DISCURSO DE DESPEDIDA AL GENERAL DE DIVISIÓN DON

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DISCURSO DE DESPEDIDA AL GENERAL DE DIVISIÓN DON PEDRO
PALACIOS CAMERON DEL CURSO MILITAR PROMOCIÓN AÑO 1938
Con el alma entristecicla he querido despedir hoy día al querido y dilecto
amigo de toda la vida, Pedro Alberto Palacios Cameron.
Son más de siete lustros de amistad ininterrumpida los que nos unieron y,
aunque separados por razones profesionales, sabíamos, mutuamente, el
enorme y sentido enlace espiritual que nos juntaba.
La calidad de amigo de Pedro Palacios Cameron fue siempre de naturaleza
superior y se acomodó a todas las épocas porque el tenia condiciones
excepcionales de adaptación, siendo sus amigos de todas las edades de la
vida.
Fue un hombre de multlfacética personalidad en que sus bondades borraron
de una plumada los posibles defectos humanos. Lo anterior y las
circunstancias, permiten hacer hoy un bosquejo breve e incompleto de ella.
Fue un amigo de condiciones positivamente excepcionales, que en sus
actuaciones militares alcanzo los más altos escalones.
Desempeñó funciones en el extranjero como Agregado Politécnico Militar en
la Misión del Ejército de Chile en Estados Unidos de América con resultados
sobresalientes.
En el área docente se desempeñócomo Rector de la Universidad Austral de
Chile con singular acierto.
Ejerció funciones de Ministro de Estado en la cartera de Minería con muy
buen éxito.
Se le nombro Embajador de Chile en la República de Costa Rica donde
permaneció más de dos años.
En el aspecto deportivo, del cual no estuvo ausente, se titulo de piloto civil en
el Club Aéreo del Ejército.
Todas estas actuaciones que cubrió con el acertado conocimiento y
criterio que le eran característicos como ya se dijo, llenaron de orgullo a
todos sus amigos.
Fue hombre de mano abierta y tendida que nunca dejó de hacer lo que podía
y tenia que realizar por sus amigos. Practicó e inculcó permanentemente la
hermosa costumbre de que entre los amigos nunca debería haber
explicaciones.
Siempre amigos, mandamos Regimiento en la Guarnición Militar de Iquique,
donde estrechamos más férreamente los vínculos amistosos que la distancia
había separado. En esa oportunidad conocí al Teniente Coronel Palacios con
todas sus dotes cimentadas. Gran captador de situaciones, de certera
apreciación y consecuente solución, con conocimiento cabal del alma
humana, de reposado criterio con una excepcional condición de caballero sin
mancha y sin tacha, que a todo^sto unía su calidad integra de jefe de hogar.
En este ultimo aspecto, el General Pedro Palacios formó familia con la
Señora María Ester Espinoza Munita y de esa unión nacieron Ménica y Ana
María y también Pedro y Carlos que representan hoy a sus progenitores,
como unos triunfadores. En ellos su padre inculcó todos sus principios.
Cuando fue atacado por cruel enfermedad que sin piedad minó su cuerponunca su alma-juntó bravura con lógica y se dio tiempo para instruir a su
familia más cercana, esposa e hijos, sobre como enfrentar las etapas de vida
siguientes.
Así hoy, se les ve tranquilos y serenos con el alma entristecida, acongojada y
afligida pero nunca vencidos. Para que así sucediera, Pedro Palacios les dio
sus últimas instrucciones.
María Ester, su esposa de toda la vida, no fue extraña a las modalidades
señaladas y, en condiciones similares a las de sus hijas e hijos, hoy sufre sus
penas, que son muy hondas, con gallardía ejemplar.
Antes de terminar estas palabras, quiero expresar, con la garganta anudada
por la congoja y el corazón apretado por la profunda aficción que me
embarga, que la única pena que Pedro me ha causado es ésta, la de su
partida, mitigada solo por el saber- a ciencia cierta- que el esta en el cielo a la
diestra de Dios padre, en un sitial de honor junto a los amigos y los
caballeros. Esta es la ubicación que le corresponde por derecho propio.
Que Dios, en su inmensa bondad de paz y resignación a María Ester, a sus
hijos, nietos y bisnietos y a toda su familia.
Descansa en paz querido amigo.
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