LA BATALLA DE CATALUÑA La batalla de Cataluña fue el golpe decisivo para la República Española que, muy limitada en recursos desde el desgaste producido en el Ebro, no estaba ya en condiciones ni de plantear una nueva ofensiva ni tan siquiera de resistir al avance que los nacionales iniciaron sobre ella a finales de 1938. La nueva ofensiva nacional, que sería continuación de la batalla del Ebro contaba con la garantía de recibir más armas por parte de Alemania. Las mejores divisiones nacionales fueron concentradas en la línea que iba de los Pirineos al Ebro y al mar. Estas eran, el nuevo Cuerpo de Ejército de Urgel, a las órdenes de Muñoz Grandes, el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo, mandado por García Valiño, y el cuerpo de ejército de Aragón, mandado por Moscardó. Posteriormente se le agregaron las cuatro divisiones italianas del General Gambara. Mas al sur se hallaba el Cuerpo de Ejército de Navarra, a las órdenes de Solchaga y las tropas de Yagüe que formaban el Cuerpo de Ejército marroquí. Como de costumbre, este ejército se encontraba a las órdenes del general Dávila y sus efectivos eran de 300.000 hombres apoyados por 565 piezas de artillería. La aviación nacional se componía de 500 aparatos los cuales eran insuficientes para conseguir la supremacía aérea. Franco instaló su cuartel general a unos 30 kilómetros al noroeste de Zaragoza. La ofensiva, proyectada para el día 10 de diciembre y aplazada luego hasta el día 15, fue fijada finalmente para el día 23. El frente republicano de Cataluña se encontraba a las órdenes de Hernández Saravia. Este disponía de los Ejércitos del Este y del Ebro, a las órdenes de los coroneles Perea y Modesto, respectivamente. Sus efectivos sumaban 300.000 hombres que disponían de 360 piezas de artillería y de 200 tanques (en su mayor parte T-26 que empezaban a resultar pesados e ineficaces). Gran parte de este material se encontraba en mal estado. Existían unos 80 aviones escasos y la mayor parte de los pilotos eran inexpertos. Además, el ejército republicano de Cataluña padecía escasez de municiones y sobre todo había perdido la fe en la victoria. Rojo, jefe del Estado Mayor creía que Franco necesitaría meses para preparar una ofensiva general. El ataque se inició el 23 de diciembre. El primer asalto lo efectuaron los navarros y los italianos en el Segre. Una vez cruzado el río, los sorprendidos defensores se vieron abandonados por sus oficiales. El frente, pues, quedó roto al primer enfrentamiento. Mas al norte, en las estribaciones de los Pirineos, Muñoz Grandes y García Valiño rompieron a su vez las líneas republicanas. Estas brechas ocasionaron el abandono del frente en el Segre. En Barcelona se 1 creyó en un primer momento que era un ataque de poca envergadura, pero pronto fue enviado al frente el 5º Cuerpo de Ejército de Líster, con el fin de que intentara detener la ofensiva. Líster detuvo el ataque durante quince días. El 3 de enero de 1939, los blindados nacionales emprendieron finalmente el asalto a las fuerzas de Líster quien se vio obligado a abandonar sus líneas de defensa en manos de los italianos. En el norte, García Valiño y Muñoz Grandes con el apoyo de Moscardó, conquistaron el centro de comunicaciones de Artesa del Segre. El día 4 caía en manos nacionales la población de Borjas Blancas. El frente quedaba abierto. Hernández Saravia, comandante en jefe de los republicanos, informó a Azaña que sólo contaba con 17.000 fusiles para toda Cataluña. Si ello era cierto sirve como indicio de la confusión que reinaba en los distintos ejércitos ya que el número de armas era mucho mayor. La batalla de Cataluña se convirtió en una desbandada. Las divisiones móviles italianas, que habían sido reorganizadas, dejaron atónitos a los republicanos. Rojo solicitó el envío de hombres y material por barco desde Valencia, pero era ya demasiado tarde. El gobierno hizo extensiva la movilización a los varones de cuarenta y cinco años sin resultado positivo alguno. Las sucesivas líneas de defensa estaban semidesguarnecidas. La única medida eficaz fue una campaña diversiva lanzada contra Andalucía y Extremadura. Esta ofensiva ocupó algunos territorios pero militarmente ello no significaba nada. Efectivamente, el 14 de enero, Yagüe inició un avance repentino y desconcertante desde Gandesa y a lo largo del Ebro llegó al mar y conquistó Tarragona. El gobierno francés abrió oficialmente la frontera para permitir la entrada en Cataluña de parte del nuevo material de guerra ruso. Las calles y plazas de Barcelona estaban abarrotadas de refugiados. En la ciudad cundía la