bernardo yanez - Revista de la Universidad de México

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BERNARDO
GUSTIN
,...
YANEZ
RUIZ~_.-.- _ _(CUEN.TISTA)
Dentro de la amplia producción ensayística y narrativa de Agustín
Yáñez (4-IV-1904), tres libros reúnen la mayor parte de su producción cuentística: Flor de Juegos Antiguos (1942), Archipiélago de
Mujeres (1943) y Tres cuentos (1964). En ellos hay una temática
común que, en algunos aspectos, escapa a las constantes mencionadas por la crítica para sus novelas. La novela de Yáñez se ocupa
principalmente de un protagonista colectivo, de los problemas de
una sufriente provincia o de las posibilidades de una nación, en ·un
juicio donde realidad histórica y visión del escritor muestran
distintas facetas del México del siglo. XX. Por el contrario, los
cuentos d1 Yáñez enfocan al individuo, y su encuentro con la
realidad. En Al filo del agua (1947) el pueblo del Arzobispado es
visto 'a través de cada uno de sus individuos: Don Timoteo Limón,
Micaela Rodríguez, el Padre Reyes, etc. Hay una serie de facciones
que luchan por el poder. En La tierra pródiga (1960) se conjugan
las vidas de una serie de personajes del Jalisco provinciano y su
juicio del mundo moderno. Esto no va en contra de su desarrollo
individual; Gabriel Martínez, en La creación (1963), lucha por
buscar su expresión, la proyección de su propio estilo; pero Yáñez
los muestra en función de un drama colectivo. En cambio, es en
sus cuentos donde, independientemente de la Historia, el hombre
se va a descubrir como una entidad que padece un drama
particular-expresable, comprensible gracias a la Literatura -dentro
del destino común de los hombres. Así, novela y cuento en Yáñez
son complementarios y reflejan, uno y otro, la situación del
hombre para consigo y con su tiempo. En el desarrollo de sus
cuentos Flor de Juegos Antiguos es, simultáneamente, el primer
libro en orden cronológico y el epicentro de su temática dentro de
este género. El Libro se divide en tres partes: juegos por nochebuena, juegos en la canícula y juegos de agua.
Estas secciones en que lo divide no suponen un tiempo lineal;
existe en cierta medida: la referencia a una época del año en la
que un niño descubre su relación con el mundo. Sin embargo,
estas experiencias se pueden situar entre los ocho y los catorce
años. La relación con el mundo a que me refiero consiste en que
la mayoría de los temas presentan un objeto o hecho que el niño,
el protagonista, trata de asimilar, de hacer suyo. Las dos constantes más notorias son la angustia y el amor. El problema fundamental para el niño es el de ser aceptado, querido; no obstante,
encuentra que sus reacciones pueden ser juzgadas equivocadamente, conforme a un criterio que va más allá de su comprensión.
Habrá momentos en que se le juzgue como si fuera un niño
precoz, degenerado, cuando lo único que muestra Yáñez es la
terri~le aventura erótica en que se sumerge al niño con juegos
tradicionales que comportan toda una ideología que el niño no
entiende, que se ve obligado a vivir. Ejemplo claro de estas
situaciones son el episodio de María Blanca y el de naranja dulce y
los adioses, en ellos el niño se ve obligado a amar, a. mostrarse
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adulto, el papel le queda grande; así, engañado, se tiene que
entregar a la frustración y al desencanto. Todas las fuerzas
externas parecen conjugarse para condenarlo y subrayar su soledad.
Flor de juegos antiguos bosqueja los dos libros posteriores. En
primer término, durante "juegos de la canícula" en dos relatos
sucesivos Yáñez sitúa la acción de dos de sus Tres cuentos. Ellos
son El juego del burro donde aparecen dos ángeles, y el Episodio
del que se creía la divina Garza y la Pantera Negra, Sucede en un
día de venado. La segunda historia es el reverso del cuento Las
avispas, la primera narra todas las sensaciones que son eco de la
angustia del narrador de La niña Esperanza.
Pocos son, en realidad, los libros que toman como protagonista
y narrador a un niño; todos los ejemplos son de literaturas
extranjeras; no podemos considerar que la perspectiva del Lazarillo
o del Periquillo reúnan ese requisito; Benjy el pequeño idiota de El
sonido y la furia de Faulkner, el niño de La Hojarasca de García
Márquez y furtivas visiones de Proust en Por el camino de Swann
tienen este elemento. El monólogo interior del personaje
obliga a reducir las posibilidades de vocabulario del autor sin tener
l'
que disminuir por eno el alcance del lenguaje; entre los recursos
técnicos que emplea Yáñez, este es quizá el de mayor mérito, sin
menosprecio para las largas yuxtaposiciones y coordinaciones de
algunos párrafos donde resucita la atmósfera que define a sus
personajes: barrios y pueblos donde el tañido de las campanas
configuran el tiempo y las actitudes de los habitantes, palabras en
que se -resucita la superstición y la ignorancia que limitan su
comprensión del mundo, como ocurre en La gota serena y el temor
de los habitantes de la pequeña ciudad de provincia al campo y
viceversa', Considero que .la actitud de los protagonistas infantiles
h'acia el mundo se pueden dividir para su estudio en dos aspectos:
El niño que necesita a su madre y el niño que necesita una mujer
que lo entregue al mundo para penetrar la realidad. Esto último
ocurre también con algunos de sus estudiantes al final de la
adolescencia.
