Luis García Montero-Lecciones de poesía para niños inquietos

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LECCIONES DE POESÍA PARA MAESTROS INQUIETOS (RDR)
Lecciones de poesía para niños inquietos.
Luis García Montero. Comares, Granada, 1999.
https://www.youtube.com/watch?time_continue=67&v=9kvuD7Sk-f4
NO SOMOS TONTOS
Parece que escribir poesía para niños sea escribir sobre un zoológico en diminutivos. No
cambia mucho si la cosa va en aumentativos. Se puede hablar de todo: puede haber mucha
poesía en las locas lavadoras (que encogen prendas o hacen desaparecer calcetines). Los
poetas son unos curiosos, y miran por detrás de la cerradura. Para ser poeta, hay que
aprender a mirar.
TAMPOCO SOMOS NIÑOS GÓTICOS
Tenemos sentimientos, aunque sean contradictorios, pero hay que atar en corto a la palabra
“demasiado”. Hablar con la boca llena, y más si está llena de merengue, es de mala
educación: No se puede ser demasiado cursi, demasiado gótico. Nos pasará como cuando
vemos a nuestro padre con corbata o a nuestra madre recién salida de la pelu. Hay personas
que confunden el deporte con la ropa. Gómez de la Serna podía ser un poco cursi, pero
nunca demasiado cursi (como un vestido de terciopelo con lazos, unos zapatos de charol, las
porcelanas de casa, los poemas con diminutivos donde todo es bonito).
APRENDER A MIRAR
La poesía nace de una mirada, de una forma de ver (y oír) el mundo. Las cosas nunca son lo
que parecen, pero un indiscreto es un curioso tonto. Juan, el hijo de Juan, es un mirón.
Descubre ojeras en los ojos de su padre, y ve la ciudad, desde la ventanilla del coche, camino
del cole, como si fuera un reloj, en el que los semáforos se acompasan con los movimientos
de los ciudadanos. Si las hormigas abandonasen por un momento su hilera, y se subiesen al
árbol, verían cosas distintas que merecen la pena.
SEGUIMOS MIRANDO
Juan vuelve al colegio, en septiembre, y verá sucederse las estaciones, para concluir que la
vida nos divierte a fuerza de repetirse y de cambiar, cambiar para repetirse. Y el mundo nos
atrapa como un juego. Como en cualquier deporte en el que, solo cuando conocemos sus
reglas, es cuando nos divertimos y nos lo pasamos bien.
YA SABEMOS MIRAR
Entonces, ya podemos decir:
1. METÁFORA. Algo que se descubre después de haber aprendido a mirar, que nos
permite jugar, disfrazar el mundo. Las metáforas no son adivinanzas sino un modo de
conocernos mejor, porque nos explican el estado de ánimo con el que vemos el
mundo: la escarcha (cristales / lágrimas / azúcar / algodón / paloma / túnica /
plástico…) del invierno / sobre la tierra y las flores. Jugar a ser otro, aunque sea por
unos instantes, es una manera de divertirse.
2. PROSOPOPEYA/PERSONIFICACIÓN. El otoño es un señor muy serio y la primavera
una joven mujer. Cuando volvemos humano lo que no lo es.
3. METONIMIA. Hay cosas que están siempre tan juntas que acaban contagiándose. Las
canas de la sabiduría, para decir lo mucho que saben los viejos. Tendemos a resumir
y, así, nos enamoramos de aquellos ojos verdes.
Son lazos de complicidad con el mundo, miradas que bastan para entendernos, sin necesidad
de dar explicaciones largas.
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LEER EN VOZ ALTA
Leemos 4 poemas sobre las estaciones del año. Leemos viendo las imágenes que flotan
sobre los versos, como una barca sobre un lago. Llama a tus padres…, concentra a tus
soldaditos…, grábate en un magnetofón.
