Globalización y derechos humanos. Autor:Luis de Sebastián

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Globalización y derechos humanos
PRESENTACIÓ
Gemma Xarles
Economista
Luis de Sebastián és catedràtic d’Economia Internacional i director del
Departament d’Economia d’ESADE, de Barcelona. Ha treballat en organismes internacionals i, de fet, continua col·laborant com a consultor amb el Banc Interamericà de
Desenvolupament, on va estar treballant durant sis anys. Aquest fet li permet tenir una
visió des del punt de vista teòric —com a professor, com a catedràtic— però a la vegada, donar una vessant interna des dels organismes internacionals. Així doncs, ens donarà elements per conèixer les polítiques d’aquests organismes. Elements que ens permetran no ser simplement uns crítics antisistema, sinó tenir elements interns d’anàlisi per
emetre els nostres judicis.
A més, Luis de Sebastián ha viscut durant molts anys en països en desenvolupament, concretament a El Salvador. Durant la seva estada en aquest país, va ser professor
i vicerector de la Universitat Centreamericana José Simeón Cañas, de la UCA.
Per tots aquells que no el coneixeu, i segurament la majoria ja sabeu qui és, ha
publicat diferents llibres en els darrers anys: El rey desnudo, cuatro verdades sobre el
mercado, el 1999, i De la esclavitud de los derechos, que va ser publicat l’any passat.
A part, molts de vosaltres haureu pogut llegir les seves col·laboracions en diversos diaris, com El País o El Periódico, o en diferents revistes, de les quals és un col·laborador
habitual.
He estat convidada perquè he tingut la sort de poder assistir a tres cimeres o contracimeres: Seattle, Praga i Niça.
Cal remarcar que és molt important que estiguem aquí, que vinguem a escoltar
què hi ha darrere de la globalització. És un tema del qual es parla molt últimament i
sobre el qual es publiquen molts articles. Calen sessions com aquesta per poder tenir-ne
elements d’anàlisi.
Aportaré unes dades per conèixer què està passant actualment al món. El PNUD
(Programa de les Nacions Unides per al Desenvolupament) elabora anualment
l’Informe sobre el Desenvolupament Humà. En el darrer informe, s’oferien xifres sobre
la distribució actual de la riquesa. Els 225 habitants més rics del món, que posseeixen
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més d’un bilió de dòlars, acumulen més riquesa que el 47% més pobre de la població,
equivalent a 2.500 milions de persones. Dit d’una altra manera, hi ha 225 habitants que
són més rics que el conjunt de 2.500 milions de persones. D’aquests 225, les tres persones més riques, acumulen més riquesa que el PIB (producte interior brut: el que produeix un país en béns i serveis durant un any) dels 48 països menys avançats. És a dir, si
sumem el que produeixen aquests 48 països, la riquesa és inferior a la que tenen les tres
persones més riques del món.
A la vegada, el mateix Informe del PNUD comentava que aconseguir ensenyament bàsic per a tothom, atenció sanitària bàsica per a tothom, atenció de salut reproductiva per a totes les dones, alimentació per a tothom, i aigua i sanejament per a tothom
costaria 44 mil milions de dòlars per a un any, i això equival a menys del 4% de la riquesa de la que acumulen els 225 habitants més rics del món.
Per tant, aquesta és la situació actual, i el que demanem a Luis de Sebastián és
que ens doni elements per entendre com s’ha arribat a aquesta situació, que ens ajudi a
entendre què és la globalització, i si és la globalització la causa de la desigual distribució de la renda.
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GLOBALIZACIÓN Y DERECHOS HUMANOS
Luis de Sebastián
Catedràtic d’Economia d’Esade i de la Universitat Ramon Llull
La palabra globalización es una palabra nueva. Hace veinte o veinticinco años
nadie hablaba de globalización. ¿Por qué? Simplemente porque no había globalización,
porque, aunque estuviera comenzando, no era un fenómeno todavía tan importante y tan
dominante como es en la actualidad.
La globalización es la situación de la economía mundial, o mejor, de las relaciones económicas internacionales en la época que nos ha tocado vivir; no es más, ni tiene
más misterios. Globalización es una palabra que hemos usado por ser una palabra muy
sintética, procedente de «globo» o «global», para describir la situación de la economía
mundial. En realidad, el término globalización se puede usar para designar un proceso y
también para designar el resultado de este proceso. Aquí vamos a combinar las dos
cosas, el proceso y el resultado, y nos preguntamos: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
¿Cómo está en realidad el mundo? Me imagino que las personas que se mueven
poco, que pasan la vida en su casa, van al mercado y al cine, pero no viajan mucho por
esos mundos de Dios realmente no tienen mucha conciencia ni les importa mucho el
fenómeno de la globalización. Pero puede que un día se encuentren con ella en el portal
de su casa.
Las personas que llevan una vida poco relacionada con la economía internacional
no notan nada directamente la mayor parte del tiempo. Pero, de rebote, quizás lo pueden
notar si alguno de la familia es despedido de una empresa extranjera en la que trabajaba
o si sufre algún otro accidente de tipo económico (que le rebajan el sueldo o que le van
mal los negocios y tiene que cerrar). Entonces, se preguntará: ¿Todo esto a qué se debe?
Si uno comienza por las causas inmediatas pronto se remonta a las causas primeras, que
pueden hallarse fuera de su campo de experiencia diaria. Lo característico de la situación de la economía es esta integración de los mercados de casi todos los países del
mundo. Ahora más que nunca en la historia, todos los mercados están muy conectados
unos con otros, lo cual, en cierto sentido, es nuevo.
