GREGORY BAUM O.S.A. BASES DOCTRINALES PARA EL DIÁLOGO JUDÍO-CRISTIANO The doctrinal basis for Jewish-Christian dialogue, The Month, 38 (1967) 232-245 EL DIÁLOGO Y SU PROBLEMÁTICA El diálogo judío-cristiano enfrenta a la Iglesia con profundas cuestiones doctrinales. El primer problema que, surge es si no comprometemos y traicionamos, en este diálogo, la postura cristiana. Antes de que el cristiano se comprometa en un diálogo con los judíos, debe explicar cuál es su intención: No sería ético invitar a los judíos a tomar parte en un diálogo abierto, mientras en el fondo permaneciese en nosotros el propósito de usar el diálogo como una técnica para atraerlos. Si los cristianos no declaran abiertamente sus intenciones, los judíos se inclinarás a mirar el diálogo como una nueva técnica de proselitismo. Pero si mantenemos irrevocablemente que le está confiado a la Iglesia el predicar el evangelio entre los judíos para hacerlos cristianos, deberíamos decirlo honradamente y tendríamos entonces que renunciar a entablar un diálogo con los judíos buscando, en su lugar, un pacífico "modus vivendi" fundado en otro sistema. El segundo problema que suscita el diálogo judío-cristiano procede -desde el punto de vista cristiano- de la devaluación de la religión judía por parte de los cristianos. ¿No es la religión judía un régimen de veneración que ha sido superado ya y que, por tanto, no tiene plena realidad? ¿Pueden ser apreciados los judíos solamente en la posibilidad que tienen de ser cristianos, o - más bien- debe ser mirado el judaísmo como constituyendo una religión por derecho propio? Son estas unas cuestiones muy difíciles. Pero si la Iglesia cristiana no está dispuesta a tomarlas en serio, el diálogo tampoco podrá ser tomado en serio por los judíos. Desde el otro aspecto de este problema -desde el punto de vista judío- nos podemos preguntar también: ¿puede el propio autoconocimiento judío permitir que reconozcan a los cristianos como herederos y participantes de la Antigua Alianza? Los judíos tienden a mirar a los cristianos como un buen pueblo entre los demás; pero el cristiano no puede quedar satisfecho con ello, pues se conoce a sí mismo en Cristo como un hijo de Abraham que participa de las bendiciones de la antigua alianza. Nos preguntamos: ¿el autoconocimiento de la Iglesia puede permitir la existencia de otro pueblo que se mire a sí mismo como escogido? ¿puede proponer el teólogo cristiano un sentido positivo para el autoconocimiento judío? En este artículo deseo tratar dos cuestiones estrechamente relacionadas, propuestas a la Iglesia: 1) ¿Hay. un modo de entender la misión de la Iglesia que no incluya la conversión de los judíos? 2) ¿hay una visión de la historia de la salvación que permita el reconocimiento del presente judaísmo como una religión en la cual Dios se ha comunicado a sí mismo a los hombres? Antes de tratar de resolver estas cuestiones deseo constatar el notable cambio que ha tenido lugar en las convicciones del pueblo católico en torno a esta cuestión. A través de la evolución doctrinal que ha dado lugar al Vaticano II, el autoconocimiento católico ha sido profundamente modificado; especialmente entre los católicos vitalmente integrados en su fe. El católico, evolucionando con la Iglesia, ha adquirido una aproximación que GREGORY BAUM O.S.A. se ha cimentado en su fe, aunque él no pueda siempre presentar su adecuada justificación teológica. En las siguientes reflexiones deseo presentar varias tesis teológicas que intentan ayudar a resolver las cuestiones que surgen de un diálogo judío-cristiano. Tesis primera "Según la creencia cristiana Dios continúa dirigiendo a su pueblo en el culto de la sinagoga". Esta postura ¿está en armonía con las Escrituras? El conflicto de Jesús con la sinagoga ha dejado su señal, pues se compara a menudo la libertad de la Nueva Alianza con la esclavitud producida por la Antigua. Un lector del NT puede ¡legar así a sacar la conclusión de que los judíos eran un pueblo de incrédulos, hombres de duro corazón, nacidos dentro de un sistema religioso legalístico que rehúsan seguir la llamada de Dios hacia la fe y la libertad. Cuando se discutió en el Vaticano II el esquema de la Declaración sobre las relaciones entre judíos y cristianos, varios obispos se refirieron a los pasajes del NT que parecen sugerir que Jesús haya condenado a los judíos por su incredulidad y que, a través de la elección de sus líderes, los judíos de la Sinagoga se han excluido a sí mismos de las bendiciones de la Antigua Alianza. El Secretariado de la Unidad Cristiana -responsable del esquema- intentó entonces proveer a los Padres de una llave exegética para la correcta interpretación de las duras palabras dirigidas a los judíos en el NT. Para ello propuso los siguientes principios: 1. - Muchas de estas duras expresiones no se proponen como juicios definitivos sobre el pueblo, sino más bien como amenazas proféticas llamando al pueblo a la conversión, -y de aquí que permanezcan como avisos dirigidos a nosotros, cristianos, para cuando quiera que olvidemos la vocación que hemos recibido (Mt 3,7-10; 8,11-22; Act 7,5153). 