ESTAR CON Y ESTAR CONTRA: PSICOTERAPIA CENTRADA EN

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ESTAR CON Y ESTAR CONTRA:
PSICOTERAPIA CENTRADA EN LA PERSONA COMO UN
PROCESO DE PERSONALIZACIÓN EN PROFUNDIDAD
Y CO-CREATIVO
PETER f. SCHMID
Universidad Sigmund Freud, Viena; Escuela de Graduados Saybrook, San Francisco;
Instituto de Estudios Centrados en la Persona, Viena
DAVE MEARNS
Universidad de Strathclyde, Glasgow
Person-Centered and Experiential Psychoterapies,
Volume 5, Number 3, Autumn 2006
TRADUCCIÓN: SILVIA LOMBARDI
Abstract. Este artículo continúa y extiende la exploración de la base filosófica, teórica
y práctica del énfasis de la relación dentro de la terapia centrada en la persona,
remarcando la relevancia que tiene un encuentro terapéutico más profundo entre el
terapeuta y el consultante (Schmid, 1994, 1998b). El artículo luego explora la naturaleza
de ese encuentro con relación a la presencia del terapeuta y las diferentes formas de
resonancia ofrecidas por el terapeuta al consultante.
Cuanta más experiencia recogemos, cuanta más investigación llevamos a cabo en
psicoterapia y counseling, más llegamos, casi todas las escuelas de psicoterapia, a
considerar la relación como el centro y corazón del emprendimiento terapéutico. Desde la
teoría de la transferencia al estar juntos existencial, desde la precondición para el reaprendizaje a las perspectivas sistémicas, una multitud de teorías tratan de explicar su
naturaleza.
La psicoterapia orientada hacia el desarrollo que esperaba que del crecimiento
personal se diera la sanación, siempre buscó fortalecer al individuo y usar la relación.
Pero en la mayoría de los casos la relación era y es “solamente” usada como un medio o
pre-condición para el verdadero y real trabajo terapéutico con el cliente. Basada en la
experiencia y desarrollo teórico y apoyado o sustentado por la investigación, la terapia
centrada en la persona (PCT) no usó la relación como base o introducción. La relación
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misma es la terapia (Rogers). En esta publicación y en otra en preparación, extenderemos
nuestra investigación a la naturaleza esencial y la cualidad de esa liason.
Consideramos la terapia como un proceso co-creativo de convertirse en persona. En
esta primera parte exploraremos la diferencia cualitativa entre la alianza terapéutica y el
encuentro o trabajo a profundidad relacional. Resaltamos que el desafío principal para un
terapeuta es ser capaz de ofrecer el poder de una relación de encuentro a cada cliente que
cruce el umbral de su consultorio; lo que es particularmente importante en el trabajo con
clientes difíciles de alcanzar. Cuando el cliente experiencia su auto-desarrollo interno y la
presencia plena del terapeuta, cada uno puede encontrar al otro, persona a persona.
Nuestra tesis es que esta profundidad de encuentro puede ayudar a que los clientes se
comprometan con la psicoterapia en un modo que llegue más lejos o vaya más allá de los
aspectos del self que ellos normalmente les presentan a los otros (nivel de presentación
del self) y puedan comprometer partes que son fundamentales para el sentido de su propia
existencia como seres humanos. Un aspecto central de una relación tan auténtica es el
carácter de las respuestas del terapeuta que derivan de su contra-posición en el encuentro
con el cliente. Dentro de un marco de referencia empática, los clientes se sienten a
menudo profundamente comprendidos por los terapeutas que toman la posición de el
Otro en sus interacciones, convirtiendo de este modo en diálogo a partes de la terapia.
Con una investigación fenomenológica del proceso dialéctico de estar-con y estar-contra
el cliente, brindamos un examen de las diferentes formas de resonar ante la comunicación
del cliente. En esta publicación y la siguiente exploramos más la presencia, resonancia,
confrontación y diálogo desde la perspectiva centrada en la persona,
TERAPIA CENTRADA EN LA PERSONA UNA TERAPIA DE RELACIÓN CO-CREADA
Un breve resumen del estado del arte de la antropología, fenomenología,
epistemología, teoría y práctica centrados en la persona, nos muestra que la terapia
centrada en la persona hoy en día no sólo es fiel a su fundador, sino que también refleja
una imagen del ser humano que tiene su fundamento profundo en las tradiciones
filosóficas occidentales. Esta concepción del ser humano como persona - de ahí el
nombre del enfoque - se basa en la convicción de que podemos ser independientes,
viviendo de nuestros propios recursos, e interdependientes, inevitablemente conectados a
los otros, a la vez. El particular desafío de esta visión es no reducirla a una sola de las
dimensiones y mantener el equilibrio de ambas.