EL TIEMPO
La conciencia del tiempo es importante, y no es patrimonio de los mayores. La melancolía
también pone gotas en los ojos de los niños. En el inmenso colegio de la literatura, donde
nosotros ocupamos todos los cargos, elijamos un nombre para una niña: Maribel, que
empezará el colegio sin su amiga Rosa, que se ha ido a París a vivir. No es lo mismo decir
“Rosa me comprende con solo mirarme a los ojos” que decir comprendía. No es lo mismo
querer ver los lentos relojes antes de que se fuera Rosa que querer verlos correr como
caballos, ahora que Maribel sabe que irá a verla. Este curso, sexto, cambiarán otras cosas:
nueva profe, nuevas sillas y amigos que se van o vuelven. De la tristeza y de la alegría de los
relojes también saben los niños. Aprender a mirar significa descubrir cómo pasa el tiempo, el
material del que estamos hechos.
MÁS COSAS Y MÁS TIEMPO SOBRE EL TIEMPO
Mari Carmen, la madre de Maribel, se vuelve loca dos veces al año:
a) A mitad de junio, abre los armarios, baja las maletas y busca la ropa de verano. Los
recuerdos siempre son útiles al salir del armario, porque encogen o se ensanchan. A
las palabras les pasa como a los bañadores: después de probárnoslas, algunas son
antiguas y otras se quedan pequeñas. La madre escribe una lista de todo lo que falta
(escribir sirve para que las cosas no se olviden) y va con Maribel a El Corte Inglés. Lo
peor son las dudas para elegir, pero siempre es peor que elija tu madre.
b) En los primeros días de colegio: “¡Hay que equiparse!” Da rabia tener que tirar las
cosas cuando las queremos, pero mucha ropa se queda pequeña. En los armarios
está encerrado el tiempo. Decimos “estos pantalones ya no nos sirven”, pero
seguramente somos nosotros los que ya no les servimos. Ellos siguen igual, como el
colegio al que volvemos pasados unos años. Todo es más pequeño de lo que
recordábamos, pero somos nosotros los que hemos cambiado.
La memoria es un armario en el que cabe casi todo. Las cosas dependen de la estatura de
nuestros ojos, que hacen que observemos detalles, olvidemos otros o cambiemos el tamaño
de la realidad. Los escritores miran a veces con los ojos de la memoria para viajar por esa
carretera de ida y vuelta que es el tiempo. Chiqui tiene más de 60 años. Cuando abre el
armario mágico de la memoria, hay una modista milagrosa que arregla trajes y los ajusta, y
vuelve a ponerse el uniforme de colegiala, y regresa a antes de tener una hija llamada Mari
Carmen, que tuvo una hija llamada Maribel. Basta con un sabor, un olor o una palabra para
que una magdalena esponjosa, un aroma a violetas o escuchar “equiparse” nos recuerden los
desayunos con la abuela Chiqui, la colonia de Rosa o esos dos momentos de locura, en el
que los armarios de la ropa vieja se abrían, al tiempo que lo hacían los probadores de ropa
nueva. Eso es el tiempo.
POEMA SOBRE EL TIEMPO
¿NACE O SE HACE?
Si te haces poeta, y publicas, terminarán haciéndote esa pregunta. Como los atletas, además
de buena disposición se necesita esfuerzo. Los espectadores ven la medalla que entregan en
las Olimpiadas, con la que el mismo atleta una vez soñó, mientras le esperaba un chándal
doblado junto a la cama para la mañana siguiente. El atleta vuelve a ese cuarto y ve el
esfuerzo, el despertador, los entrenadores, los días de sol o de lluvia. Los poetas son atletas
de la palabra. Además del talento, hay que estudiar, leer y escribir. Mira a los ojos de las
fotografías de un libro de Hª de la Literatura y no verás ni fama ni premios. Verás el país de
las palabras en el que tú vives. Cuando te hagan esa pregunta, contesta cualquier cosa, pero
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no olvides las historias que has leído o escuchado, los papeles rotos. Nace y también se
hace, en sociedad, con palabras.
LA PALABRA
Cuando necesitamos que alguien nos crea decimos palabra de honor. Un diccionario es una
caja de sorpresas, tan grande como otras ciudades, otros oficios, otras épocas. Los poetas
aprenden a utilizar palabras raras (hoploteca, suita, rusificar, trinitrotolueno, usgo, zacear,
apiolar, campés, cuérrago, entormecimiento y garrofal) y aprenden a dar vida nueva a
palabras sencillas (agua, pan, calle, mar, cielo y tierra, amor, tristeza, canción, miedo o
alegría). El HONOR (cumplimiento del deber o reputación que sigue a la virtud) es una
palabra peligrosa si se alía con la mentira. Los deberes impuestos son antipáticos y el honor a
veces es una máscara hipócrita. La poesía no debe ser nunca una obligación. Hay honores
ridículos, y tomar decisiones es lo que hace la vida entretenida. Todo depende de las
situaciones concretas, y nunca valen las afirmaciones generales. Con las palabras (como
navajas, piedras o puñales) se puede dañar el honor. Si un amigo te traiciona, sus palabras
son una ametralladora. Hay palabras que son la llave de todos los secretos, declaraciones de
amor o los misterios del mundo. Para hablar de sentimientos, nuestro aval es la palabra.
