Don Adolfo Domínguez, Diseñador y Presidente de Adolfo Domínguez Si saltas desde el piso 80, durante 79 pisos puedes llegar a creer que vuelas. Lo que te mata es la parada repentina del final. Hemos logrado de nuevo llegar al 20% de paro, como hace 20 años, el doble que cualquier economía de nuestro entorno, incluida Grecia, Italia y Portugal. ¿Qué hay de diferente en nuestro sistema de relaciones laborales que provoca efectos tan perversos? Dirijo gente desde hace muchos años y para mí es una evidencia que liberalizar las relaciones laborales provocaría un aumento de productividad inmediato que se extendería como una mancha de aceite por todo el sistema. La gente se levantaría con otra actitud, se ganaría cada día su puesto de trabajo, como yo, como muchos de ustedes, los sujetos a la incertidumbre del mercado. La incertidumbre nos mantiene vivos, por eso los sistemas basados en la competencia le han ganado la partida a los regulados. Y ante esta evidencia aplastante ¿porqué sigue siendo tabú el defender la flexibilidad laboral, el despido libre? Sé que hay gente que dice que abaratar el despido no reduciría el paro. Difiero. Suelen ser individuos sin experiencia de gestión, profesores, funcionarios, políticos. Todas las medidas que se tomen para hacer más fácil el trabajo del emprendedor se reflejará en una menor tasa de paro y al revés. Sí, despido libre, sin trabas administrativas, ni judiciales, a la manera anglosajona. El modelo de sociedad anglosajón ha sido el ganador absoluto, en la competencia entre naciones, en los últimos siglos. Y ese éxito se refleja en que el mundo no habla francés, alemán o español, habla inglés. Cuando los países endurecen las condiciones a los empresarios, cosa que sucede a menudo, la que pierde sin excepción es la sociedad, los mejores empresarios emigran, son aves que se mueven con facilidad, la sociedad se empobrece y las ciudades que los acogen se revitalizan. Suiza fue una creación de los empresarios de Milán, Como y Lucca. Ámsterdam que era un puerto de pescadores la hicieron los comerciantes que se fueron de Amberes cuando Alejandro Farnesio la conquistó. Lo mismo sucedió en Venecia, cuando sucumbió a la presión de la Contrareforma, su vitalidad comercial disminuyó. No fue solo la religión, que también, los comerciantes eran erasmistas, la intransigencia de la iglesia católica los empujó al calvinismo, fueron también las presiones de los gremios, la sociedad que se volvió intolerante con los emprendedores. Cien años mas tarde el norte protestante era rico y el sur principesco y católico pobre. Y de esta crisis no saldremos con las medidas que han tomado, que son solo paliativas, ya sean cheques regalo, los llamados gastos sociales, o el plan E por el que vamos a disfrutar de numerosas rotondas, aceras y farolas en el medio de ningún lado. Identificamos desarrollo con hormigón, este país necesita jardineros o simplemente árboles. Una forma más bella, más barata y sostenible de rematar casi todo. No tenemos arquitectos de paisaje, ni sensibilidad al respecto. Sustituimos árboles por plazas duras, a lo Bohigas, influencia nefasta donde las haya! Hasta en Orense, las Burgas y la Plaza de las Mercedes acabaron siendo plazas duras. Odiamos los árboles, los cortamos o los quemamos. De esta crisis saldremos si hay una reforma laboral profunda que permita a las empresas adaptarse al cambio de situación para tener éxito en el exterior, porque el interior será plano bastantes años. Los valores del partido socialista, que no son tan distintos de los católicos en su constante sospecha del éxito económico, aceptan resignados la existencia de los empresarios pero están seguros de que se irán al infierno. Los valores socialistas, que han impregnado nuestra manera de vivir en los últimos 35 años nos han dejado de nuevo en el 20% de paro, y en el 45% entre los menores de 25 años. ¿No es momento de volver a recuperar los valores del esfuerzo, del placer del trabajo bien hecho? ¿No es el momento de combatir el elogio de la pereza en el que se ha instalado nuestra izquierda cuando se vio obligada a abandonar por inservibles las banderas del socialismo real? Que en sus casos extremos llevaron al Gulag, o a los osarios de Pol Pot, un cuarto de la población camboyana exterminada en aras de ideales igualitarios. Y recuerdo esto porque la izquierda tiene tendencia a creer lo