La persona, en el enfoque centrado en la persona, se refiere tanto a la persona del
cliente como a la del terapeuta. El enfoque ve a la persona como autónoma y relacional a
la vez, y espera que la terapia respete y se comprometa con ambos aspectos a la vez
(Schmid, 1996, 1998b), y que la autonomía del cliente sea respetada al no tomar poder
sobre el cliente y también al ofrecerle una potente relación. En una relación de encuentro
la otra persona no es vista como un alter ego, sino verdaderamente como un Otro. Esto
significa que no puedo simplemente inferir por mí y mi experiencia al ser y la experiencia
de la otra persona. Por el contrario, la actitud y la tarea es abrirse y genuinamente aceptar
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y tratar de entender empáticamente lo que la otra persona en la relación está
experienciando y revelando.
Esa relación que realmente puede ser llamada una relación Tú-Yo (Schmid, 1994,
2003) es el centro de un proceso de personalización inter.-subjetivo y co-creativo a través
del encuentro “a profundidad relacional” (Mearns, 1996). En co-respondencia a la
relación cliente y terapeuta se encuentran ellos mismos, en el mismísimo momento de
estar juntos, co-creando la relación desde el encuentro mutuo. La contribución del cliente
a este proceso fundamentalmente dialógico consiste en hacer uso activamente de su
capacidad de reconocer y empatizar con el trabajo del terapeuta (Bohart, 2004; Bohart y
Tallman, 1999). La contribución de parte del terapeuta es estar presente.
Presencia - literalmente su raíz latina es “prae-esse” que significa “estar plenamente
ahí” - es el fundamento existencial y significado más profundo de las conocidas, y sin
embargo demasiado a menudo sólo entendidas superficialmente, condiciones claves:
autenticidad, aceptación o reconocimiento y comprensión, para usar los términos de
Martin Buber (1962/63) (Schmid, 2001a b, c). La tarea del terapeuta es lograrlas en
forma continua y en cualquier situación que se de dentro de la terapia. Esto ofrece un
clima de seguridad, confianza y respeto por el cliente que les posibilita enfrentar y
desarrollar ellos mismos su self en toda su pluralidad (Mearns, 1999; Mearns y Thorne,
2005).
Trabajando en forma independiente, en grupos de diferentes idiomas y contextos y
que provienen de ambientes diferentes, ambos autores llegan a resultados
sorprendentemente similares, al continuar desarrollando la terapia centrada en la persona
durante las últimas décadas. Hemos estado desarrollando un modelo de psicoterapia bi o
multipolar verdaderamente centrado en la persona, donde ambas (o todas las) personas
involucradas están co-creando el proceso terapéutico. Este refinamiento de la genuina
terapia centrada en la persona has sido liderado por nosotros mismos y por otros teóricos
y practicantes como muestra la siguiente visión de los principales contribuyentes al
desarrollo de esta mirada y su foco de interés.
Peter F. Schmid ha estado desarrollando una interpretación de “la terapia como el arte
de no saber” y “el arte del encuentro” (German: 1991, 1994, 2002d; en inglés los
elementos centrales se pueden encontrar en los siguientes artículos: 1998a, b, 2001a, b, c,
2002a, b, c, 2003, 2005b). Dave Mearns pone el énfasis en “trabajar a profundidad
relacional” (1996, 1997, 1999, 2002A 2002b, 2003; Mearns y Thorne, 2000; Mearns y
Cooper, 2005).
El pionero alemán (es interesante notar que es un psiquiatra) Wolfgang Pfeiffer (1989,
1991, 1993, 1995ª, 1995b) describió “la relación como el factor efectivo central en la
terapia centrada en la persona”. Uno de los focos de Brian Thorne (1991, 2002; Mearns
y Thorne, 2000) estaba puesto en la “intimidad” y la “ternura”. Len Holdstock (1993,
1996a, 1996b) enfatizó la “naturaleza interdependiente y no individuo-céntrica del self”.
Ute Binder (1993, 1998) llamó nuestra atención hacia la diferencia entre “empatía
(esencialmente pro-social)” y una “toma de perspectiva cognitivo social”. Garry Prouty
(1994; Krietemeyer y Prouty, 2003) exploró “el experienciar pre-simbólico y el contacto”
en el marco de su concepción de la “pre-terapia”. El “contacto” y en particular la
comprensión de “procesos frágiles y disociados” también fueron algunas de las
contribuciones de Margaret Wagner (2000, 2002). Michael Berh (2003) ha estado
trabajando con la “resonancia interactiva”. Art Bohart (2004; Bohart y Tallman, 1999) al
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describir al cliente como un “activo auto-sanador” puso énfasis en el esfuerzo (el peso, la
tarea) del cliente en la relación. “La primacía de la relación” llevó a Godfrey BarretLennard (1998, 2003, 2005) a hablar acerca de la “psicoterapia relacional centrada en el
cliente” y Mick Cooper (2004a, b; Mearns y Cooper, 2005), que proviene de la tradición
existencial, describe lo que él llama “un enfoque de la terapia orientado a la relación”.
