El Jarabe Mixteco - Casa de la Cultura Oaxaqueña

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48 El Jarabe Mixteco
Alex*
ue allá por 1929 que el músico huajuapeño don Antonio Martínez Corro combinó, en una especie de rapsodia, algunos de los más hermosos sones tradicionales de la
región mixteca, todos ellos bailables, formando lo que hoy se
conoce como Jarabe Mixteco.
Es, sin duda, el jarabe más bello que se conoce en México;
desde luego muy superior al Jarabe Tapatío por su gracia, su
variedad de pasos y lo jocundo de su sabor popular que aflora
en cada uno de sus movimientos musicales.
Don Cipriano Villa y alguna de sus hijas, gente de Huajuapan, forman una pareja que ya es célebre en todo el país porque
lo bailan con verdadero virtuosismo.
Cambia el ritmo y es ahora “El macho”, movimiento que es
una representación del ruido que hacen los arrieros imitando el
pezuñeo de las nobles acémilas satisfechas, luego de la faena.
Ahora viene otro paso: es “El chandé”, movimiento que consiste en una picaresca representación de la lucha entre la zorra
(la mujer) y el conejo (el hombre) y en el cual juego, de acuerdo
con lo que suele ocurrir siempre, sale derrotado el hombre…
Sigue “El Palomo”, que es un bello pasaje musical lleno de
poesía; las parejas, bailando, imitan a los palomos que se enamoran con sus arrullos; el macho reclama la flor que la hembra
lleva en el pico, fingiendo desdén ante el acoso hasta que, atraída la paloma, llega a estar tan cerca del macho que éste, con
audaz movimiento, beso y flor le arrebata codicioso…
SUS MOVIMIENTOS
He aquí la interpretación del Jarabe Mixteco: Arranca con
un alegro vivísimo, bullanguero y contagioso que invita a salir
con la pareja a girar, poseídos de una música ritmosa como una
tarantela pero que es propiamente el jarabe.
Cambia entonces la secuencia del ritmo y es “El aguajacado” la música del nuevo paso, llamada así por haber sido llevada
a la Mixteca por los nativos que vivieron en Oaxaca, en el centro
del Estado. Este movimiento se baila imitando las parejas la lucha entre un coyote y el águila que se disputan una presa… Ella
(el águila), moviéndose rítmicamente hacia adelante, simula que
lanza aletazos con su falda; él (el coyote), la imita defendiéndose, porque si recibe un aletazo en la cara pierde…
patearla… Las parejas, luego de los difíciles pasos y juegos que
han ejecutado, se lanzan como un torbellino en una danza que
constituye clímax y apoteósis: es el jarabe final.
Y llega entonces “El toro”, ritmo sincopado, alegre y viril en el
que la mujer, quitándose el gran pañuelo rojo que lleva prendido
a la cintura, esquiva la embestida del hombre quien, claro, no llega a “cornarla” porque el mérito de este movimiento consiste en
realizar el juego bailando, llevando el paso y conservando el ritmo.
Ella cae rendida en los brazos del varón y levantando las
manos con su pañuelo extendido, pretende ocultar detrás, de él,
un último gesto de coquetería como en renovado reto por el beso
que le ha sido robado…
FINAL
Por último, unas notas agudas rasgan el espacio y se desborda nuevamente el torrente vibrante de alegre música para za-
Este final bullicioso e incitante, de música pegajosa, se queda
en nuestros oídos; y al tararearla nos sentimos como impelidos
a echarnos a la pista si tuviéramos a la mano una pareja con
quien bailarla…
*Alex (pseudónimo de Néstor Sánchez Hernández)
Revista Oaxaca en Mexico, 1962
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