Hace unos años, digamos después de la Segunda Guerra Mundial, en los años
cuarenta, los mercados eran básicamente nacionales, contenidos y cerrados en sí mismos, controlados, en gran medida, por las autoridades del estado. Tenían comercio con
otras naciones y movían el capital para saldar las cuentas del comercio. Pero estas relaciones ni eran muy amplias ni muy intensas, porque eran actividades emprendidas básicamente entre unidades relativamente autosuficientes. A este tipo de transacciones con
el tiempo se le ha ido quitando las barreras. Los mercados nacionales se han desnacionalizando en la medida en que se han ido abriendo, se han ido integrando en mercados
más grandes. Ciertamente, este es el caso de España. Nos integramos en 1986 en la
Unión Europea y en el año 1998 en la Unión Monetaria, y ya vemos lo que nos está
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pasando. En la medida en que nos hemos integrado en una unidad mayor, la Unión
Europea, hemos perdido control sobre la unidad menor, el Estado español, la comunidad
autónoma y el municipio. Lo mismo les ha pasado a todos los países, incluso a aquellos
que no han entrado en esquemas de integración formal, como es el caso de los Estados
Unidos, pero que entran en un esquema informal, que es el mercado internacional con
sus dependencias de mercados de bienes y servicios muy interconectados y, sobre todo,
los mercados de capitales.
Después de la Segunda Guerra Mundial —en la época en que crecimos los más
viejos de la sala— y hasta hace poco, los capitales no se movían libremente por el
mundo como hoy en día. Primero, porque no había mucho capital, dada la destrucción
que hubo en la Segunda Guerra Mundial, en la que se destruyeron cantidades inmensas
de riquezas y de capital y no quedó mucho para circular.
En segundo lugar, porque los gobiernos tenían controles de los movimientos de
divisas y del capital. Todavía recordaréis algunos los tiempos en que con la peseta no
podíamos comprar libremente moneda extranjera. Ahora uno va a La Caixa, pide 100
dólares y le dan 100 dólares. Pero hace unos años tenía que ir al Instituto de Moneda
Extranjera y solicitar 100 dólares con todo tipo de justificantes. Se lo concedían o no,
según el arbitrio del funcionario y de la situación de las divisas. Cosa semejante ocurría
con las ventas de moneda extranjera. Un fabricante, por ejemplo, que vendiera tejido a
Portugal y recibiera dólares no podía disponer libremente de esos dólares. Tenían que
venderlos obligatoriamente al Instituto de Moneda Extranjera al tipo de cambio oficial.
No había esa libertad que hay ahora para sacar capital y comprar unas acciones de
una empresa alemana. Ese tipo de operaciones estaban prohibidas. Y, como en España,
había regulaciones semejantes en Alemania, Francia o Estados Unidos, aunque en los
países ricos la liberalización de los cambios comenzó mucho antes que en España. En
dos palabras, que no había la movilidad que hay ahora ni la facilidad para sacar el dinero a otro país. Obviamente, no me refiero a sacarlo ilegalmente para llevarlo a Andorra
y esconderlo allí (eso siempre se ha hecho), sino legalmente, como se puede hacer ahora.
Esto se mueve legalmente, quien lo lleva ilegalmente es para no pagar impuestos, pero
ésa es otra cuestión.
Constatamos, pues, una gran integración en los mercados de capitales. Al quitar
las barreras que hemos mencionado, se ha hecho posible la existencia de grandes masas
de dinero que se mueven de un país a otro, a la velocidad de la luz por medio de ordenadores, durante las veinticuatro horas del día.
Los mercados de trabajo también están conectados, en el sentido de que los trabajadores de un lugar son más sustituibles que antes por los trabajadores de otros lugares.
Si aquí, por lo que sea, un empresario piensa que el trabajo es muy caro, puede hacer dos
cosas: traer trabajo barato de Marruecos o instalarse en Marruecos, donde el trabajo es
más barato, o en China, o en Sudamérica. Aunque estas cosas se hacen, la verdad es que
no se hacen masivamente, ni en grandes cantidades. Pero no importa, el caso es que exista la posibilidad de hacerlo, y la mera posibilidad hace que se presione a los trabajadores
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para que no se «extralimiten» en sus demandas y pretensiones, porque sobre ellos pende
la amenaza de que las empresas se vayan a otros sitios.
Este fenómeno, descrito muy rápidamente, de cómo se han ido configurando las
relaciones económicas internacionales tiene unos antecedentes que presento a continuación. En primer lugar, el capitalismo tiende a ser global. Para alguien que conozca o crea
en la doctrina marxista, esta afirmación es obvia. Karl Marx veía que el capital tiende a
irse a todas partes, y en eso es como el agua, que va buscando cualquier resquicio donde
meterse. El capital es, por naturaleza, global. En su constante búsqueda de la mayor
ganancia, penetra donde sea que la pueda encontrar: ya sea en territorios, ya sea en
ámbitos de la vida, como puede ser la salud, las pensiones, los seguros, la educación... El
capital, no lo dudemos, va siempre a donde puede haber ganancia.
Si revisáis las páginas del Manifiesto comunista —si es que aún lo tenéis o lo
habéis tenido alguna vez— veréis cómo en 1848 describen Marx y Engels el mundo.
Hablan de un fenómeno que, si no os dicen de dónde está sacado el texto, podríais pensar
que el autor es alguien que está describiendo el mundo moderno, porque trata de las innovaciones en las comunicaciones, que en 1848 les parecían asombrosas, y del crecimiento
y concentración de las empresas como una ley fundamental del capitalismo. Siempre me
he preguntado qué vería Marx o qué experiencia tendría de concentración de empresas
para poder deducir esta ley. Nosotros sí que tenemos experiencia de concentración de
empresas gigantescas, que se unen o que se han querido unir (Endesa e Iberdrola hubieran formado una empresa que dominaría el 80% de la electricidad en este país y en
América Latina). En tiempos de Marx no había estas cosas, pero Marx ya intuyó que el
capitalismo tiende a ser global. De hecho, durante la segunda mitad del siglo XIX y parte
del XX, el capitalismo fue global. Refiriéndose a él se habla de la primera globalización.