mismo que los católicos que tiene el monopolio de la ética. Después de la historia del siglo XX nadie tiene el monopolio de la ética porque sí detrás del libre mercado no hay sólo ambición intelectual, o ambición a secas sino también avaricia, detrás del socialismo no hay sólo bondad, acecha la pereza y la envidia. En esta crisis la izquierda, va a perder su credibilidad. No se llega impunemente al 44% de paro entre los menores de 25 años. Sus valores ya no son útiles para los jóvenes. Sólo son útiles para los que están blindados en su puesto de trabajo. Se va a ir destilando un enfrentamiento generacional. Pues ya son muchos los excluidos y se irán dando cuenta poco a poco que una sociedad dinámica, como la anglosajona, a pesar de las apariencias, acaba siendo más incluyente y justa que en la que vivimos. Una sociedad que valora el esfuerzo, una educación rigurosa, (el camino del conocimiento es arduo, no hay atajos), en la que hay exámenes y selección de los mejores, y una sociedad que consigue que los mejores estén al servicio de todos. Y no soy ingenuo sé los comportamientos y errores recientes de los dirigentes bancarios. Pero América también es Microsoft, IBM, Google, Amazon, la Blackberry, la última medicina, y el último cine y tantas cosas. Este tipo de sociedad, con sus momentos de euforia y depresiones, con sus virtudes y sus carencias, que las tiene, probó ser el menos malo. Esa mezcla de libertad de empresa sostenida en el tiempo, en un sistema de libertad política también sostenido en el tiempo, la propiedad privada no es un derecho sagrado, nada es sagrado en esta vida, todo es convención, pero a lo largo de los siglos probó ser la convención con mejores resultados. En este sistema sólo hay algo sagrado, el respeto por la ley, la mejor herencia que nos ha legado Roma. Y qué frágil es, aún hoy vivimos en España en una democracia sin demócratas. Gracias a Dios que ya no se llevan los regímenes de facto. Más viejo me hago y más respetuoso me vuelvo con las normas, la esencia de la civilización. Si no me gusta voto para que las cambien, pero las cumplo, mientras sean norma. Si las infringes tú, el otro también las acabará infringiendo ¿quién aguantará el viento que entonces se desatará? Prefiero vivir en una tierra de leyes, aunque no me gusten. Yo no creo en el estado de bienestar tal como lo han organizado los europeos y los españoles hemos transcrito en los últimos años. Es esterilizador, está produciendo la rápida desindustrialización de Europa, con la excepción de Alemania. Y aún menos creo en un estado de bienestar que se financia con deuda, no creo en derechos que no podamos pagar. Me temo que nuestras conquistas sociales son más fruto de los fondos europeos que de haber hecho una sociedad más instruida y por tanto más eficiente, capaz de sostener ese estado de bienestar. Yo ya no comparto nada con esta izquierda que sólo habla de derechos y rara vez de deberes, que aún cree en los reyes magos y que los alemanes tienen la obligación de pagarnos nuestra ley de dependencia, en fin que olvida que la riqueza es fruto del esfuerzo. Aún creo en la solidaridad, y que el ser humano consiguió tanto colaborando como compitiendo, si no más, y que la competencia sólo es fructífera dentro de una malla de colaboración e incluso de bondad. Desde el principio de los tiempos, el homo sapiens, un ser mucho más frágil que sus depredadores, sobrevivió y venció en la lucha por la vida porque entendió que la colaboración lo hacía fuerte. No somos hormigas o abejas, los insectos sociales no necesitan jueces y policías, sus genes los condicionan al altruismo. En los humanos el gen egoísta existe pues venimos de los chimpancés no de los bonobos, pero el gen altruista también existe, como bien saben los genetistas. Pero yo no creo en un sistema que permite que alguien se coja un año por depresión, en la mayor parte de los casos fraudulenta, se reincorpore a trabajar por un día, y se coja sus 30 días de vacaciones, que alguien pida un permiso, si no se lo dan, se coja una baja, en un sistema en el que los jueces creen que los obreros van siempre al cielo y los empresarios al infierno, yo no creo en un sistema que acabó produciendo una corrupción pequeña pero generalizada, un montón de pícaros. No creo en la pereza. Porque los españoles no podemos resolver esta crisis devaluando la moneda 3 veces en 7 meses