SOMOS UNA CONVERSACIÓN
Las palabras son la piel de nuestro yo, y conocen todos nuestros secretos. Y es curioso que
pertenezcan –también- a toda una sociedad, a los otros y a todo lo que con ellos
intercambiamos: somos una conversación. Nuestros gustos más íntimos se han hecho junto a
los demás. Podemos considerar el marisco un manjar exquisito, al igual que otros países
invitan a hormigas o fuentes de lombrices en días de fiesta. Busca en tu casa un objeto con
valor simbólico, capaz de resumir la vida de tu familia. Almudena ha encontrado la quiniela de
su padre, que lleva toda la vida jugando, pendiente de los resultados. Reúne a la familia y les
pregunta qué harán con el dinero. “¡Cómo le gustan a tu padre los castillos de arena!” Como
las olas del mar, los lunes hay una quiniela rota en el cenicero. Esa quiniela son muchas
cosas, y una manera de ser. “¡Esta niña es igual que su padre!”. Lo dice la madre cuando
Almudena fantasea, inventa o ve tesoros perdidos en el parque… Y es que el mundo es una
conversación.
LAS PALABRAS COMPARTIDAS
Compartir una lengua es compartir nuestra imaginación. Escuchamos la conversación de la
mesa de al lado: Hay que arreglar el alero…el ojo de un puente…más fuerte que un
roble…hoy es un día triste…Pedro tiene hoy siete gatos en la barriga…estoy hablando con el
corazón en la mano… Lo hacemos los poetas y lo hacemos todos: jugar con las palabras,
aprovecharlas, divertirnos, buscar sorpresas, repeticiones… Hay retahílas infantiles que son
verdaderos poemas, y poemas que recuerdan a retahílas infantiles.
CANCIÓN PARA DORMIR A ELISA
LA ESCRITURA
Aunque parezca que va a nevar, casi nunca nieva. Esta tarde, sí. Nieva de verdad. ¿Cuajará?
La nieve es pasajera, y débil bajo los coches o los zapatos de la gente. La nieve acaba
borrándose, como el vaho de nuestra respiración. La nieve y el vaho son como una
conversación: son una realidad fugitiva que se esfuma y se la lleva el viento. La palabra
“palabra” es blanca, como la nieve-nieve, que nadie pisa. La escritura es como una nieve que
no se deshace. Escribimos para detener el tiempo y llevar nuestra vida a kilómetros y años de
distancia. Los poetas se sentaron junto al fuego, y recorrieron ciudades llevando la antorcha
de las palabras de la tribu, y luego descubrieron la escritura, como forma de luchar contra el
tiempo, y de que no quiera escaparse sin tener que meterlo en una jaula. La literatura es
también un cuarto propio, ese que nos costó trabajo conseguir, un fuego personal para
calentarnos, para nosotros solos.
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LA IMAGINACIÓN
Ya que estamos en nuestro cuarto, inventemos juegos, como cuando niños. En esos días de
lluvia, solitarios, la cabeza podía llenarse de muchas cosas. Bastaba para jugar algunas
cosas dormidas en el cuarto. Si acertaba con el dardo en el centro rojo de la diana, se abrían
las puertas de la prisión. Corría por un laberinto de pasillos y rescataba a mi novia, ingeniera
militar. Si volvía a acertar con el dardo, llegaban refuerzos y mi novia me daba un largo beso
de agradecimiento. Con una caja y una pelota, retransmitía las mejores jugadas de un partido
de fútbol, y España ganaba un Mundial que nunca había ganado. La imaginación es
importante para poder ajustarle las cuentas a la realidad, salirnos con la nuestra y vivir en las
ciudades de la imaginación. Pero, cuidado, uno debe hacerse responsable de la imaginación.
