesa dictamina que las organizaciones de ESS deben beneficiarse de un régimen fiscal favorable. En la española se menciona que en el plazo de dos años después de su entrada en vigor, el gobierno presentará una evaluación al Congreso, donde se analizarán y evaluarán los efectos y las consecuencias de la aplicación de esa ley. En Francia, donde una ley marco se está elaborando, el ministro de Economía Social propone incluir incentivos financieros para ayudar a los trabajadores a transformar las empresas en cooperativas.14 El plan de acción que sigue a la adopción de una ley marco es, de hecho, un elemento clave para la repercusión de las políticas públicas. Permite establecer mecanismos de rendición de cuentas a fin de que la ley 56 Maude Brossard-Sabourin pueda evolucionar con el tiempo y hacer evaluaciones del progreso. En Quebec, donde se espera la adopción de una ley marco para finales de 2013, los actores de la ESS han propuesto acciones para desarrollar políticas públicas a su favor; por ejemplo, facilitar el traspaso de empresas a los trabajadores y la accesibilidad a los mercados públicos de aquellas pertenecientes a la economía social. Conclusión En mayo de 2013, el director general de la OIT, Guy Ryder, afirmaba que la economía solidaria, orientada hacia la persona y su desarrollo, es una alternativa frente a la crisis económica internacional. Según Ryder, una muestra de la utilidad de este enfoque es que en los dos últimos años, Grecia, Ecuador, México, Portugal y España, sumidos en una intensa crisis, han adoptado mejoras en el marco legal de este tipo de economía a través de leyes marcos.15 El potencial de la ESS para el desarrollo socioeconómico de los pueblos ya no es cuestionado en diversas instancias internacionales; se conmina ahora a los actores de la sociedad civil a trabajar en favor de políticas públicas que favorezcan el impulso de esa economía democrática, sostenible y centrada en el ser humano. Notas 1. Organización Internacional del Trabajo (OIT), Plan de acción para la promoción de empresas y organizaciones de la economía social, disponible en www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---ed_emp/--emp_ent/---coop/documents/publication/wcms_185354.pdf. 2. OIT, «Academia de la economía social y solidaria», disponible en www.ilo.org/empent/Eventsandmeetings/WCMS_205980/ lang--fr/index.htm. 3. Organización de Naciones Unidas (ONU), Resolución 64/136 «Cooperativas en el desarrollo social», 18 de diciembre de 2009, disponible en www.un.org/ga/search/view_doc.asp?symbol=A/ RES/64/136&referer=http://www.un.org/fr/ga/64/resolutions. shtml&Lang=S. 4. Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social, «Potencial y límites de la economía social y solidaria», disponible en www.unrisd.org/80256B3C005BD6AB/ (httpEvents)/513E84D6BA2D56EEC1257AFA00469157?OpenD ocument. 5. OIT, «Economía social y solidaria: nuestro camino común hacia el trabajo decente», disponible en www.ilo.org/empent/units/ cooperatives/WCMS_166369/lang--es/index.htm. 6. «Las cooperativas crean 8 000 nuevos empleos en España», Recma, 23 de mayo de 2013, disponible en http://recma.org/ node/3451. 7. «Rendement des investissements publics dans le réseau des CPE», Association des Centres de la Petite Enfance, Quebec, 2007, disponible en www.aqcpe.com. 8. Para acceder al contenido de las leyes marcos en todos los continentes y seguir las que están en proceso de adopción, véase el sitio web de RELIESS (http://reliess.org/ley-marco/?lang=es), cuyo objetivo es ofrecer información sobre las políticas públicas en ESS, con énfasis en las colaboraciones entre la sociedad civil y el sector público que permiten el desarrollo de experiencias innovadoras a nivel internacional. 9. Véase «Ecuador: Ley orgánica de la economía popular y solidaria y del sector financiero popular y solidario», 13 de mayo de 2011, disponible en www.centrocultural.coop/blogs/cooperativismo/ wp-content/uploads/2011/05/ley-ecuador.pdf. 10. Véase «Ley de economía social y solidaria», 6 de junio de 2010, disponible en www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LESS.pdf. 11. Véase «Ley de Bases de la economía social», 13 de mayo de 2013, disponible en www.reliess.org/centredoc/upload/Projeto_ de_Lei__13_03_2013Portugal.pdf. 12. Véase «The Social Economy in the European Union», 18 de noviembre de 2011, disponible en www.keko.gr/aimages/ FEK_216_2011_(N.4019_Nomos_Koinonikis_Oikonomias).pdf. 13. Véase «Ecuador: Ley orgánica…», ob. cit. 14. Véase «France : le texte d’avant-projet de loi», 10 de abril de 2013, disponible en www.reliess.org/centredoc/upload/avantprojet_de_loi_ess_9_avril_2013France.pdf. 15. Guy Ryder, «La OIT presenta a la economía solidaria como una opción frente a la crisis», El Mercurio Online, 5 de mayo de 2013, disponible en www.emol.com/noticias/ economia/2013/05/06/597077/la-oit-presenta-a-la-economiasolidaria-como-una-opcion-frente-a-la-crisis.html. , 2013 Leyes marcos en ESS. Poderes públicos y desarrollo humano 57 Para un crecimiento inclusivo: empresas no estatales responsables en Cuba Rafael Betancourt Profesor. Colegio Universitario San Gerónimo, Universidad de La Habana. Julia Sagebien Profesora. Universidad de Dalhousie, Canadá. L a búsqueda de lecciones prácticas y teóricas que pudieran contribuir a revaluar el modelo de desarrollo cubano ha llevado a académicos y decisores a examinar diversas experiencias foráneas. Cualesquiera sean sus aportes, el modelo que se adopte deberá enfrentar la siguiente interrogante: ¿Cómo aprovechar las fuerzas del mercado de manera que: 1) generen crecimiento económico, 2) se controlen las disparidades que acompañan los procesos de transición, 3) se mantenga suficiente cohesión política para su rápida implementación, 4) se establezca un nuevo socialismo con mercado, basado en unidades económicas autogestionadas y diferentes formas de propiedad, que interactúen dentro de una economía planificada? Este artículo propone analizar dos conjuntos de prácticas: el de las economías sociales y solidarias (ESS), compuesto por empresas socialmente responsables (ESR), y el de los modelos de desarrollo de mercados inclusivos (DMI). Un examen cuidadoso de su aplicación de forma integrada es de máxima relevancia para Cuba, pues parte de ambos enfoques ya se están aplicando en la Isla en condiciones ad hoc. Puesto que el sector no estatal está llamado a jugar un papel importante en el nuevo modelo cubano de desarrollo es válido preguntarse si las empresas no estatales podrán convertirse en empresas socialmente responsables e impulsoras de la economía social y solidaria en Cuba.1 Definiciones, orígenes, aplicaciones Las ESS son, en esencia, sistemas macroeconómicos compuestos por organizaciones solidarias que 58 Rafael Betancourt y Julia Sagebien n. 75: 58-65, julio-septiembre de 2013 desempeñan actividades empresariales para lograr sus objetivos sociales y ambientales. Pueden abarcar, además de sociedades mutualistas y cooperativas no lucrativas, independientes del gobierno, otras formas de empresa, incluidas las estatales y privadas lucrativas, siempre que mantengan objetivos sociales y/o ambientales.2 En América Latina, este término y el de economía popular y solidaria (EPS) se utilizan indistintamente aunque en esa última el sector informal suele tener un peso mayor, a diferencia de las ESS en países desarrollados.3 Las ESR —empresas individuales que aspiran a metas sociales y ambientales, con o sin objetivos de gestión o propiedad solidaria— emplean como herramienta de gestión el «triple balance empresarial»: financiero, social y ambiental. Con frecuencia se las califica como «emprendedores sociales» o «empresa social».4 En países capitalistas, la economía social y solidaria y sus ESR son creadas principalmente por individuos y organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, dependen de relaciones estratégicas con el Estado y los sectores privados. El desarrollo de mercados inclusivos (DMI) abarca políticas y estrategias que extienden a los pobres, y otras personas excluidas, las oportunidades que ofrecen los mercados a los productores, consumidores y trabajadores. Las políticas asociadas al DMI encaran las barreras de carácter institucional y financiero, la de carencia de infraestructura o acceso a cadenas de valor, y de conocimiento y capacidades. Dichas políticas surgen mayormente de agencias de desarrollo internacional en conjunto con gobiernos nacionales, aunque, dado su impacto sobre barreras económicas sistémicas, su éxito depende del apoyo y participación del sector privado y el protagonismo de la sociedad civil. Las ESS y el DMI aparecen en las naciones capitalistas como respuesta al fracaso del mercado por lograr crecimiento inclusivo y desarrollo sostenible, y a las «brechas de gobernabilidad» abiertas por las capacidades disminuidas de un Estado menguado. El enfrentamiento a impactos sociales y ambientales negativos surge principalmente desde las comunidades y los gobiernos progresistas, con el apoyo de universidades y centros de investigación donde se desarrollaron teorías de innovación social. En Cuba, la responsabilidad social y la solidaridad constituyen la razón de ser de la actividad económica con predominio del sector estatal y son promovidas desde el gobierno central «de arriba hacia abajo». El acercamiento a las experiencias de ESS en el sector no estatal es un fenómeno reciente,5 a partir de los cambios en el modelo económico que, según Rafael Hernández, director de la revista Temas, tienden a la descentralización y participación; la concepción de la propiedad social como algo distinto de la estatal; la ampliación del sector no estatal […] no solo en la pequeña empresa privada, sino sobre todo en las formas de producción y distribución cooperativas; la superación del paternalismo estatal y de lo que se ha dado en llamar el «igualitarismo»; el reforzamiento del orden jurídico y el papel fundamental de la ley en el funcionamiento de las instituciones del sistema; el reconocimiento a la legitimidad de todos los ingresos surgidos del trabajo.6 ESS y ESR en el ámbito político cubano La Actualización no es un abandono del socialismo. Por tanto, los discursos de ESS y ESR son muy relevantes para el contexto cubano. Las empresas no estatales no son controladas directamente por el Estado. Incluyen negocios privados, cooperativas agropecuarias y de producción y servicios no agrícolas, y «trabajadores por cuenta propia» (TCP). Según el discurso oficial, dentro de esta última categoría se encuentran trabajadores autónomos o autoempleados (que no contratan mano de obra), la microempresa (unidades económicas privadas que contratan mano de obra asalariada), y las PyME (pequeñas y medianas empresas privadas, de acuerdo con el nivel de facturación, número de personas contratadas y volumen de activos fijos).7 En Cuba se exploran vías alternativas para desarrollar a través de organizaciones sociales autogestionarias el sector no estatal y una ESS de orientación socialista. El nuevo modelo pretende conservar en manos públicas el grueso de la propiedad de los medios de producción, y transferir a manos privadas —principalmente por medio de la cooperativa— la gestión de las producciones y servicios no estratégicos. Según algunos economistas, la cooperativa es la forma ideal de organización social autogestionaria para el modelo cubano actualizado, porque: es consistente con el marco teórico y valores del socialismo (propiedad común solidaria, preocupación por el bienestar colectivo más allá del beneficio individual y dinámicas perniciosas entre empleados y empleadores, etc.); puede acatar las directivas de una economía centralmente planificada y responder a las exigencias de iniciativas de desarrollo local; es socialmente responsable, y consagra los atributos de solidaridad y gestión democrática, con mecanismos internos para contrarrestar la corrupción, no obstante la necesidad de una supervisión estrecha del Estado.8 Sin embargo, está por comprobarse si en la práctica una economía de tradición verticalista y planificación centralizada como la cubana puede desarrollar estilos de dirección consultivos e inclusivos que fomenten economías solidarias. El cambio en la cultura política y administrativa deberá propiciar la transformación del papel del Estado de «implementador» a «facilitador». Como las ESS y sus ESR surgen con más facilidad de abajo hacia arriba, Para un crecimiento inclusivo: empresas no estatales responsables en Cuba 59 este tendrá que aprender a crear mayor espacio para la gestión independiente y autónoma de las empresas no estatales. Ese ámbito operativo deberá ser respetado (para promover la eficiencia) y propiciado a través de políticas de incentivos (para compensar por las complejidades adicionales de operar una empresa de triple balance). Afortunadamente, la nueva dimensión que la esfera local y comunitaria ha ganado como componente del desarrollo económico territorial contribuye a la descentralización estatal, mayor participación comunitaria, visibilidad e intercambio intersectorial de conocimientos. Quizás el encuentro mayor entre el enfoque de ESS y DMI y la Actualización cubana es la preocupación de ambos por el bienestar socioeconómico de los ciudadanos. Los dos privilegian la mejora de las condiciones de vida de la población, y buscan soluciones de mercado novedosas. Dichos enfoques nacen del agotamiento de sistemas económicos convencionales para generar, al mismo tiempo, suficiente crecimiento e inclusión. Asimismo, consideran que formalizar la economía informal resulta clave a fin de conseguir estos objetivos. Sin embargo, el entorno regulatorio, las condiciones de la demanda interna, y el balance comercial externo que enfrentan son muy diferentes. Las dificultades asociadas a la escasez de insumos se pueden resolver con más facilidad que las derivadas de una mentalidad y una práctica de cincuenta años, y de la incertidumbre sobre el impacto que los cambios pudieran acarrear sobre las relaciones entre el aparato estatal y los grupos sociales emergentes de ciudadanos/ empresarios y sus financistas. La falta de espacios para actuar independientemente del Estado, unida a la desconfianza hacia la concentración de ingresos en manos privadas, y el fortalecimiento de esos grupos, pueden obstaculizar de manera continuada el surgimiento de una economía empresarial pujante, así como de la ESS. En este contexto, ¿cómo pueden las empresas no estatales convertirse en socialmente responsables e impulsar la economía social y solidaria? 2. Crear vínculos con sectores que operan en CUC y CUP. Ante todo, Cuba tendrá que contar con un sector empresarial no estatal viable y rentable. Ello pudiera lograrse del siguiente modo: Cadenas de valor y vínculos de mercado entre las empresas no estatales y sectores con capacidad de compra deben ser fomentados con rapidez. Ello incluye establecer cadenas de suministro con las entidades estatales, el sector interno y el externo que operan en pesos convertibles (CUC), e incluso con grandes sectores urbanos que realizan sus operaciones en pesos no convertibles (CUP). Se necesitan sistemas de apoyo especialmente diseñados, e intermediarios (por ejemplo, grupos comerciales y sistemas de control de calidad), para facilitar la creación y aglomeración de empresas y aumentar su peso relativo en el mercado. Ya ha comenzado el suministro directo al turismo (a hoteles, restaurantes) por parte de cooperativas agropecuarias, y la posibilidad de que las empresas estatales y las entidades públicas contraten los servicios de trabajadores privados. El Estado pudiera impulsar a los socios extranjeros de expresas mixtas, en particular en la minería, la energía y el turismo, a convertirse en promotores y adoptar en Cuba las estrategias de «responsabilidad empresarial» a favor de los más necesitados que algunos de ellos practican en otras partes del mundo. 1. Impulsar una planificación y una gestión económica territorial que tomen en cuenta el sector no estatal. 3. Modernizar y abrir el sector de las finanzas empresariales. Según los Lineamientos,9 primará la planificación, teniendo en cuenta el mercado, mediante nuevos La estructura cubana de servicios financieros al sector empresarial necesita de ampliación y modernización.10 Paso 1 (adelante): Políticas públicas en pro de las empresas no estatales 60 métodos, que cambiarán las formas de control sobre la economía y la gestión de las entidades: se reducirá el peso de los mecanismos administrativos, se aplicarán otros de carácter económico-financieros, y se establecerá una jerarquía de planes territoriales que potencien el desarrollo local. Las políticas y estrategias multisectorales asociadas con el DMI están diseñadas para desbloquear las trabas al funcionamiento eficiente de los mercados de base, tanto como para formalizar los intercambios económicos del mercado informal. Durante mucho tiempo se han utilizado en Cuba métodos de planificación estratégica para el desarrollo local y comunitario, aunque sin tomar en cuenta el sector no estatal. Considerar el sector no estatal implica diagnosticar sus necesidades y potencialidades, sus impactos sociales y ambientales; valorar su real y posible contribución al ingreso y empleo; fomentar cadenas de suministro y valor que incluyan todo tipo de empresas. Este enfoque integral para aprovechar al máximo los recursos endógenos permitiría desatar fuerzas de producción y desarrollo locales notables que, entre otros beneficios, pudieran reducir los plazos y montos para ejecutar inversiones públicas. Rafael Betancourt y Julia Sagebien La Iniciativa Municipal de Desarrollo Local (IMDL), del Ministerio de Economía y Planificación (MEP), es un programa de microcréditos para empresas estatales locales interesadas en acometer proyectos que contribuyan a las estrategias de desarrollo elaboradas por los gobiernos municipales, sustituir importaciones, aumentar la capacidad de gerencia y fortalecer las cadenas de valor y producción locales. No obstante, en la actualidad ese mecanismo excluye las empresas no estatales, pues los préstamos son en moneda convertible y ellas solo pueden tener cuentas bancarias en CUP. Tampoco existe la posibilidad de que las iniciativas que sustituyen importaciones reciban CUC por ello y devuelvan los préstamos en esa moneda. Como Cuba no es miembro del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), tiene poco acceso a capitales para el desarrollo.11 Además, apenas cuenta con crédito comercial y soberano. Por tanto, se requerirán otros tipos y fuentes de capital de inversión y desarrollo. Para ello debe explorarse la factibilidad de crear empresas mixtas con organizaciones internacionales de microfinanzas e inversiones de impacto. En 2011, se incrementó y diversificó la oferta de crédito a personas naturales: trabajadores privados, agricultores pequeños y a quienes desean construir o reparar sus viviendas y adquirir bienes personales. Sin embargo, dichos créditos solo se otorgan en CUP y no se puede poner en garantía la vivienda, por lo que los trabajadores privados apenas han aprovechado esta posibilidad de obtener capital de inversión, y se han apoyado más en ahorros y en remesas procedentes del exterior. Hasta ahora el Estado cubano ha asumido con reserva las remesas, entre otras razones por la falta de control sobre la inversión y fuentes de crédito que estas representan. Debe ser una prioridad incrementar, manejar y apalancar dichas remesas para el desarrollo y crecimiento empresarial de manera aceptable, tanto para el país como para los emisores. Asegurar la transparencia de los flujos financieros facilitaría la estimación y recaudación de impuestos. 4. Establecer nuevos marcos legales. En las naciones capitalistas existen marcos legales para empresas y microempresas sociales (empresas de beneficio), mecanismos establecidos por el Estado como parte de su política económica (beneficios fiscales, acceso preferencial a créditos, etc.), y programas privados de certificación (corporación B) que, de integrarse, pueden estimular el desarrollo de empresas no estatales rentables y sostenibles que incorporan la responsabilidad social desde sus inicios. Cuba pudiera convertirse en una singular incubadora de estos modelos de innovación empresarial. Constituye un antecedente el hecho de que algunas cooperativas ya incluyen en sus estatutos y reglamento interno la obligatoriedad de cumplir con la responsabilidad social y han establecido como norma la realización del balance social, así como la presentación del informe anual de la gestión social a los asociados y a la comunidad. Paso 2 (adelante): Promover la responsabilidad social de las empresas no estatales Si el Estado cubano permite que se arraiguen las medidas esbozadas en el Paso 1, algunas empresas no estatales pudieran establecerse como ESR o ser alentadas a transformarse en empresas sociales. Para ello sería útil: 1. Propiciar redes de conocimiento y foros sobre ESS y ESR. Incipientes investigaciones académicas e indagaciones sobre los trabajadores autónomos cubanos indican que estos carecen de conocimiento acerca de la ESR y cuando practican algunos de sus preceptos es de forma espontánea, motivados en muchos casos por los valores socialistas que han adquirido en la familia y la comunidad.12 Se impone que la academia y las organizaciones profesionales y de cooperativistas investiguen al respecto, como paso previo para caracterizar, orientar, facilitar y promover la ESR. Pudieran fomentarse redes de empresas no estatales socialmente responsables que promuevan las buenas prácticas, en espacios donde confluyan sus pares, como la asociación de campesinos (ANAP), las de técnicos y productores agropecuarios (ACPA, ACTAF, ATAC), las de economistas, arquitectos, ingenieros, escritores y artistas (ANEC, UNAICC, UNEAC), la recién creada Red de Ciudades Patrimoniales,13 entre otros. 2. Agilizar la creación de nuevas cooperativas en sectores no agrícolas y adoptar modelos de la ESS. La forma de empresa no estatal más favorecida, en cuanto a marco legal e impositivo, y la predominante, según la política oficial deberá ser la cooperativa —de primer, segundo y tercer grados. Podrá negociar con otras, con individuos y entidades estatales, y fijar precios libremente, excepto en aquellos casos que «el Estado determine».14 El gobierno cubano arrendará establecimientos gastronómicos y de servicios para que sus empleados los gestionen bajo el régimen de cooperativa. Estrategias explícitas de ESS pudieran fomentar en esas entidades, desde su formación, conciencia y estímulos hacia el ejercicio de la responsabilidad social. Para un crecimiento inclusivo: empresas no estatales responsables en Cuba 61 Las empresas no estatales pueden convertirse en socialmente responsables, impulsoras de la economía social y solidaria en Cuba, lo cual equivale a construir el socialismo; pero solo si al sector no estatal se le permite crecer mucho más rápido que ahora, y si la responsabilidad social se convierte en política transversal, pública y privada. La experiencia de las franquicias en países capitalistas ofrece ejemplos útiles y formatos prelaborados para la transformación de servicios estatales en cooperativas.15 Esa modalidad aumenta la tasa de éxito empresarial al reducir los costos de los insumos y brindar sistemas sencillos y paso-a-paso de administración. En esencia, cualquier mercado que se presta a franquicias puede servirse de cooperativas de primer, segundo y tercer grados, y modificar el régimen de propiedad de franquicia privada a colectiva. 3. Resolver cuellos de botella mediante la cooperativa. Las mayores dificultades en el desarrollo de empresas sociales y cooperativas serán similares a las del sector no estatal en general: limitado acceso a financiamiento, al mercado mayorista y a redes de transporte y distribución. Las cooperativas que agrupan a consumidores y las de productores que se unen para comprar al por mayor pudieran aliviar cuellos de botella generados por la escasez de productos. Algunos expertos sugieren la introducción en Cuba de cooperativas concesionarias, donde gran número de comerciantes minoristas son también dueños de la empresa mayorista en varios sectores de la economía.16 Este modelo de cooperativa puede resultar decisivo en la conversión de comercios estatales en empresas gestionadas por sus trabajadores. 4. Promover activamente proyectos de ESR. Se puede contribuir a la agenda estatal de seguridad alimentaria y sustitución de importaciones a través de estrategias de ESR a favor de los productores locales no estatales. El poder adquisitivo del sector turístico es clave en estos esfuerzos. La actual política de impulsar las ventas directas por parte de cooperativas agropecuarias a los hoteles y restaurantes vinculados al turismo es un paso en esa dirección. Además de desarrollar proyectos internacionales con los socios comerciales e inversionistas existentes, se pudiera atraer nuevos socios con interés de practicar estrategias de ESR. Por ejemplo, la empresa Nestlé, presente en Cuba, apoya el sector cafetalero en varios países, y pudiera ser invitada a establecer un programa piloto en la Isla. Cadbur y Cocoa Partnership, una iniciativa multisectorial diseñada para asegurar un medio de vida sostenible a millones de productores 62 Rafael Betancourt y Julia Sagebien de cacao en el mundo, pudiera incorporar productores cubanos. 5. Aprovechar la infraestructura educacional cubana para masificar la educación empresarial. La formación técnica y empresarial es un componente clave de numerosas redes internacionales de ESS y ESR. En Cuba se puede hacer mucho más para brindarla, de manera práctica, a trabajadores autónomos que se convierten en empresarios, enseñarles las herramientas básicas para el éxito empresarial y promover la ESR. Una de las necesidades apremiantes es desarrollar programas para insertar a la juventud en el nuevo modelo económico. La educación tecnológica es parte integral del sistema educacional cubano y muchos la ven hoy como una vía rápida para acceder al trabajo por cuenta propia. Pero el alcance del Estado para este sector, como otros, es reducido, pues no es capaz de satisfacer todas sus necesidades. La Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC) imparte, desde 2012, cursos sobre contabilidad, finanzas y control de los recursos a representantes del sector no estatal de la economía. Comenzó capacitando a cobradores-pagadores y tenedores de libros (contadores) que brindan servicios a trabajadores y pequeños empresarios privados. Además de explicar los aspectos generales del modelo de gestión económica, los profesores intentan fortalecer los valores humanos y de comportamiento social del nuevo empresario, en aras de que asuma una adecuada conducta ética.17 Se pudieran crear pequeñas escuelas de oficios con adiestramiento y trabajo pagado, bajo el modelo de cooperativa, financiadas por el Estado o los gobiernos locales (directamente o a través de incentivos fiscales) en alianza con empresas no estatales. 6. Aprovechar los aprendizajes de las ESR piloto cubanas. En el movimiento cooperativista de la Isla existen múltiples ejemplos de responsabilidad social que esperan por un estudio sistemático y profundo. El ambiente propicio creado por los programas de desarrollo local, así como los esfuerzos de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHCH), han generado emprendedores, inspirados por sentimientos espontáneos de solidaridad hacia sus vecinos y compañeros de trabajo, y un sentido de pertenencia comunitaria, aunque desconozcan el concepto y los principios de la economía solidaria o el movimiento que la promueve. Entre las nuevas ESR privadas asentadas en La Habana Vieja están el restaurante La Moneda Cubana, que patrocina un proyecto comunitario para capacitar en oficios gastronómicos a jóvenes desvinculados y ayuda a los graduados a encontrar empleo; y el salón Artecorte, sede del museo dedicado a la historia de la barbería en Cuba, y auspiciador de varios proyectos sociales, entre ellos una escuela de peluquería donde jóvenes del barrio aprenden las destrezas del oficio y los valores de la solidaridad. El Billar de Pancho, en el rudo barrio habanero de El Canal, en el municipio Cerro, promueve el deporte sano, y a la vez imparte clases gratuitas a niños y a personas desempleadas, incluidos exreclusos. De igual modo, el documental Razones, de Lizette Vila, muestra a emprendedores privados socialmente responsables.18 Otras experiencias también aguardan y merecen ser promovidas y replicadas, como las patrocinadas por el Centro Memorial Martin Luther King Jr., el Centro de Intercambio y Referencia Iniciativa Comunitaria (CIERIC), y la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (UNAICC).19 7. Aprovechar el capital social de las comunidades. En el surgimiento de las empresas que forman las economías sociales solidarias frecuentemente intervienen factores asociativos naturales como familia, raza, género, edad. Así ocurre con las del Barrio Chino de La Habana, que muestra un sector empresarial informal afianzado, exitoso, muy emprendedor, y beneficiado con recursos de la comunidad china de ultramar.20 E xisten ot ras re des infor ma les, a lgunas transnacionales, que merecen ser reconocidas y respaldadas. Por ejemplo, el proyecto cultural Cabildo Quisicuaba, que por su buen trabajo comunitario cuenta con el respaldo del gobierno municipal de Centro Habana, integra una red internacional de cabildos de afrodescendientes. 8. Desarrollar empresas socialmente responsables en el sector de servicios sociales. En otros países las ESR son bastante comunes en el sector encargado del cuidado de ancianos y enfermos, instrucción y adiestramiento, servicios del hogar, etc. El Estado cubano solo está comenzando a permitir el trabajo por cuenta propia en esa esfera, y con muchas limitaciones, para no alentar la privatización de servicios públicos insignes como la salud y la educación. Sin embargo, la empresa no estatal puede ser un complemento. Ahora que la salud pública cubana se preocupa por reducir el costo de sus servicios, sin disminuir la calidad, sería oportuno analizar cuáles de ellos pudieran encargarse o subcontratarse a dichas empresas. Pequeñas cooperativas podrían asumir el cuidado de ancianos, incluidos aquellos que emigraron y luego, ante la crisis económica y las reducciones en las compensaciones para adultos mayores en sus países de residencia, deciden regresar a Cuba a vivir el resto de sus años. Esto constituye una oportunidad de percibir ingresos, enmarcados en el concepto de «turismo de salud». Algunas de estas cooperativas pudieran armarse como corporaciones B, y establecer en sus estatutos que una parte de las utilidades se dediquen a la capacitación de trabajadores del sector y /o al cuidado de ancianos sin ahorros o ingresos suplementarios. 9. Fomentar la solidaridad a través de formas de propiedad no colectivas. No todas las empresas pueden prosperar como cooperativas. Por tanto, deben promoverse otras formas de «socializarlas» y crear mecanismos solidarios. Esquemas de peer lending comunes fuera de Cuba en el microcrédito brindan servicios financieros sobre la base de la solidaridad de grupo. Estos esquemas permiten a dueños de pequeños negocios asociarse para hacer frente a una deuda común; vecinos y comunidades juntan recursos y solicitan crédito a sus compañeros para apoyar la creación de pequeñas empresas privadas y cooperativas. En Europa y Norteamérica son comunes los arreglos para compartir vehículos: las personas se asocian a una organización que administra una flota de autos y pagan por usarlos. También existen empresas que alquilan equipos y herramientas(para reparar automóviles, o de construcción), o brindan servicios industriales o empresariales que requieren de equipamiento específico (ej. copiadoras, limpiadoras, etc.), aportado por los socios. Algunas de las nuevas cooperativas cubanas se han creado partiendo de empresas estatales que arriendan los medios a sus trabajadores, ahora organizados en cooperativas, como es el caso de microbuses para el transporte urbano, conocidos como «ómnibus ruteros». 10. Propiciar mayor apoyo de ONG internacionales hacia las ESR y ESS. Agencias multilaterales y bilaterales de ayuda al desarrollo como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), la Agencia Para un crecimiento inclusivo: empresas no estatales responsables en Cuba 63 Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (ACDI); así como otras ONG extranjeras, entre ellas CARE, Oxfam y la fundación Mondukide, han apoyado numerosas iniciativas de ESS propuestas por organizaciones de la sociedad civil, cooperativas agropecuarias y gobiernos locales en Cuba. Para que la cooperación internacional beneficie a otras empresas no estatales, por ejemplo las nuevas cooperativas no agrícolas, se requiere una apertura adicional del gobierno cubano a este tipo de ayuda y a la cooperación con ONG locales.21 Antes de que esto pueda suceder a gran escala, la legislación y la política hacia las asociaciones tendrán que ser «actualizadas». Desde 1996 rige una moratoria en la aprobación de nuevas asociaciones en Cuba. La legislación actual es fragmentada, incompleta y anacrónica, favorece la estabilidad de «élites asociativas» y otorga demasiados poderes discrecionales a los órganos de relación gubernamentales.22 Paso 3 (hacia atrás): Devolver el protagonismo a otros actores Las experiencias de ESR y ESS en el mundo demuestran que la sociedad civil debe ser el principal actor en la formación de empresas, y el Estado esencialmente un facilitador. Los dirigentes y planificadores cubanos deben resistir la tentación de controlar e intervenir directamente en el sector no estatal, los empresarios deben gozar de autonomía. En lugar de ser de «arriba hacia abajo», el paradigma de gestión debería ser de «abajo hacia arriba». Por ejemplo, existe gran cantidad de conocimiento empresarial acumulado en el sector informal y en las cooperativas agropecuarias. Ayudaría al éxito de las nuevas empresas no estatales si esas entidades pudieran contribuir a trazar e implementar políticas estatales favorecedoras del desarrollo empresarial. Descentralizar el poder político y económico hacia los gobiernos locales, municipios y comunidades, permitirá aprovechar mejor los recursos endógenos, en beneficio del desarrollo territorial y responder a las necesidades sociales a partir de los ingresos fiscales generados. «Esa es la raíz y esa es la sal de la libertad: el municipio», aseveró José Martí.23 Las experiencias que se llevan a cabo en las nuevas provincias de Artemisa y Mayabeque pueden alumbrar el camino. Toca a los trabajadores privados y a las empresas no estatales, en primer lugar, cumplir con sus compromisos legales y fiscales —deber cívico que no están acostumbrados a acatar—, así como con las políticas y planes integrales trazados por el Estado en función de una estrategia nacional de desarrollo. 64 Rafael Betancourt y Julia Sagebien Conclusiones La adopción de un modelo hecho a la medida de la economía social y solidaria fundamentada en un sector de las empresas no estatales nutrido por políticas de desarrollo de mercados inclusivos brindaría a Cuba diversos beneficios: • Políticas diseñadas para abordar las externalidades socioambientales del crecimiento económico a través de la responsabilidad social empresarial de todas las formas de propiedad. • Vinculación de todos los sectores económicos y formas de propiedad a redes empresariales que pueden generar resultados de triple saldo positivo (económico, social y ambiental). • Valioso apoyo internacional materializado en recursos financieros, know-how y acceso a mercados. • Las empresas sociales pueden ser rentables a través de sus ingresos y de ese modo aliviar las finanzas públicas en áreas como la provisión de servicios sociales y ambientales. • Desde la perspectiva de la eficiencia empresarial, la variedad de ejemplos de empresas y sistemas de responsabilidad social sugiere que no es necesario depender exclusivamente de estructuras de propiedad cooperativa para mantener los valores de socialismo y solidaridad. Las empresas no estatales pueden convertirse en socialmente responsables, impulsoras de la economía social y solidaria en Cuba, lo cual equivale a construir el socialismo; pero solo si al sector no estatal se le permite crecer mucho más rápido que ahora, y si la responsabilidad social se convierte en política transversal, pública y privada. El gobierno cubano está dando forma a su modelo económico «actualizado». Cuando este sea revelado, veremos cuán profundamente los principios de ESS, la ESR y el DMI han sido incorporados, y si la opinión pública aboga por una mayor presencia de ellos. La actual apertura del mercado interno cubano, dentro del marco socialista, representa una excepcional oportunidad para promover la creación de una economía social y solidaria viable a nivel nacional, proceso que, a pesar de enormes retos y dificultades, ya ha empezado a ocurrir. Notas 1. Una versión más extensa y detallada de este artículo, con una bibliografía amplia y referencias a portales especializados, será publicada en inglés bajo el título «Socially Responsible Non-State Enterprises: A Key to Inclusive Growth», en Claes Brundenius y Ricardo Torres Pérez, comp., No More Free Lunch: Reflections on the Cuban Economic Reform Process and Challenges for Transformation, Springer Verlag, Nueva York (en proceso de edición). 2. Véase Academia de Economía Social y Solidaria de la Organización Internacional del Trabajo, «Social and Solidarity Economy : Our Common Road Towards Decent Work», Reader for the ILO Academy on Social and Solidarity Academy, Organización Internacional del Trabajo, 2011, y los sitios web del Centro Internacional de Referencia y Redes de Políticas Públicas para la Economía Social y Solidaria, RELIESS (http:// reliess.org/about/?lang=en), y de Chantier de l’economie sociale (www.chantier.qc.ca). 3. El término EPS (acuñado en Ecuador) se aplica al sistema económico que integra formas organizativas públicas, privadas, mixtas, populares y solidarias; e incluye asociativos, cooperativas, unidades económicas populares (UEP) y el sector comunitario. 4. Véanse los siguientes sitios web: The Social Venture Network (www. svn.org), The Global Impact Investment Network (www. thegiin.org), Microcredit Summit (www.microcreditsummit.org), Fair Trade International (www.fairtrade.net), B Corps (www. bcorporation.net), Instituto ETHOS (www.ethos.org.br), The Skoll Foundation (www.skollfoundation.org), Ashoka (www.ashoka.org) y Fundación AVINA (www.avina.net). 5. Desde finales de 2010, organizaciones cubanas e internacionales han trabajado de manera conjunta en el proyecto denominado «Responsabilidad social empresarial, desarrollo local en Cuba» (ESRDLC), para fomentar el diálogo sobre este tema mencionado anteriormente. 6. Rafael Hernández et al., «¿Hacia dónde va el modelo cubano?», Espacio Laical, a. VII, n. 25, La Habana, enero-marzo de 2011, p. 4, disponible en http://espaciolaical.org/contens/25/2447.pdf. 7. Luis del Castillo Sánchez, «Las EPS y los emprendimientos dentro del sector no estatal», Facultad de Economía, Universidad de La Habana, 2013. 8. Camila Piñeiro Harnecker, Cooperativas y socialismo: Una mirada desde Cuba, Editorial Caminos, La Habana, 2011. 9 . Véase Partido Comunista de Cuba, Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución (Resolución del VI Congreso del PCC), junio de 2011, disponible en www.congresopcc.cip.cu. 10. Pável Vidal, «Microfinance in Cuba», en Colloquium Economic Transformation in Cuba, The Cuba Project/Bildner Center for Western Hemisphere Studies, 2012. 11. Richard E. Feinberg, «Reaching Out: Cuba’s New Economy and the International Response», Latin America Initiative at Brookings, 2011, disponible en http://thecubaneconomy. com/wp-content/uploads/2011/11/Richard-E.-Feinberg-Cu bas-New-Economy-and-the-International-Response-BrookingsNovember-2011.pdf. 12. Véase Razones, Proyecto Palomas/ICAIC, 2013 (dir. Lizette Vila), en el cual se entrevista a un grupo de empresarios privados. 13. Véase Ministerio de Justicia, «Acuerdo del Consejo de Estado», Gaceta Oficial, v. CXI, n. 10, La Habana, febrero de 2013, pp. 417-9. 14. A partir del 1º de julio de 2013, comenzaron a funcionar en el país, de manera experimental, 124 cooperativas en diversos sectores de la economía, como los mercados agropecuarios, la construcción, el transporte, los servicios técnicos y la recogida de desechos. De ellas, 112 surgen del sector estatal y 12 del no estatal. Se espera que muchas más sean aprobadas en los próximos meses. 15. La franquicia es la práctica de utilizar la concesión de derechos de explotación de un producto, actividad o nombre comercial, otorgada por una empresa a otra en una zona determinada. A cambio de la cesión, el franquiciador recibe una regalía o royalty. 16. En la red de ferreterías canadienses Home Hardware, los dueños de los comercios son, a su vez, socios de una gran cooperativa que logra economías de escala en compras mayoristas, publicidad, gestión de inventario y distribución, y sistemas de administración de tiendas. Véase Archibald Ritter, «The “Home Hardware” Cooperative Model and its Relevance for Cuba», 19 de octubre de 2011, disponible en www.thecubaneconomy.com/articles/2011/10/the-“homehardware”-cooperative-model-and-its-relevance-for-cuba. 17. En instituciones de la Iglesia católica en Cuba también se imparten cursos, entre ellas el Centro Pastoral La Salle, ubicado en la parroquia de Jesús del Monte, en La Habana, y el Centro Cultural Félix Varela, de la Arquidiócesis habanera, donde profesores de la Universidad Católica de Murcia y algunos cubanos ofrecen una maestría que «se propone formar profesionales con habilidades y conocimientos avanzados en el liderazgo empresarial, fundamentalmente en la gestión de pequeñas y medianas empresas». Véase IPS-Cuba, «Centro católico ofrece maestría en dirección empresarial», La Habana, 30 de junio de 2012, disponible en www.ipscuba.net/index.php?option=com_ k2&view=item&id=4661:centro-católico-ofrece-maestría-endirección-empresarial&Itemid=5. 18. El Grupo Prisma, de La Habana, forma en el arte del mosaico a jóvenes de la comunidad; la finca integral La Yoandra, ubicada en el municipio habanero de Arroyo Naranjo y premiada por el Programa Nacional de Agricultura Urbana, dedica parte de su producción a hogares de ancianos y a un jardín infantil que construyó con recursos propios; criadores de caballos brindan, en La Habana del Este, equinoterapia a niños discapacitados; productores de hortalizas de Villa Clara suministran vegetales a un hogar materno; artistas del barrio de Santo Ángel, en La Habana Vieja, hacen trabajo comunitario y ambientan la zona con su arte. Véase Razones, ob. cit. 19. Estas organizaciones han implementado proyectos piloto e iniciativas de ESS y ESR. Por ejemplo, el CIERIC apoya artistas y otros trabajadores de la cultura local para realizar actividades cuyos ingresos incidan en el desarrollo de sus comunidades. La UNAICC promueve la producción local de materiales de construcción, la edificación de viviendas de bajo costo, y la transformación de talleres y brigadas —creados al amparo de proyectos de colaboración internacional— en cooperativas autosuficientes. 20. Adrian H. Hearn, Cuba: Religion, Social Capital and Development, Duke University Press, Rawlings, 2008. 21. «La cifra total de ayuda económica [disponible para Cuba] es demasiado pequeña para tener un impacto macro sobre el crecimiento económico, pero a nivel micro, hay evidencia de que la ayuda internacional puede hacer la diferencia». Richard E. Feinberg, ob. cit., p. 7. 22. Rafael Betancourt, Civil Society in Cuba and Canadian Linkages, informe encomendado por la Embajada de Canadá, 2012 (inédito). 23. José Martí, «Un libro del Norte sobre las instituciones españolas en los estados que fueron de México» [El Partido Liberal, México, 25 de noviembre de 1891], Obras completas, t. VII, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1975, p. 60. , 2013 Para un crecimiento inclusivo: empresas no estatales responsables en Cuba 65 CONTRO S.O.S. valores ¿Existe realmente una crisis de valores? ¿Qué encubre esta formulación? ¿Tiene lugar solo en Cuba o se manifiesta globalmente? ¿Qué valores emergen y cuáles languidecen en la sociedad cubana actual? ¿Cómo esto se expresa en las generaciones jóvenes? ¿Qué hacer para rescatar valores esenciales? ¿Puede lograrse sin que cambien los modos de participación, las jerarquías establecidas? Una psicóloga, un maestro, un cantautor, un sacerdote y casi doscientas personas interesadas y «afectadas» discutieron el tema. ¿Valores en crisis? Monseñor Carlos Manuel de Céspedes Laura Domínguez Wilfredo Mederos Israel Rojas Raúl Garcés (Moderador) Raúl Garcés: Como indica el título de este panel de Último Jueves, vamos a estar conversando de valores. ¿Eso de la crisis de valores es nuevo?, ¿es un tema cubano o se manifiesta globalmente?, ¿es común que hablemos de crisis de valores cuando se producen momentos de cambio y de transición en las sociedades?, ¿cómo podemos encuadrar conceptualmente este tema? Laura Domínguez: Desde el punto de vida teórico, se concibe que es en la juventud, etapa en la que aparece una formación psicológica que denominamos «concepción del mundo», cuando se fijan los que pueden considerarse componentes complejos de la subjetividad humana. No quiere decir que se formen de golpe, siempre hay una historia precedente. Para mí, los valores son objeto de estudio de muchas disciplinas científicas. En el caso de la Psicología, los consideramos formaciones complejas de la subjetividad humana, con un fuerte contenido moral, y que determinan la actitud de una persona frente a su realidad, en sus relaciones con los otros, y que le van a servir también de patrón para valorarse a sí misma. Conocer el contenido de un valor, saber qué cosa es ser justo, honesto, solidario, patriota, no significa que seamos portadores de esas virtudes; hay que tener un sentido psicológico acerca del valor; debe operar como convicción para que realmente regule nuestra conducta, porque muchas personas son honestas por presión externa; piensan, por ejemplo: «no me voy a llevar esta taza porque me están mirando». En ese sentido, sería una honestidad provocada desde afuera y no una verdadera convicción. En Psicología la categoría crisis tiene dos acepciones: una negativa, referida a un momento de desestructuración; y, otra, como fuerza motriz del desarrollo. Las personas crecemos por nuestras contradicciones con el medio y con nosotras mismas, porque todos tenemos un ideal del yo, de lo que queremos ser, y no siempre nos comportamos de acuerdo con esa idea. Los valores tienen un condicionamiento sociohistórico, por tanto, habría que decir que no es un problema nuevo y sí es una cuestión global. Dado que hay una crisis económica mundial eso se está expresando en el plano de la subjetividad, de la conciencia social, porque la superestructura, de la que forman parte los valores, tiene una dependencia de la base. El hombre piensa como vive, no al revés, y para mí una de las tesis más importantes que postuló Carlos Marx fue que para hacer política, filosofía, arte, etc., el hombre primero debía comer, vestirse y tener un techo donde guarecerse. Esto puede explicar muy bien todas las contradicciones que tenemos hoy, por ejemplo, en la educación de los jóvenes. * Panel realizado en el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, el 27 de septiembre de 2012. ¿Valores en n. 75: 67-80, julio-septiembre decrisis? 