El papel del Tercer Sector ante la Globalización y la Economia del Conocimiento Manuel García Ferrando Universidad de Valencia Índice: 1.Introducción; 2. Algunas Precisiones Conceptuales: Globalización. Economía del Conocimiento y Tercer Sector; 2.1.Globalización y Sociedad del Conocimiento; 2.1.I. Capitalismo de la Información y Economía del Conocimiento; 2.2.Sociedad Civil Global y Tercer Sector; 3.Algunos Datos Estructurales Concretos sobre el Tercer Sector en el Mundo, con Especial Referencia al Ámbito Iberoamericano; 3.1.Implicaciones para los Países Iberoamericanos; 4.Propuestas de Actuación a Modo de Reflexión Final; 4.I. La Sociedad Civil: una Sociedad de Organizaciones; 4.2.Las Fundaciones Corporativas y el Tercer Sector; 4.3.La Sociedad Civil Global y la Cultura Científico Tecnológica; 5. Bibliografía. 1. Introducción Los organizadores de este Encuentro han justificado el título y marco temático que se le ha querido dar, destacando que el Movimiento de los Encuentros Iberoamericanos del Tercer Sector tiene que reflexionar sobre aspectos económicos ya que en este mundo nuestro crecientemente globalizado, y en sus propias palabras, "es importante perderle el miedo a un tema tan relevante, con un infundado temor de que en su desarrollo pudiesen desvirtuarse las esencias del Tercer Sector". Estando completamente de acuerdo con la anterior reflexión, me gustaría ir un poco más allá sin apartarme de esta línea temática al proponer que comencemos a avanzar en esa dirección, perdiéndole el miedo a conocerse mejor a si mismos en tanto que Movimiento social que surge de un conjunto de instituciones libremente emanadas de la sociedad civil, sin ánimo de lucro y que están orientadas al bienestar general de la comunidad de países que integran el área iberoamericana. Un conocimiento que se asienta en la profundización de la realidad socioeconómica que determina en la actualidad este Tercer Sector, y que puede facilitamos la reflexión, desde la firmeza que ofrecen los datos empíricamente contrastados, sobre el tema central de esta ponencia, como es el papel de esta fuerza social que constituye el Tercer Sector ante la Globalización y la Economía del Conocimiento. Algunos resultados obtenidos en diversas investigaciones sociológicas recientes sobre la sociedad civil global y sobre el cambio social que está teniendo lugar en el actual periodo histórico, espero que sirvan para nuestro propósito de avanzar en el conocimiento del Tercer Sector, como condición indispensable para aprovechar mejor las oportunidades que ofrece el avance de los procesos de globalización y el desarrollo de una economía del conocimiento. En la que es quizás la iniciativa más ambiciosa hasta ahora tomada para obtener información básica sobre el Tercer Sector y el modo en que funciona, como es el proyecto de estudio comparativo del sector no lucrativo coordinado desde la Universidad norteamericana John Hopkins, en el que han participado en una fase inicial veintidós países pertenecientes a Europa, Latinoamérica, Estados Unidos. Australia, Japón e Israel, el director del proyecto, profesor Lester M. Salamon, afirma en la presentación de los primeros resultados que "el sector no lucrativo sigue siendo el continente perdido del panorama social de la sociedad moderna, invisible para la mayoría de los políticos, los empresarios y la prensa, e incluso para muchas personas dentro del propio sector" (Salamon et al., 2001:22). Una sociedad moderna, me gustaría añadir, en la que la aplicación científica a gran escala ha trastocado las relaciones tradicionales de todo orden, bien sean de carácter individual, -societal o planetarias, provocando una aceleración del cambio social como probablemente ha ocurrido pocas veces en la historia de la Humanidad. Una cierta precisión conceptual puede ayudarnos a comprender mejor el sentido de dicho cambio, así como su influencia en el avance y desarrollo del Tercer Sector. 2. Algunas Precisiones Conceptuales: Globalización, Economía del Conocimiento y Tercer Sector Existe un amplio acuerdo entre los tratadistas que se han ocupado de reflexionar teóricamente sobre la sociedad civil global, que el desarrollo del Tercer Sector expresa la emergencia de una nueva cultura cívica, que el propio proceso de globalización necesita y requiere, puesto que puede ofrecer soluciones reformadoras a los nuevos problemas de desequilibrio social que van surgiendo en el ámbito mundial, problemas para los que los Estados nacionales sólo pueden ofrecer respuestas parciales y, con frecuencia, precarias. Ante la irresistible fuerza de los mercados globalizados, la nueva definición y cultura del bien común crea un marco adecuado en el que se pueden aunar las responsabilidades del sector público y del sector privado, de lo individual y lo colectivo, e incluso de ampliar los significados de lo que se considera trabajo y sector laboral, todo ello con el explícito objetivo de servir al bien común en el presente y en el futuro. 2.1. Globalización y Sociedad del Conocimiento Cabe preguntarse ahora qué se entiende por globalización y por qué su expansión demanda una nueva cultura cívica del bien común. En el polémico y creciente debate político intelectual sobre la globalización, existe un amplio acuerdo en considerar que se trata de un rasgo de la realidad de los actuales tiempos históricos que comporta un proceso de trayectoria controvertida. Un proceso que es sinónimo de mundialización y de aldea global, que hace que el mundo sea cada vez más pequeño. Como señala Martínez González-Tablas (2000), las diferentes dimensiones de la globalización tejen todas ellas relaciones que desbordan las fronteras tradicionales, a la vez que mueven una cuantía enorme de recursos. Una globalización que se manifiesta en los más diversos planos de la vida social, política, cultural y económica, por lo que la sociedad civil, tanto en sus manifestaciones más tradicionales -mutualidades, cooperativas o instituciones de beneficencias- como en sus expresiones más modernas, e incluso posmodernas -fundaciones corporativas, ONGS-, no 'podía dejar de verse afectada por ella. Ahora bien, si es posible encontrar un amplio acuerdo en lo que Giddens (2001) denomina el 'gran debate de la globalización" acerca de su influyente carácter en la dinámica social, política, económica y cultural, el consenso desaparece cuando se trata de interpretar las causas y el alcance del