A mi madre le he regalado un frasco de colonia. ¿Otro? A la luna le regalaría una buena
noche para que brillase como el sol. A una señal de tráfico le regalaría un abrigo para que no
pase frío. A un árbol, una buena cena para que dejara de alimentarse por las raíces. Y a un
recuerdo, una caja de cristal llena de tiempo para que volviese a vivir el presente. A tu madre
le podrías regalar todo eso. ¿No tienes dinero? Habla con tu padre y le compráis un abrigo a
medias para que salgan a cenar una noche mientras cuidas de tu hermano pequeño. ¿No
tienes edad para responsabilizarte de él? Pide ayuda. ¿Hacer de canguro gratis? Estás
avisada: La imaginación es tan real como la realidad si aprendes a mirar con los ojos del
pensamiento.
LA RIMA
Cuando dibujamos una casa en la tierra del parque o en la arena de la playa dibujamos un
espacio entre la realidad y la ficción. La rima sirve para eso: para marcar con los sonidos una
raya que delimite el espacio del poema: un dibujo grueso (en rima consonante.- coche-noche,
barco-charco, violeta-maceta…) o un dibujo suave (en rima asonante.- noche-hombre, barcocaballo, violeta-espera…). La rima sirve para dar protagonismo a lo que queremos comunicar:
Bernarda, cara de leoparda. Magdalena, cara de hiena. Con la rima las cosas no se olvidan.
Es como la luz que se filtra por las cortinas y dibuja el tiempo de un poema, como el tic-tac de
los relojes. La rima sirve para conseguir música en un poema. Tan importante es lo que
decimos como la forma, el tono, los gestos… Y eso vale tanto para dar una excusa como para
escribir un poema, porque en ambos casos hay que resultar oportuno, seductor, llamativo,
creíble. Se pueden escribir poemas sin rima y con versos de distintas sílabas, siempre que
convirtamos una mirada o una idea en algo memorable.
El tambor de la lluvia
Corre por la ventana
En los cristales fríos
Canta la luz del alba.
LEER UN POEMA
Todo lo anterior te ayudará como lector. Disfrutar un poema es comprenderlo, descubrir su
relación con nuestra vida, emocionarnos con él. La mejor verdad del poema es la tuya, lo que
tú sientas o descubras, porque no hay oculta una única verdad. Como lectores, somos los
dueños del poema. Y cuanto más leamos, esa verdad se hará más rica y más inteligente, más
nuestra.
Tiovivo (Federico García Lorca)
http://www.poetasandaluces.com/poema.asp?idPoema=1301
https://www.youtube.com/watch?v=mvNJpKa9pxA
Tiovivo. Mezcla de melancolía (el tiempo que pasa como un río) y felicidad (el logro de la
imaginación poética):
Tiempo. Antiguamente, en la época de las supersticiones, el tiempo era una rueda que giraba
sin avanzar, en el eje inmóvil del presente. Luego descubrimos que el tiempo es un camino,
un río, un libro que se escribe poco a poco, un viaje en el que cambiamos, según crecemos,
de talla, de ideas, de costumbres y de sociedades. Los días, abandonan su piel, como las
culebras… Los cambios son en general buenos: nos dan la posibilidad de elegir, de ir
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construyendo el futuro. Ernst Jünger, en El libro del reloj de arena (1957) dice que solo los
niños conservan la idea del tiempo circular cuando esperan un día de fiesta. Las fiestas se
quedan en la memoria, y regresan en el tiovivo del tiempo. Estos son los mismos de nuestras
madres viejas. Su madre no era muy vieja entonces, pero el poeta enfatiza la melancolía, y
las tardes de fiesta se visten con elegantes vestidos de antaño (…largas colas de moaré y
lentejuelas), y el estribillo fija ese regreso permanente: Corpus azul. Blanca Nochebuena.
Ilusión, descrita con colores. El azul de los días de junio (el Corpus) y el blanco de la nieve y
los manteles de las comidas de Navidad. Y los niños, ajenos a las prisas, entregados a la
ilusión, la diversión y la fantasía: ¡Rabia, rabia, Marco Polo! Porque el niño juega con el tiovivo
de la Tierra y es capaz de llegar a lugares lejanos que Marco Polo nunca conoció. Y los cinco
continentes son un tulipán. Y los niños, como poetas -o al revés-, alcanzan la luna convertida
en cereza, en caballos convertidos en panteras… Vuelve a leerlo y busca tus ideas, tus
sentimientos, tu lectura.