Es interesante notar que otras orientaciones psicoterapéuticas han estado
desarrollando paralelamente su comprensión del self, p. ej. La Psicología del Self
(Stolorow et al., 1987; Bartosch, 2003) y el Psicoanálisis Inter-subjetivo, Terapias
Humanísticas (p. ej. Terapia Gestáltica: Hycner y Jacobs, 1995) y Terapias Existenciales
(Spinelli, 1997/2006, 2005: “selves en relación”) y aún la Terapia Cognitiva Conductista
(Parfy, 1999). Han surgido nuevas terapias dialógicas, p. ej. psicoterapia dialógica o
terapia relacional (para más referencias ver Cooper, 2004a, pag. 452-453) y hay cada vez
más sustento empírico de la centralidad de la relación (Cooper, 2004b).
Resumiendo, la psicoterapia finalmente ha reconocido que la relación es esencial para
el ser humano y por lo tanto para la psicoterapia. El concepto de encuentro ha ganado
aceptación y ha quedado establecido como el arte de la verdadera terapia centrada en la
persona (ver Bohart y Wilkins, 2001; Haugh y Merry, 2001; Wyatt, 2001; Wyatt y
Sanders 2002; Tudor y Worrall, 2006). Esto marca un cambio de paradigma, no sólo
dentro del enfoque centrado en la persona sino también dentro del campo de la
psicoterapia y el counseling como tales.
MÁS QUE UNA ALIANZA DE TRABAJO
Es importante resaltar que la importancia de la relación terapéutica que estamos
describiendo es cualitativamente diferente de la así llamada alianza en psicoterapia. La
investigación sí apoya la creación de una alianza de trabajo para que puedan seguir su
curso los esfuerzos terapéuticos (Elkin et al., 1989; Krupnick etal., 1996; Keijers et al.,
1999; Lambert, 1992; Asay y Lambert, 1999). A menudo se piensa que esto es todo lo
que Carl Rogers estaba diciendo - que la relación, hasta cierto punto, es importante en
todas las terapias. De hecho lo que normalmente aceptamos como alianza terapéutica
generalmente representa un nivel muy superficial de relación. Sin embargo es suficiente
para comprometerse al menos con el nivel de presentación del self del cliente y comenzar
un proceso que puede ser posteriormente intensificado por las técnicas del terapeuta de
cualquier tradición.
Sin embargo, en una terapia orientada a la relación como el ECP, estamos buscando
relacionarnos con el cliente a un nivel existencial más fundamental. Queremos que
nuestro cliente se sienta encontrado en los niveles más profundos en los que se
experiencia a sí mismo. Entonces estamos buscando un sentido de encuentro más
profundo que el de una simple alianza de trabajo (o terapéutica). A menudo la diferencia
entre el nivel de presentación de la experiencia del self del cliente y su más fundamental
experiencia existencial del self es personificada en la forma de diferentes partes del self.
Entonces, por ejemplo, en el caso publicado por Mearns y Cooper (2005, capítulo 5), el
cliente alcohólico, Dominic, parece comprometerse significativamente con la terapia
desde las primeras sesiones, pero más adelante resulta evidente que el trabajo sólo puede
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avanzar en una forma relativamente superficial si se limita a la parte de él que llama
“Dominic sobrio”. Si bien Dominic sobrio alberga la mayor parte de lo que Dominic
representa para el mundo exterior, deja afuera gran parte de la más profunda y existencial
auto-experiencia del self de Dominic que está albergada en lo que Dominic llama
“Dominic el borracho”. El desafío para el terapeuta, por lo tanto, es encontrarse y trabajar
tanto con Dominic el borracho como con Dominic sobrio. El capítulo en el libro muestra
el proceso mediante el cual el terapeuta se gana el derecho de encontrarse con Dominic el
borracho y describe las demandas relacionales que esto supone para el terapeuta.
Por lo tanto lo que estamos diciendo acerca del trabajo terapéutico es un desafío para
el practicante ya que se espera que llegue a ser capaz de ofrecer un encuentro a
profundidad relacional con todas las diferentes partes del cliente y con todos los clientes
que vayan a su consultorio. Este es el desafío esencial para el desarrollo del terapeuta
centrado en la persona, el mismo será descrito más detalladamente en un segundo artículo
(Mearns y Schmid, próxima publicación).