proceso. A grandes rasgos se pueden distinguir tres grandes líneas de pensamiento: la tesis hiperglobalista, la tesis escéptica o hipogiobalista y la tesis transformacionista (McGrew, 1998). Básicamente, desde las tesis hiperglobalistas, que algunos autores denominan "radicales" o "ingenuas", la globalización se entiende como una evolución inevitable y un fenómeno intensivo, esencialmente económico, que afecta especialmente a instituciones tradicionales como el Estado-nación, y que está sometiendo de forma creciente a la sociedad mundial a las disciplinas del mercado global. Desde una óptica opuesta, los escépticos tradicionalistas o hipoglobalistas consideran que es una exageración caracterizar a la globalización como una nueva fase histórica, ya que a su juicio la mayor parte de la actividad económica y social es regional, más que global, mientras que el Estado-nación sigue teniendo un poder significativo. Para estos escépticos, pues, la globalización es en esencia un mito que oculta la realidad de una economía intemacionalizada cada vez más segmentada en bloques regionales en los que continúan siendo muy poderosos los gobiernos nacionales. Desde posiciones que podemos denominar tradicionalistas, se sostiene que aunque la globalización representa un cambio histórico significativo, desconocemos todavía plenamente sus efectos entre otras cosas, porque en las últimas décadas que han marcado el final del siglo XX no han cesado de producirse nuevas situaciones adaptativas de Estados y sociedades a un mundo más interconectado. aunque tremendamente incierto y altamente desigual. En resumen, la tesis hipergiobalista maximiza el impacto de la globalización (la sociedad global es un hecho totalizador); la tesis escéptica lo minimiza o lo niega (la sociedad global no existe como tal); la tesis tradicionalista reconoce el impacto de la globalidad pero de forma matizada (la sociedad global se encuentra en construcción). Antes de señalar los aspectos de las tesis hiperglobalista y tradicionalista con las que estamos de acuerdo, y de reflexionar sobre las ¡aplicaciones que todo ello tiene para el desarrollo de una sociedad civil global, quisiera destacar algo que creo es fácilmente observable cuando se analiza con cierto detalle el debate sobre la globalización. Nos referimos al hecho evidente de que ninguna de las tesis anteriores queda subsumida por una posición ideológica o cosmovisión concretas. Entre los hiperglobalizadores, escépticos y tradicionalista cabe encontrar una rica diversidad de aproximaciones intelectuales y convicciones normativas, que van desde posiciones marxistas y socialistas hasta posturas neoliberales ortodoxas, pasando por interpretaciones socialdemócratas y sin excluir argumentaciones netamente contraculturales (Held y McGrew, 1999). Situación esta que es más fácilmente interpretable cuando se analiza la globalización desde posiciones tradicionalistas, y se enfatiza su carácter transformador abierto e incierto. El carácter radicalmente transformador de la globalización se entiende mejor cuando se aborda su interpretación desde las teorías del postindustrialismo (Bell, 1973) y de la posmodernidad (Inglehart, 1998), con su énfasis en la centralidad de la información y del conocimiento en la nueva sociedad globalizada. En una apresurada síntesis se puede afirmar que en cierto modo esta sociedad globalizada es una sociedad del conocimiento porque el saber científico y tecnológico se ha convertido en el recurso productivo básico en la actual fase de la civilización industrial, desplazando en su centralidad a los recursos tradicionales, esto es, capital, tierra y mano de obra, que han pasado a ser factores limitativos aunque no ya directores de los procesos de desarrollo. Es interesante hacer notar, como destaca Castells (1999), que el] la actual revolución tecnológica centrada en las tecnologías de la información, tales tecnologías, esto es, la microelectrónica, la informática, las telecomunicaciones y todos sus derivados tecnológicos, son el instrumento, y no la causa, que está contribuyendo poderosamente a que las transformaciones sociales, económicas. y culturales tengan el enorme impacto que se observa en nuestras sociedades globalizadas. A lo que convendría añadir el trascendental impacto que va cobrando en nuestras sociedades la ingeniería genética, en tanto que decodificación y recombinación de los códigos de información de la vida. Cuando hablamos en su sentido más profundo de la sociedad del conocimiento nos estamos refiriendo, pues, al hecho de que la ciencia se va convirtiendo, progresivamente, en el modo usual de pensar y dirigir nuestras sociedades globales,,, ya que ha pasado a ser el motor más fuerte del cambio social, la variable crucial. el Deus ex machina de la modernidad avanzada (Lamo de Espinosa, 2001). Capitalismo de la Información y Economía del Conocimiento También quiero señalar un hecho que ha sido destacado con frecuencia en los últimos años. Las tecnologías de la información están permitiendo -In acceso cada vez más fácil a la propia información, científica o de otro tipo. Podemos acceder hoy en día a miles de bases de datos vía Intenet, cuyo volumen de páginas web, estimado a finales del siglo XX en medio billón, se dobla cada 100 días a una tasa aproximada del millón de páginas diarias. La web es así como una inmensa memoria colectiva de la humanidad donde todo queda registrado. Ello hace que la cantidad de información de que disponemos sea inmensa, la unidad de información, el bit, valga cada vez menos, y el coste de transmitir sea casi nulo. Pero paradójicamente, como señala oportunamente Lamo de Espinosa, esta situación ha acentuado la diferencia entre información y conocimiento, haciendo que éste sea cada vez más valioso y aquélla menos. El problema ya no es tanto acceder a la información como saber discriminar la información relevante de la que no lo es. separar la información del ruido. Es más, a medida que la información vale menos y el acceso se democratiza, el valor del conocimiento crece. Por ello, las nuestras son, y de modo creciente, sociedades del conocimiento y no tanto de la información, ya que la principal fuente de riqueza es el complejo ciencia-tecnología-innovación, esto es, el saber, como señalábamos anteriormente, se ha convertido en el principal y más determinante recurso productivo de nuestras sociedades globalizadas. El hecho de que