como hicimos en el 92 después de 10 años de gobiernos socialistas, el euro depende de Bruselas, no de Madrid, sólo podremos resolver esta crisis trabajando más, recuperando la productividad que hemos perdido. Y los precios de nuestros activos, nuestros salarios, nuestro nivel de vida es al menos un 15% por encima de lo que realmente es, hasta lo dice Krugman, nada sospechoso de neoliberal. Y en el medio de la crisis más violenta de los últimos 80 años, los salarios han subido en el 2009 y subirán en el 2010, lo que se traducirá inexorablemente en más paro. “Los salarios alemanes son más altos y tienen menos paro” ¿Cómo se puede decir eso? ¡qué falacia! Los salarios dependen de la productividad. Los españoles no tenemos sus empresas. Son el primer exportador mundial, los fabricantes de maquinaria del mundo, aparte de la BMW, Volkswagen, Mercedes y toda la industria química. Y esto no se improvisa, son varias generaciones seguidas de esfuerzo y aciertos. ¿Qué hicimos con Eduardo Barreiros? Suances, incluso López Bravo le pusieron todas las zancadillas que pudieron para no perjudicar a ENASA, o SEAT, empresas públicas. Al final no tuvimos ni una ni otra. Si hubiéramos apoyado a Eduardo, siempre es más eficiente una empresa privada que una pública, que además era de Orense, a lo mejor hoy teníamos una magnifica empresa de motores y camiones. No creo en el estado de bienestar (wellfare), creo en el estado de buen ser (wellbeing). Somos rehenes de valores que nos llevan por un camino dulce a la irrelevancia. Defendamos el esfuerzo, la educación, la inversión en ciencia. EL CONOCIMIENTO. Prefiero una sociedad organizada entorno a la educación y generación de conocimiento que en torno al dolce far niente. Como los griegos en Atenas hace 2.400 años o los americanos hoy día en Standford o Massachussetts. Tenemos unos líderes, que quizás reflejen a la sociedad que los vota, con sueños igualitarios e identitarios, y hemos olvidado lo más bello, CONOCER, pero claro, justo ahí, la naturaleza reparte los dados de una manera caprichosa y desigual, cruelmente desigual, aparecen los Newton, los Einstein, porque las diferencias de altura, belleza, riqueza, son una risa al lado de las diferencias abismales de inteligencia. Hoy en las clases el ritmo se adapta al pelotón de los torpes. Y los mejores se aburren, en los países anglosajones los separan por grupos. Lo importante no es que no haya diferencias, sino que estén al servicio de todos. Nuestra crisis actual no es sólo un efecto de la globalización de los flujos financieros. La globalización no tiene vuelta atrás, la tecnología nos ha aproximado tanto, que aislarnos, como algunos sueñan, es imposible. A parte de errores conceptuales, desregulación de actividades financieras, que no se tendrían que haber desregulado, comportamientos éticos cuestionables, (conozco a los directivos de una sociedad de capital riesgo que compró dos compañías por valor de 3.000 millones de euros una y 1.000 millones de euros, la otra. Y la totalidad de esos 4.000 millones era deuda. ¿Es eso el oficio de banquero? ¿Les movieron a esas actuaciones la desregulación o incentivos perversos? No es explicable. Esa sociedad, obviamente no es capaz de devolver la deuda y los bancos están buscando comprador. Aunque ese activo tóxico ya ha sido comprado por el Banco Central con dinero de los contribuyentes). A parte de errores conceptuales, la globalización financiera falló porque se apoyó en un tipo de economía que se había vuelto insostenible. Si los consumidores norteamericanos dejaban de comprar el mundo colapsaba. Después del atentado del 11S, Bush se esforzó por convencer a los ciudadanos, de que siguieran comprando. Comprar se ha convertido en una virtud y un deber patriótico, aún con tasas de ahorro cercanas a cero o en tasas negativas, es decir endeudados, ¡qué siga la fiesta!. En la economía clásica el consumo era irrelevante. Keynes interpretó la gran depresión de los treinta como el resultado de un consumo insuficiente, de hecho se salió de ella incrementando la demanda pública (carreteras, trenes, obra pública) y privada (subsidios a los desamparados) y luego el gran tirón de la Guerra Mundial. Y posiblemente Keynes tuviera razón, la tecnología había desarrollado tanto la capacidad de producción, que se necesitaba crear consumidores. Y los gobiernos lo hicieron. E intervinieron