El hundimiento del “Samurai de Hierro”. El naufragio del Yamato en

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El hundimiento del “Samurai de Hierro”.
El naufragio del Yamato en su
aniversario
Publicado por Javier Noriega el abr 8, 2015
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El Yamato, símbolo de poder naval que proporciona a nuestros oficiales y
marineros por igual, un profundo sentido de confianza en su armada». Shigeru
Fukudome, jefe de la Sección de Operaciones del Estado Mayor de la Armada Imperial
Japonesa.
Columna de humo de la explosión del Yamato a las 14.27 del 7 de Abril de 1945
Tal día como ayer, en la madrugada del 7 de abril de 1945, hace justo 70 años, la
tripulación del Yamato ya se encontraba en sus puestos de combate completamente
listos para enfrentarse al mayor temor que tenían comprobado hundían sus barcos; el de
los bombarderos en picado y los torpederos navales americanos. A las 14.23,
precisamente en estos mismos instantes en el que publicamos este post, el acorazado
Yamato desaparecía sumergiéndose entre las aguas. Dejaba de ser una de las más
poderosas naves de guerra de todo el Pacífico, para convertirse en pecio. En estos
mismos instantes, pasado el mediodía y hace 70 años atrás, aquel inmenso acorazado se
arrastraba hasta el fondo marino para quedar depositado en el lecho marino para
siempre jamás. La historia de su hundimiento, si no la conocen, es toda una epopeya.
Increíble su resistencia. Su caída. Esta es su historia.
El Yamato, ya herido de muerte, obsérvese que se hunde por la popa en su última estela
La primera aeronave aliada contactó con la Fuerza Especial de Ataque de Superficie a
las 08:23 y poco después llegaron dos hidroaviones para comprobar la señal. El pájaro
había encontrado al dragón. Bingo. Sobre las 12:30, 280 aviones bombarderos y
torpederos llegaban furiosos sobre la formación japonesa, en donde el Yamato actúa
como columna vertebral de defensa. Una imagen de película. El primer avión se
precipitó a atacarlo a las 12:37. A las 12:45 haría impacto un único torpedo en la parte
delantera a babor del Yamato, conmocionando a todo el navío. El ataque finalizó a las
12:47, dejando al acorazado con una terrible escora de 5-6° a babor que quedó en sólo
1° gracias a la contra inundación y que sería el principio del fin. Una de las salas de
calderas seria deshabilitada, reduciendo ligeramente la velocidad del acorazado, y el
fuego terrible de metralla sobre la cubierta había incapacitado a muchos operadores de
los cañones antiaéreos de 25 mm, los principales valedores y defensores eficaces en ese
momento del buque. Sin ellos, la nave comenzaría su lenta agonía, el paraguas que la
protegía de aquellos pajáros de acero que arrojaban bombas y torpedos estaba
menguando. El segundo ataque dio comienzo justo antes de las 13:00 y sería el definito.
Foto aérea del Yamato en la batalla naval del golfod e Leyte. Se puede apreciar uno de
los impactos en la cubierta de una de las bombas de las aeronaves norteamericanas
Otra de las fotos de detalle del momento de la explosión y columna de humo que hirió
mortalmente al Yamato
En una ofensiva coordinada, bombarderos en picado sobrevolaron la zona a gran altura
para comenzar sus pasadas, mientras los torpederos se aproximaban por todas
direcciones justo al nivel del mar, era la forma de zafar y cazar a aquel monstruo marino
con eficacia certera. Atacado por todos los lados, y con la sala del timón ya bajo el agua,
el barco perdió toda maniobrabilidad y quedó desahuciado para siempre con un
desesperante y eterno giro a estribor, cuestión por otro lado que también que tubo que
sufrir el Mushashi, su gemelo, en el momento de su hundimiento un año atrás. Es
curioso. El golpe de gracia del destino de las dos moles de acero, los dos buques
insignias más famosos de toda la Segunda Guerra Mundial, tanto el Bismarck, como el
Yamato, quedaban abandonados a su suerte y naufragarían para siempre, por la
ingobernabilidad del buque en el momento de la incapacitación de gobierno y
maniobralidad. Una “danza de la muerte”, esa circular, y en este caso a babor, que
metafóricamente podemos ver como sus últimos momentos en la superficie marina.
Minutos antes de entrar para siempre el el Reino de Tanathos y de Poseidón. Un mundo
frío y oscuro bajo el azul del mar.
