Los soldados italianos entran en Roma, 1870 La puerta Pía estaba totalmente destrozada, solo la enorme imagen de la Madonna que se elevaba detrás había permanecido intacta, las estatuas a derecha y a izquierda no tenían ya cabeza, el suelo alrededor estaba esparcido de montones de tierra, de colchones humeantes, de gorros «zuavos», de armas, de vigas, de piedras. Por la brecha cercana entraban rápidamente nuestros regimientos. En aquel momento salió por la puerta Pía todo el cuerpo diplomático con uniforme de parada y se dirigió hacia el cuartel general. Entramos en la ciudad. Las primeras calles estaban ya llenas de soldados. Es imposible expresar la conmoción que sufrimos en aquel momento; veíamos todo confuso, como tras una niebla. Algunas casas, quemadas por la mañana, humeaban, muchos zuavos prisioneros pasaban en medio de las filas de los nuestros, el pueblo romano corría a nuestro encuentro. Saludamos al pasar a Pinelli, coronel de los «bersaglieri»; la muchedumbre se le cerró entorno gritando. A medida que avanzábamos aparecían nuevos coches, con ministros y otros personajes de Estado dentro. El pueblo aumenta. Llegamos a la plaza Termini; está llena de zuavos y de soldados indígenas que esperan la orden de retirarse. Alcanzamos la plaza del Quirinal. Llegan de prisa nuestros regimientos, los bersaglieri, la caballería. Las casas se cubren de banderas. El pueblo se arroja entre los soldados gritando y aplaudiendo. Pasan compañías de ciudadanos con las armas tomadas a los zuavos. Llegan los prisioneros pontificios. Los seis regimientos de bersaglieri de la reserva, precedidos por la muchedumbre, se dirigen rápidamente al son de la banda a la plaza Colonna. En todas las ventanas cuelgan banderas, se agitan pañuelos blancos, se oyen gritos y aplausos. El pueblo acompaña con el canto la música de las bandas. Sobre los balcones se ven los blasones de la Casa de Saboya. Entramos en la plaza Colonna; un grito de maravilla se alza desde las filas. La multitud se desparrama en la plaza desde todas partes, centenares de banderas ondeando, el entusiasmo está al límite. No existe palabra humana que sirva para expresarlo. Los soldados están conmovidos hasta el llanto. No veo más, no soporto el desbordamiento de tanto gozo, me adelanto fuera del gentío, encuentro obreros, mujeres del pueblo, ancianos, niños, todos tienen la escarapela tricolor, todos acuden gritando: ¡Nuestros soldados! ¡Nuestros hermanos!»FUENTE: Edmondo DE AMICIS: Ricordi del 1870-71. Barbera. En ROSSANO, G., Op. cit., p. 166. Fuente: http://www.historiacontemporanea.com/pages/bloque2/nacionalismo-y-grandes-unificaciones/documentos_historicos/los-soldados-italianos-entran-en-roma-1870 Última versión: 2016-11-20 14:53 - 1 dee 1 -