Este ofrecimiento de profundidad de relación es particularmente importante en el
trabajo con clientes con los cuales es difícil hacer contacto. Estamos hablando de clientes
a los cuales cada vez más se los está privando de una intervención psicoterapéutica
sostenida. Aquellos clientes que están particularmente conflictuados, quizás con partes de
su self que se muestran alienadas o desconfiadas como primera respuesta al tener que
relacionarse, y por ello son definidos como no “apropiados” para psicoterapia tal como
esta es cada vez más definida por los servicios de salud. Este es un aspecto de las
políticas de psicoterapia. Desde una perspectiva centrada en la persona vemos que
muchos de esos clientes considerados difíciles de abordar y establecer conexión con ellos
han sido muy dañados en la relación. Esto hace que sea aún más importante ofrecerles
una relación sanante en forma sostenida. Demasiado a menudo la elección política es
“confabularse” con las dificultades actuales del cliente para relacionarse al ofrecerles un
tratamiento esterilizado al que se le ha “extirpado” la relación. Por supuesto que parte de
esta política tiene que ver con el hecho de que estos clientes son particularmente
demandantes para el practicante en lo que respecta a la relación, es más fácil definir al
cliente como “no apropiado” para psicoterapia que tratar de ofrecerles unas relación que
pueda resultar demasiado demandante para el terapeuta. En nuestro trabajo luchamos por
resistir esa tendencia y tratamos de encontrar formas de ofrecer un compromiso a
profundidad relacional especialmente a esos clientes a los que resulta difícil llegar. El
desafío esencial para el terapeuta centrado en la persona es ser capaz de ofrecer ese tipo
de compromiso a cada cliente que golpee a su puerta y aún a aquellos que están
demasiado asustados para golpear.
El trabajo con un cliente difícil de alcanzar es revisado en Mearns y Thorne (2000) y
Mearns y Cooper (2005). Sintéticamente, Bobby era un hombre de negocios exitoso con
un pasado criminal. De niño había sido sistemáticamente tratado brutalmente por su
padre quién además había matado a su madre. En su niñez y juventud él había enfrentado
a su mundo transformándose en alguien más violento que cualquiera de los que lo
rodeaban y también asegurándose de estar siempre en control en sus relaciones con los
otros. Lo que más asustaba a Bobby era que la gente se relacionara con él y se le acercara
emocionalmente. Él directamente no permitía que sucediera esto. Por ejemplo si bien él
se aseguraba de que a su familia no le faltara nada económicamente, su esposa lo
describía como “un hombre que no puede amar”. Bobby presentaba un grado bastante
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profundo de proceso egosintónico (Mearns, 2006) - en el lenguaje convencional de
psicopatología él presentaba un profundo desorden de personalidad.
Bobby comenzó terapia para, en sus propias palabras, “liberarme de mis
sentimientos”. Su sistema de auto-protección estaba empezando a resquebrajarse y él
estaba experimentando una gama de emociones que amenazaban su control. Aunque su
necesidad era muy grande, toda una vida alienado de las relaciones implicaba que Bobby
presentaba un gran desafío para el terapeuta que fuera a relacionarse con él.
Desde el comienzo un importante desafío en el trabajo con Bobby fue no dejarse
desanimar por su muy bien desarrollado mecanismo de protección contra las relaciones,
como su desconfianza, cinismo y sarcasmo crónicos. Ir al encuentro y superar los
mecanismos anti-relación de Bobby fue un elemento clave en el intento y probablemente
represento una experiencia de relación única para él. La mayoría de las personas que
Bobby trataba terminaban siendo controladas por él que de esta manera podía
“esterilizar” el ofrecimiento de relación. Pero los seres humanos rara vez tiene una sola
dimensión, y si bien Bobby se protegía a sí mismo de las relaciones, existía también una
parte suya que secretamente las anhelaba.
Uno de los mecanismos específicos anti-relación de Bobby era provocar temor en los
otros. Nada es más confiable para desalentar la posibilidad de relación que el temor - el
desafío relacional para el terapeuta es no estar asustado. En los primeros momentos del
encuentro hubo un momento en que Bobby se comportó amenazadoramente con el
terapeuta. Pero el terapeuta no estaba asustado, más aún, en las palabras del terapeuta:
En ese momento yo pude ver más allá de su enojo y amenaza. Lo miré a los ojos y
vi una persona que estaba bastante perdida y terriblemente asustada. Fue un
poderoso momento de profundidad relacional porque Bobby supo que había sido
visto, quizás por primera vez desde que era un niño.
Este fue un momento clave de profundidad relacional en uno de los primeros encuentros.
Bobby no sólo había fallado en desalentar al terapeuta mediante el temor, sino que había
sido encontrado en su propio temor que yacía debajo de su necesidad de autoprotección.
El terapeuta había hallado un lugar en su self para sentir el temor de Bobby. Este tipo de
momento ayuda a lograr una relación continua en profundidad en la cual el cliente se
sienta suficientemente seguro para permitir que sus diferentes partes sean vistas. Para
Bobby esto significó mostrar su self asustado debajo de su self de presentación que
normalmente lo escondía. A su vez detrás de su self asustado había un self que estaba
existencialmente desesperado. Estas eran dos partes de Bobby que nunca habían sido
vistas en una relación con otro ser humano hasta la psicoterapia.