2. - Muchas de estas duras expresiones se refieren a los líderes del pueblo y a la parte de la población de Jerusalén que de buen grado siguieron a los líderes en la repulsa de Jesús. Esta era la diabólica generación a la que Jesús pronosticó la destrucción del templo y la ruina de la ciud ad. Es ilícito, por tanto, aplicar lo que se dice en estas sentencias a todas las generaciones judías (Mt 23,29-39; 1Tes 2,15; Lc 19,42-46). 3. - Otras duras expresiones anuncian dramáticamente que la Sinagoga, por no aceptar a Cristo, se ha excluido a sí misma de las bendiciones mesiánicas traídas por él (Jn 1,11; Gál 4,25-26; Rom 9, 30-31). Es cierto que Israel no constituye ahora, ante el mundo, el sacramento de la salvación; pero no es una expresión correcta decir que Israel ha sido reprobado o acusado. Las Escrituras nos enseñan que el amor de Dios siempre sigue a su pueblo. Esto está clarísimamente expresado en la carta a los Romanos donde se nos dice que las promesas de Dios hechas a nuestros padres no han sido retiradas (Rom 11,28). GREGORY BAUM O.S.A. Teniendo presentes estas normas el conflicto de Jesús con su pueblo no puede ser usado como una fuente histórica y teológica para el conocimiento del judaísmo. Ni del judaísmo del siglo primero, ni del de ningún otro. El conflicto de Jesús con la institución religiosa de su tiempo es de profunda significación teológica para el cristianismo. Revela la tentación perpetua a la que está sujeta cualquier institución religiosa, y la necesidad de voces proféticas que hagan patente la enfermedad de la institución e inicien la conversión y la reforma. Las palabras de Jesús dirigidas a los líderes de su generación continúan siendo un mensaje del Señor dirigido a la Iglesia cristiana; así el conflicto de Jesús con la Sinagoga pertenece a la escatología cristiana. Muy pocos pasajes del NT hablan del futuro del judaísmo. Con vistas a ensalzar la Nueva Alianza, que Dios ha hecho con todos los hombres en Cristo, los autores del NT -implicados en un conflicto con la Sinagoga- reducen a menudo la importancia de la Antigua Alianza que Dios hizo con su pueblo a través de Moisés. Sólo unos pocos pasajes del NT transcienden esta situación conflictiva entre Iglesia y Sinagoga. Reflexionando en la fidelidad de Dios a sus promesas, Pablo afirma con un lenguaje exento de ambigüedades que el compromiso de Dios para con su pueblo, en la alianza de la salvación, no puede romperse nunca por una decisión humana. Permanece para siempre. Así escribe a los Romanos: "X pregunto yo: ¿es que ha rechazado Dios a su pueblo? De ningún modo..... Dios no ha rechazado a su pueblo en quien de antemano puso sus ojos.... Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que presumáis de sabios: el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel, durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así todo Israel será salvo.... En cuanto al Evangelio, son enemigos para vuestro bien; pero en cuanto a la elección, amados en atención a sus padres. Que los dones y la vocación de Dios son irrevocables" (Rom 11,1.25.28). Pablo cree y declara que la obra de la redención llevada a cabo por Dios en Cristo implica la reconciliación de toda la familia humana, y a causa de la continua fidelidad de Dios a Israel, éste queda integrado en el orden de salvación revelado en Cristo. El Vaticano II, en su Constitución dogmática sobre la Iglesia, rubrica esta enseñanza paulina: "En primer lugar, aquel pueblo que recibió los testamentos y las promesas y del que Cristo nació según la carne (Rom 9,4-5). Por causa de los padres es un pueblo amadísimo en razón de la elección, pues Dios no se arrepiente de sus dones y de su vocación" (Rom 11,28-29) (LG 16). La Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, reafirma esta postura y