2013 67 68 Wilfredo Mederos: Soy graduado de la carrera de Psicología y en el año 2001 me incorporé al plan de formación emergente de maestros primarios. Yo no voy a hacer un abordaje teórico sobre el tema; más bien voy a hablar desde mi experiencia, la de un joven que nació en los años 80, que vivió un proceso de profunda crisis, y que continúa aquí, intentando luchar por esos valores, y potenciarlos en mis alumnos, y en quienes me rodean. Yo considero que sí estamos frente a una crisis de valores, pero no es solo en Cuba, es global; solo que quizás en el contexto cubano, por su carácter sui generis, se ve de una manera muy particular. He intercambiado criterios con mis estudiantes para ver cómo ellos se representaban la crisis, si creían que existía, y cómo la vivían. Algunos me hacían referencia a que quizás no era tanta como la diferencia entre la visión que ellos tenían del mundo y la de otras generaciones, que quizás hoy no tengamos la comunicación deseada, las estructuras —aunque aparentemente están creadas— que funcionen de manera que nos permitan esa comunicación, o poder entender que a lo mejor hay una resignificación de esos valores y que quizás no es una crisis propiamente dicha, sino una nueva estructura, determinación o definición de los valores, que tiene la juventud. No digo que comparta esto, pero es la visión que mis estudiantes tienen de esta realidad. Viví toda mi adolescencia en medio del Período especial. Sus años más duros los viví dentro de una familia que supo educarme, trasmitirme un conjunto de valores que hoy estoy tratando de reproducir y compartir con las personas que me rodean, en los espacios sociales en los que me encuentro. Cuba no está aislada del mundo; hay un impacto global de manera directa, eso es evidente, y quizás tengamos que resignificar a qué llamamos crisis, y a qué valores. En todas las etapas por las que ha pasado la humanidad han existido crisis de valores, y la juventud ha estado al frente de todas. Quizás en el año 58, para los gobernantes del país, la juventud cubana también tenía una crisis de valores, y sin embargo hizo la Revolución. Monseñor Carlos Manuel de Céspedes: Lo primero que me gusta decir cuando hablo de estos temas es que no me parece objetivo ni justo que se hable de crisis de valores en Cuba, y mucho menos en la juventud, como si fuera un fenómeno extraño, exótico, que está ocurriendo aquí y ahora. Aunque la palabra valor, en el sentido que le damos hoy día, es relativamente nueva, tuve la curiosidad de buscarla en los diccionarios más viejos que tengo, de los siglos xix y xx, y no aparece nunca con esa acepción; casi siempre está relacionada con el precio, o con el de coraje en la guerra, y cosas por el estilo. Y creo que es en ese sentido positivo, constructivo, como dijo la profesora, de lo que podríamos hablar; y evidentemente cuando hay una crisis de este tipo hay cosas que se derrumban y otras que se levantan, y no es tarea de dos días. Podríamos hablar de un mundo que se acaba, pero no de que se está acabando el mundo, porque hay una serie de valores nuevos y otros que ya no se cultivan tanto. Los valores, en el sentido que les damos en este panel, no se pueden considerar aislados de la realidad personal y global en la que vivimos. Todo está conectado e interpenetrado. Yo tuve una formación católica y casi beata, porque así era mi familia, así fue el colegio en el que estudié, la Universidad en Roma, etc.; pero en varias cosas coincido con la profesora. Por ejemplo, esa frase de Marx: no se vive como se piensa, se piensa como se vive, me recordaba una del Papa León XIII, en el siglo xix, que decía: «No se le puede hablar a la gente del Evangelio y de Jesucristo cuando tienen el estómago vacío, llénale el estómago y después háblale de Jesucristo y de todo lo demás». Es más o menos la misma idea. Por otra parte, creo que los ancianos, o sea, los que venimos del Pleistoceno, como yo, nos podemos sorprender, quizás, con actitudes nuevas de las generaciones nuevas. Gracias a Dios que nos podemos sorprender y que los jóvenes de hoy, en Cuba y en cualquier otra parte del mundo, no son puros repetidores de lo que hicieron sus padres y mucho menos sus abuelos. Eso no solo es natural que suceda —lo constatamos sociológicamente si se quiere—, sino que es bueno que sea así. Y por supuesto, en esas situaciones de cambios, cuando se acaba un mundo para que surja otro, tiene que haber despistes, exageraciones, carencias. Es imposible que no haya todas estas cosas que acompañan un fenómeno de un mundo en cambio, no de destrucción del mundo. C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés Creo que eso es lo que vivimos en Cuba y lo que se percibe en los jóvenes sobre todo, lo cual es normal. Aunque, como dije, soy del Pleistoceno, yo fui joven también, y me acuerdo de cuando estábamos en la Universidad, precisamente en la época en que se estaba gestando la Revolución, y muchos ancianos, padres y abuelos decían: «Pero ustedes están locos, mira en lo que están pensando, ¿qué cosa es eso?»; y ya sabemos todo lo que eso ha significado de positivo, de ambiguo y hasta de negativo también para nuestro mundo. Era un mundo en construcción, y era normal que los jóvenes nos entusiasmáramos. Quizás nos entusiasmamos y esperamos demasiado; pero es mejor apuntar lejos para poder llegar por lo menos hasta un punto. Entre los jóvenes, evidentemente, hay de todo, como es natural, por ejemplo en los gustos y en las estimaciones. Yo iba a citar algo del duo Buena Fe, sin saber que iba a estar aquí Israel Rojas. En medio de este mundo en que hay tantas «músicas» —por no decir ruidos— que producen algunas bandas en conciertos, está Buena Fe, que es un grupo de jóvenes muy gustado por los jóvenes, y es muy contemporáneo, pero en la mejor tradición cubana, tanto en el orden de las letras de sus canciones como en el de la música que interpreta. Por supuesto, es inevitable que introduzca la visión cristiana del asunto, el juicio de la fe sobre todo esto. Hay un hecho, que fue el Encuentro Nacional Eclesial, hace ya veintiséis años. La Iglesia se planteó en los años 80: «El mundo está cambiando y ya ha cambiado mucho en Cuba». ¿Cómo tiene que ser y actuar la Iglesia en ese mundo que ha cambiado, donde ha habido una Revolución socialista, cuando no estamos en el siglo de Félix Varela, ni en el momento de la independencia, sino en otro momento? ¿Una Iglesia que no se confunde con el mundo, pero que vive en él? ¿Los católicos cubanos quiénes son?: gente que vive en Cuba, que ha recibido su educación en Cuba, que tiene las mismas presiones y estímulos que los demás, y por lo tanto había que plantear una visión de la tarea de la Iglesia, una planificación de las actividades pastorales, etc., a la luz del Evangelio y de todos los valores cristianos permanentes; pero también de la situación cubana actual. Fue lo que hizo la Iglesia, en general, en el Concilio Vaticano II, que convocó Juan XXIII en el año 59, y se celebró del 62 al 65. En una ocasión, cuando se preparaba el Concilio, que se reunían las comisiones en Roma —yo vivía en Roma en aquella época y estudiaba allí—, hubo un obispo, no de Italia ni de Europa, sino de América, que conversó con el Papa y le preguntó: «Santidad, ¿usted qué pretende con el Concilio, para qué ha convocado a un Concilio a estas alturas?», y el Papa, a quien le gustaban mucho los gestos gráficos, se levantó del escritorio de su biblioteca, que es donde habitualmente recibía, abrió la ventana y dijo: «Para que entre aire fresco en la Iglesia, y con el aire fresco, que entre todo lo demás». Yo creo que ese aire fresco es a lo que llamamos algunas veces crisis, pero constructiva, y en ese sentido acepto el nombre, pero no en otro, no una crisis destructiva; es aire fresco, y con el aire a veces pueden entrar basuritas, pero no por eso debemos renunciar a él. Israel Rojas: Yo también, como Monseñor, busqué en el diccionario, y en alguna otra documentación, y me pasó algo parecido; el concepto de valor ha ido cambiando de significado de una época a otra. Yo nací en 1973, y desde que tengo algún tipo de conciencia pueblerina vengo escuchando hablar de crisis de valores; he crecido escuchando también eso de que la juventud está perdida. Estamos en un mundo absolutamente cambiante, donde las nuevas tecnologías están trayendo una revolución e impactando en la vida de la gente, un mundo al que la sociedad cubana ha abierto puertas. Hay quien dice que no es suficiente, pero sí está entrando aire; una sociedad que está más fragmentada que antes, o al menos son más visibles sus fragmentos, crea esa ilusión. Cuando converso con algunos compañeros músicos de los temas que están sonando, del reguetón y toda esta embromadera, siempre digo que los ritmos no tienen la culpa; son sombras de bestias más grandes. El reguetón no es más que la sombra de un fenómeno que está latiendo en algunos de nuestros sectores sociales, casi siempre los más periféricos, donde temas como la familia, la escuela, las cosmovisiones, incluso la concepción de sí mismo, están más difusos. ¿Valores en crisis? 69 Hoy esas cosas están planteadas y todas están jugando el mismo dominó en la misma mesa; es un dominó de muchas fichas, de más del doble nueve, y está todo el mundo jugando y tratando de poner su ficha. Ante esto, algunos se asustan, otros se sienten felices, algunos nos preocupamos; los que ya tenemos hijos empezamos a pensar en cómo trasmitirles lo mejor de los valores de nuestros abuelos, de nuestros padres, de nosotros mismos, para que ellos vivan su vida tal y como les va a tocar; porque valores como la honestidad, el sentido de justicia, la responsabilidad, el amor al prójimo, el sentir el golpe al otro como propio, son imperecederos. Y me da lo mismo si el que los porta es un rastafari, un católico, un marxista o un emo, si son auténticos. En nuestros recorridos por algunos países somos testigos, a veces excepcionales, de lo que pasa en el mundo; la crisis de valores no es un fenómeno exclusivo de Cuba; es como una croquetica comparada con el escenario de América Latina, e incluso Europa y los Estados Unidos. Allí ha impactado con mucha crudeza no solamente la crisis de valores sino, a veces, hasta el reino de los anti-valores. Cuando veo estas cosas, yo, que soy tan difícil para comerme los discursos oficiales —aunque no estoy enfermo de rechazo irreflexivo—, cuando viajo y me enfrento con otras realidades y con cubanos que viven en otras realidades lamento, por ejemplo, que la reforma migratoria no llegue más rápido, porque cuán útil sería para muchos jóvenes cubanos poder confrontar qué es realmente crisis de valores, qué es llegar a un lugar donde la vida no vale un medio, no ya la mentira, o la deshonestidad, o que te guste el reguetón; un lugar donde ponerte la camiseta de tu equipo deportivo favorito y sentarte en la grada equivocada es un riesgo de muerte. Cuando uno presencia ese tipo de cosas, reevalúa también nuestra realidad. Aún hay mucho aquí por construir, muchos instrumentos de trasmisión de valores que mejorar, porque hay algunos que se nos han quedado oxidados; hay que reevaluar muchas instituciones y muchas funciones para que los jóvenes beban de esos valores, y como decía la profesora, no solo los conozcan, sino se vuelvan algo volitivo, algo propio de ellos. Yo podría decir que estamos en crisis, pero no en guerra; creo que todavía las cosas son salvables. 70 Raúl Garcés: Se ha hablado de los jóvenes, y eso no es casual; la juventud es una marca generacional que tiene mucho que ver con una etapa donde se forman y se consolidan valores, que están sometidos también al impacto de determinados escenarios económicos, sociales, de ciertas coyunturas. Lo queramos o no, esos valores son cambiantes en la medida en que los factores con los que interactúan cambian. Yo quisiera que pensemos entre todos qué valores emergen en la sociedad cubana contemporánea que nos preocupan o que nos agradan; cuáles languidecen, y cómo esas transformaciones se expresan en las generaciones más jóvenes. Israel decía algo interesante, la explosión del reguetón no es un fenómeno aislado en la sociedad, es expresión de algo más, sombras de otras cosas mayores. ¿Acaso expresa determinados valores emergentes que han alcanzado más fuerza que la que quisiéramos? Eso lo podemos ir analizando en esta segunda ronda, en la que prefiero incorporar las preguntas y los comentarios del público. Teresa Díaz Canals: Soy profesora de Ética y Sociología de la Universidad de La Habana. Hay un filósofo alemán que decía: «Lo más importante de lo que he escrito es lo que todavía no he escrito». El mensaje es que en la ética —y el de los valores morales es un tema ético, por supuesto— hay mucho de inefable, hay cosas que no se dicen con palabras. Y la educación de valores es muchas veces difusa, porque debe estar en todas partes, no solo en la escuela, en la universidad, en la familia; sino en toda la sociedad. Por otra parte, hay un sociólogo, Elías Entralgo, que planteaba, en su Apología de las siete de la mañana, que no era posible hablar de transformación en una sociedad y en una revolución si solo se tocaba el aspecto económico, político y social; que para que la sociedad se transformara se necesitaba un cambio espiritual, y esa era la aspiración martiana, que no se logró cuando Cuba se hizo República, ni se está logrando ahora. C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés Por último, una pregunta para el panel: ¿qué piensan ustedes con respecto al tema de la corrupción?, porque creo que la corrupción larvaria y la de cuello blanco está teniendo lugar en la actualidad, y es también un problema ético. Carlos Delgado: Creo que, efectivamente, hay que resignificar la concepción de crisis, no pensarla en los términos occidentales, donde esa palabra evoca inmediatamente llanto y sentimientos de pérdida; pero sí deberíamos delimitar muy bien qué valores se destruyen. Y de la misma manera hay que resignificar el término valor, pues estamos hablando de valores, no solo de los morales, porque algo hemos perdido después del siglo xix en cuanto a la universalidad de la normatividad ética, en el fundamento y en la construcción de las sociedades. En sentido positivo, esa pérdida se llama diversidad; hay diversidad de formas de ver y construir la vida, la moralidad, y de apreciar el mundo. Entonces, mi pregunta al panel es hasta dónde podríamos entender la problemática de la crisis de valores como una puja de la diversidad por abrirse paso. Uso puja en el sentido de apostar por una cosa o por la otra, no en el de polemizar estrictamente, a partir de la heterogeneidad de la sociedad. Yoss: Laura dijo que una de las cosas más importantes del panel: que crisis no tiene, necesariamente, una implicación negativa. La crisis de valores es tan vieja como el ser humano. La frase «la juventud está perdida» probablemente la dijo el primer hombre de Neanderthal cuando vio a los hijos comiéndose la carne cocinada al fuego, y no cruda, como era usual. La crisis de valores es imprescindible, es eterna, es inevitable, y debemos saludarla, porque si nosotros seguimos pensando como piensan nuestros padres y nuestros abuelos, y nuestros hijos como nosotros, no habrá evolución. Existe algo que es estabilidad, que es maravillosa, y todo el mundo la quiere; pero también la evolución, y si el precio de algunas pequeñas incomodidades es no evolucionar, creo que es demasiado alto para pagarlo. Enrique Ubieta: Hay una frase que es prácticamente un estereotipo, ya se tiene como un cliché: «los jóvenes se parecen más a su tiempo que a sus padres». Yo quiero agregar que en todas las épocas hay diferentes tipos de jóvenes, y esto es una pequeña aclaración importante. De hecho, hay jóvenes que se conforman, que se adaptan, y son por lo general la mayoría; jóvenes que se van diferenciando del resto no por una actitud de vanguardia —no estoy hablando con respecto a sus padres, sino a las demandas probables de su tiempo—, y en ese sentido hay jóvenes también que se parecen mucho a los jóvenes de otros momentos, y es así que todas las épocas se van enlazando unas a otras con los jóvenes que están en la vanguardia. De alguna manera, Julio Antonio Mella o Rubén Martínez Villena se parecen más a los jóvenes de vanguardia de hoy, que estos a otros coetáneos. Hay que recordar también que los que atacaron al cuartel Moncada se llamaron a sí mismos la Generación del Centenario, pero el resto de los santiagueros estaba bailando en el carnaval, incluyendo a los jóvenes de su momento. Claro, ellos arrastraron consigo una serie de inquietudes, un espíritu que estaba latente, y lo hicieron realidad, pero en aquellos momentos eran la vanguardia de esa generación. Hoy estamos ante una disyuntiva real. La Revolución ha creado una sociedad diversa, los cubanos de hoy somos mucho más instruidos —para no usar la palabra cultos—, más preparados, y por tanto también mucho más diferentes. Indiscutiblemente hemos desarrollado la individualidad, y eso es un logro de la Revolución, pero si no encontramos la forma de desarrollarla socialistamente, de manera permanente, si no hacemos que sea una necesidad para la sociedad el desarrollo de la plena individualidad, que, en mi opinión, es el fundamento del socialismo, corremos el riesgo de caer en el individualismo burgués, que es muy tentador, porque es olvidar al resto y tratar de vivir una vida cómoda desde el punto de vista material. ¿Valores en crisis? 71 72 Desiderio Navarro: Me parece que en torno al concepto de crisis, hay dos actitudes y he visto predominar una de ellas, por reacción: el concepto catastrófico, pesimista, ligado a esa connotación disfórica; y otra que he oído como vía constructiva, que me parece una resurrección de un concepto teleológico: que la crisis conduce a una mejoría, a una salvación, como si hubiera una lógica en ella que lleva a eso. Creo que las dos concepciones tratan de proyectar en la historia algo como quisieran que terminara. Lo que en realidad ocurre en muchos casos, en mi opinión, es que con el concepto de crisis se enmascara un conflicto, una lucha de valores, y ¿cuál ganará? Eso es un resultado histórico, no una lógica interna de si es constructivo o destructivo. Lo que ha estado sobrevolando todo el tiempo es la diversidad de opiniones, que no es en sí misma un valor; lo es solamente respecto al monologismo, a la única opinión. Ahora bien, esas diversas opiniones están dadas por el contenido de cada una de ellas, pueden ser una gran pluralidad de basuras, y eso es algo que hay que tener presente porque nos está comiendo el relativismo entre tu verdad y mi verdad; tu opinión y mi opinión, etcétera. Todo el tiempo se habla de valores en sentido positivo, y esto me parece un error, porque el individualismo en otras culturas es un valor, y de los más positivos; sobre eso se ha construido la cultura norteamericana, por ejemplo. Yo creo que, en realidad, estamos ante esa lucha de valores de la que hablaba, y lo que es peor, algo que me parece central en la génesis de los problemas a los que estamos abocados: la contradicción entre valores declarados y practicados: «me dices que me apriete el cinturón, mientras tú te compras un cinturón de marca». En un Consejo Nacional de la UNEAC, me pronuncié sobre el reguetón, y dije que en realidad no es un problema, es un conjunto de problemas, desde los estrechamente musicales hasta los que tienen que ver con esto que discutimos hoy, la crisis de valores; pero incluso viéndolo desde este punto de vista, ni el reguetón es homogéneo ni los valores que están en juego son todos de la misma naturaleza. Si vamos a tratar el problema del machismo es evidente que lo juzgamos negativamente. La rivalidad y la violencia o, como dicen los reguetoneros, la «tiradera», han dado lugar a montones de problemas, incluso armados, en otras partes. En cuanto al sexo hay un cambio; se debe separar lo que es costumbre de lo que es moral. Y muchas veces se mezclan las dos cosas. También hay otra utopía, eso de que una generación es nueva y trae nuevos valores. Es un hecho histórico que hay generaciones peores que las anteriores, y basta con ver la historia de los Estados Unidos: la generación de los 60, de izquierda, o la de la década roja de los 30, y la generación que vino después de los 70, donde incluso muchos hippies se convirtieron en empresarios y sus hijos ya tenían la tabla de valores de los 80. Esto hay que verlo históricamente en cada contexto, donde se gana y se pierde, lo demás es teleología, la misma que criticamos en el marxismo tradicional en el que todo avanza como una locomotora hacia el futuro luminoso. Ernesto Abel López: Se habla de crisis de valores en dos sentidos; para bien de todos, hay una parte constructiva, reestructuradora, y otra que nos lleva al pesimismo, que es más preocupante; sin embargo, al final nos contentamos diciendo que en definitiva no todo está perdido, que no tenemos por qué alarmarnos, y yo creo que sí, que hace falta una dosis de hiperestesia, porque sí hay una dimensión preocupante, porque el conflicto está, como también la crisis, no se debe ignorar optimistamente. Se nos ha marcado muchísimo con el consignismo, con que todo está bien, con que en definitiva los tiempos pondrán las aguas en su nivel. Esa es una cuestión. ¿De qué valores estamos hablando? Los hay políticos, jurídicos, morales, estéticos, todos funcionan de una manera muy entreverada; unos se derivan de otros. Veamos, a modo de ejemplo: solidaridad, honestidad, ¿en qué medida se están reestructurando?, ¿cuál reestructuración es lógica y está históricamente definida y explicada?, ¿cuáles de esos valores dan cuenta de una posible crisis de fe, de credibilidad, y cuáles no? Hay otro sesgo: enseguida pensamos en los jóvenes. Yo me sumo a la proposición de superar el criterio generacional, porque esa crisis de fe, que tal vez nos está asistiendo, no tiene que ver necesariamente con los límites generacionales. C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés Mario Coyula: Una de las cosas que me cuestiono es qué valor tienen los valores, no en el sentido de precio, sino qué significa vivir de acuerdo con un determinado juego de valores. Eso me lleva a otra pregunta: ¿qué valores perduran, cuáles son eternos y cuáles son circunstanciales? Con el triunfo de la Revolución, hubo falsos valores o valores de la burguesía que fueron eliminados muy violentamente. Fue como una gran defoliación, y cuando se defolia un terreno, durante un tiempo no nace nada y luego empieza a crecer hierba mala. Entonces, por ejemplo, junto con la base económica de la burguesía, desaparecieron la hipocresía y el decoro pequeñoburgueses de guardar la forma, pero que se traducía en una imagen urbana ordenada, en buenos modales, en determinadas normas de convivencia. Muchas de las cosas que estamos viendo son resultado de esa defoliación. Ahora bien, ¿cómo darle valor a lo que no tiene valor? Si tú dejas pasar a alguien en la cola de una guagua lo que te viene encima es una avalancha. ¿Cómo convencer a la gente de que vivir de acuerdo con valores es una cosa que tiene no un valor monetario, pero sí un reconocimiento social? Recuerdo a mi abuelo, que era político y se hizo famoso porque no robó, y entonces a mucha gente les oía decir: «Qué tonto, podría ser millonario», pero esa honestidad valía en consideraciones. En aquella sociedad corrupta se reconocía al honesto, al honrado. No valía dinero pero sí otras cosas que daban satisfacción. Considero que tenemos que buscar la forma de que estos valores permanentes, no los circunstanciales, vuelvan a tener un valor. Raúl Garcés: Les propongo que cerremos este primer ciclo de intervenciones. Afortunadamente, hay un cierto consenso en entender que estamos hablando de un tema que tiene que ver con cualquier generación y con cualquier grupo social. Volvemos entonces al panel. Laura Domínguez: Ubieta hablaba de que hay jóvenes activos, pero que la gran masa es como inerte, y yo creo que nosotros mismos a veces los hacemos así, porque se lo damos todo, no tienen que hacer ningún esfuerzo. Me alegra que Israel esté aquí, porque yo siempre pongo de ejemplo el estribillo de la canción de Buena Fe, «Gracias por el fuego», que dice: «no me regales más nada, déjame ganármelo yo». También Joan Manuel Serrat dice que no es lo mismo valor y precio, pero yo creo que la propia sociedad actual, a nivel mundial —y Cuba no está en una campana de cristal— hace que florezcan lo que yo llamo filosofías posmodernas, donde lo que vale es el aquí y el ahora, para que la gente no pueda ser capaz de proyectar el futuro. Una personalidad madura es la que se proyecta al futuro; lo que la diferencia de una neurótica es que esta última siempre está mirando al pasado: «soy así porque mi mamá me pegaba, porque la maestra era malísima», mientras el hombre maduro se traza planes, metas, etcétera. Yo decía antes que la juventud es la edad en que se forma la concepción del mundo y se puede hablar de los valores como convicciones, pero quizás en la primera intervención del panel —me voy a tomar la atribución de hablar por todos— edulcoramos un poco el problema. De todas maneras, yo traigo para esta segunda parte algunas ideas que matizan ese optimismo. Se habló de que desde los 80 hay indicadores de dificultades en el desarrollo moral. La doctora María Isabel Domínguez, en estudios realizados en el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), evaluó el impacto que tuvieron los años 90 en la juventud cubana, y habló, por ejemplo, de fenómenos como la pasividad juvenil hacia el desempeño de labores sociales, un éxodo migratorio tan elevado que fue similar al de los años 60, el aumento del alcoholismo y la violencia, desarrollo de la prostitución, etc.; es decir, que no podemos conformarnos ni decir que no hay que ocuparse. Hay que preocuparse y hay que ocuparse, y mucho. Yo, que adoro la juventud como edad y me relaciono tanto con los jóvenes de la Universidad, sí tengo preocupación sobre cuáles pueden ser los derroteros de esas mentes, porque, aunque no es lo mismo valor que precio, pienso que a veces todos esos fenómenos que se llamaron Período especial nos llevaron a una conciencia individualista. Ahora bien, he estudiado a los emos de la calle G, y los hay que son simplemente adolescentes en crisis que necesitan vestirse a la moda, usar un lenguaje particular, reunirse, pero de los doce que analicé hay dos que se automutilan, porque su idea es que si se cortan, les duele ¿Valores en crisis? 73 esa herida, y les deja de doler, por ejemplo, la muerte de la madre; o sea, que el dolor físico mitiga el mental. Quiero terminar diciendo que en la investigación que acabo de cerrar pude constatar lo que decía Desiderio de que una cosa es el valor declarado, y otra el practicado. Los estudiantes que encuesté para la muestra «declaran» como valores importantes para el desempeño de su profesión, en primer lugar, la profesionalidad; en segundo, la responsabilidad; en tercero, la honestidad; en cuarto, la solidaridad, y en quinto y último lugar, el compromiso social; pero dado el carácter del tipo de investigación que realicé, no puedo asegurar que sean ya valores «asumidos». A todas esas cosas tendríamos que prestarles atención porque se produce una orientación, donde el valor se asocia al tener y no al ser: tanto tienes, tanto vales. Yo no siento que este sea un proceso natural. Mi hijo no vive en Cuba, ¿y saben qué me enseñó eso?, que el ejemplo no se trasmite por ósmosis. Para mí, que estudiaba a los jóvenes y los valores, que mi propio hijo me dijera que no iba a vivir en Cuba, fue un duro golpe, pero me ha hecho reflexionar mucho en ese sentido. Creo que todos, a partir del Período especial y sus consecuencias para los valores, hemos aprendido, no sin dolor. 74 Raúl Garcés: Wilfredo, tú asumiste el desafío de ser maestro emergente a principio de los años 2000, y sabemos que se generaron muchos criterios en torno a esos maestros; se dudaba, y se duda, de su capacidad para ser trasmisores de valores hacia las generaciones que tienen delante en sus aulas. ¿Desde tu experiencia personal, cómo crees que se pueda enfrentar ese prejuicio a la hora de formar valores en los estudiantes? Wilfredo Mederos: Primero fue muy difícil para mí; yo tenía solo diecisiete años cuando empecé, y lograr un reconocimiento por parte de los alumnos y de los padres, con esa edad, era bien complicado. Aunque todos conocemos que la Alfabetización se llevó a cabo por jóvenes incluso de menos edad, en ese momento fue muy difícil. Reconozco ahora que en los cuatro años que estuve como maestro en la primaria no lo hice del todo bien, porque la experiencia y los conocimientos que tenía eran insuficientes, aunque sí lo hice con mucho amor. Sin embargo, hay algo importante, que señalaban varias de las personas que han intervenido, que es el ejemplo que se brinda y el entusiasmo con el que se hagan las cosas. Y sin lugar a dudas, siempre traté de hacerlas con mucho entusiasmo, quizás con algunos errores, con algunas deficiencias, pero siempre con mucha entrega. Y mis alumnos lo vivían, sobre todo en su propia participación en el aula. No era un proceso autocrático, sino participativo, donde incluso, y lo puedo comentar aquí, a ellos les causaba mucha gracia que yo, que estudiaba Psicología, cuando tenía exámenes aprovechara y les explicara a ellos lo que iba a la prueba. Era muy interesante porque ellos, alumnos de quinto grado, aunque no entendían nada, me decían: «Profe, qué bonito lo que usted está presentando», y se interesaban en lo que les decía. Si habláramos hoy de patriotismo, ¿cómo la juventud de hoy puede ser patriota?, ¿qué alternativas tenemos para serlo?, ¿asumir lo que se orienta? Si hablamos de solidaridad, quizás no pasa siempre, pero entre los jóvenes se habla de solidarizarse con el que comete un error o un delito; digamos, hay un robo por medio y se justifica desde una representación social: «no es un delicuente: está luchando». ¿Hasta dónde eso es realmente solidaridad? Y si vamos a la honestidad, ser honesto es decirle al novio o a la novia: «Tengo otra pareja, y estoy siendo completamente honesto contigo». Al final de la jornada, no hay agravio, porque confesó la infidelidad. ¿Hasta dónde eso es realmente honestidad? Son algunas ideas complicadas ante la situación actual que vive el país. Creo que la crisis sí existe, que hay una situación compleja, y que hay que preocuparse, pero yo siento que nuestro país tiene muchas potencialidades para ser mejor, para generar muchos más valores en la juventud, y eso no se explota. A veces la pregunta se me queda ahí: ¿por qué no se explota más eso, por qué tengo algunas ideas y no las puedo aplicar? ¿Pensar otra Cuba mejor es renunciar a la Revolución? Por supuesto que no; es mejorar en sus valores, en especial los de su juventud; es otra manera de hacer. Hasta dónde eso puede ser así o no, son interrogantes que tenemos los jóvenes, por lo menos en el grupo en el que yo me muevo, mis amigos, mis compañeros de la Universidad, etcétera. C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés Raúl Garcés: Cuando pensamos que toda crisis implica una transformación, ¿eso no nos lleva implícitamente, aunque no lo queramos, a cierta tolerancia social frente a valores negativos, desde el punto de vista ético?, ¿hay más tolerancia respecto a ciertas cosas que no son socialmente compartidas, y que para la mayoría son los que deben ser? Monseñor Carlos Manuel de Céspedes: Esas preguntas tienen que ver con lo primero que pensaba decir, en referencia a observaciones que han hecho dos personas en la ronda del público. Una, la de Desiderio Navarro, que me parece que tuvo muchísima puntería. Quizás fuimos demasiado optimistas a la hora de presentar la palabra crisis; pero creo todos sabemos que existe esa crisis constructiva, y también la destructiva, antes y ahora, en Cuba y fuera de ella, entre los jóvenes y entre los mayores. Soy muy amante de la historia y sé que en Cuba, desde finales del siglo xviii, ha habido una gran variedad de puntos de vista. Había respeto y tolerancia con cosas que se podían tolerar, y había también intolerancias inadmisibles. Creo que el maestro de la tolerancia, en el siglo xix, fue José Martí, y él, que tenía muy claras sus ideas, y no cedió en ellas, era incapaz no ya de distanciarse de la persona que tenía una idea distinta, sino ni siquiera de expresarse acerca de él con términos vituperables; podía hablar mal de una opinión, pero no de una persona. Conservó amigos que no fueron independentistas. Por ejemplo, don Nicolás Azcárate era autonomista y siguió siéndolo hasta el día que murió, después de instaurada la República; y Martí, por supuesto, fue independentista y murió en eso. Cuentan que Azcárate, cuando alguien de su camada, autonomistas muy desencantados con la República, hablaban mal de los independentistas, ripostaba: «Hay por lo menos una excepción, yo no los conocí a todos, pero conocí a Martí, y es el mejor hombre que he conocido en mi vida; él trató de convencerme al independentismo, pero nunca lo logró; seguí siendo autonomista, pero seguimos siendo amigos». Lo mismo pasaba con Martí, según me contaban mis abuelos. Cuando alguien hablaba de los horrores del autonomismo, decía: «No generalicen, no generalicen, ahí está don Nicolás Azcárate, que es un hombre excelente y es autonomista, y yo no lo he podido convencer». Hay otro hombre que fue maestro de Martí en el Colegio San Pablo, el de Rafael María de Mendive: José Ignacio Rodríguez, el que escribió la primera biografía del padre Félix Varela. Entonces era un autonomista, y cuando Martí ya estaba preparando la revolución, le mandó uno de los primeros ejemplares de sus Versos sencillos, con una dedicatoria preciosa. Creo que hay que distinguir entre respeto y tolerancia por la pluralidad, y el permisivismo. A veces la frontera es difícil, es una línea tenue que con facilidad se salta, pero creo que tenía mucha razón Desiderio cuando insistió en lo de tu verdad y mi verdad. Se puede jugar con eso, pero tenemos que buscar juntos la verdad que nos sobrepasa, que no es ni la tuya sola ni la mía sola; hay que contar con otras opiniones, encarar la diferencia a partir de un diálogo respetuoso, de una coparticipación en las búsquedas y en las realizaciones. Por otra parte, es cierto que no todos los jóvenes de una generación son iguales; no pensemos que en esa generación positiva de la sociedad norteamericana, de los 60 y los 70 todos pensaban así. Yo fui varias veces a los Estados Unidos en esa época y había de todo, los que participaban de esas ideas con las que comulgamos, que tuvieron que ver con las batallas por los derechos civiles y tantas cosas buenas, y los que seguían siendo tan racistas como sus tatarabuelos esclavistas. Todos convivían en el país con ideas muy distintas. En esa época todavía funcionaba el Ku Klux Klan como le daba su real gana. Incluso en los años 80, una fecha tan avanzada en el siglo xx, una vez que estuve en el norte de la Florida supe que había habido un linchamiento por el Ku Klux Klan, creo que fue el último acto de esa organización racista. Hay un libro reciente, pequeño pero muy valioso, de Carmita Barcia, que es tan buena historiadora y tan matizada en sus cosas. No recuerdo el título. Sobre él escribí un artículo en Palabra Nueva, y lo titulé «A veces el perfume bueno viene en frascos muy pequeños», porque es un librito sobre una sociedad en crisis, refiriéndose a la vida en La Habana en el siglo xix, en la etapa de la guerra de independencia. Mientras se estaba peleando prácticamente a las puertas de la capital, y Antonio Maceo ya estaba enfocando a Marianao, y muchos hasta tenían parientes en la manigua, en La Habana seguía funcio¿Valores en crisis? 75 nando la ópera, se había fundado el teatro Alhambra y la gente iba allí a divertirse con los chistes picantes. La vida seguía igual o casi igual. Eso pasa siempre en todas las generaciones; ¿podemos decir que la generación del 95, en Cuba, fue a pelear por la independencia? No toda, pero fue la que dejó el tono para lo que vino después, hasta cierto punto. Quizás algunas se definen con el tiempo, se define qué es lo que pesó realmente en esa etapa, en la sociedad del país de que se trate; pero otras se pierden en la historia. Muchas de las cosas negativas que uno lee, por ejemplo, en escritos de Varela, sobre los jóvenes cubanos de principios del siglo xix, se podrían aplicar a jóvenes cubanos del siglo xxi, tanto los defectos como las virtudes que les señala. Son cosas que se repiten; algunas se corrigen de manera bastante generalizada, pero otras no. En relación con la barrida generalizada de los primeros años de la Revolución, que mencionaba Mayito Coyula, efectivamente se barrió con lo que había que barrer de la etapa anterior, y eso fue bueno; pero también con muchas otras cosas como algunos valores reales de aquella sociedad, llamémosle burguesa, capitalista, o como sea. Lamentablemente, eso pasa en todas las revoluciones. ¿Debemos conformarnos con que suceda? No; pero es bueno que ocurran revoluciones que obliguen a cambiar cosas y a procurar una sociedad más justa, y lo que hay que hacer es esforzarnos porque eso se supere, y pensar con racionalidad los cambios que deseamos. Israel Rojas: 76 Creo que fue Yoss quien dijo que siempre va a haber crisis de valores, lo cual debe ser bienvenido, y eso me parece también a mí. Siempre algunos valores se ponderan, otros se debilitan; y que avancen, se queden detenidos o retrocedan dependerá de muchos factores socioeconómicos, incluso del papel que le toque a la vanguardia, que a la larga es la que va abriendo brecha en cada momento; aunque hay algunas que desafortunadamente han sido peores que las retaguardias; no hablo solo de Cuba. Ha habido vanguardias que han llevado a un pueblo al precipicio. Pero yo sigo creyendo que todavía en Cuba no hay una crisis terrible, irreparable; lo cual no significa que no debamos debatir estos temas, porque si uno empieza a pensar que no estamos tan mal, nos pasa como con el equipo nacional de pelota, que empezamos diciendo que no estábamos tan mal y ya no le ganamos a nadie, cuando debimos haber hecho cambios en su momento. Que alguien vaya al estadio con una camiseta de Industriales o de Santiago de Cuba y tenga 90% de posibilidades de salir sin ningún trompetazo, no significa que no pueda llegar un momento en que valores sagrados, como el respeto a la vida, se deterioren. Por eso es importante que haya este tipo de debates, que haya centros de estudio que investiguen el tema, que las universidades lo discutan, que nunca falte la posibilidad de que esté en fuego cruzado. Todo depende también del tipo de sociedad que queremos. Decía Monseñor, lo cual me pareció hermoso, que la de él fue una generación que soñó largo y se equivocaron porque soñaron demasiado; pero fue la manera de llegar hasta un punto. Es bueno que nunca a los cubanos nos falte la posibilidad de mirar lo más largo que podamos, aun sabiendo que nos vamos a equivocar, pero si no empezamos a atajar todos estos problemas desde ahora, estamos realmente perdidos. Yo conocí a un señor en la Sierra Maestra que fue, durante treinta años, director de una pequeña fábrica de bloques, y su casa siempre fue de guano. Cuando se jubiló, le dieron un diploma, un abrazo, y se fue para su casa; y sus hijos, que toda la vida le cuestionaron por qué diablos seguían viviendo en esa situación, nunca lo comprendieron, como no lo comprendería nadie, me parece. Un compañero preguntaba qué valor tiene la corrupción, y yo pensaba, si ese hombre de la Sierra hubiera robado un poquitico, un ladrillito diario, en treinta años hubiera construido su casa, pero no lo hizo nunca. Entonces, ¿hasta qué punto funcionan los instrumentos que hay en esta sociedad para jerarquizar la construcción de un arquetipo, un modelo de hacia dónde debe ir y cómo estimularlo? Creo que eso no lo tenemos claro o no lo sabemos construir. Leí en una publicación un artículo que decía que los gringos tienen muy clara su propaganda. ¿En cuántas películas americanas oímos su himno nacional? Incluso, si te concentras en la historia y está bien estructurada, te emocionas. ¿En cuántas películas cubanas oímos nuestro himno nacional? Estamos hablando de patriotismo, es apenas un ejemplo. Creo que nuestros instrumentos de conformación de cómo debe ser el joven cu- C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés bano no son los mejores. Yo no sé cómo será la sociedad del futuro, pero me gustaría que fuese una, como siempre digo, en la que el dolor del otro me duela a mí. Creo en el civismo, creo en esos valores que ha mencionado Monseñor Carlos Manuel acerca de Martí, que tenía enemigos políticos que no eran necesariamente sus enemigos personales. Estoy de acuerdo con Coyula en que lamentablemente se deforestó y ha crecido la mala hierba. ¿Cómo podemos reanimar eso? Ese es el gran reto. En lo que Desiderio dijo me pareció entender algo que es mucha verdad: «¿Hasta qué punto los debates y las ideas están ayudando verdaderamente a llegar a conclusiones que generen acciones? Ojalá que seamos capaces, como sociedad, de llevar los debates, los análisis, a los que los necesitan para, a partir de ahí, empezar a construir carreteras por donde circulen los valores que esperamos que se creen. Raúl Garcés: Israel ha dejado un tema que tiene que ver con lo propositivo, con las acciones, con no quedarnos únicamente en el plano del diagnóstico, como muchas veces hacemos en discusiones, que sirven para entretenernos o para discutir seriamente las cosas, pero no para proponer y para pensar entre todos los caminos posibles para la solución de los problemas. Por lo pronto, les doy nuevamente la palabra a los asistentes para que se pronuncien sobre los temas que se han ido desarrollando. Ramón García: Quiero agregarle al debate un enfoque clasista. Hagámonos una pregunta, ¿cuál es el concepto de patria de Jorge Mañach, de Blas Roca, de Che Guevara? Estamos ante la ofensiva por el buen gusto, de una élite letrada, que pertenece a una clase media que produjo el socialismo estatista, asistencialista, etc. ¿Compartimos esos valores? La crisis de la hegemonía de la clase obrera, como si el resto no tuviera potencialidades revolucionarias, está en el Llamamiento al Cuarto Congreso del Partido. La crisis de esa hegemonía política ha restado eficacia al delito de difamación contra las instituciones públicas. Se ha levantado una masa crítica en el país. ¿Qué está en crisis?, ¿acaso la política de cosificación de las personas, de las relaciones sociales? ¿Acaso el espíritu mutualista que practica la diáspora: te mando remesas porque te quiero mucho? Esa es la cuestión, simplemente crisis de valores o lucha de valores. Yo estoy por lo de la lucha de valores. Manuel Alonso: Se ha hablado mucho de lo individual, los jóvenes, los viejos. Siempre hablamos de lo individual. ¿Y las instituciones dónde las dejamos?: los que legislan, los funcionarios, que siempre disfrutan de una impunidad increíble, desde el administrador de un puesto de viandas hacia arriba, incluso a contrapelo de la legislación vigente. Insisto en que deben ampliarse estos espacios de debate, van enriqueciendo nuestra manera de pensar, nuestra forma de ser cada día mejores ciudadanos, porque creo que los valores no se fortalecen por decreto. Enrique Tengo una pregunta para monseñor Carlos Manuel de Céspedes. Hace unos años apareció un libro de un famoso teólogo suizo-alemán, Hacia una ética mundial, que tuvo una determinada repercusión y después se dejó de hablar de él, porque en esta crisis también se incluye el campo de la religión, del ecumenismo, de las relaciones entre los distintos sectores de la sociedad. Mi pregunta es: ¿cuáles serían los elementos que tendría la Iglesia católica en este momento, en Cuba y en el mundo, para enfrentar la crisis de valores? López Oliva: Rolando Rogés: La intervención última de los panelistas, sobre todo la de Israel, me parece fundamental: llegar al problema de cómo instrumentar el asunto, cómo hallar una metodología para facilitar el acceso a los valores. Me ha gustado mucho que ninguno de los miembros del panel hablara de creación de valores, porque los valores no se crean, están ahí. Si se tiene un criterio objetivo del valor, se ve como un objeto, como una sustancia en sí misma, y se olvida el sujeto, que es el que valora. El hombre es el único animal capaz de valorar, si se aprecia como un objeto se convierte en inalcanzable. Para poder aproximarse al valor desde el punto de vista subjetivo del que valora y que va actuar —porque podemos decir que el valor es como un a priori de la acción—, hay que tener una afectividad. Si un niño no se emociona con la bandera o con el himno, no llega el mensaje que ellos significan. ¿Valores en crisis? 