El contrato de aparcería - Facultad de Derecho | Universidad de la

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Universidad de la República
Facultad de Derecho
Externo de Derecho Agrario
curso a cargo del
Dr. Juan Pablo Saavedra Methol
“El contrato de
aparcería”
Marcos Sebastián Dotta Salgueiro
Montevideo, 1° de diciembre de 2003
1
“Me encuentro aquí retenido por la necesidad de encontrar arrendatarios; se trata de
aprovechar las tierras por largo tiempo y de cambiar todo el plan de su actual régimen.
Durante los últimos cinco años mis arrendatarios se han atrasado mucho a pesar de las
grandes quitas que les he concedido. De ahí que la mayoría deje de pagar a cuenta, en el
temor de no quedar enteramente libre de la obligación. Arrancan y consumen todo lo que
queda sobre la tierra, convencidos de que no sería para ellos lo que economizasen. Es
preciso hacer frente a un desorden que aumenta todos los días y ponerle remedio. El solo
medio de hacerlo es el de no arrendar por dinero, sino en especie, a repartirse en la cosecha
con el arrendatario, y de poner frente a algunos de mi gente para que vigilen el cultivo de las
tierras, para exigir mi parte en los frutos, y para guardarlos. Por otra parte, no hay ningún
género de renta más justa que aquél que nos viene de la fertilidad de la tierra, de la
temperatura del aire y del orden de las estaciones”
Plinio el Joven a Paulo,
excusándose de su no concurrencia al Senado.
Siglo II.
2
CAPÍTULO I
Conceptos Generales
I.1 - INTRODUCCIÓN
La aparcería (del latín apartiarius, “ir a parte”), es un contrato sumamente interesante
para el estudiante de derecho agrario, e importante para la producción y economía de un país.
Interesante en cuanto a su peculiar régimen, siendo la misión de quien pretende
estudiarlo, comprender cuál es exactamente éste. Por lo demás, como contrato de tipo
asociativo que es, los parámetros con los que debe verse parten del supuesto de que
encontramos a un contratante “al lado del otro” y no “frente al otro”, lo cual, como veremos,
tiene más de una implicancia práctica. Al decir de Narvaja, existe entre los contratantes una
“especie de sociedad”; disposición que puede llevar a equívocos y sobre la que mucho se ha
discutido, pero que da tal vez una definición de cuál es la última ratio del contrato.
Interesa asimismo todo el halo de misterio en torno a su naturaleza jurídica, cuyo
estudio, además de ser en sí mismo un ejercicio jurídico de importancia, lleva, ni más ni
menos, a la aplicación en forma subsidiaria, de disposiciones pertenecientes al arrendamiento
o a la sociedad, dato no menor, como veremos.
La importancia de este contrato para la producción nacional y la economía del país,
deriva de ser una forma inteligente y práctica de asociar los elementos productivos según la
disponibilidad de los mismos, o la oportunidad en su empleo. Vale decir: la producción no se
detendrá porque quien quiere y puede trabajar no tenga tierra para hacerlo, o quien tiene
tierras no puede o no quiere llevar adelante la explotación por si mismo. Al mismo tiempo,
debido al tipo de obligaciones asumidas, ambas partes estarán interesadas en obtener el
máximo de rendimiento posible, pues éste es en beneficio común.
Tradicionalmente existen tres tipos de explotación de la tierra: directamente por su
propietario, por medio de arrendatario o por aparcero. En el primer caso, el dueño, sea que
explote por sí mismo la tierra o a través de asalariados, percibe íntegramente los beneficios de
la explotación, dedicando un trabajo científico y racional de la tierra, que equilibre las
máximas ganancias sin el agotamiento de la misma, mientras que, del otro lado, soporta la
totalidad de las pérdidas. Al ser el propietario el mayor interesado en procurar el rendimiento
máximo de su tierra, se constituye así el sistema de explotación más ventajoso.
Cuando la explotación se realiza mediante arrendatarios, el dueño se desvincula de la
explotación para entregarla a una tercera persona, el arrendatario, quien la realiza por sí o por
asalariados, guardándose los beneficios y soportando las pérdidas, con la obligación de
entregar periódicamente, al dueño, un precio fijo, invariable, cualquiera haya sido el resultado
de la cosecha. Dicho sistema de explotación permite superar las dificultades que se le
presentan al empresario propietario cuando carece de incentivos para explotar la tierra o no
tiene recursos de capital suficientes para explotar por sí la explotación agraria. El peligro que
esta explotación genera resulta del relativo poco interés del arrendatario en el cuidado y
mejora del campo, buscando el mayor beneficio inmediato, aún a costa del agotamiento del
suelo.
Si la explotación se realiza en común entre el dueño y el colono, el primero aporta su
tierra y a veces los instrumentos de labranza, y el segundo su trabajo y a veces tales
instrumentos.
Señala Viale que “desde el ángulo socio-político el contrato de aparcería presenta
también notables ventajas que han sido enfáticamente indicadas por Spota, quien considera
que el arrendamiento es una figura estática, ya que el arrendador se desentiende de la
empresa agropecuaria del arrendatario, mientras que la aparcería y la mediería son
3
dinámicas, y en ellas el dador, sea del fundo o del ganado, participa en esa empresa
haciendo aportes, controlando o codirigiéndola”1.
La característica principal de este sistema, según Beceiro, es “que el reparto de los
beneficios se hace de un modo proporcional, estableciéndose entre las partes una comunión
de riesgo”2.
Por lo demás, la aparcería supone una forma de generar “trabajo”, o tal vez, en un
sentido más amplio, “ocupación productiva”, a personas que de otra forma quizás no podrían
ingresar al sistema productivo.
Si bien no contamos con datos recientes, la tendencia de la cantidad de hectáreas
explotadas bajo el régimen de aparcería estaría a la baja, y significaría un pequeño porcentaje
de las tierras explotadas en nuestro país, poco más del 1%3.
I.2 - HISTORIA
Planiol la considera como probablemente anterior a la locación, que según su opinión,
supone la existencia de una moneda bastante abundante y activos intercambios, en tanto que
el reparto de frutos, típico de la aparcería, es un procedimiento absolutamente primitivo. En el
mismo sentido, señala Cerruti que “la ‘colonia parziaria’ italiana tiene antecedentes
históricos que Carrara remonta a Gayo cuando decía ‘quasi societatis iure’. La precedencia
histórica de la aparcería sobre el arrendamiento la establece Brebbia con gravitante
afirmación. La existencia del arrendamiento presuponía la moneda, por lo que antes de ésta,
la primera relación contractual debió ser la aparcería”4.
El sistema ya fue consagrado a texto expreso en la más vieja ley conocida: el Código
de Hammurabi, el cual expresa: “Si un hombre ha dado un huerto a un jardinero para que lo
explote, mientras éste cuide el huerto dará al propietario dos tercios del producto del huerto y
tomará él un tercio”. “Si el jardinero no ha explotado el huerto, y ha causado una disminución
del producto, el jardinero dará en medida al propietario, según el rendimiento del vecino”.
En la antigua Grecia estaba muy difundido; demuestran su existencia las Leyes
Geórgicas de Solón. Asimismo en Roma, donde no estaba consagrado en el Derecho, sino que
fue la costumbre quien la impuso y sustentó. El origen del colonato parciario se halla en los
arrendatarios endeudados que, habiéndoles sido imposible pagar los arrendamientos no
pudieron retirarse de los campos y han quedado bajo la dependencia de los dueños y aún bajo
la vigilancia de estos últimos, aunque conservando sus calidades de ciudadanos y hombres
libres.
I.3 - CONCEPTO Y CATEGORIZACIÓN
La definición de la aparcería depende del régimen jurídico en que se base, el objeto de
la contratación, su naturaleza, las relaciones entre el propietario y el aparcero, la forma de
distribución de los frutos y otros elementos propios del negocio en función del medio en que
se practica.
1
Viale, Domingo: Los contratos agrarios. Ed. La Ley, Buenos Aires, 1996, pág. 238.
Beceiro Caeiro, Héctor: Contratos agrarios. Revista de la Asociación de Escribanos del Uruguay, tomo 62,
1976, pág. 19.
3
Ver: Saavedra Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios. FCU, Montevideo, 1999, pág. 9. Según los datos allí
aportados, en 1970 se explotaban bajo el régimen de aparcería, 287904 hectáreas, cifra que se reduciría para
1986 a 201600, lo que representaba el 1,29% del total de hectáreas censada, según la forma pura de tenencia.
4
Cerruti Aicardi, Héctor: Arrendamientos rurales y otros contratos agrarios. Montevideo, 1966, pág. 182.
2
4
En términos generales, puede considerarse que es un contrato en el que una de las
partes aporta principalmente un predio rural, y/o los animales, y la otra, su trabajo (cuidado
y/o cultivo), acordando un reparto proporcional de los beneficios resultantes, así como de las
pérdidas. Estas últimas estipulaciones pueden faltar, supliendo la ley la voluntad de las partes.
Siempre el colono aporta su trabajo y el propietario su tierra y/o animales, no existiendo
uniformidad respecto de los demás aportes.
En la doctrina nacional, señala Cerruti Aicardi que la aparcería es un “contrato por el
cual una de las partes se obliga a entregar un predio ubicado dentro de la zona rural, a otra
y ésta se compromete a cultivarlo, con el objeto de repartirse los frutos o el importe
correspondiente, siempre que el convenio no esté limitado a una sola cosecha o que se
conceda el uso del predio exclusivamente pata cultivos mejoradores del suelo”5.
Lógicamente, de su tenor se deriva que refería a la aparcería predial y a la luz de las
exclusiones previstas en la ley 12100, similares a las actualmente vigentes.
Por su parte, Véscovi, Heguy y Lagarmilla, en términos más generales, indican que
“la aparcería es un contrato por el cual el dueño de un predio rural se obliga a entregar éste
y/o animales a un cultivador (colono aparcero), para que lo explote con la finalidad de
compartir los frutos”6.
Es interesante la identificación estructural y descriptiva que sobre la aparcería hace
Guerra Daneri7. Los elementos característicos del contrato, a su entender, son:
a) Entrega de los bienes agrarios a explotar, instrumentado mediante una obligación de dar.
b) Cuidado, cría o cultivo de los mismos, instrumentado mediante una obligación de hacer,
que constituye la prestación principal de quien recibe el capital.
c) Ausencia de contraprestación o precio alguno, cualquiera sea su modalidad.
d) Reparto de frutos o su importe como objeto contractual.
e) Salvo prueba en contrario, la consagración de este complejo obligacional determina la
presencia del tipo contractual (art. 144 del Código Rural), el que no se ve afectado en su
esencia por el decreto ley N°14384.
f) Fuera de ello, las obligaciones accesorias que las partes pudieran contraer se juzgarán y
regularán en función de las disposiciones de la sociedad civil (art. 156), atendiendo
siempre que ello no suponga una variación del esquema parciario.
En la doctrina extranjera, Planiol y Ripert definen la aparcería en función del art. 1° de
la ley francesa del 18 de julio de 1889, que reguló las relaciones entre colono aparcero y el
dueño de la propiedad: “la medianería es el contrato por el cual el propietario de una tierra
la entrega a un cultivador para que la explote con la condición de repartir los frutos. Esta
división de los productos se hace ordinariamente por la mitad, pero nada impide que se
adopte otra cifra y reducir, por ejemplo, al tercio o al cuarto la parte del propietario”.
Para Alessandri, “es un contrato de arrendamiento de un predio rural en que el precio
es una parte alícuota de los frutos que el mismo predio produce, y en el cual la mayoría de
los casos, el propietario pone todo o parte de los útiles de labranza”. La definición aquí ya se
pronuncia sobre la naturaleza jurídica del contrato, en términos no del todo trasladables a
nuestro derecho, como veremos.
Por sus términos generales y descriptivos quizás más allá de las especificidades de
cada país, es de destacar la definición de Catalano: “el contrato de aparcería es aquél en que
5
Cerruti Aicardi, Héctor: Nuevo régimen legal de los arrendamientos rurales, aparcerías y pastoreos.
Montevideo, 1954, pág. 78.
6
Véscovi, Enrique; Heguy, Eduardo y Lagarmilla, Jorge: La nueva ley de arrendamientos rurales N°14384.
FCU, Montevideo, 1976, pág. 64.
7
Guerra Daneri, Enrique: La naturaleza jurídica de la aparcería y sus diferencias con la sociedad y el
arrendamiento. Revista de Derecho Agrario N°2, FCU, Montevideo, 1986, pág. 32-33.
5
una de las partes se obliga a dar a la otra, la tenencia de un predio o ganado, que ésta, a su
vez, se obliga a explotar, entregando en contraprestación una cuota proporcional
predeterminada de los frutos que se obtengan en la explotación”8.
Tal breve reseña de la doctrina extranjera, no hace sino comprobar la variedad de
definiciones que pueden existir de la aparcería según el régimen de derecho positivo
concretamente analizado.
En cuanto a su categorización, el contrato de aparcería es un contrato bilateral o
sinalagmático, en tanto impone a las dos partes obligaciones recíprocas (art. 1248 del Código
Civil); oneroso, ya que tiene por objeto la utilidad de ambos contratantes (art. 1249). Dentro
de los onerosos, no hay acuerdo doctrinario en si sub clasificarlo como conmutativo o
aleatorio. Las diferencias se encuentran entre el considerar que las prestaciones se miran
como equivalentes desde un principio, o si la equivalencia de las mismas se constituye en una
contingencia incierta de ganancia o pérdida (art. 1250), que en el caso, estaría dado por el
desconocimiento a priori, de la cantidad de frutos a repartir. Frente a categorizar al contrato de
aparcería como aleatorio o conmutativo, Viale se inclina por su naturaleza conmutativa,
basado en que las prestaciones a cargo del dador y del aparcero tomador no dependen de un
acontecimiento incierto; “lo cierto, en realidad, es que luego haya o no frutos a distribuir”9.
Parece claro, en efecto, que el contrato es conmutativo, pues las prestaciones son miradas por
los contratantes como equivalentes: el elemento “álea” aparecerá en la concreta generación de
beneficios, pero no constituye objeto de las prestaciones.
Se discute también si la aparcería es un contrato de estructura de cambio o
conmutativo, o de estructura asociativa. Siguiendo a De Bianchetti, “en el primer caso una
parte está en frente de la otra parte, las prestaciones son contrapuestas, sólo una de las
partes asume el riesgo de la actividad de producción, en cambio en los contratos de
estructura asociativa, las partes están una al lado de la otra, las prestaciones son
convergentes, el interés es común y ambas partes asumen los riesgos para conseguir el
beneficio. El ejemplo típico de contratos conmutativos lo constituye el contrato de
arrendamiento y el más común para los asociativos es el contrato de aparcería”10. Tales
conclusiones deben ser compartidas, en tanto es claro que el espíritu de la aparcería supone
una colaboración, una asociación entre los contratantes que emprenden una empresa en
común, donde los aportes y la conducta de cada uno son los que decidirán su éxito.
La aparcería es además un contrato principal, por cuanto subsiste por sí mismo sin
necesidad de otra convención (art. 1251); es consensual de regla, según los términos del
Código Rural, y solemne cuando nos referimos a la aparcería predial y a la mixta (art. 4° del
decreto-ley N°14384).
La aparcería es también un contrato de duración o de tracto sucesivo, es decir, su
estructura determina que necesariamente transcurre y se ejecuta en un plazo prolongado de
tiempo.
Es intuitu personae con respecto a la figura del aparcero tomador, es decir, el aparcero
dador ha tenido especialmente en cuenta a la persona de su co contratante para celebrar el
contrato con él especialmente.
