Las Colonias Industriales del Llobregat

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O P I N I Ó N
LAS COLONIAS INDUSTRIALES DEL LLOBREGAT
Las Colonias
Industriales
del
Llobregat:
DE LA FÁBRICA TEXTIL AL PARQUE FLUVIAL
Las últimas décadas del siglo XIX fueron protagonistas del desarrollo organizativo de
la actividad industrial, especialmente en Cataluña: las Colonias Industriales, sobre
todo las textiles, situadas la mayoría a lo largo de los cursos fluviales, se convirtieron
en un motor industrial de primerísimo orden. El río Llobregat, en su curso medio,
ha visto nacer, desarrollarse y morir decenas de colonias, algunas de las cuales
están iniciando un proceso de rehabilitación integral, dentro del Proyecto del Parque
Fluvial Navás-Berga. En este artículo se efectuará un recorrido por el esplendoroso
pasado colonial, (que culminó en el hundimiento general provocado por la crisis del
textil de las décadas de los 70-80 del siglo pasado), hasta llegar al presente,
en el que la creación de un parque fluvial se convertirá en el elemento
clave para la recuperación del espacio fluvial y para la dinamización de la comarca
del Berguedà. Por Lorenzo Correa Lloreda, Ingeniero Técnico de Obras Públicas.
Fotografías: Patronato del Parque Fluvial Navàs-Berga.
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
L
a adopción de los nuevos
procesos industr iales de
transformación de las mate-
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rias primas, aprovechando la enorme fuerza de las máquinas generadoras de energía, provocó trascendentales cambios sociales en la
Europa del siglo XVIII. Los prime-
ros ejemplos de operaciones de
manufactura dirigidas a reducir
costes de producción, utilizando
trabajadores y maquinaria especializada, aparecen en la Inglaterra de
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este siglo, debido a la introducción
en el proceso productivo de cinco
máquinas destinadas a la industria
textil, que consiguen perfeccionar
tanto la velocidad como la calidad
de las operaciones de fabricación
de algo tan imprescindible para el
ser humano como es la ropa. La
sexta máquina, que marca el
punto de partida de la Revolución
Industrial, es la máquina de vapor
de James Watt. Así se consigue
sustituir la fuerza humana, animal
e hidromecánica, por una fuente
de energía motriz, segura y barata.
En el caso del agua, sus usos
industriales aprovechan la energía
hidráulica creada al
discur r ir por el
cauce, debido a la
pendiente natural y
la transforman en
mecánica, creando
riqueza, trabajo y,
por ello, transformando la vida y
costumbres de las
personas que participan en el proceso,
así como también
los espacios fluviales, que se ven ocupados por Colonias
Industriales, abandonando su aspecto
natural y el uso agrícola al que tradicionalmente habían sido destinados.
En España, los ilustrados de finales del siglo XVII, comienzan a
teorizar sobre la necesidad de
fomentar la industria popular,
diversificando las actividades productivas, monopolizadas por la
agricultura, aprovechando al máximo el potencial de trabajo de las
familias campesinas, con objeto
de impulsar la economía del país
y aumentar los ingresos de la
Hacienda Real. En este sentido, en
Cataluña, desde el siglo XIII, los
gremios permitían que las familias
artesanas se considerasen propietarias y responsables de un oficio
diferente de la propiedad de la tierra.
La principal actividad industrial
catalana medieval era la pañería,
centrada en la fabricación de ropa
de lana de calidad, actividad que
se fue consolidando al proliferar
las Cofradías que consolidaban las
tareas de un grupo de menestrales
y organizaban el trabajo de las
familias campesinas que intervenían en el proceso industrial, sobre
todo en la actividad que más
tiempo consumía: la hilatura. Así,
a comienzos del siglo XX, en los
pueblos convivía los que tenían un
oficio y los campesinos que combinaban el trabajo en el campo
con el trabajo en la industria pañera
los días de lluvia. Las personas
incapacitadas para estas labores,
se ocupaban de cocinar y de hilar,
siendo estas últimas labores preferentemente efectuadas por mujeres y niños, ya que sus manos eran
más pequeñas y ágiles que las de
los hombres. El sistema funcionaba con el núcleo urbano como
centro organizador y las masías de
los alrededores que trabajaban
para él: Unos cardaban la lana,
otros la hilaban y otros la tejían y
comercializaban, en un proceso
muy fragmentado, en el que el
punto crítico era la hilatura, pues
necesitaba mucha mano de obra.