el saber o conocimiento se haya convertido en el recurso básico, está afectando profundamente a la economía, particularmente a la de mercado, una vez que se ha impuesto ésta globalmente. El mercado continúa siendo superior al resto de las formas de organizar la actividad económica, porque la organiza en torno a la información. Y es precisamente éste, como señala oportunamente Peter Drucker ( 1 995), el capitalismo que existe en la actualidad, el capitalismo de la información. Ahora bien, aceptado este hecho hay que apresurarse a admitir que no se conoce bien la forma en que el saber se convierte en recurso económico, ni mucho menos en cómo se puede convertir en capital social, capital humano o capital cultura¡. Hace falta teoría que explique su capacidad para generar' riqueza, crecimiento económico e innovación. Sí que sabemos que la economía basada en el saber no se comporta como lo hace la economía clásica, y desgraciadamente, estamos muy lejos de que el saber oriente los fundamentos de la vida social. En realidad, pues, la nuestra en puridad dista mucho de ser una sociedad del saber o del conocimiento, aunque ya no se puede poner en duda que la vida económica se encuentre cada vez más determinada por la capacidad de hacer productivos los saberes existentes. 2.2. Sociedad Civil Global y Tercer Sector Si aceptamos, como es mi propuesta, que la globalización contemporánea está reestructurando el mundo, sobre todo en sus aspectos económicos y tecnológicos, determinando un proceso histórico abierto que plantea más interrogantes que certezas, lo que está provocando una mayor conciencia reflexiva de los riesgos que acompañan a la nueva centralidad adquirida por la información y el conocimiento, en un contexto de cosmopolitismo creciente y de crisis y redefinición del Estado-nación, se hace cada vez más evidente que necesitamos conocer las condiciones que facilitan la cooperación transnacional entre los pueblos. Una cooperación que debe dirigirse a la consolidación de esa emergente "sociedad civil global" que es todavía más un ideal a perseguir que una realidad que se encuentre plenamente consolidada. Ideal que prefigura una nueva articulación de la trilogía Estado-mercado-sociedad civil en un ámbito mundial, que en su versión más neoliberal surge como respuesta funcional a la dificultad creciente de los Estados de asumir políticas de bienestar, y que en su versión neomarxista aparece como Llila fuerza contrahegemónica a nivel global, articulado en tomo a la emergencia de ONGs y movimientos sociales de nueva constitución (Ohmae, 1990; Morin, 1995; Albrow, 1996); Iglesias, 2000). Pero sean cuales fueren el alcance y el impacto de los procesos de globalización sobre la sociedad civil, no cabe duda de que el desarrollo de ésta es indisociable del crecimiento que ha experimentado en las últimas décadas y en todo el mundo, aunque evidentemente con intensidad variable, el asociacionismo voluntario que se integra en el sector no lucrativo o Tercer Sector, que con todos estos noilibres se conoce al movimiento social que aquí nos reúne en este Encuentro Iberoamericano. Un movimiento social que como ha señalado recientemente Ruiz Olabuénaga (1 998) en su estudio de El Sector no Lucrativo en España, se encuentra afectado por ambigüedades básicas que dificultan el análisis riguroso y preciso desde un punto de vista conceptual, de su desarrollo histórico, de su estatuto jurídico y de sus dimensiones estadísticas. Por eso hacemos nuestras, y a su vez las proponemos como elementos de reflexión en este Encuentro, las preguntas que han inspirado el trabajo teórico y empírico del estudio que ha dirigido Ruiz Olabuénaga: ¿de qué se habla cuando nos referimos al Tercer Sector?, ¿de voluntariado, de actividades no lucrativas, de filantropía, de economía social?, ¿qué peso y estructura tiene?, ¿cuándo y cómo surge este fenómeno en su versión actual?. Son cuestiones que es preciso responder con precisión si de verdad se quiere hacer más eficaz y productivo el debate relativo al futuro del bienestar social y del desarrollo de las sociedades que constituyen el mundo iberoamericano, del mismo modo que hay que hacerlo al debatir estos temas en cualquier otro lugar de la sociedad mundial. La definición que propone Ruiz Olabuénaga del Tercer Sector es ciertamente rigurosa y coincide con la que se viene utilizando en los estudios comparativos internacionales que se coordinan desde la Universidad John Hopkins. De forma sucinta, los directores de estos estudios internacionales incluyen como componentes del tercer sector la amplia variedad de organizaciones que dentro de su diversidad comparten las siguientes características: operan fuera del aparato estatal, no reparten beneficios y los ciudadanos son libres de pertenecer o no a ellas para perseguir objetivos comunes. Se trata de grupos comunitarios privados, clínicas, - escuelas, guarderías, organizaciones medioambientales, clubes sociales, organizaciones de desarrollo, instituciones culturales, asociaciones profesionales, grupos de consumidores y organizaciones similares, que utilizan fuentes de financiación variadas, que están más o menos desarrolladas en cada país, pero que en conjunto configuran un sector social de creciente y decisiva importancia en el nuevo panorama de la globalización (Salamon et al., op.cit.: 19 y ss.). Es ésta una propuesta que coincide con la que hace Ruiz Olabuénaga aunque como veremos a continuación la que propone este autor tiene un elevado grado de rigor operativo. En efecto, en su estudio del sector en España, Ruiz Olabuénaga incluye todas aquellas instituciones o entidades que poseen los siguientes rasgos: Estar organizadas formalmente, esto es, son instituciones con estructura interna, estabilidad relativa, de objetivos formales y distinción entre socios y no socios. Ser privadas, esto es, separadas institucionalmente del Gobierno. Disfrutar de la capacidad de autocontrol institucional de sus propias actividades, mediante estatutos propios, responsabilidad corporativa, etc. No reparto de beneficios entre los propietarios o administradores. Tener un marcado grado de participación ciudadana (Ruiz Olabuénaga, op.cit.: 32 y ss). Los ámbitos de actividades no lucrativas que se incluyen en la anterior definición y que han sido objeto de investigación tanto en España como en los 21 países restantes que han participado en el proyecto internacional que venimos