Esta tendencia se rompe con la Primera Guerra Mundial, en 1914, y comienza
una época que se ha llamado la «Guerra de los 30 años», que no es aquella del siglo XVII,
de los protestantes y los católicos en Europa Central, sino el período que va desde el inicio de la Primera Guerra Mundial (1914), pasando por un período de entreguerras muy
turbulento y económicamente desastroso, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial
(1945). Durante esa «Guerra de los 30 años» el mundo estuvo realmente en crisis, la
economía, desecha y con una gran recesión, mucho desempleo y pobreza.
Después de la guerra empieza otro período en el cual hay una gran recuperación,
y durante unos años, desde el 1945 hasta el 1975, no hay apenas globalización. Son años
en los que nuestros países, España incluida, saltaron de la miseria al desarrollo sin la
globalización, es decir, con economías nacionales muy controladas, con barreras al
comercio y a los movimientos de capital. Indudablemente, había muchas ineficiencias,
pero la industria automovilística y la aeronáutica salieron adelante, con ineficiencias o
como fuera, pero salieron adelante.
Cuando los de mi generación y posteriores éramos jóvenes, aquí las autoridades
nacionales o del Estado gobernaban realmente y manejaban la economía, y la podían
modular. Después, a partir del 1975, empieza a cambiar el mundo poco a poco por el po-
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der de las multinacionales, por el poder del capital que empieza a moverse y quiere volver a la situación de libertad y privilegio de antes de la guerra. Comienza la expansión de
las multinacionales y, con ellas, la del capital financiero, y todo ello con un presupuesto
ideológico muy importante, la llamada Revolución Conservadora, donde hay dos personajes muy característicos, que son la señora Thatcher y el presidente Reagan.
Estamos ya más próximos a la actualidad de los años setenta y ochenta, en los
que, sobre todo en los ochenta, aparece un eslogan «El Estado no es la solución, el
Estado es el problema», y comienza todo ese proceso de reducir el tamaño del Estado: la
desregulación, la liberalización, el abrir las fronteras, etc. y así se va configurando un
mundo de mercados sumamente integrados, los que he descrito al principio.
Esta integración se hace mediante el derrumbe de las barreras, porque política y
económicamente convenía al gran capital, y las personas hicieron el juego al gran capital, en este sentido: quitemos las barreras, unamos el mundo, y así lo tenemos.
Tiene también un presupuesto material muy importante, que es la reducción significativa de los costes de transporte y el desarrollo de la innovación tecnológica, sobre
todo la tecnología de la información. Quizás no estuviéramos tan globalizados si no
fuera por la tecnología.
No sé si habéis oído la historia de dos chavales, en un barrio de Manila, Filipinas,
que crearon un virus de ordenador (I LOVE YOU) y lo pasaron por el mundo. Ese virus
llegó a dañar los ordenadores de la NASA y de la CIA, y causó miles de millones de
daños a empresas, etc., a las que se les metió este virus, causando muchos daños. Ese es
un pequeño ejemplo de lo que quiero decir, de cómo está interconectado el mundo.
¿Cómo unos chavales, desde un barrio de Manila, pueden hacer una cosa así? Con los ordenadores, porque a través de ellos todos estamos en red; todos los que tenemos un
ordenador encendido estamos en red con los bancos, las empresas, los gobiernos, los periódicos, los medios de comunicación... de manera que todos estamos en-red-ados. Es una
cosa física y material, no es una cosa de deseo, como el cuerpo místico de Cristo, en que
estamos todos unidos por una cabeza, que es el Papa. Es una cosa mucho más tangible,
material, que nos une a través de los hilos eléctricos y unidos a la velocidad de la luz.
Consecuencias de la globalización: la pérdida del poder y soberanía nacionales.
La pérdida de la soberanía no nos debiera preocupar mucho, si no fuera por lo que viene
detrás, es decir, porque implica pérdida de control sobre la economía y pérdida de control o la capacidad de fomentar el bienestar de la gente.
No cabe duda de que los gobiernos hay cosas que no pueden hacer. Algunas no
las hacen por inútiles, otras porque no les conviene, pero no cabe duda de que tienen
nuevas y poderosas limitaciones. En España, por ejemplo, ya no tenemos política monetaria, porque el gobierno del Estado español la ha cedido al Banco Central Europeo y al
Ecofin (los 15 ministros de finanzas de la Unión). La política monetaria (control de la
masa monetaria y del tipo de interés) la diseña el Banco Central Europeo, que está en
Frankfurt. Eso ha hecho que a veces nos hayan bajado los tipos de interés en un momento en que a nosotros nos hubiera convenido que los subieran, pero a Alemania le conve-
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nía que los bajaran y los bajaron. Tampoco tenemos política de tipo de cambio, ya que
no se puede devaluar la peseta como se hacía antes. Los empresarios de Sabadell saben
muy bien que, cuando aquí subían los precios más que en Francia y Alemania, para poder exportar y no perder competitividad, la peseta se devaluaba y con eso se compensaba la mayor inflación. Este tipo de manejo ya no es posible, y así nos va.
En cuanto a la política fiscal, todavía la maneja el Estado, pero con una mano
atada a la espalda, por así decirlo. Porque ahora el gobierno del PP quiere promulgar una
ley para equilibrar el presupuesto a toda costa y en toda coyuntura. Equilibrar el presupuesto está bien en algunos momentos, pero en otros, puede que no, y desde luego equilibrarlo por ley es un disparate, pero hacia eso vamos.