La revolución industrial, incidió
sobre este problema y lo resolvió,
tecnificando el proceso con la
mecanización de telares y máquinas de hilar, lo que obligó a disponer de una fuente de energía
alternativa a la producida por el
ser humano. Aquí es donde interviene el río como generador único
e indispensable en amplias zonas
de Cataluña, pertenecientes a las
cuencas del Ter y del Llobregat.
LAS FÁBRICAS DE RÍO
El aprovechamiento energético de
los ríos de Cataluña tiene una larga
tradición, que se remonta más allá
del siglo XV. A lo largo de los siglos
XVII y XVIII cobra
una intensa actividad con la proliferación de los molinos
hidráulicos de
grano. La ya aludida
industrialización del
siglo XIX, adapta
esos molinos a otras
finalidades, como la
fabricación de papel
y la que finalmente
se impuso, dando
lugar a las fábricas
de río: la industria
de los tejidos. La primera generación de
fábricas de río, nacidas con el inicial
impulso industrializador, alojaban las máquinas de
cardar, movidas con energía
hidráulica y las de hilar, con energía humana, hasta que a partir de
1830, las hiladoras mecánicas se
fueron imponiendo y la mecanización del proceso fue tot al.
Inmediatamente, la máquina de
vapor, sustituyó al motor de sangre, humano o animal y al molino
de viento, como generador principal de energía excepto en aquellos
lugares en los que el carbón era
caro y había suficiente agua
corriente, como era el caso de las
fábricas del Llobregat y el Ter.
Más tarde, aparece la turbina, que
convierte la energía hidráulica en
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mecánica y mueve los embarrados
que permiten trabajar a los telares
con elevados rendimientos. El
agua del río es la “hulla blanca” de
la que hablaba Joaquín Costa,
como eficaz sustituto de la hulla
negra, que haría posible el progreso
de la nación. La última transformación energética es la electricidad.
La turbina alimenta al generador
de corriente continua, y más tarde
al alternador, para la alterna,
eliminando los complicados engranajes, cuerdas, cadenas y barras
de transmisión.
La turbina es la protagonista de la
segunda generación, (1840-1900)
de las fábricas de río catalanas.
Las fábricas, no sólo alojan las
máquinas de preparación del hilo,
sino también los telares, que funcionan con energía hidráulica (producción), los talleres de carpintería y fontanería (mantenimiento),
los almacenes de balas de algodón
y de productos acabados y los
comedores para los trabajadores que acudían a la fábrica desde los pueblos más
cercanos, para cumplir sus
agotadoras jornadas productivas.
Cuando el río falla (la pertinaz sequía), la máquina
de vapor se convier te
en protagonista, como elemento alternativo imprescindible para garantizar la
producción.
El paisaje habitual del río,
inicialmente alterado por
molinos harineros o bataneros, va cambiando según se
van instalando las fábricas:
Inicialmente, la rueda de
cangilones gira al recibir el
impulso del agua viva,
transmitiendo el movimiento a una gran polea con
cuerdas de conexión con
ruedas de menor diámetro
que mueven las barras que
hacen funcionar las máquinas. Este sistema de embarrados se mantiene en el
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tiempo, pero la noria se sustituye
por una turbina que mejora el rendimiento. La segunda oleada de
fábricas de río, supone una mayor
demanda de energía que el agua
fluyente no puede suministrar. Por
ello, se actúa sobre el cauce, construyendo primero azudes y luego
presas, que rebasan la altura de
los márgenes e inundan terrenos
antes dedicados a la agricultura o
poblados por vegetación de ribera.
