la iglesia en el antiguo testamento

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CLAUS WESTERMANN
LA IGLESIA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
God and His People, Interpretation, 17 (1963) 259-270.
Cuando Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, inauguró la historia de su
intervención entre los Ihombres, lo hizo en el seno y en favor de un pueblo. No empezó
con un hombre concreto o con todo el mundo. Pero lo que Dios empezó con su único
pueblo -un pueblo entre otros- era, un símbolo de la actuación completa que culmina
con Jesucristo y el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia.
Lo que Dios obró, obra y obrará en favor y en el seno de su pueblo tiene siempre
relación con los demás pueblos, aunque la mayor parte de las veces esta relación nos
permanece oculta. Y de la misma forma que Israel, el pueblo escogido, tuvo que
permanecer en medio de los otros pueblos y vivir entre ellos a pesar de todos los
peligros que ello representaba, también el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, debe
permanecer en medio de los pueblos y vivir entre ellos, conservando ella a su vez los
rasgos esenciales que caracterizan un pueblo. La Iglesia, por ejemplo, nunca puede ser
considerada como una masa informe o como una suma de individuos, sino como un
conjunto orgánico vivo, tal como queda descrita en el NT.
Tampoco podemos olvidar la semejanza existente entre la Iglesia y una familia. El
pueblo de Israel desciende de Abraham, su padre, y sus comienzos fueron las historias
de los patriarcas, una historia de familia. Este sentido se conserva en el pueblo de Dios
de la Nueva Alianza y su comprensión ayuda mucho a vivir en la comunidad cristiana,
que es comunidad de hermanos, pero de hermanos que no siempre cumplen con el ideal
de amor fraterno, como tampoco lo cumplieron los hermanos de José.
En resumen, la Iglesia debe preguntarse seriamente qué significa para ella ser el pueblo
de Dios tal como lo hemos descrito brevemente. En mi opinión, la Iglesia como pueblo
de Dios no puede ser más que un único pueblo; y las diversas comunidades actualmente
separadas deberían mirarse unas a otras preferentemente como familias que pertenecen
al único pueblo de Dios.
Esta concepción de la Iglesia supone admitir la estrecha. unión que existe entre el AT y
el NT. Sólo a la luz de los hechos del AT -intrínsecamente transformados por la muerte
y resurrección de Cristo, culmen de la acción de Dios en favor de los hombrespodemos comprender muchos aspectos de la realidad eclesial.
Nos limitaremos aquí a señalar algunos hechos referentes al comienzo y a las
postrimerías de la historia del pueblo de la Antigua Alianza.
Israel sale de Egipto
La historia del pueblo de Israel empieza con la liberación de un grupo de trabajadores
esclavizados en tierra extranjera. Pocos datos rigurosamente históricos poseemos sobre
este hecho, pero lo que sí podemos asegurar es que esta experiencia de liberación fue de
tanta importancia que trascendió los tiempos y constituyó el fundamento de la historia
de este pueblo.
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Con un gesto salvífico de parte de Dios empezó la historia del pueblo de la Antigua
Alianza; con destacado paralelo, otra acción salvífica dio comienzo a la vida de la
Iglesia, pueblo de la Nueva Alianza. Esto tiene una trascendencia eclesial que no
aparece a primera vista. Es una constante histórica en la vida de todos los pueblos la
necesidad de un salvador, de una redención que además no puede ser inmanente a ellos.
De aquí que fácilmente exista siempre una cierta relación entre la experiencia de haber
sido salvados de una situación difícil -tal como lo fue Israel de las manos de Egipto- y la
experiencia del don absoluto de Dios en Cristo. La labor de la Iglesia al permanecer en
medio de los hombres es testificar el hecho de que Dios es el Salvador en sentido
absoluto, en un mundo que necesita esencialmente la salvación. Este acto de salvación
levanta los corazones de los que se sienten redimidos hacia Aquel que les salvó, para
expresarle su agradecimiento con palabras y con hechos que convierten en historia
aquella gesta salvífica. De esta respuesta nace el verdadero sentido de la alianza, punto
de unión de dos movimientos convergentes, uno que va de Dios a los hombres y el otro,
respuesta de los hombres al don de Dios. La Alianza de Dios con el pueblo escogido
finalizó en el tiempo porque Israel era un pueblo como cualquiera; pero la Nueva
Alianza, que tiene la promesa de la perennidad, enlaza con la anterior e incorpora las
antiguas tradiciones como parte de su Depósito Sagrado. Realmente, con la liberación
de Israel de la tierra de Egipto empezó un movimiento histórico que no ha perdido su
fuerza hasta nuestros días como poder de unión, capaz de crear una comunidad y
forjador de historia.
