En junio de 1970 lord Luis Mountbatten de Birmania, uno de los decanos de la realeza europea y una de las personas más influyentes de la Europa de los príncipes -especialmente en las cortes de Londres y Estocolmo-, fue honrado con una magnífica fiesta por su septuagésimo cumpleaños. Al acontecimiento, que contó con todo el apoyo de la reina Isabel II de Inglaterra, fueron invitados entre otros jóvenes de numerosas familias reales los príncipes don Juan Carlos y doña Sofía de España, quienes tras ocho años de matrimonio aprovechaban para tomarse un descanso en su trabajo de años por asegurarse el trono de España. Un año antes, el 22 de julio de 1969, el general Franco había finalmente nombrado a don Juan Carlos príncipe de España y sucesor suyo a título de rey ante las Cortes del régimen. Juan Carlos y Sofía podían respirar con un poco más de satisfacción y tranquilidad y acudir a aquella invitación del tío Dickie, como lord Mountbatten era apodado en familia. Esta ocasión iba a permitirles, una vez más, encontrarse con muchos de sus jóvenes primos europeos. También serviría para que doña Sofía, siempre afecta a su familia, pudiese introducir a don Juan Carlos en su círculo más cercano, en un grupo íntimo de príncipes poco conocidos en España. El aval de lord Mountbatten, un laureado veterano de la Segunda Guerra Mundial que contaba con un flamante pasado como último virrey de la India y gestor de la desgarradora independencia de aquel país, no podía ser mejor. Y es que el tío Dickie, a pesar de haber nacido como príncipe segundón de la pobre familia de Battenberg, había sabido llevar adelante una fulgurante carrera tanto en la marina como en su vida personal. Además, era hermano de la reina de Suecia, primo hermano de la reina Victoria Eugenia de España, tío segundo de la reina Isabel de Inglaterra y tío carnal del esposo de ésta, el duque de Edimburgo. Hábil negociador, político sagaz y avezado, y personaje extremadamente importante en la corte británica, Luis Mountbatten era, sin duda, un importante apoyo para los príncipes de España en aquellos tiempos todavía tan inciertos. Muchos fueron los invitados a aquella magnífica fiesta en Windsor, todos ellos primos cercanos y amigos de siempre de doña Sofía. También eran primos, aunque algo más lejanos, de don Juan Carlos. Lord Luis dio una magnífica recepción en la hermosa mansión que su esposa, la riquísima y ya fallecida Edwina Ashley, había heredado cerca del pueblecito de Romsey, en el sur de Inglaterra. Allí el enorme ego del lord podía percibirse en el aire, y aún hoy puede observarse en las cenefas de los techos de algunos salones, ornamentadas con perfiles del rostro del propio Dickie. Para la ocasión tanto la reina Isabel, siempre atenta a los deseos de Mountbatten, como la reina madre de Inglaterra, habían prestado a Dickie el Royal Lodge del castillo de Windsor para que allí se celebraran la cena y el baile, que tendrían lugar el viernes día 19. Ambas se habían trasladado al propio castillo para pasar el fin de semana, que coincidía con las famosas carreras de Ascot, de asistencia siempre obligada para la familia real británica. El propio Mountbatten cuenta en sus memorias que la fiesta comenzó a las diez y media de la noche, con la reina Isabel y el duque de Edimburgo recibiendo en persona a los más de ochocientos invitados. «El St. George’s Hall -escribe- estaba preparado con una inmensa mesa única dispuesta para un buffet, frente a la cual estaban distribuidas dos docenas de mesas redondas. El baile tuvo lugar en la Cámara de Waterloo, que se había oscurecido de forma apropiada con una enorme pirámide de flores iluminada en el centro. Había dos bandas, la de Joe Loss y un grupo pop, que tocaban continuamente. La sala, que en ningún momento estuvo excesivamente abarrotada, se encontraba, sin embargo, siempre alegre y llena de gente.» El castillo de Windsor estaba particularmente atractivo aquel día, con luminarias en las torres, y la misma reina Isabel (Lilibet en familia) había dado orden de que los corredores de las alas privadas del palacio permaneciesen abiertos, de manera que los invitados pudiesen pasearse y contemplar parte de la magnífica colección de arte de la familia real británica, así como algunos de los hermosos salones. La fiesta había sido idea de la reina Isabel y de su esposo el duque de Edimburgo, sobrino de Mountbatten, y fue Dickie quien solicitó expresamente que, a pesar de festejarse su cumpleaños el día 25, la celebración se