Fotografía áerea de los últimos momentos del Yamato, en maniobra evasiva
A las 14:02 se dio la tardía orden de abandonar el barco. Los incendios ardían sin
control en varias secciones del navío y las alarmas de incendios comenzaron a sonar en
el puente advirtiendo de las temperaturas críticas en los almacenes de municiones de las
torretas llegaban a temperaturas insoportables. Los testimonios que han legado algunos
de los pocos marinos supervivientes son esclarecedores. Almacenes que estaban hasta
los topes de munición, ya que en aquellos días aciagos de los últimos meses de guerra,
aquella operación a mar abierto seria la ultima que realizaría, porque su destino era
convertirse en baterias flotantes estáticas. Pasase lo que pasase, la nave debía ser
fondeada en un arrecife cercano, para servir de defensa fija. No solo los Kamikazes y su
viento divino habitaban en las cabinas de los aviones. Uno de los mayores y más
modernos acorazados de la historia terminaría como le ocurrió al viejo Neva ruso, en la
defensa de Leningrado en el frente soviético. Pero no quiso guardarle este destino de
can cerbero. En su lenta agonía, hacia las 14:20 se extinguió la energía eléctrica y sus
baterías de 25 mm comenzaron a caer al mar. Tres minutos después el Yamato volcó.
Sus torretas principales de 460 mm se desprendieron de las barbetas, y el volteo del
acorazado creó una fuerza de succión que atraía a los tripulantes que intentaban nadar
lejos de él. Cuando el giro alcanzó aproximadamente los 120° uno de los dos almacenes
de proa detonó en una tremenda explosión. La nube negra con forma de hongo
resultante, que llegó a alcanzar los 6 km de altura, se pudo ver en Kyusu, a 160 km de
distancia. Ayer nos lo recordaba detalladamente en Twitter el gran e inteligente
historiador naval Phil Weir.
El Yamato en reparacion del dique seco en la base naval de Kura
Impresionante detalle de la replics del Yamato en el puerto y astilleros de Kure. Véase
la importante cantidad de piezas de defensa antiaérea. A pesar de esto no fue posible
evitar su derrota.
Impresionaba 70 años después ver en nuestras pantallas de los smartphones que nos
acompañan cada día, aquellas fotografías en blanco y negro de tiempos tan lejanos, a la
vez tan cercanos. Era el fin de un símbolo para la cultura militar japonesa. La de uno de
sus principales esfuerzos por dominar los mares en plena época contemporánea. En una
en la que chocó frontalmente con el sentido pragmático y profesional de la
superpotencia que posiblemente a partir de la victoria en esa guerra, alcanzaría el el
liderazgo mundial hasta la fecha.
Diorama e nos explica la situación exacta del naufragio del Yamato en el lecho marino
en la actualidad
A las 12.23 aproximadamente el Yamato se hundió rápidamente llevándose consigo
la vida de unos 2055 hombres de una tripulación de 2332, incluido el vicealmirante
Ito, comandante de la flota que moría con su barco, como mandan los antiguos canones
en las marinas de guerra. Precisamente a esa misma hora, y de forma simbólica, 70 años
después, publicamos en espejo de navegantes esta historia para servir de recordatorio de
la historia. Dicen que recordar es vivir dos veces, en el post de hoy analizaremos su
hundimiento, su símbolo y especialmente lo que hacemos en espejo. Su naufragio y
condición de yacimiento arqueológico submarino. En este caso, y en atención de los
héroes que murieron en heroico acto de valor. También como tumba de guerra.
Recuerdo nostálgico del “Samurai de hierro”
Es curioso, en el 2005, el director de cine Toei estrenó la película Yamato, de 143
minutos de duración y basada en un libro de Jun Henmi, para conmemorar el 60.º
aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Desconozco si seria el mismo día
y a la misma de su hundimiento, como nos permitimos hoy hacer en espejo de
navegantes, pero lo que si sabemos, es que la película fue todo un éxito de taquilla y
sobre todo de crítica. La película, a los que gusten del cine bélico, no tiene desperdicio y
magníficamente asesorados desde un punto de vista histórico, recrea los últimos
momentos de este símbolo de la industria militar japonés. Y lo hace de una manera muy
cercana, y sobre todo, gracias a los impresionantes efectos especiales, de una manera
muy real.