tanto que se pasaron. Las medidas Keynesianas de estímulo de la demanda dejaron de funcionar por sobreuso y provocaron la gran inflación con estancamiento simultáneo de los 70, que Friedman había previsto que sucedería. Y que coincidió con la explosión de los precios del petróleo. La mayoría de los economistas cayeron del caballo como Pablo en el camino de Damasco. Abandonaron a Keynes y retornaron a la economía clásica; lo que provocó grandes olas privatizadoras, y la reducción de la presencia del estado en la economía. Se recuperó el pulso, es decir, la productividad. Y el consumo que hasta entonces había tenido un matiz colectivo se tornó en un fenómeno insultantemente individual. El egoísmo estaba otra vez de moda, incluso había una colonia “egoiste”. El aire de los tiempos. Friedman era economista, pero no era profesor de ética como Adam Smith. Y siguió la fiesta, hasta reventar. Que reventó. Los humanos pervertimos cualquier idea. Pervertimos a Keynes y pervertimos a Friedman. Al abrigo de cualquier idea se pegan con rapidez parásitos que acaban deslegitimándola, aunque hay ideas que pierden legitimidad con más facilidad que otras. ¿Cómo será el futuro? Las cosas no van a volver a ser como eran. Este tipo de consumo no es sostenible. Los estudios empíricos sobre la felicidad han revelado que la satisfacción generada al comprar objetos apenas dura y tienes que seguir comprando compulsivamente, algo que los lectores de los clásicos ya sabíamos. Y no es sostenible porque somos muchos, 7.000 millones. Un mundo con un coche cada uno es imposible, esta carrera se acabó, es el fin de la era del individualismo. Hay que organizar nuestra vida de otra manera. Debajo de esta crisis financiera hay una falla sísmica, no es sólo de endeudamiento excesivo, ni de créditos fallidos, que también, es la imposibilidad de continuar nuestra vida como hasta ahora. Tenemos que consumir menos proteína animal. (Para criar grandes rebaños de ovejas o vacas hay que deforestar y los árboles con su función clorofílica transforman el CO2 en celulosa, y emiten oxígeno). Hay que peatonalizar ciudades, organizar transporte en común, ese frenesí que embarga a nuestros jóvenes de tragar kilómetros de asfalto para ir a comer a Cambados, luego a una discoteca a Santiago, y acabar la noche desayunando churros en aquel bar tan guay de Coruña, enfrente de Riazor, eso se acabó. ¿Qué aporta en calidad de vida una Coca Cola, sobre una limonada a la manera de antes, un limón exprimido con agua y azúcar? Hay que persuadir a los chicos de que hay que volver a coger los libros y la raqueta de tenis, que es más sostenible. Que ya está bien de movida. Que hay que estudiar. Y que ser malo es una vulgaridad, que la ética no es una antigualla, que es el mejor instrumento de que se ha dotado el ser humano para sobrevivir, que vivimos irremediablemente con los otros, no sólo con los hombres, sino con los animales y la naturaleza (la biosfera) que nos acompañan en este viaje en el espacio- tiempo. Somos un eslabón más en la historia de la vida, porque estamos hechos lo mismo que ellos de hidrógeno, oxígeno, carbono, nitrógeno, calcio y fósforo, generados en los núcleos de las supernovas. Somos como ellos polvo de estrellas. Llevamos 65 años de paz en Europa. No hemos vivido el Holocausto, ni el Gulag, y los osarios de Pol Pot, y la revolución cultural de Mao han sido en Asia. Es posible que no haya habido un periodo tan largo de paz ni tan positivo. En 2009 no ha sucedido la catástrofe y no creo que suceda, pero eso no me impide pensar que no haya que hacer ajustes y serios porque la catástofre pudo haber sucedido. Para lograr una sociedad vibrante y para salvar lo que hay que salvar, una educación para todos y una sanidad para todos, no forzosamente organizada como lo hemos hecho en Europa. Yo no haría funcionarios a los profesores ni a los médicos. Lo último que se me pasa por la cabeza es recordar la revolución que tanto amamos de jóvenes y que tan inútiles son. Sueño y pesadilla son caras de una misma moneda. La revolución es la constatación de un fracaso, el no detectar a tiempo los cambios que hay que ir haciendo. Una sociedad firme pero elástica, que funcione bien es inmune a revoluciones, como la Inglaterra del XIX, aunque esté rodeada de revoluciones. Pero para que no haya sobresaltos el comportamiento ético de los líderes políticos