77 78 Rafael Hernández: Un comentario y una pregunta al panel. Usando la metáfora de Mayito, yo no creo que fuera una defoliación de valores, creo que fue una chapea, y como dirían los Van Van, éramos muchos los que estábamos chapeando. No era algo llamado Revolución, que estaba tirando un tóxico que hacía caerse las hojas; en esa chapea éramos millones. Y lo que se chapeó no fueron los valores de la burguesía, sino la desigualdad, y se sembró un valor muy importante, y por eso había tanta participación: la idea de la igualdad, que es un valor, y probablemente los costos de sembrarlo valieron la pena mientras pueda seguir sobreviviendo. La cuestión en este momento es en qué medida podemos preservar el valor de la igualdad y cómo hacerlo. ¿Vamos a preservarlo dando clases de educación moral y cívica? Yo estoy a favor de que se impartan muchas clases, ¿pero realmente creemos que le vamos a cambiar la mentalidad a la gente a través de conferencias, de seminarios? Las mentalidades cambiaron y se incorporaron valores que nada tenían que ver con las prácticas anteriores porque al abrirse la Revolución a la participación de la gente, cambiaron las conductas de las personas, sintieron que participaban. ¿Puede haber un cambio de mentalidad y de valores sin que cambien los modos de participación, los accesos al poder, las jerarquías establecidas? Esa es la pregunta. María Emilia Soteras: Estoy de acuerdo con que esto que se debate aquí no es nuevo en la historia de la cultura cubana; una simple mirada desde el siglo xix hacia acá nos arroja textos modélicos, nombres imprescindibles: José Antonio Saco con su Memoria de la vagancia en Cuba, José Antonio Ramos con Manual del perfecto fulanista, Jorge Mañach con Indagación del choteo. En esos textos no se habla de valores, se habla de espiritualidad, alma nacional, y quizás en otra ocasión tengamos un debate sobre la espiritualidad del cubano. Me alegró mucho que Monseñor mencionara a Martí. Yo me proclamo marxista, pero también martiana, y quisiera que nos colocáramos bajo la advocación del Apóstol al recordar una cita lamentablemente mutilada y maltratada, y no precisamente desde el año 59 hasta la fecha, sino desde antes, porque es muy peligrosa de acuerdo con las mentalidades de algunos. La cita es de «Maestros ambulantes», y dice: «Ser bueno es el único modo de ser dichoso; ser culto es el único modo de ser libre, pero en lo común de la naturaleza humana se necesita ser próspero para ser bueno». Manuel David Orrio: Me preocupa mucho, cuando estamos hablando de los valores que tienen que ver con la ética, fenómenos como la eufemización, la manipulación mediática, etc. Israel mencionó la reforma migratoria; si habláramos de rectificación migratoria entonces sí estuviéramos defendiendo un valor, porque todos sabemos que la política migratoria cubana interna y externa es inconstitucional. Entonces tenemos el problema de la defensa del valor constitucionalidad-legalidad. ¿A quién le toca? A la Asamblea Nacional del Poder Popular; si ella no lo hace, no esperemos que los jóvenes universitarios, ni los pepillos, ni los reguetoneros, ni nadie en este país respeten el valor constitucionalidad-legalidad. Elvira Eduardo Vázquez: Reitero lo que dijo la profesora Laura Domínguez, me refiero a los valores como componente complejo de la subjetividad humana, por lo tanto también de la cultura y del conjunto de la sociedad. Quiero enfatizar en el papel de la práctica social, y en particular de la vida cotidiana, por ser, por un lado, precisamente la interiorización de la experiencia social, y por otro porque interviene en la inserción del individuo en el medio. En este sentido, hago dos preguntas: ¿qué valores está configurando, en su práctica social, nuestro proyecto de socialismo?, ¿hacia dónde vamos? La otra pregunta es cómo las prácticas de vida cotidiana están actuando como valores emergentes en la configuración de una cultura del socialismo, y cuáles son esos valores. Raúl Garcés: Estamos pasando de un análisis de los valores a nivel individual, a los de la nación, un concepto un poco más amplio. Quisiera que retomáramos la pregunta que quedó pendiente: ¿qué hacer en función de rescatar determinados valores que son esenciales para preservar el destino que queremos para la nación cubana? Laura Domínguez: Desde mi perspectiva que, repito, es psicológica, considero que hay dos vías fundamentales de formación de cualquier contenido de la subjetividad o de la espiritualidad. Una C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés es la actividad que la persona realiza, aunque no cualquier actividad es formadora de valores ni de contenidos de la personalidad, sino solo aquella que adquiera para el sujeto un sentido psicológico. Por eso, cuando en la Universidad se habla de tareas de impacto social, yo siempre trato de saber si para el estudiante a que va dirigida esa tarea de verdad tiene un impacto social, o que, lejos de promover el desarrollo de los valores, lo que haga es debilitarlos. La otra vía es la comunicación que establecen las personas con quienes las rodean. Pienso que este es un problema que opera en el plano general, social; en el particular, en el de la familia, la escuela, los grupos de referencia de los que formamos parte; y está el sujeto individual, quien construye el contenido de ese valor. Tampoco toda comunicación es formadora de contenidos de la personalidad. Para que realmente pueda llegar al joven, y al que no es tan joven, tiene que estar basada en el diálogo, no puede ser un monólogo; hay que oír la otra parte, ser capaces de ponerse en el lugar del otro. Lo que pasa es que todo el mundo no se siente preparado para eso. Ese es uno de los graves problemas que tenemos, la incapacidad para el diálogo. ¿A quién tendríamos que mandar este mensaje? Desde arriba hasta el último, porque creo que en esto tienen que ver el Estado, el Partido, la Federación de Mujeres Cubanas, los Comités de Defensa de la Revolución, la Asociación de Combatientes, las organizaciones juveniles; y también la familia, la escuela, el maestro —que no todos son como Wilfredo—, porque para lograr esto los maestros, de cualquier nivel, tienen que estar bien preparados, saber que su labor es no solo trasmitir conocimientos, sino contribuir a formar personalidades independientes, activas y autorreguladas. Wilfredo Mederos: Quiero hacer referencia a lo que se mencionaba sobre la participación. Hoy uno de los principales elementos en esta cuestión de los valores es ser parte, tener parte, y tomar parte. A veces nos quieren involucrar en algo que nosotros mismos no decidimos, y no nos tienen en cuenta. Quizás la juventud tenga muchas propuestas que hacer en cuanto a estas mismas ideas, y no se la escucha. Quizás hay una ruptura entre las alternativas que podemos brindar y lo que ya está institucionalizado o creado. Quizás a veces se puedan proponer elementos que no sean los que han estado hasta ahora, pero no por eso tienen que ser contrarios a la idea rectora de la fundación de una sociedad mejor. Por ahí iría el camino fundamental, poder lograr mayor participación, pero desde estas aristas. A veces uno se enfrenta a una propuesta que no es la que en ocasiones se desea escuchar o que se espera, y entonces ahí mismo la deja. Mientras no exista esa verdadera triple participación, continuará la distancia entre lo que se va haciendo por un lado y los valores que se van teniendo en la sociedad, por otro. Monseñor Carlos Manuel de Céspedes: Creo que todo tiene que ver con el tipo de sociedad a que aspiramos, y enderezar las cosas hacia ella. Yo les confieso que aspiro a que Cuba siga siendo socialista, sin los apellidos que tuvo hasta ahora, al estilo de lo que se impuso en la Unión Soviética en su momento. Incluso, eso fue una frustración para la Revolución; pero ese no es el único socialismo concebible, y pienso que no ha estado vigente social y políticamente, como sí lo estuvo aquel; pero ahí está la gente que ha pensado en eso, y nosotros, que hemos vivido dentro de un régimen que de algún modo fue calco de aquel, sin llegar a sus extremos, pero que tuvimos muchos de sus defectos, sabemos dónde están las virtudes del socialismo; entonces, hay que mantenerlo. Pero —ahora voy a poner yo otro apellido— que sea participativo, vamos a decir democrático, aunque esa palabra se ha usado para cosas muy distintas, pero ustedes saben lo que quiero decir. Entonces en eso, en la evolución hacia un socialismo participativo, debe trabajar toda la sociedad. Cada uno tiene algo que aportar, y precisamente del diálogo con el que se deben presentar esas opciones e intercambiar podrá surgir esa sociedad participativa en la que haya no solamente valores, sino realidades, en la que todos estemos de acuerdo aunque pensemos distinto en otra cosa; pero eso tiene que ser a partir de una actitud de diálogo, de respeto, de comprensión, de derecho de ciudadanía. ¿Valores en crisis? 79 O sea, yo creo en un socialismo participativo, pero no debe ser fruto de un decreto, sino de una participación dialogante entre todas esas tendencias, grupos sociales de distinta índole y pelaje; así creo que se podrá llegar a algo. Israel Rojas: Para rescatar los valores y lo demás, tenemos que seguir intentando que las placitas tengan comida; eso es lo primero, porque no se puede hacer filosofía con la barriga vacía, como decían León XIII, Marx y Engels. Hay que seguir haciendo todo lo posible por garantizar una independencia económica. Ese no es, propiamente, un valor, pero es una condición indispensable para poder seguir haciendo cualquier otro análisis. Y me da lo mismo, si logramos el desarrollo, si es con un socialismo solidario, con una UBPC, etc., lo que hace falta es que lo que se puede hacer con un peso no se haga con tres, y que las cosas se puedan resolver. Creo que ahí es donde está el principal equilibrio, en resolver el problema de la vivienda para que la familia pueda ser funcional. Ese es uno de los primeros retos: resolver el problema económico. El segundo es, a mi juicio, como decían los compañeros, la participación; en eso cabe el resto: la democracia, el diálogo, los valores. Yo digo que, en cuanto a la participación, en Cuba todo está bien hasta que los niños cursan el cuarto grado; porque nuestras instituciones pioneriles funcionan bien; los niños participan, hacen preguntas, dicen su opinión espontáneamente. El problema está de ahí para arriba. Además de la participación, algo que me parece importante es, junto con la política cultural, acabar de establecer una Ley de Prensa, y que nuestro periodismo sea el reflejo de nuestra realidad para, a partir de ahí, comenzar a crear un imaginario social creíble. Reflejar en nuestros medios, de manera artística y creíble, al pobre guajiro aquel que nunca se robó un ladrillo, es la única manera de que podamos hacer, como decía Coyula, que el valor valga. Hoy es importantísimo que vuelva a valer ser honesto, ser justo, ser coherente, y eso, me parece, es indispensable que lo haga la prensa, y también los intelectuales. Raúl Garcés: Empezamos hablando de valores, terminamos hablando de la prensa, como se podía esperar. No hay conclusiones, porque ya han sido hechas por los panelistas, a quienes les agradezco su participación, así como a los que intervinieron desde el público. Muchas gracias a todos. Participantes: Monseñor Carlos Manuel de Céspedes. Párroco de la Iglesia San Agustín. Profesor del Seminario de San Carlos. Miembro de la Academia Cubana de la Lengua. Laura Domínguez. Psicóloga. Profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Wilfredo Mederos. Maestro emergente. Profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación, de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona. Israel Rojas. Compositor e intérprete musical. Director del dúo Buena Fe. Raúl Garcés (moderador). Periodista y profesor de la Universidad de La Habana. Subdirector de la revista Temas. , 2013 80 C. M. de Céspedes, L. Domínguez, W. Mederos, I. Rojas, R. Garcés ENTRETEMAS Entretemas incluye cuatro textos que hablan de empresa estatal y transición socialistas, cultura musical y ordenamiento planetario. Primero, una propuesta para meditar: ¿cómo debería ser la empresa estatal en Cuba? Simulación de un nuevo modelo. Un artículo aborda las culturas musicales urbanas en Cuba, en particular, el lenguaje sonoro (metal), derivado del rock, que emergió a finales de los 70, aún en franca evolución. Otro incita a la comprensión del sistema-mundo: la geopolítica ambiental, novedosa forma de tratamiento de las relaciones internacionales. Un análisis desde la complejidad. Y la sección finaliza con la búsqueda del fundamento de la utopía en la ciencia, elementos básicos de una dialéctica para preservar el socialismo en Cuba. ¿Revolución en la Revolución? Hacia un nuevo modelo de empresa estatal socialista Adolfo Castillo Vitlloch Físico-matemático. Centro de Inmunología Molecular. Allá Dios que será divino. Yo me muero como viví. U «El necio», Silvio Rodríguez n rasgo distintivo e imprescindible del sistema socialista es el surgimiento de un nuevo tipo de entidad económica: la empresa estatal socialista. Esta es la forma productiva que mejor expresa la razón de ser del socialismo, o sea, transformar los instintos individualistas y egoístas de supervivencia del hombre, y potenciar sus valores como ser social; Marx consideraba que el socialismo debía armonizar los intereses de los individuos y de la sociedad.1 En mi opinión, solucionar esa contradicción aparente constituye un reto primordial, pues de ello dependerá, en gran medida, elevar a su plena capacidad las principales fuerzas productivas de este sistema: los trabajadores de la empresa estatal. Hasta hoy constituye una gran polémica el papel del individuo dentro de la empresa estatal socialista y la relación del Estado, como institución central de gobierno, con las empresas, y por ende, con quienes trabajan en ellas. De hecho, la tendencia general en muchos países adscritos a dicho sistema, incluida la Isla, ha sido que el gobierno mantenga un control casi total sobre el desempeño de la empresa, administre, gestione, planifique y asuma los riesgos, la responsabilidad y los beneficios resultantes con lo cual 82 n. 75: 82-89, julio-septiembre de 2013 Adolfo Castillo Vitlloch releva de esas funciones a trabajadores y directivos. Tal tendencia ha generado resultados negativos, entre ellos: pérdida del sentido de propiedad sobre los medios de producción, ausencia del papel estimulador del salario, desvalorización del trabajo, sentimiento de trabajar para un ente ajeno (el Estado) y, en general, la indiferencia del individuo ante los éxitos o dificultades de las entidades estatales.2 No obstante, entre los principales atributos del socialismo está utilizar los valores creados durante el proceso productivo para satisfacer al máximo posible las necesidades materiales y espirituales de todos los integrantes de la sociedad, en correspondencia con el aporte de estos a través de su trabajo, ya sea manual o intelectual.3 Esos recursos no se colectan solo a partir de impuestos a sujetos individuales (personas u organizaciones), sino fundamentalmente de manera colectiva, a través de las contribuciones de las empresas estatales o cooperativas. Una parte de las utilidades de la empresa estatal (incluida la plusvalía generada) debe ser propiedad de la sociedad (a través del Estado como instrumento) y el resto debe distribuirse entre los trabajadores mediante diversas vías. Así, a los gastos sociales se destinan utilidades que garantizan, de forma igualitaria, los derechos fundamentales del hombre: salud, educación, seguridad social y ciudadana —defensa, orden interior, protección ante catástrofes, etc.—, infraestructura básica en comunicaciones, trasporte. Toda empresa socialista, al fundarse, debiera responder las siguientes preguntas básicas: ¿cuál será su aporte a la sociedad?, ¿qué beneficios ofrecerá a sus trabajadores y cuáles de las necesidades de estos serán satisfechas (a través de salario u otras vías)?, ¿cómo garantizará su crecimiento continuo, el máximo nivel de eficiencia y ganancias? En la Resolución económica del V Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), en 1997, se expresó la necesidad de implementar cambios dirigidos a mantener el papel preponderante de la propiedad estatal y asegurar altos niveles de eficiencia en las empresas. Fueron señaladas, además, deficiencias y debilidades en el sector empresarial y se planteó que, ante la limitación de recursos disponibles y la necesidad de su óptimo aprovechamiento, la eficiencia constituiría el objetivo central de la política económica: Hacer un mejor uso de los recursos, elevar la productividad del trabajo, alcanzar mejores resultados con menos costos tendrá un efecto positivo en nuestro balance financiero, facilitando la participación en el comercio internacional y en el acceso a los mercados de capital e inversiones.4 En ella se adoptó, además, la decisión de instaurar un proceso de perfeccionamiento empresarial, cuyas bases fueron cuidadosamente diseñadas.5 Con posterioridad, en 2007, se aprobaron los decretos 252 y 281 que pretendían impulsar la solución de algunos problemas detectados.6 A pesar de haber transcurrido más de quince años, no se han obtenido los resultados deseados. Aunque un logro de ese proceso ha sido el diseño y materialización de un grupo de organizaciones eficientes, flexibles, en transformación continua con el objetivo de alcanzar estadios superiores (se estima que cerca de 40% del total de las empresas estatales aplican el perfeccionamiento empresarial), aún persisten numerosas debilidades e ineficiencias en gran parte del sistema empresarial del país.7 Los modelos implementados todavía no han dado una respuesta satisfactoria a las contradicciones mencionadas con anterioridad y no han permitido establecer reglas claras acerca de qué puede o no hacer el empresariado cubano, ni creado instrumentos estables de control sobre su gestión y resultados. Durante los últimos años, las directrices y métodos utilizados han sufrido constantes modificaciones, con un enfoque cada vez más restrictivo, lo cual va en contra de la descentralización y autonomía planteada en las bases del perfeccionamiento empresarial. Por tanto, sigue abierta la pregunta de cómo tornar eficiente la empresa estatal socialista. En la actualidad, el presidente Raúl Castro ha convocado a efectuar las rectificaciones necesarias. El alcance de estas transformaciones retoma la definición de Revolución, expresada por el Comandante en Jefe, Fidel Castro, en 2000,8 a todos los niveles de la sociedad, desde la dirección del país hasta el simple ciudadano, e inculcarla desde la infancia. En esencia, se trata de realizar una revolución dentro de la Revolución. Los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución aprobados en el VI Congreso del PCC, en junio de 2011, sientan las bases ideológicas y reguladoras para proponer y afrontar complejos cambios que no admiten más aplazamientos. En la primera página de ese documento se define el sistema económico que prevalecerá sobre la base de la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción y deberá regir el principio de distribución socialista: «De cada cual según su capacidad a cada cual según su trabajo». Más adelante se expresa que «el modelo económico a alcanzar reconocerá y promoverá a la empresa estatal socialista como forma principal en la economía nacional».9 ¿Cuáles deben ser los principales rasgos distintivos de la empresa estatal socialista? Los elementos esenciales para resolver la aparente contradicción en la relación Estado-empresa-individuo son: • Desarrollar en los trabajadores y directivos de las empresas estatales la percepción de que el crecimiento del bienestar material y espiritual depende directamente del desempeño eficiente y la reproducción ampliada de tales entidades (el éxito personal depende del éxito colectivo). • Ofrecer información transparente a los trabajadores sobre el impacto de lo que aportan, a través de contribuciones e impuestos empresariales, a presupuestos sociales que implican mayor bienestar de la sociedad en su conjunto (las conquistas sociales no salen de la nada). • Los trabajadores deben sentir que su contribución al bienestar social o a la reproducción ampliada de la empresa no va en detrimento de sus ingresos personales y nivel de vida (equivalencia entre las contribuciones destinadas a satisfacer las necesidades de la empresa como colectivo y del individuo). • Empleados y jefes deben tener posibilidad real de decidir en la planificación y gestión de su empresa (planificación de abajo hacia arriba). En el Capítulo I de los mencionados Lineamientos se establece, entre otros preceptos, que la planificación socialista continuará siendo la vía principal para dirigir la economía del país. Además, se traza como objetivo central que el sistema empresarial del país esté constituido por entidades eficientes, bien ¿Revolución en la Revolución? Hacia un nuevo modelo de empresa estatal socialista 83 organizadas, eficaces, así como la creación de nuevas organizaciones superiores de dirección empresarial.10 Las empresas, como unidad fundamental del sistema económico estatal, están subordinadas directamente a esas organizaciones y ellas a su vez a los ministerios correspondientes, pero mantienen un alto grado de independencia. Los órganos superiores han de desempeñar un papel integrador y de regulación a nivel macroeconómico, y adecuar los planes propuestos, a partir de los análisis de mercado, la factibilidad de las empresas por separado, las necesidades del país y del sistema empresarial en su conjunto (planificación en los dos sentidos). Se debe tener en cuenta el balance entre la planificación centralizada y el mercado, según las características de cada empresa. Así, en la planificación de las exportadoras se considerarán las fluctuaciones del mercado internacional y se les dará mayor libertad a la hora de establecer los planes.11 Los Lineamientos crean el marco propicio para enfrentar las contradicciones entre el Estado, la empresa y el individuo. La empresa socialista contribuye a ello si: • Garantiza su viabilidad económica y reproducción ampliada, con un aumento constante de la eficiencia. • Asegura el máximo de bienestar social a sus trabajadores y a sus familias, al aportar los recursos necesarios para cubrir su seguridad social, salud, educación, así como los demandados por los gobiernos locales o por el Estado. • Retribuye parte de los ingresos entre sus trabajadores, mediante salarios, estímulos, beneficios y otras vías, en busca de un crecimiento constante de su nivel de vida. En el Lineamiento 13 se explicita que se hará más flexible el objeto social de las empresas, para que puedan desplegar al máximo sus potencialidades, y que se definirán las facultades e instrumentos financieros que utilizar por las empresas para dirigir la producción de bienes y servicios. Propuesta de modelo de gestión económica para las empresas estatales socialistas Este modelo de gestión puede y debiera ser ajustado para incluir las características específicas de diferentes sectores empresariales; no obstante, resultan válidas las siguientes generalidades: 1. Para garantizar la viabilidad económica de la empresa y la reproducción ampliada, con un aumento constante de la eficiencia (Lineamientos 7, 12, 13-16, 22 y 24): • Deducir de los ingresos totales anuales los gastos corrientes de reproducción ampliada planificados de 84 Adolfo Castillo Vitlloch acuerdo con su tasa de crecimiento e índice de costo por peso previsto. Además, si la empresa lo requiere (por ejemplo, las de alta tecnología), se incluirá el financiamiento de actividades de investigación, desarrollo, innovación, mantenimiento y reposición de equipos, que sean relevantes para mantener la línea de productos o mejorar la eficiencia de la empresa. • Asimismo, de los ingresos obtenidos se destinarán las partidas necesarias para crear un fondo propio de inversiones, que asegure la reposición del equipamiento, la asimilación de nuevas tecnologías y la ampliación de las capacidades productivas —imprescindible para cumplir con el Lineamiento 83, el cual orienta que las empresas vinculadas a la exportación deben garantizar que todos los bienes y servicios destinados a los mercados internacionales respondan a los más altos estándares de calidad. Estos gastos incluyen los generados por la depreciación y amortización, la conservación y mantenimiento de maquinaria y equipo, así como otros activos necesarios para obtener utilidades; y pueden ser deducidos del impuesto sobre utilidades, según la Ley 113 del Sistema Tributario.12 • Además se deberán deducir de los ingresos totales los gastos generales y de administración. De acuerdo con lo estipulado en la mencionada Ley 113, dichos gastos comprenden los de distribución y ventas, los de operación, los financieros, los de creación de provisiones obligatorias, los de viajes —cuando sean directamente atribuibles a la actividad de la entidad—, los de publicidad y propaganda vinculadas a su objeto social o empresarial; también el pago por el arrendamiento de bienes, el importe de las provisiones técnicas y del fondo de maniobra, los gastos de representación presupuestados, entre otros. • A partir de las utilidades obtenidas se creará un fondo de desarrollo. Aunque lo usual es asumir la actividad de investigación y desarrollo como una inversión a riesgo a partir de fondos propios (a mediano o largo plazo), se debería especificar en un acápite independiente al resto de las inversiones, dado sus especificidades. Con estos recursos se podrán financiar acciones de I+D+i propias de la empresa o proyectos de interés empresarial que ejecutar por instituciones externas. Ello responde al Lineamiento 19 —expresa que las empresas, tras deducir los impuestos, y cumplidos los compromisos con el Estado, podrán crear fondos para el desarrollo, las inversiones y la estimulación a los trabajadores— y al 24, según el cual los centros de investigación relacionados con la producción y los servicios deberán formar parte de las empresas o de las organizaciones superiores de dirección empresarial, en todos los La empresa estatal socialista ha de ser la forma fundamental de producción en el socialismo, por lo que lograr su funcionamiento eficiente constituye un objetivo vital. Para conseguirlo es indispensable alcanzar el máximo nivel de estimulación de las fuerzas productivas involucradas. casos en que resulte posible, de forma que se pueda vincular efectivamente su labor de investigación a las producciones respectivas. En las empresas donde la actividad de investigación y desarrollo incide de modo determinante en la generación de valores (por ejemplo, las de alta tecnología), las erogaciones por I+D+i con un carácter más básico y exploratorio y, por ende, de mayor riesgo, se pueden considerar como parte de los gastos de operación a partir de los ingresos totales. • De las utilidades se deducirá una partida a fin de establecer fondos para reservas y seguros, así como para crear y operar la Organización Superior de Dirección Empresarial (OSDE), en el caso que corresponda. Así se cumplirá con el Lineamiento 22. Estas propuestas concuerdan con el Lineamiento 16, según el cual las empresas deciden y administran su capital de trabajo hasta el límite previsto en el plan. Poder manejar sus fondos les permitirá mejorar la planificación, lograr mayor eficiencia, agilidad y flexibilidad necesarias para un buen funcionamiento y ser capaces de responder a las exigencias del mercado. 2. Para asegurar el máximo de bienestar social de sus trabajadores y familias, aportando los gastos necesarios para cubrir su seguridad social, salud, educación, así como los demandados por otras esferas presupuestadas por los gobiernos locales y o por el Estado (Lineamientos 19 y 21): • Deducir de los ingresos totales de la empresa los tributos asociados al empleo, los cuales se conformarán de las siguientes partidas: ■■ Contribución a la seguridad social: similar a lo regulado para los trabajadores por cuenta propia. Esta contribución puede ser establecida a partir de un monto fijo del fondo de salario básico utilizado por la empresa, según se establezca en la Ley del Sistema Tributario. ■■ Impuesto por la utilización de fuerza de trabajo: De acuerdo con lo estipulado en la Ley 113, se calculará a partir de un porcentaje del fondo de salario utilizado, deducible del impuesto por utilidades, y no se incluirán en el cálculo las cantidades que devenguen los trabajadores como estimulación, a partir de las ganancias obtenidas después de pagar el impuesto sobre estas. ■■ Contribución a gastos sociales de primera necesidad, como salud, educación, asistencia y bienestar social. Este fondo se establecerá a partir de una tasa con una cuota fija por trabajador y aportará a los presupuestos estatales para la salud y educación (incluidas actividades vinculadas con la cultura y el deporte). Una forma simplificada de establecer el monto de tal contribución puede ser a partir de calcular la relación entre el presupuesto estimado para estas actividades correspondiente al aporte por el sector estatal y la cantidad de trabajadores del sistema empresarial del Estado. • De las utilidades obtenidas se deducirá un impuesto estatal con tasas de acuerdo con lo establecido en la Ley del Sistema Tributario. Esos fondos serán asumidos centralmente por el Estado y se destinarán a obras y actividades que contribuyan al bienestar de la sociedad en su conjunto, como: defensa y seguridad nacional, grandes obras de infraestructura, reservas centrales para contingencias, inversiones en viviendas, la esfera presupuestada de la ciencia, la tecnología y el medioambiente, subsidios a algunos sectores especiales de la población, proyectos de alcance social y planes de los trabajadores sociales, funcionamiento del aparato central del gobierno, medios nacionales de comunicación y otros servicios estatales. • Al mismo tiempo, de las utilidades obtenidas se pagará una contribución territorial, según la Ley del Sistema Tributario, con tasas fijas anuales, lo cual da respuesta al Lineamiento 21 que contempla que las empresas y cooperativas entregarán a los Consejos de la Administración Municipal donde operan, un tributo para el desarrollo de infraestructura territorial: viales, alumbrado público, inversiones locales, etc. Lo planteado se vincula de igual manera con la implementación del Lineamiento 23, referido a que las empresas tendrán independencia para aprobar sus plantillas de cargos, e impedirán que estas se incrementen innecesariamente, pues cada vez que ingresa un nuevo trabajador la entidad debe garantizar su fondo de salario así como las contribuciones a la seguridad social, la educación y la salud. Además, lo propuesto permite establecer un nexo más directo y transparente entre los resultados económicos —de los individuos y de la empresa como organización— y el aporte a políticas de bienestar social. ¿Revolución en la Revolución? Hacia un nuevo modelo de empresa estatal socialista 85 3. Para garantizar que parte de los ingresos sea retribuida entre sus trabajadores, en forma de salarios, estímulos, beneficios y otras vías, en busca de un crecimiento constante del nivel de vida (Lineamientos 20, 22 y 23): El salario (aquí incluyo todas las variantes de remuneración) debe constituir una de las formas de distribuir en la sociedad las ganancias de la empresa socialista y será exponente de la responsabilidad y obligación de cada trabajador en cuanto a garantizar el mantenimiento y el éxito económico de su empresa, principal vía para sostener la forma de vida y el bienestar de quienes laboran en ella. Este concepto quedó recogido en la Introducción de los Lineamientos donde se insta a incrementar la productividad del trabajo, elevar la disciplina y el nivel de motivación del salario y los estímulos, así como a eliminar el igualitarismo en los mecanismos de distribución y redistribución del ingreso, y a suprimir gratuidades indebidas y subsidios excesivos. Además, se reafirma en el Lineamiento 170, dirigido a asegurar que mediante los salarios cada cual reciba según su trabajo, que este genere productos y servicios con calidad, que se incremente la producción y la productividad, y que los ingresos salariales tengan un reflejo efectivo en la satisfacción de las necesidades básicas de los trabajadores y su familia. Es necesario valorar de manera periódica qué se considera un salario adecuado para afrontar esas necesidades, a partir de lo cual deben ser definidos los salarios mínimo y medio, de modo transparente y mediante consenso social. Tal definición resulta importante, sobre todo, para los trabajadores del sector estatal (presupuestado y empresarial). Es indispensable propiciar el aumento controlado del consumo interno, a partir de la capacidad adquisitiva real de los salarios, en especial los devengados en los sectores que producen bienes y servicios, y principalmente de los exportadores. Tales salarios deben tener valor y capacidad adquisitiva real, en relación definida con divisas internacionales de referencia. Así es posible equiparar el valor generado por el trabajo que sustenta el monto pagado, la capacidad de consumo de este y el estatus social correspondiente al aporte realizado. De esta manera, el salario trasmite su valor real en las transacciones entre los individuos y las empresas estatales o productores privados generadores de bienes o servicios con destino al mercado nacional interno; y se logra valorar esos servicios y producciones y asociarlos a la capacidad de captación de divisas procedentes del exterior. En el Lineamiento 171 se afirma que deberán incrementarse los salarios gradualmente, se favorecerán en un inicio las actividades con resultados más eficientes y las 86 Adolfo Castillo Vitlloch labores que aportan beneficios de particular impacto económico y social. El salario debe permitir a los trabajadores estatales cubrir gastos, hoy subsidiados, de alimentación y servicios básicos como electricidad, agua potable, alcantarillado, comunicaciones, transporte público, etc. En una primera etapa, mientras se mantengan subsidios totales o parciales, se pudiera implementar un impuesto sobre el salario (además de instaurar otro sobre ingresos) de los trabajadores pertenecientes a empresas que hayan elevado sus remuneraciones según el modelo ya expuesto, de forma que los individuos con mayores ingresos aporten más para cubrir los subsidios. Aquellos obtenidos a partir del salario de los ciudadanos conformarán las ganancias y el capital para invertir en esos sectores, los cuales dejarán de integrar la actividad presupuestada. En esencia, propongo lo siguiente: • A partir de los ingresos totales de la empresa, se conformará un fondo de salario básico, que se considerará parte de los gastos en fuerza de trabajo y será un porcentaje predeterminado del valor agregado bruto. Esto da respuesta al Lineamiento 20, que plantea que los ingresos de los trabajadores y sus jefes en las empresas estatales y las formas de gestión no estatal estarán vinculados a los resultados obtenidos. • Con las utilidades de la empresa se creará un fondo de estímulos salariales que complementará el de salario básico, en consonancia con lo recogido en los Lineamientos 19 y 20. Dicho estimulo vincula el ingreso de los trabajadores con el mantenimiento o aumento de los niveles de eficiencia, que se expresa en el bajo índice relativo de costo por peso y el aprovechamiento de posibles márgenes para el incremento de utilidades. Tales incrementos serían considerados parte del estimulo salarial. • Parte de las utilidades por sobrecumplimiento del plan de ingresos y ahorros (reducción del costo por peso), servirán para crear un fondo de inversiones y desarrollo, y para estimular a los trabajadores y favorecer sus condiciones laborales y de vida. La aplicación de los sistemas de pagos para distribuir estos fondos debe efectuarse según las regulaciones internas de cada entidad, previamente consultadas y aprobadas por la Organización Superior de Dirección Empresarial (OSDE) u organismo central, con vistas a impulsar aquellos aspectos que los directivos de la empresa consideren prioritarios, previo acuerdo con los trabajadores. Ello está en plena concordancia con el Lineamiento 23. Siempre que las condiciones sean propicias, la retribución salarial deberá ajustarse a las especificidades de las empresas y diseñarse a partir de establecer perfiles de puesto de trabajo. La creación de los fondos mencionados implicará la instauración de esquemas financieros «cerrados», a nivel de sectores y de cada empresa, que garanticen el acceso oportuno a la divisa necesaria. Tales centros podrán operar sus cuentas corrientes de forma directa, con flexibilidad y autonomía, y realizar ajustes internos entre las partidas del presupuesto anual de ingresos en divisas, dentro del marco total aprobado. Así se cumpliría lo estipulado en el Lineamiento 14: las finanzas internas de las empresas no pueden ser intervenidas por instancias ajenas; lo cual solo podrá ser realizado mediante los procedimientos legalmente establecidos; y con el Lineamiento 16: las empresas deciden y administran su capital de trabajo e inversiones hasta el límite previsto en el plan. Las cuentas dan A continuación ofrezco un ejemplo de cómo podría funcionar, en la práctica, la propuesta formulada en el acápite anterior. Ante todo, fijo algunas premisas: asumo la contabilidad en una sola moneda, CUC, por su convertibilidad directa con el dólar y otras divisas, su tasa de cambio —más acorde con los fundamentos de la economía real— y un mayor equilibrio entre la cantidad de esta moneda en circulación y los ingresos y reservas internacionales en divisas del país. No obstante, la contabilidad de las empresas puede realizarse de una manera muy similar en CUC o CUP y casi tendría los mismos efectos económicos, por lo que ambas variantes son equivalentes a los efectos de la esencia y resultados del modelo que propongo. Adopto como tasa de cambio un valor intermedio entre la vigente para el sector empresarial (1:1), a mi juicio, muy sobrevalorada, y la vigente en CADECA, muy lejos de poseer un equilibrio. En algunos sectores empresariales se han establecido experimentalmente tasas de cambio de 1 CUC a 6-9 CUP; sin embargo tomo para este ejemplo una tasa intermedia: 1 CUC a 15 CUP, lo cual si bien no es real, permite evaluar mejor el efecto de estos mecanismos sobre los balances financieros de las empresas e identificar posibles descalces. La aplicación de estas condiciones en casos de empresas hipotéticas eje con diferentes características y niveles de productividad se simula en la Tabla 1, para la cual elaboré una plantilla de cálculo con los siguientes datos: mil trabajadores, en todos los casos, las facturaciones en el mercado nacional (CUP) y por concepto de exportaciones (CUC), y los costos de producción (COP). Además en ella se fijan las tasas y los porcentajes correspondientes: • Valor agregado bruto (VAB): 10% de los gastos corrientes de producción, como valor generado por concepto de producto obtenido pero no realizado aún. • Para gastos corrientes de producción se consideró una tasa de crecimiento anual de 3%. • Gastos generales y de administración: 15% de los gastos corrientes totales. • Salario básico: 20% del VAB. • Contribución a la seguridad social: 10% del fondo de salario básico. • Impuesto por utilización de fuerza de trabajo: 10% del fondo de salario (aunque este debe reducirse en los primeros cinco años hasta 5%, según la Ley 113).13 • Tasa de gastos sociales primarios (salud, educación y bienestar social): 2 000 CUC al año por trabajador; si se estima que algo más de dos millones de personas laboran en el sector estatal no presupuestado, el aporte por este concepto ascendería a más de cuatro mil millones de CUC. Si descontamos de este presupuesto 2 500 millones de CUC para los gastos de estas actividades en divisas convertibles, restarían unos 1 500 millones de CUC que, según la tasa de cambio utilizada en este trabajo, significaría 22 500 millones de CUP, cifra superior a los niveles de gastos reportados por estos conceptos en 2009, 2010 y 2011,14 a lo que habría que adicionar aún lo recaudado por concepto de impuestos a los trabajadores del sector no estatal. • Tributo territorial: 5% de los ingresos totales. • Impuesto sobre utilidades: 35% (valor máximo según la Ley 113). Para simplificar el cálculo se consideraría incluir el impuesto sobre las ventas, en caso que proceda. • Fondos para estímulos de los trabajadores: 15% de las utilidades referidas en el punto anterior. • Fondos de desarrollo, innovación e inversiones internas: 15% de las utilidades, en cada caso. • El resto se asigna a seguros, reservas y aportes a la OSDE. Las empresas A y B presentan similares niveles de facturación, tanto en el mercado interno (CUP) como por concepto de exportaciones (CUC), pero la primera tiene bajos costos por peso de producción (COP) comparada con la segunda (0,3 y 0,6 respectivamente). La C exhibe niveles de facturación relativamente bajos en ambas monedas, pero sus costos de producción por peso son bajos; mientas que la D muestra niveles de facturación medios (en CUC y CUP) y costos de producción por peso similares a la empresa B (altos). La empresa E realiza facturaciones solamente en el mercado interno, con COP medios (0,5). En todos los casos analizados las empresas obtienen saldos positivos, aunque los valores de productividad a partir del VAB oscilan desde 5 050 CUC/trabajador (empresa E) hasta más de 35 000 CUC/trabajador (empresa A). De acuerdo con el criterio seguido en el modelo, los fondos de salario y estímulos son proporcionales a los valores de productividad, se obtiene una relación de 1 a 7 entre las empresas de mayor y menor fondo de salario (A y E). ¿Revolución en la Revolución? Hacia un nuevo modelo de empresa estatal socialista 87 Tabla 1. Simulación de la gestión económica de empresas hipotéticas Tipo de empresa ejemplo No. de trabajadores A B 1 000 C 1 000 D 1 000 E 1 000 1 000 Facturación total 53 333 53 333 19 200 32 000 11 333 Facturación CUC 50 000 50 000 18 000 30 000 0 Facturación CUP 50 000 50 000 18 000 30 000 170 000 Costos totales 0,61 0,89 0,68 0,92 0,94 COP 0,3 0,6 0,3 0,6 0,5 5 933 19 776 5 837 1 047 3 490 1 030 Conclusiones VAB 35 593 17 853 12 814 10 712 5 050 Gastos corrientes 16 480 32 960 de producción Gastos generales y administrativos 2 908 5 816 2 667 2 667 960 1 600 567 Utilidades 20 736 5 606 6 185 2 563 688 Impuestos 7 258 1 962 2 165 897 241 Estímulos 3 110 841 928 384 103 Inversiones 3 110 841 928 384 103 Desarrollo 3 110 841 928 384 103 OSDE y seguros 2 074 561 618 256 69 El sistema socialista que se construya debe caracterizarse por un predominio de la propiedad social sobre los medios de producción. Ello, unido a una economía planificada que proteja de crecimientos disfuncionales los diferentes sectores socioeconómicos, debe conducir a una emancipación plena del hombre y la satisfacción creciente de sus necesidades materiales y espirituales, sin olvidar los principios éticos de solidaridad y justicia social. La empresa estatal socialista ha de ser la forma fundamental de producción en el socialismo, por lo que lograr su funcionamiento eficiente constituye un objetivo vital. Para conseguirlo es indispensable alcanzar el máximo nivel de estimulación de las fuerzas productivas involucradas. Alcanzar estas metas estratégicas implica un balance en la distribución de las riquezas creadas por sus trabajadores, en cuanto a: Leyenda: Los valores están en miles de CUC (excepto la facturación por ventas en el mercado nacional que está en miles de CUP). Facturación, CUC (facturación por concepto de exportaciones); Facturación, CUP (facturación por concepto de ventas nacionales); COP (costos de producción por peso); VAB (valor agregado bruto); Gastos en FT (gastos en fuerza de trabajo); Impuesto (impuesto estatal sobre utilidades); Inversiones (inversiones internas de la empresa); OSDE (Organización Superior de Dirección Empresarial). • La fracción que la empresa destina para su mantenimiento y crecimiento a través del ciclo de reproducción ampliada. • El aporte que hace al bienestar de la sociedad en su conjunto con vistas a preservar los principios de justicia social. • La retribución a los trabajadores, para satisfacer sus necesidades materiales y espirituales. Productividad 36 18 13 11 5 Gastos en FT 10 542 6 285 5 075 4 571 3 212 Contribución social 2 000 2 000 2 000 2 000 2 000 Fondo de salario 7 119 3 571 2 563 2 142 1 010 Seguridad Social 712 357 256 214 101 Impuesto por FT 712 357 256 214 101 Tributo territorial En la Tabla 1 puede observarse también que las empresas con altos costos totales y de producción (B y D) deben dedicar una buena parte de sus ingresos (más de 75%) a su reproducción y gastos asociados, (gastos totales, generales y de administración, inversiones internas, OSDE, seguros y reservas) para garantizar la viabilidad económica. En consecuencia, dedican una proporción menor de los ingresos a asegurar el máximo de bienestar social a sus trabajadores y a las familias que conforman (aporte a la seguridad social, contribución 88 a los presupuestos de salud, educación y bienestar social, impuestos sobre uso de fuerza de trabajo y las utilidades y tributo territorial) así como a garantizarles mediante salarios y estímulos el incremento de su nivel de vida. Teniendo en cuenta los resultados de la simulación, las empresas A y C deben tener como objetivo principal aumentar su volumen de facturación, lo que pudiera implicar el crecimiento económico de esas entidades. Las demás necesitan elevar su productividad sobre la base del ahorro y la eficiencia, también el volumen de exportaciones, con vistas a alcanzar un equilibrio entre los ingresos que dedican a mantenerse y reproducirse y los destinados al aporte a la sociedad y a garantizar el mejor nivel de vida posible a los trabajadores. Adolfo Castillo Vitlloch Proponer, experimentar y establecer en Cuba los modelos y mecanismos económicos que lleven al pleno desarrollo del sistema empresarial socialista, sustentado en el poder político de la clase trabajadora y el predominio de la propiedad social sobre los principales medios de producción, es la única vía de preservar la validez de dicho sistema y, por ende, la independencia de nuestro país. Al mismo tiempo implicaría hacer un aporte significativo a la teoría y la práctica mundial de la construcción del socialismo. Notas 1. Véase Carlos Marx, El Capital, t. III y XV, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1973, pp. 102-7 y 331, respectivamente. 2. «[E]l Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas equivocaciones se produce, se nota una disminución del entusiasmo colectivo por efectos de una disminución cuantitativa de cada uno de los elementos que la forman, y el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes; es el instante de rectificar». Ernesto Che Guevara, El Socialismo y el hombre en Cuba, Editorial Ciencias Políticas, La Habana, 1965. 3. Véase Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista [1848], disponible en Librodot.com. 4. PCC, Resolución económica del V Congreso del PCC, Editora Política, La Habana, 1997, p. 8. 5. Véase Decreto Ley No. 187 del Consejo de Estado, Gaceta Oficial, n. 45, La Habana, 25 de agosto de 1998. 6. Véanse el Decreto Ley No. 252/07 del Consejo de Estado y el Decreto Ley No. 281/07 del Consejo de Ministros, Gaceta Oficial de la República de Cuba, n. 041, Extraordinaria, La Habana, 17 de agosto de 2007. 7. Santiago Alemán, Orlando Saroza y Jorge Pérez, «Reflexiones críticas sobre la concepción del perfeccionamiento empresarial en Cuba», Temas, n. 66, La Habana, abril-junio de 2011, pp. 134-42; Sergio Espinosa Moré, «Evaluación del desempeño de la empresa estatal socialista cubana en la nueva etapa», Nueva Empresa Revista Cubana de Gestión Empresarial, v. 7, n. 2, La Habana, 2011, pp. 3-5. 8. Véase Fidel Castro Ruz, «Discurso por el Día internacional de los trabajadores», Plaza de la Revolución, 1 de mayo de 2000, disponible en www.cuba.cu/gobierno/discursos/2000/esp/f010500e.html. 9. Partido Comunista de Cuba, Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución (Resolución aprobada en el VI Congreso del PCC, junio de 2011), disponible en www.congresopcc.cip.cu. 10. Ídem. 11. Véanse Julio A. Díaz Vázquez, «Un balance crítico sobre la economía cubana. Notas sobre dirección y gestión», Temas, n. 66, La Habana, abril-junio de 2011, pp. 123-33; y Santiago Alemán, Orlando Saroza y Jorge Pérez, ob. cit. 12. «Ley 113 del Sistema Tributario», Gaceta Oficial de la República de Cuba, n. 53, Edición ordinaria, La Habana, 2012. 13. Ídem. 14. ONE, Anuario estadístico de Cuba 2009, 2010 y 2011, disponibles en www.one.cu. , 2013 ¿Revolución en la Revolución? Hacia un nuevo modelo de empresa estatal socialista 89 Mención (estudios sobre arte y literatura) Premio Temas de Ensayo 2012 Dressing Black: la cultura metalera en Cuba Anay Remón García Profesora. Universidad de La Habana. D esde el encuentro entre los estudios de música popular y los culturales, en la década de los 70, urge analizar el universo de la música como espacio de interacción y cohesión para los diversos grupos sociales. En la actualidad, aproximarse a este fenómeno desde una perspectiva netamente musicológica significa desconocer la pertinencia de una lectura más amplia. La visión transdisciplinaria que proponen los Estudios culturales ha constituido una herramienta eficaz para las investigaciones sobre música popular, al recolocar a esta última frente al campus académico como un área de sólida interacción cultural. Este distanciamiento del criterio musicológico proviene de la necesidad de evaluar el proceso de creación y recepción de la música al amparo de las condiciones específicas del contexto que signan la producción musical. Con el advenimiento de la posmodernidad se ha vuelto imprescindible el estudio de los fenómenos musicales teniendo en cuenta no solo sus valores estéticos, sino la realidad socioeconómica, cultural y política en la cual se originaron. A partir de tal premisa el presente ensayo intentará aproximarse a una arista poco explorada del acontecer sonoro cubano: las culturas musicales urbanas y, en concreto, aquella surgida a partir del metal,1 lenguaje sonoro derivado del rock que emergió a finales de los años 70 y no ha dejado de evolucionar hasta el presente. 