desesperación. Soldados, burgueses y anarquistas sólo pensaban en el medio más adecuado para huir a Francia. Las incursiones aéreas eran constantes. El presidente de la República Manuel Azaña describió en su diario: "Enorme desastre. Ha desaparecido el ejército. Los del Ebro, casi sin combatir. Peor que lo de abril". El frente de batalla se iba aproximando a Barcelona casi sin lucha, el avance era casi tan rápido como lo hubiera sido de no encontrar resistencia alguna. El día 24 de enero, Yagüe, Solchaga y Gambara habían alcanzado el Llobregat. El mismo día, García Valiño conquistó Manresa y se dirigió al nordeste para tratar de cortar las comunicaciones entre Barcelona y la frontera. Negrín, Azaña, el gobierno, los dirigentes comunistas, los jefes del ejército y los funcionarios del gobierno catalán y el vasco en el exilio se trasladaron de Barcelona a Gerona. En la capital catalana no existía el menor espíritu de resistencia. El jefe de Estado Mayor republicano, Vicente Rojo, observó que la población estaba cansada de la guerra. El gobierno central pagó cara su discordia con la Generalitat porque había quebrantado el deseo catalán de resistir a los ejércitos nacionales. La campaña comunista contra el POUM y los anarquistas había producido 2 idénticos efectos. El 25 de enero, Yagüe cruzó el Llobregat, seguido por Solchaga y Gambara, encontrando resistencia aislada y mal coordinada. Al día siguiente por la mañana, Barcelona había quedado rodeada por el norte y por el oeste. A mediodía se inició la ocupación de la ciudad. El espectáculo era peripatético las calles estaban vacías. Casi 500.000 personas habían huido hacia el norte con todos los medios a su alcance. A las cuatro de la tarde fueron ocupados los principales edificios oficiales. La parte de la población barcelonesa que desde siempre había apoyado secretamente a los nacionales se lanzó a la calle para manifestar su regocijo. Otros ciudadanos salieron a la calle con distinto objetivo, durante cinco días menudearon los "paseos". A continuación se iniciaron los procesos de forma más regular, llevadas a cabo por los consejos de guerra organizados, que también se hicieron responsables de restituir las cosas al orden antiguo: desnacionalizaciones, descolectivizaciones, nuevos billetes de banco, nuevos saludos, supresión de carteles y lemas y "retirada" de todos los libros marxistas y separatistas. A partir de entonces los catalanes hablarían la "lengua del Imperio". Quedó derogada la autonomía de Cataluña, quedó prohibida la sardana, el baile nacional catalán, siendo asimismo prohibido el uso oficial de la lengua catalana (calificada a partir de entonces de "dialecto"). Se multaba incluso a aquellas personas que publicaban propaganda comercial en catalán, se hizo obligatorio el uso sistemático del castellano en las iglesias en incluso se prohibieron los nombres de pila catalanes. Sin embargo, no todo es atribuible al fascismo, cuando Dionisio Ridruejo, director general de propaganda, llegó a Barcelona con propaganda falangista en catalán, ésta le fue confiscada. Tampoco se le permitió celebrar una serie de mítines que tenía previstos en favor de la reconciliación entre vencedores y vencidos. La Biblia, y no José Antonio, marcaría la pauta para el castigo de la antigua "ciudad roja", sede del anarquismo y el separatismo. El final de la campaña de Cataluña no fue una ofensiva, sino un desfile victorioso precedido de una desbandada. En Cataluña reinaba el caos. El gobierno republicano no había tomado ninguna medida en previsión de la crisis que se venía encima, el Estado se hallaba en plena descomposición. El gobierno se trasladaba constantemente de una sede provincial a otra por el norte de Cataluña. Los éxodos masivos de Irún, Málaga y Bilbao emprendidos por una población aterrorizada, resultaban ahora insignificantes comparados con la evacuación de Cataluña. Se trataba de un movimiento provocado por el pánico pues sólo un pequeño porcentaje de los que huían habrían corrido peligro de muerte si hubieran permanecido en Cataluña. 