Es asimismo, un contrato de colaboración: señala así Brebbia, que “es un contrato de
colaboración y de tipo asociativo en el cual las dos partes, aparcero dador y aparcero
8
Citado por Cerruti Aicardi, Héctor: Arrendamientos rurales y otros contratos agrarios. Montevideo, 1966, pág.
181.
9
Viale, Domingo: Los contratos agrarios. Ed. La Ley, Buenos Aires, 1996, pág. 238.
10
De Bianchetti, Alba Esther: Teoría general de los contratos agrarios.
6
tomador, colaboran en la empresa agraria, aportando respectivamente el capital y el
trabajo”11.
I.4 - DERECHO COMPARADO
Si bien los contratos de aparcería se conocían y eran practicados desde tiempos
remotos, no fueron definidos ni precisados en sus características de modo uniforme. Recién
en el siglo XIX las legislaciones han comenzado a dictar normas para reglarla, ofreciéndose
diversos sistemas. Mientras la ley francesa se pronuncia por el arrendamiento, otras
legislaciones tienden a asimilarlo a la sociedad.
La siguiente reseña pretende ser una breve reseña de algunos derechos cuyos
regímenes de la aparcería son o pueden ser similares al nuestro.
En Argentina, la aparcería está definida por el art. 21 de la ley 13246: “habrá aparcería
cuando una de las partes se obligue a entregar a otra animales, o un predio rural con o sin
plantaciones, sembrados, animales, enseres o elementos de trabajo, para la explotación
agropecuaria en cualesquiera de sus especializaciones, con el objeto de repartirse los frutos.
Los contratos de medierías se regirán por las normas relativas a las aparcerías, con excepción
de las que se hallaren sometidos a leyes o estatutos especiales, en cuyo caso le serán,
asimismo, aplicables las disposiciones de esta ley, siempre que no sean incompatibles con
aquéllos”. La disposición comprende por tanto los tipos de aparcería predial, pecuaria y
mixta, siendo por lo demás muy clara en su enunciación y fin. La aparcería en la argentina
tiene un régimen muy similar al uruguayo, y por tanto son trasladables a nuestro país, como
veremos, buena parte de las conclusiones de la doctrina argentina sobre este tema.
En la legislación mexicana existe la “aparcería legal”, creada por la ley de tierras
ociosas. El art. 2751 del Código civil establece: “el propietario no tiene derecho de dejar sus
tierras ociosas, sino el tiempo que sea necesario para que recobren sus propiedades
fertilizantes. En consecuencia, pasada la época que en cada región fije la autoridad municipal
conforme a la naturaleza de los cultivos, si el propietario no las comienza a cultivar por sí o
por medio de otros, tiene obligación de darles en aparcería conforme a la costumbre del lugar,
a quien las solicite y ofrezca las condiciones necesarias de honorabilidad y solvencia”. Se
observa claramente la función social de la propiedad llevada a sus últimas consecuencias,
mediante restricciones al derecho de propiedad en aras del bien común. La disposición es muy
significativa, pues da a la aparcería la reelevancia económica y jurídica que ella merece en
cuanto contrato asociativo. Salvando las distancias, recordemos que en nuestro país, una de
las formas de colonización previstas en la ley N°11029, es, según la forma de tenencia de la
tierra, en aparcería12.
Por su parte, el Código civil español dispone en su art. 1579: “el arrendamiento por
aparcería de tierras de labor, ganados de crías o establecimientos fabriles e industriales, se
regirán por las disposiciones relativas al contrato de sociedad y por las estipulaciones de las
partes, y, en su defecto, por la costumbre de la tierra”. Cabe destacar que, además de
pronunciarse por la naturaleza jurídica del contrato, como de arrendamiento, produce un
régimen jurídico híbrido, en el que se enlazan las disposiciones de las partes, las normas del
contrato de sociedad, las del arrendamiento y hasta la costumbre, elemento este último que
como sabemos en nuestro derecho, pese a su importancia, sólo constituye derecho cuando la
ley se remite a ella.
11
Citado por Cerruti Aicardi, Héctor: Arrendamientos rurales y otros contratos agrarios. Montevideo, 1966,
pág. 181.
12
Ver ley N°11029 de 12 de enero de 1948, art. 7°, num. 4 lit. c).
7
I.5 - NATURALEZA JURÍDICA
Sin dudas uno de los temas clásicos dentro del estudio del contrato de aparcería, es el
de intentar descifrar la famossisima quaestio de su naturaleza jurídica. Arrendamiento,
sociedad, “tercer género”, contrato autónomo: abundante es la discrepancia, doctrinal,
jurisprudencial y de derecho positivo, orientadas fundamentalmente a otorgarle uno u otro
régimen jurídico aplicable, siendo justamente la causa de la discusión el pretender dotar a la
aparcería de alguna regulación normativa a falta de normas especiales.
Si bien la discusión aparentemente ha sido zanjada, o al menos acallada, conviene
repasar cuáles han sido las opiniones y los argumentos vertidos a favor de las diversas
soluciones:
El contrato de aparcería asimilado al arrendamiento.
La aparcería puede verse como un arrendamiento, sea de cosas o de obra. En la
primera postura se encuentran Aubry-Rau, Laurent, Baudry-Lacantinerie, Duvergier, Ricci,
Abello, Vélez Sársfield. A su entender, no puede mudar la naturaleza del contrato de locación
el hecho de que el precio consista en dinero o frutos, sea en cantidad fija o proporcional.
Carrara por su parte, entiende que la aparcería es un arrendamiento de obras, en tanto el fin de
este contrato es el cultivo del fundo mediante el trabajo de la familia colona. En el
arrendamiento es indiferente que el precio se pague en dinero o en frutos.
Ahora bien: manifestaciones como las precedentes deben ser matizadas, al menos en
nuestro derecho positivo. No es procedente en nuestro derecho la diferenciación en cuanto a
que la contraprestación sólo puede realizarse en dinero, cuando el contrato es de
arrendamiento, pues el art. 1778 del Código Civil permite que el precio se abone en dinero “o
en frutos naturales de la cosa arrendada, y en éste último caso puede pactarse una cantidad
determinada, o una cuota de los frutos de cada cosecha”. El esfuerzo de los autores citados
para realizar la asimilación a pesar de esta forma de pago, básico en su argumentación, carece
aquí de sentido. La “cláusula parciaria” no desvirtúa en nuestro derecho el contrato de
arrendamiento en cuanto tal. Debemos distinguir entonces, el arrendamiento con precio
porcentual de la aparcería, distinción que se logra en el entendido que en el arrendamiento, el
porcentaje es justamente un precio, la contraprestación que el arrendatario debe abonar por la
entrega del uso y goce del predio, con la particularidad de que el precio es “aleatorio”,
mientras que en la aparcería, el tomador no paga ningún precio, y lo que entrega al dador no
tiene el carácter de contraprestación pues éste adquiere derecho sobre los frutos en la cuota
parte que le corresponde desde el mismo momento que su contratante, en la concepción de
Guerra Daneri: el dador recibirá “materialmente” del tomador lo que le corresponde, pero no
como el pago de un precio, sino como consecuencia del reparto correspondiente. Señala por lo
demás el autor citado, que “puede advertirse que mientras en las aparcerías se reparten los
frutos o el importe correspondiente, en el arrendamiento la cuota porcentual siempre habrá
de ser en especie; el importe de este último sólo podrá provenir por vía de los daños y
perjuicios ocasionados en la omisión de pagar la especie”13. Cerruti, por su parte, entiende
que para diferenciar los casos de aparcería de los de arrendamiento con pago en especie, no se
lo debe hacer a través del precio como tal, sino que “...debe buscarse el criterio definidor de
una y otra categoría contractual, no precisamente analizando el precio, sino la intención de
las partes, que se traduce en un contrato, en la participación del dador en los resultados de
13
Guerra Daneri, Enrique: Op. cit., pág. 31.
8
la explotación, y en el otro, en la indiferencia con que el dador considera la explotación y sus
resultados”14.
Además, es claro que el arrendamiento constituye un contrato de cambio (se entrega el
uso y goce de un bien a cambio de un precio), lo cual supone obligaciones encontradas o de
interés opuesto, incompatibles por tanto con la naturaleza asociativa del contrato de aparcería.
El contrato de aparcería asimilado a la sociedad.
La aparcería se ha asimilado con la sociedad, por autores como Bartolo, Troplong y
Manara, señalando que además del consentimiento y objeto lícito, existen otros elementos del
contrato que son compartidos con la sociedad, tales como aportes hechos por cada parte predio y trabajo, respectivamente-, la contratación con la esperanza de un beneficio, y que
ningún socio sea excluido de su parte eventual en ese beneficio; las pérdidas se soportan en
común, y existen además entre ambos el ánimo de constituir sociedad. Existiría también un
interés común, cual es la participación de ambos contratantes en los beneficios y en las
pérdidas, más la ‘affectio societatis’. Los detractores de esta tesis señalan que en la sociedad
existe una comunidad, sea en la propiedad, sea en el uso y goce, del capital y de los frutos,
que no es sino consecuencia natural e inmediata del “aporte”, requisito éste necesario e
imprescindible en cualquier sociedad, y que constituye la obligación propia de cada socio, en
tanto en la aparcería, la prestación del “dador” aparece con un contenido más amplio y
complejo, que incluye además de un “aporte”, una entrega al tomador de la tenencia exclusiva
y no compartida de los bienes agrarios a explotar, y en relación a los cuales este último es
obligado a cuidar con gastos a su cuenta. Por lo demás, la situación de que en los hechos
existan ganancias y pérdidas compartidas no es suficiente para sustituir la necesaria existencia
de la intención y el ánimo de constituirse en socios. Además, se dice que falta la relación de
igualdad propia de la sociedad. También, que en la aparcería se reparten “los frutos o su
importe correspondiente” (art. 143 del Código Rural), esto es, la renta bruta o producción
total, algo confirmado por el art. 153 en cuanto impone que los gastos de la explotación son
de cuenta del tomador, por lo que no podrán deducirse, de forma de lograr un “beneficio” (art.
1875 del Código Civil)15. A ello se agrega, como señala Guerra Daneri, en el específico punto
de la comercialización de los frutos obtenidos cuando el objeto contractual recae en la
división del importe, que nada se menciona acerca de cuál de las partes podrá enajenarlo, y
“se observa que en la aparcería, la administración tiene un alcance distinto que en la
sociedad, que impone que salvo casos excepcionales, y en ausencia de estipulación expresa,
las partes carezcan de poder suficiente como para comprometer el patrimonio de su co
contratante”16. Basado en el art. 1817 del Código Civil, dice además que “el arrendatario no
puede requerir ‘rebaja en el precio o renta, alegando caso fortuito, extraordinario que ha
deteriorado o destruido la cosecha’, derecho éste que sí asiste al colono, en cuanto siendo el
arrendamiento un contrato de cambio, no puede imponerse al locador los riesgos propios de
la actividad; pero sí en la aparcería, en la cual si se ha destruido la cosecha, es lícito y
adecuado a la estructura del negocio, que el aparcero dador participe en las pérdidas
mediante una disminución del porcentaje pactado. No hay que olvidar que a diferencia de la
sociedad, es de exclusiva cuenta de una sola de las partes los gastos de la explotación, por lo
que las pérdidas podrán resultar desproporcionadas entre una y otra parte”17.
14
Cerruti Aicardi, Héctor: Sobre aparcería. Revista de la facultad de Derecho y Ciencias Sociales, año V, N°2,
sección Jurisprudencia anotada, pág. 392.
15
Cf. Guerra Daneri, Enrique: Op. cit., pág. 29.
16
Guerra Daneri, Enrique: Op. cit., pág. 30.
17
Guerra Daneri, Enrique: Op. cit., pág. 32.
9
Es de destacar asimismo un argumento esgrimido por Viale, para descartar una de las
posibles variedades de “sociedad” a la que pueda asimilarse la aparcería: la sociedad de
capital e industria18. Comentando la prohibición de la ley argentina a administrar al socio
industrial, en términos totalmente trasladables a nuestro derecho19, señala: “en la pretendida
sociedad de este tipo que se presentaría en la aparcería, el socio industrial vendría a ser el
aparcero -tomador- y la actividad que desarrollaba como titular de la empresa agropecuaria
resultaba incompatible con aquella prohibición”20.
En la doctrina nacional, indica Cerruti que “la aparcería tiene una estructura más
similar al contrato de sociedad que a cualquier otro contrato. (...) el codificador patrio
calificó ya a la aparcería en el artículo 1817 como una especie de sociedad, y el Código
Rural, pese a no darle esa denominación, remite al régimen de sociedades, en cuanto no ha
reglamentado especialmente, la ordenación de la aparcería”21. En otra oportunidad, señalaría
el autor citado: “Nos parece convincente Carrara cuando distingue los contratos de
estructura asociativa de la sociedad. En efecto, los poderes de administración social, técnica
y administrativa, no están atribuidos por igual a los contratantes de la aparcería, como lo
están en los socios. La dirección técnica de la aparcería pertenece al concedente y no a
cualquiera de los contratantes o a un tercero, como puede serlo en la sociedad civil”22.
Véscovi, Heguy y Lagarmilla, por su parte, entienden que la tesis que sostiene que se
trata de una sociedad civil es la que más se aproxima a la esencia de este contrato: “es
evidente que en este contrato están presentes los requisitos que exige el art. 185 del C.C.; que
tendrían su paralelo en el 143 del C.R. Es decir, se cumple con el primer elemento específico
de la sociedad, con el ‘aporte’ (...) Otro elemento, son los beneficios, los que también están
presentes en el contrato en estudio, puesto que la causa del contrato es la división de los
frutos (art. 143 C.R.) (...) Otro elemento típico del contrato de sociedad... es que las
ganancias sean sociales, tengan su causa en la explotación de la empresa social, y ello está
impuesto por el art. 146... Y el último elemento típico de la sociedad, es la distribución del
riesgo común, o de las pérdidas, lo que se encuentra consagrado en el art. 154, el que
entendemos no se ve desvirtuado por la disposición del art. 149”23.
Según Saavedra Methol, la diferencia intrínseca que existe entre sociedad y aparcería, “es
que la sociedad supone una gestión colectiva del fondo común. Mientras que en la aparcería
por el contrario, esa gestión queda reservada en forma exclusiva al aparcero tomador con
prescindencia del aparcero dador”24.
Simplificando y reduciendo a su mínima expresión las diferencias existentes entre la
aparcería y la sociedad, podríamos decir que mientras en la aparcería el dador transfiere el uso
y goce del bien dado en aparcería, en la sociedad el mismo es puesto en común para
coadministrarlo y cogozarlo. Además, se diferencian en cuanto al objeto de reparto, pues
mientras en la aparcería el mismo se constituye con los frutos, en la sociedad el mismo se
conforma con los beneficios, término no equivalente al de “frutos”.
18
Jurisprudencialmente es clara la inexistencia de tal confusión, no obstante hacerse referencia a las similitudes
estructurales de las figuras. Así, se diría en los considerandos del caso de La Justicia Uruguaya N°12993:
“...generalmente, la explotación agraria queda librada al que toma el predio en aparcería, y el que lo da viene a
ser algo así como un socio capitalista.” (TAC 7°, Harriague, Troise, Rodríguez Caorsi).
19
Ley N°16060 de 4 de setiembre de 1989, art. 221: La administración y representación de la sociedad podrá
ejercerse por cualquiera de los socios capitalistas (...)
20
Viale, Domingo: Los contratos agrarios. Ed. La Ley, Buenos Aires, 1996, pág. 242.
21
Cerruti Aicardi, Héctor: Nuevo régimen legal de los arrendamientos rurales, aparcerías y pastoreos.
Montevideo, 1954, pág. 79-80.