comentando, cubren un abanico de áreas de interés tan grande como las siguientes: cultura. educación e investigación, salud, servicios sociales, medio ambiente, desarrollo, derechos civiles y asesoramiento legal, actividades filantrópicas, ayuda internacional, confesiones religiosas, asociaciones profesionales y empresariales, sindicatos y otras actividades no asimilables directamente a las anteriores. Al estar hablando de un sector tan amplio de la vida social, política, cultural y económica, que además está creciendo en buena parte del mundo de forma rápida y un tanto desordenada, no debe sorprendemos que los conocimientos empíricos que tenemos sobre el alcance y funcionamiento del sector determinen un contorno ambiguo e impreciso, que es necesario delimitar con mayor precisión si se aspira realmente a que la sociedad civil continúe desarrollándose como un poderoso factor de sostenimiento y reequilibrio de los procesos de globalización. Por eso estimamos pertinente hacer una breve presentación de los resultados obtenidos en la referida investigación comparativa internacional, con el fin de proponer las líneas de trabajo e investigación que contribuyan a consolidar el avance del Tercer Sector Iberoamericano. 3. Algunos Datos Estructurales Concretos sobre el Tercer Sector en el Mundo, con Especial Referencia al Ámbito Iberoamericano. En el estudio sobre el ámbito, estructura y base de financiación del sector no lucrativo en los 22 países que han participado en el referido proyecto (Salonion et al., op.cit.), los resultados obtenidos han permitido constatar que: Este sector social es en todo el mundo una fuerza económica mucho más ¡importante de lo que comúnmente se cree. Existen diferencias significativas tanto en el tamaño general como en su composición entre los distintos países. La filantropía desempeña un papel mucho menos significativo en su financiación que las cuotas o el sector público. En años recientes el sector ha crecido considerablemente en la mayoría de los países estudiados. Las denominaciones con las que se conoce al Tercer Sector son diversas tales como sector no lucrativo, sector del voluntariado, sector independiente o sencillamente, y de forma genérica, sociedad civil. Veamos con un poco más de detalle los contenidos de tales resultados: A. Una importante fuerza económica Aparte de su importancia social, el sector no lucrativo en los 22 países examinados resulta ser una notable fuerza económica que representa importantes cuotas del empleo y los gastos nacionales. Si formase una economía nacional independiente, sería la octava economía del mundo, por delante de países tales como Brasil, Rusia, Canadá y España. Y da empleo a más personas que las mayores empresas privadas de cada país, superando también al empleo de numerosos sectores (servicios públicos, industria manufacturera textil, transportes ... ). Todo ello sin contabilizar la distribución de los 22 países por grandes áreas geopolíticas es la siguiente: Europa Occidental (Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Alemania, Irlanda, Países Bajos, España, Reino Unido): Europa Central y Oriental (República Checa, Hungría, Rumania y Eslovaquia); otros países desarrollados (Australia, Israel, Japón, Estados Unidos); Latinoamérica (Argentina, Brasil, Colombia, México. Perú) contribución de los voluntarios, que aportan gratuitamente parte de su tiempo de trabajo a las organizaciones no lucrativas. B. Grandes variaciones en tamaño entre países y regiones Es mayor en los países más desarrollados y menor en apariencia en Latinoamérica y Europa Central y Oriental (p.e. 7% de la mano de obra en la Europa Occidental y sólo el 2,2% en Latinoamérica). Los márgenes se amplían con los voluntarios (10,3% vs. 3,0%). Y es que en los países de Latinoamérica el nivel del voluntariado formal es bajo es comparación con el que existe en los países de Europa Occidental, que lo tienen incluso superior al nivel de USA. B. 1. Gasto público en bienestar social y tamaño del sector no lucrativo Aunque las variaciones registradas en el tamaño de este sector en los diversos países son bastante acusadas, y se han tratado de explicar por la importancia que tiene en cada uno de ellos el sistema público de protección social -a mayor sistema público menor sector no lucrativo-, lo cierto es que los datos registrados no dan respaldo a esta explicación. Es evidente, pues, que algo más complejo es lo que determina la variación de la escala del sector no lucrativo de un lugar a otro. B.2. Predominio de los servicios de bienestar social A pesar de las diferencias observadas, se advierten determinadas similitudes generales en cuanto a su estructura y composición: Dos terceras partes del empleo del sector no lucrativo se encuentran e¡] los tres ámbitos tradicionales de servicios de bienestar social: educación, sanidad y servicios sociales. La cuarta área que sigue es la que configuran las actividades recreativas y culturales. Con la introducción de los voluntarios el modelo cambia ya que más de la mitad del tiempo dedicado por los voluntarios se concentra en el área de actividades recreativas y deportivas y en servicios sociales. B.3. Importantes variaciones por regiones Aun contando con algunas similitudes generales, la composición del sector no lucrativo también parece variar considerablemente según las regiones. En Europa Occidental destacan los servicios sociales en el empleo del sector no lucrativo. Tres cuartas partes de todos los empleados del sector trabajando en organizaciones relacionadas con la educación, sanidad o los servicios sociales, lo que refleja el predominio histórico de las iglesias en los ámbitos de la educación y la asistencia social. A resaltar la importancia de la doctrina de la subsidiariedad, de inspiración católica, en la determinación de la política social, reforzada con las iniciativas de los movimientos obreros para avanzar en las políticas de protección social. Buena parte de la participación del Estado se hace, en este campo, a través del tercer sector. En los últimos años ha decrecido un poco la importancia del empleo en organizaciones de carácter social, en 'tanto que se ha incrementado la participación en actividades deportivas y recreativas, así como en grupos de defensa de los derechos civiles y de asesoramiento legal. a En Europa Central las actividades recreativas y culturales tienen mayor importancia, debido a las