Cuanto más exploramos la profundidad relacional en psicoterapia, más vemos que
los clientes que son difíciles de alcanzar pueden ser contactados a través de una relación
genuina más efectivamente que por medio de cualquier forma de técnica terapéutica. A
menudo, como en el caso de Bobby, los aspectos difíciles de alcanzar son una muy
comprensible forma de autoprotección, detrás de la cual hay una persona que es
potencialmente alcanzable. En Mearns y Cooper (2005) además de clientes a los cuales es
difícil llegar/con los cuales es difícil conectarse como Bobby y Dominic, también
encontramos un capítulo acerca de un cliente con traumatismo de guerra, Rick, cuya
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protección para no ser conectado tomó la forma de permanecer en silencio durante las
primeras 26 sesiones de terapia.
COMPAÑÍA Y CONFRONTACIÓN
Muchas formas tradicionales de terapia consideran al terapeuta como a una persona
que se mantiene aparte del cliente, en cierta forma representando la posición opuesta:
según esto su tarea es corregir al cliente, ayudarlo a salir, guiarlo, interpretar, enseñarles
las habilidades necesarias para manejar situaciones difíciles, aconsejarlo, etc. Por el
contrario, en la terapia centrada en la persona el terapeuta no se pone en una posición
aparte del cliente sino en relación con el cliente. En esa relación la posición del terapeuta
es tanto con el cliente (en el sentido de buscar comprender y valorar al cliente) como
contra el cliente (en términos de ofrecerle un respuesta humana diferente y separada). Encontrar a alguien implica ser tocado por la esencia de lo opuesto (Guardini, 1955; Schmid,
1994, 1998b).
Mientras que la terapia como una manera de estar-con el cliente fue examinada y
descripta en la terapia centrada en la persona, la importancia de estar-contra el cliente en
su sentido exacto todavía queda por ser clarificado. Profundidad de relación no significa
solamente seguir a alguien a la par, mirando en la misma dirección, también significa
mirar hacia alguien enfrentándolo, parados cara a cara. Encontrar no sólo significa ser
tocado, también implica tocar. Verdaderamente encontrar a alguien no sólo significa estar
con esa persona, también significa estar contra ella. La terapia centrada en la persona no
sólo es comprensiva, también es no-comprensiva. La terapia centrada en la persona no
sólo es acuerdo, es también desacuerdo. La terapia centrada en la persona no es sólo
asentir con la cabeza, también es sacudirla negando. La terapia centrada en la persona no
es solo apoyar y facilitar, es también demandar y desafiar. En una palabra: la
confrontación es una parte esencial de la terapia centrada en la persona.
Las relaciones de cualquier tipo siempre consisten en estar-con y estar-contra. Esto es
particularmente importante en el vínculo, la alianza terapéutica. La terapia no tendría
sentido si no fuera nada más que un duplicado, una copia, o un espejo del cliente. El la
terapia centrada en la persona el terapeuta no sólo es un alter ego, el terapeuta es
realmente diferente, otra persona.
EL TERAPEUTA COMO EL OTRO DEL CLIENTE
Desde sus principios la terapia centrada en la persona se basa en la idea de que el cliente
es el otro para el terapeuta, lo que significa que el terapeuta no debe dar por sentado que
ya conoce a la otra persona. La consecuencia de esta mirada es que el terapeuta está
siempre preparado para ser sorprendido y aprender algo nuevo - acerca del cliente y
acerca de ellos mismos (Schmid, 1994, 2001a, b, c, 2002a, b. d). Es importante darse
cuenta de que esto es así también a la inversa: ya que así como el cliente es el Otro para
el terapeuta, el terapeuta es el Otro de y para el cliente, lo que significa que el cliente
aprende acerca de sí mismo al encontrarse con el terapeuta.
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En consecuencia la tarea del terapeuta es ser la persona que es. Esta es la demanda
central de la autenticidad (congruencia): no ser el que el cliente desea que uno sea o
“hace que uno sea” al dirigir la escenificación de la relación, sino ser realmente la
persona que uno es (en este mismo momento, con este mismísimo cliente). El desafío es
no ceder, no evitarle al cliente la confrontación, no convertirse en el objeto del diseño de
la relación hecho por el cliente, no ser usado por el cliente para evitar el encuentro con el
Otro. Por el contrario, la tarea es pararse firme como persona y enfrentar al cliente como
persona.
Por supuesto que no toda confrontación ayuda (como tampoco lo hace toda
manifestación de amor y compasión). Entonces la pregunta clave es: Cuál es la naturaleza
de la confrontación terapéutica desde un punto de vista centrado en la persona? En otras
palabras: Qué significa encuentro en el en-cuentro terapéutico? Y por último, Qué
significa hablar de diálogo en terapia?