22
Cerruti Aicardi, Héctor: Arrendamientos rurales y otros contratos agrarios. Montevideo, 1966, pág. 184.
23
Véscovi, Enrique et al.: Op. Cit., pág. 65-66.
24
Saavedra Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios. FCU, Montevideo, 1999, pág. 55.
10
El contrato de aparcería como contrato mixto.
Marcadé señala a este respecto que al arrendamiento se aproxima en que el colono
solamente ocupa las tierras y las explota dejando al locador, como precio de la locación, una
parte de los frutos, y a la sociedad, en cuanto el propietario pone en común el goce de sus
tierras, suministrando a veces parte de las semillas, para luego recoger una parte de los frutos,
mientras que el colono por su parte pone su trabajo y su industria. Nada obstaría en su
concepción, a que la aparcería fuera regida conjuntamente por ambos tipos de disposiciones,
en lo que fuera procedente.
El contrato de aparcería como contrato autónomo.
Para Cestau25, el contrato de aparcería agraria es autónomo, porque no se puede
asimilar a la sociedad civil, ya que en ésta, las cosas aportadas se ponen en común, a
diferencia de la aparcería, donde se mantienen dos patrimonios diferentes. Tampoco puede
asimilarse al arrendamiento, porque en la aparcería el dador y el tomador se vinculan en un
plano de cooperación, y porque el dador queda en lo que va a recibir, vinculado al resultado
de la explotación, a la que no es ajena en sus resultados: de su suerte dependerá el monto de
su parte.
Gamarra sostiene que “la aparcería es un contrato de estructura asociativa y a
consecuencia de ellos rigen las normas consagradas por el art. 156 del Código Rural y 1933
del Código Civil. Lo que significa que todo aparcero puede hacer uso de su derecho de
renuncia en cualquier momento, dando por rescindido de esta manera el contrato. Se trata de
una forma de extinción de obligaciones que la doctrina conoce y estudia bajo el nombre de
receso unilateral, y que comporta el ejercicio de un derecho potestativo de hacer cesar la
relación contractual que lo liga, siempre que su renuncia reúna las condiciones exigidas de
buena fe y oportunidad”26. En sentido coincidente en lo que hace a la estructura asociativa del
contrato, señala Véscovi: “las partes están sujetas en cuanto al resultado a obtener, al
destino de la producción; existiendo así una verdadera comunidad de fin característica
especial de los contratos plurilaterales (sociedad), que los distingue de los de cambio”27.
Indica Guerra Daneri, por su parte, señala que “el carácter asociativo se demuestra en
que la relación jurídica es de co-interés, no sólo en función del objeto contractual común a
las partes (repartirse los frutos o el importe correspondiente), sino fundamentalmente porque
el mismo, es el resultado perseguido con identidad de propósito mediante las obligaciones
contraídas. Estas últimas surgen en un sentido de colaboración y no de intercambio”28.
Por la naturaleza propia del contrato se pronuncia también el Esc. Fernando Núñez29.
A su entender, mientras en las sociedades existe una comunidad respecto a la propiedad, al
uso, goce, capital y frutos, en la aparcería la prestación del dador es mucho más amplia,
incluyendo un aporte, una entrega al tomador de la tenencia exclusiva de los bienes agrarios a
explotar, que no es compartida, y en relación a los cuales el tomador es obligado a tomar con
gastos a su cuenta (art. 153 del Código Rural). En un contrato de sociedad, nunca podríamos
25
Cestau, Saúl: Arrendamiento suburbano y rural. Aparcerías. Oficina de apuntes del Centro de Estudiantes de
Notariado, Montevideo, 1957, pág. 21.
26
Gamarra, Jorge: Sentencia de 30 de noviembre de 1953 del Juzgado Letrado de 1ª. Instancia de 2° Turno de
Canelones, publicada en: Revista de la facultad de Derecho y Ciencias Sociales, año V, N°2, sección
Jurisprudencia anotada, pág. 385 y ss.
27
Véscovi, Enrique, et al.: Op. cit., pág. 67.
28
Guerra Daneri, Enrique: La naturaleza jurídica de la aparcería y sus diferencias con la sociedad y el
arrendamiento. Revista de Derecho Agrario, N°2, FCU, Montevideo, 1986, pág. 28.
29
Núñez, Fernando. Ponencia en el Encuentro técnico regional, Rocha, 1999. Tema II: contratos nominados e
innominados de derecho agrario. Asociación de Escribanos del Uruguay, 2000, pág. 3.
11
exonerar a una parte de los gastos de la explotación repartiendo únicamente las utilidades
líquidas. Respecto al arrendamiento, éste constituye un contrato de cambio en el cual se
entrega el uso y goce de un inmueble para su explotación por el arrendatario, obteniendo el
arrendador, en contrapartida, el pago de un precio.
En la jurisprudencia argentina, se señala también que “el contrato de aparcería es de
colaboración y de estructura asociativa. De colaboración en cuanto esta clase de convenios
vinculan varios individuos en una empresa común, en la que cada uno contribuye con parte
de sus bienes y con sus especiales aptitudes y habilidad, porque los contratos de esta clase
representan un tipo intermedio entre los de estructura conmutativa o de cambio y la
sociedad”30.
Tales referencias, como se pudo observar, se han realizado fundamentalmente a la luz
del derecho uruguayo, marco en el cual las mismas podrán o no ser compartidas, pero que
debe ser tenido en cuenta como el ámbito en el cual las mismas pueden tener validez.
La situación actual.
Más allá de discusiones, lo cierto es que actualmente la aparcería es en nuestro sistema
un contrato nominado que se rige por las reglas enunciadas expresamente por el capítulo
especial del Código Rural y subsidiariamente por las contenidas en el Código Civil en materia
de sociedad, además de la normativa especial para arrendamientos y aparcerías rurales, como
veremos en II.1.
Siguiendo a Saavedra Methol, “ha ido ganando terreno la opinión de que contra su
origen romano, la aparcería no es arrendamiento, aunque la doctrina, la legislación y la
jurisprudencia tampoco se han decidido a reconocer que la aparcería responda al esquema
de sociedad. Es la tendencia ecléctica la que en definitiva se ha ido imponiendo: hoy se le
atribuye a la aparcería el carácter de contrato autónomo frente al arrendamiento y a la
sociedad”31. Cita luego a Betti, para quien el tratamiento de los negocios atípicos exige la
combinación de dos criterios antitéticos y complementarios de hermenéutica jurídica. En
primer término, un criterio analogístico o absorbente del negocio atípico, en tanto la función
prevalente que cumpla sea igual a la de otros nominados. Por el contrario, un segundo criterio
es el tratamiento anomalístico, que exige poner en evidencia las diferencias en la estructura y
función del negocio atípico en referencia con el negocio nominado, para advertir en
consecuencia, los elementos normativos que habrán de ser diferenciales. “Siguiendo estas
directivas -concluye el autor citado- es preciso el examen cuidadoso de cada una de las
disposiciones, así como del contrato particular del caso, para en esa medida determinar los
normas correspondientes al arrendamiento rural aplicables a la aparcería, y aquellas que el
tipo contractual repele por naturaleza”. Método que parece por demás razonable, y que nos
permitirá dar soluciones prácticas y casuísticas según el punto que se presente en cuestión.
30
31
Brebbia, Fernando: Contratos agrarios. Buenos Aires, 1976, pág. 67-68.
Saavedra Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios. FCU, Montevideo, 1999, pág. 17.
12
I.6 - LA APARCERÍA, ¿CONTRATO DE TRABAJO?
La “especie de sociedad” que crea la aparcería entre el aparcero dador y el tomador,
puede llevar en muchas ocasiones a situaciones lindantes entre el contrato de aparcería
propiamente tal, y una relación laboral, de tipo subordinado. Límites por demás borrosos, que
han llevado incluso al legislador a traspasarlos: recordamos, con Gelsi Bidart32, que el decreto
ley N°14384, al referirse al contrato accidental por una sola cosecha (art. 3° lit. B) como uno
de los contratos excluídos, y que por su estructura, corresponde a una aparcería agrícola,
emplea el término “trabajador” en vez de “productor”, empleado en la ley 12100.
La preocupación en el tema ha llevado a pronunciamientos, en la legislación
internacional (OIT), la legislación extranjera, y en la doctrina, tanto nacional como extranjera.
Ya en 1978 el Dr. Pittamiglio señalaba como una de las insuficiencias del decreto-ley
14785 (estatuto del trabajador rural) el que la misma no contuviera ninguna tutela o previsión
para figuras como la aparcería o medianería, sobre todo teniendo en cuenta que éstas se
encuentran previstas en la Recomendación N°132 de la OIT, de 1968.
Señala en lo que hace al tema que nos ocupa Caggiani: “Para determinar si nos
hallamos frente a un contrato de aparcería o medianería o ante un verdadero contrato de
trabajo, deberá estarse, primero, a verificar si existe contrato escrito de aparcería conforme
a la ley. En ese caso no puede existir duda sobre la naturaleza jurídica de la convención, ya
que deberá estarse a lo pactado, que excluye la calificación del acuerdo como contrato de
trabajo. En segundo lugar, si no existe contrato escrito de medianería o aparcería, deberá
estarse a la forma de cumplirse el contrato, y especialmente a la modalidad seguida para el
reparto de los frutos y distribución de los riesgos. Si la participación del llamado aparcero
sólo se verifica en los beneficios, pero no asume los riesgos de la explotación, debe
entenderse que existe un contrato de trabajo subordinado, aunque la apariencia y demás
manifestaciones en la ejecución del mismo pudieran mostrar elementos del contrato de
aparcería o medianería”33. Desde su punto de vista, entonces, primero habrá que estarse a un
aspecto formal: la existencia o no del contrato de aparcería, que en el régimen vigente cuando
escribiera, ya era solemne en el caso de aparcería predial o mixta. Sólo de no existir tal, habría
que estar a lo que resulta del funcionamiento de la relación existente, vislumbrándose allí la
existencia o no de las características de la relación laboral o de la aparcería.
Distinta es la posición de Slinger. Para él, “el problema fundamental radica en
averiguar la aplicabilidad de las disposiciones de la legislación del trabajo a esta figura
contractual”34. Analiza así tangencialmente la naturaleza jurídica de la aparcería, destacando
cómo, según diversos autores, en la aparcería no existe dependencia o subordinación, y cómo
el reparto de frutos pactado de ningún modo puede asimilarse a un salario, por cuanto carece
de certeza en su monto y, además, en él inciden los resultados económicos de la actividad: no
existe ajenidad en los riesgos. La negación para otros de la existencia de contrato de trabajo,
se basa en el argumento de que en todo caso, estaríamos frente a un trabajador por cuenta
propia; ahora bien, en ese sentido, debe destacarse que tanto el CIT 141 como la
Recomendación 149 admiten la calidad de trabajador rural de los asalariados típicos como de
los que trabajan por cuenta propia, como es el caso de los arrendatarios, aparceros o pequeños
propietarios cuya principal fuente de ingresos sea la agricultura.
Señala Brebbia que “quien realiza el trabajo rural se encuentra en una relación de
subordinación o dependencia jurídica, económica y técnica respecto al titular de la
explotación. Desde luego que ello no ocurre con el aparcero, que es el verdadero titular de la
32
Gelsi Bidart, Adolfo: Arrendamientos rurales. 2ª Edición, Amalio Fernández, Montevideo, 1980, pág. 229.
Caggiani, Rubén: Aparcería y contrato de trabajo en las explotaciones rurales. Revista de Derecho,
Jurisprudencia y Administración, tomo 60, pág. 267-268.
34
Slinger, Leonardo: Figuras próximas - Aparcería y medianería. Revista de Derecho Laboral N°170
(abril/junio 1993), pág. 286.
33
13
empresa agraria, y que por lo tanto desconoce al dador facultades de dirección, que están a
su exclusivo cargo, en cuanto posee amplitud de poderes”35.
De todo lo dicho, para Slinger la cuestión deriva en si es procedente o no aplicar la
legislación laboral cuando la relación laboral se disimula bajo un contrato de aparcería,
surgiendo de los hechos, del desarrollo de la relación, cuál es la verdadera naturaleza del
vínculo. Frente a ello, la respuesta para él es clara: “la aplicación del principio de primacía
de la realidad para estudiar el tema es legítima no sólo por ser éste un principio fundamental
del derecho laboral, sino también del derecho agrario”36. En su opinión, dirección de la
actividad y subordinación, junto a otros indicios, son los aspectos que deberán tomarse en
cuenta para resolver si el aparcero es o no trabajador rural, sin perjuicio de señalar que los
demás elementos de la relación laboral: actividad personal, onerosa y durable, se encuentran o
se encontrarían presentes en la aparcería.
Siendo ello así, pasa a estudiar cuál es la realidad de la aparcería en nuestro país: “en
general, en nuestro país, la aparcería se presenta en medios de extensión reducida, donde el
aparcero desarrolla su actividad solo, o a lo sumo ayudado por su familia, utilizando los
útiles entregados por el propietario de la tierra o animales. Llegado el momento del reparto
de los frutos lo que recibe no es mucho más que lo suficiente para su manutención y la de su
familia, siendo el excedente de una magnitud de escasa consideración”37. En base a ello,
habría que indagar, en su opinión, la producción o no de elementos que nos permitan discernir
si estamos frente a una relación laboral o no. Así, un indicio de subordinación jurídica lo
constituiría el que el propietario sea quien proporciona los útiles y herramientas. Para
reconocer que en una relación exista la nota de subordinación no es necesario que el
empleador (en nuestro caso, el propietario) efectivamente imparta órdenes o dirija la
actividad, sino que es suficiente con que tenga esa posibilidad, según los principios del
derecho laboral.
El “descubrimiento” de relaciones laborales donde aparenta existir aparcería, no
necesariamente derivaría de un intento de fraude, de allí que cobre quizás más trascendencia
el reconocerlas y actuar en consecuencia. “La costumbre y los usos tienen en el campo un
gran valor. Ello hace que de alguna forma se genere una suerte de resistencia al cambio. Por
lo tanto, el que las relaciones que estamos examinando continúen denominándose aparcería
por el valor de los usos de la zona, no puede constituir un fundamento para negar los
derechos del trabajador. El nivel cultural, la falta de información suficiente del trabajador
respecto de sus derechos, son todos elementos que tornan imperiosa su protección”38.
A nuestro entender, deben ser compartidas las conclusiones de Slinger, en cuanto no
niega la posibilidad de que existan contratos de aparcería propiamente tales, que respondan a
su esencia misma; pero que la existencia formal de los mismos no pueden ser obstáculo para
indagar si no se configura realmente, una relación de trabajo, pues, como acertadamente
señalara, el principio de “primacía de la realidad” es común al derecho agrario y laboral, dos
materias de profundo contenido y compromiso social.
Por lo demás, en el derecho italiano, aún cuando no existe un instituto idéntico a
nuestra “aparcería”, los contratos que más se le asimilan, esto es, la “mezzadria”, la “colonia
parziaria” y la “soccida”, se encuentran en el Libro V del Código Civil, denominado “del
lavoro”...
Asimismo, la ley de arrendamientos rústicos española de 1980 tuvo la preocupación de
que a través de la aparcería se ocultara un contrato de trabajo, que lo sustrayera de la
legislación laboral. De allí que en su artículo 102.2 establece una presunción, por la cual,
salvo pacto en contrario, el contrato de aparcería no comprende relación laboral alguna entre
35
Brebbia, Fernando: Contratos Agrarios. Buenos Aires, 1976, pág. 70.
Slinger, Leonardo: Op. cit., pág. 288.
37
Slinger, Leonardo: Op. cit, pág. 291.
38
Slinger, Leonardo: Op. cit., pág. 294.