ayudas estatales que recibieron durante la etapa socialista, lo que les ha permitido encarar la transición política con patrimonios más sólidos que las organizaciones de carácter social. También son importantes las asociaciones profesionales y empresariales, así como las medioambientales. a En Latinoamérica, la educación domina el empleo del sector no lucrativo, mientras que el empleo en las restantes áreas de bienestar social es más limitado. Esta situación refleja el importante papel de la Iglesia católica en el campo de la educación. También destacan las organizaciones de desarrollo comunitario y las de desarrollo en sentido estricto. a En los restantes países desarrollados (USA, Japón, Australia e Israel), la principal área del empleo del sector es el campo de la salud, 35%, seguido por el de educación, 29%. Son, pues, estos dos sectores, sanidad y educación, los que concentran la mayor parte de las actividades del sector. Los se¡-vicios sociales tienen menor relevancia que en Europa Occidental. a Se pueden distinguir, en consecuencia, cinco modelos de estructura no lucrativa, por país: 1. Predominio de la educación (Argentina, Bélgica, Brasil, LJK...); 2. De la sanidad (Japón, Holanda, USA); 3. De los servicios sociales (Austria, Francia, Alemania, España); 4. De las actividades culturales/recreativas (Europa Central); 5. Modelo equilibrado (Australia, Colombia, Finlandia). B.4. Predominio de los ingresos procedentes del sector público y de pago por servicio En contra de lo que se da por supuesto, la financiación procedente de la filantropía es bastante limitada, alrededor del 1 1 %, como media, de los ingresos del' sector. Por el contrario, las cuotas y otros ingresos comerciales representan la mitad de los ingresos, seguidos de los pagos del sector público, que representan casi el 40%. Con todo, hay que señalar la existencia de algunas variaciones en unos pocos países. Así, en Europa Occidental predomina el sector público; en Europa Central y Oriental la filantropía es más importante que en la media, cosa que también ocurre en USA e Israel; en Latinoamérica los ingresos por cuotas también superan la media. C. El sector no lucrativo como generador de empleo El sector no sólo es una fuerza económica mayor que lo que normalmente se admite, sino que también ha experimentado un extraordinario dinamismo en los últimos años. Entre 1990 y 1995 el empleo en el sector aumentó una media del 24%, esto es, más del cuatro por ciento anual, en los países sobre los que se han podido obtener datos. Aumento que es aproximadamente el doble del experimentado por el conjunto del empleo. Este aumento es especialmente significativo en Europa Occidental. siendo la sanidad y los servicios sociales los principales generadores de crecimiento. Este aumento del empleo no ha sido consecuencia de un repentino auge de la filantropía o de la financiación pública, sino de un sustancial incremento de los ingresos por cuotas y pago de servicios (52%). La financiación pública fue responsable del 40% y las donaciones privadas contribuyeron con el 8%, lo que revela una disminución de las aportaciones de estas dos fuentes. Con todo, hay que señalar. que en algunos países se ha mantenido o incrementado la financiación pública, lo que no impide el mantenimiento de la tendencia a la mercantilización. 3.1. Implicaciones para los Países Iberoamericanos Los resultados del proyecto de estudio que venimos analizando, permiten constatar que el sector no lucrativo se manifiesta como un componente de dimensiones importantes y muy dinámico en una gran variedad de sociedades de todo el mundo. Engloba un conjunto de entidades que atiende a importantes necesidades del ser humano, a la vez que constituye una importante fuerza económica en auge y un notable contribuyente a la economía y a la vida social. Ahora bien, aunque en algunos países se ha abierto camino como interlocutor con plenos derechos de los poderes públicos y del mundo empresarial, en la mayoría continúa siendo un organismo muy frágil de futuro incierto lo que hace que las ¡aplicaciones de su funcionamiento y de los resultados obtenidos tengan que contextualizarse a las regiones de referencia. En Latinoamérica, la dualidad es la característica principal del sector, ya que el subsector integrado por organizaciones benéficas más tradicionales y otras entidades vinculadas a la elite social y económica, presenta una dinámica diferente del otro subsector que integran las organizaciones populares de reciente creación denominadas Organizaciones no gubernamentales (ONGs), que les apoyan. Aunque el primer subsector sigue ocupando un papel destacado por lo que se refiere a la imagen formal del sector, el segundo está ganando claramente terreno y contiene un elemento menos formal o informal, cada vez más relevante. En consecuencia, los retos a los que se enfrenta el sector según los autores del proyecto (Salamon et al., op.cit.: 59 y ss) adoptan las siguientes formas: · Hacer que el sector sea una realidad superando la actual división y fomentando el entendimiento común reconociendo que se comparten intereses y necesidades. En tal sentido, ha resultado útil la aparición del concepto de sociedad civil desde el que hay que fomentar más diálogo e interacción. · Fomento de la capacidad de actuación, mediante la realización de una campaña de gran envergadura de capacitación del sector no lucrativo, de su personal y estructuras locales, que permita colocar a su parte menos formal en una posición mejor de igualdad con la parte más tradicional y con los poderes públicos y el sector empresarial. Fomento de la filantropía local para reforzar las bases financieras del sector. · Potenciación de los lazos con el poder público y las empresas que conduzca a la superación de la actual tensión entre el sector y el Estado. El hecho de que las Administraciones públicas se hayan convertido en los últimos años en Lina fuente importante de apoyo para el Tercer Sector en la mayor parte de los países de Latinoamérica, no ha conseguido rebajar la tensión existente en las relaciones del Estado con el sector no lucrativo. Tensión que refleja una tradición de clientelismo político según la cual la financiación y funcionamiento de las organizaciones no lucrativas están sujetas a la discrecionalidad de las elites políticas. Por ello, una prioridad ineludible para el próximo futuro es sentar unas bases más firmes de cooperación