El embalse conseguido retiene las
aguas, proporcionando la energía
necesaria, pero somete al tramo
de río situado aguas abajo de la
presa a un estrés hídrico insoportable para la ictiofauna. En aquel
momento este aspecto es irrelevante, ya que lo que se pretende
es crear riqueza y proporcionar
puestos de trabajo en zonas muy
deprimidas. El canal que transporta las aguas embalsadas salva un
meandro, dotando, con su pendiente de energía a las aguas que
mueven la turbina y permiten el
funcionamiento de la industria. En
épocas de estiaje, se trabaja por
“embalsadas”, reteniendo el agua
en el embalse hasta que arriba a
la cota mínima necesaria para ser
derivada por el canal. El cauce dispone de agua en función de las
embalsadas, de manera intermitente y aleatoria.
La sucesión de fábricas, genera un
río paralelo al cauce natural, provocando que ese cauce sea el aliviadero de los canales, ya que sólo
dispone de agua cuando estos
canales están fuera de servicio por
operaciones de mantenimiento y
limpieza o cuando los caudales en
régimen natural son muy superiores a la capacidad de los canales.
LA TURBINA
La gran protagonista del cambio es
la turbina, máquina destinada a
aprovechar la energía cinética y
potencial para producir un movi-
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miento de rotación
provocado por el
empuje de un líquido. Fue presentada
en la Exposición
Universal de París de
1855, como alternativa a la máquina de
vapor en países con
escasez de carbón
pero no de agua. En
el Llobregat, el carbón de las Minas de
Figols era de bajo
rendimiento y el
agua, relativamente
abundante. Como es
sabido, la turbina es
el resultado de la evolución de la
rueda hidráulica. Si dispone de eje
horizontal, el movimiento se origina por el peso propio del agua, si
es vertical, por su velocidad. Las
primeras, al no haber movimiento
de flujo dentro del motor, tenían
bajos rendimientos, entre el 15 y
el 35% de la fuerza teórica del
salto, por lo que necesitaban un
gran caudal, ya que el choque del
agua ejercía una sola acción sobre
las palas de la rueda y se escapaba. La enorme variabilidad del
clima, no permitía asegurar caudales base constantes y suficientes,
por lo que hubo que combinar
diferentes sistemas de ejes, palas
y entradas de agua, hasta llegar a
las tres modalidades básicas de
turbina que se utilizan en nuestros
días, con la utilización de la energía eléctrica.
Ya en 1864 se constata el funcionamiento de una gran turbina en
el río Cardener, (af luente del
Llobregat) y en 1894, la pareja instalada en la Colonia Rosal de
Olvan tenía una potencia de 400 CV
por unidad.
La proliferación de turbinas, generó la aparición de las Colonias
Industriales, auténtico motor de la
industrialización de la Cataluña
interior durante más de un siglo,
adquiriendo estas máquinas una
importancia tal que llegaron a
superar la vida de las propias
Colonias, hoy vacías de contenido,
hasta nuestros días, en que siguen
produciendo energía eléctrica, en
las minicentrales y quedan como
único testigo del pasado esplendor, como único inquilino de la
obsoleta Colonia, ocupando el
lugar de honor que nunca abandonaron. Desaparecida la industria y
los beneficios directos e indirectos
que comportaba la creación de
puestos de trabajo, la desfavorable
afección al cauce de la derivación
de caudales, se ha convertido en
arma arrojadiza de colectivos
ambientalistas y pescadores, originando múltiples polémicas ligadas
al mantenimiento del “caudal ecológico”. Se ha creado un conflicto
social, que exige pronta solución,
sobre todo desde que la modificación de la Ley de Aguas de 1999,
estableció claramente ese caudal
como una restricción previa a
cualquier uso del agua, excepto
abastecimiento.