36
14
cedente y cesionario, pero, en caso de pactarse expresamente esa relación, se aplicará,
además, la legislación correspondiente. No obstante, el artículo 108 consigna una presunción
absoluta: existe relación laboral, debiéndose aplicar por tanto la legislación laboral y de
seguridad social, cuando el aparcero aporte exclusivamente su trabajo personal, o cuando lo
que corresponda aportar al aparcero, además de su trabajo personal, sea inferior al 10% del
valor total del ganado, maquinaria y capital circulante. Es decir, de ciertas características
estructurales, del contenido de ciertas prestaciones, deriva en una presunción absoluta de la
existencia de relación laboral.
15
CAPÍTULO II
La aparcería en el derecho uruguayo
II.1 - EVOLUCIÓN LEGISLATIVA Y DERECHO POSITIVO VIGENTE
El contrato de aparcería rural está regulado por un conjunto de normas jurídicas de
distintas fuentes, sancionadas en distintas épocas y por tanto, respondiendo a distintas
orientaciones. Yendo de lo general a lo particular, como contratos que son, le son aplicables
las disposiciones generales en materia contractual del Código Civil, entre ellas además, las
dedicadas al arrendamiento y a la sociedad, esta última por la expresa remisión del Código
Rural. Además del Código Rural, sancionado en 1942, existen disposiciones de la ley
N°8153, nunca enteramente derogada. A ello deben agregarse las disposiciones del decretoley N°14384 de 16 de junio de 1975 y la ley N°16223 de 27 de octubre de 1991, modificativa
de la anterior.
Desde un punto de vista cronológico, si bien el Código Civil, al igual que sus modelos
francés y chileno, no reglamentó especialmente el contrato de aparcería, no le dio un régimen
jurídico propio, parece reconocer la existencia de la misma, en una disposición aislada, dentro
del título “del arrendamiento”. En efecto, el art. 1817, tras fijar el principio de que el
arrendatario de un predio rústico no tiene derecho a pedir rebaja de su renta por casos
fortuitos (ajenidad en los riesgos con respecto al arrendador), hace una salvedad en su inciso
segundo, a favor del “colono aparcero, pues en virtud de la especie de sociedad que media
entre el arrendador y él, toca al primero una parte proporcional de la pérdida que por caso
fortuito sobrevenga al segundo...”.
En el Código Rural de 1875 existió una sección V en el título IV, destinada a
“arrendamientos”, que se limitó a reproducir casi textualmente las disposiciones del Código
Civil, en su art. 680.
Vigentes estas normas, la jurisprudencia, a falta de disposiciones expresas, aplicaban
en forma subsidiaria las normas del contrato de arrendamiento, y las adjetivas del desalojo,
basándose en que esa única disposición legal está incluida en las correspondientes al
arrendamiento, que el artículo habla de “arrendador” y en que la forma de repartir las
utilidades estipulada en los contratos de aparcería no obstaba a la aplicación de las reglas
relativas del arrendamiento puesto que el art. 1778 del Código Civil prevé entre las formas de
pago de éste, el caso en que se haga con “una cuota de los frutos de cada cosecha”.
No deja de ser significativo este “reconocimiento soslayado” del contrato, dentro del
título dedicado al arrendamiento pero refiriéndose a él como “una especie de sociedad”, en lo
que sería fuente de varias discusiones doctrinarias y muy distintas consecuencias prácticas.
Por su parte, el art. 30 de la ley N°8153, de 16 de diciembre de 1927, estableció que
“las disposiciones de la presente ley relativas a los arrendamientos serán aplicables a los
aparceros o medianeros”. Bayley, comentando la disposición, entendía que lo que se buscó
fue zanjar la discusión sobre si los aparceros tenían derecho a plazos para el desalojo,
discusiones que llevaban a respuestas contrarias según se entendiera asimilado el régimen a la
sociedad o al arrendamiento. Desde allí, nuestra jurisprudencia rigió la aparcería por las
normas sustantivas del arrendamiento y las adjetivas del desalojo.
En el Código Rural de 1941 (ley 10024), el capítulo XIV de la sección I, “Aparcería”,
no se encontraba en el proyecto original de García Acevedo. Más allá de las disposiciones
concretas que establece, importa destacar en este momento el art. 156, por el cual, a falta de
disposición expresa, se aplicarán a la aparcería las reglas del Código Civil para la sociedad. Se
le criticaría a tal norma, que al desvincular la aparcería del régimen del arrendamiento ha
provocado para el aparcero tomador la pérdida de la protección especial que por disposición
16
expresa de la ley de 1927 hacía extensivo a los aparceros el derecho a disponer de largos
plazos para la devolución de la cosa al propietario. Para Bayley, el Código ha derogado la ley
de 1927, pues el estatuto de desalojo es inconciliable con la equiparación de la aparcería a los
contratos de sociedad. Con la puesta en vigencia del Código Rural, buena parta de la
jurisprudencia entendió tácitamente derogado el art. 30 de la ley N°8153, que confería al
aparcero tomador los plazos y garantías del arrendatario en cuanto a su desalojo: “La
aparcería es sustancialmente una sociedad civil. Los problemas derivados de la cesación de
este contrato y entre ellos el relativo al modo de obtener que el aparcero abandone el
inmueble, deben regirse por las normas del contrato de sociedad, en virtud de lo dispuesto
por el Art. 156 del Código Rural vigente. Disuelta la aparcería, el colono, a quien el
propietario reclama la restitución del inmueble, debe ser considerado, no como ocupante
precario, sino como socio. Por lo tanto, tiene derecho a que se le conceda un plazo variable,
de acuerdo con la entidad de los negocios a liquidar, plazo que deberá fijarse por el Juez en
cada caso”39. Tal solución no era compartida por Sánchez Fontans: “el Código Rural no ha
transformado al aparcero de arrendatario en socio. no hay que confundir la naturaleza del
contrato con las normas aplicables. En el régimen del Código Civil y de la ley de 1927 la
aparcería era un contrato autónomo, que participaba de la naturaleza del arrendamiento y
de la sociedad, y sigue siéndolo bajo el Código Rural”. (...) El art. 156 del Código Rural es
una disposición de carácter general que no puede derogar a una norma de carácter especial
como es la contenida en el art. 30 de la ley de 1927. (...) Es evidente que la tesis de la
derogación no está de acuerdo con el espíritu del Código Rural, ni con el contexto del
articulado. En efecto, es inaceptable que un código que ha mejorado la condición del
arrendatario de predios rústicos, y del simple agregado que no es sino un ‘precarista legal’,
haya podido empeorar la posición del aparcero que tiene tantos o más derechos que el
arrendatario y desde luego muchos más que el simple agregado”40. En el mismo sentido se
pronunciaría en la doctrina, como adelantáramos, Bayley: “La sanción del Código, ¿importa
la derogación de la ley de 16 de diciembre de 1927, en cuanto declara aplicable a la
aparcería sus disposiciones? No puede haber la menor duda, el estatuto de desalojo es
inconciliable con la equiparación de la aparcería a los contratos de sociedad”41. La
jurisprudencia, en tanto, se iría orientando en torno a la tesis de Bayley42.
Es de destacar cómo la ley de colonización N°11029 de 12 de enero de 1948 hacía una
salvedad a la aplicación de las normas sobre sociedad en el contrato de aparcería celebrados
en el marco de la misma. Establece en efecto el inc. 2° del art. 136 que “No regirán tampoco a
los efectos de esta ley, las disposiciones del Código Rural en cuanto aplican a la aparcería las
reglas establecidas en el Código Civil para el contrato de sociedad, estándose a lo que dispone
el artículo 30 de la ley mencionada en el parágrafo anterior” -se refiere a la ley 8153-. Fue,
lógicamente, la importancia social de la materia tratada en la ley N°11029, lo que hizo que se
brindaran expresamente mayores garantías a los aparceros, asimilándolos más a los
“arrendatarios” que a los “socios”.
El capítulo de Aparcería del Código Rural es, por otra parte, uno de los dos dedicados
por el Código Rural al fenómeno contractual, lo cual indica la importancia que en la
conciencia jurídica iba tomando la regulación de temas tan trascendentes.
39
Extraído de los números 1 y 4 de la suma de un caso de 1946, publicado en la Revista de Derecho Público y
Privado, tomo 21, sección jurisprudencia.
40
Sánchez Fontáns, José: Desalojo del aparcero. Nota de jurisprudencia al caso publicado en la Revista de
Derecho Público y Privado, tomo 21, pág. 6 y ss.
41
Bayley, Jaime: El derecho de las obligaciones y los contratos en el nuevo Código Rural. Revista de Derecho,
Jurisprudencia y Administración, tomo 40. Montevideo, 1942, pág. 216.
42
Fallos encontrados en las distintas instancias, pueden verse en los casos de La Justicia Uruguaya N°3810 y
3982, relacionados con el desalojo del aparcero tomador, donde en primera instancia se entiende vigente el art.
30 de la ley N°8153 a pesar del art. 156 del Código Rural, mientras que en la segunda y la tercera instancia se
entiende que ha existido derogación tácita.
17
Superadas las normas del Código Civil, donde parecía evidente que la aparcería sólo
podía versar sobre la explotación agrícola de predios rústicos, sin que pudiera incluirse en ella
la explotación ganadera, negocio éste que quedaba como contrato innominado o atípico, el
Código Rural, incluye la explotación pecuaria de predios rústicos.
La ley 12100 de 27 de abril de 1954 no innovó en materia de fondo, quedando las
discusiones doctrinarias planteadas en los mismos términos que quedaran con la sanción del
Código Civil. Esta ley refiere solamente a una especie de aparcería, aquella en que el dador
entrega el predio (aparcería predial) y la otra parte paga un porcentaje de la producción,
dejando fuera de la regulación legal a las demás variedades de aparcerías existentes. Importa
destacar que a propósito de la discusión de esta ley se volvió a plantear el problema de la
asimilación o diferenciación de este contrato con el de arrendamiento. Así, en la Cámara de
Representantes, se hizo notar que en la práctica, había aparcerías similares a sociedades, y
otras a arrendamientos: en ese entendido, se redactó un artículo 20, por el que la aparcería se
consideraba arrendamiento cuando el dador no contribuye con el 40% de los gastos de
explotación. En el Senado el espíritu de la otra Cámara se mantuvo, no en cuanto a asimilar la
aparcería al arrendamiento, sino dándole una igual protección al aparcero con respecto al
arrendatario. De allí que se modificara el título del capítulo, que en vez de ser “de la aparcería
asimilada al arrendamiento”, se lo llamó “de las aparcerías”, y redactando el inc. 1° del art. 24
así: “las disposiciones de la presente ley serán aplicables a los aparceros y sub aparceros
cuando el dador haya entregado un predio rural”. La solución adoptada responde a nuestro
entender a lo que expresara Cerruti: “la sinonimia que durante mucho tiempo existió con el
arrendamiento y al reválida que para la aparcería otorgaron algunas leyes con relación al
arrendamiento... no reposaba en ningún criterio técnico y menos, si cabe, en la intención de
las partes, que bajo nuestro ordenamiento jurídico es una verdadera piedra angular. El
legislador, en el deseo de amparar de modo análogo a las partes presuntamente débiles en la
relación contractual, decretó una protección común al aparcero y al arrendatario”.
El decreto ley N°14384 no ha introducido modificaciones de importancia al régimen
estructurado por la ley N°12100. Se ha eliminado la referencia que aquélla hacía al art. 58 en
el cual se consagraba el derecho a rescindir el contrato por parte del dador cuando mediare
prueba de que la producción del predio era baja. En tal sentido, señala Véscovi que “a pesar
de haber sido eliminado de la letra de la ley, subsiste, puesto que como lo anotáramos,
protege la efectiva equivalencia de las prestaciones; es más, parece que este derecho al
receso unilateral, también le correspondería al colono aparcero, puesto que militan en el
caso, las mismas y justas razones (art. 1933 CC)”43.
La disposición vigente asimila en el tratamiento, salvo excepciones fundamentalmente
derivadas de la propia naturaleza de uno y otro contrato44, la regulación de los arrendamientos
rurales y de la aparcería predial. No es nueva, ni en nuestro derecho45 ni en el derecho
comparado, la aplicación por extensión de la legislación especial sobre contratos agrarios, al
contrato de aparcería predial, política legislativa que corresponde compartirse. De todas
formas, corresponde hacer algunas precisiones debido a la imperfecta redacción del vigente
decreto-ley N°1438446 en lo que hace a la extensión de su régimen a la aparcería.
43
Véscovi, Enrique, et al.: Op. cit., pág. 72.
Por ejemplo, art. 25 del decreto ley N°14384.
45
Así por ejemplo, art. 30 de la ley N°8153 de 16 de diciembre de 1927 y art. 2° inc. 2° de la ley N°12100 de 30
de abril de 1954.
46
Dispone la citada norma en su art. 2: Todo contrato por el que una de las partes se obliga a conceder a otra el
uso y goce de un predio rural con destino a cualquier explotación agrícola, pecuaria o agropecuaria, y la otra, a
pagar por ese uso o goce un precio en dinero o en frutos naturales o productos de la cosa, queda sujeto a las
disposiciones de la presente ley.
Los derechos y obligaciones conferidos por esta ley al arrendatario, se extiende al aparcero, al
subarrendatario y al subaparcero.
44
18
Así, corresponde indicar primeramente que la extensión de las normas de este decretoley a los contratos de aparcería debe referirse sólo a los casos de aparcería predial y mixta, es
decir, siempre que “el dador haya entregado un predio rural” (art. 24).
Además, la disposición correspondiente (art. 2° inc. 2°) resulta insuficiente, al menos
en su tenor literal: la aplicación a los contratos de aparcería predial y mixta de las normas del
decreto-ley N°14384 lo es a todos los efectos, no solamente a “los derechos y obligaciones
conferidos... al arrendatario” (aparcero tomador en nuestro caso), sino que también alcanza al
status del aparcero dador, así como a los efectos previstos frente a terceros.
Refiriéndose al decreto ley 14384, expresa Gelsi Bidart: “En realidad la ley no ha
querido entrar a dilucidar este problema de la naturaleza jurídica del contrato y no
correspondía hacerlo, puesto que ella ha tenido en cuenta problemas de orden práctico; en
tal sentido, puede considerarse acertada, en principio, la inclusión de la aparcería en la
ley”47.
El panorama normativo se completa con la ley N°16223, que viniera a modificar
disposiciones del decreto-ley N°14384 fundamentalmente en lo que refiere a los plazos, y que
es aplicable también a las aparcería prediales, y en lo pertinente, a las mixtas48.
Cabe preguntarse, finalmente, qué norma se aplica a las aparcerías, sean prediales,
pecuarias o mixtas, en zona urbana o suburbana. Se reproduce aquí, mutatis mutandi, la
discusión sobre qué normativa aplicar para los arrendamientos con destino agrario en zonas
urbana y suburbana49, con el agregado que las disposiciones del Código Rural no serían
aplicables por su propio radio o ámbito espacial, y que, de entenderse, como en el caso del
arrendamiento, con la doctrina y la jurisprudencia mayoritaria, que a falta de norma expresa,
rigen las disposiciones del Código Civil y de la ley N°8153 no derogadas, el problema
aumenta por la escasez de tal normativa en este punto. En este caso, y siendo muy discutible
la opción, entendemos que regirían las disposiciones del arrendamiento del Código Civil (art.
1817), como en los tiempos previos a la sanción de disposiciones específicas sobre la
aparcería.
II.2 - ELEMENTOS DEL CONTRATO
Los elementos del contrato de aparcería presentarán peculiaridades según el tipo de
aparcería frente a la que nos encontremos: predial, pecuaria (también llamada ganadera) o
mixta. En el primer caso, lo que se entrega en aparcería por el aparcero dador al aparcero
tomador o cuidador, es un predio rural; en el segundo, ganado exclusivamente, y en el tercer
caso, ambas cosas, participando el régimen de esta última de las particularidades de cada una
de las anteriores en lo que le fuera aplicable.