En el cuento de La niña Esperanza es notoria la situación. El
protagonista, un niño de siete u ocho años se enfrenta a la agonía
de una mujer madura, devota y de familia acomodada, benefactora
del barrio; el niño sufre la pérdida de la belleza, de un cariño
desinteresado y no comprende los rumores que se alzan contra
ella. El tiempo de Navidad, año nuevo y Reyes son, más que
alegres, dolorosos. Esperanza muere. El niño descubre que él, a
pesar de su pobreza, tiene la vida y el deseo de la resurrección
aunque sea impotente para disponer del destino. Su madre es sólo
un refugio en el desconsuelo, la incomprensión y la tristeza. Y,
como en El cuervo de Poe, sabe que ha conocido a la mujer que no
se poseerá jamás, que no se volverá a ver.
Las actitudes de los adultos son enjuiciadas en dos formas.
Cuando el adulto busca la autocrítica no puede ser sincero, se
muestra lleno de pasiones y defectos. De cualquier manera, su
escala de valores, choca con el mundo. Sólo la locura salva de esta
incomprensión; este es el caso de Las avispas donde un hombre
maduro se ve juzgado por sus actividades del Martes de Carnaval.
Por el Episodio del que se creía la divina Garza... sabemos que es
un hombre que no tiene compasión con sus alumnos: "me
mandarán con el director, le decimos Barbas de Chivo, y castigo
seguro; el director es más endemoniado para castigar; y le da un
gusto, que hasta se ríe cuando los muchachos hacen muecas de
dolor; dicen que hasta a las profesoras les gusta castigar: ha de ser
bonito ver eso, y que se ría, viéndolas sufrir, y se pase la mano
por la boca, como saboreándose y limpiándose la baba que se le
cae de puro gusto cuando ve que martiriza a alguien ..."
El director, la imagen de la autoridad -como lo son los policías
de Aor de juegos antiguos-, es implacable, un dios castrante que
debe ser condenado, derribado. El pretexto ideal son las burlas a
que da lugar su vejez desatada en juegos lúbricos; pero como el
dios Momo, y como el viejo del que se burla Aristófanes en la
segunda parte de Las avispas, el director va a ser visto con
desprecio. Sus contradicciones, sus representaciones de autoridad
absoluta e impositiva se pagan con la paranoia, con la vergüenza,
con el dolor físico y la demencia. Es un juego de máscaras donde
se descubre la persona verdadera por medio de los rumores y
noticias de una amarga Mañana de Cenizas. La ternura de la mujep
es rechazada, negada, mal vista, de ahí que el adulto no tenga un
lugar en el universo ni d'el niño, ni de los mayores.
De este modo Yáñez entreteje esa necesidad de la mujer que
caracteriza a su literatura. En particular, hay dos cuentos que
llaman la atención en este, sentido, el Episodio del Angel de Oro,
Arenita del Marqués y La gota serena. Ambos se d~sarrollan en el
mundo del niño, pero influyen el mundo del adulto. El Episodio
del Angel de Oro es, a mi parecer, el más intenso de Flor de
juegos antiguos. "Una noche que fuimos a las posadas, de vuelta a
mi casa, medio dormido, casi en sueños, oí que contaron por qué
mi tía no se había casado y lo mucho que había querido a un
hombre, marinero de Francia, y lo mucho que la mortificaron por
esto. Casi fue un sueño. Pero desde entonces la quiero más y
más." El creciente deseo del amor de la tía Paz lo sumerge en los
sueños del mundo y la necesidad de sentirse hombre: "Que no
cargue las andas, que no rompa las piñatas, pero déjame entrar en
tu recámara y enséñame la Rosa de Jericó, dame a oler la casi
desvanecida esencia del cedro de Líbano, rocíame con unas gotitas
del agua del Jordán." Pero es tiempo todavía de no salir del
mundo materno, incomprensible de Las glorias del campo o La
gota serena. En este paraíso inaccesible están los recuerdos de
juventud de su madre deseosa de comunicárselos; sin embargo, el
niño se ve rechazado porque es una realidad que ha quedado atrás;
no es el campo amigable de Horacio o Fray Luis de León; el
campo, para el niño de la ciudad, es una entidad agresiva llena de
espectros amenazantes dispuestos a hundirlo en el horror de la
violencia del hombre contra el hombre, porque en el rancho los
hombres y los animales apenas se diferencian unos de otros y sólo
el más fuerte sobrevive. Por tanto el paraíso terreno de donde salió
su madre, la protectora, la que conoce todos los secretos, es para
él un mundo dispuesto a destruirlo. No hay más recurso, entonces,
que la soledad, la introversión, el gusto por lo imaginable aunque
esto lo aproxime a la locura, al rechazo de cualquier realidad con
el deseo absoluto de una paz y una serenidad que únicamente el
mundo de los sueños es capaz de conceder.