y empresariales debe ser intachable. La legitimidad de un sistema se gana cada día. No hay que olvidar que vivimos en una sociedad moldeada por el cristianismo, que es la más igualitaria de las religiones, y más hoy que vivimos en un escaparate. Las élites tienen que renovar cada día el contrato social. Nada se da por concedido. Por eso no es aceptable ese pacto no sé si implícito o explícito entre los partidos que alcanzan el poder. No se ponen de acuerdo en nada excepto en convertir los ayuntamientos en cuevas de Alibabá y los cuarenta ladrones. No creo en pactos entre ellos para combatir la corrupción, ni códigos de ética internos, maniobras de diversión. No somos ángeles, sólo creo en la división de poderes y que las instituciones vigilen, jueces, policías, prensa, sobre todo a los alcaldes y concejales de urbanismo, con nombres y apellidos, me preocuparía menos por los de tráfico o cultura. Y creo que hay que diferenciar entre corruptores, políticos, y corrompidos, empresarios del sector, que aunque son expertos en moverse en el cenagal, quiero creer que preferirían cambiarlo por una laguna de aguas claras, un entorno previsible, aunque quizás algunos ya no se adaptaran, están tan habituados que habrán perdido la visión diurna. Los jueces pueden cambiar esta situación. El Tribunal Supremo en la última sentencia sobre el caso Andratx fue contundente, y ha dado un toque de atención, quizás tarde, pero nunca es tarde, la historia, cualesquiera los disparates, se escribe cada día. Y yendo más lejos ¿Por qué tolerar esos reinos de Taifas en que se han convertido las alcaldías? ¿o es que les interesa, por las razones que todos conocemos, mantener esos reinos de Taifas? ¿Por qué no se vuelve a centralizar el poder urbanístico? Cuánto más cerca peor, otra evidencia empírica. No todo lo descentralizado funciona. E visto desde “A desfeita” que temos en Galicia, unha evidencia aterradora. Le agradezco desde aquí a La Voz de Galicia la batalla sin descanso que libra contra el feísmo y el desorden de la construcción desde hace muchos años en uno de los paisajes más bellos del mundo, la Galicia en la que nacimos y que entonces sí era bella. ¿Queremos pensar, inventar, queremos coger la vida en nuestras manos? Conlleva más estudio, más esfuerzo, quizás menos comodidad personal ¿o queremos vivir la vida que otros piensen por nosotros, que otros inventen por nosotros? Esa es la pregunta que tenemos que contestar. Este estado asistencial gestionado por tantos funcionarios, ya veremos hasta cuándo lo soporta la sociedad, porque ya no sé si es la pereza o la solidaridad el motor de este artilugio. El estado renacentista, a pesar de su inflación de cortesanos, aguantó todo el XVI, por la tremenda expansión mercantil que produjeron los descubrimientos pero la depresión de 1620 se lo llevó por delante. España fue el único país que no reimplantó la lógica económica de las ciudades estado de la última edad media, los países bajos fueron el primer país que se desembarazó de la fastuosa corte borgoñona, Inglaterra con la revolución de los puritanos no quedó del ancien regime ni el recuerdo, Francia no tumbó su corte porque Richelieu y Colbert la reformaron a tiempo, la tumbó más tarde en 1789. En España ni Felipe III, ni Felipe IV, prestaron oídos a los arbitristas. El peso muerto de aristócratas, escribanos, comisarios, alguaciles ahogó a comerciantes e industriales, el comercio acabó pasando a manos extrajeras, los mendigos por todos lados eran el reflejo del fracaso. Fue un siglo después que los arbitristas , inspirados ahora en el ejemplo ya evidente de Francia e Inglaterra, ya con una nueva dinastía, los borbones, consiguieron empezar a reformar España, sobre todo Carlos III. Hoy no son los monjes, ni los aristócratas el peso muerto, pero sigue siendo la Corte, la inflación de funcionarios, un estado asistencial asfixiante, los parados como antes los mendigos son el reflejo del fracaso. Yo les recordaría a los gobernantes actuales la frase de Sir Francis Bacon, creo que a Jacobo I, “La corte, majestad, el estado de bienestar, su raíz carece de veneno, pero sus hojas son ponzoñosas y urticantes dondequiera que se las toque”.Aunque estoy convencido de que es inútil, estos son tan sordos como Felipe III o Felipe IV. No necesitaremos tampoco un cambio de dinastía, simplemente unas elecciones, y un nuevo gobierno.