EL MANCHESTER CATALÁN. LAS
COLONIAS DEL LLOBREGAT
La Colonia Industrial, originaria de
Gran Bretaña, supone el nacimiento de una nueva manera de organizar la actividad industrial en
Cataluña. Pere Vall, en su libro “De
Colònies Industrials a Parc Fluvial”,
define dos tipos de
Colonia: la Modélica
y la Anónima. La primera está creada
por un empresario
potente, casi un
filántropo, que lidera
un proyecto social,
generador de una
conciencia solidaria
entre el trabajador y
el capital. Está cerca
de un núcleo urbano. Un arquitecto
“famoso” se encarga
del proyecto y al
energía es suministrada por la máquina
de vapor, (de ahí que popularmente se conozcan como
“Vapores”). Los trabajadores se
alojan en un suburbio poco denso,
que ha sido previamente objeto
de un proyecto urbanístico y de
una parcelación. Arquetipos: la
Colonia Güell, de Gaudí o el Vapor
Aymerich- Jover, en Terrassa.
La segunda está promovida por un
empresario rural de tradición textil, que intenta perfeccionar su
actividad, concentrándola en un
lugar aislado que depende exclusivamente de su proximidad al agua,
(fuente de energía), para ubicarse.
Un modesto maestro de obras, con
mucha experiencia práctica, construye un poblado, que va creciendo en función de la demanda, ocupando terrazas fluviales, sin proyecto ni planificación previa. La
Colonia y el río están ligados íntimamente. Obviamente, desarrollaremos aquí este segundo tipo, la
Colonia Anónima.
Se caracteriza por estar situada
junto a un río, lejos de núcleos
urbanos y por contener en su interior las viviendas de los trabajadores. El trato paternalista que estos
reciben del ”amo”, pretende interiorizar un sentimiento general de
agradecimiento hacia el propietario, al que el obrero le debe todo:
seguridad en el empleo, formación, vivienda, atención sanitaria y
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religiosa y educación de los hijos
hasta que se integran en el estamento productivo. Aquí se nace,
vive, trabaja y muere. Vivir en la
Colonia es como estar dentro de
una burbuja, aislados del mundo
exterior, evitándose la “contaminación” ideológica y las comparaciones
económicas con los trabajadores
del “otro mundo”.
Ésta es la gran diferencia entre la
Colonia y la fábrica de río: los trabajadores viven allí y no necesitan
ir y venir al trabajo cada día desde
su pueblo o masía. El absentismo
es imposible, no se pierde el tiempo ni las ganas de trabajar a causa
de molestos y largos desplazamientos, y todo, en la vida del
trabajador está controlado por el
amo: la familia, el tiempo libre, la
salud, la alimentación, la formación religiosa y hasta las ideas
políticas.
La Colonia dispone de escuela,
consultorio, teatro, huertos, cantina, barbería, iglesia y en las más
importantes, hasta cuartelillo de la
Guardia Civil. El trabajador cobra
su paga y la gasta en los establecimientos propiedad del amo,
atendidos por trabajadores de la
Colonia, en los que se expenden
los productos básicos para la vida
cotidiana: carne, pescado, hortalizas, pan, vino, etc., o en la cantina, la barbería, el estanco o la
sastrería.
De esta manera, el sueldo del trabajador regresa al propietario
inmediatamente en su mayor
parte. Si algo sobra, la Colonia
también dispone de sucursal
bancaria.
Las Colonias del Llobregat atrajeron un considerable número de
trabajadores procedentes de toda
España y fueron muy bien recibidas por los habitantes de las
comarcas del Pre- Pirineo, muy castigadas por las guerras carlistas y
por ello bastante deprimidas,
hasta el punto de resultar muy
difícil encontrar trabajo y vivienda.
Desde el punto de vista de los
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empresarios textiles, tanto los
fabricantes del interior como los
del litoral, decidieron instalarse a
lo largo de los cauces del Ter y del
Llobregat, atraídos por la exenciones fiscales, por los bajos salarios,
por la nula conflictividad y sobre
todo porque vieron claro que el
agua era la mejor fuente de energía para garantizar el óptimo funcionamiento de la industria.