la desenvuelve ligeramente: "Como afirma la Sagrada Escritura, Jerusalén no conoció el tiempo de su visita (Lc 19,42), gran parte de los judíos no aceptaron el evangelio e incluso no pocos se opusieron a su difusión (Rom 11,28). No obstante, según el Apóstol, los judíos son todavía muy amados de Dios a causa de sus padres porque Dios no se arrepiente de sus dones y de su vocación (Rom 11,28-29). La Iglesia, juntamente con los profetas y el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en el que todos los pueblos invocarán al Señor con una sola voz y le servirán como un solo hombre (Sab 3,9)". NAe 4. Notemos que la profecía de Pablo que mira al último destino de Israel es expresada en un contexto doctrinal en el que no puede fundarse el indicio de un nuevo movimiento misionero para convertir a los judíos. La integración de Israel en el orden de la salvación revelada en Cristo es parte de una reconciliación más universal. No existe el más ligero indicio de proselitismo en el Vaticano II. GREGORY BAUM O.S.A. ¿Qué quiere decir precisamente Pablo cuando afirma que Israel permanece querido de Dios, que permanece como un pueblo elegido, pues Dios no se arrepiente de sus promesas? La mayor parte de los exegetas y teólogos opinan que Dios continúa guiando a su pueblo en la liturgia de la Antigua Alianza a través de la cual Dios se le hace presente y le llama a la salvación para otorgarle la vida de la fe. La importancia de esta enseñanza es considerable, pues, frente a toda una interpretación intransigente del pasado, hoy nos damos cuenta de que si bien las Escrituras no nos posibilitan explicar la misión actual del pueblo judío, con todo vemos que posee un lugar positivo en el plan de Dios para la salvación universal. Tesis segunda Afirmar a Jesús como el único mediador entre Dios y los hombres implica que dondequiera que un hombre fundamente su vida en una opción espiritual-moral, allí mismo ha sido alcanzado por la gracia redentora de Jesucristo. Como consecuencia de la irrupción de Jesucristo en el mundo, la situación objetiva de la raza humana ha sido cambiada. Jesús nos ha revelado que Dios es el Padre de todo hombre, y él mismo, hermano de cada ser humano. Jesús ha revelado que Dios "quiere que todos los hombres se salven" y ha comisionado a él para que se comprometa en un diálogo de salvación con cada ser humano. Con la venida de Jesús, Dios nos ha revelado que su intervención redentora en las vidas de los hombres no es una milagrosa interrupción del orden natural. Lo que se ha revelado en el Hijo de Dios que vivió, murió y resucitó como un hombre, es que Dios interviene en las vidas de los hombres desde dentro de la historia. Dios viene a los hombres en las situaciones ordinarias de su vida. La redención nos viene escuchando a los demás, trabajando, amando, llorando, riendo, como seres humanos. En el estricto lenguaje de la teología católica, la vida humana es sobrenatural y, como tal, el principal medio de la gracia (via ordinaria salutis). ¿Qué ocurre cuando un hombre fundamenta su vida en una opción moral? El sentido de opción "moral" puede ser expresado por la conducta de un hombre que, habiendo descubierto un gran valor, reconoce que debe abandonar su apego a lo superficial para confiar en lo que es profundo. Tal hombre se da cuenta de que a través de este gran valor está en contacto con la realidad y reconoce que su abertura a esta realidad no se debe a su propia voluntad de poder, sino a algo que ha acontecido en él. Esperando ser leal a lo que le ha ocurrido, este hombre reorientará su vida de acuerdo con ello. El tipo bíblico es el "creyente". En orden a dar a entender este género de opción, yo la llamaría una opción espiritual- moral. Así, dondequiera que un hombre base su vida en una opción espiritual- moral está sujeto a la gracia redentora de Dios que le transforma graciosamente en el Espíritu para asemejarlo con la perfecta humanidad que se fundamenta en Cristo. Esta postura doctrinal nos permite decir que el cristiano debe tener el mayor respeto para con las decisiones de los hombres que han elegido orientar así sus vidas. Aproximarse a esos hombres con el deseo de convertirlos a Cristo significa ser insensibles para con la obra que Cristo realiza en ellos. Debido a esta acción redentora de Cristo, nuestra comunicación con ellos será el diálogo. El cristiano debe escuchar a GREGORY BAUM O.S.A. los demás antes de hablarles. Desde que Cristo está hablando