Para contestar estas preguntas necesitamos examinar más de cerca la naturaleza de los
procesos acerca de los cuales estamos hablando. La siguiente investigación
fenomenológica de ese tipo de relación en profundidad apunta a arrojar luz sobre los
procesos personales y terapéuticos involucrados cuando hablamos de diálogo y
confrontación en la terapia centrada en la persona. Por lo tanto exploraremos más de
cerca lo que sucede dentro del terapeuta y entre el cliente y el terapeuta. Esto nos aportará
también una mirada más fresca y una comprensión más profunda de la presencia y el
diálogo.
RESONANCIA:
REVERBERACIÓN DEL TERAPEUTA EN RELACIÓN CON EL CLIENTE
Por medio de la auto-conciencia en la terapia el terapeuta toma conciencia de su
experiencing, el flujo de experiencias inmediatas que se dan en ese momento. Lo que
ellos experiencian es resonancia del mundo del cliente y/o de su propio mundo.
Resonancia (del latín “resonare”, resonar) significa el eco que dispara en el terapeuta la
relación con el cliente.
Barrett-Lennard presentó la idea de “resonación” en una serie de relatos publicados
acerca del proceso empático (1981, 1993, 1997, 1998, 2003, pag. 34-50). Otros
estudiosos han construido sobre esto o relacionado su propia comprensión de este
pensamiento o desarrollado sus propios conceptos. Vanaerschot (1997), por ejemplo,
investigó la resonancia empática como una fuente de intervenciones que intensifican la
experiencia. La auto-empatía y la mutualidad fueron eficazmente discutidas por Jordan
(1997). Behr (2003) desarrolló el concepto de resonancia interactiva en el trabajo con
niños. Wiltschko (2003) describió la resonancia en el marco de la terapia orientada al
focusing.
Las personas resuenan en formas diferentes con ellos mismos, los otros seres
humanos y su medio ambiente. Tales resonancias son siempre una experiencia mezclada,
eco de lo que viene de afuera y también de lo que viene desde adentro. Para el terapeuta
es esencial distinguir entre las diferentes fuentes con las cuales se relaciona la
reverberación. Aunque todo tipo de resonancia puede ser mezclada y muy rara vez
aparecen separadamente y aunque en cualquier resonancia empática se da un proceso
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interno de reconocimiento y comparación, es preciso discriminar entre las diferentes
formas de resonancia.
Lo que resuena en el terapeuta puede venir de su propio mundo: auto-resonancia
tiene que ver con las experiencias propias. La resonancia empática, por el contrario, tiene
que ver con las experiencias del cliente. Surge de estar dentro del marco de referencia del
cliente. Puede ser concordante o complementaria. Por último la resonancia personal o
dialógica surge de ambos, y, como un proceso de resonancia basado en el cliente y el
terapeuta, marca una categoría distinta (ver figura 1).
AUTO-CONCIENCIA
EXPERIENCING
AUTO-RESONANCIA
RESONANCIA EMPÁTICA
CONCORDANTE
PONER
ENTRE PARÉNTESIS
USAR PARA
CONSTRUIR PUENTES
SIMBOLIZAR
RESONANCIA PERSONAL
COMPLEMENTARIA
CONFRONTAR
DIALOGAR
Figura 1: simbolización del terapeuta, confrontación y diálogo que surgen de la presencia
y de diferentes formas de resonancia.
AUTO-RESONANCIA
Auto-resonancia es la reverberación de los sentimientos, pensamientos, temores, deseos,
o lo que surja, pero propio (cf. Barrett-Lennard, 1997, elucidación de la auto-empatía). Si
el terapeuta no es conciente de esto, la auto-resonancia lleva a un proceso en el cual el
terapeuta en realidad habla de sí mismo “usando” al cliente, habla aparentemente del
experiencing del cliente, pero en realidad está hablando acerca de su propia experiencia.
Un ejemplo de una breve interacción puede ilustrar esto:
Cl: Debería odiarlo o amarlo? No se, estoy confundida.
Te: (pensando acerca de su propia pareja): Buena pregunta! Nunca se sabe.
Los terapeutas necesitan estar concientes de la auto-resonancia (lo cual es un tema de
entrenamiento y supervisión). Auto-resonancia significa que el terapeuta resuena a sus
propias experiencias. En consecuencia el terapeuta debería poner entre paréntesis lo que
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surge en el momento, hacerlo a un lado lo mejor que pueda y quizás volver a ello en su
supervisión, o tomarlo como una fuente que le permita construir un puente hacia el
experienciar del cliente - un puente que pone al terapeuta en un mejor marco existencial
para encontrarse con el cliente (ver Mearns y Schmid, de próxima publicación).
RESONANCIA EMPÁTICA CONCORDANTE
La resonancia empática puede ser concordante. Esto es lo que tradicionalmente
entendemos por empatía: cuidadosamente simbolizar el experiencing del cliente
facilitando de ese modo que el cliente llegue a su propia simbolización.
Cl: Debería odiarlo o amarlo? No se, estoy confundida.