90 n. 75: 90-96, julio-septiembre de 2013 Anay Remón García Breve aproximación al metal La evolución de la música rock sufrió un brusco sobresalto en el ocaso de los 70 con la aparición de un lenguaje sonoro que, si bien conservaba rasgos tímbricos, rítmicos y armónico-melódicos similares a los apreciados en el devenir del género, se diferenciaba notoriamente de él en cuanto a recursos estilísticoexpresivos e ideología: el heavy metal. Su irrupción supuso el nacimiento de una filosofía distinta a la del espíritu de los años 602 y opuesta —al menos en los inicios— a la feroz mercantilización que había signado al rock desde que este dejara de ser el himno de los pacifistas y heterodoxos para convertirse en el producto más rentable de la industria musical y, por ende, en espectáculo de masas. El metal no solo pretendía romper el vínculo entre rock y mercado; también sentó nuevas pautas para componer y ejecutar este tipo de música. Su progresiva aceptación y el movimiento cultural que en torno suyo comenzó a vertebrarse en los 80 han provocado que la industria musical intente legitimarlo como un género independiente, escindido del rock. Ciertamente, con el advenimiento del heavy metal se creó un nuevo concepto de integración del tradicional formato tímbrico —guitarras, bajo y batería—, lo que transformó el color sonoro y el empleo de los indicadores de expresión musical. En lo adelante la música rock habría de ser más rápida, más potente, más radical en sus textos y afianzada en ideologías como la anarquía, el anticristianismo y el satanismo. A la luz de tales presupuestos sería posible considerar una separación formal entre rock y metal; sin embargo, la musicología se ha mantenido escéptica en cuanto a considerarlo un género autónomo. Más allá de la conclusión a que eventualmente pudiera arribar el criterio musicológico, la diferencia entre rock y metal se sustenta en los valores que promueve y defiende este último; así como en su alejamiento de los circuitos promocionales. Ello no significa que dicha música se mantenga al margen de la industria; pero sus características la excluyen como producto comercial de consumo masivo. Si bien existen redes para la producción, distribución y difusión del metal, en particular de las tendencias más moderadas —léase heavy metal, glam metal, thrash metal, power metal, metal progresivo, nu-metal y metal sinfónico—, con el surgimiento de las variantes extremas ha disminuido el rango de público consumidor. Por consiguiente, los mecanismos para su promoción se concentran en escenas específicas y operan en menor escala. La separación conceptual entre rock y metal, verificada en los albores del nuevo milenio, ha generado una lógica segmentación entre el público receptor, debido, en lo fundamental, a la emergencia de las nuevas generaciones, que no conocieron la utopía vivida en los 60 ni la época dorada de sonoridades como el hard rock, el punk o el grunge. Los individuos nacidos en su mayoría durante las dos últimas décadas de la pasada centuria han presenciado la crisis de valores que experimenta la humanidad, azotada por la inestabilidad política y financiera, la decadencia de las sociedades contemporáneas, el desmoronamiento de las estructuras que dictan y protegen la moral ciudadana, el cambio de siglo matizado por sucesivas confrontaciones bélicas y la pérdida del ideal humano. No es de extrañar, entonces, su necesidad de comulgar con actitudes extremas y de pertenecer a comunidades socialmente excluidas o, al menos, alejadas de las normas de la cultura dominante. de presentación de la Isla a nivel internacional, lo que ha provocado incluso cierto atavismo respecto a lo que debe o no ser considerado como «música cubana», en los últimos treinta años se ha desarrollado en Cuba un nuevo espacio sociomusical cuya emergencia se ha caracterizado —entre otros rasgos— por su vínculo de atracción y rechazo hacia el modelo cultural instaurado. Dicha escena tuvo en sus inicios un carácter underground. Con el advenimiento del Período especial y la sucesión de cambios radicales en el orden socioeconómico del país, la institución Cultura paulatinamente comenzó a flexibilizar la política dirigida al conjunto de alteridades cuya praxis había mantenido confinada a sus márgenes. A partir de esta acción integradora, el término underground dio paso al de Música Cubana Alternativa, lo cual no significó la desaparición del primero ni la disposición de una estrategia promocional para los productos alternativos, equiparable a aquella destinada a la música popular bailable y/o tradicional. Con las nuevas pautas de la política cultural, la música alternativa logró cierta visibilidad y el reconocimiento de un público interesado en las diversas propuestas englobadas bajo esta nomenclatura, a saber: el rap, el rock —incluyendo el metal— y algunos segmentos del pop y la canción. En lo que va del siglo xxi se han inscrito, además, la música electrónica y determinados cultores del reguetón. Para esclarecer la utilidad del rótulo Música cubana alternativa como marco para un proceso de revitalización y diversificación ocurrido en el acontecer musical del país, el estudioso Joaquín Borges Triana ha subrayado: Cuba y la música alternativa La riqueza y pluralidad de esta escena han motivado el interés de estudiosos de las ciencias sociales, quienes han analizado el proceso de construcción de identidades a partir de la praxis en un entorno sociomusical, así como los modos de interacción y apropiación de espacios por parte del público consumidor de la Música Cubana Alternativa en cualesquiera de sus géneros y modalidades. Sin embargo, no todos los lenguajes sonoros que integran la producción alternativa en la Isla han gozado de igual fortuna crítica. En este país, el vasto panorama de la música popular constituye un área de intercambio permanente y fluido, verificable desde su génesis en las interinfluencias genéricas, la maleabilidad de sus células rítmicas y la flexibilidad para aceptar préstamos de sonoridades foráneas. Aunque las producciones bailables o aquellas registradas en los predios de la música tradicional han constituido por antonomasia la carta El término de Música Cubana Alternativa es una expresión manejada como una categoría operativa y no como un concepto en cuanto a géneros y estilos específicos […] Se trata de un nombre abstracto para designar un fenómeno que ha venido ocurriendo en Cuba desde mediados del decenio de los ochenta en cuanto al surgimiento de expresiones no convencionales de lo cultural […] que nacen desde los límites de las estructuras institucionales llamadas a legitimar lo nuevo que surge.3 Dressing Black: la cultura metalera en Cuba 91 Rock, tribus y culturas musicales urbanas El rock comenzó a desarrollarse a finales de los años 50 y su medio siglo de existencia en suelo cubano ha estado signado por un rasgo inmutable: la conflictividad. La postura de rechazo asumida por las instancias oficiales lo convirtió en la primera expresión musical underground del período revolucionario. Para justificar dicha marginación se esgrimieron acusaciones que iban desde lo enervante de su ritmo y la conducta antisocial de cultores y público, hasta el diversionismo ideológico que suponía escuchar —o peor aún, disfrutar— cualquier música de origen anglófono. La red de prohibiciones en torno al género, conjugada con el estancamiento que padeció la música cubana durante las dos primeras décadas posteriores al triunfo revolucionario —salvo escasas excepciones— provocaron el surgimiento casi inmediato de un sector juvenil ávido de consumir «música del enemigo». El proceso de selección llevado a cabo por la política cultural revolucionaria para determinar cuáles productos artísticos eran «nocivos» para el pueblo, condenó a los tempranos seguidores del rock a escuchar esta música en condiciones de semiclandestinidad. Durante los 60 y los 70 las bandas de rock no profesionales que se dedicaban a realizar versiones de los hits foráneos —Los Kent, Dimensión Vertical, Almas Vertiginosas, entre otras— nuclearon en torno suyo a un importante número de jóvenes que disfrutaban de la música de agrupaciones como The Beatles, Led Zeppelin, The Rolling Stones o Deep Purple. En el decenio siguiente se hizo notable la presencia de un rock que se distanciaba paulatinamente de las versiones y apostaba por la creación de autor. El público que antes disfrutaba de las reproducciones de temas internacionales ofrecidas por las bandas del patio, se dividió entre los que preferían el rock extranjero y quienes —sin dejar de escuchar sus agrupaciones de culto— ofrecieron un voto de credibilidad a las tentativas de los músicos cubanos por elaborar una vertiente propia. En cualquier caso, estos individuos fueron construyendo una identidad sociocultural a través del rock, sustentada no solo en el disfrute de dicha sonoridad, sino también en el modo de vestir, la jerga empleada para comunicarse, la complicidad que suponía formar parte de un espacio aislado de las prácticas culturales permitidas, y una buena dosis de rebeldía contra las normas impuestas dentro y fuera del marco familiar. En Cuba, la presencia de estos códigos comunes, establecidos por grupos de jóvenes con el propósito de diferenciarse del resto de sus contemporáneos, revela la existencia de un fenómeno sociocultural típico de la posmodernidad y generalmente relacionado con las dinámicas de 92 Anay Remón García las grandes urbes europeas o latinoamericanas: el neotribalismo. Este término fue acuñado en la década de los 80 por el sociólogo francés Michel Maffesoli a partir del sentido estricto del tribalismo primitivo; es decir: «el reagrupamiento de una comunidad específica con el fin de luchar contra la adversidad que los rodea».4 Dicho concepto, trasplantado al terreno de la cultura, engloba a aquellos sujetos que, obedeciendo una voluntad de distanciamiento de los valores prestablecidos, constituyen núcleos culturales sobre la base de preferencias, credos, principios morales y presupuestos ideoestéticos afines. En su acepción más abarcadora el neotribalismo supone un mecanismo de defensa ante la imposición de un esquema cultural estandarizado y glorificado a través de los mass media, y cuyo carácter hegemónico atenta contra el derecho de los individuos a defender no solo la cultura propia legitimada mediante la tradición, sino también aquellos valores adquiridos en préstamo que les resulten adecuados para la construcción de su identidad sociocultural. La globalización se ha traducido como una amenaza a las culturas de los pueblos que históricamente se han visto colocados en una posición periférica con respecto a los grandes centros de poder que imponen un modelo cultural, amparados en su superioridad económica y tecnológica. Sin embargo, el influjo benéfico de este fenómeno se materializa en su aporte a la conformación de un mapa cultural vasto y heterogéneo, donde cada sujeto elige sus coordenadas con absoluta libertad. En la segunda mitad de los 80 podía hablarse en Cuba de un movimiento de rock claramente diferenciado del resto de las propuestas musicales normadas y alternativas. La política cultural dio muestras sensibles de flexibilización en cuanto a aceptar determinados productos artísticos procedentes del exterior. Al mismo tiempo, en la arena internacional el heavy metal se convertía en la sonoridad más popular del momento, no solo por sus cualidades musicales, que ganaron la aceptación de millones de seguidores, sino también por la polémica que provocó en la sociedad estadounidense. Ora por la nueva política de tolerancia ante influencias foráneas, ora por nuestra cercanía a los Estados Unidos, lo cierto es que el heavy metal llegó a la Isla en su etapa de mayor esplendor. El público cubano que eligió identificarse con este ritmo en un momento de escasas libertades individuales integró lo que Maffesoli ha denominado tribus urbanas: [U]n grupo de individuos que se comporta de acuerdo a estéticas y valores similares […] Jóvenes que se agrupan buscando una identidad diferenciada, nuevas formas de expresión frente al proceso de homogenización cultural, de consumos, preferencias, vestimenta, que se produce en las grandes ciudades […] Las preferencias en relación con la música y otras formas del arte, los rituales en torno a estos gustos y la particular apropiación del cuerpo son rasgos centrales de las tribus.5 Tal concepto puede abarcar una parte significativa de las escenas sociomusicales coexistentes en las sociedades contemporáneas. En todas es notable la presencia mayoritaria de personas jóvenes; la calificación de «urbanas» corresponde a su nacimiento y desarrollo en un ámbito netamente citadino, y su constitución se articula sobre la dualidad consumodivertimento. No obstante, su carácter efímero es también sintomático, pues al tratarse en lo fundamental de comunidades emocionales que comparten gustos, pasiones y modos de pensar típicos de la adolescencia, su participación se halla relativamente sujeta a las variaciones de la moda y el contexto, así como a los valores culturales, intereses y prioridades adquiridos durante la transición a la edad adulta. Las culturas musicales urbanas, por su parte, ostentan un rasgo en común con las tribus urbanas: la voluntad de construir una identidad a través de un lenguaje musical determinado. Este punto de conexión es vital para ambas, pero en el caso de las tribus tal identidad está sujeta a los cambios y vivencias que experimenta el sujeto adolescente; mientras que en la cultura musical urbana perviven el compromiso y el sentido de pertenencia a la sonoridad que prefieren sus integrantes. La etapa de búsqueda consustancial a la mocedad permite la «mudanza» hacia diversas tribus de acuerdo con los intereses pasajeros típicos de la edad, desplazamientos motivados por la necesidad de construir una identidad. Por el contrario, las culturas musicales urbanas son el resultado de la praxis e interacción prolongadas de determinados grupos sociales dentro de un panorama sonoro común. Ofrece horizontes más amplios donde conviven sujetos de diversos grupos etarios vinculados activamente al universo sociomusical de su interés que, sobre todo, desean salvaguardar la identidad creada en este. Si la música que defienden suscita confrontaciones con la cultura dominante, tanto mejor, pues ello activa la voluntad de reivindicación del sujeto y el reclamo por el respeto de todas las alteridades culturales existentes en las sociedades contemporáneas. La realidad sociocultural de la Cuba posterior a 1959 constituye un objeto de estudio accesible desde múltiples aristas; de ahí que los esquemas aplicados a las dinámicas culturales que se suceden en las megalópolis latinoamericanas o europeas no se puedan ajustar a nuestro contexto sin antes sopesar cuidadosamente la coyuntura histórico-social que ha servido de marco a los diversos procesos culturales acontecidos en la nación, en particular durante los últimos treinta años. Si el modelo cultural instaurado en la etapa socialista es inclusivo y democrático, ¿qué motiva a numerosos cubanos a aislarse de dicho proyecto para formar parte de una cultura musical urbana circunscrita, por lo general, al ámbito alternativo? La interrogante se complejiza si tenemos en cuenta que el fenómeno musical de interés para el presente ensayo no ha articulado una cultura emparentada con la tradición de pueblo que ama y disfruta la música popular bailable. ¿Por qué, entonces, el metal? El movimiento cubano de rock que comenzó a cobrar fuerza en los años 80 para arraigarse definitivamente en la década posterior, evidenció fuertes contradicciones de índole generacional. En la escena que se extendió durante los últimos veinte años del pasado siglo coincidieron aquellos seguidores del rock cuya mocedad había transcurrido entre los 60 y los 70 —signados en su mayoría por la devoción a The Beatles— y las nuevas hornadas de jóvenes atraídos hacia el rock más metaloide. Los imperativos del Período especial —entre otros factores— condicionaron el predominio de las sonoridades más fuertes, mientras los rockeros de antaño daban rienda suelta a su nostalgia durante las presentaciones de las bandas especializadas en versionar el repertorio internacional. El metal cubano comenzó a configurar su cultura en los 90 a partir de agrupaciones nacionales —Zeus, Agonizer, Tendencia, Sectarium— que componían sus propios temas, para luego intentar grabarlos y promoverlos a través de canales extraoficiales. En 1991, con el apoyo de la Asociación Hermanos Saíz, se celebró en Santa Clara la primera edición del festival Ciudad Metal, que reveló la presencia de cuantiosas bandas en todo el país adscritas a esta tendencia musical. Durante este período surgieron también iniciativas independientes para apoyar a los músicos en el registro fonográfico y la promoción, aunque la calidad de tales intentos fuera, en la totalidad de los casos, lamentable. Sin embargo, con la progresiva accesibilidad a un arsenal tecnológico cualitativamente superior, parte de las bandas de rock y metal actuantes en los 90 lograron dejar al menos una grabación de su obra, con aceptable factura. En esta coyuntura el metal convivió con el resto de las modalidades rockeras que se cultivaban en el país, aunque ya existía un público exclusivamente consumidor suyo. El Patio de María, considerado desde 1987 y hasta 2003 el epicentro del movimiento cubano de rock, fue el primer espacio cuya programación se dedicó casi por completo a las bandas metaleras. Dicha institución se convirtió en el abrigo y principal sustento de esta cultura, pues los circuitos habilitados en los 90 para el consumo de rock no eran de fácil acceso, debido a la potencia excesiva del metal y la proyección exaltada de artistas y público. La difícil situación sobrevenida a raíz de la crisis económica provocó el éxodo de numerosos intérpretes Dressing Black: la cultura metalera en Cuba 93 Para el individuo metalero, su música representa el espacio de la supervivencia en la era contemporánea donde el hombre se sabe sometido y mortal; no obstante, a través de la interacción con ese universo sonoro intenta continuamente desembarazarse de sus ataduras y trascender, en busca de un soplo de esperanza. hacia el extranjero o hacia otros géneros de la música cubana más rentables. En la oleada migratoria partió una porción considerable de aquellos músicos que cultivaban el rock más ortodoxo, cuya creación había mantenido equilibrada la escena nacional frente a las modalidades metaleras. A su vez, en las provincias del centro del país se organizaban festivales que denotaban interés por abrir espacios a los grupos de metal, gesto sintomático de que algo estaba a punto de acontecer en los predios del rock hecho en casa. En 1999, con la economía nacional ligeramente restablecida, se llevó a cabo la segunda edición del festival Ciudad Metal, donde se presentaron seis bandas: Agonizer, Zeus, Mr. Dominus, Mephisto, Eskoria y K punto K; las cuatro primeras en representación del metal. El panorama del rock cubano arribó al siglo xxi dominado por las variantes metaleras; quizás ello se debió a la depresión resultante del mencionado éxodo de artistas. Sin embargo, lo anterior no explica por qué en la actualidad las agrupaciones que interpretan otras variantes de rock —algunas cualitativamente superiores a las metaleras— no logran calar en la preferencia de un público amplio y diverso, como sí ocurre con el metal. Una mirada outsider El antropólogo canadiense Samuel Dunn ha dedicado parte de sus investigaciones a indagar cómo el metal se ha convertido en una cultura global. Para ello ha visitado las comunidades metaleras actuantes en países tan disímiles como Brasil, Japón, Indonesia, Noruega e Israel. Las entrevistas realizadas a intérpretes y consumidores del género revelan que para algunas comunidades esta música posee un alto valor simbólico, relacionado con las ansias de liberación y progreso de los pueblos del Tercer mundo. En Brasil e Indonesia, el metal llegó en un momento histórico crucial: el derrocamiento de dictaduras militares. En el imaginario de estos metaleros dicha música representa el nacimiento de la democracia, la apertura hacia nuevos horizontes culturales, el acceso a la información, la comunicación y la fraternización con individuos de todas partes del mundo. En Japón, país depositario de una cultura milenaria celosamente protegida, la producción y consumo del 94 Anay Remón García metal responden a la fascinación que sienten por la cultura occidental, especialmente lo «americano». Por su parte, los israelíes conciben su música como un pilar de resistencia frente al Islam y una vía para que las nuevas generaciones no olviden la historia de la nación; mientras que en Noruega el metal se halla estrechamente vinculado al satanismo como expresión de aborrecimiento hacia la fe cristiana, sentimiento que en los 90 llegó a manifestarse a través de la quema de varias iglesias comunitarias. Los miembros de las culturas citadas han hecho del metal un lenguaje común para expresar credos, valores y aspiraciones diversas. Podría decirse que las causas más frecuentes del arraigo de esta sonoridad están relacionadas con problemáticas de carácter religioso, étnico y político. En el caso de Cuba, quien intente comprobar lo anterior se verá obligado a buscar las razones de la cultura metalera en áreas de conflicto que apuntan directamente hacia el sistema político y el ámbito de las libertades individuales. Cuba: ¿una plaza metalera importante en América Latina? Entre la variedad de propuestas alternativas que coexistieron en los 90, el metal fungió como válvula de escape para muchos jóvenes que buscaban canalizar la incertidumbre y la frustración en un momento de absoluta carestía y crisis existencial. No obstante, el interés de los artistas por perpetuar su obra se veía constantemente limitado por la política de una industria musical que dirigía la totalidad de sus esfuerzos e inversiones hacia las producciones bailables. A las tentativas de crear opciones para grabar de manera independiente, se sumó el apoyo de los fanzines6 con el objetivo de mantener actualizado al público metalero sobre lo que acontecía en la escena nacional y foránea. Aunque las ediciones de estos números de prensa no eran realizadas de manera sistemática por la falta de recursos, tal iniciativa testimonió la voluntad y el compromiso de los aficionados que optaron por la vía de la autogestión para estimular una zona de producción invisible a los ojos de las políticas institucionales. La carencia de apoyo, los tabúes y, sobre todo, los juicios lapidarios que acusaban al metal de estar reñido con «lo cubano» fueron acrecentando la brecha entre los circuitos estatales y un campo específico de creación. Las exigencias de nacionalismo —entendido como la obligada presencia de instrumentos de nuestro acervo en toda producción musical, por incoherente que pudiera resultar— han atentado históricamente contra la libertad del artista para concebir su obra. La errónea política cultural que llena los estudios de grabación con termómetros de cubanía reduce la noción de cultura a un fenómeno estático cuya única fuente de sustento radica en la propia tradición. Ello equivale a colocar a la Isla al margen de las dinámicas de estos tiempos, en los cuales se defienden el libre intercambio, el acceso democrático a la información y la apertura al diálogo cultural entre sujetos de cualquier latitud. Abogar por una creación propia a partir de fórmulas importadas es tan válido como mantener con vida el legado musical de siglos anteriores. La violación de esta libertad esencial ha figurado como uno de los pilares del desarrollo de la cultura del metal en Cuba, un área de resistencia típica de la posmodernidad, que se sostiene por el trabajo mancomunado de sus integrantes, aunque no puede afirmarse que todo el metal cubano sea de buena calidad. La escasa cobertura mediática que este ha logrado se debe a la reciente institucionalización del rock cubano, mediante la apertura de la Agencia Cubana de Rock. Si bien una reducida fracción de los artistas metaleros se interesa por insertar su obra de manera coherente en el quehacer musical cubano, para obtener mayor reconocimiento y visibilidad en los medios masivos de difusión, la mayoría solo se preocupa por realizar la música de su interés, de acuerdo con los cánones dispuestos por los propios intérpretes. El incremento cualitativo de las grabaciones independientes ha abierto la posibilidad de prescindir de los contratos con las disqueras nacionales y de ofrecer un registro fonográfico con la calidad suficiente para interesar a los sellos extranjeros. La escena metalera ha elegido distanciarse de un modelo cultural arbitrario que minimiza expresiones artísticas al escudarse tras reclamos de cubanía, mientras fomenta la promoción de sonoridades decadentes mal disimuladas bajo el rótulo de «música fusión», convertido en la cobija de quienes no tienen idea del trabajo que realizan y desprestigian un lenguaje musical donde se inscribe la obra de excelentes agrupaciones cubanas. La presencia en Cuba de una cultura metalera capaz de autosolventarse, diferenciable del panorama rock en cuanto a tendencias cultivadas, focos temáticos definidos y la articulación de una red independiente para su producción y difusión, pone de relieve —por incómodo que pueda resultarles a «los alguaciles folcloristas de las maracas y el bongó»—7 la caducidad del modelo cultural en vigor, la necesidad de repensar las estrategias para satisfacer la demanda de las diversas escenas sociomusicales y, sobre todo, la vulnerabilidad de la Isla ante las crisis que azotan el planeta. Tras el discurso de que vivimos en el mejor de los mundos posibles, subyace la certeza de que en Cuba —como en todas partes— hay insatisfacción y frustración, gérmenes del espíritu irreverente del metal. Si este ha representado un paliativo para el individuo en momentos aciagos, y una fuente de rebeldía en circunstancias históricas decisivas, probablemente la mayor de las Antillas —que alberga tanto de leyenda como de hosca realidad— constituya la segunda plaza metalera de América Latina, solo superada por Brasil. El metal como cultura Lo que convierte al metal en una cultura es, en primera instancia, la música, luego la forma de vestir. En lo referente al sonido, el sello distintivo del metal es la energía de los riffs8 y la proyección escénica de los intérpretes. La conjugación de ambas cualidades ha contribuido al asentamiento de la identidad del metalero. En la forma de interpretar esta música hay una vocación universalista, de implicar a todos los participantes del concierto como un ejército de individuos que aprehende un espacio de libertad mediante modos de disfrute no convencionales. La vocalización gutural, el predominio de los bajos, la apariencia ruda de los intérpretes, la violencia contenida en el plano textual y el mosh,9 convierten el metal en un paradigma efectivo de cómo son recepcionados algunos ritmos en la posmodernidad y el modo en que se construyen las identidades a través de ellos. La vestimenta reafirma su condición de música proscrita, espacio de segregados. En la cultura occidental el color negro significa maldad, peligros no conjurables; para el metalero simboliza la libertad, el poder de moverse y existir en la oscuridad, fuera de la ley. El metalero ensalza así su condición de marginado, de cara a la sociedad que lo estigmatiza y excluye. No demuestra por ello la menor inquietud, ni está dispuesto a hacer concesiones. Le complace ser incomprendido para ratificar su diferencia; formar parte de un estilo de vida que el resto rechaza: si la mayoría no gusta del metal ni lo entiende, significa que es algo auténtico. La crisis de la razón, el hedonismo, la incertidumbre ante el futuro, la exaltación del yo y la sensación de finitud están presentes en sus focos temáticos. El metal conmina al receptor a tomar las riendas de su destino y a recolocarse en el centro del poder, del conocimiento y de la creación. El cabello largo simboliza la investidura de poderes marciales, el código de honor de los guerreros de culturas ancestrales y, sobre todo, el Dressing Black: la cultura metalera en Cuba 95 regreso al hombre primitivo, tribal, no civilizado; pero capaz de sobrevivir en las condiciones más adversas. Para el individuo metalero su música representa, por consiguiente, el espacio de la supervivencia en la era contemporánea donde el hombre se sabe sometido y mortal; sin embargo, a través de la interacción con ese universo sonoro intenta continuamente desembarazarse de sus ataduras y trascender, en busca de un soplo de esperanza. El hecho musical deviene, en este sentido, un tipo particular de experiencia, que la cantante Janis Joplin definió durante su actuación en el festival de Woodstock, en 1968: El delirio órfico de los eventos musicales y la locura danzante permitirán a las masas comuniones cada vez más totales y más intensas, que las redimirán de las prisiones de soledad construidas por la civilización industrial alienada.10 La violencia del mosh se revierte en un acto purificador del cual participa activamente el metalero; allí deja fluir sus miedos, sus angustias y resentimientos, a sabiendas de que una vez concluida la catarsis estarán aguardándolo la crisis del optimismo y los ideales fallidos del progreso y el hombre nuevo. La ferocidad de los tiempos que corren exacerba el egoísmo y la desidia, pero en el seno de las culturas musicales cada sujeto singularizado se ofrece a sostener una colectividad originada y fortalecida a partir de la música. Tan noble causa acude como efluvio esperanzador en medio de la crisis absoluta de valores para reafirmar que el hombre no se rinde aún. Contrario a todos los pronósticos, el metal —pánico moral de los años 80— ha devenido refugio, alianza y zona de resistencia para el sujeto posmoderno ante los avatares de la vida en las sociedades contemporáneas, de las cuales Cuba no queda eximida. Notas 1. Música que engloba diversas modalidades. Introducida por Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath entre finales de los 60 e inicios de los 70. Surgió como una derivación del hard rock, caracterizada por el virtuosismo instrumental, el aprovechamiento de las amplias posibilidades de las guitarras eléctricas, así como el uso de pedales y amplificadores electrónicos. Teniendo como patrones a dichas bandas y en especial a Black Sabbath, de la mano de agrupaciones británicas como Iron Maiden y Judas Priest se consolida la primera de las categorías del metal, el heavy metal. Esta se ha desarrollado hasta alcanzar el llamado «metal extremo» —death metal, black metal, doom metal, gothic metal, metal industrial, brutal-death metal, grindcore, gore—, que es más potente y cuyos rasgos principales son: distorsión y registro grave en las cuerdas, virtuosismo en la percusión y vocalización gutural. Véase Erick González León y Anay Remón García, «Saliendo a flote: aproximación al rock cubano desde 1990 hasta 2008», Anexo 1, Tesis de Diploma, Facultad de Artes y Letras, 2010. 2. La era del Flower Power, promovida por la oleada hippie en el decenio de 1960-1969. Su carácter humanista, liberal, pacifista 96 Anay Remón García y antirracista nucleó un fuerte movimiento cultural que estuvo a punto de subvertir los valores de la sociedad norteamericana —paradigma de la sociedad industrial capitalista. La praxis de la cultura hippie sensibilizó a tantos jóvenes en diversas áreas del mundo que ha trascendido como el primer gran gesto masivo por la paz. El anhelo de rescatar el ideal humano fue tronchado por la intervención de la industria del consumo; pero la presencia del movimiento hippie signó el contexto que le dio origen como «la utopía de los años 60». 3. Joaquín Borges Triana, CONcierto cubano. La vida es un divino guión, Linkgua Ediciones S.L., Barcelona, 2009, p. 11. 4. Michel Maffesoli, El tiempo de las tribus. El ocaso del individualismo en las sociedades postmodernas, Ediciones Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, p. 10. 5. Ibídem, p. 14. 6. Etimológicamente proviene de fan (aficionado) y zine (abreviatura de magazine, revista); medio de prensa plana, no oficial, dependiente de la propia gestión de sus editores, que pueden ser o no periodistas profesionales consagrados a la promoción, como entusiastas, de un rubro específico. En el contexto cubano han proliferado casi exclusivamente los dedicados al rock, que se distinguen por su factura artesanal o computarizada. 7. Mario Masvidal, «Jurassic Park», El Caimán Barbudo, a. 38, n. 322, La Habana, mayo-junio de 2004, pp. 10-1. 8. Patrón melódico que repite(n) la(s) guitarra(s) y/o el bajo a lo largo de un tema de rock. 9. Danza pugilística grupal que se ejecuta en los conciertos de metal e implica a todos los individuos que deseen integrarse. Contrariamente a otros bailes de este tipo, como la capoeira o la columbia, los participantes del mosh no simulan agredirse; se golpean al compás de la música —sobre todo durante los temas más vigorosos y acelerados—, lo cual puede ocasionar lesiones. Esta práctica constituye una parte esencial de todo buen espectáculo de metal. 10. Citado en Luis Britto García, El Imperio contracultural: del rock a la postmodernidad, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2005, p. 6. , 2013 Medioambiente y geopolítica José M. Mateo Rodríguez Profesor. Universidad de La Habana. E n el mundo contemporáneo, la cuestión ambiental se ha colocado en el centro del debate y la agenda internacional. A ella se le ha dedicado el mayor número de conferencias y cumbres de Naciones Unidas. Recientemente, en Río+20, los gobiernos decidieron adoptar un nuevo plan de reorganización ambiental, conocido por el título «El futuro que queremos». En él se reafirmó la necesidad de corroborar y perfeccionar el concepto original asumido en la Conferencia sobre Desarrollo Sostenible, celebrada en Río de Janeiro, en 1992. Aparentemente, este documento representa una estrategia consensuada de la amplia gama de Estados que conforman el sistema mundo. Sin embargo, las interpretaciones son en extremo divergentes, tanto en lo que atañe al carácter de la crisis, a las tendencias de los cambios, incluyendo la noción de cambio climático, así como las formas para salir, o al menos atenuar la crisis, o sea, a la propia definición y alcance del término desarrollo sostenible. La explicación para estas disparidades en cuanto a los criterios, es que la cuestión ambiental entró de lleno en el ámbito político, tanto a nivel mundial, como regional y nacional. Y ahí, es donde se refleja la llamada geopolítica ambiental,1 considerada una nueva forma de tratamiento de las relaciones internacionales. En el presente artículo, se analiza la problemática ambiental desde una posición sistémica. Se parte del hecho de que el planeta, portador de una compleja interrelación de sistemas ambientales, es gobernado por el sistema mundo, definido a su vez como una estructura con fronteras, grupos, y normas que la legitiman y le imprimen una cierta coherencia. Es desde esta perspectiva que se aborda la cuestión ambiental, al tratar de comprender el sistema mundo, como un escenario lleno de conflictos que se mantiene en un estado de tensión permanente.2 El estado del sistema socioambiental Analizado desde ese prisma, el sistema socioambiental puede considerarse como la interrelación de la civilización humana, con el planeta Tierra. Así, la sociedad humana depende de dos factores sistémicos: la naturaleza y la propia organización social. El metabolismo necesario entre ambos subsistemas para su funcionamiento es regulado por el sistema mundo, que está formado por dos elementos interactuantes: el conjunto de los sistemas espaciales que se han formado en el planeta, y que son las superficies que se explotan por las sociedades humanas para garantizar sus necesidades; y el de los territorios, que, según sus diferentes instancias jurídico-políticas, y sus configuraciones sociales correspondientes, dan lugar a Estados-nación, o a otros tipos de agrupamientos territoriales. Medioambiente y geopolítica n. 75: 97-103, julio-septiembre de 2013 97 En el sistema mundo actual se identifica un mosaico de organizaciones, en las que conviven estructuras arcaicas y medievales con otras de nueva generación, subsumidas todas en un entorno tecnológico hiperdesarrollado y uno social polarizado, entre las que se encuentran islas de exagerada riqueza envueltas en mares de pobreza miserable.3 En el curso de la evolución humana, el sistema socioambiental ha ido desarrollándose, haciéndose más complejo, y con una mayor interdependencia funcional. Su antropogenización a nivel planetario ha estabilizado poco a poco su estructura. No obstante, en diversos espacios y territorios se han manifestado crisis y catástrofes temporales resultantes de la desestabilización de sistemas, pues el impacto que han experimentado ha sobrepasado los límites de una fluctuación normal. El estado actual del planeta y su posible futuro comportamiento están siendo caracterizados por lo que se conoce como crisis ambiental, y se expresa en los siguientes hechos:4 • Transformación del medio natural de la geosfera del planeta Tierra: entre 40% y 80% del territorio emergido coincide con los sistemas ambientales desestabilizados, y el aumento de la homogeneidad de los sistemas es mayor de 50%. Su degradación repercute en el descenso significativo de la productividad biológica. Si la cantidad de población para el año 2050 se duplica (alrededor de doce mil millones), entonces la economía debería crecer entre cinco y siete veces, lo que daría lugar a una crisis generalizada, pues se rebasaría la capacidad de soporte de la geosfera. • Cambios en las propiedades y el régimen de la geosfera: como sistema complejo. Los sistemas ambientales serían destruidos a partir de la pedosfera, la hidrosfera y la biosfera, que son sus eslabones más débiles, y que constituyen los sistemas de aseguramiento vital más degradados y amenazados. En relación con el agua, se espera que para 2025 cerca de las tres cuartas partes de la población del mundo vivirán en condiciones de déficit y las tierras en estado de degradación representarán más de la mitad de la superficie del planeta. • Cambios en las costas, litorales, mares y océanos: 70% de las costas del mundo sufren un proceso de erosión y destrucción. Aumenta la frecuencia e intensidad de fenómenos catastróficos (huracanes, sequías, inundaciones etc.) y su diferenciación, lo cual junto con el aumento del nivel del océano mundial en 0,5 metros como promedio, traería como consecuencia el retroceso de la línea de costa en no menos de 50 metros. • Reducción de la biodiversidad: se limita la evolución ulterior de todas las formas de vida del planeta, al 98 José M. Mateo Rodríguez no reproducirse los recursos biológicos. Debido a la destrucción de los renovables y al descenso del papel de la biosfera en estabilizar y regular los procesos que ocurren en la geosfera, se pronostica una catastrófica degradación de la biosfera. Con la creciente pérdida de la biodiversidad, se pondría así en riesgo la capacidad evolutiva del planeta, existiendo un peligro real de que surja un nuevo período de decrecimiento y extinción masiva de la biodiversidad. • Cambios en el sistema climático mundial y en los ciclos biogeoquímicos: el reforzamiento del efecto de invernadero y el aumento de la temperatura global en aproximadamente 0,76 ºC han provocado que la geosfera deje de cumplir la función de absorber y reelaborar los productos de la actividad vital de la sociedad humana. El clima actúa más que todo como un factor de fondo que condiciona la existencia de un nuevo escenario en el cual debe desarrollarse la naturaleza como un todo. Los efectos de dichos cambios son el resultado de la interacción compleja con los restantes componentes naturales. De continuar las actuales tendencias, hacia 2100 el aumento de la temperatura media mundial sería de 2 ºC, lo que estaría acompañado de un incremento de las precipitaciones, y ello ocurriría de manera muy diferenciada.5 Así hay evidencias de que la desestabilización de la estructura global está comenzando a superar las posibilidades de restablecimiento, asimilación y suministro de recursos de la geosfera. Por lo tanto, se está alterando la estabilidad y la capacidad de regulación del planeta. En este sentido, el factor determinante de exceder los límites de estabilidad y del desencadenamiento generalizado y catastrófico de la crisis, no será el déficit de los recursos (o sea, la llegada al «pico del petróleo» o «del agua»), sino las condiciones geoecológicas del medio natural. El carácter catastrófico se podría generar por dos vías: la global, mediante la alteración y desequilibrio de los sistemas globales de aseguramiento vital, en particular, las consecuencias geoecológicas del efecto invernadero; y la ampliación y profundización de crisis ambientales de carácter local y regional, cuyos efectos pudieran ser devastadores a escala planetaria, lo cual a su vez desencadenaría una crisis global. La de tipo ambiental se fundamenta en la existencia de un modelo actual de desarrollo que es insostenible: desigual para las sociedades humanas y nocivo para los sistemas naturales. Persigue la eficiencia y la competitividad económica a expensas del funcionamiento y de la diversidad de los sistemas naturales, lo que afecta la capacidad de carga de estos y les impone ritmos de presión incompatibles con los tiempos de rehabilitación y regeneración de la naturaleza. La concepción de desarrollo sostenible Como parte de las soluciones se ha tratado de diseñar un cambio global institucional, y formular una idea que fuese adaptada a todos los sistemas políticos. En 1992, en la Conferencia de Río de Janeiro, surgió la concepción de desarrollo sostenible como una nueva matriz discursiva, que fue un punto de inflexión en el debate académico y político entre las nociones de medioambiente y desarrollo.6 Dicha concepción es interpretada de manera amplia y general por las diferentes corrientes políticas e ideológicas. Debido a esta vaguedad teórica, se introduce en la práctica político-ideológica de forma reduccionista y generalizante, e incluso desvirtuada de su concepción original. Prácticamente desde los años 80, y sobre todo en los planteamientos aceptados en la cumbre de Río, la construcción del desarrollo sostenible se formuló desde una visión sistémica pues se considera como una emergencia sistémica, en la que debían articularse los diferentes niveles de capital o de sostenibilidad, y donde el territorio sería el espacio de articulación estructurado y sistémico del desarrollo. Para ello era necesario considerar que la sostenibilidad económica y la social debían subordinarse a las características de la sostenibilidad ambiental. Se trataba, por lo tanto, de un modelo de adaptación del crecimiento económico y la actividad social al potencial y las propiedades de los sistemas ambientales naturales.7 Sin embargo, esta idea se ha ido desvirtuando, sobre todo a partir de la celebración de la cumbre de Río+10, en 2002 en Johannesburgo. En ella se intentó supeditar la sostenibilidad ambiental y la social a la rentabilidad y la eficiencia económicas. Pero en los últimos años ha ido prevaleciendo el deseo de «enverdecer» el capitalismo, para hacerlo ecológico, propósito de la llamada economía verde. Es debido a estas incongruencias que muchos intelectuales y grupos progresistas miran con recelo la concepción de desarrollo sostenible.8 Cambio climático y desarrollo sostenible Otra cuestión que ha debilitado, e incluso que ha dejado a un lado la propia concepción del desarrollo sostenible, ha sido la elaboración de la Teoría sobre el cambio climático. Desde hace unos veinte años se ha tratado de diseñar e implementar una concepción sobre el cambio climático, a través de la cual fuera posible concentrar toda la preocupación ambiental, en particular la de las organizaciones internacionales, las Naciones Unidas y los gobiernos. En ello ha tenido un papel protagónico Albert Arnold Gore Jr., quien fuera vicepresidente de los Estados Unidos; y el Panel Internacional sobre el Cambio Climático (IPCC), formado por científicos de todo el mundo, bajo la égida del Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA). La esencia de sus planteamientos es la siguiente: la progresiva acumulación en la atmósfera de los gases que provocan el llamado efecto invernadero (gases de invernadero) añadida por la actividad humana —calefacción, industria, agricultura, transporte— ha provocado un aumento en la temperatura de la superficie terrestre, cambios en el clima y en los demás procesos que dependen de él. Ello ha generado el derretimiento de los hielos polares y el consecuente crecimiento del nivel de los océanos.9 Aunque algunos escépticos critican esta teoría,10 la mayor parte del mundo académico y político la acepta. Digamos que se ha tratado de usar esa visión de manera protagónica y privilegiada para resolver los problemas globales. Es decir, de una manera reduccionista y excesivamente lineal se han ido diseñando procesos de mitigación y adaptación al cambio climático, sin tener en cuenta las condiciones concretas de cada región ni la interrelación del clima con el resto de los componentes naturales y con el sistema ambiental como un todo. La solución ha sido demasiado simple. Da la sensación de que el culpable de esos cambios está fuera del alcance de la actividad práctica cotidiana de los seres humanos y que no queda otro remedio que adaptarnos a ellos.11 A partir de la fallida Cumbre de Copenhague se ha tratado de retomar la idea original de desarrollo sostenible, en particular en lo concerniente a asumir que el cambio climático es parte del que ocurre a nivel global, y es un problema que hace más compleja la evolución de los sistemas ambientales. Es decir, se trata de visualizar las medidas para atenuar el cambio climático, en un contexto que incorpore la sostenibilidad ambiental a los procesos de desarrollo. La propuesta de la Economía verde En 2009, el secretario general de Naciones Unidas presentó oficialmente la propuesta sobre la Economía verde, una iniciativa del PNUMA, inspirada en las ideas de Al Gore. En los informes oficiales se define como una economía en la que aumenta el bienestar, disminuye la pobreza y mejora el medioambiente. Sus creadores la consideran el modelo ideal de «desarrollo sostenible». Medioambiente y geopolítica 99 Esta idea se convirtió en el planteamiento central de gran parte de los documentos y programas de acción que discutir por los jefes de Estado en Río+20. Sin embargo, han surgido voces, tanto en el mundo académico como en el político, y en particular en los movimientos sociales, que critican esa concepción. Su argumento es que este crecimiento sirve a la causa del capital pero no a las necesidades humanas reales, el resultado sería la desestabilización continua de la relación integral de la economía y la sociedad con la naturaleza. Por lo tanto, asumir ese crecimiento desmedido conduciría a arrastrar al mundo material natural, que tiene límites muy definidos, a una enloquecida búsqueda de potenciar y convertir en mercancía el valor de uso, y la plusvalía, y en definitiva desestructuraría con más intensidad los sistemas ambientales. Las propuestas concretas de la Economía verde son las siguientes: generalizar el principio de que quien tiene dinero puede seguir contaminando; incorporar los sistemas de pago que se están utilizando en la venta de servicios ambientales; implantar una «agricultura climáticamente inteligente», que solo busca la aceptación de una nueva revolución verde —posiblemente con transgénicos—; restringir el acceso y el uso del agua de riego al proponerse que se concentre en «cultivos de alto valor»; implementar una economía de los ecosistemas y la biodiversidad que consista en ponerle precio a todos los bienes de naturaleza, para luego privatizarlos.12 Muchas de las ideas de la Economía verde provienen de las medidas para «solucionar» el cambio climático a través de la reducción de la emisión de gases de invernadero. La mercantilización de la crisis climática ha sido la respuesta consensuada en los ámbitos dominantes a cerrar el paso a las alternativas y transformar dicha crisis en una extraordinaria oportunidad para desarrollar nuevos negocios, creados en nombre del supuesto compromiso mundial de salvar la vida en el planeta. Tal economía es el intento de construir un nuevo patrón de acumulación global que implica, ante todo, la relegitimación del capitalismo del sector financiero que, al no tener dónde invertir, considera la Naturaleza como la nueva frontera de la economía neoliberal.13 Las decisiones de Río+20 Múltiples han sido las opiniones sobre la cumbre Río+20: para algunos fue un éxito porque retomó el espíritu de la celebrada hace veinte años, y porque, en el complejísimo contexto actual, logró asumir algunos elementos claves, dirigidos a reforzar la cuestión ambiental en la arena internacional.14 100 José M. Mateo Rodríguez Sin embargo, la mayor parte de los académicos, los ambientalistas y los movimientos sociales critican sus resultados. Consideran que no condujo a un cambio radical del paradigma de desarrollo, que sus conclusiones no contribuyen a un enfrentamiento claro a la actual crisis ambiental, y que, en general, se permite que continúe la situación de insostenibilidad reinante en el planeta. Ciertamente no hubo un vuelco radical, pero los resultados de la cumbre muestran que se paralizó el intento de las posiciones más neoliberales de desvirtuar la concepción original de desarrollo sostenible. En el evento se tomó la decisión de reconocer que cada país puede elegir un enfoque apropiado de desarrollo sostenible según sus planes, estrategias y prioridades. Además, se volvió a la idea de que la humanidad debía incorporar la sostenibilidad al proceso de desarrollo. No obstante, los conceptos de desarrollo y sostenibilidad continúan siendo tan vagos y ambivalentes como los de hace veinte años. El desenlace poco radical y no incluyente de la Cumbre se debe a la complejidad de la geopolítica ambiental, y a que el modelo hegemónico está siendo sustituido por uno multipolar, que