en unos y en otros, Él, el Verbo hecho carne, es el formal cimiento del diálogo entre los hombres. Tercera tesis La evolución doctrinal de la Iglesia católica ha conducido a los cristianos hacia una intelección más profunda de la misión de la Iglesia, en la cuál muchos problemas permanecen, con todo, sin resolver. Si Dios está obrando redentoramente en toda la familia humana, y si la Iglesia debe, no sólo hablar a los otros sino también escucharles, entonces resulta que el concepto tradicional de la labor misionera parece que cambia profundamente. No hay que sorprenderse, por tanto, de que encontremos en la Iglesia cristiana muchos puntos de vista y tendencias opuestas en lo que respecta a las misiones. Tal diversidad aparece claramente en el Vaticano II. Tres documentos separados tratan de la misión de la Iglesia. El Decreto sobre la Actividad Misionera desenvuelve la idea tradicional de misiones como evangelización de los no creyentes. La Declaración sobre las Relaciones de la Iglesia con las Religiones no Cristianas mira la misión, fundamentalmente, como un diálogo creador con los otros. La Constitución sobre la Iglesia enfoca la misión de ésta, principalmente, como un esfuerzo por entrar en solidaridad con toda la raza humana y ayudar a los otros para que su vida llegue a ser más humana. Aunque estas tres visiones de la misión de la Iglesia sean similares, con todo difieren en muchos puntos de vista y el Vaticano II no ha logrado reconciliarlos en una síntesis doctrinal única. Las mismas Escrituras no parecen contener una doctrina perfectamente consecuente sobre la salvación de las naciones. Existe el pasaje en el que Jesús envía a sus apóstoles a todo el mundo para predicar la Buena Nueva y bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Este es el más nítido ejemplo. Al mismo tiempo hay en el NT pasajes que insisten diciendo que en Jesucristo Dios ha reconciliado consigo a la humanidad de una manera irrevocable, y que el efecto de la obra de Dios en Jesús es tan vasto y más profund o que las consecuencias de la falta de Adán. Las naciones han tomado ahora parte en la Alianza que Dios hizo primero con Israel. Oímos, además, que lo que cuenta para la salvación es escuchar la voz de Dios y hacer su santa voluntad. El NT da testimonio de que la Iglesia es el único instrumento de gracia al mismo tiempo que reconoce la universalidad del cuidado salvífico de Dios por su pueblo. Es concebible que la evolución doctrinal que ha tenido lugar en la Iglesia, pueda llevar de la mano a un conocimiento de su misión que difiera considerablemente del punto de vista tradicional. Pudiera ser que, eventualmente, la misión de la Iglesia fuese simplemente entablar un diálogo con los demás hombres. En el pasado se ha presentado a menudo la misión de la Iglesia como la acción de completar a la Iglesia con hombres de fuera de ella. Hoy día reconocemos más claramente que diálogo y cooperación son instrumentos del Espíritu que conducen conjuntamente hacia la voluntad de Dios. Puesto que el diálogo tiene un efecto redentor en ambos dialogantes, la Iglesia llega a ser ella misma más verdadera en el ejercicio de su misión. GREGORY BAUM O.S.A. En este nuevo clima doctrinal las Iglesias cristianas han comenzado a proponerse la cuestión de si las grandes religiones del mundo tienen un lugar en el plan de salvación de Dios. ¿Trabaja Dios redentoramente en las otras religiones? Un número creciente de teólogos católicos están de acuerdo en reconocer la acción redentora de Dios en las grandes religiones del mundo. No se trata de que los teólogos afirmen el origen divino de estas religiones, su verdad o sus enseñanzas; lo que cuenta para la salvación es que, a través de ciertos aspectos de estas religiones, el llamamiento de Dios resuena fuera de los creyentes, convirtiéndolos así del egoísmo a un abnegado altruismo. En el fundamento de la comprensión teológica de las otras religiones, la Iglesia podrá definir un día su misión ante ellas como un movimiento de diálogo y cooperación, una actividad verdaderamente sobrenatural por la cual los lleva consigo a una abertura al Espíritu, los sujeta a la acción redentora de Dios, y los une en la libertad de sus dones. Con todo, la cuestión que mira a la misión de la Iglesia queda sin resolver. Conocemos demasiado poco el papel de Dios en las otras religiones. Pero hay una religión allende el cristianismo que goza de una posición completamente especial: el