Otra consecuencia importante es la homologación cultural. Vemos las mismas
imágenes, por ejemplo: ayer había un partido de fútbol en que jugaba el Galatasaray de
Estambul con el Deportivo de la Coruña. Los enterados que leemos la prensa deportiva
sabemos que fue en Turquía, pero si uno sólo se fiara del campo de fútbol y de los anuncios que había alrededor del campo, no sabría donde se jugaba, porque los anuncios son
los mismos que hay en todos los campos. Además, para la competición de Copa de
Europa las multinacionales tienen el monopolio de los anuncios (McDonalds, Toyota,
Nike), es decir, esos nombres y esas imágenes que vemos todos los días por todas partes.
La globalización extiende por el mundo los mismos valores, buenos y malos. Se
extienden, por ejemplo, los valores democráticos, el respeto a la mujer, el respeto a los
niños, la solidaridad internacional... No podemos negar que, a pesar de los evidentes
fallos y retrocesos, la vigencia de los valores se va extendiendo precisamente porque
estamos materialmente ligados en red. De esta forma, no tenemos más remedio que enterarnos. Pero las cosas malas también se difunden: el hedonismo, la ambición, las ganas
de triunfar, las ganas de salir en la pantalla, aunque sea por un delito terrible... Esas cosas
se nos han pegado. Y luego, los patrones de consumo de los productos globales, las marcas, etc. Es algo que nos viene de la globalización, es como una manía de esta época.
Otra consecuencia negativa de la globalización es el déficit democrático. Ya
sabemos que el Banco Central está en Frankfurt y la Comisión, en Bruselas, así que
quien quiera protestar por algo tiene que ir a esos centros de poder que están fuera de
España. Antes era más fácil, porque los responsables eran el Banco de España o el
Ministerio de Economía o la Generalitat, pero ahora hay que ir a Frankfurt. Pero hay
otras cosas que no están ni siquiera en Frankfurt, y entonces, ¿dónde protestas? Vosotros,
jóvenes, que queréis protestar contra estos grandes defectos de la globalización que ha
mencionado Gemma, como la desigualdad, el materialismo del ambiente y tantas cosas,
¿dónde vais a protestar? Habría que ir a la Casa Blanca, al Banco Mundial, a Berlín... Es
difícil, porque los poderes son difusos. Por eso ahora, los que protestan, y Gemma va a
contar su experiencia, lo que tienen que hacer es movilizarse donde se juntan los poderosos del mundo, porque en ese momento se visualiza su poder: en las reuniones de la
Organización Mundial del Comercio, del Fondo Monetario Internacional o del Banco
Mundial... Allí están realmente metidos los poderes económicos que nos gobiernan. En
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Davos (Suiza) se reúnen todos los inviernos los grandes patrones y políticos de los países ricos. Allí se hace visible el poder y allí hay que llevar las protestas y manifestarse.
Pero en la vida normal, para los asuntos corrientes, no sabes adónde «llevar las vacas»
como hacían los ganaderos para protestar. ¿Al Ministerio de Agricultura, a la Consejería
de Ganadería de aquí? Pero las decisiones que nos afectan se toman en Bruselas. Los
ganaderos tendrían que llevar las vacas a Bruselas, o quizás llevarlas a la Casa Blanca, lo
que supone un viaje mucho más largo.
Con la globalización del poder, ya no se sabe a quién pedir cuentas, y por eso aparece este movimiento de protesta que apoyo, aunque no participe en él. Es como si los
manifestantes exigieran a los poderosos del mundo que rindieran cuentas ¿Qué hacen
ustedes por la humanidad? ¿Qué están haciendo ustedes por África, donde el SIDA se
está comiendo paulatinamente a esa población? ¿Qué hacen ustedes, aparte de sacar
dinero de las medicinas?
Nuestro caso es bastante peculiar. Para España, la globalización es, sobre todo,
europeización. Para nosotros, todas estas cosas de la globalización que leemos de
otros países tienen una realidad muy grande en la medida que somos parte de Europa
y somos parte de la Unión Europea, y dentro de unos meses vamos a tener una moneda nueva, que ya no es la sufrida peseta. Es una moneda global, en ese sentido, o medio
global, de un globo pequeño que es Europa, y esto tiene unas ventajas, que yo quisiera
recalcar.
A través de la Unión Europea nos insertamos en el mundo, pero nos vamos a insertar como un bloque de países muy grande, lo cual nos defiende contra la turbulencias que
causan los movimientos de capitales. Estamos en un espacio mayor y, por tanto, de alguna forma, para el conjunto de Europa, vamos a estar como en el 1945, después de la
Segunda Guerra Mundial, es decir, con la capacidad de mantener nuestro estado de bienestar, nuestras pensiones, la educación pública, es decir, de mantener esas conquistas
de la humanidad a las que no se puede renunciar simplemente porque lo pida el capital,
bajo la amenaza de que el capital va a salir del país y se va a devaluar la moneda. Esto
pasaría en España, sin duda, pero en la Unión Europea no es tan fácil. Ahora, como parte
integrante de la Unión Europea y de la Unión Monetaria Europea, no es tan fácil, porque
ya España forma parte de un bloque muy grande que tendrá mucha más autonomía, y
podremos, si queremos, si hay la voluntad política, defender el estado del bienestar.
Tenemos una mayor libertad de movimientos para defender nuestro sistema europeo,
socialdemócrata o cristianodemócrata, que se construyó con grandes sacrificios después
de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, los países pequeños quedan más indefensos, como se vio, por ejemplo, en la crisis asiática. Por países pequeños, me refiero, por ejemplo, a Indonesia, que
tiene ciento setenta o doscientos millones de habitantes, pero para estos efectos es un
país pequeño. En los primeros años de la década de los noventa entró el capital extranjero abundantemente e hizo crecer toda la economía, pero en 1997 el capital se fue y la
economía se quedó hundida, y hundida sigue desde ese año.