responde a intereses multifacéticos y extremadamente diversos. Sobre la cuestión ambiental subsisten y se encuentran en confrontación opiniones extremadamente divergentes derivadas del contexto geopolítico en el que se mueve en la actualidad el sistema mundo. El contexto geopolítico ambiental actual Lo que está en juego en el desafío ambiental contemporáneo es la configuración territorial que se deberá establecer, teniendo en cuenta los intereses de los diferentes países y grupos de países en relación con la disponibilidad de recursos y servicios ambientales. Así, tal desafío se coloca en el centro del debate geopolítico contemporáneo, como cuestión territorial.15 Las disputas giran en torno al posicionamiento de los países y bloques de países en cuanto a la problemática del desarrollo y del cambio climático. Pero el telón de fondo de ese debate es la llamada «guerra por los recursos». De ahí que la geopolítica ambiental del sistema mundo debe analizarse en tres momentos o escenarios. El primero debe tener en cuenta la estructura del nuevo mundo multipolar en transición que se está gestando de la siguiente manera: • Un nivel hegemónico con elevada autodeterminación por las potencias más ricas y poderosas, formado por: un líder geopolítico militar mundial en decadencia, que tiende a mantener su poder: los Estados Unidos; Europa, como una potencia continental; y el campo Lo que está en juego en el desafío ambiental contemporáneo es la configuración territorial que se deberá establecer, teniendo en cuenta los intereses de los diferentes países y grupos de países en relación con la disponibilidad de recursos y servicios ambientales. Así, tal desafío se coloca en el centro del debate geopolítico contemporáneo, como cuestión territorial. geopolítico de Asia y el Pacífico, con China, Rusia y Japón como actores principales. • Un nivel de resistencia con autodeterminación interna y con limitada autodeterminación externa en el que se dispone de la capacidad de limitar la interferencia de la globalización en su propio territorio. Incluye la existencia de diversas potencias regionales como Brasil, India, Sudáfrica, Irán. • La tendencia a la formación en países periféricos, a través de la conformación de espacios regionales integrados; por ejemplo, África, Asia suroriental, países árabes; e incluso nuevos regionalismos de corte político en franca confrontación con el poder hegemónico, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), con una fuerte motivación ambiental, como el proyecto de Bolivia. • La existencia de un amplio número de naciones periféricas dependientes directamente de los poderes hegemónicos, sin capacidad para la formulación de programas autocentrados y autónomos de desarrollo.16 Una segunda instancia en el análisis consiste en distinguir al menos cuatro grandes corrientes geopolíticas en cuanto a la forma de asumir la crisis, los cambios y la aplicación de un programa para el futuro: • El escepticismo de los que no aceptan el calentamiento global y su origen antropogénico corresponde con las tendencias más conservadoras, como el Tea Party de los Estados Unidos, y algunas transnacionales petroleras. El propio gobierno norteamericano coincide en parte con dichas opiniones. Los representantes de esta corriente no aceptan ningún tipo de intervención ambiental en las acciones económicas y son partidarios acérrimos de la llamada «sostenibilidad débil», o sea, consideran que el capital natural es sustituible por el económico y el físico. • Para la gobernabilidad capitalista, la cuestión ambiental debe ser manejada siguiendo los principios de la economía y la sociedad de mercado, o sea, entender el medioambiente como una mercancía. Se fomenta un simple camuflaje de la economía pura y dura de siempre, un «enverdecimiento», en suma, del ­capitalismo especulativo. Sin embargo, esta posición neoliberal, se combina con otras que le asignan al Estado un mayor papel de regulación, e incluso de intervención y gestión directa de los espacios y los recursos. En general aquí se observan diversas variantes: ■■ La Unión Europea y Japón son partidarios de una gobernabilidad ambiental mundial y de la economía verde y apoyan medidas restrictivas para priorizar el cambio climático. La mayor parte de estos países son importadores de petróleo, apuestan por un proceso más o menos radical de reconversión energética, y de ambientalización general, y propugnan serias restricciones a los megaproyectos de todo tipo. ■■ El BRICS y los países emergentes, entre los que se destacan Brasil e India que constituyen una contrapotencia en términos geopolíticos, proponen medidas atenuadas, al sostener que no deben limitarse las intervenciones propias del desarrollismo. En general, no comparten que la humanidad se encuentra en la situación del «pico del petróleo». En cuanto a la economía verde, estiman que deben incorporarse con regulación y control algunas medidas. Son partidarios del protagonismo de las instancias y autoridades estatales. ■■ Una actitud particular adoptan los países petroleros. Sostienen una posición muy cercana al BRICS, aunque resaltan la necesidad de continuar con el uso de combustibles fósiles, y son reacios a medidas de restricción del extractivismo petrolero y de los minerales en general. ■■ La mayor parte de los países periféricos se mueve entre dos opciones: aquellos agrupados en entidades regionales, más o menos cercanos a la posición del BRICS; y un gran número de países, de mediano y bajo desarrollo, dependientes de antiguas metrópolis, que impulsan proyectos propios de desarrollo sostenible, muchos de ellos promovidos por la concepción de la Economía verde. • Otra tendencia es la que reúne al comunitarismo, defendido por aquellos que abogan por el protagonismo de las comunidades, y que incluye a los partidarios del ecosocialismo, la economía solidaria, el llamado «socialismo comunitario», con fuerte influencia anarquista; las corrientes biocentristas y Medioambiente y geopolítica 101 las de la ecología profunda. En la actualidad, Ecuador y Bolivia van en la dirección de asumir el nuevo paradigma de Madre Tierra y del Buen Vivir (Sumak Kawsay en quechua o Suma Qamaña en aimara), en una visión mucho más holística del desarrollo, que se centra en el pensamiento andino y en el funcionamiento de las comunidades indígenas. • Una posición más radical aboga por un cambio en cuanto a la estructura de clases. En realidad, esta es la continuidad del marxismo ortodoxo y del paradigma del «socialismo real» que consistía, en lo fundamental, en la apropiación social de las estructuras estatales, y del papel protagónico del Estado y sus empresas, no solo en la regulación, sino en todo el proceso de la gestión productiva. Con los cambios geopolíticos de fines del siglo xx, esta postura se acerca cada vez más a la corriente comunitaria. Se brinda atención preferencial al papel del Estado y, en particular, a empoderar cada vez más a las entidades locales, a las cooperativas y a las comunidades. Esto es lo que está aconteciendo con la renovación socialista en Cuba, y el poder comunal en la Venezuela bolivariana. En la búsqueda de una conjunción entre la corriente comunitaria y la socialista, la salida es cuestionarse el cuadro macroeconómico del neoliberalismo, abogar por un protagonismo de los movimientos sociales y por el predominio de la sostenibilidad ambiental y la equidad social a costa de la maximización de la economía, El tercer momento de la geopolítica ambiental es la nueva división del mundo. La desintegración del orden bipolar ha dado lugar a la creación de potencias regionales, que son Estados que dominan geopolíticamente determinada área. Dicho orden va sustituyéndose por una nueva estructura en bloques: • El de los países ricos, formado por el eje Estados Unidos-Europa-Japón, propulsor de posiciones neoliberales, y de dominio del resto del mundo. A este se asocia el arco Oceanía-Pacífico que, impulsado en lo fundamental por los Estados Unidos, agrupa a naciones del sudeste asiático y de América Latina que se encuentran en la órbita capitalista y neoliberal; y el bloque Norte de África-Mundo árabe, que depende del bloque hegemónico del mundo occidental y se ha convertido cada vez más en su abastecedor de combustibles fósiles y materias primas. • El de los países emergentes y del Sur, formado en torno al eje Rusia-China-India, y parcialmente Irán, y abarca gran parte de los países de la antigua Unión Soviética. Este bloque es partidario de promover el desarrollismo, el uso de combustibles fósiles y la incesante búsqueda y explotación de recursos naturales, con un papel significativo del Estado. A él 102 José M. Mateo Rodríguez se asocian el nuevo sistema sudamericano-caribeño, aglutinado en torno al ALBA y Mercosur, en el cual predomina la corriente comunitarista y la socialista, aunque existe una fuerte presión del paradigma del capitalismo verde; el cono sur del continente africano, que si bien no tiene una estructura coherente, agrupa a países con gobiernos progresistas e independientes que promueven una relación preferencial con China y una parcial con Brasil; y la parte central de África, que reúne a la mayoría de los países más pobres del mundo, en extremo dependientes, con graves condiciones ambientales y frecuentes eventos catastróficos, y sometidos a fuertes presiones por parte del bloque hegemónico, aunque también tienen la influencia de China. De tal manera, el sistema mundo constituye una abigarrada amalgama de países y grupos de países, en la que se confrontan visiones distintas de cómo utilizar y explotar los espacios del planeta y los recursos y servicios que ofrecen, y donde es complicado adoptar posiciones comunes en cuanto a la gobernabilidad ambiental. Consideraciones finales La globalización como proceso sistémico está restructurando significativamente el sistema mundo, reúne un conjunto contradictorio de procesos que aunque no lo ha homogenizado, han recalificado las escalas de su identidad. Este fenómeno crea inevitablemente presiones sobre las configuraciones espaciales prexistentes en tres velocidades o lógicas distintas: La lógica de los sistemas naturales remite a una red de flujos y nexos, condicionados por externalidades naturales, en la que los procesos climáticos, funcionan como factor de fondo al actuar básicamente a escala global; el resto de los procesos, en particular en la pedosfera, la hidrosfera y la biosfera, se manifiestan cada vez más a nivel regional y local. En el sistema económico, las corporaciones transnacionales están condicionando procesos de unificación de las actividades productivas, financieras y económicas en general, a pesar de la fragmentación de los Estados-naciones. El sistema político y cultural se rige aún por la lógica de los Estados-naciones, para la cual la gestión de carácter regional y local que la sostenibilidad requiere impone obstáculos. Ante estas condiciones, hallar una solución global radical resulta una utopía. Por otra parte, los intentos de globalización o de gobernabilidad global ambiental son, más que todo, intentos del poder hegemónico, de las transnacionales y de corporaciones ecologistas, movidas por la mercantilización de la naturaleza. De ahí que se esté en presencia de una confrontación geopolítica.17 A su vez, el medio natural, que nada tiene que ver con la lógica de los sistemas políticos y económicos, experimenta de manera contradictoria los procesos de globalización, intensifican y alteran los ciclos ambientales. Ello se manifiesta a todas las escalas y repercute en alteraciones sistémicas de todo tipo, que acrecientan la complejidad y la entropía. Lo que se observa es que todos los países están en una carrera desesperada por crecer, y consideran el crecimiento como sinónimo de desarrollo. Según Leonardo Boff, «Río+20 mostró que los países industrializados no quieren abdicar de su posición; los países emergentes quieren alcanzar a los industrializados, y los países pobres quieren ser emergentes».18 En relación con lo anterior, son dos las soluciones desde una perspectiva geopolítica: • El surgimiento de la Geopolítica ambiental como nueva forma de tratamiento de las relaciones internacionales. Ello implica pasar de la interpretación clásica de la geopolítica, en la cual la dimensión ambiental se asienta en las discusiones sobre seguridad ambiental y se interpreta el medioambiente con sus recursos naturales, ligados al espacio territorial y a las estrategias de acción de los Estados; a la de la Geopolítica ambiental, que parte del presupuesto de asumir que la escasez de recursos naturales impone una nueva concepción del mundo que se caracterizaría por la cooperación internacional en la esfera ambiental. • Rediseñar el modo en que se usa y se explota el planeta Tierra; al intentar construir espacios y territorios teniendo en mente la lógica de la naturaleza. Ello conduce a que estos procesos de ordenamiento espacial, ambiental y territorial se conviertan en una herramienta imprescindible a la hora de conquistar la sostenibilidad y buscar nuevos modelos civilizatorios. 5. Véase C. B. Field, V. Barros, T. F. Stocker et al., eds., Managing the Risks of Extreme Events and Disasters to Advance Climate Change Adaptation. A Special Report of Working Groups I and II of the Intergovernmental Panel on Climate Change, IPCC-Cambridge University Press, Cambridge, Londres y Nueva York, 2012. 6. Véase Jorge Carrizosa, «Notas alrededor de la investigación ambiental. Gestión y ambiente», Revista de la Universidad Nacional de Colombia, v. 8, n. 2, 2005, pp. 7-24. 7. Véase Sergio Boisier, Conversaciones sociales y desarrollo regional. Potenciación del capital sinergético y creación de sinergia cognitiva en una región. Región del Maule, Chile, Editorial de la Universidad de Talca, Talca, 2000. 8. Véase Ana P. Noguera, La aventura estética del pensamiento ambiental. Augusto Ángel Maya. Poeta de la vida, Grupo de Pensamiento Ambiental, Universidad Nacional de Colombia, Sede Manizales, 2010. 9. Véase Hedelberto López Blanch, «Cambio climático, primero las islas, después…», Rebelión, 14 de marzo de 2011, disponible en www.rebelion.org/noticia.php?id124287. 10. Véase Michael Shellenberg y Ted Hordhaus, «O único caminho e a civilização», Revista Veja, n. 24, Sao Paulo, 13 de junio de 2012, pp.102-7. 11. Véase Katu Arkonada, «Río+20, un estado de la cuestión», Rebelión, 25 de junio de 2012, disponible en www.rebelion.org/ noticia.php?id=151700. 12. Véase La Vía Campesina, «Los pueblos del mundo frente a los avances del capitalismo: Río+20 y más allá», Declaración de la organización ante la Cumbre Río+ 20, Rebelión, 10 de junio de 2012, disponible en www.rebelion.org/noticia.php?id=151027. 13. Véase Esther Vivas, «Cuando la economía y el capitalismo se tiñen de verde», Rebelión, 25 de junio del 2012, disponible en www. rebelion.org/noticia.php?id=151626; Ignacio Ramonet, «Los retos de Río+20», Rebelión, 2 de junio del 2012, disponible en www. rebelion.org/noticia.php?id=150631; Arturo D. Villanueva Imaña, «El ambientalismo como nueva forma de colonialismo: visiones en disputa», Rebelión, 25 de junio de 2012, disponible en www.rebelion. org/noticia.php?id=151731. 14. Véase Organización de Naciones Unidas, «Documento final de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible. Río de Janeiro, 2012», ONU, 2012. 15. Véase Carlos Walter Porto-Gonçalves, «O desafio ambiental», en Emir Sader, org., Os porquês da desordem mundial. Mestres explicam a globalização, Record, Río de Janeiro, 2004. Notas 16. Véase Carlos Pereyra Mele, De la unipolaridad a la multipolaridad, Working Paper n. 3, Programa Geopolítica, Centro Argentino de Estudios Internacionales, 2010. 1. Véase Edmundo Senhoras, «Geopolítica ambiental nas relações internacionais. Fundamentos normativos para uma Geopolítica contemporânea», en E. Torres, G. C. Rocha, G. A. Ribeiro, orgs., Geociências aplicadas. Diferentes abordagens, Editora Geographica, Ubá, Minas Gérais, 2008, pp. 1-24. 17. Véase Iná Elias de Castro, Geografia e política. Território, escalas de ação e instituições, Bertrand Brasil, Río de Janeiro, 2009; George Benko, «Globalização e crise ambiental», en Milton Santos, Cidadania e globalização, Editora Saraiva, São Paulo, 2000, pp. 106-13. 2. Véase Immanuel Walllerstein, Sistema mundo y mundo sistémico, Instituto de Estudios Nacionales, Panamá, 2002. 18. Leonardo Boff, «Términos de la discusión ecológica actual», Rebelión, 30 de junio de 2012, disponible en www.rebelion.org/ noticia.php?id=152260. 3. Véase Josip Antequera, «Sostenibilidad ambiental y complejidad social ¿dos caras de la misma moneda?», Sostenible, n. 9, Barcelona, 2007, pp. 91-110. , 2013 4. Gennadi Golubev, Geoecología, Editorial GEOS, Moscú, 1999. Medioambiente y geopolítica 103 Transición socialista / planificación comunitaria. Dialéctica (y utopía) Oscar L. Bellido Aguilera Arquitecto urbanista y planificador físico. Dirección Provincial de Planificación Física, Holguín. Ciencia y utopía, he ahí la dialéctica que no suele entenderse por los metafísicos ni tampoco por los pragmatistas anclados en los aspectos superficiales de la práctica humana. S Armando Hart oñar con el comunismo no es más utópico que creer en la reproducción ad infinitum del capitalismo, y sí más racional. Avanzar hacia el comunismo exige atravesar por un proceso de mediación o transición socialista, donde se establece una contradicción cuyo primer polo es el de la «competencia y producción anárquicas»,1 y la planificación el segundo;2 tal contradicción tiende a resolverse cuando se expande la propiedad pública y, al mismo tiempo, se amplía la gestión democrática, participativa, en los procesos del desarrollo social. La finalidad socialista de mejorar sostenidamente las condiciones de vida de las personas entra en pugna con la necesidad de incrementar de modo integral la eficiencia de los procesos productivos, lo que tiende a solucionarse mediante la extensión del desarrollo de la autoadministración, esto es, de la autoplanificación, autoorganización, autoejecución y el autocontrol/ evaluación. En esta transición también se produce una contradicción entre el hombre nuevo que se aspira a crear y el hombre economicus cuyo individualismo excesivo se necesita demoler; el tránsito de este a aquel 104 n. 75: Aguilera 104-111, julio-septiembre de 2013 Oscar L. Bellido pasa por un homo deseante, socialis, en permanente insatisfacción y conectado más con sus semejantes y menos con el mercado. La utopía martiana, comunista o guevariana del mejoramiento humano, del hombre nuevo, tiene «basamentos lógicos y se apoya en fundamentos analíticos», sobre todo, «su posible realización descansa en la acción consciente de los trabajadores»,3 de todo el pueblo, no de fuerzas sobrenaturales. Utopía es el diseño de un futuro elevado con apariencias de imposibilidad, pero necesario como nunca antes en esta época incierta; por ello es imprescindible buscar su fundamento en la ciencia, en un conocimiento que incluya tanto la dimensión racional como la aspiración a un mundo mejor, para poder contrarrestar las intenciones imperiales de liquidar, desde sus cimientos, el paradigma del socialismo y el comunismo. Como brote de las ansias de mejoramiento del hombre, la naturaleza idealista de la utopía ha de establecer una relación dialéctica con el análisis racional de sus posibilidades de convertirse en realidad, donde emerge la planificación como uno de los factores mediadores más importantes tendientes a resolver la contradicción así planteada. Sobre esos pilares de la lógica y el análisis, tal utopía se estructura en dos dimensiones principales: una capacidad creativa para imaginar y formular el futuro deseado, y una volitiva para implementarlo y construirlo; ambas no son suficientes pero sí necesarias. Se trata, ni más ni menos, de un atributo antropológico del homo sperans,4 del homo performator,5 del hombre sencillo y común que día a día construye su vida y la de su comunidad; por consiguiente, se requiere buscar, integrar y fomentar esas cualidades tan notables en el entorno comunitario para avanzar hacia el fin perseguido, nada teleológico ni irracional. En la transición socialista, la capacidad del hombre para formular y construir utopías encuentra en la planificación una vía ideal para manifestarse. El planeamiento, como característica esencial del modo socialista de control social, es una forma alternativa al control ejercido por el capital y, en ese sentido, debe ser viable no solo teniendo en cuenta el impacto inmediato de la actividad productiva sobre las condiciones societales e individuales de reproducción, sino también «indefinidamente» y tan lejos en el futuro como se pueda concebir, con el fin de instituir y mantener vivas sus garantías.6 La transición socialista, la utopía, la planificación, tanto en el nivel macrosocial como en el mesosocial (la comunidad, la circunscripción, el consejo popular) y en el microsocial (la familia, los grupos, los individuos), deben tener en cuenta los beneficios que el progreso científico-tecnológico puede producir para la humanidad. Pero han de considerar también, debido a las ambiciones y el egoísmo de una minoría poderosa, cómo el irracional manejo de los conocimientos y medios creados, y los patrones consumistas impuestos generaron impactos negativos en la naturaleza, la sociedad y la cultura, causas provocadoras de incertidumbres crecientes sobre el futuro de la vida en la Tierra, que, de manera alarmante, se transforman en certezas, por confirmación científica, sobre la cercana irreversibilidad de los daños acumulados y en aumento. Todo proyecto personal o plan comunitario es una mezcla de dificultades, desafíos y pasión/amor; este último componente es lo que llena de sentido la subjetividad individual o comunitaria cuya consecuencia es el logro de la felicidad. Subjetividad y valores La sociedad es «la unidad acabada esencial del hombre con la naturaleza».7 El ser humano es activo, creativo y transformador, posee una inteligencia racional y una emocional, una pensante y otra sentidora, inseparables, interactuantes, las cuales se compenetran y constituyen la vida mental de cada persona. Sin embargo, todavía tiene fuerza el viejo paradigma de René Descartes, quien proponía un ideal de razón liberada de los impulsos emocionales donde lo fundamental es «el intelecto y no los sentidos».8 En respuesta, el nuevo paradigma recomienda armonizar el pensamiento y el sentimiento, esto implica comprender con más claridad el significado de utilizar inteligentemente las emociones.9 En la interacción hombre-sociedad, lo social no actúa de modo directo sobre el individuo, sino mediatizado por condiciones biológicas y psicológicas. Es un proceso donde aflora lo subjetivo como una dimensión importante de los fenómenos sociales. La subjetividad social (moral, religión, cultura, leyes, vida cotidiana) se refleja individualmente y su punto de mayor organización es la personalidad; esta interactúa con aquella de forma compleja y contradictoria. El estudio de su núcleo, la esfera motivacional, es básico para conocer los porqué de las conductas de los individuos.10 Por otro lado, la unidad de lo afectivo y lo cognitivo es la base funcional del sistema autorregulador, en ella surgen los sentidos psicológicos, y estos dependen del grado de madurez de los recursos de la personalidad.11 Cuando los sujetos poseen recursos desarrollados, están en condiciones de estructurar conscientemente sus vivencias y conflictos y elaborar un sistema de aspiraciones y objetivos orientados al futuro, lo que se convierte en un resorte de su comportamiento; es decir, les permite planificar a largo plazo, independizarse de la inmediatez, organizar el futuro, aplazar la gratificación de las necesidades, prever conflictos, trascender las presiones externas e, incluso, las propias limitaciones.12 Con sus acciones el sujeto mediatiza la organización de la necesidad, le da un sentido y conforma el motivo en función de su personalidad, y ello no siempre resulta un proceso consciente. Al hacer esto último, formula sus fines y las diversas estrategias para su gratificación, de modo más o menos elaborado, esto es, planea. El planeamiento del trabajo comunitario debe iniciarse con la determinación —de manera participativa y consensuada— de cuál es la unidad dialécticosistémica manifestada en los fines y resultante de la compleja configuración de los motivos (aspiraciones, deseos, necesidades, intereses) de los miembros de la comunidad, en cuyas mentes está, más o menos conscientemente, esa unidad sin elaboración acabada, que se requiere explicitar, socializar, compartir de modo colectivo. Los momentos consiguientes del proceso de planificación consistirán en hacerla por completo consciente. Por otra parte, el proyecto de vida es una elección del futuro deseado, un sistema de objetivos vinculados a las principales esferas de realización de la persona. En él intervienen los valores, la concepción del mundo y la identidad personal. Identidad, valores y proyecto Transición socialista / planificación comunitaria. Dialéctica (y utopía) 105 de vida, constituyen importantes indicadores del desarrollo personológico, son componentes esenciales de la personalidad sana y madura. Un análisis de esos fundamentos psicológicos permite sintetizar una contradicción básica propia del proceso de planeamiento en el trabajo comunitario: por un lado se encuentra lo imperativo-restrictivo, lo que se necesita satisfacer, o sea, la necesidad; por el otro, está lo afectivo-propositivo, lo que se desea lograr, es decir, la finalidad. El factor mediador entre ambos extremos es lo cognitivo-creativo, lo que se debe investigar y crear para satisfacer la necesidad y lograr la finalidad, esto es, la articulación. De acuerdo con dicha reflexión, se debe tener presente la existencia de dos tipos de necesidades: la carencia y el deseo (también definidas como déficit y desarrollo, respectivamente); la primera significa dependencia e involución; mientras la segunda, independencia, desarrollo y creatividad; pero así como las carencias devienen obstáculos para el desarrollo, los deseos que no encuentran su realización promueven estados de conflicto y frustración.13 En otra dirección, en el planeamiento y trabajo comunitarios debe abordarse la interacción y compenetración de tres sistemas fundamentales de valores, a saber: el objetivo, existente en la realidad social; el subjetivo, presente en la conciencia; el de valores instituidos y reconocidos oficialmente. Cuando una comunidad es autoguiada por valores y principios éticos, sus miembros son capaces de tomar decisiones conscientemente, participar en la vida pública y vivir de acuerdo con las más altas virtudes, en correspondencia con un sistema social —asumido y defendido por la mayoría del pueblo cubano— en el cual se busca plena dignidad y realización del ser humano, la equidad y la justicia. Por tanto, la comunidad debe alentar a sus miembros a desarrollar valores propios, y favorecer al mismo tiempo el diálogo para avanzar juntos hacia niveles de convivencia y desarrollo cada vez más elevados. En esta misión, el planeamiento, si es creativo, científico y participativo, puede desempeñar un papel central. Desde una comprensión axiológica de la planificación y trabajo comunitarios, la importancia de los valores radica, en primer lugar, en su naturaleza motivadora del comportamiento de las personas y grupos. Asimismo, en su papel definidor de la identidad de la comunidad y en su capacidad de crear sentimiento de pertenencia en los residentes. Por otro lado, los valores son importantes porque identifican lo primordial, así como lo que se aspira a tener; guían las actuaciones individuales y colectivas y determinan en gran medida su éxito. Ellos se formulan, se educan y se asumen dentro de una realidad histórica y social concreta; o sea, no son cuestiones abstractas y 106 Oscar L. Bellido Aguilera absolutas, responden a una opción ideológica, social y cultural. Racionalidad reproductiva y ética de la responsabilidad En el siglo xix, el avanzado pensamiento cubano comprendía la necesidad de poner fin a la estéril dicotomía entre lo objetivo y lo subjetivo, entre razón y emoción, entre teoría y práctica.14 Si en la actualidad se apela a ese pensamiento, se advierte cómo la política debe adecuarse al momento presente, sin que ello cueste el sacrificio, o la merma importante del ideal perseguido, y se encuentra una valiosa enseñanza para la transición socialista, el planeamiento y trabajo comunitarios: quien intenta mejorar al hombre no ha de prescindir de sus malas pasiones, sino contarlas como factor importantísimo y no obrar contra ellas, sino con ellas. 15 Cuando los pueblos adquieren un nivel de conciencia crítica más desarrollado, la ética debe transformarse en el núcleo alrededor del cual gravite todo el proceso de producción cultural, científica, educativa, y el de ordenamiento político y jurídico.16 En ese sentido, ni la actividad científica ni el trabajo y planeamiento comunitarios, pueden ser indiferentes a los riesgos actuales enfrentados por la especie humana y la naturaleza. En consecuencia, su acción social debe ser reflexiva por razones instrumentales y, sobre todo, por imperativos de tipo ético. La planificación puede ser entendida como medio para una transformación social total o como recurso para acelerar la tasa de crecimiento económico. En el primer caso, prácticamente nada de la vida humana escapa a la voluntad de cambio consciente, incluidos el pensamiento y la configuración psicológica de las personas. En el segundo caso, la planificación no pasa de ser un mero mecanismo económico.17 En relación con los fines humanos, actuar con arreglo a un propósito racional equivale a proceder según un plan y, por consiguiente, la gestión económica es racional solo si discurre así. Puede afirmarse que la economía capitalista no lo es a nivel social, pues no es planificada. Tampoco cabe decir que lo sea a nivel de empresa o de corporación, ya que su meta es ganar dinero y esto no es afín a la racionalidad reproductiva ni la ética de la responsabilidad, porque no tiene en cuenta, por ejemplo, las consecuencias sociales de esa meta y sus efectos sobre la naturaleza. Una técnica es racional cuando la aplicación de medios se hace conscientemente y con arreglo a un plan, está orientada por la experiencia y la reflexión y, en su óptimo de racionalidad, por el pensamiento científico. La presencia de una «cuestión técnica» equivale a la existencia de dudas sobre los medios más racionales.18 La planificación no es solo una cuestión técnica sino, ante todo, política, humana, social, cultural, ética, económica, científica e histórica. Al respecto, en el ideario martiano, esencialmente ético, se puede encontrar la prédica acerca de la necesidad de adecuación entre «fines justos» y «medios justos».19 En su dimensión técnica el planeamiento procura el óptimo de racionalidad determinado por el pensamiento científico-tecnológico. Pero en el resto de sus dimensiones busca el óptimo de eticidad orientado por la tradición cultural y política cubana donde la ciencia se integra a la ética y, por ello, a este óptimo se subordina el primero. En suma, propugna el equilibrio entre racionalidad y eticidad. En esta época de globalización se impone reflexionar con responsabilidad sobre los conceptos de racionalidad y eficiencia. En cuanto a la primera, se requiere de otra, distinta de la de un mercado anárquico; es decir, la del circuito natural de la vida o racionalidad reproductiva, que implica crear las condiciones para hacer posible la existencia humana y una toma de conciencia —una ética de la responsabilidad— acerca de los efectos destructores de tal mercado. Solo un sistema de reproducción social planificado racionalmente podría mostrar la salida de las contradicciones y peligros de la grave situación actual, ya casi fuera de control. Integralidad, integración y humanismo científico Por consiguiente, cuando se planifica y gestiona el desarrollo de una comunidad resulta imprescindible evaluar con integralidad y rigor científico, ético y axiológico, las diversas alternativas y posibles consecuencias en las interacciones sistémicas y compenetraciones dialécticas, esto es, contradictorias, entre los fines perseguidos y los medios por emplear para avanzar hacia ellos. De lo anterior se deduce la necesidad de llevar a cabo un proceso de investigación con bases científicas, que aporte los conocimientos y la comprensión suficientes para la adopción participativa, eficaz —desde la racionalidad reproductiva y la ética de la responsabilidad—, de decisiones en la solución de las contradicciones, en el diseño y construcción de la utopía y en la armonización de lo deseado con lo factible. Tal proceso debe ocuparse de aspectos éticos, psicológicos, sociológicos, históricos, antropológicos, políticos, ideológicos, económicos, culturales, espaciales, ambientales, axiológicos, científicos, tecnológicos, entre otros, con un abordaje integral, esencial para el logro de sus objetivos, donde son necesarias la transdisciplinariedad y la integración en el planeamiento y trabajo comunitarios. El planeamiento comunitario debe incluir insoslayablemente la determinación de las alternativas y consecuencias, y la realización del mencionado proceso, que no debe reducirse a la mera confección participativa de un inventario de problemas comunitarios.20 De esta forma, se articulan aspiración y racionalidad, utopía y ciencia. Así, su tarea consiste en concebir y diseñar el futuro o utopía que responda racional y éticamente a los intereses, necesidades, aspiraciones, fines, de la comunidad, dentro de los límites y oportunidades del sistema social y político del país. Todas las partes del entramado social deben quedar armoniosamente integradas en un sistema de planificación y gestión, capaz de reflejar elevadas aspiraciones sociales, comunitarias y humanas, tanto como de responder con eficacia a las perentorias contingencias de la vida nacional, provincial o local. En las tareas del planeamiento comunitario integral, como proceso central de la autogestión de la comunidad o trabajo comunitario integrado y, en general, durante la transición socialista, se requiere asumir la posición del humanismo científico donde convergen el punto de vista de la epistemología marxista con el ideario martiano sobre el papel activo y creador de la subjetividad y de la moral; en dicha posición se combina una orientación moral y humanista con el conocimiento científico objetivo.21 De acuerdo con ese criterio, la psiquis humana y el conocimiento científico son un reflejo, en el cerebro, de la realidad objetiva, y, a la vez, una creación subjetiva de sí mismos, de la realidad percibida y pensada y de la cultura. Se establece así un estrecho vínculo entre la epistemología y una ética orientada a la formación de un ser humano mejor en cuanto a altruismo, creatividad, independencia, conocimiento, voluntad y desarrollo integral. Se trata de una postura donde se intenta sintetizar, superar críticamente e integrar en un nivel diferente lo valioso del positivismo y del antipositivismo; es una perspectiva que plantea la unidad de teoría y práctica, de reflexión y observación. En esta posición filosófica se integra en una unidad dialéctica la imagen de la realidad ofrecida por el pensamiento científico y transformador —que permite predecirla con cierto grado de certeza y cambiarla según las necesidades— con la imagen de la realidad aportada por el pensamiento valorativo e interpretativo, que orienta la motivación del ser humano y favorece su equilibrio espiritual; el primero explica cómo actuar y Transición socialista / planificación comunitaria. Dialéctica (y utopía) 107 Entre las prioridades del Estado cubano está el fortalecimiento de la institucionalidad en el país, y en ello desempeña un importante papel el perfeccionamiento de la planificación, que como factor estimulador de la participación y la iniciativa populares se favorece mediante una mayor autonomía económica de los miembros de la comunidad. el segundo fundamenta el sentido de la vida y fortalece ante la adversidad. Dicha unidad dialéctica imbrica la concepción científica del mundo ofrecida por el pensamiento marxista-leninista (materialismo dialéctico e histórico) con la concepción moral del mundo cuya fuente principal es el pensamiento martiano. Articulación de los proyectos sociales con los personales Un dilema de la etapa actual de la transición socialista cubana es el planteado por la necesidad de una mayor conexión de los proyectos sociales con los personales pues «ahí se ha ido generando una brecha […] fuente de […] la doble moral»; tener salud, educación y cultura no puede verse en contradicción con elecciones y gustos; determinados beneficios no deben implicar la renuncia a consumos individuales, ya que «esa desarmonía es frustrante […] no se trata de que el mercado organice el asunto [sino de] otra idea del consumo y las necesidades [de otra] lógica de racionalidad» de modo que las conquistas fundamentales no se logren a costa de renunciar a todo lo otro.22 Es oportuno señalar que el llamado «verticalismo» no es una característica inherente a la planificación (y sí del burocratismo), por el contrario, la planificación «para» el pueblo debe ser también «del» pueblo, es decir, exige la participación de la población en la toma de decisiones en todo el proceso de formulación y ejecución de los planes de desarrollo social y económico; no puede haber logros perdurables «si no se combina la dimensión social amplia de la racionalidad reproductiva [con] la búsqueda individual de una vida dotada de sentido».23 No se puede esperar que alguien sea solidario indefinidamente si ello significa sacrificios personales interminables, por tanto, debe garantizarse la satisfacción de intereses individuales y colectivos sin afectar los de otros miembros de la sociedad. Así, para avanzar en la transición socialista, es necesario fomentar la conciencia colectiva de la comunidad mediante un proceso de autotransformación moral de sus miembros, en el cual estos puedan llegar a conciliar sus intereses individuales con los 108 Oscar L. Bellido Aguilera comunitarios; será impulsado fundamentalmente por dos fuerzas interactuantes: los valores solidarios y el sentimiento de pertenencia, cuyos efectos educativo, moralizador e integrador se compenetran y actúan a favor del desarrollo de tal conciencia. Sin embargo, eso no es suficiente: es preciso que tales fuerzas conduzcan al crecimiento de la conciencia social para llevar el proceso descrito a un estadio superior: el de la armonización entre los intereses comunitarios y los sociales. En ello, la autogestión participativa y, dentro de esta, la planificación comunitaria integral como su proceso central, desempeñan un papel decisivo, porque mediante ellas se interiorizan y definen con claridad los objetivos y prioridades de la colectividad y la sociedad. Si tal proceso de concientización creciente se realiza con eficiencia, creatividad y de manera oportuna, podrán atenuarse progresivamente los efectos del egoísmo desbordado y de un mercado sin control. El planeamiento comunitario integral se convierte, por tanto, en un elemento imprescindible en el modelo de desarrollo social del país, cuando «se avanza con un enfoque integral […] en la actualización del modelo económico cubano [sin] espacio a los riesgos de la improvisación y el apresuramiento».24 Conviene apuntar que entre las prioridades del Estado cubano está la de continuar el proceso de fortalecimiento de la institucionalidad en el país, y en ello desempeña un importante papel el perfeccionamiento de la planificación, que como factor estimulador de la participación y la iniciativa populares se favorece mediante una mayor autonomía de los miembros de la comunidad —trabajadores y consumidores— respecto de sus propias actividades económicas.25 El trabajo comunitario en Cuba La educación popular concibe el trabajo comunitario como «un proceso de transformación desde la comunidad: soñado, planificado, conducido, ejecutado y evaluado por la propia comunidad».26 Debiera quedar explícito que tal proceso también es con el resto de la sociedad, o sea, conectado con esta, no totalmente autónomo. Una perspectiva filosófica argumenta que dicha transformación no cuenta con «un prototipo socialista, por eso existe la necesidad de resolver de manera creadora y exitosa los diferentes retos a partir de [la] propia iniciativa». Se trata de un proceso contradictorio, y se requiere «establecer de manera participativa, coherente y sistemática su regulación económica, política, jurídica, ética, ideológica».27 El planeamiento comunitario integral y el trabajo comunitario integrado vendrían a ser parte fundamental de esa regulación pues serían factores mediadores, a través de un plan general de la comunidad, entre el proyecto de país y los proyectos de vida individuales, una relación deteriorada con el Período especial, según señala el investigador Miguel Limia.28 Un punto de vista gubernamental expresa que la conducción del desarrollo socialista tiene lugar mediante diversas formas de organización social entre las cuales «la comunidad tiene un peso importante como escenario de la participación de los ciudadanos», lo que es una «cuestión estratégica y una necesidad medular» definidora del sistema socialista, en la que el «problema cardinal» del trabajo comunitario es «cómo articular de manera coherente los diferentes factores existentes en función de dinamizar las potencialidades de la comunidad, encaminada al logro progresivo de su autogobierno».29 Tal visión fundamenta la necesidad de conformar y enriquecer «una concepción cubana de trabajo comunitario», y propone un método compuesto por tres fases: diagnóstico (identificación de necesidades), elaboración del plan de acción, y seguimiento y evaluación del proceso y del impacto del plan. Esa es la concepción vigente, basada en un estilo reactivo de gestión, que no mira más allá de los obstáculos y urgencias actuales ni avizora soluciones en nuevos horizontes, difíciles de percibir si se produce un exceso de pragmatismo y ejecutividad (que suelen equipararse con realismo y efectividad). Al respecto, conviene introducir la siguiente reflexión epistemo-metodológica: el diagnóstico es análisis (no solo de necesidades, también de interacciones, sinergias, potencialidades) y esta es una función o variable dependiente de una síntesis previa. Tal síntesis tiene «el papel y la importancia de operación fundamental […] que precede de hecho y en el tiempo a cualquier análisis», por tanto, la secuencia lógica sería así: síntesis-análisis-síntesis. En otros términos, allí donde no hay un todo (síntesis) no hay «nada que descomponer» (análisis); las «representaciones deben estar ya dadas con anterioridad a cualquier análisis de ellas».30 Un problema comunitario constituye un obstáculo para alcanzar un fin,31 y en esta ecuación el primero es la variable dependiente y el segundo, la independiente. Por tanto, hay otra lógica o proceder metodológico factible: a) la de solución deseada, b) problemas, potencialidades, interacciones, sinergias, para alcanzarla, c) solución realmente lograda. Tal forma de actuar entraña una actitud proactiva hacia el futuro, o sea, buscadora a priori de los cambios deseables, en lugar de reactiva a posteriori ante las transformaciones indeseadas ya ocurridas. La primera parte de esa secuencia sería la representación del futuro deseado por la comunidad, elaborada con anterioridad pues no es obligado, ni lógico, hacerla depender del análisis de la situación actual. Este se efectúa posteriormente para descomponer el todo o representación y descubrir los problemassinergias-interacciones-potencialidades por resolver/ aprovechar; en consecuencia, diseñar y crear los medios pertinentes que permitan realizar el tránsito hacia dicho futuro e, incluso, determinar su viabilidad, de manera que tal representación pueda ser ajustada luego como resultado del análisis. Otros enfoques consideran que los métodos y estilos heredados de décadas pasadas aún no han sido totalmente superados y esta situación la resumen en cuatro problemáticas esenciales: verticalismo, estandarización, parcelación y participación movilizativa.32 Según otro punto de vista, el desarrollo de «una práctica sistemática de planificación socioeconómica» está entre los principales componentes del trabajo comunitario, que «se materializa mediante programas y proyectos concretos». En este caso se explicita el papel del planeamiento en la comunidad, pero se excluye el plan general como nivel de integración de los programas y proyectos; ello se relaciona con una deficiencia esencial y reiterada: «la falta de articulación de los proyectos en una concepción integrada de trabajo comunitario». 33 En este enfoque, al relacionar directamente la «falta de articulación» (la necesidad o primer polo de la contradicción) con la «concepción integrada» (la finalidad o segundo polo), se está desconociendo el factor mediador tendente a anular la oposición entre ambos. Ese factor (la articulación faltante) es el plan general de la comunidad,34 o sea, el nivel de planificación apropiado para la integración de los otros dos peldaños: los programas institucionales y los proyectos sectoriales, pues estos son parciales por naturaleza, razón por la cual necesitan ser integrados en un determinado plano de agregación para poder abarcar en este la totalidad del objeto: el hombrela comunidad; aquí es donde radica una de las manifestaciones importantes del carácter sistémico del planeamiento. Lo que hace al trabajo comunitario un proceso realmente integrado y no un mero mecanismo reactivo o de coordinación es la existencia de un planeamiento general en el que se involucran todos los sujetos de la Transición socialista / planificación comunitaria. Dialéctica (y utopía) 109 comunidad, con métodos democráticos de trabajo, para asegurar la integralidad de las acciones en pos de los fines perseguidos; y también los demás procesos de autoconducción (coordinación/integración) y los específicos de organización, ejecución y control/ evaluación. Una aproximación sociológica a una teoría cubana sobre el trabajo comunitario en correspondencia con el proyecto social del país, aporta importantes elementos conceptuales para una fundamentación del planeamiento comunitario: la imbricación del desarrollo social y el comunitario es una necesidad epistemológica; el desarrollo debe concebirse en su dimensión socialcomunitaria, centrado en los sujetos, con instrumentos teórico-metodológicos propios y no copiados del Primer mundo o de otros contextos ajenos; se requiere integrar todos los saberes, sobre la base de la participación consciente, activa y creativa de los sujetos; esa participación debe ser permanente, sin intervenciones intrusivas, para asegurar la solidez y sostenibilidad de las transformaciones comunitarias.35 Hay un enfoque epistemológico basado en la búsqueda en diversas fuentes, tras la que se llega a la conclusión de que los diagnósticos «se convierten en fin en sí mismos, con la consiguiente secuela de abstraccionismo, donde se fotografía recurrentemente la realidad en sus aspectos más contingentes y puntuales».36 Tal visión se enriquece con una perspectiva filosófica acerca del proyecto de futuro (de vida, de país, de empresa, futuro deseado, plan general), que en este caso se denomina «comunidad ideal que se aspira a construir como realidad». Como negación dialéctica, la superación crítica de la realidad implica liquidar las tendencias contrarias al ideal tanto como afirmar lo progresivamente nuevo, y esto se decide «allí donde lo social y lo individual se interpenetran, donde lo universal concreto se realiza y existe como hecho […] como cotidianidad», o sea, se decide en la comunidad. Desde un punto de vista metodológico, esa «comunidad ideal» anhelada sería el punto de partida en la transformación de la comunidad actual, no deseada para el futuro, y su conversión en la comunidad que en realidad se tendría. La brecha entre la ideal y la real debiera ser una variable tendiente a cero, no obstante, el cambio finalmente alcanzado dependerá de las condiciones históricas concretas donde tiene lugar el proceso de desarrollo comunitario, y de la influencia ejercida por diversos factores: la pasión, la voluntad, la proactividad, la creatividad, de los sujetos involucrados; así como los medios disponibles. En documentos de carácter provincial se trata la importante cuestión de la necesidad de articular el 110 Oscar L. Bellido Aguilera plan de acción de la comunidad con los planes de la economía y el presupuesto anual. Al respecto, es preciso añadir que tal articulación debe responder al principio de unidad, es decir, la relación entre las distintas escalas no debe ser verticalista ni autoritaria, sino que debe fluir en dos corrientes de información y comunicación articuladas: «micro-meso-macro» y «macro-mesomicro», integradas en un proceso único que, para ser viable, exige una elevada eficiencia integral ajena a la burocracia inoperante.37 Vivir por un proyecto, un plan o una utopía le otorga sentido a la vida. Es preciso, entonces, encontrar esa suprema aspiración. Notas 1. Luis Marcelo Yera, En busca del paradigma perdido de Marx y Engels, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, p. 29. 