Japón se apunta y en este sentido recordamos el recién post de Jesus Calero, aquí en
espejo de navegantes, sobre cine y memoria naval. Poderoso y evocador recuerdo que
sirve para hacer películas sobre capitanes de mar y de guerra, almirantes holandeses, y
en este caso marinos de la armada Imperial japonesa. Y el cine japonés lo hace
magistralmente sobre uno de sus más recientes e imponentes hechos históricos y
navales, que no necesariamente tiene que apuntalarse en siglos de antigüedad. La
valentía parece que no tiene edad ni fronteras. Y el homenaje que Toei realiza al
Yamato queda registrado en esa memoria visual tan importante que es el cine, además
de servir para sensibilizar y dar a conocer al ciudadano su historia. Incluso la conocida
marca de modélismo japonés, Tamiya, lanzó una edición especial de modelos a escala
del acorazado en conjunción con el estreno de la película Basada en el libro Yamato de
Jun Hemi, el filme es una historia sobre los marinos a bordo y los conceptos del honor y
el deber. El largometraje fue exhibido en más de 290 salas de cine de Japón, recaudando
en poco tiempo más de seis milones de yenes.
Un símbolo, Un concepto anticuado para una guerra moderna
Japón se preparaba, como su bandera, a forjar un nuevo amanecer en la geopolítica
mundial y en esto de la hegemonía de los mares, sus principales centinelas y
estandartes, así como esfuerzos, se concentrarían en sus acorazados. El Yamato, su
principal exponente junto a su hermano gemelo. El Mushashi. Con estas dos moles
acorazadas, el país del sol naciente hacia un gran esfuerzo para asegurarse de que su
construcción se realizase bajo total secreto y así prevenir que la inteligencia
estadounidense supieran de su existencia y especificaciones. Y esto se debía a una
cuestión muy sencilla. Su estrategia se basaba en el poderío de los cañones que
portarían sus dos acorazados. La artillería más potente de toda la Segunda Guerra
Mundial. Y es curioso, llegaban tarde y no lo sabían. El concepto de disponer como eje
vital de su estrategia a llegar mas lejos y más potente en su golpe de cañón, llevaría
parejo un esfuerzo de diseño y construcción sin parangón, que si tenemos en cuenta los
resultados, no tendría efecto. Las doctrinas navales comenzarían la guerra ancladas aún
con el lejano retumbar de los cañones de las míticas batallas navales de Jutlandia y
Port Arthur. Con esas enseñanzas navales, se enseñaría en las academias militares
Navales a los futuros oficiales de la Armada imperial. Y junto a esas enseñanzas, que
resultarían estáticas en un mundo de cambios (y en donde la fuerza aeronaval se alzaría
como verdadero vector determinante en la guerra del Pacífico), junto a las doctrinas
teóricas, iba paralelo a la construcción de sus armas definitivas. Como parte del secreto,
los japoneses se referían a su armamento como cañones de 406 mm, y no fue hasta el fin
de la guerra cuando se supo el verdadero desplazamiento y calibre de las armas de esta
clase de acorazados, de la que el Yamato fue el líder. Algunos aún se preguntan como
los japoneses no repitieron las tácticas de acoso al comercio, que Dönitz hizo célebre
con sus lobos grises, pero que en el caso de los acorazados, como el Graf Spee, llegaban
hasta las postrimerías del Sur de América. Desde luego en el pacífico no había
poortaviones suficientes para controlar la inmesidad de unocéano que era mucho mayor
que el Atlántico. En suma, y sin poder volver atrás a la historia, la ceremonia de la
botadura del Yamato, fue más austera de lo habitual, porque los japoneses continuaban
ocultando las características de su acorazado. En silencio, y saliendo de su puerto y base
matriz en silencio, aquella maquina de guerra comenzaba a realizar sus primeras
travesías de adiestramiento y verificación. Y lo hacia a toda prisa. La guerra imponía su
salida meses antes de lo previsto.
Preciosa fotografía de maniobra evasiva del Mushashi.