3 Daba la impresión de que toda la población de Cataluña se había puesto en marcha y muchos de los fugitivos eran ya refugiados, procedentes de Extremadura y Andalucía. En las carreteras había constantes atascos circulatorios ocasionados por vehículos oficiales y particulares. Todos los pueblos y ciudades próximos a la carretera de Francia se hallaban abarrotados. Por la noche, las aceras quedaban cubiertas de seres humanos de todas las edades, hambrientos y temblorosos. Sus apuros se vieron agravados por los ataques aéreos de la Legión Cóndor efectuados al parecer contra la voluntad de Franco. Al principio, el gobierno francés, por razones políticas y financieras, se había negado a permitir la entrada de refugiados. Propuso que se creara una zona neutral en territorio español en donde los refugiados podrían ser mantenidos por la ayuda extranjera. Pero los nacionales se negaron a tomar el proyecto en consideración. En consecuencia, el gobierno francés autorizó a que se abriera la frontera. En estas condiciones empezaron a cruzar la frontera los primeros contingentes en la medianoche del 27 de enero. El día 28 pasaron a Francia 15.000 personas. La cifra aumentó en días sucesivos. En la primera semana de febrero quedó de manifiesto que el ejército republicano en retirada no tenía intención ni medios de resistir al avance nacional. Los franceses se hallaban ante la alternativa de permitir la entrada a los soldados o impedirla por la fuerza. El 5 de febrero resolvió admitirlos en su territorio a condición de que entregaran las armas. Así pues, a los 10.000 heridos, las 17.000 mujeres y niños y los 60.000 civiles varones que habían cruzado la frontera desde el 28 de enero se sumaron unos 220.000 hombres del ejército republicano entre el 5 y el 10 de febrero. Así y todo los nacionales hicieron unos 60.000 prisioneros. La frontera ofrecía escenas de tragedia. Los fugitivos estaban extenuados y llevaban las ropas empapadas por la nieve y la lluvia. Una vez en el lado francés se abrió un campo de refugiados que serviría de centro de distribución. En este campo no existía el menor abrigo aunque la mayor parte de las mujeres y los niños fueron trasladados a otros puntos de Francia. Se instalaron campos en Argelès sur Mer, St. Cyprien, Barcarès, y otras cuatro pequeñas localidades. Estos campos consistían simplemente en espacios abiertos en las dunas, junto al mar, rodeados por alambres de púas. Los hombres se vieron obligados a cavar agujeros para procurarse abrigo. Durante diez días faltaron totalmente en los campos el agua y los alimentos, y los heridos permanecieron sin asistencia. Entre estos últimos figuraba el gran poeta Antonio Machado que falleció a los pocos días en una pensión del pequeño pueblo de Colliure. Finalmente se obtuvo el suministro de alimentos pero siguieron careciendo absolutamente de servicios higiénicos y de refugio contra las inclemencias del tiempo. Los servicios médicos eran muy deficientes. Se criticó al gobierno francés por permitir aquellas condiciones de vida pero 4 había que reconocer que las dificultades de atender a 400.000 refugiados en tan corto espacio de tiempo eran casi insuperables. A principios de febrero el gobierno francés se dirigió a otros gobiernos para solicitarles ayuda. Los belgas se avinieron a acoger a 2.000 o 3.000 niños españoles pero los gobiernos ruso y británico se negaron de entrada a aceptar refugiados en sus países respectivos. Posteriormente, Gran Bretaña aceptó dar asilo a un número selecto de dirigentes y Rusia entregó 28.000 libras esterlinas en concepto de ayuda a los refugiados. El avance de los nacionales continuó de modo irresistible. Gerona cayó el 5 de febrero. El mismo día, al amanecer, cruzaban la frontera Azaña, Martínez Barrio y Companys. Al oeste, García Valiño entró en la ciudad episcopal de Vich. Como ya suponían los nacionales, había cesado toda resistencia en Cataluña. De nada sirvió relevar a Hernández Saravia del mando supremo del ejército designando a Jurado en su lugar. El nuevo general tenía mucha experiencia pero no había nadie capaz de crear un frente de la nada. Cuatro cuerpos de ejército avanzaban en dirección a la frontera francesa. El 8 de febrero, los navarros entraron en Figueres. El mismo día, sus unidades de vanguardia entraron en contacto con la retaguardia del ejército republicano en retirada. El 9 de febrero, Solchaga y Moscardó llegaron a la frontera francesa, aquél en Le Perthus y éste en las montañas de Nuria. El día 10, toda la frontera se hallaban controlada por los ejércitos nacionales. A primeras horas de aquel mismo día, Modesto había cruzado Francia con las últimas unidades del ejército del Ebro. 5 Tras la caída de Cataluña el mundo sacó la conclusión de que la guerra española había terminado. Ahora cortejaban al régimen nacional muchos de los que antes lo habían vilipendiado. El desánimo aumentó por el hecho de que el mismo día de la caída de Cataluña, Menorca se rindió a los nacionales tras rebelarse contra Negrín. En la España central, única zona en poder de los republicanos, algunos comprendieron que aquel podía ser el modelo de su propia capitulación. 6