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Peor es la suerte de algunos países que quedan al margen de todos estos movimientos, como es el caso de los países africanos. Los datos de las inversiones de las multinacionales en el mundo son relevantes. En países como Brasil, en la década de los
noventa, la inversión extranjera ha aumentado cerca del 1.000%. En Estados Unidos ha
aumentado del orden del 300%; en algunos países ha aumentado en unas cantidades muy
grandes porque empezaron muy bajo, y aunque ha aumentado mucho siguen a un nivel
muy bajo. Solamente en algunos países de África esa inversión directa ha disminuido,
como es el caso de Mauritania, Etiopía, Sierra Leona, Benin... Allí, en 10 años, no sólo
no ha ido capital, sino que va menos del que iba antes. Y en casi todos los demás países
se ha quedado estancada, es decir, que mientras en un mundo la inversión directa ha
aumentado en torno al 300 % como promedio, en África sólo ha aumentado el 2-3%, lo
cual quiere decir que allí no va el capital de las multinacionales o de la inversión directa
para crear empleo, o para transferir tecnología a África.
El producto nacional total de África no llega al 2% del producto mundial y todas
las exportaciones de África, incluyendo los diamantes, no llega al 1,5% de las exportaciones totales, cuando hace 20 años era el 3-4% ¿Qué quiere decir eso? África se está
reduciendo en tamaño económico, está perdiendo importancia en el mundo. África, realmente, visto desde los países ricos y desde el capital, sobre todo, no es más que un hervidero de problemas, y no tiene ningún interés, solamente, quizás, para venderles armas
y, ahora, venderles medicinas caras.
La globalización amenaza directa o indirectamente los derechos económicos contenidos en los artículos 22 a 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
que hablan de seguridad social, salario justo y sindicación, vacaciones y ocio, nivel de
vida y protección social, educación y cultura. Esos artículos recogen estos derechos.
Tomemos, por ejemplo, al país más rico del mundo: Estados Unidos. Llevan
muchos años con un gran crecimiento, a pesar de que ahora se ha detenido y parece que
tienen problemas, pero llevan casi 10 años creciendo, y todos los años a un buen ritmo,
creando una riqueza tremenda, produciendo millonarios y supermillonarios. Sin embargo, los salarios medios no crecen, es decir, el promedio de los salarios de los trabajadores no crece. Y no crecen porque hay una competencia implícita muy importante que llevan a cabo los trabajadores de otros países, que ganan mucho menos y tienen menos
prestaciones sociales que los trabajadores norteamericanos. Esa competencia se trasmite
por medio de la importación masiva de mercancías baratas de Asia, particularmente de
China, donde el trabajo todavía es muy barato. A esto se añade el que los trabajadores
norteamericanos viven con el miedo al despido, y ahora muchos de ellos, de hecho, han
sido despedidos.
En cuanto la economía se para un poco, ya hay cientos de miles de despidos en
Estados Unidos. Las empresas se han impuesto la obligación de competir internacionalmente, y, francamente, no estoy convencido de que sea una necesidad, como ellos piensan, sino más bien, un deseo de competir como opción estratégica de las empresas de
hacerse más grandes. No estoy seguro de que sea necesario que las empresas tengan que
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ser enormes para poder existir en el mundo. Las medianas y pequeñas empresas son
empresas perfectamente viables, pero se han impuesto esa necesidad de ser más grandes.
Eso crea a los trabajadores grandes problemas. Cuando hay fusiones de este tipo, sobran
20.000 empleos y compiten con trabajo más barato.
La posible reducción de los derechos sociales se manifiesta en lo que se llama la
espiral competitiva hacia abajo, es decir, competencia entre los países y entre los grupos
humanos dentro de los países, para que cada vez haya más facilidades para el capital.
Esto lo tenemos también en Cataluña. Queriendo traer el capital, está ofreciendo tierras
gratis, rebajar los impuestos, etc. Hasta ahí no va bien, pero hay otros países que garantizan que si pone usted la fábrica, no va a haber sindicatos, como por ejemplo, en El
Salvador: la Hewlett Packard a Texas Instrument exigió, para establecerse en El Salvador,
que no hubiera sindicatos en la fábrica, lo cual va contra la Constitución de El Salvador, que permite y hace constitucionales los sindicatos.
Afortunadamente, para los trabajadores de los países ricos, como somos nosotros, éste no es un fenómeno absolutamente gigantesco; no es una cosa que se esté
produciendo en gran medida todos los días, pero es la mera posibilidad, lo que «disciplina» al trabajo para no exigir más. En los Estados Unidos el que pierde un trabajo de
10 dólares a la hora acepta uno de 3 dólares a la hora y tan contento, porque sigue trabajando. Allí se puede observar millones de obreros callados, allí cada vez hay menos
sindicados; y eso es resultado de la «espiral hacia el fondo» de que hablan los críticos
del sistema.
Hay una amenaza a la solidaridad internacional. Nosotros tenemos en Europa el
gran peligro de encerrarnos en lo que se ha llamado la fortaleza Europa y tenemos el peligro de desengancharnos de los países, de las regiones más pobres. La globalización
genera riquezas, no cabe duda, y la prueba es que hay algunos países, como México, y,
desde luego, Estados Unidos, donde cada vez hay más millonarios.
Un dato curioso: calculé que sólo con la fortuna de Bill Gates, de unos ochenta mil
millones de dólares, se puede dar de comer a todos los pobres del mundo, a los dos mil y
pico millones, durante una semana, a razón de 5 dólares diarios, comiendo mucho mejor
de lo que comen ahora. Bill Gates, con el dinero que tiene, podría dar de comer a todos los
pobres del mundo una semana. Si luego juntamos a los otros millonarios, la solución al
problema del hambre sería facilísima.