El consentimiento se rige por los principios generales en materia de derecho civil, en
cuanto a su formación, vicios, etc. Debemos destacar que la aparcería predial (incluida la
mixta) es, por disposición del decreto-ley N°14384, solemne, vale decir, está sujeta “a la
observancia de ciertas formalidades especiales, de manera que sin ellas no produce ningún
efecto civil”, consistiendo la solemnidad en la necesidad de extenderse por escrito (art. 4°
Serán nulos los contratos de subarrendamiento o subaparcería cuando el precio pactado sea superior al
que debe pagar el arrendatario o aparcero.
Establece asimismo el art. 24: Las disposiciones de la presente ley, serán aplicables a los aparceros y
subaparceros cuando el dador haya entregado un predio rural.
47
Gelsi Bidart, Adolfo: Arrendamientos rurales. 2ª Edición, Amalio Fernández, Montevideo, 1980, pág. 37.
48
Art. 1°, inc. 2°: Las disposiciones de la presente ley también serán aplicables a los subarrendamientos y a los
contratos de aparcería y subaparcería cuando el dador haya entregado un predio rural.
49
Ver al respecto: Saavedra Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios. FCU, Montevideo, 1999, pág. 30 y ss.
19
decreto-ley citado). Por tanto, el consentimiento en tal caso sólo se forma cuando el contrato
ha sido extendido por escrito (art. 1264 del Código Civil)50.
Los contratos de aparcería predial deben además ser inscriptos (art. 4° inc. 2° del
decreto-ley N°14384), pero tal requisito no constituye una solemnidad, en el entendido de la
doctrina moderna, sino una formalidad impuesta para su publicidad. Expresa al respecto
Gamarra, en una nota de jurisprudencia: “La inscripción en el Registro no es solemnidad
fundamentalmente porque no se trata de un requisito de forma y porque no cumple la función
de la solemnidad (que consiste en alertar a las partes sobre la trascendencia del acto que se
disponen a realizar), sino a informar a los terceros (función de publicidad). La misma ley
14384 sanciona la omisión de inscribir con una multa, y no con la nulidad, en su art. 7”51. En
el mismo sentido, se ha pronunciado la jurisprudencia: “La inscripción en el Registro, es a
efectos de hacerlo eficaz frente a terceros. El requisito de solemnidad, de forma, en el caso,
lo constituye exclusivamente el contrato escrito en documento público o privado, la
inscripción está establecida como elemento intrínseco del contrato. El contrato queda
perfeccionado antes de la inscripción, incidiendo la misma en la esfera de la eficacia, en la
oponibilidad del mismo a terceros”52.
La aparcería pecuaria continúa siendo consensual, rigiendo a su respecto, las normas
establecidas en el Código Rural.
En lo referente a la capacidad, rigen los principios generales, debiendo ser los
contratantes mayores de 18 años (art. 280 num. 2° del Código Civil), pudiendo celebrar este
contrato, además, los habilitados por matrimonio, al no estar el mismo excluido en el art. 310
del Código Civil.
Con respecto a las personas jurídicas, las mismas estarán capacitadas para celebrar
este contrato siempre que ello fuera posible en virtud de su objeto social. Inclusive puede
suceder que sea una persona jurídica la aparcera tomadora, pues el carácter intuitu personae
que de regla tiene el contrato respecto a al persona del aparcero tomador, es disponible por las
partes en ejercicio de la autonomía de la voluntad.
El objeto del contrato será diferente, como ya viéramos, según se trate de aparcería
predial, pecuaria o mixta. En la primera el mismo estará constituido por el predio que se
entrega; en el segundo por los animales, y en el tercer caso por ambas cosas.
La causa en estos contratos es el participar en los resultados económicos de la
empresa que se emprende en común: tal es “la ventaja o provecho” (art. 1287 del Código
Civil) que se busca.
En lo que respecta al plazo, la ley N°16223, actualmente vigente a ese respecto para la
aparcería predial, deja su determinación a lo que fijen las partes, remitiéndose por lo demás al
plazo máximo de quince años que para el arrendamiento determina el Código Civil (art.
1782), y fijando un plazo mínimo legal de cuatro años únicamente cuando el predio dado en
aparcería tenga como destino principal la producción lechera y no se haya estipulado plazo de
vigencia o se haya estipulado uno menor a los cuatro años. De esta forma, se deja de lado el
sistema de plazos mínimos que preveía el decreto-ley N°14384.
Sobre los plazos, debemos destacar que a nivel del Mercosur53, Argentina y Brasil
mantienen fijación de plazos mínimos para los contratos agrarios de arrendamiento y
50
Los problemas que la omisión de tal solemnidad acarrea, fundamentalmente a la luz del art. 10 del decreto-ley
citado, exceden ampliamente el objeto de este trabajo. Pueden consultarse al respecto: Guerra Daneri, Enrique:
El artículo 10 del decreto-ley N°14384, 1ª. y 2ª. parte, Revista de Derecho Agrario N° 4 y 5 respectivamente;
Saavedra Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios, FCU, Montevideo, 1999, capítulo III sección V.
51
Gamarra, Jorge. Contrato de aparcería. Anuario de Derecho Civil Uruguayo, tomo XVIII. FCU, Montevideo,
1988, pág. 229.
52
La Justicia Uruguaya, caso N°14204 (TAC 1°, Cafasso, Gutiérrez, Vázquez).
53
Cf. Mello Proenca, Alencar y Silva Gilli, Rosario: Arrendamiento y aparcería: la cuestión de los plazos
mínimos en los países del Mercosur. Revista de Derecho Agrario N°6, FCU, Montevideo, 1994, pág. 22.
20
aparcería, estableciéndolos en 3 años, con la previsión, en el caso brasileño, de la ampliación
a 5 cuando se trate de cultivo permanente o explotación pecuaria de gran porte, o 7 años
cuando se trate de explotación forestal. Paraguay y nuestro país han optado por el sistema de
libre contratación, sin plazos mínimos, con la excepción ya vista en nuestro país de los
contratos cuyo destino principal sea la lechería, asegurándose en tal caso un régimen mínimo
de 4 años (ley 16223, art. 2°). La necesidad y conveniencia de los plazos mínimos, cuya
adopción es claramente una opción de política legislativa, hacen por un lado a la protección
del arrendatario o aparcero tomador, y por otro a la racionalidad de la explotación, que
permita acompasar los ciclos productivos agrícolas y ganaderos en una perspectiva temporal
de mediano o largo alcance.
En la aparcería pecuaria, creemos que, a falta de previsión expresa de las partes, rige la
disposición del art. 1887 del Código Civil, por la remisión genérica del art. 156 del Código
Rural a las disposiciones en materia de sociedad; por tanto, “si no se expresare plazo o
condición para que tenga fin, se entenderá contraída por toda la vida de los asociados, salvo el
derecho de renuncia”. Recordemos que si las disposiciones aplicables fueran las del
arrendamiento, existiría un límite máximo de quince años (art. 1782), pero sin el derecho de
renuncia o receso unilateral aquí previsto. Ello sin perjuicio de la posible fijación tácita e
indirecta del plazo, cuando se fija, por ejemplo, el objeto del contrato de la capitalización de
ganado, una variante de la aparcería pecuaria: “así por ejemplo, si el contrato de
capitalización recae sobre ganado para su engorde o invernada, al cumplir la edad en que
normalmente son faenados los animales y estando en la forma o peso convenido, se habrá
agotado el objeto del contrato, y concluido el plazo del mismo”54.
En lo referente a la renta (rectius: porcentaje de beneficios), de principio en cualquier
tipo de aparcería se estará a lo que dispongan las partes, y no existiendo estipulación especial
sobre la forma de repartir los frutos o el importe, se hará por mitades (art. 145 del Código
Rural). Debe recordarse aquí el art. 1779 del Código Civil, que en sede de arrendamiento,
pero aplicable también a la aparcería, que el precio podrá determinarse del mismo modo que
en el contrato de compraventa, y por tanto, por ejemplo, las partes pueden dejar librada la
fijación del precio al arbitrio de una tercera persona determinada, en cuyo caso, una vez
efectuada la fijación, quedará la renta fijada irrevocablemente.
El reajuste del mismo puede haber sido previsto por las partes desde un comienzo,
incluso mediante su fijación en moneda extranjera. De todas formas, con respecto a su
revisión, el decreto-ley N°14384 establece en su capítulo IV un sistema para la modificación
del precio que refiere a los arrendamientos, aparcerías, subarrendamientos y subaparcerías,
estructurado primeramente en base a un posible acuerdo de las partes en su modificación sin
que ello altere el plazo contractual, cuando el contrato tenga dos o más años de vigencia,
pudiéndose repetir cada dos años. De no lograrse acuerdo, y teniendo el precio vigente dos o
más años, puede solicitarse la revisión judicial, que se basará en la “rentabilidad económica
normal del predio”55, siendo el precio así fijado retroactivo a la fecha de la demanda,
pudiéndose incluso darse la hipótesis que prevé el art. 22 del decreto-ley citado, conforme al
cual, de aumentarse así en más de un 30% la renta, aún cuando no se hubiese vencido el plazo
del contrato, el aparcero tendrá derecho a renunciar a los plazos en curso sin responsabilidad
alguna, lo que es claramente un caso de acogimiento de la “excesiva onerosidad
superviniente”.
54
Saavedra Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios. FCU, Montevideo, 1999, pág. 339.
Establece la norma que para ello se “estudiará las circunstancias de cada contrato, calidad de los campos,
mejoras y tipo de explotación de cada inmueble, los valores de venta y de los arrendamientos de campos en la
zona, el precio del arrendamiento del caso particular anterior al vigente y las causas que pudieran haber dado
mérito a su modificación. Las mejoras e inversiones realizadas por el arrendatario para lograr una mayor
productividad del bien, no previstas en el contrato, no podrán tomarse en cuenta para modificar la renta en contra
del arrendatario”.
55
21
Ahora bien, dado que en la aparcería no se “paga” una contraprestación, tal régimen
general tiene lógicas rectificaciones para el caso que nos ocupa. Dispone, en efecto, el art. 25,
que “las disposiciones establecidas en el capítulo IV son aplicables a los contratos de
aparcería... cuando en función de la rentabilidad de la tierra el porcentaje de los beneficios
para cualquiera de las partes no guarde proporción razonable con el aporte que cada una de
ellas hace a los fines de la explotación. El juez apreciara la equidad de la proporción entre
aportes y beneficios estimando el precio de los frutos en su equivalente en dinero”.
Debe destacarse que la ley N°16223 vino a establecer, al margen de lo que entendía la
doctrina y jurisprudencia mayoritaria hasta el momento, que sólo “a falta de previsión expresa
respecto al régimen de reajuste del precio, serán aplicables en forma supletoria..:” las
disposiciones del decreto-ley N°14384 ya referidas. Vale decir, se ha desconocido el espíritu
eminentemente justo de las disposiciones sobre la revisión de la renta, que eran aplicadas aún
con previsiones contractuales sobre reajustes, para dar una solución de tipo formal.
Referido asimismo a la renta, existe un tema vinculado de indudable trascendencia,
cual es la atribución negocial del ius fruendi en la aparcería, contrapuesto al simple ius utendi
del contrato de locación, que está sinalagmáticamente relacionado con la obligación de abonar
la renta al aparcero dador. La aparcería supone el ejercicio de actividad agraria, cuyo núcleo
central lo constituye el desarrollo de un ciclo biológico, cobrando particular reelevancia el
análisis de los “frutos naturales”: “las producciones espontáneas de la tierra, las crías y demás
productos de los animales” (art. 503 del Código Civil). Dichos frutos naturales son parte de la
cosa mientras se encuentren unidos o adheridos a ella (fructus pendenti pars fundi videtur),
art. 464, sin perjuicio de la posibilidad de constituir relaciones jurídicas en previsión del día
en que al separarse adquieran la condición de res nova (art. 466). Ahora bien, dados estos
principios generales, cabe preguntarse si el aparcero dador adquiere la parte de sus frutos en
forma originaria, o derivada, transmitiéndole el aparcero tomador el dominio de dicha parte de
los frutos totales. Las consecuencias prácticas de una u otra solución, en los aspectos
procesales, penales, sucesorios, etc. son muy importantes.
No es de recibo trasladar a nuestro país opiniones de autores extranjeros que afirman
que en el caso de aparcería con pago de renta en especie, hasta que no se realiza el reparto de
los frutos percibidos, los mismos se encuentran en un estado de condominio. Así, según
Brebbia, los aparceros son copropietarios de los frutos, hasta que la distribución se realiza,
pasando a ser propietarios exclusivos una vez realizado el reparto56.
Opina sobre el punto Saavedra Methol, que tales conclusiones “no son enteramente
satisfactorias. Por lo pronto, deberá convenirse que no son de aplicación en las aparcerías
con pago en dinero, donde el aparcero tomador adquiere para sí la totalidad de los frutos,
aunque mantenga la obligación de abonar una determinada cantidad de dinero a su
contratante. Y aún en las aparcerías con pago en especie... nada impide que en ejercicio de la
autonomía negocial, las partes convengan que quien adquiera ex re los frutos del predio sea
exclusivamente el concesionario del mismo. Ningún obstáculo existe en el plano jurídico para
que negocialmente se convenga que el aparcero dador y el arrendador en su caso, adquieran
los frutos en forma derivada del aparcero tomador, por el modo tradición, cuando éste le
abona la renta que se ha obligado a satisfacer. Ni existe a nuestro juicio norma que
subsidiariamente permita... resolver el punto en ausencia de reglas contractuales expresas.
Por lo que, en todo caso, habrá de indagarse la voluntad de las partes”57. Tales
conclusiones, basadas en el principio básico de la autonomía de la voluntad, que se encuentra
presente en todo el ámbito contractual y también en la aparcería, son a nuestro juicio
compartibles.
56
Cf. Brebbia, Fernando: Op. cit., pág. 71.
Saavedra Methol, Juan Pablo: La gestión productiva del predio rural arrendado o dado en aparcería. Revista
de la Facultad de Derecho, N°3, 1992, pág. 96.
57
22
II.3 - OBLIGACIONES DE LAS PARTES
Obligaciones del aparcero dador. La primera, que constituye a la vez el “substractum”
económico del contrato, es la de entregar el predio rural a la otra parte contratante, obligación
que se cumplirá en el tiempo y forma estipulados; a falta de estipulación expresa, dichos
extremos pueden surgir de la naturaleza del contrato y aún en su defecto, podrá acudirse a los
usos y costumbres en la materia, según Cerruti58. La entrega del predio rural se realiza sin
ánimo de transferir en absoluto el dominio, concediendo su uso y goce de una manera
semejante a la que se produce en el arrendamiento.
Una vez entregado el predio, el aparcero dador debe asegurar el goce pacífico del
predio al aparcero tomador, no estorbándole su uso y librándolo de toda perturbación que
pudiera tener; debe, por tanto, garantizar la posesión pacífica y útil del aparcero tomador.
Si se tratara de aparcería pecuaria, debe entregar los animales correspondientes, así
como sustituir aquéllos que le fueran evictos al aparcero tomador.
Debe asimismo, respetar el porcentaje de los frutos convenidos o el importe pactado
que le correspondiera.
Son de su cuenta el pago de los gravámenes, contribuciones e impuestos que recaigan
sobre el inmueble, tratándose de aparcería predial o mixta, ya que la propiedad le sigue
perteneciendo, no existe transferencia ni en ese aspecto ni al aparcero tomador ni a una
“sociedad”, debiéndose compartir, en proporción a la participación, los que recaigan sobre los
productos.