entre ambas partes que permita tener un grado de autonomía razonable al Tercer Sector. También es prioritario el establecimiento de lazos de cooperación con el sector empresarial de la región, lo que permitiría disponer de un contrapeso a la excesiva dependencia del Estado. Hacerse un sitio en el espacio público en el cual pueda producirse el diálogo entre los agentes sociales y políticos, comprometiendo a las organizaciones del sector en el proceso de formulación y puesta en marcha de las políticas públicas. Por lo que se refiere a Portugal todavía no disponemos de resultados precisos sobre el alcance y estructura de su Tercer Sector, aunque cabe esperar que dispondremos de ellos pronto si se consolida su participación en el proyecto de estudio comparativo que se coordina desde la Universidad John Hopkins. Afortunadamente sí que disponemos de resultados sobre España ya que ha sido uno de los 22 países que han completado la recogida de datos básicos en dicho proyecto, gracias a la investigación que ha dirigido el catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto José Ignacio Ruiz de Olabuénaga, con el patrocinio de la Fundación BBVA. La información obtenida ha permitido constatar que el sector no lucrativo español está constituido por un amplio conjunto de instituciones de un tamaño y composición similares a los del resto de países de Europa Occidental (Ruiz Olabuénaga, op.cit.: 115 y ss.; Ruiz Olabuénaga, Jiménez Lara, Anhelier y Salamon, 2001: 213-230). Por lo que se refiere a su envergadura, no parece exagerado afirma¡- que el sector no lucrativo español es una fuerza económica en alza que representa una parte significativa de los gastos nacionales y del empleo. Tomando los datos de 1995, último año para el que se han podido completar los cálculos, los gastos operativos del Tercer Sector equivalen al 4% del Producto Interior Bruto y al 3,3% del total del Valor Añadido (suma de los salarios y del valor imputado al tiempo aportado por los voluntarios). Con estos gastos se moviliza una fuerza laboral que equivale al 4,5% del total del empleo no agrario. El empleo remunerado del sector no lucrativo sobrepasa ampliamente al empleo de las empresas privadas más importantes de España y, siguiendo con las comparaciones, es superior al empleo de muchas industrias del país, incluidos los sectores de transportes y comunicaciones; alimentación, bebidas y tabaco; metalurgia; industria textil; y las industrias químicas. Pero como resaltan los autores del informe que venimos analizando, ni siquiera estos datos reflejan en su totalidad la verdadera importancia numérica del Tercer Sector, ya que para tener una imagen más completa hay que incluir el trabajo voluntario. Según los datos provenientes de las encuestas más fiables, el 9,8% de la población adulta española afirma dedicar parte de su tiempo a colaborar con organizaciones no lucrativas, con lo que la estimación del empleo que moviliza el sector se incremento hasta el 6,8% del total del empleo no agrario en España. Con todo, hay que resaltar que se trata de un porcentaje que todavía se encuentra por debajo de la media de la Europa Occidental, que es el 10,3%, por más que es claramente superior a la media de los países latinoamericanos, el 3%. Al igual que en el resto de los países de la Europa Occidental, los servicios sociales son los que concentran los mayores esfuerzos del sector como lo pone de manifiesto el hecho de que el 32% del empleo no lucrativo se concentra en esta área de servicios, porcentaje que incluso es superior a la media europea, el 27%. La explicación de este dato se encuentra en el peso que tienen en España tres grandes redes de organizaciones no lucrativas: la ONCE, la Cruz Roja y Cáritas. Aunque las áreas de educación, salud, cultura y esparcimiento son las que después de los servicios sociales absorben un mayor porcentaje de empleo no lucrativo, su importancia es menor que en la mayor parte de los países europeos occidentales. Al igual que en el resto de los países estudiados, las cuotas y pagos por servicio son la principal fuente de ingresos del sector no lucrativo español. Pero a diferencia de lo que ocurre en el resto de la Unión Europea, España es el país con el porcentaje mas alto de donaciones privadas, el 18,8%. Este porcentaje refleja la peculiaridad del modelo financiero español, en el que la recaudación del cupón de la ONCE se destina a la Fundación ONCE, que financia una extensa red de organizaciones dirigidas al servicio de las necesidades de personas con minusvalía. La peculiar historia de la democracia en España a lo largo del siglo XX es posiblemente responsable de la relativa fragilidad de las relaciones entre el Estado y el sector no lucrativo, que hace que se asemejen más al caso de los países latinoamericanos que a lo que ocurre en el resto de los países europeos occidentales. Los elementos de desconfianza y recelo recíproco entre representantes de la Administración y el sector no lucrativo que se observan, por ejemplo, en los debates sobre el desarrollo del entramado jurídico de la Ley de Fundaciones, ponen de manifiesto la necesidad de que se creen plataformas conjuntas que faciliten el diálogo y el conocimiento mutuo entre ambas partes. 4. Propuestas de Actuación a Modo de Reflexión Final A lo largo de este trabajo hemos desarrollado la idea de que es importante avanzar en el conocimiento que de si mismo tiene el Tercer Sector, por un lado para que deje de ser, en palabras de Lester M. Salamon, el continente perdido del panorama social de la sociedad moderna, invisible incluso para muchas personas dentro del propio sector. Pero por otro lado, hemos tratado de ofrecer una reflexión de carácter simultáneamente teórica y empírica, que pueda contribuir a reforzar el Tercer Sector iberoamericano en el mapa de la economía mundial, mediante una plena y oportuna aplicación de las oportunidades que ofrecen el creciente proceso de globalización y el desarrollo de la economía del conocimiento. Reflexionemos seguidamente un poco más sobre dichas oportunidades a la luz de los datos de que disponemos sobre el Tercer Sector. 