Esto es lo que está haciendo la globalización: por un lado, crea grandes riquezas,
pero está dejando al margen a otras muchas personas, pero completamente al margen, es
el caso de la mayor parte de África. Dentro de países que se benefician, como pueden ser
Méjico, Indonesia o Brasil, se genera la misma dinámica; incluye a unos y excluye a
otros. Es como el tornado. No sé si habéis visto un tornado; al menos lo habréis visto en
cine o en televisión. Yo los he visto al natural, y son unos remolinos de viento que tienen
un poder, atrayendo hacia el centro, y todo lo que cogen lo van machacando, pero también lo expulsan. Eso es la globalización: atrae y puede beneficiar a quien absorbe mucho, y cuando hablan de las grandezas de la globalización, están mirando eso: regiones
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que se han industrializado, regiones que antes eran pobres, ahora son ricas; países que
estaban debajo de la línea de subdesarrollo, ahora están arriba.
Pero también hay mucha gente excluida, y el problema de la exclusión es muy
grande, y, curiosamente, ya no es ni siquiera explotación; es simple y puro abandono a
su suerte. Es el peligro de la globalización.
El tema de las amenazas a las libertades culturales, tema del cual se habla en el
artículo 27 de la Convención de los Derechos Humanos, nos llevaría a otra conferencia,
y no soy un hombre muy entendido en cultura, aunque alguna cultura tengo.
Naturalmente, es la muerte de las culturas locales, de las culturas pequeñas, de las culturas tradicionales, antiguas, etc. Eso se está dando en gran medida en muchos países.
Podemos hablar de una constante presión hacia la conformidad de hablar todos
inglés, por ejemplo, o a decir tonterías, como hacemos ahora con el leguaje de los ordenadores, en el cual hemos inventado palabras absurdas como el chatear, cuando podríamos haber dicho charlar, porque el chat es una charla y chatear es tomar chatos de vino.
Decid chatear en Bilbao y lo entenderán así.
En cuanto a la libertad de expresión, los grandes medios son grandes consorcios:
CNN, Time Warner y ahora América On Line. Es un complejo monstruoso que domina
todos los medios principales del mundo: radio, televisión, cine, Internet... Son poderes
muy grandes. Está muy bien la libertad de expresión, si tienes acceso a esos consorcios.
Si puedes ir a la CNN a expresar lo que te parece o a hablar, o escribir un artículo en el
Time, o escribir un artículo en el Financial Times, está muy bien, pero hay mucha gente
que no puede. Se habla de libertad de expresión cuando la expresión está monopolizada
por los grandes consorcios de la comunicación. Por ejemplo, es lo que hacen con los chicos y chicas que van a Seattle y a Praga, que cogen la parte negativa, y filman cuando
rompen el cristal, cuando tiran el contenedor o cuando se enfrentan con la policía y, naturalmente, la expresión que transmiten al mundo es que aquéllos son unos gamberros y
que lo que defienden no puede ser serio, porque con esas gamberradas no se puede
defender nada, y así nos van manipulando e impidiendo el acceso a ciertas ideas, a ciertas tendencias, a ciertas cosas que pasan en el mundo, y no se ven.
Las libertades políticas muchas veces pierden el significado por todo lo que he
dicho, porque si no hay libertades económicas, libertad de expresión, si no hay libertades culturales, la libertad política, el que podamos votar no significa mucho. Bendito sea
que podamos votar —yo voté por primera vez a los 47 años— bendito sea con todas sus
limitaciones y defectos, pero no podemos cerrar los ojos a la constante manipulación de
las opiniones y los hechos. Las libertades políticas sufren por todo esto.
Una gran contradicción, la mayor contradicción de la globalización, es la inmigración. Éste es un tema para otra conferencia, pero si somos sinceros, veremos que la
idea de globalización quiere decir la libre circulación de los factores de producción por
el mundo. Pues el factor de producción más importante es el trabajo, y no se mueve. Se
mueve el capital, se mueve la tecnología, se mueven los gerentes, pero el trabajo no.
Nosotros sólo admitimos a los árabes ricos, a los africanos ricos, a los polacos ricos, que
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traen capital. Lo que no queremos es más trabajadores o más gente que venga aquí a buscar trabajo, y así pasa en todo el mundo. Naturalmente, todos los problemas —problemas reales— que hay no dejan de ser una contradicción de la globalización, es decir,
globalizar todo menos esto.
Podemos resumir buena parte de lo anterior formulando las contradicciones de la
globalización:
Globalización y localización: Los fenómenos locales están en alza. La mayor
localización no es una cosa abstracta. Una reacción muy sana que se está dando en
muchos países es afirmar los valores locales, reforzar la autonomía de las administraciones más pequeñas, como pueden ser, en nuestro caso, la Generalitat o el Ayuntamiento
de Sabadell. Estamos viendo como, a la vez que hay más globalización, también está
habiendo más número de países. Desde que cayó el muro de Berlín, estamos más globalizados pero, a la vez, hay más países, es decir, hay más afirmación de lo local.
Inclusión, exclusión: Hay unos países que son emergentes, que son los que están
saliendo a flote, y otros marginados, excluidos o hundidos.
Concentración y difusión de empresas: Por una parte, hay una mayor concentración de empresas para formar grandes conglomerados. Pero por otra, la difusión del
conocimiento, gracias a Internet, y la dispersión de la propiedad, a medida que la gente
se va haciendo con fondos de pensión y pasa a ser propietaria de los grandes capitales
(que son movidos por gestores profesionales, no por sus propietarios), fomenta la creación de nuevas empresas que, obviamente, comienzan siendo pequeñas, aunque algunas
crezcan rápidamente.