Los dos acorazados gemelos en maniobras. El Mushashi se diferenciaba respecto al
Yamato en una sola cuestión. Mayor capacidad de baterias antiaéreas
Una semana después de Pearl Harbour…
Todo tiene un porque.. La inteligencia y sus ingenieros partían de una base bien clara,
reconocer que Japón no podría competir con la producción de los astilleros de los
Estados Unidos una vez estallara la guerra, por lo que diseñaron a los buques de la clase
Yamato para ser capaces de enfrentar numerosos tipos de buques enemigos al mismo
tiempo. Los acorazados desplazaron cada uno 70 000 toneladas y se esperaba que su
enorme potencia de fuego compensara la mayor capacidad de producción naval
estadounidense. Se demostraría que no fue así. Incluso la metáfora del enjambre de
aviones navales americanos, fruto de las cadenas de montaje norteamericanas, serían su
verso final. Pero eso sería unos años después en nuestra historia. En aquellos momentos
de preparación y temerosos de que los Estados Unidos supieran de las especificaciones
del acorazado, los japoneses cubrieron con un pabellón una parte de la grada para
ocultarlo. La batería principal del Yamato consistió en nueve cañones de 460 mm, el
mayor calibre de artillería naval jamás montado en un buque de guerra. Nombrado
en honor de la antigua provincia japonesa de Yamato, el barco fue puesto en grada el 4
de noviembre de 1937 y entregado formalmente una semana después del ataque japonés
a Pearl Harbor 1941. El principal rival marítimo de America en el Pacifico al poco
tiempo seria bautizado por las tripulaciones de los cruceros y destructores estacionados
en el Pacífico Sur como «Hotel Yamato». La historia de este particular hotel seria
curiosa.
Planimetria naval de los ingenieros de la Armada Imoerial Japonesa. En el caso del
Yamato su construcción fue una operación titánica del Imperio. En su clase se
depositaban las esperanzas de futuro
La historia “hotel Yamato”. El acorazado testigo del ocaso
A lo largo de 1942 actuó como buque insignia de la Flota combinada japonesa, y en
junio de 1942 el almirante Yamamoto tuvo el honor de dirigir desde su puente la
desastrosa batalla de Midway. Es curioso porque el Yamato seria testigo, como no lo
pudo ser en Pearl Harbour de la victoria, del inicio del fin, del primer paso para la
pérdida de la hegemonía Imperial sobre el Pacífico. La desastrosa derrota para la fuerza
de portaaviones de Japón, con cuatro portaaviones hundidos y 332 aviones
destruidos, inclinaría estratégicamente y para siempre la balanza de la estrategia
en la guerra entre Estados Unidos y el imperio del sol naciente. Y curiosamente en
esta batalla. Los acorazados no pudieron hacer sencillamente nada. A un buen
observador que podría abstraerse del momento, con el tiempo se vería más fácil, darse
cuenta que los verdaderos protagonistas, como decíamos antes eran las impresionantes
operaciones aeronavales y la inteligencia de los estrategas de dichas operaciones. La
batalla de la mar, se ganaba por el aire. Y es precisamente por esto. Por la terrible
derrota que vino del aire, lo que condicionaría la nueva configuración del acorazado.
También la muerte del mito del Bismarck en Europa, con su toque mortal por los
torpedos de los Swordfish del Ark Royal Británico sobre el buque insignia alemán, lo
que incidiría, junto con el desarrollo de la guerra, de incluir mejoras en el blindaje de
sus torretas antiaéreas (comenzaría con un número de 25 para terminar con un total que
sumaba los dos centenares) y en los controles del timón. Posteriormente y casi de forma
anecdótica, gracias a su gran capacidad de almacenamiento y su grueso blindaje de
protección, el Yamato y el Musashi fueron empleados como barcos de transporte. Les
ocurría, en este tablero de ajedrez que suponía los mares, como a la partida del
almirante Lutjens en el teatro bélico Europeo. Eran tan poderosos, pero a la vez tan
frágiles aquellos acorazados, que había que moverlos con suma prudencia. Y con esta
prudencia nunca se ganan guerras, y digo esto, porque en el caso del Yamato, tras el
impresionante esfuerzo que supuso su construcción, apenas, como veremos entraría en
combate, principalmente ante el miedo a perderse.
Fotomosaico de la victoria estratégica norteamericana por excelencia; Midway. Sus
repercusiones fueron el salto adelante del ejército estadounidense
Fruto de su fragilidad, el ejemplo de un encuentro de combate. En esta ocasión con el
submarino norteamericano Skate, que disparó una salva de cuatro torpedos al Yamato y
uno le hizo impacto a estribor cerca de la popa. La consecuencia, la apertura un agujero
de 25 metros de ancho en su casco, destrozando la unión entre los cinturones acorazados
superior e inferior. Increíblemente, y es una de las cosas que mas impresiona en
comparación con los teatros europeos navales, la reparación del Yamato fue rapidísima.