4.1. La Sociedad Civil: una Sociedad de Organizaciones A las sociedades contemporáneas se las denomina también sociedades de las organizaciones porque en ellas la gran mayoría de las tareas sociales se hacen por y en una organización, bien se trate de empresas productivas, sindicatos, hospitales, escuelas, servicios sociales y comunitarios, y un largo etcétera. El desarrollo del Tercer Sector que integra esa gran variedad de instituciones o entidades organizadas formalmente que estructuran la sociedad civil, ha venido a reforzar el carácter organizacional de nuestras sociedades. A pesar de la creciente importancia de las organizaciones en las sociedades contemporáneas, sólo ha sido recientemente cuando ha comenzado a reconocerse que todas ellas, sean empresas o sindicatos, servicios educativos sin ánimo de lucro o universidades, servicios comunitarios públicos o privados, son miembros de una misma especie, que determina lo que Peter Drucker llama la ecología social de la sociedad capitalista. Con independencia de su carácter público o privado, productivo o de servicio, con o sin ánimo de lucro, las organizaciones poseen algunas características comunes que no pueden ser obviadas si no se quiere correr el riesgo de no poder alcanzar los objetivos que las fundamentan: deben tener un propósito y una misión clara (resultados), ya que en caso contrario surge la confusión y la pérdida de credibilidad; los resultados en una organización son siempre hacia fuera, son resultados externos, con los que conviene se identifique cada miembro de la organización. Resultados que deben ser evaluados y medidos periódicamente; dado el carácter voluntario de pertenencia a una organización, ésta compite continuamente por conseguir su recurso más esencial: personas cualificadas, inteligentes y entregadas; debe ser autónoma, para poder funcionar, en su forma real de operar. Si está sometida a las limitaciones y constreñimientos de las presiones políticas externas, deja de funcionar; siempre es gestionada, tanto más cuanto más compleja sea su estructura. En la sociedad del conocimiento lo fundamental de la organización es hacer que los saberes o conocimientos disponibles sea productivos, y ésta es la tarea central de los responsables de la gestión organizacional, de los gerentes, que en lugar de actuar como "jefes" o "responsables del rendimiento de la gente", tienen que ser "responsables de la aplicación y rendimiento del saber disponible". Como ya dijimos anteriormente, esta situación es la que ha conducido a que el saber se convierta en el recurso esencial de una organización moderna y su gestión, la tarea profesional más importante a desempeñar. Es así como la profesionalización de la gestión de las instituciones o entidades que integran el sector no lucrativo ha adquirido una prioridad como no ha tenido nunca con anterioridad. Profesionalización entendida como ejercicio de una actividad para la que se requieren competencias y cualificaciones que un lego no posee. Al tener su origen muchas de las instituciones y entidades del sector en iniciativas de ti-abajo voluntario y sin ánimo de lucro, su gestión orientada al incremento de la productividad y de los resultados ha quedado con frecuencia en un segundo plano y fuera de su cultura organizacional. Pero dada la importancia económica adquirida por el Tercer Sector, no puede sustituirse la profesionalización de su gestión con el voluntarismo bien intencionado que todavía es frecuente en muchos responsables de tales instituciones. El hecho de que las organizaciones que integran el Tercer Sector estén dirigidas al bien común y no al beneficio particular de unos accionistas o propietarios,, no altera en absoluto la necesidad de aplicar con el mejor de los criterios profesionales las técnicas de gestión que se utilizan en las empresas privadas o en las Administraciones públicas. En este sentido, es imprescindible introducir con firmeza y claridad criterios de gestión profesional en la cultura organizacional dominante en el Tercer Sector. Una gestión profesional que tiene que estar íntimamente unida a la definición precisa de los resultados que se esperan lograr del funcionamiento de cada una de las organizaciones que componen el sector. 4.2. Las Fundaciones Corporativas y el Tercer Sector Partiendo del hecho incuestionable de la creciente presencia de las Fundaciones corporativas en el Tercer Sector, y de la conveniencia de que los fondos corporativos que nutren dichas Fundaciones respondan a una estrategia basada en la responsabilidad social de las empresas al margen de sus estrategias publicitarias y de marketing, me gustaría reflexionar sucintamente acerca de la nueva cultura filantrópico que subyace tras las actividades emprendidas por algunas fundaciones norteamericanas. que han incorporado modelos propios de empresas basadas en capital riesgo para alcanzar sus resultados de ayudar a los necesitados. El caso de la Fundación Gates, con una dotación de capital de 24.000 millones de dólares, la más grande del mundo, merece que le dediquemos alguna atención por lo innovador y controvertido de su forma de actuar. En lugar de ofrecer ayudas de forma directa y gratuita como es propio de las organizaciones filantrópicas tradicionales, la Fundación Gates, siguiendo la filosofía empresarial de su fundador y principal donante Bill Gates, sólo actúa de forma conjunta con agencias gubernamentales u otras instituciones no lucrativas que también aporten recursos propios y, sobre todo, se comprometan a alcanzar objetivos concretos de bienestar común, que están relacionados fundamentalmente con la mejora de la salud infantil en los países más pobres de la Tierra. Esta filantropía del riesgo y de la acción compartida ("venture philanthropy") ha sido criticada, como era de suponer, por muchos miembros de la comunidad filantrópico internacional, que sostienen que ese modelo puede ser operativo criando se trata de ayudar a personas y entidades necesitadas de países desarrollados, pero que no puede ser efectivo con personas y en sociedades pobres. Se trata de un tenia que replantea la vieja cuestión de la "sostenibilidad" de las ayudas que se conceden con criterios de beneficencia y caridad tradicionales, que pueden aliviar problemas puntuales pero que rara vez contribuyen a alterar el círculo negativo de la marginalidad y de la pobreza. Quizás nos falte todavía perspectiva histórica para poder evaluar col] rigor el nuevo modelo de filantropía que está surgiendo desde el seno de las grandes fundaciones corporativas norteamericanas. Pero en una sociedad global cuya economía está sometida a las fuerzas del mercado y en la que la gran mayoría de sus funciones sociales están reguladas por la lógica organizacional, hay que perderle el miedo al debate sobre los modelos de gestión más apropiados para que las actuaciones que se lleven a cabo desde el Tercer Sector, se dirijan lo más directamente posible a ofrecer iniciativas de ayuda que, sin perder su carácter básico de ausencia de ánimo de lucro, contribuyan a romper los círculos viciosos de la pobreza y el subdesarrollo. 