La Ley de Colonias Agrícolas de
1868, otorgaba importantes beneficios a los promotores y habitantes de nuevos núcleos de población en zonas despobladas, como
eran entre otros la exención de
pago de los impuestos de consumo y de la contribución industrial,
del Servicio Militar y las licencias
de armas gratuitas. Estos beneficios eran más duraderos, (entre 15
y 25 años) en función de la lejanía
de la Colonia a un núcleo urbano.
Así se llegó a consolidar un conjunto de más de 100 colonias, que
definieron un eje algodonero que
llegaba hasta Barcelona, en el que
los caudales del Ter, el Llobregat,
el Fresser y el Fluvià aportaban la
energía necesaria para mover las
máquinas, y en el que la población
alcanzó cifras espectaculares.
La vida cotidiana en una Colonia
tipo, que podía alojar a unas mil
personas, previamente seleccionadas por el propietario, primando
las familias numerosas, se desarrollaba de una forma muy rutinaria:
los niños empezaban a trabajar a
los 7 años, ya que sus finas manos
eran muy valiosas para manejar
los telares, acompañando en esta
tarea a las mujeres. Puede imaginarse el estruendo insoportable de
decenas de telares movidos por
barras, poleas y cadenas en una
sala cerrada, donde se pasaba la
mayor parte de la jornada. El sistema de gobierno interno funcionaba a la perfección, mediante los
mayordomos y encargados, fieles
servidores del propietario. Los
alcaldes de los municipios a cuyo
término pertenecía la Colonia,
dependían en gran manera de la
voluntad del propietario, pues la
orientación del voto de los obreros era clave para la elección de
uno u otro candidato. Los ratos de
ocio se ocupaban en la Iglesia, la
cantina, el teatro o el huerto, ya
que cada colonia disponía de una
superficie agrícola en la ribera,
cercana a los bloques de viviendas
de los obreros.
El tramo más paradigmático de
este fenómeno colonial corresponde a los 20 km del cauce del
Llobregat situado entre Berga y
Navàs, donde se ubicaron catorce
colonias y quince fábricas de río.
La primera es la Colonia Rosal,
(1858) y las siguientes se van estableciendo, ocupando las riberas
del río hasta 1910. Entonces se
inicia el período de madurez, consolidando cada núcleo como
motor económico e instrumento
de madurez social, que continua
vigente durante más de 60 años.
Las fotografías que ilustran este
artículo ponen de manifiesto la
estrecha relación entre cada
Colonia, el río y el entorno, produciendo un impacto visual notable,
que no se ha visto alterado con el
terrible y lamentable incendio
forestal del mes de julio de 1994,
que arrasó los bosques de la
Comarca del Berguedà, dejando
las secuelas que las citadas imágenes permiten comprobar.
La década de los 70 del siglo XX es
testigo de la pérdida de poder
competitivo del textil catalán y del
inicio de la crisis de las fábricas y
el hundimiento lento pero sostenido de las comarcas que las alojan.
Según describe Pere Vall, la colonia, hoy “es una pieza productiva
obsoleta y una pieza urbana marginada, envejecida y abocada a la
degradación progresiva de su paisaje y de su tejido social. El eje
industrial, en la era post-industrial,
queda reducido a un eje de paso
que comunica la gran urbe barcelonesa con la oferta lúdica del
Pirineo, sin expectativas de revalo-
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rización y sin identidad propia”.
Para poner remedio a esta situación, insoportable por lo que
supone perder definitivamente un
patrimonio de arqueología industrial original y único, a finales del
año 1997 se presenta el proyecto
del Parque Fluvial Navàs- Berga. La
Ruta de las Colonias, que pretende
hacer viable y factible su recuperación, inyectando una enorme dosis
de ilusión colectiva a todos los
agentes implicados: administraciones local y autonómica, concesionarios de caudales para usos
hidroeléctr icos, empresar ios,
entidades financieras y usuarios
lúdicos del río.