Procesos locales con daños globales: Muchas veces se dan fenómenos locales
que tienen repercusiones globales, como suelen ser los daños al ecosistema. Las soluciones han de ser globales.
Descentralización y refuerzo de las estructuras locales: Buscando soluciones.
Esto no lo digo porque me haya invitado el Ayuntamiento de Sabadell, esto lo diría aunque me hubiera invitado la Fundació de La Caixa de Sabadell, y lo digo de todas maneras, porque lo pienso.
En este mundo todavía los grandes marcos económicos y políticos están enmarcados por las acciones de los países ricos, Estados Unidos, Japón y la Unión Europea y
de las grandes empresas multinacionales. Sin embargo, en nuestra vida hay muchísimas
cosas que todavía las manejamos nosotros, es decir, que las calles estén limpias de lo que
dejan los perros o no, que haya ruido o no, que los bares se cierren a las 4 o 5 de la
mañana, ya no depende de la globalización; depende de las autoridades locales y, naturalmente, hay muchas cosas en nuestra vida muy concretas que sí que dependen de las
autoridades, de la Generalitat, incluso del Estado español, que no es más que una pequeña unidad en este mundo globalizado.
Recuperar el control de la economía: A pesar de todo lo dicho, afirmo que se
puede tener mayor control de la economía nacional. Por ejemplo, en Chile, durante
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muchos años, había un control de capitales de manera que, cuando venía el capital
extranjero, se ponía un depósito del 30% y si este capital salía de Chile antes de 1 año, el
inversor perdía el 30%, con lo cual, naturalmente, el capital especulativo no se acercaba
a Chile. Ha ido mucho capital de otro tipo, capital español, a comprar bancos, eléctricas,
a poner fábricas, pero la especulación la frenaron en seco. Chile, un país pequeño de 1820 millones de habitantes, se manejaba muy bien. Colombia estuvo así, y ahora, después
de la crisis asiática, también en Malasia han hecho lo mismo.
También podemos hablar de la tasa de Tobin, que están proponiendo desde
ATTAC. Eso es absolutamente factible, y por tanto, hay cosas que pueden recuperar el
control de la economía.
Hay que tener mucho cuidado con la marginación, no solamente de los países, no
solamente de continentes, porque ya estamos hablando de marginación de continentes,
de países, de regiones, de personas, en nuestras mismas comunidades.
Orientar la gestión de las empresas al bien de la sociedad: Las empresas contribuyen al bien de la sociedad y deben hacerlo más, y, de alguna manera, hay que quitar a
las empresas esa especie de ansiedad que tienen con la competencia global.
La defensa colectiva del medio ambiente: Esto no se puede hacer individualmente, por lo que hemos de tener mucha más conciencia colectiva de sus problemas. A nosotros, los viejos, ya nos da igual, si echamos mucho o poco dióxido de carbono a la
atmósfera, pero a los jóvenes, a los que tenéis 15-20 años, y a mis nietos, les importa
mucho, porque los va a afectar. Es cosa admitida que la Tierra se está calentando. Así
como suena, está subiendo la temperatura de la Tierra y si sube más, va a producir una
serie de fenómenos que están ya descritos. Quien más miedo tiene a estos efectos son las
compañías de seguros, porque saben que si sube el mar 5 o 6 cm en la costa de los
Estados Unidos, donde todas las casas están aseguradas, no va a haber dinero en el
mundo para pagar esos seguros. Por eso hacen tanta publicidad llamando a la responsabilidad global hacia el medio ambiente
Termino, simplemente, con un deseo. He hecho un análisis rápido del mundo, y
en 45 minutos no se puede hablar de más cosas. Mi discurso no os debe dejar una sensación de impotencia, como la que debe de tener ahora la pobre gente de El Salvador
—ese país que tanto quiero— porque les tiembla la tierra, y no pueden hacer nada, sólo
procurar que no les caiga el tejado encima. La globalización no es como un temblor de
tierra, un daño de la naturaleza, algo que no tenga solución. Es una cosa que han hecho
los hombres; cuando yo nací no existía, hemos visto como se ha ido haciendo paso a
paso, desde 1946, a 1973, a 1985 a 2000. La han hecho hombres, la han hecho gobiernos y empresas. Por tanto, es algo que así como se ha hecho, así se puede deshacer, o se
puede cambiar, o se puede orientar hacia otro sitio. Yo no digo que se pueda volver
atrás, pero lo que se puede hacer es orientar, como se desvía la lava de un volcán, que va
a caer sobre un pueblo y se le ponen una serie de andaderas y soluciones para que no
caiga la lava sobre ese pueblo.
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Y así es la globalización, pero hay que moverse. Es muy fácil decir que no tiene
solución, como pasaba con la política en España cuando yo era joven; había quien decía
que no se podía hacer nada, pero un buen día se murió el dictador y luego cambió todo.
Así puede pasar también con la globalización. Un día la economía puede explotar por
algún lado, puede haber una gran crisis. Quién sabe si en una de esas crisis, de pronto,
cambia este panorama económico y no sabremos qué hacer. Hay que estar preparado
para ese momento.
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PARAULES FINALS
Gemma Xarles
Economista
Per provar de situar què és i el que pretén el moviment antiglobalització, diré que,
primer de tot, com ja comentava en Luis, hauríem de parlar de la importància que té la
informació. La nostra actuació davant qualsevol tema està condicionada per la informació que en rebem. Per exemple, si ens decidim a col·laborar en la reconstrucció o l’assistència a El Salvador, no és solament perquè hi hagi hagut un terratrèmol en aquest país,
sinó més aviat perquè ens n’han arribat unes imatges i una informació determinada que
ens ha mogut a fer alguna cosa. Possiblement per això, és diferent la reacció que tenim
davant els terratremols de l’Índia, per als quals la mobilització ha estat menor.