2. En lo adelante, los términos planificación, planeación y planeamiento, serán utilizados indistintamente, pues son asumidos como sinónimos. 3. Claudio Katz, Comunismo, socialismo y transición. Metas y fundamentos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, p. 11. 4. Ídem. 5. Hanz Lenk, Entre la epistemología y la ciencia social, Alfa, Barcelona, 1988, pp. 153-5. 6. Istvan Mészáros, «La planificación: La necesidad de vencer el abuso de tiempo del capital», Revista Cubana de Ciencias Sociales, n. 36/37, La Habana, julio de 2005-mayo de 2006, p. 9. 7. Carlos Marx, citado en Z. M. Orudzhev, La dialéctica como sistema, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, pp. 231-3. 8. Jorge Núñez Jover, La Ciencia y la Tecnología como procesos sociales, Editorial Félix Varela, La Habana, 2002, p. 17. 9. Daniel Goleman, Inteligencia emocional, Kairós, Barcelona, 1997, p. 24. 10. José Bleger, «Psicología de la conducta», en Manuel A. Calviño Valdés-Fauly, ed., Análisis dinámico del comportamiento, Editorial Félix Varela, La Habana, 2004, p. 61. 11. Fernando González, citado en Lourdes Fernández Rius, «La personalidad. Algunos presupuestos para su comprensión», en Zoe Bello Dávila y Julio César Casales Fernández, eds., Psicología general, Editorial Félix Varela, La Habana, 2005, p. 79. 12. Véase Lourdes Fernández Rius, ob. cit., pp. 85-6. 13. Véase Manuel A. Calviño Valdés-Fauly, ob. cit., p. 38. 14. Armando Hart, «La ética y las ciencias de la vida», Bohemia, n. 22, La Habana, 26 de octubre de 2007, p. 14. 15. Ídem. 16. Esperanza Guisán, Introducción a la ética, Cátedra, Madrid, 1995. 17. Luis Eduardo Castro Zea, «La cultura de la planificación», en Ruth Saavedra et al., Planificación del desarrollo, Fundación Universidad de Bogotá-Jorge Tadeo Lozano, Santafé de Bogotá, 1999, pp. 68-70. 18. Max Weber, Economía y sociedad, Fondo de Cultura Económica, México, DF, 1998, p. 47. 19. Cintio Vitier, Ese sol del mundo moral, Editorial Félix Varela, La Habana, 2006, p. 107. 20. Tales inventarios tienden a omitir importantes deficiencias o potencialidades de las subjetividades individuales y comunitarias y de los procesos de mediación (de gestión, coordinación, interacción, cooperación, integración). 35. Véase María T. Caballero Rivacoba y Mirtha Yordi García, El trabajo comunitario. Alternativa cubana para el desarrollo social, Editorial Ácana-Universidad de Camagüey, Camagüey, 2004. 36. Joaquín Alonso Freyre et al., Metodología para el estudio e intervención para el desarrollo comunitario, Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, Santa Clara, 2004, p. 1. [Inédito]. 37. Ibídem, 2004, p. 7. 38. Asamblea Provincial del Poder Popular, Principales acciones de trabajo comunitario a desarrollar en la provincia, Holguín, 2002, p. 1. 21. Véase Diego Jorge González Serra, La psicología del reflejo creador, Pueblo y Educación, La Habana, 2004, pp. 204-18. 22. Mayra Espina, citada en Alina Perera y Marianela Martín, «Echando anclas en la tempestad (I)», Juventud Rebelde, La Habana, 12 de julio de 2009, p. 4. , 2013 23. Istvan Mészáros, «El socialismo en el siglo xxi. Primera parte», Marx Ahora, n. 25, La Habana, 2008, p. 22. 24. Raúl Castro Ruz, «Es preciso caminar hacia el futuro, con paso firme y seguro, porque sencillamente no tenemos derecho a equivocarnos» (discurso pronunciado en la clausura del IV Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular), Granma, La Habana, 21 de diciembre de 2009, p. 3. 25. Las ideas y conceptos antes expuestos fueron aplicados en la práctica social de una investigación-acción participativa, solicitada por las autoridades de la provincia de Holguín. Véase «Algunas consideraciones sobre la experiencia en el Consejo Popular de Alcides Pino, Holguín», Revista Cubana de Ciencias Sociales, n. 43, La Habana, 2012. 26. Nydia González y Argelia Fernández, eds., Trabajo comunitario. Selección de lecturas, CIE Graciela Bustillos-Asociación de Pedagogos de Cuba, La Habana, 1999, p. 10. 27. Miguel Limia David, «¿Una sociedad imposible?», en Nydia González y Argelia Fernández, ob. cit., pp. 55-6. 28. Idem. 29. «Informe a la Asamblea Nacional del Grupo ministerial creado en la década de los noventa para la atención del trabajo comunitario», en Nydia González y Argelia Fernández, ob. cit., pp. 59-63. 30. Inmanuel Kant, citado en Eval Iliénkov, «Lógica dialéctica. Ensayos sobre historia y teoría», Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1984, pp. 64-5. 31. Véase Rafael Alberto Pérez González, «Estrategias de comunicación», Editorial Ariel S. A., Barcelona, 2006, p. 179. 32. Véase Silvia Montano Jorrín, «El trabajo sociocultural comunitario», Análisis de Coyuntura, n. 3, abril de 1999, La Habana, pp. 25-35. 33. María del Carmen Caño Secade, «Cuba, desarrollo local en los 90», en Francisco Rojas Ochoa et al., Desarrollo humano local. Antología para curso de diplomado sobre desarrollo económico local, Cátedra UNESCO de Desarrollo Humano Sostenible-Universidad de La Habana-PNUD-PDHL-OIT, La Habana, 2004, pp. 168-9. 34. No se trata de un plan de acciones de corto plazo, sino de uno con un horizonte temporal entre mediano y largo, que se irá materializando, ajustando anualmente a través de los planes, de acción, proyectos y programas en curso. Transición socialista / planificación comunitaria. Dialéctica (y utopía) 111 Sin tapas y con tapas... Esta vez la sección ofrece diversas aristas sobre arte, literatura, política e historiografía, que atañen a islas caribeñas y países latinoamericanos. El primero es un notable análisis de los motivos y procedimientos narrativos de un escritor «que no se parece a nadie». lectura sucesiva Continúa la meditación de un director de teatro sobre las vivencias y reflexiones durante el proceso de una representación dramática. Una reseña invita a leer sobre los desafíos de la lucha política y de clases en América Latina dentro del contexto de la hegemonía del pensamiento liberal y neoliberal. El lector encontrará también una mirada a volúmenes que sirven de pretexto para incursionar y conocer la historia de las distintas y numerosas islas antillanas en su relación con el mundo atlántico. Por último, un acercamiento a los vínculos entre Cuba y los Estados Unidos en exposiciones internacionales. Primera mención (estudios sobre arte y literatura) Premio Temas de Ensayo 2012 Felisberto Hernández: el nacimiento de una estética Gustavo Lespada Profesor e investigador. Universidad de Buenos Aires. E La función de la crítica debería consistir en mostrar cómo es lo que es, incluso qué es lo que es, y no enseñar qué significa. Susan Sontag l escritor uruguayo Felisberto Hernández (1902-1964) es autor de una obra de tal extrañeza que estuvo condenada desde los inicios a la incomprensión y la marginalidad; aunque esto se ha venido revirtiendo en las últimas décadas, muchas veces la crítica no acierta a caracterizar su narrativa y la reduce a la referencia biográfica o la presenta como literatura fantástica. Aun considerándolo dentro de las vanguardias históricas, Felisberto es un vanguardista, al punto que tanto Juan Carlos Onetti como Italo Calvino coincidieron en que no se parece a nadie. Tal vez porque su especificidad no se encuentre tanto en el qué dice sino en el cómo lo dice. Entre 1925 y 1931, alternando la escritura con el oficio de pianista itinerante, publicó Fulano de tal, Libro sin tapas, La cara de Ana y La envenenada: cuatro microlibros de edición precaria, sin tapas y en un papel tan ordinario que se llegó a compararlo con el de «envolver los fideos».1 Salvo excepciones, la crítica no se ocupa de estos textos —que aparecieran en el tomo I de su obra completa con el título de Primeras invenciones—,2 en parte por su registro de francotirador, su carácter experimental y fragmentario. José Pedro Díaz, quien fuera el curador de su obra y acaso el iniciador de un abordaje serio de su estudio, se refiere a ellos como «vislumbres, escorzos, situaciones ocasionales que no ofrecían fundamento bastante para una narración propiamente dicha».3 Sin embargo, en esta primera etapa ya aparecen muchos de los motivos y procedimientos que caracterizarían su estilo definitivo, consolidado a partir de los relatos memorialistas de los años 40; por ello es mi intención reivindicar esta zona de su producción a partir del análisis de algunos de los relatos más significativos del período, en los cuales pueden revelarse dichos procedimientos. Entre ellos: el carácter onírico de un registro asociativo cuyas digresiones exacerban el uso de la metonimia, la percepción de una realidad otra superpuesta a la cotidiana, un humor que a veces raya en el absurdo, el empleo de la prosopopeya o animación de abstracciones y objetos, la irrupción del misterio —no como amenaza, propio del género fantástico o del policial, sino un misterio doméstico, esparcido entre las cosas de todos los días—, la fragmentación como estrategia discursiva, la conjunción de elementos disímiles a la manera de figuras como la metáfora o el zeugma, la morosidad del relato junto a la intrascendencia temática, el planteo de problemas sin pretender resolverlos ni explicarlos, así como transgresiones formales que provocan alteraciones en las figuras retóricas. Felisberto Hernández: el nacimiento de una estética n. 75: 113-120, julio-septiembre de 2013 113 Fulano de tal (1925) se caracteriza por formulaciones abstractas, fragmentarias, observaciones provocativas hechas como al pasar, de humor ácido y hasta morboso. Se compone de cuatro secciones: «Prólogo», «Cosas para leer en el tranvía», «Diario» y un epílogo de título contradictorio: «Prólogo de un libro que nunca pude empezar», en el que, además de desconocer los circuitos consagrados del sentido común y las fórmulas racionales, se propone «decir lo que sabe que no podrá decir». Felisberto repetirá una y mil veces que no sabe, con una especie de pulsión —hacia lo que ignora y hacia los límites del lenguaje— que podríamos calificar de identificación con la falta, como una anagnórisis en la carencia. Libro sin tapas (1929) adelanta, desde el título, una identidad signada por la falta. Pero además de la condición paupérrima de aquellas publicaciones, carentes de la prolijidad mínima que les hubiera permitido llegar a las vidrieras de las librerías, hay una propuesta de apertura explícita desde el epígrafe de la primera edición, donde invitaba a «escribir antes y después de él». Texto desprovisto de los límites que materializan las tapas, incitación a liberarse del marco y de los protocolos literarios, tal vez lo más interesante de este nuevo librillo resida en dos breves relatos: «El vestido blanco» y «La casa de Irene». En el primero, la prosopopeya se instala como recurso narrativo para humanizar el objeto, en este caso bajo la forma de transferencia del deseo. Aquí el protagonismo se desplaza de la pareja de amantes hacia un objeto de la escena: las puertas-ventanas del balcón. ¿Ellas se animan a aquello que los personajes reprimen? Esta personificación no es la de las fábulas, no remite a ninguna simbología alegórica.4 A lo sumo pone en evidencia, o mejor, denuncia la inacción del sujeto, cuya parálisis resalta por contraste con el frenesí del objeto: si el objeto se anima el sujeto se des-anima, se cosifica, y esta inversión hace que caigan las fronteras que los separan como entidades de órdenes distintos. En «La casa de Irene» lo animado resulta, fundamentalmente, la silla que sujeta a la joven. Allí el narrador-personaje dice haber descubierto «un misterio blanco», cuya particularidad consiste en la contraposición con el misterio oscuro, literario, codificado por el relato policial, el fantástico o la novela gótica. El fragmento final es tajante y conciso como un telegrama: «Hace muchos días que no escribo. Con Irene me fue bien, pero entonces poco a poco fue desapareciendo el misterio blanco». Como si se concluyera que mientras no hubo certeza hubo imaginación, encantamiento, incitantes complicidades, pero al consumarse la relación y entrar en el cauce de lo previsible cesa la animación de los objetos, el relato pierde sustento y termina. Por otra parte, resulta compatible con los postulados estéticos que 114 Gustavo Lespada el encauzamiento en la previsibilidad «cancele» el relato, puesto que si lo previsible constituye la norma —mientras que en la transgresión reside el efecto estilístico—, es coherente que el retorno a la «normalidad» suprima la lectura figurada, es decir, poética del texto.5 El rostro de una estética En 1930, Felisberto publica La cara de Ana. Si bien solo cinco narraciones integran esta tercera propuesta y algunas, como «Amalia» o «La suma», repiten el esquema de ocurrencia intrascendente, se aprecian novedades en lo conciernente a los procedimientos. En la historia que da nombre al libro se inaugura el relato de la memoria —característico del período que comienza con Por los tiempos de Clemente Colling—con un desarrollo y una densidad narrativa que nada tienen que envidiarle a muchos cuentos de Nadie encendía las lámparas (1947). Además de la inquietante conformación del personaje de Ana, encontramos aquí un narrador infantil —similar al que aparece en El caballo perdido (1942)—, nuevas manifestaciones de la prosopopeya en el uso de abstracciones como actantes y cierta singularidad en el manejo de otras figuras retóricas, como la comparación, la elipsis y el zeugma. Compuesta por cinco fragmentos, al primero corresponde una instancia explicativa o abstracta, que da cuenta del doble comportamiento del yo narrador: un niño que a veces siente parecido a las demás personas y en otras ocasiones de manera distinta o especial. El segundo registro asume rasgos metadiegéticos, es decir, se vuelca sobre sí, reflexiona sobre su forma particular de percepción y caracteriza los mecanismos con que esa percepción se inscribe. La crítica advierte en esta última forma de sentir del niño una alusión a «una poética de la obra abierta» y a una escritura que produce trastrocamientos e inversiones.6 La irrupción de Ana refuerza la zona de la diferencia, es más, Ana encarna lo imprevisible, el misterio, la libertad, la transgresión y la antítesis del estereotipo, o sea, el lado oscuro y creativo del narrador exteriorizado, hecho personaje. Ana es la obra misma que ríe. Sin hacer promoción de criterios evolucionistas es evidente que hubo un avance respecto de los experimentos y gestos fragmentarios: en este relato se asoma la cara de la estética de Felisberto. Ella se llamaba Ana y no era traviesa ni sacudida. Pero tenía unos ojos negros muy abiertos y miraba todo con una curiosidad libre y desfachatada. Yo la miraba mientras ella miraba todo, y ella miraba todo como si yo no estuviera. Entonces fui a decirle a mi madre que ella miraba todo. Cuando volví al patio Ana estaba haciendo lo mismo que yo: caminaba por las lozas sin pisar las rayas.7 Desfachatada: descarada. «La cara de Ana» es el escenario del descaro; el lugar emblemático del nombre —del título— presenta una identidad atravesada por una doble contradicción. En el nivel semántico, Ana personifica la insolencia, el atrevimiento de lo distinto en franca oposición a los adultos que representan el sistema de reglas y convenciones, en suma, el rol conservador de la Ley que rige el statu quo. A su vez, la risa de Ana, al violar —la dureza del verbo empleado expresa el antónimo de la contención, el respeto y el acatamiento— el silencio de los mayores produce dos consecuencias, también inscritas en el sistema dicotómico del planteo inicial: por un lado la represión —el castigo que le inflige su madre—, por otro, la identificación alegre y solidaria del narrador, en franco desafío a la censura y la admonición: Hubo un silencio raro porque todavía no había una confianza definitiva en todos los que había en la mesa. Ana los empezó a mirar y a sentir el silencio raro, pero al momento sintió ganas de violar ese silencio: me miró para ver si a mí me ocurría lo mismo y aunque no me encontró con la misma predisposición, no pudo aguantar la risa y soltó una carcajada desvergonzada. A ella, la madre le dio un pellizcón; pero me empecé a tentar yo. Cuando la volví a mirar ella estaba llorando, y cuando ella me volvió a mirar a mí, los dos soltamos la risa.8 La risa —rasgo distintivo de lo humano, según Aristóteles— aparece como una expansión disruptiva y liberadora frente al silencio solemne y circunspecto de los mayores. Ante el desacato, la reacción no se hace esperar. El orden debe ser restaurado; el desborde, contenido; la transgresión, castigada, y quien ríe deberá llorar. La risa introduce la osadía, dice Mijail Bajtin, y por ese camino conduce a la desmitificación en tanto destruye el miedo y las formalidades del acatamiento irreflexivo; en consecuencia, dice el teórico ruso, el circuito dentro de lo familiar es «risa-blasfemiaazotes».9 A pesar de provocar el llanto inmediato, el escarmiento tiene una eficacia relativa, como toda represión, y a la larga solo consigue multiplicar la hilarante rebeldía en los niños. Elemento clave del personaje y del relato es justamente la risa. Bajtin estudió de manera exhaustiva su carácter desacralizador y su funcionalidad para transgredir interdictos y trastrocar jerarquías, sobre todo como manifestación popular en oposición a la alta cultura y los cultos oficiales: ante la comicidad y el desborde festivo la distinción entre lo elevado y lo bajo, lo prohibido y lo autorizado, lo sagrado y lo profano pierde toda su fuerza. Pero no solo como elemento paródico o de burla, la verdadera risa, ambivalente y universal, no excluye lo serio, sino que lo purifica y lo completa al neutralizar el dogmatismo, la unilateralidad, la esclerosis y el fanatismo.10 La risa acorta todas las distancias, acerca el objeto, lo torna familiar, y en esa familiaridad puede trocarlo, voltearlo, ponerlo al revés, en suma, analizarlo; porque la risa es el preámbulo de la libertad de pensamiento, como lo entendió la sátira menipea. Su contrario se reviste de hierática solemnidad ante el peligro de la burla y la indisciplina: se trata de aquella seriedad intransigente y represiva que se instala a partir de la Edad Media como un instrumento de dominación —en nombre de «nobles causas» o de la fe religiosa—, que no tolera ninguna disidencia, ningún gesto que pueda significar un matiz de ambivalencia o de interpretación herética de aquello que se quiere unívoco, universal y para siempre jamás. Severidad que sobrevive en esa mojigatería a ultranza de los burócratas de cualquier signo, que hacen dogma de los protocolos y los «buenos modales» o califican de «poco serio» cualquier desliz heterodoxo. En «La cara de Ana» también se trata de la respuesta ante la seria rigidez de la muerte. A ese «silencio quieto» —de los adultos, del abuelo fallecido— se opone la risa de la niña, que estimula la expansión de la «simultaneidad extraña» en la percepción del personaje-narrador, o sea, esa otra actitud que abre el mundo hacia nuevas relaciones, o mejor, a un nuevo conocimiento de este. Durante el velatorio del abuelo, el protagonista del cuento reflexiona: En otras de las veces sentí el destino de mi manera especial: yo estaba parado en el zaguán; en la pieza de la derecha los de mi familia lloraban y nombraban a Dios —a veces detenían el llanto un poco como para dar vuelo al comentario y después volvían a llorar—; en la pieza de la izquierda estaba mi abuelo que no se le importaba nada de los demás; por la vereda pasaba la gente muy alegre y no se le importaba nada de lo de adentro; y por alguna otra parte debía estar Ana riéndose del silencio de los demás y del silencio que tenía mi abuelo por la muerte.11 Me detengo en esta oposición entre la risa y el silencio. En sus reflexiones sobre la narrativa, Bajtin identifica a la risa como uno de los principales factores que hicieron posible la abolición de la distancia épica y del sometimiento acrítico a la tradición. La narrativa tiende hacia lo que no está acabado, por eso también señala la desemejanza entre la cercanía de la vida cotidiana y la veneración de un pasado muerto, propia de la épica: «La palabra acerca de un hombre muerto se diferencia profundamente, desde el punto de vista estilístico, de la palabra acerca de un hombre vivo». Pero la risa no solo elimina esa distancia épica sino que, insisto, destruye todo tipo de distancia: jerárquica, normativa, de valores. Introduce el diálogo, la diversidad, la investigación, el desenmascaramiento del interior y la apariencia, el dinamismo, la plasticidad de la no coincidencia.12 Todo esto también provoca Ana con su risa; todo este desacomodo produce la poética de Felisberto con su constante presencia humorística, corrosiva, alerta, mostrando el envés de los actos cotidianos. Felisberto Hernández: el nacimiento de una estética 115 Entonces sentí todo con una simultaneidad extraña: en una pieza el movimiento de los comentarios y los llantos, en la otra el silencio quieto de mi abuelo y de los candelabros —con excepción de las llamitas de las velas que era lo único que tenía movimiento en esa pieza—, el ruido y la alegría en la vereda y la risa que me imaginaba que tendría Ana en alguna parte. Ninguna de estas cosas tenían que ver unas con otras; me parecía que cada una de ellas me pegaba en un sentido como si fueran notas; que yo las sentía todas juntas como un acorde y que a medida que pasaba el tiempo unas quedaban detenidas y otras se movían.13 La «simultaneidad extraña» es la que rompe con la alineación causal y sucesiva a que nos obliga el lenguaje. «Ninguna de estas cosas tenían que ver unas con otras»: como si la percepción del niño estuviera caracterizando la naturaleza incongruente y dispersa del propio texto, al tiempo que se pone de manifiesto la artificialidad de toda coherencia lineal y progresiva.14 El tropo que ronda la prefiguración del aleph borgeano se denomina zeugma o silepsis, que además de ser una variante de la elipsis es una forma singular de coordinación: participa de la acción de uncir, de «poner bajo el mismo yugo» elementos disímiles, de diferente naturaleza, lo cual produce incongruencias semánticas o sintácticas. Justamente una de las maneras que tienen estos relatos de producir extrañamiento es la de tratar bajo un mismo régimen entes, objetos y personajes. Esta conjunción de lo distinto vuelve porosos los límites, embosca el lugar común, disuelve los casilleros de los compartimentos estancos. Al caracterizar esta forma de narrar, podríamos hablar de comportamiento zeugmático, si tal cosa existiera en la narratología. En Ana parecieran concentrarse los mecanismos del extrañamiento como una prefiguración o condensación de los procedimientos narrativos que confrontan con todos los estereotipos de las estéticas realistas o naturalistas dominantes en el Uruguay de 1930; en suma, en su despliegue de imprevisibilidad, desacralización y misterio, este personaje encarna también un nivel metadiegético que se identifica con la percepción «especial» del narrador, en la que, además, parecieran cifrarse los principios estéticos. Es posible ver su rostro, leer su cara extraña y bella como la faz de una poética en la que todos sus elementos son significativos.15 Ángel Rama, para quien este texto resulta capital en la producción de Felisberto, señala la conexión con una corriente del arte posterior a la Primera guerra mundial, llamada unanimismo o simultaneismo —caracterizada por una aglomeración de elementos dispares, sin sentido o de aparente incoherencia—, en la que el artista intentaba dar cuenta de la eclosión vertiginosa y simultánea de la vida moderna, sobre todo del ajetreo urbano de las grandes ciudades. En la continuación de esta línea perceptiva está el «encuentro fortuito» de Lautréamont —el paraguas y la máquina 116 Gustavo Lespada de coser en la mesa de disección— que el surrealismo transformara en emblema. Asociar lo disociado, disociar lo unido, romper las cadenas lógicas, recuperar el registro infantil: son marcas de una época que se rebela contra el reinado causalista y lineal de la Razón; en la prosa de Hernández estos elementos poseen sello propio, se presentan con cualidades particulares que no encontraremos en ningún programa de vanguardia.16 En mi manera de sentir el destino me parecía que Ana con su risa miraba a la Tierra dar vuelta, pero era tan natural que Ana de acuerdo a su fisiología se encontrara así como que la Tierra diera vueltas. Después empecé a sentir todas las cosas que había en la pieza y la sonrisa de Ana con la simultaneidad rara: había cuatro cosas que formaban un acorde, dos figuras paradas: el perchero y Ana, y dos acostadas: mi hermano y yo. El perchero parecía meditabundo y no tenía nada que ver con nosotros a pesar de estar allí; Ana con su locura fija me miraba a mí y no se sabía si pensaría algo; mi hermano dormía y el misterio de su sueño no tenía nada que ver con nosotros tres; y yo sentía mi destino con la simultaneidad rara.17 Nuevamente se asiste a la incongruencia, provocada por la conjunción de los elementos disímiles que componen los vértices de una figura geométrica o las notas de un acorde musical, luego de congelar la locura de Ana con la comparación que recae sobre su risa y su mirada.18 Comparación imposible en realidad, puesto que nadie sabe cómo es una cara riéndose mientras mira la Tierra moverse —salvo que se trate de un astronauta—; sin embargo, la imagen de la alienación es contundente. La carga figurativa salta sobre la racionalidad de la frase equivalente que la calificaría como «una mirada fuera del mundo», para lo cual coloca, literalmente, a Ana en la ingravidez del espacio, a la vez que viviendo en el planeta, respirando en él, a dos pasos del niño. Por otra parte, en la descripción de los elementos que integran el acorde, la unión de lo diferente bajo el rubro de «cosas», que igualan personajes y objetos, abre el camino a la personificación del perchero, pasible de atributos humanos, al tiempo que disuelve las fronteras y las jerarquías convencionales. No puede pasar inadvertido que solo en el último fragmento se consigna la internación de Ana en un manicomio, cuando ya el narrador ha entablado con ella un vínculo solidario y afectivo que traslada al lector; de esta manera el escritor evita cualquier tipo de aprensión o juicio previo sobre el personaje, al que se caracteriza desde el extrañamiento pero eludiendo el estigma de la enfermedad. Así, sin preconceptos, podemos acompañar hasta el final del relato la percepción del narrador, quien ahora tiene quince años, mientras que la niña se ha transformado en una bella muchacha. Más aún, la mágica escena final del encuentro con Ana en mitad de la noche, En la temprana intuición de Felisberto Hernández acerca del carácter constitutivo de lo no dicho y la productividad de los bordes, así como en la inmersión en las zonas laterales del pensamiento, residen algunas de las manifestaciones vanguardistas más efectivas de este registro que nunca transige en devolverle al mundo una imagen especular y cerrada como un silogismo. apenas iluminados por una vela, sugiere la seducción que provoca en el joven su «locura fija»: «la única sensación que tenía era de que la cara de Ana era linda». El cierre del relato permanece suspendido en la valoración de la belleza de lo extraño lo cual también implica postular una estética otra. El tratamiento de la locura bajo el signo de la complicidad y la seducción socava, de alguna manera, la actitud «oficial» del Estado positivista sobre esas patologías; de acuerdo con sus esquemas higienistas y disciplinarios, este promovía la separación y reclusión de los enfermos.19 En «El vapor», otro brevísimo relato incluido en La cara de Ana, el narrador comienza diciendo que fue a otra ciudad que tenía un río como para llegar o salir en barco. En la segunda cláusula ya sabemos que en aquel lugar no sucedió nada interesante, pero pronto veremos que tampoco ocurrió nada cuando salió de la urbe; es decir, lo que sigue es una expansión verbal que, lejos de referirnos algún acontecimiento —como sería de esperar—,20 se desliza hacia el interior del personaje para constituirse en una indagación introspectiva acerca de ciertas sensaciones: el protagonista ha dado conciertos en esa ciudad y siente frustración ante la indiferencia de las personas que no lo reconocen. Ahora en el muelle había muy poca gente y de esa gente parecía que nadie me conocía ni nadie había ido a mis conciertos. Entonces tuve una angustia parecida a la de los niños mimados cuando han vuelto de pasear y les sacan el traje nuevo. Me reí de esa ridiculez y traté de reaccionar, pero entonces caí en otra angustia mucho más vieja, más cruel y que por primera vez vi que era de una crueldad ridícula.21 Propongo retener la referencia al origen narcisista del malestar y a la comparación con el berrinche de los niños, porque a partir de aquí sobreviene la repetición de la palabra angustia, que se reitera siete veces en el primer y extenso párrafo. Relato sobre nada —la angustia acontece porque el narrador percibe el vacío, la falta de respuesta por parte de los habitantes—, entraña una monótona repetición: carencia y exceso, tal vez se trate de un exceso que opera en función de resaltar una carencia. Al mismo tiempo, pareciera que esta introspección —que atiende casi exclusivamente a los mecanismos internos mediante los cuales se procesan percepciones y sentimientos— no pudiera ser narrada en un lenguaje neutro; es decir, que ese deslizamiento entre el adentro y el afuera, entre los sentimientos y las percepciones, entre sujeto y objeto, entre lo ideal y lo material, también se trasmitiera a las estructuras formales del discurso que ya no distingue entre el sentido referencial y el figurado. Pero de pronto la angustia me volvió a atacar y la sentí más precisa que nunca en su cruel ridiculez. La sentí como si dos avechuchos se me hubieran parado uno en cada hombro y se me hubieran encariñado. Cuando la angustia se me aquietaba, ellos sacudían las alas y se volvían a quedar tan inmóviles como me quedaba yo en mi distracción. Ellos habían encontrado en mí el que les convenía para ir adonde yo hubiera querido ir solo.22 El narrador se refiere a su angustia con una comparación totalmente inmotivada respecto de la analogía —según Gérard Genette—23 que, además, relaciona un singular con un plural: «La sentí como si dos avechuchos se me hubieran parado uno en cada hombro y se me hubieran encariñado». Pero en seguida desaparece el nexo copulativo y esos avechuchos cobran vuelo propio en las cláusulas siguientes. Se independizan del personaje y del primer término de la comparación, es decir, de la angustia; además, del papel secundario que desempeñaban en la zona predicativa saltan al protagonismo de la acción: toman posesión del sujeto, que ejerce la praxis verbal; ahora ellos sacuden las alas y perturban al narrador. Por otra parte, puesto que el sentido directo debe su comprensión a las reglas gramaticales, la infracción de estas últimas conlleva diferentes grados de indeterminación: la expresión pierde univocidad, la anfibología agita sus alas sobre lo expresado como las aves sobre el personaje.24 Esta desestructuración que no respeta categorías ni hiatos no es algo menor. Si la comparación se funda en una percepción estática de afinidades —y en esta característica se plantea la principal diferencia con la metáfora—,25 es obvio que ese estatismo se ha roto aquí y la dinámica que se imprime a esta figura la transforma en otra cosa. Cuando se alteran las leyes que otorgan estabilidad al enunciado, el lenguaje ya no designa ni refiere, sino que confiere; la imagen se ha convertido en puro devenir. La ficción de los avechuchos nace de una figura retórica que escenifica la génesis literaria del relato, entendido este último como negación de cualquier actitud mimética: las palabras empollan a las palabras. Felisberto Hernández: el nacimiento de una estética 117 En consonancia, que el término subordinado se deshaga de la sujeción sintáctica y sea capaz de subvertir la relación jerárquica de la oración es un gesto que trasciende la esfera lingüística o, si se prefiere, que nos remite a los efectos performativos del lenguaje. Romper la inmutabilidad de la sintaxis mediante una inversión de las reglas gramaticales —la sintaxis es el código legal de la lengua— tiene consecuencias semánticas: esa transgresión tiende a desarticular la estabilidad del sistema. La puesta en crisis de los sentidos instaurados corroe cualquier forma de cristalización conceptual, puesto que toda subversión formal es, en última instancia, política. Política de la lengua, obviamente, pero que transgrede una juridicidad al liberarse de la norma. Según Theodor Adorno, se trata de un acto trascendente, porque los elementos formales del arte poseen implicaciones políticas; y en la libertad de las formas se encuentra cifrada la liberación de la sociedad, «pues la forma, contexto estético de los elementos singulares, representa en la obra de arte la relación social».26 Estos mecanismos de inversiones y desplazamientos se diseminan por todo el texto comunicando el adentro con el afuera, anulando las diferencias entre objetos y abstracciones, contaminando las categorías de espacio y tiempo. Entonces, puede suceder que un hombre parado en un muelle se caiga, no al agua como sería de esperar, sino en una angustia o «en la impersonalidad»; que una idea se solidifique —«la idea de los avechuchos se me había endurecido»—; que alguien pueda estar ubicado «en la mitad del silencio»; que la perspectiva habilite la comparación de un barco con «una imaginación pesada» o que el vacío adquiera la consistencia necesaria para «apoyar un poco el pensamiento y el espíritu».27 El final es tan abrupto e inesperado como el comienzo, se trata de cortes provocados en la ilusión de continuidad secuencial de la narración: uno cae en estos relatos que de pronto se cortan como si les faltara una parte, se interrumpen y dejan la ausencia entre las manos del lector. A pesar de que la crítica interpretativa suele rellenar estas ausencias, el texto rehuye las explicaciones: «tenía la cabeza como si fuera un aparato que percibiera todo pero que no explicara nada».28 Aunque quizás, a su manera, Felisberto nos explique la forma enrarecida, es decir, poética, de hacer ingresar la realidad en sus textos. Una realidad hecha de lenguaje —qué es lo que perdura sino las palabras— y que se reivindica como tal al construirse sin pudor alguno ante los ojos del lector; la génesis del relato dentro del relato. Una realidad que se forja en el cruce de la impresión externa y la subjetividad del personaje; que no existe terminada y ajena, fuera del sujeto, puesto que, como decía Víctor Shklovski, lo que ya está «realizado» no le interesa a la literatura.29 118 Gustavo Lespada Una prosa recursiva Un año después de La cara de Ana aparece un nuevo microlibro con cuatro narraciones, la más extensa da nombre al volumen. Con «La envenenada», Felisberto vuelve al narrador en tercera persona, extradiegético, de focalización fija, con una omnisciencia restringida al protagonista, y cuya función paródica solo en apariencia opera sobre el género policial; su verdadero ataque —«quería atacar algún asunto»— parece dirigirse contra cierto «modelo» o arquetipo del escritor —al que peyorativamente denomina «literato»— y que involucra a académicos e intelectuales en general, a los que ridiculiza valiéndose de un muestrario de figuras, con el mismo escarnio de los primeros relatos aunque con recursos más aceitados. Un texto que rompe con los esencialismos contenidistas, que desacredita los protocolos literarios vigentes, que invierte el uso de las figuras y ubica la artificialidad del escritor en el centro del relato haciendo alarde de una construcción lingüística cerrada sobre sí misma; ciertamente deconstruye la estética de la simulación realista, a la vez que nos conecta por otra vía con lo real; es decir, construye su propio verosímil al poner en evidencia que no hay nada más irreal que la ilusión referencial del realismo o, más radical aún, que de manera indefectible la realidad pasa por el lenguaje, es lenguaje.30 En «Hace dos días», otro cuento breve, la no concordancia del lenguaje con el mundo físico y real queda cifrada en la incongruencia del relato que solo narra su propia imposibilidad: el desencuentro de los amantes se transfiere a la órbita del lenguaje. Tampoco en esta narración se resuelve el desfase tempoespacial entre el deseo del encuentro y la frustración: Poco después que pasaron aquellos momentos extraños en que andaba por esta pieza y el patio, y sentía cómo era la calle que pasaba por mi casa y los árboles de enfrente; después que estuve en el escritorio y quise escribir, después que sufrí la traición de lo lento y lo medido; entonces, después, al mucho rato, pensé suavemente en ella y en mí: me imaginaba cómo sería cuando nos diéramos el primer beso, cómo sería de ancha su cara cuando yo estuviera hundido en ella, y cómo sería el silencio de alrededor de ese beso.31 Otra vez el final suspendido, el cierre que convoca al silencio que adviene en el blanco de la página dejándonos en comunión con lo no dicho, con aquello que la experiencia tiene de intraducible. De nuevo la figura disolviéndose en el fondo: la unión de los labios permanece fuera de foco mientras la lente narrativa busca un primer plano del margen, de lo que está alrededor, como si en ese silencio residiera el sentido del beso. Deseo de las palabras o, mejor dicho, palabras que asedian al deseo, a la necesidad de decirlo, aprehenderlo por medio de signos mágicos, invocarlo como en un ritual esotérico, sujetarlo sobre la superficie plana como a una mariposa de colección que aún se estremece atravesada por el alfiler. Deseo del deseo, es decir, de una ausencia sobre la cual se dibuje el sentido de un lleno. Ese silencio representa lo que ninguna consumación habrá de colmar ni calmar nunca. Expresa, en suma, toda la expectación y lo inefable del deseo, puesto que el deseo siempre es asedio a lo inasible. Pero tal silencio ya no es el mismo que paralizaba al personaje por miedo a perder el «ataque» de amor; aquí estamos frente a un silencio activo —según palabras de Susan Sontag—, como muestra de rechazo a ciertos mecanismos racionalistas y como propuesta germinal de otras formas de pensamiento: un silencio que mantiene las causas abiertas y fuera del tiempo convencional. La forma en que el arte contemporáneo está comprometido con lo inefable es específica, porque en la concepción moderna «el arte siempre está relacionado con transgresiones sistemáticas de tipo formal».32 A manera de conclusión En distintos momentos del análisis señalé ciertas operaciones narrativas que alteran la sintaxis, la gramaticalidad. Por ejemplo, uno de los mecanismos de animación de objetos o abstracciones se iniciaba en la transgresión de una norma sintáctica, como la que resulta de transformar el segundo término de una comparación en sujeto de una nueva cláusula; es decir, que del papel figurado y secundario que desempeñaba en el predicado pase a asumir el protagonismo de la acción verbal. Este uso marcado del lenguaje podría ser más esperable en poesía, en cambio aquí, al tratarse de un relato, se potencia su imprevisibilidad, su carácter de ruptura. Si se entiende como contexto previsible aquellas funciones no marcadas —por ejemplo, que el segundo término de una comparación permanezca predicativo y estático, sin transformarse en sujeto ni cobrar vida propia—, es posible apreciar que esta previsibilidad reside en su correspondencia con los patrones lingüísticos, y que el contraste del elemento imprevisible evidencia la norma, puesto que la ley se percibe sobre todo cuando se la transgrede. Por lo cual, lo previsible es (manifestación de la) ley. Y toda escritura (poética, singular) que desafíe la norma de la previsibilidad será subversiva, sin importar la posición política o ideológica de su autor. Pero subversión no quiere decir azar, ni caos, ni versitos sacados de una galera, por el contrario, como claramente expresa Edmond Jabès, «la subversión odia el desorden [...] es, en sí misma, orden virtuoso opuesto a un orden reaccionario».33 Esa inquietud por lo inefable evidencia una preocupación por los límites del lenguaje. En la temprana intuición de Felisberto Hernández acerca del carácter constitutivo de lo no dicho y la productividad de los bordes, así como en la inmersión en las zonas laterales del pensamiento, residen algunas de las manifestaciones vanguardistas más efectivas de este registro que nunca transige en devolverle al mundo una imagen especular y cerrada como un silogismo. Su escritura descubre, como pocas, las incongruencias de la lógica y la indigencia del pensamiento racional, con su obsesión por lo inaccesible que palpita bajo la costra cotidiana, con su búsqueda de todo lo que se nos niega y que por eso mismo tanto nos fascina. Notas 1. Juan Carlos Onetti, «Felisberto, el naif», Cuadernos Hispanoamericanos, n. 302, Madrid, agosto de 1975, p. 258. 2. Felisberto Hernández, Obras completas, v. I (Primeras invenciones), Siglo XXI Editores, México, DF, 1998, pp. 9-133. 3. José Pedro Díaz divide la obra de Hernández en tres etapas: la primera, a partir de 1925 y conformada por los librillos sin tapas editados por su autor; la segunda, por los relatos largos o nouvelles (1942-1944): Por los tiempos de Clemente Colling, El caballo perdido y Tierras de la memoria; y la última comprende los cuentos de Nadie encendía las lámparas (1947), La casa inundada (1960), y «Las Hortensias» (1949), y algunos publicados en revistas o inéditos. Véase José Pedro Díaz, «Felisberto Hernández: una conciencia que se rehúsa a la existencia», Tierras de la memoria, Arca, Montevideo, 1965. 4. Si bien en la alegoría existen dos sentidos, el literal se encuentra al servicio del simbólico o alegórico propiamente dicho, con lo cual es este último el único que cuenta. En cambio, en los relatos de Felisberto Hernández conviven el sentido literal y el figurado en pie de igualdad, y en esta característica reside gran parte de su extrañamiento y ambigüedad. 5. Michael Riffaterre demuestra que ciertos contrastes semánticos, producidos por elementos empleados en una función distinta de la propia, generan un efecto estilístico (poético) porque rompen con la previsibilidad y la gramática, haciendo que la función referencial deje de actuar. Véase Michael Riffaterre, Ensayos de estilística estructural [1971], Seix Barral, Barcelona, 1976, pp. 8498 y 175-90. 6. Véase Ana María Barrenechea, «Auto-bio-grafía y auto-textografía: La cara de Ana», Escritura, a. VII, nn. 13-14, Caracas, enerodiciembre de 1982, pp. 57-68. 7. Felisberto Hernández , «La cara de Ana» [La cara de Ana], Obras completas, ob. cit., p. 54. (El énfasis es mío. G. L.) 8. Ídem. 9. Véase Mijail M. Bajtin, Teoría y estética de la novela, Madrid, Taurus, 1989. 10. Mijail M. Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento: el contexto de Françoise Rabelais, Barral Editores, Barcelona, 1971, pp. 59-176. 11. Felisberto Hernández, «La cara de Ana», ob. cit., p. 55. (El énfasis es mío. G. L.) 12. Véase Mijaíl M. Bajtin, Teoría y estética…, ob. cit., pp. 460-84. Felisberto Hernández: el nacimiento de una estética 119 13. Felisberto Hernández, «La cara de Ana», ob. cit., p. 55. (El énfasis es mío. G. L.) 25. Véase Bice Mortara Garavelli, Manual de retórica, Cátedra, Madrid, 1991, p. 182. 14. Como dice Jorge L. Borges: «Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es». Véase Jorge L. Borges, El Aleph, Obras completas I, Emecé, Barcelona, 1998, p. 625. 26. Theodor W. Adorno, Teoría estética, Hyspamérica, Barcelona, 1984, pp. 332-3. 15. Roman Jakobson ilustra esta característica del lenguaje poético con una hermosa anécdota: en África, ante la recriminación del misionero porque andan desnudos, los nativos, señalándole el rostro, le contestan que él también tiene parte de su cuerpo desnudo. El misionero responde: «Seguro, pero es mi rostro». Y ellos replican: «Entre nosotros todo el cuerpo es rostro». Lo mismo ocurre con la poesía —dice Jakobson—, en ella todos los elementos lingüísticos se ven convertidos en el rostro del lenguaje poético. Véase Roman Jakobson, «Lingüística y poética», en El lenguaje y los problemas del conocimiento, Rodolfo Alonso, Buenos Aires, 1979, p. 47. 16. Ángel Rama, «Su manera original de enfrentar al mundo», Escritura, a. VII, nn. 13-14, Caracas, enero-diciembre de 1982, pp. 244-8. 17. Felisberto Hernández , «La cara de Ana», ob. cit., pp. 58-9. (El énfasis es mío. G. L.) 18. Se trata de una comparación canónica o copulativa, introducida por el nexo «como» o sus afines tal, cual, parecer, etc. Véase Grupo µ, Retórica general, Paidós, Barcelona, 1987, pp. 187-9. 19. La condena institucional se extendía al conjunto de las prácticas sociales y simbólicas, haciendo recaer en la diferencia excluida todos los caracteres execrables y deterministas de la frenología lombrosiana. La ideología del positivismo, predominante en las instituciones de la modernidad, en «resguardo y prevención de los valores morales», pero sobre todo económicos, segregaba por igual el delito, la prostitución y la enfermedad. El Estado positivista construyó, junto a sus mecanismos de coerción, un sistema preventivo de higiene pública, con la finalidad de erradicar el «peligro» que representaban estos «agentes de la pérdida y el despilfarro». Tal ideología conocida como «darwinismo social» promovía la «extirpación» de estos males del «cuerpo de la sociedad», y responsabilizaba de las enormes desigualdades sociales a la evolución biológica. Véase Eric Hobsbawn, La era del Imperio, 1875-1914, Crítica-Grijalbo Mondadori, Buenos Aires, 1998, pp. 252-70. 20. Véase Gérard Genette, Figuras III, Lumen, Barcelona, 1989, p. 86. 21. Felisberto Hernández, «El vapor» [La cara de Ana], ob. cit., p. 65. (El énfasis es mío. G. L.) 22. Ibídem, pp. 65-6. 23. Genette se posiciona contra la reducción de las figuras tanto al modelo espacial de la metonimia como al analógico de la metáfora, señalando que la comparación puede compensar la falta de intensidad que la caracteriza recurriendo a efectos anómalos o arbitrarios que la metáfora apenas puede permitirse, a riesgo de resultar ininteligible, justamente por carecer del nexo comparativo. Variados ejemplos fundamentan la riqueza de matices irónicos y antifrásticos que es capaz de brindar la comparación. Véase Gérard Genette, ob. cit., pp. 25-34. 24. Tzvetan Todorov señala que desde la antigüedad se diferencia nítidamente el sentido directo (literal o propio) del sugerido o figurado, atribuyendo al primero su intelección sujeta a las reglas gramaticales de la lengua, univocidad e inmediatez, en tanto que el sentido figurado es posterior, indeterminado y plural. Véase Tzvetan Todorov, Simbolismo e interpretación, Monte Ávila, Caracas, 1992, pp. 9-23. 120 Gustavo Lespada 27. Felisberto Hernández, «El vapor», ob. cit., pp. 65-7. 28. Ibídem, p. 66. 29. Víctor Shklovski, «El arte como artificio», en Tzvetan Todorov, comp., Teoría de la literatura de los formalistas rusos, Siglo XXI Editores, México, DF, 1997, p. 60. 30. Véase Roland Barthes, «El efecto de lo real», en Ricardo Piglia, comp., Polémica sobre el Realismo, Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1972. 