4.3. La Sociedad Civil Global y la Cultura Científico-Tecnológica Aunque es bien cierto que los ordenadores, instrumentos simbólicos de la sociedad del conocimiento y de la información, no se pueden comer, como han señalado en más de una ocasión líderes de movimientos campesinos y de defensa de los pobres al reclamar ayudas en forma de alimentos, medicinas e instrumentos relacionados más tradicionalmente con la lucha por la subsistencia, no lo es menos que las tecnologías de la información y de la biotecnología están en condiciones de reducir la pobreza mundial. Esto último al menos es lo que se afirma en el 12º Informe sobre el Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) del 2001, y eso mismo es lo que considero no debe perder de vista el Tercer Sector Iberoamericano. La sociedad civil global necesita para su consolidación y avance hacer un mayor y mejor uso de las nuevas tecnologías de la información. En tal sentido creo que es oportuno recordar lo que afirma Manuel Castells en su ingente obra sobre la estructura social de la Era de la Información (Castells, 1999), al debatir las consecuencias que para el incremento de la desigualdad social a escala planetario están teniendo las nuevas tecnologías. Unas tecnologías que según este autor guardan una relación indeterminada con la mayor parte de los problemas y consecuencias que se les achacan, esto es, provocan más o menos desajustes o desigualdades dependiendo del uso que de ellas se haga. Por eso considera que la disyuntiva real es, metafóricamente, la de estar o no estar conectado a la red, ya que la información y el conocimiento necesarios para superar los problemas que plantea el desarrollo en las actuales condiciones de globalización, circulan en buena medida por Internet. Lo que aplicado a las instituciones y entidades que componen el Tercer Sector significa que ¡lo existen términos o alternativas intermedias y que es necesaria la plena utilización de las tecnologías de la información para hacer más productivos los recursos que utilizamos para la mejora del bienestar común. Pero es que además, la difusión de la nueva cultura científica y tecnológica ha cambiado el propio sentido de la educación, campo al que se dirigen una buena parte de los servicios que se realizan desde el Tercer Sector. En nuestras sociedades del conocimiento ha surgido un nuevo concepto de alfabetización, que va más allá de la alfabetización tradicional basada en el aprendizaje de la lectura, escritura y aritmética básicas. Se trata de una alfabetización que ha hecho del ordenador el nuevo instrumento de aprendizaje, como antes lo fue el libro impreso, y que permite adquirir el grado de familiaridad suficiente con los conocimientos científicos y tecnológicos necesarios para desenvolverse en nuestras sociedades avanzadas (Miller, Pardo y Niwa, 1998). En los últimos años han aparecido en los Estados Unidos y en algunos países de la Unión Europea empresas consultoras sin ánimo de lucro que facilitan el acceso a las tecnologías de la información a otras organizaciones con objetivos sociales. Estas empresas consultoras cumplen una función esencial como es la de facilitar ayuda en términos de tecnología a las organizaciones del Tercer Sector implicadas directamente en ofrecer servicios sociales, educativos, sanitarios y culturales. Bien sea para evaluar necesidades, crear una base de datos, sugerir nuevas fuentes de financiación o mejorar las técnicas de gestión, estas consultoras, financiadas a su vez por grandes empresas y fundaciones corporativas, ofrecen desinteresadamente sus servicios tecnológicos a las instituciones del Tercer Sector que los demandan. Es una fórmula, pues, que está contribuyendo a la constitución de una sociedad civil global, y que el Tercer Sector Iberoamericano debería incorporar cuanto antes, si todavía no lo hecho, a sin red de servicios de ayuda. Para terminar, quisiera resaltar un hecho muy positivo para el Tercer Sector al que sin embargo creo que no se le ha conseguido sacar todavía todas las ventajas posibles. Me refiero al hecho contrastado en las encuestas sobre el cambio de los valores sociales de los públicos de muchos países de todo el mundo, de que el grado de confianza popular en las instituciones y organizaciones públicas más representativas ofrece de foma repetida y sistemática un ascenso importante por lo que se refiere a las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), que contrasta con la pérdida de confianza en instituciones políticas tradicionales tales como partidos, sindicatos y los propios gobiernos nacionales (Inglehart, 1998). Es más, en la última encuesta mundial sobre valores coordinada por Inglehart, de la Universidad de Michigan, los datos que vamos obteniendo referidos al año 2000 de los más de ochenta países participantes, las ONGs ocupan los primeros lugares en el grado de confianza que otorga el público a las instituciones y organizaciones públicas (García Ferrando y Ariño, 2001). Esta posición de privilegio que ocupa en el mapa mental del mundo una parte importante de las organizaciones que integran el Tercer Sector, debe utilizarse con todos los recursos que permiten el marketing y la publicidad para obtener ayudas y la colaboración de los gobiernos nacionales, de las grandes y pequeñas empresas, y del público en general, para que ese vibrante sector no lucrativo iberoamericano que aquí nos reúne siga avanzando de forma sostenida en su tarea fundamental de mejorar la calidad de vida de nuestras comunidades. 5. Bibliografía Albrow, M. (1996): The global age. State and society beyond modernity. Oxford, Polity Press-Blackwell. Bell, D. (1973): El advenimiento de la sociedad postindustrial, Madrid, Alianza Editorial. Castells, M. (1999): La era de la información. Economía, sociedad y cultura, Madrid, Alianza Editorial. Drucker, P. (1995): La sociedad poscapitalista, Barcelona, Apóstrofe. García Ferrando, M. y A. Ariño Villarroya (2001): Posmodernidad y Autonomía. 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