adelantase al día 19 para que algunos de sus parientes extranjeros pudieran asistir al baile en Windsor y, posteriormente, pasar el fin de semana con él en su gran mansión de Broadlands. Ése era el caso, entre otros, de don Juan Carlos y doña Sofía. Asimismo, la reina Isabel había aprovechado para que otros miembros de la familia real británica, que como Dickie habían nacido con el siglo, pudiesen celebrar su setenta cumpleaños ese mismo día. Así lo hicieron su madre la reina Isabel, su tío el duque de Gloucester y su primo el duque de Beaufort. Estos añadieron aún más invitados a la lista, que fue posteriormente completada por la reina, el duque de Edimburgo y la princesa Ana. «Sobre las dos de la madrugada -continúa lord Luis- me sentí bastante somnoliento y le pregunte a Lilibet si podía irme a dormir. Ella contestó: “En absoluto; ésta es tu fiesta y no puedes irte todavía.” A las tres volvió a verme y me dijo que ya podía irme a acostar, pero para entonces ya había decidido quedarme hasta las tres y media. No tengo dudas de que ésta ha sido, con mucho, la fiesta más fabulosa y divertida de los últimos treinta años; qué generoso que Lilibet y Felipe [el duque de Edimburgo] se hayan tomado la molestia.» Al día siguiente, sábado, un grupo escogido de invitados reales dejó Windsor para trasladarse a la finca de Mountbatten en el condado de Hantshire, donde pasarían el fin de semana. Una foto de ese día, tomada en la gran escalinata de entrada de la mansión Broadlands, muestra un grupo muy significativo de príncipes europeos, todos ellos vestidos informalmente (el príncipe heredero de Suecia viste chándal) y en disposición muy alegre. Entre otros vemos a don Juan Carlos y doña Sofía, a los ex reyes de Grecia, Constantino y Ana María, al príncipe heredero Carlos Gustavo de Suecia, a la princesa Irene de Grecia, a los príncipes de HohenloheLangenburg, a los príncipes de Hannover, a los príncipes de Yugoslavia, a los duques de Mecklemburg y a un largo etcétera. Doña Sofía, futura reina de España, sentada entre don Juan Carlos y su tío el príncipe Jorge Guillermo de Hannover, resplandece con su peinado de fines de los sesenta entre el grupo de personas con quienes se siente más a gusto y en familia. El regalo de los príncipes de España al anfitrión fue un pequeño reloj eléctrico de oro, completado por otro reloj de parte de Constantino y Ana María de Grecia, un retrato del padre de lord Luis pintado por Kaulbach, que le regaló su sobrina la princesa Margarita de Hesse, uno de los rifles del abuelo de lord Luis, que le regalaron sus sobrinos los príncipes de Hohenlohe, un mazo de cartas de la madre de lord Luis regalo de la reina Isabel, y muchos otros objetos preciosos. No era la primera vez que don Juan Carlos y doña Sofía eran invitados a Windsor. De hecho, Windsor y tantos otros palacios y castillos reales de Europa están íntimamente ligados a las vidas de los reyes de España, y muy especialmente a la de doña Sofía, cuyas relaciones familiares, todavía tan desconocidas para los españoles, se extienden por toda la Europa de los príncipes con vinculaciones importantes y muy estrechas con las cortes no solamente de Grecia, sino también de Inglaterra, Dinamarca, Suecia y Noruega, así como con muchas de las familias reales y principescas de Alemania y los Balcanes destronadas después de las dos guerras mundiales. Tras veintiocho años de reinado como consorte de don Juan Carlos, y cuarenta y uno desde su establecimiento en España, doña Sofía sigue siendo una gran figura de la que todavía sabemos poco, y cuyos orígenes y herencia familiar son altamente desconocidos en nuestro país. Hija y nieta de reyes, y bisnieta de un emperador, la reina de España cuenta con un interesante trasfondo familiar que, como en el caso de cualquier otra persona, reúne un importante acerbo de experiencias vividas y un legado histórico que ha conformado su personalidad. Todos estamos hechos de una combinación formada por experiencias personales y una larga cadena de herencias biológicas y familiares que conforman nuestro marco de referencia vital. Si en el caso del rey Juan Carlos tenemos acceso inmediato a la historia de sus antepasados los reyes de España, no es así con doña Sofía, cuyo trasfondo familiar está conformado por un rico entramado de personajes en el que nos encontramos con una enorme variedad de caracteres, a veces brillantes, otras veces mediocres, que son parte importante de la historia de Europa, y que merecen ser relatados aquí.