31. Felisberto Hernández, «Hace dos días» [La envenenada], Obras completas, ob. cit., p. 87. 32. Susan Sontag, «La estética del silencio», Estilos radicales, Taurus, Madrid, 1997, p. 52. 33. Edmond Jabès, El pequeño libro de la subversión fuera de sospecha, Trotta, Madrid, 2008, p. 22. , 2013 El rol del director Rubén Sicilia Cruz Director y dramaturgo. S Pienso que este género de investigación ha existido frecuentemente fuera del teatro, si es que alguna vez haya existido en ciertos teatros. Se trata del camino de la vida y el conocimiento. Es muy antiguo. Se manifiesta, viene formulado según la época, el tiempo, la sociedad. Jerzy Grotowski e ha perdido la imagen del hacedor. Una imagen que tal vez se conecta más con el espíritu de los artesanos medievales que con el concepto elitista del artista actual. Una imagen que en el teatro de hoy se aproxima en su consecución a la búsqueda de los alquimistas en aquella época: el elíxir de la vida, el cuerpo diamantino, la gran obra, la piedra filosofal. Los tiempos que corren parecen traer el hálito de un pragmatismo crudo y sin límites. Me aterran por igual «el tanto tienes, tanto vales» de unos grupos sociales y la variante más peligrosa: «tanto tienes, tanto puedes», sostenida por otros. Más aún, la defensa que algunos hacen de un igualitarismo irreal, en franca oposición a un individualismo feroz que ahora mismo parece salir a flote. Estos puntos extremos contradicen los axiomas antiguos sobre la necesidad de conciliar opuestos como vía de equilibrio. Razón para que algunos —tal vez supervivientes de otra edad— busquemos hoy esta imagen a través del teatro, uno de los pocos espacios de libertad que sobreviven, ante el control ejercido por las sociedades modernas. Esta imagen es un rol, una visión, una entidad, un camino que el director teatral debe tomar para sí. Y que hoy enfrenta el desafío de conciliar lo arcaico y tradicional con las urgencias del pensamiento y la vida actuales. Otrora existieron hombres que se aproximaron a tal búsqueda —William Shakespeare con las indicaciones de Hamlet, así como las intuiciones de Moliere tal vez sean las primeras semillas—, pero es con la inmensa e inexplicable figura de Konstantin S. Stanislavski, a inicios del pasado siglo, que se hace consciente por primera vez el rol del director. Fue un verdadero investigador de las leyes para la creación escénica.1 Aun así, existen antecedentes de gran fuerza en otras culturas, como el antiguo tratado que Zeami Motokiyo dejara para la posteridad,2 donde también hace evidente, aunque habla del actor, la función del director como guía; una idea de alcance vasto y sutil, cuyo origen se remonta a fuentes profundas más allá del teatro. El director y el actor están ligados. El primero ha de ser, sobre todo, un escultor de las pasiones humanas, en el sentido compositivo; es decir, debe ofrecer una visión clara de los conflictos. Sus materiales o herramientas básicas son, por un lado, los cuerpos de los actores —precisa valorarlos como esculturas cinéticas— y todas las posibilidades de construcción en el espacio escénico. Por el otro, El rol del de director n. 75: 121-127, julio-septiembre 2013 121 las complejas mentalidades de los artistas y el equipo técnico; debe ser capaz de estimularlas, desafiarlas, coordinarlas y guiarlas. Por lo tanto, se desempeña en dos grandes planos: dirección de puesta en escena y dirección de actores. Las virtudes de negociador, la habilidad de conciliar, de vincular y unir son necesarias en grado sumo. Deben cultivarse a lo largo del tiempo y emplearse de manera firme y flexible al unísono. El director tradicional puede tener la autoridad de dibujar —quizás imponer— la partitura desde afuera. Y así corre el riesgo de quedar fuera del tiempo —como una suerte de dictador— y de los avances del pensamiento escénico. Por el contrario, el camino del director guía plantea disyuntivas radicalmente distintas, aun cuando las herramientas de ambos coincidan: composición, acciones, movimientos, énfasis. El guía debe tratar de vivir el lado receptivofemenino del proceso creador. Anular el yang por un ying germinativo. Él debe sugerir, estimular, orientar al actor en la búsqueda de las acciones y la totalidad de la puesta, y debe hacerlo hasta desaparecer en el intérprete. Este debe llegar a creer que ha encontrado las líneas de la acción solo.3 En lo personal he llegado a una definición —a mi juicio, más cercana a la contemporaneidad que otras— sobre la labor del director, que en principio asimila una base brechtiana en cuanto a la importancia que le concede al público como elemento decisivo. Subrayo dos conceptos claves. El primero, componer, implica un acto estético-visual, el desarrollo de una particular percepción de la belleza. En esa noción caben todas las poéticas y procedimientos actuales, desde el naturalismo hasta el teatro de la imagen, desde el performance hasta el teatro espontáneo. Como afirma Patrice Pavis, hoy el «modelo de la intertextualidad, surgido del estructuralismo y de la semiología, cede el lugar al de la interculturalidad».4 Al extenderse el intercambio cultural en las prácticas teatrales recientes, el teatro parece convertirse cada vez más en el almacén de los mundos. Es el espacio y el no tiempo donde las culturas confluyen y dialogan. Se sacuden, confrontan y estremecen. De Antonin Artaud a Robert Wilson. De Gordon Craig al Bolívar del grupo Rajatabla. De Jerzy Grotowski a la Neva de la compañía Teatro en el Blanco, como un paradigma reciente de un nivel actoral casi insuperable que impactó al gremio teatral habanero, y recuerda algunos de los montajes de Vicente Revuelta en sus años de quehacer más significativos. Y en el mismo sentido, de Peter Brook al Santiago García de Don Quijote, entre otros. Montajes memorables que funcionan para mí como un reto.5 El segundo concepto, guiar, se refiere a la inagotable relación de dar y tomar que se establece entre el actor y el director, entre el alquimista y su discípulo en la 122 Rubén Sicilia Cruz tradición occidental. Una relación que recuerda el tamiz de los diálogos platónicos, donde Sócrates ejercita las variables de la mayéutica para la comprensión deductiva por parte del alumno. Este debe adquirir una responsabilidad personal mediante el entendimiento. Todo esto es un arte porque en las posibilidades infinitas de construcción sugeridas no cabe en forma absoluta la noción de ciencia. El arte de componer y guiar Propongo analizar el proceso de una representación dramática desde su concepción inicial hasta su encuentro con un público previamente visualizado. El rol del director —si no es una máscara circunstancial— implica una práctica de vida y disciplina, además: • Conocimiento de las leyes de un grupo teatral. • Estudio ingenioso del movimiento y la acción. • Sentido estético de la composición y su diseño visual y escenográfico. • Vivencias acerca del proceso técnico del actor, a partir del autoconocimiento. • Dominio práctico del principio dramatúrgico de montaje. • Sensibilidad a los ritmos y vibraciones del sonido y la música. • Percepción del tempo-ritmo en la acción. El grupo: implica una relación sutil. Una suerte de juego de equilibrios y compensaciones. Ensambles y ajustes constantes. Tal equipo solo es posible mediante la reunión de individualidades que se acoplen para alcanzar un objetivo común. El director ha de tener en cuenta las potencialidades y carencias de cada integrante, proponer una línea de articulación entre todas ellas y dominar las leyes del team. Algo muy semejante a la relación de un grupo de trabajo esotérico —de hecho, se puede llegar a este nivel si lo desea la mayoría, si se quieren alcanzar objetivos de investigación verdaderamente medulares. Un equipo surge cuando cada miembro es consciente —comenzando por el guía— de la necesidad de integrarse con los otros y de la fuerza que compensa sus propias limitaciones. El grupo es más viable cuanto más claras son las metas, cuanto más fuerte es la inclinación de cada miembro por alcanzarlas. Por esas paradojas de la vida, y además por la tendencia a la compensación, mucha gente de teatro tiene problemas de comunicación que funcionan tal vez como estímulo inconsciente para acercarse a un arte cuya base es precisamente la comunicación humana y los conflictos vinculados con ella. Para el guía que busca el conocimiento necesario para conducir un proceso de esa naturaleza existen estudios en los cuales inspirarse. Por ejemplo, los textos de George I. Gurdjieff y sus poderosas afirmaciones sobre trabajo grupal, y ciertas áreas de la psicología transpersonal en la actualidad. 6 Las técnicas de brain storm (tormenta de ideas) y las empresariales sobre dinámica de grupo y liderazgo abren grandes posibilidades para el trabajo de un colectivo teatral. No obstante, nada sustituye la propia experiencia y sensibilidad sobre la naturaleza humana. Se debe entender que el ser humano se enfrenta a múltiples obstáculos y contingencias; que la personalidad fluctúa en los vaivenes de la vida. El problema de los roles (el colaborativo, el mediador, el conflictivo, el líder, etc.) y/o los cambios de estatus que ocurren constantemente en el seno de una agrupación precisan ser comprendidos y aceptados por parte del guía y de todo el colectivo. Un grupo constituye un espacio de libertad, implica una cultura en sí y es un canal de fuerza creativa. Pero no siempre somos lo que queremos ser. Muchas veces estamos sometidos a la acción de fuerzas mecánicas. Todo crecimiento personal ha de comenzar —y el trabajo creativo del teatro precisa de ello— por descubrir las fuerzas que nos limitan y progresivamente desbrozar el sendero hacia el autoconocimiento, única posibilidad de desarrollo verdadero en cualquier disciplina. El movimiento y la acción: No son lo que parecen. En eso, como en muchas otras cosas, la percepción engaña. El director debe saberlo casi con su propio bios. Ambos son un canal de la energía universal, la única y profunda fuente de la que todo emana. Si lo vemos así, todos comprenderemos —el director también— que el movimiento debe ser orquestado para revelar las leyes universales que subyacen en él, en cada dinámica o cada nuevo pulso. La acción, por el contrario, siempre puede aportar más por lo que sugiere que por lo que muestra. Por ejemplo, dos personas se miran con cierta aversión y de ese modo traslucen una relación viciada, tal vez traumática, desde antaño; bastan unos segundos y algunas microacciones para que ese sentimiento sea percibido. La acción radica más en el silencio que en la palabra. Mucho más en lo sumergido, lo reprimido, que en lo evidente. Ahora bien, para hacerlo visible el director puede trabajar con arquetipos, ideogramas, jeroglíficos o signos claros y precisos. Un material que debe ser cultivado partiendo de la observación de la vida, para que adquiera verdadero y completo significado. Una visión que por gravedad nos aleja del naturalismo. Todavía hoy, después de un largo recorrido práctico, sigo teniendo la intuición de que esto implica asumir una peculiar visión de la existencia, otra forma de llegar a las preguntas de siempre: ¿qué es el ser humano, por qué y para qué está en el seno de una cultura dada, en una familia específica, en una región del mundo, bajo obstáculos precisos por superar, con facultades definidas?, ¿cuál es la totalidad del entramado en que se existe?, ¿somos acaso los actores de un drama cósmico imposible de ver en todo su alcance?, ¿cómo puede el teatro abrir la percepción a estas inquietudes? Compositio: Aquí aparecen los problemas de organización y distribución de la acción en el marco de una estructura más performativa o más dramática desde el punto de vista clásico, las coordenadas de espacio-tiempo; así como lo relacionado con la forma, perspectiva y visualidad de la puesta en escena. No deben verse estos dos polos como fenómenos aislados, sino como partes indisolubles de un único proceso: el de «componer». La función del arte es revelar las interioridades del alma humana, tanto el lado luminoso como el sombrío. El hombre actual precisa encontrarse con este conocimiento espiritual. Alcanzar el autoconocimiento como vía para otro estado de conciencia. Si el arte en general, desde su origen, ha estado cerca de este ideal, el teatro —tal vez más que otras formas artísticas— puede ser una puerta hacia dicha utopía. A ello contribuye la composición. Componer es un proceso muy amplio. Incluye todo lo que se mueve, existe, o modifica el espacio: los objetos, los elementos escenográficos, el cuerpo del actor; el movimiento, los planos, la perspectiva, etc. Además, un complejo tejido de leyes y principios que interactúan entre sí, y se concretan o disuelven en una imagen —tanto más compleja cuanto más lo es la percepción de la realidad por parte del director. Componer es un arte de inagotable crecimiento, debe esconder y revelar al mismo tiempo, como las imágenes poéticas de los antiguos aedas. «Desgraciado de mí si revelo los grandes misterios, desgraciado de mí si los dejo ignorados», se dice en el Sheper Na Zohar, libro fundamental de la cábala. El actor: ¿Qué significa serlo? ¿Cuál es la esencia de su proceso técnico? Preguntas que todo teatrista se ha formulado muchas veces. Encarnar la vida del espíritu humano, respondía Stanislasvki; Lee Strasberg siempre se preocupaba por la emoción; Vsévolod Meyerhold se enfocaba en desmontar al hombre mediante la biomecánica. Otros, como Grotowski, lo consideran algo comparable al viaje espiritual. Ante todo, entiendo que ser actor es una forma de vida. Si esta nos lleva o no al descubrimiento del mundo interior, es una decisión personal. Puede apuntarse el camino, pero de ningún modo inducirse. Aun así, implica cierto grado de intervención consciente en la corriente de la existencia. De cualquier manera, si se aspira a la grandeza el estudio del ser humano es inevitable. El rol del director 123 Todo crecimiento personal ha de comenzar —y el trabajo creativo del teatro precisa de ello— por descubrir las fuerzas que nos limitan y progresivamente desbrozar el sendero hacia el autoconocimiento, única posibilidad de desarrollo verdadero en cualquier disciplina. El primer eslabón de esta cadena de pensamiento es el axioma del oráculo de Delfos: «Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses». Al respecto, se establece una identidad secreta entre el director y el actor en este proceso. Esto quiere decir que en el guía hay una consciente negativa a desplegar la artesanía de la puesta en escena sin una profunda conexión con el proceso del intérprete. Dicho proceso ha de condicionarlo todo. Cuando ambos componen y estructuran la acción, la desmenuzan, la detallan hasta la más mínima reacción, se esta produciendo una interacción de naturaleza muy especial. La cadena de acciones debe convertirse gradualmente en partitura; en cada ensayo la energía debe estallar en nuevos brotes en torno a la línea actoral. No es válido conformarse con el primer hallazgo. La recreación de las microacciones nunca debe detenerse. Aquí concurren expectativas, límites y los logros del entrenamiento, así como las metas visualizadas por el guía para la escena en cuestión. En ese devenir subyace la idea de la transgresión,7 no como cierta clase de violencia; nada más lejos del concepto. Para nosotros, implica el acto de ser poseído por la acción, como si abriéramos la puerta del cuerpomente a una deflagración del subconsciente. Descrito verbalmente suena vago, pero es palpable en la práctica, y tal vez la meta más ambiciosa de un actor. Estos procesos a menudo conllevan comportamientos de orden ritual que responden a los arquetipos de la cultura a la que pertenece cada teatrista. He trabajado con actores de diversas partes del mundo y lo he podido observar. En Cuba, esas fuentes se orientan hacia múltiples direcciones, vinculadas con la transculturación y el sincretismo a partir de bases rituales de muy diverso origen, que hoy definen la religiosidad popular del cubano. Además de la base cristiana, existen la Regla de Ocha o Santería, con una amplia aceptación, el espiritismo en todas sus variantes, y el Palo Monte, con características muy chamánicas. En casi todos mis montajes teatrales de los últimos años los he tomado en cuenta en mayor o menor grado. La dramaturgia: En este punto no veía con claridad cómo conciliar las viejas formas y el deseo de romper con lo tradicional. Hoy tengo una idea muy clara. La dramaturgia es el tejido esencial del concepto, el hilvanado del conflicto y la acción. Entro en su universo con una mirada que ha sufrido una mutación práctica. Hoy la relación entre el texto escrito y el de la puesta 124 Rubén Sicilia Cruz en escena dinamita y remueve sus fronteras de modo radical. Se habla de nociones que comportan nuevos conceptos operativos: dramaturgia de imágenes, orgánica o de proceso. La primera se refiere a cómo el director grafica la puesta en escena, del mismo modo que un pintor detalla los elementos del cuadro. En la actualidad, lo gestual, la imagen, tienen un fuerte acento. La segunda apunta a la presencia de un cierto tipo de actividad consciente de sí misma, que debe hacerse en el transcurso de los ensayos y no ante un buró, incluye todos aquellos materiales y asociaciones que vayan surgiendo. Uno va aprehendiendo gradual y progresivamente lo que necesita y lo que no, lo que debe y no debe hacer. Va elaborando una dramaturgia de rastreo, es decir, se sigue un hilo invisible. Descubre, por ejemplo, que el principio y el final son muy importantes. Que el primero debe tener siempre suficiente agarre y sugestión, sea cual sea la calidad de su energía: fuerte y abrupta, o sutil y penetrante. Que el segundo pierde eficacia tanto si es demasiado altisonante como si carece de concreción. Uno comprende cuánto significa un texto incandescente, con personajes y situaciones intensos y un ritmo análogo al de la vida, con un aire existencial peculiar y enrarecido, resultado de las complejas circunstancias en las que vivimos. Lo dislocado gana cierta presencia. Se comprende que a la luz de la tradición, las leyes que gobiernan la estructura de un texto ofrecen posibilidades infinitas y que los géneros y estilos han de servir a la intención, sea cual sea. Existe un espesor vivencial inusitado, una condensación en la escritura, al mismo tiempo que una simplicidad extraordinaria de anhelos en la conciencia colectiva. Esta contradicción elemental debe exponerse en el texto y subtexto contemporáneos. Son estos, a mi juicio, los modos en que la idea de proceso se interrelaciona con la de organicidad, lo cual incluye la presencia de imágenes. Los tres conceptos se aproximan, e incluso se interpenetran, pero no significan lo mismo. Lo básico que surge ante una mirada observadora es el sinnúmero de posibilidades y conexiones abiertas a partir de que el dramaturgo abandona el trabajo ante el buró, la computadora, o la máquina de escribir, para estar parcial o completamente insertado en el proceso de creación con los actores y colaboradores. Aflora una enorme cantidad de variantes de hilvanado y organización de la acción, proporcionales a la cantidad de personas que participan y al pensamiento creativo que han desarrollado. Si el director no se cierra a estas opciones, el texto se enriquece con giros imprevistos que pueden potenciar mil veces sus conflictos. Ahora bien, el prestidigitador, el guía alquimista que adopte esa vía, debe mantenerse alerta en el proceso y no permitir que se caotice —solo aceptar aquel caos calculado dentro de la necesidad de darle un nuevo sesgo a la acción. A ese nivel, los mayores y mejores profesores de dramaturgia que tiene el director-autor son los actores. Ellos han sido siempre una fuente de aportes incuestionables al texto, e incluso un elemento transgresor de la lógica cotidiana. Cito un ejemplo: el caso extremo de una actriz que evidenció un notable desequilibrio psíquico (por el que más tarde estuvo bajo tratamiento) y aun así, al trabajar sobre improvisaciones, fue capaz de sugerirnos una frase esencial, que se convirtió en el leit motiv de toda la puesta en escena de uno de mis montajes insignias, La pasión de Juana de Arco. Ella nunca estrenó la obra; sin embargo, dejó una huella: el cierre conceptual de la puesta. Asimismo, algunos actores han rescrito, con sus propuestas, algunas escenas mejor que yo; muchos hallazgos dramatúrgicos de mis textos se deben en gran medida a ellos o a colaboradores. Esto conduce hacia una humildad esencial: todos los miembros del equipo pueden y deben aportar al proceso. Reconocerlo ha implicado una larguísima experiencia, pero ha conducido nuestro trabajo hacia nuevos derroteros. Eso ha sido posible por el mencionado trabajo en equipo. Asumir las coordenadas de una dramaturgia de proceso, a través de la creación de una puesta en escena, es una tarea compleja, que genera un agon considerable. No siempre son armónicas las fricciones entre el dramaturgo y el resto del equipo. La alquimia de convertir el plomo en oro puro es en ocasiones desgastante. No quiere decir esto que los procesos creativos deban estar marcados por la histeria o la agonía. Es una falsa percepción. Se puede convertir el trabajo en fiesta, en goce y no en descarga terapéutica. Pienso con frecuencia en ciertos indicios que apuntan a que el genio de Shakespeare floreció bajo coordenadas de escritura análogas a las aquí descritas. En Cuba, Alberto Pedro Torriente también reconoció en varias entrevistas la participación de los actores en el proceso de limpieza y revisión escénica de muchas de sus obras. Aunque no me convierto a las ideas de la creación colectiva, empleadas infructuosamente en los años 60 y los 70, y luego abandonadas por numerosos creadores, considero que el texto puede convertirse así en una suerte de crisol, de puzzle, de matraz de alquimia, que está en proceso de transformación incesante durante los ensayos y, a veces, incluso después del estreno. A partir de mis vivencias en los últimos años, expondré algunas de las principales líneas de trabajo que en la actualidad están en franca ebullición en proyectos que siguen esas coordenadas: • Rescritura de escenas a partir de improvisaciones con los actores. • Escritura o rescritura de una escena, teniendo en cuenta un suceso discutido con los intérpretes. • Escritura de una nueva escena propuesta por el equipo. • Incluir textos, ideas o imágenes propuestos por algún colaborador o actor (la más fuerte influencia suele ser la del asesor dramático, literario o asistente). • Incorporar en el corpus del texto frases escuchadas en la calle, giros idiomáticos, el universo sonoro de la cotidianidad. • Escritura total de una obra sobre la base de la discusión progresiva con todo el equipo de propuestas de escenas e historia. El sonido, la música, y la vibración: Han de ser constantes en el pensamiento creativo de todo director. Tanto más cuanto más urgido interiormente esté de experimentar, abrir fronteras, derribar géneros, explorar tendencias y estilos. En el mundo globalizado, la world music, el New Age, los ritmos africanos y orientales —tanto de países árabes como de otros más asiáticos—, la música caribeña, latina y cubana, las innumerables corrientes sonoras de Brasil y otros ritmos latinos, las nuevas orientaciones del jazz, entre otras vertientes, han ido creando un espectro ecléctico nunca antes visto; una profunda y radical mixtura. De un modo insólito, se comparten ritmos e influencias. El concepto de fusión prevalece. Por otra parte, los cambios vertiginosos en el decursar de la vida actual, sobre todo en las grandes urbes, determinan una nueva percepción del sonido, el ritmo y la música. El director, si es un verdadero investigador de la naturaleza humana, no puede obviar estos procesos. De hecho, en el teatro reciente ellos impactan de muy diversas maneras. Parece inevitable en este punto del pensamiento escénico y de la trayectoria musical en la escena, considerar la música no como un ente impersonal, aleatorio o incidental, sino como un personaje más, con personalidad y fuerte presencia en la trama, que debe dialogar a veces en términos de igualdad con los otros. Un fragmento de una melodía puede ser la respuesta demoledora de un personaje a otro, y estar imbricada de ese modo a un gestus definido; puede cualificar, apuntar, subrayar, contradecir, ironizar, evocar, atraer, rechazar, así como extrañar una escena, e incluso toda una obra, en caso, por ejemplo, de ser un leit motiv recurrente. La música debe generar acción directa que tribute al conflicto; no únicamente generar atmósfera, aunque esto no se excluye. El rol del director 125 He tenido la fortuna y el privilegio de que el público y la crítica elogien la banda sonora de mis montajes, tanto la selección como la edición. Quisiera tener la oportunidad de explorar el uso de música en vivo, o creada por los actores o por un grupo capaz de evocar ante el espectador diversas atmósferas. Recordemos un axioma de Anthony de Mello, el sacerdote estudioso de la espiritualidad oriental y occidental: «Cambia la percepción y cambiarás la reacción». Desde ese punto de vista, la música, el silencio, el ruido entrecortado y todas sus posibilidades son un formidable instrumento para trasladar a las personas de una realidad a otra, de un país y tiempo a otro. Como pocas herramientas, la música tiene un poder evocativo inmediato. El director debe verla como el más formidable catalizador de emociones y tratar de utilizar todos los ritmos, vibraciones y raíces. El tempo-ritmo en la acción: Es el elemento que define 80% de nuestra percepción como espectadores. Se trata de un concepto probablemente inasible, difícil de definir; pero del que todo artista tiene una idea. Tengo el criterio de que es cósmico, emana tanto del corazón —cual pulso de la vida universal— como de cierta sintonía en la que se mueven todas las cosas. Dicho así, suena innecesariamente esotérico, conceptualmente cargado y esforzadamente simbólico. Es terrible que a veces las palabras no logren apresar la totalidad de un concepto. Esto que parece abstracto y nada aplicable a una puesta en escena, tiene para mí un significado concreto y me resulta muy práctico. El estudio del tempo-ritmo en la escena, debe evidenciar que, como en la vida, todo está conectado; mostrar las conexiones latentes entre los procesos, la manera en que cada elemento repercute de forma inevitable en otro. Curiosamente, Stanislavski define tempo y ritmo por separado: El tempo es la rapidez con la que se alternan períodos iguales de una medida cualquiera, que por convención se toman como unidades. Ritmo es la relación cuantitativa de los períodos efectivos (de movimiento, sonido) respecto de los períodos establecidos por convención como unidades en un tiempo y medidas determinadas.8 Es notable la argucia pedagógica del maestro, quien manifiesta al inicio que para el actor es necesario conocer la unión dialéctica de estos dos elementos, pero en todo el capítulo no los define en conjunción. Más bien estimula, mediante juegos con los cronómetros, a que los actores experimenten el vínculo por sí mismos. En la cita que sigue, se hace explícito un concepto de ritmo que arroja luz sobre lo que deseo subrayar: En efecto, es el ritmo el que anima las partes del discurso, la disposición de las masas de los diálogos, la figuración de los conflictos, la repartición de los tiempos fuertes y los tiempos débiles, la aceleración o el retardamiento 126 Rubén Sicilia Cruz de los intercambios, todo esto es una operación de tipo dramatúrgico que el ritmo impone al conjunto de la representación.9 Bajo estas coordenadas, el tempo-ritmo aparece como un eslabón de primordial importancia para la percepción de la puesta en escena por el espectador. Muchas veces, la experiencia lo confirma, es el factor decisivo para que una obra tenga o no éxito. De hecho, en mi opinión, una buena puesta en escena siempre encuentra su tempo-ritmo en el proceso de los ensayos. Lo saben intuitivamente todos los artistas teatrales. La acepción original de la palabra teatro (theatron en griego) revela una propiedad que hoy está perdida en la noche de los tiempos: es el lugar donde el público observa una acción que transcurre en otro sitio. Esto implica un peculiar punto de vista en la percepción. El acontecimiento es mostrado en condiciones donde se sacan a la luz detalles que en la existencia cotidiana tal vez serían pasados por alto. Puede decirse que, en este sentido, el teatro es superior a la vida. Característica esencial del director es ser un voyeur, un observador pertinaz de la conducta humana, de sus complejidades reales y de sus artificios. Y ello debe ser mostrado a través del tempo-ritmo. El director debe ser consciente de las contradicciones presentes —desfasaje, inadecuadas aceleración y alternancia en el tempo-ritmo— en casi todos los procesos de la vida contemporánea. Esta percepción ha de estar en la base de su trabajo compositivo. Tiene que captar y mostrar el ritmo de la época. La diástole y la sístole, el pulso de la vida ahora. No creo lícito abandonar la meditación sin referirme a algunas constantes que el director debe cultivar para alcanzar excelencia en su oficio. Es imprescindible que persevere en un plan estético, ético, conceptual y existencial. Debe tener visión de largo alcance, sentido de estrategia y el espíritu de que todos los obstáculos pueden ser superados si se encuentra la forma. Precisa primero, en solitario, reconocer que la presencia de ánimo, el dominio de sí mismo en todas las circunstancias, revelan al verdadero guía. Necesita aprender que la ira, la histeria y la pérdida del autodominio, aunque son reacciones humanas, dañan el trabajo en equipo. Créanme que lo he experimentado, y con un sabor amargo. No debe perder de vista que cada uno de sus errores o aciertos en cuanto a enfoque, sus desatinos o apegos, suelen establecer el éxito o el fracaso de su colectivo teatral. El rol del director, más que un oficio, y aunque tiene de ciencia, es un arte que requiere un altísimo grado de conocimiento integral respecto a un mapa con latitudes y longitudes, que he intentado delinear en este artículo. Ese mapa debe siempre orientar el viaje del director como pionero, como explorador de territorios desconocidos, que no se conforma con una visión chata del ser humano. Notas 1. Rol, del francés role, derivado del latín rotula (ruedecilla; rodillo de madera sobre el que se fijaban las páginas de un pergamino). En Grecia y Roma, los textos de los actores se consignaban en estos roles. De ahí probablemente deviene la idea del rol como un proceso de incorporación y absorción del personaje por el actor. Hay aquí atisbos que no se deben ignorar. La etimología de las palabras sugiere mucho. Se trata de un proceso donde hay elementos definidos y tangibles, pero existe algo que no lo es. Algo que los maestros del Buto denominan «la transformación». En el artículo «El actor como vidente», incluido en mi libro Teatro ontólogico: un viaje hacia el origen (Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2001), se definen los principios del trance consciente. 2. Me refiero a Kakyo. El espejo de la flor [1424], uno de los más célebres manuales de teoría teatral de Zeami Motokiyo (13631443), actor y dramaturgo japonés, creador junto a su padre del teatro No. 3. Jerzy Grotowski es, después de Stanislasvki, el más alto paradigma de esta idea y tal vez fue quien la llevó más lejos. En Cuba, el maestro Vicente Revuelta asumía esta actitud en sus puestas en escena. En Latinoamérica, Santiago García, otro gran creador, parece insuflar este aliento a su trabajo. También se han inspirado en ese camino relevantes artistas de otras disciplinas, como Maurice Béjart y Merce Cunningham en la danza, y John Cage en la música. 4. Patrice Pavis, «Hacia una teoría de la cultura y de la puesta en escena», El teatro y su recepción. Semiología, cruce de culturas y postmodernismo (selección, traducción y prólogo de Desiderio Navarro), Colección Criterios, Casa de las Américas/UNEAC/ Embajada de Francia, La Habana, 1994, pp. 90-104. 5. Las fronteras entre el Viejo continente y América aquí también se borran. Y no estoy indicando un eclecticismo superficial, sino la asimilación de esencias. Cada obra exige una poética específica. Romper con los códigos que antes se usaron. No repetir hallazgos anteriores. 6. Véanse George I. Gurdjieff, Perspectivas desde el mundo real, Hachette, Buenos Aires, 1977, y Piotr Demianovich Ouspensky, Fragmentos de una enseñanza desconocida, Hachette, Buenos Aires, 1961. 7. Sobre ello habló Grotowski en diversas etapas de su trabajo. Véase, de mi autoría, «Teatro ontológico», Teatro ontológico, ob. cit. 8. Konstantin S. Stanislavski, «El trabajo del actor sobre sí mismo», El proceso creador del rol, t. II, Editorial Tablas Alarcos, La Habana, 2012, p. 1. 9. «Teodoro Klein», en Patrice Pavis, Diccionario del teatro, Paidós, Barcelona, 1984. , 2013 El rol del director 127 Back to Antilles: algunas reflexiones desde la historia Leida Fernández Prieto Historiadora. Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales, Madrid. 128 Leida Fernández Prieto julio-septiembre de 2013 n. 75: 128-131, B Por fin: ¡islas que no son descritas, sino que se describen a sí mismas! Derek Walcott ajo la expresión Back to Antilles, parafraseando el título del movimiento defendido por el jamaicano Marcus Garvey (1887-1940), indago sobre la (re)escritura de la historia de la región, también conocida como Caribe, desde recientes enfoques historiográficos.1 Quizá el uso de metáforas como, por ejemplo, islas fragmentadas vs. isla que se repite refleja el estado de los estudios que se debaten entre subrayar las singularidades y/o las continuidades de cada una de las historias nacionales o regionales que conforman el área —integrada por las denominadas Antillas mayores y menores, en total más de siete mil islas, delimitadas por el mar Caribe y el océano Atlántico. Mis reflexiones parten de las contribuciones de Historia de Cuba, Historia de la República Dominicana, Historia de las Antillas no hispanas, e Historia de Puerto Rico, cuatro volúmenes ya publicados de los cinco concebidos para conformar la colección Historia de las Antillas, un ambicioso proyecto dirigido por Consuelo Naranjo Orovio, con el apoyo de Ediciones Doce Calles y de Publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), de Madrid, además de contar con un grupo de colaboradores en las tareas editoriales.2 Estos títulos han sido coordinados, respectivamente, por la propia Consuelo Naranjo Orovio; Frank Moya Pons; Ana Crespo Solana y Mª Dolores González-Ripoll, y Luis E. González Vales y María Dolores Luque. El último volumen, a cargo de José Antonio Piqueras Arenas, en el que se analizará la historia comparada de las Antillas, deberá publicarse en 2014. La larga trayectoria y compromiso científico de Naranjo Orovio, investigadora española especializada en la historia del Caribe, avala las expectativas generadas por este proyecto para la mejor comprensión de la historia de las Antillas. Sus numerosos aportes a la historiografía caribeña son ampliamente reconocidos entre los estudiosos de la región, como refleja su reciente nombramiento de miembro corresponsal de la Academia de Historia de Cuba. Es interesante constatar la originalidad de una colección de esta naturaleza que pretende el análisis de toda el área, incluidas las Antillas no hispanas, con el complemento singular de un examen comparado entre las islas a partir de ciertos ejes principales (la presencia africana, la música, el azúcar, etc.). Otro aspecto que destacar de la filosofía subyacente en Historia de las Antillas es la estructura similar de las obras a partir de un guión temporal que discurre desde la conquista y la colonización europea hasta el presente, así como de carácter temático agrupado en torno a la población, la economía, la sociedad, la política, la cultura y la ciencia. Tal estructura temporal y temática posibilita (re)leer aquellos factores y elementos que, explícitos o sugeridos en cada uno de los libros, contribuirán en un futuro a la elaboración de estudios comparativos de mayor alcance. Naranjo Orovio sugiere repensar el Caribe desde la perspectiva de la denominada historia Atlántica o Atlantic history, una corriente que cada vez gana más adeptos entre los historiadores del norte y del sur de América, el Caribe, África y Europa occidental.3 En esta dirección, la investigadora subraya: Es necesario abordar estudios de las Antillas que reflejen su función en la configuración del sistema atlántico no solo como meros puntos de enclave, distribuidores o productores de mercancías, también como sociedades con características propias y diferentes al mundo americano, como sociedades atlánticas que comparten intereses, afinidades, individuos y culturas con otros lugares distantes que también formaban parte del mundo atlántico.4 Quizás uno de los principales atractivos de esa historia consiste en la amplitud del marco espacial del mundo atlántico para tender puentes de conexión y de diálogo en el análisis de procesos que trascienden las fronteras nacionales y los bloques lingüísticos que conforman y distinguen el área. Naranjo Orovio puntualiza que la visión de las Antillas como meras «islas de ensayos» o de laboratorios imperiales es (re) considerada desde la historia Atlántica.5 Es decir, se revaloriza la participación del Caribe, sus conexiones y redes en el más extenso contexto del mundo atlántico. La región de las Antillas es un terreno fértil para las aportaciones desde la historia atlántica. El historiador británico David Armitage propone tres posibles conceptos: historia circunatlántica (concebida como aquella de índole transnacional del mundo atlántico), la transatlántica (entendida como una internacional del mundo atlántico) y la cisatlántica (imaginada como una historia nacional o regional en un escenario atlántico).6 Según el autor las tres variantes se interrelacionan y los enfoques son estimulantes porque subrayan las interconexiones de las historias nacionales, lo que favorece las comparaciones entre ellas.7 En mi opinión, la circunatlántica y la cisatlántica son especialmente interesantes para la reescritura de la historia de las Antillas. Acorde con la visión de Armitage de la primera, por ejemplo, se destaca el papel de «la historia del Atlántico como zona de cambio e intercambio, de circulación y trasmisión».8 El autor insiste en el «carácter móvil y relacionante siguiendo la huella de las circulaciones que se han producido en el mundo atlántico».9 Así, la historia de las personas que cruzaron este océano en ambas direcciones cobra relevancia por su intervención en la configuración de las sociedades, en el intercambio de ideas, artefactos, plantas y patógenos. Desde esta perspectiva se explorarían otros niveles de intercambio y de circulación menos conocidos en la historia de las relaciones intercaribeñas y extracaribeñas. Uno de estos caminos seguiría la huella de aquellos intelectuales ilustrados que contribuyeron a la difusión de las ideas independentistas americanas a ambos lados del Atlántico durante la última mitad del siglo xviii y primera mitad del xix. Otros estudios examinarían el trasvase de saberes y prácticas en la adopción y creación de modelos socioeconómicos que en la región asumieron ciertos patrones particulares como, por ejemplo, la plantación azucarera esclavista. Los cinco volúmenes proyectados por separado pero vistos en su conjunto aportan aquellos elementos para analizar los procesos globales y locales que entretejen la historia común y, a la vez, singular de las Antillas. Por un lado, esto posibilita establecer comparaciones de mayor calado sobre problemas actuales enraizados en un pasado común (esclavitud, migraciones, enclaves productores de mercancías tropicales, etc.). Asimismo, permite insistir en los puntos de conexión entre las historias nacionales que trascienden las experiencias coloniales, quizá no tan diferentes, y más allá de las barreras idiomáticas. Por otro lado, las adaptaciones y el desarrollo de los modelos socioeconómicos, políticos y culturales dotaron a cada espacio de rasgos específicos para sus propias historias, en alusión a los denominados Caribes atomizados o múltiples. En este sentido, los cuatro primeros volúmenes responden a la idea de «islas que se describen a sí mismas», o a sus biografías históricas. En la elaboración del volumen I participaron quince autores con una gran experiencia cuyos trabajos están documentados a partir de la consulta de materiales de archivos y bibliotecas de Cuba, España y los Estados Unidos, fundamentalmente. Por diversos motivos, un significativo número de cubanistas no intervinieron en la redacción de los textos, si bien sus investigaciones son analizadas en la obra. A ello se añade un importante aparato bibliográfico e iconográfico. Los diecinueve ensayos que componen la Historia de Cuba (2009) abordan diversos aspectos sobre la población, economía, sociedad, política, cultura y ciencia y, además, un último apartado relativo a las políticas económicas y sociales en la Cuba socialista. Las aproximaciones se basan en el conocimiento especializado de los autores respecto a la historia socioeconómica, política, cultural e historia del pensamiento y de la ciencia, que enriquecen el libro con argumentos abiertos a la reflexión y a los debates académicos. Back to Antilles: algunas reflexiones desde la historia 129 Destaco dos aspectos importantes de este volumen. Es la primera historia de Cuba publicada en España, cuestión que ha pasado inadvertida en las reseñas que se han realizado de la colección. En esta dirección llena un vacío en la historiografía española, sobre todo porque recorre la historia hasta el presente de manera rigurosa y amena para el lector, quien puede observar y, en ocasiones, entrever las conexiones e influencias en ambas direcciones entre España y el mundo colonial. El segundo aspecto retoma la pregunta de Jorge Duany en su reseña de esta obra: ¿es la historia de Cuba una anomalía entre los países latinoamericanos y caribeños?10 Pues bien, la respuesta es que la lectura completa del libro y, de los otros volúmenes publicados, sugiere (re)pensar la supuesta excepcionalidad de las historias nacionales en general y, en particular, la del caso cubano. Es sabido que la Isla fue escenario de numerosos hechos singulares que marcaron su historia, aunque esta también dependió de procesos comunes a la región.11 En este sentido, una mirada desde la historia Atlántica contribuiría a acercar a Cuba aún más a las Antillas como parte integrante de procesos globales, redes de comerciantes y agentes diversos en el contexto del mundo atlántico. En 2010, se publicó el segundo volumen, con similar estructura al de Cuba, en el que colaboraron once especialistas. Bajo la tesis de la excepcionalidad de las historias nacionales, la de Dominicana también clamaría por su único lugar en el mundo. En una apretada síntesis histórica, Moya Pons refiere en su introducción que la Isla ocupa las dos terceras partes de la entonces primera colonia establecida por los europeos en el Nuevo Mundo.12 Por tanto, la actual República acogió en su territorio la primera «zona de contacto» o contact zone, siguiendo la tesis de Mary Louise Pratt, en la que conquistadores y conquistados compartieron saberes sobre la naturaleza, la flora, la fauna, la cultura, etc.13 Su territorio fue también el espacio de otra zona de contacto entre franceses y criollos, Saint Domingue, hoy Haití, en la que se desarrolló la colonia azucarera más floreciente y tuvo lugar la primera revolución de esclavos. La estructura del tercer libro responde a cuatro grandes bloques que se dividen de acuerdo con los diferentes modelos coloniales desarrollados por los europeos en el área. La primera parte se denomina «Las Antillas francesas y Haití». La segunda está dedicada a las islas de colonización británica. La tercera, a la presencia danesa, alemana y sueca, y la última, a las Antillas holandesas. Las coordinadoras de ese volumen señalan en la introducción que las denominadas Antillas menores mostraron diferencias y semejanzas con las Antillas españolas, si bien fueron «una alternativa a la influencia de la monarquía hispánica» en la región.14 Sus autores repasan la historia de estas islas a través de los temas de 130 Leida Fernández Prieto población, economía, política y cultura. Para el lector en general, y los especialistas en particular, este libro ofrece datos e informaciones muy valiosos en el análisis comparado entre las Antillas al distinguir los diferentes rasgos de la colonización europea en la región caribeña, pero también sus aspectos comunes. En tiempos recientes, con la crisis como trasfondo, se asiste al florecimiento de los debates sobre la construcción de los Estados-nación, el resurgimiento de los nacionalismos y de fronteras que no tienden puentes de entendimiento entre los diversos agentes políticos. Este libro cierra con un interesante, polémico y actual ensayo de Gert Oostindie sobre la creación de los Estados-nación,15 en el que el autor se cuestiona el proceso de descolonización en el Caribe a partir de los costes y los beneficios para las metrópolis y las (ex) colonias. Historia de Puerto Rico, el cuarto de estos textos, se publicó en 2012. Al igual que en las anteriores obras sobre Cuba y República Dominicana, los veinte autores que participaron en su elaboración agrupan sus contribuciones alrededor de grandes bloques temáticos relacionados con población, economía, sociedad, política y cultura, y ciencia. El libro finaliza con un excelente ensayo escrito por Jorge Duany sobre el Puerto Rico contemporáneo. Los bloques temáticos y la estructura temporal responden al objetivo central defendido por Naranjo Orovio de explorar aquellos elementos comunes y también singulares para una historia comparada caribeña que trascienda las fronteras territoriales e idiomáticas. El contenido de la obra se enriquece con un importante material fotográfico y una extensa bibliografía, de alrededor de cien páginas, que documentan la historia de ese país. Sus dos coordinadores destacan la importancia del libro para la historiografía puertorriqueña pues incorpora cuestiones que han estado ausentes en otras monografías como, por ejemplo, la historia de las ideas y la historia de la ciencia. Asimismo, subrayan la complejidad política y sociocultural que distingue a la menor de las Antillas mayores por su vinculación a dos metrópolis: España y los Estados Unidos.16 Jorge Duany emplea el término «colonia poscolonial» para describir la situación actual de Puerto Rico como Estado Libre Asociado (ELA), un concepto que el autor define por: un pueblo con un fuerte sentido de identidad nacional pero con poco interés en establecer su propio estado soberano, así como la sustitución de las formas tradicionales de control externo por formas indirectas de hegemonía.17 Duany destaca que esta compleja situación política ha convertido a Puerto Rico, paradójicamente, en un ejemplo paradigmático de «nacionalismo a larga distancia», ya que: La inmensa mayoría de las personas de origen boricua, dentro y fuera de la Isla, se imagina como parte de una comunidad que satisface todos los requisitos convencionales de la nacionalidad —un territorio originario, una historia compartida, una lengua vernácula y una cultura distintiva—, excepto la soberanía.18 El autor describe Puerto Rico, por tanto, como una «nación en vaivén», cuya comunidad de migrantes forma parte activa de la sociedad a través de la «circulación de personas, identidades y prácticas, así como de capitales, tecnologías y mercancías».19 De este modo, sugiere repensar el concepto de identidad nacional, a partir también de la participación de las comunidades de la diáspora que desdibujan las fronteras territoriales pero se mantienen vinculadas tanto por lazos familiares como socioculturales y económicos. Back to Antilles… invita a la reflexión de una historia que supere la noción de la isla que se repite, o la isla fragmentada para entender las diversas visiones que conviven sobre la región a partir de la información y de las herramientas de análisis que aportan y aportarán cada uno de los volúmenes tanto por separado como en conjunto. La lectura completa de estos libros brinda las claves para nuevas indagaciones sobre la historia del área. Los historiadores de todas las latitudes y el público en general sabrán apreciar el reto metodológico que supone barrer las fronteras nacionales y lingüísticas en aras de una región que ha de conocerse mejor desde sus singularidades, diferencias y continuidades. Notas 6. David Armitage, «Three Concepts of Atlantic History», en David Armitage y Michael J. Braddick, The British Atlantic World, 15001800, Palgrave Macmillan, 2002, pp. 11-31. 