Te: (sintiendo primero la confusión del cliente): Hay sentimientos mezclados en vos.
Sentís afecto, sentís disgusto, y ambos están en vos al mismo tiempo.
Esta es la empatía clásica. El terapeuta trata de seguir el proceso de la experiencia del
cliente lo más fielmente que le sea posible.
La empatía, como es bien sabido, no sólo simboliza lo que es obvio y está disponible
a la conciencia. Trata de captar lo que el cliente revela al borde de su conciencia. En la
resonancia empática profunda y relacional a menudo se da un proceso empático intenso y
profundo en el cual el terapeuta habla “por” el cliente al verbalizar lo que el cliente
muestra. En otras palabras: el terapeuta habla como si fuera el cliente.
Rogers (1984) se refirió a esto cuando dijo: “la conexión es tan profunda que una
persona puede hablar por la otra” (pag. 22) y agregó: “yo realmente siento que esos son
los momentos más intensos y gratificantes de la terapia”; en otra oportunidad él hablo de
sentir una conexión “casi ectoplasmática” (1987, pag. 39).
RESONANCIA EMPÁTICA COMPLEMENTARIA
La resonancia empática también puede ser complementaria, esto significa que
complementa la simbolización del cliente, suplementándola y balanceándola. La empatía,
reconocimiento y confirmación del terapeuta abarca no sólo lo que obviamente existe
sino también lo que parece estar en un nivel no-hablado y probablemente del que casi no
se tiene conciencia, verbalizando lo que el cliente muestra pero todavía no puede
simbolizar por sí mismo. El terapeuta confronta al cliente con otra faceta suya.
Con- fron -tación literalmente significa enfrentarse a alguien. El “fron” se refiere a la
frente. Confrontación tiene que ver con enfrentar a alguien o algo, mirando directamente
a la persona o cosa, de frente, hacia el frente. Las palabras de confrontación del terapeuta
complementan las palabras del cliente.
Cl: Debería odiarlo o amarlo? No se, estoy confundida.
Te: (percibiendo en principio que la cliente se ha ido cansando de la persona de la
cual habla)…o directamente olvidarme de él?
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Otro ejemplo podría ser el siguiente:
Cl (dudando, tentativamente): Siento un poco de pena por él, pobre tipo…
Te: la mentas lo que sucedió pero también pareces pensar que se lo merece…?
Mientras que el ejemplo anterior pone en juego un experiencing algo contrastante, el
siguiente cambia el foco de la auto-evaluación.
Cl (en un tono de voz exageradamente firme): Es un tema que me deja totalmente
indiferente!
Te: realmente desearías no tener que ocuparte del mismo.
Esto es lo que clásicamente se puede esperar de un terapeuta centrado en la persona. La
resonancia empática complementaria sirve de indicador de una simbolización incompleta
confrontando al cliente con la parte de su experiencing que están revelando pero que ellos
mismos no pueden simbolizar adecuadamente.
En este caso confrontación significa reconocimiento, confirmación, aceptación y
comunicación empática de la resonancia empática complementaria. El terapeuta
cuidadosamente confía en su experiencing para tratar de comprender lo que le comunica
el cliente. Es una forma de devolverle al cliente un feedback de lo que el terapeuta
percibe “de parte del cliente” basado en la idea de que es el cliente, como agente de
desarrollo de la personalidad, el que in-forma al terapeuta, o sea le da la forma, el perfil,
el aspecto, para que comprenda y lo desafía a que corra el riesgo de hacerlo (Schmid,
2005a).
Tal como se sucede con la resonancia en general, la empatía concordante y
complementaria efectiva no se dan en forma pura. En la mayoría de los casos la
devolución del terapeuta usa o agrega palabras frescas y matices implícitos de significado.
Y en la forma más deductiva y complementaria tiene una cualidad más inclusiva: el
terapeuta no ignora lo expresado concientemente por el cliente pero responde desde un
sentido más amplio del otro y lo que este evoca en el que lo escucha.
RESONANCIA PERSONAL O DIALÓGICA
Pero hay más. Mientras que la auto-resonancia surge del terapeuta y la resonancia
empática surge del cliente, la resonancia personal o dialógica no proviene del cliente ni
del terapeuta por separado, surge de ambos, o mejor aún, del “entre” ellos. Nace en la
relación persona a persona.
Con la resonancia personal el terapeuta toma la posición del Otro en la relación. La
resonancia personal es una confrontación del cliente con él mismo como persona.
La resonancia personal es siempre co-resonancia, resonancia del experiencing de
ambos, el cliente y el terapeuta. La resonancia personal lleva al mutuo intercambio - y
esto es diálogo. El diálogo se caracteriza por la revelación de la resonancia personal a lo
que el Otro muestra o manifiesta. Es resonancia personal porque el terapeuta se muestra a
sí mismo como persona y dice algo personal, sus sentimientos personales, deseos,
temores, lo que sea.