Hacia falta que entrase urgentemente en acción y los ingenieros japoneses conseguirían
sacarlo del dique seco en tiempo récord. Y tras esto, rápidamente para la batalla del
mar de Filipnas, donde el Yamato, de nuevo, no participaría en la misma. La única
ocasión en que disparó sus armas principales a objetivos de superficie enemigos fue en
octubre de 1944, cuando lo enviaron a atacar a las fuerzas estadounidenses que
invadieron las islas Filipnas durante la batalla de la impresionante batalla del Golfo de
Leyte. Que junto con Truk y Scapa Flow, sea posiblemente uno de los mayores
cementerios marinos del mundo de las flotas de guerra noretamericana y japonesa.
Imagen de la batalla de Midway. La gran victoria norteamericana que serviría como
punto de inflexión en el Pacífico.
Al final de la guerra y en un desesperado intento para frenar el avance aliado, el Yamato
fue enviado a la isla de Okinawa con la misión de intentar protegerla de la invasión
y combatir hasta el final. Por esas alturas de la guerra ya se habían convertido en
experimentados y veteranos combatientes, sorprendiendo incluso algunos detalles en
donde se ve el desarrollo de la guerra. De manera taxativa se prohíbe y se eliminan casi
todos los elementos inflamables del acorazado, incluyendo linóleo, ropa de cama y
colchones. Las pinturas inflamables recibieron una nueva capa de silicona, y se
instalaron bombas portátiles y aparatos de lucha contra incendios adicionales. Los
incendios, debido a las bombas de penetracion e incendiarias hacían estragos en las
cubiertas en los momentos en los que la alcanzaban. Y es curioso, como siempre en
pequeños detalles, que en un principio se pasan por alto, determinantes para la victoria.
Si la inteligencia británica, con la invención y el desarrollo del soñar y el radar, fue
capaz de resolver el principal problema que tenían los aliados cuando los u-boote, con
sus hundimientos asolaban los mares y la economía Inglesa, la ingeniería japonesa no
supo actuar sobre algo premonitorio y básico. Lo que hoy en día se llaman “eyes”. La
capacidad de ver, para adelantarse, proyectar y desarrollar una estrategia en un teatro
bélico como es la mar. Pues bien, la mala calidad de los radares navales japoneses
durante la Segunda Guerra Mundial provocó que sólo pudieran detectar grandes
formaciones de aeronaves. Los pequeños grupos eran normalmente detectados cuando
se encontraban a la vista, y esto fue uno, de muchos, de los jaques a los que se vería
sometido la armada imperial.
La ultima operación del Yamato. El canto del cisne
No había más remedio que recurrir al subterfugio y al engaño para acercar a los
acorazados, con sus supuesto fuego certero a corta distancia, del paraguas aéreo
norteamericano. Y así, que con los tiznes procedentes del carbón de sus chimeneas,
como si se tratase de una pintura de guerra, tuvieron que preparar al Yamato, para lo
que sería su última operación en el mundo de los vivos. Tras pintarlo de negro, navegar
por la noche por el estrecho de San Bernardino y realizar una operación de engaño, el
Yamato por fin pudo. Mostrar toda su potencia de fuego, por primera y ultima vez, en la
emboscada que realiza a uno de los numerosos grupos de fuerzas norteamericanos. El
Yamato y su escolta, compuesta por el crucero Yahagi y ocho destructores, deberían
navegar a isla de Okinawa y, en concierto con unidades kamikaze y del ejército allí
basadas, atacar a las fuerzas de los aliados desplegadas en y alrededor de Okinawa. Tras
esto. En preparación para esta misión, el Yamato había embarcado toda la munición que
era posible el 29 de marzo. Era el ultimo canto del cisne. Y así se acercaron los últimos
minutos de su existencia, bombas, metralla y fuego con los que comenzaba este post y
que tan bien ilustra esa fotografía en la que se ve como la nave va sumergiendose en su
estela funeraria, poco a poco por la popa.
Descubrimiento del pecio. La exploración y la cuestión de los 100 años de
antigüedad
La cuestión sobre los centenares de naufragios ocurridos a lo largo y lo ancho de los
mares y los océanos en la contienda de la Segunda Guerra Mundial es apasionante. La
controversia sobre su naturaleza jurídica e histórica, entre conceptos de buque de estado,
tumba de guerra, yacimientos arqueológicos y sobre todo, naciones perdedoras de una
guerra a la cual miran de soslayo sus estados, por no querer cargar sobre sus espaldas
determinados hechos que aun hacen mella en su memoria colectiva, es todo un debate.