Obligaciones del aparcero tomador. Tras recibir el predio, el aparcero tomador debe hacerlo
rendir la producción normal del mismo59, dándole el uso convenido contractualmente, ya que
suele establecerse por esa vía la clase de cultivo o expotación pecuaria a realizar; cuidarlo con
la diligencia de un buen padre de familia60, servirse de él de acuerdo al uso o para la
explotación convenida, y restituir el predio al fin del plazo contractual, libre de personas y
animales.
Debe respetar también el porcentaje de productos o su importe, efectuando las
entregas o el pago correspondiente, en la oportunidad pactada, haciendo saber al aparcero
dador la fecha en que comenzará la cosecha, en opinión de Cerruti61, conforme lo disponía la
legislación vigente en su momento (ley 12100) y que perfectamente puede considerarse
subsistente en cuanto obligación del aparcero tomador. En relación a este punto, indica Viale
que “en la vida real, por distintas razones (factores climáticos, no disponibilidad de las
maquinarias, como las trilladoras, p.ej., habitualmente explotadas por los denominados
‘contratistas’, etc.), el momento preciso de inicio de las tareas de cosecha en la aparcería
agrícola, se conoce con muy poco tiempo de anticipación”62.
58
Cf. Cerruti Aicardi, Héctor: Nuevo régimen legal de los arrendamientos rurales, aparcerías y pastoreos.
Montevideo, 1954, pág. 135.
59
Tal obligación surgía expresamente del art. 58 de la ley 12100.
60
Idem nota 19. Señala Predella, citado por Saavedera Methol (Op. cit. pág. 103), que “el buen padre de familia
no es un tipo abstracto o ficticio, sino conforme a la índole esencialmente práctica del pueblo romano, es el vivo
modelo del ciudadano romano, del antiguo jefe político de la hacienda agrícola-doméstica, es el producto de las
condiciones económico-sociales republicanas fundamentalmente agrícolas”. La ley 16223, art. 2° inc. 2° ha
venido a precisar el concepto general de “buen padre de familia”, indicando que un arrendatario es “buen
cumplidor de sus obligaciones como tal”, cuando “...ha cumplido como ‘buen padre de familia’ las mejoras y el
predio, preservándolo de los daños que está a su alcance evitar, como ser la invasión de malezas y la producción
de erosiones o cualquier otro elemento de degradación por uso inadecuado de la tierra”.
61
Cerruti Aicardi, Héctor: Arrendamientos rurales y otros contratos agrarios. Montevideo, 1966, pág. 194.
62
Viale, Domingo: Los contratos agrarios. Ed. La Ley, Buenos Aires, 1996, pág. 263.
23
Al mismo tiempo, debe realizar personalmente la explotación, salvo pacto en
contrario, debido al carácter “intuitu personae” de la aparcería. Expresa Brebbia al respecto:
“el dador, al contratar, ha tenido en cuenta la idoneidad profesional, laboriosidad y
honradez del tomador”63. De todas formas, debe aclararse que dicha obligación no supone
que los trabajos directos, en la tierra, deban ser realizados por él, ya que nada impide que
cuente con la colaboración de su familia y hasta de personal asalariado que se encuentre bajo
su control.
Los gastos que demanden el cultivo o cuidado de los animales (art. 153 Código Rural)
son también de su cuenta en el régimen legal.
Debe destacarse que la obligación de usar la cosa según el uso convenido o según su
destino natural (art. 1811 y 1812 del Código Civil), no puede significar en los hechos una
privación ilegítima al aparcero de la iniciativa de la organización y gestión del predio. Al
decir de Saavedra Methol, “la gestión autónoma del predio supone una mínima esfera de
libertad en la combinación de los distintos recursos productivos, de la que se podría privar al
arrendatario o aparcero tomador de admitirse el poder ilimitado de las partes en la
determinación del destino. Es menester en consecuencia, admitir el ius variandi del
arrendatario o aparcero tomador respecto a la organización productiva del predio, siempre
que se respete razonablemente el destino genérico establecido en el contrato”64. Lo cual
permite que quien dirige la empresa agrícola tenga la suficiente autonomía como para decidir
con amplio margen todo lo atinente a la producción.
En este sentido, cabe recordar lo dispuesto en la ley N°8153, norma nunca derogada
completa ni expresamente, según la cual se deberá tener por nula por contraria al orden
público, la cláusula “que prohibe destinar a la explotación agrícola o granjera hasta el 15% del
área arrendada, cualquiera sea el destino principal estipulado en el contrato. Cuando el destino
principal sea el de la producción de leche, el mínimo legal de cultivo a que tiene derecho el
arrendatario ascenderá al 35% del área arrendada” (art. 18 lit. g).
La ley N°16223 en su art. 7° sustituyó al art. 7° del decreto-ley N°14384, quien ponía
a cargo de quien entregara la tenencia del predio la obligación de proceder a la inscripción del
contrato65. La disposición vigente vino a establecer el principio inverso, siendo obligación del
tomador del predio el realizar la inscripción, aunque legitima igualmente al dador, si el
tomador no lo hiciere. En los hechos, no existiendo plazo legal para la realización de la
inscripción, cualquiera de las partes queda facultada a proceder a la misma.
En lo que respecta a la protección de los suelos, es necesario congeniar disposiciones
procedentes de al menos dos normas distintas: el art. 11 del decreto-ley N°15239, que
establece: “Los titulares de explotaciones agropecuarias, cualquiera fuere la vinculación
jurídica de los mismos con el inmueble que les sirve de asiento, o tenedores de tierras, a
cualquier título, serán responsables del cumplimiento de las normas que dictará el Ministerio
de Agricultura y Pesca, a través de sus organismos especializados, según lo establecido en los
numerales 5 y 8 del artículo 3° de la presente ley”, y lo dispuesto por el art. 6° de la ley 16223
en si inciso 1°: “En todo contrato que se celebre al amparo de la presente ley las partes
deberán cumplir con las normas que establezca el Ministerio de Ganadería, Agricultura y
Pesca, de acuerdo a lo dispuesto por los numerales 5 y 8 del artículo 3° del decreto-ley 15239
de 23 de diciembre de 1981”. De una interpretación estrictamente literal de ambas normas,
parecería haberse ampliado el espectro de sujetos alcanzados por tales obligaciones, del
aparcero tomador al mismo juntamente con el dador. Sin embargo, la lógica indica que será el
63
Brebbia, Fernando: Op. cit., pág. 83.
Saavedra Methol, Juan Pablo: La gestión productiva del predio rural arrendado o dado en aparcería. Revista
de la Facultad de Derecho, N°3, 1992, pág. 99.
65
Tal disposición se enmarcaba en posteriores consecuencias que la tenían por supuesto; modificada la misma,
varias disposiciones vigentes del decreto-ley N°14384 han perdido su sustento. Ver al respecto: Saavedra
Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios. FCU, Montevideo, 1999.
64
24
aparcero tomador o cuidador el que se encontrará obligado por tales disposiciones, desde que
es él quien lleva adelante la explotación del predio. Tal interpretación es ratificada, además,
por el inc. 2° del mismo art. 6° de la ley N°1622366, quien otorga consecuencias negativas
“únicamente” al incumplimiento cuando éste es del aparcero o subaparcero (tomadores).
Por medio del contrato, pueden establecerse igualmente otras obligaciones de las
partes, como ser: contribución de las partes con determinado porcentaje en el costo de los
trabajos (semilla, abono, combustible, aradas, etc.), combatir plagas, erradicar malezas, etc.
Sobre la naturaleza de las obligaciones del aparcero tomador, ha dicho la
jurisprudencia: “El aparcero no toma a su cargo una obligación de dar, sino de hacer. (...)
aparece ilógico que el aparcero tomador asuma una obligación de dar que, según el art.
1333 del Código Civil es la que tiene por objeto la entrega de una cosa mueble o inmueble,
cuando ni siquiera se sabe si va a existir una cosecha que permita el reparto de los frutos.
Por lo tanto, el incumplimiento se resuelve en resarcimiento de daños y perjuicios”67.
En los casos que, conforme a la ley forestal N°15939 de 28 de diciembre de 1987,
procede la forestación obligatoria por parte del propietario, si el predio se encuentra arrendado
o en aparcería, se establece que “el ocupante queda obligado a permitir al propietario la
ejecución de los trabajos de forestación” (art. 13). Para el caso que la superficie forestada
sobrepase el cinco por ciento del área total del predio, se establece una rebaja proporcional del
precio del arrendamiento, debido al menoscabo que tal hecho supone para el arrendatario,
hipótesis no prevista para la aparcería, pues aquí “ese menoscabo eventualmente no existe,
pues siendo la renta en tal eventualidad un porcentaje de los frutos obtenidos, la disminución
de la superficie disfrutable derivará consecuente y proporcionalmente, en una correlativa
disminución de la renta”68. Queda en pie por tanto únicamente la obligación de permitir la
forestación, y el eventual derecho, como veremos más adelante, de solicitar la rescisión del
contrato, en ciertos casos.
II.4 - ANÁLISIS DE LAS DISPOSICIONES DEL CÓDIGO RURAL
El capítulo XIV del Código Rural, relativo a la aparcería, no figuraba en el proyecto
originario del Dr. García Acevedo. Su inclusión en el mismo, aceptada por su autor, se debió
a la iniciativa de la Comisión revisora de 1934 que hizo suyo un informe de los Dres. Rafael
Muñoz Ximénez y Bibiano Riet, proponiendo la inclusión, con ligeras variantes, de un
proyecto elevado al Ministerio de Industrias por la Asociación Rural del Uruguay, cuyo autor
fue el propio Dr. Riet.
Bayley, en un estudio publicado poco después de la sanción del Código Rural, critica
las disposiciones aprobadas en sede de aparcería, que considera fuera de contexto con el resto
del Código, que a su entender, fue una obra magnífica, tomada en su conjunto. Dice al
respecto: “La determinación de la naturaleza jurídica y la denominación del contrato de
aparcería está bien resuelta dándole nominación y estatuto jurídico propio. Lo que no parece
tan claro, ni acertado, es haber resuelto las dudas y contradicciones existentes en la doctrina
y en la legislación acerca de la determinación de cuál es, de los contratos conocidos, el que
más se le asemeja y cuya reglamentación puede regir esta forma especial de vinculación
contractual, en sentido de dar exclusiva preferencia a las normas del contrato de sociedad y
excluyendo definitivamente las del contrato de arrendamiento”69. Discrepa entonces,
66
“El incumplimiento del arrendatario, subarrendatario, aparcero y subaparcero a las referidas obligaciones
certificado por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, será causal de rescisión del respectivo contrato”.
67
La Justicia Uruguaya, caso N°11276 (TAC 3°, Rodríguez de Vecchi, Echeverría, Pessano).
68
Saavedra Methol, Juan Pablo: Lecciones de Derecho Agrario Forestal. FCU, Montevideo, 1999, pág. 103.
69
Bayley, Jaime: Op. cit., pág. 212-213.
25
fundamentalmente, con la asimilación que a la sociedad hace el art. 156, lo cual a su entender
fue un retroceso. Realiza citas de la exposición de motivos de la Asociación Rural: “Si de
algo podemos estar seguros frente a un contrato de aparcería es de que las partes
contratantes no han querido celebrar un contrato de arrendamiento, pues si tales hubieran
sido sus deseos lo hubieran hecho lisa y llanamente ya que el arrendamiento es un contrato
tan común y de consecuencias tan conocidas”. Esto no determina, para Bayley, que deba
asimilarse el contrato de aparcería al de sociedad, pues no puede considerarse a este contrato
menos común y de consecuencias menos conocidas que el de arrendamiento. En su opinión,
no existen “...obstáculos jurídicos ni prácticos insalvables para aplicar disposiciones de
ambos estatutos contractuales a aspectos y consecuencias profundamente distintos que
presenta y genera la relación de aparcería”70.
Su crítica llega a ser muy dura: “No solamente el capítulo XIV sobre aparcería
constituye en la obra del Dr. García Acevedo un verdadero injerto, sino que además, en lugar
de responder al ecuánime y sereno espíritu del ilustrado autor del Código Rural, es el
resultado de la inspiración y la acción directas de un organismo, la Asociación Rural del
Uruguay, representativo de un interés de clase, la de los terratenientes, que no tiene ni puede
tener facultades de órgano colegislador y que, puesto a la faena, ha revelado cuidar
celosamente los intereses de la clase privilegiada que representa, en desmedro de la
contemplación del legítimo interés de los trabajadores del campo que, en calidad de
aparceros, constituyen valor esencial del enriquecimiento y auge de la propiedad rural. (...)
Para no citar sino un ejemplo demostrativo del contraste aludido, bastará confrontar este
rigorismo que, por iniciativa de la Asociación Rural del Uruguay, habrá de tenerse con el
aparcero, con lo que el autor del Código dispuso respecto de los simples ‘agregados’”71. La
incongruencia que explicita es verdaderamente tal, y sería posteriormente rectificada en lo que
fuera su consecuencia más grave (la inexistencia de plazos para el desalojo del aparcero tras la
rescisión del contrato) por la legislación especial en materia de arrendamiento y aparcerías
rurales.
El siguiente pretende ser un breve análisis de las disposiciones establecidas en el
Código Rural.
Art. 143: La aparcería es un contrato en el que una de las partes se obliga a entregar uno o
más animales, un predio rural o ambas cosas, y la otra a cuidar de esos animales, cultivar o
cuidar ese predio con el objeto de repartirse los frutos o el importe correspondiente.
La definición aquí ensayada es muy acertada, y guarda correspondencia con las
características que en general se le asignan al instituto. Así, ya prevé, según el tipo de
explotación, que la aparcería podrá ser, agrícola, pecuria o mixta. La corriente denominación
de “medianería” se la ha asimilado en la práctica a la aparcería agrícola, aunque en los
términos del art. 145, como veremos, jurídicamente sólo cabe referirla a la forma de
distribución de los frutos, por mitades, entre las partes de cualquier tipo de aparcería.
Dado el propio sinalagma del contrato, desde que la renta se ha fijado en un porcentaje
de los frutos obtenidos, el aparcero tomador tiene no sólo el derecho, sino también la
obligación de usar y gozar de la cosa que le es dada en aparcería.
Con el Código Rural, los aportes pueden consistir en ganados, semillas, dinero y desde
luego el predio, por parte del aparcero propietario, y por parte del aparcero colono, el
principal aporte consiste en trabajo, pudiendo aportar a veces los implementos necesarios a la
explotación de que se trata. Esos aportes sin embargo, no suponen el desprendimiento de la
70
71
Bayley, Jaime: Op. cit., pág. 213.
Bayley, Jaime: Op. cit., pág. 2217-218.
26
propiedad de los bienes aportados por el aparcero propietario, sino que el aporte se hace al
solo efecto de la explotación de los mismos para la obtención de beneficios.
Para el caso concreto de la aparcería pecuaria, debe destacarse, como lo hace Viale,
que “en cuanto a los animales... teniendo en cuenta los antecedentes históricos del instituto y
su regulación en el derecho comparado... en donde el contrato siempre ha referido a ‘ganado
de cría’, deben pertenecer al ganado mayor o menor, excluyéndose así aquellos animales que
no son ‘ganado’, como ser: las aves de corral, pavos, gallinas, conejos, abejas, patos, etc. Se
incluyen entonces las especies: vacuna, lanar, caprina, caballar, porcina, etc.”72, conceptos
perfectamente trasladables al derecho uruguayo.