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La resonancia personal se inspira, se apoya y nutre de la resonancia complementaria,
pero enfatizando la experiencia propia del terapeuta o contra-posición. Tiene una
cualidad más simétrica que las tras formas de resonancia - “una escucha muy cercana y
atenta al otro, pero a la vez también se forma y expresa pensamientos y sentimientos
propios” (Barreto-Lennard, 1998, pag. 360). Se refiere a un modo de respuesta interactivo
y por lo tanto es muy apropiado llamarla resonancia dialógica.
Cl: Debería odiarlo o amarlo? No se, estoy confundida…
Te (personalmente tocado por el desconcierto del cliente): …lo que me hace darme
cuenta de que realmente deseo que llegues a la decisión correcta esta vez.
Esto es diferente de referirse solamente a la experiencia del cliente, y también es
diferente de “contarle la historia de uno” ya que “viene a cuento” de la historia del cliente.
Entonces lo que el cliente y terapeuta comparten es una manera co-creada de mirarse el
uno al otro - con el foco en el cliente (sin esto ya no sería terapia). Es mutua y verdadera
inter-subjetividad, un encontrarse realmente en-contra, mostrando interconexión. El
cliente y el terapeuta están frente a una situación cuya cualidad existencial es
experienciada por ambos. De parte del terapeuta es presencia, como describimos
anteriormente: una actitud existencial de estar inmediatamente presente para el cliente,
una manera de ser y actuar que pone la atención y auto-conciencia al servicio del Otro.
La resonancia personal o dialógica como un resonar al “Nosotros” de la díada clienteterapeuta, puede ser vista como una reverberación del terapeuta (y quizás también del
cliente) a la misma relación dialógica emergente. Si el cliente está deseoso y “listo” para
un intercambio mutuo ese tipo de respuesta puede ser el comienzo de un diálogo continuo
o temporal en la relación terapéutica. Es un ofrecimiento para entrar a este nivel de
profundidad relacional.
Aquí hay un ejemplo de resonancia personal de la terapia de Rogers con Mr. Vac
(Rogers, n.d.).
Te: Quiere verme el próximo martes a las once?
Cl: No se.
Te: Simplemente no se.
(Silencio durante 49 segundos)
Te: Justo en este momento usted no sabe…si usted quiere decir “sí” a eso o no,
eh?...Me imagino que usted se siente tan deprimido y mal que simplemente no sabe
si usted puede…ver tan hacia delante. No?
(Silencio de 1 minuto y 20 segundos)
Te: Yo le voy a dar una cita para esa hora porque yo sí realmente quiero verlo
entonces.
(Escribe una nota con la cita)
Este otro ejemplo viene de la terapia de Mearns con “Dominic, el parcialmente borracho”
(Mearns y Cooper, 2005, capítulo 5).
Cl (evita responder una pregunta dura): Gran pregunta - quizás necesito otro
vodka antes de poder contestarla.
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Te: Dom - estate acá - estate acá borracho - pero no juegues conmigo, no me
boludees. Ni vos ni yo nos merecemos eso.
Cl (después de un silencio) Sos realmente serio acerca de esto, no?
En todos estos ejemplos es crucial ver que están “engarzados” en la relación que los
genera. No son “modelos” que pueden ser transpuestos a otra relación. Como nos muestra
el último ejemplo de la entrevista de Rogers, confrontar y dialogar no significa
necesariamente que surjan cosas lindas, amistosas, dulces, a las cuales el cliente les da la
bienvenida. Los terapeutas pueden confrontar a los clientes con sentimientos “no muy
agradables” acerca de ellos, o decirles que están aburridos. Los terapeutas pueden
contradecir el punto de vista de los clientes o su interpretación de sus experiencias. Los
terapeutas pueden confrontar a los clientes con los procesos que se están dando en los
terapeutas durante su encuentro. Los clientes pueden verse confrontados con temores o
con el hecho de que el terapeuta descree lo que dicen, o pueden ser confrontados con los
valores del terapeuta que difieren de los de los suyos.
En este escrito hemos sostenido que el hecho que el terapeuta esté “contra”, lo que
confronta, es tan necesario como su estar “con” el cliente en una psicoterapia y
counseling verdaderamente centrados en la persona. Permite que se de verdadero
encuentro y presencia y es un fundamento para el diálogo. La confrontación y el diálogo,
sin embargo, pueden tomar formas muy diferentes. Es por ello que necesitamos una base
para determinar cuando la confrontación y el diálogo están centrados en la persona y
cuando no lo están. Veremos este tema en un segundo artículo (Mearns y Schmid,
publicado próximamente). Al respecto también trataremos las consecuencias de esto para
los profesionales y los que se están entrenando, discutiremos el desafío de encontrarnos
con las diferentes partes del cliente y echaremos una mirada a la agenda del terapeuta.
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