Con todo esto, y con una legislación de la UNESCO específica sobre patrimonio
cultural subacuática, de total actualidad en estos momentos con el problema de los
Cazatesoros que obtienen licencia y permiso de actuación para exploiar el galeón
español San José en Panamá, país firmante de la Convencionde UNESCO. Precisamente
es en esta convención, donde se establece un punto de partida curioso para algunos
arqueólogos e historiadores. La del límite de cien años para considerarlo como
arqueología. 100 años que sirven de frontera para determinar y definir en un campo, en
el que se escapan otros interesantes factores, que en ocasiones si tienen en cuenta otras
legislaciones maduras y sensibles con este patrimonio arqueológico sumergido que tan
importante va a ser para los Estados en los años venideros, y que se basa en una sencilla
premisa. Si tiene importancia histórica. Tiene importancia arqueológica y patrimonial.
Y sin lugar a dudas estas naves de la Segunda Guerra Mundial, con el paso del tiempo,
si no ya, tienen una singular importancia a la hora de proteger su legado de la mano de
cazadores de souvenirs en estas naves históricas.
Impresionante fotografía submarina en donde se aprecia el símbolo de la Armada
Imperial Japonesa grabado en la chapa de la estructura del acorazado de la clase
Yamato.
El hecho de su importancia histórica, el mero hecho de que tenga una relevante y
singular importancia histórica, ya establece y se considera a efectos oportunos que es
patrimonio arqueológico. Es decir patrimonio sensible a su mimo, protección,
investigación, cuidado y puesta en valor. Acaso ¿no sería patrimonio arqueológico el
mítico Bismarck, el legendario Ark Royal, el acorazado España, BAleares o el caso de
hoy, el Yamato?. Esta cuestión, apasionante en sí, daría lugar a un intenso debate, sobre
el cual ya empieza a existir literatura jurídica e historia. No así, apenas intervenciones
arqueológicas como tales. Paradójico especialmente cuando las salas de cines se llenan
de gentes para escuchar sus historias. Paradójico, cuando en ocasiones su falta de
localización por un lado, y por tanto falta de conocimiento sobre su existencia, hacen
desconocer su paradero y sobre todo estado actual de grado de conservación, peligro
antrópico e incluso expolio sobre el mismo. Tampoco podemos olvidar, y lo traigo a
colación una vez mas, el status de tumba de guerra. Como arqueólogo tengo claro su
adscripción como yacimiento arqueológico, por lo tanto susceptible de la máxima
protección jurídica como bien patrimonial, como historiador tengo bien claro el
concepto de tumba de guerra. Sensibilidad obliga, carga histórica y en este caso, miles
de almas atrapadas entre el amasijo de ese hierro que aún permanece en el fondo de la
historia.
Localizando al Yamato
Hasta hace poco, la siempre importantísima investigación documental y archivistica se
antoja como fundamental en el estudiod e los naufragios históricos. El uso específico, y
más tratándose de estas naves provistas de estas dimensiones, les hacen muy fáciles
objetivos de la tecnología más reciente en exploración submarina. Dada la profundidad
en la que se encuentra el Yamato, los equipos de teledetcción, magnetometros de última
generación, así como los soñar es multibeam, hacen modestamente fácil su localización.
Museo del Yamato en Kura, Japón. Donde se explica su hundimiento, el lugar del
mismo h especificaciones acerca del acorazado
A pesar de las confusas circunstancias que siempre rodean a los hundimientos en
momentos de guerra (por otro lado cuando se tratan de pecios singulares, como este del
Yamato, con tantísimos testimonios valiosos de sus supervivientes), diversos pecios de
buques navales japoneses han sido descubiertos e identificados, con el debido equipo de
investigación en torno a estos naufragios. Basándose en los registros estadounidenses de
la guerra, una expedición al mar de China Meridional, en 1982 produjo algunos
resultados, pero los restos que descubrió no fueron claramente identificados. Una
segunda expedición volvió al lugar dos años después, y los registros de foto y vídeo del
equipo fueron más tarde confirmados por uno de los diseñadores del acorazado, Shigeru
Makino. El estudio de su silueta, decenios después de su hundimiento lo dejaban bien
claro. Aquel era el lugar donde reposa el Yamato. El pecio se encuentra a 290 km al
sureste de Kyūshū, a 340 m de profundidad y en dos partes principales: una sección de
proa que comprende los dos tercios delanteros del buque y una sección separada de
popa volteada sobre sí misma. Coinciden con los últimos momentos de su existencia,
con las últimos recuerdos de como se encontraba aquel mito antes de su hundimiento.