La introversión, la timidez y la soledad se hacen costumbre, una
costumbre digna de admirarse a través de los sueños. Yáñez hizo
una selección sustancial de Archipiélago de mujeres: Melibea,
[solda y Alda en tierras cálidas (1946). En. este libro refleja la
condición de los jóvenes amantes conforme a la tradición. La
locura del amor como justificación vital del hombre. Quizá en esta
obra el tono de la tragedia es más intenso porque después del
amor sólo está la muerte; dicho con palabras de Schopenhauer:
"Cuando el amor aficiona a un ser UnlCO, 1 gra entonces tal
intensidad, tal grado de pasión, que si no puede ser satisfecho,
pierden' su valor todos los bienes del mundo y la vida misma."
Así, Calisto, el estudiante que ama a Melibea después de haberla
perdido durante varios años, comprende al recuperarla que su
única justificación es revivir una historia ocurrida hace seis siglos y
personificarla a pesar de la duda, la aflicción y la amenaza de
la muerte. Tendrá que recurrir a una vieja criada, ocultarse en la
noche y el silencio y descubrir las cosas del mundo, porque la mujer es el dios, el lenguaje capaz de dar nombre y profundidad al
mundo: "Mi mal había despertado un género nuevo de atención
hacia todas las cosas; percibía en ellas... detalles precisos, matices
y significaciones que luego era imposible explicar, expresar, si no
era con la intensa exclamación: -En esto veo la grandeza de
Dios." Sin embargo, a diferencia de la tragicomedia de Fernando
de Rojas, esta vez los amantes crean un universo donde la
intensidad de su amor salva el proceso de la de~trucción: "para dar
sitio a la esencial Melibea, libre de accidentes, fuera del tiempo y
del espacio, la Melibea desconocida, tan otra que se confundía con
la locura~" El amor del adolescente implica una fuerza que no se
compara con ningún otro sentimiento, va más allá de las leyes
humanas; por tanto, sólo puede ser juzgado fuera de ellas.
Si el amor no se logra en la vida, la muerte debe salvar esa
escisión: Alda es la virgen lejana a la que se ama a través de la
música y del mundo que ella vive y contempla. Como la niña
Esperanza, como la tía Paz, Alda es imposible de encontrar en la
vida, Alda muere por la nostalgia del amor donde nada está
prohibido. Alda y el hombre que ama a Alda viven en la continua
espera del encuentro que no se logra, en las incesantes referencias
por intermediarios que no cesan de alabar a uno y otro. Es el
primer amor y el que deja una sed insaciable.
La síntesis de estos conflictos se da en Isolda; sin duda el relato
más perfecto de esta obra. Como en las anteriores historias, Yáñez
recurre a la leyenda tradicional para estructurar el cuento; pero en
lsolda conjuga la lucha del hombre contra el mundo, contra los
demás hombres y contra sí mismo.
Ecos de la épica medieval, de la novela de caballería y la
presencia de una tierra agresiva hacen de Tristán el héroe que debe
vivir todas las vidas posibles: matar para sobrevivir, salvar insidias
familiares, renunciar a su sistema de vida, amar a la mujer que no
puede pertenecerle, aniquilar los poderes del mal y sufrir la muerte
de la amada para esperar -sólo- su propia muerte. Si el mundo, si
la materia son injustos él no puede ceder ante el mundo, su
inteligencia lo obliga a aceptar la desesperación, la angustia y la
tristeza -"la tristeza es el amor"- como única justificación ante sí
mismo. Su sensibilidad de artista lo llama siempre a abandonar el
mundo, por eso nada más Amor puede derrotarlo. Sin embargo,
Isolda, la Blonda, la mujer como el rumor del mar, "de más allá
del mar", cargará junto con Tristán el peso de la desolación, el
largo peregrinaje de amargura a través de una tierra inconmovible
que sólo pensará en destruirlos.
El amor no es material ni tangible, es emoción. De ahí que
Tristán, en el horror demencial de la supervivencia, únicamente
espera la hora que lo redimirá de su vida para penetrar en er
nocturno, dulce sueño de la muerte: "Vituperios, enfermedades y
pobreza son las arras de la vida. Una sola cosa serán mi vida y
muerte cuando narrado el misterio de ¡solda, nada me quede por
hacer en el rincón del hospital.
y una noche -bienaventurada-, el calosfrío y la fiebre de
todas las tardes -el calosfrío y la fiebre que nos desposó entre
barrancas-, me libere de mi tristeza y me transfigure. -Isolda, ya
es la hora."
Agustín Yáñez ha buscado, en sus cuentos, proyectar la imagen
del hombre de nuestro tiempo. La imagen es perfecta, las miserias
humanas y la grandeza de la lucha contra el universo para lograr
un sitio en él, están logradas con claridad. Asimismo, su obra
conjuga una tradición doble: el desolado sentimiento del mexicano
ante una realidad que acosa hasta la muerte, no importa que la
realidad sea incomprensible y, por otra parte, los sentimientos
comunes del hombre ante la diaria experiencia de la vida.
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