Israel camina por el desierto
Pertenece también a los comienzos de la historia de Israel su camino a través del
desierto. Lejos de constituir narraciones heroicas, estos relatos nos presentan al pueblo
de Dios sufriendo las penurias más comunes a toda la humanidad: hambre, sed,
cansancio e inseguridad respecto al futuro. Desde un principio el pueblo de Israel fue
consciente de que la liberación de Dios no significaba la supresión de la necesidad y del
dolor. La salvación de Dios, tal como aparece en la historia, sumerge plenamente al
hombre en su condición humana, sometida a la contingencia, finitud, imperfección y
muerte.
Cuando los Israelitas sufrían por estas necesidades, clamaron a Dios y Él les escuchó y
socorrió de modo totalmente maravilloso. El maná y el agua que brotó de la roca
sirvieron para mantener, viva en el corazón del pueblo la convicción de que un hombre
en extrema necesidad no debe pensar únicamente en el alimento que le pueden
proporcionar los medios humanos; las posibilidades de Dios para socorrer al hombre
en su hambre y sed son infinitamente superiores a las posibilidades humanas. En este
tiempo los israelitas aprendieron la sentencia del Deuteronomio: "Te ha humillado y te
ha hecho pasar hambre; luego te ha alimentado con maná que no conocías ni habían
comido tus padres, a fin de que supieses que no sólo de pan vive el hombre,. pues el
hombre vive de todo lo que sale de la boca de Yahvé" (Dt 8,3).
Todo lo que se dice en los Evangelios respecto a la comida, vestido, salud, etc. debe ser
comprendido a la luz de las maravillas obradas por Dios en el AT. Estos hechos señalan
nuestra actitud frente al pan de cada día, actitud cuyo profundo sentido no puede ser
plenamente abarcado en nuestros días más que en circunstancias excepcionales, como
son, por ejemplo, las de tiempo de guerra.
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Las narraciones que estamos comentando nos presentan además una faceta que es casi
exclusiva de esta parte de la historia de Israel: Israel murmura una y otra vez contra su
Dios; y lo más maravilloso. del caso es que en la mayoría de estas ocasiones Dios acaba
por ayudar a su pueblo incrédulo. Como reflejo de esta actitud divina, cuando los
profetas hablan de los años del desierto no los juzgan como etapa de desobediencia y
rebelión excepcionales; al contrario, los recuerdan como un tiempo de obediencia
fundamental a Dios, contrapuesto a la época sedentaria en Canaán.
La explicación es obvia: en el desierto Israel no tenía más dios que el suyo. No existía la
tentación de volverse hacia otros dioses, de aliarse con otros poderes políticos ni de
apoyarse en su propia fuerza y valor. La decisión estaba entre continuar siguiendo a
Dios o apartarse de Él y volverse a Egipto: Y ante este dilema los israelitas, a pesar de
sus murmuraciones y de sus quejas rebeldes contra Dios, optaron por seguir el camino
que su Dios les señalaba; vieron por experiencia que permanecer junto a Dios era
absolutamente decisivo. Y es que un hombre puede rebelarse contra Dios, puede dudar
de la bondad divina, puede en su desesperación quejarse de Dios y llegar incluso al
borde de la blasfemia; si en el fondo este hombre continúa apoyándose en Dios, sus
lamentos de desesperación y de duda atraerán sobre él la ayuda divina.
En cierto sentido, el peregrinar de Jesús con sus discípulos corresponde al camino de
Israel por el desierto. También para los discípulos de Jesús la decisión fundamental fue
quedarse con Jesús o separarse de Él (cf Jn 6,60 ss.). No era necesario comprender todo
lo que Jesús decía o pretendía. La mayor parte de estas cosas quedaron en la penumbra,
pero los discípulos permanecieron junto a Él; y permanecer junto al Maestro significaba
depender de Él en toda su existencia.
