12-c.qxd 12 12/11/02 10:10 PM Página 1 Interés general La Plata, jueves 12 de diciembre de 2002 A CUATRO DÍAS DE RECUPERAR SU LIBERTAD Eligió casarse en la cárcel de Olmos Héctor fue sentenciado a dos años y medio de prisión por extorsiones reiteradas. Cumplió gran parte de la condena en la Unidad 1. Luego pasó a un régimen semiabierto. Este lunes será un hombre libre, pero quiso que la boda con la mujer que conoció hace 14 años, fuera en la capilla de Olmos Por Alejandra Castillo De la Redacción de Hoy Llevaba más de veinte años preso, cuando la descubrió. La saludó con la mano, desde la ventana de su celda, y ella le respondió desde la ventana de su casa. Después, le habló con trapos de colores y con letras grandes. Las letras formaban palabras que ella leía con largavistas. Ella contestaba con letras más grandes, porque él no tenía largavistas. Y así les creció el amor. :Ahora Nela y el Negro Viña se sientan espalda contra espalda. Si uno se va, el otro se cae. :Ellos venden vino frente a las ruinas de la cárcel de Punta Carretas, en Montevideo. Eduardo Galeano En La Plata llueve. En Olmos no; en este cielo las nubes blancas mantienen una velada disputa con las negras, que siempre terminan ganando las primeras. Como puede, el sol calienta los muros arrumbados de la Unidad 1. Las palomas sobrevuelan el penal, sobre las almas que se apilan en esos pabellones parecidos al infierno. “Quise casarme a días de recuperar mi libertad con la idea de formar mi hogar y volver a empezar” Un guardiacárcel abre las puertas de la capillita enclavada en el corazón del predio. Montevideo está allá, río de por medio, pero en Olmos también se respira una historia de amor. Héctor Villareal Molina conoció a Hasta que la muerte los separe. Héctor y Nélida se conocieron en una fiesta en La Matanza Nélida hace 14 años, en un baile, en La Matanza. De ellos nació una beba que hoy tiene 12 años. Todo marchaba bien, hasta que Héctor (35) fue condenado a dos años y cuatro meses de prisión efectiva en una causa por extorsiones reiteradas. Fue a parar a la Unidad 1. Y empezaron los días difíciles. Dicen que ciertos errores permiten adivinar los milagros cuando éstos se plantan delante de uno, enormes pero calladitos. Y Héctor es de los que saben mirarlos a los ojos. En cuatro días vol- verá a ser un hombre libre, pero ayer se casó con Nélida en la capillita de Olmos, todavía como preso, con un oficial como padrino y con sus compañeros de prisión como invitados de lujo a una ceremonia regada con jugo. Montevideo está lejos, sí. Pero las historias de amor pueden ser más resistentes que las rejas y aún más longevas que un aguacero caprichoso. Sí, acepto... Son las 11 de la mañana y a Héctor se lo ve nervioso. Lleva camisa blanca, pantalón negro e impecables zapatos de charol. El pelo, corto y a la gomina. Entra a la capilla con el platito en el que las alianzas recibirán la lluvia de agua bendita. Una decena de guardias ocupa un par de bancos. Los familiares de los novios van y vienen. Nélida también, con un ramito de flores secas en la mano y hebillas que brillan al sol. Es un casamiento atípico, despojado del misterio del vestido blanco y los buquets perfumando los bancos. No hay vitraux en esta Iglesia. Sí un mural de Jesús guiando a las ovejas, y rejas a cada lado y a espaldas del altar. El capellán de la unidad, el presbítero Carlos Astorga, conversa con efectivos del Servicio Penitenciario. Alguien prueba el sonido. La marcha nupcial larga un par de veces, pero enmudece a los pocos segundos. Por fin, todo está listo. Héctor y la madrina se acomodan. Nélida toma del brazo al oficial Juan Carlos Gómez. La marcha nupcial arranca definitivamente. Y un guardia se acomoda a espaldas del padre, como si fuera un monaguillo. La ceremonia fue como cualquier otra, sólo que el juramento de fidelidad y compromiso “aún en la adversidad”, pareció obvio bajo esas circunstancias. La secuencia del ritual fue cuidadosamente respetada: los anillos, el beso, y el arroz. Después, la pareja se trasladó a la Unidad 26, a donde Héctor fue derivado hace 45 días y ahora sirvió de escenario para la recepción que compartieron con las autoridades del penal, los familiares y 60 internos. Hubo sandwiches de miga, boca- Los compañeros de Héctor no participaron de la ceremonia pero sí del agasajo en la unidad 26 dillos y bebida sin alcohol. Anoche no fue noche de bodas, pero faltan apenas cuatro días para que Héctor vuelva a La Matanza, a Nélida, a su hijita, y a una vida en libertad que sabe dar revancha.