ESCRIBIR UN POEMA
Si además de leerla, quieres escribir poesía, las palabras serán las amigas íntimas de tus
ojos. Y aparte de algunos trucos que te he dado, no hay más consejos: tendrás que dudar (y
elegir) entre temas, metáforas y música para ellas; desechar un adjetivo o una imagen y
seleccionar otros, hasta formarte una conciencia poética. ¿Qué es eso? Lo que le sugiere al
poeta lo que está bien o mal escrito. Las otras leyes se pueden compartir, pero las de la
poesía viven solo en la cabeza del poeta. Me equivocaba. Sí me queda un consejo: Copiar
libremente a un poeta que nos guste. Los clásicos lo llamaban imitación, porque la primera
lección de la conciencia poética es la admiración. Yo nací en Granada, y mis primeros versos
eran una imitación de los de Lorca. Imitaba lunas y jinetes, e inventaba. Mi madre guardó
aquellos poemas en carpetas y me las regaló cuando publiqué mi primer libro. Tengo un
poema titulado El tiovivo de las olas (…Olas del mar y barcos de vela…). Imité, y llegué a un
mundo de imágenes del que salió mi mundo. La poesía es un barco que nos lleva a nosotros
mismos, navegando por aguas internacionales, con mapas y faros compartidos.
Y si el libro te ha ayudado a disfrutar de la poesía, aceptaré tu invitación cuando nos
encontremos: Bien valdrá, como creo, un vaso de buen vino (Berceo)
ANEXO – Fragmentos del libro
LO ORAL Y LO ESCRITO
“Me gusta pintar las palabras de colores, rellenarlas en mi imaginación igual que las casas y
los árboles en un cuaderno de dibujo. Siempre he pensado que la palabra «Palabra» es blanca, como
la nieve pura, la nieve nieve, la que cae durante días y noches en lo alto de las montañas, sin que
nadie la pise. La nieve va nombrando el mundo, hace sus muñecos, pinta de blanco las copas de los
árboles, los tejados, las casas, las calles, los coches, el cubo de la basura, los bancos solitarios del
parque. La nieve levanta una realidad fugitiva, que desaparece cuando el sol manda sus rayos a la
tierra y la ciudad empieza a gotear. La nieve es un milagro, una maravilla, un cuento, un poema, pero
resiste poco tiempo. Las calles se convierten en una inmensa gotera, en un escalofrío que se filtra por
el cuello del abrigo y por los descuidos de las botas para regalarnos un buen resfriado.
La nieve y el vaho de la ventana se parecen a una conversación. Las palabras de las
conversaciones se esfuman, se las lleva el viento, sólo sirven para entendernos en un momento
preciso. Las palabras salen de la boca, entran por los oídos y luego se derriten o se van memoria
adentro como un pájaro que acaba por desaparecer. Los seres humanos han inventado algunas cosas
para que las palabras no desaparezcan: contestadores automáticos, magnetofones, el cine sonoro....
Pero lo primero que inventaron fue la escritura.
La escritura es como una nieve que no se deshace, una maravilla que consigue durar, una
conversación que quiere mantenerse en el tiempo. La palabras de la escritura pueden esperar años
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en una libreta, en un libro, en un periódico, hasta que lleguen los ojos que quieran recuperar el
diálogo interrumpido. Las tribus antiguas se reunían alrededor del fuego para contarse sus historias.
El más anciano solía tomar la palabra y recordar el pasado común de todos los seres pertenecientes a
la tribu:
— Yo, Rayo Fugitivo, nieto de Águila Blanca, hijo de Caballo Loco y padre de Flecha Certera os
voy a contar la historia que sucedió....
Así, Rayo Fugitivo recordaba la historia que le habían contado Águila Blanca y Caballo Loco, y
le anunciaba también a su hijo, Flecha Certera, que alguna vez debería seguir con la antorcha de las
palabras, contar la historia de la tribu para que no se perdiese en el olvido.