Queda perfilado, por lo demás, el elemento causal del contrato, sobre el cual ha dicho
la jurisprudencia: “...si la división de los frutos es la causa del contrato (art. 143 del Código
Rural), ya estamos en el campo de los ‘beneficios’ esperados por los actores, a lo cual debe
agregarse otro elemento típico de este contrato de estructura asociativa que es el de la
distribución del riesgo común, o de las pérdidas (art. 148 y 154), siendo el criterio
distributivo de las mismas entre las partes, el origen de ellas”73.
Es de destacar que nuestra legislación permite tanto el reparto de frutos, con el alcance
que veremos más adelante para este término, como del importe correspondiente, equivalente
al valor de los mismos, que deberá ser entregado al aparcero dador por el tomador, conforme
haya sido estipulado en el contrato.
Art. 144: Siempre que en un contrato se hagan las estipulaciones de que habla el artículo
anterior, se entenderá que hay aparcería, salvo que se pruebe que la voluntad de las partes
ha sido otra.
Se encuentra aquí una presunción simple, la de que cuando se contrata revistiendo el
aspecto de la aparcería, eso ello precisamente lo que se ha celebrado. De esta forma, la
peculiar estructura del contrato hace que de ser reconocidos sus elementos característicos, y a
falta de voluntad contraria de los contratantes, tal contrato sea una “aparcería”, sometido por
tanto a las disposiciones correspondientes.
Al decir de Guerra Daneri, “la naturaleza propia de las prestaciones en la aparcería,
constituye uno de los elementos más caracterizantes del tipo contractual”, lo cual lo ve
reflejado en este artículo74.
Art. 145: A falta de estipulaciones especiales sobre la forma de repartir los frutos o el
importe, se hará por mitades.
Aunque, como dijéramos, muchas veces se ha denominado “medianería” a la aparcería
agrícola, en nuestro derecho tal término cabría para la forma de distribuir los frutos o el
importe en cualquier tipo de aparcería, cuando no existiera disposición contractual que
estableciera otra cosa.
De regla, pues, la cuota, proporción o proporción de frutos y/o utilidades es la que
surgirá del acuerdo de voluntades al momento de otorgar el contrato. El Código Rural
establece en su art. 145 una disposición de carácter supletorio, para el caso en que no se haya
dicho nada sobre el particular. Cabe recordar a este respecto, el mecanismo previsto en el
decreto-ley N°14384 en lo que refiere a la revisión judicial de la renta (art. 25, 19 y ss.).
72
Viale, Domingo: Los contratos agrarios. Ed. La Ley, Buenos Aires, 1996, pág. 301-302.
La Justicia Uruguaya, caso N°12993 (TAC 7°, Harriague, Troise, Rodríguez Caorsi).
74
Guerra Daneri, Enrique: Op. cit., pág. 30.
73
27
Sobre este tema del porcentaje de distribución de los frutos, señala Brebbia que “en
nuestra ley el porcentaje de distribución de los frutos en principio es convenido libremente
por las partes, pero siempre que exista proporcionalidad entre éste y los aportes que cada
uno de ellos efectúa”75. Tales expresiones no pueden ser totalmente trasladables a la realidad
de nuestro país, pues la nota de “proporcionalidad” no es exigida de regla en nuestra
legislación, sino en forma tangencial, en lo que refiere a la revisión judicial de la renta en el
contrato de aparcería (art. 25 del decreto-ley N°14384), que procede cuando “...el porcentaje
de los beneficios para cualquiera de las partes no guarde proporción razonable con el aporte
de cada una de ellas...”, aún cuando tal solución sería la racionalmente correcta de prinicipio.
Debe destacarse lo que se ha dicho respecto a esta disposición: “el precepto veda de
este modo, recomponer la voluntad de los contratantes acudiendo a otras fuentes
integrativas, como los usos negociales y la equidad (art. 1291 del Código Civil). Este
precepto suple a la voluntad de las partes (...) y constituye un raro ejemplo donde la
indeterminación del objeto del contrato no genere la nulidad del mismo, sino que se integra
legalmente”76. La excepcionalidad, pues, busca dar una solución justa que al mismo tiempo
permita la subsistencia del contrato aún faltando previsión expresa para este elemento
esencial.
Art. 146: Constituyen objeto de reparto las crías de los animales y los productos de éstos,
como huevos, leche, miel, lana, crines, pieles, carnes y toda clase de frutos que se obtengan
del cultivo de la tierra, de la explotación de los bosques frutales o maderables o el importe
correspondiente.
El objeto de reparto es todo aprovechamiento convenido, cuyos porcentajes incluso
pueden ser diversos aún en el mismo contrato de aparcería, según se refiera a la producción
agrícola o a la ganadera o dependiendo del tipo de frutos o productos de que se trate. La
enumeración que realiza el artículo es claramente de tipo enunciativo y no taxativo,
describiendo, por lo demás, posibilidades tanto para el caso de aparcería pecuaria como
predial y sin olvidar la posibilidad ya prevista en el art. 143, de que el objeto de reparto sea el
‘importe correspondiente’.
Expresa sobre este punto Viale, en la doctrina argentina, que en el contrato de
aparcería pecuaria, “dentro del concepto genérico de ‘utilidades’ -el “objeto de reparto” de
nuestro art. 146- se comprenden: los frutos (las crías) y los productos (el aumento de peso del
ganado). Tales son las dos modalidades más frecuentes... pero nada impide que en el amplio
concepto legal se incluyan otros aprovechamientos del ganado, como ser la sangre, la lana,
la cerda, el abono, los huesos, etc.”77. Parte de tales aprovechamientos, concretamente, la
sangre y los huesos, para ser objeto de reparto en nuestro derecho deberían preveerse
especialmente; de lo contrario, tales despojos, si provienen de animales muertos que formaban
parte del capital, pertenecerán al aparcero propietario (art. 149 del Código Rural).
Art. 147: En caso de evicción de los animales dados en aparcería, el aparcero propietario
los sustituirá por otros que sean igualmente aptos para la producción a que se destinaban los
evictos.
75
Cf. Brebbia, Fernando: Op. cit., pág. 75.
Saavedra Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios. FCU, Montevideo, 1999, pág. 342.
77
Viale, Domingo: Los contratos agrarios. Ed. La Ley, Buenos Aires, 1996, pág. 311.
76
28
Indica Viale comentando una disposición similar en el derecho argentino, que “se
trata de impedir que el aparcero sea privado de los animales que debe destinar a la
explotación, por la acción de terceros con mejor derecho sobre ellos, con lo que faltaría la
materia objeto del contrato”78.
Frente a la obligación de entrega del ganado, corresponde por parte del tomador, la
correlativa de restituir las mismas unidades que le fueran entregadas, vale decir, no podría,
salvo pacto en contrario, subrogar las mismas.
La intención clara del legislador es permitir la continuidad del contrato más allá de
sucesos de esta índole que puedan ocurrir durante el desarrollo del mismo.
Art. 148: El aparcero propietario sufrirá los perjuicios provenientes de la pérdida o muerte
de los animales que formen el capital, cuando el hecho se produzca sin culpa del aparcero
cuidador. Si las pérdidas llegaren al treinta y tres por ciento del capital, cualquiera de las
partes podrá pedir la rescisión del contrato dentro de los sesenta días después de
comprobada por ambas partes la existencia del hecho.
Lo aquí dispuesto viene a reafirmar que las obligaciones del aparcero tomador son de
medio y no de resultados, y aunque se prevé su irresponsabilidad a falta de culpa sólo para el
caso de extravío o muerte, deben entenderse también abarcados los casos de extravío o hurto
dados en las mismas condiciones. Por lo demás, supone una reiteración del principio general
por el cual la cosa perece para su dueño, res perit domino, en tanto la propiedad continúa
estando en manos del aparcero dador.
La presente disposición hace surgir en forma bilateral la facultad de rescindir el
contrato, la cual será ejercida o no según lo entiendan conveniente los contratantes, quedando
legitimados ambos para, tras la efectiva constatación de la pérdida del treinta y tres por ciento
del capital, solicitar la misma en el plazo de caducidad de sesenta días.
La solución es diferente a la establecida para el caso de evicción de los animales,
donde se debía sustituir el ganado, aunque nada impide que contractualmente se adopte tal
solución, no siendo estas disposiciones de orden público.
Art. 149: El provecho que se obtenga de los animales muertos que formaban parte del
capital, pertenecerá al aparcero propietario.
Los despojos no son frutos, y por tanto quedan al margen del objeto de reparto reglado
en el art. 146. Nos encontramos por tanto, frente a productos obtenidos de los animales
muertos, tales como cueros, cerdas, huesos, etc. que de regla, corresponden al propietario del
ganado muerto, pudiendo existir, naturalmente, estipulaciones en contrario.
Art. 150: El aparcero encargado del cuidado de un predio, no responderá a las obligaciones
del mismo, si no lo estipulase expresamente.
En esta disposición el legislador no viene sino a reafirmar el principio de que el predio
dado en aparcería, cuando nos encontramos frente a una aparcería predial, continúa
perteneciendo al aparcero dador, siendo por consiguiente de su carga y en principio, las
obligaciones que como tal le corresponden.
78
Viale, Domingo: Los contratos agrarios. Ed. La Ley, Buenos Aires, 1996, pág. 302.
29
Art. 151: La aparcería subsiste cuando los animales, el predio o ambas cosas, se enajenan o
se transmiten por herencia, quedando el adquirente o heredero subrogado en todos los
derechos y obligaciones del enajenante o causante.
Art. 152: La aparcería no pasa a los herederos del aparcero cuidador de los animales o
cultivador del predio, excepto cuando éste dejare adelantados los trabajos de cultivo, caso en
el que durará el tiempo necesario para cosechar lo que hubiere sembrado.
Estas disposiciones vienen a corroborar en nuestro derecho positivo el carácter intuitu
personae del contrato de aparcería con respecto al aparcero tomador; de allí que el art. 151 no
hace sino repetir el principio general del art. 1292 del Código Civil para la figura del aparcero
dador, contraponiéndose así la solución excepcional en el régimen general, para el caso del
aparcero tomador, y siempre que no existiera al respecto, pacto en contrario.
La ‘excepción a la excepción’ prevista en el art. 152, se basa en elementales razones
de justicia en lo que refiere a los herederos del aparcero tomador, generalmente sus familiares
más cercanos, que dependan tal vez de tales cosechas para su sustento inmediato. En lo que
hace a las aparcerías regladas por el decreto-ley N°14384, y en la misma línea que la
disposición del Código Rural, sobre el punto refiere el art. 58 inc. 2°: “En todos los casos,
además de la hipótesis contemplada en el artículo 51 -vencimiento del plazo señalado para el
desalojo-, el Juez podrá conceder una prórroga de hasta noventa días para que el ocupante
recoja el fruto de las sementeras ya realizadas. Los cultivos que no hayan sido recogidos en el
plazo acordado beneficiarán al actor”.
Art. 153: Los gastos para el cuidado y la cría de los animales o explotación de los mismos o
del predio, serán por cuenta del aparcero cuidador o encargado de los cultivos.
Deben entenderse comprendidos en la disposición legal, y por tanto, siendo de
aplicación siempre que las parte no pactaran otra cosa, los gastos de alimentación del ganado,
los que deriven de la aplicación de zoosanitarios, tratamientos veterinarios, así como para
“toda operación que apareje la ‘explotación’ del ganado, con lo que otros gastos derivados
por ej. de la esquila, transporte, etc. corresponden también al tomador del ganado”79. Todo
el peso económico que la explotación requiere, pues, debe ser soportado por el aparcero
tomador, quien en ese aspecto soporta los riesgos que tal actividad supone. El aparcero
tomador tiene la obligación de abonar los gastos que demande el cuidado y la cría de los
animales, estando obligado, en ese sentido, a cuidar dichos animales como un buen padre de
familia, concederles el pastoreo y aguadas necesarias, mantenerlos en buen estado sanitario,
permitiendo al mismo tiempo inspecciones de dichos animales por el aparcero dador.
Moldes y Bonsignore, por su parte, encuentran en esta disposición un indicio para la
determinación de la naturaleza jurídica de este contrato. Expresan que “existe una diferencia
fundamental entre Aparcería y Sociedad, que surge del art. 153 del Código Rural, que
establece que los gastos para el cuidado o explotación del predio, son de cuenta del aparcero
tomador. Es decir, los gastos de la explotación sólo gravan al aparcero tomador, mientras
que en la sociedad no se puede exonerar a una parte de los gastos que de la misma puedan
resultar”80.
79
80
Saavedra Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios. FCU, Montevideo, 1999, pág. 338.
Moldes, Jorge y Bonsignore, Jaime: Arrendamientos urbanos y rurales. FCU, Montevideo, 1999, pág. 44.
30
Art. 154: Las pérdidas por caso fortuito o fuerza mayor sufridas por las crías de los
animales, sus productos o los frutos, en general, serán soportados por mitades por el
aparcero propietario y el aparcero cuidador o cultivador, salvo estipulación en contrario.
La pérdida de los frutos por caso fortuito en la ley argentina es soportada en la misma
proporción convenida para el reparto81, solución expresa que en nuestro derecho debe
entenderse implícita, como surge de una interpretación lógico-sistemática de los art. 145 y
154.
La disposición en estudio rige hasta tanto se repartan los frutos, pues desde tal
momento cada contratante soportará el riesgo de pérdida por sí.
La redacción del artículo no deja de prestarse a confusión, fundamentalmente en lo
que significa que las pérdidas ‘serán soportadas por mitades... salvo estipulación en
contrario”. ¿A qué “estipulación en contrario” refiere? ¿A la misma que puede darse de regla
en el art. 145, en sede de reparto de frutos? ¿O a que se pacte otra forma de repartir las
pérdidas, exclusivamente? La disposición podría significar, o bien que las partes pacten una
forma de distribución de este riesgo distinta a que sea por mitades, independientemente de
cómo se distribuyan los frutos objeto de reparto, o bien que el régimen que se seguirá será el
mismo que se pacte para la distribución de tales beneficios, cuyo régimen legal supletorio, en
forma no casual, también es “por mitades”. Si bien creemos que nada impediría la puesta en
práctica de la primera interpretación, esta última entendemos es más ajustada al espíritu de la
normativa.
Art. 155: Toda acción proveniente de un contrato de aparcería se prescribe al año de
producido el hecho que le dio origen.
La presente constituye una norma excepcional y por tanto, de aplicación exclusiva al
contrato de aparcería. A pesar de su aparente claridad, ha dado lugar a no pocas dudas
interpretativas en su aplicación.
Así, un problema que puede plantearse con esta norma, es si la obligación de
indemnizar mejoras (obligación contractual, que de regla, conforme a los principios generales
en materia contractual prescribe a los 20 años desde su exigibilidad, en este caso, desde la
entrega del predio, art. 31 del decreto-ley N°14384), está o no alcanzada por esta disposición.
Siguiendo en esto a Saavedra Methol, “pese a la amplitud de la fórmula gramatical
empleada, puede sostenerse -y esa parece ser la ratio legis del precepto-, que las acciones
sometidas a la prescripción anual, son las relativas a la gestión del predio. tales como
distribución de los frutos, gastos, etc., que no alcanzarían a la obligación de indemnizar
mejoras. pero ciertamente es preciso admitir, la generalidad de la expresión empleada,
conspira contra esta interpretación”82. Afirmaciones que compartimos, pues delimitan
correctamente cuál es el alcance que a la excepcionalidad de la norma habría querido dar el
legislador, esto es, no sustraer sino en lo estrictamente necesario, a la aparcería del régimen
del derecho común.