Judaísmo. En ella el cristiano conoce, por las Escrituras, que el verdadero Dios está presente y que dirige a su pueblo en el culto de la Sinagoga. Tesis cuarta Respecto a la religión judía la misión de la Iglesia consiste en el diálogo. La declaración del Vatican II dice: "Como es, por consiguiente, tan grande el patrimonio espiritual común a cristianos y judíos, este Sagrado Concilio quiere fomentar y recomendar el mutuo conocimiento y aprecio entre ellos, que se consigue, sobre todo, por medio de los estudios bíblicos y teológicos y con el diálogo fraterno" (NAe 4). Y también: "La Iglesia tiene siempre ante sus ojos las palabras del apóstol Pablo sobre sus hermanos de sangre a quienes pertenece la adopción y la gloria, la alianza, la ley, el culto y las promesas; y también los patriarcas de quienes procede Cristo según la carne (Rom 9,4-5) (NAe 4)". La Iglesia reconoce, pues, ampliamente que Dios continúa honrando sus promesas en Israel. Frente al hecho de que la Sinagoga no haya aceptado al redentor universal, los fieles judíos permanecen amados por Dios y ellos son los destinatarios de su Palabra salvadora. Los cristianos tendrán que aprender a mirar a al religión judía a la luz de su larga historia. Tendemos a olvidar que nos separa una historia de casi dos mil años. Aunque los apóstoles pudiesen mirar el Evangelio como una continuidad con la fe de Israel, sería quimérico mirar así el presente cristianismo y el presente judaísmo. No podemos hacer que la historia vuelva atrás. Reconozcamos que, al presente, el Judaísmo - fundado sobre la revelación escriturística- ha llegado a ser una religión en su propio derecho, una religión cerrada en relación al cristianismo; implicando un común patrimonio con el cristianismo, pero poseyendo su propio papel y misión en el mundo. El destino del Judaísmo no es desaparecer y dar lugar al cristianismo. El Judaísmo continúa ejerciendo un papel positivo en el plan de salvació n de Dios; la presencia salvadora de Dios en la religión judía es la fuente de su extraordinaria vitalidad. GREGORY BAUM O.S.A. El problema no resuelto que concierne a la misión de la Iglesia en general, puede ser resuelto frente al Judaísmo. Aquí la misión de la Iglesia consiste en entrar en diálogo con los judíos. Diálogo que pretenda no sólo remover hondos prejuicios, sino originar un profundo afecto en el autoconocimiento de cristianos y judíos, pues el diálogo abre a ambos dialogantes al Espíritu de Dios que los inicia en un más profundo conocimiento de sí mismos. El carácter sobrenatural del diálogo nos previene de pensar que tenga una pura actividad secular. El autoconocimiento de la misma religión está implicado en él. Muchos cambios reales en nosotros y en los demás pueden afectarnos en una verdadera conversación. Esta comprensión de la misión de la Iglesia respecto a los judíos, en armonía con la enseñanza cristiana, ¿es una escatología? En este contexto citemos de nuevo al Vaticano II: "La Iglesia, juntamente con los profetas y con los apóstoles espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con una sola voz y le servirán como un solo hombre" (NAe 4). ¿A qué tiempo pertenece esta última reconciliación? Otro documento conciliar habla de la edad de la gloria celeste "cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas y cuando junto con el género humano, también la creación entera... será perfectamente renovada en Cristo" (LG 48). Pero esta victoria de la obra de Dios en nosotros no se acelera pon la conversión de los judíos al cristianismo. La misión de la Iglesia entre los judíos no es el proselitismo, no es persuadir a los judíos a dejar su religión y juntarse a otra. La misión de la Iglesia consiste en entablar un diálogo con los judíos para descubrir el patrimonio común, para profundizar en nuestra hermandad y abrirnos a la transformación que Dios produce en nosotros a través de una verdadera conversación. Este crecimiento en la divina gracia que compartimos es lo que anticipa y apresura la venida del día en el cual todos los pueblos alabarán a Dios con una sola voz. Concibiendo la misión de la Iglesia respecto a los judíos en los términos del diálogo, no nos olvidamos -sin embargo- del mensaje escatológico del NT, sino que nos parece darle una aplicación especial. La Iglesia ejercita la misión confiada a ella cuando ella misma se compromete en la unificación de la familia humana, otorgándole la gracia. Tradujo y condensó: CARLOS MARÍA SANCHO