El cauce vuelve a ser el nexo de
unión y el hilo conductor de una
segunda revolución que rescate lo más emblemático
del pasado y devuelva a la
naturaleza aquello que le
fue confiscado cuando las
prioridades eran otras, y
que ahora han sido felizmente superadas.
EL PARQUE FLUVIAL
El tramo de 20 Km. del río
Llobregat antes aludido,
ocupado por 14 Colonias
y 15 fábricas de río, dedicadas en su día a la fabricación de tejidos y hoy
inactivas, comprende una gran
diversidad de aspectos: Más de
1.500 pisos, 60.000 m2 de naves
industriales, la mayor parte abandonadas, un pa tr imonio de
arqueología industrial de gran
valor: iglesias, mansiones de propietarios, chimeneas, turbinas,
canales, presas, tuberías forzadas,
parques y jardines, telares, máquinas de hilar, y un largo etcétera en
el que merece capítulo aparte el
espacio fluvial del Llobregat en
esos 20 Km., de gran belleza natural e imprescindible recuperación.
Transformaciones como la que se
pretende llevar acabo en este
tramo con la consolidación del
Parque Fluvial y la Ruta de las
Colonias, ya se han realizado en
Alemania e Inglaterra. El Patronato
del Parque Fluvial pretende liderar
este proyecto, que supondrá, además de la actuación individual
sobre cada colonia, la creación de
un corredor paralelo al río por
ambos márgenes que unirá las
Colonias, permitiendo durante su
recorrido, a pie o en bicicleta,
admirar las mejores vistas de las
colonias, del río y sus riberas, pescar y visitar el patrimonio artístico
que ellas representan, así como
los municipios que las albergan,
permitiendo una revitalización
económica de la comarca y de
sus habitantes. El Centro de
Interpretación será el elemento
clave para distribuir información y
canalizar los recorridos de los
visitantes.
Para ello, es imprescindible
actuar sobre el patrimonio industrial, restaurando aquello que
sea merecedor de ser recuperado, pero también hay que recuperar el río y su espacio fluvial,
cuya mayor afección actual estriba en la falta de caudales por el
cauce, debido a la derivación en
serie de las 14 turbinas instaladas. Un contrato de río, entre
las administraciones hidráulica,
ambiental y local, los concesionarios de caudales y los usuarios
lúdicos del río, es fundamental
p a r a r e s o l ve r e s t e p r o b l e m a .
Así pues, la recuperación del patri-
monio colonial, que en su día fue
levantado gracias al concurso
importantísimo del río, depende
de nuevo de que el cauce recupere
también su aspecto más “natural”,
cuando se consiga consensuar
entre todos los interesados la
manera de garantizar la permanencia en el río de caudales mínimos
suficientes para que la vida regrese a toda la longitud del tramo La
inevitable disminución coyuntural
de los beneficios derivados de la
generación de energía hidroeléctrica en las minicentrales existentes,
habrá de ser compensada por la
indudable ganancia colectiva que
supondrá la existencia y el normal
funcionamiento de Parque y sus
instalaciones anejas. Para ello,
habrá que realizar un
esfuerzo colectivo de negociación para sacar adelante
el contrato, compensando
a quien pudiere resultar
perjudicado, de acuerdo
con la legalidad vigente, (en
este caso la Ley de Aguas)
pero interiorizando también la necesidad de aplicar
conceptos éticos, (esfuerzo
por obrar bien, elección de
conductas dignas), también
en est as negociaciones.
En cualquier caso, y aunque el trabajo que queda
por hacer es arduo y difícil, el
esfuerzo que conlleva se verá
recompensado por la recuperación
del patrimonio natural e industrial,
creando un foco de atracción
situado en un marco natural de
gran belleza, bien conectado por
carretera y con enormes posibilidades de evolución.
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