No siempre la llamada de Dios reviste este carácter de decisión irrevocable. Pero
también ahora pueden presentarse ocasiones a la Iglesia o a un grupo de hombres o a un
individuo en particular, en las que todos los mandamientos y preceptos queden
reducidos a una única llamada: ¡Sígueme! Y al responder a este llamamiento se
consuma la opción radical por Dios o contra Él.
El Reino de David
El camino a través del desierto condujo por fin a Israel a la Tierra Prometida; allí surgió
inevitablemente un estado político. De ahora en adelante no hay completa Identidad
entre el Pueblo de Dios y su estructura política. Una nueva época comienza con la
promesa a la casa de David, una época dominada por acontecimientos políticos; sólo
algunas frases, aunque muy importantes, hacen mención de Dios.
Junto a los reyes de Israel, separados por una brecha cada vez más profunda, sé levanta
la figura del Profeta, el mensajero de la cólera de Dios. Esta lucha secular entre reyes y
profetas la aprovecha Dios para perfilarlos rasgos del futuro Mesías. En efecto, en la
figura del Siervo Sufriente, descrita en los cantos del Siervo de Yahvé, se fusionan los
rasgos proféticos y los rasgos reales. Es el Siervo de Yahvé, pero al mismo tiempo es el
Mesías y el Rey de los tiempos futuros. Esta fusión de las dos corrientes queda reflejada
en la respuesta de Jesús a Pilatos en la hora suprema: "Jesús respondió: Tu dices que yo
soy rey. Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio a favor de la verdad" (Jn
18, 37). Esta sentencia une claramente el ministerio real y el profético. No hay
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contradicción entre ellos. Los profetas nunca condenaron los elementos humanos de la
vida de Israel. La acusación surgía sólo en el caso de quebrantar alguno de los
mandamientos fundamentales promulgados por Dios. Por esta razón no es de extrañar
que en la estructuración de la imagen del nuevo pueblo Dios y de su Mediador no
intervinieran únicamente los elementos religiosos o espirituales; fue la obra de todo el
pueblo con todo sus caracteres humanos esenciales.
Con la figura del Siervo de Yahvé, los profetas señalan el único punto posible de unión
entre la historia del pueblo de Dios Que toca a su fin y un futuro que ya se dibuja: el
sufrimiento de uno por la salud de todos. Pero señalan al mismo tiempo una nueva
misión para el pueblo de Dios, representado por su Siervo: "Yo os pondré como luz para
todas las naciones."
Conclusión
Hacia finales de la historia del pueblo de la Antigua Alianza hacen su aparición los
escritos apocalípticos, de redacción extraña, cuya principal importancia para nosotros
estriba en que sostienen con convicción el hecho de que Dios realmente gobierna el
mundo y que, por lo mismo, la historia del mundo tiene siempre relación con Él.
En realidad, nuestro actual concepto de historia, abarcando el mundo entero en su
dimensión local y temporal, tiene una de sus raíces y quizás la más fuerte, en los
escritos apocalípticos de finales del AT.
En Israel, desde el comienzo, pertenecer a Dios fue equivalente a pertenecer a la
historia. En contraposición a un concepto de historia, según el cual cada gesta heroica o
cada eminente personalid ad es decisiva, en Israel el poder determinante de la historia
fue la Palabra de Dios que le dio continuidad. La historia de Israel se concibe como una
unidad desde el comienzo hasta el fin: es el único Dios que obra con amor en favor de
su único pueblo. Con la ruina de este pueblo, la acción de Dios en el mundo se extiende
poco a poco a todos los pueblos, esbozando una historia universal concebida también en
forma unitaria, en el sentido indicado por los escritos apocalípticos.
Lo que Dios hizo y enseñó a su pueblo a lo largo de las diferentes etapas de su historia
no carece de sentido para nosotros. Nuestra actitud frente a estos hechos debe ser
escudriñarlos con el interrogante: ¿Qué es lo que Dios desea que su pueblo haga, diga o
sufra en el mundo de nuestros días? Y puede ser que episodios de la Biblia, que han
permanecido por largo tiempo en silencio en la Iglesia, empiecen a hablarnos de nuevo
en un tono de voz totalmente insospechado.
Tradujo y extractó: LUIS VICTORI
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