Pero las conversaciones y la nieve son fugitivas, y pasan como el tiempo, como el agua, como
los coches en la autopista. Los seres humanos inventaron la escritura, una palabra que no se pierde,
que puede esperar en las bibliotecas la llegada de su lector. Escribimos para detener un poco el
tiempo, para llevar nuestra vida a muchos kilómetros y a muchos años de distancia.
Los poetas también se sentaron muchas veces junto al fuego y recorrieron las plazas de las
ciudades y los grandes salones de los palacios para recitar sus versos. La poesía, como las viejas
palabras de la tribu, era una conversación, una reunión oral. Luego los poetas descubrieron la
escritura como una forma de luchar contra el tiempo, de llegar a más sitios, de pensar con más
precisión en las palabras. Los poemas son las nuevas palabras de la tribu. El poeta aprende a mirar,
enciende el fuego de la vida con sus ojos y consigue fijar sus palabras en el tiempo gracias a la
escritura, esa nieve que no se deshace, aunque lleguen las mañanas de sol, los veranos, los años y los
siglos.
La literatura es el arte de conseguir que el tiempo se quede a vivir con nosotros, sin que
quiera escaparse, sin necesidad de meterlo en una jaula.
La literatura es también como tener un cuarto propio, un fuego personal para calentarnos
cuando sentimos frío. Podemos abrir los libros como se abre la puerta de nuestro cuarto, ése que nos
ha costado tanto trabajo conseguir.
Cuando era pequeño, dormía con tres hermanos en la misma habitación. Si quería jugar, ellos
estaban estudiando; si yo estudiaba, ellos querían jugar. Si tardaba en apagar la luz por las noches,
mis hermanos protestaban porque les impedía dormir. Nos llevábamos bien y no era difícil ponerse
de acuerdo, pero a veces es necesaria la intimidad, un fuego solitario para nosotros solos.
Cada vez que abro un libro, gracias a la escritura, siento todavía la misma sensación de
intimidad que descubrí cuando mis padres cambiaron de casa y tuve un cuarto para mí solo. Por eso
digo que disfrutar de la literatura es lo mismo que conseguir un cuarto propio. Un libro es como la
habitación que llamamos nuestro cuarto.” (“La escritura”, pp. 106-108)
REGALOS IMAGINATIVOS
“Las palabras son como una diana y un dardo, como una caja de cartón y una pelota, objetos
que nos ayudan a jugar y que nos permiten vivir en las ciudades de la imaginación, ajustándole las
cuentas a la realidad. Pero, cuidado, piensa que si quieres ser poeta deberás hacerte responsable de
tus imaginaciones. A veces resulta difícil vivir en el lugar adonde nos lleva la imaginación. Y es que
aprender a imaginar no significa solamente inventarse fantasmas, brujas y marcianos.
¿Qué le has regalado a tu madre por su cumpleaños? ¡Un frasco de colonia! Pero, ¿cuántos
frascos de colonia tiene tu madre? Por lo menos cuatro o cinco, porque casi todo el mundo le regala
colonia a las madres en su cumpleaños. Vamos a jugar con la imaginación para ver si se nos ocurre
otra cosa.
— ¿Qué le regalarías a la luna por su cumpleaños?
— Una buena noche, sin nubes en el cielo, para que pudiera brillar casi tanto como el sol (o
por lo menos como una bombilla).
— ¿Y qué le regalarías a una señal de tráfico?
— Un abrigo, porque en las esquinas de las calles hace mucho frío y es una lástima que las
señales de tráfico se pasen las noches tan desnudas y tan quietas.
— ¿Y a un árbol?
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— Pues creo que una cena en un restaurante de lujo, con muchos platos para elegir y postres
riquísimos. Lo de alimentarse a través de las raíces debe ser muy aburrido, casi tanto como el
comedor del colegio. Supongo que los árboles estarán aburridos de comer siempre la misma tierra,
con el mismo sabor a minerales y a barro.
— ¿Y aun recuerdo, qué le regalarías a un recuerdo por su cumpleaños?
— ¡A un recuerdo! No los ´se, a ver, déjame que piense… A un recuerdo le podríamos regalar
un trozo de tiempo, para que volviese a vivir en el presente. A los recuerdos hay que regalarles una
caja de cristal llena de tiempo.” (“La imaginación”, pp. 112-114)
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