Por su parte, la Suprema Corte de Justicia, en una instancia de casación, ha entendido
por mayoría, que esta norma tiene un carácter general, “que alcanza, sin excepción, a las
demandas provenientes del referido vínculo convencional”. La discordia de García Otero
analiza algo más su naturaleza, indicando que la prescripción prevista “tiene carácter
absolutamente general, alcanza a toda acción proveniente de un contrato de aparcería. Como
esas acciones no siempre suponen requerir el pago de una suma de dinero, esta prescripción
81
82
Cf. Viale, Domingo: Los contratos agrarios. Ed. La Ley, Buenos Aires, 1996, pág. 267.
Saavedra Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios. FCU, Montevideo, 1999, pág. 223.
31
no descansa en una presunción de pago. Su fundamento radica en la necesidad de certeza de
la empresa rural. (...) No es ajustado a derecho sostener que todas las prescripciones cortas,
de cuatro años o menos, art. 1227, Código Civil, descansen o se fundamenten en una
presunción de pago”83.
Relacionado a este punto, se discute además, si es una prescripción presuntiva de pago
(“corta”) o no. Las primeras generan una presunción simple de pago, y todas las del Código
Civil de un año son presuntivas, pero cabría entender que éste no es el caso y que estamos
frente a una prescripción común, que impide, de ser alegada, la prosecución de la acción en
cualquier caso. El legislador habría optado, pues, por la seguridad con un carácter más estricto
que el común vigente.
El término de prescripción sigue las reglas generales, por lo que habrá de computarse
el plazo a partir de la exigibilidad de la obligación en cuestión, conforme al art. 1218 del
Código Civil.
Art. 156: A falta de estipulaciones especiales y no habiendo disposiciones expresas en este
capítulo, se aplicarán a la aparcería las reglas establecidas en el Código Civil para el
contrato de sociedad.
Es ésta la famosa disposición a que refiriéramos al comienzo de este apartado, que
establece en forma subsidiaria para lo no previsto en el capítulo de “aparcería”, la aplicación
de las normas del Código Civil para las sociedades. Nos remitimos, en este aspecto, a lo
planteado ut supra.
II.5 - ALGUNAS PARTICULARIDADES DEL RÉGIMEN GENERAL DE
LOS ARRENDAMIENTOS RURALES APLICABLES A LA
APARCERÍA
No corresponde en un estudio específico sobre la aparcería, proceder a un análisis
detallado de la legislación general, compartida con el arrendamiento, del decreto-ley N°14384
y de la ley N°16223. Sin embargo, existen ciertas peculiaridades cuando nos enfrentamos a la
aplicación de tales normas al caso concreto de la aparcería y la subaparcería. De allí que si
bien de regla, como viéramos, las disposiciones del decreto-ley N°14384 son aplicables a los
contratos de aparcería y subaparcería, existen peculiaridades propias del instituto de la
aparcería que impiden una asimilación total. Así por ejemplo, en cuanto a la subaparcería,
opinaba Cerruti, sobre una normativa similar a la vigente actualmente, que “del punto de vista
estructural, la subaparcería guarda con respecto a la aparcería la misma relación que el
subarriendo frente al arrendamiento. Dado el carácter personalísimo que tiene la aparcería,
hubiera sido técnicamente plausible que se hubiera requerido directamente, la exigencia de
pacto expreso, que permitiera al tomador en aparcería dar a un tercero, en ese mismo
carácter, el predio rural que ocupa”84. Es por ello que en este punto, teniendo la aparcería en
nuestro derecho el carácter de intuitu personae respecto al aparcero tomador o cuidador, éste
no estaría legitimado para transferir mediante subcontrato, el derecho de uso y goce de que es
titular, si bien este principio puede válidamente ser modificado por acuerdo de partes.
La subaparcería se encuentra limitada, en cuanto al precio o porcentaje, en cuanto se
dispone que “serán nulos los contratos de subarrendamiento o subaparcería cuando el precio
83
Ver: La Justicia Uruguaya, caso N°11080.
Cerruti Aicardi, Héctor: Nuevo régimen legal de los arrendamientos rurales, aparcerías y pastoreos.
Montevideo, 1954, pág. 82.
84
32
pactado sea superior al que deba pagar el arrendatario o aparcero” (art. 2° inc. 3° del decretoley citado). Otro límite se refiere al registro de este subcontrato: el mismo no es inscribible si
“en el contrato de que deriva su derecho el arrendatario o aparcero no existe constancia
expresa de la autorización para el subarrendamiento o subaparcería” (art. 5° lit. A). Ambas
limitaciones forman parte de una política legislativa contraria a este tipo de negocios en lo
que refiere a los contratos agrarios.
En cuanto a la sucesión “mortis causa” del contrato de aparcería, cuando quien fallece
es el aparcero dador, su calidad de parte se transmite por herencia, quedando el o los
herederos sobrogados en todos los derechos y obligaciones del causante (art. 151 del Código
Rural). Sin embargo, tal principio, que es, por otra parte, el principio general en materia
contractual y sucesoria (art. 1292 del Código Civil), no se reitera en lo referente a la sucesión
del aparcero tomador: si es éste el causante, “la aparcería no pasa a los herederos... excepto
cuando éste dejare adelantados los trabajos de cultivo, caso en el que durará el tiempo
necesario para cosechar lo que hubiere sembrado” (art. 152 del Código Rural). Nada impide
que las partes dispongan otra cosa, en una u otra solución, pero importa destacar el principio
legal de la no transmisión de la calidad de parte del aparcero tomador, debido al carácter
intuitu personae que para la ley tiene tal figura. A pesar de no estar ello referido expresamente
en la legislación común a arrendamientos y aparcerías rurales, tales conclusiones deben
extenderse a las aparcerías allí regladas.
II.6 - APARCERÍAS “NOMINADAS” Y EXCLUÍDAS DEL DECRETO-LEY N°14384
Entre las exclusiones expresas que el decreto-ley N°14384 realiza en su art. 3°, existen
dos cuya naturaleza sustancialmente corresponde a contratos de aparcería y quedan por tanto
regidos por las disposiciones del Código Rural en lo pertinente.
Tales disposiciones son las de los literales B) y D). El primero de ellos, refiere a “los
contratos accidentales por una sola cosecha, entendiéndose como tales los que tienen por
objeto la realización de hasta dos cultivos estacionales en un mismo año agrícola y por los que
el trabajador paga el goce del bien con un porcentaje de la cosecha obtenida”. El segundo
prevé “los contratos de capitalización de ganado, por los que el propietario del inmueble lo
recibe de terceros, para repartir entre sí las utilidades emergentes”.
Éste último es aquél “por el cual una persona entrega a otra una determinada
cantidad de ganado, para que éste procure los cuidados necesarios, la alimentación y otros
requerimientos, conforme a un destino determinado, para repartirse entre sí los productos,
frutos o mayor valor de ese ganado”85. El aparcero cuidador, de esta forma, se obliga
sencillamente a cuidar, alimentar, engordar, etc. a los animales que recibe, no importando a
qué título posea el predio en el que cumplirá su obligación. Tales obligaciones deben
apreciarse de acuerdo a la modalidad contractual específicamente adoptada (cría, engorde,
etc.) y a las características del ganado en cuestión.
Este contrato, que carece de otras disposiciones normativas, surgió de la práctica
negocial de los sujetos involucrados, y aunque se controvirtiera su naturaleza jurídica, la
doctrina y la jurisprudencia mayoritarias hoy por hoy lo entienden como un contrato de
aparcería86, que en términos generales, puede considerarse como un tipo o modalidad de
85
Saavedra Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios. FCU, Montevideo, 1999, pág. 331.
Tal la posición sustentada en el caso 11080 de La Justicia Uruguaya: “... la capitalización de ganado importa
en sí un contrato de aparcería, regulado por el Código Rural del año 1941, siendo aplicables las normas de las
sociedades civiles” (TAC 1°, Parga Lista, Pereira Núñez de Balestrino, Marabotto).
86
33
aparcería pecuaria. En sus formas puras, originarias87, los cocontratantes se repartían, al final
del período contractual, el importe correspondiente a la diferencia de peso entre el inicio y el
fin del contrato, o si no, la diferencia de precio de los animales existente entre tales extremos
temporales.
En el caso del contrato accidental por un año agrícola (equivocadamente denominado
en la norma como “contrato accidental por una sola cosecha”), “la exigencia de la ley de que
la contraprestación por el uso y goce consista en un porcentaje de la cosecha obtenida,
determina la naturaleza del contrato. Es indubitablemente a nuestro juicio un contrato de
aparcería. Que por su objeto es predial y por su destino agrícola”88. En este contrato,
mientras el dador se obliga a conceder el uso y goce de un predio, el aparcero ‘cultivador’
tiene la obligación de efectuar el cultivo (o “los cultivos”, pues pueden llegar a ser dos)
convenido, poniendo toda la diligencia debida conforme a los patrones de la técnica
agronómica predominantes. Rigen, por lo demás, las obligaciones generales que a su cargo
pone el Código Rural (gastos de explotación, etc.).
II.7 - EXTINCIÓN Y LIQUIDACIÓN DEL CONTRATO
Las causas de la extinción del contrato pueden clasificarse, como en cualquier
contrato, en normales y anormales.
Serían causas normales: el vencimiento del plazo contractual o el levantamiento de la
cosecha y liquidación del negocio, cuando el contrato fuera por una sola cosecha.
También constituye una hipótesis normal el mutuo disenso, conforme al derecho
común (art. 1294 del Código Civil).
Por su parte es procedente, cuando es de aplicación la normativa del Código Rural, en
su remisión a la “sociedad” del Código Civil, el derecho de receso unilateral. La
jurisprudencia, pronunciándose al mismo tiempo sobre la naturaleza jurídica del contrato, ha
hecho suyas tales conclusiones: “se trata de un contrato con una estructura similar al
contrato de sociedad y por lo mismo rigen a su respecto las normas consagradas por el art.
156 del Código Rural y el art. 1933 del Código Civil, de donde se deriva que todo aparcero
puede hacer uso de su derecho de renuncia en cualquier momento”89.
Serían formas anormales de extinción, la rescisión del contrato por el incumplimiento
de alguna de las partes.
La renuncia del plazo contractual por el aumento fijado por sentencia de la renta de la
aparcería en más de un 30%, conforme lo dispuesto por los art. 22 y 24 del decreto-ley
N°14384, también configuraría una hipótesis excepcional de conclusión del contrato.
En la aparcería pecuaria, por su parte, la pérdida superior a un 33% del capital, es,
como viéramos, una situación que habilita o legitima a cualquiera de las partes a solicitar la
rescisión del contrato dentro de los 60 días después de comprobada por ambas partes la
existencia del hecho, según lo dispuesto por el art. 148 del Código Rural.
Además, siendo la aparcería un contrato intuitu personae con respecto a la figura del
aparcero tomador, salvo que las partes acordaran otra cosa, con su fallecimiento queda
rescindido el contrato.
Cabe recordar que la ley N°12100 preveía específicamente la posibilidad de rescisión
del contrato cuando existiese “prueba suficiente de que la producción del predio es inferior a
87
Actualmente, se aplica también este patrón contractual en la ganadería de carne, sub sector cría, en la de leche
y hasta en la ovejera. Ver al respecto: Saavedra Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios. FCU, Montevideo,
1999, pág. 332.
88
Saavedra Methol, Juan Pablo: Contratos agrarios. FCU, Montevideo, 1999, pág. 347.
89
La Justicia Uruguaya, caso N°12993 (TAC 7°, Harriague, Troise, Rodríguez Caorsi).
34
la que razonablemente corresponde como producción normal, así como también en los casos
de negligencia en el debido cuidado del predio, sus mejoras o del capital aplicado a la
explotación” (art. 58). La no reproducción de tal disposición en el decreto ley 14384 no
significa la inexistencia actual de tal posibilidad, en tanto el fiel cumplimiento de las
obligaciones del aparcero tomador supone una producción racional, normal, y excluye
lógicamente la negligencia.
La ley N°16223 introduce una causal autónoma de rescisión de los contratos de
arrendamiento y aparcería rural, que no absorbe la posibilidad de reclamar la rescisión del
contrato por negligencia en el cuidado de las mejoras y el predio. Dispone el inc. 2° del art. 6°
que “el incumplimiento del arrendatario, subarrendatario, aparcero o subaparcero a las
referidas obligaciones -se refiere a las normas técnicas dictadas por el MGAP al amparo del
decreto ley 15239, art. 3° num. 5° y 8°)- certificado por el Ministerio de Ganadería,
Agricultura y Pesca, será causal de rescisión del respectivo contrato”. Tal certificado operará
como un presupuesto para obtener una sentencia favorable, pero que no obliga al juez para
declarar la rescisión.
Cabría preguntarse si en los casos de forestación obligatoria en la ley N°15939 (art. 12
y ss.) es posible que el aparcero tomador solicite la rescisión del contrato, cuando la extensión
de la forestación lleve a que exista un grave menoscabo en el goce y aprovechamiento del
predio, desvirtuando de tal forma el objeto convenido originariamente. Entendemos que la
solución debe ser la misma que la propiciada por Saavedra Methol para el caso del
arrendamiento, esto es, la existencia de tal posibilidad, aún a falta de normas expresas, y en
base a los arts. 1803, 1805 y 1806 del Código Civil90.
La liquidación, de principio, debe realizarse según las normas contractuales, y en su
defecto, por la remisión al Código Civil, se aplicarán los artículos 1923 y siguientes de tal
cuerpo normativo, es decir, la normativa sobre “la disolución de la sociedad”.
90
Saavedra Methol, Juan Pablo: Lecciones de Derecho Agrario Forestal. FCU, Montevideo, 1999, págs. 103104.
35
A modo de conclusión
A pesar de su aparente simplicidad, la aparcería es un contrato complejo, que presenta
diversas aristas destacables desde el punto de vista jurídico. Reclamada por otras figuras
contractuales (sociedad, arrendamiento, contrato de trabajo, etc.), puede, no obstante, tener su
propio perfil.
El presente trabajo nos permitió interiorizarnos en un tema que presenta importancia
no sólo en sus aspectos jurídicos y teóricos, sino en su potencialidad productiva y de gran
reelevancia social como puede tener la expansión del uso de esta figura contractual.
Realizando un pequeño balance, creemos que la legislación en materia de aparcería
debe ser aggiornada y se deben prever más y mejor sus peculiaridades, así como legislar los
sub tipos que, aún nominados, se encuentran huérfanos de mayores disposiciones, todo sin
perjuicio de seguir, de regla, para la aparcería predial, las disposiciones existentes para los
arrendamientos rurales.
Esperamos, por nuestra parte, haber logrado un estudio sistemático del instituto de la
aparcería, en cuanto tal y en su realidad en nuestro derecho.
36
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37
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Viale, Domingo: Los contratos agrarios. Ed. La Ley, Buenos Aires, 1996.
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ÍNDICE
Capítulo I: Conceptos generales
I.1 - Introducción...........................................................................................................1
I.2 - Historia...................................................................................................................2
I.3 - Concepto y categorización....................................................................................2
I.4 - Derecho comparado..............................................................................................5
I.5 - Naturaleza jurídica...............................................................................................6
I.6 - La aparcería, ¿contrato de trabajo?..................................................................11
Capítulo II: La aparcería en el derecho uruguayo
II.1 - Evolución legislativa y derecho positivo vigente............................................14
II.2 - Elementos del contrato.....................................................................................17
II.3 - Obligaciones de las partes................................................................................21
II.4 - Análisis de las disposiciones del Código Rural...............................................23
II.5 - Algunas particularidades del régimen general de los arrendamientos
rurales aplicables a la aparcería.............................................................................30
II.6 - Aparcerías “nominadas” y excluidas del decreto-ley N°14384.....................31
II.7 - Extinción y liquidación del contrato...............................................................32
A modo de conclusión..............................................................................34
Bibliografía consultada...........................................................................35
Índice........................................................................................................37
39
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