Apliquem ara aquesta reflexió a les informacions sobre el moviment antiglobalització i sobre el que ens arriba de les diferents mobilitzacions que hi ha hagut amb motiu
de les reunions i cimeres dels organismes internacionals. Què és el que està passant en
aquests llocs? Les imatges són clares, són contundents: hi apareixen joves llançant
pedres, gent enfrontant-se violentament, ja sigui a propietats privades, ja sigui a cossos
de seguretat. És aquesta l’actitud de tota la gent del moviment antiglobalització? Quina
és la reacció que, en mostrar aquestes imatges, es pretén que tingui un espectador que no
hi hagi estat present? No s’està predeterminant una reacció i un rebuig?
En segon lloc, per què el moviment es manifesta davant aquests organismes internacionals? En la globalització, com ja ha comentat en Luis, els poders estan difosos;
sabem que hi ha uns agents que són les multinacionals i unes persones exageradament
riques, que estan acumulant capital; sabem que hi ha especuladors financers... Davant
d’aquesta situació, hi ha uns organismes, que vindrien a ser el que és l’Estat a nivell dels
països, i que teòricament haurien de vetllar pel benestar de la població. D’una banda, hi
ha el sistema de les Nacions Unides; de l’altra, les institucions anomenades de Bretton
Woods —el Fons Monetari Internacional, el Banc Mundial i l’actual Organització
Mundial del Comerç (OMC), antigament GATT (Acord General de Tarifes i Comerç).
És davant d’aquests organismes on es presenta la societat civil, per queixar-se i
mostrar el rebuig de les conseqüències de la globalització.
En tercer lloc, com es mostra aquest rebuig? D’una banda, és cert que hi ha algunes persones a títol individual que actuen de forma violenta, i permeten que es puguin
gravar les imatges que ens presenten els mitjans de comunicació. Però recordem que els
mateixos moviments que han organitzat aquestes mobilitzacions han estat els primers a
emetre comunicats de premsa per expressar clarament: «nosaltres tenim clar que la lluita passa per la no violència; ens desmarquem de l’actuació de determinades persones
que, a títol individual, ho estiguin fent d’aquesta manera». És més, abans de qualsevol
mobilització d’aquestes dimensions, hi ha molts mesos de preparació, i una de les activitats de formació que es fa són tallers de resistència i lluita no violenta. Per tant, la gran
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majoria de gent que participa en aquests actes lluita per un canvi del sistema econòmic
internacional, i per un ideal de societat molt allunyat de la lluita violenta.
Algunes vegades, després de les imatges de violència, se’ns mostren imatges
d’una manifestació. Normalment no n’hi ha només una, sinó que durant els diferents dies
que duren les cimeres oficials dels organismes esmentats anteriorment hi ha diferents
manifestacions, en les quals hi ha moviments de tot tipus que mostren el seu rebuig: pacifistes, ecologistes, gent d’organitzacions no governamentals, gent de tota mena.
Però, una de les coses que poques vegades, i solament en determinats mitjans,
ha sortit, és el que s’anomenen les contracimeres o cimeres alternatives. Són fòrums
de debat en els quals analistes especialitzats, del nord, del sud, de l’est i de l’oest, debaten sobre quines són les conseqüències de les polítiques que es discuteixen i acorden en les cimeres oficials. Així doncs, podem afirmar que hi ha una anàlisi de les
causes, les conseqüències, el perquè de tot plegat; hi ha un rerefons de formació, d’informació, davant de les reivindicacions que es fan i s’intenten aportar propostes.
Precisament, a finals del mes passat, hi va haver a Porto Alegre (Brasil) el Fòrum
Social Mundial on, per primera vegada, se celebrava un fòrum mundial que no es feia
com a contrapartida d’una cimera oficial, sinó per plantejar alternatives positives del
sistema econòmic mundial actual.
Com a conclusió d’aquest segon punt, les queixes del moviment antiglobalització
no són actuacions violentes, no només es fan amb una manifestació i tenen un contingut
teòric i propostes alternatives. Estem parlant d’un col·lectiu ampli de gent; pensem, per
exemple, que a Praga hi havia entre 15.000 i 20.000 persones, a Seattle n’hi havia
50.000; i a Niça, 100.000.
En tercer lloc, hi ha una feina que no es reflecteix mai als mitjans: algunes ONG
fa molts anys que treballen en les cimeres oficials com a membres de les delegacions
estatals, exercint el que es coneix com a lobby polític. És a dir, en aquestes cimeres oficials, els Estats membres hi estan representats a través d’una delegació. Per exemple, en
el cas de Seattle, en la delegació espanyola hi havia representants de Solidaridad
Internacional i d’Intermón Oxfam; a Praga, hi havia membres de Mans Unides per la
campanya del «Deute extern, deute etern?», membres d’Intermón Oxfam i representants
de la Coordinadora d’ONGD espanyoles. El que intenten fer aquestes ONG és aportar,
dia a dia, propostes concretes de canvis petits dins les propostes de les delegacions estatals a la cimera.
Per tant, aquí tenim un element més per fer veure el que ens estan transmetent els
mitjans de comunicació: un moviment anti tot, mancat de rerefons, que no es planteja
res. Si bé és cert que el moviment és molt divers, també ho és que hi ha continguts. Per
tant, no es pot generalitzar d’aquesta manera, de forma despectiva, com s’ha estat fent.
En quart lloc, uns apunts sobre el cas de Davos. Qui es reuneix a Davos no és un
organisme internacional, però, en canvi, podem considerar que es tracta d’un centre de
poder. Per què? El que se celebra en aquesta ciutat suïssa és un fòrum mundial que es fa
cada any; és un cicle de conferències en el qual es troben caps d’estat, grans propietaris
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