7. Ibídem, p. 15. 8. Ídem. 9. Ídem. 10. Jorge Duany, «Consuelo Naranjo Orovio, coord., Historia de Cuba, Vol. 1 de Historia de las Antillas, Doce Calles/CSIC, Madrid, 2009, 625 p., ilustraciones e índice», Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 30 septiembre de 2009, disponible en http://nuevomundo.revues. org/57220 (consultado 1/10/2012). 11. Jorge Duany menciona algunos hechos importantes para la historia de Cuba como, por ejemplo, que fue la principal azucarera del mundo; junto a Puerto Rico fueron las últimas colonias en independizarse de España; la influencia de los Estados Unidos, o, con posterioridad a 1959, ser el primer país socialista de América Latina y el Caribe. 12. Frank Moya Pons, ob. cit., p. 11. 13. Mary Louise Pratt, Imperial Eyes. Travel Writing and Transculturation, Routledge, Londres, 1992. 14. Ana Crespo Solana y María Dolores González-Ripoll, ob. cit., p. 13. 15. Gert Oostindie, «Dependencia y autonomía en el sistema de descolonización neerlandés en las Antillas: un caso alternativo», en Ana Crespo Solana y María Dolores González-Ripoll, ob. cit, pp. 527-47. 16. Luis E. González Vales y María Dolores Luque, ob.cit., p. 13. 17. Jorge Duany, «Una colonia poscolonial: seis décadas del Estado Libre Asociado de Puerto Rico», en Luis E. González Vales y María Dolores Luque, ob. cit., p. 722. 18 . Ibídem, p. 725. 19 . Ibídem, p. 727. 1. Este trabajo se enmarca dentro del Proyecto RYC-2009-04030. 2. Consuelo Naranjo Orovio es directora del Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid. Los libros mencionados son Consuelo Naranjo Orovio, coord., Historia de Cuba, v. I., Ediciones Doce Calles/CSIC, Madrid, 2009; Frank Moya Pons, coord., Historia de la República Dominicana, v. II., Ediciones Doce Calles/CSIC, Madrid, 2010 y Ana Crespo Solana y Mª. Dolores González-Ripoll, coords., Historia de las Antillas no hispanas, v. III, Ediciones Doce Calles/CSIC, Madrid, 2011; Luis E. González Vales y María Dolores Luque, coords., Historia de Puerto Rico, v. IV, CSIC/Oficina de Servicios Legislativos del Historiador de Puerto Rico/Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico-Río Piedras/Ediciones Doce Calles, Madrid, 2012. , 2013 3. Sobre las definiciones e importancia de la historia atlántica véanse, por ejemplo, Toyin Falola y Kevin D. Roberts, The Atlantic World 1450-2000, Indiana University Press, Bloomington, 2008 y Nicholas Canny, «Atlantic History: What and Why?», European Review, n. 9, 2001, pp. 399-411. 4. Consuelo Naranjo Orovio, «Presentación», en Historia de Cuba, ob. cit., p. 9. 5. La metáfora es utilizada por María Dolores González-Ripoll en Cuba: la isla de los ensayos. Cultura y sociedad (1790-1815), Colección Tierra Nueva e Cielo Nuevo, CSIC, Madrid, 1999. Back to Antilles: algunas reflexiones desde la historia 131 E Izquierda, gobierno y hegemonía: los desafíos de siempre Juan Valdés Paz Sociólogo. s sin dudas un privilegio reseñar el libro A contracorriente de la hegemonía conservadora, de la profesora e investigadora uruguayomexicana Beatriz Stolowicz.* El propósito de esta reseña no es solo darles noticias de esta excelente obra, sino insistir en la necesidad de su lectura. Se trata de una recopilación de ensayos escritos entre 1995 y 2011, mediante los cuales la autora da cuenta de las condiciones y desafíos de la lucha política y de clases en América Latina en condiciones de la hegemonía del pensamiento liberal y neoliberal. Cada uno de estos ensayos, clara y bellamente escritos, tiene la densidad de una investigación concreta, la inspiración de un marxismo tercermundista y el rigor de una crítica tan argumentada como militante. En su conjunto se muestra la fuerza de los argumentos esgrimidos por la autora, la incidencia de su crítica, la preocupación sobre los problemas metodológicos y conceptuales implicados, así como la complejidad de los temas tratados. Aunque nos parece que el título escogido para esta recopilación no refleja la riqueza de su contenido, en cada ensayo se manifiesta, además del asunto elegido, la presencia transversal de distintos temas, algunos de los cuales queremos resaltar. El capitalismo en América Latina El primero de estos temas se refiere a la necesidad apuntada por la autora de desentrañar los rasgos actuales del capitalismo latinoamericano, frente al que se sitúa el desempeño de la izquierda política y social en la región. Es relevante la reflexión de la escritora acerca del papel desempeñado por las democracias representativas que precedieron o sucedieron a gobiernos autoritarios, en la promoción del modelo neoliberal en el área: primero, como «transiciones democráticas o democracias gobernables», bajo las cuales se restructuró el capitalismo latinoamericano desde los años 70; y después, como «democracias consolidadas» que lo organiza parcialmente. De hecho, la década de los 90, bajo democracias, es en la que se lleva a cabo la mayor expropiación del trabajo en la historia moderna de América Latina, al interior de cada país y desde los centros del poder capitalista mundial. La interpretación del capitalismo latinoamericano realizada por la profesora Stolowicz se basa, además de en la evolución histórica, en su consideración del capitalismo a escala global: * Beatriz Stolowicz, A contracorriente de la hegemonía conservadora, Espacio Crítico Ediciones, Bogotá, 2012. 132 n. 75: Juan Valdés Paz132-135, julio-septiembre de 2013 En la fase industrial y de expansión, cuando la ampliación del consumo era funcional a la ampliación de la producción y de la acumulación, los márgenes para una mayor distribución eran mayores. Y desde luego, mucho más, tratándose del centro del sistema, receptor de excedentes de su periferia colonial y dependiente. Muy distinto es cuando se trata del capitalismo especulativo y rentista, saqueador colonial de la periferia ultra dependiente […] Esto explica que cada nuevo reajuste capitalista tenga que ser cada vez más conservador. Y menos serán los márgenes para variar en los medios de su reproducción. La derecha latinoamericana El segundo tema se refiere a cómo la continuidad histórica del capitalismo en la región ha supuesto la dominación hegemónica de los sectores de centro derecha. Así vemos que desde comienzos de los 90, el centro de estas políticas ha sido la gobernabilidad de los respectivos regímenes nacionales, coincidiendo con la proyección imperialista en el área. Las ventajas ganadas, en este período, por el capitalismo latinoamericano se han visto erosionadas por la desestructuración social provocada por las estrategias neoliberales implementadas entonces sin cortapisas, así como por la recuperación de movimientos populares, los emergentes movimientos políticos y los nuevos liderazgos. La resistencia al orden neoliberal implantado determinó el paso a una estrategia para estabilizar la reestructuración capitalista neoliberal en América Latina […] planteada oficialmente en tres etapas sucesivas: una primera de «ajuste, estabilización e inicio»; una segunda de «profundización de las reformas estructurales», y una tercera de «consolidación de las reformas y restauración de los niveles de inversión». Esta estabilización sería el núcleo duro del llamado posneoliberalismo cuyos signos distintivos serían, para la autora del libro, «la apelación al Estado» y una sorprendente «vocación social» por parte de este. Tal tendencia aparecería como la legitimización de la restructuración capitalista antes impulsada por el «neoliberalismo», hoy acompañada de cambios institucionales en el Estado. La extraña coincidencia de la derecha y de la izquierda en la promoción de esa estrategia posneoliberal sería una expresión de la hegemonía ideológica de la derecha, ahora en versión neoconservadora. Frente a ella, la resistencia popular estaría obligada a ser anticapitalista. Quizás lo más notable en el análisis de Stolowicz acerca de la dominación capitalista en la región es su alerta sobre la función hegemónica del pensamiento de la derecha. La investigadora reitera las modalidades, alcance y poder de penetración de ese pensamiento —principalmente conservador, pero también liberal o neoliberal, según el caso— y su influencia en la izquierda. Además, expresa que el común denominador del pensamiento y conducta de la derecha, independientemente de su origen filosófico troncal, es la asunción de la desigualdad como el motor ineludible del buen funcionamiento social, en cuya exacerbación se concibe la recuperación del dinamismo del sistema capitalista. Contrariamente, el rasgo distintivo de la izquierda sería la aspiración y lucha por la igualdad social. Desde los años 90 el pensamiento de la derecha ha transitado desde posiciones conservadoras hasta otras más progresivas, dando cuenta de la nueva correlación de fuerzas, sofisticando sus propuestas y moviéndose hacia el centro del espectro hasta alcanzar su plenitud con el abanico de propuestas de una «tercera vía» ideológica y política. Dicha vía, una dilución neoliberal del tradicional paradigma socialdemócrata, reiteraría la noción de la historia del capitalismo como un movimiento pendular: «en esta lógica, las oscilaciones pendulares son cambios para regresar, es decir, siempre se está dentro del capitalismo»; para el caso, el latinoamericano. Rasgos distintivos de la izquierda El tercer tema aborda la necesidad de debatir el carácter de la izquierda en América Latina. Para la profesora, lo que la define de manera esencial —más allá de su heterogeneidad— es su opción ética por la emancipación humana, por la apropiación por parte de cada ser humano de todas sus capacidades, cualidades y potencialidades, por su liberación de toda forma de subordinación o dependencia; y que ello implica necesariamente la igualdad social, sin la cual no son posibles la plena libertad ni el derecho pleno a la diferencia, individual y colectiva. La de izquierda es una opción ética con fundamento racional. Las izquierdas en la región, nos recuerda Stolowicz, son diversas, a saber: posibilista, reformista, antimperialista, anticapitalista, entre otras. Cada una con rasgos compartidos y características nacionales; todas enmarcadas en una cierta correlación de fuerzas y posicionadas de una u otra manera frente a las luchas populares, ante las cuales adoptan disímiles «tácticas y estrategias». Todas en movimiento, pero con diferentes orientaciones. Según la ensayista, en última instancia, es la orientación estratégica de la izquierda la que define su carácter. Sin embargo, afirma que la izquierda no actúa sola. Lo hace frente a una derecha latinoamericana que ha mostrado una gran capacidad de iniciativa política e ideológica para encarar la crisis capitalista y las circunstancias de crisis de dominación. Izquierda, gobierno y hegemonía: los desafíos de siempre 133 La izquierda en el gobierno Dos de los ensayos incluidos —«La izquierda latinoamericana: gobierno y proyecto de cambio» y «La izquierda que gobierna en América Latina: elementos para un balance político»— encabezaron sendas antologías de trabajos de distintos autores sobre experiencias particulares y, de cierta manera, expresaban la posición de la autora frente al balance comparado de los eventos que les dieron origen. Es importante señalar que entre ambos eventos y ensayos de la profesora medió una década de sus estudios, lo cual le otorga un interés particular a sus argumentos. En este cuarto tema se examinan los retos que enfrenta un gobierno de izquierda en condiciones de un poder limitado y del orden surgido de la restructuración capitalista de los años 70. Al respecto, la analista asevera que los desafíos de la izquierda latinoamericana son muy distintos: por tratarse de la periferia dependiente desangrada por la expropiación capitalista externa e interna; porque es una región estratégica para la reproducción actual y de mediano plazo para el gran capital como proveedora de recursos naturales (agua y biodiversidad), energéticos y materias primas, además de un gigantesco flujo de valor al centro del sistema; y porque por todo esto, la desigualdad y también la pobreza no solo son mayores sino una condición sine qua non para esa reproducción capitalista. Frente a tales desafíos, la izquierda puede triunfar o ser derrotada, pero no es lo mismo sufrir derrotas que fracasos. Las derrotas dan cuenta de insuficiencias de fuerza frente a los contrarios […] Los fracasos en cambio, dan cuenta del abandono de objetivos o de la adopción de objetivos ajenos al proyecto de transformación. La autora insiste en que más que posiciones de gobierno —e incluso para gobernar— la izquierda necesita la gestación de una fuerza política suficiente, es decir, de una voluntad colectiva organizada capaz de cambiar las relaciones de poder con las que el capitalismo neoliberal se reproduce en todos los ámbitos de la vida social. La percepción instaurada de que a cada fase de la democracia le corresponde un modelo económico, tal como a las transiciones democráticas latinoamericanas les correspondía el modelo económico y político neoliberal, lleva a la ensayista a decir que lo nuevo es que donde gobierna la izquierda o el centroizquierda, el capital transnacional haya encontrado condiciones óptimas de estabilización en la crisis capitalista, pues además lo logra con legitimación política. Al referirse a las etapas enunciadas para la estabilización neoliberal, Stolowicz se interroga si la tercera de ellas —consolidación de las reformas y 134 Juan Valdés Paz restauración de los niveles de inversión— «no estaría siendo ejecutada, en la primera década del siglo xxi, por algunos de los nuevos gobiernos progresistas». Todo ello porque «la derecha no pudo impedir por todos los medios el triunfo electoral de varias izquierdas o centro izquierdas, pero les impuso el pos liberalismo como programa gubernamental». El debate actual Estos temas y muchos más —la democracia, el Estado, el parlamentarismo, las políticas públicas, la transnacionalización del poder, la gobernabilidad y gobernanza, la democracia participativa, el imperialismo, la seguridad regional, el marxismo latinoamericano, la autonomía universitaria, etc.— aparecen en este libro como una agenda imprescindible para dilucidar la naturaleza de la actual dominación capitalista en la región. Uno de estos tópicos transversales, es el debate actual que enfrentan las izquierdas, en la oposición o en el gobierno, sobre el alcance de sus programas y de su práctica política, a nivel nacional e internacional, en condiciones de hegemonía capitalista, orden neoliberal, correlación adversa de fuerzas y emergencia de viejos y nuevos movimientos sociales. La autora no vacila en afirmar que ese debate remeda la clásica contraposición entre reforma y revolución, ahora revestida de «posibilismo o de anticapitalismo». El primero se expresaría en gobiernos de izquierda que se autolimitan a la correlación de fuerzas existentes y a promover, eventualmente, algunas de sus reformas programáticas, no mucho más allá de las ya consentidas por el capitalismo posneoliberal; el segundo apelaría a políticas crecientemente restrictivas del poder económico, político y social del capital, y se orientaría hacia alguna opción socialista del siglo xxi. La reformulación actual de esta dicotomía podría ser enunciada como de posneoliberalismo o anticapitalismo. En esta perspectiva, un proyecto de izquierda debe orientarse a una redistribución radical de la riqueza y, por lo mismo, la política social es el corazón de la política económica que propugna por la igualdad. Esto es muy distinto a que la política social compense los efectos de una política económica que genera desigualdad. Comentarios finales A contracorriente de la hegemonía conservadora puede ser leída como una argumentación teórica y empírica que da continuidad al debate histórico fundamental sobre las aspiraciones emancipadoras en América Latina. Algunos juicios de la escritora sobre acontecimientos, escenarios o autores, pueden parecer excesivos —por ejemplo, los que emite acerca de Paul Polanyi—, pero impugnar sus conclusiones es parte del debate a que he hecho referencia. La profesora Beatriz Stolowicz resume su propia indagación cuando suscribe: Sostengo la tesis de que estamos asistiendo a un punto de llegada en la estrategia dominante impulsada desde hace veinte años para estabilizar y legitimar la reestructuración capitalista, cuyo objetivo ha sido convertir a América Latina en un espacio ventajoso, seguro y estable para la reproducción del capital, por ende, un espacio de estabilización del capitalismo, en crisis cada vez más frecuentes. La emergencia de gobiernos progresistas en la región, en un arco que va desde el antineoliberalismo hasta la opción socialista, incorpora rápidamente al debate el papel de estas experiencias en los procesos antimperialistas y antihegemónicos en el área, que son, al parecer, condiciones de transformaciones anticapitalistas. Tal vez esta discusión implicaría un examen más sustantivo del reformismo, que no nos parece se reduzca a las magníficas parábolas del péndulo o de la tercera posición, argumentadas por la autora. Una conclusión resultante de mi lectura o una de sus lecciones es que, si bien cierta correlación de fuerzas es necesaria para las reformas y una muy favorable correlación permitiría suplantar las tradicionales relaciones de explotación y dominación, solo el poder en manos de las clases subalternas será suficiente para alcanzar un nuevo estadio de emancipación humana. , 2013 Izquierda, gobierno y hegemonía: los desafíos de siempre 135 E De exposiciones internacionales e imaginarios: la historia cultural al ruedo Yoel Cordoví Núñez Historiador. Instituto de Historia de Cuba. l hallazgo de una foto del legendario Buffalo Bill, posando junto a Tomás Estrada Palma y otros integrantes de la heroica «legión mambisa», motivó al historiador Ricardo Quiza Moreno a emprender una investigación acerca de la histórica y siempre compleja trama de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Lo que pudo ser un documento bien conservado o extraviado en algún viejo armario, resultó una suerte de bujía para que el autor pudiera sortear felizmente su tesis doctoral, y, posteriormente, dar a la luz el ensayo Imaginarios al ruedo. Cuba y los Estados Unidos en las exposiciones internacionales (1876-1904).* La obra procura acercarse a los imaginarios construidos en torno al universo de estrategias culturales e ideológicas, forjadoras de discursos hegemónicos, pero también de proyecciones alternativas al orden mundial de finales del siglo xix e inicios del xx; un proceso que Enrique José Varona llamara «mundialización». El marco temporal seleccionado sugiere un abanico de posibilidades al historiador para aprehender la emergencia y primeros destellos del imperialismo estadounidense en sus coordenadas económicas y políticas, incluso antes de producirse la primera intervención y posterior ocupación militar de la isla de Cuba. Sin embargo, el autor prefiere «atrapar» la dimensión cultural del fenómeno, una de las aristas obviadas o relegadas desde epistemes herméticamente estructuralistas. Quiza, al referirse al interés que motiva su investigación, alude a la «cualidad ecuménica y aglutinante» que poseen las cuatro exposiciones de las urbes estadounidenses seleccionadas para el estudio: Filadelfia (1876), Chicago (1893), Búfalo (1901) y San Luis (1904), e incluye un certamen insular efectuado en la ciudad de Matanzas (1881). Se trataban, según el autor, de «escaparates dispuestos a exhibir diversas facetas del acontecer humano: hábitos, costumbres, historia, ciencia y tecnología, entre muchos» (p. 26). Cualquier acercamiento al fenómeno del imperialismo podría desestimar los resultados de este libro desde su propia concepción. En cambio, Quiza Moreno apuesta por un enfoque de la historia desde racionalidades teóricas plurales y donde los presupuestos marxistas dejan de ser raro especimen teórico de una modernidad o de «épocas oscuras» para aportar coordenadas metodológicas acertadas en el campo de las ciencias sociales. El autor lo logra a partir de la lectura e interpretación de los propios clásicos y, sobre todo, de su aplicación creadora al objeto de investigación trazado. * Ricardo Quiza Moreno, Imaginarios al ruedo. Cuba y los Estados Unidos en las exposiciones internacionales (1876-1904), Ediciones UNION, La Habana, 2010. 136 n. 75: 136-138, julio-septiembre de 2013 Yoel Cordoví Núñez En rigor, al concebir Imaginarios… enriquece el instrumental teórico con disímiles propuestas metodológicas; en especial son apreciables las influencias de los estudios culturales y poscoloniales, así como de la sociología británica contemporánea con exponentes al estilo de Ernest Gellner y Michael Mann, defensores del proyecto ilustrado de «historia filosófica». Un punto de partida de esta naturaleza pone al autor en condiciones inmejorables para lograr un tratamiento original y riguroso de las herramientas conceptuales de que dispone, en modo alguno aferrado a concepciones eclécticas. Pudiera pensarse que el autor de este ensayo, al estudiar las exposiciones internacionales como hecho cultural, se adentra en una suerte de «cocina del sentido» con los productos que le ofertan los certámenes feriales y en carrera semiológica desenfrenada para descifrar apenas signos.1 Pero sobreviene la interrogante: ¿Cómo explicar adecuadamente los procesos culturales, los elementos del imaginario social, las psicologías individuales y colectivas, los modos de vida, hábitos, etc., sin considerar las condiciones materiales en que se desenvuelven estas diferentes maneras de pensar, actuar e incluso soñar? Ya sabemos que no se trata de dilucidar la base económica de la pintura de Pablo Picasso, pero tampoco de reducir la historia y las posibilidades de conocerla a la textualidad logocéntrica y a las tramas discursivas, como meras estrategias retóricas arbitrarias. En Imaginarios… puede apreciarse un intento por establecer las diversas y siempre complejas conexiones entre los problemas históricos abordados y los diferentes factores condicionantes. Así, por ejemplo, al tratar conceptos como nación o imaginarios nacionales, en primera instancia refuerza la importancia del conocimiento de la historia, los paisajes, las costumbres, es decir, las culturas capaces de establecer nexos, relacionar caracteres y encauzar formas de pensar(se) y sentir(se) dentro de un conglomerado humano que se identifica y distingue con respecto a otros grupos. El autor ofrece elementos que demuestran cómo el ritual de las exposiciones internacionales enmascaraba, sutilmente, las rivalidades nacionales, expresadas en la organización simbólica de los espacios: • Espacios para la consagración simbólica del imperialismo norteamericano. • Espacios de conflictos entre potencias por agenciarse posiciones importantes en el «Bazar de las Naciones». • Escenario para edificar estrategias de resistencias por los territorios periféricos. Al ubicar tal dimensión cultural de los montajes expositivos, Quiza inserta los problemas abordados en el ámbito de las representaciones y estrategias discursivas dentro de las dinámicas de desarrollo económico y político observables en las naciones organizadoras de los diferentes certámenes. Para ello, al trazar los contornos conflictivos e inestables que asumían los espacios expositivos «nacionales», apela a los razonamientos de Vladimir I. Lenin sobre la «esencia económica» del imperialismo, para afirmar que la disputa entre las naciones «solía encubrir la competencia capitalista» (p. 47). No coincido, sin embargo, cuando a pesar de esas reflexiones, Quiza sostiene que de algún modo las exposiciones eran un fenómeno «más ideológico y cultural que económico». Esta relación deslocaliza las esencias de los eventos feriales y rompe la propia lógica de su análisis. Ciertamente, las exposiciones internacionales son hechos culturales, instancias festivas legitimadoras del progreso, con espectaculares proyectos que ofrecen evidencias y fomentan certezas sobre las potencialidades de la ciencia y la técnica puestas al servicio del desarrollo de las naciones y del bienestar de la humanidad. Tales encomiendas ecuménicas, homogeneizadoras de expectativas y patrones culturales, responden a los imperativos políticos de economías insertas en los resortes tecnológicos, competitivos y agresivos, del capitalismo moderno, tanto en sus rivalidades externas como en sus conflictos internos. De hecho, entre los aciertos de la obra se encuentra la articulación coherente con que el historiador logra introducir el conflicto capital-trabajo entre el amplio universo de significados de las exposiciones internacionales. Las imágenes narrativas al efecto se suceden. La construcción del espectacular globo de la exhibición parisina de 1900, por ejemplo, costó la vida de ocho obreros, cuyas viudas se apostaban luego a los pies del monumento para pedir limosnas. Cuatro años después, más de doscientas huelgas se escenificaban contra la compañía encargada del montaje de la muestra universal de San Luis. Sin dudas, al remitirse a esas condiciones materiales y a la experiencia social en que se encontraban insertas las exposiciones, el autor contribuye a definir comportamientos colectivos e individuales en medio de tensiones y, en ocasiones, de violencias, donde la cultura en consonancia con los criterios de Michel de Certau, «articula conflictos y a veces legitima, desplaza o controla la razón del más fuerte».2 Por otra parte, quiero destacar la sagacidad del historiador para enfocar, desde nuevas perspectivas, las relaciones Cuba-Estados Unidos, fenómeno tratado in extenso por la historiografía en el marco temporal seleccionado (1876-1904). Nuevas racionalidades tecnológicas, discursos científicos legitimadores de la dominación, resortes publicistas, tramas urbanísticas que discurren entre gigantescos palacios y colosales De exposiciones internacionales e imaginarios: la historia cultural al ruedo 137 estatuas, así como el plano virtual —«modelo cultural operativo», según Ángel Rama—3 que organiza los espacios y establece los signos, vienen a conformar, en la secuencia temática de los cinco capítulos del libro, el guión simbólico de la hegemonía estadounidense hacia la Isla, puesta al ruedo entre imposiciones imperiales y reafirmaciones nacionalistas. En ningún momento Quiza desestima los valores de las fuentes más tradicionales, pero la propia concepción del trabajo que asume le propicia rastrear y procesar registros «minúsculos», poco convencionales, pequeñas «señas» o indicios que le permiten sostener las formulaciones teóricas, sobre todo en aquellas zonas donde suelen hacerse más densas las interpretaciones. Un sello de la «República de Cuba» dentro de una colección numismática —presentada en el contexto colonial por la delegación cubana a la exposición colombina de Chicago—; piezas musicales y teatrales alegóricas a sucesos políticos, por ejemplo, la imposición de la Enmienda Platt; muestras etnológicas, arqueológicas, médicas e higienistas; así como colecciones escolares; entre otras, son parte del profuso y variado material que engrosa el extenso pero enriquecedor cuerpo de notas y referencias. Mención aparte para el selecto anexo fotográfico. No se trata de simples ilustraciones que adornan las páginas finales de un libro, sino verdaderos registros visuales. De acuerdo con Jacob Burckhardt, artista aficionado que escribió varias obras sobre el arte italiano, constituyen objetos «a través de los cuales podemos leer las estructuras de pensamiento y representación de una determinada época».4 El contenido del ensayo culmina con «La lección que dan las cosas», intento por actualizar las dinámicas feriales desde la segunda mitad del siglo xx hasta la actualidad, con referencias a las recientes exposiciones de carácter universal con sedes en Hannover (2000) y Aichi (2005). Más hacia el ámbito de las relaciones Cuba-Estados Unidos, el autor se refiere a la inédita exposición de productos agrícolas organizada en La Habana a finales del año 2002, como «contribución importante en el acercamiento cubano-estadounidense en medio de una atmósfera política bastante enrarecida». Advierte el historiador y ensayista las potencialidades de esos eventos en los acercamientos de los pueblos y las naciones, aunque reconoce también los obstáculos provenientes de las administraciones norteamericanas a lo largo de sus relaciones con el enclave antillano. Desde luego, tales «lecciones» podrían dar lugar a otro libro, pues rebasan los objetivos propuestos por Quiza Moreno. Ciertamente, «cualquier acercamiento procedente del Norte deberá abstenerse de presiones y fundarse en el realismo», pero, además, cualquier aproximación a un fenómeno de estas dimensiones culturales, económicas, políticas, ideológicas, obliga 138 Yoel Cordoví Núñez a asumirlo en todas sus escalas de complejidades y alcance. Concluye así un libro portador de una factura discursiva audaz y creativa. Hacer de las vitrinas del emblemático Crystal Palace o del pabellón agrícola de Cuba en la exposición de San Luis objeto de una investigación histórica con sagaz juicio electivo, ajeno a cualquier sutileza modista, es plausible. «Lo mío primero: voces desde la periferia», «De lo “típico” a lo “exótico”: los retratos se exportan al Norte», «Mambrú llegó a la Isla: presencia norteamericana en Cuba», «Cuando salí de La Habana: cubanos en los Estados Unidos», son algunos de los apartados que introducen al lector en sucesivas y contextualizadas tramas de encuentros y desencuentros, negociaciones y conflictos entre Cuba y su vecino del Norte alrededor de los certámenes feriales. Por tanto, estamos en presencia de una obra importante en el ámbito historiográfico. No solo por los conocimientos que aporta, sino por los presupuestos teóricos que establece para enrumbar posibles investigaciones desde una perspectiva históricocultural. Con esta obra, Ricardo Quiza Moreno echa «al ruedo» de la historiografía cubana, más que un texto de historia, un proyecto intelectual sugerente y necesario.5 Notas 1. Roland Barthes, «La cocina del sentido», La aventura semiológica, Editorial Paidós, Barcelona, 1990, p. 224. 2. Michel de Certau, La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, México, DF, 2000, p. XLVIII. 3. Ángel Rama, La ciudad letrada, Ediciones del Norte, Hannover (EEUU), 1984, p. 9. 4. Jacob Burckhardt, citado en Peter Burke, Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico, Crítica, Barcelona, 2005, p. 13. 5. Esta reseña fue finalista en el Concurso de la Crítica Historiográfica «Enrique Gay-Calbó» (2012) de la Academia de la Historia de Cuba. , 2013 Cambio climático y riesgo ambiental en Temas La revista Temas confió la presentación de su número 73, dedicado al cambio climático, al Coronel Luis Ángel Macareño Véliz, segundo jefe del Estado Mayor de la Defensa Civil de Cuba. El evento tuvo lugar en el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, el 24 de junio de 2013. En esta sección se publican opiniones de nuestros lectores contenidas en cartas y otras comunicaciones dirigidas a la Redacción, y diversos textos de interés. Vivimos en una época marcada por cambios acelerados, incertidumbres y limitaciones. Los problemas globales se han agravado como consecuencia de las crisis económica, social, alimentaria, energética y climática. En este contexto, el impacto negativo de los eventos de desastres y la tendencia al cambio global del clima han experimentado un significativo ascenso en los últimos años, y golpean con mayor fuerza a los países más pobres. Según un estudio de la CEPAL, entre 1972 y 2010 en América Latina y el Caribe ocurrieron 87 desastres, debido a los cuales más de 310 000 personas perdieron la vida y 27 millones resultaron afectadas. Las pérdidas económicas sobrepasaron los 213 000 millones de dólares, lo que significa un incremento de dieciséis veces, mientras que el ingreso per cápita del Producto Interno Bruto aumentó solo trece. En resumen, el riesgo de desastres crece a un ritmo superior a la creación de las riquezas, lo que obstaculiza los nobles propósitos de los objetivos de desarrollo del milenio. Cuba, por su ubicación geográfica y relaciones de intercambio, está expuesta al impacto de eventos naturales, tecnológicos y sanitarios. Ello ha condicionado el desarrollo del Sistema de Defensa Civil en los últimos cincuenta años, sobre la base de Izquierda, gobierno y hegemonía: los desafíos de siempre 139 la participación integrada de todos las instituciones y recursos de la sociedad y del Estado para proteger las personas, sus bienes y la infraestructura social y económica. Entre 1998 y 2012 creció la frecuencia y severidad del impacto de los ciclones tropicales. En este período el país sufrió el impacto de diecisiete huracanes, ocho de ellos de gran intensidad, que ocasionaron la muerte de cincuenta y seis personas y pérdidas económicas valoradas en más de 20 000 millones de dólares. A esta situación se añade una significativa actividad sísmica en la región suroriental de la Isla, el aumento de la frecuencia de los eventos de sequía y el incremento del peligro de introducción de enfermedades exóticas. Una realidad como la anterior ha exigido un reforzamiento de nuestras capacidades para reducir el impacto negativo de estos eventos. Los desastres son indicadores de procesos de acumulación del riesgo vinculados con el desarrollo económico y social, y con la tendencia creciente al cambio climático, lo cual debe tenerse en cuenta para el manejo integral del riesgo. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, basado en las observaciones del aumento de la temperatura del aire y del océano, el derretimiento de los glaciares y el incremento del nivel promedio del mar, llegó a la conclusión, en 2007, de que el calentamiento global es inequívoco. El General de Ejército Raúl Castro Ruz expresó en la Conferencia Cumbre de las Naciones Unidas para el desarrollo sostenible, conocida como Río+20: Dejemos las justificaciones y egoísmos y busquemos soluciones. Esta vez, todos, absolutamente todos, pagaremos las consecuencias del cambio climático. Estamos urgidos de un cambio trascendental. La única alternativa es construir sociedades más justas, establecer un orden internacional más equitativo, basado en el respeto al derecho de todos; asegurar el desarrollo sostenible a las naciones, especialmente del Sur, y poner los avances de la ciencia y la tecnología al servicio de la salvación del planeta y de la dignidad humana. En este sentido, el número 73 de la revista Temas compendia de manera balanceada diez artículos sobre el cambio climático y el riesgo ambiental, desde diversas perspectivas: el manejo de las zonas costeras, el efecto económico del cambio climático, las necesidades y los retos de la cooperación en este entorno, las propuestas concretas para lograr una efectiva administración ambiental mediante cambio de paradigmas, importantes aportes paleoclimatológicos, la influencia en la 140 intensificación de los huracanes y en la salud pública, las acciones para la reducción de desastres en Cuba y un interesante enfoque sociológico de la justicia climática. Esta entrega de Temas constituye un valioso aporte a la comprensión multilateral de uno de los problemas globales más complejos y trascendentales. Por esa razón, permítanme, en nombre del Jefe del Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil, felicitar a la dirección de la revista y a los autores de estos artículos por su calidad, con la certeza de que, como dijera hace veinte años el compañero Fidel Castro Ruz, «un mundo mejor es posible». Muchas gracias. En el mismo acto, Claudio Tomassi, representante residente adjunto del PNUD en La Habana, destacó la colaboración de esa institución en la conformación del número presentado. Estas fueron sus palabras: El cambio climático y los riesgos ambientales constituye uno de los desafíos más grandes a nivel global y local de este principio de milenio, y una de las áreas de mayor atención de nuestras organización y mayor cooperación en los países; Cuba no es la excepción. En relación con este número hay que destacar la mirada multidisciplinaria que tiene: acá han participado toda clase de expertos en seguridad, en salud pública, en relaciones internacionales, climatólogos, oceanólogos, economistas. Recuerdo que en el taller de preparación se hacía énfasis en que todo lo que se publicara debía ser fácil de entender; esa es también una de nuestras líneas de trabajo, lograr que el tema del desarrollo y del cambio climático sea algo comprensible. El PNUD, además de apoyar la preparación de este número, contribuyó con algo más específico: un artículo que trata el tema de América Latina y el Caribe como superpotencia de biodiversidad, y los retos de adaptación al cambio climático que enfrenta el continente. En particular, analiza el caso cubano, sus costas, con un análisis de buenas prácticas, es decir, lo que ha venido haciendo el Estado cubano para reducir las vulnerabilidades ante dicho fenómeno. América Latina y el Caribe solo aporta cerca de 11% de las emisiones de carbono que crea ese problema; sin embargo, se ve perjudicada en una forma desproporcionada en términos de efectos: sequías, inundaciones, huracanes. Cuba, una isla insertada en el Caribe, está en una posición de vulnerabilidad aún más alta que el promedio de los países de América Latina; y esto es lo que se aborda en este artículo, las medidas para aumentar la resiliencia del país frente al cambio climático. El aporte específico nuestro no es un análisis climatológico ni estrictamente científico, sino uno desde el punto de vista socioeconómico, o sea, qué impacto tiene el cambio climático y cuáles son las medidas de adaptación a este que pueden prevenir el deterioro del nivel de vida de los habitantes de un país a mediano o largo plazo. Recordemos que en Cuba más de 10% de la población —estamos hablando de un millón y medio de personas— vive en 244 asentamientos costeros. El levantamiento del mar, uno de los efectos previstos del cambio climático, afectará necesariamente estos asentamientos, durante los próximos treinta, cuarenta, cien años. Por su parte, las sequías perjudicarán la agricultura, una de las bases de la economía cubana. Entonces, al aumentar la temperatura y cambiar los patrones climáticos, cuáles son las medidas que se están tomando y se deben tomar para ampliar la producción agrícola, en un ambiente de alta vulnerabilidad, donde hay que introducir acciones de manejo sostenible de la tierra, de semillas, de cultivos, que darán resultado en función del cambio climático que afecta este sector de la economía y de la sociedad cubanas. En relación con la realidad del continente, el artículo dice: América Latina y el Caribe es una superpotencia de biodiversidad porque posee el mayor capital natural en el mundo. La variedad de ecosistemas terrestres, costeros y marinos, proveen servicios que son la base de sus economías, y permiten la sobrevivencia de las comunidades más pobres y vulnerables. Gracias a estos singulares recursos el área ha desarrollado competitividad en sectores como la agricultura, la pesca y el turismo. Además, cuenta con un tercio de la tierra cultivable en el mundo, y por tanto, está en posición de desempeñar un papel significativo en la producción futura de alimentos. Sin embargo, este singular acervo de recursos naturales es particularmente sensible al cambio climático. Por eso para el PNUD es tan importante trabajar en la temática de la adaptación al cambio climático. Nosotros llevamos más de veinte años trabajando en esto en Cuba, y hemos tocado casi todas las esferas posibles en este sector, desde consolidar áreas protegidas, que es un elemento fundamental en este tipo de empresa, la preservación de la biodiversidad, el fortalecimiento de capacidades institucionales, locales y nacionales, para que sea efectivo, hasta la actualización del marco regulatorio; es decir, las normativas, y la incorporación y la participación de un alto número de actores en la toma de decisiones y en la aplicación de las medidas. Un último punto que constituye un trabajo muy cercano al Estado Mayor de la Defensa Civil, es el vinculado con la temática de la reducción de riesgos de impactos. Cuba es uno de los buenos ejemplos en la región, en términos de respuesta ante estos tipos de eventos extremos; sin embargo, la labor que se viene haciendo va más allá de la respuesta, se dirige a la reducción de riesgos; es decir, integrar, en todos los procesos de planificación, de desarrollo, de actuación, a nivel local y nacional, los temas de adaptación al cambio climático y de reducción de riesgos, desde una óptica socioeconómica. Es muy importante que las inversiones y las actividades humanas en esos territorios sean respetuosas y se armonicen con los conceptos anteriores, porque de lo contrario el desarrollo estrictamente económico o productivo no vendría de la mano con el sostenible, o sea, con la sostenibilidad de estos parámetros. Estamos seguros de que los próximos cinco años van a ser aún más productivos. Hace dos semanas se firmó entre el PNUD y el Estado cubano el acuerdo que establece los criterios de cooperación para 20142018, y esto no es solo parte del discurso, sino de la realidad del cambio climático y de la adaptación a este. Hay que reconocer también lo alcanzado hasta ahora por parte de los actores cubanos, lo que posiciona al país en una situación de buenas prácticas a nivel del Caribe y de Latinoamérica. Para concluir, quisiera referirme a algo más específico, como por ejemplo la restauración de manglares. ¿Por qué trabajar en ello? Porque los manglares brindan un amortiguamiento natural a esas comunidades costeras que sufren aumento del nivel del mar. O, ¿por qué mantener el sistema de humedales?, porque estos se desempeñan como esponjas naturales que absorben inundaciones y preservan así las tierras de los campesinos. Este tipo de medidas puede parecer exclusivamente medioambiental, pero va más allá y responde a una lógica de adaptación al cambio climático, y de reducción de riesgos, de la gente común que al vivir en un ambiente natural está cada vez más amenazada por fenómenos naturales, de los cuales no necesariamente Cuba ni América Latina y el Caribe son los mayores responsables. Le reitero a la revista Temas nuestro agradecimiento por permitirnos contribuir y participar en este espacio y esperamos que este número sea de amplia distribución e impacto. 141 NORMAS DE PRESENTACIÓN DE ORIGINALES 1. La extensión de los trabajos no deberá exceder los 40 000 caracteres con espacios, incluidas las notas y referencias bibliográficas. En ningún caso se aceptarán artículos que sobrepasen la extensión declarada. 2. Debe adjuntarse un resumen del trabajo (en español y en inglés) de dos párrafos como máximo y se indicarán palabras claves que describan las esencias del objeto de estudio. 3. Se podrán incluir dos o tres tablas o gráficos sencillos con no más de 8 cm de ancho. 4. Las referencias bibliográficas u otras notas aclaratorias deberán indicarse con números consecutivos, con supraíndices, ubicados después del signo de puntuación o de las comillas, en el caso de las citas. Por ejemplo, «...contra su criatura».1 5. Las referencias bibliográficas deberán contener los datos y el orden siguientes, separados por comas: nombre completo y apellidos del autor (sin abreviar el nombre excepto si el autor tiene dos, por ejemplo, Luis F. Pérez), título del libro en itálicas y mayúscula inicial solamente (excepto si está en inglés o alemán), editorial, ciudad, año y página (p.) o páginas (pp.). Ejemplos: Luis F. Pérez, La vida leve, Letras Cubanas, La Habana, 1998, p. 3; Nicholas W. Garthoff, America’s Strategy in World Politics, Institute for Policy Studies, Washington, DC, 1994, pp. 32-7. 6. Cuando se trate de artículos en revistas, después del nombre del autor se pondrá el título entrecomillado, nombre de la publicación en itálicas, volumen (v.) o año (a.), número (n.), ciudad, fecha, página (p.) o páginas (pp.). Puede añadirse la localización electrónica. Ejemplo, Zoila Díaz, «Identidad y cultura», Revolución y Cultura, a. 5, n. 2, La Habana, abril-mayo de 1995, p. 18, disponible en www.revolucionycultura. cu/1995/no2/diaz.html. 7. Si se trata de un artículo o capítulo publicado en un libro de otro autor, después del título se pondrá «en» y nombre del compilador, editor o coordinador, seguido de la abreviatura comp., ed. o coord., título en itálica, tomo (t.), nombre de la editorial, ciudad, año, páginas (pp.). Por ejemplo: Orlando Hernández, «Los levantamientos de esclavos», en Carlos Acosta, ed., Movimientos sociales en el siglo xix, Fondo de Cultura Económica, México, DF, 1987, p. 56. Al entregar el trabajo el autor deberá consignar su ocupación, un resumen de su curriculum vitae; y dirección, teléfono, dirección electrónica o cualquier otro dato que facilite su localización. Los artículos pueden ser enviados a la dirección electrónica [email protected]. También se pueden entregar impresos en las oficinas de Temas o enviarlos por correo postal, siempre acompañados de una versión en soporte digital. 142 143 ¿Cómo suscribirse a Temas? En Cuba Personalmente en las oficinas de Temas o a través de giro postal dirigido a: Aníbal G. Cersa García Revista Temas Calle 23 #1155 entre 10 y 12, El Vedado La Habana. CP 10400 También mediante cheque o depósito bancario a favor de: UPR Inst. Cub. Arte Industria Cinematográfica. Cuenta número: 0525040006510118. Fuera de Cuba A través de transferencia bancaria a favor de: UPR Internacional ICAIC Cuenta número: 0300000002638522. Banco Financiero Internacional, sucursal Habana Libre, Calle L, esq a 25, El Vedado, La Habana, Cuba. SWIFT: BFI CU HH. También puede contactar con Yolanda G. Pantoja José María Rico, no. 126 interior 1. Col. del Valle, Delegación Benito Juárez, CP 03100. México. D.F. Tel: (00 52 55) 5524 7449 Email: [email protected]. Temas online La modalidad de suscripción online permite acceder, durante un año, al sitio web de la revista Temas, y consultar TODOS los artículos publicados hasta el momento, así como realizar búsquedas de contenidos, temas y autores. Está disponible para residentes en cualquier parte del mundo, incluyendo Cuba. Para obtener más información sobre modalidades, pagos y tarifas, regístrese en www.temas.cult.cu o contáctenos en [email protected]. 246 JULIO-AGOSTO 2013 Directora: Svenja Blanke Jefe de redacción: Pablo Stefanoni Occidente en la mira COYUNTURA: Carla Majdalani. Peculiaridades de un multilateralismo austral. Argentina en el Consejo de seguridad 2013-2014. Michael Dauderstädt. Alemania y la crisis: victorias pírricas. TRIBUNA GLOBAL: Jürgen Habermas. ¿Democracia o capitalismo?. TEMA CENTRAL: Santiago Cataldo. Cuarenta y cinco años de ocaso occidental. Cómo pensar el debate. Sandra Borda G. Estados Unidos o el último estado hegemónico. El poder en la era del ascenso y la consolidación del resto del mundo. Gustavo Fernández. Espejos y espejismos: las relaciones entre América Latina y Estados Unidos. Emilie Frenkiel. Las corrientes intelectuales en China actual. Varun Sahni. India: a pesar de sus limitaciones, una potencia emergente. Gladys Lechini. China en África: discurso seductor, intenciones dudosas. Francisco Rojas Aravena. Transformaciones globales y cambios en las relaciones de poder. Impactos en América Latina y el Caribe. Jean-Jacques Kourliandsky. Irán y América Latina: más cerca por una coyuntura de futuro incierto. ENSAYO: Manolo E. Vela Castañeda. Perpetradores de genocidio. Aproximaciones históricas y sociológicas desde el caso Guatemala. PAGOS: Solicite precios de suscripción y datos para el pago a <[email protected]> o <[email protected]> 247 Izquierdas: relatos y tensiones