“En mis ratos libres exploro acorazados de la Segunda Guerra Mundial”. Paul
Allen, cofundador de Microsoft
Y así, entre el famoso director de cine estadounidense James Camerón, que se sumerge
al Bismarck para poder grabarlo con total detenimiento, que es por otro lado el motivo
por el que haga películas como Avatar, películas que hacen taquilla para poder sufragar
su verdadera pasión. La océanografía. Y como este, otro diletante, que en su versión
amante de la historia y lo acaecido durante la II guerra mundial, se puede permitir lo
que el 95% de los Estados de la tierra ni pueden, ni saben hacer. Localizar pecios en
profundidad. “Descanse en paz la tripulación del Musashi, se perdieron 1.023 vidas”,
escribió Allen en Twitter. Con empeño e interés se dedició a buscar el gemelo del
Yamato, el consabido Mushashi. Y lo localizó. El descubrimiento se produjo tras una
búsqueda de ocho años, apoyada a nivel documental por cuatro países, para concluir
con; “Es un honor formar parte del descubrimiento de un barco clave en la historia
naval y honrar la memoria de los hombres que con increíble valentía sirvieron a bordo”.
Quedaba dicho. Y al final a muchos le queda la pregunta si trabajó sobre un yacimiento
arqueológcio subacuático o sobre un buque de estado, o simplemente sobre una reliquia
militar. El caso es que con su localización, realizó un sentido homenaje a la historia. Y a
la valentía de los que sirvieron a bordo, que como hemos podido ver, su hundimiento
fue toda una gesta.
Su papel en la historia. Películas, monolitos y museos. El valor de ese símbolo
sumergido
Impresionante maqueta del Yamato, pieza central de una de las salas del Museo que le
da nombre. Véase a escala los visitantes que se pueden sentar cómodamente a su
alrededor
Décadas después de la guerra, y con la importancia histórica y simbólica que hemos
podido comprobar en este post, el Yamato fue inmortalizado de varias maneras por los
japoneses. Y era de Justicia. Históricamente, la palabra «Yamato» fue usada como un
nombre poético para el Japón, por lo que el nombre se convirtió en una metáfora para el
final del imperio japonés. Como hemos visto, el inicio y el final de uno periodo lo
marca este naufragio que posa sobre el lecho marino. En abril de 1968 se erigió un
monumento en forma de torre en el cabo Inutabu, en la prefectura de Kagoshima, para
recordar las vidas perdidas en la Operación Ten-Gō, y en buena medida, en una
sociedad japonesa que gusta preservar sus tradiciones y sobre todo, honrar su
memoria, permitir recordar a sus familiares y marinos muertos en aquella batalla.
Junto a las ceremonias que acompañan al recuerdo, Japón también ha sido sensible a
materializar su puesta en valor, en lo que siempre las culturas se aposentan su discurso
narrativo e histórico. Sus museos. Y así, junto a las películas, monolitos e incluso
libros, los estudios de los historiadores, muy destacables los de Garzke y Dulin sobre
la materia., En 2005, se abrió el Museo Yamato, cerca del antiguo emplazamiento de
los Astilleros Navales de Kure que le vieron nacer. No podía existir mejor lugar. Tantas
idas y venidas a lo largo de su vida a lo que se consideraba su casa, su astillero, ahora su
museo. Un atractivo, un reclamo mas para el turista, el curioso y el investigador que
quiera conocer su historia, muestra de su extraordinaria importancia en la cultura del
país del sol naciente. Un momento para la reflexión del pasado, de aquellas moles de
acero , de aquella terrible Segunda Guerra Mundial.
Memorial y ceremonia de la Marina de los Estados Unidos, en conmemoración de uno
de los hundimientos norteamericanos en el Pacífico. Historia, memoria y recuerdo, una
simbiosis en las marinas de guerra de los países desarrollados.
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Copiado de Espejo de Navegantes, blog de Arqueología naval.
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